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No olvidar el fin de la Educación

por: Rosalía Nalleli Pérez Estrada

rosalia_na@hotmail.com

El hombre crea tecnología, religión, ciencia, mitos, artes, lenguaje, costumbres, la moral, formas de pensar y de hacer, simbolismos y significados dice Anibal León en su escrito titulado qué es la educación. Esta creación humana se genera para vivir mejor; para vivir en sociedad y en una convivencia sana. Sin embargo algo siempre falla y se cuela en el individualismo que inhibe el entendimiento; acunando a la intolerancia entre semejantes locales o internacionales. En esto, los modelos supremos son los grandes bloqueos impuestos a países vecinos, a la intransigencia en las fronteras, a las políticas lingüísticas o educativas que marcan siempre diferencias. Por otro lado, pareciera que el colectivo educativo minimiza la importancia de la interrelación y privilegia la individualización, a pesar de que se promueve el trabajo colaborativo, llegando a la pérdida total de la conciencia social, humana. Un ejemplo vulgar del individualismo se manifiesta en la imprudencia de un ebrio que maneja con los sentidos embotados y  daña a terceros inminentemente, al asesinato artero de dos mujeres que luchan por los derechos humanos, la mordaza que se impone a quien trabaja en los medios y no puede contar todo lo que ve o la desaparición forzada por intereses públicos o privados.

Al pensar en lo anterior, pareciera que la sociedad está destinada a seguirse reciclando pero en modalidades cada vez más deterioradas, por todos los errores cometidos en vida; cargando lastres de malas acciones que nos llevan a desperdiciar la vida y a arrastrar grilletes ante los cambios; miedosos siempre del cambio, de exigir los derechos, o de transitar confiando. La posible respuesta a este mal indudablemente recae en la educación, desde dos perspectivas básicas: formal e informal las cuales se complementan. Esta educación no surge con la reforma sino del compromiso y de la convicción de querer hacer las cosas para que todo mejore. Por supuesto, si hay una guía, un proceso determinado y una forma de evaluar los cambios, el seguimiento es mayor y el aseguramiento del método mejor. De lo contrario, se repite cual loro la receta, sin analizar los verdaderos ingredientes que nutren al ser humano. En  esa parte, la educación formal juega un papel preponderante: enseñar a trabajar con pasión, no importa lo que se haga en la vida: Concientizar al que aprende que respete las reglas, lo ajeno, las instrucciones, a la ley, la vida, los espacios, el tiempo y las ideas de los demás, así como su propia vida, no para volverse robot, sino para fomentar la convivencia sana. En la educación, los docentes ayudamos a desarrollar conocimientos pero tenemos la obligación inherente de concientizar al alumno de temas que difícilmente se abordan en casa o con los amigos. Esa es la pasión de la enseñanza, que aprendan nuestra ciencia pero que junto a nosotros den una mirada crítica a la vida, con ejemplificaciones concretas, neutrales; pero que les ayuden a atender las necesidades de terceros. En un escrito en la red, (S/A) se encuentra la siguiente definición de educación “La educación es el proceso que tiene como finalidad realizar en forma concomitante las potencialidades del individuo, y llevarlo a encontrarse con la realidad, para que en ella actúe conscientemente, con eficiencia y responsabilidad, con miras, en primer lugar, a la satisfacción y de necesidades y aspiraciones personales, y en segundo lugar, al desarrollo espiritual, de la criatura humana, adoptando para ello, la actitud menos directa, posible y enfatizando la vivencia, la reflexión, la creatividad, la cooperación y el respeto por el prójimo”. Esto es quizás algo que nos está faltando para cerrar el círculo. En el sistema educativo, todo mundo culpa a alguien, pero en esto sí, todos colaboramos para que este se vaya a pique.

http://www.redalyc.org/pdf/356/35603903.pdf

http://biblio3.url.edu.gt/Libros/didactica_general/1.pdf

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No olvidar el fin de la Educación

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Desmontando PISA (1): Giro neoliberal en la concepción de la educación

España / 10 de diciembre de 2017 / Autor: Enrique Díez Gutiérrez / Fuente: Aika

El informe PISA, denominado así por sus siglas en inglés (Programme for International Student Assessment) consiste en la valoración y comparación internacional del alumnado de 15 años mediante la realización de exámenes en las áreas de Lectura, Matemáticas y Ciencias. Esta prueba es realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con la intención, afirman, de “proporcionar a los gobiernos datos relevantes y fiables que les permitan tomar decisiones en materia de política educativa”.

El impacto que ha adquirido este informe tiene que ver con el giro económico neoliberal que se está produciendo en la concepción de la educación a nivel mundial.

Como denuncian intelectuales del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), PISA es un inmenso dispositivo de control que aspira a imponer una perspectiva educativa que nos aleja del reconocimiento de la educación como un derecho y nos aproxima a su interpretación como un bien de consumo. Una concepción de la educación entendida como una ventaja competitiva, en la que cada individuo invierte de cara a su inserción más exitosa en el futuro laboral.

Esta filosofía neoliberal ha irrumpido con fuerza en el escenario del sistema educativo desde finales de los años 80. Proporcionar al mercado trabajadoras y trabajadores adaptados a las exigencias de la producción moderna, se ha convertido, con mucho, en la tarea primordial y la más importante de las funciones atribuidas a la enseñanza, en este “giro neoliberal”. De aquí que el modelo de evaluación adoptado con PISA trata de comprobar la adecuación de los futuros trabajadores y trabajadoras a las exigencias del mercado.

PISA es un dispositivo de control para imponer una perspectiva educativa que nos aleja de la educación como un derecho y nos aproxima a su interpretación como un bien de consumo

Las inversiones en el sistema educativo comienzan a ser pensadas de acuerdo con las exigencias del mercado y su rentabilidad debe ser evaluada conforme a ello. La persona trabajadora “flexible” y “polivalente” constituye así la referencia del nuevo ideal pedagógico. El papel público de la educación como campo de entrenamiento para la democracia y para la ciudadanía democrática se ha pasado a considerar como un despilfarro del gasto público, siendo reemplazado por el punto de vista que la empresa privada tiene de la función de la enseñanza: un campo de entrenamiento para atender las necesidades de las empresas.

Se emprende así una nueva cruzada de reconceptualización del discurso sobre las prioridades de la educación y una nueva retórica sobre los nuevos “desafíos” de nuestra época y los escenarios futuros, siempre con la finalidad de ajustar la educación a las demandas del mercado laboral. Como si los seres humanos se pensaran y definieran únicamente como trabajadores y trabajadoras de la maquinaria laboral. De esta forma se está produciendo una auténtica mutación en la naturaleza y fines de la educación que, de formar ciudadanos y ciudadanas provistos de valores, saberes y capacidades, pasa a subordinarse completamente a la producción de “recursos humanos” para el sistema productivo.

A partir de la década de 1970, se trata de pensar el sistema educativo en términos de salidas profesionales y evaluarlo en función de ello. La problemática de la inserción laboral prevalece sobre la aspiración a la integración social y política de los futuros ciudadanos y ciudadanas. La profesionalización ya no es una finalidad entre otras del tramo final de la escolarización, sino que tiende a convertirse en la principal línea directriz de todas las reformas y las políticas de evaluación educativa.

En este modelo neoliberal, la función social asignada a la educación se centra en su apoyo al crecimiento económico, su aportación a la competitividad empresarial de las industrias, la formación para el trabajo y la capacitación para el desarrollo tecnológico. Estas funciones económicas priman sobre la función de socializar para participar activamente en una ciudadanía consciente y comprometida, transmitir la cultura y desarrollar la personalidad.

El sesgo económico de la OCDE aplicado a educación

Por eso no es de extrañar que estas pruebas estandarizadas se lleven a cabo por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), organismo internacional creado para “maximizar el crecimiento económico” de los países que lo integran.

La OCDE es un organismo económico, con un sesgo muy caracterizado a favor del papel económico de las escuelas. Es a esta institución, con una clara orientación economicista, a la que nuestros representantes políticos han decidido encomendar ser el árbitro global de los medios y fines de la educación y determinar lo que los estudiantes deben saber y las escuelas enseñar, asumiendo el poder de configurar la política educativa, sin debate acerca de la necesidad o de las limitaciones de las metas de esta institución económica.

El informe PISA se centra así fundamentalmente en cambiar las escuelas para “mejorar la competitividad económica”. Tal como también aparece en la actual ley educativa, la LOMCE: el crecimiento económico. Este sesgo hacia el papel económico de la educación, olvida que hay muchos otros aspectos importantes de la educación: el desarrollo artístico, la reflexión crítica, la educación emocional, la participación cívica, la convivencia, etc. Estos aspectos no se tienen en cuenta en PISA, que premia un modelo de estudiante moldeado para el mercado laboral, olvidándose de los verdaderos retos del siglo XXI.

Nuestros representantes políticos han decidido encomendar ser el árbitro global de los medios y fines de la educación a un organismo económico como la OCDE

Es decir, con esta orientación economicista y mercantil que marca la OCDE, el informe PISA no centra la evaluación en objetivos educativos realmente importantes pero que son menos susceptibles o imposibles de ser medidos, pues tiene que cuantificar, reduciendo de esta forma la imaginación colectiva en torno a lo que es o debería ser la educación.

PISA, desde este enfoque cuantitativo económico, es incapaz de valorar lo que plantea Berliner (2003) como objetivo fundamental de la educación: “Deberíamos ser el número uno en el mundo en porcentaje de jóvenes de 18 años que están política y socialmente implicados. Mucho más importante que nuestras puntuaciones en matemáticas y nuestras puntuaciones en ciencia es la implicación de la generación siguiente en el mantenimiento de una democracia real y en la construcción de una sociedad más justa para los que más la necesitan: los jóvenes, los enfermos, los ancianos, los parados, los desposeídos, los analfabetos, los hambrientos y los desamparados. Se deberían identificar las escuelas que no pueden producir ciudadanía políticamente activa y socialmente útil y divulgar sus tasas de fracaso en los periódicos”.

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Desmontando PISA (1): Giro neoliberal en la concepción de la educación

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VENEZUELA: La educación como centro de la estabilidad política y económica

Por Hernan Porras M

La educación es un proceso de permanentes cambios y desarrollos. Su dimensión no puede estar asociada con una estática pedagógica. Desde las enseñanzas en las analectas de Confucio, las aulas aristotélicas, la escuela de Pestalozzi, hasta las visiones libertarias de Simón Rodríguez y José Martí, y más recientemente las ideas del Maestro de América, Luis Beltrán Prieto Figueroa o la maestra Belén San Juan, nuestra escuela ha estado marcada por diversos hechos que han impactado significativamente la historia contemporánea venezolana.

La educación no es una simple representación de enseñanzas, aprendizajes y conocimientos. No es un simple proceso entre el aprender y el comprender. La educación es la conjugación de una palabra pentavocálica que invoca al amor, a su esencia, a la imaginación, a la ontología, al universo. Por ello, cuando Bolívar escribía a su hermana María Antonia sobre la educación que deseaba para su sobrino Fernando en su visión libertaria decía que: «Un hombre sin estudios en un ser incompleto. La instrucción es la felicidad de la vida; y el ignorante, que siempre está próximo a revolcarse en el lodo de la corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la servidumbre». Entonces, no es casual sino causal la explicación de muchos de los males que hemos enfrentado durante la historia de la República.

Tal vez por ello, Ingenieros, complementando las ideas bolivarianas en su obra «Las Fuerzas Morales», nos señala que la educación será eficaz en la medida en que sea respetada la vocación de los niños, sin violentar sus temperamentos e inclinaciones. Para Ingenieros la preocupación del Estado, de los docentes y la sociedad debería estar orientada hacia un equilibrio entre la inteligencia, sus emociones y aptitudes. Esa es una gran deuda que tenemos en el porvenir para transformar la educación no solo en sus componentes de infraestructuras y normas sociales, sino rescatando las virtudes del ser pese a las dificultades. La educación bolivariana, si quiere estar comprometida en su totalidad ante el surgimiento de una ciudadanía distinta, también debe tener un Estado comprometido que vaya más allá de la retórica.

Freire en la «Pedagogía de la Indignación» se interpelaba si había que hablar de la muerte de la Historia, renunciar a las ideologías, a los sueños, olvidarnos de las utopías, si debemos los docentes convertirnos en simples entrenadores pragmáticos del conocimiento, es decir, que el Estado tampoco puede convertirse en un ejecutante pragmático por y para la educación. Ese sería el fin de la escuela como alguna vez lo recalcó Ivan Illich, no en su concepción literal, sino en su misión fundamental. Por consiguiente, para lograr la educación que necesita Venezuela como un todo ante los retos que nos impone una sociedad equilibrada con sus semejantes y en armonía con su ambiente y sus recursos naturales, necesitamos un docente y unas autoridades que conozcan nuestra historia y la propia educación.

Los sentimientos pedagógicos son otra fuente que yace entre el contexto de los cerúleos y la eudaimonia de la vida. La pintura, la música, la prosa, pero también la agricultura, la pesca, la textilería, la escultura o la alfarería, son los signos ontológicos que deben marcar el espíritu y los pensamientos hacia la construcción de una educación distinta. Aquella que alguna vez sintetizaría Simón Rodríguez en su frase: «Inventamos o erramos».

En una oportunidad, Hugo Chávez hablaba sobre el Plan Nacional «Simón Bolívar» que el trabajar con la teoría al compararla con la praxis, utilizando la dialéctica y la reflexión era algo muy positivo, y que la educación se fortalecía precisamente sobre Bolívar bajo un pensamiento de educación liberadora y del citado maestro Simón Rodríguez, como raíces nuestras, en donde se funden vertientes como la refundación del Estado y de un maestro que debe ser un permanente estudiante, percibiendo las realidades y acoplándolas al proceso educativo. Por ello, Chávez nos recordaba que Simón Rodríguez en tiempos de la llamada América Meridional nos emplazaba a realizar dos revoluciones, la política y la económica. La educación debe ser el centro de la estabilidad política y económica.

Tomado de: http://entornointeligente.com/articulo/10367167/VENEZUELA-La-educacion-como-centro-de-la-estabilidad-politica-y-economica

Imagen tomada de: https://www.lagarrigue-psicologia.com/wp-content/uploads/2016/09/la-escuela-es-la-base-de-todo.jpg

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Encuentros y desencuentros en los discursos de la política educativa mexicana

Por Alejandra Luna Guzmán**

Desde la creación de la Secretaria de Educación Pública hasta la fecha, encontramos siete figuras relevantes del quehacer educativo que, a través de sus discursos, han otorgado ciertos sentidos a la educación, cada uno con sus encuentros y sus desencuentros. Tras una selección y revisión de los discursos más representativos de cada política educativa desde 1921 a la fecha conforme los análisis realizados durante el Seminario de Historia y Política de la Educación en México, se detectan puntos en común y puntos que resultan, incluso antagónicos. Al hacer esta revisión, se valora el proceso histórico de los sentidos que se le han dado a la educación y concluye que entre las coincidencias, destacan la relación estrecha que se plantea entre educación y el nivel de desarrollo del país; el vínculo entre educación y derechos humanos o justicia social, y la búsqueda por mantener a la educación libre de intereses particulares. El aspecto más antagónico es la postura del Estado ante la participación social.

images32La relevancia del periodo en el que se creó la Secretaría de Educación Pública (SEP) radica en que este es el momento en el que se instituyó el sistema educativo nacional como se le conoce en el presente. Los cambios que han marcado al sistema han sido encabezados tanto por los Secretarios de Educación, como por los presidentes que los impulsaron. Entre estos se considera a José Vasconcelos, fundador y primer Secretario de Educación de 1921 a 1924 durante el gobierno de Álvaro Obregón; Narciso Bassols, secretario de 1931 a 1934 en los gobiernos de Pascual Ortíz Rubio y Abelardo L. Rodríguez; al presidente Lázaro Cárdenas del Río en funciones de 1934 a 1940; Jaime Torres Bodet, Secretario de Educación en dos periodos, de 1943 a 1946 durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho y de 1958 a 1964 durante la gestión de Adolfo López Mateos; al presidente Luis Echeverría Álvarez, en funciones de 1970 a 1976; a Ernesto Zedillo, Secretario de Educación de 1991 a 1993 en la administración de Carlos Salinas de Gortari, y al presidente Enrique Peña Nieto en gestiones desde 2012 a la fecha.

Estrictamente, un discurso es “un razonamiento de alguna extensión dirigido por una persona a otra u otras”. (RAE, 1981:488) Sin embargo, en este caso se le considera desde la perspectiva de Verón (1987:421) como un “significante de los fenómenos sociales en tanto procesos de producción de sentido”. Para darle esa categoría, es necesario contextualizar tanto al sujeto como su producción verbal en todas sus dimensiones. En este caso, el momento, las circunstancias y el contenido de los discursos fueron determinantes para seleccionar los que aquí se revisaron y analizaron, de los cuales se recuperan sólo fragmentos representativos.

La trayectoria de los sentidos que se le han dado a la educación desde la creación de la SEP hasta la fecha ha ido de la mano con el proceso histórico de la nación, de las preocupaciones e intereses centrales de sus gobernantes. La construcción del sistema educativo nacional inició con José Vasconcelos, pues “fue el primero en concebir y aplicar un plan global.” (Fell, 1989:668) En su discurso de inauguración del edificio de la SEP el lenguaje grandilocuente, lleno de referencias helénicas y de un profundo conocimiento de política interior y exterior, hace que en él se reconozca a un hombre cultivado y con un cúmulo de saberes que hizo posible su visión.

La reciente promulgación de la Constitución de 1917 cristalizaba los ideales de la lucha de la revolución en el artículo 3°. La obra física del edificio sede y la empresa de la educación se unen en una sola: “Y entonces, sin más estímulo que mi confianza en la Revolución, fui a ver al jefe del Ejército y le hablé de edificar un palacio y recibí la sorpresa de que el proyecto le pareciera muy sencillo y viable… Los trabajos se han concluido al año casi de comenzados… no se aceptaron los servicios de un solo operario extranjero, porque quisimos que esta casa fuese, a semejanza de la obra espiritual que ella debe abrigar, una empresa genuinamente nacional en el sentido más amplio del término…  En estos instantes solemnes en que la nación mexicana, en medio de su pobreza dedica un palacio a las labores de la educación del pueblo… que la luz de estos claros muros sea como la aurora de un México nuevo.” (Vasconcelos, 1922) La educación se concibe como una obra de vinculación nacional en pro del desarrollo de todo el país, de la creación de una cultura de empeño y esfuerzo. Las referencias a los años de miseria y de guerra sirven como un contraste con el futuro alentador y para hacer alusión al poco interés que en su concepción se le había dado a la educación.

Narciso Bassols dio continuidad a los ideales de la revolución en el ámbito educativo, pero con una tendencia socialista en la que el individuo estaría supeditado a la aspiración colectiva. En su discurso ante el Nuevo Consejo de Educación Primaria del Distrito Federal, exponía: “ustedes deben crear… una Escuela Primaria que animada de propósitos y tendencias sociales, haga de la educación personal simplemente un medio de realizar mejor las aspiraciones colectivas, y para ello supedite estrictamente el desenvolvimiento de los instintos, aptitudes y energías de los educandos, a las exigencias nacidas de la moderna aspiración social que se empeña en dar forma a nuevos tipos de sociedades humanas apoyadas en la justicia”(Bassols, 1964:140).

Sin embargo, destacó la importancia del carácter práctico de la educación para generar un crecimiento económico nacional al tiempo que propiciara la competitividad laboral en los jóvenes “es indispensable que las enseñanzas tengan un carácter estrictamente práctico y que capaciten a los que las reciben para ingresar a las industrias ya existentes” (Ornelas, 2011:109). La obra educativa de la época estaba enfocada en cambiar los viejos paradigmas de producción.

Lázaro Cárdenas se reconoce por ser un gran transformador de la realidad nacional. En su discurso de protesta como presidente de la república, dejó en claro que la educación seguiría alineada a los ideales de la revolución, a los cuales les reconoce avances en materia de cobertura y orientación social. En referencia explícita a la Escuela Socialista, afirma que lograría que “la enseñanza corresponda a las necesidades y aspiraciones legítimas que tiene el  pueblo mexicano… concretando su finalidad social en el sentido de que, lo que la Escuela Socialista persigue es identificar a los alumnos con las aspiraciones del proletariado, fortalecer los vínculos de solidaridad y crear para México… la posibilidad de integrarse revolucionariamente dentro de una firme unidad económica y cultural.” (Cárdenas, 1934) Su objetivo era lograr tanto el bienestar económico como el moral.

Jaime Torres Bodet logra en dos periodos dar continuidad a un proyecto de educación en pro de la unidad nacional. Durante el primero, los fines de la educación eran el progreso, la democracia, la justicia social y la libertad. Afirmaba así: “ansiaba una escuela digna de unir a todos los mexicanos… y digna de unirlos en el progreso, la democracia, en la justicia social, en la libertad de pensar, de escribir, de creer… pero no en la subordinación de una secta política o religiosa… sometida a instrucciones del extranjero” (Ornelas, 2011:117). La soberanía nacional y la autonomía del sistema educativo eran primordiales. En su segundo periodo, se orientó hacia los maestros como origen de la ineficacia, reconociendo la necesidad de una adecuada capacitación. Expresaba, al explicar la creación del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio: “¿cómo exigirles un rendimiento cabal, sin darles –por lo menos— una preparación docente gratuita, rápida y uniforme?” (Ornelas, 2011:119). Esto fue un punto central que, de aquí en adelante, sería recurrente en la política educativa, como se expone más adelante.

Luis Echeverría concibió de la mano de su secretario de educación, Víctor Bravo Ahúja, la educación y la cultura como proyecto social. Hizo referencia a lo poco que se había logrado en periodos anteriores, subrayando que se debía democratizar la enseñanza como un medio de justicia social. Se enfocó en una visión pragmática de la educación y, también, uno de sus objetivos era la capacitación docente. Así lo resumía en su último informe de gobierno: “La educación y la cultura han ocupado un lugar básico en nuestro proyecto social. Constituyen… instrumentos fundamentales para avanzar en el cumplimiento de los grandes objetivos de la nación. La libertad no puede ser fruto de un sistema educativo diseñado para reproducir la desigualdad y justificar la opresión… Una vez más salimos al paso de la reacción de minorías insignificantes, las que se oponen a todo avance, que viven en el pasado y temen al futuro… ¨[Para] los maestros… se ha puesto en marcha un movimiento de capacitación encaminado a… convertirlos en… promotores de la inquietud constructiva, a través de una práctica constante de la democracia en cada aula… Postulamos una filosofía educativa incompatible con cualquier dogmatismo… en permanente compromiso con nuestras causas y abierta a las más altas corrientes del pensamiento universal” (Echeverría, 1976). La educación, en este momento, es vinculada con el crecimiento del país, el desarrollo del mismo con base en valores de identidad nacional y, al igual que Torres Bodet, libre de intereses particulares.

Durante la gestión de Ernesto Zedillo frente a la SEP se logró la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (ANMEB), cuyo discurso se refiere a la educación básica como lo que “impulsa la capacidad productiva de una sociedad y mejora sus instituciones económicas, sociales, políticas y científicas, puesto que contribuye decisivamente a fortalecer la unidad nacional y a consolidar la cohesión social… y a facilitar la adaptación social al cambio tecnológico. Además… genera niveles más altos de empleo bien remunerado, una mayor productividad… y mejores condiciones generales de alimentación y de salud, y actitudes cívicas más positivas y solidarias” (Ornelas, 2011:124). Es importante destacar que este discurso resume los sentidos clave otorgados a la educación en los periodos anteriores.

A noventa años de la fundación de la SEP, en diciembre de 2012, Enrique Peña Nieto inauguró su gestión de gobierno con el anuncio de una serie de reformas estructurales, entre éstas la educativa. En su discurso durante la promulgación de dicha reforma, se destaca el vínculo de la educación con los derechos humanos y el desarrollo del país, así como la profesionalización docente vinculada a calidad, a la cual se le da un sentido democratizador en su proceso de evaluación. Asimismo, se hace referencia directa a la importancia de recobrar la rectoría de la educación, al papel de la participación social y a la competitividad de los jóvenes. Así lo expresaba el presidente: “Hoy… se da un paso decisivo para hacer realidad el derecho humano a la educación de calidad de los mexicanos. Con ello… fortalecemos la rectoría del Estado mexicano en la educación… inicia una transformación educativa largamente esperada por la sociedad mexicana. En la era global, altamente competitiva y exigente, la formación de excelencia es la puerta de entrada hacia una sociedad exitosa y plenamente desarrollada. Además, es un instrumento indispensable para que los mexicanos podamos cumplir los ideales de paz, libertad y justicia social que anhelamos y que todo México merece… Esta reforma es el primer paso para avanzar hacia una educación incluyente y de calidad, a la altura de nuestros tiempos.” (Peña, 2012).

En los discursos expuestos se detectan cuatro ejes principales en torno a la educación: el político, el social, el económico y el que abarca los tres anteriores. En cuanto a la cantidad de referencias que hacen a cada uno de estos ejes, destaca el político, con especial atención en la autonomía de la educación con relación a intereses particulares y la rectoría del Estado sobre la misma. En segundo término, destaca el ámbito de lo social, en específico su relación con los derechos humanos y la justicia social, la orientación solidaria de la educación y la participación social. El tercer foco es el económico, con aspectos como el desarrollo del país en esa materia y el enfoque pragmático de la educación orientado a promover dicho crecimiento a escala personal, local y nacional. Por último, se encuentran dos aspectos que reúnen las tres perspectivas anteriores, que son la profesionalización docente y el fomento de la competitividad en los jóvenes.maxresdefault

Transversales a estos ejes se encuentran los sentidos otorgados a la educación. Sorprendentemente, se pueden resumir en solo tres: transformador, democratizante y nacionalista. En una revisión más detallada, queda claro que los dos puntos con mayor encuentro son, por un lado, la relación estrecha entre educación y el nivel de desarrollo del país y, por otro lado, el vínculo entre educación y derechos humanos o justicia social, los cuales son una constante en los discursos expuestos. Asimismo, se reitera la importancia de la autonomía y la rectoría del Estado ya mencionadas dentro del enfoque político. Dentro del rango de las coincidencias –al menos cuatro de los personajes expuestos lo mencionan—, se incluyen la profesionalización docente, la orientación solidaria de la educación, los ideales de la Revolución, así como su principio pragmático y su sentido nacionalista.

La noción de la relevancia que tiene la competitividad de los jóvenes se muestra como una idea visionaria de Bassols que fue retomada por Echeverría. Una constante que se concibe como desencuentro es la referencia al poco avance de los antecesores, aunque hay que destacar que Lázaro Cárdenas sí hace un reconocimiento a los esfuerzos previos en materia de cobertura y capacitación docente del período que lo antecedió. El franco desencuentro es la postura del Estado ante la participación social, en especial la de los padres de familia, equiparándola con intereses de particulares, sectarios o gremiales, se le mantuvo al margen de todas las decisiones sobre la educación, incluso denostándola, como en el caso de Echeverría, al referirse a ella como “minorías insignificantes”. No fue sino hasta la promulgación del ANMEB que se le considera parte esencial del quehacer educativo.

De esta forma, se identifica que en el transcurso de casi cien años, los sentidos impresos a la educación han sido, en general, constantes, pero lo que los ha diferenciado son los matices dados a los mismos. La preocupación e interés central del Estado ha sido –al menos en su discurso—, que la educación sea una vía de desarrollo con base en los derechos humanos y la justicia social.

 Referencias:

Bassols, N. (1964). Obras. México: Fondo de Cultura Económica.

Cárdenas, Lázaro. (1934). Discurso al protestar como presidente de la república ante el Congreso de la Unión. Informe del presidente Lázaro Cárdenas. Consultado el 25 de noviembre de 2016. http://www.biblioteca.tv/artman2/uploads/1934a.pdf

Echeverría, Luis. (1976). Sexto informe de gobierno. Discurso del Lic. Luis Echeverría Alvarez, al abrir el Congreso sus sesiones ordinarias, el 1 de septiembre de 1976. Consultado el 25 de noviembre de 2016.

http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1976_79/sexto_informe_de_gobierno_del_presidente_luis_eche_1215.shtml

Fell, Claude. (1989). José Vasconcelos: los años del águila. México, UNAM. Mencionado en Latapí, P. (coord.) (2003). Un siglo de educación en México. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes- Fondo de Cultura Económica. Pp. 21-42.

Ornelas, c. (2011) El sistema educativo mexicano. La transición del fin de siglo. México: CIDE/FDE/NF.

Peña Nieto, Enrique. (2013) Discurso de enrique peña nieto, presidente de la república mexicana, durante la promulgación de la reforma constitucional en materia educativa. México: SEP. Consultado el 25 de noviembre de 2016. http://www.sep.gob.mx/es/sep1/DiscursoEPN250213#.WD0kiC3t201

Real Academia Española (RAE). (1981). Diccionario de la Lengua Española. T. III. Madrid: Espasa-Calpe.

Vasconcelos, José. (1922). “Discurso pronunciado en la inauguración del edificio de la Secretaría de Educación Pública.” Boletín de la Secretaría de Educación Pública. Tomo I. Núm. 2. México: Dirección de talleres gráficos de la SEP. Pp. 5-9.

Verón, Eliseo. (1987) La semiosis social. Buenos Aires: Ed. Gedisa. En Sánchez (2011). “Elementos para el análisis del discurso político en el escenario internacional.” Revista Internacional de Pensamiento Político. I época. Vol. 6. Pp. 419-433.

**Seminario de Historia y Política de la Educación, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. alekalg73@gmail.com

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