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Cuando los niños franceses y alemanes empezaron a jugar pacíficamente

IGNACIO CEMBRERO

Los luxemburgueses, incrédulos, se concentraban ante el patio de la primera Escuela Europea a la hora del recreo. Querían comprobar con sus propios ojos que niños franceses y alemanes eran capaces de jugar sin pelearse, pacíficamente. Hacía tan solo ocho años que había acabado la II Guerra Mundial y acababa de abrir en Luxemburgo la primera escuela que acogía a los hijos de los funcionarios de la primera institución europea, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero(CECA). Más tarde, en 1967, se fusionaría con las otras dos instituciones para convertirse en la Comunidad Europea.

Llegué tarde a Luxemburgo para ver a los transeúntes apiñados ante el patio, pero sí recuerdo que mis profesores nos lo contaban en clase para imbuirnos del espíritu europeo. Era un niño que venía de una España en la que esporádicamente aún se cantaba el ‘Cara el Sol’, elhimno de la Falange, en los colegios católicos de Madrid. Quedé deslumbrado ante una escuela multilingüe y multicultural, en cuyas clases mezclaban a alumnos de seis nacionalidades y en él que no enseñaban la historia de una nación sino la de una Europa que empezaba a escribir un nuevo capítulo de su historia. Además, en Luxemburgo no se cantaban himnos sino villancicos en vísperas de la Navidad.

Alumnos de la Escuela Europea de Luxemburgo.
Alumnos de la Escuela Europea de Luxemburgo.

Fui el primer español en sentarme en los pupitres del 21 del Boulevard de la Foire. Mi padre, Carmelo Cembrero, democristiano, participó en 1962 en el “Contubernio de Múnich”. Al regresar a España por La Junquera, la policía le denegó la entrada. Tras unos vaivenes por Europa, fue contratado por la CECA en 1963. Cuando se produjo la fusión de las instituciones nos trasladamos a Bruselas y se convirtió en el primer funcionario español de la Comunidad Europea junto Josep Sans Arrufat, miembro de Esquerra Republicana de Catalunya. Fueron dos excepciones achacables a la solidaridad política de sus correligionarios europeos cuando faltaban todavía 19 años para que España se subiese al carro europeo.

De todos esos años sentado en los bancos de dos escuelas europeas, de las conversaciones en familia y con algunos de los padres de mis amigos, especialmente con el sindicalista belga de origen polaco Jan Kulakowski, recuerdo el regocijo por la reconciliación entre europeos y una difusa ilusión colectiva. Tenían, teníamos incluso los más pequeños, la sensación de estar haciendo historia uniendo a naciones antaño enfrentadas. Había incluso quienes se consideraban una avanzadilla que miraba por encima del hombro a todas aquellas democracias europeas que no se habían querido subir al carro de esta segunda Ilustración.

Mis profesores recordaban agradecidos su papel en la lucha contra el III Reich, pero describían a veces a los británicos como “bichos raros”

El Reino Unido había sido el primero en apartarse y por eso el inglés no era la ‘lingua franca’ de aquella nueva Europa. Su ausencia suscitaba sentimientos contradictorios. Mis profesores recordaban agradecidos su papel fundamental en la lucha contra el III Reich, pero describían a veces a los británicos como “bichos raros”, sometidos a los dictados de EE UU que no les dejaba participar en la fiesta de la reconciliación europea. Al final, en 1973, Londres se sumó a la marcha emprendida por Europa, pero puso tantas piedras en el zapato que la ralentizó.

Dejé Bruselas al acabar el bachillerato en la Escuela Europea para estudiar en París, pero regresé en dos ocasiones para ser corresponsal del diario El País y trabajar más tarde en un programa de la Comisión Europea dedicado a los vecinos árabes del Mediterráneo. Sabía que la construcción europea pasaría por altibajos, pero siempre pensé que no tenía vuelta atrás, que al final del largo camino estaban nada menos que los Estados Unidos de Europa.

Ahora sí temo que sea reversible aunque los líderes del Viejo Continente reiterasen el sábado en Roma su compromiso de seguir adelante con el proyecto que nació hace 60 años con la firma delTratado de Roma. La UE se enfrenta a una combinación de problemas de difícil solución. Uno de sus principales socios, el Reino Unido, la abandona; la crisis económica que empezó a golpearla a finales de la década pasada ha propagado el euroescepticismo en parte porque los gobiernos nacionales achacan a Bruselas la culpa de sus políticas de austeridad; el arribo masivo de inmigrantes y refugiados y la amenaza terrorista han incitado a un puñado de Estados miembros, muchos de ellos recién llegados, a levantar fronteras ignorando, a veces, los compromisos suscritos.

Permanecer unidos es como mejor podremos competir en un mundo que, pese a las trabas de Trump, seguirá por la senda de la globalización

Es ahora, sin embargo, cuando más necesitamos cerrar filas. Permanecer unidos es como mejor podremos competir en un mundo que, pese a las trabas que pondrá Donald Trump, seguirá por la senda de la globalización. Es además así la mejor forma de hacer frente a la creciente inseguridad, sin precedentes desde la II Guerra Mundial, en la frontera sur de Europa y también en la del norte donde Rusia vuelve a ser percibida como una amenaza. Por algo el Ejército españoldesplegará en junio, por primera vez, carros de combate Leopard a Letonia.

El proyecto europeo ha zozobrado en la última década. Si echamos la vista atrás, desde aquel año 1953 en que los niños franceses y alemanes empezaron a jugar juntos en el patio de la Escuela Europea, la construcción europea ha sido, sin embargo, todo un éxito. Por algo millones de inmigrantes y refugiados han llegado estos últimos años a la UE y otros muchos millones repartidos por el norte de África, Oriente Próximo y Asia Central anhelan con poder entrar en Europa. Son en su mayoría sirios porque en ese país los niños suníes, alauíes y cristianos ya no pueden jugar juntos en el patio de su colegio.

Fuente: http://blogs.elconfidencial.com/mundo/tribuna-internacional/2017-03-25/ninos-franceses-alemanes-escuelas-educacion-paz_1355196/

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Chomsky: «El Capitalismo se basa en supuestos despiadados, Antihumanos»

Por: R-EVOLUCION.ES. 

Conforme se acercaba a los noventa años, la bibliografía de Noam Chomsky continúa creciendo. Afortunadamente para la izquierda internacional, también sigue ofreciendo entrevistas.

A principios de este mes, menos de una semana antes de su octogésimo octavo cumpleaños, Chomsky se sentaba a conversar en su despacho de Cambridge, Massachusetts. Entrevistado por Vaios Triantafyllou, un estudiante de posgrado de la Universidad de Pensilvania, Chomsky habló de todo desde el socialismo, la naturaleza humana y Adam Smith hasta el presidente electo de EE. UU. (La transcripción se ha resumido y editado para facilitar su comprensión).

Conforme Donald Trump completa la designación de su gabinete, Chomsky reconoce que el futuro podría depararnos intolerancia y culpabilización. Sin embargo, la decisión sigue dependiendo de nosotros: “Que logren su propósito”, opina Chomsky sobre la táctica de divide y vencerás, “depende de la resistencia que oponga gente como usted”.

¿Cómo deberían plantear los socialistas la relación entre las reformas que humanicen el actual sistema de producción (como propuso Sanders) y el objetivo a largo plazo de erradicar totalmente el capitalismo?

Para empezar, deberíamos reconocer que, al igual que la mayoría de los términos del discurso político, el socialismo prácticamente ha perdido su significado. El socialismo antes significaba algo. Si retrocedemos en el tiempo, fundamentalmente significaba el control de la producción por parte de los productores, la eliminación del trabajo asalariado, la democratización de todas las esferas de la vida: la producción, el comercio, la educación, los medios de comunicación, la autogestión obrera en las fábricas, el control comunitario de las comunidades, etcétera. Eso fue en su momento el socialismo.

Sin embargo, hace un siglo que dejó de significar todo eso. A decir verdad, los que se denominaban países socialistas eran los sistemas más antisocialistas del mundo. Los trabajadores tenían más derechos en Estados Unidos e Inglaterra que en Rusia, y no sé por qué se siguió llamando socialismo.

lo que deberíamos cuestionarnos es si la gente preocupada por los seres humanos, por sus vidas y preocupaciones, debería tratar de humanizar el sistema

Por lo que respecta a Bernie Sanders, es una persona honesta y decente, y yo le di mi apoyo. Lo que él entiende como socialismo es el progresismo del New Deal. En realidad, sus políticas no habrían sorprendido mucho al general Eisenhower. El hecho de que a esto se le llame revolución política es un indicio de hasta qué punto el espectro político ha virado hacia la derecha, principalmente en los últimos treinta años, desde que comenzaron a instituirse los programas neoliberales. Lo que él pedía era el restablecimiento de algo similar al progresismo del New Deal, lo cual es muy positivo.

Respondiendo a su pregunta, creo que lo que deberíamos cuestionarnos es si la gente preocupada por los seres humanos, por sus vidas y preocupaciones, debería tratar de humanizar el sistema de producción actual utilizando los medios que usted describe. La respuesta es por supuesto que sí, mejoraría la vida de la gente.

 ¿Deberían fijarse el objetivo a largo plazo de erradicar totalmente la estructura económica capitalista? Así lo creo. El capitalismo ha obtenido sus logros, pero se basa en supuestos bastante despiadados, supuestos antihumanos. La idea misma de que debe haber una clase de personas que dan órdenes en virtud de la riqueza que poseen y otra ingente clase de personas que reciben órdenes y las acatan debido a que carecen de acceso a la riqueza y el poder es sencillamente inaceptable.

De modo que por supuesto que debería erradicarse. Sin embargo, no se trata de alternativas, son cosas que hay que hacer conjuntamente.

Uno de los principales argumentos empleados en contra del socialismo es que la naturaleza humana es egoísta y competitiva por definición y, por consiguiente, únicamente propicia el capitalismo. ¿Cómo respondería a esto?

Tenga en cuenta que el capitalismo es una etapa minúscula de la sociedad humana. En realidad nunca tuvimos capitalismo, siempre hemos tenido alguna que otra variante de capitalismo de Estado. La razón es que el capitalismo se autodestruiría en un periquete. De este modo, la clase empresarial siempre ha reclamado una fuerte intervención estatal para proteger a la sociedad del efecto destructivo de las tendencias del mercado. A menudo es el mundo empresarial el que lleva la delantera porque no quiere que se acabe todo.

De manera que hemos tenido alguna que otra variante de capitalismo de Estado durante un periodo de tiempo brevísimo en la historia de la humanidad, lo cual, en esencia, no nos dice nada sobre la naturaleza humana. Si se observan las sociedades e interacciones humanas, hay de todo. Hay egoísmo, hay altruismo, hay compasión.

Adam Smith, el patrón del capitalismo, opinaba que el principal instinto humano era la compasión

Tomemos a Adam Smith, el santo patrón del capitalismo. ¿Qué opinaba? Opinaba que el principal instinto humano era la compasión. De hecho, echémosle un vistazo al término “mano invisible”. Fijémonos en el uso real que hacía de la expresión. En realidad no es difícil deducirlo porque solo la empleó dos veces con un sentido relevante, una vez en cada uno de sus dos libros principales.

En uno de sus libros más importantes, La riqueza de las naciones, la expresión aparece una vez, y lo hace en lo que constituye una crítica a la globalización neoliberal. Lo que afirma es que si en Inglaterra los fabricantes y comerciantes invirtieran en el extranjero e importaran productos del extranjero, se beneficiarían, pero sería perjudicial para Inglaterra. Sin embargo, su compromiso hacia su país les basta, de modo que es improbable que lo hagan y, por lo tanto, gracias a una mano invisible, Inglaterra se salvará del impacto de lo que llamamos globalización neoliberal. Este es uno de los usos.

El otro empleo está en el otro de sus libros más importantes, La teoría de los sentimientos morales (que la gente no lee mucho, pero que para él era su libro más importante). En este libro es igualitario: creía en la igualdad de resultados, no de oportunidades. Es una figura de la Ilustración, precapitalista.

Plantea lo siguiente: supongamos que estamos en Inglaterra, y un terrateniente posee la mayoría de las tierras mientras hay personas que no tienen nada para subsistir. Dice que no importaría mucho porque el rico terrateniente, en virtud de su solidaridad con otras personas, distribuiría los recursos entre ellos, de modo que, gracias a una mano invisible, acabaríamos viviendo en una sociedad bastante igualitaria. Este es su concepto de la naturaleza humana.

La gente a cuyas clases asistes y cuyos libros lees no emplea así la expresión “mano invisible”. Esto demuestra una diferencia de doctrina, no sobre la naturaleza humana. En realidad, lo que sabemos es que en la naturaleza humana existen todas estas posibilidades.

¿Cree que es necesario esbozar propuestas concretas para lograr un futuro sistema socialista mediante la creación de una alternativa sólida que atraiga a la mayoría de la gente?

Creo que la gente está interesada en auténticos objetivos socialistas (que no son los que se suele llamar socialismo) a largo plazo. Deberían sopesar detenidamente el modo en que debería funcionar esa sociedad ideada, y no muy pormenorizadamente, porque las cosas se deben aprender a través de la experimentación y, ni por asomo, tenemos suficientes conocimientos para diseñar sociedades concienzudamente. Sin embargo, se podrían elaborar unas pautas generales, y se pueden tratar muchos de los problemas específicos.

Esa debería ser parte de la concienciación popular de la gente. Así podría llevarse a cabo una transición al socialismo, en el momento en que entra a formar parte de la sensibilización, concienciación y aspiraciones de la inmensa mayoría de la población.

En España, llegado el momento del ataque fascista, la gente tenía en la mente cómo quería que se organizara la sociedad

Veamos, por ejemplo, uno de los logros más importantes en este sentido, quizá el más importante de todos: la revolución anarquista que tuvo lugar en España en 1936. Se habían necesitado décadas de preparación para ello: en educación, en activismo y esfuerzos —en ocasiones repelidos—; sin embargo, llegado el momento del ataque fascista, la gente tenía en la mente cómo quería que se organizara la sociedad.

También lo hemos visto de otras formas. Pensemos, por ejemplo, en la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. En verdad, ésta tuvo consecuencias devastadoras en la mayor parte de Europa, pero realmente no tardaron mucho en reconstruir democracias capitalistas porque estaba en las mentes de la gente.

Otros lugares del mundo quedaron prácticamente devastados y no lo lograron. No tenían los conceptos en su mente. Buena parte depende de la concienciación humana.

Syriza llegó al poder alegando un compromiso con el socialismo. Sin embargo, acabaron colaborando con la Unión Europea y no dimitieron ni siquiera después de que les obligaran a aplicar medidas de austeridad. ¿Cómo cree que podemos evitar un resultado similar en el futuro?

Creo que la verdadera tragedia de Grecia —aparte de la severidad de la burocracia europea, la burocracia de Bruselas y de las entidades bancarias del Norte, que fue verdaderamente salvaje—  es que la crisis griega no debió estallar. Se pudo haber solucionado bastante fácilmente en un primer momento.

Pero ocurrió y Syriza llegó al poder con un compromiso declarado de combatirla. De hecho, en realidad convocaron un referéndum que horrorizó a Europa: la idea de que a la gente se le permitiera tomar una decisión sobre algo que afecta a su destino tan solo es un anatema para las élites europeas: cómo es posible que se permita la democracia (incluso en el país en el que se creó).

Si los griegos hubieran logrado el apoyo de la izquierda progresista y las fuerzas populares podrían haber resistido a la Troika

Como consecuencia de este acto delictivo de preguntarle a la gente lo que quiere, Grecia recibió un castigo mayor. Las exigencias de la Troika se endurecieron muchísimo a causa del referéndum. Temían que se produjera un efecto dominó: si prestamos atención a los deseos de la gente, otros podrían tener la misma idea y la plaga de la democracia podría extenderse de verdad, de modo que debemos matarla de raíz de inmediato.

Entonces Syriza sucumbió y desde ese momento han hecho las cosas de un modo que, en mi opinión, son inaceptables.

Me pregunta cómo debería responder la gente: creando algo mejor. No es fácil, especialmente cuando se está aislado. Grecia a solas está en una posición muy vulnerable. Si los griegos hubieran logrado el apoyo de la izquierda progresista y las fuerzas populares del resto de Europa, podrían haber sido capaces de resistirse a las exigencias de la Troika.

¿Qué opina del sistema que creó Castro en Cuba tras la revolución?

En realidad no sabemos los verdaderos objetivos que tenía Castro. Se vio limitado drásticamente desde el primer momento por el duro y cruel ataque de la gran potencia reinante.

Debemos recordar que, literalmente, en los meses posteriores a su toma de posesión, los aviones procedentes de Florida empezaban a bombardear Cuba. En un año, la Administración de Eisenhower, secreta pero formalmente, determinó derrocar al gobierno. Después llegó la invasión de Bahía de Cochinos. La Administración de Kennedy estaba enfurecida por el fracaso de la invasión, e inmediatamente lanzó una guerra terrorista de gran magnitud, una guerra económica que se endureció con los años.

Es bastante sorprendente que Cuba sobreviviera bajo esas condiciones. Es una pequeña isla mar adentro frente a una enorme superpotencia que trata de destruirla, y obviamente había dependido de Estados Unidos para sobrevivir durante toda su historia reciente. Sin embargo, de alguna manera, sobrevivieron. Es cierto que era una dictadura: mucha brutalidad, muchos prisioneros políticos, mucha gente asesinada.

Hay que recordar que el ataque de EE.UU. a Cuba se presentó ideológicamente como algo necesario para defendernos de Rusia. En cuanto Rusia desapareció, el ataque se endureció. Apenas se hizo ningún comentario sobre ello, pero indica que las alegaciones previas eran una absoluta mentira, como sin duda eran.

Si examinamos los documentos internos de EE.UU., explican muy claramente cuál era la amenaza de Cuba. A principios de la década de 1960, el Ministerio de Asuntos Exteriores describía la amenaza de Cuba como el victorioso desafío de Castro a la política de EE. UU., volviendo a la doctrina Monroe. La doctrina Monroe presentaba la solicitud —no pudieron ejecutarlo en su momento, se quedó en una solicitud— de dominar el hemisferio oeste, y Castro estaba logrando desafiarles.

Eso es intolerable. Es como si alguien dijera: vamos a ejercer la democracia en Grecia, y como simplemente no podemos tolerarlo, tenemos que destruir la amenaza de raíz. Nadie desafía con éxito al amo del hemisferio, en realidad del mundo, de ahí la brutalidad.

Cuba desempeñó un papel importantísimo en la liberación de África y la abolición del apartheid 

Sin embargo, las reacciones fueron ambivalentes. Hubo logros como la sanidad, la alfabetización, etcétera. La internacionalidad fue increíble. Por alguna razón Nelson Mandela fue a Cuba a elogiar a Castro y a dar las gracias al pueblo cubano en cuanto salió de la cárcel. Es una reacción del tercer mundo, y lo comprenden.

Cuba desempeñó un papel importantísimo en la liberación de África y la abolición del apartheid —enviaron médicos y profesores a los lugares más pobres del mundo: a Haití, a Pakistán tras el terremoto, a casi a todas partes. La internacionalidad es, sencillamente, impresionante. No creo que haya habido nada similar en la historia.

Los avances en materia de salud fueron extraordinarios. Las estadísticas de salud en Cuba eran casi como las de Estados Unidos, y solo hay que mirar las diferencias de riqueza y poder.

Por otra parte, había una cruel dictadura. De modo que había las dos cosas.

¿Una transición al socialismo? Es imposible hablar de este tema. Las condiciones lo impidieron y no sabemos si había voluntad de hacerlo.

En los últimos años, en EE.UU., han surgido varios movimientos sociales que critican la forma actual de organización social y económica. No obstante, la mayoría de ellos se han unido en contra de un enemigo común, en lugar de unirse en torno a una idea común. ¿Qué deberíamos pensar acerca de la situación de los movimientos sociales y de su capacidad de unirse?

Analicemos, por ejemplo, el movimiento Occupy; no era un movimiento, era una táctica. No puedes estar sentado en un parque cerca de Wall Street eternamente. No puedes hacerlo más allá de unos meses.

Fue una táctica que no predije. Si alguien me hubiera preguntado entonces, habría dicho: no lo hagas.

Sin embargo, fue un gran éxito, un éxito enorme, tuvo una gran repercusión en el pensamiento de la gente, en la acción popular. El concepto general de concentración de la riqueza (un 1 % y un 99 %) estaba allí, por supuesto, en el pensamiento de la gente, pero adquirió protagonismo —incluso en los medios de comunicación (en el Wall Street Journal, por ejemplo)— y dio lugar a muchas formas de activismo, estimuló a la gente, etcétera. Pero no era un movimiento.

La izquierda, en general, está muy atomizada. Vivimos en sociedades extremadamente atomizadas. La gente está prácticamente sola: existes tú con tu iPad.

Los focos principales de organización, como el movimiento obrero, han quedado gravemente debilitados, en Estados Unidos muy gravemente, por la política. No ha sucedido como un huracán. Las políticas se han diseñado para minar la organización de la clase trabajadora, y la razón no es solo que los sindicatos luchen por los derechos de los trabajadores, sino que también tienen un efecto democratizador. Se trata de instituciones en las que personas sin poder pueden reunirse, apoyarse unas a otras, aprender acerca del mundo, poner a prueba sus ideas, iniciar programas —y eso es peligroso. Es como un referéndum en Grecia. Permitirlo es peligroso.

Si alguien me hubiera preguntado por Occupy Wall Street le hubiera dicho: no lo hagas

Deberíamos recordar que durante la Segunda Guerra Mundial y la Gran Depresión, hubo un aumento significativo de la democracia popular, radical por todo el mundo. Adoptó diferentes formas, pero estaba ahí, en todas partes.

En Grecia fue la revolución griega, y había que aplastarla. En países como Grecia, fue aplastada con violencia. En países como Italia, donde las fuerzas estadounidenses y británicas entraron en 1943, fue aplastada atacando y aniquilando a los partisanos antialemanes y restableciendo el orden tradicional. En países como Estados Unidos no se aplastó con violencia —el poder capitalista no tiene esa capacidad— pero, desde principios de la década de 1940, se realizaron enormes esfuerzos para tratar de socavar y aniquilar el movimiento obrero. Y continuó.

Repuntó repentinamente bajo el mandato de Reagan, y volvió a repuntar de nuevo con Clinton y, a estas alturas, el movimiento obrero es sumamente débil (en otros países ha adoptado diferentes formas). Sin embargo, era una de las instituciones que permitía a la gente reunirse a fin de colaborar entre sí y recibir apoyo mutuo, y otras también han quedado prácticamente diezmadas.

¿Qué podemos esperar de Donald Trump? ¿Su ascenso constituye un motivo para redefinir y unificar un movimiento socialista en torno a una idea común en Estados Unidos?

La respuesta a esa pregunta depende básicamente de usted y de su amigos. Definitivamente depende del modo en que reaccione la gente, especialmente los jóvenes. Hay muchas oportunidades, y hay que aprovecharlas. No es, en modo alguno, inevitable.

Pensemos en lo que probablemente ocurra. Trump es tremendamente imprevisible. Desconoce sus planes. Sin embargo, lo que podría ocurrir, por ejemplo, un posible escenario es el siguiente: mucha gente que votó a Trump, gente de clase trabajadora, había votado a Obama en 2008. Se dejaron seducir por eslóganes como “esperanza” y “cambio”. No obtuvieron esperanza, no obtuvieron cambios, se desilusionaron.

En esta ocasión han votado a otro candidato que aboga por la esperanza y el cambio, que ha prometido hacer toda clase de cosas increíbles. Y no las va a hacer. De modo que cabe preguntarse qué ocurrirá en un par de años, cuando no haya cumplido sus promesas y esos mismos electores potenciales estén desilusionados.

Muy probablemente, el poder hará lo que suele hacer en dichas circunstancias: tratar de culpabilizar a los más vulnerables diciendo: “Sí, no tenéis lo que prometimos, y el motivo son esas personas despreciables: los mexicanos, los negros, los inmigrantes sirios, los que engañan al sistema de bienestar social. Ellos son los que lo están destrozando todo. Vayamos tras ellos. Los gais son los culpables”.

Podría ocurrir. Ha sucedido una y otra vez en la historia con unas consecuencias bastante desagradables. Y que logren su propósito depende de la resistencia que oponga gente como usted. La respuesta a esta pregunta debería estar dirigida a usted, no a mí.

Traducción de Paloma Farré.

Fuente: http://r-evolucion.es/2017/01/27/chomsky-el-capitalismo-se-basa-en-supuestos-despiadados-antihumanos/

Fotografía: r-evolucion.es

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Justicia curricular y la urgencia de volver a repensar el currículum escolar

Por: Jurjo Torres

Intervención en el Coloquio: CURRICULUM – SOCIEDAD. VOCES, TENSIONES Y PERSPECTIVAS Organizado por IISUE (Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación). UNAM (Universidad nacional Autónoma de México), México DF, 11, 12, 13 y 14 de Octubre, 2016.

Saludos muy cordiales desde España

Es para mi un honor la invitación que me hacen a participar en este interesante y urgente encuentro sobre el El curriculum latinoamericano en el mundo-mundos

Me centraré en el tema de la Justicia curricular y la urgencia de volver a repensar el currículum escolar. Lógicamente les hablo desde las realidades que más conozco, que son la española, aunque no olvido en ningún momento que vivimos en un mundo globalizado, pero en el que los poderes económicos y financieros vienen imponiendo sus filosofías, instrumentalizando todas los gobiernos en función de los intereses de una minoría de corporaciones y personas, y también de unos pocos países que acumulan un poder económico y político cada vez mayor.

Por eso, a la hora de etiquetar el presente coincidimos en que el neoliberalismo es el nuevo virus mortal del que se sirven para dominarnos robándonos incluso nuestras palabras para resignificarlas al servicio de sus intereses y, lo que es más eficaz en su estrategia, confundirnos e incluso creer en que se ponen de nuestro lado: Calidad, Excelencia, Competencias, Evaluación, Empleabilidad, … Democracia, Justicia.

El neoliberalismo como modelo económico e ideología opera y cruza todas las esferas sociales y nuestra vida cotidiana; pone en acción saberes y tecnologías que de manera simultanea buscan conformar el sentido común de la ciudadanía mediante estrategias de coacción y, poco a poco, ir logrando nuestro consentimiento mediante una pertinente reconstrucción de nuestro sentido común.

Es urgente desmontar sus trampas conceptuales y de las políticas educativas, de las reformas y toda la legislación a la que dan lugar.

Precisamos sacar a la luz, al debate público y democrático el currículum oculto que vehiculizan en sus filosofías y propuestas educativas.

La justicia curricular es el resultado de analizar el currículum que se legisla, diseña, pone en acción, evalúa e investiga, tomando en consideración el grado en el que todo lo que se decide y hace en las aulas es respetuoso y atiende a las necesi­dades y urgencias de todos los colectivos sociales; les ayuda a verse, analizarse, comprenderse y juzgarse en cuanto personas éticas, solidarias, colaborativas y corresponsables de un proyecto más amplio destinado a construir un mundo más humano, justo y democrático.

Es por ello que la justicia curricular va de la mano de otra filosofía muy poderos a imprescindible: la educación inclusiva. Educación inclusiva que es preciso contemplar como un proyecto político destinado a identificar y a superar los obstáculos que impiden o dificultan a las personas acceder a las instituciones escolares, participar democráticamente en las aulas y tener éxito. Es un modo de desmontar la arquitectura de la exclusión y de la desigualdad y, simultáneamente, de la autoculpabilidad y/o autodio de las personas excluidas

El currículo oficial pasado y vigente en las distintas etapas educativas no universitarias no tiene entre sus objetivos y competencias educar al alumnado para tomar en consideración de manera consciente y crítica cuestiones referidas a naciones sin estado, razas o etnias, culturas minorizadas y colonizadas, países dependientes, agrupados en bajo el rótulo en vías de desarrollo; ni mucho menos para plantear un currículum verdaderamente intercultural, en el que no se impongan solo contenidos eurocéntricos, sino que se contrasten, prestando atención de manera explícita a los saberes no eurocéntricos, a los más rigurosos y académicos que vienen generando los países menos hegemónico, los del resto de países del planeta, y todos los saberes populares; Prestar atención también a aquel conocimiento contrahegemónicos que se produce en los países más poderosos, pero que la oficialidad etiqueta y estigmatiza como “alternativo” o utópico en el sentido de imposible.Daniela Matchael

Nuestro alumnado carece de recursos conceptuales, metodológicos y actitudinales para desde marcos de justicia curricular analizar cuestiones de clase social, sexo, sexualidad, nacionalidad, capacidades, ni la toma en consideración de procesos como la colonización, neocolonización, descolonialidad y decolonialidad. Desvelar también mediante metodologías didácticas centradas en procesos de investigación por parte del alumnado de qué manera se generan, reproducen y legitiman situaciones de opresión y marginación de cualquier colectivo social; cómo el conocimiento que se pone al alcance del alumnado es el resultado de investigaciones y ensayos científicos caracterizados por muy relevantes silencios y manipulaciones, … oculta epistemicidios que favorecen que el conocimiento resultante se instrumentalice con mayor facilidad al servicio de los grandes poderes dominantes.

Tenemos así en las aulas un importante sector del profesorado con grandes y selectivas lagunas y distorsiones en la cultura, en los recursos informativos con la que obliga o propone trabajar a su alumnado. Silencios, distorsiones y manipulaciones informativas especialmente constatables en el currículum de las ciencias sociales, las humanidades y las artes. Una selección cultural que, con excesiva frecuencia, se le obliga a memorizar a un alumnado que carece de estrategias y competencias críticas que le lleven a poner en cuestión tales “verdades”, a buscar otros contenidos y a trabajarlos con metodologías colaborativas centradas en la investigación.

Es de esta manera como podemos capacitar mejor al alumnado para generar aprendizajes con posibilidades de llevar a cabo actuaciones y luchas más eficaces para transformar sus comunidades, y al mismo tiempo, para coordinarse con otras luchas globales bajo la filosofía de construir otro tipo de modelo de mundo más justo, democrático, solidario y sustentable.

En un mundo caracterizado por desigualdades sociales de enorme magnitud, las personas son cada vez más conscientes de las múltiples dimensiones de la injusticia, ya sea social, política, cultural, sexual, étnica, religiosa, histórica, o ecológica. Rara vez reconocen no es culpa suya, ni de su profesorado, sino que es la consecuencia de proyectos políticos y culturales puestos al servicio del imperialismo, de los grandes poderes de corporaciones y países más ricos. De filosofías y políticas culturales y científicas elitistas y colonialistas que se apoyan en fuertes epistemicidios e injusticias cognitivas, es decir, en la falta de reconocimiento de las diferentes formas de conocimiento que dan lugar a los modos de vida de la gente de los diferentes países del mundo y que les proporcionan un sentido a su existencia y a su comunidad.

Como subraya Boaventura de Sousa SANTOS (2014), la injusticia cognitiva subyace en todas las otras dimensiones; la justicia social global no es posible sin justicia cognitiva global. Por ello, propone la necesidad de una transformación de la diversidad epistemológica del mundo en un instrumento de empoderamiento contra la hegemonía de una globalización neoliberal y a favor de un nuevo tipo de cosmopolitismo de abajo hacia arriba.

Es precisamente la propuesta de una ecología de los conocimientos lo que permite poner en cuestión el monoculturalismo del conocimiento científico y la exclusividad del rigor positivista para tomar en consideración una mayor diversidad de conocimientos y de criterios de validez y rigor. Asumir una pluralidad de epistemologías y, en consecuencia, la insuficiencia de cada ámbito de conocimiento para entender e intervenir sobre la realidad física y social. Esta posición, obviamente, no quiere decir que aceptemos un relativismo y escepticismo de tal grado de acabe por promover la validez de todos los saberes, sin ningún criterio para poder evaluar su auténtico valor. No todos los conocimientos son igualmente valiosos, pero sí que es necesario y conveniente un mayor diálogo entre los distintos ámbitos del mundo más académico con los saberes menos occidentales y con los construidos por colectivos sociales populares y silenciados, los pertenecientes a etnias inferiorizadas, etc. Un debate intelectual, ético y político riguroso que permita abrirse al otro, escucharse mutuamente y construir juntos.

Es de esta manera también como podremos estar más atentos a los peligros y deformaciones de esencialismos, fundamentalismos y a la autorreferencialidad, apostando por conformar un conocimiento mucho más interdisciplinar y una interculturalidad verdaderamente emancipatoria.

La autonomía del ser humano está vinculada a una educación que estimule confrontar y facilitar el acceso del alumnado a un conocimiento relevante, actual, riguroso y pertinente. Es de este modo como tanto ahora como en el futuro podrá tomar decisiones más informadas en sus comportamientos como ciudadano corresponsable de lo que ocurre en su comunidad, al tiempo que será capaz de asumir su papel también en el marco de una sociedad abierta, en un mundo sin fronteras.

Educar es parte de esencial en la conformación de un ser humano utópico, que ve el mundo como siempre perfectible, que se siente obligado a ver siempre un mundo de posibilidades, a ser optimista en cuanto a las posibilidades de organizar modelos de sociedad cada vez más justos, inclusivos y democráticos. Una sociedad justa tiene como cimientos el estar integrada por personas informadas, educadas, rebeldes sabias y no rebeldes ignorantes.

Debemos ser conscientes de que, aunque con nuevos eslóganes y cambios de decoración, en el fondo sigue plenamente vigente un modelo tradicional de educación, que sigue fragmentando artificialmente el mundo cotidiano del alumnado, al recurrir a una fragmentación rígida de horarios, de tiempos de aprendizaje, de espacios y de informaciones (clasificadas como asignaturas, bloques, lecciones, …).

Es una obviedad que no podemos pasar por alto la importancia de la educación y del acceso a información relevante en los nuevos modelos de sociedad en los que estamos a vivir. Por tanto, es muy importante no descuidar o considerar algo secundario en el proceso de escolarización la preocupación por los contenidos culturales, por la Max Ginsburg información que manejamos, las tareas a realizar con esa información y la preocupación por el análisis crítico y el trabajo colaborativo.

Una educación para una sociedad democrática, justa e inclusiva no es posible sin políticas públicas que traten de compensar y corregir todas aquellas injusticias estructurales que inciden y determinan las condiciones de vida de chicos, chicas y familias. Requiere, por tanto, que también el sistema educativo se comprometa con estos mismos ideales y un profesorado con una pertinente formación, autonomía profesional, condiciones laborales y recursos.

Es conveniente no olvidar que a los sistemas educativos desde su conformación como responsabilidad de los Estados se les fueron asignando y primando en cada momento histórico distintos objetivos. En la actualidad, el éxito, la consolidación y reproducción, o no, de una sociedad globalizada neoliberal, colonialista y conservadora va a requerir un nuevo encargo a los sistemas educativos, la construcción de personalidades neoliberales, empresarias de sí mismas, conservadoras, y de personalidades colonialistas. Situación ésta en la que nos encontramos en la actualidad en el Estado Español, una vez aprobada, en 2013, la LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa).

Seamos conscientes de cómo cada vez se reducen más los espacios para pensar, debatir y decidir asuntos tan cruciales como el de los contenidos obligatorios de nuestros sistemas educativos; reduciendo el papel de los docentes a trabajar en las aulas las asignaturas y contenidos que sólo el Ministerio desea e impone. Contenidos cuya ortodoxia vigila especialmente mediante los nuevos sistemas neopanópticos de vigilancia, como son las peligrosas y nada democráticas evaluaciones externas.

El mundo actual requiere de seres humanos que son conscientes de la enorme variedad que caracteriza a la ciudadanía de nuestras ciudades y, por tanto, es prioritario que, también mediante la educación, las generaciones más jóvenes aprendan a colaborar, trabajar y convivir democráticamente con quienes, una visión dominante eurocéntrica y racista, presenta como los otros e, incluso, como enemigos y subalternos.

El currículum de una educación verdaderamente pública y democrática tiene entre sus obligaciones políticas las de enseñar a los distintos grupos sociales a reconocerse, desmontar prejuicios mutuos, reconocer discriminaciones, socializarse, convivir, cooperar, verse y tratarse como iguales.

Tengamos presente que la reorientación neoliberal y fuertemente conservadora de los sistemas educativos -impuestos por los organismos mundialistas, el nuevo ministerio de educación y ciencia, la OCDE y sus ayudantes, el FMI y el Banco Mundial-, casa muy mal con la formación de este tipo de ciudadanía; de ahí, la reducida importancia que se le concede a los contenidos y asignaturas relacionadas con las Ciencias Sociales, Humanidades y las Artes, y la obsesión por tratar de convencernos de que el único conocimiento que merece la pena son las materias que miden los informes PISA: lectura, competencia matemática, científica y la educación financiera. O sea, el conocimiento que, obviamente es fundamental, pero que precisa de una formación que nos ayude a ver sus peligros y a considerar al servicio de qué causas y colectivos sociales se construye ese conocimiento, se aplican sus desarrollos y tecnologías.

Otro mundo es posible y SÍ PODEMOS CONSTRUILO

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/justicia-curricular-y-la-urgencia-de-volver-a-repensar-el-curriculum-escolar/

Imagen: insurgenciamagisterial.com/wp-content/uploads/2017/01/jurjo.jpg

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A disputa antiglobalizacion entre la extrema Derecha y la Izquierda

Por: Emir Sader

La globalización neoliberal buscó imponer un nuevo sentido común en el mundo: sería imposible oponerse a la globalización económica, cada país tendría que abrirse inevitablemente hacia el mercado mundial, cada economía tenía que hacer sus adecuaciones correspondientes, con el debilitamiento de los Estados nacionales. Los grandes capitales, a su vez, buscarían desterritorializar sus inversiones, buscando las mejores condiciones de exploración de la fuerza de trabajo, de los recursos naturales, así como de acceso a los nuevos mercados mundiales.

Se pretendía que todos ganarían, salvo los que tardaran en rendirse a esa ola supuestamente inexorable y avasalladora. Los Tratados de Libre Comercio serían los pasaportes hacia ese inmenso mercado mundial, con cada región preparándose para competir con las otras en las mejores condiciones.

La unificación europea, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte serían apenas los primeros pasos hacia esa nueva configuración mundial que, sin darse cuenta, iba dejando atrás contingentes cada vez más grandes de desamparados, de excluidos, de olvidados, de marginalizados, de huérfanos de la globalización. Países enteros, sectores de la economía, contingentes enormes de trabajadores, se fueron sintiendo como victimas impotentes de la globalización, que era la fiesta del capital internacionalizado.

La actitud frente a los inmigrantes en Europa fue definitoria de la nueva configuración política e ideológica del continente. La extrema derecha se ha fortalecido en la crítica a la llegada de los inmigrantes, redespertando con fuerza los sentimientos chovinistas y racistas que alimentan a esa corriente. A la vez critican la renuncia a la soberanía nacional representada por la Unión Europea y por el euro.

Al mismo tiempo que las políticas de austeridad han pasado a desgastar aceleradamente a los partidos tradicionales, dado que tanto los conservadores como los socialdemócratas se unieron en la política suicida asumida como una especie de destino inexorable impuesto por la globalización neoliberal. La extrema derecha pasó a disputar con las nuevas corrientes de la izquierda los espacios que habían quedado vacíos por la asimilación de los partidos tradicionales a la unificación europea y a su moneda común.

El Brexit fue tan solamente la proyección internacional del malestar y del rechazo a la globalización como respuesta de sus víctimas. No por acaso sectores de la clase obrera blanca, víctimas de la desterritorialización de las inversiones hacia países periféricos y, según la propaganda, de la llegada de los inmigrantes, fueron protagonistas del Brexit, al igual que componentes esenciales de la votación de Donald Trump.

Junto a esa crítica, se difundió la crítica a la política tradicional, a la forma de hacer política, cada vez más parecía entre sí, de parte de los partidos tradicionales. La rotación entre la derecha tradicional y la social democracia dejo’ de funcionar como alternancia real, para tan solamente hacer suceder en el gobierno a modalidades cada vez más similares de aplicación de formas de neoliberalismo.

Al Brexit se suma ahora la victoria de Trump en EEUU, que se asemeja a ella no solamente por la sorpresa respecto a las encuestas, sino principalmente por ser un tipo de protesta en contra de la globalización y la política tradicional, de la que Washington y su más legítima representante, Hillary Clinton, son los símbolos.

La izquierda que no se ha rendido al neoliberalismo, sino que lucha por su superación, tiene que participar de esa disputa en los dos frentes: por una parte, no rendirse a la globalización neoliberal y sus Tratados de Libre Comercio, ahora en retracción. Tiene que proponer y promover un nuevo orden mundial, del que los Brics son el eje emergente.

Y debe, a la vez, proponer nuevas formas de hacer política, distanciándose radicalmente de las formas tradicionales, con liderazgos transparentes, con estrechos vínculos populares, con critica a toda forma de desvío de recursos públicos, con formas de rendición de cuentas regulares, con mandatos parlamentarios limitados en el tiempo, con refundación del Estado por medio de la Asamblea Constituyente, que genere un Estado realmente democrático, en su forma y en su contenido, representante de la ciudadanía, al que deben tener acceso en igualdad de condiciones todos los individuos.

Se trata ahora de una fase de la globalización neoliberal que se cierra con nuevos fenómenos, del que el Brexit y la elección de Trump son sus expresiones más claras. Se abre un nuevo campo de disputas sobre la geopolítica mundial y nuevas formas de hacer política. Le toca a la izquierda formular nuevas perspectivas para estar a la altura de esos nuevos desafíos.

Fuente: http://www.albatv.org/La-disputa-antiglobalizacion-entre.html

Fotografía: nodal

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