Carlos González Pérez: “El maestro es el primero que debe estar empoderado para poder empoderar”

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¿Qué significa educar empoderando?
Tu puedes amar mucho a un hijo, o a tus alumnos y sin embargo, estar desempoderándolos permanentemente: tenemos que procurar que las personas que queremos sean lo más libres posibles, lo más auténticas. Esto es importante para que las personas puedan ser ellas mismas, puedan encontrar sus dones, su identidad y su esencia.
Empoderar a una persona es hacer que se reconozca más allá de su cultura y de su familia.

¿Y cómo se hace?
Llevando el crecimiento personal a las aulas. Ninguna persona se puede empoderar, se puede encontrar a ella misma, si no cambia los resortes que la educación puso en él para impedirlo.

¿A qué tipo de resortes se refiere?
Hemos educado para estar atados a los clanes: el clan familiar, el clan cultural, el clan ideológico, etc.. Y esto es porque no conocemos nuestra propia identidad. Cuando nacemos no sabemos quién somos y crecemos situándonos siempre en referencia a los demás.
En este sentido, yo distingo entre el amor de madre y de padre, pero no sexualmente, todas las personas tenemos los dos tipos de amores. El amor de madre tiende más a acoger, y el de padre es un amor más en la distancia para permitir que el niño y el adolescente crezca. Lo importante es que haya un equilibrio entre los dos. La educación más oficial se refleja más el amor de padre, y muchas corrientes alternativas van más hacia el amor de madre.

En este sentido, ¿cómo definiría la educación de los centros escolares? 
Más que educar lo que hacemos en los centros es instruir. Tendemos a “meter” información dentro de las cabezas de nuestros alumnos pero no dejamos aflorar lo que ya hay dentro, lo que viene de serie. La formación que damos no puede ni debe impedir que el ser humano pueda sacar lo que lleva dentro, lo que verdaderamente es.
Es muy complicado educar empoderando, se trata de hacer un juego de equilibrios que fomente la autoestima para que las personas encuentren su propio sentido de la felicidad. Educar para ser feliz es lo que desea todo el mundo, pero no hay suficiente con hacerlo des del amor, hay que saber ver lo obstáculos.

No parece una tarea fácil…
Educar empoderando no es otra cosa que hacer este camino hacia el empoderamiento para que el ser humano tenga autoestima. Tienes que ver qué obstáculos se han sembrado en ti para impedir que te encuentres. Cuando hablo de educación no me refiero solo a la escuela, también hablo de la familia y de otros agentes que pueden influenciar. Todos ellos siembran, de forma inconsciente un imaginario que identifica al individuo con una “familia” o con una “cultura”.

¿Cómo trabaja todo esto con docentes y familias?
En nuestra formación lo que hacemos es desnudarnos por completo. Todos llevamos un traje que es el de la cultura. Por nuestra educación, a menudo, confundimos el traje con nuestra piel. Cuando alguien ataca nuestra cultura nos sentimos ofendidos, pero no es un ataque contra nuestra piel sino contra nuestro traje. Tú puedes despojarte de ese traje. Cuando lo has hecho, te queda la ropa interior, que sería el traje de la familia. La idea es que puedas reconocerte desnudo, aunque sea difícil definir quiénes somos.
Cuando nos identificamos a nosotros mismos, no hay problema de volver a ponerse el traje. No se trata de ir por el mundo sin cultura o sin bagaje familiar, pero es necesario encontrarse a uno mismo e identificarse.

Pero el ser humano es un ser social, ¿Necesitamos pertenecer a un grupo?
Sí y no. Existe el crecimiento personal y a medida que creces tienes más poder. Cuando nacemos, lo hacemos dentro de un clan y nos alimentamos de lo que este clan nos proporciona. La educación clásica educa para el clan: el clan te alimenta, el clan te protege y tu tienes que estar agradecido. Cuando creces sientes una rebeldía hacia tus propios clanes. Crecer empoderándose es un proceso natural de las personas que sienten que ya no caben en el claustro de su clan. Esto no significa que no amemos ni valoremos nuestro clan, sino que lo hacemos desde fuera, des del reconocimiento y la distancia. Se trata de poder respirar por ti mismo.

¿Qué impacto tiene para un niño o niña aprender desde este empoderamiento?
Mi experiencia es con adolescentes, y tenemos un punto a favor que es que ya tiene una rebeldía base. Esta rebeldía se suele vehicular contra la familia y el adolescente tiende a formar una nueva familia con sus amigos. Como veis, tenemos la necesidad o la tendencia de socializar o de pertenecer a grupos en los que identificarnos.
El educador, ante esto, desde su propia creatividad debe ver como puede llevar el empoderamiento individual a cada alumno. Esto no tiene una receta.

¿A qué se refiere?
No puedes llevar la práctica del empoderamiento al mismo nivel en todos los grupos. Es como todo en educación, depende del grupo que tengas delante y del punto en el que esté, puedes abordar el tema de una forma u otra. Empoderarse significa despertar tu propia creatividad, y no todos los educadores, y aquí incluyo a los padres, pueden asumirlo.
En la película Entre maestros es muy bonito ver como cada maestro traslada el empoderamiento en el aula a su manera, porque repito, no hay una receta para hacerlo. Es una experiencia educativa en la que no sabes como reaccionará el alumno. Si el maestro no tiene un mínimo de confianza en sí mismo no lo puede aplicar. Así que el maestro es el primero que tiene que estar empoderado para poder empoderar.

¿Damos suficiente importancia a los sentimientos de los y las alumnas en el aula?
No podemos dársela porque no entendemos los nuestros propios. Partimos de un analfabetismo total de los educadores en cuanto a lo que las emociones se trata. Yo creo en la segunda alfabetización. La primera es la que se refiere a leer, escribir, conocer la cultura, etc.. La segunda tiene que estar basada en el autoconocimiento, las inteligencias múltiples, etc.. Mi labor es sembrar y definir esa segunda alfabetización. Esto trasciende el educar empoderando, que me ha inspirado para escribir cosas que pueda asumir más gente. Estoy escribiendo un libro sobre ello con unos principios sobre la segunda alfabetización que apuntan a saber gestionar nuestros pensamientos, nuestras creencias, nuestras emociones. De aquí también nace la democracia del corazón.

¿Qué es la democracia del corazón?
Me llevé una sorpresa cuando entendí que las personas no sabemos lo que es la democracia, aunque damos por hecho que sí. El concepto de democracia que tenemos es aquello que es contrario a la dictadura.
Los principios que he diseñado apuntan a que la democracia sea un valor imprescindible. En esencia sirve para comunicarse con uno mismo sin autoridades, sin dictadores, amándote a ti mismo, desde la autoestima. Y desde este punto de autoreconocimiento y autovalidación nos podemos comunicar con los demás.
La democracia del corazón es donde pones en valor las emociones sumando perspectivas en vez de contraponerlas.

Hemos hablado mucho de autoestima, y a menudo la de los docentes es de las que está más baja. ¿Por qué cree que sucede? 
Los docentes también pertenecen a un clan y buscan reconocimiento en él. Buscan reconocimiento como maestro pero se encuentra con unas aulas y unos agentes externos que no entienden la idea de maestro de la misma forma que él o ella. Si partes de una autoestima baja y encima no consigues el reconocimiento que esperas, la autoestima baja más. Esto es muy peligroso en secundaria porque los adolescentes son muy voraces con aquellos que tienen la autoestima baja, porque precisamente ellos están en un momento vital de reafirmación. Del adolescente hay que saber diferenciar, entre la rebeldía sabia, que es necesaria y debemos poder calibrar, y los desequilibrios del adolescente.

¿Cómo se comporta un adolescente sabio?
Es una rebeldía que brota del corazón, que no se convierte en revolución sino en evolución de uno mismo. La revolución cambia la tortilla, pero la evolución requiere de rebeldía, con un centro de sentimiento. “Yo me revelo, pero no hago daño a la persona contra la que me revelo sino que comprendo dónde está y comprendo que debo aprender algo de ella”.
El adolescente sabio tiene muy presente la dualidad izquierda- derecha.

¿A qué dualidad se refiere?
La derecha representa la individualidad, y la izquierda aquello social. Lo importante es buscar el equilibrio. Cuando entendemos la dualidad pensamos que una es mejor que la otra, pero la pregunta inquietante sería ¿qué pierna necesitas, la izquierda o la derecha para avanzar? En realidad, necesitamos las dos para avanzar, y en el balanceo está el equilibrio.
Si yo quiero cambiar algo, debo mantener algo de lo que quiero cambiar a flote, porque si no se hunde todo. Entre lo individual y lo social tiene que haber un equilibrio.

¿Qué pueden aprender los docentes de sus alumnos?
¡Todo! Yo aprendí más física cuando di clase a adolescentes. Cuando estudias en la universidad está todo muy compartimentado, pero cuando llevas el conocimiento al aula y se lo tienes que explicar a un adolescente que no tiene ningún interés, te las apañas como puedes y descubres cosas que desconocías.
Para ser maestro, tienes que aprender a ser divulgador.

Fuente: http://blog.tiching.com/carlos-gonzalez-perez/

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Pistas sobre la educación en el mundo (14)

Por Renato Opertti

En el artículo anterior argumentábamos que la tríada currículo – centro educativo – pedagogía sirve de sostén para que el docente tome las decisiones pertinentes a efectos de que cada alumno tenga una oportunidad real de educarse y de aprender. Crecientemente, los sistemas educativos se organizan a partir de la centralidad del docente como orientador y del alumno como protagonista de los aprendizajes.

En esta misma línea, la nueva agenda educativa mundial 2030 aprobada en el 2015 por los estados miembros de la Naciones Unidas, se refiere, entre otras cosas, a la necesidad de asegurar que los docentes y educadores deben ser empoderados, reclutados y remunerados adecuadamente, motivados, profesionalmente calificados, y apoyados dentro de un sistema de administración efectiva, eficiente y con buenos recursos (Unesco 2015). Se esboza una agenda docente comprehensiva y transformadora que toca aspectos medulares del rol, la formación, las condiciones de trabajo y el desarrollo profesional docente. Veamos seis aspectos.

En primer lugar, el docente debe sentir la confianza y el respaldo del sistema educativo y político, de la ciudadanía y la sociedad en su conjunto que le permita creer y pensar que su accionar puede tener un impacto positivo en los aprendizajes de sus alumnos. Las sociedades que más progresan en educación son aquellas que, entre otras cosas, confían en sus docentes y aseguran condiciones decorosas de trabajo. Lamentablemente no es la situación, en general, de América Latina donde los docentes ganan bastante menos que en otras profesiones (Mizala y Nopo 2012) y su prestigio y reconocimiento por la sociedad no es acorde a su relevancia para forjar un porvenir sustentable.

En segundo lugar, el perfil docente es parte sustancial de la respuesta sobre qué tipo de educación para que ciudadanía y sociedad. Esencialmente, el docente es un educador con un mandato ético insoslayable que asumiendo un compromiso vinculante con los objetivos que la sociedad le asigna a la educación y con el desarrollo integral del educando, lidera y no solo facilita los procesos de aprendizaje. Su rol de «experto orquestador» de entornos de aprendizaje para favorecer y apoyar el desarrollo de competencias en los estudiantes (OCDE 2013), radica en tener como punto de referencia el bienestar tanto físico como emocional de los mismos, así como orientarlos/apoyarlos en el proceso de aprendizaje (Amadio, Opertti y Tedesco 2015).

En tercer lugar, la idea que la educación debe sentar las bases para un actuar competente de los estudiantes en la sociedad, demanda del docente afinar la comprensión de sus entornos y entender el conocimiento como una herramienta, insustituible pero no suficiente, para responder a desafíos y situaciones de la vida diaria. El docente debe reunir tres atributos claves: (1) un alto nivel de inteligencia general para entender las orientaciones y los trazados de la sociedad; (2) un manejo sólido de las disciplinas enseñadas (y de las tecnologías digitales); y (3) una aptitud demostrada para comprometer a los estudiantes y ayudarles a entender lo que está siendo enseñado (Tucker 2011).

En cuarto lugar, el docente tiene la responsabilidad de democratizar oportunidades de aprendizaje haciendo suyos una serie de principios pedagógicos: (1) docentes y alumnas/os trabajan conjuntamente como aliados, considerando a niñas y niños como sujetos activos y constructores de sentido; (2) las decisiones en el aula son tomadas en el interés de todas/os y que el grupo es un poderoso recurso para el aprendizaje; y (3) todos los niños y todas las niñas pueden y quieren aprender y pueden ser infinitamente ingeniosos –creadores y no solo receptores de conocimientos– si se les apoya adecuadamente (Hart y Drummond 2014).

En quinto lugar y a la luz de la creciente irrupción de los modelos híbridos de aprendizaje con un fuerte componente de digitalización, el docente actúa como una especie de brújula frente a los flujos de información (Savater 2012), para dar sentido y explicar fenómenos y situaciones. Como señalaba Umberto Eco (2014), «internet le dice casi todo (a los estudiantes), salvo como buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar toda esa información.» En el marco de los procesos meta-cognitivos que hoy exige una sociedad intensa en información, no solo se debe desarrollar nuestra capacidad de abstracción sino también la capacidad de juzgar los procesos de abstracción que realizan los dispositivos tecnológicos.

En sexto lugar, la jerarquización de la formación docente y de la docencia como profesión implica una formación universitaria exigente, intensa y de alto nivel de calificación (por ejemplo el caso paradigmático de Finlandia). Por un lado, la formación docente debe hacer suya las múltiples maneras en que se enseña y se aprende reconociendo que la personalización de los aprendizajes en los ambientes colectivos de aula son una respuesta necesaria al reconocimiento de las diferencias entre los alumnos, así como a la diversidad de los contextos, perfiles y estilos de aprendizaje de los mismos. Por otro lado, el conocimiento específicamente disciplinar debe estar más integrado a la manera en que se enseña evitando que la formación docente sea la sumatoria de espacios y disciplinas compartimentadas entre el qué y el cómo se enseña y aprende.

Finalmente, al igual que se sostiene que la calidad de un sistema educativo no puede exceder la calidad de sus docentes (Barber y Mourshed 2007), se debe también señalar que el potencial de aprendizaje de cada alumno en el sistema educativo no puede a priori exceder la capacidad del docente de entenderlo, orientarlo y apoyarlo.

Especialista en Educación, OIE-Unesco

Fuente: http://www.elobservador.com.uy/pistas-la-educacion-el-mundo-14-n1000088

Imagen: media.elobservador.com.uy/adjuntos/181/imagenes/013/636/0013636232.jpg

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