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Los cambios necesarios en el aula

Construir buenas relaciones interpersonales es una tarea clave, que es necesario programar y trabajar de manera continua. Algo fundamental para el alumnado y, también, para la constitución de equipos de profesorado colaborativos y bien cohesionados.

Pedro Mª Uruñuela Nájera. – Asociación CONVIVES

“Si queremos que cambien su conducta nuestros alumnos y alumnas, debemos cambiar lo que hacemos en el aula y crear otras condiciones en ella”. Esta era la conclusión principal del anterior artículo, que señalaba tres grandes cambios posibles: el relativo a las relaciones interpersonales, el de los elementos motores del alumnado (emoción y motivación) y el relativo a los elementos internos del aula (contenidos, metodología, evaluación, organización, normas de aula…).

Es fácil encontrar reflexiones sobre los dos últimos elementos, por lo que voy a centrarme en lo relativo a las relaciones interpersonales. Se trata de un elemento directamente relacionado con la convivencia y que, por mi experiencia concreta, es al que menos atención suele prestarse a la hora de organizar el aula. Vamos a ello.

Es necesario partir de la importancia que tienen las relaciones interpersonales en el aula, ya que pueden considerarse los cimientos del proceso de aprendizaje. Si las relaciones son positivas y sólidas, es decir, si los cimientos son consistentes y están bien consolidados, los aprendizajes serán también más fáciles, sólidos y duraderos. Por el contrario, si son débiles o apenas existen, aparecerán muchos problemas y los aprendizajes se resentirán notablemente.

Crear buenas relaciones interpersonales debe ser una de las preocupaciones básicas de todo profesor y profesora ya que, a través de ellas, se da respuesta a las necesidades concretas del alumnado. Nos lo recuerdan los Whittaker en su libro Mi primer año como docente. Gestionarlo y vivirlo, en el que afirman que cada momento que se actúa con el alumnado es una oportunidad para edificar esta relación, desde el primer día hasta el último. Sin embargo, no siempre el profesorado es consciente de este planteamiento, que permanece en el olvido o al que no se le da la importancia y relevancia que tiene.

La programación del curso que se hace al inicio es un buen ejemplo de ello. Dicha programación suele centrarse en los contenidos que se van a trabajar, la metodología que se va a utilizar, la forma en la que se va a llevar a cabo la evaluación, la organización del aula…, pero apenas analiza y plantea cómo se van a trabajar las relaciones. Esto es particularmente importante en las etapas superiores de la educación obligatoria, ya que los grupos suelen ser nuevos respecto del curso anterior, el profesorado pasa menos tiempo con su alumnado y es muy necesario construir y establecer unas buenas relaciones.

Tener programado lo que se va a trabajar académicamente (en el currículo o en los contenidos de la asignatura) puede ser necesario, pero no es suficiente. Es necesario abrir el concepto de programación y dar cabida a los elementos característicos de las relaciones interpersonales. Es necesario plantearse, como bien ha señalado Juan Vaello en sus publicaciones, qué se va a hacer para conectar con las alumnas y alumnos, cómo se les va a escuchar, motivar, entusiasmar, corregir, advertir, comprometer, etc. Estas preguntas deben también discutirse y tratarse en los claustros y en los órganos de coordinación docente, en pie de igualdad que los temas relativos al desarrollo académico del curriculum.

Cinco son los elementos que concretan el trabajo de las relaciones interpersonales en el aula. El primero de ellos, la creación de un buen clima de aula, algo que construimos entre todos y todas y en el que el profesorado tiene una responsabilidad especial. El clima es el ambiente, la atmósfera, el aire que se respira dentro del aula que, si es positivo, hace posible la aparición de conductas positivas en el alumnado hacia su aprendizaje o, por el contrario, favorece actitudes negativas si es negativo.

Son varios los elementos que crean o dificultan un buen ambiente en el aula, desde las características físicas y ambientales del edificio a la gestión socioemocional que se hace de la clase, pasando por la propia organización del aula. Sin embargo, y como indican numerosos autores (ver Uruñuela 2018), las relaciones interpersonales son el elemento determinante y más influyente en el clima de aula. Como señala la profesora Marchena, el clima es una construcción originada por las relaciones sociales y por la forma de pensar de cada uno de sus miembros, y de ahí la importancia de prestarle la atención que se merece.

Son varios los tipos de relación que favorecen el buen clima y la comprensión entre el alumnado y su profesorado, desde la personalización de la relación, la flexibilidad y la interacción con humor compartido entre ambas partes. Igualmente, hay interacciones que favorecen la oposición, desde la desacreditación o discriminación de ciertos alumnos a no valorarles adecuadamente o pasar de ellos y ellas. Algo que debe ser cuidado y evitado por parte del profesorado.

Un segundo elemento clave para la construcción de una buena relación en el aula viene dada por la construcción del grupo. Como ya he señalado, en los primeros años apenas hay cambios en la constitución de los grupos, pero es una necesidad imperiosa conforme se avanza en el sistema educativo. Es necesario dedicar tiempo a la construcción del grupo, a que todos se conozcan y sepan su nombre, a crear actitudes de aprecio y confianza entre sus miembros y a desarrollar procedimientos y actitudes de cooperación.

Construir grupo es la mejor manera de prevenir el acoso y maltrato entre iguales, y es una tarea que no es exclusiva de quienes ejercen la tutoría respecto de dicho grupo. Se trata de algo básico y fundamental para todo el profesorado que, de manera coordinada y sinérgica debe plantearse este trabajo. Es una condición para el aprendizaje y, a la vez, es la manera de trabajar un contenido fundamental en educación, el aprender a relacionarse y a convivir.

Un tercer elemento clave para unas buenas relaciones interpersonales en el aula es la comunicación que se desarrolla entre el profesorado y su alumnado. Son muchos los aspectos implicados en una buena comunicación, pero hay varios de especial importancia para el profesorado y su alumnado. En primer lugar, es necesario conseguir que este nos escuche, que no se cierre en sí mismo, que sea permeable a lo que le queremos transmitir. Esto pasa por saber evitar los mensajes que llevan a que se cierre (ignorarle, criticarle, interrumpirle…) y emplear mensajes que le abran al diálogo y escucha activa. Es importante que el alumno o alumna sientan que nos interesamos por ellos como personas diferentes y que les respetamos tal y como son.

Igualmente es fundamental la escucha activa hacia los y las estudiantes, mostrando interés, clarificando lo que nos dicen, parafraseando sus mensajes, reflejando sus sentimientos y resumiendo lo que comunican. También desarrollar un estilo asertivo y no violento, que aúne la eficacia con la justicia en la comunicación.

Un cuarto elemento hace alusión al tratamiento y gestión de los conflictosque tienen lugar en el aula y en la relación interpersonal entre el profesorado y el alumnado. Que el alumnado aprenda a gestionarlos de una manera pacífica, que sepa identificar sus elementos (personas, problema, proceso), que plantee alternativas desde una perspectiva de ganar-ganar, etc. son aspectos que no se pueden dejar a la improvisación y deben ser trabajados siempre que haya ocasión para ello.

Y todo ello, conectado con los procedimientos para la gestión colectiva de los conflictos que haya puesto en marcha el centro. Es importante que todas y todos sepan que existe el servicio de mediación, que se pongan en marcha prácticas restaurativas, que se les anime a participar en su desarrollo. Lo que conecta con el último elemento clave para la construcción de unas buenas relaciones interpersonales, la promoción del protagonismo del alumnado.

Dar responsabilidad al alumnado, crear y poner en marcha diversos sistemas de ayuda, para la acogida y acompañamiento, de tutoría entre iguales, sistemas de mentorías, etc., supone poner las bases para una buena relación. El alumnado, en general, quiere ser protagonista y responsable, poder participar opinando sobre lo que sucede, tener control sobre lo que hace, sentirse tratado como persona importante que da respuesta adecuada a las situaciones que vive.

Construir buenas relaciones interpersonales es una tarea clave, que es necesario programar y trabajar de manera continua. Algo fundamental para el alumnado y, también, para la constitución de equipos de profesorado colaborativos y bien cohesionados.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2019/06/19/los-cambios-necesarios-en-el-aula/

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Trabajar los valores de la convivencia

Por: Pedro Uruñuela

No se trata sólo de hablar sobre los valores, se trata, ante todo, de educar para y en estos valores, de manera que el alumnado pueda construir sus propios valores dentro de un marco de unos  compartidos.

Recientemente tuve ocasión de participar en una jornada organizada por el Ayuntamiento de Pinto, en Madrid, dedicada a presentar buenas prácticas educativas llevadas a cabo por los centros de la localidad, relacionadas con la convivencia. Es importante el esfuerzo que hacen muchos ayuntamientos para ponerlas en valor, darlas difusión y contribuir a su extensión y generalización.

Tuve el honor de dar la ponencia marco que abrió esta jornada y en ella traté de reflexionar sobre la educación en valores que tiene lugar a partir del trabajo de la convivencia. A lo largo de la charla, partiendo de vieja ideas aprendidas de mi profesor y buen amigo Puig Rovira, reflexionamos sobre la educación en valores como el intento de ayudar a los jóvenes a decidir el modo en el que querían vivir, señalando, entre otros aspectos, la importancia de la interrelación para la educación en valores. Ser persona es relacionarse e interrelacionarse, no somos nada sin la relación y es necesario buscar los mecanismos que refuerzan y desarrollan estas relaciones: los basados en el afecto, el diálogo y la cooperación.

Hablar de convivencia implica, en primer lugar, plantearnos la finalidad última que buscamos con la educación. Si reflexionamos sobre ella, veremos que hay dos enfoques muy diferentes, que es preciso aclarar y profundizar. Para determinadas personas es necesario buscar una educación de calidad, centrada en la mejora del currículum personal y en la consecución de la excelencia académica, en el dominio de muchos conocimientos y saberes, especialmente los relacionados con los saberes básicos de la lengua, matemáticas e idiomas. El planteamiento de la LOMCE, como demuestra la lectura de su Preámbulo, concreta y explica esta interpretación de los fines básicos de la educación.

Otras personas, por el contrario, entendemos que no puede reducirse a este planteamiento la finalidad básica de la educación y que es necesario preguntarse cómo se pueden formar personas que, a la vez que son competentes académicamente, sean también solidarias, críticas, dialogantes y constructoras de paz. No se trata tanto de buscar o plantear la incompatibilidad entre ambas opciones, cuanto de abordar un enfoque integral de ambas. Por eso se considera que aprender a convivir es uno de los objetivos básicos e imprescindibles de la educación.

Nos recordaba Martin Luther King que “hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. La fraternidad sigue siendo la asignatura pendiente, la propuesta todavía no desarrollada a partir de los ideales ilustrados. Hemos trabajado y desarrollado, mejor o peor, la libertad y la igualdad, nos queda pendiente el trabajo y desarrollo de la fraternidad.

Nuestros alumnos y alumnas van a estar en los centros educativos entre trece y quince años. Gozamos en la escuela de un “privilegio” del que no goza ninguna otra institución social, que todos los niños y niñas pasen necesariamente por la escuela. No podemos desaprovechar este tiempo, quizás el más importante en el desarrollo humano; sería una grave irresponsabilidad por nuestra parte ya que, como señala Tedesco, aprender a vivir juntos es una de las funciones principales de la escuela del siglo XXI, porque se trata de una experiencia que no se da naturalmente en el espacio exterior a la escuela: la experiencia de contacto con el diferente, de respeto y responsabilidad hacia los otros.

Trabajar la convivencia supone enseñar a nuestro alumnado a establecer relaciones consigo mismo, con otras personas y con el entorno. Algo que se construye día a día, que hay que cuidar de manera continua, ya que, de no hacerlo así, se viene abajo y se destruye fácilmente. Pero quizá lo más importante son los valores desde los cuales se construye esta relación: la dignidad humana, la paz positiva y los derechos humanos.

La dignidad humana enseña que toda persona, con independencia de su origen y condición socioeconómica y cultural, tiene un valor que nadie le puede ni debe arrebatar. Toda persona, como nos decían los ilustrados, es un fin en sí misma y no puede reducirse a ser un medio al servicio de otras personas, de sus intereses u objetivos. De ahí el rechazo a toda forma de explotación, de utilización, de sometimiento a los fines particulares de otra persona. De la dignidad y valor personales se deriva el respeto que le debemos, la aceptación incondicional de dicha persona por ser persona. Nuestros alumnos y alumnas aprenderán para toda su vida esta enseñanza, de manera que el respeto a cualquiera será uno de sus valores básicos en su relación social. Nos irá mucho mejor en nuestra vida.

Como valor fundamental de la convivencia, el respeto a la dignidad se concreta también en el rechazo a cualquier forma de relación basada en el dominio-sumisión, es decir, en el predominio e imposición de determinadas personas que tienen más poder, más recursos y más fuerza y, por ello, imponen y dominan a otras que no disponen de los mismos medios para oponerse, que no saben cómo defenderse. Es necesario rechazar y condenar toda forma de violencia, desde la física, la más visible, a las violencias verbal, psicológica, social o de género, más difíciles de ver y detectar, pero de mayor incidencia en la vida diaria de las personas.

La paz positiva, segundo criterio y valor de la convivencia positiva, se basa en la construcción de relaciones basadas en la justicia y equidad, relaciones muy alejadas de las situaciones de discriminación y negación de los derechos, características de la violencia. No podemos conformarnos con la paz negativa, con la ausencia de guerras u otras formas de violencia. Es necesario construir en positivo, incidir en los factores estructurales y culturales que inciden en las relaciones humanas, para poder construir una relación basada en la justicia.

Los derechos humanos, a través de sus diversas formulaciones y concreciones, constituyen lo que podemos denominar la moral mínima que compartimos y que hace posible la convivencia. Puede criticarse su insuficiencia, su escasa capacidad para exigir su cumplimiento, sus sesgos occidentales, etc., pero, más allá de estas insuficiencias, siguen siendo una referencia importante para la construcción de la convivencia.

La relación interpersonal es el cimiento y la base de la convivencia y de toda la acción educativa. Trabajar la relación nos lleva también a la necesidad de trabajar el cuidado, ya que toda relación humana tiene su esencia en el cuidado, en el nosotras y nosotros. El cuidado tiene efectos muy positivos para la relación, influye en el desarrollo emocional e intelectual de la infancia, concreta y refuerza el respeto y atención a todas las personas y es un elemento fundamental de la acción educativa.

Trabajar el cuidado implica superar planteamientos muy arraigados en el profesorado, ir más allá de una visión puramente academicista de la educación y dejar de lado de manera definitiva el planteamiento que describíamos al inicio. La convivencia positiva y el cuidado mutuo son incompatibles con modelos de relación basados en la competitividad, en la lucha por ser el primero con olvido del resto de compañeros/as, en el individualismo, etc. Por el contrario, implica poner en el centro de nuestra atención a las personas, a sus necesidades y demandas, a sus expectativas. Y desarrollar una visión colectiva, basada en el nosotros/as, que busca la inclusión y la superación de la discriminación.

Este planteamiento global de la convivencia exige el trabajo de determinados valores, imprescindibles y necesarios para una buena relación. Sin ánimo de exhaustividad, pueden señalarse, además del respeto, otros igualmente importantes como la cooperación, la participación, la inclusión, la generosidad, la justicia, la confianza, el diálogo, la amistad, la paciencia, la creatividad, la responsabilidad, la constancia, la prudencia, la paz o la solidaridad.

No hay que olvidar que estos valores sólo pueden ser aprehendidos mediante su vivencia y experimentación o, lo que es lo mismo, gracias a la organización del centro educativo desde y en estos valores, de manera que se haga posible la vivencia directa de estos principios. No se trata sólo de hablar sobre los valores, se trata, ante todo, de educar para y en estos valores, de manera que el alumnado pueda construir sus propios valores dentro de un marco de unos  compartidos. Todo ello sobre planteamientos basados en las tres C: Cariño (afecto), Comunicación (diálogo) y Cooperación.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2019/04/09/trabajar-los-valores-de-la-convivencia/

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Convivencia y Derechos Humanos

Por: Pedro Uruñuela

A los 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se hace necesario renovar el compromiso para lograr su extensión y aplicación en todos los ámbitos de la vida, a partir de una educación organizada desde el enfoque basado en los Derechos Humanos.

La semana pasada celebrábamos el septuagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Todavía resuena en nuestros oídos el primero de sus artículos, “todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Esta Declaración, proclamada tras los horrores vividos en la segunda guerra mundial y con el claro deseo de no volver a repetir este tipo de acontecimientos, se ha convertido en un referente inexcusable de lo que quiere y debe ser la convivencia positiva. En efecto, tras afirmar la igualdad radical de todos los hombres y mujeres en dignidad y derechos, pone de manifiesto el criterio desde el que construir la relación entre todos y todas, el comportamiento fraternal desde el respeto a la dignidad y valor de todas las personas.

Ya Martin Luther King nos recordaba hace tiempo que los seres humanos “hemos aprendido a nadar como los peces y a volar como los pájaros, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. Y es que, como señala P. Rosado, hemos desarrollado y concretado dos de los ideales ilustrados de la revolución francesa, la libertad y la igualdad, pero sigue siendo una asignatura pendiente el desarrollo de la fraternidad a nivel individual, social, económico y político. Todavía es necesario que aprendamos a comportarnos fraternalmente como hermanos.

Reconocer la igualdad de todas las personas supone aceptar el valor que caracteriza a cada una de ellas por el hecho de serlo, con independencia de sus condiciones personales o sociales. Toda persona tiene un valor, y este valor es la base que fundamenta su dignidad. Nadie puede utilizarla, manejarla, aprovecharse de ella para sus propios fines, explotarla o abusar de ella. Como nos decía Kant, toda persona es un fin en sí misma, no es un medio que pueda utilizar para mis propios intereses o para conseguir mis objetivos. Por el contrario, por el valor y dignidad que caracteriza a toda persona, debo respetarla y aceptarla como tal.

El respeto, valor y virtud característicos de toda convivencia positiva se deriva directamente de la dignidad de la persona, es la forma de llevar a la práctica la consideración de la dignidad humana. La violencia de todo tipo es la forma de imponer mis deseos y mis fines por encima de la voluntad de otras personas, supone desechar la dignidad, considerar a la persona como medio y no como fin y, por ello, renunciar al deseo de vivir fraternalmente con todas las personas.

Puede parecer larga esta reflexión sobre el artículo 1º de la Declaración, pero me parece absolutamente necesaria e imprescindible. Sin duda, hay motivos para celebrar estos 70 años y los avances que han tenido lugar. Pero no podemos olvidar cómo los Derechos Humanos siguen siendo pisoteados y no reconocidos por muchas personas, instituciones y estados. El desprecio al que es diferente y distinto se está convirtiendo en una forma de relación demasiado habitual en nuestra sociedad. Asistimos impasibles a múltiples violaciones de los Derechos Humanos, puestas de manifiesto desde la negación del derecho al trabajo o a la vivienda hasta el rechazo de las personas que solicitan asilo, pasando por la indiferencia ante las muertes en el Mediterráneo de personas que aspiran a una vida mejor, alejada de la pobreza o la violencia. La preocupación por el desarrollo de los Derechos Humanos se ve acrecentada ante el auge de posiciones de extrema derecha, que estigmatizan a la emigración como causa de todos nuestros males y piden medidas de expulsión o control de todas estas personas, o que refuerzan posiciones de desprecio y superioridad hacia las mujeres, concretadas en la negación o minusvaloración de la violencia de género.

Por todo esto es muy importante seguir trabajando en los centros educativos los Derechos Humanos, convertirlos en uno de los ejes transversales de toda la enseñanza y de la organización de los centros y vincularlos directamente con el trabajo y promoción de la convivencia positiva. Desde hace muchos años diversos informes nacionales e internacionales ha puesto de manifiesto cómo la enseñanza sistemática y planificada de los Derechos Humanos está fuera de nuestros planes de estudio, de manera que sólo la buena voluntad o el mayor interés de determinados profesores y profesoras hacen que sean trabajados y conocidos por parte del alumnado en las etapas de la enseñanza obligatoria.

Para llevar a cabo este trabajo puede servirnos de orientación lo que establece el artículo 26.2 de la Declaración Universal: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión y la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos y religiosos y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz”. Más allá de la pura instrucción, del enfoque meramente académico de la enseñanza, la educación de todos los aspectos de la personalidad y el fortalecimiento del respeto a las libertades deben ser referentes clave de toda la acción educativa, concretados en los planes de convivencia y en los propios proyectos educativos.

¿Cómo puede llevarse, de manera más concreta, este planteamiento al día a día de los centros y de la acción educativa del profesorado? Tres son, a mi juicio, las formas en que puede plantearse el trabajo de desarrollo y consolidación de los Derechos Humanos como núcleo fundamental de la educación y del trabajo de la convivencia.

En primer lugar se trata de educar SOBRE los Derechos Humanos. O, lo que es lo mismo, facilitar toda la información necesaria para conocer a fondo su historia, el procedimiento de elaboración, cómo se han desarrollado posteriormente a través de pactos y convenciones, en qué consiste su obligatoriedad, etc. Falta información sobre ellos, son muy desconocidos y la eliminación de asignaturas como Educación para la Ciudadanía ha contribuido a reforzar esta ignorancia. A título de anécdota, suelo preguntar en la formación del profesorado cuántos artículos tiene la Declaración Universal, y todavía estoy por encontrar a alguien que dé la respuesta adecuada.

Es necesario, por tanto, romper esta situación de desconocimiento, la falta de información, y que nuestro alumnado conozca a fondo todo lo relativo a los Derechos Humanos. Pero esto no es suficiente. Es necesario, en segundo lugar, educar PARA los Derechos Humanos, formar personas activas en su defensa, desarrollo e implantación, personas que no sólo los conozcan, sino que quieran trabajar por su extensión, personas motivadas para denunciar y movilizarse activamente en caso de incumplimiento o transgresión.

Se trata de conseguir que nuestros alumnos y alumnas, como ciudadanas y ciudadanos, quieran y sepan trabajar por la extensión de los Derechos Humanos. Para ello es imprescindible una educación de los Derechos que, superando el mero conocimiento e información académica, movilice desde la emoción al alumnado y logre comprometerlo en el desarrollo y extensión de los mismos.

Esto sólo es posible desde la educación EN los Derechos Humanos, en la creación de un entorno educativo que los respeta y promueve y que ha hecho de ellos su principal criterio organizativo, desarrollando un enfoque basado en derechos. Esto implica conseguir que los Derechos se conviertan en referencia y guía de todas las programaciones, tanto de las materias académicas como de la propia programación general del centro, buscando que se alcancen todas las capacidades de las personas que forman la comunidad educativa.

Este enfoque basado en derechos implica también evaluar las situaciones que se viven en el centro desde esta perspectiva, analizando y viendo cómo están presentes la no discriminación, la participación, la responsabilidad, la universalidad y la interdependencia entre los derechos. Algo muy alejado de las prácticas evaluativas actualmente presentes en los centros.

Es bueno celebrar los setenta años de la Declaración Universal. Es aún mejor renovar el compromiso para lograr su extensión y aplicación en todos los ámbitos de la vida, a partir de una educación organizada desde el enfoque basado en los Derechos Humanos. Algo imprescindible en las condiciones sociales que nos está tocando vivir actualmente.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2018/12/18/convivencia-y-derechos-humanos/

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Educación y Sistema Penal

Por: David Calderón

En México hemos avanzado conceptualmente mucho en torno a los menores de edad legal en conflicto con la ley. Siguiendo la pauta del orden internacional de derechos, en México se ha reconocido que los adolescentes sólo pueden estar privados de la libertad como una medida necesaria en casos muy contados, y en la perspectiva no de un castigo propiamente dicho, sino como cumplimiento de unas medidas mandadas por tribunal y abriendo el compás para la reinserción y para una educación socioemocional que habilite a una convivencia distinta.

Ello implicó que las comunidades de adolescentes (antes llamadas “correccionales”) se vaciaran del hacinamiento previo, y que quedasen pocos jóvenes internos. Sin embargo, en contradicción con el intento de no tener castigos desproporcionados e inhumanos, el Estado mexicano lo que propicia es profundizar el rezago educativo. Lo típico de los jóvenes en conflicto con la ley es que abandonaron relativamente pronto su trayectoria escolar prevista; estando internos es obvio que no pueden tener abandono escolar, y que tampoco se puede achacar a sus familias que no sigan estudiando, pues la custodia aquí literalmente corresponde al Estado. Sin embargo, lo típico en todo el país es que los jóvenes internos no tengan servicios educativos adecuados y completos.

De repente depende de la buena pero intermitente iniciativa de organizaciones de la sociedad civil, o bien entran en contacto con los asesores del Instituto Nacional para la Educación de Adultos (INEA) pero ni la autoridad penitenciaria, ni la autoridad educativa se hacen plenamente cargo de la situación. Desde Mexicanos Primero iniciamos un litigio, atendiendo al interés legítimo, para que los adolescentes internos reciban como es su derecho –como todos, pero además en el marco reforzado que su incorporación al sistema penitenciario es con fines educativos- los servicios escolares que correspondan a su edad, condición y avance previo. El juicio sigue, y las medidas que el juez ha mandatado implican de parte de unos y otros –autoridades penitenciarias y autoridades educativas- la responsabilidad de asignar educadores idóneos, según el parámetro del artículo

Tercero, y los componentes suficientes de métodos y materiales, infraestructura y organización escolar, considerando adicionalmente el ajuste debido a sus necesidades educativas especiales referidas a sus retos de conducta.

En paralelo, UNICEF y la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco se embarcaron en la construcción, en consulta y diálogo con especialistas educativos y defensores de derechos humanos, de una alternativa estable. El resultado preliminar, muy meritorio, es el componente educativo que está por presentarse en estos días como parte del Modelo Nacional de Atención para Adolescentes del Sistema de Justicia Penal, a cargo de la Comisión Nacional de Seguridad.

En este país lleno de fosas y de dramas en los que el proyecto de vida de la generación joven se malogra, desde ser víctimas de los delitos hasta ser devorados-e-incorporados a las redes de crimen organizado, es de la mayor importancia que todos apoyemos el trabajo educativo que apoya a los procesados.

Alguna autoridad me dijo que por qué nos interesábamos, si eran menos de mil los internos en el país, y alrededor de siete mil aquellos que cumplen sus medidas en libertad. Esa es parte de la mentalidad que lo explica: si no sentimos como propios, como parte de nuestros hijos –y no los “hijos de los otros”- lo que les pasa, no sólo seguirá pasando, sino que todo el proyecto de convivencia que es la sociedad mexicana queda en fragilidad y cuestionamiento de su viabilidad.

En ellos, pocos como procesados, pero muchos como involucrados en conductas destructivas, de sí y de otros, se hace evidente y punzante nuestro fracaso. El fracaso de la vida familiar, el fracaso de la propuesta educativa. Encarnan el sesgo negativo de “becarios y no sicarios”, que sigue reiterando la criminalización de la pobreza y el rezago, sin reconocer que los jóvenes son mayoritariamente víctimas, y no victimarios, de la injusticia y la grotesca desigualdad de oportunidades.

Así que es una gran noticia que se trabaje en una coalición social para intentar opciones. Lo que es verdaderamente criminal es la irrelevancia de la experiencia escolar, tan pobre de imaginación y de sentido, tan hostil con los jóvenes que los más agudos y sensibles sienten que deben irse. No va a haber beca que alcance a competir con las seducciones del narco, ni que compense la amargura de no tener educadores profesionales sensibles, firmes, confiables ejemplares por su equilibrio socioemocional. Eso sí es “punitivo”, y nos exige a todos aplicarnos.

La educación para la convivencia, para la paz y para el trabajo en equipo, la superación del bullying y la prevención del abuso no se resuelve con cambios al currículum, sino con transformación de los educadores, y de los políticos que les hacen promesas. Este es un gran reto, y le tocará al próximo gobierno federal una gran coordinación social, para la que no se vale la superficialidad y el oportunismo.

Mientras su paso por el sistema penitenciario, como internos y externos, no sea una nueva y auténtica experiencia educativa, el reproche sobre el sistema global será muy válido. Hoy unos pocos esforzados están retando ese destino impuesto.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/educacion-y-sistema-penal/

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El tema de la inmigración en la escuela

El tema de las personas migrantes debe estar necesariamente presente en nuestra labor educativa en este curso que comienza. Son muchas las formas posibles de abordarlo, pero lo importante es que no se quede en el olvido

Pedro Mª Uruñuela Nájera. Asociación CONVIVES

La llegada de personas migrantes a nuestro país y a Europa ha sido noticia destacada a lo largo de todo el verano. Desde la llegada al puerto de Valencia del barco Aquarius y la acogida a todos los migrantes durante un tiempo determinado hasta el cierre de los puertos de determinados países, como Italia y Malta. Todo ello sin olvidar a los migrantes que han perecido ahogados en el Mediterráneo, más de 700, y las largas esperas que han padecido hasta verse acogidos por algún país, aunque fuera de manera provisional. Todo ello recordando también lo ocurrido en Ceuta y Melilla, con los sucesivos saltos de la valla y las devoluciones en caliente.

Sin embargo, lo más preocupante de todo lo sucedido ha sido la reacción de determinadas personas e instituciones que, lejos de buscar una alternativa digna y respetuosa con los derechos de estas personas, han contribuido a fomentar actitudes de cierre y rechazo de estas personas y de reclamación de medidas drásticas que impidan su acogida en nuestro país o en otro país europeo.

¿Qué pensar de todo lo sucedido en estos meses veraniegos desde el punto de vista de la educación de valores y el desarrollo de la convivencia positiva? ¿Desde qué valores y actitudes debemos tratar este tema con nuestros alumnos y alumnas, en este nuevo curso que va a empezar? ¿Debe considerarse un tema importante e inevitable en la educación de nuestro alumnado? Para responder adecuadamente a estas preguntas, es necesario partir de un análisis previo de lo sucedido, identificando los aspectos más significativos de estos hechos.

Se trata de un fenómeno complejo, en el que se entremezclan situaciones muy diferentes, desde las personas que llegan huyendo de la guerra en su país y que vienen demandando asilo, hasta los inmigrantes llamados “económicos”, que vienen buscando trabajo y una mejora en sus condiciones de vida, pasando por otras situaciones como las de los menores que viajan solos o las de las mujeres embarazadas. Sin embargo, todo se mezcla, nada se distingue, y una sola actitud se pone de manifiesto ante estos casos tan variados: el rechazo, el NO, la devolución a sus país, etc.

Todos los datos apuntan a que el número de personas migrantes está disminuyendo y que, de hecho, estamos ante una caída del número de llegadas a nuestro país, enmascarado, tal vez, por la concentración en determinadas fechas y lugares de la llegada de personas, debido al buen tiempo y al buen estado de la mar. Pero la información que prevalece y la que se transmite a la población es la contraria: hay una “invasión”, cantidad de personas están esperando para pasar, hay un “efecto llamada”, y otras cosas por el estilo.

A la vez, junto con esta desinformación intencional, llama también la atención el manejo y manipulación de las emociones bajo la apariencia de un razonamiento que pretende hacer pensar. Se proporcionan argumentos que no están basados en ideas o razones, sino que están dirigidos a la emoción, a despertar determinados sentimientos bajo la apariencia de un razonamiento impecable. Basta con ver en la prensa y la televisión los comentarios acerca de la amenaza yihadista, el ‘grave daño’ que causan a la economía los manteros o el uso abusivo que, supuestamente por parte de las personas migrantes, hacen de los servicios educativos, sanitarios, sociales o de vivienda. Todo ello para llegar a una conclusión muy escuchada en estos meses y dicha de muchas formas distintas: “Los españoles, primero”.

Tocar las emociones, apelar a los sentimientos resulta tan peligroso como eficaz. El miedo a quien es diferente, y a quienes presentamos como un peligro para nuestra vida diaria, para nuestro grado de bienestar o para nuestras ideas básicas de lo que debe ser la sociedad, es un sentimiento que penetra muy a fondo en las personas, y que les lleva a cerrarse a otro tipo de argumentos. La consecuencia natural es el rechazo de cualquier tipo de acogida de estas personas y de su integración, el pedir medidas drásticas contra ellas porque son una amenaza para nuestra sociedad y nuestro bienestar.

He podido comprobar estos meses, no sin cierto estupor, cómo personas abiertas de mente en muchos otros temas se venían abajo a la hora de hablar de las personas migrantes, resultando imposible razonar con ellas. Y, más que probablemente, la insensata campaña puesta en marcha por determinados políticos en busca de un voto perdido ha contribuido a la cerrazón ante estas situaciones. Es necesario recordar a estos políticos las consecuencias de su discurso y actitud, el fomento de actitudes que, en menor o mayor grado, llevan al odio y rechazo. Y exigirles lo que se debe exigir como primera tarea a cualquier político: la construcción de la convivencia entre la ciudadanía, la búsqueda del acuerdo y el fomento del respeto hacia las personas que son diferentes de nosotros y de nuestra sociedad.

Y es que este es otro elemento importante que llama la atención en el tema de las personas migrantes, el olvido de que son personas y que, como tales, tienen unos derechos que en ningún momento se pueden dejar de respetar. Se nos olvida que son personas cuando nos limitamos a ver o dar fríamente la cifra de quienes han perecido en el mar, cuando no tenemos en cuenta su historia personal y los padecimientos sufridos desde que salieron de su pueblo, cuando no queremos saber nada de las mafias que los controlan y manipulan, empujándoles muchas veces a una muerte segura. Y mucho más, cuando nos olvidamos que el derecho al asilo es uno de los derechos humanos que todos debemos respetar, buscando y encontrando las disculpas que sean necesarias para negárselo.

Lo primero que hay que poner de manifiesto es la falta de objetividad y el manejo de la información con fines de amedrentar y crear un clima de preocupación y de miedo ante lo que se nos viene encima. Para ello, se manipulan los datos, se selecciona lo que les interesa… y ya está. Pero, cuando trabajamos las competencias para la convivencia positiva, una de las cosas que desarrollamos es el aprender a pensar y, para ello, el primer paso es aprender a recoger la información de manera exhaustiva y real, sin manipulaciones ni juicios de valor, nos guste o no. Es la base desde la que se podrán desarrollar otros tipos de pensamiento (alternativo, consecuencial, de empatía, etc.), y es una de las capacidades de las que suelen carecer nuestros alumnos y alumnas, que no han sido formados en el desarrollo de este tipo de pensamiento diagnóstico, de ver qué es lo que sucede.

Por eso resulta imprescindible analizar con nuestro alumnado lo que está pasando, ver qué es verdad y qué no, ver las evidencias en las que se apoyan muchas de estas afirmaciones, distinguiendo los datos de lo que es una opinión o una valoración de la persona que nos lo cuenta. Sólo desde este punto de partida es posible la convivencia, dejando de lado la falsedad y la manipulación.

Adela Cortina ha señalado, con gran acierto, la distinción que hacemos normalmente de las personas migrantes en función de su situación económica. No nos preocupa ni rechazamos a quienes traen dinero y recursos, rechazamos a quienes no nos aportan nada y piden nuestra ayuda. Es la “aporofobia”, el odio-miedo-rechazo del pobre, que básicamente niega su dignidad y su condición de persona humana.

Esta última cuestión nos pone delante la necesaria educación en valores en nuestra tarea educativa, como la solidaridad, la aceptación del diferente, el respeto. Y nos plantea un reto importante a los educadores y educadoras, de cara a nuestro trabajo profesional. Un reto que contempla enseñar a nuestros alumnos y alumnas a pensar, a identificar y gestionar determinadas emociones muy negativas para la convivencia, y desarrollar los valores éticos de solidaridad, respeto y aceptación de todas las personas. Retos que debemos plantearnos e incorporar a nuestra práctica docente habitual.

El tema de las personas migrantes debe estar necesariamente presente en nuestra labor educativa en este curso que comienza. Son muchas las formas posibles de abordarlo, pero lo importante es que no se quede en el olvido, que ellas, las personas, no queden en el olvido.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2018/09/20/el-tema-de-la-inmigracion-en-la-escuela/

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¡Poner fin a la violencia en la escuela!: Guía para los docentes

Guía de la UNESCO para los docentes para afrontar y prevenir la violencia en la escuela.

Resumen:

La publicación titulada “Poner fin a la violencia en la escuela: Guía para los docentes” es una contribución de la UNESCO en apoyo de la Educación para Todos y el Decenio Internacional de una Cultura de Paz y no Violencia para los Niños del Mundo de las Naciones Unidas (2001-2010). Esta publicación también da seguimiento al Informe mundial sobre la violencia contra los niños de 2006, que constituye la primera iniciativa internacional integral destinada a examinar no sólo la magnitud de la violencia contra los niños, sino también sus consecuencias. Se trata de una publicación particularmente oportuna, dado que este año se celebra el vigésimo aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño. Si el mundo quiere alcanzar los objetivos de la Educación para Todos, se ha de prestar atención al problema de la violencia en los contextos de aprendizaje. Esta guía representa un paso importante hacia la prevención y eliminación de la violencia escolar y es el fruto del esfuerzo concertado de una amplia gama de expertos, educadores, partes interesadas e instituciones competentes con miras a ese fin. Para contribuir a la preparación de esta guía se celebró un gran número de reuniones de expertos, seminarios y conferencias, entre las que cabe destacar la reunión de expertos “Poner fin a la violencia en la escuela: ¿Qué soluciones?”, celebrada en la Sede de la UNESCO en 2007, y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Violencia en la Escuela y las Políticas Públicas, patrocinada por la UNESCO y organizada por el Observatorio Internacional de la Violencia en el Medio Escolar en Lisboa en 2008. El Comité Científico del Observatorio desempeñó un papel decisivo en la elaboración de esta guía al proporcionar aportaciones y evaluaciones valiosas. Los profesores y los estudiantes pueden utilizar esta guía para afrontar y prevenir la violencia. La violencia escolar es un problema sumamente complejo y, por tanto, es preciso contemplar numerosos factores, entre los que figuran los siguientes: la necesidad de hacer participar a los estudiantes; la adopción de un enfoque integral que involucre a los padres, los educadores y la comunidad; la vinculación de las políticas, la legislación y la práctica; la elaboración de indicadores sobre la violencia; y el respeto de las distintas culturas al analizar conceptos como el carácter universal de los derechos humanos en el marco de un enfoque basado en los derechos humanos. En esta guía se proporciona un punto de partida fundamental para que la comunidad internacional tome medidas. El hecho de no tomarlas tiene graves consecuencias, ya que las repercusiones de la violencia siguen afectando a los niños a lo largo de toda su vida, lo cual influye negativamente en su desarrollo emocional y cognoscitivo, su salud, su comportamiento y, en última instancia, en la sociedad en general. Ninguna forma de violencia se justifica y toda violencia se puede evitar. Esta guía se elaboró para suscitar transformaciones considerables ayudando a las comunidades escolares y a la comunidad internacional en general a reaccionar ante la violencia y a aplicar medidas para prevenirla.

Descargar aqui: Guía de la UNESCO para los docentes para afrontar y prevenir la violencia en la escuela.

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Libro: Educación para la convivencia

Educación para la convivencia

  • Autor: Ramón Gil Martínez
  • Año: 2011
  • Editor: Región de Murcia
  • Páginas: 200 páginas
  • Idioma: español
  • Desde: 10/05/2017
  • Tamaño: 932 KB
  • Licencia: CC-BY-NC-SA

Sinopsis:

La obra que se presenta es una aproximación a los diversos valores que la escuela y el instituto deben transmitir al alumnado con el fin de que éste acepte sus deberes y conozca sus derechos en relación con el grupo y con la sociedad en general, promoviendo la tolerancia, la cooperación, la solidaridad y el ejercicio del diálogo como arma fundamental para el entendimiento entre los hombres, y teniendo como base de todo lo anterior los derechos humanos. En sus páginas se encuentra una serie de normas de conducta para facilitar la solidaridad y el respeto y evitar, de esta manera, las conductas agresivas, a la vez que se fomenta el cultivo de la amistad y del amor.

Se trata de un material de gran utilidad en la etapa de la Educación Secundaria, de interés para un amplio sector de la comunidad educativa: profesores, alumnos y familias.

 

Para descargar el libro: https://openlibra.com/es/book/download/educacion-para-la-convivencia

Fuente de la reseña: https://openlibra.com/es/book/educacion-para-la-convivencia

Fuente de la imagen: https://olcovers2.blob.core.windows.net/coverswp/2017/05/educacion-para-la-convivencia-OpenLibra-300×441.j

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