India: Hijras o el tercer género, de la mitología a la marginación

Asia/India/Octubre 2020/elpais.com 

Aún reconocida, la comunidad transgénero en India sigue siendo uno de las más marginadas. Kerala es uno de los estados que ha empezado a tomar medidas para mejorar su situación y cuenta con centros de apoyo. Visitamos uno ellos

En medio de una ciudad que aparenta estar en continua construcción, donde los símbolos cristianos y comunistas parecen luchar por adueñarse del espacio público, un edificio de cuatro plantas de aspecto gris y casi olvidado sirve de refugio para una pequeña parte de la comunidad transgénero de Kochi, en el sur de la India. Un lugar de acogida y punto de partida para las personas que buscan una oportunidad de vida en una sociedad que poco a poco empieza a aceptarlas de nuevo.

India posee una de las culturas más antiguas y fascinantes de la humanidad, con figuras ancestrales como las hijras, que han trascendido hasta la actualidad. Oficialmente reconocidas como tercer género, las hijras son personas de género disidente que no se identifican con el binomio hombre-mujer, se maquillan, visten con ropa de mujer y durante siglos gozaron de gran respeto y un cierto estatus social.

Antes de la colonización británica, el tercer género no estaba estigmatizado. La ambivalencia sexual y la fluidez de los géneros está muy presente en la mitología hindú, con divinidades que cambian de género o la incorporación de los dos sexos en una sola persona. Pero hace 150 años su suerte cambió y pasaron a conformar uno de los sectores más marginados de la sociedad; sucedió cuando en 1871 la Ley de Tribus Criminales clasificó a toda la comunidad transgénero como delincuentes. Los británicos las vieron como una amenaza a la moral y lanzaron una campaña para borrarlas de la vida pública, obligándolas a la clandestinidad.

Y aunque en 1949 se derogó la ley que las denigró y las excluyó de la sociedad, las hijras no recuperaron su antiguo estatus y han seguido viviendo marginadas y apartadas, dedicadas en su gran mayoría a la mendicidad y a la prostitución. Muchas aprovechan la creencia popular sobre sus poderes para bendecir o maldecir como modo de subsistencia. Son requeridas para cantar y bailar en bodas y nacimientos para atraer la buena suerte. Sus supuestos dones sobrenaturales están consagrados en la mitología hindú, y despiertan tanta admiración como temor en una cultura muy supersticiosa.

Se tiende a usar el término hijra para referirse a todas aquellas personas que se identifican como transgénero, transexual, travesti o eunuco, aunque eso no es del todo correcto. “Nosotras somos transgénero, pero no todas somos hijras”, aclara Adithi Achuth, de 35 años. “Estamos juntas en una misma lucha y coincidimos en muchos aspectos, pero no somos lo mismo”. Achuth es la coordinadora de la comunidad transgénero del distrito de Ernakulam, en el estado de Kerala. Gestiona el hogar de acogida para personas transgénero en Kochi, el único que hay en la ciudad. “Tenemos capacidad para albergar a 25 personas y solo en Kochi hay una comunidad de más de 300”.

En un fallo histórico de 2014, la Corte Suprema de la India reconoció a las personas transgénero como un tercer género. Los jueces pidieron al Gobierno que las tratase como a otras minorías para permitirles obtener cuotas en empleos y educación, y asegurar su acceso a atención médica. El fallo judicial recomendó al Gobierno central y a los estados el desarrollo de sistemas efectivos de asistencia social y la realización de campañas públicas de sensibilización para borrar el estigma social. Aunque a día de hoy queda mucho camino por recorrer, Kerala es uno de los estados que ha empezado a tomar medidas al respecto.

“Tenemos que completar la tarea de hacer de la comunidad transgénero los socios naturales del público en general”, expresó el ministro de finanzas, doctor T.M. Thomas Isaac en su discurso presupuestario del ejercicio 2019-2020. “La confianza y visibilidad ganadas por esta comunidad en los últimos años es un avance esperanzador”. Según el presupuesto de ese año, se destinaron 50 millones de rupias (unos 585.000 euros) en el proyecto Mazhavillu, que incluye varios programas destinados a la capacitación vocacional, la asistencia para el autoempleo, viviendas y asistencia para cirugía basada en asesoramiento médico.

En el discurso presupuestario del ejercicio 2020-2021, el ministro de Finanzas también comprometía 50 millones de rupias para los programas de Mazhavillu, pero ese discurso se formuló el 7 de febrero de 2020, antes de que estallara la crisis sanitaria generada por la covid-19. “El coronavirus lo ha paralizado todo”, dice sin poder ocultar su preocupación Achuth. “Ahora hay otras prioridades y no estamos recibiendo los fondos para poder llevar a cabo nuestros programas”.

Con el cierre nacional, el Gobierno central anunció un paquete de estímulo de unos 18,6 millones de euros que incluía medidas específicas para los grupos vulnerables (discapacitados, viudas, personas mayores, agricultores y aquellos por debajo del umbral de pobreza), pero omitió una respuesta específica para la comunidad transgénero, compuesta de unos 490.000 miembros según el último censo de 2011. Kerala anunció la entrega de kits de ayuda para las 1.000 personas transgénero registradas en el estado, de los cuales 127 fueron entregados a través del hogar de acogida en Ernakulam. “Esto no soluciona el problema, ya que solo es una pequeña tirita, pero de momento es lo único que podemos hacer”, afirma Achuth mientras entrega kits a aquellas que se acercan al refugio.

Uno de los proyectos que ha quedado interrumpido en el hogar de acogida de Ernakulam es el restaurante que estaban a punto de abrir en el mismo edificio y que iba a emplear a trabajadoras transgénero para capacitarlas en el sector de la hostelería. “Serviremos cocina tradicional utilizando solo vegetales orgánicos, pescado, carne y especias caseras”, cuenta muy ilusionada Archana, de 19 años. Antes de entrar en el hogar de acogida en mayo de 2019 vivía en la calle, y ahora es una de las cinco internas que trabajan en el refugio. “Mi familia me rechazó y terminé en la calle” dice sin perder la sonrisa, “pero yo tuve suerte de entrar aquí y conseguir una plaza fija como personal del centro, el resto de mis compañeras solo pueden quedarse durante tres meses”.

Este es el caso de Ameya, de 22 años, que llegó al refugio en diciembre de 2019 a través de una amiga que le habló del lugar. “Me tendría que haber ido en marzo, pero justo coincidió con el confinamiento establecido en todo el país por la covid-19 y me he podido quedar unos meses más” explica en su pequeña habitación compartida, donde apenas caben tres camas y un par de sillas donde dejar sus cosas. En junio de 2019 empezó el tratamiento para hormonarse y la situación en su casa se hizo insostenible. Ella es la única del refugio que estudia. “Estoy a punto de terminar mis estudios de comercio y espero encontrar trabajo en una oficina cuando termine, aunque soy consciente que no será fácil, ya que lamentablemente la sociedad todavía nos tiene muy estigmatizadas y no nos tienen confianza”.

Como Ameya, la mayoría de sus compañeras tendrán que buscar otro lugar cuando se levanten las restricciones impuestas por el Gobierno para combatir la propagación del virus en la India. Estos últimos meses ha compartido habitación con Sanui Merin, de 21 años, y con Mumds, de 20 años, y se han vuelto inseparables. “Buscaremos una habitación en un hostal para compartir, ojalá pudiéramos seguir siempre aquí, pero ahora somos más fuertes que cuando llegamos y entre las tres conseguiremos mantenernos” dice Ameya entre risas, rodeada de sus amigas.

El hogar de acogida, lanzado bajo el proyecto Mazhavillu del Gobierno estatal, puede albergar a 25 personas durante tres meses, aunque, si es necesario, la estancia puede extenderse dependiendo de la situación, como ha pasado ahora, ya que la idea es ofrecerles apoyo hasta que puedan encontrar un trabajo decente y un refugio propio. Se les proporciona comida, alojamiento, asistencia jurídica y asesoramiento psicológico de forma gratuita, y se les incentiva a participar en los programas de formación y capacitación que ofrece el estado.

Brinda refugio temporal a personas de la comunidad transgénero que se acaban de someter a una cirugía de reasignación de género, así como a personas que están en crisis o en situaciones de emergencia. “Gracias al centro pude dejar la prostitución y la calle” cuenta Mikhashe, de 22 años, mientras acaba de prepararse para ir al mercado. Ella es la más veterana del lugar, llegó al hogar de acogida cuando lo abrieron en mayo de 2018 y sigue ahí, ya que, como Archana, forma parte del personal del centro.

El proyecto de implementar hogares de acogida para miembros de la comunidad transgénero fue creado por el departamento de Justicia Social de Kerala en 2018 después de que el estado diera a conocer su Política Transgénero. Según el plan, el departamento planea establecer cinco hogares de acogida en cuatro distritos: dos en Thiruvananthapuram, la capital del estado, y el resto en los distritos de Kozhikode, Ernakulam y Kottayam. Hasta la fecha solo se han abierto tres, y con la actual coyuntura es probable que los otros se retrasen todavía más.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/09/07/planeta_futuro/1599488663_460336.html

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India: Mujeres encerradas y varones travestidos

Asia/India/14 Noviembre 2019/El país

Los hijras de la India han sido declarados “tercer sexo”. Pero que nadie se dé en pensar que asistimos al elogio de la libertad: no se les concede otro modo de vida que no sea el vicio ajeno

Atenas se parecía mucho más a Marrakech que a París, salvadas las distancias. En las calles había sobre todo hombres y las casas no necesitaban ventanas. Las mujeres vivían en el piso de arriba, el gineceo. En Roma la casa importante daba a un patio. Muchas de las sociedades urbanas son o han sido unas en las que el tránsito femenino del espacio público no estaba contemplado, como tampoco la concurrencia mixta en fiestas y saraos. Cuando este rasgo se acentúa más, entonces tenemos las sociedades de encierro femenino. Las mujeres evitan las calles o las transitan bajo un manto o un velo. Las únicas que pertenecen al ámbito público o ventanean son, de cajón, mujeres públicas. Obviamente no todas las mujeres pueden estar encerradas, porque la obligación doméstica se mantiene, y el trabajo de las mujeres nunca ha sido perdonado. En ese caso, o hasta los varones hacen la compra diaria y regatean por las sartenes, o las mujeres respetables extreman los signos de pertinencia y pertenencia cada vez que salen: jamás solas, siempre veladas y calladas.

Los griegos de los que venimos y a quienes admiramos con mucho fundamento eran una de estas sociedades. Las mujeres como es debido, esto es, las hijas, madres y esposas de los hombres importantes y respetables no concurrían en el espacio público y lo mejor era que ni siquiera se llegara a saber qué apariencia tenían. La simple mirada ajena podría deshonrarlas. En ciertos festivales desfilaban una vez las hijas de familia, cosa que tenía utilidad para ir conviniendo los casamientos, y eso era todo. El trajín exterior doméstico se confiaba a servidores o esclavos. Había excepciones, pero para confirmar la regla. Eurípides, que no le caía bien a todo el mundo —no como Sófocles, al que todos adoraban—, tenía una madre vendedora de verduras, mujer del común y del mercado, que sus compatriotas no dejaban de recordarle. Se sabe que criadas y callejeras están a disposición. El modo con que se señala que una mujer no lo está es precisamente su derecho a permanecer cubierta. Y para el placer, prostitutas y efebos.

La separación de sexos culmina cuando se invisibiliza a uno de ellos: las mujeres. Los romanos en esto eran sólo algo menos cancerberos. Las matronas vivían en sus casas y, fuera de ellas, bajo sus mantos y velos. Como en Grecia, se continuó castrando a niños a fin de tener sirvientes eunucos. Algunos de ellos llegaron muy alto en la administración imperial. El estricto purdah, la separación completa de varones y mujeres, de la India musulmana no nos ha sido desconocido en Europa en absoluto. Existe en nuestro mundo de referencia principal, el clásico grecolatino. Pues bien, las sociedades de encierro femenino solucionan a veces la ausencia de mujeres en el ámbito viril y público fingiéndolas: varias sociedades urbanas han previsto la presencia de varones especiales, travestidos, para la fiesta o el placer. Sobremanera esto ha ocurrido en Asia, en Japón, Indochina, Afganistán o la India, pero también en China, cuya Ciudad Prohibida sólo podía ser asistida por eunucos imperiales. Los “muchachos del placer” forman una comunidad separada de usos evidentes. Provienen de castas poco afortunadas y a veces son eunucos, aunque no siempre. Cuando la mirada viril quiere objetos sexuales permitidos entonces practica géneros más o menos acusados de homofilia hombruna.

¿Qué sucede cuando una práctica inmemorial se inscribe dentro de una democracia formal? Que ha de ser leída de otra forma. Comienza un sendero empinado: los hijras de la India, unos tres millones de personas, producto atávico de sociedades urbanas de encierro femenino, han sido declarados por el Estado actual “tercer sexo”. Pero que nadie se equivoque y dé en pensar que asistimos al elogio de la libertad. Lo duro y cierto es que suelen ser varones, castrados o no, de castas inferiores a quienes no se concede otro modo de vida que no sea el del vicio, ajeno, por supuesto. La India es, junto con China y Pakistán, poseedor de una notable brecha de sexo —50 millones menos de mujeres que de varones— y tiene unos 4 millones de hijras. Se consuma un atroz feticidio femenino porque se prefiere varón. Pero, a la vez, se gestan y paren varones pobres, muy pobres, que encontrarán sólo ante sí semejante salida vital. La India, que sigue consagrando niñas como prostitutas en templos, pero que no deja nacer a una tan enorme cantidad de mujeres, pretende presentar como tolerancia lo que sólo es el resultado de un patriarcado demente.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/11/07/ideas/1573146376_228955.html?prod=REGCRART&o=cerrideas&event=okregistro&event_log=oklogin

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