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La descolonización como clave del pensar

Autor: Fernando Buen Abad

Un caudal portentoso de ideas y de acciones, emancipadoras, constituye un tesoro (no exclusivo) de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Desde la caída misma de la «Gran Tenochtitlan» (13 de agosto de 1521) hasta las luchas más recientes contra la neo-colonización económica, cultural y comunicacional… tenemos un inventario de pensadores «nuestros» que lo son no sólo por razones geográficas sino por objetivos descolonizadores en todas sus líneas. Moctezuma, Netzahualcóyotl, Cuauhtémoc… a cual más, desde las luchas de resistencia contra la invasión española hasta el presente, somos herederos y deudores de un «tesoro de pensamiento» empeñado en recuperar la tierra, las fuerzas productivas, la libertad y la identidad. Es la «Batalla de las Ideas» entendida y extendida, también, como producción y profundización de simientes nacidas con cargas geográficas relativas. Si bien el pensamiento reclama identidades, al mismo tiempo relativiza «pasaportes». De esa «lógica», emana un caudal vigoroso de contribuciones teóricas y prácticas, que son irreductibles al individualismo, mientras reconocen el valor del aporte personal.

Parte de esa herencia es, también, el repertorio de sus debates internos y externos. Línea por línea el temario núcleo del pensamiento latinoamericano ha sido teñido por el debate Capital-Trabajo, por la contradicción entre la supremacía del Capital sobre la especie humana…y por el desarrollo de las luchas sociales. Tal repertorio del debate recorre una gama completa que va desde desacuerdos menores hasta francas guerras irreconciliables y todos han sido fuente (voluntaria e involuntaria) de enseñanzas y aprendizajes de todo tipo. Y eso que parecería «obvio» no lo es si se toman en cuenta las condiciones concretas que la lucha de clases ha impuesto en las miles de carencias educativas a que han sido sometidos nuestros pueblos, especialmente las educativas, las culturales y las comunicacionales.

Se han puesto en debate las tradiciones filosóficas y sus ejes metodológicos. Se han debatido hermenéuticas y propedéuticas, físicas y metafísicas, lógicas y estéticas, morales y éticas… debatió Sor Juana con Carlos de Sigüenza y Góngora; debatió Borges con Sábato; debatió Paz con Arreola… y casi no existe aporte al pensamiento latinoamericano que no haya saldado su -o sus- debates necesarios. Insistamos. Pero más allá de los debates inter-personales, tenemos la huella continental amplísima marcada por los debates históricos de un pensamiento que no sólo abarca un territorio sino que abarcan las claves emancipadoras para la especie humana en su totalidad, es decir, el debate Capital-Trabajo… el debate clase opresora vs clases oprimidas. Insistamos. Pensamiento con fuerzas internas que luchan, con todos los medios disponibles, por la libertad y contra la alienación neocolonial ante las condiciones históricas de opresión. Y en especial durante el siglo XX.

Lucha por la libertad está inmersa en el ser de los pueblos, rompiendo esclavitudes y creando bases para una comunidad humana finalmente organizada para su emancipación y cuyo resultado debería ser una sola y gran patria de la humanidad, donde nadie sería «débil» y nadie será el más «fuerte». Esta línea de ideas no sólo es componente identitario sino que se desarrolla como una de las más altas realizaciones teóricas del pensamiento latinoamericano hasta nuestros días. En eso cabe Frantz Fanon como caben Ricardo Flores Magón, Juan Carlos Mariátegui, José Vasconcelos, Eli de Gortari, Leopoldo Zea, Arturo Jauretche… por sólo mencionar algunos y corriendo a sabiendas el peligro de la omisión por espacio escaso. Una multitud de problemas abordados, a veces, hacia sus soluciones que son expresión de una multitud de culturas. Culturas, que por cierto, van hacia una universalidad que es la Cultura necesaria en un comunidad organizada para sí, bajo el rigor de sus necesidades históricas y su desarrollo. Universalidad de la comunidad de hombres y pueblos unidos por metas emancipadoras semejantes.

Tal filosofía, hacia una comunidad organizada -y organizadora- para su planificación material y simbólica, ha reflejado siempre los problemas que se le han presentado a la humanidad que se organiza localmente para resolver sus problemas en las etapas más críticas de su historia, en épocas de crisis económica, moral y social. Épocas en las que es necesario alcanzar una nueva moral social, un pensamiento que ha sido alterado e hibridado por diversas circunstancias. Época, también, de crítica multiplicada. Nuestro pensamiento plantea no pocos problemas que aún no han sido resueltos. Y por eso es también un pensamiento cuyo núcleo sigue siendo el de la crisis del racionalismo, del empirismo, del criticismo, del nacionalismo… que algunos autores vieron como una reacción anticolonial. Han corrido «ríos de tinta» académica y de todo género, al respecto.

Pero nuestro Pensamiento ha hablado de libertad y dignidad, de soberanía, de los derechos humanos y del respeto inalienable al trabajo como valores hacia la universalización de su vigencia para ampliar las posibilidades de la humanidad -y de la naturaleza- Espíritu presente en el pensar sobre las relaciones que mantienen los «pueblos originarios» y sus herederos con los pueblos que, se han transformado en naciones nuevas. Espíritu en el pensar que afirma la igualdad de las identidades descolonizadas y se suma a la universalización de la Cultura: universalización nunca vista. Pensamiento que es universalización de las rebeldías que refleja, en la filosofía… en el espíritu que recorre nuestro tiempo.

Nuestras tareas hoy deben atender la organización dialéctica en las luchas de los pueblos que han hecho vigente la lucha por la identidad emancipada en la realidad y en su desarrollo. La capacidad de la organización para convertirse en lucha y la lucha en organización para crear condiciones que permitan su ampliación. Está en juego la sobrevivencia no sólo de nuestros pueblos sino de la humanidad y para eso es necesaria la comunidad organizada para sí, en una serie de tareas -que ya son comunes- (comunitarias) a todos los seres humanos. Derrotar todo exclusivismo, haciendo a un lado la discriminatorio racial, económica, política, religiosa o social. Hacia un humanismo que ahora trasciende las fronteras en la América Latina, y sus pensadores o filósofos: El desarrollo de las capacidades críticas para la organización de la comunidad de iguales que es, hoy por hoy, una asignatura pendiente.

Fuente: https://www.aporrea.org/ideologia/a268279.html

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Libro: Modernidad, colonialismo y emancipación en América Latina

Eduardo A. Rueda Barrera. Susana Villavicencio. [Editores] 

Eduardo A. Rueda Barrera. Susana Villavicencio. Adolfo Chaparro Amaya. Augusto Castro. Alejandra Ciriza. Aurea Mota. Luis Javier Orjuela Escobar. Giovanni Semeraro. Delfín Ignacio Grueso. Álvaro Oviedo Hernández. Ana María Larrea Maldonado. Kathia Zamora Márquez. Alejandra Castillo. Luz Marina Barreto. [Autores de Capítulo]
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Colección Grupos de Trabajo. 
ISBN 978-987-722-344-6
CLACSO.
Buenos Aires.
Agosto de 2018

América Latina enfrenta actualmente nuevos desafíos respecto al carácter y el tipo de desarrollo que requiere a fi n de superar las profundas desigualdades sociales presentes en la región. “La década de la Región”, como algunos especialistas han denominado a este período, si bien se ha caracterizado por un dinamismo económico que ha permitido una relativa recuperación posterior a la crisis mundial, los niveles de crecimiento y desarrollo se mantienen por debajo de los niveles deseados y las condiciones de desigualdad, pobreza, desempleo e informalidad parecen agudizarse. En este contexto, se hace imperante que tanto los países Latinoamericanos como Colombia, promuevan un debate crítico que permita reencausar las sendas del desarrollo social por vías diferentes a las prácticas hegemónicas prevalecientes. Con este propósito, se plantea incorporar a las Familias como agentes con capacidad de agencia y a la perspectiva de género en las discusiones y decisiones sobre el desarrollo y en las políticas públicas que lo posibilitan, con miras a reducir y, ojalá, eliminar, los factores estructurales que sostienen las desigualdades sociales.
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Fuente: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1434&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1329

 

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Libro: De los saberes de la emancipación y de la dominación

Ana Esther Ceceña. [Coordinadora]

Ana Esther Ceceña. Carlos Walter Porto Gonçalves. Guillermo Castro Herrera. Raúl Zibechi. Luis Tapia. Jaime Estay Reyno. Raúl Ornelas. Claudia Korol. Juan Guillermo Ferro M.. Jaime Caycedo. Jaime Zuluaga Nieto. Manuel Guerrero Antequera. [Autores de Capítulo]

Colección Grupos de Trabajo.
ISBN 978-987-1543-09-0
CLACSO.
Buenos Aires.
Diciembre de 2008

No hay dominante sin dominado, ni proceso de dominación sin resistencias. A las estrategias, modalidades y mecanismos diseñados por los dominadores de todos los tiempos corresponde una plétora de expresiones, acciones, estrategias y proyectos políticos de quienes se resisten a ser dominados. Las relaciones de poder que condensan el proceso de expansión planetaria del capitalismo, cuyo último gran triunfo fue la caída del socialismo real, han ido abarcando todas las dimensiones de construcción de societalidad. El poder no se impone sólo –y a veces ni principalmente– por medios brutales de coacción física: transita significativamente por la construcción simbólica de las interpretaciones del mundo. Se instala en las mentes colectivas y las individualiza; en los imaginarios sociales desbaratándolos y produciendo imágenes que ocuparán su lugar; invade los cuerpos internalizando una visión del mundo producida, extranjera, presentándose a la vez como biopoder y cosmopoder. La idea de un mundo sin tanques o sin cuerpos de seguridad se va volviendo disparatada. Las cosmovisiones del poder se imponen por bombardeo sistemático a través de los medios y de la producción de sentidos comunes. Las formas de control y disciplinamiento se van sofisticando hasta volverse tan sutiles que aparecen como autoconciencia. Penetrar esa sofisticación para aprehender los mecanismos y las lógicas del poder, para construir un mundo sin imposiciones, sin discriminaciones, sin explotación y sin otredades forma parte del proceso emancipatorio. Todo proceso se construye acumulando saberes. Y la sabiduría de los pueblos lleva al conocimiento de los límites, de los riesgos, de los daños, de las maneras de superar obstáculos o peligros. No hay emancipación posible sin conocimiento.

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Un Enfoque del Pensamiento Pedagógico Emancipador en Latinoamérica

Autora: Diana Milagros Rueda de Aranguren

Desde uno de los espacios geográficos de Latinoamérica, desde la tierra natal del Libertador, el Pensamiento Pedagógico Emancipador orienta hacia la formación de una nueva subjetividad que identifica lo que son los pueblos del sur, los cuales han sido condenados como periferia explotada, como pueblos oprimidos; es por ello que el pensamiento adquiere un sentido crítico y humanistaarticulándose con la idea internacionalista, integracionista, antiimperialista, anticapitalista del ALBA, como proyecto de integración latinoamericana, vanguardia del modelo social para la superación de los problemas que mantiene a los pueblos de América Latina en situación de dependencia. Se trata pues de un pensamiento radical, integral, crítico, humanista, insurgente, orientado a la formación de la  llamada subjetividad socialista bolivariana.

Tomando por referente histórico-temporal el final del siglo XX y la primera década del actual siglo, Pinheir Barbosa (2011), concibe el hecho de la acción política como el protagonista para la consolidación de estrategias que aspiren cambios profundos, reconociendo a la Educación como uno de los principales instrumentos de ruptura con la lógica excluyente y deshumanizadora del capital. Muchos investigadores, considera la autora citada, destacan tal potencialidad en la praxis política de los movimientos sociales: Zibechi (2008), al analizar los movimientos sociales como espacios educativos; Leher (2007), al proponer la Educación Popular como estrategia política de los movimientos sociales en la región.

Además, comulgan con el legado de Paulo Freire donde la Educación posee una dimensión filosófica y política cuando asume un potencial libertador y es dotada de una función socio-política orientada a la construcción de la autonomía y emancipación humanas.

Recordemos que para Freire, la educación constituye un camino en el proceso de liberación de los pueblos. En este sentido, el educador brasileño creía en la necesidad de una transformación social profunda para que se abra camino a los cambios necesarios a la educación latinoamericana. El transcurso del cambio posee una matiz política, una vez que Freire “rescata la política como elemento más dinámico de la cultura”,  esta entendida como eje fundamental en el proceso de vinculación dialógica entre culturas (Puiggrós, 2005, p.25).

El carácter político conferido a la educación se vincula al entendimiento de la generación de una cultura emancipatoria construida entre los sujetos políticos partícipes en este proceso, en el caso, los movimientos populares, campesinos, indígenas, entre otros que ejercían la praxis de la Educación Popular como camino de resistencia y lucha rumbo a procesos de liberación. En este sentido, puntualizo mi argumento que siempre he sostenido con respecto a la educación afirmando que, entre las acciones de resistencia propia de estos movimientos, la educación constituye un elemento valioso en la lucha por la emancipación política y cultural de los pueblos de América Latina.

Un mirar panorámico sobre el continente nos permite visualizar los indicios de un proyecto emancipador y que prima por el fortalecimiento del Poder Popular, vinculado a un papel político conferido a la educación, manifiestos en:

  • Las primeras campañas de alfabetización cubana en los años 50 del siglo XX
  • La experiencia de educación popular de Nicaragua, fruto de la Revolución Sandinista
  • La trayectoria del Sector de Educación del MST
  • La propuesta de creación de la Universidad del Sur
  • Las experiencias de las Universidades Interculturales Indígenas en Ecuador, Bolivia, Colombia y México
  • La expresiva experiencia del Método Cubano de Alfabetización, “Sí, Yo Puedo!”
  • La creación de las Escuelas Rebeldes Autónomas Zapatistas
  • El Instituto Agroecológico Latinoamericano de Estudios Campesinos, Indígenas y Afrodescendientes – IALA, articulado por la Vía Campesina en Venezuela
  • Las experiencias de la Misión Robinson y Sucre, igualmente en territorio venezolano; la creación de la Universidad de las Madres de la Plaza de Mayo
  • La experiencia pedagógica de los Círculos de Autoeducación Docente, en Perú.

Entre otras propuestas que se han consolidado y avanzado gradualmente, testigos vivos de que el “paradigma emancipador para América Latina” tiene un pie en la educación, camino de transformación cultural en el continente.

Todas estas experiencias reflejan un momento muy especial en la lucha latinoamericana, donde el:

… cambio en ese panorama no es, evidentemente, un problema estrictamente pedagógico. Los términos del debate sólo pudieron ser modificados con la alteración de la correlación de fuerzas sociales. Delante de los desafíos de las luchas anti neoliberales, los movimientos localizaron la formación política (la educación como hegemonía) en el andar superior de la agenda política, restableciendo, gradualmente, con avances y retrocesos, los nexos entre educación, capitalismo y clase. (Leher, 2007, p. 22)

El planteamiento de Leher resalta la problemática de la hegemonía presente en América Latina. Una reflexión política fundamental para pensar la profundización de la democracia en el continente es comprender que la dimensión de la hegemonía pertenece a una cuestión político-cultural, no restringiéndose a los espacios políticos institucionalizados, como el Estado.

En este sentido, la acción político-educativa de los movimientos sociales puede contribuir en la construcción de una nueva episteme (Leher, 2007) que rompa con la lógica de la política neoliberal, por medio de una “batalla de las ideas” (Anderson, 2003), donde se origine un conocimiento crítico, demarcador y recuperador de conceptos esenciales, a propósito de Poder Popular, que orienten la lucha política de estos movimientos sociales rumbo a una praxis libertaria y emancipatoria.

Por tal razón, lo expresado hasta el momento sugiere reflexionar desde el siguiente prisma: de la articulación existente entre la emergencia de una educación libertaria mediada por pedagogías alternativas como camino de activación del Poder Popular. Es determinante señalar que dos de los representantes de la ilustración latinoamericana, Simón Rodríguez y José Martí, defendían la construcción de un proyecto educativo como estrategia política, dónde la educación era concebida como general y popular. Para ambos, la educación era la precursora de un pueblo libre, una vez que propiciaba  la libertad del pensamiento y la capacidad de generar ideas.

Las verdaderas repúblicas se construirían bajo un igualitarismo político entre hombres y mujeres, hecho que sólo sería posible con la ampliación del derecho a la educación. Pero no una educación instructiva, sino que emancipatoria. En las palabras de Rodríguez:

… ha llegado el tiempo de enseñar a las gentes a vivir, para que hagan bien lo que han de hacer mal, sin que se pueda remediar .Antes, se dejaban gobernar, porque creían que su única misión, en este mundo, era obedecer: ahora no lo creen, y no se les puede impedir que pretendan, ni (… lo que es peor…) que ayuden a pretender. (…) Los pueblos no pueden dejar de haber aprendido, ni dejar de sentir que son fuertes: poco falta para que se vulgarice, entre ellos, el principio motor de todas las acciones, que es el siguiente: la fuerza de la masa está en la Masa y la moral en el Movimiento. (Pinheir, 2011)

La educación, en este proceso, puede funcionar como herramienta epistemológica radical, socializadora de los saberes en función del bien común (Damiani & Bolívar, 2007). En la retomada de la lucha política, la educación se torna punto neurálgico para el proceso de transformación profunda de la sociedad.

Así, hay que pensarla dialógica e históricamente, dado que la historicidad es movimiento, es acción y reacción, es construcción cotidiana, identifica y comprende profundamente las fuerzas generadoras de las contradicciones irrumpidas, en el sentido de tejer la crítica a ellas y proponer caminos de superación de los modelos vigentes de dominación, no solo en lo político-económico, sino sobre todo, ideológico.

En la República Bolivariana de Venezuela se ha instaurado un Programa Nacional pedagógico con características radicales, humanista y revolucionaria, enmarcado en una perspectiva ético-política que ejecuta a través de la Universidad Bolivariana desde el año 2008, esperando que se constituya en un núcleo generador de conciencia crítica, de praxis revolucionaria y de organización estratégica de los educadores, en función de contribuir en la construcción de lo que ellos han denominado “socialismo bolivariano” como proyecto contra-hegemónico al capitalismo neoliberal.

Este Programa se inserta en el Proyecto Bolivariano de la Patria y exponen que la motivación, el alcance político y el contenido ideológico en la formación de los Educadores, alientan el esfuerzo revolucionario de transformación socialista en el país, contribuyendo además en un cambio para Latinoamérica.

Indican que para fortalecer el Poder Popular, Moral y Luces es la consigna que rezan para alcanzar la felicidad y plena realización humana en la justicia social y en la libertad,  sobre la base del compromiso colectivo, la dignidad de ser humano y la responsabilidad histórica, ética y política, en la construcción de un mundo más integrado, equitativo y solidario. El Programa considera a los Educadores como protagonistas en el Proyecto Socialista Bolivariano siendo su compromiso ético y político para consolidarse como fuerzamoral, y profundizar la unidad popular, por encima de intereses individuales y de grupos particulares.

Las posibles amenazas que ponen en riesgo al Proyecto Bolivariano, los impulsa a fomentar una Educación insurgente que se proyecte como estrategia de resistencia y a la vez de avance, para la construcción de un nuevo estado. Esa educación radical y que a la vez la denominan popular, constituye la base del proyecto económico-social, ético-político, y cultural e ideológico que representa el Socialismo del Siglo XXI, para el país y para América Latina toda.

Se considera en la formación pedagógica a la Emancipación desde bases teórico-críticas, por lo tanto, se debe señalar que ésta comenzó a inicios del siglo XIX en la América española, de la mano de figuras como Francisco de Miranda (venezolano, 1750-1816), Simón Bolívar (venezolano, 1783-1830), Simón Rodríguez (venezolano, 1771-1854), entre otros; como epicentros de un pensamiento ético y moral que reivindicara la estirpe americana y conquistara la libertad tantas veces lapidada por quienes desde la conquista, pasando por la colonia, quisieron destruir el alma y ánimo del pasado aborigen.

Es importante destacar que el término que amalgama la ética y moral en el pensamiento latinoamericano pre-independentista es precisamente emancipación; la cual se presenta como la acción que permite a las personas deseosas de libertad y autodeterminación acceder a un estado de autonomía al asumir conciencia de su lugar histórico y al imponerse, sea a la fuerza o a elementos de contradicción-dialéctica, al cese de la sujeción a alguna autoridad o potestad. Emanciparse es tomar control de lo que se “es” y de lo que se “ha sido”.

Las reflexiones y búsquedas respecto a los movimientos revolucionarios o de cambios que se revisan en estos lados del mundo nos hacen manejar conceptos ideológicos que necesariamente fortalecen una visión socio-crítica que particularmente considero indispensable para la orientación del valor epistemológico y filosófico del pensamiento pedagógico emancipador en Latinoamérica.

 Referencias

Anderson, Perry (2003). Las Ideas y la Acción Política en el Cambio Histórico. Left Bank – ensayos marxistas. São Paulo: Boitempo.

Damiani, Luis & Bolívar, Omaira (compiladores) (2007). Pensamiento pedagógico emancipador latinoamericano: por una Universidad Popular y Socialista de la Revolución Venezolana. Caracas: Ediciones de la Universidad Bolivariana de Venezuela.

Leher, Roberto (2007). La Educación Popular como Estrategia Política. En: Almeida, María de Lourdes Pinto y Jezine, Edineide (eds.). Educación y movimientos sociales: nuevas miradas. Campiñas: Editora El apartado.

Pinheir Barbosa, Lia (2011). Pensamiento Pedagógico Latinoamericano, Educación Libertaria y Pedagogías Alternativas.

Puiggrós, Adriana (2005). Las Alternativas cambian con el tiempo. In: De Simón Rodríguez a Paulo Freire: Educación para la Integración Latinoamericana. Bogotá, Convenio Andrés Bello.

Zibechi, Raúl (2008). Autonomías y Emancipaciones: América Latina en Movimiento. México, D.F., Bajo Tierra Ediciones.

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De la Universidad Napoleónica a la Universidad Popular

 Por: Marcel Doubront

Profesor UNESR

Seguramente de estas humildes líneas pensara que se trata de una articulo lleno de consignas que ocultan la realidad universitaria, no obstante las razones que dan nombre a este artículo “De la Universidad Napoleónica a la Universidad Popular”  no trata de perseguir o desmeritar alguna buena intención en la universidad actual para acercarla más al pueblo,  sino en mantener vivo ese espíritu de transformación universitaria pero mediante la acción, o como diría Martí “la mejor forma de decir es hacer”,  de acuerdo a la ley de Universidades en su Artículo 1. La Universidad es fundamentalmente una comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre” ahora bien ¿realmente la universidad de hoy cumple con este postulado? En ese sentido es importante hacer referencia lo planteado por la Juventud de Córdoba de 1918 “Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y por consiguiente infecunda.”

Dice el Comandante Chávez  que “No hay amor más grande que el que uno siente aquí en el pecho por una causa, por una patria, por una gente, por un pueblo, por la causa humana” y esa debe ser la función de la universidad, una institución al servicio de una patria, al interés del desarrollo colectivo, enarbolando los valores transcendentales del hombre, y no fomentar el individualismo el cual mediante una educación conductista ampara en pleno siglo XXI una sociedad  de opresores y oprimidos, en sinergia plantea Freire deduce “ la educación es un arma vital para la liberación del pueblo y la transformación de la sociedad y por ello requiere una connotación ideológica y política claramente definida. Debe ser una empresa para la liberación o caer irremediablemente en su contrario, la domesticación y la dominación”

Chávez también dijo que “La Libertad está en la educación” sin embargo la nueva universidad debe entender la gran diferencia entre instruir y educar, el primero se conoce desde hace siglos impuesto por la élites para enseñar a obedecer y rendir culto al dueño del capital  o como se diría en el lenguaje universitario “formado para el mercado laboral” el otro termino el que nos permitirá ser libres como diría el maestro Simón Rodríguez “sin educación popular no habrá verdadera sociedad” ahora bien esa educación popular no debe quedarse en desfasados planes de estudios incompatibles a la realidad social los mismos como diría Drucker cuando se refería al conocimiento “tiene que ser mejorado, desafiado e incrementado constantemente o se desvanece” para que sea pertinente o como dijera Ander “El problema de la educación no puede ser considerado aisladamente del contexto político, social, económico y cultural  en que se da” por ello la universidad popular debe ser aquí y ahora no hay tiempo para después  porque “La mejor forma de predecir el futuro es crearlo

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Sus medios y los nuestros El problema de la unidad en comunicación emancipadora

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

¿Por qué nos cuesta tanto unirnos? Uno de nuestros peores errores, en materia de comunicación, es la escasa Unidad que suele lastimarnos de maneras muy diversas en la base de muchos otros problemas y debilidades. Des-unidos somos siempre un blanco fácil. Por des-unidos tenemos periódicos sin lectores, televisoras públicas sin público, radiodifusoras sin audiencias… porque -entre otras calamidades- tenemos egolatrías -de género muy diverso- que ahuyentan a las masas y desalientan a los trabajadores.

El resultado suele ser que tenemos pueblos movilizados con urgencias de cambios radicales, movimientos sociales que olfatean el rumbo pero que no encuentran fortaleza comunicacional -confiable- porque, esencialmente, perciben des-unión, individualismo y tufos burocrático-sectarios. Mal de males. Así pues, nuestra desorganización se vuelve instrumento de la burguesía, ella a cambio, se organiza y nos derrota cuando, además, el problema no es sólo “unirse” sino producir un gran cambio en la situación. Ya lo advertía el Informe MacBride en 1980.

Unidad no significa uniformidad. Unidad no implica anonimato. La Unidad no extingue la critica ni anestesia el debate. La Unidad no implica alianza dogmática y no implica complicidad de sectas. Oponerse a la Unidad, demorarla… implica una aberración y un peligro que debe ser denunciado en todo frente y, no obstante, sigue siendo una tarea postergada. Con sus debidas excepciones. Y no obstante el despojo, el secuestro y la subordinación de las herramientas para la comunicación, tenemos hoy un escenario mundial extraordinario donde fermentan y crecen, de manera desigual y combinada, experiencias emancipadoras que impulsan la liberación honesta de los caudales expresivos de la humanidad. Pero estamos, por causas muy diversas, atomizados y divididos mientras las oligarquías lo celebran.

Los “Medios de Comunicación”, “alternativos”, “comunitarios”, “populares”, “independientes” -o como cada cual prefiera denominarse- no logran convertirse en fuerza que constituya influencia política poderosa y organizada. Permanecen como una minoría numéricamente importante pero políticamente intrascendente. Su papel frente de las luchas de los pueblos no adquiere la influencia política decisiva, como debiera ser. Eso puede tener muchas explicaciones pero no puede admitir excusas. Mientras tanto, los pueblos permanecen bajo la metralla de las máquinas de guerra ideológica.

Es una obligación de nuestro tiempo asegurar la Unidad en la lucha presente. La Unidad debe construir un camino organizativo, preparando en terreno para hacer posibles, en cualquier momento, acciones coordinadas sin reducir las tareas a la sola propaganda. Debemos ganar confianza con los pueblos y apoyar acciones conjuntas respecto a una serie de tareas vitales “hombro a hombro” con los trabajadores unidos en organizaciones respectivas y con todas las luchas organizadas que se desarrollan a estas horas. Y esto significa crecimiento del contenido comunicacional para generar condiciones mucho más favorables para las acciones, los métodos de lucha y, en general, para la praxis. Hacia un Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación.

Los pueblos trabajadores tienen la necesidad permanente de la Unidad para la acción. Eso no es una novedad ni una sorpresa para nadie. Necesitan de la Unidad para resistir todos los ataques. La necesidad de la Unidad no sólo es una urgencia propagandística sino un paso crucial para la organización y la acción. A nosotros debe interesarnos siempre la Unidad para correlacionar -en la práctica- nuestras acciones con las de las organizaciones que necesitan expresarse libremente y en pie de lucha. Y por eso la Unidad debe desarrollarse en todas sus escalas, con acuerdos organizativos que no deben quedarse a medias y que, naturalmente, reclaman un grado ético nuevo con cierta disciplina para la acción.

“Un solo mundo, voces múltiples”. Nos urge reagrupar y hacer converger todas las tendencias comunicacionales, todas las herramientas y los métodos, todas las voluntades y los talentos… todas las organizaciones en torno a tareas concretas que permitan hacer avanzar a la clase trabajadora y a los pueblos en general en términos de consciencia y fuerza para transformarlo todo. Los medios de comunicación independientes, rebeldes, revolucionarios… están llamados a mostrase ante las clases populares no sólo como la vanguardia en la disputa por el poder comunicacional, sino también como una fuerza unificadora de la clase para todas las luchas cotidianas.

La única manera de librarnos de todo silenciamiento es avanzar unidos, no amontonados, no en tropel, no en estampida, no amorfos… No uniformes, no sin identidad y no sin diversidad. No reformistas, no reconciliadores, no olvidadizos. Unidad para lo inmediato y para los largos plazos. Unidad como un salto cualitativo de la conciencia. Unidad como peldaño necesario. Unidad rica y sabrosa, compendio de las mejores ideas, acciones y voluntades. Unidad que implica mucho más que acuerdos de coyuntura o episodios para salir del paso. Unidad inmensa y generosa plena de retos y promesas. Unidad dialéctica y sin simplismos. Unidad de clase. Unidad para aprovechar el tiempo. Unidad que educa.

Es necesario un Frente Único Internacional de la Comunicación Emancipadora como acción política porque hoy tenemos muchos medios muy desorganizados mientras tenemos un terreno excelente con universidades; con algunos estudiantes y profesores críticos, con los medios de los gobiernos democráticos de verdad… tenemos la prensa de muchos partidos revolucionarios y muchos movimientos sociales y, también tenemos mítines, discursos, cátedras, asambleas, manifestaciones… herramientas excelentes que languidecen si no se organizan… si no se unen.

Nuestra tarea urgente es ahora la Unidad. Combatir los vicios que nos des-organizan. Unidad de acción que construya un programa muy flexible, y al mismo tiempo enérgico. No confundir las tácticas con los principios. Necesitamos un Frente Único Internacional de la Comunicación Emancipadora que de ninguna manera abandone las tareas educativas, organizativas… que bajo ningún concepto abandone la lucha ideológica y que mantenga una posición firme en todas las tareas y tácticas de la Unidad transformadora que exige precisión teórica, científica y política en interés del porvenir humano. Las condiciones están dadas. ¿Qué esperamos?

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=222190

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Potencias del comunismo por Daniel Bensaïd

Europa/Francia/Febrero 2017/Daniel Bensaïd/
http://www.rebelion.org/n
La memoria no olvida
Potencias del comunismo
En un artículo de 1843 sobre “los progresos de la reforma social en el continente”, el joven Engels (recién cumplidos los 20 años) veía el comunismo como “una conclusión necesaria que se está claramente obligado a sacar a partir de las condiciones generales de la civilización moderna”. Un comunismo lógico en suma, producto de la revolución de 1830, en la que los obreros “volvieron a las fuentes vivas y al estudio de la gran revolución y se apoderaron vivamente del comunismo de Babeuf”.

Para el joven Marx, en cambio, este comunismo no era aún más que “una abstracción dogmática”, una “manifestación original del principio del humanismo”. El proletariado naciente se había “echado en brazos de los doctrinarios de su emancipación”, de las “sectas socialistas”, y de los espíritus confusos que “divagan como humanistas” sobre “el milenio de la fraternidad universal” como “abolición imaginaria de las relaciones de clase”. Antes de 1848, este comunismo espectral, sin programa preciso, estaba presente pues en el aire del tiempo bajo las formas “poco pulidas” de las sectas igualitarias o de ensueños icarianos.
Sin embargo, ya entonces la superación del ateísmo abstracto implicaba un nuevo materialismo social que no era otra cosa que el comunismo: “Igual que el ateísmo, en tanto que negación de Dios, es el desarrollo del humanismo teórico, también el comunismo, en tanto que negación de la propiedad privada, es la reivindicación de la vida humana verdadera”. Lejos de todo anticlericalismo vulgar, este comunismo era “el desarrollo de un humanismo práctico”, para el cual no se trataba ya sólo de combatir la alienación religiosa, sino la alienación y la miseria sociales reales de donde nace la necesidad de religión.

De la experiencia fundadora de 1848 a la de la Comuna, el “movimiento real” que busca abolir el orden establecido tomó forma y fuerza, disipando las “locuras sectarias”, y dejando en ridículo “el tono de oráculo de la infalibilidad científica”. Dicho de otra forma, el comunismo, que fue primero un estado de espíritu o “un comunismo filosófico”, encontraba su forma política. En un cuarto de siglo, llevó a cabo su muda: de sus modos de aparición filosóficos y utópicos a la forma política por fin encontrada de la emancipación.

1. Las palabras de la emancipación no han salido indemnes de las tormentas del siglo pasado. Se puede decir de ellas, como de los animales de la fábula, que no han quedado todas muertas, pero que todas han sido gravemente heridas. Socialismo, revolución, anarquía incluso, no están mucho mejor que comunismo. El socialismo se ha implicado en el asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, en las guerras coloniales y las colaboraciones gubernamentales hasta el punto de perder todo contenido a medida que ganaba en extensión. Una metódica campaña ideológica ha logrado identificar a ojos de muchos la revolución con la violencia y el terror. Pero, de todas las palabras ayer portadoras de grandes promesas y de sueños de porvenir, la de comunismo ha sido la que más daños ha sufrido debido a su captura por la razón burocrática de Estado y de su sometimiento a una empresa totalitaria. Queda sin embargo por saber si, de todas estas palabras heridas, hay algunas que vale la pena reparar y poner de nuevo en movimiento.

2. Es necesario para ello pensar lo que ha ocurrido con el comunismo del siglo XX. La palabra y la cosa no pueden quedar fuera del tiempo de las pruebas históricas a las que han sido sometidos. El uso masivo del título “comunista” para designar el Estado liberal autoritario chino pesará mucho más durante largo tiempo, a ojos de la gran mayoría, que los frágiles brotes teóricos y experimentales de una hipótesis comunista. La tentación de sustraerse a un inventario histórico crítico conduciría a reducir la idea comunista a “invariantes” atemporales, a hacer de ella un sinónimo de las ideas indeterminadas de justicia o de emancipación, y no la forma específica de la emancipación en la época de la dominación capitalista. La palabra pierde entonces en precisión política lo que gana en extensión ética o filosófica. Una de las cuestiones cruciales es saber si el despotismo burocrático es la continuación legítima de la revolución de Octubre o el fruto de una contrarrevolución burocrática, verificada no sólo por los procesos, las purgas, las deportaciones masivas, sino también por las conmociones de los años treinta en la sociedad y en el aparato de Estado soviético.

3. No se inventa un nuevo léxico por decreto. El vocabulario se forma con el tiempo, a través de usos y experiencias. Ceder a la identificación del comunismo con la dictadura totalitaria estalinista sería capitular ante los vencedores provisionales, confundir la revolución y la contrarrevolución burocrática, y clausurar así el capítulo de las bifurcaciones, único abierto a la esperanza. Y sería cometer una irreparable injusticia hacia los vencidos, todas las personas, anónimas o no, que vivieron apasionadamente la idea comunista y que la hicieron vivir contra sus caricaturas y sus falsificaciones. ¡Vergüenza a quienes dejaron de ser comunistas al dejar de ser estalinistas y que no fueron comunistas más que mientras fueron estalinistas! /1

4. De todas las formas de nombrar “al otro” necesario y posible del capitalismo inmundo, la palabra comunismo es la que conserva más sentido histórico y carga programática explosiva. Es la que evoca mejor lo común del reparto y de la igualdad, la puesta en común del poder, la solidaridad enfrentada al cálculo egoísta y a la competencia generalizada, la defensa de los bienes comunes de la humanidad, naturales y culturales, la extensión a los bienes de primera necesidad de un espacio de gratuidad (desmercantilización) de los servicios, contra la rapiña generalizada y la privatización del mundo.

5. Es también el nombre de una medida diferente de la riqueza social de la de la ley del valor y de la evaluación mercantil. La competencia “libre y no falseada” reposa sobre “el robo del tiempo de trabajo de otro”. Pretende cuantificar lo incuantificable y reducir a su miserable común medida, mediante el tiempo de trabajo abstracto, la inconmensurable relación de la especie humana con las condiciones naturales de su reproducción. El comunismo es el nombre de un criterio diferente de riqueza, de un desarrollo ecológico cualitativamente diferente de la carrera cuantitativa por el crecimiento. La lógica de la acumulación del capital exige no sólo la producción para la ganancia, y no para las necesidades sociales, sino también “la producción de nuevo consumo”, la ampliación constante del círculo del consumo “mediante la creación de nuevas necesidades y por la creación de nuevos valores de uso”… “De ahí la explotación de la naturaleza entera” y “la explotación de la tierra en todos los sentidos”. Esta desmesura devastadora del capital funda la actualidad de un eco-comunismo radical.

6. La cuestión del comunismo es primero, en el Manifiesto Comunista, la de la propiedad: “Los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula única: supresión de la propiedad privada” de los medios de producción y de cambio, a no confundir con la propiedad individual de los bienes de uso. En “todos los movimientos”, “ponen por delante la cuestión de la propiedad, a cualquier grado de evolución que haya podido llegar, como la cuestión fundamental del movimiento”. De los diez puntos que concluyen el primer capítulo, siete conciernen en efecto a las formas de propiedad: la expropiación de la propiedad terrateniente y la afectación de la renta de la tierra a los gastos del Estado; la instauración de una fiscalidad fuertemente progresiva; la supresión de la herencia de los medios de producción y de cambio; la confiscación de los bienes de los emigrados rebeldes, la centralización del crédito en una banca pública; la socialización de los medios de transporte y la puesta en pie de una educación pública y gratuita para todos; la creación de manufacturas nacionales y la roturación de las tierras sin cultivar. Estas medidas tienden todas ellas a establecer el control de la democracia política sobre la economía, la primacía del bien común sobre el interés egoísta, del espacio público sobre el espacio privado. No se trata de abolir toda forma de propiedad, sino “la propiedad privada de hoy, la propiedad burguesa”, “el modo de apropiación” fundado en la explotación de unos por los otros.

7. Entre dos derechos, el de los propietarios a apropiarse de los bienes comunes, y el de los desposeídos a la existencia, “es la fuerza la que decide”, dice Marx. Toda la historia moderna de la lucha de clases, de la guerra de los campesinos en Alemania a las revoluciones sociales del siglo pasado, pasando por las revoluciones inglesa y francesa, es la historia de este conflicto. Se resuelve por la emergencia de una legitimidad opuesta a la legalidad de los dominantes. Como “forma política al fin encontrada de la emancipación”, como “abolición” del poder de Estado, como realización de la república social, la Comuna ilustra la emergencia de esta legitimidad nueva. Su experiencia ha inspirado las formas de autoorganización y de autogestión populares aparecidas en las crisis revolucionarias: consejos obreros, soviets, comités de milicias, cordones industriales, asociaciones de vecinos, comunas agrarias, que tienden a desprofesionalizar la política, a modificar la división social del trabajo, a crear las condiciones de extinción del Estado en tanto que cuerpo burocrático separado.

8. Bajo el reino del capital, todo progreso aparente tiene su contrapartida de regresión y de destrucción. No consiste in fine “más que en cambiar la forma de la servidumbre”. El comunismo exige una idea diferente y unos criterios diferentes de los del rendimiento y de la rentabilidad monetaria. A comenzar por la reducción drástica del tiempo de trabajo obligatorio y el cambio de la noción misma de trabajo: no podrá haber completo desarrollo individual en el ocio o el “tiempo libre” mientras el trabajador permanezca alienado y mutilado en el trabajo. La perspectiva comunista exige también un cambio radical de la relación entre el hombre y la mujer: la experiencia de la relación entre los géneros es la primera experiencia de la alteridad y mientras subsista esta relación de opresión, todo ser diferente, por su cultura, su color, o su orientación sexual, será víctima de formas de discriminación y de dominación. El progreso auténtico reside enfin en el desarrollo y la diferenciación de necesidades cuya combinación original haga de cada uno y cada una un ser único, cuya singularidad contribuya al enriquecimiento de la especie.

9. El Manifiesto concibe el comunismo como “una asociación en la que el libre desarrollo de cada cual es la condición del libre desarrollo de todos”. Aparece así como la máxima de un libre desarrollo individual que no habría que confundir, ni con los espejismos de un individualismo sin individualidad sometido al conformismo publicitario, ni con el igualitarismo grosero de un socialismo de cuartel. El desarrollo de las necesidades y de las capacidades singulares de cada uno y de cada una contribuye al desarrollo universal de la especie humana. Recíprocamente, el libre desarrollo de cada uno y de cada una implica el libre desarrollo de todos, pues la emancipación no es un placer solitario.

10. El comunismo no es una idea pura, ni un modelo doctrinario de sociedad. No es el nombre de un régimen estatal, ni el de un nuevo modo de producción. Es el de un movimiento que, de forma permanente, supera/suprime el orden establecido. Pero es también el objetivo que, surgido de este movimiento, le orienta y permite, contra políticas sin principios, acciones sin continuidad, improvisaciones de a diario, determinar lo que acerca al objetivo y lo que aleja de él. A este título, es no un conocimiento científico del objetivo y del camino, sino una hipótesis estratégica reguladora. Nombra, indisociablemente, el sueño irreductible de un mundo diferente, de justicia, de igualdad y de solidaridad; el movimiento permanente que apunta a derrocar el orden existente en la época del capitalismo; y la hipótesis que orienta este movimiento hacia un cambio radical de las relaciones de propiedad y de poder, a distancia de los acomodamientos con un menor mal que sería el camino más corto hacia lo peor.

11. La crisis, social, económica, ecológica, y moral de un capitalismo que no hace retroceder ya sus propios límites más que al precio de una desmesura y de una sinrazón crecientes, amenazando a la vez a la especie y al planeta, vuelve a poner al orden del día “la actualidad de un comunismo radical” que invocó Benjamin frente al ascenso de los peligros de entre guerras.

Nota

1/ Ver Mascolo, D. (2000) A la recherche d´un communisme de pensée. Paris : Editions Fourbis, p. 113.

Traducción de Alberto Nadal (http://www.vientosur.info/)
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=98601
Fuente imagen.
https://lh3.googleusercontent.com/s1ycEEosmuaU80LBU5SlHlwlyAmjcfMbpcdDLNSR_Tzc6aIWaG8pwIccM1XTVV4sTr3-ZHE=s88
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