Coronavirus: ética y tecnologías del futuro

Por: José Carlos García Ramírez

 

A la memoria de las y los galenos caídos en cumplimiento de su amor a la hermana humanidad ante el Covid-19.

A las enfermeras, urgenciólogos, camilleros, personal de intendencia, médicos, paramédicos, administrativos de México y de todo el mundo por ser verdaderos héroes, patriotas y humanistas.

A ellos y ellas, por siempre respeto y eterno agradecimiento. 

 

La peste

Hoy en día los habitantes del planeta Tierra atravesamos una larga noche lúgubre: el cautiverio, en la mayoría de la gente, ha servido para interrogarse a sí mismo sobre su historia de vida particular, familiar, laboral, pero también sobre la condición humana, la fragilidad de la vida y de cómo será el mañana una vez que se reanuden paulatinamente las actividades cotidianas. Es seguro que ya no seamos los mismos: o bien, aprendemos a ser responsables y generosos o volveremos a la “normalidad” pasada para seguir siendo brutales y mezquinos.

Probablemente en los meses y años por venir nos enfrentaremos a otro tipo de peste: la peste emocional, es decir, no sólo las epidemias biológicas amenazan sino también las morales. Las epidemias morales muestran lo peor de las sociedades, lo nauseabundo de la condición humana. Comentaba, en su obra “La náusea”, el filósofo francés, Jean Paul Sartre: “El infierno está en la avaricia mezquina de aquellos hombres que infectan todo con prédicas misántropas: sálvate y olvídate del resto”.

El Coronavirus desnuda la fragilidad humana, exhibe la tremenda corrupción de gobiernos depredadores de los sistemas de salud pública, muestra la inmoralidad de las innovaciones científicas y tecnológicas puestas al servicio de fines militares ecocidas/genocidas y demuestra cómo el género humano quiere caer en un pozo sin fondo al destruirse a sí mismo.

Cuando pase la peste virulenta, lo deseable es que los pueblos del orbe nunca olviden la primera lección letal de este siglo provocada por el Coronavirus. Albert Camus, novelista argelino-francés, en su célebre novela “La peste”, decía: “El único medio de hacer que la gente esté unas con otras es mandarles la peste”.

¿Por qué sólo en las tragedias o en las catástrofes, el ser humano puede ser capaz de ayudar y dar la mano al prójimo? Las pandemias o las pestes, tienen que aparecer para que el humanoide aprenda a valorar la vida. No es el odio ni la indiferencia las que salvan, sino la compasión y cooperación las que humanizan.

Tiempos difíciles

“No hay nada tan fuerte ni seguro durante una crisis en la vida como la verdad”, decía Charles Dickens, al denunciar a quienes provocan enfermedades y pobreza.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron y su homóloga la Primera Canciller de Alemania, Angela Merkel, defensores del sistema vigente, han reconocido que en cuanto pase la pandemia, habrá que pensar y hacer cosas para reducir la explotación de la naturaleza, combatir los experimentos científicos con humanos y otras especies, así como generar mejores condiciones de vida para sus ciudadanos.

Recientemente, la República Popular de China, una vez que lograron reducir la curva de contagios y decesos provocados por el Coronavirus, emitió una enmienda constitucional al Artículo 35 en donde se exige promover una “comunidad de destino compartido para toda la humanidad”. La China comunista que en la práctica tiende al capitalismo, tendrá que definir en el futuro inmediato una nueva economía política: ¿será posible lograrlo ante la lucha hegemónica por los mercados mundiales, frente a Estados Unidos y Rusia?

Jean Jacob Rousseau, advertía que los seres humanos son fuertes si están juntos y débiles si están separados. El pacto social es fundamental para restablecer relaciones de convivencia. Con el Coronavirus, pareciera descubrir algo relevante: urge un “contrato social mundial”. Los problemas mundiales requieren una solución mundial, acordada entre todos los países. Sólo así se podrá ir desprivatizando la salud, la educación, el esparcimiento lúdico, los fármacos, las tecnologías.

Decía Gandhi, no hay peor enfermedad que la pobreza. La agencia de políticas de desarrollo, Oxfam, presente en 94 países y asesorada por científicos del MIT (Massachusetts Institute of Technology), proporcionó en el 2019 los siguientes datos: el 1% de la humanidad controla más de la mitad de la riqueza del mundo. El 20% más rico posee el 94,5% de esa riqueza, mientras que el 80% debe conformarse con el 5,5%. Es una profunda desigualdad que traducida éticamente significa una injusticia perversa.

Ética y tecnologías del futuro

A la famosa TINA (There Is No Alternative), “no hay alternativa” de la cultura del capital, debemos confrontar una TIaNA (There Is a New Alternative), “hay una nueva alternativa”. Si hasta ahora la prioridad estaba centrada en la riqueza acumulada en pocas manos a costa de la expoliación de la naturaleza y del desprecio del trabajo humano, en esta segunda será la vida en su gran diversidad, también la humana con sus muchas culturas y tradiciones la que organizará la nueva forma de habitar la Casa Común.

Es impensable para el futuro pensar la ética sin desarrollo tecnológico y viceversa. La ética no es un catálogo de buenas intenciones, ni mucho menos se reduce a perspectivas individuales o subjetivas locuaces de que cada quien define lo bueno y malo. La ética es reflexión y acción sobre las cosas que hacen que la vida humana y de todo ser vivo sea reproducida, respetada a partir de principios factibles necesarios para la sobrevivencia y sostenibilidad de la Tierra.

Toda praxis política, cultural, económica y tecnológica tienen que ser direccionadas por principios éticos. Son éstos últimos los que empezarán a definir el futuro de la humanidad.

Seguramente habrá una gran discusión de ideas sobre qué futuro queremos y qué tipo de Tierra queremos habitar. Con el Coronavirus sobre la espada del mundo, se tiene que definir qué futuro estaremos dispuestos a construir: felicidad o tragedia, desarrollo humano para todos o riqueza para pocos, capitalismo “natural” y “verde” o procesos emancipatorios de tercera generación como pronostican Alain Badiou y Slavoy Zizek.

Ciencia, tecnología e innovación no deberán estar más al servicio de producir “cucherías” y artículos de confort los cuales contaminan y destruyen el planeta.  El premio Nobel de economía, Joseph Stiglitz, ha dicho con razón: “tendremos una ciencia no al servicio del mercado, sino el mercado al servicio de la ciencia”. Pero hoy, ante el contexto pos-pandémico (Covid-19), añadiría: “ciencia y tecnología al servicio de la vida”.

No saldremos de la pandemia del Coronavirus como entramos. Seguramente habrá cambios significativos en las tecnologías, tal vez incluso estructurales. Se buscará energías alternativas a las fósiles, menos impactantes para los ecosistemas. Se tendrá más cuidado con la atmósfera, las aguas y los bosques. La protección de la biodiversidad será fundamental para el futuro de toda la comunidad de la vida.

Es imposible imaginar transformaciones realizadas de un día a otro. Es comprensible que las fábricas y las cadenas de producción quieran conservar modelos eficientistas y agresivos para el trabajo y la naturaleza, los cuales no serán aceptables.

Deberán someterse a un proceso de reconversión en el que todo el aparato de producción industrial y agroindustrial, deberá incorporar el factor ético-ecológico como elemento esencial. La responsabilidad social de las empresas no es suficiente. Se impondrá la responsabilidad socio-ecológica como imperativo categórico.

Enrique Fernández Fassnacht, ingeniero y fisicoquímico mexicano, en su artículo “Una mirada a los desafíos de la educación superior en México”, señala acertadamente: “El reto, para el presente y para los años por venir, es resolver esos problemas desde una perspectiva integral, sostenible y sistémica, que facilite que los beneficios de este nivel educativo se extiendan a todos los sectores sociales y económicos”.

Hoy más que nunca la independencia tecnológica mexicana tiene que constituir un pilar central en el proyecto nacional mexicano. Depender de tecnologías y patentes extranjeras por siempre, hacen que el futuro quede cercenado y no se tenga capacidad para enfrentar los retos que pueden poner en riesgo no sólo la economía del país, sino la vida de los mexicanos. Las tecnologías para la salud son un área de oportunidad olvidada.

El Coronavirus es un buen maestro de la historia: exige tener conciencia de la responsabilidad interpersonal, tecnologías adecuadas para futuras mutaciones de virus y estrategias factibles, como dice, Fernández Fassnacht, donde la educación y la apropiación social del conocimiento estén al servicio del desarrollo nacional, así como de la integración mundial por construir una Casa Común para los ciudadanos de este planeta.

*   Tecnológico de Estudios Superiores de Chimalhuacán/Instituto McLaren de Pedagogía Crítica: mzen357@yahoo.com.mx

Fuente: El autor escribe para OVE

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Libro: La cruel Pedagogía del virus

Libro: La cruel Pedagogía del virus

Boaventura de Sousa Santos

CLACSO

 

«La vida humana, señala este intelectual, representa solo el 0.01% de la vida existente en la Tierra. La defensa de la vida en nuestro planeta en su conjunto es la condición para la continuación de la vida de la humanidad.

Según Boaventura de Sousa Santos, la idea conservadora de que no hay alternativa a la forma de vida impuesta por el hipercapitalismo en el que vivimos se desmorona. Y concluye afirmando que ‘las alternativas entrarán, cada vez con más frecuencia, en la vida de los ciudadanos a través de la puerta trasera de crisis pandémicas, desastres ambientales y colapsos financieros’.

Para Boaventura de Sousa Santos salvar nuestro planeta requiere ir más allá del marco de referencia eurocéntrico, reconociendo la pluralidad de modos de adquisición de conocimiento (que incluye el conocimiento científico), lo que Boaventura de Sousa Santos llamó las Epistemologías del Sur.»

Tomado de la Presentación

Autor del Libro: Boaventura de Sousa Santos

Descargue el libro completo en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20200430083046/La-cruel-pedagogia-del-virus.pdf

Fuente de la Información: CLACSO

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OPINIÓN | COVID-19 y la fragilidad del sistema de salud pública

Por: Tlachinollan

Hemos quedado atónitos ante lo que ha sucedido en China y se está replicando en varios países europeos y en Estados Unidos, con la pandemia del coronavirus. A pesar de los grandes avances científicos y tecnológicos vemos el gran abismo de nuestra fragilidad humana, ante la ola expansiva del virus, que se propaga por todo el orbe. De acuerdo con información de las agencias noticiosas, el nuevo coronavirus que causa la enfermedad conocida como COVID – 19, se ha propagado a más de 150 países. Se habla de que más de 275 mil personas en el mundo, se han contagiado con este virus y más de 11 mil personas han muerto hasta este viernes 20 de marzo. Actualmente hay 500 millones de personas en todo el mundo que se han aislado con el fin de frenar la pandemia, sin embargo, los casos de personas contagiadas siguen avanzando y las cifras de muertos continúan elevándose.

En nuestro país de acuerdo con informes de la Secretaria de Salud (SS) confirmó este viernes el segundo deceso por COVID – 19, reportando 203 casos positivos a nivel nacional; 606 sospechosos y mil 111, negativos. Con este segundo fallecimiento, la tasa de letalidad actual es del uno por ciento. De acuerdo con las estimaciones realizadas por los funcionarios de la SS, el pico de la enfermedad podría presentarse a fines de abril y principios del mes de mayo, aunque mucho dependerá de que las acciones de sana distancia y las recomendaciones de higiene emitidas se realicen cabalmente.

Esta crisis sanitaria de nueva cuenta vuelve a mostrar las graves deficiencias y la fragilidad de nuestro sistema de salud. Es un sistema fragmentado por la diversidad de instituciones de salud, que atienden a los diferentes sectores de la población. En esta fragmentación se reproduce la desigualdad social que existe en nuestro país. La población mayoritariamente pobre, es la que en otros años atendió la Secretaria de Salubridad y Asistencia (SSA), posteriormente fue el programa conocido como Seguro Popular (SP) y actualmente, con el Lopezobradorismo se le ha bautizado como el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI). Existe también el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE); el Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS), Petróleos Mexicanos (PEMEX) y la Secretaria de la Defensa Nacional (SEDENA). En estas instituciones de salud, la atención es diferenciada. Entre la población abierta el acceso a estos servicios esta muy restringida y limitada, porque la infraestructura hospitalaria se concentra en las principales ciudades donde existen pocos hospitales de segundo nivel que son insuficientes para atender a miles de pacientes. Esta situación se complica porque hay un gran déficit en cuanto a infraestructura médica, equipamiento, insumos, escasez de medicamentos, falta del personal de enfermería y médicos, que ha colocado a la población pobre en una situación sumamente critica. Los que menos tienen se les obliga a realizar más gastos de lo que se requiere para la atención médica. Los familiares de los pacientes tienen que comprar desde gasas, alcohol, medicamentos del cuadro básico pasando por los gastos catastróficos, como la compra de un marcapasos o un stent.

En Guerrero los servicios de salud son obsoletos e insuficientes. Se requiere ampliar la cobertura hospitalaria en las siete regiones del estado, con la apertura de nuevos hospitales. Es urgente la rehabilitación de la mayoría de ellos, pero sobre todo garantizar una cobertura óptima en los servicios básicos de la salud. Desde hace más de tres sexenios arrastramos un déficit económico altísimo, que es uno de los mayores quebrantos que enfrentamos en el estado. Lamentablemente el sistema de salud estatal ha servido como caja chica para el gobierno del estado, y ha sido también un terreno fértil para la corrupción entre los altos funcionarios.

Se ha dejado en total abandono a la población que vive en el campo y la que se encuentra asentada en las periferias de las principales ciudades del estado. Hay un total descuido en cuanto a los servicios que normalmente tienen que brindar los centros hospitalarios. Se denigra al paciente por el maltrato y la desatención, se hace más cruento su malestar por falta de personal médico y se trunca la posibilidad de garantizarle este derecho al no proporcionarle medicamentos, ni garantizarle estudios de laboratorio. Se ha normalizado que los pacientes tengan que cargar con los costos de la corrupción y pagar con dinero que no tienen los servicios de salud que el Estado debe de brindar de manera gratuita. La situación se complica para la mayoría de los pacientes porque ante la emergencia de la pandemia en Guerrero, se vive un momento critico por la transición que se está dando en cuanto nuevo modelo de salud, implantado por el gobierno federal a través del INSABI. Se vive en la incertidumbre porque aún no se conocen las reglas de operación, por lo mismo, no se tiene un plan bien diseñado para la atención integral de la salud entre los guerrerenses. El panorama se complica porque los mismos trabajadores de la salud se encuentran en la incertidumbre. Nadie tiene la certeza que serán contratados, mucho menos como será la nueva relación laboral. Por lo mismo, no hay condiciones para hacer frente al gran desafío del coronavirus.

A nivel nacional es preocupante que, en estos primeros días de la emergencia nacional causada por el coronavirus, haya sido solo el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, el doctor Hugo López-Gatell, quien asumió la alta responsabilidad de informar a la población sobre las medidas que se han tomado ante el grave problema del COVID -19. El Consejo de Salubridad General (CSG) tardó en reaccionar, cuando por ley es el órgano del Estado Mexicano que tiene como mandato la emisión de disposiciones obligatorias en materia de salubridad general. El Consejo representa la segunda autoridad sanitaria del país, precedido únicamente por el presidente de la República. El ámbito de acción del Consejo abarca a todas las organizaciones, públicas y privadas, que constituyen el Sistema Nacional de Salud (SNS), incluyendo las autoridades administrativas federales, estatales y municipales. Fue hasta el jueves 19 de marzo, cuando el Consejo de Salubridad General, realizó su primera sesión extraordinaria del año para declarar este padecimiento como una enfermedad grave que requiere atención prioritaria y, por lo mismo, se declaró en sesión permanente. Una de sus primeras decisiones fue avalar el plan de preparación y respuesta a la pandemia del COVID – 19, que lleva a cabo la SS. También el Consejo exhortó a los gobiernos de los estados y las instituciones de salubridad a presentar su plan de ampliación de servicios y reconversión de camas hospitalarias, para atender la demanda de enfermos con el nuevo coronavirus, sobre todo cuando el país transite de la fase I a la fase II.

La preocupación nacional y a nivel del Estado, es que en un inicio se dio un mensaje inapropiado de la amenaza de la pandemia. Se minimizó el problema, al grado que hasta el momento hay amplios sectores de la sociedad, que no creen en la letalidad del COVID – 19. En ciertos ámbitos del gobierno, se mantiene una postura optimista de que se encuentra bajo control el coronavirus. Es sumamente peligroso esta postura ambivalente por parte de algunos gobernantes, que no dimensionan las graves consecuencias de esta pandemia.  Tiene que haber un mensaje claro y contundente de las autoridades sobre las medidas sanitarias que toda la población debe de atender. En nuestra entidad debe igualmente funcionar el Consejo Estatal de Salud como máximo órgano en la toma de decisiones, que esté en permanente comunicación con el Consejo de Salubridad General, para no dar pasos en falso.

Se debe de informar con veracidad a la población y, sobre todo, se tiene que garantizar la atención a los sectores más alejados de los centros urbanos. Tememos que las autoridades federales y estatales estén realizando deliberadamente pocas pruebas con el fin de mostrar un bajo número de personas diagnósticas por el COVID – 19. En el caso de Guerrero el gobernador informó el viernes pasado, que en nuestra entidad hay 28 personas que están en estudio, y que hay cuatro casos confirmados; tres de Acapulco y uno de Chilpancingo. Esta muestra no es significativa de lo que realmente este sucediendo en nuestro estado, con el coronavirus porque hablamos de una población de más de 3 millones de habitantes.

Las razones de peso económico pueden llevarnos a una situación inmanejable, por eso es importante ampliar las pruebas a mayor número de pacientes, porque estamos ante una enfermedad altamente infectocontagiosa. Se tiene que revisar el mecanismo implementado a nivel estado para la realización de las pruebas, porque es insuficiente e ineficiente que solo sea a través de las jurisdicciones sanitarias, como se puedan realizar las muestras de los pacientes para de ahí trasladarlas al Puerto de Acapulco. Es un problema que se puede desbordar por la obsolescencia de este mecanismo y que, además, no esté reflejando el tamaño del problema que enfrentamos. La situación de violencia que enfrentamos y la grave crisis económica que padecemos nos puede llevar a la fase III, antes de lo pronosticado por el subsecretario de salud.

Fuente e imagen: http://www.tlachinollan.org/opinion-covid-19-y-la-fragilidad-del-sistema-de-salud-publica/

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