Las hijas perdidas de la India

Reseñas/Asia/India/Noviembre 2020/elpais.com

Durante los últimos 30 años, millones de niñas se han esfumado sin dejar rastro o han muerto bajo la sospecha de haber sido arrancadas del vientre antes de nacer, asesinadas, vendidas, abandonadas, o hechas desaparecer por sus propios padres. El precio de criarlas convirtió su vida en algo inviable

Nadie sabe dónde están las niñas que faltan en la aldea de Mahima, excepto la propia Mahima. La última vez que vio a una de ellas, a la suya, salía de su vientre como el aborto de una hija no querida.

De las demás, nadie sabe.

Faltan niñas en esta remota aldea del Estado de Rajastán, y en el pueblo vecino, y en toda la India, pero nadie las busca. No las conocen. La mayoría están muertas o no han nacido.

Durante las últimas tres décadas, millones de niñas se han esfumado sin dejar rastro o han muerto antes de cumplir los seis años bajo la sospecha de haber sido arrancadas del vientre antes de nacer, asesinadas, vendidas, abandonadas, o hechas desaparecer por sus propios padres.

El precio de criarlas ha convertido su vida en algo inviable.

Asesinato selectivo

Sentada en su despacho, en el exclusivo barrio de Lodhi Estate de Nueva Delhi, una funcionaria de Naciones Unidas dibuja un diagrama con los sectores de la sociedad involucrados en las desapariciones. “Si te fijas, esta línea pasa por las familias de esas chicas, el Gobierno, la policía, los hospitales, la economía. Todos están en esto y a nadie le importa”, dice mientras conecta estos nombres trazando un círculo sin salida.

A finales de los años ochenta, unos informes sobre muertes de recién nacidas, con el cuello partido a las pocas horas de nacer, con leche envenenada o asfixiadas con sábanas empapadas, revelaron que se estaba llevando a cabo un asesinato selectivo de niñas en la India. En 1991, el censo nacional disparó las alarmas. Los datos oficiales mostraron que había 927 mujeres por cada 1.000 hombres, cuando la media mundial es de 952 por cada 1.000.

Con el paso de los años, las brutales muertes parecieron desaparecer gracias a programas de vigilancia sobre las embarazadas hasta el parto, o cunas instaladas en los hospitales para que los padres dejaran a las bebés sin tener que aportar detalles. “Si su bebé es una molestia, déjelo aquí”, se leía en algunos centros. Los casos de bebés asesinadas disminuyeron, pero la población de mujeres siguió cayendo: la llegada de las ecografías a la India había dado inicio a un nuevo sistema de selección de sexo.

Crímenes contra mujeres en India por número de víctimas
Crímenes contra mujeres en India por número de víctimasMIGUEL MULAS (EFE) / EFE

El censo de 1991 mostró que había 4,2 millones menos de niñas que de niños con edades comprendidas entre los 0 y 6 años. La situación empeoró en el censo de 2001, que elevó la diferencia a seis millones. En el último, realizado en 2011, el desequilibrio alcanzó los 7,1 millones, según señala el Centro de Investigación Global para la Salud (CGHR) en un estudio publicado por The Lancet. El Ministerio de Interior indio también publicó en junio el registro de nacimiento 2016-2018, el estudio más preciso de ratio de sexo en el país hasta que se publique el censo de 2021, y los datos calculados con base en muestras de todo el país no son alentadores: nacen 897 niñas por cada 1.000 varones.

La selección de niñas se ha propagado por casi todo el país. En julio de 2019, los registros de nacimiento en 132 aldeas del distrito de Uttarkashi, a unos 300 kilómetros al norte de Nueva Delhi, dejaron a la vista la efectividad de la matanza: de los 216 bebés nacidos en tres meses, todos eran varones.

Sangre de mi sangre

Lo que mató a la hija de Mahima fue una mezcla de mifepristone y misprostol, dos medicamentos disponibles en el mercado. Uno es conocido como “la píldora del día después” y el otro es un tratamiento para las úlceras gástricas.

“Era una hembra, y yo quería un varón”, dice Mahima protegida por la privacidad que le da su choza de barro. Morena y enjuta de carnes, la mujer de 26 años tiene los dedos ensangrentados por los piojos de su hijo que se van quedando pegados entre las manos. No se arrepiente de lo sucedido. En un rincón de la casa de una única habitación, en la que no entra la luz, están sus dos hijas mayores, de ocho y 10 años. La escuchan hablar sin saber que el motivo por el que están vivas es porque nacieron primero.

Proporción de hombres y mujeres al nacer por territorio en India
Proporción de hombres y mujeres al nacer por territorio en IndiaMIGUEL MULAS (EFE) / EFE

Mahima está convencida de que el sexo de los bebés lo determina un patrón con el que fue configurado el aparato reproductivo de cada mujer, y en su caso comprobó que “los niños nacen después de tener dos niñas”. Por eso abortó el que sería su cuarto hijo, convencida de que era una mujer.

Aunque el uso del ultrasonido está permitido para examinar la evolución de los fetos, la Ley de Técnicas de Diagnóstico de Preconcepción y Prenatal de 1994 prohíbe revelar el sexo del feto a las familias o solicitar ese servicio, con penas que van de los tres a los cinco años de cárcel en caso de reincidencia. Pero la ley propició un nuevo nicho clandestino: médicos o profesionales con experiencia para utilizar los ultrasonidos comenzaron a cobrar bajo la mesa sumas de hasta 300 dólares a cambio de hacer una señal, un gesto, o poner una marca diminuta al borde de la receta para revelar el sexo a los padres.

Mahima tuvo que recorrer 10 kilómetros a pie y subir luego al remolque de un tractor para llegar hasta el hospital público de la ciudad. “¿Por qué quieres hacer esto?”, preguntó el doctor cuando entró a la consulta pidiendo un aborto. “Porque no queremos tener niñas”, respondió la mujer, que jura que el médico no la examinó para corroborar si su bebé era una niña. A cambio de 600 rupias, o unos 8 dólares, le dio la receta con la que le entregaron las medicinas para abortar. No obstante, el médico le propuso continuar con el embarazo y entregar la niña al hospital cuando naciera, pero el futuro de su hija era algo que no quería dejar en manos de nadie. Las noticias de albergues que prostituyen, venden, o esclavizan a las chicas era una idea que torturaba a Mahima más que la propia muerte. “¿Pero cómo iba a entregar a mi hija? Me negué, les dije que no podía abandonarla. Es sangre de mi sangre”, recuerda.

En el nombre del padre

Si hubiera que marcar las casas en las que al menos una niña desapareció, habría que señalar también la de Amisha, la esposa de un campesino con dos bueyes y media docena de cabras, distinguido por todos en el pueblo por su relativa holgura económica. A ella se la ve tres veces al día fuera de casa, cuando lleva a pastar a las cabras, o cuando sale a recoger agua de la bomba manual instalada en medio del campo. Su cuello estirado se mueve con el impulso con el que ondean los 30 litros que lleva sobre su cabeza.

Después de cargar los dos últimos cántaros para fregar los platos de la cena, se habrá ganado el derecho a hacer cuanto quiera, que con frecuencia no es más que desenredar el cabello de su hijo. La melena larga y casi dorada de su hijo Ajay es una promesa que hizo a los dioses si su familia era bendecida con un varón, un delfín para el legado de esta familia que pueda alumbrar el camino de la muerte a su padre. En el hinduismo, el hijo varón, o el marido en el caso de la muerte de una mujer, son necesarios en el rito de cremación para alcanzar la redención.

Para Amisha, tener al menos un varón era la única manera de asegurar el linaje de su marido y la salvación de su alma

La responsabilidad de Amisha con la descendencia de su familia es mucho mayor que la de Mahima. Al estar casada con el hijo único de una familia de granjeros, tener al menos un varón era la única manera de asegurar el linaje de su marido y la salvación de su alma. La esposa de este campesino tuvo dos varones, con tres niñas intercaladas. Solo las dos primeras nacieron. La última se quedó entre un trapo viejo que contuvo la sangre del aborto provocado por la misma mezcla de mifepristone y misprostol que consiguió Mahima. “Sí, lo hice”, contesta con una media sonrisa cuando le preguntan si se deshizo de ella. Su marido cerró el trato con el doctor para que le diera los medicamentos a cambio de 14 dólares por cada mes de embarazo. Estaba embarazada de tres meses.

Si una esposa no es capaz de proporcionar hijos varones “tiene que abandonar la casa”, regresar con sus padres, y así el esposo podrá casarse de nuevo e intentar continuar la descendencia, explica Amisha para referirse a una norma no escrita a la que llama “la presión del matrimonio”. Mientras que las hijas dejan el hogar para ir a vivir con sus maridos, los varones están destinados a quedarse en casa con su esposa e hijos, cuidar de sus padres y los bienes familiares. Tener solo niñas significaría la extinción de la familia.

El precio de las hijas

Varias mujeres adultas en Uttar Pradesh, India. Los matrimonios concertados y a la fuerza son una práctica habitual en este país. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
Varias mujeres adultas en Uttar Pradesh, India. Los matrimonios concertados y a la fuerza son una práctica habitual en este país. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.ASHISH ARORA (EFE)

“Criar a una hija es regar el huerto del vecino”, dicta un popular refrán indio que apunta directo al sistema de la dote, el pago que los padres hacen por el matrimonio de sus hijas. Irónicamente, las mujeres son las depositarias del honor familiar y la dote es una muestra del estatus social que permite a los padres escoger entre los mejores pretendientes y hogares a los que pasarán a pertenecer sus hijas. La dote es una de las principales razones por las que las niñas son vistas como una carga, como una futura deuda.

“Yo reúno la mitad, y el resto lo pedimos prestado a nuestros familiares. Cuando otra mujer de la familia se case, tendré que dar dinero para pagar lo que me dieron”, detalla Mahima para explicar un sistema prohibido y penado por ley desde 1961, pero que supone una práctica corriente.

No hay un monto estipulado, dependerá del estatus familiar. En poblados pobres la puja puede empezar en los 1.500 dólares en forma de ganado, joyas, propiedades o tierra. El pago incompleto de la dote, y las presiones por más dinero por parte de la familia del novio, abren en ocasiones otra puerta a la muerte.

El informe más reciente de la Oficina Nacional de Registros Criminales (NCRB), que recoge datos de 2018, reveló que 7.277 mujeres fueron asesinadas por asuntos relacionados con la dote, lo que representa el 94% de los 7.747 asesinatos de mujeres registrados ese año en la India. “Claro que hay que pagar la dote, si no qué hombre va a aceptar casarse con una hija”, razona una anciana que ha quedado sola después de entregar a su única hija.

La culpa, del agua

Una anciana sonríe. Uttar Pradesh, India. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
Una anciana sonríe. Uttar Pradesh, India. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.ASHISH ARORA (EFE)

“La culpa es del agua”, dice otra anciana de la aldea, que sabe que las niñas tienen más probabilidades de morir si la tierra no es fértil. Con la falta de lluvia, las familias quedan a merced de bombas hidráulicas que apenas cubren necesidades elementales, mientras esperan la llegada del monzón que una vez al año cubre los campos de verde.

El resto del año, los hombres dejan el pueblo para buscar trabajo en la ciudad o como jornaleros en áreas con sistema de regadío. Aldeas como esta quedan habitadas solo por mujeres a las que se les tiene prohibido ir a trabajar por temor a que sean raptadas o que huyan en busca de un futuro mejor. “Si tuviéramos al menos un pozo de agua, las mujeres podrían trabajar en casa cultivando vegetales, y los padres no tendrían ningún problema en tener más hijas”, argumenta Biju, el suegro de Mahima. A Biju le falta una pierna que le amputaron por una gangrena. No trabaja, pero tiene cinco hijos varones que, como dicta la costumbre, cuidarán de él hasta su muerte.

A diferencia de lo que sucede en esta aldea, las tierras fértiles permiten una vida lo suficientemente próspera como para tener hijas. Muchos distritos han visto llegar esa prosperidad en la última década gracias a los sistemas de riego financiados por el Gobierno. Pero lo que parecía una solución, ha agravado el problema. Los hijos de tierras verdes comenzaron a exigir dotes más altas para aceptar propuestas matrimoniales que vinieran de las zonas áridas, haciéndolo cada vez más difícil para las mujeres, explica la autora de Haciendo desaparecer a las hijas, Gita Aravamudan, que ha seguido durante años las pistas que llevan al feminicidio.

Quién controla el exterminio

Una niña de Uttar Pradesh, India. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
Una niña de Uttar Pradesh, India. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa. ASHISH ARORA (EFE)

En 1984, el investigador Sabu George se dio cuenta de que faltaban niñas. Llevaba varios años estudiando en el sur de la India los problemas de nutrición en la infancia y llegó a la conclusión de que las estaban matando con abortos masivos, o justo al nacer, o más tarde, privándolas de alimento. Desde entonces ha dedicado su vida a destapar este exterminio. Durante los primeros años siguió el embarazo de más de mil mujeres en el Estado de Haryana, la región con la peor ratio de sexo de toda la India, donde descubrió un proceso de selección que se gestaba en cada vivienda.

“Históricamente la discriminación de las niñas en la India se debió a la negligencia intencional en el parto, o a que las niñas recibían menos leche, menos alimentos de buena calidad, menos cuidados, menos atención médica. Pero lo que hemos visto en los últimos 20 años es la eliminación en la etapa del feto”, explica.

Regresamos con George a Haryana. Allí intenta conversar con las familias de uno de los distritos con mayor escasez de mujeres, donde niegan de manera rotunda la práctica. George, pragmático, apunta a los médicos y a las ecografías como la causa del problema, lo que es aún más grave, a su juicio, que el hecho de que una niña no sea deseada. Si una madre da a luz sin saber el sexo, “la niña recibe al menos la oportunidad de nacer, y por su capacidad de supervivencia tendrá otra oportunidad”. Si la eliminas en la etapa fetal no hay oportunidad ni resistencia, subraya. Esto descubrió a algunos médicos que “determinar el sexo de una niña y eliminarla era una mina de oro”.

El secretario general de la Asociación de Radiología de la India, Rajeev Singh, aborda el tema sin tapujos y asegura que el país ha diseñado un sistema para culpar a la persona equivocada. El problema, asegura, es que “todos, incluido el Gobierno, dicen que se están ocupando del problema, pero en realidad no quieren y no llegan a la base del problema”. “La pregunta es: ¿quiénes son estos médicos detrás de la selección de niñas?”, al tiempo que recuerda que al mismo tiempo que se prohibió revelar el sexo en los ultrasonidos, el Gobierno permitió a los ginecólogos practicar ecografías. Así que “a un ginecólogo se le da el poder de hacer ultrasonido, y también tiene la capacidad legal de practicar abortos. Todo se vuelve muy fácil”, lamenta. El Gobierno indio ha declinado la invitación de Efe para hablar de esta situación.

Un país sin mujeres

En sociedades como la india, la desproporción en el número de mujeres plantea un futuro incierto. Tiene consecuencias a largo plazo, “conduce a más violencia sistemática contra ellas” y, entre otros aspectos, a una mayor competencia para encontrar pareja, explica la socióloga e investigadora Katharina Poggendorf-Kakar.

La autora de Mujeres en la India, que dedica un capítulo a “las niñas perdidas”, cita como ejemplo su tráfico hacia otras regiones para ser vendidas. Según esta investigadora de origen alemán, radicada en la India, “las esposas compradas a veces se comparten con otros miembros masculinos de la familia del esposo”, lo que agrava la violencia hacia unas mujeres que están lejos de su hogar y dependen exclusivamente de su “familia política”.

A ello se suma su explotación como esclavas sexuales. “Se les llama novias esclavas. Los zaminders (propietarios de tierras) generalmente las casan con uno de sus trabajadores, pero también son explotadas sexualmente por el propietario de la tierra”. Así, insiste la socióloga, aunque la muerte de muchas mujeres comienza en el vientre materno, el riesgo de que las hagan “desaparecer” les persigue hasta su vejez. Es una “negligencia sistemática” contra ellas.

Tráfico de novias

Secuestros en India con el objetivo de forzar un matrimonio.
Secuestros en India con el objetivo de forzar un matrimonio.MIGUEL MULAS (EFE) / EFE

Cuando se publicaron los datos del censo nacional de 2001, Hasina iba de camino a Haryana, un Estado agrícola al norte de Nueva Delhi con la peor ratio de sexo de todo el país: 861 mujeres por cada 1.000 hombres. Su llegada y la de otras muchas niñas fue una consecuencia directa de estos números. Todas viajaron para suplir la falta de mujeres, para convertirse en esposas. Todas eran de Estados pobres como Bihar, Assam o Bengala. Hasina se refiere a ellas como “las hermanas traficadas”. Ante la falta de mujeres, las familias comenzaron a pagar a quien pudiera traer alguna. La necesidad abrió un nuevo mercado: el tráfico de novias.

Según el último informe de la Oficina Nacional de Registros Criminales, al menos 34.923 mujeres fueron secuestradas en 2018 para ser casadas a la fuerza, más de 95 al día. Hasina le costó a su marido 12.000 rupias, unos 170 dólares.

“Te compré. Te compré de la misma manera que habría comprado un búfalo”, le grita su marido en cada pelea para recordarle que no es más que una paro, una molki, lo que se puede traducir libremente del dialecto regional haryanvi como “una mujer comprada”. Paro fue la primera palabra que aprendió del haryanvi.

Es bueno comprar una novia si un hombre la necesita. Si no fuera así ¿qué habría sido de mí?

BASANTI, MUJER BANGLADESÍ

Su marido no había sido el primer comprador. Llegó a Nueva Delhi con 12 años de la mano de un “intermediario”, un hombre que la convenció de que la llevaría a la capital de paseo y que sus padres le habían dado permiso. “Cuando me di cuenta ya estábamos en Delhi”, recuerda la mujer de 32 años. La puerta está abierta y nadie la detiene, pero para ella ya no hay vuelta atrás. No se puede rescatar a una paro, dice. De hecho, su padre la encontró hace 15 años, pero como ya estaba casada, regresar a su hogar supondría un deshonor para la familia.

“Es bueno comprar una novia si un hombre la necesita. Si no fuera así ¿qué habría sido de mí?”, explica otra mujer, la bangladesí Basanti, a la que compraron hace más de 20 años para cuidar a un anciano enfermo en Haryana. A ella la secuestró una amiga de la familia que acostumbraba a visitarles para ver la televisión. La vendió por 6.000 rupias, unos 84 dólares. Esto le salvó la vida, dice. En aquel momento había enviudado y tenía cinco meses de embarazo, un estado que podía haberla condenado a vivir en la miseria.

La superviviente

Sita se recupera en un hospital de Uttar Pradesh (India). Ella es un bebé que sobrevivió tres días enterrada viva en una tinaja a un metro de profundidad. Cuando la encontraron pesaba poco más de un kilo.  Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa.
Sita se recupera en un hospital de Uttar Pradesh (India). Ella es un bebé que sobrevivió tres días enterrada viva en una tinaja a un metro de profundidad. Cuando la encontraron pesaba poco más de un kilo. Pincha en la imagen para ver la fotogalería completa. INDIRA GUERRERO (EFE) / EFE

En el principal crematorio de Bareilly, en el Estado norteño de Uttar Pradesh, eran las seis de la tarde cuando se escuchó un llanto que salía de la tierra. A esa hora ya se habían ido los trabajadores y Babu Ram, el vigilante, pidió a un vecino de la zona, Aakash Kumar, que cavara una tumba para que un matrimonio pudiera enterrar a su bebé, nacida muerta. “Estaba cavando cuando la pala tocó una vasija de barro y entonces comenzamos a oír el llanto”, dice el improvisado enterrador, de 17 años, junto a la pequeña fosa todavía abierta.

El joven se asustó, pensó que eran los espíritus del crematorio que no lograban conseguir el descanso. El matrimonio miró el cadáver de su hija en brazos, pero no, el llanto venía de la tierra, de una vasija de barro tan pequeña que cabía en una bolsa de la compra. “Cuando sacó la pala y arrastró hacia afuera la bolsa con la vasija, el llanto volvió a empezar y el chico escapó corriendo”, recuerda el guarda. “Era una bebé”, explica el vigilante, que abrió la vasija y encontró a una niña que apenas superaba los 1.200 gramos.

Los crímenes contra niños pasan con cierta frecuencia, admite un jefe policial que no quiso revelar su nombre. “Apenas hace una semana encontramos un bebé muerto dentro de un inodoro”. La policía ha acudido varias veces al terraplén detrás de las pilas de cremación donde la bebé fue encontrada. El lugar es fácil de reconocer porque los trozos de la vasija continúan allí.

“Mientras no sepamos quién es la madre, será difícil saber por qué alguien hizo esto”, dice uno de los agentes. “Yo creo que fue enterrada viva porque es niña”, dice Aakash, que no precisa de una investigación policial. Tras dos semanas en el hospital, las enfermeras han comenzado a llamarla “bebé Sita”, como la abnegada esposa del dios Rama, una de las principales figuras femeninas dentro del hinduismo.

Un, dos, tres, cuatro, cinco, repite hasta en cuatro ocasiones el doctor Ravi Khanna para contar las veces que unta y frota el antibacterial con el que esteriliza sus manos antes de levantar el plástico que cubre la incubadora de Sita. “Es una luchadora. Estuvo bajo tierra entre dos días y medio y tres días”, dice el pediatra. La bebé pudo sobrevivir a casi un metro de profundidad porque en la vasija quedó acumulado oxígeno y permaneció en un estado de semihibernación, “como un oso”. El “milagro” fue que viviera sin agua.

El doctor descarta la selección de varones y asegura, mientras repasa una veintena de incubadoras, que allí “hay niños de ambos sexos”. “Aunque, espera”, dice. “Bueno en este momento, sí, Sita es la única niña”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/planeta-futuro/2020-11-12/las-hijas-perdidas-de-india.html

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India: Mujeres encerradas y varones travestidos

Asia/India/14 Noviembre 2019/El país

Los hijras de la India han sido declarados “tercer sexo”. Pero que nadie se dé en pensar que asistimos al elogio de la libertad: no se les concede otro modo de vida que no sea el vicio ajeno

Atenas se parecía mucho más a Marrakech que a París, salvadas las distancias. En las calles había sobre todo hombres y las casas no necesitaban ventanas. Las mujeres vivían en el piso de arriba, el gineceo. En Roma la casa importante daba a un patio. Muchas de las sociedades urbanas son o han sido unas en las que el tránsito femenino del espacio público no estaba contemplado, como tampoco la concurrencia mixta en fiestas y saraos. Cuando este rasgo se acentúa más, entonces tenemos las sociedades de encierro femenino. Las mujeres evitan las calles o las transitan bajo un manto o un velo. Las únicas que pertenecen al ámbito público o ventanean son, de cajón, mujeres públicas. Obviamente no todas las mujeres pueden estar encerradas, porque la obligación doméstica se mantiene, y el trabajo de las mujeres nunca ha sido perdonado. En ese caso, o hasta los varones hacen la compra diaria y regatean por las sartenes, o las mujeres respetables extreman los signos de pertinencia y pertenencia cada vez que salen: jamás solas, siempre veladas y calladas.

Los griegos de los que venimos y a quienes admiramos con mucho fundamento eran una de estas sociedades. Las mujeres como es debido, esto es, las hijas, madres y esposas de los hombres importantes y respetables no concurrían en el espacio público y lo mejor era que ni siquiera se llegara a saber qué apariencia tenían. La simple mirada ajena podría deshonrarlas. En ciertos festivales desfilaban una vez las hijas de familia, cosa que tenía utilidad para ir conviniendo los casamientos, y eso era todo. El trajín exterior doméstico se confiaba a servidores o esclavos. Había excepciones, pero para confirmar la regla. Eurípides, que no le caía bien a todo el mundo —no como Sófocles, al que todos adoraban—, tenía una madre vendedora de verduras, mujer del común y del mercado, que sus compatriotas no dejaban de recordarle. Se sabe que criadas y callejeras están a disposición. El modo con que se señala que una mujer no lo está es precisamente su derecho a permanecer cubierta. Y para el placer, prostitutas y efebos.

La separación de sexos culmina cuando se invisibiliza a uno de ellos: las mujeres. Los romanos en esto eran sólo algo menos cancerberos. Las matronas vivían en sus casas y, fuera de ellas, bajo sus mantos y velos. Como en Grecia, se continuó castrando a niños a fin de tener sirvientes eunucos. Algunos de ellos llegaron muy alto en la administración imperial. El estricto purdah, la separación completa de varones y mujeres, de la India musulmana no nos ha sido desconocido en Europa en absoluto. Existe en nuestro mundo de referencia principal, el clásico grecolatino. Pues bien, las sociedades de encierro femenino solucionan a veces la ausencia de mujeres en el ámbito viril y público fingiéndolas: varias sociedades urbanas han previsto la presencia de varones especiales, travestidos, para la fiesta o el placer. Sobremanera esto ha ocurrido en Asia, en Japón, Indochina, Afganistán o la India, pero también en China, cuya Ciudad Prohibida sólo podía ser asistida por eunucos imperiales. Los “muchachos del placer” forman una comunidad separada de usos evidentes. Provienen de castas poco afortunadas y a veces son eunucos, aunque no siempre. Cuando la mirada viril quiere objetos sexuales permitidos entonces practica géneros más o menos acusados de homofilia hombruna.

¿Qué sucede cuando una práctica inmemorial se inscribe dentro de una democracia formal? Que ha de ser leída de otra forma. Comienza un sendero empinado: los hijras de la India, unos tres millones de personas, producto atávico de sociedades urbanas de encierro femenino, han sido declarados por el Estado actual “tercer sexo”. Pero que nadie se equivoque y dé en pensar que asistimos al elogio de la libertad. Lo duro y cierto es que suelen ser varones, castrados o no, de castas inferiores a quienes no se concede otro modo de vida que no sea el del vicio, ajeno, por supuesto. La India es, junto con China y Pakistán, poseedor de una notable brecha de sexo —50 millones menos de mujeres que de varones— y tiene unos 4 millones de hijras. Se consuma un atroz feticidio femenino porque se prefiere varón. Pero, a la vez, se gestan y paren varones pobres, muy pobres, que encontrarán sólo ante sí semejante salida vital. La India, que sigue consagrando niñas como prostitutas en templos, pero que no deja nacer a una tan enorme cantidad de mujeres, pretende presentar como tolerancia lo que sólo es el resultado de un patriarcado demente.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/11/07/ideas/1573146376_228955.html?prod=REGCRART&o=cerrideas&event=okregistro&event_log=oklogin

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En 132 aldeas de la India no nacen niñas desde hace tres meses

Asia/India/01 Agosto 2019/BBC Mundo

Una investigación intenta confirmar si se están produciendo abortos selectivos, una práctica prohibida en el país desde 1994

La noticia gira en los diarios de todo el mundo, un poco escondida pero está: se ha abierto una investigación para investigar qué hay detrás del alarmante dato que llega del distrito de Uttarkashi, en el norte de la India, según el cual en los últimos 3 meses habrían nacido 216 niños pero ninguna niña. El fantasma del aborto selectivo se asoma con fuerza. Se ha comisionado a 25 investigadores para comprobar si en esos hospitales y aldeas se practica la selección por género, que la ley india prohibe oficialmente desde 1994.

Ante la noticia, se han formado dos frentes opuestos: Las asociaciones humanitarias y las activistas indias por los derechos de la mujer alertan sobre los infanticidios y abortos dirigidos a suprimir a las niñas, recordando datos estadísticos desconcertantes: en 2001 nacieron 927 mujeres y 1000 varones, en 2011 la diferencia aumentó entre 918 mujeres y 1000 varones.

Para quien no sepa de estadística, esta diferencia entre varones y mujeres es enorme (de manera natural, los nacimientos de mujeres suelen ser ligeramente superiores), signo de que algo no muy natural está afectando a los nacimientos. Comentando este dato general y el más reciente de las aldeas de Uttarkashi, la activista Kalpana Thakur declara:

No puede ser una coincidencia. El dato indica claramente que en ese distrito se está produciendo el feticidio femenino. El Gobierno y la administración no están haciendo nada. (de ANI)

A estas duras acusaciones, responden los portavoces de la administración local ofreciendo un punto de vista distinto del caso. Según ellos, se trata de una lectura malinterpretada de las estadísticas; no niegan que de estos 216 nacimientos ninguno es niña, pero contraponen el caso de otros 129 pueblos de la zona donde habrían nacido solo niñas.

En total, en tres meses, se han registrado 961 niños nacidos vivos en Uttarkashi: 479 eran niñas, mientras que 468 eran niños. Los funcionarios afirman que los medios de comunicación podrían haber obtenido los datos de los agentes sanitarios voluntarios que registran los embarazos y nacimientos. “Creo que los números publicados sobre los pueblos sin niñas han sido malinterpretados. Con todo, hemos abierto una investigación”, dice Ashish Chauhan, un funcionario del distrito, explicando que han “identificado las áreas en las que el número de partos femeninos es igual a cero o a números de una cifra. Estamos vigilando estas zonas para descubrir qué está sucediendo”. (de Adnkronos)

Pero esta no es una mera batalla estadística, sino más bien un dato que clama por una verdadera lucha por la igualdad de derechos de las mujeres. Las luchas feministas ganan titulares en los medios occidentales ofreciendo cada vez más medios a las mujeres para evitar embarazos no deseados, pero fuera de este recinto dorado, el verdadero drama se produce ante la posibilidad cada vez más real de no dejar nacer a las mujeres. En el caso de la India se está produciendo una terrible discriminación sexual, que ataca a la femineidad en su origen, con el asesinato, en el útero o apenas después de nacer, de criaturas indefensas e inocentes.

Mujer, una dote pesada

Ya hemos hablado de la tragedia que está teniendo lugar en India, a raíz de la publicación de un estudio alarmante en The Lancet. Se hablaba de 239.000 niñas indias muertas antes de cumplir los 5 años.

A la base de esta discriminación sexual hay un dato cultural aún fuertemente arraigado, por el que el nacimiento de una niña es una maldición para la familia, sobre todo desde el punto de vista económico.

En India, las niñas han sido siempre consideradas una especie de maldición para las familias. La tradición considera que los varones heredan los bienes y mantienen los núcleos familiares “trayendo el pan a casa”. Las hijas en cambio son vistas como un peso financiero para los padres, en un país en el que la institución de la dote en el momento del matrimonio es muy habitual. (de Repubblica)

La ley ha intentado contener la masacre de fetos y recién nacidas prohibiendo el screening sexual durante el embarazo; ma è proprio un autorevole giornale indiano a raccontare quanti modi subdoli ci siano per aggirare la legge e tradurre questi esami medici in un business molto redditizio:

Para evitar la ley que prohibe la selección sexual, y sustraerse a la vigilancia de las autoridades, los profesionales médicos que hacen estos diagnósticos con fines lucrativos utilizan imágenes de las divinidades para comunicar a las familias el sexo del feto. (de TNN)

Oficialmente no se dice nada. Si al final de la visita, los padres reciben la foto de de una divinidad masculina como Sai Baba, es un niño; si la foto es la de Kanaka Durga, poderosa divinidad femenina, es niña. Un truquito sencillísimo y tremendamente eficaz.

Educar a las madres

Pero igual que sucede en cualquier asunto humano, en cualquier latitud, es fácil burlar la ley, es fácil evitar los controles en las zonas rurales en un país que tiene otras graves prioridades. Con todo, la empresa cultural de educar al pueblo a rechazar las tradiciones que lesionan la dignidad humana es un desafío cada vez mayor.

Desde 2015 en India el gobierno ha promovido y financiado una campaña de concienciación llamada Beti Bachao, Beti Padhao (salvemos a las niñas, eduquemos a las niñas) con el fin de promover iniciativas educativas para eliminar la violencia de género contra las niñas.

Es un gran contenedor en el que se encuentran proyectos a largo plazo, pero también eficaces campañas mediáticas. La idea de fondo es la conciencia de que es dentro de la familia donde tiene que producirse ese cambio de mentalidad, pues es el pilar fundamental de la acogida y a educación de los hijos. Toda madre es el comienzo de una voz nueva sobre la mujer, es ella la primera maestra de la que cada hijo aprende a mirar el mundo y crece con un juicio moral lleno de experiencias cotidianas.

Otras iniciativas muy positivas, aunque quizás de menos envergadura: en Instagram, la red social preferida por los jóvenes, se ha lanzado un reto que tiene por ahora miles de adhesiones: con el hashtag #selfiewithdaughter, se propone un selfie con la hija. Estas imágenes sintetizan eficazmente un mensaje que en India no hay que dar por supuesto: tener una hija es un don del que estar orgulloso.

Fuente: https://es.aleteia.org/2019/07/30/en-132-aldeas-de-la-india-no-nacen-ninas-desde-hace-tres-meses/

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