Oda a la docencia en la era post-factual

Por: Isaac Enrique Pérez

En medio del cambio de ciclo histórico (https://bit.ly/2Nqyc6X) y de la crisis civilizatoria acelerada con la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 (https://bit.ly/2Nv68PT) y en el contexto del asalto que asedia al conocimiento razonado (https://bit.ly/3exTeN6) desde el apocalipsis mediático (https://bit.ly/31emwwl), cabe hacer un mínimo alto y reflexionar en torno a la educación y –particularmente– a la relevancia de la docencia.

Durante las últimas décadas, uno de los escenarios de disputa y de ruptura del pacto social de la segunda posguerra, en aras del control de las estructuras de poder y riqueza, es el relativo a la educación y, principalmente, el propio de la forma universidad. Asediada por los recortes presupuestales y por la ira del fundamentalismo de mercado y su desbordada obsesión respecto a la disciplina fiscal, las universidades en el mundo –y la educación pública en general– enfrentan una encrucijada. Más porque la disputa gira en torno a postrar a la forma universidad ante las demandas y requerimientos de un patrón de acumulación rentista, depredador, extractivista y explotador de la naturaleza y de la fuerza de trabajo. Dicho patrón de acumulación –al menos en las sociedades subdesarrolladas– subestima el conocimiento razonado, en aras de la trivialización y de un falso pragmatismo que desdeña la relevancia de la praxis teórica y la formación integral de los ciudadanos.

Sin ánimo de subestimar la labor docente desplegada en los niveles básico (primaria y secundaria) y medio (bachillerato) de la formación escolar, cabe enfatizar algunas ideas que centran la mirada en el ejercicio docente realizado en los ámbitos universitarios y la fusión que ello tiene con el oficio de la investigación.

En principio, cabe matizar que la docencia es una labor que incide en la transformación de la sociedad tras incitar y motivar a los jóvenes para ejercer verbos como el cuestionar, el razonar y el argumentar. Esto es, la docencia –al regirse por el pensamiento crítico– es una praxis que tiene como misión la transformación de la realidad social y sus contradicciones tras incentivar a las jóvenes generaciones a ejercer la duda, la reflexión, el cuestionamiento, el razonamiento y la argumentación informada, contrastada y fruto de la deliberación. Sin esa vocación, la sociedad se dirigiría a la desolación; al tiempo que la misma palabra perdería sentido como praxis transformadora y emancipadora.

Sin la docencia es imposible (re)crear el conocimiento e inocularlo de la vitalidad e innovación de las jóvenes generaciones. A su vez, el proceso de enseñanza/aprendizaje está profundamente vinculado a la formación de la ciudadanía y de la cultura política, así como a la erradicación de la ignorancia en cualquiera de sus formas.

Más aún, la docencia es una praxis que amerita sensibilidad para formar y encauzar la conciencia de los individuos y para hacer del conocimiento un motor de transformación social. Sin esa sensibilidad, no sería más que una labor repetitiva, mecánica, inerte y carente de sentido. Sin la docencia, el ser humano deambularía sin brújula y carecería de una mínima cultura ciudadana. De ahí que la docencia, como praxis social, contribuye a crear sentido y a darle forma a los procesos de socialización y de construcción del conocimiento. Es, en suma, una forma más de (re)crear sociedad.

Sin embargo, la praxis docente enfrenta varios desafíos; a saber: si la docencia es reducida a una labor mecánica, sus protagonistas y actores se convierten en seres autómatas y monótonos; carentes de imaginación y creatividad. En esta lógica, expoliado de la pasión por el conocimiento y su construcción, el proceso de enseñanza/aprendizaje se torna en un simple y tortuoso cálculo costo/beneficio. Más todavía: el afán de protagonismo y la vanidad intelectual devienen en cegueras y miopías que inhiben la posibilidad de tomar distancia respecto a lo que conocemos a través de la investigación y transmitimos por la vía de la docencia. De ahí que el conocimiento corre el riesgo de petrificarse tras erigirse en una creencia y en un dogma regido por el pensamiento parroquial.

Además, la docencia como praxis social, si es diminuta y anclada a patrones y relaciones jerárquicas y verticales, tenderá a empequeñecer el proceso de enseñanza/aprendizaje y a tornar minúsculos la conciencia y el comportamiento humanos. Cabe apuntar que el homenaje más urgente, consistiría en (re)pensar y (re)definir esta praxis y su relevancia en la sociedad.

Por tanto, acortar las distancias entre lo que se conoce (o se sabe) y la naturaleza del mundo fenoménico, está en función de la supresión de los abismos pedagógicos y didácticos en la docencia. De ahí que si la docencia no es concebida como una relación social bidireccional –e, incluso, multidireccional– colmada de un intenso diálogo docente/estudiante y como parte nodal de la construcción de conocimiento, se cierne el riesgo de tornar al aula en un escenario anquilosado, postrado y carente de emotividad y creatividad.

Particularmente, cabe preguntarse cuál es la relación que la docencia guarda con la investigación. Un primer acercamiento a este interrogante, nos indica que la docencia y la investigación forman una mancuerna indisoluble en la construcción del pensamiento crítico. Una, forma la personalidad del educando y crea sensibilidad respecto al conocimiento y sus limitaciones. La otra, crea la teoría que permite, mediante sus significaciones y referentes conceptuales, posicionarnos –de manera frontal– ante la realidad y sus procesos. La docencia y la investigación son complementarias y desembocan en un sincretismo: la primera contribuye a refinar las preguntas y la segunda abre senderos en la construcción de posibles respuestas. Sin el oficio de la investigación, la docencia se paraliza y se torna una «verdad» eterna e inmutable, carente de respuestas y de dosis de creatividad.

La enseñanza a través de la docencia es, a su vez, un aprendizaje constante tras contrastarse las ideas y exponerse al fuego del cuestionamiento y la duda. Si la docencia se articula con la investigación, logra abrir senderos para ventilar el nuevo conocimiento construido y para enriquecerlo con miradas alternas. Si la docencia y la investigación no erigen a la duda en puntal de su razonamiento, se condenan al limbo de la vaguedad y al mar del sinsentido.

Si la docencia y la investigación, en tanto praxis del conocimiento entrelazadas, no entronizan a la duda como fundamento existencial y vertebrador de su razonamiento y prácticas, naufragarán en el mar del ostracismo y el dogmatismo, al tiempo que se precipitarán en el abismo de la ignorancia tecnologizada.

De esta forma, la docencia es un ejercicio multidireccional y un paso para construir conocimiento de manera colectiva. Sin ese incesante intercambio con el estudiante, el circuito docencia/investigación se rompe y la creatividad sucumbe ante el vértigo de las preguntas y la duda

A grandes rasgos, la investigación y la docencia son una mancuerna que se entrelaza para construir conocimiento desde las preguntas que problematizan el mundo fenoménico. Ambas se realimentan; al tiempo que detonan procesos de imaginación creadora y de intenso diálogo con la realidad y el mundo de las ideas.

De cara a la era post-factual, que privilegia no la referencia al mundo fenoménico y la contrastación de las ideas con los hechos, sino la pulsión de los sentimientos y las emociones más primitivas de los individuos atomizados y sujetos al panóptico digital, resulta urgente reivindicar la docencia como praxis orientada a la formación de ciudadanos y a la transformación de la sociedad. Ante la irradiación del odio, el miedo, el racismo, el nativismo y el prejuicio, solo el conocimiento razonado ofrecerá luces que contribuyan a que la humanidad haga frente a la vulnerabilidad suscitada con las pandemias y al riesgo de extinción al que nos expone el colapso climático. La docencia –y la investigación como su correlato– están llamadas a mostrarse a la altura de las circunstancias históricas que se imponen con virulencia y al ritmo del vértigo de la incertidumbre.

Fuente: https://rebelion.org/oda-a-la-docencia-en-la-era-post-factual/

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6 claves sobre Trump y el futuro, según Noam Chomsky

Por: Rodrigo Riquelme

Chomsky encuentra varias similitudes entre Trump y otras figuras demagógicas de la historia, como Adolfo Hitler.

El fin de la República de Weimar, en 1933, es el escenario que se asemeja más a la situación que está viviendo Estados Unidos con el arribo de Donald Trump al poder, de acuerdo con Noam Chomsky, profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts y una de las figuras más contestatarias frente a las políticas neoliberales de diversas administraciones estadounidenses.

En una entrevista con Truthdig, en el 2010, Chomsky hizo una predicción que parece estarse cumpliendo: “Si llega alguien carismático y honesto, este país está en problemas, sobre todo debido a la frustración, la desilusión, el enojo justificado y la ausencia de una respuesta coherente (…) Se nos dirá que los hombres blancos son una minoría perseguida. Nos dirán que tenemos que defender el honor de la nación. La fuerza militar será exaltada. La gente será golpeada. Esto podría convertirse en una fuerza abrumadora”.

Chomsky se interesó desde muy pequeño por dos cosas: el lenguaje y la política. Sus estudios lingüísticos lo llevaron a convertirse en el fundador de toda una rama de esta ciencia, la gramática generativa, la cual cimbró los cimientos de la lingüística tradicional. Pero desde hace varias décadas, su intenso activismo político y social han hecho que sea uno de los intelectuales más contestatarios del siglo XX. En una conversación con Sam Fragoso, de la revista Pacific Standard, Chomsky detalló su opinión sobre lo que espera que ocurra con el ascenso al poder de un hombre cuya demagogia compara con la política de Adolfo Hitler.

1. Es un estafador

A la pregunta de Fragoso sobre si un personaje con una personalidad vacía y con una política confusa, como Chomsky ha definido a Trump en repetidas ocasiones, puede llegar a los votantes, el profesor en lingüística del Instituto Tecnológico de Massachusetts respondió que el presidente electo de Estados Unidos es “como un estafador. Fue capaz de decir cosas a un sector de la población que, de alguna manera, articuló sus propias preocupaciones y sentimientos, y lo hizo con bastante eficacia”.

Chomsky encuentra una contradicción crucial en el carácter de Trump al comparar la retórica de éste cuando le habla a la clase trabajadora con los nombramientos de su gabinete. Cuando habla con la clase trabajadora “él es anti-establishment, él va a enfrentar a Wall Street (…) Él dice que va a traer de vuelta trabajos (…) ¿Cómo va a hacer eso? Al elegir a un secretario de Trabajo (Andrew F. Puzder) que es sumamente anti-laboral”.

2. Para Trump, todo es culpa de los demás

Muchas de las personas que votaron por Donald Trump también votaron por Barack Obama en el 2008 y en el 2012. El periodista de Pacific Standard le preguntó a Chomsky el estado al que tendría que llegar Estados Unidos para que las personas se den cuenta de que Trump no está actuando con las mejores intenciones. Para el activista y escritor, el eslogan de Trump “Make America Great Again” le dio a los votantes la misma sensación que ofreció el discurso de Obama durante sus campañas electorales, una sensación de esperanza y cambio, la cual fue disminuyendo conforme avanzaba su administración.

Pero cuando las personas se den cuenta de que el gobierno de Trump tampoco puede ofrecer esa esperanza y ese cambio, hay varias alternativas que, de acuerdo con Chomsky, no son nada alentadoras. Una de estas alternativas es “una usual acción de las figuras y de las estructuras autoritarias cuando no pueden cumplir sus promesas, buscar un chivo expiatorio: ‘Vamos a culpar a las personas más vulnerables y que están sufriendo. Hagamos que sea culpa suya’”, explica Chomsky. El investigador recuerda que Trump ya ha comenzado con esta práctica, ya que ha culpado a los inmigrantes por los problemas que enfrenta la Unión Americana.

3. La educación está bajo ataque

En palabras de Chomsky, el sistema educativo estadounidense, del que ha formado parte desde hace más de 65 años, no motiva la curiosidad de los estudiantes. Por el contrario, las escuelas y universidades han convertido a este sistema en una estructura que fomenta el control del aprendizaje y la falta de curiosidad entre sus miembros, fortaleciendo un sentimiento de pasividad en ellos. Además, de acuerdo con el lingüista, con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos el sistema educativo estadounidense se encuentra bajo ataque, sobre todo si se considera que el presidente electo ha elegido a una persona que está en contra de la educación pública, la empresaria Betsy DeVos, como su próxima secretaria de Educación.

4. Hay sólo fragmentos de verdad en el panorama

Las palabras de Trump han conducido a Estados Unidos y a buena parte del mundo a vivir en una era post-factual, es decir, que los hechos y la realidad han dejado de tener importancia; son las palabras y su interpretación la moneda de cambio de una era en la que la opinión vertida en redes sociales es más relevante que los hechos reales. Para Trump, “si yo digo que es falso, entonces es falso”.

Chomsky compara esta actitud con la propaganda nazi que llegó 10 años después de que Alemania alcanzara la cumbre de la civilización occidental. “El pico de la civilización occidental, en muchos sentidos, fue Alemania en los años 20 en las artes, las ciencias e incluso como un modelo para la democracia. En 10 años, había descendido a las profundidades de la barbarie en una sociedad post-factual”. Para Chomsky, al igual que durante el régimen nazi, flotan en el aire fragmentos de una verdad que confunden más que esclarecen.

5. Estamos en una situación histórica específica

Chomsky encuentra varias similitudes entre Trump y otras figuras demagógicas de la historia, como Adolfo Hitler. La diferencia que existe entre la Alemania nazi de Hitler y Estados Unidos con Trump, es que en este caso existen formas efectivas de evitar los peligros que implica que un personaje como él llegue a la Oficina Oval y de aprovechar las oportunidades que se presenten para construir la base de un mejor futuro. El activista pone como ejemplo el plan de infraestructura que Trump ha anunciado que llevará a cabo durante su mandato. Según Chomsky, el plan de infraestructura de Trump implica que las empresas les quitarán dinero a los contribuyentes para construir la infraestructura que ellos creen es la necesaria. Sin embargo, para Chomsky esto no es más que un acto de corrupción.

“Una alternativa sería un programa de infraestructura que desarrolle cosas que realmente necesitamos, como un tren de alta velocidad, por ejemplo, o sistemas de escuelas públicas con salarios docentes dignos y con respeto por los maestros (…) Esto requeriría la inversión del gobierno, lo que significa el compromiso popular de utilizar los fondos para el beneficio del público en general”, refiere.

6. Debemos defender los derechos fundamentales

Las últimas preguntas de Fragoso a Chomsky tienen un matiz más personal, más cercano. La voz del escritor y activista social es una de las más escuchadas y reconocidas en el ámbito de las prácticas políticas estadounidenses. Pero para el investigador, perder su voz, es decir, ser censurado, no es un problema relevante. “Ha habido tiempos mucho peores, y hay muchas oportunidades y mucha protección para la libertad de expresión y asociación, si defendemos estos derechos enérgicamente, lo mismo que las oportunidades que tenemos”.

De acuerdo con Chomsky, sus opiniones no son complejas y en realidad no importa quién las diga, sino que sean dichas, para que sean escuchadas. Uno de los intelectuales más importantes del último siglo concluyó la entrevista apelando a la responsabilidad que tienen todos los estadounidenses para cumplir objetivos comunes. “ Todos tenemos cosas que podemos hacer. Tenemos oportunidades, debemos perseguirlas en la mayor medida posible”.

Fuente: http://eleconomista.com.mx/internacional/2017/01/13/6-claves-sobre-trump-futuro-segun-noam-chomsky

 

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