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La ideología existe.

Por: Rolando Pérez Betancourt.

Bastante ha llovido desde que Antoine-Louis-Claude Des­tutt, marqués de Tracy, acuñara durante la Revolución Francesa el término «ideología». Aristócrata, político, soldado y filósofo de la Ilustración, el marqués definió la ideología como una ciencia de las ideas, «base de todas las ciencias».

Al cuestionarse de dónde provenían nuestras ideas y cómo se desarrollaban y elaborar, como respuesta a sus inquietudes, la teoría de que la conducta humana es formada por ciertos elementos ideológicos, de Tracy se convierte según no pocos especialistas en un antecesor del concepto de superestructura de la filosofía marxista.

Napoleón le estrechó un día la mano, pero terminó por no soportarlo cuando los iluministas del Instituto  de Francia, con Tracy a la cabeza, empezaron a criticarle sus guerras imperiales.  «Los ideólogos —dijo un Bonaparte airado— son todos aquellos intelectuales que no avalan mis planes políticos y que carecen de sentido realista y práctico».

Y Tracy fue conducido a la Bastilla durante casi un año, tiempo tras el cual, exiliado en Bruselas, escribió en cuatro tomos su trascendental Eléments D’Idéologie (1801-1815).

Muchas páginas han sido entintadas tratando de definir un concepto exacto de ideología, mancillada ella misma por manipulaciones espurias  provenientes del poder, como en sus días lo hizo el nazismo.

Si aquella ideología terminó por ser derrotada a cañonazos y  costó mucho sufrimiento y vidas, un papel meritorio correspondió a las fuerzas progresistas del pensamiento, adheridas a principios y valores civilizadores, lo que condujo a gran parte de los intelectuales a comprometerse  en sintonía con el  marxismo con la lucha antifascista.

Las ideologías existen en todas las sociedades, se hacen evidentes (y algunas exportables) tanto en las ideas como en las prácticas personales y es necesario conocerlas y explicárselas, más allá de la creencia  de que constituyen un asunto exclusivo de los estudios filosóficos.

Al referirse al poder de la ideología, el brasileño Paulo Freire (1921-1997), uno de los más significativos pedagogos del siglo XX, remarcó la «miopía» de los que «no quieren ver cómo son manipulados para aceptar dócilmente que lo que vemos y oímos es lo que en verdad es, y no la verdad distorsionada. La capacidad que tiene la ideología de ocultar la realidad, de hacernos “miopes”, de ensordecernos, hace, por ejemplo, que mu­chos de nosotros aceptemos con docilidad el discurso cínicamente fatalista neoliberal que proclama que el desempleo en el mundo es una fatalidad. O que los sueños murieron y que lo válido hoy es el “pragmatismo” pedagógico».

A la par del neoliberalismo, la ideología que lo defiende se globaliza y se hermana en un discurso beligerante, o de trivial disfraz (que es el que nos interesa), presente en los más diversos temas sociales, políticos y culturales aparecidos en los medios. No existen rangos a la hora de hablar del hambre mundial, de los daños colaterales causados por la aviación estadounidense en tierras lejanas,  o de la última conquista amatoria de una estrella de la farándula. Es más, receptores hay que,  dispuestos a quitarse de encima abrumadoras informaciones referidas al aplastamiento de la condición humana en diversos lugares del mundo, apartan la mirada y buscan alivio en un titular menos gravoso a su sensibilidad.

«No quiero ser apocalíptico escribió José Saramago pero el espectáculo ha tomado el lugar de la cultura. El mundo está convertido en un enorme escenario, en un enorme show».

La banalización es la gran estrella de ese show diario presente en los medios y en gran parte de los productos procedentes de la gran industria del entretenimiento, interesada  ella tanto en amasar dinero como en domesticar el pensamiento crítico ante lo que ofrece. (Luego de presenciar el segundo debate entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos y sopesar parte de lo que allí se dijo y se hizo, busqué en una larga lista de filmes «presidenciales» realizados por Hollywood escenas que superaran en fantasía a la realidad de los exhibidos por televisión, y tuve la certeza  de que,  en  todos los casos, la ficción se había  quedado por debajo de lo insólito real acontecido ante las cámaras).

Lo superfluo se extiende como una plaga y la bacteria ideológica  que lo acompaña cumple perfectamente su cometido de que la gente piense cada vez menos y acepte como natural la representación «ligera» de hechos trascendentes, o relacionados a la vida pública o privada de aquellos a los que la fama  ha convertido en personajes
Y de esa trivialidad, superfluidad, banalidad, surge una mercancía de moda acuñada por la insistencia y el machaqueo publicitario de una seudo cultura que hace del consumo frívolo la máxima felicidad individual a partir de la persuasión de que  «tengo que tener, para valer».

¿Qué hacer entonces para apartar lo genuino de lo falaz en esa revoltura de mareas que a diario se nos viene encima?
Aunque  no vivió en estos días, se me ocurre pensar que al marqués de Tracy no le hubieran faltado proposiciones, entre ellas, pensar, analizar y actuar ante las impunidades invasivas de una  ideología que interesada en seducir a incautos se disfraza de todas las maneras.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/la-ideologia-existe/

Imagen: http://insurgenciamagisterial.com/wp-content/uploads/2016/10/google.jpg

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Humanidades obligatorias. La sociedad debe elegir entre educar para la democracia o para la rentabilidad

Por: Juan Manuel Escourido

No debería expedirse una titulación universitaria sin un año de formación humanística. La situación, sin embargo, es la opuesta: existe un Grado en Humanidades con problemas para sobrevivir y separado del resto de titulaciones. Para asegurar su supervivencia, la Universidad de A Coruña  (UDC) lo ha hecho semipresencial, de doble titulación (con Información y Documentación), y ha incluido cursos del grado de Turismo. Se trata de medidas sintomáticas de la crisis global de la educación que determina las actitudes de los responsables políticos y los administradores de la universidad. Ellos tienen el poder para cambiar el status quo pero son reacios a hacerlo, bien porque no comprenden las implicaciones de sus decisiones, bien porque no entienden qué otras posibilidades para la enseñanza y el aprendizaje pueden, y deben, existir.

En su libro Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita las Humanidades, Martha Nussbaum argumenta que las crisis más urgentes son la medioambiental y la educativa. Le preocupa especialmente la segunda, pues mientras los efectos del cambio climático saltan a la vista y existe un frente global de oposición a la deriva de la destrucción del planeta, la desaparición de la formación humanística erosiona de manera silenciosa y paulatina los fundamentos de la sociedad. Ella señala que la elección a la que nos enfrenta la crisis de las Humanidades es entre una educación para la sociedad o una preparación para la rentabilidad.

«La desaparición de la formación humanística erosiona de manera silenciosa y paulatina los fundamentos de la sociedad»

Tomemos el ejemplo mencionado para entender cómo esta crisis se materializa en políticas concretas y cómo podría ser diferente. El error de la UDC no ha sido cambiar el anticuado currículo de la titulación, sino la dirección del cambio y las justificaciones ofrecidas. Aduciendo que el grado tendrá más salidas han reducido presencialidad y lo han unido con otras disciplinas y Turismo —algo previsible dentro de la lógica de la rentabilidad, por aquello de que es el sector que más aporta al PIB nacional—. Su error ha sido doble: por un lado, queriendo defender las Humanidades de su desaparición las han atacado; por otro, manejan una identidad colectiva equivocada de la adolescencia tardía.

La cuestión ideológica primero: en sus acciones y justificaciones, el claustro profesoral que ha decidido reformar el grado ha operado en un tablero que da ventaja a los estudios universitarios de formación profesional sobre los humanísticos. Al intentar defender las Humanidades en el espacio dialéctico de la lógica mercantil las han atacado, acelerando su desaparición como estudio reglado. Es decir, definir las Humanidades como saberes que también ofrecen trabajo refuerza la visión mercantilista de la universidad para la cual sobran. ¿Qué se debería haber hecho? Deberían haber cambiado el espacio dialéctico en el que operan. Deberían haber defendido las Humanidades desde sus propias tradiciones y términos, mostrando su indispensabilidad para entender a otros desde sus lenguas, culturas y cosmovisiones; para promover la igualdad y la justicia social; para manejar crítica y lógicamente información compleja y contradictoria; para ser capaces de considerar una cuestión desde múltiples perspectivas; para pensar creativamente; para la convivencia democrática; para la comprensión de las fuerzas históricas que construyen la realidad; y para aprender, entender y moverse con soltura en el conjunto de las mejores respuestas que la humanidad ha dado a sus grandes preguntas. De esta manera, no solo hubieran desplazado el espacio dialéctico de la discusión, resemantizando las nociones de educación y universidad; además, hubieran atraído a más estudiantes que diciéndoles que entre los cursos sobre los tipos de edificaciones que pueden obtener el certificado de Casa de Turismo Rural y los cursos sobre diferentes tipos de turisteo y turistas en la Costa del Sol leerán a Nietzsche y verán algún cuadro de Caravaggio.

De todos modos, si queremos abordar la crisis global que señala Nussbaum, un año de formación humanística debería ser obligatoria para obtener una titulación universitaria. Parece fácil ponerse de acuerdo en que nadie debería graduarse, en la disciplina que fuese, sin antes haberse educado; y en que esta función ya no la cumple satisfactoriamente el bachillerato, bien por la complejidad y globalización del mundo actual, bien por los bajos resultados de España en los informes PISA. Como sabemos, actualmente los grados preparan para ejercer una profesión. Es comprensible: nadie desea contratar un arquitecto que no sepa de arquitectura. Pero eso no debería ser todo. La preparación para ejercer una profesión debe ir acompañada de una preparación para la ciudadanía democrática y de una formación esencial en la historia de la expresión humana y de lo que significa ser humano. La universidad debe cumplir su verdadera función desde la Ilustración: cultivar las facultades de pensamiento e imaginación que nos hacen humanos y que hacen que nuestras relaciones sean relaciones humanas ricas, y no meramente de uso y manipulación.

«En Estados Unidos todos los alumnos están obligados a tomar cursos de escritura y lectura crítica»

Existen modelos que entienden el valor de las humanidades y las protegen: en Estados Unidos, por ejemplo, todos los alumnos están obligados a tomar cursos de escritura y lectura crítica, así como de Great Books. También la élite entiende el valor de las humanidades sin necesidad de explicaciones: cuando, recientemente, Marco Rubio, senador del partido republicano estadounidense, afirmó que la sociedad necesitaba más fontaneros y menos filósofos, no se refería con el sintagma “la sociedad” a sus hijos, que leerán a Homero en las mejores universidades del país. Hay aquí, finalmente, una cuestión de clase: en España se ha hecho creer a las clases media y baja que existe una correlación entre el tipo de estudios realizados y la posibilidad de encontrar una ocupación laboral. Sin embargo, en un país donde más de la mitad de los menores de 35 años no encuentra empleo a pesar de sus múltiples titulaciones esta creencia desaparecerá si no lo ha hecho ya. La estadística muestra que tener o no trabajo no es una cuestión primordialmente de tipo de estudios cursado, sino de linaje. Como ha sido siempre.

Nos jugamos mucho. Como sociedad, debemos escoger entre educar para la democracia o para la rentabilidad; entre una educación que cultive y prepare futuros ciudadanos o una universidad que produzca empleados. Para ello primero debemos saber si nos sentimos responsables de asegurar que la educación que reciben nuestros hijos sirve a los propósitos y la naturaleza de nuestra sociedad y a su formación como individuos con criterio y capacidad expresiva, o si preferimos que nuestros hijos sirvan para aumentar la plusvalía de alguna empresa. La prevalencia de una u otra opción definirá la universidad del futuro.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/09/19/opinion/1474287009_361916.html

 

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Los intelectuales en la República neocolonial

Por: Graziella Pogolotti

A la memoria de mi padre

La carencia de una investigación debidamente contextualizada ha tenido un velo de silencio sobre el papel de los intelectuales durante la República neocolonial. Habría que comenzar por definir el término. Desde mi punto de vista, incluye a artistas, escritores, científicos y maestros. Algunos se dejaron vencer por la desilusión y el acomodamiento. Quienes sufrieron en carne propia la castración independentista, optaron por caminos diversos, padecieron el desengaño, se refugiaron en sus provincias para hacer obra a pesar de todo o dejaron testimonios de las luchas mambisas.

A mi entender, el punto de giro se produce en la década del 20, cuando se constituyen las organizaciones obreras, estudiantiles y femeninas y se funda el primer Partido Comunista. Al propio tiempo, un grupo heterogéneo, bajo el signo del llamado minorismo, formula el primer documento programático que imbrica arte, nación y sociedad. La obra de Fernando Ortiz empieza a madurar. Salvando el obstáculo de su posición política, Ramiro Guerra publica un texto medular, llamado Azúcar y población en las Antillas. Emilio Roig sigue documentando su ideario antimperialista. Está emergiendo con claridad la crisis estructural de la economía cubana. La dictadura de Machado es el detonante de un estallido en el que apuntan causas económicas, sociales y políticas.

Rubén Martínez Villena pasa del liderazgo intelectual al político. Pero sus amigos del minorismo mantendrán la coherencia de una vanguardia que procura el punto de encuentro entre renovación artística, lucha política a escala latinoamericana, junto a la necesidad de dotar de un cuerpo real al espíritu de la nación.

Desde la cultura, la generación de la vanguardia introdujo un cambio sustancial en los fundamentos de la nación. Reconoció la esencial contribución africana y reveló, apropiándose de la obra de Fernando Ortiz, el tema de la transculturación como factor decisivo en lo que somos. Bajo los auspicios del gran etnólogo, promovió los estudios del folclore. Por su parte, Roldán, Caturla y Carpentier incorporaron los ritmos llegados de África a la sinfonía, y Nicolás Guillén, José Z. Tallet, Regino Pedroso y Emilio Ballagas lo hicieron en la poesía.

En el amplio universo de la historia queda mucho por valorar. Apenas me atrevo a citar unos pocos nombres como el de José Luciano Franco, visionario del Caribe, o los acercamientos económicos de Julio Le Riverend y Raúl Cepero Bonilla.

Independientemente de la orientación ideológica de sus impulsores, se produjo, a lo largo de medio siglo, contra viento y marea, ante la incuria de las instituciones oficiales, un esfuerzo por preservar y rescatar un legado. En condiciones muy precarias, se fundaron el Archivo, la Biblioteca y el Museo nacionales. Este último parecía un almacén de objetos heterogéneo, pero ahí se guardaron. Frecuenté la Biblioteca en el Castillo de la Fuerza. Sin tener nombramiento de director, José Antonio Ramos, un intelectual ejemplar, sostenía una batalla agónica por ordenar los fondos. Escribió novelas, ensayos, teatro, en un indoblegable combate por entender su país, movido en lo esencial por principios éticos. Sus ideas se fueron radicalizando hasta alcanzar una perspectiva marxista.

Pocos cubanos pudieron conocer la obra de Martí después de su caída en Dos Ríos. El autor de los Versos Sencillos tampoco valoró en su justa medida el pensamiento que había fecundado en infinidad de trabajos dispersos en la prensa latinoamericana. Así lo revela su testamento literario enviado a Gonzalo de Quesada, su albacea, desde Santo Domingo. Durante la República se inició el lento y trabajoso rescate, labor que solo a partir del triunfo de la Revolución habría de sintetizarse con respaldo institucional.

La tarea anónima de nuestros maestros merece incluirse en nuestra tradición intelectual. Me contaba Enrique Oltuski, hijo de judíos polacos, instalado definitivamente en Cuba desde los siete años, que aprendió a ser cubano con la maestra negra de su escuela pública. Lo fue tanto que integró el Movimiento 26 de Julio en la clandestinidad, trabajó junto al Che y entregó la vida toda a las responsabilidades que le confió la Revolución. Por ahí anda todavía su excelente obra testimonial. Obra humana. La historia sujeta a impredecibles coyunturas, la historia está hecha de luces y de sombras. Pero la historia y la cultura nos fueron haciendo lo que somos.

Hemos modelado nuestro idioma. No platicamos al modo mexicano. Hay palabras de uso corriente entre nosotros, impronunciables en otros países de nuestra lengua. Nuestra condición es la resultante de la asunción de numerosos componentes, del choque de contradicciones y de un origen colonial devenido neocolonial cuando emergía el imperialismo, como lo advirtió Martí y lo definió Lenin en términos de fase superior del capitalismo. Por esos motivos, urge entender que la historia no se limita a una cronología. Tampoco debe esquematizarse en polos positivos y negativos, aunque no puede abordarse desde una falsa neutralidad imposible e inexistente.

Su riqueza y su utilidad estriban en descubrir las marcas de un proceso complejo, que sigue haciéndose ante nuestros ojos. De ella formamos parte como actores conscientes y, a veces, como presencias peligrosamente inconscientes. Cerrar los ojos, aferrarnos a la rutina y evadir los desafíos de la contemporaneidad constituye una actitud suicida.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/05/31/los-intelectuales-en-la-republica-neocolonial/#.V-GxgBJGT_s

Imagen: http://www.paginapopular.net/intelectuales-del-mundo-con-scioli-zannini/

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Los jóvenes, el trabajo ideológico y los cambios

Por Rolando Leyva Caballero

En una reunión reciente, el vicepresidente primero de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel, refirió el apremio estratégico de intensificar el trabajo ideológico con los estudiantes universitarios, entendiendo, a regañadientes, el papel fundamental a desempeñar por ellos en los cambios profundos que deben suscitarse en la sociedad cubana actual.

Con el objetivo de preservar el experimento socioeconómico y político dominante, los compelía, nuevamente, a participar de un proceso que no les ofrece ninguna garantía o incentivo, más allá del discurso obsoleto del deber cumplido y la Patria.

La implementación de los lineamientos aprobados en el VI Congreso del PCC, con la anuencia explícita y el visto bueno de la más alta dirigencia política del país, ha potenciado la aparición, no de un esfuerzo o espíritu jubiloso, sino dubitativo, expectante, casi indiferente, respecto a las responsabilidades que le atañen directamente a los jóvenes en el proceso de cambio, una palabra que aún no se incorpora al léxico de la retórica oficial, conocedora de las implicaciones de asumirlo consecuentemente. Resulta imposible hablar todavía de cambios, entonces, cuando más de ajustes en el maquillaje corrido, que se retoca para la ocasión, en el rostro descompuesto de las viejas prácticas políticas.

Con la implementación de un socialismo feroz de nuevo tipo, tras la mascarada de la actualización del modelo socioeconómico pero no del molde político, el Gobierno  ha renunciado, en parte, a la seguridad social, entendida esta como una parte consustancial de sus adeudos sistémicos, principal garante institucional del frugal Estado de bienestar que definió el devenir político después de 1959, que apostó por la equidad clasista y social, confundida con el igualitarismo masivo, militante, diluyente de la individualidad.

Los jóvenes cubanos, universitarios o no, no pueden escapar a un problema estructural que los supera. Por el contrario, elusivos de la misión evolucionista y generacional de «cambiar todo lo que debe ser cambiado», deslizan sus enormes esfuerzos en otra dirección:  la de ejercer la iniciativa personal.

El microcosmos universitario cubano no es el que era hace un cuarto de siglo. La universidad cubana se está convirtiendo en lo que siempre debió ser: un hervidero de ideas, un universo complejo, por momentos hostil, donde se exponen, a modo de réplicas de alta y mediana intensidad, todas las contradicciones y polémicas internas que sacuden a la sociedad cubana contemporánea.

La introducción de una asignatura lectiva no curricular como Debates Históricos y Contemporáneos, resultante de la lógica estatal de abrir brechas o espacios leves para el ejercicio, siempre bien controlado y dirigido, del derecho a la libre expresión, no es más que una solución parcial a un problema de base: el divorcio y el silencio intergeneracional. La juventud cubana ha tenido vedado el acceso a los foros públicos de expresión política, aunque ese muro de aislamiento y contención social amenaza con caer para bien.

Los jóvenes cubanos, aun cuando participan masivamente de las marchas de reafirmación revolucionaria, los días de preparación para la defensa de la Patria, de los foros sociales universitarios y las guardias estudiantiles, se sienten menos comprometidos y conformes con un sistema educacional instructivo que les resulta cada día menos asertivo y atrayente, por anacrónico, en cuestiones ideológicas. Los disturbios generados en las residencias estudiantiles de algunos centros de educación superior, aunque acontecimientos aislados y anecdóticos, suponen una muestra innegable del resquebrajamiento de esa moral colectiva.

En las universidades cubanas del nuevo milenio no se forman estudiantes lúcidos, integrales, sino emigrantes en potencia. Cada día que pasa la nación cubana se desangra y lanza por el desagüe un contingente humano que no tiene intenciones de regresar a montarse en el carro de las transformaciones forzosas. Que los jóvenes cubanos mejor preparados (y también los que no) asuman la decisión dramática de partir al extranjero, en busca de nuevos horizontes de satisfacción personal, debe indicarnos que algo anda mal, más allá de todos los esfuerzos estaduales, institucionales y oficiosos por propiciar la permanencia en el país de los profesionales emergentes. Esta es, entre otras muchas, la causa del envejecimiento de la población cubana, no sólo debido al decrecimiento de la tasa de natalidad acompañado de un incremento en la esperanza de vida, sino también a la ruptura brutal en la lógica generacional de la continuidad laboral, que ahora prescinde del relevo necesario. Sin embargo, los cuestionamientos a esta problemática tienen lugar en el interior de las organizaciones políticas que detentan el poder y no como parte de un proceso que incumbe a la sociedad civil cubana en su conjunto.

Hace poco leía que, según una encuesta aplicada a los más jóvenes, sobre todo entre los profesionales de reciente graduación, estos preferían integrarse al deprimido mercado laboral estatal. Tal dato parece increíble, al no ofrecer esa instancia (nunca lo ha hecho) garantías de cumplimiento de las expectaciones y necesidades personales de los individuos, que trabajan por cuenta propia o emigran en busca de mejores oportunidades. En realidad, en Cuba los jóvenes nunca hemos sido el futuro.

Fuente: http://www.diariodecuba.com/cuba/1460409738_21603.html

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Uruguay: Privados bajo fuego ideológico

Uruguay / 03 de agosto de 2016 / Por: El Observador / Fuente: http://www.elobservador.com.uy/

Desde su surgimiento, las universidades privadas han sido una espina ideológica en los sectores de izquierda

Desde su surgimiento hace cuatro décadas, las universidades privadas han sido una espina ideológica en el costado de los sectores de izquierda que parecen seguir creyendo que el estatismo de corte marxista ha triunfado en algún lado. Los recurrentes ataques contra esos centros fracasaron año tras año, por la percepción de sucesivos gobiernos de que ofrecen una opción formativa más sólida que la gigantesca pero despareja Universidad de la República (Udelar). Ahora, sin embargo, un artículo incluido por la bancada del Frente Amplio en la Rendición de Cuentas excluye a las cinco universidades privadas de la exoneración tributaria que existe para las donaciones a todas las instituciones docentes de carácter terciario, exoneración que estableció el propio FA.

La medida, incorporada a propuesta de la diputada Macarena Gelman en ese fárrago de controversias internas frenteamplistas en que se ha convertido la Rendición de Cuentas, es claramente discriminatoria y responde a un nuevo intento de presión ideológica contra el sector privado en el campo de la educación. Discrimina exclusivamente contra las universidades porque no se aplicaría a los demás centros de estudios, tanto públicos como privados. Esto significa que tanto la Udelar y las demás instituciones públicas como los colegios y los liceos privados seguirían gozando de las actuales exoneraciones fiscales a las donaciones. El efecto de la medida sería privar a las universidades privadas de un promedio de US$ 1,4 millones anuales en donaciones, suma que se dedica a becar a estudiantes que no pueden pagar la matrícula y a actividades tecnológicas, uno de los puntos más flojos de la enseñanza pública.

En declaraciones a El Observador, Gelman reconoció que el monto no es significativo y adujo que su propuesta “tiene que ver con lo conceptual de proteger más que nada la educación pública”. Su posición carece de todo fundamento ya que si las donaciones desaparecen de las universidades privadas al perder la exoneración tributaria, nada obsta a que esos aportes, en vez de ir al sector estatal, se vuelquen al vasto número de escuelas y liceos privados que funcionan en el país. Incluso uno de estos centros, el liceo privado pero gratuito Impulso, recibe anualmente donaciones por US$ 1,7 millones, más que el total aportado a las universidades Católica, ORT, de Montevideo, de la Empresa y el Claeh.

Más grave que esa falacia argumental es el desvío ideológico de la medida propuesta. Cuando se le preguntó si se trataba de “un tema ideológico o programático”, Gelman respondió que “sí, se puede llamar un tema programático”, absteniéndose significativamente de desmentir la intención ideológica que campea en el proyecto. Juan Manuel Gutiérrez, rector de la Universidad de Montevideo y secretario pro témpore del Consejo de Rectores del sector privado, precisó que la movida de la bancada frenteamplista a instancias de Gelman “constituye una clara discriminación contra las universidades privadas porque son las únicas instituciones excluidas de este régimen”, que seguiría ayudando a todos los demás centros públicos y privados del país. Entre las modificaciones que se discuten en el proyecto de Rendición de Cuentas, corresponde desechar la iniciativa de Gelman. A menos, naturalmente, que se quiera mostrar a Uruguay resuelto a profundizar su abismal atraso educativo al restringir la mejor formación terciaria disponible en el país.

Fuente noticia: http://www.elobservador.com.uy/privados-fuego-ideologico-n949360

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India: Prakash Javadekar must ensure ideology does not take precedence over reform

Asia/India/11 de Julio de 2016/Autora: Sarah Farooqui/Fuente: The Indian Express

RESUMEN: El nombramiento de Prakash Javadekar como el nuevo ministro de Desarrollo de Recursos Humanos se encuentra en el punto medio del período de su gobierno.  Sus tareas incluyen la limpieza de elementos pendientes del ministro anterior y la búsqueda de sus propios amarres en este ministerio. A nivel de políticas, hay resultados que se esperan del ministro, los más significativos se definen, según informes,  resolver el estancamiento entre el PMO y el Ministerio de Desarrollo de Recursos Humanos sobre la autonomía de las universidades propuestas en las «universidades de clase mundial». La segunda sería finalizar la Política Nacional de Educación, que iba a ser lanzado por Irani antes de la reproducción aleatoria. La tercera sería la de completar la creación del Depósito Académico Nacional, para mantener las bases de datos a nivel nacional de todas las calificaciones académicas. Otros temas pendientes incluyen el establecimiento de una Junta de Educación Védica por pathshalas y Gurukuls ved, iniciando una revisión de los programas escolares, junto con la elaboración de una política lingüística.

Over the last two years, education in India was often in the limelight for the wrong reasons. Whether it was the debates around the HRD minister’s educational qualifications, the suicide of Rohith Vermula and subsequent events at Hyderabad University, the fracas at JNU and absolute disregard for student agitation, the sacking of two university vice chancellors, and evolving saffronisation, education across the country found itself appropriated by one absurdist controversy after another.

Instead of using her assertive personality to bring tangible shifts in a sector that could change India’s growth trajectory, Smriti Irani was often seen oscillating between social media spats, or on the defensive or the offensive over one banal controversy or the other. Her personality often preceded her department’s policies, and its detrimental consequences were heard resonating across university campuses including the IITs and IIMs.

Prakash Javadekar’s appointment as the new HRD minister is at the midpoint of the Modi government’s term. His tasks include cleaning up the previous minister’s pending items and finding his own moorings in this ministry. He will need to work at three levels which include policy, politics and ideology. At the policy level, there are defined outcomes expected of the minister, the most significant, according to reports, being resolving the logjam between the PMO and the HRD ministry over the autonomy the proposed universities under the “world-class universities” project should have. The second would be to finalise the National Education Policy, which was to be released by Irani prior to the shuffle. The third would be to complete the establishment of the National Academic Depository, to maintain national-level databases of all academic qualifications. Other pending items include establishment of a Vedic Education Board for ved pathshalas and gurukuls, initiating a review of the school curriculums along with drafting a language policy.

So far the most significant HRD ministry decisions have been with respect to higher education. Attention to some of the micro-issues with respect to school education within and outside of the mandates of the Sarva Shiksha Abhiyan is necessary. As the Annual Status of Education Report (ASER) has found, even after the annual government spending per child increased, learning outcomes did not improve. There needs to be more focus with respect to teacher training, infrastructure development and improving syllabus across schools. Reading levels across schools remain low, and math levels have declined in almost every state. Teacher shortage in government schools — there are over seven lakh vacancies — also needs urgent attention of the minister.

A government that has built a reputation for being “anti-intellectual”, will find it in its own interests to consider the opinions and criticisms from academics and intellectuals across the ideological spectrum, especially in designing new policy initiatives and curriculum.

At the political level, the new minister will need to manage and work with state governments where policy implementation will have to precede politics. The minister’s office should take precedence over his personal identity and political affiliation. Irani’s lack of tact in handling controversies clouded her significant achievements, such as the completion of the Swachh Vidyalaya target, of having over four lakh toilets in government schools. Managing criticism without resorting to pettiness, working in collaboration with the state governments, and allocating work across bureaucratic verticals are aspects of the job.

Most significantly, the new minister needs to ensure that ideology does not percolate and hijack the reformist agenda. Poor policies can be redesigned or rolled back. Ideological indoctrination, however, can have grave consequences. Tampering with academic syllabus, distorting historical facts, deleting historical figures who don’t align with contemporary political agendas, and an unreasonable promotion of tradition over scientific reasoning are reducing education to a single perspective and a farce. The purpose of education is to open minds and new vistas; not to force students to live in an imagined golden past or within the wastelands of the known.

Escalating majoritarianism, the uncontested goal of saffronisation, dilutes democracy and promotes bigotry. The new education minister must steer clear of this path and try to reassure detractors that this government is serious about its growth and development agenda outside the ambit of ideological authoritarianism.

Tradition and cultural values no doubt are important, but the primary purpose of a modern education is to boost intellectual, social and economic growth and spur innovation and employment. In the long run, a country cemented on false ideals of nationalistic pride and ideology will become like Pakistan, which is fast disintegrating because of the influence its indoctrinated madrassas and agenda-driven and state-approved curriculum wields on education. A modern and holistic education cannot be framed if it is confined to local or even national culture or a single set of disciplines. It will need to encompass aspects of scientific reasoning, liberal values, analysis and progressive ideologies.

The new minister has asserted that his priority is to “raise the quality of education and ensure that it encouraged innovation”. This is an encouraging sign. One hopes the rhetoric is matched by protracted action. It will require him to balance policy design and implementation, political management and ideological pigeonholes.

Fuente: http://indianexpress.com/article/opinion/columns/prakash-javedkar-hrd-ministry-education-minister-modi-cabinet-reshuffle-smriti-irani-2905599/

 

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Semiótica de las Noticias Burguesas

Por Fernando Buen Abad

La semiótica no es un campo indemne en la disputa del sentido.

Eso que llaman “noticieros” (en las máquinas de guerra ideológica llamadas “mass media”) son unidades de combate en la disputa semiótica que el capitalismo impone para deformar y manipular la realidad su conocimiento y su enunciación. La garantía de éxito radica en la lógica de los monopolios y en la repetición -hasta la náusea- del canon de estulticia refinado con chatarra ideológica. Silenciar a todos para imponer una sola voz. Formatear cerebros con moldes de mansedumbre. ¿Quiere el enemigo de clase mantenernos bien informados? ¿Para qué? ¿Según quién?

Todavía cuesta trabajo (a no pocos) aceptar que vivimos bajo los proyectiles ideológicos de una guerra mediática, incesante y multifacética, abierta de “par en par” para hacernos aceptar, sin reparos, el mundo como nos los imponen… para obligarnos a financiar sus maquinarias de mentiras y aceptarlos con aplausos y sumisión desde el alma. Aunque es verdad que los destinatarios no son “robot” que acepta linealmente toda basura que le impone, es igualmente cierto que la mentalidad de los pueblos está secuestrada entre jaulas de falacias monopólicas donde el pensamiento crítico se persigue, se sataniza y se ridiculiza. Es, tal cual, una guerra asimétrica. Y desde luego no se ignora que las masas están fermentando, también, su emancipación informativa. No aceptar que se trata de una Guerra nos condena a la ignominia y al silencio.

Dicho de otro modo, la complejidad semiótica de las noticias burguesas radica en la sofisticación ideológica y tecnológica de las mentiras y las calumnias tejidas con protagonistas de ocasión y blindaje de sus (por definición) corruptelas de forma y fondo. Su “maná” es el linchamiento de los líderes sociales y la neutralización de las movilizaciones populares. Es su orgasmo represor consuetudinario. Pagan mucho dinero por lograr eso. Y todo es reductible a la mercancía (las propias noticias lo son) en su mercado de competencias que a fuego abierto, con horarios precisos, disparan contra la población hasta derrumbar todo bastión democratizador del derecho a la información y a la comunicación. Una “tomografía computada” de las noticias deja ver el catálogo completo de las taras con que se fabrica el “equilibrio” informativo que siempre se cae hacia la derecha.

Esa disputa por la producción de sentido en las “noticias” tiene ingredientes que se repiten al antojo de los escenarios en los que se lucha para reprimir u omitir al enemigo de clase que incomode al libre ejercicio del hurto contra el producto del trabajo. Es producto barnizado con alguna fuente de ilusionismo, individualismo y egolatría burguesa; teñido por la moral de la propiedad privada y de su fetiche multiforme en las mercancías. Es un gran ejército para defensa de la propiedad privada.

Si la noticia burguesa sirve para algo eso se reduce a convertirlas en expedientes de canalladas serviles al interés más aberrante y no importa que se trate de “noticias del espectáculo”, “noticias rojas”, “deportivas”… junto a su ser mercantil que se basa en su poder de espejismo distorsivo siempre. Sólo se salva el éxito burgués, sus dueños y sus sirvientes. Todo lo demás es carne del infierno dantesco en el que el proletariado ha de batirse entre detritus de “periodistas”. Cada día todas las horas. Y sentir la satisfacción de “estar bien informado” por el enemigo de clase.

A mañana tarde y noche la disputa (la guerra noticiosa) por dominar las herramientas de producción de sentido se nutre con misiles de táctica y estrategia burguesa. Quede eso bien claro. Ninguna semiótica que se precie, ha de estar al margen de esta guerra y de su alma mater la lucha de clases camuflada como “noticia”. No hay duda. La ética burguesa es rigurosa y no tiene fronteras. Especialmente en el campo de las ganancias. Sus más destacados adalides son los que más pagan por mentir y los que más se aplauden a sí mismos. Incluso con premios y ovaciones académicas de mercado. Cumplen con su deber disciplinadamente, como soldados cuya precisión de ataque y odio de clase se entretejen para mostrarse “ecuánimes”, “informados”, “neutrales” y “profesionales”. En el alma de la noticia, en su estructura interna la mentalidad burguesa sólo aspira a dar un golpe certero, un crimen perfecto, una puñalada ideológica que anule al destinatario. Que esconda la lucha de clases y haga invisible toda fuerza transformadora en manos de los pueblos revolucionarios. La forma y el género son sólo coartadas para desplegar munición y asegurarse territorios de todo tipo.

En esto tenemos mucho por hacer comenzando por reconocer nuestras debilidades revolucionarias en materia de producción de información. Es frente concreto de batalla la batalla de las ideas emancipadoras de las noticias. Es frente concreto desmontar sus diccionarios y sus vocabularios, mayormente tributarios de anglicismos léxicos e ideológicos. Es frente de disputa la sintaxis, el orden de las ideas, los valores y las prioridades para la acción y las formas de enunciar la transformación del mundo y al mundo mismo en todos sus espacios. Contra la sintaxis paupérrima con que la burguesía pregona sus verdades de escuelita bobalicona y contra la pedantería de los dueños del dinero. Tenemos el desafío de romper el cerco monopólico que viola todos los preceptos y leyes del mundo incluidas las leyes de comunicación que creó Ecuador, Venezuela y Argentina, que se atrevieron a soñar la democratización de los medios y la desmonopolización de sus feudos “mediáticos”. Eso sí es noticia.

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Semiotica-de-las-Noticias-Burguesas-20160629-0008.html

Imagen: http://www.resumenlatinoamericano.org/wp-content/uploads/2016/06/unnamed-155-376×400.jpg

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