La influencia del capitalismo en la educación emocional

Por: Irvin Rodolfo Tapia Bernabé

 

«La educación debería promover un pensamiento más consciente y con la capacidad de analizar críticamente los fenómenos sistémicos que influyen en él; en lugar de someterse al cambio impuesto por una economía capitalista.»

En las últimas décadas la educación emocional ha representado la panacea de los sistemas educativos, en la formación de ciudadanos para una sociedad cada día más compleja. Sin embargo, a pesar de promoverse en la mayoría de las escuelas de los países desarrollados, la salud mental de la población mundial parece empeorar ante los efectos de una economía capitalista. Ante este fenómeno resulta importante replantear la epistemología de la educación emocional para mejorar la calidad de la salud mental.

El interés por desarrollar la inteligencia emocional en las personas surge con las investigaciones del psicólogo David Goleman, quien experimentó con niños de tres y cinco años, al ofrecer comer un malvavisco a cada uno, pero con la condición de recibir dos malvaviscos en caso de esperar cinco minutos. Después de buscar a cada individuo en su edad adolescente, Goleman identificó que aquellos niños que habían esperado cinco minutos para obtener dos golosinas tenían mayores expectativas de éxito en la vida. A partir de este descubrimiento se identificaron una serie de habilidades no cognitivas que, a partir de su reconocimiento y gestión en las personas, estás generan efectos positivos en la vida social y laboral.

El resultado de educar a personas con habilidades emocionales beneficia, sin lugar a duda, a las grandes empresas, ya que les permite contar con personas más resilientes a los cambios impredecibles de un mundo globalizado. Sin embargo, el efecto en lo individual podría no ser el esperado. De acuerdo con el Psicólogo James Davies, el capitalismo moderno ha generado una crisis de salud mental. En su libro «Sedados», Davies asegura que el consumo de medicamentos psiquiátricos en Reino Unido se ha incrementado desproporcionadamente (500%) desde la década de los 80’s; no por razones biológicas, si no por las dolorosas consecuencias de las dificultades vitales como rupturas familiares, baja autoestima, problemas en el trabajo e infelicidad de relaciones en pareja. Frente a este tipo de problemas, a las personas se le pide resistir el dolor a pesar de que esto los coloque al borde del colapso psicológico.

Ante esta epidemia de salud mental, Davies, asegura que el problema de salud mental en la sociedad se ha tratado de manera errónea, ya que se ha puesto como foco del problema al individuo y no a los efectos sistémicos promovidos por una economía capitalista; tal como lo define, la Organización Mundial de la Salud (OMS), «una persona mentalmente saludable es aquella que puede afrontar de forma resiliente las tensiones de la vida y trabajar de forma productiva y fructífera». No olvidemos al Psicólogo Viktor Frankl, precursor de la resiliencia, quién la definió como «la capacidad para transformar el dolor en fuerza motora para salir fortalecido». Pero, estas nuevas espiritualidades resilientes nos invitan a aceptar el dolor, pero no a cuestionar su origen.

En este contexto es importante analizar el papel que ha tenido la escuela en la promoción del desarrollo de las habilidades socioemocionales. Al respecto, es importante recordar el pensamiento de Carlos Marx, quien manifestó que, desde el surgimiento de la escuela formal, esta ha contribuido con la capitalización del ser humano, bajo la influencia del sistema económico capitalista. Es decir, la escuela ha sido la principal formadora de personas para atender las necesidades cambiantes de capital humano requeridas por los sectores productivos; en un principio, formando personas técnicamente hábiles; posteriormente, con capacidad cognitivas superiores; y en la actualidad, personas inteligentes social y emocionalmente.

La anterior afirmación, la podemos observar en las políticas educativas promovidas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), quien en su informe «Más allá del aprendizaje académico» realizado en el año 2021, establece que el desarrollo socioemocional en los individuos, trae consigo beneficios tan importantes como el desarrollo cognitivo y académico; permitiendo impulsar la adaptabilidad, ingenio, respeto, trabajo colaborativo, responsabilidad, etcétera, habilidades imprescindibles para el mundo laboral.

Así mismo, el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), ha considerado que las brechas entre formación y las demandas del mercado laboral se debe, en parte, a la falta de formación en habilidades socioemocionales; concluyendo, que el conocimiento técnico y las habilidades cognitivas avanzadas ya no son suficientes para ser competitivo en el mercado laboral actual. De hecho, un estudio del Instituto de Investigación Capgemini realizado en el 2019, demuestra que la demanda de la inteligencia emocional, la autoconciencia, la autogestión, la conciencia social y la gestión de relaciones, aumentará seis veces en los próximos tres a cinco años, debido a la incorporación de la inteligencia artificial y la automatización de los procesos productivos. Ante este planteamiento que realiza una de las organizaciones más importantes que regulan la política educativa mundial e instituciones internacionales de inversión en capital humano, demuestran que la ganancia de la incorporación de las habilidades socioemocionales en las escuelas atiende mayormente a un interés político-económico, dada la creciente exigencia del mercado laboral.

Con la anterior premisa, podemos decir que, durante muchos años la escuela, ha promovido que los individuos sean tratados como pequeñas empresas, de las que hay que extraer todo el rédito posible en cualquier ámbito de la vida, desde las relaciones interpersonales hasta el ámbito laboral. De manera contraria, se le ha restado relevancia a la Filosofía, área del conocimiento que busca respuestas racionales de los principios que rigen al ser humano y la sociedad, aportándole a las personas herramientas cognitivas para reflexionar y analizar de manera objetiva el mundo que le rodea.

En síntesis, la educación social y emocional ha puesto al individuo como punto central del problema; generando consigo una cultura de resiliencia ante las exigencias del mundo laboral. La resiliencia carga al individuo con la culpa y es él quien debe cambiar su visión del mundo y reinterpretar sus sufrimientos para ser adaptativo y funcional. En este sentido, la educación debería promover un pensamiento más consciente y con la capacidad de analizar críticamente los fenómenos sistémicos que influyen en él; en lugar de someterse al cambio impuesto por una economía capitalista.

Bibliografía

https://ethic.es/2022/09/dejenme-vivir-en-mi-zona-de-confort/https://www.caf.com/es/conocimiento/visiones/2019/04/habilidades-socioemocionales-y-mercado-laboral-sinergia-necesaria/https://www.educaweb.com/noticia/2013/12/02/capitalismo-cognitivo-capitalismo-cognitivo-emocional-7934/https://www.oecd-ilibrary.org/education/beyond-academic-learning_92a11084-enhttps://www.who.int/es/news/item/03-06-2022-why-mental-health-is-a-priority-for-action-on-climate-change#:~:text=La%20OMS%20define%20la%20salud,aportar%20algo%20a%20su%20comunidad%C2%BB.https://ethic.es/2022/04/contra-la-resiliencia-a-favor-de-la-lucidez/https://www.google.com/amp/s/www.capgemini.com/mx-es/news/inteligencia-emocional/amp/

Fuente de la información: https://profelandia.com

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Libro(PDF): «Marx, 200 años. Presente, pasado y futuro»

Reseña: CLACSO

Este libro colectivo recoge los trabajos presentados en el Foro Marx 200, organizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en el marco de la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales y del Primer Foro Mundial de Pensamiento Crítico, en noviembre de 2018. La enorme acogida que tuvo esta iniciativa, desarrollada en ese marco multitudinario, hizo que el Foro se convirtiera en un evento valioso y relevante, a partir de haber logrado conducir el peso retrospectivo que trae consigo la celebración de los 200 años del nacimiento de Marx hacia un debate colectivo de alto nivel en torno al presente y al futuro de su praxis en el mundo.

Autor (a): Esteban Torres. Elvira Concheiro Bórquez. Félix Valdés García. Matías Bosch Carcuro. Pablo A. Vommaro. Rodolfo Gómez. [Coordinadores/as]

Enrique Dussel. Álvaro García Linera. Atilio A. Boron. Marcello Musto. Göran Therborn. Esteban Torres. Bob Jessop. Guilherme Leite Gonçalves. Enrique de la Garza Toledo. Orlando Caputo. Robert Boyer. Anwar Shaikh. Elvira Concheiro Bórquez. Beatriz Rajland. Klaus Dörre. [Autores/Autoras de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina.

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-612-6

Descarga: Marx, 200 años. Presente, pasado y futuro

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2207&orden=&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1401

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Coronavirus: un detonador de la crisis potenciado por el lucro

Por: Claudio Katz

Muchos sugieren que el desempeño aceptable de la economía fue abruptamente alterado por el coronavirus. También estiman que la pandemia puede provocar el reinicio de un colapso semejante al 2008. Pero en esa oportunidad fue inmediatamente visible la culpabilidad de los banqueros, la codicia de los especuladores y los efectos de la desregulación neoliberal. Ahora sólo se discute el origen y las consecuencias de un virus, como si economía fuera otro paciente afectado por el terremoto sanitario.

En realidad, el coronavirus detonó las fuertes tensiones previas de los mercados y los enormes desequilibrios que acumula el capitalismo contemporáneo. Acentuó una desaceleración de la economía que ya había debilitado a Europa y jaqueaba a Estados Unidos.

 El divorcio entre esa retracción y la continuada euforia de las Bolsas anticipaba el estallido de la típica burbuja, que periódicamente infla y pincha Wall Street. El coronavirus ha precipitado ese desplome, que no obedece a ninguna convalecencia imprevista. Sólo repite la conocida patología de la financiarización.

 A diferencia del 2008, la nueva la burbuja no se localiza en el endeudamiento de las familias o en la fragilidad de los bancos. Se concentra en los pasivos de las grandes empresas (deuda corporativa) y en las obligaciones de muchos estados (deuda soberana). Además, hay serias sospechas sobre la salud de los fondos de inversión, que aumentaron su preponderancia en la compra-venta de bonos.

La economía capitalista genera esos temblores y ninguna vacuna puede atemperar las convulsiones que desata la ambición por el lucro. Pero la miseria, el desempleo y los sufrimientos populares que provocan esos terremotos han quedado ahora diluidos por el terror que suscita la pandemia.

También la caída del precio del petróleo antecedió al tsunami sanitario. Dos grandes productores (Rusia y Arabia Saudita) y un jugador de peso (Estados Unidos), disputan la fijación del precio de referencia del combustible. Esa rivalidad quebrantó el organismo que contenía la desvalorización del crudo (OPEP más 10).

La sobreproducción que precipita ese abaratamiento del petróleo es otro desequilibrio subyacente. El excedente de mercancías -que se extiende a los insumos y las materias primas- es la causa de la gran batalla que enfrenta a Estados Unidos con China.

Los dos principales determinantes de la crisis actual -financiarización y sobreproducción- afectan a todas las firmas, que empapelaron con títulos los mercados o se endeudaron, para gestionar los excedentes invendibles. El coronavirus es totalmente ajeno a esos desequilibrios, pero su aparición encendió la mecha de un arsenal saturado de mercancías y dinero.

Varios especialistas han destacado también cómo las transformaciones capitalistas de las últimas cuatro décadas inciden sobre la magnitud de la pandemia. Observan que las contaminaciones anteriores- separadas por lapsos prolongados- irrumpen ahora con mayor frecuencia. Ocurrió con el SARS (2002-03), la gripe porcina H1N1 (2009), el MERS (2012), el Ébola (2014-16), el zika (2015) y el dengue (2016).

Es muy visible la conexión de esos brotes con la urbanización. El hacinamiento de la población y su forzada proximidad multiplica la diseminación de los gérmenes. También resulta evidente el efecto de la globalización, que incrementó en forma exponencial el número de viajeros y la consiguiente expansión de los contagios a todos los rincones del planeta. La forma en que el coronavirus ha provocado en pocas semanas el colapso de la aviación, el turismo y los cruceros es un contundente retrato de ese impacto.

El capitalismo ha globalizado en forma vertiginosa muchas actividades lucrativas, sin extender esa remodelación de las fronteras al sistema sanitario. Al contrario, con las privatizaciones y los ajustes fiscales se afianzó la desprotección en todos los países, frente a enfermedades que se mundializan con inusitada velocidad.

 Algunos estudiosos también recuerdan, que luego SARS fueron desechados varios programas de investigación para conocer y prevenir los nuevos virus. Prevalecieron los intereses de los conglomerados farmacéuticos, que priorizan la venta de medicamentos a los enfermos solventes. Un ejemplo patético de esta primacía del lucro se observó en Estados Unidos al comienzo de la pandemia con el cobro del test de detección del coronavirus. Esa ausencia de gratuidad redujo el conocimiento de los casos, en un momento clave para el diagnóstico.

Otros expertos destacan cómo se ha destruido el hábitat de muchas especies silvestres, para forzar la industrialización de actividades agropecuarias. Esa devastación del medio ambiente ha creado las condiciones para la mutación acelerada o la fabricación nuevos virus.

China ha sido un epicentro de esos cambios. En ningún otro país convergió en forma tan vertiginosa la urbanización, con la integración a las cadenas globales de valor y la adopción de nuevas normas de alimentación.

En la crema del establishment el coronavirus ya recreó el mismo temor que invadió a todos los gobiernos, durante el colapso financiero del 2008. Por eso se repiten las conductas y se prioriza el socorro de las grandes empresas. Pero existen muchas dudas sobre la eficacia actual de ese libreto.

Con menores tasas de interés se intenta contrarrestar el desplome del nivel de actividad. Pero el costo del dinero ya se ubica en un piso que torna incierto el efecto reactivador del nuevo abaratamiento. Las mismas incógnitas generan la inyección masiva de dinero y la reducción de impuestos.

El dólar y los bonos del tesoro de Estados Unidos se han convertido nuevamente en el principal refugio de los capitales, que buscan protección frente a la crisis. Pero la primera potencia está comandada en la actualidad por un mandatario brutal, que utilizará esos recursos para el proyecto imperial de restaurar la hegemonía norteamericana.

Por esa razón, a diferencia del 2008 prevalece una total ausencia de coordinación frente al colapso que sobrevuela a la economía. La sintonía que exhibía el G 20 ha sido reemplazada por las decisiones unilaterales que adoptan las potencias. Se ha impuesto un principio defensivo de salvación a costa del vecino.

No sólo Estados Unidos define medidas sin consultar a Europa (suspensión de vuelos), sino que los propios países del viejo continente actúan por su propia cuenta, olvidando la pertenencia a una asociación común. Todas las consecuencias de una globalización de la economía -en el viejo marco de los estados nacionales- afloran en el temblor actual. Nadie sabe cómo lidiará el capitalismo con este escenario.

Las terribles consecuencias de la crisis para la economía latinoamericana están a la vista. El desplome de los precios de las materias primas es complementado por masivas salidas de capital y grandes devaluaciones de la moneda en Brasil, Chile o México. El colapso que padece Argentina comienza a transformarse en un espejo de padecimientos para toda la región.

Es evidente que el coronavirus golpeará a los más empobrecidos y producirá tragedias inimaginables, si llega a los países con sistemas de salud inexistentes, deteriorados o demolidos. Por la elevada contagiosidad de la pandemia y su fuerte impacto sobre las personas mayores, la estructura hospitalaria ya trastabilla en las economías avanzadas.

En el debut del coronavirus se multiplicaron los cuestionamientos al comportamiento de los distintos gobiernos. Hubo fuertes indicios de irresponsabilidad, ocultamiento de datos o demoras en la prevención, para no afectar los negocios. Pero la drástica reacción posterior comienza a aproximarse a un manejo de economía de guerra. En ese viraje ha incidido el contagio sufrido por varios miembros de la élite de ministros, gerentes y figuras del espectáculo.

También los medios de comunicación oscilan entre el ocultamiento de los problemas y el estímulo del terror colectivo. Algunos extreman ese miedo para propagar alegatos racistas, hostilizar a China o denigrar a los inmigrantes. Pero todos achacan al coronavirus la responsabilidad de la crisis, como si el capitalismo fuera ajeno a la convulsión en curso.

Los poderosos buscan chivos expiatorios para exculparse de los dramas que originan, potencian o enmascaran. El coronavirus es el gran peligro del momento, pero el capitalismo es la enfermedad perdurable de la sociedad actual.

Fuente: https://rebelion.org/coronavirus-un-detonador-de-la-crisis-potenciado-por-el-lucro/

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