El parentesco de todas las almas del pueblo negro

Reseñas/África/Noviembre 2020/elpais.com

¿Qué significó la esclavitud para el africano? Se lo pregunta el sociólogo W.E.B. Du Bois en esta obra fundacional del pensamiento sobre la negritud, publicada en EEUU en 1903, que acaba de editarse en castellano

“De cuando en cuando, la asistencia a la escuela menguaba y yo salía de paseo a descubrir las razones”, escribe W.E.B. Du Bois en Las almas del pueblo negro, acerca de su experiencia como maestro de escuela en las montañas de Tennessee (EE.UU.), a finales del siglo XIX. Entonces, descubría cuánto necesitaban aquellas familias a sus niños en la época de cosechas, incluso para cuidar a los hermanitos menores. “Pero los mandaremos de nuevo la semana que viene”, le contestaban, cuando el profesor pasaba a interesarse por las ausencias.

Las almas del pueblo negro, que acaba de editarse en castellano (publicado por Capitán Swing), es un libro fundacional de la negritud, escrito por el sociólogo, historiador y activista por los derechos civiles, en 1903, como recopilación de las luchas de un siglo sangriento en el que los países americanos abolieron la esclavitud pero, a cambio, enviaron a sus ciudadanos afroamericanos a las primeras líneas de los frentes de guerra. Esta obra señalaba, además, el amanecer de un siglo en que el panafricanismo abriría paso a nuevas reflexiones. Porque África no había quedado en África, sino que ahora era parte del mundo entero.

“Para la mayoría de aquellos para los que la esclavitud era una vaga remembranza de la niñez, el mundo era algo enigmático: poco les pedía el mundo a ellos, por lo que ellos respondían con poco; sin embargo, el mundo se burlaba de lo que ellos ofrecían”, escribe Du Bois, en un pasaje de memorias titulado Del significado del progreso. Aquel desarraigo de los descendientes de esclavos que describía Du Bois alcanzaba a Norteamérica, tan lejos y tan cerca de África, y parece haber surcado todo el siglo XX como la gran paradoja de los africanos de la diáspora.

Y quizá esa sea la carga que buscaron aligerar los intelectuales que, en Europa, guiaron los movimientos panafricanistas, desde Aimé Cesaire y Léopold Sédar Senghor hasta los dirigentes de la gran ola contra la segregación racial y el poder negro de los años sesenta, en el resto del planeta. Entre ellos, algunos Panteras Negras, que terminaron viviendo y muriendo en el continente de sus antepasados, como fue el caso de Stokely Carmichael, que nació en Trinidad y Tobago (en 1941), se crio y estudió en la universidad de Washington, y luego pasó casi toda su vida adulta en Guinea Conakry, como alumno del ghanés Kwame Nkrumah y como asesor del presidente Ahmed Sekou Touré.

De ahí el valor de repasar las almas del pueblo negro que nutrieron trayectorias de vida a ambos lados del Atlántico y al norte y el sur del Mediterráneo. Esta obra de un norteamericano sobre Norteamérica, que arranca con la pregunta “¿qué se siente cuando se es un problema?”, permite surcar los océanos en otros barcos: “[Un negro americano] no querría blanquear su alma negra en una oleada de americanismo blanco, pues sabe que la sangre negra tiene un mensaje para el mundo”.

El doble rasero

Du Bois habla de la «doble consciencia»: “Es una sensación peculiar, esa sensación de mirarse siempre a uno mismo a través de los ojos de los otros, de medir la propia alma con el baremo de un mundo que observa con desdén jovial y con lástima. Uno siempre siente esa dualidad: un americano, un negro; dos almas, dos formas de pensar, dos luchas irreconciliables; dos ideales en combate en un cuerpo oscuro, cuya fuerza obstinada es lo único que le impide romperse en pedazos”.

La doble consciencia parece una consecuencia del doble rasero social que no dejan de sufrir algunos sectores de la población, según pasan las décadas. Sin embargo, Du Bois quiere examinarlo, a fondo, en primera persona: “La historia del negro americano es la historia de esta contienda, de ese anhelo por alcanzar una madurez consciente, por fundir ese doble ser en uno mejor y más verdadero”.

La abolición de la esclavitud fue la llave de la primera puerta, pero tras esa, los pensadores y los activistas encontraron muchas otras puertas cerradas: “Trabajo, cultura, libertad, todo esto nos hace falta, no por separado, sino de forma conjunta, no sucesivamente sino al mismo tiempo (…) El problema negro no es más que una prueba concreta de los principios subyacentes a la gran república, y la lucha espiritual de los hijos de los libertos representa el duro trabajo de unas almas cuya carga casi sobrepasa los límites de sus fuerzas, pero que la soportan en nombre de una raza histórica, en nombre de esta tierra, la tierra de los padres de sus padres, y en nombre de la oportunidad humana”.

La barrera de color

Du Bois revisa las preguntas de antes y después de la cruenta contienda civil norteamericana, cuando los esclavos fugitivos eran tratados como contrabando de guerra (se los entregaban a los dueños en cuanto estos los iban a buscar), hasta describir el momento en que la Casa Blanca los emancipó para convertirlos en trabajadores. Narra los experimentos sociales del XIX, la iracundia de los blancos y sus acciones ante los sesgados tribunales de Justicia, así como el naufragio de la llamada Oficina de los Libertos. Como si no tuviera más de un siglo de antigüedad, en el libro se lee que hay zonas en las que el destino de la población es la muerte o la cárcel, ante lo que Du Bois anticipa: “El problema del siglo XX es la barrera de color”.

La actualidad de Las almas del pueblo negro radica en la profundidad con la que Du Bois aborda asuntos tan ligados entre sí como la educación y su contracara, la alienación del delito. Parece un ensayo de hoy cuando enfatiza en la necesidad de una sólida red de escuelas públicas con igualdad de acceso y en su certera definición de la función de la universidad: “No es simplemente enseñar a ganarse el pan, proporcionar maestros a las escuelas públicas o ser un centro de reunión social; ha de ser, ante todo, el órgano de ese ajuste armónico entre la vida real y un conocimiento de la vida cada vez mayor, un ajuste que constituye el secreto de la civilización”. Esto reflexiona mientras él mismo viaja en el vagón Jim Crow, el de los segregados.

El espíritu del panafricanismo

“¿Qué significó la esclavitud para el africano?”, se pregunta Du Bois. Y continúa: “¿Qué juicio le merecían el bien y el mal, Dios y el diablo? ¿Adónde fueron sus ansias y sus esfuerzos y, por lo tanto, dónde se ubicaban sus dolencias y sus desilusiones”. Entonces nos invita a leer la impotencia frente al látigo, sin sobreactuar pena alguna, sino explicando la hondura del flagelo que llevó a los esclavos a tener una vida espiritual tan poblada, llena de música, guiada por el carismático predicador y, por lo tanto, incitando a los investigadores sociales a indagar sin prejuicios en el sentimiento religioso, las idolatrías y sus catarsis: “La música de la religión negra es esa quejumbrosa melodía rítmica de emotivas cadencias menores que, a pesar de la caricatura y la profanación, sigue siendo la expresión más original y hermosa de la vida y las fatigas humanas nacida hasta ahora en suelo norteamericano”.

Por último, Du Bois explicita el deseo de que “broten” de su libro “pensamientos vigorosos y acciones sensatas”. Justamente, la imagen que ilustra estas líneas forma parte de uno de esos brotes, en este caso, artístico, gracias a la inspiración del pintor marfileño Roméo Mivekannin, que expone, en estos días, su serie titulada Las almas del pueblo negro, en la galería Cecilie Fakhoury de Abiyán (Costa de Marfil), y de la que daremos cuenta en este mismo espacio.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/10/28/africa_no_es_un_pais/1603905538_517123.html

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Laurentino Gomes: “La esclavitud africana dio origen al racismo y fue a escala industrial”

Por: Najara Galarraga Gortázar.

La esclavitud ha existido desde los albores de la historia, pero solo alcanzó escala industrial cuando los europeos trajeron por la fuerza a 12,5 millones de africanos a América. El desarrollo del continente habría sido imposible sin la explotación de los supervivientes. Escravidão (Esclavitud), del escritor y periodista Laurentino Gomes (Maringá, 63 años), es uno de los libros del momento en Brasil, un fascinante reportaje sobre un episodio histórico cuyo legado está presente en la desigualdad en el último país americano que abolió la esclavitud. El autor sostiene, en una entrevista en São Paulo con motivo del Día de la Conciencia Negra (el 20 de noviembre), que los países implicados deberían pedir perdón.

Pregunta. ¿Aprendió más con su trilogía sobre la fundación de Brasil o ahora con la esclavitud?

Respuesta. La anterior me ayudó a comprender cómo fue la construcción del Estado brasileño en el siglo XIX tras romper lazos con Portugal. Pero si quieres entender Brasil en una dimensión más profunda, debes estudiar la esclavitud, el tema más importante de nuestra historia. Todo lo que fuimos, somos y lo que nos gustaría ser tiene que ver con la esclavitud. Con casi cinco millones de cautivos africanos, fue el mayor territorio esclavo de América y el último en poner fin a la trata, en 1850, y a la esclavitud, en 1888. El país fue construido por esclavos en todos los sectores económicos, azúcar, oro, diamantes, café. Los abolicionistas del siglo XIX argumentaron que Brasil necesitaba hacer dos aboliciones: dejar de comerciar con personas e incorporar a los antiguos esclavos a la sociedad como ciudadanos, dándoles tierra, empleo y educación. Brasil nunca ha hecho esto.

P. ¿Por qué?

R. Brasil se convirtió en un paria internacional como Sudáfrica durante el apartheid. La Ley áurea (que ilegaliza la esclavitud) busca librarle de esta mancha, pero nunca hizo ningún esfuerzo por incorporar a los afrodescendientes porque significaba la renuncia de privilegios y riquezas. Por eso somos uno de los países más segregados del mundo, aunque no tuviéramos leyes de segregación racial como las de EE UU. Si mides Brasil con cualquier criterio, ingresos, empleo, seguridad pública, existe un abismo entre las oportunidades para la población blanca y la negra. Aunque desarrollamos el mito de que éramos una gran democracia racial, las manifestaciones de racismo son explícitas en las redes sociales y en el discurso del presidente de la República.

P. ¿Cuál es la traducción práctica de la segunda abolición en Brasil?

R. Si la riqueza de las naciones ya no son los recursos naturales sino el capital humano, Brasil nunca será un país decente mientras la gran mayoría de la población (negra) carezca de educación, salud y trabajo decentes. Afrontar la desigualdad social en Brasil es sinónimo de segunda abolición, porque la mayoría de los pobres son negros. Por eso digo que no es solo una reparación histórica, sino una inversión en el futuro. Esta es la principal agenda política en el futuro, incluso si tenemos un Gobierno hostil. Este es un tema atrapado en el siglo XIX. Cualquier Gobierno, partido político o campaña electoral enfrentará este legado.

P. ¿Cuál es la mayor diferencia entre la esclavitud de América y el cautiverio en el mundo?

R. Existió en el antiguo Egipto, Babilonia, la antigua Grecia y en África antes de la llegada de los europeos. La primera novedad es la escala industrial, con 12,5 millones de personas embarcadas en unos 35.000 viajes al Nuevo Mundo. La segunda, el nacimiento del racismo: es la primera vez en la historia que se asocia la esclavitud a la piel negra. Existe toda una ideología para decir que los africanos eran salvajes y que lo mejor que podía pasarles era ser esclavizados para incorporarlos a la supuesta civilización europea instalada en los trópicos.

P. La Iglesia católica distinguía entre indios y africanos.

R. Hubo una discusión filosófica y teológica sobre si esclavizar o no a los indios, pero la realidad es que fueron masacrados. Portugueses y españoles no pudieron llevar a cabo su proyecto inicial de esclavizar a los indios. Si hubieran tenido éxito, podríamos no haber tenido esclavitud africana.

P. Cuenta en su libro que algunos grandes pensadores de los siglos XVIII y XIX defendían la libertad y la esclavitud.

R. Sí, David Hume (filósofo y escritor británico) era accionista de una empresa de comercio de esclavos. Thomas Jefferson, que escribió la Declaración de Independencia de EE UU y defendía que todo ser humano nacía con los mismos derechos, poseía un gran lote de esclavos.

P. ¿Deben los países pedir perdón? Usted cuenta que el expresidente Lula da Silva lo hizo, pero el portugués Marcelo Rebelo de Souza, no.

R. Creo que sí. Es una cuestión de honestidad, algo simbólico, porque fue una masacre. Ahora, dudo si sería posible pagar esta deuda. En África existe ahora una élite heredera de aquellos aliados con los europeos que se beneficiaron de la trata. El rey Ashanti en Ghana suministraba cautivos a ingleses y holandeses. ¿Quién indemniza a quién? Es difícil. Pero una actitud política de pedir perdón es importante. El papa Juan Pablo II lo hizo en Senegal, no por toda la Iglesia, sino por los católicos implicados. También apoyó medidas prácticas, como las cuotas en escuelas y en la Administración, para personas de ascendencia africana. Existe una deuda histórica que debe abordarse con palabras y gestos concretos.

P. Cuenta que hubo un tiempo en que por cada cien habitantes de Brasil, 86 eran esclavos. ¿Por qué no se rebelaron?

R. Había manuales que aconsejaban a los agricultores que no mantuvieran grupos del mismo origen, cultura, idioma o región. Esto les impidió organizarse. Y había un sistema de recompensa y castigo. El rebelde era azotado; el cooperativo ganaba tiempo libre semanal, el derecho a cultivar un huerto, ir a misa y ganar su propia manumisión (su libertad). La principal forma de resistencia era tratar de ocupar los espacios que la sociedad le daba al esclavo para acercarse al universo de los blancos, como las hermandades religiosas. Hubo un blanqueamiento cultural: cuanto más rápido se alejara de la cultura africana, más ventajoso sería.

P. ¿Ha consultado testimonios de esclavos?

R. Poco. Desafortunadamente la historia de la esclavitud es contada por los blancos. Hay algunos testimonios y biografías relativamente raros. Otra fuente preciosa para escuchar a los esclavos son las preguntas de la policía cuando fueron acusados de delitos. Todo lo que se sabe de Palmares, el principal quilombo (asentamiento creado por esclavos huidos en Brasil) son expediciones militares.

Fuente de la entrevista: https://elpais.com/internacional/2019/11/19/actualidad/1574201523_512609.html

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