EEUU: Para padres, la crisis del COVID causa fatiga y frustración

Por: eldiariolibre.com

  • Las clases por internet trastocaron la educación de los niños y las rutinas de trabajo de los padres
Amber Cessac se toma un selfie mientras cuida a sus hijas en Georgetown, Texas el 9 de septiembre del 2021. Para millones de padres de niños menores, la crisis del COVID no sólo ha provocado preocupación por la enfermedad misma sino también fatiga y frustración

Habían pasado ocho días desde el inicio del año escolar y las cinco hijas de Amber Cessac — de entre 4 y 10 años de edad — habían dado positivo al COVID-19.

Teniéndolas a todas enfermas, preocupándose de las repercusiones a largo plazo y teniendo a otros padres de alumnos, y a su propia madre, desestimando la pandemia, “hizo que algo estallara en mí”, relata Cessac.

“La ansiedad y el estrés se me habían acumulado adentro y me sentía como derrotada, como desesperada”, añadió.

Como millones de padres de niños pequeños, Cessac ha estado lidiando con el estrés de la pandemia desde hace ya 18 meses.

Están agotados por la pandemia misma, principalmente ante la propagación de la contagiosa variante delta, más que nada entre los no vacunados, lo que ha causado un aumento pronunciado de los casos en los niños.

Las clases por internet trastocaron la educación de los niños y las rutinas de trabajo de los padres. Luego regresaron las clases presenciales, lo que trajo más exposición al virus y tensiones sociales debido a que los padres se peleaban por las medidas de salud apropiadas. La politización de máscaras, vacunas y cierres ha dejado extenuados a los padres, que durante año y medio han tenido que decidir qué pueden sus niños hacer y no hacer.

“Los padres están más agotados de lo que jamás hemos visto”, observó Amanda Zelechoski, profesora de psicología de la Universidad de Valparaiso que fundó la organización benéfica, y el acompañante website, Pandemic Parenting.

“Llevamos año y medio con los nervios de punta y la crisis no da señales de acabar”, añadió.

Para muchos, la realidad escolar ha sido fuente de intenso debate. Hay evidencias de que las máscaras reducen la propagación del virus y en según las encuestas, en Estados Unidos la mayoría de la población está a favor de hacer obligatorio el uso de máscaras para alumnos y docentes. Pero el tema se ha politizado. Muchos gobernadores republicanos han tratado de prohibir toda orden de vestir la máscara. Las normas sobre máscaras, pruebas y cuarentenas varían notablemente de distrito en distrito. Poco después de la reanudación de las clases presenciales en agosto, la tasa de contagios repuntó y muchas escuelas tuvieron que volver a cerrar.

La escuela a la que van las cuatro hijas mayores de Cessac en un suburbio de Austin, Texas, no exige vestir la máscara. Las niñas, demasiado chicas para ser vacunadas, le dijeron que son unas de las pocas que usen la máscara. Ella las envió de vuelta al colegio mientras se recuperan.

“No hay ningún lugar donde las cosas estén mejor. Todas las madres nos sentimos atrapadas en esta situación. No hay nada que podemos hacer”, añadió.

Más de 5,5 millones de niños en Estados Unidos han dado positivo al COVID-19, el 20% desde el inicio del año escolar actual, según la Academia de Pediatría de Estados Unidos. Por lo general los niños son mucho menos susceptibles a enfermarse de gravedad o de morir, pero por lo menos 498 han fallecido.

Las vacunas han estado disponibles para niños mayores de 12 años desde mayo, pero las tasas de vacunación infantil son mucho menores a las de los adultos. Según datos oficiales, alrededor de la mitad de los jóvenes de 16 y 17 años están vacunados, y el 43% de los jóvenes entre los 12 y 15 años; entre los adultos están vacunados dos tercios de la población.

Y si bien se estima que para fines de año habrá una vacuna para los menores, por ahora siguen siendo vulnerables. Muchos padres no saben cuál es la mejor manera de protegerlos. “Muchos padres se ven ante decisiones difíciles, se preguntan ¿qué es lo más seguro para mi familia? O se sienten rezagados o invisibles porque otros segmentos de la población sí han podido reanudar actividades”, explicó Zelechoski.

Más de un millón de alumnos abandonaron el sistema de educación pública de Estadios Unidos en el año escolar de 2020, en que la mayoría asistió a clases vía internet. No queda claro cuál es la tendencia en el año escolar actual, pero la obligación de ponerse la máscara ha llevado a algunos padres a buscar alternativas.

Sheila Cocchi, una madre soltera que aún siente los efectos después de contraer COVID-19 en febrero, le está pagando a una maestra para que le dé clases a sus hijos de 10 y 14 años, 10 horas a la semana, junto con un programa educativo por internet. Ella trabaja desde casa en Fernandina Beach, Florida, justo al norte de Jacksonville.

“El año pasado era como que, bien, esto es una locura para todos y juntos vamos a tener que adaptarnos. Ahora el estrés es distinto”, dice Cocchi.

“Estamos tratando de resolver este problema todos como nación, o por lo menos como estado, pero hay un montón de gente que no ayuda. Yo quiero que mis hijos regresen a la escuela, igual que todos los demás”, añadió.

Otros padres dicen estar seguros que lo mejor para sus hijos es estar en la escuela, y están optimistas de que todo estará bien.

En Fort Worth, Texas, Heather Buen, empleada de una empresa local de servicios públicos, le insiste a sus niños que se laven las manos y que se pongan la máscara, incluso cuando los demás niños — a veces ni siquiera los maestros — lo hacen.

“Eso requiere un gran esfuerzo”, sostiene Buen.

Ella cree que al ver que su padre, un electricista, tuvo COVID-19 les causó suficiente impresión como para atenerse a las reglas sanitarias. Los cinco niños que están en la escuela no se han enfermado, y Buen se siente un poco más tranquila al ver que más docentes y niños están poniéndose la máscara. Aun así, padres de tres distritos, incluido el de ella, han entablado demandas acusando a las escuelas de violar los derechos constitucionales de los menores al no imponer una orden de vestir máscaras.

Las demandas, las peleas en las juntas escolares, y las peleas familiares y entre amigos también están contribuyendo al estrés generalizado.

“las peleas de parte y parte, eso es lo que ha sido lo más difícil”, comenta Sarah Brazwell, cuyo hijito de 3 años está en el jardín de infancia y su hijo de 9 está en primaria. Ella dice que no está lista para vacunarse, y que ponerse la máscara en el pequeño pueblo de Florida donde vive “no tiene mucho sentido” porque casi nadie la usa.

La atención infantil — cómo conseguirla, pagarla, la posibilidad de enfermarse allí — ha sido una enorme fuente de estrés durante la pandemia. Hay poco personal especializado y puede resultar difícil encontrar una plaza disponible. Si un pequeño queda enfermo o expuesto al virus, incluso si sufre un resfriado menor, la escuela tiene que mandarlos a todos de vuelta a casa por días o semanas, obligando a los padres a buscar alternativas para el cuidado de sus hijos.

Deanna Manbeck, directora del centro de atención infantil al que va su hijo en Wilmington, Delaware, tiene una gran responsabilidad para las 20 familias que usan el plantel. Allí la directiva ha obligado a todos a usar máscaras, pero no a ponerse la vacuna, pues temen que los docentes renunciarán.

“¿Cómo voy a decirle a los padres que ya no podemos cuidar a sus hijos y que tienen que encontrar otro lugar?”, expresó Manbeck.

“Como madre, quisiera que todos los maestros estén vacunados, pero no estamos en la posición para poder exigir eso”, añadió.

Jeff Sheldon y su esposa entrevistaron niñeras para sus dos hijos — uno de 3 años y uno un bebé — luego que el cierre de escuelas y enfermedades menores confinaron a los pequeños a la casa durante semanas este verano pasado. Sheldon y su esposa usaron días de enfermedad o trabajaron desde casa. Las madres de ambos también ayudaron.

“No podemos seguir en una situación en que pueden suspender las clases de un día para otro”, manifestó en relación al centro de cuidado infantil en Lincoln, Nebraska, que usaba antes.

Sheldon podía trabajar desde casa más a menudo que su esposa, quien trabaja para el sistema de educación pública. De hecho, la pandemia ha subrayado la carga en particular que tienen las mujeres en balancear su trabajo con sus labores domésticas, y millones de mujeres han dejado de trabajar.

Tomarse un tiempo de licencia fue algo que consideró brevemente la doctora Ankita Modi, una pediatra en Charlotte, Carolina del Norte. Le molestaba el hecho de siquiera pensar en eso, pero así de mal estaban las cosas. En su distrito escolar, ponerse la máscara es algo opcional, no existe la opción de clases a distancia y ella dice que el sistema de rastreo no funciona. Las autoridades de salud local estuvieron de acuerdo y amenazaron con demandar al distrito antes de llegar a un acuerdo sobre las medidas sanitarias a seguir hace pocos días.

Su hijo más pequeño tiene 11 años y por lo tanto es muy pequeño para ponerse la vacuna; los otros dos sí pueden.

“Me siento como que los estoy poniendo en peligro todos los días. Como madre, es sumamente desconcertante. Yo no creo que nadie ha dormido bien desde que comenzaron las clases”, declaró Modi.

https://www.diariolibre.com/usa/actualidad/para-padres-la-crisis-del-covid-causa-fatiga-y-frustracion-KM29166408

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Cómo impacta el estrés infantil sobre el proceso de aprendizaje

Por: Educación 3.0

Óliver Jiménez, formador e investigador en mindfulness y gestión emocional, analiza por qué sufrir estrés durante el proceso de aprendizaje puede repercutir de manera muy negativa a la hora de afianzar conceptos y contenidos.

Pablo acaba de recibir la calificación de su primer examen de matemáticas. Es una nota de sobresaliente, así que su profesora lo felicita delante de todos sus nuevos compañeros mostrándolo como modelo a seguir en su asignatura. Cualquiera podría pensar que Pablo debe estar muy contento con su nota y, sobre todo, por empezar así su nueva etapa. Para Pablo, es todo lo contrario. Piensa que a partir de ahora tendrá que sacar siempre un sobresaliente en esa asignatura para cumplir con la expectativa de su nueva profesora, siendo cualquier otro resultado un tremendo fracaso. Sobre todo, desde que sus padres se han divorciado y está viviendo con su madre en un lugar diferente, lo que hace que la situación sea especialmente difícil. Desde el punto de vista de Pablo, sentirse estresado por ello es muy lógico, sobre todo teniendo en cuenta el cúmulo de circunstancias que se dan en su vida en ese momento, pero de mantenerse en el tiempo ese nivel de alerta y activación, Pablo podría desarrollar un estrés negativo. Esta es una manera de demostrar que el estrés infantil impacta sobre el proceso de aprendizaje.

estrés infantil

El concepto de estrés, debido a su extendido uso de forma coloquial o a su mal uso, suele ser confundido con otros conceptos (por ejemplo, con el de ansiedad), lo que conlleva en muchas ocasiones a patologizar situaciones puntuales de estrés, como pueden ser la vuelta al trabajo después de las vacaciones, o enfrentarse a un mal resultado. Ello implica que valoremos frecuentemente el estrés como algo negativo que hay que evitar en todo momento. Sin embargo, el estrés que podemos experimentar en estas situaciones es totalmente adaptativo y necesario, lo que nos ayuda a lidiar con las nuevas demandas del contexto que tenemos que afrontar.

El lado positivo del estrés

El estrés se puede definir como la respuesta (cognitiva, fisiológica y conductual) que da nuestro organismo cuando el entorno al que nos exponemos es evaluado como desbordante, ya sea por falta de recursos o por suponer una amenaza para nuestro bienestar (Lazarus y Folkman, 1984). La respuesta de activación fisiológica, cognitiva o conductual (dependiendo de la duración y la intensidad), puede provocar un estrés puntual que sea adaptativo y nos permita desarrollar nuevas herramientas para afrontar la situación (ej: aumentar nuestros momentos placenteros, priorizar tareas o pedir ayuda), o un estrés negativo (distrés) que puede incluso llegar a ocasionarnos algún trastorno psicofisiológico o psicosomático, como pueden taquicardia, asma bronquial, psoriasis, etc… (Labrador y Crespo, 1993).

Es por ello que el estrés negativo depende totalmente de la vivencia personal, lo que hace que una misma situación pueda ser evaluada de forma totalmente opuesta por personas diferentes. Por eso Pablo estaría experimentando su sobresaliente como algo estresante, aunque para cualquier otro sería una situación positiva y digna de celebración.

estrés infantil

Pablo podría tener una serie variada de conductas como respuestas al estrés: evitar la situación (poner excusas para no ir clase de matemáticas), sentir hostilidad, llorar, bloquearse ante problemas que antes solventaba, o la más frecuente, experimentar cansancio, agotamiento o ansiedad (Sapolsky, 2015). Todas estas respuestas tendrán consecuencias negativas en el entorno familiar y escolar, por lo que Pablo podría experimentar un deterioro en la relación con sus compañeros, ver la escuela como una amenaza o pensar que no puede afrontar o soportar las demandas del nuevo contexto. Jermott y Magloire (1985) relacionan altos niveles de estrés prolongados en el tiempo con una disminución del sistema inmunitario, haciendo a Pablo más susceptible de caer enfermo y reducir su asistencia a clase, lo que podría afectar a su rendimiento académico, su autoestima o sentirse fracasado o indefenso frente a las demandas del nuevo contexto, entrando en un círculo vicioso que incrementaría el estrés.

En el caso concreto del aprendizaje, cuando nuestro organismo se encuentra bajo una amenaza (real o subjetiva), la reacción funcional y adaptativa es la de abordar de forma inmediata dicho peligro e intentar solventarlo, por lo que nuestra atención y recursos van destinados a ello, afectando al modo en que pensamos, sentimos y actuamos. Pablo entraría en ‘modo supervivencia’, pasando a un segundo lugar (o dejando de lado) todo lo relacionado con el proceso de aprendizaje: memorización de contenidos a corto y largo plazo, la atención sostenida, la retención de conceptos novedosos, la resolución de problemas, entre otros. Un estudio reciente pone de manifiesto que los estudiantes de entre 6 y 8 años que experimentan altos niveles de ansiedad en matemáticas, sufren una reducción en el uso de la memoria de trabajo, impidiendo solucionar problemas complejos de forma eficaz, aunque posean una gran capacidad para solventarlos (Ramirez, Chang, Maloney, Levine y Beilock, 2016).

El aprendizaje de Pablo, por tanto, se ve afectado al estar puesta su atención en los pensamientos, emociones o sensaciones relacionadas con la fuente de su estrés, experimentando frecuentemente culpabilidad por la separación de sus padres o pensar habitualmente que tiene que sacar buenas notas para agradar a sus nuevos compañeros. Por ello es normal que Pablo se sienta agotado o fatigado a diario, duerma mal y experimente tristeza o ganas de llorar constantes.

” El aprendizaje se ve afectado al poner la atención en pensamientos, emociones o sensaciones relacionados con la fuente de estrés “

Es normal, por tanto, que Pablo se distraiga con facilidad, sienta frustración o desarrolle conductas hostiles que antes no mostraba, experimentando continuamente una gran inestabilidad emocional y viéndose perjudicado, una vez más, su proceso de aprendizaje y adaptación al nuevo entorno, desarrollando menor flexibilidad a los cambios y experimentando una peor relación con sus profesores, sus compañeros y el entorno educativo (Jensen, 2003).

Por ello es importante la realización de intervenciones preventivas en los entornos escolares que doten (tanto a docentes como a su alumnado) de herramientas que reduzcan la exposición de forma continua a experiencias estresantes, minimizando su impacto a fin de lograr una mayor salud psicológica a corto y largo plazo.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/como-impacta-el-estres-infantil-sobre-el-proceso-de-aprendizaje/115626.html

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