La vergüenza de no tener escuela

Por: Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia

«El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el Campo Estratégico en Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticias del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.»

Edgar Pérez Ríos

Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV

Miembro de la Red Temática de Investigación de Educación Rural (RIER)

A partir de los años veinte del siglo pasado, con la escuela rural mexicana se comenzaron a construir escuelas en las localidades rurales del país. Los recintos escolares empezaron a ser parte de la vida diaria de estas localidades y poco a poco se convirtieron en edificios tan importantes como el de la iglesia o el municipio, lo que se reflejaba en la dedicación que los campesinos ponían en la construcción de sus escuelas, en muchas ocasiones. siendo la mejor construcción de todo el poblado (Pérez, 2014, p. 107).

Este cariño hacia las escuelas sigue vigente en diversas comunidades del país, como se muestra en las fotografías y textos compilados por Reyes y Solares (2016) en la Montaña de Guerrero, y como he observado en mi experiencia como exfigura educativa del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) en localidades de Oaxaca, Puebla, Querétaro y Guanajuato donde, precisamente, la escuela, junto con la iglesia, son las construcciones mejor conservadas. Incluso existe un orgullo por tener una “buena escuela”, situación que los propios niños matizan cuando comparan la suya con la del poblado vecino. Tener una telesecundaria o una secundaria comunitaria de Conafe es motivo de mucho mayor prestigio; en cambio, no tener escuela es vergonzoso, como argumentaré a continuación, mediante el caso del núcleo rural Las Palmas, localidad zapoteca perteneciente al municipio de San Jerónimo Coatlán, en la Sierra Sur de Oaxaca.

Hasta la década de los noventa, la población de Las Palmas vivía en, por lo menos, una decena de rancherías dedicadas al cultivo del café. Estas rancherías, conformadas por dos o tres familias, distaban entre una y una hora y media de la comunidad de Las Palmas, lugar en donde se encontraba la escuela primaria rural más próxima. Por esta razón, según comenta la gente del lugar, muchas personas nacidas antes de 1990 no asistieron a la escuela debido a la lejanía. Sin embargo, a partir de dicha década, los padres de familia comenzaron a gestionar los servicios educativos del Conafe para que sus hijos pudieran tener acceso a la escolarización en sus lugares de origen.

Así, durante los años noventa, y aun del 2000, prácticamente todas las rancherías tenían una escuela comunitaria. Aunque no existen datos específicos de estas rancherías, en trabajo de campo he constatado que casi todas las personas nacidas a partir de la década de los noventa saben leer y escribir; además, la mayoría concluyó la primaria. No obstante, también existen casos de niños cuyas rancherías no alcanzaron el mínimo de alumnos y, por tanto, tuvieron que asistir a otra ranchería o a Las Palmas. En estos casos, los niños regularmente asistían uno o máximo dos años y desertaban. Una de las principales razones del abandono no era precisamente la distancia, sino la burla a la que eran sometidos por sus pares por tener que ir a estudiar a otra localidad. Estas burlas dificultaban la socialización, la adaptación y el aprovechamiento escolar, por lo que al final decidían dejar la escuela. Rebolledo (2014) documenta un caso similar sobre las dificultades de una niña chinanteca a la hora de enfrentarse a otro contexto, no sólo escolar, sino también lingüístico.

De hecho, en Las Palmas se habla castellano, pero los niños de ahí suelen burlarse de sus compañeros de las rancherías, quienes también hablan castellano, aunque con cierta variación lingüística. Esta variación hace que se suponga que existe una forma correcta de hablar; por tanto, los niños de las rancherías son agraviados por su forma de expresarse. Evidentemente, esta situación los pone en desventaja porque no se atreven a participar en el salón de clases, situación que muchas veces es interpretada por los profesores como incapacidad del alumno ante las actividades escolares, tal como lo reporta Rebolledo (2014) en otro contexto oaxaqueño.

El problema de no tener una escuela en la localidad de origen va más allá de la sola experiencia escolar de los niños. Se trata, muchas veces, de una experiencia comunitaria, donde el solo hecho de contar con una construcción que ostente el título “Escuela” es, en sí, un logro enorme para dicha comunidad: se vuelve un icono, un punto de encuentro, un lugar de cohesión social, como lo ha señalado Rockwell (2016). A ese lugar se le llama cariñosamente “nuestra escuela” y, aunque muchos ni siquiera han puesto un pie dentro, esperan que sus hijos sí lo hagan.

Volviendo a nuestro caso, cuando en la década de los noventa estudiaba la primaria rural en Las Palmas, cada grado escolar albergaba entre 8 y 10 alumnos, al igual que en Piedra Larga, un pueblo vecino. Si juntamos ambas localidades, estaríamos hablando de cerca de 20 niños que, año tras año, egresaban de la primaria, lo cual invita a pensar que quizá la mejor opción era reunir a todos los niños en una telesecundaria que atendiera a ambas comunidades. Esta perspectiva es la que se ha impulsado en las escuelas primarias mediante la famosa política de concentración de escuelas en los Centros Integrales de Aprendizaje Comunitario (CIAC) promovidos en la presente administración.

Sin embargo, en el caso de Las Palmas y Piedra Larga, esta política de concentración no es pertinente a la luz de las dinámicas locales, pues existe un conflicto intercomunitario entre ambas partes desde la década de los setenta, situación que afecta las distintas aristas de la vida social, entre ellas la educativa. De esta forma, Piedra Larga gestionó la fundación de su escuela telesecundaria en 1996, y la concreta ese mismo año. Pese a la cercanía de esta tele, los niños de Las Palmas continuaron asistiendo a la secundaria de San Gabriel Mixtepec, un municipio cercano y algunas veces incluso dejaron de estudiar, pero de ninguna manera se pasaron a Piedra Larga, pues los conflictos impedían esa situación. Así, la vergüenza de no tener telesecundaria espoleó a los comuneros de Las Palmas a organizarse y a gestionar también su escuela. Dos años después, en 1998, Las Palmas ya tenía su propia telesecundaria.

A simple vista esto parece ser un problema de adultos, pero en realidad existen afectaciones directas a los jóvenes. Por ejemplo, los niños de otras comunidades más pequeñas que estudian en la telesecundaria de Las Palmas o Piedra Larga suelen sufrir burlas por parte de sus compañeros, que aluden al hecho de que en su localidad no hay escuela. En otras ocasiones, a estos jóvenes se les dificulta la socialización entre pares, incluso el cambio de residencia, pese a que la mayoría de las veces se instalan en casa de algún familiar. Así, algunos desertan después de algunos meses.

Aunque en este breve texto expuse la situación particular de una comunidad, en realidad se trata de una invitación a reflexionar en torno a la pertinencia de concentrar alumnos de distintas comunidades en una sola escuela. Desde luego que, en términos económicos, se trata de una estrategia viable, sobre todo por los recursos que se puedan ahorrar en tiempos de austeridad. Sin embargo, ¿cuáles serían los resultados en términos de aprovechamiento escolar y de permanencia? ¿Bajo qué costos en la calidad de vida de los niños? Si nos detenemos a ver la cotidianidad de los alumnos que asisten a la escuela fuera de sus contextos de origen, nos encontraremos con distintos panoramas: lejanía, mala alimentación, problemas de adaptación e incluso depresión ¿Vale la pena realmente ahorrar dinero en detrimento de las infancias? ¿Acaso existe otra forma de garantizar la permanencia de los niños en sus localidades de origen?

Bibliografía

Pérez Ríos, E. (2014). A un siglo de distancia (1911-2011): semejanzas y diferencias de la educación micro-rural en México. México: UPN.

Rebolledo, V. (2014). “Los silencios de niños hablantes de chinanteco en diversas situaciones escolares”, Anthropologica, XXXIII(35), 93-115, Lima: PUCP.

Reyes M. y Solares, D. (2016). Mira mi escuela. Reflexiones sobre espacios escolares. México: Ediciones Axolotl

Rockwell, E. y Rebolledo, V. (coords.) (2016). Yoltocah: Estrategias didácticas multigrado. México: Autores.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-verguenza-de-no-tener-escuela/

Comparte este contenido:

La más alta poesía y la reforma de la educación

Chile / 15 de octubre de 2017 / Autor: Jorge Alarcón / Fuente: El Mostrador

Nada más alejado de las actuales preocupaciones de la “reforma educativa”, lo que sea que signifique tan gastada alocución, que las concepciones pedagógicas que ponen en su centro la vida de niños y niñas, sus caras sucias, sus pómulos colorados y sudadas frentes, sus profundos ojos, su imaginación loca, sus juegos sin reglas ni fin -incomprensibles rutinas sin vencedores y sin vencidos-, de su embobamiento y de su asombro, de la pasión pedagógica que animó a maestras y maestros de antaño. Que anima, de hecho, a muchos que hasta hoy enseñan -o lo intentan sin éxito, según reza cierto escepticismo triunfal – en escuelas y liceos del país.

La inaudita internacionalización del lenguaje de los funcionarios, el registro comparado de resultados educativos divulgado cada tanto por los expertos, las consabidas siglas de organismos bi, tri y multilaterales, que acompaña la con frecuencia cursi estilización de los problemas educativos -sonidos apenas musitados por labios contorneados con el rictus de superioridad cognitiva que es la moda entre los expertos-, que ha logrado proscribir palabras referidas a los aspectos que hoy se consideran inasibles: la educación, parece decirse, ha entrado en la segura senda de la ciencia y por este medio ha logrado reducir o eliminar el ruido molesto de la experiencia escolar en tanto que experiencia. En educación, para parafrasear al ex Pdte. Lagos, la-música-es-nada-más-que-música.

Tal vez debido a ello, la reciente aparición del pensamiento pedagógico de Gabriela Mistral (“Pasión de enseñar. Pensamiento pedagógico”. Valparaíso: Editorial UV, U. de Valparaíso, 2017, 320 págs.), editado en un libro lujoso, con hilos a la vista, que insinúan su espesor interior; objeto de antaño -el libro-, enorme, difícil de llevar y traer, barrocamente revestido este como si se tratara de un objeto ornamental; la pasión pedagógica de la Mistral, digo, cae como pesado metal cuyo eco retumba en las a veces vacías/vanas pretensiones de la reforma educativa, lo que sea que esta expresión signifique.

Como habrá de suponerse, las pasiones de Mistral son de varia lección, pero sin excepción, o casi, navegan contra corriente. Hablar, como ella hace, por ejemplo, de “gracia”, para referirse al elemento vital de la docencia, diciendo que el profesor ha de tener “gracia” o simplemente no serlo, apela a una fuerza espiritual desterrada de la lingua franca educativa, global, anglo ella; nada más lejos del carácter mágico, religioso y folclórico de la palabra “gracia”. Nada más lejos del desencantado “sistema educativo” que, para seguir en la misma vena, García Lorca diría que carece de “duende”.

El libro reúne las ideas, los pensamientos, las pasiones de la Mistral, acerca de la educación, que permanecían desparramados en diversos textos de la poetisa y alcanzan aquí una cierta organización, debida a los editores, que permite acercarnos a su universo de preocupaciones pedagógicas.

Un universo que a ratos se concentra en ella misma, en su desazón, en su entusiasmo, en su optimismo; que en otros momentos deja entrar una reflexión que se proyecta sobre sus experiencias o que las proyecta a éstas al plano de la lección compartida, y que, en otros, por último, muestra a la poetisa evaluando el acontecer educativo en Chile y el mundo.

Estas preocupaciones, por lo mismo, constituyen una fiable descripción del acontecer de la educación nacional, en la época en que cada una de las entradas del texto fuera escrita y fechada. La extensión de tiempo que cubren las anotaciones es, de hecho, nada despreciable, puesto que abarca textos desde 1906 hasta los años del reconocimiento internacional del Nobel, a mediados de los 40.

La Mistral es siempre severa crítica de los burócratas y amante maestra de niños y niñas. Con las armas de su palabra, desliza juicios y aprecios, expresa sus afinidades electivas y, en todo momento, evidencia su fe en los niños y su menosprecio por las meras formas de la administración educativa -especie de weberiana jaula de hierro que habría de producir especialistas sin espíritu, gozadores sin corazón, justamente por ausencia de gracia.

El profesor muestra su gracia, justamente, cuando narra, al contar, cuando haciendo uso del lenguaje rapta el imaginario precoz, audaz de los niños y cuando consigue que éstos se dejen guiar por su indómita fuerza interior: suerte de voz rousseauniana, primaria y prístina, que conduce el proceso educativo hacia la zona del éxito, que no es más pero tampoco menos, que el mismo niño y el despliegue de su ser. Y en este trayecto, en la odisea de aprendizaje que es el currículo y que es la escuela -que es su mapa y su territorio-, el libro y la lectura tienen una posición sin par. Contar, enamorar mediante la palabra, como hicieran Jesús y todos los grandes maestros de la humanidad, es para Mistral el paradigma de la enseñanza.

La enseñanza es la más alta poesía.

Así lo entendió la Mistral. Así lo profesó.

En esas varias formas que adoptó su credo pedagógico: a veces en tono vocativo, a veces evocativo, a veces imperativo, Mistral representa en estos pasajes, el ideario de una generación de maestros y maestras que concibieron y conciben su humano empeño por enseñar, como tarea cuya única meta es la religación del ser con el ser. Esta unidad de uno-con-uno-mismo, que es el Paraíso que se nos prometió y que es, también, un acto creador. El Paraíso de ser uno mismo.

Por eso la enseñanza es poesía, por crear en los niños un ser que ya son, revelándose como la única posibilidad que el niño tiene ante sí: ser él mismo. El educador reconcilia, pacifica, unifica los materiales enérgicos y dispersos de la infancia en un proyecto de ser.

El educador tiene en sus manos la tarea de la humanidad. Pero por eso mismo, por tan importante tarea, hay quienes piensan que no puede dejarse en las solas manos de los docentes la educación de las nuevas generaciones, puesto que de ella depende la construcción del futuro esplendor que el himno patrio da por sentado.

¿Cómo conciliar la más alta moral de la enseñanza con el registro apenas rasante de la planificación social? ¿Cómo y por qué hemos llegado a oponer a los maestros con los planificadores? A fin de cuentas, ¿no nos creíamos ya librados del romanticismo de los primeros y del positivismo craso de los segundos? ¿No es que aquí la educación chilena sigue atenazada por los cuernos de un dilema decimonónico? Eso es lo que me parece.

De modo que estas preguntas no son más que retórica: nuestra imaginación poética no puede seguir yendo en paralelo al camino de la planificación social. Eso parece ser el caso, sin embargo. Un caso que, me temo, ha hecho de su limitación epistémica una discapacidad ontológica, al punto de no poder representarse el problema de la educación sino como falta de diseño y de planificación o, a la inversa, como falta de gracia o de duende.

Fuente del Artículo:

http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/10/09/la-mas-alta-poesia-y-la-reforma-de-la-educacion/

Fuente de la Imagen:

http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3429.html

Comparte este contenido:

Panamá: Encuentro de Experiencias de Aula

Panamá/25 de Septiembre de 2017/Panamá On

Con el objetivo de brindar una plataforma para compartir experiencias y estrategias para mejorar la enseñanza de las ciencias y la matemática de los estudiantes panameños, se realizó el Encuentro de Experiencias de Aula organizado por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT) en conjunto con el Ministerio de Educación (MEDUCA).

La actividad contó con la participación de 150 Maestros y Profesores de las distintas regiones educativas de todo el país. Durante 3 días recibieron capacitaciones enfocadas en el aprendizaje de las ciencias naturales y las matemáticas mediante charlas científicas, talleres, exhibiciones y conferencias magistrales.

Las charlas científicas fueron dictadas por reconocidos investigadores panameños como el Dr. Hermógenes Fernández con el tema: Importancia de la Polinización, la Dra. Sandra López con el tema: Virosis transmitida por mosquitos y la Dra. Zuleima Caballero con el tema: Enfermedades parasitarias desatendidas en Panamá. Además, participaron diversos talleres dictados por profesionales expertos en temas de Geometría, Tecnología, Biología, Ciencias Básicas y Matemáticas.

Instituciones como el Biomuseo, el Instituto de Investigaciones Tropicales Smithsonian, el Instituto Conmemorativo Gorgas de estudios de la Salud, el Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología de Panamá (INDICASTA AIP), el Parque Metropolitano, MEDUCA, Chess Logistic y el Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE) quienes también formaron parte de la capacitación a los docentes en diversos temas.

Durante el Encuentro se realizaron Conferencias Magistrales como: Música y Matemáticas dictada por el Dr. David Kung, el Dr. Julio Escobar, presentó su conferencia el Eslabón Perdido y el Dr. Ricardo Moreno participó con el tema: Coexistencia del jaguar y los seres humanos en Panamá.

Los docentes tuvieron la oportunidad de realizar presentaciones de afiches en donde mostraron sus experiencias como docentes y participaron en el Festival de Matemáticas Julia Robinson.

La Dra. María Heller, Asesora de la Dirección de Aprendizaje de la SENACYT manifestó: “A través de estas iniciativas, la SENACYT busca incentivar la investigación y la innovación en las aulas del sistema educativo panameño”.

El Encuentro de Experiencias de Aula se desarrolla dentro del marco del Objetivo Estratégico No.1 del Programa Ciencia, Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación para la Inclusión que es: “Lograr una educación equitativa y de calidad en el área científica y tecnológica”, establecido en el Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (PENCYT) 2015-2019.

Sobre la SENACYT: La Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT), es una institución autónoma cuya misión es convertir a la ciencia y a la tecnología en herramientas para el desarrollo sostenible de Panamá. Nuestros proyectos y programas están enfocados en potenciar el desarrollo científico y tecnológico del país y de este modo, cerrar la brecha de la desigualdad y fomentar un desarrollo equitativo que mejore la calidad de vida de los panameños.

Fuente: http://www.panamaon.com/noticias/educacion/31770-encuentro-de-experiencias-de-aula.html

Comparte este contenido:

Graciela Frigerio: «Algunos no le encuentran sentido a su experiencia escolar»

América del Sur/Argentina/11.10.2016/Autor y Fuente:http://www.ellitoral.com/

La doctora en Educación, Graciela Frigerio, va más allá de las discusiones actuales que ponen el acento en cómo mejorar la escuela, para plantear un debate con un peso específico mayor: sobre los “sentidos” de la educación.

La reconocida pedagoga egresada de La Sorbona de París propone reflexiones rayanas con lo filosófico y lo sociológico, densas en lo conceptual y provocadoras, para volver a preguntarse por qué se educa, qué está en juego en la escuela actual, por qué hay sistema educativo y no otra cosa. A la vez que propone construir una “resignificación” de ese espacio institucional con el fin de que sea “vivificante” y “tentador” para los alumnos.

 El tema de su charla es “resignificar la escuela”. ¿De qué diagnóstico parte para sostener que hay que resignificarla?

Hay una novela extraordinaria de Janne Teller titulada “Nada” que empieza con un alumno en el primer día de clases. Está el director que hace su discurso, da la bienvenida después de las vacaciones y el protagonista de la novela de pronto se levanta, empieza a guardar todas sus cosas en la cartuchera y dice: “Discúlpenme, pero nada de esto tiene sentido”, se levanta y se va; ahí empieza la novela.

 De modos distintos, bajo formas diferentes, hay algunos que se van de la escuela. Por lo general nadie se va alegremente, y a veces se van bajo la apariencia de una opción personal pero es más bien una expresión, un efecto de no haberse sentido recibido, albergado, cuidado. El punto de partida de la charla es compartir la preocupación acerca del “sentido” de la experiencia escolar. ¿Qué quiero decir con esto? Mientras el “significado” se encuentra en el diccionario, el “sentido” es el plus que el sujeto, la sociedad, el grupo, le agrega a ese significado. Una primera cuestión, entonces, sería pensar que en estos tiempos, algunos sujetos parecieran no encontrarle mucho sentido a su experiencia escolar.

 ¿Puede profundizar esa idea?

 Cuando hablamos de sentido, hablamos de un sentido vivificante, estructurante para la vida, y que no se inscriba en el curso de las llamadas vidas dañadas, mutiladas, supernumerarias. Si a uno le preocupa que los sujetos puedan encontrarle un sentido vivificante a la experiencia escolar, se hace necesario reconsiderar qué significaciones estamos socialmente, epocalmente, dándole a cuál idea de educación. Y cómo esa idea de educación se traduce en una manera de entender lo escolar. Por ahí se confunde lo educativo con lo escolar como si fueran lo mismo, y no lo son. Una cosa es la educación, mientras que la escuela es un pedacito, es esa parte donde la educación toma curso. No siempre hubo sistema educativo; es un invento epocal.

Si nos importa la educación por tales argumentos, luego tenemos que pensar que institucionalizar la educación de este modo, produciría unos efectos facilitadores de un mundo común bastante distinto. Porque si hay algo que escasea en estos tiempos es “un mundo común”, más vale quedan unas tensiones, unos odios, unas identidades atrincheradas, unos fundamentalismos, un capitalismo despótico, imperial. El preocuparnos por el “por qué”: por qué educamos, por qué si educamos tendríamos que sostener un sistema educativo, y si lo tuviéramos que sostener por qué con estas características; abre también una idea de que si queremos educar -y el sistema educativo fue una construcción epocal- podría haber otras formas, otros formatos, otras “tentativas”, como diría un antiguo pedagogo.

 Usted está planteando una suerte de “megadebate”, pero la discusión actual en educación parte de la premisa de una escuela en crisis, con poca calidad, y está abocada más bien al cómo mejorarla. No se plantea por qué la escuela sí o no.

 Respeto profundamente las versiones que cada uno quiera darse. No me queda otra desde mi lugar que hacerme una pregunta sobre si esos modos de abordar el problema nos llevarían a los efectos que se suponen deberíamos buscar. De hecho, hay harta prueba de que ciertas formas de encarar las dificultades de sentidos de la experiencia escolar, no han producido que los sujetos encuentren ese sentido vivificante que les tiente. Quiero aclarar que la escuela no es un desastre ni el peor lugar. Pero esto, no quiere decir que para todos los sujetos las escuelas son vivificantes porque sería desconocer a todos aquellos que portan dolorosamente el efecto de no haber encontrado un lugar en la escuela donde se sintieran reconocidos.

 Entiendo la desesperación de los que dicen “hay que hacer algo”, pero si no tenés un por qué, si no tenés el sentido… Tengo la hipótesis de que estamos en una cuestión de poca novedad, aunque haya rebautismos; y tampoco me parece que corresponda que engañemos o trampeemos o que nos creamos inventores de una pólvora que descubrieron otros hace mucho.

Derecho y obligatoriedad

 ¿A quién le corresponde pensar el “por qué” educar: a los gobiernos, a los actores educativos, a toda la sociedad?

 Por supuesto que los sentidos siempre son múltiples. El capitalismo te dice: “Yo necesito dividir a la población, no se te ocurra dar una educación emancipadora e igualitaria porque me arruinás el negocio”. Entonces, todos los que están a favor en cierta forma del capitalismo, lo que les importa es el negocio. Y para que el negocio les rinda tiene que haber pobres, desclasados, marginales, vulnerables, tiene que haber “resto”. Entonces, no todo el mundo va a querer lo mismo. La pregunta del “por qué” es una pregunta existencial a la que todo el mundo tiene derecho. Después, cada gobierno toma sus decisiones respecto de si se hace o no preguntas existenciales, qué hace con las preguntas existenciales de los otros y, en todo caso, cómo asume la responsabilidad política de construir un mundo común. No cómo asume el discurso políticamente correcto del mundo común, sino cómo construye las políticas económicas que lo hagan posible. Si querés igualdad, no alcanza con mencionar la palabra “derechos”; tenés que construir lo necesario para que la igualdad de los hombres pueda expresarse y no verse “circuitada” por la división.

 ¿Usted cuestiona la obligatoriedad extensiva que llega hasta la escuela secundaria?

 No estoy en contra de la obligatoriedad, sólo digo que para hacer algo obligatorio por más tiempo hay que ofrecer unas cosas para que esa obligatoriedad tenga sentido.

 Porque si le digo a un chico: tenés derecho a estar en el sistema educativo, y luego le digo: por tu derecho a la educación estás obligado a pasar más tiempo en la escuela; al menos ahí que le pasen unas cosas significativas, estructurantes y vitales, no le puedo decir que el derecho se transforma en una obligatoriedad de estar confrontado a la escalada de la insignificancia. Ni de la escuela, ni de un mundo que no está dispuesto a darle un lugar. Esto es muy delicado y no sé cómo decirlo para que nadie quede desresponsabilizado. Porque si no pareciera que, como el mundo anda mal, la escuela no puede hacer nada, o bien que la escuela tiene que poderlo todo para que el mundo ande bien.

 “Arremangarse” y “perseverar”

 Qué opina de esta cuestión de que se la critica mucho a la escuela pero, al mismo tiempo, se le exige todo: que enseñe contenidos, valores, cómo comportarse, ni hablar que también se le pide que cumpla una función social. 

 En primer lugar una escuela no puede desentenderse de sus funciones sociales. Surge en la sociedad y tiene que arremangarse, hacer lo que solidariamente le corresponde. Ahora, volviendo a la pregunta: es interesante pensar que se critica a la escuela como si las políticas no hubieran intervenido. Entonces, de pronto nos desayunamos con “qué horror lo que pasa”, como si no fuera el resultado, el efecto, de unas políticas. Y por otro lado, habrá que detenerse en algún momento a pensar que ciertas políticas proponen unas salidas para ayudar o salvar a la escuela, que se hacen erosionando el orden simbólico de la propia escuela. Por ejemplo, vamos a dar un poco más de horas de actividad escolar. Pero, ¿para qué? ¿qué va a pasar en esas horas? Te contestan: “A no, van a pasar unas cosas totalmente distintas de las que pasan en la escuela”. El mensaje que están dando es: “Con la escuela no me meto, pienso re-mal, a la escuela no le apuesto ni un poroto, entonces voy a usar la palabra ‘escuela’, pero con algo que diga claramente que ‘no es como en la escuela’”. Es decir, la misma política que quiere revitalizar la escuela, la desprestigia.

Hay muchos docentes que están buscando, dentro de lo que hay, cómo hacer para que la experiencia escolar sea “vivificadora”, como usted dice, para los chicos. Hay quienes hacen el esfuerzo ¿qué mensaje puede darles?

 Hay muchos sí, y todo mi homenaje a la perseverancia en el intento. Por supuesto, ésa es la historia de la humanidad: hacer con lo que está, con lo que hay, otra cosa. Hacer surgir lo nuevo de lo viejo y por supuesto hay muchísima gente empeñada en eso, a veces discretamente, anónimamente, a veces aislada, a veces cortocircuitada, a veces solitaria o agrupada. Si no tuviéramos de eso, sería mucho peor el panorama.

 “La evaluación podría ser un nombre del control”

 ¿Qué consideraciones puede hacer sobre la evaluación?

 La pedagogía evalúa desde que hay pedagogía. Los maestros evaluaron desde siempre. ¿Por qué no se podría confiar en la evaluación de los maestros? No estoy diciendo que se evalúa bien o mal. Lo que estoy intentando es poner en evidencia unos mecanismos por los cuales se construye el desprecio hacia lo que hay. Es difícil resignificar vital y esencialmente, simbólicamente, algo a lo que se desprecia.

 Cuando mermó el imaginario motor que una sociedad necesita para que sus instituciones no se vuelvan tumbas, controlar es una alternativa. Y la evaluación podría ser un nombre del control. Y con esto no estoy diciendo que no hay que evaluar, pero vos sabés si finalmente el otro captó que uno más uno es dos. Es simplemente ese feedback que todo maestro tiene con su pibe, tratando de ver: habré sido lo suficientemente clara, habré dado bien este concepto, les habré dado las herramientas para que puedan, no tanto aprender un contenido, sino un estilo de relación con el saber. Porque una relación de saber necesita de contenidos pero los contenidos podrían hacer caso omiso a la relación de saber, y tendríamos lo que tenemos.

 ¿Y el argumento de que necesitamos contar con datos para generar políticas?

 Por supuesto que, como diría Christian Baudelot, en materia de educación sabemos casi todo desde siempre, y eso no nos ha llevado a modificar nada. Entonces, tampoco podemos desayunarnos ahora como si no hubiera datos para hacer política. ¿No sabemos los que están en la escuela?, ¿los que se mueren de hambre?, ¿los que están desempleados?, ¿los que no tienen servicios públicos? ¿No vemos los boletines de los pibes cuando dicen “no alcanzó”?. Tampoco hay que desconocer lo que sí sabemos, lo que pasa es que hay que pensar sobre lo que sabemos.

 “Tanta gloria no tuvo la escuela del pasado”

 Con relación a la escuela, hay una mirada de “nostalgia” sobre el pasado, de querer volver a la educación que fue. ¿Es eso válido? ¿Hay que rescatar lo que se hizo o mirar al futuro y tratar de buscar otra cosa?

 Una mirada nostálgica sólo es mortal. La nostalgia no te lleva a la vida, te lleva a la muerte, porque es imposible restituir el pasado. Además, de ese pasado tan glorioso, la empiria te diría que tanta gloria no tuvo, pero sí tuvo sus cosas interesantes. No importa restituir un modo, sino decirse que hubo algo de una eficacia simbólica que le permitió a la escuela ser productora de igualdad. Era una parte del sentido porque -de la misma escuela- se esperaba que nos dividiera claramente, para que no se nos ocurriera a todos aspirar a cierto lugar social.

 Hoy, el foco es la secundaria, porque si hay una pérdida de sentido pareciera que es peor en ese nivel. Antes, el secundario era un paso para la universidad pero resulta que ser profesional ya no garantiza conseguir trabajo o cierta ubicación en lo social.

 En este estado de la economía, lo que más te garantiza algo es el apellido que llevás y el capital económico financiero que el apellido porta, la posición en una red social.

 Pero hubo un tiempo en que el capital cultural certificado estaba por delante en la posibilidad. Sólo que eso parece haber retrocedido, dice Baudelot, en las últimas estadísticas.

Fuente: http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/137009-graciela-frigerio-algunos-no-le-encuentran-sentido-a-su-experiencia-escolar-la-experta-en-educacion-propone-resignificar-la-escuela?utm_source=otras_interior

Imagen: http://static.ellitoral.com/um/fotos/162753_14_a_u_03_05_2016_la_plata_la_escuela_tcnica.jpg

Comparte este contenido: