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Reforma educativa ¿llegaremos así a la meta?

Por: Jessica Badillo

Hace ya un tiempo que me invitaron a dar clases a una maestría en Oaxaca. Me encontré ahí con un grupo de profesores con una gran capacidad de aprender, propositivos, ansiosos por encontrar en la formación en el posgrado mayores oportunidades para desempeñar su labor. Al interactuar con ellos en las clases me fui asomando a su cotidianeidad, a los contextos comunitarios en los que dan clases, a sus escuelas caracterizadas en su mayoría por la escasez de recursos. Cuando regreso a la Facultad de Pedagogía en Veracruz comento con los estudiantes –muchos de ellos ilusionados con ser profesores– las   condiciones de trabajo de mis alumnos oaxaqueños, comparamos y la conclusión emanada de los grupos casi siempre es la misma: ¡cuántas dificultades enfrentan los maestros!  Hoy varios de esos profesores oaxaqueños se encuentran luchando, arriesgando su vida al enfrentar a un gobierno que reprime, que al dicho de “la letra con sangre entra”, continúa su afán de imponer una reforma educativa que desde sus inicios no tiene ni pies ni cabeza. Hoy los pobladores se han unido a su lucha, en el entendido de que la defensa de la educación nos compete a todos.

En el panorama actual, me asalta la pregunta: ¿En qué momento el magisterio de nuestro país se convirtió en el enemigo público número uno, con qué finalidad?  Desde 2015, cuando dieron inicio las evaluaciones docentes, empezó también la represión. Como si se tratase de peligrosos delincuentes, los profesores que asistieron a la presentación de su examen  fueron cercados, agredidos, incluso trasladados en autobuses especiales. Apareció ahí la policía montada, las primeras voces de profesores que clamaban el respeto a sus derechos, a una evaluación justa, a una reforma realmente educativa. La violencia toma formas diversas, desde lo simbólico hasta lo físico; la relación Estado-docentes no ha sido la excepción.

Según afirmaciones del Secretario de Educación Pública en su artículo “2016: año clave para la transformación educativa”, con la reforma avanzaríamos hacia un México más libre, más justo y más próspero. Justo a mitad de año ¿hemos avanzado?, ¿somos un país más libre, con maestros violentados, perseguidos, criminalizados, amedrentados con gases, desalojados en medio de la oscuridad?, ¿somos un país más justo, cuando la fuerza pública lejos de defender al pueblo alza sus armas contra él y vemos caer a los ciudadanos, como ocurrió en Nochixtlán?, ¿Somos un país más próspero, cuando la pobreza azota a las escuelas en las localidades olvidadas de nuestro país, cuando todavía hay niños que caminan horas para asistir a clases, sin haber comido, o llevando en el estómago sólo una tortilla con sal, como refería una de mis estudiantes de Oaxaca? Definitivamente no.

En el fondo, la reforma se ha concentrado en cuestiones administrativas;  en la forma, la estrategia ha sido el uso de la violencia en contra del magisterio. La evaluación punitiva no es el camino para la mejora de la escuela. El uso de la fuerza pública no puede ser la estrategia para el éxito de una reforma, no puede sustituir al diálogo. Los resultados que observamos hasta ahora en esta reforma educativa, sean de forma o sean de fondo,  no han hecho nada por abatir las desigualdades estructurales, por avanzar hacia la equidad en educación en un marco de respeto y democracia; por el contrario, la reforma “avanza” en un ambiente de abuso, de autoritarismo, que sin lugar a dudas, en nada benefician a los contextos escolares. Si estos son los avances,  ¿llegaremos así a la meta?

granaderos-reforma-cnteMéxico necesita una transformación educativa sí, pero la persecución del magisterio no es la vía, no puede seguir siendo la vía. Se requiere de la mejora de los espacios escolares y sus accesos, se requiere de escuelas bien equipadas, es necesario entender que la tecnología poco o nada puede hacer si no hay capacitación a la comunidad escolar, si no hay energía eléctrica en las localidades. La transformación educativa debe superar la farsa mediática y la opacidad de los procesos de evaluación docente. El cambio debe tener como pilar el análisis profundo de las condiciones del sistema educativo, de la desigualdad social que lo agobia. Principalmente, la transformación educativa debe  partir de los contextos de los estudiantes, potenciar sus capacidades y considerar sus necesidades, partiendo de las más vitales. ¿Dónde está todo ello en la Reforma educativa que hoy tenemos?

“¿Que cómo son los niños de mi escuela? Ay Maestra, son muy flaquitos, muy flaquitos. Muchos viven lejos, caminan mucho para llegar a la escuela. Son chiquitos, su apariencia física no corresponde con su edad, se ven más chicos de lo que son. Muchos no comieron antes de venir a la escuela y tampoco traen un lonche. Ahí les invitamos algo, compartimos entre todo el grupo. Cuando les he preguntado qué comen, algunos dicen tortilla con sal, señalando con sus manos como la mamá hace un purito para darles. Ellos no comen carne, cuando sus papás salen a cazar y encuentran algo, entonces se ponen felices porque tienen carne para varias semanas, y hasta lo presumen. Así son mis alumnos maestra, son los olvidados, pero ahí estamos con ellos trabajando, enseñándoles, y por eso estoy aquí, preparándome para que ellos puedan ser mejores”. Claritza, profesora oaxaqueña; este 18 de junio se graduó de maestría.

Profesora de la Universidad Veracruzana
jebadillo@uv.mx

Fuente:http://www.educacionfutura.org/reforma-educativa-llegaremos-asi-a-la-meta/

Imagen: http://www.sutesuaem.org/news/educa/wp-content/themes/NextTech/images/default-slides/05.jpg

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