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El feminismo tiene que ponerse a pensar

El feminismo no está ni mucho menos muerto y enterrado, no está ni mucho menos kaputt.., puede decirse que constituye hoy la última gran teoría crítica resistente al presente neoliberal y patriarcal


El activismo ha sido siempre una seña de identidad del feminismo. Así, por ejemplo, la ola sufragista fue un movimiento imparable durante casi cien años por la conquista del voto femenino. Y esa gran ola recaló en una cascada de teóricas en cadena que, sin dejar el ámbito reivindicativo, se pusieron a “pensar el pensamiento” de su momento desde las claves de la crítica feminista. Me estoy refiriendo a las grandes figuras del neofeminismo, a partir de Simone de Beauvoir, como son Betty Friedan, Shulamith Firestone o Kate Millet en los años 60 y 70 del siglo XX, que aportaron conceptos y teorías con las que hoy se mueve el bagaje feminista de análisis.

En nuestros días el feminismo sigue siendo reivindicativo. Y ha aglutinado a muchos sectores sociales y a muchas mujeres jóvenes, que se están alzando contra la pervivencia del patriarcado y, sobre todo, contra su violencia estructural. Frentes como la prostitución y los vientres de alquiler ocupan también a una buena parte del feminismo que escribe, debate y se moviliza en contra de su regulación. Y hay una producción teórica, que también es activismo feminista y que da cobertura a “las luchas y anhelos de una época”, por decirlo en palabras de Marx cuando definía qué es la teoría crítica.

En estos terrenos de la praxis política el feminismo sigue ganando batallas. Pero en el terreno del pensamiento podría advertirse que parece perderlas. Buena prueba de ello es que, cuando todavía no estamos en condiciones de hablar de un postpatriarcado, el postfeminismo es una expresión cada vez más extendida y aceptada. Y eso no es inocuo: responde a un imaginario propio de una parte del pensamiento contemporáneo, que ha decretado el acta de defunción de todas las grandes reclamaciones de la modernidad anterior. Y, entre ellas, la de la igualdad. Lo que se aplica además a la demanda de la igualdad entre los sexos. Todo esto, simplemente, habría caducado.

Como también estaría caduco el propio sujeto que protagonizó las luchas del pasado y, para lo que nos interesa aquí, esto incluiría al sujeto político feminista. Porque el sujeto no serían las “mujeres”, esta es otra ficción a deconstruir para dar paso a una coalición de identidades variables que se alían en su resistencia al orden heteropatriarcal. Que, además, no es sólo un orden de dominación heterosexual, sino un orden de dominación cisheteropatriarcal. Con esta denominación (¡que ya es para nota!) se trata de designar algo así como un sistema de dominación heterosexual jeraquizado por lo cis (personas que se identifican con el sexo y el género atribuido al nacer y que se opone a las personas trans).

En esta sopa de sufijos, es imposible abrirse paso con mayor claridad, pues nos movemos en un proceloso y sombrío bosque de letras. Pero algo parece claro: se trata de abatir lo que ha conformado y conforma el feminismo y su sujeto histórico. Y esta estrategia puede que no constituya parte del debate social, pero sí se muestra como una de las líneas en auge del pensamiento de nuestro presente. Y hay que afrontarlo.

Hay que afrontarlo porque el pensamiento, cuando se repite y se repite, acaba permeando la propia dialéctica social. Y hay que afrontarlo en el terreno donde el pensamiento afronta el pensamiento, que no es otro que el terreno del pensamiento mismo. Quiero decir que, además de las necesarias reivindicaciones y del activismo, el feminismo ha sido y es un pensamiento potente, una teoría crítica, que tiene que dialogar con los discursos subyacentes a cada presente, para recoger de los mismos lo que le interesa reutilizar –como por ejemplo lo hicieron las feministas de los 60 y los 70 con el marxismo y el psicoanálisis– y para detectar y desactivar lo que va en contra del proyecto de emancipación que el feminismo es.

La impugnación al sujeto político mujeres y la voluntad de encasillarlo como una diversidad más, tiene su suelo teórico en los planteamientos de la postmodernidad queer. Estos planteamientos, importados de los discursos académicos confinados a las universidades norteamericanas, encontraron eco también en nuestro entorno académico. El feminismo tiene que “pensar este pensamiento” y conocer los fermentos que lo han abonado. Y sobre todo sospechar de que se produzca justamente ahora, cuando en un mundo dominado por la lógica neoliberal el feminismo está volviendo a ser un movimiento emergente, incómodo y resistente a esa lógica.

Hoy el feminismo sin duda está tan diversificado como las propias variables con las que interactúa: eso quiere decir que hay que hablar de “raza”, de etnicidad, de ecofeminismo, de grupos de mujeres negras, chicanas o racializadas en general, de mujeres emigradas, de preferencias sexuales… Y todo ello compone una red de variables, que son variables de opresión y que, lógicamente, diversifican los intereses de las mujeres según su relación con cada una de ellas. Pero que se dé un espectro tan diversificado en el feminismo no significa entonar sus cánticos funerarios, o venir a declarar su momento post.

El feminismo no está ni mucho menos muerto y enterrado, no está ni mucho menos kaputt: frente a lo post, lo trans, lo cis, etc., puede decirse que constituye hoy la última gran teoría crítica resistente al presente neoliberal y patriarcal. Y las mujeres en todo el mundo, con sus “múltiples diferencias que intersectan” (como lo expresa la filósofa feminista Nancy Fraser), están protagonizando esa resistencia y dando buena cuenta de algo que es un hecho palmario, para pensarlo más allá de todo debate estéril: que son un sujeto político vivo.


Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/feminismo-ponerse-pensar_129_1002551.html

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8 de marzo: ¡hasta aquí hemos resistido, ahora hay que seguir adelante! Brasil

América del Sur/Brasil/10-03-2023/Autor(a) y Fuente: sinasefe.org.br

Este 8 de marzo, SINASEFE reafirma su postura feminista, invitando a las sindicalistas y sindicalistas a reflexionar sobre la urgencia de combatir la opresión (machista, racista, LGBTQIA+fóbica, capacitista y discriminatoria) que enfrentan a diario las mujeres. Además de la reflexión, que es urgente y necesaria, el llamado de la entidad es a avanzar concretamente en estas luchas, tanto en sus propias filas como en la sociedad en general.

La lucha de las mujeres y la derrota de Bolsonaro y el fascismo

Para SINASEFE, el 8 de marzo es un momento oportuno para resaltar el papel que jugó la lucha feminista en la defensa de la democracia y en la derrota de Bolsonaro. Esta es una tarea política que las mujeres seguimos cumpliendo en la denuncia permanente del fascismo que aún insiste en extenderse por todo el país. “Entendemos que las mujeres jugaron un papel fundamental en la consecución de la derrota electoral de Bolsonaro. Salimos a la calle ya las urnas con fuerza para derrotar este proyecto machista y misógino de país. Momentos como los ‘toalhaços’ que realizamos, justo al inicio de la campaña electoral, son ejemplos de esa participación feminista en la definición de los rumbos de la política brasileña”, destaca la secretaria de política de la mujer del SINASEFE, Maíra Martins.

Hacer frente al acoso y la violencia en el lugar de trabajo

Además de la lucha política, es ostensible la acción del sindicato contra el acoso (moral y sexual) y la violencia machista en el ámbito laboral.

Durante el 3er Encuentro Nacional de Mujeres del SINASEFE (3ra ENMS) los temas estuvieron en la agenda del segundo (Condiciones de trabajo, carreras, maternidad y acoso como política de gestión) y tercer día (Violencia contra la Mujer – del Duelo a la Lucha) del evento . Además de los debates en mesas redondas, el evento también abordó el tema en un grupo de trabajo, impulsando la defensa de diversas acciones tanto a nivel interno como en el ámbito laboral y de vivienda de las mujeres.

Fomentar la formación de grupos de estudio sobre acoso y violencia en las secciones sindicales, como medida preventiva; la defensa de la renta básica para las mujeres víctimas de violencia doméstica; y la lucha por que las comisarías de la mujer operen las 24 horas del día, con profesionales preparados para acoger y asistir, son algunas de las propuestas del SINASEFE sistematizadas en la Carta de la 3ª ENMS .

Valorando a las mujeres que construyeron y construyen el sindicato

Entendiendo la desafiante tarea de la militancia sindical en el contexto sexista que enfrentan las mujeres (tanto ayer como hoy), la actual dirección de la Dirección Nacional saluda a todas las compañeras que ya se han mostrado dispuestas a sumarse a la lucha sindical.

Se prepara una revista especial del SINASEFE, en formato virtual, para recibir la presencia de más de siete decenas de mujeres combativas que ya integraron el Patronato Nacional a lo largo de estos 34 años de historia.

“Pero sabemos que la memoria y el reconocimiento por sí solos no son suficientes. El ámbito sindical y su política siguen siendo espacios de reproducción de la estructura patriarcal y el machismo. Nuestra lucha, en el ámbito del SINASEFE, se ha encaminado a la construcción de otros paradigmas del sindicalismo: más solidario, diverso, incluyente, acogedor y dialógico. Es un gran desafío romper con la práctica patriarcal (y neoliberal) de comunicación violenta, punitivismo, eliminación y borrado del otro. Queremos una unión que reúna a todos y dialoge, que no elimine a las mujeres, negros y negras, LGBTI+ y personas con discapacidad. Un sindicato con nuestro rostro, el de la clase obrera. ¡Por eso decimos que el SINASEFE será feminista o no será!”. , destaca el coordinador general del SINASEFE, Artemis Martis.

Igualdad de salario y condiciones de trabajo

Una de las directrices históricas del movimiento feminista, igual salario por igual trabajo, puede estar cerca de convertirse en realidad en Brasil. El miércoles pasado (03/01), la ministra de Planificación, Simone Tebet, confirmó que el gobierno presentará un proyecto de ley para garantizar la igualdad de remuneración entre hombres y mujeres. El proyecto aún está en construcción, pero debe cambiar la Consolidación de las Leyes Laborales (CLT) y, una vez aprobada, la ley entrará en vigencia de inmediato.

Este miércoles (03/08), en el Palacio del Planalto, será el lanzamiento de acciones gubernamentales para garantizar los derechos de las mujeres, entre las acciones está el proyecto mencionado por la ministra Simone Tebet. El evento contará con la presencia del Presidente de la República, la Primera Dama Janja Silva y la Ministra de la Mujer Cida Gonçalves. Las mujeres del SINASEFE estarán presentes llevando las exigencias de la categoría.

En el servicio público federal, las mujeres son mayoría solo en carreras y cargos con salarios más bajos, e incluso dentro de la Red Federal de Educación, enfrentan desigualdad salarial en cuanto al acceso a la progresión, cargos directivos, calificación, guarderías. La invisibilización de nuestro trabajo, los numerosos casos de hostigamiento y persecución, las dobles y triples jornadas son algunos de los retos de las sirvientas para alcanzar el mismo nivel salarial que los sirvientes.

A pesar de las condiciones desfavorables para el ejercicio profesional y la participación femenina en la política, es necesario recordar que las mujeres de la Red Federal juegan un papel fundamental en las luchas históricas por la igualdad, la justicia y los derechos en Brasil, especialmente en la defensa de los servicios públicos y la educación. .

“Recientemente, en el momento más crítico de la pandemia del COVID-19 y el auge de la extrema derecha, salimos a las calles a denunciar la política genocida de manejo de la pandemia, reclamando ayuda de emergencia para los pobres, condiciones para la enseñanza a distancia de emergencia y una vacuna para todos y cada uno. Ante los duros ataques y la destrucción de las políticas públicas en nuestro país, las mujeres del servicio civil federal cargaron al Estado brasileño sobre sus espaldas. Aún con salarios congelados, enfermedades y sobrecarga de trabajo, apoyamos la atención de la población más vulnerable brindando servicios esenciales y básicos, como salud y educación. Mantuvimos la ‘primavera en los dientes’, dejamos nuestros hogares, nuestros asuntos profesionales y domésticos para valientementeTermina Artemisa.

Fuente e Imagen: https://sinasefe.org.br/site/8-de-marco-resistimos-ate-aqui-agora-e-preciso-avancar/

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El lenguaje inclusivo como posicionamiento contrahegemónico en materia educativa

Por: Karen Campos Rodríguez

“La educación neoliberal dicta las reglas por las cuales se forman los discursos, las reglas que gobiernan, lo que puede ser dicho y lo que debe de permanecer callado, quien puede hablar con autoridad, y quien debe de escuchar”.  (Foucault, 2005)

De acuerdo al informe de la Real Academia Española de 2020 titulado: “El lenguaje inclusivo y cuestiones conexas”, menciona en el punto 2, “Interpretaciones de la expresión lenguaje inclusivo”, la importancia de exponer las dos interpretaciones acerca del lenguaje inclusivo:

  1. «Se entiende a veces por lenguaje inclusivo aquel en el que las referencias expresas a las mujeres se llevan a cabo únicamente a través de palabras de género femenino, como sucede en los grupos nominales coordinados con sustantivos de uno y otro género
  2. En la segunda interpretación, la expresión lenguaje inclusivo se aplica también a los términos en masculino que incluyen claramente en su referencia a hombres y mujeres cuando el contexto deja suficientemente claro que ello es así, de acuerdo con la conciencia lingüística de los hispanohablantes y con la estructura gramatical y léxica 6 de las lenguas románicas.» [RAE, 5-6]

De lo anteriormente citado, se puede observar que la institución española se resiste a implementar adecuaciones en el lenguaje ante un mundo cambiante, ello por considerar que lo correcto lingüísticamente solo corresponde al género binario y a las estructuras cronológicas de los poderes fácticos.

Históricamente el lenguaje inclusivo se remonta a la ola feminista de la década de los setentas, cuyo objetivo fue visibilizar una alternativa progresista para contrarrestar el uso del masculino genérico para referirse a la sociedad en general.

Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas [ONU] conceptualiza al lenguaje inclusivo en cuanto al género como: “la manera de expresarse oralmente y por escrito sin discriminar a un sexo, género social o identidad de género en particular y sin perpetuar estereotipos de género. Dado que el lenguaje es uno de los factores clave que determinan las actitudes culturales y sociales, emplear un lenguaje inclusivo en cuanto al género es una forma sumamente importante de promover la igualdad de género y combatir los prejuicios de género” (https://www.un.org/es/gender-inclusive-language/)

El lenguaje inclusivo debe de entenderse como un mecanismo de denuncia oral y escrito para evitar la exclusión, marginación e invisibilidad de grupos sociales, mediante la eliminación de palabras y expresiones que pueden ser denigrantes, ofensivas y que nos conduzcan a la subordinación, es decir, es un posicionamiento contrahegemónico al heterosexismo como única forma de aceptación de expresión social.

De acuerdo a Kalinowsky (2019) “el lenguaje inclusivo es una intervención en el discurso público que busca crear en el auditorio consciencia acerca de la persistencia de una injusticia social”

El uso del lenguaje inclusivo es de suma importancia, ya que las palabras y las formas en las que las usamos pueden tener un impacto significativo en las personas con relación a su identidad, por lo que es necesario concebirla como una herramienta valiosa y un posicionamiento político para construir imaginarios otros con base en la igualdad y la inclusión en la sociedad, ya que los temas de inclusión no deben de limitarse a una condición física, sino que su percepción debe de ser analizada en un sentido más amplio, ya que al elegir las palabras que usamos podemos crear escenarios en el que todas las personas se sientan visibilizadas valoradas y respetadas. Se trata de un lenguaje desafiante contra la discriminación en donde se busca que se visibilicen y se escuchen las voces de las necesidades, diversidades, diferencias y realidades de la sociedad actual. Sin embargo, en los últimos años, hemos atestiguado el antagonismo mediático internacional debido a las distintas posturas acerca del tema, que van desde autoridades educativas, opinión pública, hasta personas de la sociedad civil que se rehúsan a formar parte de la reconstrucción social, a través de la sensibilización en temas de diversidad, tolerancia, respeto y lo que nos hace diferente.

Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas, menciona en el documento de nombre: “Recomendaciones para el uso de un lenguaje inclusivo de género” que:

«El uso del lenguaje es un reflejo de las prácticas culturales y sociales del contexto social. Como parte de la comunidad, la persona desarrolla las conductas aprendidas. Correlativamente, el lenguaje condiciona las actitudes, prácticas y cosmovisiones de los pueblos. Por ende, los productos lingüísticos heredados de prácticas sociales arcaicas tienen la capacidad de limitar las concepciones humanas en determinados temas. Estas limitaciones se aplican al lenguaje usado sobre género, que históricamente ha condicionado el papel de la mujer y anteponen una visión heteropatriarcal y heterosexista de la vida en sociedad. Aun con los avances en igualdad de género alcanzados en la época contemporánea, persisten numerosos retos por superar. A su vez, persiste el uso habitual del lenguaje sexista en la vida cotidiana de las personas. Sin embargo, un cambio en la lógica del rol tradicional de la mujer es posible a través del uso del lenguaje de género inclusivo. El cambio en el uso del lenguaje se puede lograr de una manera progresiva en distintos escenarios y contextos». [ACNUR, pág. 3]

En este marco, es de suma importancia retomar el debate más allá de las entrañas patriarcales de la lingüística sexista, con el único objetivo de construir sociedades conscientes de que la igualdad no se condiciona o limita a partir del deber ser, asimismo, asumir el compromiso de construir propuestas que den solución a las problemáticas sociales que han adquirido contrapesos importantes a las prácticas oligárquicas que ha minimizado las luchas encarnadas para la transformación social.

En materia educativa, la discusión debe de conducirse en promover y disputar la inclusión en toda su diversidad, porque pareciera que existe un abismo entre la retórica de los discursos desgastados y la praxis para contrarrestar el impacto de las exclusiones hacia los grupos sociales excluidos, violentados y con mayor vulnerabilidad. El debate acerca del uso de la “e”, “x” o “@” en las expresiones escritas y orales debe de ganar espacios en las agendas educativas globales, ya que de acuerdo a McLaren (2005), la práctica pedagógica se define como “el movimiento dialéctico entre la conversión de acciones transformadoras en conocimiento, y la conversión del conocimiento en acciones transformadoras” (pág. 15). De ahí la importancia de redirigir los esfuerzos en temas de inclusión verbal y escrita en los planes y programas de estudio, ya que el proceso dialéctico de enseñanza-aprendizaje de acuerdo a McLaren, es el espacio donde se gestan las bases de transformación social, y desde hace décadas no se apuesta por transformar vidas.

El lenguaje inclusivo cerca de ser moda, imitación o para demostrar intelectualidad, es inherente la transformación de nuestros lenguajes porque se considera que, éste, tiene asimismo lenguaje, poder, historia y contexto, en tanto poder que invisibiliza o visibiliza. Si no se menciona, no existe.

En este sentido, se considera que es un acto ético-político con base en las luchas que se han venido gestando de las, les y los invisibilizados (feminismos, otras masculinidades, comunidades LGBTIIQ+, pueblos originarios, entre otros no menos importantes).

La RAE es construida por la sociedad del conocimiento desde su propia filosofía positivista, neoconservadora, neocolonialista, neoliberal y patriarcal. En este marco, han venido asesinando epistemes (epistemicidios), lenguajes (lengüicidios), medio ambiente (ecocidio), etc.

El lenguaje inclusivo es pues un posicionamiento político contrahegemónico que lucha por visibilizar a todas, todos y todes, es un proceso de transformación de conciencias que permite transformar nuestra praxis y esto se realiza hablando, escribiendo y pensando, no solo en el discurso, sino en las acciones en nuestra vida cotidiana.

En conclusión, realizar una reflexión y disputar al lenguaje inclusivo en materia educativa en el mes de la conmemoración de las luchas encarnadas por mujeres, es un acto de sororidad contra el sexismo en la comunicación y el respeto hacia la diversidad sexual y de género, pero también es una postura política frente a los nuevos retos del mundo actual en temas de inclusión, mismos que han tenido pocos avances debido a la falta de investigación y divulgación acerca de la importancia de temas que deberían de ser prioridad para la Sociedad Internacional.

Referencias:

ACNUR.  Recomendaciones para el uso de un lenguaje inclusivo de género. https://www.acnur.org/5fa998834.pdf

Cuesta, L. (2022). Lenguaje inclusivo, ¿Un nuevo lenguaje para una nueva realidad? La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/vida/junior-report/20220706/8387022/lenguaje-inclusivo-nuevo-lenguaje-nueva-realidad.html}

Kalinowski, S (2023). No se trata de cambiar la gramática, sino de cambiar a la sociedad. Página|12. https://www.pagina12.com.ar/421901-santiago-kalinowski-sobre-el-lenguaje-inclusivo-no-se-trata-

McLaren, P. (2005). La vida en las escuelas. Traducción al español. https://www.uaeh.edu.mx/profesorado_honorario_visitante/peter_mclaren/presentaciones/LA%20VIDA%20EN%20LAS%20ESCUELAS.pdf.

Naciones Unidas. Lenguaje inclusivo en cuanto al género. https://www.un.org/es/gender-inclusive-language/

RAE (2020). Informe de la Real Academia Española sobre el lenguaje inclusivo y cuestiones conexas. https://www.rae.es/sites/default/files/Informe_lenguaje_inclusivo.pdf

Fuente: La autora escribe para OVE

Fuente de la imagen: https://images.app.goo.gl/Cm3p95BSLqifXRjJ9

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España: El feminismo se reivindica de manera masiva de nuevo en las calles

María Martínez Collado

Desde todos los rincones, urbanos y rurales; desde todos los barrios y todos los pueblos, desde todos los cuerpos y todas las generaciones, los feminismos han vuelto a tomar las calles este 8 de marzo para reivindicar el Día Internacional de la Mujer. Así, las calles de las principales ciudades del país se han llenado para exigir «un mundo en el que quepamos todas y todos».

En Barcelona, València, Bilbao, Cáceres y A Coruña, pasando por Albacete, Santa Cruz de Tenerife, Palma de Mallorca o Sevilla, las plataformas feministas han organizado múltiples concentraciones. Como cada año, la más multitudinaria ha sido la de Madrid, en donde se han congregado unas 700.000 personas según el cálculo realizado por las organizadoras, y alrededor de 17.000, de acuerdo con las cifras facilitadas por la delegación del Gobierno.

Bajo el lema «Somos el grito necesario, el feminismo lo está cambiando todo» escrito en su pancarta de cabecera, la Comisión 8M ha convocado una movilización que ha recorrido las principales arterias de Madrid. En ella han participado nueve ministras, entre ellas, la de Igualdad, Irene Montero, pero también otras del sector socialista del Gobierno, como María Jesús Montero, Nadia Calviño, Isabel Rodríguez, Diana Morant, Carolina Darias, Pilar Llop, Raquel Sánchez y Reyes Maroto. También acudió el ministro socialista Luis Planas, junto con otras personalidades de ambas formaciones.

«Las mujeres, desde nuestra diversidad, estamos desbordando las calles, las plazas de nuestro país, reivindicando nuestros derechos, acuerpándonos, sintiéndonos las unas al lado de las otras», ha declarado Irene Montero al inicio de la marcha, al mismo tiempo que ponía de relieve las conquistas de derechos logradas en los últimos años. «No vamos a dar ni un paso atrás», ha aseverado.

Cabecera de Podemos durante la manifestación de la Comisión 8M en Madrid, a 8 de marzo de 2023. - Alfredo Langa
Cabecera de Podemos durante la manifestación de la Comisión 8M en Madrid, a 8 de marzo de 2023. – Alfredo Langa.

El feminismo ha vuelto a salir en tromba a las calles para defender la diversidady exigir el fin de las violencias machistas, al grito de «¡No solo nos matan los feminicidios! También nos mata el sistema neoliberal, que feminiza, precariza e invisibiliza los cuidados, que recorta los servicios públicos y que nos excluye». La marcha en la capital ha reivindicado, además de por la igualdad de derechos de las mujeres, otros como la vivienda digna, la defensa del medio ambiente o la regularización de las personas migrantes.

Rosa, feminista de Perú presente en la manifestación de Madrid, se pregunta «¿cómo puede haber personas ilegales?». Lamenta que la Ley de Extranjeríamantenga en la pobreza y la marginación a cientos de personas y aboga por un feminismo antirracista e inclusivo. En la misma línea, Eugenia, feminista madrileña, advierte de los peligros de la ultraderecha para las mujeres y llama a la unión del movimiento: «Hoy somos muchas, pero cada día tenemos que ser más. Hay que sumar, siempre. No restar».

Durante la marcha en Madrid, no han faltado alusiones a los casos más recientes de asesinatos machistas. En lo que va de año, diez mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. A esta cifra hay que añadir la de un menor, hijo de una de ellas. A lo largo de las marchas, las participantes han puesto el foco, además, en la violencia vicaria, el odio y la discriminación contra todas las mujeres, sean cis o trans, así como contra las personas LGTBQ+. Un elenco de demandas y reivindicaciones entre las que no se ha olvidado la conquista que ha supuesto la reforma de la ley del aborto que amplía derechos y la de libertad sexual, más conocida como ley del solo sí es sí. Una norma que ha estado presente a lo largo de toda la jornada de reivindicación, cuando hace apenas 24 horas que el Congreso aprobó la toma en consideración de la Proposición de ley del PSOE para reformar la norma, para lo que necesitó los votos del Partido Popular. La propuesta de los socialistas, supone volver a introducir en la ley la violencia y la intimidación a la hora de establecer las penas, cosa que Igualdad considera que se trata de «una vuelta al Código Penal de La Manada«.

Cabecera del PSOE durante la manifestación de la Comisión 8M en Madrid, a 8 de marzo de 2023. - Alfredo Langa
Cabecera del PSOE durante la manifestación de la Comisión 8M en Madrid, a 8 de marzo de 2023. – Alfredo Langa.

María Jesús Montero, ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, ha defendido antes de que diera comienzo la marcha de la Comisión 8M, que la mayoría de las feministas están «presentes en la convocatoria oficial, en la misma manifestación». Además, ha resaltado que cada uno lleva su pancarta «como siempre», algo que considera «muy importante» para dar «una imagen unitaria del movimiento».

Por su parte, el Movimiento Feminista de Madrid (minoritario y que promueven feministas contrarias a la Ley Trans) se manifestó por separado en una marcha que arrancó a las 18.30 por el centro de Madrid. Su lema: «Feministas en lucha por los derechos de las mujeres». A esta marcha han acudido la exvicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, la vicesecretaria de políticas sociales del Partido Popular, Carmen Navarro, y Bea Fanjul, diputada del PP.

La huelga en Barcelona culmina con una gran movilización

La manifestación en Barcelona ha arrancado desde Plaça Universitat, como culminación de una jornada de huelga feminista general, laboral, de cuidados, estudiantil y de consumo. La movilización ha reunido a 40.000 asistentes, según la Guardia Urbana, y a 60.000, según la organización.

La marcha ha recorrido la Gran Vía y ha avanzado hasta el Parc de la Ciutadella. Ha habido un bloque no mixto en el que participan mujeres cis y trans, con otro bloque detrás también abierto a hombres en el que han caminado partidos políticos y sindicatos.

En Zaragoza marchan al grito de «Nadie nos silencia’

Más de 50.000 personas, según las organizaciones convocantes, se han manifestado por el centro de Zaragoza, convocadas por la Asamblea 8M y la Coordinadora de Organizaciones Feministas, con el lema «Con todas y a por todas, nadie nos silencia».

La Asamblea 8M ha defendido la Ley Integral de Libertad Sexual, la ley del ‘solo sí es sí’, porque «pone el consentimiento en el centro«, algo que reivindica el movimiento feminista desde hace «muchos años». Al mismo tiempo, han reclamado «que no se revictimice a las mujeres agredidas sexualmente y poner en el centro los cuidados integrales y la formación, y la educación sexual y afectiva a edad temprana para que no se produzcan agresiones». El presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, también ha asistido a la manifestación.

Castilla y León exige «igualdad real»

Asimismo, miles de personas han salido a la calle este martes en Castilla y León para reivindicar una igualdad real y para defender los derechos de las mujeres, en el Día de la Mujer, que se ha celebrado este 8 de marzo. En Ávila la manifestación ha reunido a unas 2.000 personas, que bajo la pancarta «En la igualdad, ni un paso atrás» y han recorrdio el espacio entre la plaza de Santa Teresa hasta la Delegación Territorial de la Junta.

«En este 8 de marzo, a pesar de nuestras diferencias, nos une un fin común: construir una sociedad igualitaria, en la que todas y todos compartamos espacios y tiempos, con las mismas oportunidades», han expresado en el manifiesto.

Euskadi plantea una huelga general ante «los recortes»

En Euskadi, las feministas han planteado «una huelga feminista general», aunque sin determinar fecha, para reivindicar «el derecho colectivo al cuidado» ante «los recortes en derechos fundamentales». En una comparecencia, el movimiento feminista vasco ha insistido en la necesidad de «poner en el centro el derecho colectivo al cuidado».

«Hablamos de poner los cuidados en el centro porque históricamente han sido realizados por mujeres y no se han nombrado como trabajo. Han sido invisibilizados e infravalorados a nivel político, social y económico», han señalado las asistentes a las movilizaciones.

Andalucía camina «por todas y por el planeta»

Por su parte, la Delegación del Gobierno de España en Andalucía ha cifrado en 67 las manifestaciones comunicadas en todo el territorio andaluz este 8 de marzo. En la capital malagueña, la manifestación de la Coordinadora 8M Málaga bajo la consigna «Los derechos de las mujeres son derechos humanos» ha tenido una asistencia de 7.000 personas, según un recuento inicial de la Policía Nacional.

Al mismo tiempo, en Sevilla la multitudinaria manifestación convocada por la Asamblea Feminista ha marchado desde Torre Sevilla hasta la plaza de San Francisco, pasando por puente del Cachorro, paseo Colón y avenida de la Constitución bajo el lema «Por ti, por mí, por todas y por el Planeta».

València homenajea a las mujeres represaliadas en Irán

En València, varias decenas de mujeres se han cortado el pelo en una céntrica plaza de la ciudad como gesto simbólico de solidaridad con las mujeres que protestan contra el gobierno de Irán por la muerte de la joven iraní Mahsa Amini tras ser detenida por llevar mal puesto el velo. Esta acción colectiva ha sido convocada por la Coordinadora Feminista valenciana bajo el lema «Tijeretazo al patriarcado».

https://www.publico.es/mujer/feminismo-reivindica-manera-masiva-nuevo-calles.html

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Chile: Feminismo y educación. Una oportunidad para detener la violencia en las escuelas

por Aschly Elgueda – Marcela Vargas – Irma Díaz

En Chile la crisis de la educación es evidente: La deserción de más de 40.000 estudiantes en 2021 y el déficit docente de casi el 19% de profesoras/es que se requerirán para el 2025 son síntoma de la deuda de la democracia con el derecho a la educación, con quienes nos desempeñamos en ella y con las comunidades educativas: estudiantes y sus familias. Para las familias también es evidente: Un 97,7% de los padres, madres y/o apoderados consideran que la violencia escolar en el sistema educativo en Chile es un problema grave o muy grave: No es viable ignorar estos problemas. Nosotras sostenemos que tampoco podemos resolverlos ni comprender las dificultades que tienen estudiantes, trabajadoras y familias, sin una perspectiva feminista y crítica de género. Así como no es posible avanzar en las demandas del movimiento feminista sin transformar la educación.

Según la ONG internacional Bullying Sin Fronteras, entre los años 2020 y 2021 hubo un aumento de un 40% de las denuncias por maltratos físicos y psicológicos en los establecimientos educacionales, pasando de 3.760 casos a 5.934. Las profesoras sabemos que la palabra “bullying” esconde temas como violencia de género, racismo o transfobia. Las tareas domésticas y de cuidado son una de las principales razones de la deserción escolar y las niñas y jóvenes más pobres son las que tienen mayor riesgo de abandonar sus estudios. Entre 2005 y 2015, más de 10 mil niñas menores de 15 años fueron madres. Sin embargo, la Educación Sexual en Chile comienza recién a los 14 o 15 años, cuando inicia la educación media y con un foco esencialmente preventivo-biologicista.

La conmemoración del 8 de marzo en las escuelas es una oportunidad para reflexionar sobre la desigualdad y las violencias que impactan a niñas, jóvenes y mujeres y sobre cuál es el compromiso de las escuelas frente a este problema. La escuela como institución tiende a ser un lugar de producción, pero también de reproducción de ciertas prácticas y saberes entendidos como establecidos y naturalizados en el espacio social y público y que, muchas veces, los espacios educativos reproducen. Ejemplo de esto es la violencia hacia las mujeres y disidencias sexuales y de género, reforzando un reflejo de lo social en la escuela, de cómo se relacionan los cuerpos en función de su sexo – género.

Detener la violencia en las escuelas, por lo tanto, no sólo es construir comunidades educativas más seguras, sino también una sociedad más justa. Para esto, es necesario que las familias se involucren en las relaciones de enseñanza y aprendizaje, no como árbitros, jueces o clientes, sino como miembros de la sociedad civil que confían y se comprometen con una educación que transforme el futuro de sus hijos e hijas. Una educación que ofrezca igualdad de oportunidades o que sea inclusiva, como demandan muchas familias, no puede ser sexista: Al contrario, una educación libre de sexismo es el camino hacia una real transformación y una oportunidad para intervenir y detener la violencia de los espacios escolares, arraigada en la diferencia sexual y de género. De esta manera, se pone de manifiesto la desigualdad al habitar el espacio social y público en general, y en particular, el espacio educativo, las aulas.

Tenemos la convicción de que una educación libre de violencias es posible y que una educación feminista no sólo es una herramienta que permite vidas libres de violencia en las salas de clase, sino que además reestructura, desde los cimientos, la sociedad en su totalidad. Para transformar la escuela no bastan hitos aislados o simbólicos. Hay maneras concretas que hemos propuesto hace años desde las luchas feministas: un currículum no sexista que visibilice el rol de las mujeres en las distintas áreas, la formación de docentes y de la comunidad educativa en temáticas de violencia sexual y de género, la elaboración de protocolos de género en todas las instituciones educativas y, por supuesto, una ley de Educación Sexual Integral (ESI), la cual podría integrar todas estas demandas.

Apelamos por una ESI que incorpore la afectividad como un elemento central, puesto que educar en relaciones respetuosas y seguras es condición para abordar la violencia. Hablar con y desde el consentimiento es urgente, para no volver a poner en duda la palabra de quien es víctima de la violencia sexual y/o de género. Una educación que comprenda la interacción estudiante-escuela con principios mínimos e internacionalmente aceptados, como son los Derechos Humanos, el derecho a la vida, el derecho a la dignidad.  Quienes se oponen a abordar estos temas son los mismos sectores que han empobrecido las escuelas y que hoy usan los problemas de familias, estudiantes y profesoras para sacar provecho político, diciendo que son problemáticas para abordar en lo privado y no en lo público.

Las escuelas como espacios de socialización secundaria, luego de la familia, se constituyen como núcleo de la reproducción de la violencia hacia mujeres y disidencias sexuales y de género. Pero también vemos las escuelas como espacios de resistencia, de revolución cotidiana, en donde cada día está en nuestras manos la posibilidad de cambiarlo todo. A 50 años del Golpe de Estado que permitió la privatización de la educación en Chile, no olvidamos a las profesoras, asistentes de la educación y estudiantes que lucharon y luchan contra los discursos y políticas que heredamos de la dictadura, y que persisten hasta el día de hoy como una deuda de la democracia con la educación.

Soñamos con desbordar los márgenes que condicionan los caminos de infancias y juventudes con identidades diversas, con orígenes e intereses diversos. En nuestras aulas como trinchera, deseamos nuevas generaciones sin sesgos de género, con foco en los derechos humanos, donde nos eduquemos permanentemente para abolir todo tipo de violencia, como un compromiso que atraviesa a todas las comunidades. Para que nunca más tengamos que lamentar que una estudiante no llegue sana y salva a su hogar o los suicidios de infancias y juventudes a quienes no se les reconoció el derecho a la identidad, el derecho a ser diferentes, a ser disidentes y existir.

Aschly Elgueda, Marcela Vargas, Irma Díaz
Red Docente Feminista (REDOFEM)

Feminismo y educación: Una oportunidad para detener la violencia en las escuelas

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Christine Delphy y el feminismo materialista

El feminismo materialista desarrolla una crítica a la cosmovisión idealista y biologista del género y la sociedad. Las mujeres no están oprimidas por la biología o por valores culturales, sino por las relaciones materiales de producción.

Prólogo a Por un feminismo materialista de Christine Delphy (Verso Libros, Barcelona, 2023).


Efectivamente, los movimientos de mujeres han desencadenado, como era de prever, una contraofensiva generalizada procedente de todos los horizontes, de la Universidad y el gobierno, de la izquierda y la derecha, y que adopta todas las formas, desde el ataque obsceno –el más franco– hasta la hábil recuperación -más deshonesta y, por lo tanto, más eficaz (Christine Delphy, Protofeminismo y antifeminismo, 1977).

El objetivo del feminismo materialista no es la emancipación de “la mujer”, ni tampoco la emancipación de “el negro”, sino su desaparición, en plural. Las estrategias y luchas que lo consigan, materializarán la emancipación, tal y como se plantea con las clases socioeconómicas. Ciertos movimientos, en cambio, luchan porque “la mujer” y “el negro” sigan en un futuro siendo “mujer” y “negro” pero más libres, más guapos y más felices, ya que para dichos movimientos la mujer nace, no se hace. En efecto, decirlo así sería un ataque obsceno, aunque franco al feminismo y la descolonización, así que lo hacen incluyendo la palabra “emancipación” en su discurso para conseguir una hábil recuperación, hábil y deshonesta, como dice nuestra autora, Christine Delphy. El marco de estos movimientos es esencialista, pues entiende que la relación entre los hombres y las mujeres es una relación de diferencia biológica a celebrar y no una relación de dominación a neutralizar. Esta idea de la diferencia biológica es desde donde se construyó cierto feminismo liberal de la igualdad que comparte paradójicamente con el feminismo de la diferencia, el reclamo de la igualdad entre dos diferencias naturales (hombres y mujeres) que, al ser naturales, afirman, no pueden desaparecer.

Esta cosmovisión, fundamento del patriarcado moderno liberal, limita la capacidad de la gente para pensar la humanidad en el siglo XXI fuera de las categorías de hombre y mujer. Si pudieran pensarla de otra forma, entonces la heterosexualidad sería una simple pulsión, no un régimen político totalitario, tal y como lo nombraba Monique Wittig, una de las fundadoras del feminismo materialista que militó durante su juventud con Delphy en el Mouvement de libération des femmes (MLF).

Debido a esa concepción biologista sobre hombres y mujeres, la familia heteronuclear se entiende que es tan natural como un hongo. Y como en este marco no hay manera de cambiar lo que es biológicamente natural, la propuesta mainstream es emancipar “al hongo”. Por estos motivos Delphy afirmaba que la heterosexualidad es lo más interclasista que hay en el mundo.

Esta breve introducción, si bien pudiera parecer abstracta, resulta importante para entender el libro que tenéis entre manos. Éste se estructura en torno a dos ejes. El primero es una crítica a la cosmovisión idealista y biologista de la sociedad. En este eje, la idea principal de Delphy es que las mujeres están dominadas, no por la biología (biologismo) ni por las ideas o valores culturales (idealismo), sino por las relaciones materiales de producción. Así, elsegundo eje pone el foco en las relaciones de producción de la familia que es, según la autora, donde se produce la explotación principal de las mujeres. Sea en forma de “tareas” domésticas, de cuidado o de “ayudante”, estas actividades se realizan en un régimen masculino de explotación donde las mujeres no cobran por un trabajo que, mercantilizado, representaría el 40% del PIB mundial. Como dice Silvia Federici en El Patriacado del salario, no deja de ser curioso que en un sistema basado en el salario casi la mitad de las mujeres (42%) a nivel mundial jamás haya cobrado uno.

Si bien es cierto que Delphy lleva a cabo la crítica del idealismo y el biologismo utilizando el texto clásico Palabra de mujer de Annie Leclerc, publicado en 1975, lo cierto es que la crítica realizada es de una actualidad tragicómica: trágica porque el idealismo y el biologismo son un drama que se repite como tragedia en cada generación; cómica porque la respuesta de Delphy es mordaz, hecha de ironía recién sangrada perteneciente a una historia de bozales y hierro candente que nunca fue amordazada. Una respuesta que es, en realidad, tan antigua como Safo, querida desde este futuro que no la olvida y que llega hasta ese presente liderado por Sojourner Truth en aquella guerra de liberación que acaba otra vez de empezar, donde el humor siempre fue y será el arma más elegante y dolorosa de las clases subalternas, que viejas, sabias y organizadas en movimientos autónomos, irrumpieron en el siglo XXI con las revueltas feministas más grandes de la Historia.

Idealismo y biologismo

Un joven campesino invitó a dos mujeres de la ciudad a compartir su té y abrió una lata de paté. Su tía, una anciana que le cuidaba la casa… en su pan solo puso la grasa de alrededor del paté, que había sido despreciada por los otros tres comensales.  La carne del paté nunca había sido expresamente prohibida a esta anciana; pero la obligación de dejar la mejor parte a los demás había sido internalizada como un imperativo moral. Por lo que ella actuó por su propia iniciativa al darse la peor parte (Delphy, Sharing the table, 1980).

Existe una ley universal, construida social e íntimamente ligada a la supervivencia, por la cual aprendemos a adaptar nuestras esperanzas a nuestras posibilidades. En un mundo completamente sexualizado y, a pesar de no haber recibido prohibiciones explícitas, las mujeres no llevan a cabo aquellas actividades que, consideran, no les corresponden. A las mujeres se las socializa como sirvientas, auxiliares, ayudantes, en una palabra, contingentes. La feminidad se crea mediante las características propias de las criadas, que son por definición subalternas. Como decían Gayatri Spivak y Frantz Fanon con respecto a los colonizados, este proceso implica violencia epistémica y autodesprecio. Este proceso material de producción de feminidad es opuesto a la creación de lo masculino que se crea mediante atributos de nobleza y honestidad, a saber, como modelo universal y esencial a seguir por el resto de la humanidad. Por ello no es ninguna casualidad que el 80 % de “directores y empleadores” sean hombres, mientras que en las categorías de “auxiliares y ayudantes” el 82 % son mujeres empleadas que, en muchos casos, reciben sueldos “complementarios”. En términos bourdieuanos lo masculino es una construcción semiótico-material que se hace, entre otras cosas, mediante capital simbólico. Al contrario, los cuerpos feminizados se producen mediante violencia simbólica: son subjetivaciones o identidades desarrolladas en estructuras materiales de producción que las socializan obligatoriamente en el autodesprecio, por lo que cogerán siempre y “por imperativo moral”, como dice Delphy, la peor parte del paté y del trabajo. Lo mismo ocurre con el trabajo doméstico y de cuidado que hacen las mujeres sin cobrar y que aparentemente también hacen “por su propia iniciativa”.

Así, la autora de este libro defenderá que las mujeres no trabajan gratis ni comen la peor comida ni hacen las más bajas tareas de la humanidad por iniciativa propia, sino porque ha sido durante siglos la única manera que tenían de sobrevivir. En otros términos, las mujeres no son esos seres que tienen vulva, sino seres que trabajan más que los hombres de su misma familia o comunidad, pero tienen menos poder, capital, tiempo y espacio que ellos. Y esto es así en cualquier lugar del mundo.

Para el feminismo materialista desarrollado por Delphy, las condiciones materiales producen clases sexualizadas como las mujeres, clases racializadas como las negras o clases mercantilizadas como las trabajadoras. El feminismo materialista entiende que la producción de nuestras percepciones, creencias e identidades, se basa en ciertas condiciones sociales y económicas concretas, completamente materiales, a través de las cuales se reproducen las estructuras objetivadas de poder. Así que la pregunta es por qué y para qué se hacen materialmente las mujeres y los hombres, de nuevo, que no nacen, sino que se hacen.

El reaccionarismo como base idealista y biologista

A menudo se argumenta que la división sexual del trabajo se basa en la división biológica de la reproducción. Desde ciertas teorías de la reproducción social, pero también desde el feminismo de la diferencia y el feminismo liberal, los cuales comparten premisas ontológicas, se dice que el reparto cultural de las actividades sociales, incluido el trabajo doméstico y de cuidado, se sienta sobre la diferenciación de las funciones biológicas de la reproducción. De acuerdo con estas corrientes, la diferencia sexual biologista sostiene la diferencia cultural. Esto significa que el naturalismo biologista (proponer causas biológicas para explicar cuestiones políticas como la dominación) camina de la mano del idealismo (proponer causas culturales o de valores para explicar la dominación).

Bajo los marcos teóricos descritos, una de las creencias comunes es que los trabajos desempeñados por las mujeres están depreciados, es decir, no se valoran como deberían en relación con la importancia que tienen para la vida. Este discurso se ha extendido como la dinamita durante la pandemia global iniciada en 2020, momento en que tanto los mercados como las empresas se vieron obligadas a detener sus operaciones. Como consecuencia el trabajo no remunerado se duplicó y se hizo de nuevo evidente que dicho trabajo estaba absolutamente feminizado, desde enfermería y limpieza, hasta el trabajo de cuidado, la crianza o la cocina, el día a día de la gente se sostenía sobre el trabajo precario realizado por mujeres. Tras este hecho, muchas corrientes intelectuales concluyeron que “no se le da valor suficiente a todas esas tareas que realizan las mujeres”. Desgranado desde las lentes que nos ofrece Delphy, puede decirse que este pensamiento es, por un lado, biologista y por otro idealista.

Formulación biologista: “la desvalorización de la mujer tiene como consecuencia la desvalorización de los trabajos de la mujer”. Pero, ¿cuál es la diferencia entre ser mujer y hacer trabajos de mujer?  Como indica Delphy, si las funciones sociales descritas (criar o cuidar) equivalen a funciones naturales (por ejemplo, dar a luz), entonces, algunos trabajos son sencillamente trabajos de mujer. Por eso, desde el materialismo feminista pensamos que la categoría “mujer” es una categoría que cumple una función sociopolítica para la dominación. En cambio, la categoría “gameto” no es una categoría política y creemos además que no tiene nada que ver con la dominación patriarcal, el cambio climático o la dominación capitalista.[1] Al responder de esta forma a algunas preguntas teóricas se nos atribuye el querer negar la realidad biológica. Nada más lejos de la realidad. De hecho, existen diversas corrientes dentro de las ciencias biológicas que explican cómo y por qué el “sexo” en el ser humano no es binario, sino, en todo caso, bimodal. Esto es, no existe eso que llamamos “sexo masculino” o “sexo femenino” correteando como “dato” por los genes, por los baños o por los campos de fútbol.

De acuerdo a la divulgadora científica Juane Celeste Giraldo, el sexo en biología se refiere, antes que nada, al tipo de células haploides (gametos) que deben fusionarse para recombinar su genoma. El sexo evoluciona como estrategia adaptativa para maximizar la variabilidad genética, pero los genes son insuficientes para entender el desarrollo de las células, ya que son los gradientes morfogenéticos los que ordenan a las células cómo desarrollarse. Esta lección nos enseña que siempre hay que incluir la dimensión epigenética. En otros términos, los genes, los gradientes morfogenéticos y la epigenética constituyen los ingredientes básicos de las redes de regulación genética. A ello debe añadirse lo que se llama “caracteres sexuales” primarios (genitalidad) y secundarios, esos rasgos morfológicos asociados culturalmente con la presencia de ciertos genitales. En resumen, no para toda comunidad humana un mismo subconjunto determinado de caracteres cuenta como “carácter sexual”.

Por eso, si quisiéramos cuantificar la distribución de rasgos sexuales para observar si son o no binarios, primero deberíamos acordar, cultural y políticamente, qué rasgos queremos medir y analizar (dependiendo del tipo de rasgo, las distribuciones pueden cambiar considerablemente). Si solo nos quedamos con las modificaciones genéticas de los cromosomas sexuales, nuestras variables son discretas y las mutaciones puntuales. Es decir, no se observan dos grupos claramente distinguibles, sino varios. Además, a ese modelo de distribución habría que añadir el desarrollo de caracteres sexuales secundarios que supone aún más variables y niveles. Por tanto, si queremos hablar de “sexo” incluyendo cromosomas, genitales y caracteres sexuales, las cosas se complican. Esto quiere decir que si incluyéramos en este modelo la concentración de hormonas sexuales obtendríamos un tipo de distribución donde hay dos modas y varios puntos intermedios, lo que nos lleva a un modelo sexual bimodal y no binario. En humanos sólo existen dos células sexuales o gametos, pero existen varias mutaciones de cromosomas sexuales y muchísimas combinaciones de caracteres sexuales secundarios y primarios que no se quedan en lo binario.

Las corrientes biologistas desplegadas por la derecha conservadora y neoliberal, así como por la izquierda reaccionaria y transexcluyente, unidas todas alegremente por el interclasista régimen heterosexual: ¿Acaso pretenden hacernos creer que cuando hablan de “mujeres” hablan de “gametos”? ¿Cuándo hablan de emancipar a “la mujer”, se refieren a emancipar “al gameto”? Creemos que no. No quieren emancipar a los gametos, sino disciplinar heterosexualmente la diversidad fenotípica y normativizarla, en el sentido político de hetero-normativizarla, argumentando que hay “sexo normal” y “sexo no normal, es decir, patológico”, y como constata toda autora que se precie desde la década de los setenta, “patológico” es una categoría normativa y, por tanto, valorativa (volvemos al tema de los valores culturales), mientras que la variabilidad fenotípica es una categoría descriptiva. Por lo que concluimos que los cuerpos sexuados tienen una distribución bimodal, no binaria.

En cualquier caso, tuvieran esta u otra distribución, da igual, como afirman las neurocientíficas Fine, Joel y Rippon[2], porque intentar explicar la diferencia de comportamiento entre mujeres y hombres debido a su “sexo” (o gametos), además de ser un proyecto político e ideológico, nunca será determinante porque evolución en el pensamiento moderno evolucionista no quiere decir “heredado genéticamente” ya que hay muchísimas maneras de evolucionar y heredar de forma no genética. Entre dichas formas están las que tienen lugar mediante factores ambientales, que en las sociedades humanas implican factores políticos e históricos. Por eso la mayoría de teorías biológicas en este campo demuestran desde hace ya tiempo (Fine et al. 2017) que la política cambia la biología.

De este modo, volvemos al argumento con el que empezamos: la biología se transforma culturalmente. La división cultura versus biología, tal y como la plantean las teorías biologistas, es no solo absurda, sino peligrosa y reaccionaria, porque tratan de naturalizardiferencias para esencializarlas, jerarquizarlas y que la política no las pueda cambiar en tanto que “biológicas”. Dicho de forma clara: donde antes estaba Dios, ahora ponen biología.

Formulación idealista: Annie Leclerc, la autora que Christine Delphy critica pertinazmente, afirma que “la pretendida inferioridad de la mujer nunca hubiese podido dar lugar al nacimiento de una sólida explotación si las tareas domésticas que le eran propias no hubieran estado consideradas viles, sucias e indignas del hombre”. Pero si los trabajos domésticos no son ingratos per se, sino que se decreta que lo son (valores, cultura) y esa es la causa de la pretendida inferioridad de las mujeres, causa a su vez de su explotación, entonces estamos ante una explicación idealista. De acuerdo con esta corriente son los valores o las ideas –y no las condiciones materiales– las que crean las condiciones de posibilidad para la explotación y la dominación, lo cual lleva a hacer una abstracción de la base material del valor, como insistirá Delphy. A su vez, ello nos lleva a la pregunta de cómo pueden imponer los hombres su negativa apreciación de los trabajos domésticos antes de estar en situación de imponer, es decir, de dominar, cuestión que también Engels respondió, según nuestra autora, de forma idealista y biologista.

Para poder explicar esta acrobacia, Leclerc introduce el argumento con el que hemos empezado el artículo: la libre elección, también llamada, amor. Dicha respuesta da a entender que las mujeres hacen trabajo doméstico y de cuidados sin cobrar, trabajan cuatrocientas horas más que los hombres y cobran un 35 % menos, limpian culos, baños, cloacas enteras y comen la peor parte del paté por amor. Por amor a la familia. Este argumento olvida que la familia es hoy en día el núcleo principal no solo de desposesión de las mujeres, pues el 97 % del cuidado no pagado de todo el mundo lo hacen las mujeres en la familia y para la familia, sino el núcleo donde más violencia directa se ejerce contra ellas.

Sistema de producción familiar o patriarcal

La obra de Delphy muestra que no son las tareas de las mujeres lo que no tiene valor, sino su trabajo. La pregunta es, por tanto, acerca de las relaciones de producción en las que se realiza dicho trabajo. Lo que está prohibido a las mujeres no son ciertas tareas, lo que se les prohíbe es el efectuarlas en determinadas condiciones. Lo que está prohibido o desincentivado, tal y como lo formula Delphy, “no (es) tanto hacer diplomacia como ser diplomático, no tanto subirse a un tractor, sino subirse a él en condición de patrón o incluso de obrero a quien se le paga por hacerlo, de lo cual se desprende que las tareas que no pueden realizarse de modo subalterno tienen que estar prohibidas a las mujeres.

Toda la legislación laboral del siglo XIX y XX camina en esta dirección: cuando una mujer se convierte en esposa, su fuerza de trabajo es apropiada, es decir, pasa a ser propiedad de su marido. En Francia, el salario de una mujer casada se le daba automáticamente a su marido hasta 1907 y aún en 1965 un esposo tenía el derecho legal de impedir que su esposa trabajase fuera del hogar. Permítanme añadir algo que todas sabemos y que Delphy explicó en un texto llamado Sharing the table: tomar una esposa ha sido –y sigue siendo en la mayoría del mundo– una alternativa de bajo costo a la contratación de un empleado.

En suma, las identidades no son una cosa sino una relación. La identidad “mujer” no se define mediante, o en oposición a, el concepto ni a la identidad de “obrera”. Sin embargo, ser “obrera” sí se define en relación de oposición a ser “capitalista”: la clase trabajadora necesita a la clase capitalista para su existencia. Al igual que ocurre con las “mujeres”, que existen en tanto que existen “hombres” y al revés. Como decía la historiadora marxista Ellen Meiksins Wood, el trabajo como proceso abstracto no implica sexualización, ni la sexualización implica trabajo abstracto, tal y como muestra el patriarcado feudal. En cambio, aquí y ahora, existen juntos como el sistema nervioso y el sistema digestivo que conforman un mismo cuerpo humano. A este respecto, explicar cuál es la relación de producción que produce proletarios y plusvalía, o por qué los trabajadores trabajan más, pero tienen menos poder, renta y tiempo que la patronal, sigue sin responder a por qué las proletarias trabajan más que los proletarios y tienen menos sueldo, menos renta, menos tiempo, poder y espacio que ellos.

Por eso, insiste Delphy, no es la especificidad técnica, función o utilidad de la tarea lo que fundamenta la división sexual del trabajo. Todas vivimos a diario este fenómeno por el cual las mismas tareas pueden ser nobles y difíciles cuando son realizadas por hombres, o insignificantes e imperceptibles, fáciles y triviales cuando corren a cargo de las mujeres, como dice Bourdieu en la Dominación Masculina. También es este el motivo por el que, cuando los hombres accedieron a la cocina, inventaron el “talento culinario”, creando carreras y cobrando enormes sumas de dinero por hacer lo que millones de mujeres hacen a diario, día y noche, sin cobrar. Así se expresaba Margaret Maruani, contemporánea e interlocutora de Christine Delphy, en el texto Trabajo y empleo de las mujeres de 1976.

El trabajo es el mismo, la diferencia reside en que ese mismo trabajo lo hagan hombres o lo hagan mujeres. La estadística establece que los oficios llamados cualificados corresponden fundamentalmente a los hombres, mientras que los trabajos ejercidos por las mujeres «carecen de calidad». Ello se debe, en parte, a que cualquier oficio, sea cual sea, se ve en cierto modo cualificado por el hecho de ser realizado por los hombres (que, desde ese punto de vista, son todos, por definición, de calidad). Así pues, de la misma manera que el más absoluto dominio de la esgrima no podría abrir a un plebeyo las puertas de la nobleza de espada, tampoco a las teclistas —cuya entrada en el mundo de la edición ha suscitado resistencias formidables por parte de los hombres, amenazados en su mitología profesional del trabajo altamente cualificado— se les reconoce que trabajen en el mismo oficio que sus compañeros masculinos, de los que ellas están separadas por una mera cortina, aunque realicen el mismo trabajo: hagan lo que hagan, las teclistas son unas mecanógrafas y no tienen, por tanto, ninguna calificación. Hagan lo que hagan, los correctores son unos profesionales del libro y están, por tanto, muy cualificados.

En este sentido, para nuestra autora, la división sexual del trabajo es eso, división de trabajos, no de tareas, y los trabajos comportan, como parte integrante de su definición, la relación de producción, es decir, la relación del productor con el producto. Así, el modo de producción patriarcal o familiar es el trabajo gratuito realizado por las mujeres en el marco social (no geográfico) de la casa y la familia y se aplica a cualquier producción realizada en dicho marco fundamentado en el matrimonio (y que persiste tras el divorcio): “El matrimonio libera a los hombres de sus obligaciones domésticas, permitiéndoles avanzar más rápidamente en su trabajo”, dice Delphy. Y añade que todo ello está fomentado y sustentado mediante la legislación patriarcal que perpetúa la exclusión de las mujeres del mercado laboral. Son las diversas políticas públicas las que operacionalizan esta exclusión, y un ejemplo son las políticas de conciliación que no han cambiado un ápice el hecho de que las excedencias para trabajo de crianza o de cuidado no remunerado las pidan en un 95 % las mujeres. Esto último aumenta su carga de trabajo no pagado, reduciendo su tiempo y su participación no solo en el mercado, sino en la esfera pública, social y política. Esto a su vez conlleva reforzar el sistema familiarista del Estado patriarcal que aumenta la dependencia de las mujeres hacia los recursos, propiedades y sueldos de los hombres. Por su lado, los hombres aumentan el tiempo invertido en el trabajo remunerado, aumentando el capital económico con cada hijo que tienen. A este respecto, los últimos datos de 2020 del Banco de España confirman las conclusiones del marco conceptual desplegado por Christine Delphy en este libro: al año siguiente del nacimiento del primer hijo, las mujeres se enfrentan a una pérdida de ingresos del 11,2 % respecto a la situación previa, mientras los ingresos de los padres aumentan entre un 0,15 % y un 5 %. Así es como diez años después del nacimiento del primer hijo, los ingresos de las mujeres se estabilizan en un 33 % menos y no vuelven a subir.

Pensar, como hacen ciertas corrientes reaccionarias, que la desposesión de las mujeres es por la inferioridad de su trabajo, es idealismo desparramado en el lodazal biologista. Dicho camino, advierte nuestra autora, “solo lleva a revalorizar la glorificación «vulgar» del papel de madre y esposa, presentándolo bajo un disfraz pseudocientífico o, peor aún, pseudo feminista, cuando en realidad es neomasculinismo”.  Cuando el capitalismo patriarcal ataca con muerte y miseria, el feminismo responde con fuerza y organización y cada vez que el feminismo se expande, el reaccionarismo se rearma por todas las capas de la sociedad arrastrando a la izquierda a los campeonatos cristianos pronatalistas de la maternidad intensiva. A estas alturas ya sabemos que todos los caminos idealistas y biologistas llevan al Foro de la Familia, una familia privada que se creó para la desposesión y exclusión de las mujeres del poder público, económico y político con el único objetivo de que jamás gobiernen el mundo. Bienvenido sea este libro, porque sienta las tesis para hacerlo desde el feminismo y el materialismo.


Fuente: https://jacobinlat.com/2023/02/21/christine-delphy-y-el-feminismo-materialista/

Notas

[1] Los gametos son las células sexuales haploides de los organismos pluricelulares.

[2] Pueden encontrarse referencias de cientos de investigaciones en el número “NeuroGenderings”, publicado en 2019 por S&F Online

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Anna Freixas: “El feminismo debe convertirse también en salvavidas de las viejas”. Libro PDF

Por:  Selma Tango

Aprender a envejecer debería ser una asignatura obligatoria en la escuela y también en el feminismo. Con el libro ‘Yo vieja’ Anna Freixas nos regala una guía para poner los puntos sobre las íes de la vejez de las mujeres para ser más libres.

Que el término vieja denota algo negativo no es nuevo para nadie, aunque no debería ser así porque la vejez es el objetivo de la vida. Es por ello que el título del libro Yo vieja de Anna Freixas, doctora en psicología, escritora e investigadora feminista, llama la atención de primeras. La obra es una guía para las mujeres mayores que quieren mejorar su vejez, tener autonomía, disfrutar o entender muchas de las cosas que les pasan. Aunque quizás sea más útil para las generaciones más jóvenes de mujeres que van a encontrar entre sus páginas información útil de lo que les espera. Es importante reivindicar vivir la vejez con dignidad y empezar por la palabra es una buena forma de naturalizar algo que en otras culturas no supone un problema, envejecer. Como dice Anna Freixas “la palabra vieja, viejo, vejez está connotada socialmente de manera negativa y es sorprendente porque en realidad viejo es un estadio del ciclo vital. Eres niño, eres adolescente, eres adulto, eres viejo, por lo tanto no tiene que ser más negativo que cualquier otro estadio. Lo que pasa es que en nuestra sociedad hay una connotación negativa respecto a la vejez porque implica una cierta exclusión social, una desvalorización, una pérdida de poder y esto es lo que tememos, la exclusión y la soledad”.

Yo vieja es un repaso a las cuestiones básicas que afectan a la vida de las mujeres mayores como la belleza o la aceptación de los signos de la edad, cuando la dictadura de la imagen y la belleza a la que nos vemos sometidas las mujeres desde tiempos inmemoriales es feroz. El uso de las redes sociales y el aumento de personas mayores en ellas puede estar afectando de forma negativa a la percepción que las mujeres mayores lleguen a tener de si mismas, al igual que está ocurriendo con las más jóvenes. Al hablar del ideal de belleza, la autora sostiene que “contiene dos elementos: la juventud y la delgadez. Ser joven y viejo no es posible y la delgadez es algo que cuesta cuando somos mayores por diversos factores. Evidentemente el mito de la belleza nos afecta a las mujeres desde que somos niñas porque vivimos con un ideal inalcanzable por lo tanto estamos siempre persiguiendo algo a lo que no podemos llegar y esto es de una perversidad total”.

Esto genera una presión estética, prosigue la investigadora. “Esta presión está sobre nosotras a todas las edades, en la menopausia, en la juventud. Si tú le preguntas a una niña sobre su cuerpo ya sabe lo que no le gusta y cuando llegas a vieja sigues luchando. Aunque no te hagas una cirugía ni nada, intentas disimular las arrugas o te pones un pañuelo en el cuello para que no se te vea tan arrugado, por lo tanto, sí hay una presión estética“. Para Freixa ”nosotras nos centramos en la belleza y no en la salud, si gastásemos esa energía que empleamos en tratar de alcanzar ese ideal imposible de belleza en nuestra salud, si nos cuidásemos, comiésemos bien, hiciésemos ejercicio, nos riésemos con nuestras amigas, veríamos que eso contribuye mucho más a la belleza que la tristeza que se deriva de algo inalcanzable”.

“Somos pobres y en vez de gastarnos el dinero en viajar, en comer bien, ir a un balneario o a disfrutar con las amigas, lo gastamos en nuestro cuerpo, en torturarlo de diversas maneras”

La industria en torno al cuerpo de las mujeres es una de las luchas más eternas del feminismo. Los productos anti envejecimiento llenan los estantes y escaparates de infinidad de tiendas. Las propuestas de la obra de Anna Freixas van mucho más encaminadas a vivir la vejez con dignidad, desde la perspectiva de aceptar sus signos como parte de la vida. Cuidarse sin sucumbir al marketing esclavista de la belleza y la vejez, que hace del cuerpo de las mujeres el gran negocio, como ella misma reconoce: “Es el gran negocio de todas las industrias, la industria médica, la industria farmacéutica o la estética.  Vas a una tienda y la cantidad de ropa que hay para una mujer no la hay para un hombre. Ellos se han cuidado de tener cuatro modelos pero nosotras tenemos que cambiar, tenemos que tener modelos de todo tipo. Somos las pobres del planeta y sin embargo gastamos lo que no tenemos en querer gustar. Tratamos de llegar a unos ideales de belleza que no podemos conseguir nunca. Somos pobres y en vez de gastarnos el dinero en viajar, en comer bien, ir a un balneario o a disfrutar con las amigas, lo gastamos en nuestro cuerpo, en torturarlo de diversas maneras”.

En contra de los clichés

En la obra también hay alegato en contra de los clichés obsoletos y castrantes de las mujeres mayores, como el de la viejecita pasiva a la que atribuir un montón de defectos o la que tiene apariencia joven llena de energía que se mantiene pretendiendo no envejecer nunca y torturándose a si misma en esa lucha contra el tiempo. Los estereotipos que manejamos de las mujeres mayores no atienden a la realidad, como bien nos cuenta la escritora. “Se dice que las mujeres mayores podemos tener apariencia juvenil pero entonces ves imágenes de viejas con unas ropas, unos peinados y unas gafas completamente exageradas, demostrando que soy vieja pero no lo parezco. Yo creo que lo que tenemos conseguir es querer ser viejas y poder parecerlo. Viejas que nos desplazamos por nuestras ciudades con nuestras arrugas, con nuestra cojera, con nuestras gafas y con nuestro bastón con toda normalidad de manera natural”.

“Esta ruptura con la vejez es una ruptura de las sociedades ultracapitalistas, es decir, en otras sociedades eso no ocurre”

Esta visión negativa del envejecer es una respuesta que tiene relación con las políticas y formas de vida capitalistas y excluyentes. En otras culturas la perspectiva de la vejez no es tal. En las sociedades tribales, ancestrales y en otras sociedades actuales no tan capitalistas, las personas ancianas tienen un lugar dentro del grupo social, no están excluidas y forman parte de la toma de decisiones. Suelen tener la función de aconsejar o aportar a la comunidad una visión desde la experiencia. Como dice la investigadora, “esta ruptura con la vejez es una ruptura de las sociedades ultracapitalistas, es decir, en otras sociedades eso no ocurre, esa valoración solamente de lo joven, de lo nuevo y de lo de usar y tirar eso es de una sociedad capitalista sin alma que es la que tenemos ahora”.

Tan denostada está la vejez que incluso las propias mujeres y hombres que envejecen se ven a si mismos como más jóvenes que sus iguales. Tienden a compararse para ponerse en un lugar privilegiado porque es muy dura la idea de hacerse viejas. La frase  “yo no estoy tan vieja como esa” o “yo me siento joven” son respuestas a un engaño en el que caemos y que nos impide verle bondades al hecho de envejecer. Así lo explica la autora: “Solemos tratar de situarnos en el espacio de las escogidas, “las viejas son las demás pero yo soy joven” o “ mi madre no es la típica mujer mayor, todas las mujeres mayores son horribles pero mi madre no lo es”. Este edadismo que tenemos incrustado nos lleva a despreciar la vejez, incluso la nuestra o la de nuestras iguales. Mientras no valoremos los cuerpos de nuestras iguales, mientras no nos respetemos unas a las otras valorando quienes somos, vamos a sentir este desprecio por la vejez. El tema es cómo podemos entre todas respetar la vejez, respetarnos y con dignidad mostrar todos los signos de la edad con elegancia, con tranquilidad. Soy vieja y tengo 70, 80, 90 y tengo cuerpo de 70, 80 ó 90”.

Salud mental en la vejez de las mujeres

Que la incidencia de la depresión en mujeres mayores es más alta que en otros grupos de población es un hecho, doblando en muchas etapas al de los hombres como en la mediana edad y estando muy por encima del de las mujeres más jóvenes. En Yo vieja  se pone de manifiesto cómo aún se nos tilda a las mujeres de histéricas y se nos medica. De hecho España es el primer país del mundo en el consumo de psicofármacos, según el informe de 2021 de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), dependiente de Naciones Unidas. En el caso de las mujeres es muy significativo que a partir de los 35 años los índices de depresión comienzan a crecer, duplicándose prácticamente en la década de los 55 a los 65 años y creciendo en casi 5 puntos más en la década de los 75 a los 84, según datos del ministerio de Sanidad de 2017.

Pese a que en ocasiones y como indica la autora a veces la medicación sea necesaria, esta medicalización del malestar de las mujeres “tiene que ver con las opciones de vida, con la falta de reciprocidad por parte de las parejas, con la falta de comunicación y de agradecimiento, con la excesiva responsabilidad que nos otorgamos hacia los cuidados. A veces somos nosotras las que no sabemos, no queremos o no podemos repartir la carga de cuidados ya que hay momentos en los que podríamos dejar una parte de esto en mano de otras personas y no lo hacemos. Es una tarea personal pero también una tarea colectiva”. Describe que en realidad lo que han demostrado las mujeres es tener una salud mental a prueba de bombas que se resiente según envejecemos y en muchos casos  la única terapia que encontramos es la conversación con amigas. Es una realidad que a mayor edad mayor sensación de soledad.

Una de las herramientas naturales de las mujeres para luchar contra esa soledad impuesta es precisamente su facilidad para comunicarse con otras mujeres. Tratar de no aislarse manteniendo el contacto es de los apoyos más efectivos. En palabras de la escritora, “las redes de intimidad son fundamentales a lo largo de toda la vida. Éste es uno de los capitales que tienen las mujeres que históricamente hemos sabido mantener la comunicación con otras, el participar de nuestras penas y alegrías, el compartir lo bueno y lo malo. Eso crea una red fundamental para sobrevivir, para darte cuenta de que lo que te pasa a ti no solo te pasa a ti, le pasa a muchas personas y es significativo para la vida. Compartirlo te permite relativizar, encontrar apoyo, comprender lo que te pasa, elaborar estrategias para superarlo, aprender de otras, sentirte comprendida y escuchada”. De esta manera las mujeres han luchado históricamente con la soledad y la incomunicación.

“Cuando las abuelas cuidamos a las nietas estamos retrasando una generación porque estamos impidiendo que nuestras hijas negocien con sus parejas, con sus empleadores y con el Estado”

Para mantener esta actividad y conexión una de las cosas más sencillas es aprovechar puntos de encuentro, gustos comunes y ocio con el fin de mantener estas redes, reforzar lazos de unión y cultivar el placer de hacer cosas por gusto. El ocio no ha sido algo a lo que las mujeres en general le hayan podido dedicar mucho tiempo históricamente, responde Anna Freixas. “Hemos estado tan ocupadas con el trabajo, con la familia, con los cuidados, con la casa que no hemos tenido mucho tiempo para jugar, para distraernos, entonces ahí es importante participar en cosas de carácter público, en los centros cívicos, en las asociaciones de vecinos o de mujeres que suelen organizar actividades, es un camino para mujeres que no han encontrado otros caminos de ocio”. Es de hecho la vejez un buen momento para las mujeres que se pueden liberar de tareas y dedicar el tiempo a ellas mismas. Así debería ser entendida la vejez de hecho, un momento vital en el que aprovechar para hacer cosas que con anterioridad no pudimos por falta de tiempo, pero no siempre es entendida así, como una oportunidad.

Cuidados y residencias

Una de las realidades de las mujeres mayores en nuestro país es que algunas, muchas, continúan trabajando, ejerciendo tareas de cuidados no remuneradas de sus nietas y nietos. Cómo quitarles esa responsabilidad nos enfrenta a la realidad de que muchas familias de este país se sostienen en parte en el apoyo familiar, con la carga en las personas mayores que dan soporte económico y de cuidados a los nietos y nietas para que sus madres puedan trabajar. Esto tiene que ver con esa perspectiva de familia arrastrada desde la dictadura y que condena a las “abuelas” a estar trabajando cuidando a sus nietas en la vejez. Anna Freixas es rotunda en cuanto a esta situación. “Cuando las abuelas cuidamos a las nietas estamos retrasando una generación porque estamos impidiendo que nuestras hijas negocien con sus parejas, con sus empleadores y con el Estado. Nosotras estamos poniendo un parche temporal a un problema que va a seguir existiendo y si nosotras no existiésemos esto se resolvería de otra manera. Nosotras podemos hacer apoyos puntuales pero no estructurales, eso es lo que debería ser por el bien de la hija, por el bien de la abuela y por el bien de la nieta. Si la abuela no existiera alguien lo haría, y la pregunta es ¿por que las abuelas somos las que  hacemos ese trabajo gratuito? nadie más lo hace, hay algo que falla ahí ahora resulta que este es un trabajo gratuito que hacemos nosotras, resulta que a estos niños si no existiésemos las abuelas los cuidaría alguien que cobraría”.

Anna Freixas

En cuanto a las instituciones dedicadas al cuidado de las mayores, tras la pandemia se han puesto de manifiesto muchas carencias asistenciales así como la importancia de que haya un cambio de modelo mucho más humanizado. A día de hoy la perspectiva de las residencias y centros de día es eminentemente clínica y no tiene demasiado en cuenta lo emocional, siendo una de las cuestiones capitales en las personas mayores. Tener unas instituciones dedicadas a que estas personas puedan desarrollarse de manera activa, como personas adultas mayores y aportando a la comunidad, es esencial para su bienestar. Igual de importante es que los colectivos que trabajan con personas mayores tengan la formación y las cualidades necesarias para tratarlos con una mayor dignidad. Que se hagan respetar los espacios, los cuerpos y la intimidad de las personas mayores, sin despersonalizarlas y homogeneizarlas para poder sistematiza el trabajo, desposeído de perspectiva emocional solo facilita la productividad del personal para que las tareas de cuidados se lleven a cabo con mayor rapidez.

La realidad de la institucionalización de los cuidados dista de ser un modelo que apueste por la autonomía e independencia de las personas mayores en la actualidad. Como explica la autora, “esta atención no puede ser un negocio, no podemos dejar que el cuidado en la última etapa de la vida, que es donde se requiere una mirada más atenta, siga siendo un negocio. No podemos dejarlo en manos privadas de una gente que hace negocio con el trato, con la alimentación, con los pañales o pagando mal al personal. Un personal mal pagado no puede atender las necesidades de la gente”.

La gestión de estas instituciones ha mostrado su cara más negra con la pandemia. “Creía que después del covid iba a haber una reflexión colectiva social y política acerca de la vida en las residencias— asegura Freixas— Parece que esto no se ha hecho o se ha hecho una cosa ínfima. Realmente hay una reflexión que hacer y el cambio estructural respecto a qué se entiende por residencia, qué es lo que debe ofrecer una residencia y cómo debe ser el modelo de residencias es algo que debemos hacer todas y todos de manera urgente y necesaria“. La escritora considera que mientras esto no se haga las residencias seguirán siendo un aparcamiento de personas para sacarlas de la circulación. ”Hay gente que podría estar en su casa pero al estar en una residencia poco a poco se hacen dependientes porque no tienen nada que hacer, lo tienen todo hecho y no hay cosa que incapacite más. Que no tengas que hacer tus cosas te hace perder autonomía. A veces los hijos intentan solucionar la vida de los mayores pero lo que están haciendo es incapacitarlos ”.

“Igual que hay muchos protocolos de atención, protección y respeto a la infancia, debería haber también protocolos de atención y respeto a la vejez. En cuanto al trato a las personas mayores, todo es una asignatura pendiente”

Desentendernos de la vejez no va a hacer que el problema no exista o no nos llegue. Como dice la autora, “lo que tienen que pensar las generaciones más jóvenes es que o lo transformamos o se encontrarán con lo mismo. Es urgente que se haga esa reflexión aunque sea por egoísmo. Hay modelos interesantes que se están desarrollando en algunos centros de España como el modelo de atención centrado en la persona y que atienden a las personas como individuos con sus necesidades, sus características, sus manías y sus gustos. Somos personas desde el principio hasta el final y merecemos respeto hasta el último momento de nuestra vida. Igual que hay muchos protocolos de atención, protección y respeto a la infancia, debería haber también protocolos de atención y respeto a la vejez. En cuanto al trato a las personas mayores, todo es una asignatura pendiente”.

El cambio no solo tiene que ver con las instituciones si no también con las estructuras, transportes, medios y con los espacios que habitan las personas mayores. El tema de la adaptación de los espacios en relación con la dependencia o teniendo en cuenta a las personas de movilidad reducida es una asignatura pendiente, como casi todo en lo referente a la vejez, a la dependencia e inclusión. En Yo vieja, se ponen de manifiesto algunos de los factores necesarios a tener en cuenta para preparar nuestra vida para la vejez que llegará. La autora hace hincapié en que esto “implica que preparemos los medios que doten de seguridad y comodidad a nuestra casa”.

Aprender a ser viejas

Debería haber alguna asignatura que nos enseñe a ser viejas, una reflexión necesaria pues a la vejez tarde o temprano todas tenemos que hacerle frente. Al preguntarle a Anna Freixas por ello responde: “O deberíamos tener la vejez como un objetivo vital al que llegar con el mayor equilibrio y bienestar. Que ya desde la escuela tú sepas que las elecciones, que determinadas opciones que tú tomas en tu vida, marcarán tu futuro. Que serás probablemente una vieja pobre si tomas determinada opción en un momento de tu vida, a los 12 a los 14 ó a los 16 años“. En este sentido, Freixas considera que no nos hacemos pobres el día que vamos a cobrar la pensión, ”nos hacemos pobres cuando a lo largo de la vida hemos ido eligiendo opciones en las que no hemos priorizado nuestro futuro. Entonces la visión del ciclo vital como algo importante a lo que tenemos que llegar a través de los diversos paso de la vida, es importante que se aprenda en la escuela y en la explicación de todas las ciencias naturales y no naturales eso debería estar presente”.

Por último se echa de menos una perspectiva feminista en esta situación. Como asegura en el libro la autora “el feminismo debe convertirse también en salvavidas de las viejas. En todas las políticas, en todas las acciones, en todas las campañas, en todos los anuncios de publicidad, en todo, siempre habría que tener, mujeres viejas y hombres viejos, participando en la creación de este proyecto y luego ofrecer siempre en todas las situaciones imágenes de todas las edades y sobre todo imágenes de viejas, de viejas de verdad viejas, no viejas imposibles, no mujeres de 80 que parece que tengan 25, no, mujeres de 80 que se muestran con sus cuerpos de 80 dignamente y sus signos de vejez sin disimular”.

“No es la vejez lo que nos amenaza, son nuestras ideas, nuestras conductas y sobre todo nuestra disposición interior de obediencia y el conformismo las que nos precipitan a ella”, concluye Anna Freixas.

https://www.elsaltodiario.com/feminismos/anna-freixas-feminismo-debe-convertirse-tambien-salvavidas-viejas

Descarga el libro aqui:

Yo vieja – Anna Freixas

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