El día después de la desaparición del cuerpo[i]

Por: Luis Bonilla-Molina 

Los centuriones romanos recorren las calles de Jerusalén. Los rumores se multiplican acerca de la necesidad de generar una revuelta para desalojar del poder a Poncio Pilatos y expulsar a los descendientes de Rómulo y Remo. Pero la resistencia está dividida en cuatro facciones: lo seguidores de Jesús, los zelotes originarios,  los zelotes de Barrabás y el clan de judas y María Magdalena. Las huestes del emperador lo saben y por ello imponen su presencia miliciana en las calles para mostrar donde está el poder.

Se multiplican las consultas de los romanos al Dios  Zoroastro mientras en el Sanedrín los ricos locales, buscan como conciliar entre los invasores y los insurrectos, para evitar desordenes que pueden colocar en riesgo sus propiedades.  Barrabás convoca a todos los integrantes de su estado mayor a una reunión urgente en una catatumba;  no sólo tiene que resolver las nuevas urgencias financieras sino que tiene que saber y contar cuantos de los líderes siguen fieles a la causa.

Hace ya varios años, se realizó en la casa de María Magdalena, una reunión sobre las posibilidades de la resistencia. A esa cita asistimos Judas, la recién enviudada mujer del comerciante de pescado y yo, quien en ese momento fungía como responsable de la columna infiltrada en las fuerzas romanas.  Judas no solo era el responsable de las finanzas de los zelotes, sino el encargado de la red de escondites a través de los cuales se movía la dirigencia.  El tema central de la reunión fue la preocupación que teníamos por el estancamiento del proceso rebelde; el liderazgo de Barrabás no lograba sumar al grueso de la población y eso disminuía las posibilidades en el corto plazo de un cambio de la situación de dominación.

El esposo de María Magdalena, muy amigo de Barrabás desde la niñez, era considerado un liberal por la forma como llevaba su relación con la mujer de pelo rizado. En el alto mando zelote no se atrevían a cuestionarle públicamente, pues era uno de los mayores financistas del movimiento. Todos veían con recelo como María Magdalena no sólo era la depositaria de la contabilidad del negocio familiar, sino que se entendía directamente con los pescadores en la compra-venta de la mercancía, mientras leía textos provenientes de distintas geografías,  culturas y religiones.  Yo mismo recelaba de la actitud de Magdalena, mientras que Judas siempre había sido su amigo.

María Magdalena había enviudado sólo un mes antes, pero eso no le había impedido que continuara sus labores. Habíamos recibido la instrucción del alto mando de convencerla de transferir la administración del negocio a Judas y usarlo como una de las fachadas principales para los recursos de la organización.  Para ello Judas me citó primero a la casa de Hermes, uno de los militantes de su grupo. Pero contrario a lo que esperaba comenzó a argumentarme contra la conveniencia de esta decisión. María Magdalena, celosa del despilfarro, siempre exigía que se le detallara el uso que tendrían los dineros que ella aportaba; eso molestaba a Barrabás.   A Judas ese método de Magdalena le parecía el correcto, para evitar cualquier intento de corrupción en el movimiento.  Después de casi dos horas me convenció de informar a la mujer sobre la situación y devolvernos al comando central con la noticia que había resultado imposible convencerle.

No era la primera vez que Judas y yo hacíamos cosas juntos a pesar de la dirigencia, pero siempre me inquietaba su creciente distanciamiento del principal líder zelote.  Al llegar a la casa de Magdalena, me impresionó la tristeza de la mujer. Aunque sus ojeras eran enormes y oscuras y,  la tristeza por la ausencia de su ser amado le recorría su ser, ello no eclipsaba un ápice, su despampanante belleza física.  En todos los sentidos era una mujer singular. No había conocido una mujer más sensual que a la par no fuera coqueta. Por el contrario, su presencia imponente evitaba la emisión del más sutil de los piropos.

Rápidamente despachamos el asunto que motivaba la reunión. Cuando le informamos del tema central de nuestra visita, María Magdalena soltó una sonora carcajada que dejó ver unos dientes perfectos, a la par de darle un brillo especial a su rostro. Por mi trabajo había visto mujeres hermosas,  bien cuidadas por el uso del poder, pero ninguna como Magdalena cuya inteligencia y actitud libertaria la hacía especialmente bella. Entendí el por qué de la preocupación del alto mando; ella era una lideresa y no una simple militante y financista.

Entramos en el debate sobre las posibilidades de nuestro movimiento de organizar la revuelta y expulsar a los invasores romanos.  Un pesimismo invadió el ambiente.  ¿Qué hacer entonces? Y la respuesta nos enrumbo a una decisión que afectaría el resto de nuestras vidas.  Decidimos comenzar a buscar una nueva figura pública que refrescara el movimiento.  Esa decisión podría causarnos la muerte en manos de nuestros propios compañeros o el permanente escarnio público por parte de la militancia revolucionaria.  Pero además, expresamos nuestro convencimiento acerca de la urgente tarea de coordinar esfuerzos con los rebeldes en las distintos lugares donde el imperio romano había invadido e incluso en el propio territorio del Emperador. Era imposible llevar adelante una revolución antiimperialista exitosa en un solo lugar de la cadena de dominación.

Con el corazón latiendo aceleradamente hicimos un inventario de posibilidades respecto al primer punto.  Ninguna de las figuras emergentes y pequeños liderazgos tenía la fuerza y los valores para convencernos.  Entonces se le ocurrió a Judas decir: Y si nos acercamos al profeta de Belén para ver si lo sumamos a esta iniciativa? Yo respondí: El elige a su círculo intimo de seguidores. Sería imposible acercarse a él.  Magdalena replicó: He escuchado comentarios contradictorios sobre él entre los pescadores, pero nada perdemos con intentar conocerlo. La decisión estaba tomada. Judas sería el encargado de acercarse a Jesús para invitarlo a una nueva reunión en la casa de María Magdalena.  Fijamos fechas y Magdalena quedó encargada de identificar y comunicar el lugar donde Judas podría encontrar al pescador de hombres, como se hacía llamar.

El cuerpo de Jesús había desaparecido y ello causaba una histeria colectiva. Los creyentes hablaban de un ascenso a los cielos al tercer día de su muerte. Los escépticos atribuían la desaparición de su cuerpo a una instrucción del Mesías de enterrarlo en un lugar sagrado. Yo tomé mis cosas más personales para como lo habíamos decidido el día anterior, partir para la capital del imperio, donde me reuniría con el liderazgo rebelde que actuaba allí.  Caminaba con tristeza por lo que sabía era una victoria contundente del Imperio contra la resistencia local.

Jesús tomaba agua de un pequeño cántaro, cuando Judas se le acercó. Yo le escoltaba a un par de metros de distancia. Judas le saludo con un Dios te bendiga Maestro, soy Judas. Jesús era más pequeño de lo que había imaginado; tenía una tez morena y rasgos árabe judíos. Se volteo con calma y le respondió: En hora buena te saludo. Judas iba a comenzar a hablar cuando el hombre de Galilea le dijo: Eres quien faltaba, gracias por venir querido Judas. Se le acercó y le abrazó dándole la bienvenida. Mi asombró era creciente, pues parecía que nos estaba esperando y, el plan marchaba a las mil maravillas, pues estaba procediendo a incorporar a Judas a su grupo.

Di dos pasos atrás en un intento inexplicable de fuga pero me contuve. Judas lo sintió y volteó a verme con una mirada punzante que me exigía quedarme.  Era el testigo de un movimiento inesperado de las fuerzas rebeldes que ameritaba contar con quienes lo certificara. Judas siguió con lo planeado y le invitó a una reunión en la casa de compra-venta de pescado ubicada al extremo derecho del muelle, para el día siguiente. Jesús le respondió: Iremos juntos allí mañana, pero hoy quédate con nosotros, esta será tu casa.  Judas guardo silencio durante unos segundos y luego movió su cabeza afirmativamente. Se acercó a mí y me dijo: Ve a casa, mañana nos veremos a la hora y lugar acordado.

Aún el sol no despuntaba y ya el aroma de la comida salía de la cocina de la casa de María Magdalena. Llegué puntual a las 4  am.  Un par de mujeres me recibieron y condujeron a un pequeño salón de la casa, el cual no conocía.  Magdalena me recibió con un abrazo fuerte que me permitió sentir la mezcla de Aloe y pescado que emanaba de su piel. Estaba descalza, imagino que había dejado sus zapatos al entrar a la casa, proveniente del local de comercio.  Se sentó y le conté lo sucedido. Apenas si me prestó atención, estaba más preocupada por encender un pequeño rollo aromático.

Judas entró a la habitación y detrás de él Jesús. El invitado me reconoció y me saludó con un cerrar y abrir de sus párpados. Luego su rostro firme se sonrojó al ver a Magdalena quien lo miraba fijamente. La expresión ingenua de Jesús ante la presencia imponente de la mujer me fascinó y entendí que estaba ante un buen hombre.  Magdalena se levantó y se le acercó, le dio la mano y le besó en las mejillas, lo cual nadie acostumbraba hacer con el hijo de María y José. Lo tomó por el brazo y lo llevó a conocer su casa.

Judas y yo permanecimos en la sala. Le pregunté por la experiencia de pasar casi un día con Jesús. ¿Tiene madera de líder?  ¿crees que nos podrá conducir en la revuelta? Judas caviló y me respondió: Es muy carismático, pero lo único que hizo durante todo este tiempo fue responder preguntas de un grupo de pescadores despolitizados que le siguen. Sus respuestas son justas pero no parecieran referirse a nada de lo que está ocurriendo en Jerusalén.  Debemos darle tiempo para ver mucho más, luego de esta conversación.

Jesús y Magdalena regresaron a la habitación sonriendo y hablando como viejos amigos.  Se había roto el hielo. Magdalena le preguntó: En tu grupo las mujeres tenemos los mismos derechos de los hombres?  Jesús les respondió: En el mundo que estamos construyendo hombres y mujeres somos iguales ante el reino de mi padre, la ley y la sociedad  A Judas le brillaron los ojos de satisfacción ante las palabras de hijo de Galilea. Segundos después, se  dispusieron a sentarse muy juntos para conversar, como si las paredes tuvieran oídos.

Judas le informó a Jesús que un sector importante de los zelotes, quienes teníamos diferencias con el liderazgo de Barrabás, nos iríamos sumando a su movimiento. La intención sería aglutinar fuerzas a su alrededor para la liberación de Israel.  Magdalena y Judas -informó el rebelde- se incorporarían al campamento móvil que él había instalado, mientras yo permanecería aún entre lo zelotes, como enlace. Una buena parte del dinero que aportaba Magdalena y otros comerciantes locales sería ahora destinado al sostenimiento de la campaña de Jesús, aunque -aclaró Judas- el no abandonaría el sostenimiento de la logística de los alzados en armas contra los hijos de Roma.  Jesús escuchaba atentamente y al final solo comento: Bienvenidos al reino de mi padre. Apretones de manos y abrazos sellaron el pacto.

El día anterior a la desaparición del cuerpo del Maestro me acerqué preocupado a la casa de Magdalena.  Había que protegerla a ella y a la chispa que llevaba dentro. Ella compartió la idea y juntos organizamos su partida a tierras galas, custodiada por la que hasta el día anterior había sido la seguridad personal de Jesús.  Cuando comuniqué esta decisión a la comandancia del clan insurgente, tres de ellos decidieron acompañarla y custodiarla hasta su plena instalación en su destino final.  Todo estaba dispuesto para la partida de la mujer, que junto a la madre, habían acompañado en sus últimos instantes a Jesús.

Día de fiesta en el campamento de Jesús. Todos celebraban la llegada al mundo del hijo de Mathias y Eugenia, dos de los muchos zelotes que se habían sumado a la campaña, desde que se selló la alianza en la casa de Magdalena.  El campamento conformado por más de un centenar de hombres y mujeres recibió la visita de unos cincuenta invitados, todos y todas coordinadores que columnas rebeldes.  Las diferencias entre el grupo de Barrabás y el clan, hacía que prácticamente fuera imposible trabajar juntos. Aunque no se había anunciado la ruptura, para no debilitar la imagen de la insurgencia, ya de hecho, existían dos movimientos de resistencia a la expulsión de los romanos.  Uno de los sectores consolidaba el liderazgo de Barrabás y el otro bajo la conducción de Judas promovía el liderazgo de Jesús.  En esa celebración, a mí se me dio la instrucción de infiltrarme en el propio palacio de gobierno y, acercarme lo más posible al anillo de seguridad de Pilatos, para estar informados de sus movimientos.

Mientras todos bailábamos, bebíamos y comíamos ese día, Jesús nos miraba con un expresión que solo había visto en la cara de mi hermano mayor cuando celebré el último cumpleaños de mi niñez.  Era gracioso ver cómo, algunos zelotes torpes trataban de enamorar a alguna de las amigas de Magdalena sumadas a la campaña. La alegría, el amor y  la camaradería de ese día, nos demostraban lo acertado que habíamos estado al decidir romper con el liderazgo de Barrabás.

En muchas casas los zelotes trasmitían lo que habían aprendido de Jesús, mientras anunciaban la buena nueva de la pronta liberación de Israel.  La alegría de los habitantes de Jerusalén y sus alrededores era enorme, cuando se hablaba de la posibilidad cierta de expulsar a los romanos de sus tierras.  Nosotros estábamos muy contentos pues las filas del movimiento se habían multiplicado por diez en las semanas recientes.

En el círculo de seguridad de Poncio Pilatos me había convertido en un invitado permanente a las tertulias literarias y de poesía, dos de mis viejas pasiones. Una que otra vez el propio gobernante se sumaba a estos debates y reflexiones.  Algunos de los datos obtenidos en estos encuentros habían permitido evitar la captura de importantes líderes de la resistencia.  Aunque debo confesar que el temor a ser descubierto y las consecuencias que ello tendría para mí, me invadía cada cierto tiempo, causando estragos en mi humanidad.

Esta tarde, la tertulia literaria fue interrumpida por la presencia y las palabras de Pilatos quien vociferó insultos contra Barrabás, quien al parecer había quemado una de las casas de un general romano. Por los comentarios de Pilatos, al parecer la esposa de Pilatos  seguía muy de cerca las prédicas de Jesús y  -me pareció entender-  tenía simpatías por sus sermones.  Lo que si me sorprendió fue el comentario del gobernante: Si algún día nos sacan de estas tierras, por el bien de estas gentes, ojala y sean los seguidores del tal Jesús quienes lo hagan, porque no quiero imaginarme este territorio gobernado por los Barrabases.  Ante lo cual continuó diciendo: Sabemos dónde se encuentran ambos líderes rebeldes. Hoy capturé a Barrabás y a Jesús voy a proceder a capturarlo en los próximos dos días.  Estoy seguro que si pongo a elegir al pueblo, quien quieren que viva, van a decidir a favor del llamado Mesías y no por el vándalo de Barrabás.  Así nos liberamos del peor de ellos, sin que ello incite una revuelta general.  Estas gentes agradecerán la oportunidad de librarse de ese perdedor.  Aunque los datos de ubicación que comunicó Barrabás sobre Jesús eran del lugar donde había estado el campamento hacía dos meses, lo cual evidenciaba que no sabía con certeza donde se hallaba actualmente, no pude evitar que un escalofrió recorriera mi espalda.  De poder ubicarlo, Jesús sería detenido y sometido a juicio popular sumario en las próximas setenta y dos horas.  Debía avisar y alertar de manera urgente.

Fue hasta la mañana siguiente cuando pude encontrarme con Judas y comunicarle la información obtenida.  Al comienzo su cara fue de preocupación, pero luego comentó: Y si Pilatos tiene razón y el pueblo definitivamente elige a Jesús como su líder, estaríamos a la puerta de una rebelión. Igualmente le avisaré a Jesús.

Jesús no se inmutó por la información que Judas le daba.  Al contrario lo invitó a una cena de despedida que tendría esa noche con sus apósteles.  Judas contestó:  Excelente idea, debes partir por un tiempo, mientras cesa la persecución contra ti.  Nosotros seguiremos resistiendo hasta que llegue el momento de levantarnos.  Jesús sonrió y le dijo: Te espero esta noche mi amado Judas.

Lo que no sabíamos era que en el palacio ya conocían de la división del movimiento insurgente y me habían identificado como próximo a Judas.  Cuando Pilatos comentó ante mí, la posible captura de Jesús, lo hizo con la intención de seguirme para que los llevara al nuevo campamento de Jesús.  Cuando me reuní con Judas comenzaron a seguirlo a él y pudieron ubicar el campamento.  Siguiendo a Judas habían llegado a Jesús.

La cena transcurrió normalmente en un ambiente de tristeza.  La noticia de las palabras del Mesías diciendo que sería capturado y su aprensión sería conocida como la traición de uno de sus apóstoles,  hizo que Pilatos afinara mucho más su plan.  Para Poncio Pilatos y los centuriones romanos, el peligroso del grupo de Jesús era Judas, porque detrás de él estaba la organización de la fracción más disciplinada de la resistencia. Entonces ideo dejar correr la información que Judas había sido comprado con treinta monedas, para facilitar la captura de Jesús.  De esta manera la jugada podría resultar magistral.  Barrabás despreciado por su pueblo y ejecutado, elegido Jesús como el líder pacifista por el pueblo y, marginado el liderazgo de Judas, sus tiempos de mando en Israel serían mucho más fecundos. Además su esposa estaría muy feliz, por el hecho que fuera él quien diera la oportunidad dejar libre al Jesús que comenzaba a admirar.

Más de un centenar de hombres fuertemente armados capturaron a Jesús. La noticia de la detención de los dos líderes recorrió rápidamente a Jerusalén. La falsa noticia de la traición de Judas hizo que las fuerzas rebeldes del Clan se replegaran mientras se evaluaba la situación, limitando su capacidad de movilización para el juicio popular. Las fuerzas de Barrabás comenzaron a convocar para el juicio mientras repetían la información de la traición de Judas para destruir la imagen del líder disidente.

Yo no pude seguir siendo testigo presencial de los hechos pues mi situación estaba muy comprometida y recibí la instrucción de partir a Roma e incorporarme a una de las células rebeldes que operaban allí. Fue Magdalena, cuando la visite para despedirnos,  quien me contó con mucho dolor la pasión y muerte de Jesús.  Su inmenso sufrimiento solo lo aliviaba la decisión de seguir apoyando a la resistencia donde estuviera y, de cuidar al heredero de las enseñanzas de Jesús.

Josue el guardaespaldas de Judas me contaría el sufrimiento de nuestro amigo y Jefe por la elección del pueblo hacia Barrabás y la condena de Jesús,  el descuido de ambos que posibilitó su captura del maestro y la odiosa campaña de desprestigio contra él, que seguramente había ingeniado Pilatos.  Me contó Josue que Judas le dijo: No puede haber sombra de dudas en el liderazgo rebelde, la confianza en la comandancia  no puede estar comprometida.  Llegó la hora que los deje hermanos.  Luego de entregarle las cuentas de las finanzas, para que Josue las rindiera ante el comando central del Clan, así como transferir la identificación de las fuentes de financiamiento, en lo que sería de ahora en adelante la tarea del otrora escolta, Judas se despidió con lagrimas y mirando al piso.

Pisando por última vez el polvo de Israel pensaba, si así como Pilatos nos había sabido engañar no lograría acaso confundir a los seguidores de Jesús.  Ambos, los seguidores del Nazareno y el Imperio Romano, ya compartían sus pocas simpatías por María Magdalena y Judas. Sin embargo esa posibilidad aparecía obstaculizada por creencias tan distintas como las que profesan los seguidores de la religión oficial romana: Zoroastro. Pero tal vez, la pasividad manifiesta de la nueva Fe, nacida con el mártir en la cruz, le resulte más útil al imperio romano.  Bueno, en ese caso tendrían que matar primero a cientos de zelotes que hoy han hecho suya las enseñanzas de Jesús y, eso demandaría tantas matanzas que tendrían que llenar el propio coliseo. No debo preocuparme por ello  -me dije-  lo mío es la resistencia para hacer justicia en la tierra y, si el imperio logra asimilar a los herederos del Mesías, seguramente surgirían grupos y teologías que intentarían recuperar la fe originaria de Jesús.

Cuando caminaba rumbo a Roma recibí la mala noticia de la muerte de Judas quien había sido mi camarada de luchas por más de dos décadas. Con dolor imaginé lo terrible que tuvo que ser para él abandonar su razón de vida por treinta años y el sentir responsabilidad por la captura de a quien había aprendido a querer como un hermano.  La decisión del movimiento rebelde fue reparadora y justiciera, aprobaron por unanimidad que la organización insurgente de los zelotes se llamaría desde entonces, el Clan de Judas y María Magdalena. Toda mi vida militaría en este clan.  La historia del movimiento llega al siglo XXI, pero ese es otro relato.

*Fuente: https://luisbonillamolina.wordpress.com/2017/04/17/el-dia-despues-de-la-desaparicion-del-cuerpoi/

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