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La educación emocional, clave para la enseñanza-aprendizaje en tiempos de coronavirus

Por: Mayra Bosada/Redacción de Educaweb

 

Incluir la educación emocional en el currículum y poner el énfasis en el desarrollo de las habilidades socioemocionales del alumnado, profesorado y familias facilitará la mejora de la enseñanza-aprendizaje en un contexto de crisis sanitaria, aseguran las y los especialistas.

La pandemia del COVID-19 ha causado un fuerte impacto psicológico en la comunidad educativa y la sociedad en general. El cierre de los centros educativos, la necesidad del distanciamiento físico, la pérdida de seres queridos, del trabajo y la privación de los métodos de aprendizaje convencionales han generado estrés, presión y ansiedad, especialmente entre los docentes, el alumnado y sus familias, asegura la UNESCO en su informe Promoción del bienestar socioemocional de los niños y los jóvenes durante las crisis (2020).

Para abordar y contrarrestar la ansiedad social y la carga emocional que ha desatado el COVID-19 en la comunidad educativa es más necesario que nunca desarrollar habilidades socioemocionales entre el profesorado, las familias y sobre todo los y las estudiantes, afirman diversos organismos internacionales. Pero ¿cómo conseguir que la educación emocional sea una realidad tanto en tiempos de coronavirus como en circunstancias normales? En este monográfico, expertos y fuentes consultadas aportan propuestas para facilitar que la educación emocional esté cada vez más presente y se incluya de forma explícita en el currículum educativo.

La importancia de la educación emocional antes, durante y después del coronavirus

La educación emocional «es un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo humano, con objeto de capacitar para la vida y con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social«, según la definen Rafael Bisquerra y Nuria Pérez, investigadores de la Universitat de Barcelona.

Toda crisis, desde guerras hasta pandemias como la que se vive actualmente por el COVID-19, conlleva fuertes respuestas emocionales negativas, como pánico, estrés ansiedad, rabia y miedo. Desarrollar en las personas habilidades de aprendizaje socioemocional ayuda a que las situaciones estresantes se aborden con calma y con respuestas emocionales equilibradas. Además, estas competencias permiten fortalecer el pensamiento crítico para tomar decisiones mejor informadas en la vida, señala la UNESCO.

«Si no se atiende al desarrollo emocional de forma apropiada, lo más probable es que haya un incremento de ansiedad, estrés, depresión, consumo de sustancias, comportamiento sexual de riesgo, impulsividad descontrolada, violencia, etc. Hay estudios que señalan esto desde antes del coronavirus, y en el contexto actual hay elementos que lo van a incrementar. La conclusión sería tomar conciencia de la importancia de la prevención. Lo cual pasa por una educación emocional que cumpla con los requisitos mínimos señalados por las investigaciones«, afirma por su parte Bisquerra, presidente de la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar (RIEEB) en entrevista a Educaweb.

Asimismo, otros expertos en educación emocional coinciden en que las situaciones de miedo y estrés tienen un impacto negativo en la salud y la habilidad para aprender de todas y todos los estudiantes. Por ello, la Asociación Española de Educación Emocional advierte que el sistema educativo y todos los profesionales de la educación deben ser conscientes de que la enseñanza-aprendizaje solo podrá ser efectiva a partir de un equilibrio emocional y una salud mental adecuada del alumnado. De ahí la importancia de la educación emocional.

La educación emocional, ausente del currículum de todas las etapas

La educación emocional no figura en el currículum de ninguna etapa educativa en España. «La implantación de la educación emocional es claramente insuficiente, cuando no totalmente ausente, tanto en cantidad como en calidad», asegura Bisquerra.

Diversas investigaciones revelan que introducir explícitamente en el currículum la impartición de las habilidades socioemocionales tiene una fuerte correlación con un mejor desempeño académico. Además, la falta de educación emocional en los sistemas educativos puede dar como resultado pérdidas en la productividad de hasta un 29% del Producto Interior Bruto, advierte la UNESCO.

Por todo ello el organismo insta a los gobiernos a integrar el aprendizaje de competencias socioemocionales en toda la educación, formal, no formal e informal, y en todos los niveles, implantándolas como una necesidad en los objetivos fundamentales de la enseñanza-aprendizaje, y asignando tiempo suficiente en el currículum para su desarrollo. También recuerda que los programas de educación emocional eficaces deben ser científicamente rigurosos y empíricos, así como participativos e inclusivos.

En el proyecto de ley de la LOMLOE se menciona de forma explícita la necesidad de trabajarla en todas las áreas de la Educación Primaria y Secundaria. ¿Será este un indicador de que la educación emocional podría cobrar más protagonismo en el currículum?

Formación en educación emocional, necesaria para toda la comunidad educativa

Más allá de que la educación emocional forme o no parte del currículum, un factor esencial para que esta se desarrolle en el contexto educativo es contar con un profesorado bien formado, que sepa gestionar sus propias emociones y que esté preparado para que los y las estudiantes adquieran las habilidades socioemocionales necesarias para afrontar diversas situaciones.

No obstante, más del 90% de los y las docentes no han recibido nunca formación en educación emocional «de forma sistemática, fundamentada en las investigaciones científicas y suficiente en cantidad (tiempo) y calidad», asegura Bisquerra. «El profesorado que sí se ha formado, en general, lo ha hecho por su cuenta y riesgo, dedicándole tiempo, esfuerzos y presupuestos».

En ello coinciden también Xavi Corbella y Martín Merlo, docentes de la Fundació Siuriana, en su artículo para Educaweb, y señalan que, a diferencia de lo que sucede con las asignaturas ya existentes en el currículum, «la educación emocional implica más que un manejo teórico, involucra el manejo de las propias emociones y este punto no es trabajado en la formación curricular del docente».

Para mejorar la formación de los docentes en el ámbito socioemocional, la UNESCO hace las siguientes recomendaciones en su informe Promoción del bienestar socioemocional de los niños y los jóvenes durante las crisis (2020).

  • Incluir las habilidades socioemocionales en los programas de formación docente, tanto en la formación inicial como en la práctica de la docencia, y en programas de desarrollo profesional, a fin de abordar el estrés e impulsar las competencias emocionales y sociales en el aula.
  • Garantizar que los directores de los centros educativos asignen tiempo a los docentes para su formación socioemocional y les den la oportunidad de adquirir estas habilidades.
  • Promover la comunicación y la creación de redes entre docentes. Es decir, crear comunidades de prácticas entre el profesorado dentro de los centros educativos y entre escuelas distintas para fomentar el aprendizaje de las habilidades socioemocionales, el apoyo mutuo y el bienestar continuos.

Al respecto, Susanna Arjona BorregoMiembro de la Red de Expert@s del Col·legi de Pedagogs de Catalunya, señala en su artículo para Educaweb que «el momento nos reclama flexibilidad y creatividad. También la necesidad de crear red, cooperar entre todos los agentes educativos. Hoy, la gestión de cada centro, el equipo directivo y el director o directora como líder y gestor emocional de su equipo, es básico».

Asimismo, conseguir que el alumnado y el profesorado adquieran competencias socioemocionales no pasa solo por facilitar la formación docente en educación emocional, «y su consiguiente abordaje transversal en el currículo, sino que es igualmente necesario formar a las familias«, propone la orientadora educativa Laura Carpintero en su artículo para Educaweb.

De hecho, la evidencia obtenida en países afectados por crisis similares a la pandemia del COVID-19 indica que se pueden mitigar los efectos adversos del estrés y la ansiedad provocada por esta situación si los niños y las niñas tienen relaciones positivas con sus familias y con docentes que hayan logrado un buen manejo de las habilidades socioemocionales y que desarrollen actividades explícitas de aprendizaje socioemocional. «Esto facilita a los y las estudiantes sanar experiencias traumáticas y regresar a una vida normal», advierte la UNESCO. De ahí la importancia de que la formación en habilidades socioemocionales llegue a toda la comunidad educativa.

La alerta sanitaria, ¿una oportunidad para potenciar la educación emocional?

La alerta sanitaria constituye una oportunidad para que la educación emocional cobre importancia entre la comunidad educativa y las administraciones, coinciden los expertos. De hecho, diversas AMPAS, colectivos de docentes y grupos políticos han propuesto que en el próximo curso escolar se le dé más relevancia y se incluya en el currículum de todas las etapas educativas para que se imparta de forma sistemática y transversal lo antes posible.

La educación emocional está más presente a raíz de la pandemia, según las fuentes consultadas. Así lo indica que durante la crisis sanitaria se haya hecho hincapié, incluso desde el Ministerio de Educación y Formación Profesional, en la necesidad de proporcionar herramientas de educación emocional a la comunidad educativa.

Por lo anterior, se han lanzado diferentes recursos y apoyo, entre ellos el proyecto Emocrea en casa, desarrollado por docentes de la Facultad de Educación de la Universidad de La Laguna. Emocrea (Educación emocional y creatividad) es la asignatura obligatoria que se ha establecido en Canarias desde 2014, y que a raíz de la pandemia ha tenido que desarrollarse a distancia creando materiales didácticos para trabajar las competencias emocionales desde los hogares, «para dar una respuesta inmediata a la necesidad de las familias y los y las docentes de paliar los efectos emocionales dañinos del confinamiento», señalan sus creadores.

La oferta formativa al respecto crece en formatos de programas de posgrados i másteres en el país y fuera, y se han organizado eventos virtuales alrededor de esta materia en tiempos de coronavirus. Como ejemplo se encuentra el ciclo de seminarios sobre inteligencia emocional en crisis que ofrece la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar (RIEEB), a los que se puede acceder a través de la página web de esta entidad.

Asimismo, existen diferentes proyectos educativos, iniciativas y redes de centros que, más allá de la pandemia, promueven la educación emocional. Se trata de proyectos de centro o incluso de comunidades autónomas.  Es el caso del programa Educación responsable de la Fundación Botín y la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria; o bien la Red Extremeña de Escuelas de Inteligencia Emocional. También existen recopilaciones de buenas prácticas de educación emocional en los centros escolares, como las de la Generalitat de Catalunya.

No obstante, hay que tener presente que, si bien se hacen esfuerzos por llevar la educación emocional a los centros educativos, esta solo será efectiva si cumple ciertas pautas. «Cuando se analizan con un poco de profundidad las prácticas reales se observa que no tienen la efectividad esperada. Muchas veces esto es debido a que no se cumplen los requisitos necesarios y a que todavía hay gente que cree que a cualquier cosa se la puede denominar educación emocional. Pero esto no es así», afirma Bisquerra.

Recomendaciones para que la educación emocional sea efectiva

Para una educación emocional efectiva, sea en un contexto de crisis o no, se necesitan los siguientes ingredientes, según los expertos y fuentes consultadas:

  1. Implantar la educación emocional explícitamente en el currículum de todas las etapas educativas y como parte de los objetivos fundamentales de la enseñanza-aprendizaje.
  2. Determinar las competencias socioemocionales a desarrollar en cada nivel educativo.
  3. Formar al profesorado en educación emocional, tanto en su formación inicial como en la permanente. Para que la formación tenga garantías de éxito es necesario que los y las docentes estén sensibilizados sobre la importancia de la educación emocional, además de aprender a gestionar sus emociones y así alcanzar también una salud emocional.
  4. Desarrollar actividades de educación emocional cuya eficiencia haya sido comprobada.
  5. Coordinar al profesorado para que la educación emocional sea un trabajo en equipo por parte de la comunidad educativa, incluyendo a las familias.
  6. Adoptar un modelo de educación emocional que sea a largo plazo y que cubra toda la escolarización, con técnicas activas, participativas y experienciales.
  7. Llevar a cabo un plan de evaluación de estos programas que permita analizar el impacto de su realización y obtener la información necesaria para la mejora de estos.

Fuente e imagen:  https://www.educaweb.com/noticia/2020/05/27/educacion-emocional-clave-ensenanza-aprendizaje-tiempos-coronavirus-19205/

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Profesores universitarios y la transición forzada

Por: Pluma Invitada

Sylvia Vázquez Rodríguez

Juan Carlos Silas Casillas

Nadie lo esperaba ni estaba preparado. Tanto las instituciones como los profesores tuvieron, literalmente, unos cuantos días para trasladar su(s) cursos de un planteamiento presencial a uno de emergencia que se ha venido llamando “virtual”.

Los resultados de los estudios “espejo” con profesores y estudiantes muestran realidades complementarias. En este breve texto se hablará sólo de los hallazgos en la vivencia de los académicos.

El cuestionario en línea estuvo abierto entre el 27 de marzo y el 30 de abril y se les preguntó sobre 1) cómo esperaban que sería la experiencia académica virtual y cómo fue realmente, 2) La preparación que tuvieron para cambiar de modalidad, 3) cómo están siendo ahora las interacciones académicas y 4) cómo ha sido el componente de emociones y sentimientos. También respondieron algunas preguntas abiertas acerca de qué han aprendido con la experiencia y qué recomendarían a profesores e instituciones.

Se recuperaron 1,310 cuestionarios válidos de profesores de casi toda América Latina. De mayor a menor participación: México, Venezuela, Perú, Argentina, Bolivia, Paraguay, Colombia, Ecuador, Chile, Costa Rica, Panamá y Uruguay. La mayor parte de las respuestas viene de profesores que trabajan en México (78%). En términos de género está dividido casi en dos mitades: 52% hombres y 48% mujeres. La mayoría de quienes respondieron son profesores que imparten clase en licenciatura (83%). Por último, la participación mayoritaria fue de académicos que trabajan en instituciones privadas (80%). Sin embargo, las experiencias vividas tienen muchos elementos comunes.

La mayor parte (85%) estaba impartiendo clase en modalidad presencial y tuvo alrededor de cinco días para trasladar sus cursos a un territorio inexplorado (al menos parcialmente). Se vieron forzados a echar mano de su experiencia, sus comprensiones y en algunos casos, de las capacitaciones y otros apoyos puestos en marcha por varias instituciones. Casi la mitad de los participantes, de más de 40 instituciones participantes, reportaron que tuvieron apoyo institucional para capacitarse de manera emergente, mientras que cerca de 40% de los profesores dijeron que ellos tomaron cursos por su cuenta para capacitarse, lo que sin duda habla bien de los maestros.

Un segundo elemento es el de la saturación de actividades. Ante la incertidumbre de qué es lo adecuado y cuál es el mínimo suficiente en términos de tareas y actividades para el aprendizaje, los profesores tomaron mayoritariamente el camino de la saturación. Asignaron altas cantidades de pequeñas y medianas tareas, mini ensayos, reportes de lectura, ejercicios y respuestas a casos o problemas. Con el interés de tener a los alumnos centrados en su asignatura y con el legítimo afán de compensar su ausencia en el aula, algunos saturaron a sus estudiantes y se saturaron a sí mismos. El instrumento arrojó múltiples testimonios de que en la segunda mitad del semestre debieron revisar y retroalimentar cantidades ingentes de pequeñas tareas prácticamente a diario, lo que les absorbió mucho más tiempo del que pensaron inicialmente. Diferentes testimonios hablan de que están trabajando varias horas más al día.

Un tercer elemento se relaciona con las dificultades que los profesores enfrentaron en esta etapa de trabajo lectivo. La mayor parte de las complicaciones se centraron en asuntos de logística, conectividad e incluso en su esfera personal. 75% de los docentes universitarios afirma que algunos de sus estudiantes tienen dificultades para usar la plataforma; casi la mitad (48%) dice que ahora tiene más tareas domésticas que atender, 45% afirma que en momentos se le cae el internet en casa, 36% que los estudiantes no están cumpliendo con lo planeado y 35% dicen que hay muchas distracciones.

Un dato que no es menor, a pesar de no ser tan llamativo como los anteriores, es que los hogares de los profesores no están preparados para recibir la docencia cotidiana (y no tendrían por qué estarlo). 26% dice que no tiene escritorio o silla adecuada, 23% que hay mucho ruido en donde podría trabajar, 22% que hay menos computadoras en casa de las necesarias, lo que le obliga a compartir el equipo con sus familiares y casi 8% afirma que no tiene computadora en casa.

Es en estas condiciones que los profesores hicieron frente al traslado forzado de actividades y, a pesar de la sobrecarga, cuando el instrumento les preguntó sobre emociones y sentimientos, los más presentes en la experiencia de los maestros fueron claramente positivos: confianza y alegría. Esto naturalmente convive con la saturación de tareas y actividades, así como algún nivel de estrés.

En síntesis, queda claro que esta transición ha sido agobiante y demandante para todos. Tras la perplejidad inicial, los académicos se involucraron de lleno y transformaron, primero sus cursos y después su docencia. Sin duda, los procesos de reflexión que han detonado estarán ayudando a dar una justa medida al fenómeno vivido y llevarán a los académicos a aprender de la experiencia. El próximo ciclo escolar tiene aún muchas interrogantes, pero, seguramente será afrontado por académicos mejor preparados para lo que traiga el futuro.

El reporte final del estudio sobre la vivencia de los profesores universitarios en torno a la transición forzada de su docencia, desarrollado por el Grupo de Investigación sobre la Educación Superior en Coyuntura (GIESuC) se puede encontrar en:  www.giesuc.org o la página de Facebook: https://www.facebook.com/GIESUC/

O se puede solicitar a la dirección de correo electrónico: giesuc2@gmail.com

Descarga el documento aquí: Informe FINAL GIESuC profesores (1)

Fuente: http://www.educacionfutura.org/profesores-universitarios-y-la-transicion-forzada/

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Académicas de la UNAM aseguran que ahora hay mayor sobrecarga de trabajo para las madres

América/México/20/05/2020/Autor y fuente: El Imparcial

Académicas de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) en la UNAM aseguran que las madres actualmente tienen una sobrecarga de trabajo a consecuencia del aislamiento social porque en las casas desempeñan más de un rol a la vez.

Destacaron que no solo cuidan de los hijos sino que también hacen los quehaceres domésticos y atienden sus actividades laborales.

Iliana Noemí Palafox Luévano y Guadalupe Cañongo León señalaron que este Día de las Madres fue distinto, pues además del encierro, ellas viven una situación compleja que el confinamiento ha detonado.

Las universitarias refirieron que de acuerdo con estudios de El Colegio de México, en circunstancias normales (no de confinamiento) las mujeres desempeñan en el hogar 39 horas de trabajo no remunerado a la semana, y los hombres 13 horas.

De acuerdo al  Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el trabajo no remunerado que realiza el 75 por ciento de las mujeres en sus casas representa el 23.5 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país.

Esto equivalente a 5.5 billones de pesos (2018). El INEGI indicó que cada persona participó en promedio con 42 mil 602 pesos anuales por sus labores domésticas y de cuidados.

Aseguran que la condición de género colocan a la mujeres en una posición de triple jornada. «Esta situación es común, pero en la cotidianidad tenemos redes de ayuda: madres, suegras, hermanas o amigas que nos apoyan, y ahora que todos deben permanecer en casa las funciones se sobrecargan, generando mayor estrés”, explicó Cañongo León.

Al respecto, Palafox Luévano dice que la situación claramente desgasta, generando  un impacto negativo en su bienestar físico y emocional.

“Es momento para que la familia aprenda a distribuir el trabajo doméstico y de cuidados de manera equitativa, crear espacios colaborativos y un hogar más igualitario, que vaya más allá de la cuarentena”, reiteró.

Cañongo León destacó que generar una rutina para organizarse al interior del hogar y mantener ocupados a todos los integrantes de la familia evita el estrés. “Todos deben contribuir en estas tareas e irlas rolando para evitar cansancio emocional”.

Con información de la UNAM.

Fuente e imagen:  https://www.elimparcial.com/estilos/Academicas-de-la-UNAM-aseguran-que-ahora-hay-mayor-sobrecarga-de-trabajo-para-las-madres-20200510-0112.html

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Navegando la pandemia: Estrategias para lidiar con el caos

Por: Rubí Román Salgado

“No te presiones esperando que todo salga perfecto, al contrario, está bien equivocarse, está bien ser humano, está bien no estar bien”.

Afrontar los desafíos que trajo consigo la pandemia del COVID-19 puede ser abrumador. Tratar de lidiar con el confinamiento, el estrés y la ansiedad que esto provoca. Más aún, cuando en medio del caos intentas cumplir con tus responsabilidades del día a día, como es trabajar o estudiar, cuidar de tus hijos, de su educación o simplemente cuidar de las personas que dependen de ti. Estamos viviendo una especie de ‘trauma colectivo’. Es importante comprender que por más que tratemos de “normalizar la situación” está bien no estar bien, reconociendo nuestros sentimientos sin minimizarlos. Así lo explicó el profesor Luis Gerardo González en nuestro webinar del mes de abril “Navegando la pandemia.

En esta sesión en línea, Luis Gerardo nos compartió recursos para enfrentar los impactos significativos que genera la pandemia. Explicó que la construcción de un modelo mental que nos permita comprender lo que está sucediendo, no es nada sencillo. La razón es que, si bien, como humanidad hemos sido testigos de eventos catastróficos en épocas recientes como: huracanes, terremotos, guerras, incendios, etc., cuyos efectos son visibles, por ejemplo, en edificios destruidos, personas que han perdido sus hogares, ciudades completas bajo el agua, miles de hectáreas de bosque y selva afectadas, etc., en esta ocasión es distinto, con la pandemia nos enfrentamos a un “enemigo invisible” el COVID-19, lo cual hace más difícil que nuestro cerebro asimile la situación de emergencia.

Le preguntamos a la audiencia que nos acompañó ese día en el webinar ¿Qué es lo primero que harás cuando concluya el confinamiento?. Estas fueron algunas de las respuestas:

“Abrazar a mis padres y amigos”, “aprovechar la vida al máximo”, “retomar con alegría mi vida y el trabajo”, “ser feliz”, “salir a caminar por la naturaleza”, “seguir estudiando para graduarme”, “ver a la gente feliz de reunirse con sus seres queridos”, “viajar”, “ser mejor maestra, empática, innovadora y organizada”, “buscar oportunidades de negocio”, “valorar más lo momentos y las personas”, “intentar retomar mi rutina”, “abrazar más”.

¿Qué podemos hacer para navegar la pandemia?

A continuación, te comparto las recomendaciones del profesor Luis Gerardo para navegar la pandemia y con ello, elaborar un plan de acción personal. La siguientes son solo algunas herramientas. En el video de este webinar podrás consultar todas las herramientas e informarte más a fondo sobre cada estrategia. Te compartimos la presentación que utilizó el profesor en la sesión para que la puedas consultar.

Recomendaciones para navegar la pandemia

  • Establece rutinas. Define un horario y momentos para hacer las cosas. Esto genera una sensación de ‘normalidad’ en medio del caos que vivimos, esta sensación de ‘control’ tranquiliza al cerebro y le sirve como antídoto frente al miedo derivado de nuestra incapacidad de controlar el ambiente.

  • Busca un balance en tus actividades. Más que decidir qué actividades hacer o qué dejar de hacer y cuánto tiempo dedicar, te debes preguntar, ¿cómo te hace sentir eso que estás haciendo? y ¿qué podría ayudarte a sentirte mejor? para así tener un balance que te genere bienestar.

  • Cuida tus pensamientos. No alimentes tu cerebro con una sobreexposición a los medios de comunicación. Esto evitará que se disparen pensamientos estresantes, catastróficos o pensamientos anticipatorios preocupantes que te lleven a un estado de estrés.

  • Sin negar lo negativo… encuentra algo positivo. Identifica qué cosas positivas puedes resaltar de todo esto que estamos viviendo, por ejemplo: la vida en familia, la recuperación de la naturaleza, las plataformas de educación virtual que nos permiten tener una comunicación constante con tus cercanos o conocidos.

  • Permanece en el aquí y el ahora. No busques resolver los problemas de la humanidad en tres o seis meses, más bien ocúpate de lo que sí está en tus manos en este momento.

  • Ejercita la gratitud. Encuentra todos los días algo que agradecer y qué apreciar, sobre lo que estás viviendo.

  • Ve pocas noticias (así como lo leíste). La sobreinformación puede llevar a preocupaciones innecesarias. Busca fuentes de información confiables y modera el consumo. No veas noticias antes de dormir.

  • Comunícate de manera constructiva y compasiva. Aprovecha esta convivencia intensiva con tu familia para darte cuenta de que tiene sus retos, pero también sus gozos. Es una oportunidad para construir juntos una relación más fuerte.

  • Respeta la vivencia del otro. No todos tenemos los mismos ‘recursos’ para asimilar y comprender lo que está pasando. La pandemia es una oportunidad de ser empáticos con los demás, ser compasivos y servir de apoyo a otras personas.

  • Honra el servicio que estás dando. Poder ayudar a otras personas con tu trabajo mientras estas viviendo tú también una situación de estrés o de miedo, es una tarea noble. No dejes de valorar lo que estás haciendo y para qué lo estás haciendo.

Vivimos un momento histórico para la humanidad. Si alguien nos hubiese anticipado que el mundo se detendría, no lo hubiéramos creído. Pero aquí estamos, llenos de preguntas e incertidumbre porque nadie sabe qué pasará. Lo que sí sabemos es que hacemos lo mejor que podemos para adaptarnos a esta nueva realidad y sobrellevarlo de la mejor manera. Es tiempo de ser empáticos y solidarios, no pierdas la oportunidad de serlo tú también. ¡Juntos saldremos adelante!

Luis Gerardo González, es profesor del departamento de Gestión y Liderazgo de la Escuela de Negocios del Tec de Monterrey. Fue galardonado como Profesor Inspirador 2018. Actualmente es líder del equipo de diseño de la carrera de Desarrollo de Talento y Cultura Organizacional.

Fuente e Imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/navegando-la-pandemia-estrategias-para-lidiar-covid19

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¿Fue un acierto el haber mantenido el actual ciclo escolar en pie?

Por: Fidel Ibarra López

Los tiempos de la Ciencia no cuadran con los tiempos de la política. Desde la Organización Mundial de la Salud se advierte del riesgo que representa para la salud de la población mundial si se eliminan las restricciones que se tienen hasta el momento -la sana distancia y el confinamiento de la población-. Pero desde la esfera de la política, la vida transita por otras vías. Hay urgencia por reactivar la economía -a través de reabrir los negocios y las empresas de forma gradual-. Y se entiende, la Concamin advierte que cada día se están perdiendo alrededor de 20 mil empleos en nuestro país. Y esa cifra representa una cuesta arriba muy compleja de superar una vez que la pandemia haya pasado. De ahí el que haya urgencia por reabrir los negocios nuevamente.

En el terreno de la educación ocurre algo similar. Mientras que en otros países se dio por terminado el actual ciclo escolar, en México las autoridades educativas anunciaron que eso no iba a ocurrir en nuestro caso. Y en su defecto, se anunció que el calendario escolar se recorrería hasta el 17 de julio y que el regreso a las aulas sería escalonado “dependiendo del número de contagios que haya en cada municipio: para algunos, el regreso sería para el próximo 17 de mayo y para otros, la primera semana de junio (Educación Futura, 26 de abril del 2020).

¿Se pueden iniciar las clases presenciales en esas fechas? No hay certeza para ello, debido a que ese escenario depende de la forma como se comporte la pandemia en las próximas semanas. No obstante, aún con ello se aventuran las autoridades educativas a plantear una fecha probable de regreso a las aulas. Y la pregunta obligada es ¿por qué? Me parece que la respuesta va en dos sentidos: En primer lugar, en un escenario de incertidumbre, el funcionario público se ve obligado a ofrecer respuestas para ofrecer un cierto marco de certidumbre de cara al futuro inmediato. Y dentro de esas respuestas, una de ellas se vuelve imperativa: cuándo vamos a retornar a la “normalidad” -cualquier cosa que eso signifique ahora-. El funcionario público entonces, pretende dar certidumbre ante un escenario líquido -para utilizar la expresión de Bauman-, pese a que no se cuente con evidencia sólida para confirmar que lo que asegura se va a poder cumplir. En segundo lugar, me parece que no se canceló el ciclo escolar por una consideración política. Seguramente se valoró el costo político que significaría para el gobierno federal una decisión de ese tipo. Y la conclusión que se desprendió de ello es que cancelarlo hubiese significado un revés para la reforma educativa Obradorista. Una reforma que está en proceso de implementación y que ahora, por motivos de la pandemia, ha entrado en un impasse.

Dicho esto último, planteemos la pregunta a la inversa: ¿fue un acierto haber mantenido el ciclo escolar en pie? En términos políticos me parece que sí. Se envía una señal de operación y funcionamiento del sistema educativo. Y no sólo para el caso de la educación pública, sino sobre todo para el sistema privado. Haber concluido el ciclo escolar hubiese sumido al sistema privado en un escenario muy complejo por el tema de las colegiaturas. Pero, ¿y en términos académicos? Aquí es donde se instala el problema. Y lo afirmo por lo siguiente: diversos maestros y directores de educación básica se han manifestado sobre las deficiencias que contiene el plan “Aprende en Casa”.

Cito un ejemplo: “Saturación de contenidos, estandarización de conocimientos, manejo de conceptos complejos, sin explicaciones para alumnos de preescolar y primaria, y la falta de adecuación de contenido curricular para los de educación especial, son algunas defi-ciencias detectadas por maestros y directores de formación básica” (Laura Poy Santoyo, La Jornada, 26 de abril del 2020). Visto así, el programa de la SEP se entiende como una medida de urgencia para mantener el ciclo escolar en pie. Pero esa medida topa con una realidad para la cual habría que prepararse primero. Tanto para la impartición de las clases a distancia, como para trasladar el aprendizaje a casa. Lo que se está haciendo en este momento es trabajar en base a una urgencia para concluir de alguna forma el actual ciclo escolar. En el sistema de educación privada se están preparando con base en las debilidades estructurales que están quedando al descubierto con esta pandemia. Y lo tienen que hacer si quieren mantenerse en el mercado. En contraparte, si eso no ocurre con la educación pública en México -al menos en cuanto a la educación básica-, la brecha entre estos dos niveles se puede ensanchar todavía más.

Así pues, ¿fue un acierto haber mantenido el ciclo escolar en pie? En términos académicos me parece que hubiese sido mejor haberlo terminado y haber aprovechado todo este tiempo para atender las deficiencias estructurales -capital humano, tecnología, etc.- que contiene el sistema educativo nacional en cuanto a la educación básica.

En contraparte, se está trabajando por urgencias para sacar adelante un ciclo escolar que en esencia ya se trastocó de forma importante con la pandemia. Lo pongo en perspectiva con la siguiente pregunta: ¿Qué está dejando a los alumnos en términos de aprendizaje? Para los niños, no sé; pero para los padres de familia un estrés muy fuerte por todas las tareas que tienen que atender.

Pero bueno, la hoja de ruta que se siguió para el caso de México fue mantener el ciclo escolar en pie. Y terminarlo lo “mejor posible”. Esa decisión ya se tomó.

La pregunta ahora es: ¿en qué condiciones vamos a iniciar el otro ciclo escolar si la pandemia se mantiene en el escenario? ¿Se están tomando las previsiones para ello? Regresaremos a estas preguntas en su momento.

Sólo esperamos que no se trabaje por urgencias en el siguiente ciclo escolar.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/fue-un-acierto-el-haber-mantenido-el-actual-ciclo-escolar-en-pie/

Imagen: https://pixabay.com/photos/laptop-woman-education-study-young-3087585/

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Aprende en casa… ¿de quién?

Por:  Rogelio Javier Alonso Ruiz

La respuesta del gobierno federal al cierre de escuelas por la pandemia actual fue el programa “Aprende en Casa”, en el cual, mediante diversos apoyos como la televisión, la radio, los cuadernillos o la intervención remota de los profesores, los alumnos continuarán con el trabajo académico en casa. En sus apariciones públicas, el Secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, irradia optimismo al hablar del programa: señala que con la propuesta todos los alumnos tendrán acceso a los aprendizajes y resalta la capacidad y vocación de los maestros como un elemento valioso para sortear este momento. Si bien su apreciación es parcialmente correcta, implica un análisis mucho más profundo de algunas otras variables: además de la tecnología, es importante reflexionar sobre la escolaridad de los padres, las prácticas pedagógicas y la situación emocional en los hogares, entre otros asuntos.

En los niveles educativos correspondientes a la Educación Básica, la implementación de la educación a distancia implica ceder a los padres de familia buena parte de la responsabilidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje. En ese sentido, debe considerarse que, de acuerdo con el INEE (2017, p. 71), casi una cuarta parte (21%) de las madres de familia de los alumnos de sexto grado de primaria del país tienen escolaridad igual o inferior a la primaria; en otro tipo de escuelas, como la indígena o la comunitaria, los niveles son mayores (54% y 56%, respectivamente), mientras que en las escuelas privadas son prácticamente nulos (2%).  Este aspecto sin duda debe advertirse al considerar una estrategia de educación a distancia que pretenda ser efectiva: los estudiantes no contarán con el mismo apoyo en casa, por tanto, deberá cuidarse la complejidad del tipo de actividades que se propone.

Sobre el papel del hogar y los padres de familia, la Comisión para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU) ha señalado categóricamente que “los hogares no son escuelas, las madres y los padres de familia no son docentes” (2020, p. 9). En consecuencia, la propuesta es que las actividades a distancia quiten su énfasis de los conocimientos teóricos y procedimentales formales del currículo, centrándose ahora en cuestiones como la construcción de una convivencia pacífica y participativa, la práctica de actividades lúdicas o el ejercicio de habilidades socioemocionales. Debe aprovecharse que en contextos como el de las escuelas privadas, la mayoría de los padres de familia (54%) tenga niveles de estudio de cuando menos educación superior, lo que sin duda dará un soporte en casa muy valioso para los estudiantes; sin embargo, la diferencia en la escolaridad de los padres de familia implica un riesgo de inequidad en la práctica de la educación a distancia.

Aunque haya esfuerzos por llevar las actividades escolares a todos los hogares, incluso mediante cuadernillos impresos, al revisar los planteamientos de educación a distancia de diferentes universidades es posible observar que, de manera constante, uno de sus componentes fundamentales es el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (Coronado, 2017): en las modalidades a distancia de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se reconoce como fundamental “la disponibilidad y acceso a contenidos educativos en ambientes virtuales” (p. 40), mientras que en la Universidad Autónoma de Nuevo León, el modelo de educación media superior a distancia “permitió el  estudio a través de distintos medios tecnológicos de información y comunicación” (p. 175). De este modo, aunque algunos pudieran decir que el uso de tecnologías no es totalmente indispensable para el trabajo escolar a distancia, su relevancia parece no estar en discusión. No es conveniente, a estas alturas del debate educativo, redundar en las condiciones de acceso a la tecnología de los hogares mexicanos.

Otro aspecto importante por analizar en la educación a distancia es la parte pedagógica. Poco o nada se ha dicho en el debate público en relación a la necesidad de modificar las formas de enseñanza por parte de los profesores. Hace pocos días, en video conferencia a la que fue convocada toda la comunidad educativa del país, fue presentada la estrategia de educación a distancia en línea, en la que, entre otros aspectos, se dio a conocer el programa formativo para los profesores mexicanos en temas de uso de tecnologías digitales. Si bien es importante la capacitación en esos aspectos tecnológicos, también lo debería ser en la parte pedagógica. Trabajar a distancia va más allá de sustituir el pizarrón por la pantalla, es decir, en el “simple traslado de las tradiciones áulicas al entorno digital” (Coronado, 2017, p. 27). Un cambio tan pronunciado en el entorno de enseñanza y aprendizaje ¿no implicaría tener que acercarse al currículo de manera diferente? ¿proponer actividades distintas a las que se realizan regularmente en el aula física? ¿replantear el rol del alumno y del docente? Vale la pena reflexionar entonces si es viable, para que se dé el aprendizaje en casa, trasladar las actividades cotidianas del aula a la escuela, sin ningún tipo de adecuación.

Para hacer realidad el eslogan “aprende en casa” es necesario también considerar la situación emocional que prevalece en la mayoría de los hogares mexicanos. Es bien sabido que más de la mitad de las familias mexicanas viven en la pobreza, con escasas posibilidades de generar ahorros para subsistir. El encierro de esas familias cuyos jefes tienen que salir día a día a ganarse el sustento, debe provocar un escenario de angustia, miedo, desesperación y hasta hambre en muchos hogares del país. Para ningún maestro es desconocido que el estrés y la mala nutrición son factores nocivos para el aprendizaje. ¿Son entonces estos hogares mexicanos espacios adecuados para cumplir con las tareas escolares? ¿Es el momento propicio para intentar que en las casas de alumnos en esta situación se dé el aprendizaje?

No obstante las adversidades a las que se hace alusión en el escrito existen factores que pueden hacer que esta experiencia sea fructífera. Uno de ellos es el compromiso de los docentes. El Secretario de Educación tiene razón al alegrarse por los maestros con los que cuentan las escuelas mexicanas. Para ese mismo magisterio que da su mejor esfuerzo incluso en las escuelas con condiciones más indignas, el reto actual no es de ninguna manera intimidante. Es de resaltarse que, al momento de la presentación de la estrategia en línea, numerosos docentes y escuelas ya desde hace semanas tenían montada una estrategia de trabajo con los padres de familia, adecuada a su contexto y, en muchos casos, con toques de creatividad, innovación y sensibilidad realmente gratos. No esperaron a la autoridad, se adelantaron a ella para enfrentar el desafío. Como en la escuela física, la voluntad de los docentes suplirá, en la medida de lo posible, las deficiencias organizativas y las carencias de los alumnos. No debe quedar duda entonces del esfuerzo que, de manera general, harán los profesores del país.

Existen muchos factores que hacen pensar que la decisión de continuar con el ciclo escolar o no otorgar la aprobación general de los estudiantes es una obstinación de las autoridades educativas. Países en mejores condiciones educativas ya han aprobado a sus alumnos o bien determinado que no se volverá a clases presenciales por el resto del ciclo escolar. Es de cuestionarse la idea de que el aprendizaje escolar formal pueda suscitarse en los hogares mexicanos, considerando situaciones como la disponibilidad tecnológica, la escolaridad de los padres, las prácticas pedagógicas o la situación emocional de las familias. Si bien la educación a distancia se practica en los niveles superiores (cuando ya la “selección natural” de nuestro inequitativo sistema educativo va avanzada), será importante, a partir de esta experiencia, reflexionar si es viable en una población tan grande como la de la matrícula total de nuestro sistema educativo. Así pues, pareciera incompleto el título del programa “Aprende en casa”; dadas las desiguales condiciones de los hogares mexicanos, sería más preciso si se titulara “Aprende en casa… ¿de quién?”.

Fuente: https://profelandia.com/aprende-en-casa-de-quien/

Imagen:       https://pixabay.com/photos/office-notes-notepad-entrepreneur-620817/

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La violencia de género, con y sin pandemia

Por: La Jornada

En plena epidemia, cuando la vida cotidiana de millones de personas se ve prácticamente circunscrita sólo al ámbito familiar, la violencia en contra de las mujeres, lejos de disminuir, se ha intensificado en los días que van de confinamiento por el coronavirus. Bien mirado el dato, no resulta tan sorprendente si se toma en cuenta que una de las manifestaciones más comunes de la violencia de género tiene lugar precisamente dentro de la familia. En ese núcleo se juntan los factores sicológicos, siquiátricos, sociales y culturales que detonan el comportamiento agresivo que deriva en lesiones de todo tipo, y en casos extremos culmina con la muerte de las víctimas. Extremos, pero no por ello inusuales: el hecho de que en los tres primeros meses del año, incluido el periodo de emergencia sanitaria, se hayan registrado en el país casi mil asesinatos de mujeres (la cifra más alta desde 2015, cuando se empezaron a elaborar estadísticas sobre el tema) indica que la curva de esta forma de violencia mantiene su alarmante tendencia a crecer.

Desde hace al menos un decenio casi no hay día en que los medios no informen de abusos y agresiones cometidas contra mujeres, ya sea en sus entornos familiares o en otros escenarios. En este periodo, algunos expertos en ciencias del comportamiento han llegado a conclusiones tales como que la violencia de género en el hogar no se puede atribuir a desórdenes síquicos ni patologías individuales de los agresores, ni tampoco a factores derivados del medio externo o de la estructura socioeconómica, dado que –dicen– las agresiones se producen en todos los estratos sociales.

Acerca de este punto, sin embargo, no hay coincidencias. Algunos funcionarios han declarado recientemente que el confinamiento obligado por el Covid-19 favorece, con sus tensiones, la violencia intrafamiliar, basándose en que desde que inició la cuarentena los porcentajes de denuncias por agresión y maltrato se han incrementado, alcanzando otro indeseable récord desde que se contabilizan dichas denuncias. Además, ni siquiera se dispone de datos confiables sobre el número real de mujeres agredidas: una agencia de investigaciones y estadísticas sostiene que la cantidad de denunciantes de hechos violentos sólo representan 11 por ciento del universo de afectadas.

Estos números fortalecerían la hipótesis de que el aumento de la violencia de género se debe, por lo menos en parte, a la situación de estrés e incertidumbre que provoca el aislamiento familiar debido a la emergencia sanitaria. Pero tampoco sobre esto hay opiniones coincidentes. Hay diferencia entre las llamadas por violencia y las denuncias ante el Ministerio Público, y como estas últimas no se han incrementado de manera tan dramática como aquéllas no es fácil tener un dato numéricamente confiable de cuántas son las mujeres víctimas de violencia.

Como sea, la información disponible indica que el número de víctimas es inadmisible, incluso cuando una sola constituiría una tragedia. Si se suman la figura de los homicidios dolosos y la de feminicidio, y se le agrega la enorme cantidad de casos en que las mujeres agredidas no pierden la vida, pero sufren distintos grados de lesiones, en su casa o fuera de ella, con o sin confinamiento, continúa siendo acuciante la necesidad de combatir con mayor eficacia el terrible problema que parece haber echado sus malas raíces en nuestra sociedad.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/04/26/opinion/002a1edi

Imagen: https://pixabay.com/photos/hand-silhouette-shape-horror-984170/

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