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¿Por qué la calidad de la educación en Colombia no es buena?

Por: Ángel Pérez.

 

Las autoridades educativas y la sociedad deben reconocer que las pruebas PISA, SABER y otras de ese tipo, miden una parte de la calidad del sistema educativo, pero no evalúan todos los componentes que inciden en la calidad.

¿La calidad de la educación para cuándo? Esta pregunta que el gobierno nacional, la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode) y en general la sociedad no han discutido a fondo, nos compromete a todos, si aceptamos que la educación es un proceso integral donde participan escuela, gobierno, padres de familia y sociedad.

Para empezar a discutir sobre la calidad de la educación deberíamos reconocer que tenemos un pésimo sistema educativo, las pruebas PISAseñalan que nuestros mejores estudiantes, quienes pertenecen a los colegios privados (donde estudian los hijos de las élites del país), no alcanzan a los escolares con más bajos resultados de otros países.

Igual ocurre con las pruebas SABER, conocemos de antemano el balance: los estudiantes de colegios privados obtienen mejores resultados que los de colegios oficiales, de manera especial aquellas instituciones que cobran a las familias más de $1.5 millones mes, por pensión, y, además, tienen un proyecto educativo, con un currículo definido en el que un grupo de docentes y personal de apoyo trabajan a fondo para cumplir sus objetivos. Para comparar y reflexionar sobre la calidad de la educación, les recuerdo que en la educación oficial se invierte apenas $350.000 mes, por estudiante.

Las autoridades educativas y la sociedad deben reconocer que las pruebas PISA, SABER y otras de ese tipo, miden una parte de la calidad del sistema educativo, pero no evalúan todos los componentes que inciden en la calidad; su principal utilidad es que permiten comparar entre instituciones escolares y entre regiones los logros o competencias de los estudiantes. Un buen ejemplo lo constituye el caso de Colombia, donde la política educativa se concentró en los resultados en dichas pruebas, pero la calidad de la educación no avanza.

Al son del estribillo: ¡lo que no se mide no existe! La política pública educativa en Colombia dio el salto de garrocha (nos saltamos los procesos pedagógicos y la gestión educativa), y nos concentramos en el resultado final: las pruebas tipo SABER, ellas sirven para todo, evalúan, establecen la clasificación de los colegios y determinan, sin mayores razones, quiénes son los buenos y los malos, en términos de calidad.

Todos los años el MEN anuncia que mejoramos en las pruebas SABER y cada tres años el gobierno de turno sostiene que somos el país que más avanza en las pruebas PISA. Sin embargo, además de los deficientes resultados en estas pruebas, no disminuimos los hechos violentos, ni las tasas de criminalidad; la lucha política se construye sobre la mentira y el odio; la corrupción, la ilegalidad y la politiquería tienen escasa sanción social; la injusticia social y la inequidad siguen siendo un grave problema que parece no tocar a la sociedad colombiana; muy pocas acciones nos reconcilian como país y como ciudadanos en ejercicio para una mejor humanidad. La economía del país se construye con mano de obra barata y escasa calificación, el conocimiento no importa.

La evidencia indica que durante este siglo, la calidad de la educación y las metas de calidad en los planes de desarrollo nacionales y territoriales se determinaron a través de los resultados a obtener en las pruebas SABER 11. Insisto en los planes de desarrollo territorial el proceso pedagógico y educativo no existen.

Las pruebas tienen valor social, lo que explica que, en la mayoría de las instituciones escolares, los docentes y los directivos se concentren en ellas con desespero. Para los colegios el resultado en SABER 11 es la calidad y según el puntaje de sus estudiantes refuerza o desaprueba la imagen institucional, frente a los padres y la sociedad.

Quizás sin proponérselo, las pruebas, tipo SABER, terminaron presionando el sistema educativo, a los colegios y a los docentes para que estandarizaran sus prácticas educativas. Acá no importa el proceso educativo, menos lo pedagógico y lo curricular, del Proyecto Educativo Institucional ni hablar. En este escenario se impone el resultado del ICFES, ya no importa una educación que tenga como propósito fundamental formar buenos seres humanos. A los padres de familia, a las instituciones y a los técnicos y académicos les interesa el resultado de la prueba y la ubicación del colegio en las clasificaciones de calidad, igual a los gobiernos.

Le sugerimos: La política educativa en el PND perpetúa la inequidad y la exclusión

Lo anterior explica porque los colegios cada año exhortan a sus estudiantes a prepararse para la prueba SABER11. Además, contratan expertos para que les ayuden a los estudiantes a mejorar en las pruebas, para ello convocan a los escolares de los grados décimo y once durante meses, a jornadas extras en las tardes o los fines de semana. También, los colegios convocan a los padres de familia y les explican la importancia de SABER 11 y la necesidad de pagar los cursos extras o las jornadas adicionales en el propósito de mejorar los resultados en dicha prueba.

Este punto explica por qué para la política educativa, en los planes de desarrollo no aparecen programas o proyectos que potencien la calidad de la educación con otras metas, por ejemplo, una educación que desarrolle capacidades para pensar de manera crítica, donde se reflexione y se analice la vida humana y el entorno social en el cual existimos; tampoco interesa cómo formar para tener comunicaciones asertivas y basadas en razones; y, menos en cómo educar para convivir en paz, sin violencia, actuando dentro del marco de la legalidad y con un sentido ético de la vida humana y del medio ambiente. La calidad de la educación, gran ausente en el Plan de Desarrollo, sostiene Julián de Zubiría.

¿Qué hacer para avanzar en la calidad de la educación? Además de las pruebas SABER o PISA, el país requiere discutir y acordar, con los actores del sector, estrategias para fortalecer los procesos pedagógicos y de gestión educativa, así como las metas a lograr y el sistema para evaluar resultados.

También se requiere establecer procesos y metas como número de: facultades de educación fortalecidas;  profesores de las facultades de educación financiados para realizar estudios en el exterior (en países con mejor sistema educativo);  normales con apoyo de universidades acreditadas para avanzar en su calidad; bibliotecas construidas y dotadas en los colegios rurales;  aulas especiales construidas y dotadas en los colegios rurales para idiomas, artes, educación inicial, laboratorios y desarrollo de las TIC; estudiantes de colegios oficiales del grado once que pasan al año siguiente a la educación superior y nuevos cupos escolares para los grados de transición y jardín, entre otras.

Pero sobre todo el Gobierno debe aceptar que los recursos son importantes para alcanzar una educación de calidad, la Unesco sostiene que “el éxito de la enseñanza y el aprendizaje probablemente se encuentre influenciado fuertemente por los recursos disponibles para apoyar el proceso, y la forma directa en que estos recursos se administran. Obviamente, las escuelas y maestros, sin libros ni materiales de aprendizaje, no podrán hacer su trabajo”.

Fuente del artículo:  https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/por-que-la-calidad-de-la-educacion-en-colombia-no-es-buena-por-angel-perez-martinez/268998

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Educación, inclusión y crecimiento en Colombia

Por:  Sandra Berthelot.

 

Cerrar las brechas regionales en cobertura y calidad de la educación en Colombia; es uno de los desafíos de las políticas públicas educativas hasta 2030. La evidencia empírica muestra que se trata de un fenómeno altamente persistente, y que se transmite inter-generacionalmente. Uno de los principales mecanismos a través de los cuales se puede romper este círculo vicioso es mediante un gran impulso al sistema educativo. De hecho, la literatura especializada ha encontrado que tanto la cantidad como la calidad de la educación son factores determinantes del ingreso y la calidad de vida de los individuos, y del crecimiento económico de las regiones.

La transformación educativa en Colombia tendría que ser prioritaria para los próximos años por garantizar la reducción de las brechas regionales en Colombia, y por la implicación del capital humano en el crecimiento económico de un país. Un ejemplo con la tasa de analfabetismo en personas mayores a 18 años en la región del Caribe colombiano muestra la desigualdad regional que existe entre las diferentes regiones.

Colombia tiene una tradición relativamente larga de investigación. Tradicionalmente, estas políticas están estudiando tres grandes categorías: cobertura, calidad y capacidad institucional. En la categoría de cobertura se encuentran los programas de infraestructura y alimentación escolar, así como las políticas orientadas a reducir el trabajo infantil y comportamientos de riesgo relacionados con el embarazo adolescente y la violencia. Calidad se encuentra las políticas de selección, formación de docentes, evaluación. En el eje de la capacidad institucional está las medidas de planes de acompañamiento y asistencia técnica. El fortalecimiento institucional, por su parte, es fundamental para alcanzar las metas tanto en cobertura y calidad, en la medida en que es en las secretarias de educación y en los colegios en donde se adaptan las políticas educativas a los contextos específicos de cada región y grupo de alumnos.

Se proponen varias recomendaciones para transformar de manera sostenible la educación para la inclusión y la transformación social en Colombia. Primero, es indispensable fortalecer la capacidad institucional de las Secretarias de Educación y los colegios. En efecto, además de garantizar el funcionamiento del sistema, estos actores deben liderar los procesos de focalización, diseño de programas y evaluación.

Segundo, es necesario lograr un mínimo de continuidad en las políticas educativas. La mayor parte de los programas presentados necesita de más de cuatro años para lograr resultados significativos y sostenibles, lo que implica que se requiere del apoyo de varias administraciones nacionales, departamentales y municipales. También trabajar con programas innovadores como la educación digital que se impone como un nuevo paradigma pedagógico y tecnológico.

Construir este tipo de consensos políticos alrededor de políticas claves para el desarrollo es sin duda uno de los principales retos. Un trabajo conjunto que no es sencillo de realizar, pero constituye una condición para el futuro; educación, inclusión y crecimiento económico sostenible colombiano.

Fuente del artículo: https://www.larepublica.co/analisis/sandra-berthelot-539161/educacion-inclusion-y-crecimiento-en-colombia-2846930

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Limitar la cátedra, contrasentido de la educación

Por: Leonardo Fabio Martínez Pérez.

 

La movilización social en defensa de la educación pública, realizada por amplios sectores de la sociedad colombiana y especialmente protagonizada por los universitarios en el reciente paro estudiantil que duró más de 3 meses, no solo puso de presente la crisis de financiación que enfrentan las instituciones de educación superior públicas, sino también propuso en la agenda social el debate sobre la importancia y el papel de la educación en Colombia.

La educación volvió a estar en el centro de la opinión pública y el respaldo de los colombianos fue contundente al valorar que este proceso formativo es esencial para el desarrollo integral humano y que constituye la posibilidad de acceso a las ciencias, la cultura y los distintos campos del conocimiento humano, y a su vez la oportunidad de mejorar el bienestar de las personas.

Nuevamente surge un cuestionamiento frente al papel de la educación, ahora suscitado por el proyecto de ley 312 de 2019, radicado por un representante a la Cámara, mediante el cual se pretenden establecer prohibiciones al ejercicio de la docencia del profesorado colombiano. Como ha sido alertado por distintos sectores, este intento violaría lo previsto en el artículo 27 de nuestra Constitución Política que garantiza las libertades de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra. Sin embargo, más allá de esta implicación jurídica que, a todas luces, es altamente preocupante, el citado proyecto estaría en contravía de lo que significa, per se, la educación.

Analicemos detenidamente el proyecto de ley 312 para establecer un punto de vista consistente. El objetivo del proyecto consiste en instituir prohibiciones comportamentales a docentes y directivos de las instituciones educativas del territorio nacional con el fin de preservar el orden legal, los derechos fundamentales, los valores humanos y la ética. De aprobarse este proyecto, los docentes y directivos que actúan en la educación preescolar, básica y media no podrían “realizar proselitismo político dentro de los planteles educativos” o usar asignaturas no relacionadas con las ciencias sociales para incitar discusiones políticas. No es conveniente justificar un proyecto en la presunción de la violación de la ley por parte de los docentes y directivos pues, efectivamente, desde el punto de vista jurídico y ético, estos actores no deben realizar proselitismo político; a todas luces, el ejercicio docente implica una responsabilidad ética y un compromiso social con la formación integral de los educandos que se aleja en sí misma de influenciar al estudiantado para apoyar alguna perspectiva ideológica. Bajo el argumento legítimo de proteger el libre desarrollo de los niños y su derecho a la libertad de aprendizaje, equivocadamente se juzga que es imposible usar asignaturas distintas a las ciencias sociales para incitar discusiones políticas, estableciendo una censura académica al papel que tienen las distintas áreas del conocimiento en la formación política de los estudiantes.

Prohibir la reflexión académica desde de otras asignaturas como las ciencias de la naturaleza, las matemáticas, el lenguaje, entre otras, para no incitar discusiones políticas es un contrasentido para la educación misma, pues estas áreas del conocimiento también poseen un alto contenido formativo en materia política, como ha sido reportado por innumerables estudios.

Los maestros y educadores que nos dedicamos a la formación en ciencias de la naturaleza sabemos que el conocimiento científico y tecnológico tiene unos efectos sociales, económicos y políticos que se deben analizar rigurosamente para que nuestros estudiantes fundamenten su formación ciudadana de manera amplia y crítica, de tal manera que cuenten con las herramientas conceptuales y metodológicas para participar activamente en la vida social.

Por ejemplo, cuando estudiamos el tema de hidrocarburos, no solo debemos entender su disposición en la naturaleza, sus propiedades y estructuras químicas, sino también analizar su importancia social, los procesos de explotación y los usos sociales que, en su mayoría, están asociados a la generación de energía a partir de la mezcla de hidrocarburos más famosa que conocemos en el mundo y que denominamos petróleo; al estudiar este tema no solo debemos comprenderlo científicamente, sino considerar simultáneamente que esta mezcla de sustancias orgánicas representa el componente central de la matriz energética del mundo y que produce serias implicaciones ambientales en la generación de dióxido de carbono, una de las sustancias responsables del calentamiento global que afecta el clima en el planeta y que puede generar riesgo para la vida de las distintas especies que lo habitamos.

La educación es un proceso formativo que implica una dimensión política, pues éticamente un profesor debe preguntarse para qué y por qué educa. Así, cuando el profesor enseña un tema particular de su especialidad debe comprender que está comprometido con un ejercicio complejo que implica abarcar los múltiples factores implicados en dicho tema. La misión del maestro no debe reducirse a un ejercicio meramente técnico e instrumental en el sentido de transmitir unos contenidos sin sentido e importancia social; por lo contrario, la educación constituye la forma de entender realidades y forjar transformaciones sociales y culturales.

Como diría Paulo Freire: “Y no se diga que, si soy profesor de Biología, no puedo me extender en otras consideraciones, que debo apenas enseñar Biología, como si el fenómeno de lo vivo pudiera ser entendido por fuera de las tramas histórico-sociales, culturales y políticas. Como si la vida, la pura vida pudiera ser vivida de manera igual en todas sus dimensiones en los barrios populares, en los estrechos lugares donde vive mucha gente pobre o en una zona feliz de los ‘jardines’ de São Paulo. Si soy profesor de Biología, obviamente, debo enseñar Biología, pero al hacerlo no puedo desarticularla de aquella trama”.

Aprobar un proyecto altamente punitivo para los docentes y directivos que se atrevan a incitar discusiones políticas en sus clases, constituye un peligro para el ejercicio profesional del profesor y para la misma construcción de una cultura política democrática, que con responsabilidad ética debe propiciarse en las instituciones de educación básica primaria y media. Al contrario de esta pretensión, debemos fortalecer la formación política como baluarte de la educación.

Fuente del artículo: https://www.elespectador.com/opinion/limitar-la-catedra-contrasentido-de-la-educacion-columna-842537

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Por una educación liberadora ¡Que viva la rebeldía del Movimiento Estudiantil Colombiano!

Por: Jhon Jairo Salinas.

El 10 de octubre, del año 2018, se marcara un hito histórico del movimiento estudiantil Colombiano. La rebeldía, el ímpetu, la energía y la ternura de los jóvenes, universitarios hacen reverdecer la esperanza de que aun todavía, podamos soñar por una educación, liberadora y autónoma, libre del mercantilismo que, nos quieren imponer los dioses del neoliberalismo y del capitalismo salvaje.

Las calles, de las diferentes ciudades del país, hicieron que los jóvenes universitarios, fuera un territorio de lucha y rebeldía popular. El polvorín de las distintas manifestaciones, hicieron temblar los cimientos, de las instituciones regentadas, por los mercaderes de la educación en Colombia, encabeza del neoliberal presidente Iván Duque.

Los gritos y las consignas expresadas. ¡Viva la U, Viva la U, no la dejes privatizar!, ¡Y, no, nos da la gana de ser una colonia norte americana!, hacen que estas retumben en los oídos sordos, de un Estado que no quiere entender, que la fuerza y la esperanza de nuestros jóvenes universitarios serán el crisol, del cambio y profundización de una educación pública y gratuita.

Por eso recordamos algunas fechas históricas como referentes de la lucha estudiantil Latino Americana y del mayo de 68 en Paris, Francia:

“El 3 de mayo de 1968 la Universidad de la Sorbona de París bullía por la agitación, los estudiantes de Nanterre habían intentado participar en la manifestación obrera. El rector llamó a la policía y el edificio fue desalojado. Los estudiantes invadieron el Barrio Latino, y en la noche del 3 al 4 de mayo las calles se llenaron de barricadas y enfrentamientos con la policía.”.
Esta fecha histórica es como si nos hubiéramos regresado al movimiento del 68 en parís.

Como dice el poema de Mario Benedetti. (…) ¿Qué les queda por probar a los jóvenes? (…), en este caso a los jóvenes de Colombia les queda por, probar la arremetida de un gobierno mezquino, autoritario y autócrata. Que quiere imponer la lógica del mercado en la educación, desconociendo que esta es un derecho básico fundamental.

La universidad como expresaba Ernesto el Che Guevara “…qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entren los alumnos, sino también entren los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo (…). En este caso interpretando las palabras del Che, la Universidad en Colombia es para los indígenas, negros, mestizos, blancos, conjugando las razas en un solo verbo (revolución).

Hoy, más que nunca el movimiento estudiantil de Colombia reivindica el manifiesto de córdoba “Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.»

«La rebeldía estalla ahora en Córdoba y es violenta porque aquí los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de Mayo. Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y —lo que es peor aún— el lugar donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la ciencia frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático.

Cuando en un rapto fugaz abre sus puertas a los altos espíritus es para arrepentirse luego y hacerles imposible la vida en su recinto. Por eso es que, dentro de semejante régimen, las fuerzas naturales llevan a mediocrizar la enseñanza, y el ensanchamiento vital de organismos universitarios no es el fruto del desarrollo orgánico, sino el aliento de la periodicidad revolucionaria.» (Manifiesto de Córdoba Argentina 21 de junio de 1918).

Jóvenes estudiantes universitarios, ustedes ya inscribieron su propio manifiesto. ¡Por una educación liberadora, mas no alienadora!

 

 Fotografía: Jhon Jairo Salinas. Marcha Estudiantes Uniquindìo.

Colombia le dice a través del movimiento estudiantil, que los jóvenes latino americanos enarbolaran la bandera de la justicia, de la solidaridad, la equidad, como principios rectores de una verdadera educación liberadora.

El manifiesto de córdoba, la revolución de mayo del 68, la revolución de los pingüinos del movimiento estudiantil de Chile, junto a la reivindicación política de los Estudiantes Universitarios de Colombia. Serán el acicate para definir el rumbo de una América unida, libre, soberana, como soñó bolívar y miranda. Como homenaje al maestro, de maestros Simón Rodríguez, y el padre de la pedagogía Paulo Freire, se convertirán en el faro de la dignidad de la educación del pueblo oprimido.

 

 Fotografía: Manuel Alejandro López/Marcha Estudiantes Uniquindìo.

“Cuanto más pienso en la práctica educativa y reconozco la responsabilidad que ella nos exige, más me convenzo de nuestro deber de luchar para que ella sea realmente respetada. Si no somos tratados con dignidad y decencia por la administración privada o pública de la educación, es difícil que se concrete el respeto que como maestros debemos a los educandos”. (P.Freire).

Este es un pequeño y humilde escrito dedicado a nuestros jóvenes universitarios y en general a todo el movimiento estudiantil latino americano.

Fuente del artículo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=247744

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Colombia no quiere educar a los pobres

Por Germán Manga

La movilización que impulsan las 32 universidades públicas para que se atienda la grave crisis económica que enfrentan, subraya la urgencia de que el nuevo gobierno emprenda los profundos cambios que necesita la educación en Colombia.

Cada año 300.000 colombianos, en su mayoría pertenecientes a las familias más pobres, terminan bachillerato y no tienen ninguna posibilidad de ingresar a la universidad.

En nuestro país la educación gratuita y de alta calidad es un derecho universal, pero solo en la letra de la colección de sueños irrealizables que es nuestra Constitución Política. Solo 33 por ciento de los niños menores de 6 años, reciben educación inicial. De cada 100 que ingresan a primaria apenas 39 terminan el bachillerato. En la dura realidad, el único camino asegurado para recibir educación -sobre todo de calidad- en Colombia, es ser rico, poderoso, tener influencias y contactos, o ser excesivamente afortunado, casi tanto como los que se ganan las loterías o el Baloto.

Pocos conocen mejor esa realidad -sus motivos profundos, sus duras expresiones, sus trágicas consecuencias- que los rectores, los profesores, demás trabajadores y alumnos de las 32 universidades públicas que hay en el país, 85 por ciento de cuyos estudiantes pertenecen a los estratos 1, 2 y 3-.  Por eso están organizando una gran movilización el próximo 10 de octubre. Nada más prioritario ni urgente en la agenda colectiva que enderezar el rumbo de nuestro maltrecho y abandonado sistema educativo.

El gran deterioro del funcionamiento y de las finanzas de las universidades públicas viene de la Ley 30 de 1992, que ató el crecimiento de los presupuestos al índice de Precios al Consumidor, lo cual generó un creciente desfase entre los ingresos y el valor de las obligaciones en calidad y cobertura. También les congeló la planta de profesores y las obligó a financiar parte de sus actividades con recursos propios.

25 años después, el resultado en lo económico es desastroso. En 1993 los aportes de la nación a las universidades públicas representaban 73 por ciento sus recursos y para el año 2016 habían disminuido a 48 por ciento. Por ese motivo las universidades que se encargan de educar a la mayoría de los colombianos más pobres están en la ruina, con buena parte de sus edificios, aulas y mobiliarios deteriorados, equipos obsoletos, enormes carencias en recursos educativos y un cúmulo de obligaciones y necesidades que hasta ahora no logran atender. El Sistema de Universidades Estatales SUE reporta a la fecha, un déficit de 434.874 millones de pesos para terminar de cumplir las obligaciones de este año y un desfinanciamiento acumulado de 3,2 billones de pesos en funcionamiento y 15 billones de pesos en inversión.

La Reforma Tributaria de 2016 incluyó posibles soluciones a esta crisis y destinó recursos que después fueron desviados al Icetex y 4 billones de pesos al programa Ser Pilo Paga. El remedio terminó por agravar la enfermedad.

El panorama en cuanto a educación técnica y tecnológica es aún peor. Debería ser la instancia clave para articular la educación con las necesidades del desarrollo, para formar para el trabajo a centenares de miles de colombianos marginados del sistema educativo pero el gobierno apenas destina a la educación técnica superior, el equivalente a la cuarta parte de la inversión que reciben las universidades.

Nuestra educación técnica es una de las más atrasadas del continente en cuanto a cobertura y calidad. Por falta de recursos, de voluntad política, de responsabilidad con los estudiantes colombianos, integrar el sistema de educación terciaria (técnica, tecnológica y universitaria) como lo plantean las normas, no pasa de ser una quimera. Tampoco ahí hay oportunidades para los colombianos más pobres. Para los que más necesitan.

Lo sorprendente y loable es que, aún en condiciones tan adversas, las universidades públicas han cumplido cabalmente su labor. Más de la mitad cuentan con Acreditación Institucional de Alta Calidad y, con base en generar recursos propios, han alcanzado logros tan sobresalientes como aumentar en 124 por ciento la cobertura entre los años 2000 y 2018. Además de que la mayoría de sus estudiantes son los colombianos más pobres, las universidades públicas son las únicas que están presentes en las regiones más vulnerables del país.

Por todo lo anterior es crucial que el Estado y toda la sociedad pongan fin a la indolencia y a la indiferencia frente a este tema que acapara las claves del progreso y de un futuro mejor para los colombianos. El nuevo gobierno debe asumir con máxima seriedad el reto de atender la crisis -no solo de las universidades públicas- y emprender los profundos cambios que necesita la educación en Colombia -en presupuestos y organización, en currículums, en calidad, en cobertura, en inversión en ciencia y tecnología, en formación de maestros, etc., etc.-. Seguimos muy rezagados respecto de los demás países de nuestra región y del mundo y la meta de ser en el año 2025 “el país más educado de Latinoamérica” no pasa de ser un mal chiste.

Oportuna la movilización de las universidades públicas que ojalá logre la atención y el respaldo de la población. Como hay que apoyar a la ministra María Victoria Angulo en la abolición del programa Ser Pilo Paga. Es indefensable que un país como el nuestro, con uno de los menores porcentajes de inversión en educación superior de América Latina, destine a un club de universidades de élite, -para educar 40.000 estudiantes de ese programa-, el mismo presupuesto que destina a universidades estatales para atender más de 600.000. Intensivo, arrogante, impúdico al respecto, el lobby de la Universidad de los Andes, en defensa de las rentas de esa figura “hecha en casa” que perpetúa los privilegios con base en mantener a las mayorías en la ignorancia. “Por la plata baila el mono” dice el refrán, algo que por lo visto también es verdad en algunos sectores de la educación superior.

Fuente del artículo: https://www.semana.com/opinion/articulo/problemas-de-la-educacion-superior-en-colombia-columna-de-german-manga/585735
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‘La educación en Colombia sigue siendo muy estratificada’

Por El Tiempo

«Creo que la educación en Colombia ha mejorado, pero sigue siendo muy estratificada (quienes tienen recursos reciben una mejor pedagogía y logran acceder a mejores oportunidades). El sistema educativo debe reconocer las necesidades de las comunidades marginadas, las cuales van más allá de acceder a un colegio o al transporte público».

Estas son las palabras de Sebastián Cortés, un joven colombiano que tiene como objetivo convertirse en líder en el sector educativo en América Latina.

En ese camino, Cortés fue uno de los cuatro jóvenes iberoamericanos que participó de la séptima edición del Learners’ Voice (la voz de los aprendices), programa de la Cumbre Mundial para la Innovación en Educación (Wise, por sus siglas en inglés), que reúne a 20 jóvenes de 17 países.

«Estudié en la Universidad de Yale-NUS, ubicada en Singapur. Allí busqué oportunidades para realizar proyectos relacionados con educación. En ese camino,  enseñé inglés en Tailandia por dos meses y luego hice un proyecto de fotografía con comunidades vulnerables en Bogotá y en Quito, Ecuador. Después, mi universidad me habló del programa Learners’ Voice y de la oportunidad de aprender de la institución  Qatar Foundation, ubicada en el estado de Catar», cuenta el joven de 23 años.

Cortés, que nació en Bogotá y es hijo de un afrocolombiano, se mudó a Estados Unidos a muy temprana edad. Dice que le apasiona la educación porque en ese país sintió, como migrante, mucho prejuicio por parte de profesores, consejeros y estudiantes.

Sebastián Cortés

Sebastián durante las sesiones presenciales de Learners’ Voice.

«Como migrantes nos ponían en clases separadas, que eran más fáciles y en las que el ambiente académico no era muy sano», recuerda.

En Learners’ Voice, Sebastián tuvo la oportunidad de acceder a talleres diseñados para provocar el pensamiento creativo y la discusión entre los participantes sobre el conocimiento práctico y teórico de los refugiados y la educación en situaciones de emergencia, además de desarrollar habilidades de comunicación, liderazgo y desarrollo de proyectos.

«Los talleres fueron en varios países. La primera sesión fue en noviembre de 2017 en Doha, capital de Catar, en la que participamos en una hackaton. Las últimas dos sesiones fueron en Atenas (Grecia) una en marzo y otra en junio, de 2018. Allí tuvimos un curso sobre la crisis migratoria. En la hackaton, por su parte, desarrollamos soluciones para una organización que lleva a cabo programas de educación temprana en campos de refugiados en África», cuenta Sebastián.

La educación en Colombia tiene que ser holística y encapsular las necesidades psicológicas y sociales de los estudiantes

Con la experiencia adquirida, Cortés sugiere que la educación en el país debe analizarse desde múltiples interacciones.

«La educación en Colombia tiene que ser holística y encapsular las necesidades psicológicas y sociales de los estudiantes. Y en un contexto de postconflicto, con tanta gente desplazada y bajo el control de organizaciones criminales, la educación es clave», sugiere.

Finalmente, el joven agregó que: «en el futuro me encantaría aplicar todo lo que estoy aprendiendo y llevarlo a América Latina. Considero que hay mucho trabajo por hacer, sobre todo, con poblaciones que fueron desplazadas de manera forzosa en Colombia. Eso requiere el diseño de programas educativos especializados y de acceso a redes para que la gente se pueda empoderar».

Fuente de la reseña: https://www.eltiempo.com/vida/educacion/la-historia-de-sebastian-cortes-un-colombiano-que-quiere-convertirse-en-lider-en-educacion-263654

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