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Cosas inmanentes y trascendentes

Franklin González*

“Más que maquinaria, necesitamos humanidad; más que inteligencia, necesitamos amabilidad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta y todo estará perdido”. (Discurso final de Charlie Chaplin en ‘El gran dictador’, 1940).

El televangelista Pat Robertson, escribió. en 1991, el texto titulado: The New World Order (El nuevo orden mundial), que se convirtió en una especie de best seller. Allí, plantea la existencia de una conspiración que se encuentra siempre presente y detrás de la cual está la política de EEUU, que busca el establecimiento de “un gobierno mundial”. Sus representantes constituyen el establishment que son los que tienen el control del dinero. Sus rostros y nombres: los Illuminati, el movimiento de la Nueva Era, los masones, el Consejo de Relaciones Exteriores y la Comisión Trilateral.

Por encima de ellos, se encuentra Satanás que busca cumplir las predicciones de la escatología cristiana premilenial, una señal de que se acerca el fin de los tiempos.

Ahora bien, más allá de la “conspiración dirigida por Satanás”, lo real y concreto, es que el mundo se mueve, lo hace a pasos agigantados y todo es posible que ocurra. Se habla de un horizonte de barbarie que no es necesariamente un futuro incierto, cuyas expresiones podrían ser la guerra de Ucrania, las hambrunas anunciadas para los próximos meses en África, los terremotos, la mayor caída de los salarios reales en Europa en los últimos 40 años o las masacres imperialistas en las fronteras de EEUU y la UE.

Tampoco es un futuro incierto que estos padecimientos generarán nuevos y más profundos procesos de contradicciones y de lucha de clases.

En ese sentido, queremos compartir con los lectores un decálogo de opiniones que llaman poderosamente la atención y que constituyen cosas inmanentes, pero también trascendentes, en términos de Immanuel Kant.

Para ello, nos hemos apoyado en un conjunto de informaciones publicadas en distintos medios de comunicación

1.El Armagedón

Dijo Aníbal Nazoa en el artículoLos Estados Unidos”, tercera parte, publicado Diario El Nacional el 02/07/1999, que Armagedón, es una palabra hebrea, que no está en todos los diccionarios, pero sí está en la Biblia, exactamente en el Apocalipsis. “Se llama así el lugar en que se librará la batalla final y definitiva entre las fuerzas del bien y del mal antes del Juicio Final”. Por tanto, el Armagedón viene y será el enfrentamiento entre el género humano y los Estados Unidos. Quien no entienda eso así está frito”.

En ese sentido, el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvedev, ha sido enfático en hablar de día del juicio final y que éste “será muy rápido y muy duro”.

El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, por su parte, ha dicho que: “Estamos hablando de un proyecto simbólico, pero si hablamos de la situación real, especialmente en Europa y en el mundo, entonces es realmente extremadamente tensa”.

Según Peskov, “teniendo en cuenta la línea elegida por la OTAN y el liderazgo de EE.UU., no hay perspectivas de ningún elemento de distensión. Esto nos impone la obligación de estar especialmente atentos, alerta y tomar las medidas adecuadas” porque “la situación en su conjunto es realmente alarmante”.

El Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, desde que empezó el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, ha estado insinuando de una posible guerra nuclear. Y sostienen que actualmente, nueve países en el mundo tienen control de 13.000 armas nucleares y aunque algunas naciones se destacan más que otras como Estados Unidos, Rusia y China, concluyen que “no importa” a quiénes se ataquen con este tipo de armas, pues los impactos serían los mismos en todo el planeta.

Al respecto, se han realizado distintas simulaciones de guerras nucleares globales para evaluar los efectos que estallidos nucleares pueden tener sobre la Tierra. Los escenarios simulados fueron diversos, pero en la evaluación de una guerra nuclear entre Estados Unidos y Rusia donde se utilizarían unas 4.400 armas nucleares de 100 kilotones (1 kilotón equivale a 1.000 toneladas) para bombardear ciudades y zonas industriales. Los resultados fueron “incendios que expulsaron más de 330.000 millones de libras de humo y carbono negro” absorbiendo la luz solar, dirigidos a la atmósfera superior.

También se realizó una simulación más pequeña entre India y Pakistán. En esa prueba se planteó un escenario en el cual decidieran atacarse con 500 armas nucleares de 100 kilotones, lo que resultaría en arrojar de 11 millones a 103.000 millones de libras (46 000 000 millones de kilos) de humo y hollín a la atmósfera superior.

En cualquier caso, contemplado, el equipo científico indicó que la liberación de humo y hollín bloquearía la luz solar en la Tierra y se perderían las cosechas de alimentos a gran escala.

Asimismo, en el primer mes después de una explosión nuclear las temperaturas caerían -10,56 grados Celsius, un cambio de temperatura mayor que en la última Edad de Hielo.

Por su parte, el Boletín de los Científicos Atómicos ha dice que las manecillas del denominado Reloj del Juicio Final se encuentran ahora a tan solo 90 segundos de la medianoche, que simboliza el momento del apocalipsis y que, se trata del punto más cercano a la catástrofe en la historia del reloj.

Según estos expertos, las causas de este resultado, son; «la invasión de Rusia a Ucrania y el aumento del riesgo de escalada nuclear», así como «continuas amenazas planteadas por la crisis climática y la ruptura de normas e instituciones globales necesarias para mitigar los riesgos asociados con tecnologías avanzadas y amenazas biológicas como el covid-19».

«Vivimos en un tiempo de un peligro sin precedentes, y el tiempo en el Reloj del Juicio Final refleja esta realidad», declaró Rachel Bronson, presidenta y directora ejecutiva del Boletín de los Científicos Atómicos. «El Gobierno de EE.UU., sus aliados de la OTAN y Ucrania tienen una multitud de canales de diálogo; instamos a los líderes a explorarlos todos para tener la máxima capacidad de hacer retroceder el reloj».

Cabe recordar que, desde el 2020, el marcador simbólico del fin del mundo se encontraba a 100 segundos de la medianoche.

Diríamos: la estupidez institucional puede llevarnos al acabose.

  1. 2. El papel de la ONU

Sobre ese papel, habla el Papa Francisco y dice: “Después de la Segunda Guerra Mundial hubo mucha esperanza en las Naciones Unidas. No quiero ofender, sé que hay gente muy buena que trabaja, pero en este punto no tiene poder para imponerse. Ayuda sí para evitar guerras y pienso en Chipre, donde hay tropas argentinas. Pero para parar una guerra, para resolver una situación de conflicto como la que estamos viviendo hoy en Europa, o como las que se vivieron en otros lugares del mundo, no tiene poder. Sin ofender. Es que la constitución que tiene no le da poder”.

En ese mismo sentido, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha criticado a la Organización de las Naciones unidas (ONU) por no atender la desigualdad social en el mundo y reiteró una propuesta para mitigarla, que incluye aportaciones de los más ricos del planeta.

«Propongo que la ONU se ocupe del problema de la grave de la desigualdad social, porque la ONU anda en otras cosas».

Del mismo modo, dejó claro que la «monstruosa» desigualdad está asociada a la «corrupción». Al respecto, reiteró una propuesta que ha hecho su administración para que la ONU logre obtener un fondo para paliar la pobreza y reducir la desigualdad en el mundo.

A ese fondo, indicó, aportarían «los hombres más ricos del mundo» y también «las naciones con más desarrollo», pero no aplicando un impuesto, sino como una contribución.

«Esto no obligatorio, sino voluntario; que se haga una labor de convencimiento. Y hago las cuentas: en ese estudio, con esa aportación que se diera, alcanzaría para mejorar la situación de pobreza de 1.000 millones de personas en el mundo que están viviendo con menos de un dólar diario», enfatizó.

En noviembre de 2021, cuando le tocó presidir el debate sobre desigualdad en el Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York, López Obrador anunció la propuesta de su gobierno sobre un «plan mundial de fraternidad y bienestar». En esa oportunidad explicó que el plan busca «garantizar el derecho a una vida digna» a millones de personas que «sobreviven con menos de dos dólares diarios».

Detalló que se trataría de crear un fondo con recursos procedentes de al menos tres fuentes: una contribución voluntaria anual del 4 % de sus fortunas a las mil personas más ricas del planeta; una aportación similar por parte de las mil corporaciones privadas más importantes, por su valor en el mercado mundial; y una cooperación del 0,2 % del Producto Interno Bruto (PIB) de cada uno de los países integrantes del Grupo de los veinte (G20).

«De cumplirse esta meta de ingresos, el fondo podría disponer anualmente de alrededor de un billón de dólares», comentó entonces.

Diríamos, con algunos cuantos: la ONU está demodé.

  1. Sobre el origen del COVID 19

Las “teorías conspirativas” vuelan muy alto en la era del Covid-19.

En ese sentido, Jeffrey Sachs, expresidente de la comisión que creó la revista médica especializada The Lancet para investigar el SARS-CoV-2, afirmó que «El coronavirus salió de un laboratorio de EEUU, no de la naturaleza».

Aclaró que él no puede afirmar categóricamente que esa teoría es cierta, pero insistió en que hay evidencias que deben seguirse.

Debe recordarse que Sachs fue director de una comisión que The Lancet conformó en los orígenes de la pandemia para detectar su origen, pero ahora su posición se ha modificado. Del origen natural que defendía por entonces, ahora admite que “un goteo constante de información inquietante ha arrojado una nube oscura sobre la agencia», acusando a todo el gobierno federal de “no hacer lo suficiente” para explorar el posible papel de sus beneficiarios en la aparición del SARS-CoV-2 e investigar «detalles pasados por alto», como las secuencias de aminoácidos coincidentes.

Por otra parte, desde Rusia, se revela que, a través de experimentos biológico-militares, Estados Unidos creó el virus que provocó la pandemia de la COVID-19

El jefe de las Tropas de Defensa Radiológica, Química y Biológica de las Fuerzas Armadas rusas, Ígor Kirílov, ha dicho que el Ejército ruso obtuvo más de 20 000 documentos y materiales sobre el programa estadounidense de armas biológicas en Ucrania durante la operación militar especial en curso en el país eslavo y aseguró que los programas y experimentos biológico-militares desarrollados por EE.UU. desde 2015, desempeñaron un papel clave para crear el virus de la COVID-19. Según relató, las investigaciones estaban a cargo de la organización no gubernamental EcoHealth Alliance, que recibía instrucciones de Washington relacionadas con los posibles efectos de los experimentos.

Los archivos revelan que la ONG investigaba desde hace casi ocho años poblaciones de murciélagos, con el objetivo de obtener nuevas cepas de coronavirus. De acuerdo con el funcionario ruso, se estudiaron cerca de 2500 especímenes de estos mamíferos.

Aseveró que los biotecnólogos trabajaban para aumentar las capacidades de contagio de los microorganismos. Así mismo, señaló que las instrucciones de las autoridades estadounidenses estaban encaminadas a obtener propiedades de transmisión o patogenicidad mejoradas.

“El desarrollo de la pandemia COVID-19 en este escenario concreto plantea interrogantes sobre su naturaleza premeditada, la implicación de Estados Unidos en el incidente, así como sobre los verdaderos objetivos de los bioprogramas estadounidenses destinados a mejorar las propiedades de patógenos peligrosos”, sostuvo Kirílov.

El general indicó que posiblemente las empresas farmacéuticas estadounidenses desarrollaban las vacunas con anticipación. Sobre este punto, argumentó que no pudieron lanzarlas al mercado porque desconocían la especificidad del virus.

Además, advirtió de que, al ser descubierto, EE.UU. está reduciendo sus actividades militares y biológicas en Ucrania y las traslada a Polonia y los países bálticos.

La operación militar especial rusa en Ucrania, iniciada a finales de febrero, desveló la amplia colaboración encubierta entre Kiev y Washington para desarrollar componentes de armas biológicas en laboratorios cerca de la frontera rusa, lo que obligó al Gobierno ucraniano a ordenar la destrucción de patógenos en dichos centros, para que no saliera a la luz esa cooperación. Varios documentos publicados por Moscú indicaron que EE.UU. había invertido unos 32 millones de dólares en los laboratorios biológicos del Ministerio de Defensa de Ucrania en las ciudades de Kiev, Odessa, Lviv y Járkov.

Diríamos: amaneceremos y veremos.

4.La desigualdad pica y se extiende

La ONU acaba de pronosticar que pronto habrá 8.000 millones de personas en el mundo y advierte que la desigualdad seguirá en aumento. El año 2021 la cantidad de habitantes del planeta alcanzaba los 7.900 millones, mientras que, de acuerdo con las previsiones, en 2030 habrá 8.500 millones, 9.700 millones en 2050 y 10.900 millones en 2100. Entre los factores que el organismo identificó como responsables del alza de la población están las mejoras en cuestiones de salud y la reducción de la mortalidad materna e infantil. Sin embargo, alertó que estos beneficios, así como las mejoras en relación con la igualdad de género, no llegan a todos por igual. Para la ONU, la violencia, el acoso y la discriminación por género, clase social, origen, religión y orientación sexual, entre otros factores, son otra muestra de la desigualdad que aún persiste en un mundo que en mayo de 2022 superó los 100 millones de personas desplazadas de manera forzosa.

A su vez, la confederación internacional de organizaciones no gubernamentales Oxfam, ha revelado en un informe publicado, el 16/01/2023, que el 1 % más rico de la población ha acumulado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada a nivel global desde 2020, unos 42 billones de dólares, que es casi el doble de lo obtenido por el 99 % restante de la población mundial.

Concretamente, las grandes fortunas han acaparado 26 billones de dólares —que supone el 63 % de la nueva riqueza generada desde 2020—, mientras que el resto de la población mundial se hizo con tan solo 16 billones de dólares, que representa el 37 % de la misma.

El organismo destaca que por cada dólar de nueva riqueza global que percibe una persona perteneciente al 90 % más pobre de la humanidad, un milmillonario se hace con 1,7 millones de dólares.

Se señala que la fortuna de los milmillonarios ha aumentado a un ritmo de 2.700 millones de dólares al día, hecho que se suma a «una década de ganancias históricas» en la que el número de milmillonarios y su riqueza se han duplicado.

En ese sentido, Oxfam insta a los gobiernos de los distintos países a incrementar de manera sistemática los tipos en el impuesto sobre la renta del 1% más rico para lograr una tributación efectiva del 60 % calculada sobre el conjunto de sus rentas, con tipos más elevados para multimillonarios y milmillonarios y asegura que con la aplicación de un impuesto a la riqueza de hasta el 5% a ese colectivo se podrían recaudar 1,7 billones de dólares al año, lo que permitiría a 2.000 millones de personas salir de la pobreza.

Asimismo, pide que apliquen impuestos solidarios de carácter temporal sobre la riqueza y los beneficios extraordinarios de las grandes corporaciones que generen recursos suficientes «e impidan que unos pocos se aprovechen de las crisis».

Por último, el organismo propone que se grave la riqueza de las grandes fortunas con tipos impositivos lo suficientemente altos como para reducir la enorme concentración de riqueza y el número de ultrarricos, generando así una mayor redistribución económica.

Diríamos: soñar no cuesta nada.

5.Hacia un mundo multipolar

El 17/07/2022 Tony Blair, quien ocupó el cargo de primer ministro del Reino Unido entre 1997 y 2007 y ex líder del Partido Laborista, en un discurso durante una conferencia anual organizada por la Fundación Ditchley, dijo: «Estamos llegando al final del dominio político y económico de Occidente. El mundo va a ser al menos bipolar y posiblemente multipolar» y señaló que «el mayor cambio geopolítico de este siglo vendrá de China, no de Rusia» y subrayó que se trata de «la primera vez en la historia moderna que Oriente puede estar en igualdad de condiciones con Occidente».

También señaló que el gigante asiático «ya es la segunda superpotencia del mundo» y que, aunque Rusia «tiene un importante poderío militar», «su economía es un 70 % del tamaño de la de Italia», por lo que el poder de Pekín «está en un nivel totalmente diferente». Asimismo, detalló que China «tiene más de 1.300 millones de habitantes: muchos más que toda la población junta de Europa y Norteamérica», mientras que «su economía se aproxima a la de EE.UU.». «Durante las dos últimas décadas, ha mantenido un compromiso activo y exitoso con el mundo estableciendo conexiones con respecto a las cuales, como puedo atestiguar, existe una profunda reticencia, incluso por parte de los aliados tradicionales de Estados Unidos, a ceder».

Al mismo tiempo, indicó que las autoridades chinas actúan cada vez con más agresividad, no ocultan que tratan a los países occidentales con desprecio, se acercan a Rusia y quieren resolver por fin el problema de la isla de Taiwán, que se autogobierna con una administración propia y se muestra firme en su determinación de defender su soberanía. Pero en este último punto Pekín la considera una provincia de la República Popular China. «No me malinterpreten. No estoy diciendo que a corto plazo China vaya a intentar tomar Taiwán por la fuerza, pero no podemos basar nuestra política en la certeza de que no lo haría. Incluso dejando de lado a Taiwán, la realidad es que China, bajo el liderazgo de Xi Jinping, está compitiendo por la influencia y lo está haciendo agresivamente».

Según opinó Blair, Pekín no estará solo y tendrá aliados: Moscú y, posiblemente, Teherán. Como una advertencia a Occidente, el exjefe del Gobierno británico indicó las diferencias en las posiciones de los países del G20 sobre el tema de Ucrania e instó en que las relaciones con Pekín se basen en el principio de «fuerza más compromiso». Subrayó que Occidente «debería aumentar los gastos de defensa y mantener la superioridad militar», siguiendo lo suficientemente fuerte como para enfrentarse al país asiático en cualquier escenario futuro, pero manteniendo al mismo tiempo los lazos con China, siendo pragmático, pero no agresivo, y demostrando su voluntad de mantener relaciones de respeto mutuo.

El ex primer ministro también instó a las naciones occidentales a hacer un mayor uso del ‘poder blando’, ya que, según dijo, los países en desarrollo son ahora mucho más cautelosos a la hora de tratar con socios chinos que les ofrecen invertir en sus economías. «Occidente ha estado lamentable en el espacio del poder blando en estos últimos años». «No solo China, sino también Rusia, Turquía e incluso Irán han estado vertiendo recursos en el mundo en desarrollo y echando gruesas raíces en las esferas de la defensa y la política. Mientras tanto, Occidente y las instituciones internacionales que controla han caído en la burocracia, han sido poco imaginativos y a menudo políticamente intrusivos sin ser políticamente eficaces».

Diríamos: el realismo político y el pragmatismo en pleno desarrollo.

  1. La época de la Infocracia.

El filósofo surcoreanos, Byung Chul, escribió en el año 2022, el texto titulado: Infocracia. Allí, sostiene que la Infocracia puede ser asemejado al régimen de la información y dice: “Llamamos régimen de la información a la forma de dominio en la que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos”.

En la época actual, la primacía de la información y los algoritmos digitales se enquistan en el campo político, esto tiene consecuencias, sobre todo, a la hora de decidir por los nuevos gobernantes, es decir, la información es lacerante para el proceso democrático. Por eso, para Han “La democracia está degenerando en Infocracia “.

La Infocracia vendría a ser un acontecimiento de los medios digitales, donde la abundancia de información hace posible la creación de algoritmos que operan con datos de los usuarios para disponer sobre sus comportamientos y preferencias. Los algoritmos digitales elaboran una psicometría de los usuarios de las redes sociales. Según Han: “La psicometría, también conocida como psicografia es un procedimiento basado en datos para obtener un perfil de personalidad”. Ese “perfil” es elaborado a partir del consumo de información en la red digital. Los algoritmos, junto a la Psicometría, construyen al usuario que es sometido por el régimen de la información. Este, a su vez, es una expresión psicopolítica, es decir, tiene el poder de controlar y disponer sobre la psique humana. En consecuencia, facultades inherentes al ejercicio democrático como la autonomía o el libre albedrío se atrofian en nombre del dominio infocrático. La democracia como poder del pueblo cede a la Infocracia como poder de la información. El algoritmo digital opera de forma arbitraria y favorece a determinados actores o partidos políticos.

Para Byung Chul Han “En la Infocracia las campañas electorales degeneran en una guerra de información” y los partidos políticos dan más interés al control de esta información que a la elaboración de sus propuestas y planes de desarrollo. “Los votantes no están informados del programa político de un partido, sino que se les manipula con publicidad electoral, adaptada a su psicoprograma. Y no pocas veces con fake news “(Han). Por tanto, deja de importar el discurso, el accionar, y el plan de los partidos políticos. La guerra de la información tiene armas algorítmicas.

En la Infocracia la guerra de información se expresa como una guerra política y los usuarios de las redes sociales se asemejan a un rebaño demasiado dócil y maleable.

Dirá Han: “En las campañas electorales entendidas como guerra de información, no son ya los mejores argumentos los que prevalecen, sino los algoritmos más inteligentes “. De allí, que la democracia se subyuga a los algoritmos digitales, que están en condición de orientar el comportamiento humano. Disponer de esta información y estos algoritmos es la actual forma de soberanía más eficaz. “Soberano es quien manda sobre la información en la red “(Han), esto es, soberano es, quien, a partir de información, determina lo que es verdad. Lo que vale y es necesario para el pueblo.

Diríamos: nos encontramos en momentos en los cuales la disrupción tecnológica menoscaba el proceso democrático.

  1. La inteligencia artificial (IA) y el empleo

La Inteligencia Artificial (IA) es la combinación de algoritmos planteados con el propósito de crear máquinas que presenten las mismas capacidades que el ser humano. Es una tecnología que todavía nos resulta lejana y misteriosa, pero que desde hace unos años está presente en nuestro día a día, a todas horas, y sigue ganando terreno en muchos ámbitos del mundo contemporáneo.

Con la Inteligencia Artificial se plantea un escenario en el que con el paso del tiempo, algunos trabajos podrían hacerse obsoletos para que sean ejecutadas por el ser humano.

La IA está remplazando a trabajadores profesionales. Motivo por lo cual, para 2025 se tiene previsto que cerca de 85 millones de puestos de trabajo, en medianas y grandes empresas serán desplazados. 80 millones de ellos, los remplazarán por inteligencia artificial.

Se está hablando, con mucha insistencia de que 5 trabajos están en peligro y podría desaparecer para dar paso a la inteligencia artificial. Esto son: 1. Educación. Especialistas en negocios aseguran que la inteligencia artificial es capaz de darle materiales eficientes de aprendizaje al alumno sin tener contacto con el docente y existen muchas compañías de IA interesados en invertir en herramientas educativas. Se dice que ChatGPT, desarrollado por la empresa OpenAI en 2022, puede dar clases.

También se sostiene que el machine learning, rama de la inteligencia artificial, también ayudaría a revolucionar el sistema educativo tal y como lo conocemos. Ya que puede recomendar contenidos a los alumnos.

La ventaja para los profesores o profesionales de la educación, advierten los especialistas, es que con el uso de la inteligencia artificial el docente puede dejar tareas administrativas de lado. Además de centrarse en la calidad del aprendizaje.

2.Periodismo. La inteligencia artificial ha demostrado ser muy eficiente a la hora de recolección de datos, análisis y búsqueda de patrones. Por tal motivo, algunas empresas están prescindiendo de periodistas para sustituirlos por inteligencia artificial. Se informa que, en 2020, cerca 50 periodistas fueron despedidos de Microsoft. Sin embargo, no todo está perdido para los periodistas, ya que aún herramientas como ChatGPT tienen que precisar la verificación de su información. 3. Diseño Gráfico. La inteligencia artificial ChatGPT también ha puesto en evidencia que en un futuro el Diseño gráfico como profesión puede desaparecer. Actualmente, ChatGPT puede crear imágenes personalizadas a partir de las necesidades de los usuarios.4. Finanzas. El sector financiero y los trabajo que hay en él se verán desplazados por la inteligencia artificial que ya detecta y gestiona fraudes. Además de que puede brindar servicios de asesoramiento financiero las 24 horas del día y busca clientes potenciales sin necesidad de intervención humana.

El medio ‘Business Insider’ predice que la inteligencia artificial les ahorraría a los bancos cerca de 447 mil millones de dólares (más 8 de ocho billones de pesos) en el 2023. 5. Ingeniería en Software. Al igual que con Diseño gráfico, quien trabaje en Ingeniería en Software podría verse afectado por la inteligencia artificial. Esto porque la inteligencia artificial tiene la posibilidad de escribir códigos, desarrollar páginas web y crear experiencias de usuario altamente eficaces.

Diríamos, como docente universitario: la cosa se nos está poniendo fea.

  1. La máquina dominan al ser humano

Digamos de entrada que la tecnología no es buena o mala en sí misma, está sujeta a la ética de los que la utilizan. Por tanto, dejamos claramente establecido que no estamos en su contra. Sin embargo, nos preguntamos: ¿Quién domina a quién? ¿Las máquinas? ¿O nosotros, los seres humanos? ¿Qué ocurrirá cuando en definitiva las máquinas sean más inteligentes que nosotros? ¿Podremos vivir sin ellas?

A propósito del mundial de futbol que tuvo lugar el Qatar que suscitó cualquier cantidad de comentarios e incluso se cuestionó a la Federación Internacional de Futbol (FIFA) por haber aceptada realizar ese mundial en un país con muchas críticas del mundo occidental, en particular, en el tema de los derechos humanos y, sobre todo, el derecho de la mujer a ser libre e independiente.

Ahora bien, más allá de esas críticas y cuestionamientos, lo importante es el papel que están jugando las maquinas.

En la película de ciencia ficción, Matrix, escrita y dirigida por las hermanas Wachowski (Lily y Lana) (1999), se reflexiona sobre la humanidad y las razones que pueden llevarla a la ruina. Se muestra un futuro sin esperanza para los humanos, que agotaron los recursos del planeta y destruyeron el sol y donde terminan esclavizados por las máquinas que ellos mismos crearon. También se da cuenta de la relación con la tecnología y la separación del cuerpo y la mente, cada vez mayor por el avance de la robótica y la realidad virtual. Se consideraba que la libertad realmente no era más un algoritmo predecible dentro de un programa informático, bien alejado de convertirse en una realidad, al menos en el corto plazo. Se hablaba del año 2199.

Sin embargo, en el mundo están ocurriendo hechos, acontecimientos, que hacen dudar del tiempo establecido. La pandemia del Covid19 aceleró el proceso de automatización en muchos sectores, como el de servicios, la construcción, la medicina, la alimentación, la defensa o la industria aeroespacial.

La robotización avanza aceleradamente. Esto no afecta sólo al trabajo (teletrabajo) sino que incide determinantemente en las formas de vida. Las máquinas, parecen que se han independizado, y son ellas las que se imponen por encima de los seres humanos e invaden su intimidad.

Por eso, hay quienes sostienen que dentro de pocos años existirán unos amigos «robots» que estén en las casas, interactuarán con sus habitantes y serán una especie de «paño de lágrimas» para sus problemas, pareceres, dolores, angustias y emociones.

En el futbol, llamado deporte Rey, estamos en presencia del dominio de las máquinas. El VAR, esto es, Asistencia al Árbitro por Video (en inglés, Video Assistant Refeee), es un sistema que ha sido implementado por la Federación Internacional de Futbol (FIFA), con el fin de eliminar los diferentes errores arbitrales y que hoy no hay partido de futbol que se realice sin esta nueva modalidad. El VAR consiste en una serie de cámaras cuyas imágenes son evaluadas en una habitación con monitores por parte de árbitros FIFA que determinan la decisión a tomar por parte de los árbitros y jueces de línea de un encuentro.

Aquí se dice que es la tecnología puesta al servicio del deporte Rey y todas las jugadas «polémicas» terminan decidiéndolas una máquina.

El VAR se viene utilizando, hasta ahora, en los siguientes casos:

-Cuando hay un gol. Se revisas potenciales situaciones de infracción a las leyes del juego como fueras de lugar, faltas, manos u otras contravenciones.

-En el caso de Penalti. Se revisa si la decisión de sancionar o no el cobro de una pena máxima se han tomado correctamente. Se examinan tanto jugadas en el área como cerca de ella.

-Se vigila si la expulsión de un jugador ha sido correcta o no.

-Identidad de jugadores: En ocasiones, por confundir la identidad de un futbolista, un árbitro puede mostrar una tarjeta a un jugador que no había cometido ninguna infracción. En ese caso, el árbitro entra en juego y le avisa al colegiado que cometió un error.

Diríamos: no hubo que esperar hasta 2199, como se dice en la película Matrix, para que la maquina terminara dominando al hombre; al menos en el futbol eso es hoy una realidad. Para muestra un botón: en el mundial de futbol que se llevó a cabo recientemente en Qatar, la cantidad de goles anulados fue de monta mayor.

  1. Sobre EEUU

Veamos la opinión que, sobre su país, tiene quien ya fue presidente y aspira ser de nuevo.

El expresidente de Estados Unidos Donald Trump, ha dicho: “Nuestro país ha sido puesto de rodillas, humillado ante el mundo. Sin embargo, presumimos de dar lecciones a otras personas en otros países sobre sus democracias”. Denunció la “anarquía” en varias ciudades estadounidenses, la “creciente barbarie” y la “ola de delincuencia” que azotan a EE.UU.

“Todo el tiempo, las calles están fluyendo con la sangre de las víctimas inocentes del crimen, mientras damos lecciones a otros”. En este sentido, alertó del “récord histórico de homicidios” en varias ciudades estadounidenses y destacó que EE.UU. es una “nación en declive”.

El expresidente Donald Trump también ha dicho que el mundo “se está riendo” de ellos y, en este sentido, llamó a la comunidad hispana para que le ayude a “salvar el sueño americano” argumentando que “el mundo se ríe” de EE.UU. y “mira a los estadounidenses con burla”.

“Bajo la Administración Biden nos hemos convertido en una tierra de recesión, probablemente depresión, y cuando lo piensas, represión, miseria y miedo”.

A su vez, varias publicaciones predicen que EE. UU. pronto podría experimentar cambios políticos. Así, por ejemplo, una de ellas pertenece a Stephen Walt, quien es columnista de la publicación estadounidense Foreign Policy. En un artículo publicado el 13/01/2023 y titulado: “Felicidades, usted es miembro del Congreso. Ahora escuchen”, el autor ofrece recomendaciones sobre política exterior a los congresistas estadounidenses que acaban de comenzar la nueva legislatura y constata el fin del mundo unipolar.

“Esto es lo primero que deben aceptar: la posición que ocupa EE. UU. en el mundo no es lo que solía ser”, dice Walt, refiriéndose a la época de principios de los años noventa, cuando EE. UU. se encontraba “en una posición de primacía sin precedentes”.

Según el autor, este breve “momento unipolar” ha acabado y el mundo ha vuelto a la competencia entre grandes potencias, donde las apuestas van en aumento y los errores pueden acarrear consecuencias realmente serias. “Competir de manera efectiva en ese mundo requiere de un conocimiento sobrio de lo que el poder estadounidense puede y no puede lograr” (Walt).

También sostiene que otros países tienen sus propios intereses y objetivos, y que incluso los de aquellos considerados amigos no necesariamente deben coincidir con los que tiene Washington. “Mi consejo: acostúmbrense a esto. En el nuevo mundo multipolar, los otros Estados van a perseguir sus propios intereses, al igual que nosotros perseguimos los nuestros”.

Hablando sobre el conflicto en Ucrania, Walt subraya que, aunque es un problema más inmediato, el reto más grande a largo plazo es China. Por lo tanto “el futuro económico de EE. UU. y la seguridad en general no estarán determinados por quién termine controlando Crimea o el Donbass”, sino por los logros en los ámbitos tecnológico e intelectual.

Diríamos: si ellos mismos lo dicen por algo será.

10.Acaudalados con mucho poder en el mundo.

Debe comenzarse mencionando al Grupo Bilderberg, una suerte de microgobierno que se reúne anualmente y está integrado exclusivamente por los políticos y empresarios más poderosos de Estados Unidos y Europa.

Pero al lado de estas corporaciones o clubs elitistas, existe un vínculo aún más íntimo y cerrado que agrupa, aún en menor escala, a los personajes más influyentes del planeta.

Veamos

Familia Rothschild

Dinastía que comenzó a mediados del siglo XVIII con el banquero alemán de origen judío Mayer Amschel Rothschild. Este personaje fue nombrado por la revista Forbes como «el padre fundador de las finanzas internacionales». A partir de entonces los Rothschild se han mantenido en la cúspide de la oligarquía. No sólo fueron prestamistas en distintas guerras a lo largo de la historia, sino que también se convirtieron en el epítome de la familia de banqueros.

Se sostiene que tienen una influencia determinante en la Reserva Federal estadounidense, así como en las finanzas británicas.

Familia Rockefeller

A finales del siglo XIX comenzó, al menos públicamente, el imperio Rockefeller. La consolidación de la Standard Oil Company los colocó en una posición dominante dentro de la naciente industria petrolera, factor que sabrían aprovechar para afianzarse en la cima perenne.

El iniciador de la dinastía, John D. Rockefeller, fue considerado por Forbes como el hombre más rico de la historia.

Los Rockefeller, además de participar en grupos como el Bilderberg, han creado fundaciones y otros organismos, por ejemplo, la Trilateral Commission, para marcar pauta en la política mundial y desde ahí alimentar su agenda financiera.

Familia Morgan

A fines del siglo XIX, John Pierpont Morgan, fundó la J. P. Morgan & Company, compañía financiera que ha tenido un rol fundamental en la historia económica de Estados Unidos y, en consecuencia, del mundo.

Se dice que este banquero salvó la economía estadounidense por aquellos tiempos cuando encabezó un movimiento de banqueros (incluidos los Rothschild) para vender bonos y volver a comprar oro, con lo cual evitó el hundimiento de las reservas de su país.

Desde ese momento, Morgan controló el abastecimiento de oro en su país, y a partir de ese poder financiero fundaría luego empresas como la acerera US Steel y posteriormente General Electric.

El estilo gansteril de esta familia en los negocios es tal que incluso se acuñó el término «morganization» para referirse a aquellas prácticas antiéticas que con frecuencia pueden verse en el mundo empresarial.

Diversas versiones apuntan que los Morgan tuvieron mucho que ver en la decisión de Estados Unidos de entrar a la Primera Guerra Mundial, y también se acusa la injerencia que tienen sobre el manejo de la Reserva Federal de EEUU.

Familia Du Pont

Escapando de la Revolución Francesa, durante la cual fue hecho preso, el economista Pierre Samuel du Pont de Nemours, llegó a Estados Unidos en 1799. Ya en el «nuevo mundo» fundó su empresa, que pronto se convertiría en el principal proveedor de pólvora del gobierno estadounidense y luego controlaría por completo el mercado de dinamita.

La relación comercial con la industria militar de EEUU le valió proveer el 40% de las municiones de los Aliados durante la Primera Guerra Mundial y tener un papel crucial en el Proyecto Manhattan que derivaría en la creación de la bomba atómica.

Posteriormente, patentaría diversos materiales, entre ellos el teflón y el nailon, y su expansión llegaría hasta el mercado del alimento, consolidándose hoy como el segundo mayor productor de soya y maíz transgénicos. Según Forbes, la Du Pont fue la primera familia estadounidense en acumular más de mil millones de dólares.

Familia Bush

Es la más nueva de las familias incluidas, y se sostiene que este «linaje» comenzó con Prescott Sheldon Bush, banquero y senador estadounidense, a quien se acusa, junto con el gobierno de EEUU, de haberse lucrado monumentalmente con la Segunda Guerra Mundial y de haber hecho grandes negocios con las compañías que financiaban al gobierno de Hitler (incluso después de que Estados Unidos había entrado ya a la guerra).

A partir de ahí las andadas de este lúgubre personaje continuaron y se extendería en el tiempo a través de su hijo, el presidente George H. W. Bush y su nieto, también mandatario de ese país.

Tejiendo redes de negocios alrededor del petróleo texano, así como inversiones financieras y tratos comerciales con la industria militar (a la cual han activado desde el poder), los Bush han logrado colocarse hoy como una de las familias más poderosas del orbe.

Diríamos: esas familias, de alguna manera, controlan el tablero de juego y sus miembros han logrado perpetuarse en lo más alto de la burbuja de poder.

*Franklin González es Sociólogo, Profesor Titular, Jubilado. Ex director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV. Doctor en Ciencias Sociales. Con dos Postdoctorados. Profesor de Postgrado en la UCV, la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela, en el Instituto de Altos Estudios “Pedro Gual” del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores y en el Instituto de Investigación y Postgrado de la Escuela Nacional de la Magistratura. Fue Decano de Postgrado de la Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos (UNERG) y embajador en Polonia, Uruguay y Grecia.

Fuente: El Autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación

 

 

 

 

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Entrevista a Andreas Malm: «Nuestra lucha es la de una fuerza contra otra, no la del conocimiento contra la ignorancia»

Andreas Malm (Mölndal, Suecia, 1977) se ha convertido en uno de los pensadores con más visibilidad dentro del ecosocialismo, también en el estado español, con dos libros aparecidos en apenas unas semanas y otros más que están por venir.

Desde que publicara Capital fósil, recientemente traducido al castellano, su preeminencia no ha dejado de crecer, en parte debido a la claridad y el vigor de su manera de escribir, pero sobre todo gracias a la contundencia (incluso la brutalidad) de sus análisis y propuestas. La editorial Errata Naturae ha publicado hace poco uno de los últimos libros del autor sueco, El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social, en el que, inspirándose en cómo los bolcheviques lidiaron con una situación catastrófica de varias dimensiones (social, política, económica, bélica, energética…) durante el fin de la primera guerra mundial, la revolución de octubre y la guerra civil rusa, propone retomar la noción de comunismo de guerra y poner en marcha un leninismo ecológico que nos permita salir de la actual crisis ecosocial global, la cual se está manifestando también en múltiples niveles: pandemia, emergencia climática y desigualdades sociales rampantes a escala planetaria. Para ello, Malm pone sobre la mesa la necesidad de apropiarnos de todos los recursos materiales y sociales a nuestro alcance, utilizarlos para recuperar el ímpetu comunista de salvación y redirigir esta crisis contra sus causas y, especialmente, contra sus causantes. Hemos tenido la oportunidad de entrevistar al autor en torno a estas propuestas, sus complicaciones y sus posibilidades.

Aunque a primera vista podría parecer que el cambio climático y la crisis del COVID-19 presentan profundas similitudes debido a sus implicaciones globales y de urgencia, en tu libro subrayas las muchas diferencias que hay entre ellos. Pese a que no existían muchas pruebas científicas acerca del COVID-19 ni análisis políticos sobre las posibles soluciones, muchos gobiernos aplicaron medidas rápidas y drásticas sin demasiado debate político. En el caso del cambio climático, tras décadas de investigación disponemos de una cantidad abrumadora de pruebas sobre sus causas y sobre qué hacer, pero en este momento las medidas que es necesario aplicar parecen políticamente irrealizables. ¿Qué crees que puede aprender el movimiento climático de esta aparente paradoja y de la relativa importancia que tiene la «verdad científica» si no está vinculada a la importancia del poder?

Esta es una muy buena pregunta, porque señala una lección que al movimiento climático se le debería quedar grabada a fuego después de este año: el progreso no deriva del conocimiento, deriva del poder y del equilibrio de fuerzas. Parece haber una relación inversa entre las acciones más relevantes y la cantidad de conocimiento que las acompaña; como sugerís, la sobreabundancia de pruebas científicas sobre el calentamiento global viene acompañada por una actitud de pasividad, mientras que las acciones más dramáticas para combatir el COVID-19 (se llegó al punto de dejar en suspenso economías enteras) emergen de una base con una comprensión muy rudimentaria acerca de la pandemia. Por lo tanto, el movimiento por el clima ya no puede simplemente seguir pidiendo a los políticos que presten atención y «escuchen a los científicos», un enunciado repetido por gente como Greta Thunberg. Si bien esa postura tiene, por supuesto, muy buenas intenciones, está pasando por alto lo que es la clave del asunto: los políticos se alinean con las posturas científicas solo si los intereses de la clase dominante, responsable de la destrucción que ahora mismo está en marcha, son sobrepasados y derrotados o si estos no aparecen siquiera cuestionados. La pregunta que el movimiento debería hacerse es más bien esta: «¿Cómo construimos el músculo social necesario para obligar a los estados a hacer lo que hace falta?». No tanto «¿por qué no escucháis a la ciencia?» sino «¿cómo forzamos a los gobiernos, tan plegados hasta ahora al capital fósil que han ignorado la montaña inmensa de pruebas científicas, para que empiecen a actuar?». En otras palabras, ¿cómo rompemos los lazos que los unen al capital fósil y los ponemos a funcionar como aparatos que apliquen una transición ecológica? Lo que yo creo, por supuesto, es que esta transición no puede tener lugar sin que los estados se encarguen de ella, pero nunca va a suceder si son los estados los que tienen que tomar la iniciativa: el principal motor serán las fuerzas situadas fuera del estado, fuerzas populares, dentro del movimiento climático y aliado con él, que hagan que los gobiernos se comporten de manera distinta a como lo han venido haciendo hasta ahora. No estoy diciendo que el movimiento (incluida Thunberg y sus cuadros) no hayan intentado lograr precisamente esto; probablemente la generación de 2018-2019 se ha acercado más que ninguna otra dentro de la historia del movimiento a encarnar este papel. Pero tenemos que pensar en nuestra lucha como la de una fuerza contra otra más que como la del conocimiento contra la ignorancia. Porque la política no viene determinada por la presencia de la verdad científica; desde luego, esta es una lección que sacar de la comparación entre la crisis del coronavirus y la crisis climática.

Afirmas que la deforestación y la destrucción de ecosistemas están entre los principales desencadenantes de la zoonosis, las pandemias y el cambio climático. ¿Qué podrían hacer los países del norte global para frenar esta destrucción y comenzar a restaurar ecosistemas situados más allá de sus fronteras? ¿Está sucediendo esto de algún modo que nos pueda resultar visible?

Lo primero sería tomar el control público de las cadenas de suministro que llegan a zonas tropicales de tala masiva de árboles. Los estados del norte global deberían dejar de aplicar su capacidad de orden, mando y mapeo sobre la ciudadanía (y, añadiría, sobre la gente migrante) y empezar a hacerlo sobre las compañías que sacan sus mercancías de pastizales y plantaciones y minas y cultivos situados donde hasta hace poco se alzaban bosques. Que esto se puede hacer es evidente, no hay ningún obstáculo técnico. Pero no estamos viendo nada que se le parezca; de hecho, a estas alturas de 2020 solo hemos visto lo contrario: una deforestación acelerada de las áreas tropicales más sensibles del planeta. Las carreteras penetran tanto en las selvas tropicales del Amazonas, del centro de África y del Sudeste Asiático que la integridad de estos ecosistemas se halla en peligro inminente. La devastación del interior del Amazonas llegó este verano a un punto de intensidad nuevo, cuando hubo empresarios que se adentraron en la región para incendiar bosques enteros, al tiempo que el gobierno de Indonesia decidía abrir sus selvas a la inversión extranjera, sin límite alguno a la tala. Y todo eso en mitad de una pandemia, cuando cabría pensar que los estados se lo iban a pensar dos veces antes de dar alas a una mayor destrucción forestal. Porque lo cierto es que la ciencia es tremendamente clara acerca del hecho de que la deforestación es el principal desencadenante de la zoonosis. Cuando las carreteras se abren paso a través de los bosques, los patógenos que habitan en ellos entran en contacto con los seres humanos; cuando se talan bosques enteros, los portadores (como los murciélagos, que portan los coronavirus) se ven obligados a irse a otro lugar. Es aquí donde el contraste entre el coronavirus y el cambio climático se esfuma: es precisamente allí donde se ven involucradas las principales entidades de acumulación de capital donde los estados no han estado preparados para llevar a cabo ningún movimiento contra las causas de la pandemia. En su lugar, lo que hemos visto este año ha sido cómo se echa más gasolina al fuego de la fiebre global: más deforestación, lo que ha causado el surgimiento de nuevas enfermedades infecciosas, junto a una mayor quema de combustibles fósiles. Todos los pasos se están dando en la dirección equivocada.

En «El murciélago y el capital» hay una idea que aparece con frecuencia y que nos resulta interesante: no solo la deforestación y la destrucción de ecosistemas están entre los principales desencadenantes tanto de las pandemias como del cambio climático, sino que también es muy importante en este sentido la mercantilización y subsunción de la vida animal a los circuitos del capital. Llegas incluso a proponer, de manera bastante provocativa, que deberíamos alcanzar un «veganismo global obligatorio». En este sentido, ¿crees que el antiespecismo, que ahora mismo en la práctica parece estar políticamente separado de la lucha ecologista, podría tener un papel relevante en la lucha contra el cambio climático y viceversa?

Eso creo, sí. El «veganismo global obligatorio» es, por supuesto, una provocación. No tengo ninguna intención de prohibir el consumo de carne al pueblo sami o a comunidades del Amazonas con las que no se ha establecido ningún contacto. Pero sí que creo que la generalización del veganismo sería un fin deseable dentro de la transición que necesariamente tiene que hacer en su dieta el norte global rico; eso para empezar. Nuestras metrópolis no pueden seguir cebándose gracias a las preciadas tierras que hay por todo el planeta. Lo que hace falta es utilizar la tierra para otros fines que no son ni la producción de carne ni la de lácteos; especialmente se deben dedicar a la resilvestración y la reforestación, que permitirán absorber CO2 y estabilizar el clima. Estamos alcanzando un punto en el que el interés de la humanidad por su propia supervivencia (y debemos suponer que existe tal interés, al menos más allá de las clases dominantes, de la extrema derecha y demás gente que parece poseída por una arrebatadora pulsión de muerte) se está alineando de manera objetiva con la de otras especies. Lo que quiero decir es lo siguiente: la crisis de biodiversidad ahora mismo se ha vuelto también peligrosa para los seres humanos. El COVID-19 es la primera manifestación épica de esta respuesta. Lo que ha sucedido hace poco en la granja de visones en Dinamarca nos ha puesto ante los ojos de nuevo el mismo asunto: al tener enjaulados a quince millones de criaturas, la industria danesa de visones (que es la más grande del mundo, pues produce abrigos de piel y productos de pestañas falsas para un segmento de consumidores espantosamente rico) generó las condiciones perfectas para que el Sars-Cov-2 saltase de nuevo a organismos animales, mutase y volviese otra vez a los seres humanos de una forma potencialmente desastrosa. Por tanto, el estado danés ahora está liquidando esa industria. Esto es algo que, por supuesto, los y las activistas por los derechos de los animales han estado exigiendo desde hace una eternidad por compasión hacia los visones, que necesitan deambular y nadar y andar escarbando; para estas criaturas, la vida en una jaula es de un terror abyecto. Y ahora finalmente se ha convertido en una fuente de terror también para los seres humanos. En el mismo espíritu, el cambio de la comida de origen animal a la de origen vegetal en nuestra dieta debería estar motivado por un interés humano por nosotros mismos. Por decirlo de algún modo, el antiespecismo se convierte así en un abandono con base antropocéntrica del reino animal.

En tu libro hay una parte en la que hablas de algo que para mucha gente de izquierdas no es fácil de asumir: la necesidad de hacer cesiones, un asunto que incluso los bolcheviques tuvieron que afrontar y que se vuelve aún más inevitable cuando apenas disponemos de fuerza política y queremos empezar a crecer, que es lo que sucede actualmente. ¿Cómo podríamos combinar esta necesidad con la de empezar a ver cambios drásticos de manera inmediata? ¿Cómo puede el movimiento climático empezar a levantarse a partir de esta idea de un diálogo entre reforma y revolución, y no solo a partir de la oposición negativa entre reforma revolución?

A mí, que vengo del movimiento trotskista, la conceptualización que más me atrae de la relación entre reforma y revolución sigue siendo la idea de «reivindicaciones transitorias»: se elevan reivindicaciones que articulan intereses materiales inmediatos de los grupos subalternos, pero ello, precisamente por esta razón, entra en conflicto con el statu quo y acaba apuntando aún más allá. Las reivindicaciones más básicas por una transición climática tienen esta forma. La abolición total de aquello que normalmente denominamos «industria de combustibles fósiles» (las compañías que extraen sus beneficios directamente de la producción de petróleo, gas y carbón) es una reivindicación de mínimos para lograr la estabilización del clima. Toda aquella persona que tenga cierta idea sobre la crisis climática sabe también que esas empresas no pueden seguir existiendo en cuanto tales. Deben ser apartadas de la economía de manera inmediata y para siempre. Sin embargo, eso abriría un agujero enorme en el tejido del capitalismo tal cual existe actualmente y no sabemos qué puede surgir al otro lado; perfectamente podría ser alguna versión de una sociedad poscapitalista. No obstante, es importante no poner el carro delante de los bueyes. No se arranca diciendo «acabemos con el capitalismo», esa no es la lógica de las reivindicaciones transitorias. Uno empieza exigiendo lo que es necesario ahora y luego sigue la dinámica social de esa demanda allí donde le lleve. Por poner un caso un poco más concreto, pensemos en un país del que rara vez se habla en este contexto: Francia. La empresa privada más grande del país es Total, una de las compañías de petróleo y gas más grandes del mundo. Como cualquier otra empresa del sector, ahora mismo está planeando una expansión de su producción para la década actual, la misma en la que las emisiones se deben reducir a la mitad a nivel mundial si queremos conservar alguna posibilidad de tener un calentamiento global que esté por debajo de 1,5 ºC. Evidentemente, Total tiene que dejar de existir. La manera más obvia de lograr que eso suceda sería nacionalizar la compañía y poner fin a toda su producción de petróleo y gas (y yo añadiría que habría que convertirla en una entidad dedicada a absorber CO2 de la atmósfera en lugar de a emitirlo). Es también evidente que el estado francés no está pensando hacer esto ni nada que se le parezca. Al contrario, el presidente Macron respalda los planes que tiene Total de irse al Ártico a hacer perforaciones en busca de más petróleo, y lo hace en el mismo momento en el que hay científicos informándonos de que el calentamiento en el Ártico se está dando a tal velocidad que los depósitos de hidrato de metano ubicados en el fondo del mar se están activando, filtrando así a la atmósfera este gas de efecto invernadero ultrapotente, uno de los mecanismos de retroalimentación más temidos y peligrosos del sistema climático. Pero imaginemos que el estado francés, sometido a algún tipo de presión de masas, de hecho socializase Total y se la quedase. ¿Sería eso compatible con el capitalismo tal cual lo conocemos en Francia o apuntaría, de manera más o menos inevitable, a un lugar situado más allá del statu quo? Esa es la lógica de las reivindicaciones transitorias en la crisis climática: trascienden la oposición binaria entre reforma y revolución. Y, en este momento de emergencia, lo cierto es que no podemos permitirnos quedarnos atascados en ningún tipo de insistencia purista en ninguna de las dos. Sencillamente hay que hacer lo hay que hacer.

Dentro del mismo marco de reforma revolución, en el libro sugieres que incluso los revolucionarios más radicales del siglo veinte tuvieron que mantener cierta continuidad con el antiguo régimen debido a las circunstancias extremas que estaban afrontando. Las nuestras no solo son extremas, sino que además nos dan muy poco tiempo para reaccionar. ¿Crees que deberíamos hacernos a la idea de que los cambios políticos más importantes de la próxima década para superar lo peor del cambio climático se darán dentro del antiguo régimen capitalista? ¿O esta es la receta perfecta para el desastre y el derrotismo?

Retomo la respuesta a la pregunta anterior: no podemos aceptar el capitalismo como un marco del que no podemos escapar y en el que tenemos que permanecer mientras resolvemos el problema del clima. No obstante, tampoco podemos decir que solo acabando primero con el capitalismo vamos a poder abordar el asunto del clima. Eso es una bobada. La lógica de la reivindicaciones transitorias, a riesgo de repetirme, es la de insistir en las políticas que resulten más evidentes (pensemos en la petición de paz en Rusia en 1917) y después, dado que estas políticas solo pueden ser llevadas a cabo a través de la confrontación con las clases dominantes, o al menos con fracciones de la clase dominante, prepararnos para ir más allá de su gobierno, si es eso lo que hace falta. La transición climática es un viaje que no empieza (que no puede empezar) con el fin del capitalismo, como tampoco pudo la revolución rusa. Puede terminar en ello, pero eso aún no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ninguna de nuestras exigencias (emisiones cero, la liquidación de la industria de combustibles fósiles, revertir la deforestación, etcétera) va a darse sin lucha. Y esa lucha debemos darla hasta el final. Todo depende de ello.

En otras entrevistas has señalado que esta cuarentena a nivel global ha supuesto todo un golpe para la lucha contra el cambio climático, la cual parecía estar en auge antes de marzo. Además, como decíamos antes, la pandemia ha demostrado que es más que necesario un movimiento social potente para dotar de ambición y sentido a las intervenciones estatales. Esto nos podría recordar otro de los preceptos leninistas: debemos estar preparados para aprovechar el momento. ¿Cómo podría prepararse el movimiento climático antes de una posible vuelta a la normalidad, cómo debería proceder cuando eso suceda (si es que sucede)? ¿Crees que la actual situación podría ser redirigida contra el capital fósil? En resumidas cuentas, ¿qué aspecto podría tener hoy ese «momento a aprovechar»?

Una cosa que defiendo en How to Blow Up a Pipeline: Learning to Fight in a World on Fire, que aparecerá en la editorial británica Verso en enero y algo más tarde en castellano [Cómo dinamitar un oleoducto. Nuevas luchas en un mundo en llamas será publicado también por Errata Naturae], es que el movimiento por el clima tiene que aprovechar los momentos de desastres climáticos, es decir, debemos aprender a actuar cuando nos golpeen sucesos meteorológicos extremos. Hasta el momento, el movimiento ha seguido un calendario ajeno al clima (huelgas los viernes, eventos contra las cumbres de la COP) y rara vez ha ajustado sus acciones a desastres reales, pero la próxima vez que Australia sufra unos incendios infernales, el movimiento debería lanzar una serie de acciones militantes contra la industria del carbón del país, y el próximo verano que Europa padezca un calor y unas sequías insoportables, deberíamos atacar las infraestructuras y tecnologías de combustibles fósiles para dejarle claro a la gente que, a menos que desarmemos esta maquinaria, vamos a arder hasta la muerte. El leninismo ecológico en funcionamiento sería eso: transformar una crisis de los síntomas en una crisis contra las causas. Los momentos de condiciones meteorológicas extremas y el sufrimiento que los acompaña deben ser politizados como los episodios bélicos que en realidad son. Son también los momentos en los que existe el potencial de ganar un apoyo masivo para la resistencia contra los combustibles fósiles; el verano de 2018 en Europa y lo que vino después (Fridays for Future y Extinction Rebellion) así lo indican. Tenemos que aprender a golpear cuando la cosa se está poniendo caliente, de manera bastante literal. Es entonces cuando las acciones militantes de masas se deben escalar, llegando a tomar las infraestructuras y tecnologías de combustibles fósiles, también dentro de las ciudades, para asfixiarlas hasta tal punto que los estados se vean obligados a negociar su desmantelamiento permanente. Pero está claro que hay algo de camino que recorrer hasta llegar ahí.

Como dices en el libro, el comunismo ha sido un movimiento fuertemente vinculado a las ideas de emergencia y salvación, desde el Manifiesto comunista hasta el periodo de 1914-1945 y hasta, queremos creer, la actual crisis climática. ¿Crees que si abordamos el cambio climático y la destrucción de ecosistemas desde una perspectiva realmente de emergencia, esta sería inherentemente comunista, al menos en espíritu (si es que existe tal cosa)?

Debemos atrevernos a enfrentarnos a la propiedad privada. Esto es inevitable, es el alfa y el omega. Que eso requiera un comunismo en toda regla es harina de otro costal; yo creo que en ningún caso lo hace de manera axiomática. Uno puede concebir de manera lógica la abolición de las industrias de combustibles fósiles sin la abolición del capitalismo como modo de producción. Pero, de nuevo, la abolición de las primeras perfectamente puede llevar a una ruptura con el capitalismo. A fin de cuentas, las reivindicaciones transitorias básicas y de mínimos apuntan algo que se parece bastante al comunismo de guerra.

En todo caso, sí afirmas que las experiencias comunistas históricas fueron una especie de operación de rescate a partir de fallos catastróficos anteriores, esto es, fueron empresas inherentemente trágicas. Dices que deberíamos estar dispuestos a aceptar esta situación y a tener por delante una vida de lucha sin cuartel. Todo indicaría que esto es así y, pese a todo, vivimos en sociedades en las que cualquier cambio significativo viene después de haber convencido a un porcentaje importante de la población. Un comunismo del desastre, en estas condiciones, podría parecer un suicidio político perfecto a la hora de hacer campaña por él. ¿Qué opinas al respecto?

En las pancartas yo no escribiría «¡Comunismo del desastre ya!», sino que plasmaría reivindicaciones como las que hemos mencionado, que puedan granjearse un apoyo extenso, como lo hacen, claro está, la reivindicaciones por un Green New Deal, por una transición justa y otros proyectos similares. Lo que pasa con el comunismo en el siglo veintiuno (si pensamos en el comunismo como una sociedad sin clases en la que todo el mundo tiene sus necesidades básicas cubiertas) es que probablemente tendría que construirse en una situación de escasez más que de abundancia. No tenemos más que pensar en el aumento del nivel del mar. Si crece dos metros, la mayor parte de Bangladés y todo el sur de Irak van a estar inundados, y puede que ya sea demasiado tarde para evitar este crecimiento, dada la velocidad y la irreversibilidad potencial del derretimiento del hielo en Groenlandia y en la Antártida occidental. Así pues, de aquí a un siglo, el comunismo en países como Bangladés o en el sur de Irak tendría una forma más parecida a la del comunismo de guerra o del desastre que a propuestas como el «comunismo de lujo totalmente automatizado», que parten de una «capacidad de suministro extremo» de cualquier bien que podamos desear. Bien pudiera ser que hubiera una escasez extrema de los bienes más básicos, incluso de un suelo sobre el que poner los pies. ¿Cómo cubriríamos entonces las necesidades de todo el mundo? ¿Podemos hacerlo sin dejar atrás las terribles desigualdades que existen en una sociedad de clases? Son preguntas que debemos hacernos de manera seria. Tendríamos que formular nuestras reivindicaciones más inmediatas pensando en evitar hacer más daño a la Tierra, pero sabiendo que hay un daño que ya se le ha hecho.

Dicho todo esto, cierras tu libro vinculando las ideas de supervivencia y utopía. La de utopía es una noción que nos resulta muy cercana, pensada no solo como la necesidad de dibujar un futuro imaginario mejor, sino también, y de manera muy concreta, un presente diferente. ¿En tu idea de «comunismo de guerra» hay espacio para el pensamiento utópico?

Desde luego. Como señalo en el libro (si bien no me extiendo en ello, ya lo han hecho otras personas) una transición que deje atrás los combustibles fósiles es compatible con mejoras radicales en las vidas de la gente. Puede venir acompañada de mejores trabajos, trabajos más seguros y, lo que no es menor, menos trabajo: jornadas laborales más cortas, más tiempo libre. De hecho en el comunismo de guerra original existía también una pulsión utópica: la emergencia de la guerra civil rusa ofreció la ocasión de experimentar con una vida sin dinero ni propiedad privada. Evidentemente, no salió demasiado bien. Pero la supervivencia y la utopía no son conceptos opuestos por definición. La primera podría hallarse en la segunda y necesitarla.

Fuente: https://contraeldiluvio.es/nuestra-lucha-es-la-de-una-fuerza-contra-otra-no-la-del-conocimiento-contra-la-ignorancia-entrevista-con-andreas-malm/

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Por una pedagogía sin evidencias

Cada vez recibo más invitaciones a participar en encuentros y jornadas que, con sus variantes, finalizan en la importancia de generar investigaciones “basadas en evidencia”: para mejorar las intervenciones educativas, para tomar decisiones, para comprender el contexto actual, etcétera. Las investigaciones en educación que actualmente se estiman pertinentes son las que generan “evidencia”; las demás pueden derivar en palabrería, en planteos abstractos sin asidero empírico, con cierta denostación de la teoría en el peor sentido de la expresión, “apartada de los avatares cotidianos”.

Estas invitaciones, sin quererlo, me dieron pie para pensar algunas cuestiones para esta columna. En primer lugar, estimo que al apoyarnos en el término inglés evidence, nuestra traducción no es del todo acertada. Porque las palabras están cargadas de significados, ellos van conformando nuestra mirada del mundo y contribuyen a interpretarlo. Como sabemos, la mayor parte de la investigación académica en la actualidad se publica en inglés –al menos la que se supone relevante– y evidence, además de eventualmente equivaler a “evidencia”, también significa “datos”, “hechos”. Pero una cosa es contar con datos –que siempre es necesario interpretar– y otra cosa es contar con evidencias, pues algo que se nos vuelve evidente se nos aparece como “obvio”. Entonces, este es el primer mojón a tener presente: una cuestión de lenguaje, nada menor.

En segundo lugar, esto afecta al corazón mismo de la investigación. Investigar –está en su base– implica enfrentarse a la indagación, a algo que en principio se desconoce. Todo lo contrario a que sea evidente. Si algo fuera evidente, no investigaríamos. Ya sabríamos las respuestas a priori. Podemos tener sospechas, hipótesis de trabajo, pistas, pero buscamos a tientas, nos acercamos, bordeamos. Basta tomar contacto con cualquier manual de historia de la ciencia para admirar las marchas y contramarchas que condujeron, luego de mucha acumulación, esfuerzos e incluso fracasos, a descubrimientos, inventos u otros aportes. ¿Qué era lo evidente que estos gigantes de la humanidad no veían?

La intención aquí no es profundizar en una discusión epistemológica que se vuelva tediosa, pero evidence como datos nunca son evidentes. Basta acercarnos en estos tiempos electorales a cualquier discusión en los que, ante los mismos números (datos) que supuestamente remiten a realidades empíricas definidas, las interpretaciones resultan diversas. Y aquí nos situamos frente a otra dimensión de la problemática: cuando a la realidad histórica le asignamos una suerte de esencia (hay que ser “realistas”, se dice), justamente, lo que hacemos, es vaciarla de su movimiento permanente. Con ello, estimamos, “los políticos lo único que hacen es pelearse”, porque supuestamente la realidad es evidente. El asunto radica, desde otra perspectiva, en que la interpretación está en los datos, construye los datos, no viene después de los datos. Y esta posibilidad de construir los datos es lo que llamamos teoría. Es lo que permite situarlos, contextualizar su pertinencia, establecer relaciones, comprenderlos.

Contar con “evidencias” vacía, en esta dirección, el valor de la teoría. Apostamos a evidencias como “varitas mágicas” que faciliten pistas de cómo hacer las cosas. Es la sobrevaloración del método, del cómo, postergando el qué, el por qué y el para qué. Claro está, la búsqueda de estos fundamentos es mucho más difícil, sinuosa, problemática y genera múltiples discusiones y perspectivas inmediatamente. Nos lleva a “pelearnos”.

En particular, en educación, asistimos a un momento histórico de renovación, actualización y/o alteración de sentidos. En estas transiciones, en ocasiones, buscamos “recetas” que nos digan cómo hacer las cosas: cómo mantener vivo el interés de los niños y jóvenes, cómo incorporar la tecnología, cuáles son las estrategias para mejorar la lectoescritura, etcétera. Pero ello presupone, omitiendo por “teórico” como sinónimo de intrincado, abstracto y apartado de las experiencias educativas cotidianas, preguntas del tipo: ¿qué sería eso que llamamos “interés”? ¿vínculo con experiencias cercanas?, ¿vínculo con preocupaciones vitales?, ¿vínculo con aplicaciones futuras en distintas esferas de la vida social?, ¿u otra entidad? Esto ya abriría un conjunto variado de interrogantes que nos llevarían a alguna discusión, a “pelearnos”, ya que podemos apoyarnos en distintas convicciones, podemos partir de nuestras propias experiencias previas, podemos remitirnos a diferentes situaciones educacionales en las que, por ensayo y error, algo nos dio más “resultado” que en otro momento.

Y así podríamos seguir en relación con otros asuntos. Si bien Pierre Bourdieu “veía” cómo se reproducía la desigualdad social (bien empírica, bien evidente, bien injusta), no resultaban evidentes sus mecanismos; es decir, no aparecían como obvios y naturales. Si investigaba “basado en evidencias”, dichos mecanismos estarían claros y las “soluciones” serían automáticas; bastarían la voluntad personal y de una sociedad para enfrentarla. Con su noción de “capital cultural”, por señalar uno (bien teórico, bien abstracto), podemos comprender algunos de esos mecanismos que, situados en el corazón de las estructuras y relaciones sociales, se hacen difíciles de remover; y no resulta lineal cómo revertir la desigualdad social. Su aporte, demás está decirlo, es bien relevante para el estudio de las relaciones entre educación y desigualdad. Pero su “error” está en no haber ofrecido pautas, punto por punto, de cómo revertirla. Por ello, se le acusa, a él y a otros muchos, de caer en palabrería.

Podríamos comentar lo mismo acerca de Yves Chevallard y su “transposición didáctica”. Él no la propone como postulado a seguir por los educadores, como “solución”, sino que la ofrece para intentar comprender los procesos, distancias y secuencias que hay en la consideración de los saberes y cómo devienen conocimiento, y ser más “conscientes” de los movimientos que hay en la enseñanza y en el aprendizaje. Infinitos, diversos según las creencias de los sujetos, distintos según los momentos del año, entre otras cuestiones.

Podríamos, también, acercarnos a algunos planteos que se repiten como mantra en estos tiempos electorales y, por ello, aparecen como evidentes. Distintas investigaciones a nivel mundial muestran que los docentes resultan claves para que los aprendizajes sean valiosos y, por ello, hay que contar con políticas que atraigan a los mejores estudiantes de educación media para que elijan la docencia. Al respecto, dos cuestiones podrían interpelar lo “evidente”: 1) dichos docentes, por supuesto, serán relevantes, pero su docencia se pone en juego en un vasto conjunto más amplio de factores que potencian, limitan y/o condicionan su acción: las condiciones edilicias, los materiales didácticos, el diálogo con las familias, el clima institucional y la relación con los colegas, las condiciones salariales que favorecen (o no) la concentración de energías, la selección de material, el estudio y el trabajo en equipo, entre otros; 2) y esto es lo menos “evidente”, en un sistema educativo para todos debemos contar con una población también amplia de docentes, por lo que no es aplicable lo de contar con los “mejores”: ¿cuántos son los mejores, en unos 60.000 docentes del sistema educativo uruguayo? ¿Qué es ser el “mejor”: tener mejores calificaciones, ser los líderes de su generación o disponer de una creatividad sin límites? Si fuera el mejor, él o ella, a solas, no podría con 700.000 niños, niñas y jóvenes de, al menos, la etapa obligatoria de la educación formal. Además, si todos los mejores eligen la docencia, tendríamos otras profesiones igualmente importantes debilitadas, elegidas por los que no son los mejores. Por ello, lo que importa en términos políticos es que sean buenos docentes, no los mejores, y garantizar una preparación adecuada para el ejercicio de la docencia.

En términos amplios, esta reflexión sobre la educación, esta búsqueda de fundamentos poco evidentes, es lo que llamamos pedagogía. Es la que en ocasiones se posterga ante la urgencia de las evidentes problemáticas en educación, ante los desafíos acuciantes que plantean las nuevas generaciones, ante el vértigo de los cambios en el mundo. Pero es la que habilita a investigar, sin evidencias en la mano. Es la que requiere la política para trazarse algunos horizontes normativos, en disputa, según lo que venimos afirmando, para poder traducirlos en acciones. Es el lado pedagógico de la política.

Álvaro Silva Muñoz. Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad, Instituto de Educación, FHCE – Udelar.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/11/por-una-pedagogia-sin-evidencias/

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El boicot de Trump a científicos chinos compromete la ciencia mundial

Estados Unidos/12 de Mayo de 2018/Europa Press

Académicos británicos advierten de que las medidas propuestas por la administración Trump para restringir que investigadores chinos trabajen en Estados Unidos podrían «sofocar» el progreso global.

La Casa Blanca está discutiendo si limitar el acceso de los ciudadanos chinos a los Estados Unidos, incluyendo la restricción de ciertos tipos de visas disponibles y ampliando en gran medida las normas relativas a los investigadores chinos que trabajan en proyectos con valor militar o de inteligencia en empresas y universidades estadounidenses.

El posible boicot, que podría afectar directamente a 300.000 investigadores, parece estar motivado por temores de que los investigadores chinos puedan estar involucrados en actividades de espionaje y transfiriendo descubrimientos secretos estadounidenses al gobierno chino.

COMO DESPUÉS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Investigadores de las Universidades de Bristol, Warwick y London School of Economics and Political Science (LSE) han establecido paralelismos con la fuerte declinación en la cooperación científica internacional después de la Primera Guerra Mundial, advirtiendo que un impacto similar podría verse si se ponen nuevas barreras lugar por los Estados Unidos.

Al comienzo de la guerra, el mundo se dividió en los campos de los Aliados (Reino Unido, Francia, después los Estados Unidos y varios países más pequeños) y Central (Alemania, Austria-Hungría, Imperio Otomano, Bulgaria).

La participación de científicos en el desarrollo de armas químicas y la postura extremadamente nacionalista adoptada por muchos en apoyo de su patria enfrentaron a los campos científicos opuestos entre sí.

Inmediatamente después del final de la guerra, los científicos aliados impusieron un boicot contra los científicos de Alemania y sus aliados, que separó a los científicos en campos opuestos hasta mediados de la década de 1920.

Un reciente trabajo de investigación publicado en el Quarterly Journal of Economics, examinó el efecto de este boicot y muestra que las barreras a la cooperación científica internacional no solo ralentizan la producción de ciencia básica, sino que también dañan la aplicación de la ciencia en el desarrollo de nuevas tecnologías.

Alessandro Iaria, uno de los autores del informe y profesor de Economía de la Universidad de Bristol, dijo en un comunicado: «Además de las consecuencias inmediatas que podría tener un boicot científico, también podría haber ramificaciones perjudiciales a largo plazo para todo el progreso científico y la innovación tecnológica en todo el mundo.

«Si bien los efectos globales de un boicot de este tipo son difíciles de estimar, hay lecciones de la historia que pueden informar a los responsables políticos sobre los posibles efectos a largo plazo para el progreso científico y la innovación tecnológica.

«Nuestros resultados sugieren que la política científica debe estar orientada a facilitar el acceso y capitalizar los posibles efectos catalíticos de la investigación de vanguardia para mejorar el progreso científico. La comunidad académica mundial tiene preocupaciones reales de que un boicot a los investigadores chinos podría frenar este progreso «.

La investigación, también llevada a cabo por Carlo Schwarz de la Universidad de Warwick y el Dr. Fabian Waldinger de LSE, encontró que las barreras crecientes a la cooperación científica internacional durante el boicot condujeron a una disminución en el número de artículos publicados por científicos de ambos lados.

Los científicos que habían confiado en la investigación de vanguardia del extranjero publicaron menos trabajos que los científicos que históricamente trabajaron con la investigación de su país de origen. Por ejemplo, los bioquímicos estadounidenses que dependían de la investigación de Alemania vieron su productividad disminuir en un 33 por ciento en comparación con los biólogos estadounidenses que utilizaron la investigación de sus contrapartes en Estados Unidos.

Es importante destacar que el boicot no solo afectó a los científicos centrales, sino a toda la comunidad científica internacional en general.

Los científicos afectados también produjeron menos descubrimientos científicos, medidos por la introducción de palabras novedosas en títulos en revistas científicas y por nominaciones para un Premio Nobel, y menos de sus descubrimientos científicos encontraron aplicación en patentes.

Carlo Schwarz, de la Universidad de Warwick, dijo: «El período histórico único nos permite estudiar la importancia de la cooperación científica internacional. Isaac Newton dijo que, en su investigación, estaba ‘sobre los hombros de gigantes’. Nuestro trabajo destaca la importancia del acceso a las mejores ideas científicas existentes para la creación de nuevas investigaciones «.

Fuente: http://www.europapress.es/ciencia/laboratorio/noticia-boicot-trump-cientificos-chinos-compromete-ciencia-mundial-20180511161945.html

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Una pedagogía de los gestos

Por: Álvaro Silva Muñoz

A propósito de la foto del docente de Lascano que cuida al hijo de una de sus estudiantes.

Hace unos días circuló en las redes sociales un video en el que aparecía un docente con un bebé en sus brazos, hijo de una de las estudiantes del curso del que es responsable. Según sus propias palabras, la joven le pidió que lo sostuviera, de modo de poder transcribir algunos de sus apuntes. La imagen se hizo viral y varios medios de comunicación se trasladaron hasta la escuela técnica de Lascano, departamento de Rocha; partiendo de ese hecho, profundizaron en una historia que implica a compañeros de clase, autoridades del centro educativo, docentes y otros educadores.

Siguiendo a Hannah Arendt, una de las figuras centrales de la filosofía política del siglo XX, este hecho denota un gesto. En él se condensa un movimiento por el que los adultos les damos la bienvenida a este mundo a los nuevos, a los recién nacidos, diría ella misma. Arendt, como otros tantos, sufrió en carne propia la persecución por su condición de judía en la Europa de la Segunda Guerra Mundial y experimentó en qué se convierte este mundo cuando no lo hacemos hospitalario. En efecto, natalidad y hospitalidad son dos de sus nociones centrales que tienen efectos permanentes, ya que siempre se está naciendo. La cuestión de acoger, de ser hospitalario, guarda relación con la transmisión cultural; es decir, ofrecer claves de interpretación para estar en el mundo y actuar en él, y con ello acontece un segundo nacimiento. De eso se trata la educación: en cada acto educativo se nace de nuevo, porque es posible comprender el mundo con otras miradas, conocimientos, saberes, acciones. Así, Arendt se refería a la educación como un gesto.

Un gesto que tiene la fuerza de cuestionar al menos dos sentidos comunes instalados y que no constituye una mera anécdota, como a veces se intenta presentar las “historias de vida”:

1) Los jóvenes no son “ni-ni” por una suerte de esencia que está en su naturaleza, sino que en general son las condiciones de inhospitalidad del mundo y sus instituciones –entre ellas, las educativas– las que no favorecen su continuidad en los estudios. Cuando nuevas condiciones se privilegian, los jóvenes pueden disfrutar de aprender y conocer: unas autoridades que habilitan que venga con su hijo cuando, en general, se entiende que la enseñanza media no es el espacio para estar con hijos pequeños; un adscripto que escucha un planteo y busca posibles soluciones; un docente que integra al bebé en el movimiento del aula.

2) El derecho a la educación es para todos los sujetos, a lo largo de toda la vida y de calidad, proclama la Ley de Educación 18.437, de diciembre de 2008. Sabido es que la enseñanza media es heredera de un mandato fundacional que le confiaba la selección de los sujetos que transitarían hacia la Universidad, y el conjunto de sus prácticas se basó en estos sentidos, mientras que ahora debe ofrecer espacios para que todos puedan acceder y culminar. En el seno de este debate entre cantidades y calidades, este gesto tiene la fuerza de construir instituciones hospitalarias –y, por tanto, justas, en el planteo de Arendt – y denunciar que calidad e inclusión en ocasiones se colocan en una falsa oposición, y que es posible que puedan potenciarse.

Pero me interesaría volver a Hannah Arendt, ya que hay otro elemento en juego: el docente se hace responsable de la situación. Con ello no sólo me refiero a la situación de aula, sino a la inscripción de dicha situación en un conjunto de estructuras sociales, políticas, económicas, culturales y simbólicas. Sin llegar a resolver los grandes dilemas de la humanidad, el docente se hace responsable de una situación de la que, en apariencia, no es “directamente” responsable.

Uno podría decir: “No es mi culpa”, “No fui formado para esto”, “A mí me interesa dar clase”, y varios etcéteras más. Este es uno de los ejes centrales en el análisis de Arendt cuando se refiere a la crisis de la educación, ya en su “Entre el pasado y el futuro” (1961): la crisis se apoya en eludir responsabilidades, especialmente los adultos, que hacen que los nuevos no cuenten con referencias para comprender e interpretar este mundo. La responsabilidad, en este sentido, se une al cuidado de los nuevos. La formación docente tal vez deba recorrer nuevos senderos por los que la identidad docente no se construya sólo alrededor de determinada disciplina, como tal vez lo requirió el mandato fundacional de la enseñanza media, sino que aborde otro conjunto de elementos que hacen al docente de estos tiempos, porque la diversidad de situaciones se expresa en mayor medida al haber más personas que transitan por la enseñanza media. Y, estimo, gestos como este no desvalorizan la tarea docente sino que, todo lo contrario, la dignifican.

Porque en la institución educativa se aprenden muchas cosas además de los conocimientos disciplinares: compañeros que se preocupan por pasarle apuntes a la compañera, un bebé que genera otro clima de convivencia entre los jóvenes en los corredores, un bebé que confía en distintos brazos, etcétera. Ya estamos al final del artículo y no mencionamos a la pedagogía. Bueno, en realidad, todo lo escrito refiere a una pedagogía: un gesto que enseña por su propia densidad.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2018/3/una-pedagogia-de-los-gestos/#subscribe-footer

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Dinamarca: El niño que descubrió restos de un avión y de un piloto de la II Guerra Mundial gracias a una tarea escolar

Europa/Dinamarca/12 Marzo 2017/Fuente:laopinion /Autor:BBC Mundo

Todo empezó con una tarea de Historia de un niño de 14 años que vive en Dinamarca. Una broma de su padre y un detector de metales llevaron a un extraordinario descubrimiento de una aeronave nazi

Cuando Klaus Kristiansen animó a su hijo a que retratara vívidamente su tarea de la asignatura de Historia, nunca pensó que el niño desenterraría un avión de la Segunda Guerra Mundial.

Ni que entusiasmados equipos de televisión, miembros de la policía forense y expertos en explosivos llegarían hasta la granja de su familia en Birkelse, Dinamarca.

Pero eso es exactamente lo que ocurrió cuando Daniel Rom Kristiansen, de 14 años, encontró los restos de un avión alemán Messerschmitt y de su piloto en un campo común y corriente.

Según Kristiansen, su abuelo una vez le dijo que un avión se había estrellado allí en noviembre de 1944.

Esto es lo que le explicó el padre a la cadena de noticias danesa DR P4 Nordjylland: “Cuando a mi hijo Daniel le dieron una tarea recientemente sobre la II Guerra Mundial, bromeando le dije que saliera y encontrara el avión que se suponía se había estrellado en el campo”.

Hallazgo

El padre y el hijo unieron fuerzas con un detector de metales para hallar la aeronave, pero nunca esperaron encontrar nada.

Kristiansen, agricultor de profesión, pensaba que los restos del avión habían sido retirados hacía años.

Pero entonces, escucharon un pitido del detector sobre un terreno cenagoso.

Los dos comenzaron a excavar, pero se dieron cuenta de que necesitaban llegar a más profundidad

Pidieron prestada una excavadora a su vecino y a entre cuatro o seis metros de la superficie ,comenzó a aparecer el fuselaje del avión.

Un motor y huesos

El hallazgo incluía un motor de un avión Messerschmitt ME 109, municiones de la Luftwaffe, la fuerza aérea nazi, y los huesos del miembro de la tripulación que murió en el accidente.

“A primera vista no parecía un avión”, le dijo Kristiansen a la BBC.

“Eran quizás entre 2.000 y 5.000 pedazos de un avión. Y encontramos un motor… después encontramos partes de huesos y piezas de la ropa (del piloto)”.

“Y después hallamos algunos objetos personales, libros, una cartera con dinero… un libro en su bolsillo“.

Y agrega: “No lo tocamos, solo lo cubrimos con bolsas. Un museo ahora se ha hecho cargo de ello. Creo que hay mucha información en esos papeles”.

Al darse cuenta de que habían encontrado algo extraordinario, el agricultor contactó a historiadores de la Segunda Guerra Mundial y a las autoridades danesas.

Campo de pasto

Kristiansen afirma que el campo donde se hizo el hallazgo se utiliza “para pasto o ganado”.

Su familia ha trabajado en la tierra donde el avión estuvo oculto durante décadas.

Él mismo ha vivido allí durante 40 años.

“Nunca habíamos visto nada en la superficie”, dice. “Ni un pedazo de metal”.

“Mi abuelo contaba muchas historias. Algunas no eran ciertas y otras sí. Pero esta resultó cierta.¡Quizás tuve que haberlo escuchado más cuando estaba vivo!”, afirma.

La policía acordonó el lugar del accidente para llevar a cabo una investigación.

Debido a que se encontraron municiones en el avión, se llamó a expertos en desactivación de bombas para que pudieran retirarlas con seguridad.

La policía forense está trabajando para recuperar los restos del piloto muerto y esperan identificarlo pronto.

“Probablemente es un piloto que ahora será enterrado en Alemania”, afirma Kristiansen. “Así lo espero”.

Y Daniel… ya entregó su tarea de historia.

Ahora espera actualizarla cuando se conozcan los detalles del avión accidentado y del hombre que cayó con él.

Fuente de la noticia: http://laopinion.com/2017/03/10/el-nino-que-descubrio-los-restos-de-un-avion-nazi-y-su-piloto-como-parte-de-una-tarea-escolar/

Fuente de la imagen: https://laopinionla.files.wordpress.com/2017/03/gettyimages-649035288.jpg?quality=60&strip=all&w=94

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Rosa Luxemburgo: pensamiento crítico y educación popular

Por: Zur Pueblo de Voces

En un nuevo aniversario de su asesinato, el politólogo argentino Hernán Ouviña analiza la trayectoria política y teórica de esta referente del pensamiento emancipador, en un recorrido que va “de la educación popular a la (auto)afirmación de las masas”.

Rosa Luxemburgo (1871-1919) fue una de las marxistas que, en tanto educadora popular, más esfuerzos destinó en favor de los procesos formativos como algo prioritario para la militancia. Paradójica y erróneamente, se la sigue caricaturizando como una “espontaneísta” que denostaba la teoría y la necesidad de la organización política, algo alejado por completo de su concepción revolucionaria. Desde sus primeros pasos como activista clandestina en su Polonia natal, hasta su destacado papel en el seno de la izquierda alemana y europea, siempre abogó por construir y dotar de centralidad a los espacios orgánicos y a los momentos del autoaprendizaje de las masas.

De hecho, al poco tiempo de sumarse a militar en Alemania es invitada a incorporarse en la escuela de formación del Partido Socialdemócrata por su experiencia en ese plano. Salvo en los diferentes interregnos que estuvo encarcelada, Rosa dedicó buena parte de su militancia diaria a esta tarea, a razón de cuatro veces por semana, desde 1907 hasta 1914 (momento en el que, como consecuencia de su agitación contra la guerra, sufrirá sucesivos y prolongados períodos de encierro en la cárcel). En los talleres y cursos que coordinaba por aquellos años, no permitía que se tomasen notas en el momento, ya que consideraba que era mejor que quienes asistían pudiesen seguir, sin interrupción y con la mayor atención posible, la dinámica de intercambio y exposición que orientaba a cada encuentro. “Uno no quiere simplemente repetir”, convertirse “en un fonógrafo”, sino “recoger material fresco para cada nuevo curso, ampliar, cambiar, mejorar”, que se fomente la discusión y “un tratamiento profundo de la materia mediante preguntas y conversación”, confesará en una de sus cartas.

Una parte sustancial de estas clases, en cuyos borradores Rosa trabajó para su publicación incluso durante los años que estuvo en la cárcel, fue editada póstumamente bajo el título de Introducción a la economía política, y vale la pena leer estos manuscritos porque no solamente desmitifica en ellos al pensamiento de los “sabios burgueses”, sino debido a que aborda de manera detallada -y hasta reivindica- las formas comunitarias de vida social existentes en la periferia del mundo capitalista, entre ellas las de los pueblos indígenas que aún perduran hoy en día en Nuestra América. Podemos imaginarnos lo que implicó que una mujer, polaca y judía ingrese como “profesora” en ese espacio construido y habitado casi de manera exclusiva por hombres, que además de subestimar la capacidad intelectual y política de las mujeres, en no pocas ocasiones reproducían los peores prejuicios antisemitas.

Hoy sabemos que la batalla de Rosa fue en varios frentes: contra el capitalismo como sistema de dominación múltiple, que además de intensificar la explotación de la clase trabajadora, exacerbaba el militarismo bélico y desplazaba su crisis hacia los países coloniales y la periferia global a través de la acumulación por despojo, pero también contra lo que Raya Dunayevskaya llamó “chauvinismo masculino”, que imbuía al propio partido en el que ella militaba, incluyendo a sus principales referentes teóricos y políticos, Karl Kautsky y August Bebel. Algunos de sus textos más disruptivos son producto de las querellas libradas contra las tendencias burocráticas al interior de la organización, que subestimaban de manera simétrica la capacidad de lucha y autoconsciencia de las clases populares. Uno de sus primeros escritos ¿Reforma o revolución?, constituye una brillante respuesta a las hipótesis reformistas de Eduard Bernstein, donde además explicita la centralidad del estudio y la discusión teórica: “no se puede arrojar contra los obreros insulto más grosero ni calumnia más indigna -dirá- que la frase ‘las polémicas teóricas son sólo para académicos’”. Es que para ella, como afirmará en una de sus cartas, “el socialismo no es precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo”, por lo que la disputa intelectual y la formación política tenían una relevancia ineludible.

Pero esto no significaba desmerecer las acciones militantes en la calle, sino por el contrario concebirlas, también, como profundamente formativas, en un ida y vuelta con la reflexión crítica. Huelga de masas, partidos y sindicatos, otro de sus libros más sugerentes, es un claro ejemplo de su concepción dialéctica de la realidad y del autoaprendizaje en torno a ella. A partir de la reconstrucción y análisis del proceso revolucionario vivido en Rusia en 1905, demuestra cómo la supuesta “espontaneidad” de las masas populares en las calles y barricadas de ese “bárbaro” país oriental, tenía mucho para enseñarle a la cómoda dirigencia socialdemócrata de Alemania e incluso al conjunto de Europa, respecto de cuál era el horizonte de lucha al que apuntar: “un año de revolución ha dado al proletariado ruso esa ‘educación’ que treinta años de luchas parlamentarias y sindicales no pueden dar artificialmente al proletariado alemán”, sentenciará en sus páginas más ardientes. Tal enfado generó este opúsculo escrito por Rosa, que la dirección de los adormecidos sindicatos alemanes decidirá destruir e incendiar la edición que esperaba ser difundida por esas tierras. Este texto en particular brinda una enseñanza vital en términos formativos, debido a que postula que la experiencia práctica, el aprender haciendo, resulta fundamental en el proceso autoeducativo de las masas en su caminar revolucionario.

En el contexto del desencadenamiento de la primera guerra mundial, Rosa utilizará su pluma -bajo seudónimos varios- como arma de combate y polémica contra las fuerzas nacionalistas que instaban al intervencionismo militar alemán en el conflicto bélico y advertirá sobre una disyuntiva civilizatoria que pasará a la historia como consigna de las causas populares a nivel mundial: “¡Socialismo o barbarie!”. Pero también tendrá oportunidad de realizar una lectura crítica de los primeros momentos del proceso revolucionario vivido en la Rusia soviética de 1917. Escrito entre rejas, el manuscrito Crítica de la Revolución Rusa resulta un texto clave no solamente para todo proyecto de formación política en cuanto a su método de análisis y autocrítica fraterna desde el marxismo, sino porque en él se explicita la centralidad que este tipo de propuestas adquiere en la transición al socialismo, e incluso antes de él. “El dominio de clase burgués -dirá Rosa sin medias tintas- no tenía necesidad de una instrucción y de una educación política de las masas populares, por lo menos más allá de ciertos límites muy estrechos. Para la dictadura proletaria, en cambio, ambas cosas constituyen el elemento vital, el aire, sin el cual no podría subsistir”. En efecto, la nueva sociedad implica la participación activa y consciente del pueblo, razón por la cual “la práctica socialista exige una completa transformación espiritual en las masas degradadas por siglo de dominación burguesa”. De acuerdo a la militante espartaquista, “la escuela misma de la vida pública, de la más ilimitada y amplia democracia, de la opinión pública”, es lo que iba a permitir el avance hacia un socialismo no burocratizado ni autoritario. Por ello concluirá afirmando que “la democracia socialista no comienza solamente en la tierra prometida”, sino que debe prefigurarse en el presente, ensayarse como proyecto formativo de autogobierno cotidiano.

Incluso en los momentos más duros y adversos, Rosa no temió ejercitar de manera fraterna y honesta la autocrítica, en aras de evitar un desencuentro cada vez mayor entre libertad e igualdad, algo que vislumbraba como peligro en la Rusia soviética: “La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre libertad para el que piensa de manera diferente”, se atrevió a advertirles de manera premonitoria a los camaradas bolcheviques en uno de los párrafos finales de su manuscrito, donde a la vez denuncia la falta de canales de participación real de las masas y la ausencia de debate público en torno a los principales problemas que aquejaban al proceso revolucionario. Sin embargo, sus propios compañeros espartaquistas la regañaron y le sugirieron no difundir el escrito producido por ella en la cárcel, por miedo a que le hiciera “el juego a la derecha”.

A contrapelo, para Rosa el análisis autocrítico y (en caso de ser necesaria) la rectificación, constituían un ejercicio teórico-político ineludible, ya que según su convicción, flaco favor se le hace a los proyectos emancipatorios si la militancia se convierte en mera aplaudidora de sus virtudes y, “haciendo de la necesidad virtud”, omite sus contradicciones, ambigüedades, errores y flaquezas por temor a ser excomulgada o considerada “traidora”. Hay que asumirlo de una vez por todas: ausencia de reflexión crítica, estancamiento y dogmatización van de la mano, y de acuerdo a Rosa nos sumergen en un círculo vicioso del que es cada vez más difícil salir.

Por ello, además del ejercicio de la autocrítica como una responsabilidad ética de todo/a militante, para ella resultaba imperioso romper con dos flagelos que, de una u otra manera, tienden a permear a buena parte de las organizaciones de izquierda: “recaer en la secta o precipitarse en el movimiento reformista burgués”. Para superar ambos vicios que rascan donde ni pica, se requiere según Rosa establecer un nexo dialéctico entre, por un lado, las múltiples luchas cotidianas que despliegan las clases populares y, por el otro, el objetivo final de trastocamiento integral del capitalismo como sistema, de manera tal que cada una de esas resistencias, potenciadas entre sí, devengan mecanismos de ruptura y focos de contrapoder, que aporten al fortalecimiento de una visión estratégica global y reimpulsen, al mismo tiempo, aquellas exigencias y demandas parciales desde una perspectiva de largo aliento.

Esta es, en última instancia, la verdadera diferencia sustancial entre una perspectiva socialista y una de tipo reformista: mientras que la primera considera siempre las reivindicaciones inmediatas y las conquistas parciales en relación con el proceso histórico contemplado en toda su complejidad y apostando al fortalecimiento de un poder popular y de clase antagónico, en la segunda se evidencia la ausencia total de referencia al conjunto de las relaciones que constituyen a la sociedad capitalista como sistema de dominación múltiple, lo que lleva a desgastarse en la rutina de la pequeña lucha cotidiana por reformas que -al no estar conectadas con el objetivo final de ruptura y superación revolucionaria del orden burgués- terminan perpetuando la subordinación de las clases populares.

En plena ebullición obrera en las calles de Berlín, y pocas horas antes de ser asesinada junto a Karl Liebknecht el 15 de enero de 1919, Rosa no dudó en redoblar su confianza en la capacidad autoemancipatoria de las masas, exclamando: “El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar sobre el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la victoria futura surgirá de esta derrota”. A la vuelta de la historia, y en un nuevo aniversario de su desaparición física, su herencia se mantiene más viva que nunca en la infinidad de proyectos e iniciativas que germinan, desde abajo y a la izquierda, en diversas latitudes del mundo, con la plena certeza de que muchas derrotas renacerán -más temprano que tarde- como luminosas victorias. Porque las revoluciones venideras serán la conquista del pan, pero también el florecimiento de las Rosas.

Fuente: http://www.zur.org.uy/content/rosa-luxemburgo-pensamiento-cr%C3%ADtico-y-educaci%C3%B3n-popular

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