I Congreso Mundial de Educación 2020. Ponencia de Rosa Cañadell, Exvocera del sindicato USTEC•STEs. España

Ponencia de Rosa Cañadell

La educación es fundamental para el futuro de la sociedad. En ella, los chicos y chicas se socializan y aprenden conocimientos, valores, actitudes y comportamientos que, con seguridad, marcaran su futuro.

La educación oficial siempre ha tratado de transmitir la cultura dominante, pero los centros educativos son también un espacio de confrontación con otras culturas alternativas al servicio del cambio social. El objetivo de la educación debería ser tanto la emancipación individual como la emancipación social y colectiva.

 En estos momentos de crisis de todo tipo: económica, social, cultural, ecológica…en el que todo apunta que nos espera un mundo peor, es más importante que nunca todos nuestros jóvenes tengan herramientas para comprender el funcionamiento de la sociedad y sean capaces de mejorarla. Para ello es indispensable un acceso igualitario a la educación y al conocimiento, no sólo técnico y científico, sino también filosófico, histórico y artístico. Ya que es el conocimiento el que nos ayuda a entender las causas (de la desigualdad, la injusticia social, el racismo, el machismo, el agotamiento del planeta…) y a poder pensar soluciones.

Desde finales de los años 90 la política educativa a nivel internacional se ha redefinido en virtud de las necesidades del capitalismo, en su versión neoliberal. En muchos países, incluyendo el mio, la política educativa oficial se ha modificado con el objetivo de responder a la sociedad de mercado y a las necesidades del mundo financiero; los valores de la empresa han empezado a suplantar a los antiguos ideales humanistas y una versión   pragmática de la educación, ha cobrado vigor a lo largo y ancho del mundo y en la mayoría de las instituciones educativas.

En Cataluña y el resto del Estado español, estamos en una situación totalmente distinta de la que se dio en las décadas precedentes (después de la dictadura franquista) en las que se construyó una educación pública con la participación activa del profesorado, y con el estímulo y el apoyo de los poderes públicos. Una escuela pública que tuvo como reto la igualdad de oportunidades, la democratización de los centros, las buenas prácticas profesionales y el progresivo mejoramiento de las condiciones laborales del profesorado. Ello dio sus frutos y, por primera vez en mucho tiempo, las clases populares accedieron a la universidad.

Poco a poco fuimos construyendo un modelo de escuela pública basado en la idea que la educación es un derecho universal y un bien público, que la Administración tiene el deber de garantizar en condiciones de calidad y de igualdad. Un modelo que considera que la educación es un factor de desarrollo personal, de emancipación social y una de las herramientas para hacer posible una sociedad cohesionada, inclusiva y justa. Este modelo centra su preocupación en buscar los contenidos, valores y metodologías que mejor pueden ayudar a una educación global y que puedan compensar el desigual capital cultural y social con el que el alumnado llega a la escuela. Por este modelo luchamos durante mucho tiempo y habíamos avanzado bastante.

Pero llegaron los vientos neoliberales que todo lo impregnaron y nuestros gobiernos cambiaron el paradigma e impusieron un nuevo modelo: el que se deriva de la progresiva imposición del  neoliberalismo a escala mundial, y que viene avalado por las directrices de los organismos supra-nacionales, como el Banco Mundial, el FMI, la OMC y la UE. Este modelo parte de la base que la educación es un bien individual y su valor es básicamente económico y, por lo tanto, debe estar sujeto a las leyes del mercado como cualquier otra mercancía.

La educación, así entendida, pasa a estar al servicio de la economía en su doble vertiente: por un lado, debe ser “adaptada” a las necesidades de las empresas y del mundo laboral y, por otro, debe ser “rentable”, o sea gestionada con criterios empresariales y ser susceptible de negocio privado.

Una característica de esta nueva etapa es la creciente intervención de los organismos internacionales en el ámbito educativo. Ya en 1995, Miquel Soler (catalán como yo, afincado en Uruguay y un gran maestro para América Latina) ya nos alertaba de la publicación del Banco Mundial en la que se decía: «La tasa de rentabilidad en educación se expresa como rendimiento anual, similar al cotizado por las cuentas bancarias de ahorro o los bonos de Estado…» y también: «las políticas oficiales deberían alentar el aumento del financiamiento privado a fin de estimular la competencia, la innovación y la sensibilidad al mercado de trabajo.»

Esta nueva estrategia educativa se ha ido imponiendo poco a poco y está ya presente a nivel mundial, Esta nueva concepción neoliberal de la educación tiene tres objetivos: 1) poder hacer negocio con la educación, por lo que es preciso privatizar lo máximo posible; 2) poner los conocimientos al servicio de las necesidades laborales de las empresas; y 3) promocionar valores que hagan posible la consolidación del sistema. Y para hacerlo posible se basan en varios pilares: las leyes educativas, los recortes con la excusa de la crisis, la Nueva Innovación educativa, la penetración de las empresas en las políticas educativas y ahora, aprovechando la tragedia de la pandemia del COVID-19.

Parece, pues, que el neoliberalismo nos ganó la partida, pero esto no significa que no se pueda rescatar el proyecto emancipador .

Como señalan desde el Col·lectiu Pere Quart.  : «Con las materias humanísticas, desde las aulas, se puede hacer frente a las ideas impuestas, desenmascarar las mentiras y el cinismo de los poderes establecidos y, contra la ortodoxia oficial y mediática, oponer resistencia a los discursos simplistas del miedo que provienen de formaciones fascistas o complacientes con las actitudes autoritarias. En las aulas, se puede afilar la capacidad crítica como forma de libertad democrática y como ejercicio de cuestionamiento continuo de la realidad»

No deberíamos permitir que se consolide una educación al servicio de las empresas y mucho menos  que las empresas dicten lo que se tiene que enseñar en las aulas. No debemos permitir que se implanten objetivos y valores tan descaradamente al servicio de la ideología más neoliberal que es, precisamente, la que nos ha llevado a la actual crisis, a la desigualdad, a la pobreza y a la falta de democracia.

La resistencia y la lucha, del profesorado, del alumnado, de las familias y de las fuerzas de la izquierda progresista, son el camino a seguir. Necesitamos una juventud sabia, solidaria, culta, con preparación laboral y sentido de la justicia.

Los y las jóvenes de hoy son los que podrán mejorar la sociedad del mañana y tenemos la obligación de prepararlos para que ello sea posible. Nos estamos jugando el futuro de nuestra sociedad. No olvidemos que

PARA QUE OTRO MUNDO SEA POSIBLE

OTRA EDUCACIÓN ES NECESARIA.

 

26 setiembre 2020
ROSA CAÑADELL
Del Seminario Ítaca de Educación Crítica (SIEC)
Exvocera del sindicato USTEC·STEs
Barcelona. Cataluña. España.

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