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Christine Delphy y el feminismo materialista

El feminismo materialista desarrolla una crítica a la cosmovisión idealista y biologista del género y la sociedad. Las mujeres no están oprimidas por la biología o por valores culturales, sino por las relaciones materiales de producción.

Prólogo a Por un feminismo materialista de Christine Delphy (Verso Libros, Barcelona, 2023).


Efectivamente, los movimientos de mujeres han desencadenado, como era de prever, una contraofensiva generalizada procedente de todos los horizontes, de la Universidad y el gobierno, de la izquierda y la derecha, y que adopta todas las formas, desde el ataque obsceno –el más franco– hasta la hábil recuperación -más deshonesta y, por lo tanto, más eficaz (Christine Delphy, Protofeminismo y antifeminismo, 1977).

El objetivo del feminismo materialista no es la emancipación de “la mujer”, ni tampoco la emancipación de “el negro”, sino su desaparición, en plural. Las estrategias y luchas que lo consigan, materializarán la emancipación, tal y como se plantea con las clases socioeconómicas. Ciertos movimientos, en cambio, luchan porque “la mujer” y “el negro” sigan en un futuro siendo “mujer” y “negro” pero más libres, más guapos y más felices, ya que para dichos movimientos la mujer nace, no se hace. En efecto, decirlo así sería un ataque obsceno, aunque franco al feminismo y la descolonización, así que lo hacen incluyendo la palabra “emancipación” en su discurso para conseguir una hábil recuperación, hábil y deshonesta, como dice nuestra autora, Christine Delphy. El marco de estos movimientos es esencialista, pues entiende que la relación entre los hombres y las mujeres es una relación de diferencia biológica a celebrar y no una relación de dominación a neutralizar. Esta idea de la diferencia biológica es desde donde se construyó cierto feminismo liberal de la igualdad que comparte paradójicamente con el feminismo de la diferencia, el reclamo de la igualdad entre dos diferencias naturales (hombres y mujeres) que, al ser naturales, afirman, no pueden desaparecer.

Esta cosmovisión, fundamento del patriarcado moderno liberal, limita la capacidad de la gente para pensar la humanidad en el siglo XXI fuera de las categorías de hombre y mujer. Si pudieran pensarla de otra forma, entonces la heterosexualidad sería una simple pulsión, no un régimen político totalitario, tal y como lo nombraba Monique Wittig, una de las fundadoras del feminismo materialista que militó durante su juventud con Delphy en el Mouvement de libération des femmes (MLF).

Debido a esa concepción biologista sobre hombres y mujeres, la familia heteronuclear se entiende que es tan natural como un hongo. Y como en este marco no hay manera de cambiar lo que es biológicamente natural, la propuesta mainstream es emancipar “al hongo”. Por estos motivos Delphy afirmaba que la heterosexualidad es lo más interclasista que hay en el mundo.

Esta breve introducción, si bien pudiera parecer abstracta, resulta importante para entender el libro que tenéis entre manos. Éste se estructura en torno a dos ejes. El primero es una crítica a la cosmovisión idealista y biologista de la sociedad. En este eje, la idea principal de Delphy es que las mujeres están dominadas, no por la biología (biologismo) ni por las ideas o valores culturales (idealismo), sino por las relaciones materiales de producción. Así, elsegundo eje pone el foco en las relaciones de producción de la familia que es, según la autora, donde se produce la explotación principal de las mujeres. Sea en forma de “tareas” domésticas, de cuidado o de “ayudante”, estas actividades se realizan en un régimen masculino de explotación donde las mujeres no cobran por un trabajo que, mercantilizado, representaría el 40% del PIB mundial. Como dice Silvia Federici en El Patriacado del salario, no deja de ser curioso que en un sistema basado en el salario casi la mitad de las mujeres (42%) a nivel mundial jamás haya cobrado uno.

Si bien es cierto que Delphy lleva a cabo la crítica del idealismo y el biologismo utilizando el texto clásico Palabra de mujer de Annie Leclerc, publicado en 1975, lo cierto es que la crítica realizada es de una actualidad tragicómica: trágica porque el idealismo y el biologismo son un drama que se repite como tragedia en cada generación; cómica porque la respuesta de Delphy es mordaz, hecha de ironía recién sangrada perteneciente a una historia de bozales y hierro candente que nunca fue amordazada. Una respuesta que es, en realidad, tan antigua como Safo, querida desde este futuro que no la olvida y que llega hasta ese presente liderado por Sojourner Truth en aquella guerra de liberación que acaba otra vez de empezar, donde el humor siempre fue y será el arma más elegante y dolorosa de las clases subalternas, que viejas, sabias y organizadas en movimientos autónomos, irrumpieron en el siglo XXI con las revueltas feministas más grandes de la Historia.

Idealismo y biologismo

Un joven campesino invitó a dos mujeres de la ciudad a compartir su té y abrió una lata de paté. Su tía, una anciana que le cuidaba la casa… en su pan solo puso la grasa de alrededor del paté, que había sido despreciada por los otros tres comensales.  La carne del paté nunca había sido expresamente prohibida a esta anciana; pero la obligación de dejar la mejor parte a los demás había sido internalizada como un imperativo moral. Por lo que ella actuó por su propia iniciativa al darse la peor parte (Delphy, Sharing the table, 1980).

Existe una ley universal, construida social e íntimamente ligada a la supervivencia, por la cual aprendemos a adaptar nuestras esperanzas a nuestras posibilidades. En un mundo completamente sexualizado y, a pesar de no haber recibido prohibiciones explícitas, las mujeres no llevan a cabo aquellas actividades que, consideran, no les corresponden. A las mujeres se las socializa como sirvientas, auxiliares, ayudantes, en una palabra, contingentes. La feminidad se crea mediante las características propias de las criadas, que son por definición subalternas. Como decían Gayatri Spivak y Frantz Fanon con respecto a los colonizados, este proceso implica violencia epistémica y autodesprecio. Este proceso material de producción de feminidad es opuesto a la creación de lo masculino que se crea mediante atributos de nobleza y honestidad, a saber, como modelo universal y esencial a seguir por el resto de la humanidad. Por ello no es ninguna casualidad que el 80 % de “directores y empleadores” sean hombres, mientras que en las categorías de “auxiliares y ayudantes” el 82 % son mujeres empleadas que, en muchos casos, reciben sueldos “complementarios”. En términos bourdieuanos lo masculino es una construcción semiótico-material que se hace, entre otras cosas, mediante capital simbólico. Al contrario, los cuerpos feminizados se producen mediante violencia simbólica: son subjetivaciones o identidades desarrolladas en estructuras materiales de producción que las socializan obligatoriamente en el autodesprecio, por lo que cogerán siempre y “por imperativo moral”, como dice Delphy, la peor parte del paté y del trabajo. Lo mismo ocurre con el trabajo doméstico y de cuidado que hacen las mujeres sin cobrar y que aparentemente también hacen “por su propia iniciativa”.

Así, la autora de este libro defenderá que las mujeres no trabajan gratis ni comen la peor comida ni hacen las más bajas tareas de la humanidad por iniciativa propia, sino porque ha sido durante siglos la única manera que tenían de sobrevivir. En otros términos, las mujeres no son esos seres que tienen vulva, sino seres que trabajan más que los hombres de su misma familia o comunidad, pero tienen menos poder, capital, tiempo y espacio que ellos. Y esto es así en cualquier lugar del mundo.

Para el feminismo materialista desarrollado por Delphy, las condiciones materiales producen clases sexualizadas como las mujeres, clases racializadas como las negras o clases mercantilizadas como las trabajadoras. El feminismo materialista entiende que la producción de nuestras percepciones, creencias e identidades, se basa en ciertas condiciones sociales y económicas concretas, completamente materiales, a través de las cuales se reproducen las estructuras objetivadas de poder. Así que la pregunta es por qué y para qué se hacen materialmente las mujeres y los hombres, de nuevo, que no nacen, sino que se hacen.

El reaccionarismo como base idealista y biologista

A menudo se argumenta que la división sexual del trabajo se basa en la división biológica de la reproducción. Desde ciertas teorías de la reproducción social, pero también desde el feminismo de la diferencia y el feminismo liberal, los cuales comparten premisas ontológicas, se dice que el reparto cultural de las actividades sociales, incluido el trabajo doméstico y de cuidado, se sienta sobre la diferenciación de las funciones biológicas de la reproducción. De acuerdo con estas corrientes, la diferencia sexual biologista sostiene la diferencia cultural. Esto significa que el naturalismo biologista (proponer causas biológicas para explicar cuestiones políticas como la dominación) camina de la mano del idealismo (proponer causas culturales o de valores para explicar la dominación).

Bajo los marcos teóricos descritos, una de las creencias comunes es que los trabajos desempeñados por las mujeres están depreciados, es decir, no se valoran como deberían en relación con la importancia que tienen para la vida. Este discurso se ha extendido como la dinamita durante la pandemia global iniciada en 2020, momento en que tanto los mercados como las empresas se vieron obligadas a detener sus operaciones. Como consecuencia el trabajo no remunerado se duplicó y se hizo de nuevo evidente que dicho trabajo estaba absolutamente feminizado, desde enfermería y limpieza, hasta el trabajo de cuidado, la crianza o la cocina, el día a día de la gente se sostenía sobre el trabajo precario realizado por mujeres. Tras este hecho, muchas corrientes intelectuales concluyeron que “no se le da valor suficiente a todas esas tareas que realizan las mujeres”. Desgranado desde las lentes que nos ofrece Delphy, puede decirse que este pensamiento es, por un lado, biologista y por otro idealista.

Formulación biologista: “la desvalorización de la mujer tiene como consecuencia la desvalorización de los trabajos de la mujer”. Pero, ¿cuál es la diferencia entre ser mujer y hacer trabajos de mujer?  Como indica Delphy, si las funciones sociales descritas (criar o cuidar) equivalen a funciones naturales (por ejemplo, dar a luz), entonces, algunos trabajos son sencillamente trabajos de mujer. Por eso, desde el materialismo feminista pensamos que la categoría “mujer” es una categoría que cumple una función sociopolítica para la dominación. En cambio, la categoría “gameto” no es una categoría política y creemos además que no tiene nada que ver con la dominación patriarcal, el cambio climático o la dominación capitalista.[1] Al responder de esta forma a algunas preguntas teóricas se nos atribuye el querer negar la realidad biológica. Nada más lejos de la realidad. De hecho, existen diversas corrientes dentro de las ciencias biológicas que explican cómo y por qué el “sexo” en el ser humano no es binario, sino, en todo caso, bimodal. Esto es, no existe eso que llamamos “sexo masculino” o “sexo femenino” correteando como “dato” por los genes, por los baños o por los campos de fútbol.

De acuerdo a la divulgadora científica Juane Celeste Giraldo, el sexo en biología se refiere, antes que nada, al tipo de células haploides (gametos) que deben fusionarse para recombinar su genoma. El sexo evoluciona como estrategia adaptativa para maximizar la variabilidad genética, pero los genes son insuficientes para entender el desarrollo de las células, ya que son los gradientes morfogenéticos los que ordenan a las células cómo desarrollarse. Esta lección nos enseña que siempre hay que incluir la dimensión epigenética. En otros términos, los genes, los gradientes morfogenéticos y la epigenética constituyen los ingredientes básicos de las redes de regulación genética. A ello debe añadirse lo que se llama “caracteres sexuales” primarios (genitalidad) y secundarios, esos rasgos morfológicos asociados culturalmente con la presencia de ciertos genitales. En resumen, no para toda comunidad humana un mismo subconjunto determinado de caracteres cuenta como “carácter sexual”.

Por eso, si quisiéramos cuantificar la distribución de rasgos sexuales para observar si son o no binarios, primero deberíamos acordar, cultural y políticamente, qué rasgos queremos medir y analizar (dependiendo del tipo de rasgo, las distribuciones pueden cambiar considerablemente). Si solo nos quedamos con las modificaciones genéticas de los cromosomas sexuales, nuestras variables son discretas y las mutaciones puntuales. Es decir, no se observan dos grupos claramente distinguibles, sino varios. Además, a ese modelo de distribución habría que añadir el desarrollo de caracteres sexuales secundarios que supone aún más variables y niveles. Por tanto, si queremos hablar de “sexo” incluyendo cromosomas, genitales y caracteres sexuales, las cosas se complican. Esto quiere decir que si incluyéramos en este modelo la concentración de hormonas sexuales obtendríamos un tipo de distribución donde hay dos modas y varios puntos intermedios, lo que nos lleva a un modelo sexual bimodal y no binario. En humanos sólo existen dos células sexuales o gametos, pero existen varias mutaciones de cromosomas sexuales y muchísimas combinaciones de caracteres sexuales secundarios y primarios que no se quedan en lo binario.

Las corrientes biologistas desplegadas por la derecha conservadora y neoliberal, así como por la izquierda reaccionaria y transexcluyente, unidas todas alegremente por el interclasista régimen heterosexual: ¿Acaso pretenden hacernos creer que cuando hablan de “mujeres” hablan de “gametos”? ¿Cuándo hablan de emancipar a “la mujer”, se refieren a emancipar “al gameto”? Creemos que no. No quieren emancipar a los gametos, sino disciplinar heterosexualmente la diversidad fenotípica y normativizarla, en el sentido político de hetero-normativizarla, argumentando que hay “sexo normal” y “sexo no normal, es decir, patológico”, y como constata toda autora que se precie desde la década de los setenta, “patológico” es una categoría normativa y, por tanto, valorativa (volvemos al tema de los valores culturales), mientras que la variabilidad fenotípica es una categoría descriptiva. Por lo que concluimos que los cuerpos sexuados tienen una distribución bimodal, no binaria.

En cualquier caso, tuvieran esta u otra distribución, da igual, como afirman las neurocientíficas Fine, Joel y Rippon[2], porque intentar explicar la diferencia de comportamiento entre mujeres y hombres debido a su “sexo” (o gametos), además de ser un proyecto político e ideológico, nunca será determinante porque evolución en el pensamiento moderno evolucionista no quiere decir “heredado genéticamente” ya que hay muchísimas maneras de evolucionar y heredar de forma no genética. Entre dichas formas están las que tienen lugar mediante factores ambientales, que en las sociedades humanas implican factores políticos e históricos. Por eso la mayoría de teorías biológicas en este campo demuestran desde hace ya tiempo (Fine et al. 2017) que la política cambia la biología.

De este modo, volvemos al argumento con el que empezamos: la biología se transforma culturalmente. La división cultura versus biología, tal y como la plantean las teorías biologistas, es no solo absurda, sino peligrosa y reaccionaria, porque tratan de naturalizardiferencias para esencializarlas, jerarquizarlas y que la política no las pueda cambiar en tanto que “biológicas”. Dicho de forma clara: donde antes estaba Dios, ahora ponen biología.

Formulación idealista: Annie Leclerc, la autora que Christine Delphy critica pertinazmente, afirma que “la pretendida inferioridad de la mujer nunca hubiese podido dar lugar al nacimiento de una sólida explotación si las tareas domésticas que le eran propias no hubieran estado consideradas viles, sucias e indignas del hombre”. Pero si los trabajos domésticos no son ingratos per se, sino que se decreta que lo son (valores, cultura) y esa es la causa de la pretendida inferioridad de las mujeres, causa a su vez de su explotación, entonces estamos ante una explicación idealista. De acuerdo con esta corriente son los valores o las ideas –y no las condiciones materiales– las que crean las condiciones de posibilidad para la explotación y la dominación, lo cual lleva a hacer una abstracción de la base material del valor, como insistirá Delphy. A su vez, ello nos lleva a la pregunta de cómo pueden imponer los hombres su negativa apreciación de los trabajos domésticos antes de estar en situación de imponer, es decir, de dominar, cuestión que también Engels respondió, según nuestra autora, de forma idealista y biologista.

Para poder explicar esta acrobacia, Leclerc introduce el argumento con el que hemos empezado el artículo: la libre elección, también llamada, amor. Dicha respuesta da a entender que las mujeres hacen trabajo doméstico y de cuidados sin cobrar, trabajan cuatrocientas horas más que los hombres y cobran un 35 % menos, limpian culos, baños, cloacas enteras y comen la peor parte del paté por amor. Por amor a la familia. Este argumento olvida que la familia es hoy en día el núcleo principal no solo de desposesión de las mujeres, pues el 97 % del cuidado no pagado de todo el mundo lo hacen las mujeres en la familia y para la familia, sino el núcleo donde más violencia directa se ejerce contra ellas.

Sistema de producción familiar o patriarcal

La obra de Delphy muestra que no son las tareas de las mujeres lo que no tiene valor, sino su trabajo. La pregunta es, por tanto, acerca de las relaciones de producción en las que se realiza dicho trabajo. Lo que está prohibido a las mujeres no son ciertas tareas, lo que se les prohíbe es el efectuarlas en determinadas condiciones. Lo que está prohibido o desincentivado, tal y como lo formula Delphy, “no (es) tanto hacer diplomacia como ser diplomático, no tanto subirse a un tractor, sino subirse a él en condición de patrón o incluso de obrero a quien se le paga por hacerlo, de lo cual se desprende que las tareas que no pueden realizarse de modo subalterno tienen que estar prohibidas a las mujeres.

Toda la legislación laboral del siglo XIX y XX camina en esta dirección: cuando una mujer se convierte en esposa, su fuerza de trabajo es apropiada, es decir, pasa a ser propiedad de su marido. En Francia, el salario de una mujer casada se le daba automáticamente a su marido hasta 1907 y aún en 1965 un esposo tenía el derecho legal de impedir que su esposa trabajase fuera del hogar. Permítanme añadir algo que todas sabemos y que Delphy explicó en un texto llamado Sharing the table: tomar una esposa ha sido –y sigue siendo en la mayoría del mundo– una alternativa de bajo costo a la contratación de un empleado.

En suma, las identidades no son una cosa sino una relación. La identidad “mujer” no se define mediante, o en oposición a, el concepto ni a la identidad de “obrera”. Sin embargo, ser “obrera” sí se define en relación de oposición a ser “capitalista”: la clase trabajadora necesita a la clase capitalista para su existencia. Al igual que ocurre con las “mujeres”, que existen en tanto que existen “hombres” y al revés. Como decía la historiadora marxista Ellen Meiksins Wood, el trabajo como proceso abstracto no implica sexualización, ni la sexualización implica trabajo abstracto, tal y como muestra el patriarcado feudal. En cambio, aquí y ahora, existen juntos como el sistema nervioso y el sistema digestivo que conforman un mismo cuerpo humano. A este respecto, explicar cuál es la relación de producción que produce proletarios y plusvalía, o por qué los trabajadores trabajan más, pero tienen menos poder, renta y tiempo que la patronal, sigue sin responder a por qué las proletarias trabajan más que los proletarios y tienen menos sueldo, menos renta, menos tiempo, poder y espacio que ellos.

Por eso, insiste Delphy, no es la especificidad técnica, función o utilidad de la tarea lo que fundamenta la división sexual del trabajo. Todas vivimos a diario este fenómeno por el cual las mismas tareas pueden ser nobles y difíciles cuando son realizadas por hombres, o insignificantes e imperceptibles, fáciles y triviales cuando corren a cargo de las mujeres, como dice Bourdieu en la Dominación Masculina. También es este el motivo por el que, cuando los hombres accedieron a la cocina, inventaron el “talento culinario”, creando carreras y cobrando enormes sumas de dinero por hacer lo que millones de mujeres hacen a diario, día y noche, sin cobrar. Así se expresaba Margaret Maruani, contemporánea e interlocutora de Christine Delphy, en el texto Trabajo y empleo de las mujeres de 1976.

El trabajo es el mismo, la diferencia reside en que ese mismo trabajo lo hagan hombres o lo hagan mujeres. La estadística establece que los oficios llamados cualificados corresponden fundamentalmente a los hombres, mientras que los trabajos ejercidos por las mujeres «carecen de calidad». Ello se debe, en parte, a que cualquier oficio, sea cual sea, se ve en cierto modo cualificado por el hecho de ser realizado por los hombres (que, desde ese punto de vista, son todos, por definición, de calidad). Así pues, de la misma manera que el más absoluto dominio de la esgrima no podría abrir a un plebeyo las puertas de la nobleza de espada, tampoco a las teclistas —cuya entrada en el mundo de la edición ha suscitado resistencias formidables por parte de los hombres, amenazados en su mitología profesional del trabajo altamente cualificado— se les reconoce que trabajen en el mismo oficio que sus compañeros masculinos, de los que ellas están separadas por una mera cortina, aunque realicen el mismo trabajo: hagan lo que hagan, las teclistas son unas mecanógrafas y no tienen, por tanto, ninguna calificación. Hagan lo que hagan, los correctores son unos profesionales del libro y están, por tanto, muy cualificados.

En este sentido, para nuestra autora, la división sexual del trabajo es eso, división de trabajos, no de tareas, y los trabajos comportan, como parte integrante de su definición, la relación de producción, es decir, la relación del productor con el producto. Así, el modo de producción patriarcal o familiar es el trabajo gratuito realizado por las mujeres en el marco social (no geográfico) de la casa y la familia y se aplica a cualquier producción realizada en dicho marco fundamentado en el matrimonio (y que persiste tras el divorcio): “El matrimonio libera a los hombres de sus obligaciones domésticas, permitiéndoles avanzar más rápidamente en su trabajo”, dice Delphy. Y añade que todo ello está fomentado y sustentado mediante la legislación patriarcal que perpetúa la exclusión de las mujeres del mercado laboral. Son las diversas políticas públicas las que operacionalizan esta exclusión, y un ejemplo son las políticas de conciliación que no han cambiado un ápice el hecho de que las excedencias para trabajo de crianza o de cuidado no remunerado las pidan en un 95 % las mujeres. Esto último aumenta su carga de trabajo no pagado, reduciendo su tiempo y su participación no solo en el mercado, sino en la esfera pública, social y política. Esto a su vez conlleva reforzar el sistema familiarista del Estado patriarcal que aumenta la dependencia de las mujeres hacia los recursos, propiedades y sueldos de los hombres. Por su lado, los hombres aumentan el tiempo invertido en el trabajo remunerado, aumentando el capital económico con cada hijo que tienen. A este respecto, los últimos datos de 2020 del Banco de España confirman las conclusiones del marco conceptual desplegado por Christine Delphy en este libro: al año siguiente del nacimiento del primer hijo, las mujeres se enfrentan a una pérdida de ingresos del 11,2 % respecto a la situación previa, mientras los ingresos de los padres aumentan entre un 0,15 % y un 5 %. Así es como diez años después del nacimiento del primer hijo, los ingresos de las mujeres se estabilizan en un 33 % menos y no vuelven a subir.

Pensar, como hacen ciertas corrientes reaccionarias, que la desposesión de las mujeres es por la inferioridad de su trabajo, es idealismo desparramado en el lodazal biologista. Dicho camino, advierte nuestra autora, “solo lleva a revalorizar la glorificación «vulgar» del papel de madre y esposa, presentándolo bajo un disfraz pseudocientífico o, peor aún, pseudo feminista, cuando en realidad es neomasculinismo”.  Cuando el capitalismo patriarcal ataca con muerte y miseria, el feminismo responde con fuerza y organización y cada vez que el feminismo se expande, el reaccionarismo se rearma por todas las capas de la sociedad arrastrando a la izquierda a los campeonatos cristianos pronatalistas de la maternidad intensiva. A estas alturas ya sabemos que todos los caminos idealistas y biologistas llevan al Foro de la Familia, una familia privada que se creó para la desposesión y exclusión de las mujeres del poder público, económico y político con el único objetivo de que jamás gobiernen el mundo. Bienvenido sea este libro, porque sienta las tesis para hacerlo desde el feminismo y el materialismo.


Fuente: https://jacobinlat.com/2023/02/21/christine-delphy-y-el-feminismo-materialista/

Notas

[1] Los gametos son las células sexuales haploides de los organismos pluricelulares.

[2] Pueden encontrarse referencias de cientos de investigaciones en el número “NeuroGenderings”, publicado en 2019 por S&F Online

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República Dominicana: Emma Polanco exhorta a la mujer a conquistar espacios sustentada en la formación, principios y valores

09 de Marzo 2018/Fuente:cdn /Autor:cdn

La candidata a rectora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Emma Polanco exhortó a la mujer dominicana a conquistar espacios sustentada en la formación, principios y valores.

Al conmemorarse este jueves 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, Polanco instó a las féminas a ocupar espacios que ayuden a contribuir al desarrollo de la sociedad dominicana.

La catedrática universitaria resaltó el aporte invaluable realizado por la mujer dominicana para el fortalecimiento institucional de la UASD y la democracia nacional.

La doctora Polanco se comprometió a trabajar por una integración de igualdad en las distintas posiciones de la estructura orgánica de la alta casa de estudios.

Expresó que la mujer dominicana marcha con firmeza y seguridad, tras entrar con éxito en la era del conocimiento, la tecnología y la información, experimentando un crecimiento basado en el talento, el intelecto, disciplina y principios éticos; lo que se traduce en el desarrollo sostenible de República Dominicana.

Externó que las mujeres en la historia de la UASD están marcadas por sus luchas en reclamo de sus derechos, su autonomía y su fuero, por la preservación de su carácter abierto, democrático y universal.

Polanco enfatizó que de llegar a la rectoría de la UASD, trabajará para incluir la perspectiva de género en los planes de estudios y el Estatuto Orgánico de la academia, para que la mujer tenga los mismos derechos que los hombres, con el propósito de contribuir a su superación en los ámbitos económico, político y social del país

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Argentina: Proyecto Mira se propone dar más visibilidad a las mujeres en la esfera pública

05 Noviembre 2017/Fuente: noticiaspositivas/Autor:  Andrea Mendez Brandam

Nació este año como una organización cívica y social, de financiación privada, que pone a disposición perfiles de mujeres oradoras especialistas de cualquier área

Proyecto Mira nació este año como una organización cívica y social, de financiación privada, que pone a disposición perfiles de mujeres oradoras especialistas de cualquier área para los paneles, conferencias, entrevistas, artículos o notas que sus clientes necesiten armar, en busca de que cada instancia de comunicación sea más diversa. Además, crean y trabajan para fortalecer la red de mujeres comunicadoras y líderes en sus distintas áreas, dando el espacio para que se gesten más proyectos, recursos y sinergias.

Marina Solanas y Sofía del Carril son sus directoras. Solanas es ingeniera industrial, con una maestría en sistemas de energías renovables y liderazgo en ingeniería, enfocada en procesos más sostenibles e inclusivos (@marina_solanas) y Del Carril es abogada, con una maestría en relaciones internacionales, trabaja en temas de transparencia y reformas políticas (@delcarrils).

AMB: -¿De qué se trata el Proyecto Mira?
Marina Solanas:
 -Es una iniciativa que propone aumentar la voz y la visibilidad de las mujeres en la esfera pública en general, y en los medios, poniendo a disposición información y perfiles de mujeres especialistas en distintas áreas, dando herramientas de desarrollo profesional y personal y creando redes.

AMB: -¿Por qué sintieron la necesidad de trabajar en este proyecto?
Sofía del Carril:
 -Es algo que nos surgió a las dos cuando volvimos de hacer nuestros estudios de posgrado en EE. UU. Cuando llegamos acá nos dimos cuenta que, si bien EE. UU. no es la panacea en estos temas, había una diferencia con la Argentina en el sentido de que acá había muchísimas mujeres y talentos que estaban siendo desperdiciados, que no estaban ocupando los lugares que se merecían. Tampoco había una gran conciencia sobre estos temas, y eso nos movió a empezar a conceptualizar esta iniciativa.

MS: -Por mi lado también creo firmemente, y lo dice también Naciones Unidas, que no puede haber un desarrollo sostenible sin una igualdad de género. Al mismo tiempo, nuestro país no puede ser sostenible ni puede tener todo el valor que tendría si nuestras mujeres estuviesen insertas en nuestra economía. Nuestra economía podría ser mucho más exitosa, y junto con la inclusión podríamos tener un país mucho más sostenible y próspero.

AMB: -La mirada de la mujer es distinta.
MS: -Totalmente. Tenemos características distintas, y sin diversidad e inclusión no se puede llegar demasiado lejos.

SC: -Dos de los grandes pilares del proyecto son, al margen de la base de datos que estamos armando, por un lado la parte de talleres y de herramientas, y el de redes. La idea es armar distintas redes para que nos vayamos conociendo y ayudando entre todas. Yo, por ejemplo, vengo del mundo del Derecho y las Ciencias Sociales, y quizá no tenía mucho conocimiento de la situación de las mujeres en otras áreas. La idea de Proyecto Mira es que puedas tener mujeres especialistas en diferentes ámbitos y que puedan referirse unas y otras.

MS: -La idea de la base de datos es que crezca en forma orgánica mediante un proceso de nominación, y que los que acceden a esta base de datos sean los medios, la prensa, organizadores de eventos, paneles y conferencias, u organizaciones que necesiten diversidad en sus equipos de trabajo.

GM: -¿Cómo están recolectando los datos?
SC: -Por un lado recibimos postulaciones espontáneas, nos pueden escribir a info@proyectomira.com.ar, y por otro lado lo que vamos a hacer para que sea una red orgánica es que sea un proceso como una “bola de nieve”. Por ejemplo: yo nomino a alguien, y le pido que nomine a otras tantas personas, y así sucesivamente.

MS: -Esta red se basa en un sello de confianza. Es decir, no somos nosotras las únicas que pueden nominar, sino que la idea es que luego esto se vaya desarrollando de forma orgánica y tome vida sin nuestra intervención. Nosotras no queremos que esta base de datos dependa de nosotras. Estamos acá para hacer despegar el proyecto, y que luego vaya nutriéndose y creciendo de forma orgánica y sin el impulso inicial que le estamos dando.

AMB: -¿Qué les pasa cuando van contando el proyecto?
MS: -Las respuestas que tenemos son geniales. A todos los que les contamos la idea les encanta, recibimos mucha colaboración de distintas personas que quieren formar parte de la base de datos pero también quieren darle impulso. También nos juntamos con muchísimas personas del ámbito emprendedor y de gente enfocada en temas de género.

AMB: -¿Cómo pueden contactarse con ustedes quienes quieran formar parte del Proyecto Mira?
MS: -Queremos invitar a que todas aquellas personas que quieran pertenecer a la base de datos nos escriban a info@proyectomira.com.ar. Pronto estaremos publicando la base de datos con todas estas mujeres especialistas en distintas áreas para que puedan agregar esta diversidad.

 

Fuente de la entrevista: http://noticiaspositivas.org/proyecto-mira/

Fuente de la imagen: http://noticiaspositivas.org/wp-content/uploads/2017/10/Proyecto-Mira-1024×768.jp

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SheWorks!, una plataforma para mejorar la empleabilidad en mujeres

20 Agosto 2017/Fuente: larepublica/Autor:Katherine Benítez Piñeros

En el marco del SAP Executive Partner Summit, la compañía alemana anunció una alianza con la plataforma digital SheWorks! para promover la educación de las mujeres y mejorar sus condiciones de empleabilidad. LR dialogó con la argentina Silvina Moschini, CEO y fundadora de SheWorks! (Ellas trabajan! para Latinoamérica), quien habló de la iniciativa.

¿Cuál es el objetivo de la app?

Es una plataforma que conecta a través de tecnología en la nube, inteligencia artificial y analítica de datos a mujeres talentosas de todo el mundo con oportunidades de trabajo que pueden hacerse de manera remota. No solo beneficia a las mujeres, sino también a las empresas porque les da herramientas de monitoreo, colaboración y gestión.

¿Cuál es el perfil de la mujer que ingresa a SheWorks!?

Hay dos grandes grupos. Por un lado, millenials que quieren trabajar con modelos flexibles; y por el otro, las mamás que están pensando en irse del mercado laboral tradicional o las que se fueron y quieren reingresar.

¿Cuáles son las áreas de especialidad?

Nos enfocamos en dos grupos. El área creativa (diseñadoras, expertas en contenido); y luego el de expansión que es comunicaciones, social media, desarrolladores, programadores. expertos en data scientist, machine learning e internet de las cosas. Esperamos conectar a 100.000 mujeres con educación en habilidades digitales y empleos remotos en cinco años.

¿Cómo se entra a SheWorks!?

Pueden entrar a través de un partner quien certifica una habilidad técnica. Luego hay dos tests (o más dependiendo de los clientes): uno es de capacidad analítica y el otro es de inglés. Después hay una mirada de un equipo que tiene una curadoray una persona que mira el perfil en general. Si pasas esto con cierto estándar, entras a la plataforma. Sin embargo, la verdadera evaluación viene con los clientes quienes continuamente te están retroalimentando. Si trabajas bien, vas sumando puntos y eso te permite poder aplicar a otros empleos.

¿De cuánto es la facturación anual?

Ahora estamos en US$5 millones por año. Ganamos dinero cuando la empresa contrata a la mujer (nos paga un porcentaje) o cuando licencia el software.

Fuente de la noticia: https://www.larepublica.co/internet-economy/sheworks-una-plataforma-para-mejorar-la-empleabilidad-en-mujeres-2538872

Fuente de la imagen: https://images.larepublica.co/s3/239/cms/2017/08/19091705/Silvina.jpg

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¿Y cómo lo hace?

Por: Gloria Hurtado

Esta mañana escuché la noticia y sentí el peso del absurdo. La policía de Bogotá encontró a 5 niños solos, en un cuarto, “al mando” de su hermana mayor de 13 años. Las edades son 11, 9, 7, 4 y 2. Preguntando por sus padres, la niña grande respondió: “papá nos dejó y mi mamá está trabajando en una bodega”. La policía junto a ICBF optaron por llevarse los niños a un hogar de paso mientras esperaban que la madre se presentara. Doce horas después llegó la señora. La denuncia de abandono la colocó el dueño del cuarto que la madre había alquilado para ella y sus hijos.

Sí, comenzará un proceso y posiblemente se los “quiten”. Posiblemente la censuren por el abandono a sus hijos. Muy posiblemente le den lecciones de maternidad y responsabilidad. Le harán ver el inmenso compromiso que tiene con esos niños y los riesgos a los que los expone al dejarlos solos. Muy seguramente la “castiguen” por su actitud “despreocupada” y socialmente sea catalogada como una “mala madre”. Pero, alguien me puede explicar ¿cómo hace una familia como estas para sobrevivir? ¿Cómo mantiene esta señora a sus hijos sino “los abandona” para ir a trabajar? Claro, la hermana mayor “ni soñar” con que pueda ir a estudiar. Ella es una madre “sustituta” y ya tiene la carga de sus hijos- hermanos y desde ya también deberá entender y sentir que la vida de una mujer es “eso”, sacrificarse por otros, renunciar a sus sueños y esperar que “aparezca” un príncipe azul que la “libere” de la carga. Ingenua ella, posiblemente lo que hará es “agrandarle” la responsabilidad con mas bocas que cuidar. A nombre claro del amor o de algo “parecido” al amor.

Pero no hay educación, ni planificación familiar, ni autorización para abortos cuando suceden “accidentes” desde la ignorancia. Mujeres como estas “atrapadas” por sus hijos porque alguna vez desearon tener un poco de placer, o de ilusión o de fantasía (o todas las anteriores) y se acostaron con un macho tan infantil como ellas y engendraron hijos. ¿Qué sigue? ¿Cómo detener esta cadena de absurdos?  Es entonces cuando vale preguntar por la “linda” maternidad que vende la cultura occidental, donde los niños, rollizos y sonrientes, “engrandecen” la vida de la mujer y la hacen sentirse orgullosa de su destino y de su misión. ¿Será que sí? ¿Usted cree que la mamá de estos niños puede atisbar de pronto lo que quiere decir felicidad, realización, optimismo, expectativas para el futuro? ¿Usted cree que la imagen idealizada de la maternidad es una idea que debe seguir fomentándose como el paradigma de realización femenino? ¿Cuántas mujeres como estas hay en Colombia? ¿Cuántas familias como estas se multiplican en nuestro país, para “honrar” la moral y las buenas costumbres?

Mientras nuestra cultura siga creyendo que el ideal femenino es la maternidad y además castigue socialmente a la mujer que no desee perpetuar este modelo, o la censure por ser “mala madre” y tener intereses personales o necesidades básicas diferentes, tendremos situaciones como estas en todo el país. ICBF se seguirá llenando de hijos “abandonados”, no reconocidos o no adoptados, cuyo futuro depende de lo que el Estado haga por ellos. La maternidad como ideal de vida femenino necesita una revisión. O usted tiene respuesta concreta para la “mala” madre de los 5 hijos de Bogotá.

Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos

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Colombia: El profesor que eliminó los embarazos adolescentes

Colombia/Junio de 2017/Autora: Camila Taborda/Fuente: El Espectador

Luis Miguel Bermúdez, docente del colegio Gerardo Paredes, en Bogotá, diseñó un currículo de educación sexual que logró reducir a cero el número de embarazos en la institución, donde 70 niñas solían dar a luz cada año.

Para el profesor Luis Miguel Bermúdez, sus estudiantes no eran unas berracas por tener muchachitos y seguir en la escuela. Eran niñas que llevaban a sus hijos dentro de un cochecito al colegio Gerardo Paredes, en Bogotá, y los dejaban en el patio para ir a recibir clases.

Esta es la historia de una de cada tres adolescentes en Colombia: ser madre antes de cumplir 19 años. Tal destino, en la mayoría de los casos, las obliga a desistir del colegio y las priva de oportunidades de por vida. El embarazo adolescente, según Unicef, “está asociado con la violencia de género en su sentido más amplio: violencia física, simbólica, psicológica y económica”.

Así que, para cumplir con el quinto objetivo de desarrollo sostenible (ODS), dar oportunidades a mujeres y hombres por igual, es necesario controlar el embarazo en menores de edad. Más en África Subsahariana y en Latinoamérica, consideradas las regiones donde se registra mayor número de casos.

Luis Miguel Bermúdez lo advirtió hace siete años, cuando empezó como docente de ciencias sociales en el Gerardo Paredes, un colegio del Distrito en Suba, en medio de una plaza de mercado. Un lugar con cara de cárcel en donde, por cada año, un promedio de 70 niñas daban a luz.

Hoy los embarazos adolescentes desaparecieron en la institución. ¿La razón? Un currículo de educación sexual diseñado por este profesor, con lecciones sobre la marcha. Que a una niña se le veían los cucos y se la gozaban, una lección de respeto. Que los métodos anticonceptivos no son para malos eventos, sino para potenciar el placer. Que a un niño lo acosaban, todos en la tarea de hacer visible la violencia.

Bermúdez fue premiado este año por la Fundación Compartir como Gran Maestro.

¿Cómo ideó este exitoso currículo?

Había leído muchísimo, pero me parecía que iba por el mismo camino que todos habían repetido. Por ese tiempo conocí a Fulanito, que estaba en quinto. Él jugaba cauchito en los descansos y los niños se concentraban a verlo. ¿Sabe lo que es cauchito? El juego donde dos niños sujetan un caucho de ropa por los extremos mientas otro hace piruetas en el medio.

Al año siguiente, Fulanito pasó a sexto y en su primer día de recreo se acercó a un grupo de niñas que jugaba cauchito. Él les pidió que lo dejaran saltar, pero ellas y los que estaban concentrados alrededor, soltaron la risa: “Ay, severa flor, no ve que esto es un juego de niñas, ¿usted es una niña? Cuidado se le ve la falda, qué gay”. Desde ese día lo llamaron el marica.

Ese tipo de acoso es una situación diaria en las escuelas, ¿qué fue lo determinante?

Al niño le pusieron esta etiqueta de gay y se pasó el resto de los años tratando de quitársela. Ahí descubrí que en el cambio de primaria a bachillerato ese miedo a que te señalen hace que los niños intenten librarse de la discriminación a través de dos cosas: con violencia y con sexo. En octavo Fulanito embarazó a una niña.

Allí empecé a sospechar que la violencia de género y hostigamiento por orientación sexual no sólo afectan a las mujeres y a la población LGBTI, sino que son dispositivos de control de la sociedad para mantener los sexos, esa fue mi epifanía y la hipótesis de la tesis de mi doctorado en educación.

¿Cómo probó su hipótesis?

Por ese entonces se había suicidado Sergio Urrego, así que analizamos con los estudiantes de décimo y once las noticias sobre su muerte y los comentarios de la gente. El 90 % de opiniones eran negativas. Del mismo modo revisamos las noticias del número de embarazos adolescentes en el Distrito y los comentarios también eran negativos.

Luego les pregunté si sus papás pensaban lo mismo, y todos lo negaron. Las niñas alegaban que sus mamás les decían que eran sus mejores amigas, que en ellas podían confiar, otros decían que les daba terror hablar con los padres. Así que les propuse que fueran responsables con su cuerpo para evitar los embarazos, es decir, no que dejaran de tener relaciones, sino que las tuvieran con un método. Les expliqué cómo hacer un diario de campo y les di la tarea de conseguir un método anticonceptivo durante dos semanas, registrándolo todo.

¿Qué arrojaron los resultados?

Que hay unos imaginarios culturales que impiden a los chicos hacerse responsables de sus cuerpos. Muchas no fueron capaces de decirles a los papás, otros ahorraron de las onces para comprar el anticonceptivo, niñas que les contaron la tarea a las madres terminaron regañadas, las abofetearon, les dijeron que eran unas calenturientas, unas prostitutas. El día que socializamos los resultados, que eran anónimos, las niñas empezaron a llorar en cadena.

Y hay más, no sólo fue en la casa. La señora de la droguería les echó un sermón, una pidió la cita en la EPS y le dijeron que no la atendían sin sus padres. Mientras que con los hombres encontramos que pasaba otra cosa: el machismo.

¿Cómo explicaría esa diferencia entre géneros?

En mi contexto encontramos que hay un miedo social a que la niña pierda su virginidad porque repite la historia de su madre y un miedo latente a que el niño no tenga relaciones rápido porque se vuelve homosexual. Allá, en Suba-Rincón, las familias les temen a esos dos escenarios, porque a las mujeres las juzgan con la única función que les dan en la vida: ser madre. El embarazo adolescente y la homosexualidad son las maneras públicas de decirle a la sociedad que fracasó.

¿Por qué se da el embarazo adolescente?

Hay una cuestión inconsciente de las niñas de quedar embarazadas y de aceptarlo de alguna manera, porque la cultura les dice que eso es una tragedia, pero a la misma vez les dice que es normal. A mis niñas sus mamás les decían que ellas querían que estudiaran, que fueran a la universidad, que no cometieran los mismos errores que ellas habían cometido.

Una vez les pregunté si las mandaban a hacer comida, si alguna vez se les había quemado el arroz. Ellas decían que sí y que las regañaban porque si seguían quemando el arroz no iba a conseguir marido. Y eso no es ningún chiste, ahí meto a Sigmund Freud, ese es el horizonte de lo que tu familia en realidad quiere de ti. El problema es que quedan en embarazo y es doloroso para las niñas porque ya les quitan a atención, las dejan salir; mientras ellas añoran su virginidad porque las cuidaban.

¿Qué es una mujer empoderada?

Cuando mis niñas empezaron a visibilizar las violencias de género se negaron a hacer el arroz, comenzaron los problemas en las casas, muchas cosas de sus padres les parecieron ofensivas. Supe que se habían empoderado cuando les empezaron a decir locas o hippies en las casas, que no iban a conseguir marido y que por culpa de las clases de sexualidad se iban a quedar solteronas.

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Desde su experiencia, ¿cómo podría explicar el feminicidio?

Es la consecuencia de esa educación violenta que recibió el hombre, especialmente de las mujeres. La primera formación se da en la familia y después en la escuela, estos dos escenarios son dirigidos casi siempre por mujeres. Durante esa época, el niño o niña aprende a ser violento. Mis niños dicen que las cantaletas permanentes de sus mamás son más hirientes que la pela que les da el papá, cada tanto.

Mi hipótesis sobre el feminicidio es que tú como hombre, o incluso como mujer, devuelves toda esa violencia al crecer. Por eso Suba es una de las localidades con mayor feminicidio en Bogotá, es un sector donde las familias que son monoparentales, y muchas veces las mamás por soslayar todas esas problemáticas y responsabilidades, violentan a sus hijos, lo que hace que ellos crezcan con una figura tanto de amor como también con una figura que tanto los ha violentado.

Usted habla de unas figuras hegemónicas, ¿cuáles son?

En las mujeres la princesa Disney, blanca, mona; entonces que la manzanilla, que las goticas para que no se le oscurezcan los ojos. Si lo nota, todo eso son complejos: de blanqueamiento, de violencias coloniales. Y todos nos preocupamos así estemos bien alejados del esteriotipo, peleamos y sufrimos por parecernos lo más posible a ese modelo hegemónico y en ese proceso, sufrimos, nos excluimos y nos excluyen. En la escuela esos son los principales motivos de violencia. Ahí es donde nosotros mediamos diariamente, en cada cosa que va apareciendo.

¿Cuál es papel de los métodos anticonceptivos en la sociedad? 

Nosotros hicimos una revisión a toda la publicidad de los métodos anticonceptivos preguntándonos por qué en Europa funcionaban. Claro, todos los comerciales de Norteamérica y Europa son sobre el placer, el placer, el placer. Mientras que la publicidad hecha para Lationamérica es protégete del embarazo, y protégete de las enfermedades, y protégete. Entendimos que nuestro enfoque no era centrado en la prevención, que teníamos que educar a través de la vivencia del ser humano en la sexualidad, es decir, el placer.

¿Qué es la ideología de género? 

Eso desde la academía no existía. Se lo vinieron a inventaron para tergiversar la política de equidad de género en las escuelas en contra del plebiscito. Pero nosotros lo tomamos como algo que siempre ha estado: si tú eres mujer debes usar vestido rosa, ser delicada, dulce, cabello largo, ser débil y si no eres así; eres la marimacha, eres la lesbiana.

Y si eres un hombre macho violento, debes ser desordenado, competitivo y si no, usted es un maricón. Otra cosa es equidad de género, ni siquiera igualdad, porque eso de igualdad es equiparar a hombres y mujeres en el mismo lugar y eso es como aceptar que no hay diferencias. La equidad es que tengamos la misma posición en el derecho.

¿Cómo afecta la violencia de género en las escuelas? 

En la escuela esas equidades de genero se manifiestan distinto que en la vida adulta. En la vida adulta la culpa es mucho del hombre. Y no, tú no puedes culpar a un niño porque lo están educando de una manera machista. De hecho, en la adolescencia sufren esa violencia por igual. Incluso a veces en octavo la violencia de género ataca más a los varones, por eso se vuelven más violentos. Como las niñas llegan más rápido a la etapa de desarrollo, ellas empiezan a burlarse de sus compañeritos: les dicen que son feos, que son inmundos, así, de una manera mordaz. Y uno ve como el niño se desquita en décimo. No lo hace racionalmente, pero le hace lo mismo a la mujer.

¿Por qué es tan dificil romper el status quo?

Por nuestra herencia hispano católica que puso en nuestra cultura una crianza marianista hacia la mujer. Eso hizo una construcción de feminidad en Latinoamérica que excluye a todas las que se salen de nuestro estereotipo. Y en ese exclusión se refugian las violencias. Por ejemplo, ¿cuántas veces no se les enseña a las niñas que la primera relación sexual es sublime? ¿Y usted cree que para la mayoría de las mujeres su primera relación sexual fue placentera? ¿con qué punto de comparación?. No, eso es violento.

Para un hombre adulto hay más privilegios en cuanto al machismo. Sin embargo, en la adolescencia los niños debemos pasar por violencia y relaciones sexuales que no deseábamos. Todos creen que en la adolescencia queremos tener relaciones sexuales y nadie sabe de las inseguridades que tienen. Uno es inseguro, busca la relación sexual para reforzar la hombría frente a la orientación sexual, tienen la curiosidad, pero le temen.

Sin embargo, si un currículo oculto del machismo logró hacer toda una sociedad machista, si alguien se propone a hacer un currículo que tenga las mismas estrategias para acabarlo, lo puede lograr.

Fuente: http://www.elespectador.com/noticias/educacion/el-profesor-que-elimino-los-embarazos-adolescentes-articulo-698385

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Myanmar: Counsellors reach out to Kachin communities to end gender violence

Myanmar/Mayo de 2017/Fuente: UNPFA

Resumen: «No deberíamos tener que vivir con miedo a la violencia sólo porque somos mujeres», declaró Khaung Nan en Waing Maw, una ciudad del estado de Kachin, en batalla de Myanmar. La Sra. Khaung Nan trabaja en el Centro de Mujeres y Niñas de Waing Maw, uno de ocho centros de este tipo en la zona. Estas instalaciones respaldadas por el FNUAP ofrecen asesoramiento, asistencia jurídica, transporte a hospitales y otros servicios de atención a los supervivientes de abusos. Los servicios son críticos: la violencia basada en género es una emergencia silenciosa en Myanmar. Las mujeres y las niñas sufren acoso en las calles, violencia doméstica e incluso tráfico de personas. Y los que están en el estado de Kachin enfrentan la agitación adicional de los conflictos armados, condiciones que exacerban su vulnerabilidad a la violencia de género.

“We should not have to live in fear of violence just because we are women,” Khaung Nan declared in Waing Maw, a town in Myanmar’s battle-worn Kachin State.

Ms. Khaung Nan works at the Waing Maw Women’s and Girls’ Centre, one of eight such centres in the area. These UNFPA-supported facilities provide counselling, legal assistance, transport to hospitals, and other care for survivors of abuse.

The services are critical: Gender-based violence is a silent emergency in Myanmar. Women and girls experience harassment on the streets, domestic violence and even human trafficking. And those in Kachin State face the additional turmoil of armed conflict, conditions that exacerbate their vulnerability to gender-based violence.

“We have the right to live in peace in our homes and in our country,” Ms. Khaung Nan said.

But this right is too often denied.

Khaung Nan and Lu Bu at the Women’s and Girls’ Centre in Waing Maw. © UNFPA/Yenny Gamming

Violence common, accepted

Gender-based violence is greatly underreported, but experts believe it to be commonplace.

Younger women are particularly vulnerable, a recent survey showed.

“One evening a corner shop on my street was tended by a high school girl,” said Daw Lu Bu, a counsellor at centre. “A young man buying cigarettes demanded more cigarettes than he had paid for, and when she said no, he shouted at her and grabbed and pulled at her breasts.”

Ms. Lu Bu helped the girl report the crime. “He is now being prosecuted,” she said.

Still, there is a high degree of acceptance of violence against women.

Marital rape, for instance, is still not considered a crime. And about half of people surveyed in Myanmar say there are circumstances that justify wife-beating.

Ms. Lu Bu finds herself bringing her work home with her – she addresses threats to women in her own town of Myitkyina.

“In my neighbourhood, too, there is domestic violence. I always try to help. Only last month, a woman approached me for help. Her husband was blaming her for giving birth only to daughters, and he was being very aggressive.

“I sat down with both of them and discussed different aspects of fertility, and also explained that the sex of a baby is determined by the sperm from the man. I managed to find a way to say this without blaming or further upsetting the man.”

Her efforts worked – at least for now. “So far, the man is calmer. I hope it lasts.”

Just the start

Reaching out to communities is essential, not only for helping survivors but for preventing violence in the first place.

Staff and volunteers at the Women’s and Girls’ Centres go into displacement camps and surrounding communities to raise awareness about the issues surrounding gender-based violence and where survivors can seek help.

“The word is spreading not only in the camps, but in the host communities too,” said Ms. Khaung Nan.

“We’re now invited to give gender-based violence presentations in the villages, and when I arrive, I realize that most people already know that domestic violence is a crime.”

She is confident that, slowly, their message is getting through.

“But this is just the start,” she said.

The eight Women’s and Girls’ Centres cover 38 displacement camps and host communities in both government-controlled and non-government controlled areas.

The centres’ programmes are managed by Metta Development Foundation and supported by UNFPA’s Women and Girls First initiative, which receives funding from Australia, Canada, Finland, Italy, Sweden and the United Kingdom.

Staff members at the centres are optimistic that their efforts are making a difference.

“First, we focused our efforts on women and girls in the camps. Now we are expanding our work to the villages and to boys and men,” Ms. Khaung Nan said.

She added, “The Women’s and Girls’ Centre gives us the power to stop the violence.”

Fuente: http://www.unfpa.org/news/counsellors-reach-out-kachin-communities-end-gender-violence

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