Media hora de recreo escolar: ¿es suficiente para que los niños se desfoguen?

Por: Ana Camarero

Estos 30 minutos de asueto aportan una cantidad de actividad física residual, alejada de la recomendada en edades de 3 a 6 años

Entre las 10.00 y las 10.30 horas de la mañana, los patios de la mayoría de los colegios acogen a diario niños y niñas de segundo ciclo de Educación Infantil (de 3 a 6 años). Es un momento para disfrutar, divertirse, compartir, sociabilizar, jugar y, sobre todo, moverse. Treinta minutos donde la actividad física debería ser el verdadero protagonista de este tiempo de ocio. Unos 1.800 segundos para andar, correr tras un compañero, golpear un balón, saltar a la comba, jugar al pilla pilla, al balón prisionero, al pañuelo, al corro de la patata… Un tiempo, imprescindible para mejorar la salud de los más pequeños, pero que los expertos consideran insuficiente.

Los datos respaldan esta valoración. Un reciente estudio, realizado por Raúl Fraguela Vale, Lara Varela Garrote y Miriam Carretero, de la Universidad de A Coruña, titulado Actividad física durante la jornada escolar en Educación Infantil: comparativa entre la escuela urbana y la escuela bosque, ha comparado la situación habitual de una gran parte del alumnado escolarizado en esta etapa de Infantil, representado por la escuela urbana, con otra posibilidad educativa escasamente extendida en nuestro país, como es la escuela bosque. Un modelo de educación al aire libre, que utiliza los espacios naturales, forestales, para el aprendizaje de todo tipo de habilidades personales, sociales y técnicas, y que tiene una especial presencia en Reino Unido, Suecia, Dinamarca y Canadá. La conclusión, a la que han llegado sus autores del estudio, es que el “contexto de la escuela urbana limita el movimiento de su alumnado casi exclusivamente al tiempo del recreo y realiza una aportación residual a la cantidad de actividad física recomendada a estas edades. En cambio, el contexto de la escuela bosque aporta al alumnado gran parte de la cantidad diaria de actividad física recomendada y niños y niñas presentan un nivel de actividad similar”.

La recomendación diaria de movimiento para considerar que una persona es activa en las edades estudiadas, desde el punto de vista de la salud, es de 11.500 pasos. Para llevar a cabo esta investigación, se colocaron podómetros que los niños y niñas llevaban puesto hasta el momento de la salida (14 h) y, posteriormente, se registraba el número de pasos cubiertos durante la jornada. Los resultados obtenidos indicaron que la media de pasos de los participantes durante la jornada escolar fue de 5.096,77 pasos, lo que supone un 44,32% de la recomendación diaria de pasos. Un dato significativo en las escuelas urbanas es que la media de pasos de las niñas (1.662,5 pasos) y de los niños (2.609,33), cifrada en 2.135,9, supuso solo un 18,57% del total de pasos recomendados diarios. Mientras, los pasos dados por las niñas (7.871,76) y los niños (8.983,29) en la escuela bosque, en ese mismo periodo de tiempo, que alcanzó el 73,3% del total recomendado. Además, los alumnos y alumnas de la escuela bosque alcanzan valores similares entre los dos géneros, aunque los niños siguen por encima. Estos resultados confirman, según Fraguela Vale, que “la cantidad de actividad física que realiza el alumnado durante la jornada escolar es muy baja. En general, los niños y niñas de estas edades no alcanzan los niveles mínimos saludables de actividad física diaria y la escuela no está contribuyendo a disminuir este problema”.

El investigador de este estudio afirma que “las escuelas rurales y las urbanas limitan en la misma medida las posibilidades de juego y movimiento de los más pequeños”. Porque, según apunta Fraguela Vale, “el llamado idilio rural, en el que la infancia juega libremente en el entorno natural de los pueblos más pequeños, no responde a la realidad. La falta de compañeros de juego de la misma edad y los largos desplazamientos a las escuelas, casi siempre en coche particular o en transporte público, hace a la infancia rural tan sedentaria como la urbana”. El estudio muestra que existe un desfase enorme entre las necesidades naturales de movimiento de los niños en edad infantil y lo que realmente pueden moverse en las escuelas tradicionales.

En el Grupo de investigación (ImFine) llevan años estudiando y proponiendo la escuela como el lugar ideal para la promoción de la Actividad Física y la Salud y reivindicando la figura del profesor de Educación Infantil como agente de salud y generador de proyectos en este sentido. Proyectos como Kiss and Go, para generar entornos escolares seguros; Patios Coeducativos, que favorezcan los recreos activos; o el programa DAME 10 o Active School Days, que desarrolla descansos activos en las clases, se presentan como medidas que suman minutos de actividad y acercan a la población infantil y juvenil al cumplimiento de las recomendaciones dentro del tiempo que los niños pasan en el colegio. Una actividad física que, en opinión de Augusto García Zapico, Profesor Contratado Doctor, Facultad de Educación-UCM y miembro Grupo Investigación ImFINE-UPM, no es necesario complementar a estas edades con otro tipo de deporte y donde el juego motor debe ser la actividad principal a estas edades, sin diferencias de género que puedan desarrollar estereotipos prematuros. “Es una etapa en la que el desarrollo de habilidades motrices y psicomotrices es el objetivo fundamental del aprendizaje motor. Una actividad física (AE) lo más variada posible nos proporcionará el abanico más amplio para ese aprendizaje. Entornos que estimulen el juego y el movimiento son la estrategia ideal para fomentar la AF en estas edades, y el juego libre, no dirigido, debería ser predominante”.

De hecho, frente al juego libre, la práctica de deporte en edades tempranas favorece también el desarrollo de estereotipos de género, dado que en la mayoría de los patios escolares los niños suelen ocupar más espacio que las niñas, jugando por ejemplo a actividades con balón (fútbol), un hecho que tiene una influencia clara en su comportamiento motriz. Esta circunstancia, en opinión de García Zapico, “lleva a las niñas a no disponer de espacio y las empuja a conductas menos activas en los tiempos de recreo”. Uno de los principales causantes de este problema es el diseño de los patios escolares. En opinión de este profesor de la Facultad de Educación-UCM, se trata de “un diseño anticuado que recuerda al de las cárceles, con una pista polideportiva que ocupa el lugar central, escasez de elementos naturales, de sombras y predominancia del asfalto, que invita a realizar actividades concretas (jugar al fútbol o al baloncesto). Ejercicios que no estimulan conductas motrices variadas y que no generan el juego libre, caracterizado por el movimiento, el desarrollo de la imaginación y la socialización de nuestros hijos”. “Un patio para edades de 3 a 6 años debería parecerse más a un bosque que a una cárcel. El bosque es igual para todos, un entorno natural en el que inventar, cooperar y desarrollar todas las posibilidades motrices de niños y niñas”, concluye García Zapico.

Las evidencias científicas avalan claramente los beneficios que la actividad física tiene también para la salud en estas edades tempranas y que están vinculados a una mejora de la forma física, tanto de las funciones cardiorrespiratorias como de la fuerza muscular, reducción de la grasa corporal, mayor salud ósea y menor presencia de síntomas de depresión. Alfonso Salguero del Valle, profesor titular del Departamento de Educación Física y Deportiva de la Universidad de León, afirma que es importante crear un hábito en los primeros años de vida. Principalmente, que los padres realicen actividad física con sus hijos en su tiempo de ocio, no solo desde la escuela, porque “para que una actividad, del tipo que sea, y más cuando hablamos de niños y niñas, se perpetúe en el tiempo, tiene que ir asociada al disfrute, al compañerismo, etc. Para lograrlo, es importante fomentar una práctica que refuerce los aspectos de motivación intrínseca y no solo la obtención de recompensas externas y/o de consecución de un rendimiento deportivo”.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/01/20/mamas_papas/1579514654_742595.html

Comparte este contenido:

El colegio público que ha desterrado la pelota

Por: Ana Torres Menárguez.

El Martinet, un centro público de Ripollet, tiene un proyecto pedagógico innovador sin asignaturas ni balones y lucha contra la Administración para eliminar la cancha de su patio

“Hemos colonizado la pista”, dice Isabel Trías, directora del colegio público El Martinet, en el pueblo de Ripollet (Barcelona), que ha desterrado el uso de la pelota. Allí los alumnos no juegan al fútbol ni al baloncesto. En ningún momento de la jornada escolar. La pista es una explanada en desuso sin porterías ni canastas en la que los trazos de colores son casi imperceptibles. Rodeada de montículos de tierra con pequeñas construcciones hechas con troncos y con cabañas de madera, ese trozo de cemento es uno de los símbolos de la lucha de este colegio por implantar su propio modelo de escuela, en el que no hay asignaturas y los niños no almuerzan bocadillos, sino fruta y frutos secos.

Cuando se levantó el colegio, en el año 2004, comenzó la pugna de este centro con la Administración. Pidieron al Departament d’Ensenyament (la consejería de Educación catalana) que no instalara ninguna pista. El proyecto educativo que presentó el equipo directivo era revolucionario: los alumnos no tendrían asignaturas y, por tanto, la materia de educación física se diluía. “No es que no hagan deporte, sino que no consideramos necesario que practiquen los deportes tradicionales con pelota”, explica Isabel Trías, la directora del colegio, con 480 alumnos, que no tienen permitido llevar balones al centro.

Hay dos grandes razones. “Ya sabemos qué tipo de actitudes generan los deportes como el fútbol, los niños juegan por un lado e invaden gran parte del espacio y las niñas, por otro”, cuenta Montserrat Navarro, la primera directora que tuvo el centro y la impulsora del proyecto. “La pelota está asociada a juegos competitivos que, además, generan un consumismo en los niños [por la compra de camisetas de los equipos y balones oficiales]. Es como las pantallas, tapan otras realidades”, argumenta Isabel Trías.

A diferencia de las escuelas tradicionales, en El Martinet los alumnos no pasan seis horas sentados en el pupitre porque se mueven constantemente de los espacios interiores a los exteriores. “No hay sedentarismo”, añade la directora. Les enseñan juegos cooperativos en los que el fin último no es ganar, practican deportes al aire libre, hacen salidas en bicicleta y suben montañas. A los seis años empiezan y a los 11 suben el Puigmal, de casi 3.000 metros de altura.

El Departament y la Inspección Educativa dieron su visto bueno al proyecto, previamente aprobado por el consejo escolar con las familias, pero colocaron la pista deportiva reglamentaria en el patio. Años después, la madre de uno de los alumnos se ofreció a llevar al colegio una cantidad suficiente de tierra para tapar la pista y crear encima el entorno que habían diseñado: 100% natural y sin pavimentos de cemento. Lo hicieron y pocos meses después la historia volvió a empezar; el Ayuntamiento de Ripollet y el Departament —en ese momento liderado por CIU— urgieron al colegio a volver a despejar la pista. “Tú misma lo puedes ver, los alumnos ocupan los espacios con naturaleza y la cancha se queda siempre vacía. Es un sinsentido”, indica la directora, que ha vuelto a solicitar a la Administración autonómica —que tiene las competencias en materia de Educación— que les dé permiso para volver a cubrir el pavimento.

La pista sin porterías ni canastas de El Martinet, rodeada de cabañas de madera y montículos de tierra.
La pista sin porterías ni canastas de El Martinet, rodeada de cabañas de madera y montículos de tierra.CRISTÓBAL CASTRO

¿Qué hacen los niños en esos espacios de tierra? Unos construyen un canal de agua con piezas de madera y poleas, otros revisan las hortalizas que están creciendo en el huerto, otros usan una lupa binocular para mirar de cerca unas hojas que han recolectado y otros, simplemente, deambulan. Actividades no faltan. «Nuestro argumento es claro: ya hay polideportivos y zonas públicas con pistas que los niños pueden usar en su tiempo libre”, aclara la antigua directora Montserrat Navarro.

Desde el Departament aseguran que ya son cerca de una decena los colegios públicos catalanes que quieren transformar sus patios para que las pistas no ocupen la mayor parte del espacio, pero ninguno de ellos quiere, por el momento, eliminar las canchas. El real decreto de 2010 —aprobado por el Gobierno central— que regula los requisitos mínimos de los centros educativos habla de “un patio de recreo, parcialmente cubierto, susceptible de ser utilizado como pista polideportiva”. Eso quiere decir que la decisión última sobre las canchas corresponde a la comunidad autónoma, aseguran fuentes del Ministerio de Educación.

El cambio en la forma de interpretar la educación física no es exclusivo de El Martinet. “La disciplina, el orden y el esfuerzo ya no son las premisas, la gente sigue teniendo esa idea de la asignatura pero es un prejuicio anticuado”, explica Albert Batalla, profesor de Didácticas de la Educación Física de la Universidad de Barcelona. La superación física ya no es el objetivo, no se trata de aprender a botar bien el balón, sino de cooperar y respetar las normas sin la mirada puesta en ser el ganador. “Es un cambio radical que lleva años instalándose en los colegios, ya no se ve el cuerpo como una máquina que hay que mantener en forma. Ahora se practica la expresión corporal mediante la danza o los malabares”, añade. Aunque reconoce que la pelota suele colonizar los recreos, obligando a los alumnos a sortear los balonazos y a refugiarse en las zonas periféricas, cree que es “muy radical” eliminar los balones. “Supone darle la espalda a la realidad, la competitividad está ahí y hay que educar a los niños a gestionar el ansia por ganar”.

IMPLICAR A LOS MAESTROS EN EL DISEÑO ARQUITECTÓNICO DEL CENTRO

“La arquitectura y la docencia tienen que ir de la mano”, aseguró el pasado marzo Josep Gonzàlez-Cambray, el director general de centros públicos de Cataluña, donde el Gobierno regional ha lanzado un plan para que docentes y miembros del Colegio de Arquitectos trabajen conjuntamente para identificar las nuevas necesidades de los colegios en función de los proyectos pedagógicos. La idea es involucrar a los maestros en el proceso previo a la construcción de nuevos centros para adaptar los espacios interiores y exteriores a los criterios pedagógicos. “Ya hemos empezado a implicar a los equipos directivos en la fase inicial de diseño de las escuelas, es la vía para crear las aulas del futuro”, dijo el conseller Josep Bargalló.

Para María José Camacho, profesora de Educación Física en la Facultad de Educación de la Complutense, el problema es que los deportes tradicionales llevan a los colegios a aplicar la “jerarquía de resultados”: salen mejor parados los alumnos con mayor rendimiento físico. “Siempre lo harán mejor los que practican esos deportes en su tiempo libre y eso genera mucha frustración. Los juegos cooperativos, en los que el rendimiento es más parecido, son más inclusivos”, explica.
Es lo que las nuevas hornadas de maestros de Educación Física llaman gamificación. “Todo el grupo tiene que superar el reto, no vale con que uno sea buenísimo”, dice Tristán González, profesor de la materia que ha dado clase en primaria durante 12 años. Pone un ejemplo: un torneo de combas a modo de juego de rol; cada movimiento tiene un nombre y lleva asociado unos puntos. Los niños saltan a la cuerda solos y en grupo. “En los colegios públicos en los que he trabajado, nunca he centrado la asignatura en jugar al fútbol o al baloncesto”. Coincide con los investigadores en que la época del «chándal, sudor y esfuerzo» ya pasó. Ahora importa más la inclusión.

Lectura autónoma

En El Martinet, que el año que viene tendrá también secundaria, los espacios exteriores están cubiertos de tierra y árboles y se usan, igual que los interiores, como áreas de aprendizaje. “Salir fuera equivale a acercarse a lo imprevisible, a lo que no se sabe, a lo que es sorpresa”, se puede leer en un libro autoeditado por el colegio en el que se explica su filosofía. En cada una de las puertas de entrada al edificio hay estructuras de madera con botas de agua de colores de diferentes tamaños. Porque los días de lluvia también se sale. En el interior las aulas no tienen pizarras porque quieren que los niños trabajen a su ritmo, que no realicen las mismas actividades todos a la vez. Salvo en la comida.

Tampoco hay exámenes y los niños lideran su propio aprendizaje con los maestros como guía. Es casi la una del mediodía y los alumnos hacen tiempo hasta que llegue su turno del comedor. En una de las aulas, un grupo de alumnos de ocho años de tercero de primaria construye estructuras con figuras de madera o conversan entre ellos. Más de la mitad están concentrados en su lectura. Pol García, de 19 años, fue alumno del colegio. “Para nada eché de menos la pelota. La llegada al instituto sí fue un poco heavy, por el cambio de modelo. Llevaba muy mal estar sentado tantas horas sin poder hablar, pero tenía muchas ganas de que me mandaran deberes y de hacer exámenes”, cuenta. Estudió un grado de formación profesional superior en Gestión Forestal y ahora está haciendo prácticas en un viñedo cerca de Oporto. Lo que más valora es que le enseñaran a interesarse por los temas y a buscar él mismo información. “Eso nunca se olvida, la curiosidad por aprender se te queda”.

LOS PATIOS SE TRANSFORMAN PARA INCLUIR A LAS NIÑAS

Hora del recreo en un colegio cualquiera. Desde fuera, un observador no ve nada especial en el patio. Un tumulto infantil, niños que juegan al fútbol, otros que corren y niñas sentadas en corros por la periferia del espacio. Parece que cada uno está a su aire, donde le apetece. ¿Hay sexismo en ese escenario? Este planteamiento inicial de la socióloga Marina Subirats en su libro Balones fuera (Octaedro) ha inspirado a algunas escuelas a transformar sus recreos para evitar que los roles de género se reproduzcan desde la infancia. El colegio público La Paloma, en el barrio madrileño de La Latina, es uno de ellos. “Desde que son pequeños les enseñamos a estar de una manera en el mundo. El hecho de que los chicos ocupen la mayor parte del espacio con una actividad más agresiva y las niñas se resignen a los alrededores es el comienzo de la desigualdad”, explica Irene Martínez, profesora de la Complutense.

“A partir de segundo de primaria empieza a notarse la separación de chicos y chicas en la hora del recreo, por eso el uso de la pista va rotando entre diferentes cursos y hemos habilitado nuevos espacios para hacer música, escalar, plantar o comer tranquilo y solo prohibimos los juegos con balón los viernes”, cuenta María Belén González, directora del centro. Hay tres tipos de zonas: activas, semiactivas y tranquilas. “Hemos conseguido que los alumnos se relacionen más con niños que tienen otros intereses”.

Fuente del artículo:  https://elpais.com/sociedad/2019/05/10/actualidad/1557488263_130279.html

Comparte este contenido:

Ken Robinson: Escuelas creativas. Cambiar la metáfora convencional

Por: Beatriz Villarreal. 

 

La creatividad como forma de aprendizaje o como guía para la enseñanza  ha sido incorporada como principio programático para desarrollar nuevos tipos las escuelas que buscan ser una salida viable para estudiantes que no logran mantenerse, por diferentes motivos, en las escuelas tradicionales. Es una vía para superar el rechazo y la indiferencia de muchos de los estudiantes que no se sienten tomados en cuenta o integrados a la escuela convencional. Para lograr respuestas a este complejo problema se han creado nuevas pedagógicas centradas en la creatividad. Bajo este concepto, implementado programas de formación que permiten al estudiante incorporar su individualidad, superar sus limitaciones personales y, a la vez, potenciar sus capacidades e intereses particulares. Esto requiere que además de las novedades de esta propuesta pedagógica que recibe, cada estudiante  participe con su imaginación activamente en la implementación del proceso educativo. Que se convierta en parte activa. La creatividad como eje central los hace sentir que hacen algo importante, que tienen poder y que aprenden cosas que los motivan y que lo hacen sentirse  realizados en diversas áreas como mecánica, tecnología o  trabajo en equipo.

Ha sido  un camino para traer de vuelta a  jóvenes que se alejan de la escuela pues no se sienten identificados con procesos cognitivos tradicionales, o tienen escasas aptitudes académicas. Importantes experiencias demuestran que esto es posible pues los resultados son palpables. El ritmo de trabajo conseguido en estas escuelas es más alto que en las normales, lo mismo que en el compromiso con la educación.  Desarrollan sus intereses y habilidades en mecánica por ejemplo  al  construir o reconstruir carros viejos. Este proceso educativo los hace creer y descubrir que son capaces  de elaborar una visión de futuro diferente. De interesarse realmente en algo y hacer cambios significativos en su vida.

La educación alternativa, según Ken Robinson (2016), tiene como propósito  motivar a los jóvenes que van mal en sus estudios o que han dejado la escuela.  Las escuelas alternativas han sido una manera para integrarlos y escolarizarlos en procesos artísticos, tecnológicos, iniciativas comunitarias, o en proyectos técnico-profesionales.  Estos programas van dirigidos a estudiantes que tienen bajos rendimiento en el sistema educativo convencional pues no logran alcanzar el nivel exigido, carecen de autoestima y de expectativas de futuro. Es una experiencia de aprendizaje diferente. Los programas de educación alternativa pueden dar grandes resultados al hacer realizable la inteligencia de cada uno, potenciar sus habilidades y competencias. Lograr que los rendimientos académicos convencionales de éstos también mejoren, pero de otra manera, por otras vías y metodologías del aprendizaje. Les permite poder acceder también a la universidad o desarrollar caminos tan gratificantes como éstos. Pero llevar a cabo formas de educación alternativa requiere dedicarse a fondo por parte de los maestros. Exige atención, dedicación, conocimientos teóricos y técnicos. Y delos alumnos, confianza, buena disposición y compromiso.

El principal objetivo de la educación tradicional  es la producción de versiones idénticas de un mismo producto, en este caso de personas, al estilo de la revolución industrial, donde los que no son idénticos son rechazados, se desechan o se reciclan. El objetivo fundamental es moldear alumnos y profesionales con determinados requisitos con procesos lineales conformados por una serie de tapas secuenciales preestablecidas. A esto se le denomina la educación de masas que es la que luego los somete a la demanda del mercado.

La educación tiene que tomar en cuenta las diferencias individuales, lo que afecta la adaptación de muchos estudiantes al sistema educativo que por lo general valora igual a todos los estudiantes, utilizando un solo criterio para medir la capacidad. La alternativa es incorporar y enfatizar en la diversidad, por medio de  formas, para que las competencias individuales sean impulsadas igual que las colectivas. Para superar el criterio de linealidad o educación por grados y edades es posible impulsar la enseñanza por ritmos (cada uno aprende a su ritmo), para no segregar o dividir a los que no pueden caminar al mismo ritmo que los demás. Ya que el excesivo interés por ciertas materias y capacidades acarrea marginalidad para algunos. Por lo que según Robinson, muchos de los efectos colaterales podrían evitarse  si la educación ofreciera a todos los alumnos las mismas oportunidades para explorar sus verdaderas capacidades y poder así realizarse en la vida.

Para este autor las escuelas y los fines básicos de la educación son cuatro: 1. económico, 2. cultural, 3. social y 4.personal.  1) Para lo económico, la educación debe de capacitar a los alumnos para convertirse en personas responsables e independientes económicamente. Propugna por un amplio enfoque sobre los estudios y el aprendizaje que incluye las categorías de temas interdisciplinarios, competencias para el aprendizaje y competencias para la vida y el trabajo. Como temas interdisciplinarios propone: conciencia planetaria, cultura financiera, económica, social y empresarial. Cultura cívica, sanitaria y ambiental. Como competencias para el aprendizaje incluye  la creatividad para la innovación, el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la comunicación y la colaboración.  En competencias para la vida y el trabajo integra la flexibilidad y adaptabilidad, la iniciativa y la autonomía. Competencias sociales y transculturales son la productividad,  responsabilidad,  capacidad de liderazgo y responsabilidad.

2) En lo cultural la educación debe de capacitar a los alumnos para comprender y valorar su propia cultura y respetar todas las demás. Todas las sociedades crean cultura. Robinson la define como los valores y conductas que caracterizan  a los distintos grupos sociales; y “cómo es que hacemos las cosas aquí”.  Las prioridades culturales de las escuelas son: 1. Ayudar a los alumnos a entender su propia cultura, 2. Conocer otras distintas a las suyas y 3. Fomentar un clima de tolerancia y de coexistencia cultural.

3) En lo social la educación debe de capacitar a los jóvenes para convertirse en ciudadanos activos y solidarios. En las democracias el objetivo principal de la educación es fomentar la participación ciudadana y lograr que la mayoría de los ciudadanos participen en las urnas y en la comunidad.  Y finalmente, 4) En lo personal la educación debe capacitar a los jóvenes para relacionarse con el mundo interior, además de hacerlo con el mundo que los rodea. La educación es un proceso global y personal a la vez. Para el contexto global es esencial tratar a los estudiantes como individuos que logran los objetivos educativos y el rendimiento deseado.

Fuente del artículo: https://www.horizontegt.com/beatriz-villarreal/2018/11/5/ken-robinson-escuelas-creativas-cambiar-la-metfora-convencional-beatriz-villarreal

Comparte este contenido:

«El sistema educativo actual ya no vale, le sobra rigidez y le falta creatividad»

España / 8 de octubre de 2017  / Autor: Claudia Darder / Fuente: Diario de Mallorca

El Club de este diario acogió ayer un debate sobre educación en el que los ponentes coincidieron en que hay un movimiento fuerte que intenta renovar la manera de enseñar de las escuelas tradicionales 

´¿Qué le falta y qué le sobra al sistema educativo?´. Intentar dar respuesta a esta pregunta fue lo que reunió ayer en el Club Diario de Mallorca a cerca de 50 personas para escuchar a Antonio Tarabini, sociólogo y presidente de Gadeso, Rafael Barea, director del colegio Ágora Portals, Virginia Creixell, directora de La Akademia y Guillem Ferrer, director de Fundació Educació per la vida.

Barea fue directo: «al sistema educativo le sobra rigidez y le falta creatividad». Le sobra rigidez, dijo, porque «establece exactamente lo que hay que hacer». Y no solo es que le falte creatividad sino que «la mata», porque «todos tienen que hacer lo mismo y de la misma forma, y así se mata la posibilidad de expresión de los pequeños». Según él, «el sistema educativo actual se preocupa mucho en dar conocimientos cuando lo que le falta es enseñar a desarrollar habilidades, como el saberse expresar».

Barea no era el único de la mesa que pensaba de esta forma. Antonio Tarabini, se mostró y declaró «muy crítico» con el sistema educativo actual, pues para él no educa a las niñas y los niños «para el mundo de hoy». Un mundo donde todo es muy diferente a cuando él era joven. «Alemania ahora está aquí al lado», decía bromeando para explicar que la gente hoy en día se mueve mucho más y, por tanto, en los colegios se tendría que formar a gente «con la mente abierta, con capacidad de adaptación. Pero esto no pasa». Por eso, continuó, «hay que obligar al sistema a cambiar.»

Los cambios, sin embargo y aunque no lo parezca, están llegando. Están pasando en este mismo momento. Lo dijo esperanzado Guillem Ferrer, cuando explicaba la cantidad de gente que se interesa por el encuentro anual de Pollença que organiza la ´Fundació Educació per la vida´. Según Ferrer, se está creando poco a poco una «comunidad de aprendizaje», gente con las mismas inquietudes y que también ha asumido que el sistema educativo actual no nos vale.

Ferrer se sinceró con la sala, sin miedo alguno, y explicó que antes de llegar había estado escuchando la naturaleza. Allí, el entorno le dijo «que no tenía ningún sentido ganarle al mundo y perder el alma. Es un absurdo». Para él, esto significa que «esta educación actual dirigida solamente a la cabeza, a este pensamiento que nos hace ser consumidores y no creadores, ya está agotado». Hay que empezar, entonces, a educar el alma, empezar a «ser», porque, afirmó Ferrer, «primero tenemos que ser y luego hacer».

También la directora de La Akademia consideró que el sistema actual ha variado poco en forma y métodos desde la era industrial, que «ya es historia, y por eso la educación basada en la de esa era ya no nos sirve». Creixell, presentó a grosso modo el cambio de paradigma educativo con el que trabajan en La Akademia, el proyecto altruista donde a partir de cursos intentan enseñar a los jóvenes a educar su parte emocional, «a fortalecer su confianza, o a potenciar su autoestima».

Creixell se situó en la misma línea que Ferrer al considerar que «hay movimiento» y en que «tenemos que ser positivos, porque cada vez hay más gente interesada en enseñar creatividad».

Planteamiento distinto

Una de las propuestas que, por ejemplo, el director de Àgora Portals plantea de manera diferente, es la manera de sentar los alumnos en una clase. «En muchas de nuestras clases los alumnos se sientan de cuatro en cuatro y trabajan por grupos o por equipos». Esto se llama, según Barea, «aprendizaje cooperativo», de manera que los niños no solo colaboran, sino que cooperan, aportando cada uno algo diferente. Una de las cosas que no ha conseguido pero no se cansa de intentar encontrar la fórmula, es incluir en el aprendizaje el mindfulness, una práctica para enseñar a los jóvenes a relajarse y a meditar. «A escucharse».

Para Guillem Ferrer, es importante el hecho de «salir del aula». «Enseñarles lo que es el bosque en el mismo bosque». A veces no se hacen cosas por miedo a no saber si funcionarán. Ferrer lo tiene claro: «Esta es una de las claves: tenemos que hacer una transición del miedo a la confianza, porque el miego nos hace rígidos y nos impide actuar, y el activismo es lo que nos hace diferentes y creativos, es la renta que hay que pagar para vivir en este mundo».

Fuente de la Reseña:

http://www.diariodemallorca.es/mallorca/2017/10/05/sistema-educativo-actual-vale-le/1253118.html

Comparte este contenido: