La vivencia de lo que nos pasa para reeducarnos en la experiencia de sí y de los otros en mí/nosotros

Por: Iliana Lo Priore Infante.

Siempre se ha dicho que la experiencia vivida hecha conciencia (experiencia de sí mismo)  es más significativa para aprender;  mucho  más que “la voz de la experiencia” de otros cercanos  y los ejemplos comunicados verbalmente  que nos puedan dar para aprender, sin obviar que la asimilación de la experiencia requiere la mayoría de las veces de la co-interpretación re-constructiva, de la interacción significadora con los(as) demás.

Si bien la experiencia es también una vivencia, “lo que se vive”, no toda vivencia es transformada en experiencia. La experiencia es trascendente  ya que conmociona e implica integralmente al cuerpo transfigurando la vivencia en aprendizaje significativo o sentidizador, esto es, que la significación  producida se incorpora como acervo personal y colectivo en la orientación y práctica cotidiana permanente o para  evocarla  cuando se requiera hacerla presente.   De aquí  la relevancia de promover y adquirir experiencias de sí.  Sin embargo, para transformar la vivencia en auténtica experiencia de sí deben vencerse resistencias y obstáculos de experiencias pasadas por alienadas, esto es, que no  pasaron el tamiz de la reflexión crítica.  Principalmente deben superarse las interpretaciones y valoraciones que se han atribuido con anterioridad que  la contravienen.

La interpretación  de las vivencias y experiencias se enmarcan en un contexto sociocultural atravesado o cruzado por un conjunto de valoraciones simbólicas o semióticas contrapuestas según los intereses de clase, género, étnicos, etcétera,  que constituyen el imaginario de toda sociedad actual.  Sobremanera influyen los mensajes ideológicos que difunden hegemónica y seductoramente los medios masivos de “información/comunicación/re-creación” apoyándose para ello en la incidencia y reconfiguración subliminal del  deseo de quienes consumen  una  hiperrealidad (un imaginario mediático virtual en el que la realidad parece más real que la realidad misma), creando así ficticiamente el simulacro implicador de vivencias y experiencias.

Simulacros vivenciados y experimentados configuradores de subjetividades que actúan en la vida real apreciando las contingencias y acontecimientos sociales del entorno de lo real por medio de esos imaginarios significadores y sentidizadores.  Y siendo que esos medios promueven los imaginarios hiperreales de conformidad con los intereses económicos que los controlan, ellos propiciaran valoraciones de la realidad que reproducen su ideología promotora primordialmente de la privatización de todo, el consumismo alienante y la individualismo competitivo o rivalizador en la sociedad.  Esto se refuerza por la interpretativa y valorizadora retroacción cotidiana de los vivenciados y experimentados comportamientos y conductas alienados de los demás que se  asumen de conformidad con los imaginarios inducidos mediáticamente.   De este modo, se forma un círculo vicioso reproductor que se refuerza o  retroalimenta él mismo y del que parece imposible escapar.

Sin embargo, no es posible una interpretación, por hegemónica que sea, definitiva que signifique y sentidice finalmente algo.  Tampoco existe un poder absoluto que imponga su decisión al respecto, porque los hombres y mujeres son ontológicamente seres reflexivos (de doble acción de flexión), que  asumen y refractan, por tanto, resisten o rechazan lo que no les parece adecuado, racional o justo.  Además la percepción de las oposiciones y contradicciones que  evidencian la ambivalencia de las cosas en el mundo, alimentan las comprensiones críticas alternativas a las que se pretendan imponer por la fuerza o la manipulación ideológica mediática.  Ello da posibilidad de que otras opciones interpretativas puedan surgir y releven a las representaciones de poder prevalecientes o dominantes.

Por otra parte, hay que destacar que las experiencias alienantes, o sus simulacros hiperrealistas, pueden ser contrarrestadas por las experiencias pedagógico-educativas de significación y sentidización de signo contrario o críticas, siempre y cuando posean la intensidad impugnadora suficiente y propicien a través de una contingencia espontánea o creada didácticamente (un cuento que envuelva una dramatización, una re-creación histórico-narrativa  colectiva, la discusión de un video, juegos de intercambio de roles, etc.; estrategias estas que conlleven a ponerse en el lugar de los otros, desarrolladoras de la moral autónoma para vencer a la moral heterónoma consistente en no tomar en cuenta el punto de vista y sentir de los demás), el acontecimiento de poner en duda o cuestión las representaciones reproductoras  establecidas.

Por esta razón es determinante profundizar en el carácter y naturaleza de las experiencias alternativas correspondientes a una pedagogía liberadora; para el caso de nuestro interés,  de educar en experiencias alternativas de convivencia afectual activando en lxs niñxs y jóvenes  la experiencia de sí mismos  y la experiencia del/la otro en mí/nosotros objetivándolas para revisar y concientizar la necesidad de la empatía con la finalidad de contrarrestar el egocentrismo y el individualismo anticonvivencial o asocial.

Con base en ese criterio valdría la pena preguntarse: ¿cuáles políticas educativas y didáctico-pedagógicas se han formulado para orientar la acción docente a partir del desarrollo y experiencia del sí mismo y de lxs otrxs en mí/nosotrxs de lxs niñxs y jóvenes con la finalidad de afirmar su convivencialidad empática o afectual?

Todo lo anteriormente expuesto viene a cuento por la experiencia de cuarentena que estamos viviendo y que demanda un mejor acompañamiento y asesoría de lxs niñxs y jóvenes para que la separación del contacto con los demás en los espacios públicos de interacción social, y su reducción interaccional tan solo a las personas con quienes convive familiarmente, no los afecte en la necesidad convivencial de reconocerse en los otros iguales-diferentes, ya que tal experiencia de aislamiento o confinamiento puede conducir a efectos imaginarios negativos como los ficcionados por las plataformas y pantallas mediáticas de virtualización hiperreal de lo real que está  aconteciendo.  Efectos de hiperrealidad que presentan los hechos de modo transfigurado según los intereses que no dejan de influenciar la representación y valorización de las vivencias y  experiencias de lo que está pasando y afecta las experiencias de sí  y de lxs otrxs en mí/nosotrxs.

Podemos señalar que la realidad distorsionada que promueven los medios de “información-comunicación” o de re-creación inciden transfigurando los acontecimientos que produce la pandemia del coronavirus/COVID-19 disociando los efectos de sus reales o más probables causas, entre las cuales destacamos dos:

1) la depredación de la naturaleza y la consecuente alteración de los ciclos y cadenas de reproducción biótica de gérmenes, virus, bacterias, etcétera, encubriéndola con la sugerida presencia de seres de ciencia-ficción alienígenas o engendros accidentales creados en los laboratorios biológicos, y no propiciados por experimentos depredadores para las  guerras bacteriológicas entre las potencias económicas, y,

2) separándolos de su concomitancia con condiciones socioeconómicas y sanitarias injustas propiciadas por un modo de producir y reproducir  la existencia que condena a sufrir la indefensión por las mayorías explotadas y segregadas en el mundo, –y que mueren por millones debido a ello; la ONU calcula en más de 3 mil millones (¡!)  la población mundial que no tiene agua ni jabón para la profilaxis preventiva del contagio–, responsabilizando xenofóbicamente a esas poblaciones como culpables de la pandemia por su condición de inducida pobreza y exclusión social.

Por otra parte, nos importa resaltar el efecto disociador en lxs niñxs y jóvenes la falta de  interacción social pública que pudiera provocar la cuarentena al restringir la interacción al ámbito privado o familiar, a la vivencia y experiencia del temor o miedo al encuentro o contacto  con los otros no-familiares.  A pesar de que la cuarentena es el dispositivo sanitario más inmediato ante la inexistencia de una vacuna antiviral específica para cortar la correa de transmisión del coronavirus/COVID-19, hay que prevenir sus posibles efectos negativos en la experiencia de sí y de lxs otrxs en mí/nosotrxs que probablemente incidirían en las relaciones sociales indispensables para la convivencia sociocultural y del bienestar de todos.

Habría que ayudar a comprender a niños, niñas y jóvenes que el aislamiento familiar obedece a un momento transitorio necesario pero no a una situación permanente luego de que pase la pandemia. Hay que animar, por consiguiente, el deseo de estar libre del aislamiento para reencontrarse con los otros, sus iguales-diferentes: experiencias de sí y de los otros en mí/nosotros, para caminar sintonizados, en cercanía, construyendo su corporeidad consigo y con los demás, en encuentros lúdicos,  relaciones transcorporales…   Asimismo, se ha de incitar la empatía en ellos con quienes están distantes y lejanos sufriendo o corriendo el riesgo del contagio: su afectualidad consistente en sentir y sentirse juntxs,  para disfrutar de un mejor u otro mundo, más sensible, más humano después de la pandemia.

Correo: ilianalopriore11@gmail.com

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