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Ciencia, cultura, nación

Por: Graziella Pogolotti

Enero convida a meditar sobre la función social del conocimiento. La rápida traducción práctica de los saberes científicos en aplicaciones tecnológicas que transforman el trabajo humano, introducen cambios en nuestra cotidianidad. Multiplican productos de toda índole y conduce a valorar en términos de beneficios económicos tangibles la contribución al desarrollo. Desde ese punto de vista, la experiencia cubana demuestra que las inversiones en este terreno redundan en beneficios comerciales por la venta de artículos de alto valor agregado.

No se ha divulgado de la misma manera el significado del conocimiento en la construcción de hegemonías. En un proceso secular, la burguesía se valió de ese recurso para desplazar a la nobleza parasitaria. La ciudad fue su ámbito natural. En ella se fundaron universidades, se configuraron las llamadas profesiones liberales. De ella se  nutrieron médicos, juristas, pensadores abiertos al humanismo, administradores constituidos en simiente de las ideas mercantilistas. La Gran Bretaña afirmó su poderío en el dominio de los mares. Para acelerar los cambios, Cromwell encabezó una revolución. Más tarde la enciclopedia ofreció una síntesis del saber acumulado y la Revolución Francesa estremeció el mundo al derribar estructuras periclitadas e internacionalizar la ideología de la burguesía triunfante.

Un señor llamado Gutenberg inventó la imprenta. El libro sustituiría a los manuscritos, obra de pacientes copistas, conservadas en conventos. Dotado de esa capacidad multiplicadora, el conocimiento se diseminaba, cruzaba fronteras, viajaba en las bodegas de los barcos.

Cada vez más, los centros de poder se constituyen en monopolios de la producción de conocimientos. Al amparo de normas internacionales protectoras de propiedad intelectual, las ganancias benefician al capital, prescindiendo de consideraciones éticas respecto al uso social de esos adelantos. El investigador de hoy ha dejado de ser el alquimista solitario del Medioevo. Necesita sofisticados laboratorios y tiempo para la validación de sus experimentos. Ha pasado a ocupar la condición de asalariado altamente remunerado, aunque sin capacidad de decisión respecto al uso de su trabajo.

Por ese motivo, las preocupaciones éticas ocupan un lugar creciente en el universo de los científicos.

Al abordar estos temas por la opinión pública y el entorno del saber común cotidiano no menos importante, prevalece la tendencia a asociar el concepto de ciencia a las llamadas exactas y naturales, frecuentemente denominadas ciencias duras. Ciertas expresiones economicistas contribuyen a soslayar el papel de las ciencias sociales, decisivo a la hora de diseñar un proyecto de  país y de participar en el importante debate acerca de las amenazas que pesan sobre el destino de nuestra especie debido a las repercusiones del cambio climático y también en cuanto a la fractura radical entre el mundo de las cabezas que define el rumbo del mundo y las manos, ejecutoras de tareas, ajeno a la toma de decisiones.

Hace medio siglo estas realidades no se manifestaban con tanta claridad. En el contexto del proceso descolonizador, la tradición latinoamericana se valió del análisis de los problemas derivados del subdesarrollo y la dependencia para analizar la realidad de nuestros países.

Apareció una generación de economistas que, en muchos casos prestaron servicios a la naciente Revolución Cubana, dedicada empeñosamente a la formulación de propuestas. Esta perspectiva de análisis influyó en sociólogos, historiadores y en un repensar el concepto de cultura. La contraofensiva fue violenta. Bajo el manto de las dictaduras de nuestra América, se instauró el dogma neoliberal con sus bien conocidas consecuencias en la vida de los pueblos.

Al proponer las bases de una política científica para nuestro país, Fidel se planteó una perspectiva integradora que, recolocada en aquel contexto, ofrece claves indispensables para el debate contemporáneo. Para edificar un futuro de hombres de ciencias y de pensamiento, era necesario establecer vínculos sólidos y flexibles entre los distintos componentes de la realidad, favorecer la convergencia entre saberes, actuar simultáneamente en varios ámbitos.

Los institutos de la Academia de Ciencias abordaron temas relacionados con el estudio de la sociedad. Incorporaron a especialistas que, en condiciones adversas, habían explorado esas zonas del saber. Por otra parte, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), matriz del impresionante desarrollo en el terreno de la biología, se integraba al proceso de transformación de la Universidad. La singularidad de esta concepción se manifiesta en el modo de simultanear la edificación del porvenir y la superación de la herencia del subdesarrollo. El proyecto se estaba forjando mientras se preparaban las condiciones para emprender la Campaña de Alfabetización, punto de partida para el rescate de talentos, algunos de los cuales han sido protagonistas de logros notables.

La realidad contemporánea nos sitúa ante caminos que se bifurcan. Un error de apreciación puede poner en juego, tanto el destino de nuestro pueblo como el de la humanidad. Subordinar la apertura hacia el conocimiento a la obtención de ganancias prescindiendo de consideraciones éticas y de las exigencias reales de la sociedad es tentación suicida. En sentido inverso, colocar la investigación al servicio del desarrollo humano establece la coherencia necesaria entre la formulación de los propósitos de la educación, así como el  justo equilibrio entre el impulso a las ciencias exactas, naturales y sociales para comprometer a la sociedad en su conjunto en un debate dirigido a la superación de nuestros actuales quebrantos en el plano concreto del funcionamiento de la economía y en el rescate de nuestros mejores valores.

Por esa vía, la apuesta a favor del conocimiento potencia el valor cultural de la ciencia, tal y como lo comprendieron siempre los fundadores de la nación.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-01-08/ciencia-cultura-nacion-08-01-2017-21-01-47

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Fidel: la educación del pueblo, la estrategia clave en la lucha de las ideas, la economía y la vida

Por: Edmundo Vera Manzo

Fidel, de su inmensa sabiduría e inspiración para obtener victorias en la vida y alcanzar un desarrollo propio, considero su aporte más importante su pensamiento estratégico. Decía que en lo táctico se pudo equivocar algunas veces, en lo estratégico no. Para Fidel, la elevada educación del pueblo a largo plazo provoca la victoria siempre. Expresó: “Capital humano implica no solo conocimientos, sino también y muy esencialmente la conciencia, ética, solidaridad, sentimientos verdaderamente humanos, espíritu de sacrificio, heroísmo, y la capacidad de hacer mucho con poco”.
La educación integral de todo el pueblo, de alta calidad, convertida en capital humano, es la estrategia fundamental ante los problemas de la vida personal, en la lucha de las ideas para desarrollar la conciencia política, para alcanzar la maestría militar, en lo organizacional y en el desarrollo económico y social de las comunidades y países que se propongan ser soberanos y libres.
Un pueblo no educado, sin conciencia política, será siempre engañado por los mentirosos y demagogos que ofrecen cualquier cosa, sin el respaldo de argumentos, pruebas y demostraciones de lo que dicen. Un pueblo ignorante utilizará tan solo su cuerpo y sus manos para sobrevivir, explotado por muchos, en especial por empresas maquiladoras y en zonas francas para no pagar impuestos, con salarios miserables y sin seguridad social. La revolución educacional y cultural es el corazón de un proceso de transformación de cualquier país. Implica un cambio radical en la estructura y contenidos. Esta idea de raíz martiana fue permanente.
Cuando Fidel se retira del partido ortodoxo lo hizo con los jóvenes más brillantes que luego estuvieron juntos en el asalto del cuartel Moncada. Mientras estuvo preso se convirtió en una prisión fecunda, como lo relata Mario Mencía, donde era una escuela de educación política. No se desperdició un segundo: se alfabetizó, estudiaron entre todos y pensaron profundamente sobre el futuro. En medio de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra la actividad más importante era alfabetizar, estudiar, elevar el nivel de conciencia de los combatientes. Luego de la conquista del poder, la actividad más importante de los dirigentes y del pueblo cubano fue elevar el nivel educativo para la política y el desarrollo de las fuerzas productivas.
Con el triunfo de la revolución, en menos de dos años, Cuba se declaró territorio libre de analfabetismo. En los primeros años, Cuba apoya la lucha armada en los países colonizados, táctica que dejó de hacer. En cambio, la preparación de profesionales cubanos y extranjeros, y el intercambio de investigaciones y descubrimientos, principalmente en educación y salud, se lo viene haciendo durante cuatro décadas, al igual que la contribución solidaria de sus profesionales en los países del tercer mundo. Y se continuará siempre.
La inversión constante en educación y cultura nunca se ha dejado de hacer, a pesar de los momentos extraordinariamente difíciles que les ha tocado vivir como país, como lo fue en el Período Especial, después del hundimiento de la Unión Soviética y el bloque socialista europeo. Desde hace décadas la educación cubana ocupa los primeros lugares en el mundo.
Afirma Fidel: “En el futuro, no habrá un solo proceso productivo o de servicios en el país que no requiera un nivel considerable de conocimientos”. Por otro lado, “no hay duda de que se reducirá extraordinariamente el problema de la delincuencia, en la medida que la educación se generalice, y con la educación, la cultura; y con la cultura, la conciencia de toda la sociedad; y cuando se adquiera el carácter de trabajo absolutamente presidido por la inteligencia, desaparecerá como tal el trabajo brutal o como trabajo animal”. Pues, como señalaba Marx: “Si el trabajo es embrutecedor, no habrá hombres libremente socializados”.
Fuente noticia: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/fidel-la-educacion-del-pueblo-la-estrategia-clave-en-la-lucha-de-las-ideas-la-economia-y-la-vida
 Fuente imagen: http://www.altonivel.com.mx/wp-content/uploads/2016/11/fidel_castro-1.jp
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Otras estrellas nos miran: hacia la descolonización práctica de nuestras subjetividades y de nuestras prácticas educativas

Facundo Ferreirós

La propuesta de esta conversación es analizar nuestras matrices epistémicas y pedagógicas en torno a cómo juega, en nuestras subjetividades, la tensión colonización-descolonización y, en tanto estudiantes y/o educadores y educadoras, analizar cómo se articulan estas matrices en las prácticas educativas.

Entenderemos las matrices epistémicas y pedagógicas como un tejido más o menos articulado, compuesto por categorías, emociones, sensaciones, expresiones y movimientos corporales, memorias, olvidos, experiencias vividas y prácticas cotidianas cuyo entramado se compone de los “modos de conocer”[1] y las “relaciones de conocimiento”[2]que establecemos, y de la tarea de enseñar que constituye a educadores y educadoras en su estar siendo.

I.

Diremos, a grandes rasgos, que hemos internalizado, de forma más o menos violenta, matrices epistémicas y pedagógicas proveniente de “otros calendarios y otros territorios”, que condicionan fuertemente nuestros modos de conocer, tanto a nosotros mismos, como a los otros y al mundo. Y por lo tanto, nuestros procesos de formación (educación).

Huellas de una Modernidad nor-europea/norteamericana presentes en nuestros mundos de vida y, por lo tanto, en nuestras prácticas educativas.

Huellas productoras de múltiples reducciones: de la educación como escolarización, del conocimiento como conocimiento científico (ciencia nor-europea/norteamericana), conocimiento como algo “dado”, elaborado y validado por especialistas, reducido a información deshistorizada, neutralizada y esterilizada, transmitida de modo transferencial, generador de asimetrías en la relación “saber-poder”.

Huellas de la pérdida de sentido de la educación: divorcio entre cultura y educación, entre sujetos e historia, educación y epistemología, educación y política, etc.

Huellas productoras de múltiples fragmentaciones: subjetivas (dualismos jerarquizados alma/cuerpo, razón/emoción, mente/mano, teoría/práctica); sociales (división social, sexual, étnica, internacional del trabajo); y educativas (niveles, materias, unidades, hiperespecialización).

Huellas que deshistorizan y desterritorializan al sujeto reduciéndolo a “roles sociales”. Educación como proceso de institucionalización basado en el control social, la homogeneización y la normalización, productora de relaciones piramidales, patriarcales y altamente burocráticas.

II.

Para Silvia Rivera Cusicanqui, todos los latinoamericanos somos indios. ¿Por qué? Porque “otras estrellas nos miran”[3]. Porque todos somos colonizados. La apuesta es a “sacar al indio o india que todos llevamos dentro”.

Hace unos 10 años, viajaba en avión hacia Tierra del Fuego. Iba, como es costumbre encontrarme, tomando mate. Sentadas detrás de mí iban dos españolas, que luego de conversar un rato, me contaron que eran profesoras. Yo presentí en un momento que estaban cuchicheando sobre mí y, al mirar por la rendija que se abre entre los dos asientos, pude ver que efectivamente miraban con nerviosa curiosidad. Al rato, una de las dos se pone de pie e intempestivamente, como cuando una persona está decidida pero no sin una cuota de temor, me pregunta sin preámbulos si eso que tengo en la mano es un mate. Le respondo que sí, procurando expresar cierto malestar en mis gestos. Inmediatamente, su acompañante se pone de pie y arroja: “¿Pero eso no es droga?” Me acomodé en mi asiento y le expliqué pacientemente que no, le hablé de la costumbre ancestral del mate, de su tradición, y de todo el ritual alrededor de esta práctica. Siguieron algunas preguntas más: “¿Pero todos toman de la misma bombilla?” (no sin un gesto de asco), o “¿A qué sabe?” Frente a esta última pregunta, las invité amablemente a probarlo. Se miraron entre sí como si les estuviera proponiendo algo indecente, como si, para responderme, debieran deliberar primero entre ellas. Una de ellas aceptó. Tomó el mate con una mano y la bombilla con la otra, la acercó lentamente a su boca, chupó y, antes siquiera de tragar, me lo devolvió con un gesto de reprobación total. “¿Cómo pueden tomar eso?” Exclamó. Yo sentí un profundo resentimiento en ese momento. Una española estaba juzgando mis costumbres. Costumbre como el mate, que además es una práctica ritual profundamente comunitaria. Quizás fue a partir de ese momento en el que descubrí cuán intrincada estaba esta práctica a mi subjetividad, a mi “mundo de vida”, a mi estructura psíquica, mi campo emocional y mi corporalidad toda. Y me sentí como un indio, a quién le dicen que la hoja de coca es droga, reprobando la práctica de pijchar (mascar). Para esas españolas, no había una diferencia entre la coca y el mate. El indio y yo éramos lo mismo para ellas. Y fue a partir de esta anécdota que comprobé que para mí tampoco hay diferencia, ya que pude sentir, en mi propio cuerpo, la violencia del conquistador que provocó en mí una voluntad de rebelión ante la violencia civilizadora. 

Esta anécdota me volvió permeable y sensible ante aquellos gestos que se resisten a ser colonizados por la razón instrumental, enfrentando no sin una cierta cuota de angustia, el profundamente provocador interrogante que deja planteado Silvia Rivera Cusicanqui: “¿Por qué no podemos admitir que tenemos una permanente lucha en nuestra subjetividad entre lo indio y lo europeo?”[4]

Ahora bien, ¿qué pasa en el plano subjetivo? ¿Qué pasó y qué pasa con lo que Silvia Rivera Cusicanqui denomina“colonización de la conciencia propia”? ¿Cómo provocar cambios en la subjetividad en torno a nuestras matrices epistémico-pedagógicas? ¿Qué pasa con nuestro estar siendo educadores y educadoras inmersos en la tensión colonización-descolonización?

Kusch al analizar la frase popular “me salió el indio”, que lo llevó a preguntarse: “¿y de dónde sale esta urgencia de salir con brusquedad para librar fuerzas, casi como si el agua rebasara un dique e inundara el valle? Porque el indio histórico, según parece, nunca tuvo que salir de sí mismo, sino que siempre se daba afuera. Ahí encontraba en algún árbol, en alguna piedra, o en alguna montaña, un vestigio de algún mundo sagrado que le servía para ganar la seguridad en sí mismo. Pero un árbol, una piedra o una montaña son para nosotros, simples objetos.” Y más adelante agrega: “Pero nos sale el indio. ¿Para qué? ¿Será para contrastar este siglo XX? ¿Será para restituir afuera en el mundo exterior nuestro propio recinto sagrado, solo para ver a los dioses columpiarse en los árboles?”[5]

Cusicanqui: “Lo indígena no es una identidad, no es una camiseta, no es un color de piel: lo podríamos resumir en una episteme, como una atmósfera cognitiva que te lleva, por ejemplo, a intentar reconocer sujetos en el mundo no humano. De hecho cualquiera que practica rituales con cierta regularidad y seriedad, habla con los achachilas, con los cerros, con los ríos, habla con el lago, habla con las piedras.”

No se trata de cambiarnos el color de piel ni de negar los más de 500 años de presencia occidental en el continente. No se trata de una apuesta “folklórica”, “étnicocultural”, una búsqueda de localismo comunitarista o un “retorno al pasado”. Se trata de sacarnos la culpa y la vergüenza introyectadas desde la conquista. Y de aprender a vivir en esa contradicción que supone estar constituido subjetivamente por mundos antagónicos. Pero no se trata de antagonismos destructivos, sino de “un antagonismo creador: fuerza explosiva de la contradicción. Contradicción como una energía vivida, vitalizante, que permite permanentemente este cabalgar entre dos mundos sin sentir que tienes el alma dividida, pa’chuyma, la subjetividad dividida. Hay mucha enseñanza de la lengua indígena en lo que son los modos de vivir en armonía con y en medio de contradicciones muy radicales.”[6] El principio de “relacionalidad” por sobre la lógica de los dualismos.

Este espacio de la subjetividad en el que se da este encuentro (tinku) entre opuestos complementarios y/o antagónicos, es una zona de contacto (taypi), que consiste en un “tercer espacio” en el que los mundos se interpenetran sin fusionarse. Una dialéctica sin síntesis. Esto es lo que Silvia Rivera Cusicanqui denomina lo “ch’ixi”. Y es allí donde nace su apuesta epistemológica, que consiste justamente en abrir y ensanchar ese “tercer espacio”. Esta propuesta nos lleva a romper los parámetros que nos imponen los falsos dualismos: cuerpo/razón, razón/emoción, pensar/hacer, teoría/práctica, etc. y a construir una episteme desde el principio de relacionalidad, que contenga y dinamice los antagonismos y las oposiciones complementarias que constituyen nuestra subjetividad.

Silvia Rivera Cusicanqui nos invita a descolonizar la conciencia propia a partir del ejercicio de prácticas descolonizadoras, tales como: recuperar la autonomía de nuestro pensamiento y nuestra memoria, superar la reticencia al trabajo manual, ejercer la performatividad del cuerpo, crear comunidad en términos de conformación espacios de experimentación micropolítica-, etc. “No puede haber un discurso de la descolonización, una teoría de la descolonización, sin una práctica descolonizadora (…) La posibilidad de una reforma cultural profunda en nuestra sociedad depende de la descolonización de nuestros gestos, de nuestros actos, y de la lengua con que nombramos el mundo.”[7]

Existen, en nuestras subjetividades, “espacios de lo no dicho, un conjunto de sonidos, gestos, movimientos que portan las huellas vivas del colonialismo y que se resisten a la racionalización, porque su racionalización incomoda, te hace bajar del sueño cómodo de la sociedad liberal”.[8]

 

Y también dirá: “tu propia vida es un condensado de experiencias que se te ha transmitido a través de una genealogía muy profunda, muy vasta, de la cual tu cuerpo tiene memoria, no tu precisamente, no necesitas tu tener conciencia de lo que han hecho tus tatarabuelos o de las lenguas que han hablado, o de las músicas que han bailado porque tú lo llevas en tus propias células. Y eso se puede despertar, desatar, mediante trabajos corporales. Eso es posible hacerlo: el ritual es uno de los caminos, la danza es otro, el trabajo con el cuerpo escénico es otro, el trabajo físico, el cosechar, el sembrar es otro. El buscar nexos con una lengua ancestral es otro”.

“Hacer conociendo, el conocer con el cuerpo, el autoconstruirnos a través de un diálogo con la materia -la madera, el cemento, la tierra- y de las conversaciones y akhullis de discusión y reflexión (…) una práctica basada en el silencio y no sólo en la palabra (…) en diálogo con y entre las creaciones de nuestras manos, de nuestros cuerpos”[9].

III.

En este apartado, se propondrán ejercicios para una descolonización práctica. Se trata de diferentes dispositivos didácticos para: descolonizar nuestra configuración espacio-temporal, considerar la memoria histórica como práctica descolonizadora,  descolonizar nuestras genealogías, la recuperación del trabajo manual,  y la concepción del cuerpo como performatividad micropolítica descolonizadora.

          

  1.           Descolonizar nuestra configuración espacio-temporal

¿Qué educación necesitamos para aprender a situarnos espacio-temporalmente en América Latina? ¿Cómo aprender a movernos en nuestro propio paisaje? ¿Cómo contribuir a una educación que desnude la cara oculta de la Modernidad europea desde lo más íntimo y arraigado que sujeta nuestra subjetividad?

En primer lugar, la apuesta es a cuestionar nuestro “puesto en el cosmos”. Hemos internalizado que Europa es occidente y que nosotros también los somos, y que vivimos en el sur, que está abajo. Ahora bien, no somos “occidentales” (porque “otras estrellas nos miran”), y porque lo que consideramos “occidente” no está hacia nuestro “poniente”. Nuestro occidente es China y Europa es nuestro oriente. A su vez, si observáramos el planeta situados, sin punto fijo, en el “espacio exterior”, tampoco habría norte ni sur.

Esto supone una nueva configuración del espacio: nuestros pies ya no pisan el mismo suelo ni nuestros movimientos se dirigen hacia los lugares que creíamos.

En segundo lugar, la historia no está dirigida hacia ninguna parte. La historia no se mueve de oriente a occidente como creía Hegel. En ese relato, tan creíble como el del surgimiento del pecado original, América estaba afuera de la historia por su “novedad”, Asia por su “antigüedad” y África por su “animalidad”. Pero Europa no es el fundamento y el fin de la historia como creemos. Hemos internalizado la línea de tiempo que hemos observado en los pizarrones desde nuestros primeros días en las escuelas y así construimos nuestra noción del tiempo como lineal y progresivo.

Es en nuestra memoria histórica y corporal que podemos experimentar las diferentes capas que componen el horizonte colonial manifiesto en nuestro constante presente.

Como un niño pequeño que se irgue y comienza a caminar y, junto con el aprender a caminar, debe reconfigurar su noción de espacio y tiempo, así debemos reaprender a movernos en un mundo con unas otras coordenadas espacio-temporales.

Así, desde nuestras subjetividades, aludiendo a las heridas narcisistas planteadas por Freud, diremos que tres son las heridas que podemos provocarle al narcisismo norteamericano/nor-europeo:

1) Herida geopolítica: sin desconocer su poder imperial capitalista, Europa y Estados Unidos son dos aldeas.

2) Herida historiográfica: Europa y Estados Unidos, no son el principio ni el fundamento de la Historia.

3) Herida epistemológica: la razón moderna-colonial/norteamericananoreurocéntrica/capitalista/patriarcal no es la única episteme.

   

  1. Memoria histórica como práctica descolonizadora

Trazar nuestra propia biografía, donde lo singular de la memoria corta de nuestra experiencia cotidiana se va tejiendo junto a condicionamientos políticos, históricos, sociales y culturales que se trasladan espaciotemporalmente en la memoria larga de los pueblos, conformando así una trama abigarrada que articula aspectos macro, meso, y micropolíticos en un horizonte histórico que articule la simultánea coexistencia de ciclos cortos y largos -a modo de “placas tectónicas”- que pueden emerger en el presente, reelaborando las estructuras coloniales internalizadas desde la conquista para acá. Así, la narración de nuestra biografía deviene “didactobiografía”.

(…) “En este sentido, la didactobiografía es un dispositivo didáctico que coloca al sujeto en la exigencia epistémica de reflexionar desde su historia de vida; historia que se objetiva en una narración que da cuenta del desafío de leer y sistematizar el conocimiento de la realidad, a partir del análisis del presente en perspectiva histórica”.[10]

  1. Descolonizar nuestras genealogías

Trazar nuestras propias genealogías. No se trata de diseñar un complejo árbol que recoja los nombres y fechas de nuestros antepasados sino de rastrear en sus vidas, en los relatos que las reconstruyen, y en los olvidos que se produjeron, tanto las marcas de la memoria de la dominación, como así también de resistencia creativa y de “densidad” cultural que residen inscriptas en nuestra subjetividad. Así estaremos liberando a la cultura de su reducción a “bien de consumo” o “mercancía fetichizada”, y propiciando un ejercicio descolonizador que restituya nuestra identidad colectiva. Reconstruir nuestras genealogías como ejercicio de memoria histórica no implica sumirnos en una mirada nostálgica. Todo proceso de memoria histórica es fundamentalmente un hecho político. Es un ejercicio de prefiguración. El pasado está entonces adelante, es lo “por descubrir”. “Qhip nayr uñtasis sarnaqapxañani” (“mirando al futuro como al pasado hay que caminar por el presente”, frase ritual aymara).

 
d. Trabajo manual

¿Qué papel juega el trabajo manual en la educación? ¿Cómo podemos vincular la mano a la mente y al corazón, sin jerarquizar uno sobre otro? ¿Cómo superamos el logocentrismo reinante en la pedagogía oficial? ¿Qué prácticas textuales otras habitan las pedagogías latinoamericanas?

Recuperar el trabajo manual de la alienación que supuso la reducción del hacer con las manos a “mano de obra” implicará volver a reunir el pensar y el hacer como gesto epistémico y como rearticulación de nuestra subjetividad fragmentada.

No existe la separación entre teoría y práctica: pensamos y sentimos, y mientras pensamos y sentimos, hacemos. Hacemos, y mientras hacemos, pensamos y sentimos. La mano sabe. En el hacer, creamos.

En el hacer, nos hacemos. En el hacer, nos hacemos con otros. Construimos un método único y personal para entrar en relación con nosotros mismos, con los otros, y con el mundo.

El hacer conforma una otra textualidad.

El hacer es un modo de la comunicación. Comunicación no necesariamente mediada por la palabra oral o escrita. De este modo, nos sumergimos en una práctica que subvierte el aparato colonial dominado por el “logos”.

Una “pedagogía del hacer” supondrá reunir el pensar y el hacer, el gesto y la palabra, el corazón, con la mano y con la mente.

Aprender de los que hacen: de las clases magistrales de un albañil a un aprendiz, de una madre tejedora a su hija, de un maestro panadero a un aficionado.

Albañil, tejedora y panadero, todos ellos enseñan en el hacer. Aprendiz, hija y aficionado, aprenden no sólo a saber hacer, sino que, en ese hacer, aprenden también a sentir y a pensar desde el cuerpo en conversación silenciosa con la materia.

  1. El cuerpo como performatividad micropolítica descolonizadora

Se tratará de explorar la capacidad performática del cuerpo que nos permita enfrentar la racionalización asfixiante del colonialismo: “el cuerpo es también el reducto profundo del que nace la ética interpersonal, la empatía colectiva, el llanto y la solidaridad. Amar, luchar, caminar, resistir o bailar pueden llegar a ser experiencias políticas, formas de decir que tejen un sentido sin apelar a la palabra”. Se tratará, junto con esta micropolítica corporal, de ensayar “acciones colectivas centradas en el cuerpo” (Cusicanqui): “la caminata como práctica política, los recursos y puestas en escena de las movilizaciones, que hacen uso de la música, la teatralidad, los mensajes kinestésicos (…) Estos fenómenos históricos no siempre son reconocidos como parte del presente, son una memoria inconsciente que se reedita (…) Hay en ellos una especie de memoria del cuerpo, el indio que llevamos adentro se levanta, nos baila, nos impele a caminar, a asediar. El discurso verbal resulta un código empobrecido frente a estas prácticas significantes, que atraviesan la acción colectiva, y también la subjetividad de las personas”[11].

Desempupitrar los cuerpos. No se trata únicamente de aprender saberes sobre el cuerpo, sino de posibilitar que el cuerpo conozca. La apuesta es atravesar por experiencias corporales, sentir (con) el cuerpo y no sólo pensar y hablar acerca del cuerpo. El cuerpo se transforma así en toda una sistematización de nuestros conocimientos y los comunica de manera fehaciente.

El cuerpo es expresión: práctica textual.

El cuerpo es vivencia del presente: habitamos corporalmente este tiempo y este espacio, somos el movimiento y los desplazamientos de este presente.

Es memoria histórica: todo tipo de huellas están inscriptas en nuestro cuerpo: las prácticas ancestrales, la herida colonial, la explotación capitalista, el patriarcado. Todo nuestro pasado está cuidadosamente presente: el cuerpo revive la memoria larga de la Historia y la corta de nuestras propias experiencias.

Es cuerpo de posibilidades: prefiguración de nuevas realidades, nuevos tiempos y espacios -nuevos movimientos-. Inédito viable.

El cuerpo es cartografía y constelación.

El cuerpo horizontaliza las relaciones, nos dispone al conocer de otros y otras. Es apertura a las sensibilidades, estremecimientos, a las afectaciones mutuas.

Es territorio de encuentro: con nosotras y nosotros mismos, con los otros y otras, y con el mundo. El cuerpo es diferencia e igualdad.

El cuerpo es territorio de luchas por la descolonización: es performance política. Es movimiento descolonizador: desvela la teoría cuando es mera farsa. Nos dice qué posturas, qué alimentos, qué sustancias, nos habitan desde siempre, y cuáles nos son extrañas. Nos alerta de los tiempos y los espacios coloniales que someten nuestros calendarios, nuestros relojes, nuestros desplazamientos. Se rebela contra el sedentarismo, contra la mera intelectualidad, se levanta contra la alienación producto de la disociación entre la fuerza de trabajo y la alegría.

Una pedagogía que jerarquice el cuerpo o, mejor dicho, que no jerarquice entre la mente, el cuerpo y las emociones, es una pedagogía que se levanta contra el logocentrismo parametralizante.

Una otra pedagogía y una otra episteme que entienden lo educativo como una práctica poblada de palabras, emociones, sensaciones, movimiento, contra aquellas pedagogías y epistemologías que suponen que “el silencio es salud”, que “el cuerpo es la cárcel del alma” y que las emociones “entorpecen el camino al conocimiento”, y que por lo tanto, “es necesario aprender a controlarlas”.

IV.

Toda descolonización de la subjetividad se produce en el dominio de la inter-subjetividad. La educación como espacio-tiempo colectivo para la experimentación de prácticas descolonizadoras. Los movimientos y organizaciones (campesinos, urbanos, afrodescendientes, indígenas, de mujeres, etc.) como como espacios inter-subjetivos productores de experiencias educativas populares, críticas, descolonizadoras. Hacia la conformación de un gran movimiento pedagógico y cultural desde unas “otras” pedagogías.

Sin intención de caracterizarlos ni de restringir su potencia transoformadora, diremos que los movimientos y organizaciones:

  •  Luchan contra formas de desposesión, explotación y ponen en práctica alternativas sociales, políticas y económicas.
  • Generan prácticas sociales prefigurativas de carácter horizontal y democrático. Ponen en práctica hoy el modelo de sociedad al que aspiran en el futuro: economía social desde la autogestión, justa y solidaria, comunicación popular, alternativa, comunitaria, producción de alimentos desde un modelo agroecológico, construcciones alternativas, salud comunitaria, médicos tradicionales (indígenas), etc.
  • Producen, recuperan y recrean cultura y conocimiento. Apuestan a la potenciación de los sujetos contextualizados histórica y socialmente.
  • Consideran lo educativo en términos amplios: “la lucha es formativa”, “la escuela es el movimiento”.
  • Creación de espacios de formación sistemática: escuelas, universidades, talleres, seminarios, encuentros, etc. con metodologías participativas de análisis y producción de conocimiento.
  • Crean instancias de sistematización de experiencias, recuperación de memoria histórica, investigación-acción participativa (IAP), desde una concepción que supere la herencia positivista de la investigación, hacia espacios propios de diálogo y reconocimiento.

Se trata, con Patricia Medina Melgarejo, de “vislumbrar la definición de que  ‘otro mundo es posible’ como Acontecimiento (con mayúscula) político-histórico, en donde la revuelta y la rebelión, la insumisión y la indignación florecen en múltiples y complejas posibilidades de transformación de sujetos en el ejercicio intra e inter epistémico, y por lo tanto político en la búsqueda del acceso al otro y a lo otro”.[12]

[1] No hablamos de “teorías del conocimiento” sino de “modos de conocer”, porque los modos suponen las teorías, pero también las emociones, las sensaciones, las prácticas, etc. y hablamos del “conocer”, por sobre “el conocimiento”, para hacer énfasis en la participación del sujeto que conoce por sobre el conocimiento como objeto producido. A estos “modos de conocer”, los llamaremos “postura epistémica”, que es por lo tanto ético-política, porque implica un desde dónde estamos parados para establecer relaciones de conocimiento con el mundo, con nosotros mismos y con los otros.

[2] Con “relaciones de conocimiento”, nos referimos a lo que Hugo Zemelman define como la capacidad que tiene cada individuo de colocarse en su mundo, colocarse entendido no como capacidad de explicarlo, sino como posibilidad de reconocerlo. Estas “relaciones de conocimiento”, dirá Zemelman, son dinámicas, se van construyendo con el paso del tiempo, no se dan de una vez y para siempre.)

[3] https://www.youtube.com/watch?v=AC_ySMO5-P0

[4] “Conversa del mundo – Boaventura de Sousa Santos y Silvia Rivera Cusicanqui”. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=xjgHfSrLnpU

[5] Kusck, R. “América Profunda”. Editorial Biblos, Buenos Aires, 1999. Pp. 23-29.

[6] Entrevista a Silvia Rivera Cusicanqui disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=7pGlCIJpcc4&list=PLgyhcKT8SQziEQQxOcY7G5qgV08YHfiBC

[7] Cusicanqui, S. Ch’ixinakax Utxiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores. Tinta Limón Ediciones. Buenos Aires, 2010. Pág. 70.

[8] Cusicanqui, S. Sociología de la Imagen. Miradas ch’ixi desde la historia andina. Tinta Limón Ediciones. Buenos Aires, 2015. Pág. 312.

[9] Cusicanqui, S. Ibidem. 2015. Pág. 302-303

[10] Quintar, E. “La enseñanza como puente a la vida”. Instituto Pensamiento y Cultura en América Latina, México DF, 2006.

 [11] Cusicanqui, S. Op. Cit. 2015. Pág. 312.

[12] Medina Melgarejo, P. (Coord). Pedagogías Insumisas. Movimientos político-pedagógicos y memorias colectivas de educaciones otras en América Latina. Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica/Educación para las Ciencias en Chiapas A.C./Juan Pablos Editor México DF, 2015. Pág. 38.

Fuente del articulo: http://descolonizarlapedagogia.blogspot.com/2016/10/otras-estrellas-nos-miran-hacia-la.html

Fuente de la imagen:https://1.bp.blogspot.com/-4uk1XqsC5Wo/WBINz4nZndI/AAAAAAAAKJI/WIdRVYXDiA8K_5jx0EsvCI3xSZecfiSSACLcB/s1600/toores%2Bgarcia.jpg

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La descolonización de la mirada universitaria

Por: Martín Almada

¿Que educación podemos ofrecer a nuestros jóvenes en un mundo cada vez más violento?”

Cualquier reflexión sobre la Universidad ha de partir de su sentido cultural y también de su sentido social. En lo concerniente al sentido cultural hay que recordar que las Universidades son herederas de la tradición de las escuelas catedralicias y de las viejas academias, con un universo ritual y mítico que se ha mantenido a través del tiempo a la vez que han ido ofreciendo un saber que después se administra, de alguna manera, mediante una profesión, el arte o la ciencia. En este sentido su función cultural se ha mantenido en el transcurso del tiempo como una fuente de conocimiento notable, aunque siempre al servicio de las clases dominantes.

Pero hoy las universidades, además de este sentido cultural, han de caracterizarse por un sentido social. Y ello sin dejar de generar conocimientos y de formar investigadores en todos los ámbitos, especialmente en el ámbito de lo social con el objetivo de analizar la realidad y abordar acciones que la transformen. En países como los nuestros, en donde muchas veces no somos dueños de nuestros destinos, es absolutamente clave que tengamos conciencia de nuestra propia historia, de nuestra cultura, de nuestro mundo natural. Esto es fundamental para América Latina.

Pero muchas veces la posibilidad de realizar investigación social en nuestras universidades está condicionada por circunstancias externas, por ejemplo ligadas a intereses de agencias financieras internacionales, a las líneas o programas de investigación que se propongan desde empresas multinacionales, etc. En este sentido, la educación capitalista, aún dominante en los centros universitarios, constituye un obstáculo que apaga la curiosidad y la creatividad, y prepara a los estudiantes para que consideren el mundo injusto como un hecho normal, y la pobreza como una simple fatalidad, cuando sabemos científicamente que todo ello es consecuencia de la injusta distribución de la riqueza y de una desigual adquisición de conocimientos.

Esta cuestión sobre el papel del sistema educativo ante la injusticia del mundo actual ha generado un gran debate intelectual enfrentando las tradicionales concepciones socialistas con las ideas del neoliberalismo dominante en la actualidad, que sostiene la teoría de que todos los problemas económicos y sociales pueden resolverse a través del funcionamiento de los mercados sin la actuación del Estado y sin ningún tipo de análisis social de la realidad, dejando a la iniciativa privada toda actividad económica, aun las ligadas al sistema educativo( la idolatría del mercado)

Grandes impulsores de esta teoría neoliberal son el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo. Estas instituciones financieras internacionales quieren controlar, conscientes de su importancia estratégica, todo el sistema educativo de la Región, y pregonan el tópico que la educación es el motor del desarrollo de los pueblos. Frente a esta concepción, Paulo Freire, el gran pedagogo brasileño, afirma que “la educación no es la palanca de la transformación, pero la transformación social necesita de la educación”. Como es habitual, la educación simplemente reproduce el sistema capitalista para conservar la actual cadena de la servidumbre. Para romper esta cadena es necesario el cambio en las condiciones sociales. Por ejemplo, no habrá educación liberadora si esta no va acompañada de una auténtica reforma agraria en América Latina.

La producción, reproducción y consumo de conocimientos en las Universidades tienen que estar fundamentalmente orientados a la construcción de la vida cotidiana del país. En este ámbito tenemos que aprender a mirarnos, no simplemente como profesionales, sino como sujetos políticos que intervenimos normalmente desequilibrando la balanza a beneficio de la clase dominante. Hay que reconocer que la Universidad, hasta hoy, sigue generando un modelo de egresado ajeno a temas como este, de la misma manera que permanece ajena a debates esenciales de nuestro tiempo como el deterioro ambiental y moral.

En las cárceles del dictador Alfredo Stroessner mis inquietudes sobre estos y otros temas se convirtieron en acción política, y fui llegando al entendimiento de las grandes cuestiones en Paraguay, en el Caribe y en toda América Latina. Entre ellas, la urgente necesidad de globalizar las luchas políticas y sociales tanto como se globaliza el capital. Tenemos que exigir, por ejemplo, la representación popular en el consejo de administración de las grandes empresas multinacionales, y también en el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano, etc. siendo conscientes que estos centros financieros internacionales jamás desarrollaran una política favorable a la mayoría de la población. Tenemos que inventar nuevas formas de representación y de presencia del poder popular en las grandes corporaciones, que actúan en la actualidad como auténticas dictaduras.

A propósito de la clase dominante, cabe destacar la existencia del Club Bildelberg, donde se reúnen los que realmente gobiernan el mundo al margen de la democracia. Se trata de un gobierno mundial en la sombra, y lejos de cualquier control popular. Son un ojo global que todo lo ve, integrado por unas 130 personas de Europa y de los Estados Unidos de Norte América, y que toma las decisiones que rigen nuestras vidas por encima de las pretendidas soberanías nacionales. Las Universidades tienen la obligación de investigar y denunciar este modelo que apunta hacia una esclavitud global en una época contradictoria donde podemos contemplar el mayor número de declaraciones de Derechos Humanos de la historia y a la vez el mayor número de violaciones de estos mismos derechos. Hay que respaldar como Universidad a los que se enfrentan a este sistema nadando contra corriente a favor de la justicia, y corriendo por ello indudables riesgos personales.

La tarea de transformar la educación latinoamericana es inmensa, y caminar a solas es posible, pero bien sabemos que el camino es largo y se hace más liviano en compañía de otro caminante. Entre todos hay que conseguir urgentemente una educación alternativa para despertar la conciencia, una educación que sepa menos de cosas y más de valores éticos. Y para ello es imprescindible que la ética no sea una condición ocasional, sino que acompañe siempre a los educadores como el zumbido de una abeja. Y esta transformación ha de hacerse a partir de la creatividad, el reconocimiento de la potencialidad del entorno, la autoestima para superar la colonización de la mirada y el redescubrimiento de elementos tan básicos como el viento y el sol, recuperando los saberes y creencias ancestrales para conseguir que el DIOS SOL ESTE RESUCITANDO.

Cuando se haya agotado el diluvio neoliberal, deberemos enfrentar la inmensa tarea de la reconstrucción del Estado para la producción de conocimientos y de herramientas necesarias para fortalecer una cultura de la paz.

Considero importante, para finalizar, recordar aquí al gran poeta chileno, víctima de la Operación Cóndor, Pablo Neruda, que nos dejó este mensaje de esperanza: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. Efectivamente, ya no es tiempo de banqueros ni multinacionales, es tiempo de pueblos y dignidad previa descolonización de la mirada.

Fuente: http://www.tercerainformacion.es/opinion/opinion/2016/08/01/la-descolonizacion-de-la-mirada-universitaria

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Libro: Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social

Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social

Encuentros en Buenos Aires

Boaventura de Sousa Santos. [Autor]

ISBN 987-1183-57-7
CLACSO.
Buenos Aires.
Agosto de 2006

Este libro de Boaventura de Sousa Santos nos instala en la frontera de la teoría crítica con una penetrante reflexión sobre los grandes desafíos que todo proyecto de emancipación debe enfrentar a comienzos del siglo veintiuno. Entre otros temas el autor enfatiza la necesidad de superar los distorsionantes legados de la llamada «racionalidad occidental» y propone, para la agenda de los científicos sociales de nuestro tiempo, la visibilización y el reconocimiento de los actores ignorados y los saberes no convencionales sometidos a un sistemático «epistemicidio por el paradigma dominante. Este proyecto, teórico y epistemológico, pretende constribuir la construcción de una nueva cultura política emancipatoria y una democracia de alta intensidad.

Fuente: http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/buscar_libro_detalle.php?id_libro=139&campo=titulo&texto=teoria%20critica

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Sudáfrica: Talking decolonialisation. Transformation of higher education is long overdue

África/Sudáfrica/Noviembre de 2016/Autor: Charles Molele/Fuente: Mail & Guardian Africa

RESUMEN: Hace aproximadamente un año, estudiantes universitarios surafricanos enojados en el movimiento #FeesMustFall salieron a las calles y pidieron la inmediata introducción de una educación superior afrocéntrica en sus universidades. El llamamiento a una educación superior descolonizada sigue estando en el centro de las exigencias de una educación gratuita y de calidad. Mientras los debates filosóficos sobre la transformación de la educación superior se enfurecen, los académicos se reunieron en el Centro de Resolución de la Universidad de Johannesburgo el pasado fin de semana para discutir el contenido y el carácter de lo que una educación superior afrocéntrica y un currículo descolonizado serían en el futuro . El simposio, organizado por la División de Internacionalización de la Universidad de Johannesburgo, titulado Decolonising Knowledge Thought Leadership Series: The Curriculum and Future University, contó con la participación de decenas de estudiantes, profesores, miembros del público y partes interesadas.

About a year ago, angry South African university students in the #FeesMustFall movement took to the streets and called for the immediate introduction of an Afrocentric higher education in their universities. The call for a decolonised higher education remains at the centre of demands for a free, quality education.

While the philosophical debates on the transformation of higher education rage on, academics met at the University of Johannesburg’s (UJ) Resolution Centre this past weekend to discuss the content and character of what an Afrocentric higher education and decolonised curriculum would actually be like in the future.

The symposium, entitled Decolonising Knowledge Thought Leadership Series: The Curriculum and Future University, was organised by the University of Johannesburg’s Division for Internationalisation, and was attended by dozens of students, lecturers, members of the public and interested parties.

Professor Ahmed Bawa, chief executive of Universities SA, said the debate on the decolonisation of higher education in South Africa was long overdue. He pointed out that the transformation of higher education should have been resolved decades ago, soon after the ANC-led government came to power in April 1994.

“These issues [decolonisation and transformation] were raised and discussed in the National Commission on Higher Education process in 1995-1996,” Bawa told guests at the symposium. “And both were deferred. Why, one might ask?

“My understanding is that it was mainly from fear that such engagement would cause concern and instability in the established, historically white universities. It has taken over 20 years for us to return to both questions and however we wish to think about them, they are at the centre of the project of how we might re-imagine South African higher education, and understand its social location in the context of the next phase in our re-imagination of this society — a task in which we have been failed by our national leadership.”

Professor Nyasha Mboti, HOD of the department of communication studies at the UJ, agreed with Bawa that the ANC-led government had left the issue of transformation of higher education unresolved for far too long.

He told theMail & Guardian Africaafter the panel discussions: “As Prof Bawa pointed out, this debate was postponed over 20 years ago, and only #FeesMustFall has brought it back. We must thus duly give credit to South African university students for their bravery and foresight in turning our attention back to the core issue: the failure by universities to genuinely and sincerely transform. All the speakers at the debate showed that they are preoccupied not with complaining but with solutions: how genuine and sincere decolonisation can happen.

Uncomfortable process

“My own view is that decolonisation is not a “khumbaya” project, where at the end of the day we all hug and feel happy. On the contrary, it is an uncomfortable process dependent on telling uncomfortable truths. Unpopular, pro-justice decisions will have to be made. We have a window of opportunity to do this, which we cannot afford to let close because of vested corporate and state interests. If that window closes, the future of our children and their children’s children would have been betrayed at the altar of pessimism, racism, big business, neoliberal governmentality, and statutory complicity. The broad message, I think, is this: decolonisation will happen, with or without corporate and government approval. After all, it is not for them. It is for the oppressed.”

Dr Joseph Minga, a lecturer of Cultural Studies at the Monash University in Johannesburg, said achieving the goal of Afrocentricity meant, for him at least, a total rejection of Western education. Afrocentricity, according to Minga, was central to what should constitute education in Africa.

“The demand of our students for a decolonised education today is similar to that of Europe during the Renaissance. Consciousness obliges that some things are deleted while new ones are created,” said Minga.

“In a world where everything is yet to be done, what people need first is a line of thought, the way on which to embark that leads to one’s destiny. And I think students know the way: it is called Afrocentricity. As a theory it is vital for the African university, because by it students will become masters of their own history and the knowledge production needed by their communities.

“It is not difficult to imagine that one day the departments of Nubia and Egyptwill be established in all our universities, the Swahili language accepted in the West as are English and French and Mandarin to us, the amaPantsula dance given space in the School of Art at Sorbonne or Harvard University as we do with their ballet;that day will see the balance of forces tilt in our favour.”

Break from the West

Nigerian scholar Dr Alex Asakitikpi agreed with his fellow Monash University lecturer Minga, saying a future decolonised university must break away from the West and its knowledge production systems.

Asakitikpi also accused some academics in South African universities of “disguising” themselves as Pan-Africanist, while in their utterances and actions they are surreptitiously campaigning for the maintenance of the status quo of Western hegemonic authority over African peoples and their affairs.

“This is very important [to recognise], because it is such elements that tend to drag [out] the decolonisation debatead infinitum, thereby [short] circuiting any significant progress,” said Asakitikpi.

“Yes, I agree with my colleague, Dr Joseph Minga, for the rejection of any suggestions from the West to strike a balance as espoused by Prof [Thaddeus] Metz in his presentation. It is my candid opinion that for too long Africans have acquiesced to external forces in shaping their future, and after more than 60 years we have come to the unequivocal conclusion that that route will not take us out of the economic, political, social, and cultural quagmire that characterises African peoples today.

“What is important for me at this stage, is for Africans (peoples of African descent who have shared a common fate of slavery, colonialism, neo-colonialism, and humiliation over the last 500 years) to create a larger platform to articulate the lines of actions to be taken to achieve the common goals of our emancipation from mental slavery and neo-colonialism, [by] self-determination, endogenous sustainable development, and racial dignity.”

Bawa, in his concluding thoughts, told guests that the issue of languages was going to be critical in the decolonised curriculum of the future in SA universities, because South Africans coexist in multiple knowledge systems.

“The dominance of English and other European languages as academic languages persists in many developing nations, but for many university students these are second or even third languages,” said Bawa.

“This is clearly a matter of access, but it is also about the social justice imperatives related to the development of indigenous languages. The use of isiZulu, kiSwahili, Fulani or Gujarati as languages of academic discourse is the one way of ensuring the long-term sustainability of indigenous languages.”

Fuente: http://mgafrica.com/article/2016-11-14-talking-decolonialisation-transformation-of-higher-education-is-long-overdue

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Bolivia: Una escuela indígena quita la alusión a España de su himno como acto de descolonización

América del Sur/ Bolivia/ 14 Noviembre 2016/ Fuente: EcoDiario.es

Una escuela de formación de maestros indígenas ha provocado una polémica en Bolivia al cambiar en una estrofa del himno de la región de Santa Cruz (este) la alusión a «la España grandiosa» por «la selva grandiosa», con el argumento de que es un acto de descolonización.

«La España grandiosa, con hado benigno, aquí plantó el signo de la redención», reza el himno cruceño original que nació en 1920, pero que los educadores de la Escuela Superior de Maestros Multiétnica Indígena de Concepción han modificado para sus actos.

El secretario General de la Gobernación de ese departamento, Vladimir Peña, afirmó hoy a Efe que cambiar el himno «no es un sentimiento que haya en Santa Cruz, sino que es una iniciativa política que busca la confrontación».

«Es un himno que representa a un pueblo y que identifica a Santa Cruz», afirmó Peña, quien advirtió de que modificarlo es «quitarle la identidad a Santa Cruz» e implicaría reformar los Estatutos del departamento, que es el más extenso y próspero de Bolivia.

Los educadores del centro de formación de maestros también quitaron el nombre del fundador español de Santa Cruz, Ñuflo de Chávez, por poner una referencia al líder indígena Gran Grigotá.

Las modificaciones fueron conocidas por la difusión de un vídeo en internet de aspirantes a maestros cantando el himno modificado con la aprobación de sus educadores.

El director académico de la escuela, Bonifacio Coria, dijo a los medios que el acto se hizo «con intención pedagógica y académica» y sin «mala intención».

La enseñanza de maestros en ese centro, según el director, se hace en «el contexto del pueblo indígena originario» y es partidaria «de una educación descolonizadora».

El mismo presidente del país, Evo Morales, ha planteado alguna vez críticas al himno cruceño por la referencia a España para pedir que se cambie para sintonizar con su «revolución cultural».

Planes de modificación

A su vez, hace un par de semanas, un asambleísta regional del partido de Morales anunció que iba a plantear un proyecto para modificar el himno; una iniciativa que no ha realizado aún.

La difusión del vídeo ha provocado que el jueves y hoy grupos ciudadanos, asociaciones culturales y fraternidades de Santa Cruz escenifiquen su oposición al cambio cantando la versión original en en plazas y calles.

El secretario general pidió que se entienda el himno tal y como se redactó, «como un poema -escrito por Felipe Leonor Rivera- que hace alusión a la independencia de Santa Cruz».

Además, anunció que ya han tomado «acciones concretas» y han pedido un informe completo al área de Educación para que en caso de «que hubiera esta lesión a los signos departamentales» se «sancione como corresponde» a la autoridad educativa responsable.

En la misma línea, el responsable de Educación de la región de Santa Cruz, Salomón Morales, emitió una directiva «de obligado cumplimiento», en la que aclara que está «prohibido realizar cambios, tanto a la letra como a la música de los himnos nacionales y regionales».

Fuente: http://ecodiario.eleconomista.es/espana/noticias/7954088/11/16/Una-escuela-indigena-boliviana-quita-la-alusion-a-Espana-de-su-himno.html

 

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