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Brasil: Bolsonaro nombró ministro de educación a un pastor partidario del castigo físico

La letra con sangre entra

La deriva autoritaria del presidente brasileño Jair Bolsonaro está llegando a las aulas. Su flamante ministro de educación es un pastor protestante, Milton Ribeiro, de un alto perfil reaccionario y conservador. Lo que se acaba de conocer es que también es un creyente en eso de que «la letra con sangre entra». La información surgió de un video publicado por la iglesia presbiteriana que Ribeiro preside en la ciudad paulista de Santos. En el sermón, defiende el uso de «la vara de la disciplina».

La filmación es de hace cuatro años y ahora está circulando por las redes sociales de Brasil. El tema es la disciplina y el estudio de los chicos, en la familia y en la escuela. «El castigo es necesario para la cura», dice Ribeiro. «Y no se puede obtener por medios justos y métodos suaves. Sólo un porcentaje muy pequeño de chicos, precoces y superdotados, pueden entender tu argumento. Debe haver rigor severidad. Y voy a ir un paso más adelante, aunque algunas madres hasta se enojen conmigo: el chico debe sentir dolor».

Ribeiro es abogado y estudió teología presbiteriana para recibirse de pastor. En el gobierno dijeron que entre otras razones para su nombramiento estaba su «aprecio a la familia y los valores» morales. En su primera declaración como ministro, el pastor dijo que «es hora de darle una atención especial a la educación básica y a la enseñanza profesional, de reforzar la enseñanza superior y la investigación científica». Ribeiro dijo que va a trabajar con los estados de la unión y con las municipalidades para «cambiar la historia de la educación en el país» y que es hora de «tener un verdadero pacto nacional para tener una educación de calidad en todos los niveles».

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/277973-la-letra-con-sangre-entra

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Notas para el desarrollo de una investigación de compromiso

En una sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir una ciencia social ‘imparcial’. De uno otro modo, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que la ciencia sea imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo que se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los obreros disminuyendo los beneficios del capital (Lenin. Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo).

 

 

  1. La Investigación tradicional

¿Cuál es el sentido actual de la Ciencia como vocación? La respuesta más acertada es la de Tolstoi: La Ciencia carece de sentido, puesto que no tiene respuesta para las únicas cuestiones que nos importan, las de qué debemos hacer y cómo debemos vivir (Max Weber. El Político y el Científico)

 

  1. 1. El discurso de la modernidad

La ciencia de la modernidad sentó las bases de una relación individualista y fragmentada, lo que devino en unas prácticas discursivas separadoras y unas representaciones cognitivas que marcaron la hegemonía del ser que piensa y conoce sobre el otro que es pensado y conocido.

Se afirma que la ciencia moderna es aristotélica (Metafísica) porque se fundamenta en supuestos binarios donde un tercero es excluido. El sujeto es el que piensa y el objeto es una cosa pensada por el sujeto, quien es el único que piensa.

Esa cosmovisión organicista fue modificada por la visión mecanicista. Con Francis Bacon (Novum organum), Rene Descartes (Discurso del método) y Galileo Galilei (Diálogo sobre los dos sistema máximos del mundo: el tolomeico y el copernicano), el mundo pasa a ser concebido como máquina y se inaugura así las bases de la nueva ciencia bajo el lema: saber es poder.

En esta visión el ser humano se concibe como un autónomo, un sujeto sujetado y habitado por un espíritu racional. Una racionalidad que ha conducido a la violencia y a la negación del otro/a, una clara manipulación de los saberes y los sentires. Un utilitarismo a ultranza que arrasó con la subjetividad, lo experiencial, lo vivido. Una suerte de mutación intersubjetiva hegemónica de la razón instrumental. El universo se escindió en un sujeto pensante y un objeto pensado.

El modernismo siempre concibió a la investigación como una actividad del sujeto cognoscente exclusivamente. Descarte con su duda metódica sentencia: “Pienso, luego existo”, es decir, lo pensado es lo primero y las cosas cobran vida porque existe alguien que piensa. Una razón hegemónica que ha predominado en nuestras universidades y que aún hoy goza de muy buena salud en los medios académicos. Esa relación entre el sujeto pensado y objeto cosificado, que no piensa, está en la tradición gnoseológica de la ciencia moderna.

Debe acotarse, con total propiedad, que la modernidad ciertamente produjo un pensamiento descentrado, pasando de lo teocéntrico a lo antropocéntrico, esto es, la verdad ya no es revelación divina sino está en la razón que solo encarna el hombre. Desde entonces el sujeto es el que conoce, tiene todo el poder para hablar del objeto, pensarlo, reflexionarlo, vivenciarlo, catalogarlo, definirlo. Así se desarrollaron relaciones asimétricas que conducen a espacios de poder de unos sujetos sobre otros convertidos en objetos inertes, sin voz, sin libertad, sin existencia propia. Con ello se institucionalizó la violencia de unos que conocen y saben, sobre otros que son conocidos y expoliados. Por tanto, la construcción del conocimiento se fundamentó en el control, la manipulación instrumental, sedimentándose un proceso objetivo, neutral, verificable, observable.

El conocimiento como un ser privado dentro de la esfera y dominio de un sujeto que conoce, porta en su seno relaciones de poder y por ende de violencia. Un desprecio por los otros que ha devenido en todo un pensamiento que excluye y sataniza las culturas mal llamadas de la periferia.

El Sociólogo Max Weber (Ensayos sobre teoría sociológica y El Político y el Científico), nos habla de la “neutralidad valorativa”, la “objetividad” cognoscitiva de la ciencia social y de la política social. La ciencia libre de valores, sólo dando cuenta del ser y no del deber ser. La clara separación entre los “juicios de valor” y los “juicios de hecho” (Lucien Goldman: Las Ciencias Humanas y la Filosofía)).

El investigador social no debe mezclar sus valores en sus análisis y explicaciones. Es decir, el investigador sólo debe ocuparse de cómo son las cosas o fenómenos sociales, no de cómo deberían ser.

Como ya se comentó, en la modernidad se dividió el universo en sujeto pensante y objeto pensado y se perdió el bucle individuo-especie-sociedad, según Edgar Morin (Los siete saberes).

En términos epistemológicos, en la modernidad coexisten variados enfoques, desde la postura positivista a la marxista, considerando los aportes de las teorías de refutación de Karl Popper en La Lógica de la Investigación Científica; Metodología de los programas de investigación de Imre Lakatos; de Los paradigmas como centro de la estructura de las revoluciones científicas de Thomas Kuhn y de las rupturas epistemológicas de Gastón Bachelard.

A.2. El discurso de la postmodernidad

Asumiendo que hay posturas encontradas sobre lo que realmente constituye la postmodernidad, por cuanto para unos se trataría simplemente de una prolongación en el tiempo de la modernidad, mientras que para otros sería una especie de ruptura.

Por ejemplo, para Gilles Lipovetsky (La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo), la noción de postmodernidad tiene el interés mayor de invitar a un retorno prudente a nuestros orígenes, a una puesta en perspectiva histórica de nuestro tiempo, a una interpretación en profundidad de la era de la cual salimos parcialmente, pero que, en varios aspectos, continúa su obra, así moleste a los heraldos ingenuos de la ruptura absoluta. Si una nueva época del arte, del saber y de la cultura se anuncia, se impone la tarea de determinar lo que es del ciclo anterior.

“Lejos de estar en discontinuidad con el modernismo, la era postmoderna se define por la prolongación y la generalización de una de sus tendencias constitutivas, el proceso de personalización y correlativamente por la reducción progresiva de su otra tendencia, el proceso disciplinario. Es por esto que no se puede adherir a las problemáticas recientes que, en nombre de la indeterminación y de la simulación o en nombre de la deslegitimación de los metarrelatos se esfuerzan en pensar el presente como un momento absolutamente inédito en la historia. Si se tiene una corta visión, ocultando el campo histórico, se sobrevalua la ruptura postmoderna, se pierde de vista que ella persigue siempre, aunque sea con otros medios, la obra secular de las sociedades modernas democrático-individualistas. Así como el modernismo artístico se ha revelado como una manifestación de la igualdad y la libertad, así la sociedad postmoderna, erigiendo el proceso de personalización, en forma dominante, continúa realizando las significaciones centrales del mundo moderno».

En síntesis, el tiempo postmoderno es la fase cool y desencantada del modernismo, la tendencia a la humanización a la medida de la sociedad, el desarrollo de estructuras fluidas moduladas en función del individuo y de sus deseos, la neutralización de los conflictos de clase, la disipación de lo imaginario revolucionario, la apatía creciente, la desustancialización narcisista, la reinversión cool del pasado…

Por su parte, Jean François Lyotard (La condición postmoderna), considera que la postmodernidad implica el abandono de la creencia en un fundamento seguro del saber, y la renuncia a la fe en el progreso tecnológico de la humanidad. La condición postmoderna, para él, se caracteriza por la desaparición de esos «Grandes Relatos», de esos metalenguajes que nos permitían situarnos en una Historia, cuyo devenir es portador de sentido y en la cual somos como un momento entre un pasado inteligible y un futuro previsible. La visión postmoderna distingue una pluralidad de saberes heterogéneos, donde la ciencia no ocupa el primer puesto.

Ahora bien, más allá de esas posturas, lo que parece cierto es que hablar sobre posmodernidad significa hablar de complejidad, amplitud, ambivalencia, contradicciones, indefiniciones y la falta de consenso. La postmodernidad es la época del desencanto, estado de la cultura, la renuncia a las utopías y a la idea de progreso de conjunto. Se apuesta a la carrera por el progreso individual. Se anuncia el fin o agotamiento de las ideologías, ocaso de las utopías, era del vacío, fin de la política, de los grandes relatos, movimientos de deconstrucción en los términos planteados por Jacques Derrida (“¿Qué es la deconstrucción?”) de desenmascaramiento de la razón ilustrada, una forma de estar en el mundo.

Toda una serie de paradojas intentar comprender el tiempo postmoderno: globalidad-particularidad, subjetividad-intersubjetividad, irracionalidad-racionalidad, ética universal-estética particulares.

Postmodernidad es sinónimo de tiempos inciertos, atmósfera de cambios epocales, del simulacro, descentralización del logos. La sociedad como espectáculo, diría Guy Debord. El tiempo postmoderno es sinónimo de pluralidad de criterios para abordar la complejidad del mundo de hoy.

El hálito postmoderno se anida en la búsqueda de estrategias, movimiento continuo, encrucijadas, entrecruzamientos. Y entreveramientos mutuos.

En el terreno del conocimiento, estaríamos en presencia de una relación interactiva entre el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible, un acercamiento lingüístico con profundas implicaciones ontológicas.

El pensamiento postmoderno plantea que la realidad existencial del yo es la realidad existencial de los otros. El yo no puede afirmarse a sí mismo sin la liberación y reconocimiento del otro. La otredad en términos de lo planteado por Emmanuel Lévinas (Totalidad e infinito y El tiempo y el otro), que significa la negación de la primacía del ser (ontología) por la defensa de la alteridad, la primacía del otro. En resumen, se trata de privilegiar la ética por encima del saber.

En la postmodernidad se asumen posturas distintas existiendo igualmente diferentes enfoques que parten desde el establecimiento de un diálogo sin fronteras, reconociendo otros saberes; dichos enfoques se sustentan en una epistemología que argumenta la fundamentación de la dialógica asumida

  1. Hacia una investigación de compromiso

Hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el mundo; de lo que se trata ahora es de transformarlo. (Carlos Marx. Tesis XI sobre Feuerbach)

Las respuestas ante la complejidad del mundo de hoy, incluyendo la crisis que se vive en distintos órdenes de la vida societal, entre ellos en el campo cognitivo, tienen que ser amplias y democráticas. Por ello en el terreno del conocimiento y en particular de la investigación, se habla de la transcomplejidad, de la transdisciplinariedad, lo transparadigmático y la transepistemología, que son respuestas actuales a los enfoques positivistas, fenomenológicos, etnográficos y el crítico dialéctico. En la investigación actual hay que dar cuenta de toda esta discusión.

Se debe trascender la investigación tradicional, acéfala, neutralista, sin compromiso de patria, alejada de los proyectos nacionales y asumir una investigación comprometida, militante en el buen sentido de la investigación-acción, que se desarrolle en el marco de una experiencia interactiva entre actores y actoras sociales a partir de los cuales, se producen miríadas de verdades relativas.

Debe desterrarse el determinismo absoluto, porque hoy hace presencia el principio del desorden y el principio de indeterminación, todo en el contexto de un diálogo de saberes, en una óptica dialéctica donde los diferentes actores investigadores/as puedan intercambiar visiones, percepciones, conocimientos, donde se transversaliza lo faber-mythologicus, oeconomicus-ludens, lo sapiens-demens del homo.

En una investigación comprometida se rompe con el parcelamiento del conocimiento y el investigador en solitario, por cuanto:

  1. a) La separabilidad choca con las relaciones entre distintas disciplinas. La interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad es hoy por hoy una realidad.
  2. b) Se establece la sinérgica como la capacidad de construir en conjunto visiones compartidas en un diálogo de saberes integradores.
  3. c) Se asume que la realidad es múltiple, diversa, relacional y en permanente construcción, por tanto, es integral y por ello trasciende al holismo.
  4. d) Deben considerarse las dimensiones social, cultural, política, ética, ambiental, estética y económica en permanente relación y contradicción. Por tanto, se asume la categoría de totalidad
  5. e) Es reflexiva por cuanto la realidad sólo puede ser abordada en relación con los actores/as que la escudriñan desde sus representaciones construidas.

Este nuevo modo de pensar en la investigación emplea la deconstrucción de Jaques Derrida (Estructura, signo y juego en el discurso de las ciencias humanas), como estrategia para cada situación que niega las modulaciones de los sentidos imperantes, reconstruyendo las supuestas lógicas de la dominación en el campo científico, tal y como la plantean Carlos Skliar y Magaldy Téllez, en el texto Conmover la Educación.

La investigación hoy en día debe ciertamente considerar los aspectos ontológicos, filosóficos, sociológicos, pedagógicos, antropológicos, axiológicos, históricos pero hace falta una investigación que además dé cuenta, según Gilles Deleuze (Nietzsche y la filosofía), del sí que sabe decir que no, el sí que crea libertad para pensar y luego ir a la acción considerando que no es posible abordar una situación a investigar desde un solo punto de vista.

Es preciso ver la realidad desde su totalidad, al asumir que no hay un camino o método determinado para orientar de manera definitiva el proceso investigativo para la obtención del conocimiento. Ante una realidad compleja, hace falta un pensamiento complejo, más allá de la lógica y de la razón; la incertidumbre y el azar juegan papel que debe ser considerado, no como accesorios, sino como fundamentales.

Debemos trascender las posturas investigativas conocidas en nuestras universidades tradicionales, donde predomina un conocimiento científico parcelado, aislado, excluyentes y reduccionista. Es el positivismo que ha predominado, con respuesta para todas las preguntas. Tiene las llaves para todas las puestas. Asume la realidad como externa al sujeto; la ciencia es una verdad inmutable; el investigador es acéfalo, es decir, es neutro, cuando hace ciencia se plantea el ser, y cuando se plantea el deber ser hace política; el razonamiento se hace sobre la base de los datos empíricos; la realidad puede predecirse y controlarse; se fundamenta en el método hipotético-deductivo y se corresponde con el paradigma de la simplicidad.

Por tanto, hay que trascender ese paradigma positivista, dar cuenta de la complejidad de Edgar Morin (Introducción al pensamiento complejo) y La transdisciplinariedad de Basarab Nicolescu para construir y transformar.  El sujeto y el objeto son agentes de investigación, ambos se encuentran en constante transformación.

Se postula una investigación que se hace en equipo, que todos trabajan en común para lograr productos, donde todos participan en un intercambio dialógico, sinérgico, cooperativo, enfatizando en la coproducción conjunta de la realidad, aportando ideas, escuchándose mutuamente y discutiendo las decisiones para llegar a acuerdos que contribuyen al éxito en el complejo proceso de hacer investigación.

Hay que saber tener oídos, o sea, hay que saber “escuchar” la voz del otro; es decir, trascender la fenomenología y la dialéctica, y buscar construir otro marco categorial desde el cual sea inteligible esta voz que me cuestiona, que en primera instancia es sólo un grito o un reclamo y que cuestiona la certeza de la ontología de la subjetividad moderna. Es lo que en el texto ¿Qué significa pensar desde América Latina? de Juan José Bautista se llamaría la analéctica (Enrique Dussel), esto es, pensar qué parte de esa dimensión de realidad que no está incluida en mi mundo y que es revelada únicamente a partir de la palabra interpeladora del otro.

No podemos debatir cuestiones de investigación científica en un vacío histórico. Las preguntas claves de una política científica sobre qué se investiga, para qué/quién se investiga y cómo se investiga cobran sentido en un contexto de descubrimiento que da cuenta de los factores socio-políticos, institucionales y académicos que sirven de anclaje a las decisiones del investigador. La investigación es una práctica social anclada en un determinado contexto sociohistórico.

Nuestras investigaciones deben, ciertamente, generar un conocimiento de alto nivel y relevancia científica, pero, a su vez, deben estar comprometidas con un proyecto de país que tiene como desiderátum construir una sociedad más justa e igualitaria, basada en un estado de derecho y sobre todo de justicia.

Por tanto, abogamos por una investigación comprometida y militante con el proyecto nacional de país que está concebido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), en los planes gubernamentales y toda la legislación que de ellos se deriva.

B.1. El investigador y su espacio de juego

Los agentes llamados a desarrollar este tipo de investigación son seres humanos, que padecen y satisfacen necesidades, deben ser y hacer parte de la cultura que lo influye, no sujetos apologista de la indiferencia o de la indolencia ante lo que ocurre en el mundo, en Latinoamérica y Caribe y en nuestro país.

El investigador desarrolla su producción teórica también en un tiempo determinado, con un ritmo, con sus propias urgencias, con sus logros y sus temores. También juega en el tiempo y juega estratégicamente con el tiempo: tiene informes, plazos y formatos; porque, parafraseando al sociólogo Pierre Bourdieu (Intelectuales, política y poder y Campo de poder, campo intelectual. Itinerario de un concepto)), los investigadores no están fuera del juego.

Como agente social que juega el juego de la ciencia, está objetivamente condicionado por el estado de ese juego, por su historia, por el capital que ha logrado acumular en el transcurso del juego, y por lo que ha incorporado a lo largo de una trayectoria social general y específica del juego.

Bourdieu concibe al campo de las ciencias como un campo semejante a los otros campos sociales. Es decir, como lugar de relaciones de fuerza, como campo de luchas donde hay intereses en juego, donde los diversos agentes e instituciones ocupan posiciones diferentes según el capital específico que poseen, y elaboran distintas estrategias para defender su capital: simbólico, de reconocimiento y consagración, de legitimidad y de autoridad para hablar de la ciencia y en nombre de la ciencia.

Por tanto, debe tenerse claro que el mundo científico es un mundo de luchas y de competencias como cualquier otro, con intereses específicos, con sus apuestas, sus beneficios, y ello pone en tela de juicio un conjunto de creencias compartidas y denegadas colectivamente.

La manera y los instrumentos que utilizamos para aproximarnos al conocimiento de los diferentes aspectos de la compleja realidad social, las categorías conceptuales que ponemos en juego, las tesis que manejamos, etc., están condicionadas por la posición que ocupamos en el espacio social y, sobre todo, por la posición que tenemos en el propio terreno de lucha: el campo científico. En este sentido, esos instrumentos, esos conceptos, esas tesis, como aquellas otras maneras de percibir y evaluar, de clasificar y de construir lo real, están ligados a la posición que ocupamos en el mundo social.

El campo del conocimiento proporciona instrumentos adecuados para analizar el condicionamiento social de las producciones científicas, poniendo en evidencia los mecanismos de competencia, las relaciones de fuerza y las estrategias utilizadas por los agentes sociales que las producen, y también estaría en condiciones de señalar condiciones sociales de un control epistemológico, entre ellas, aquellas que contribuyan a un mayor fortalecimiento de la comunidad científica, sus instituciones, y sus propias leyes de funcionamiento.

Como investigadores estamos ante un contexto social que desafía nuestro conocimiento, nuestros interrogantes y el sentido de nuestra tarea de descubrimiento.  De allí que debemos preguntarnos: ¿Qué podemos hacer los investigadores para lograr que nuestros productos-resultados sean para satisfacer necesidades del pueblo de la República Bolivariana de Venezuela?

Aspectos teóricos y metodológicos

Una investigación de compromiso debe guiarse, al menos, por las siguientes premisas:

Desde el punto de vista epistemológico.

Asumir que hoy hace presencia, en el terreno del conocimiento, una racionalidad post-clásica que habilita e incorpora problemas ignorados o vedados por el pensamiento científico moderno, absolutamente racional, entre los cuales se encuentra cuestiones relativas al desorden, el caos, la no-linealidad, el no-equilibro, la indecibilidad, la incertidumbre, la contradicción, el azar, la temporalidad, el espacio, la emergencia, la auto-organización, la continuidad, la discontinuidad.

Desde el punto de vista metodológico.

Más que al análisis holístico que hipostasia el todo o el funcionalismo que endiosa a las partes, debe asumirse el análisis integrado, de totalidad, que da cuenta del todo y las partes en una relación dialéctica, contradictoria.

También partir de la premisa que lo complejo no puede dividirse, ya que se manifiesta en un tejido de elementos heterogéneos inseparables y asociados, que no permiten su comprensión en caso de separarse.

Por tanto, no se debe fragmentar lo complejo en partes, tampoco explicar la conducta de personas, agentes, instituciones, desde un solo aspecto; las teorías sociológicas y/o psicológicas unifactoriales sobre la conducta humana, no son recomendables para los tiempos que transcurren.

Más bien, comprender que en el momento actual, se debe tener en cuenta que el ser humano comprende no sólo la parte biológica, sino también y sobre todo el sello cultural que la sociedad deja en él.  De allí que ubicar el contexto en sus múltiples relaciones y contradicciones es una necesidad. Aislar los elementos contribuye muy poco a la comprensión del mismo.

Todo se desarrolla en el marco de lo global. Lo nacional y lo local existen, tienen independencia y organización, pero están fuertemente atadas a lo global. Los seres humanos, la sociedad, se encuentran afectados por una variedad de elementos naturales, biológicos, psíquicos, históricos, sociológicos, religioso, culturales, económicos.

Desde el punto de vista histórico,

Hacer uso de los tres tiempos verbales, es decir, entender de dónde viene o proviene el hecho o el fenómeno de estudio (las causas, lo diacrónico) para diagnostica el momento, los episodios en desarrollo (lo sincrónico) y en consecuencia vislumbrar para dónde se va (perspectivas, pronósticos, proyección). En ese sentido, Edgar Morin (¿Hacia dónde va el mundo?) insistirá que se debe sustituir la concepción simplista que sostiene que pasado y presente son conocidos, que los factores de evolución son conocidos, que la causalidad es lineal, y, por ello, que el futuro es previsible. Así pues, descubrimos una brecha en el pasado, a la que corresponde una brecha en el presente: el conocimiento del presente necesita el conocimiento del pasado que necesita el conocimiento del presente. El futuro nace del presente. Es decir, que la primera dificultad a la hora de pensar el futuro es la dificultad de pensar el presente. La ceguera del presente nos vuelve ip so facto ciegos al futuro.

Desde el punto de vista axiológico.

No hay neutralidad posible. La investigación de compromiso significa identidad con un determinado proyecto de país, con sus componentes políticos e ideológicos. Por tanto, con la parresia de Michael Foucault (El coraje de decir la verdad), nada debe ocultarse en el discurso (en la investigación), más bien hacer uso siempre y en todo momento de la isegoría o la libertad de palabra.

La verdad o la parresia se encuentran en las antípodas de la posverdad, adjetivo definido como relativo o referido a circunstancias en las que los hechos son menos influyentes en formar la opinión pública que las emociones y las creencias personales.

Entender que en el mundo de hoy, el del internet, de las nuevas tecnologías de poder, de las redes sociales, predomina la posverdad, es decir, las pasiones, las emociones, las ideologías y las convicciones de todo tipo, por encima de la parresia foucaultiana.

Fuente El autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación

 

 

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Tener, saber, ser: desigualdad normalizada y jerarquías omnipresentes

Por: Armando B Ginés

Pruebe usted a salir a la calle (compartir, pasear, trabajar, comprar, respirar, crecer, vivir) con la conciencia crítica en estado de alerta permanente y vea, también a sí misma, lo que sucede a su alrededor: gentes anónimas que van y vienen, entran y salen, miran y son miradas. Personas en calidad de sujetos y objetos que se relacionan desde la escala jerárquica superior/inferior, sea aquella de índole o ámbito laboral, social o académico.

Estamos tan acostumbrados a residir en un sistema jerárquico que nunca nos preguntamos a fondo sobre su razón de ser profunda. Suelen cerrarse estas disquisiciones mentales con el clásico siempre ha habido ricos y pobres. Asunto zanjado.

Pero esa normalidad que aprendemos desde la cuna nos hace aceptar esquemas ideológicos y sistemas políticos de sumisión al poder cristalizado en instituciones estatales, entes privados y tradiciones que usualmente no ponemos en duda. En la familia, en la educación, en la sanidad, en el trabajo y en la vida cotidiana adoptamos, según una escala de valores interna e invisible, los roles de sujeto activo u objeto pasivo de relaciones personales o grupales de muy diverso signo. Estamos preparados para mandar u obedecer de modo subliminal, casi automático y espontáneo. Igualmente reversible bajo ciertas condiciones.

Esta deriva psicológica (la socialización de lo imitativo y el control colectivo) tiene consecuencias muy graves en la convivencia cotidiana. Estamos perfectamente preparados para asumir situaciones extremas de racismo, xenofobia, aporofobia y machismo sin apenas apercibirnos de ello. El ambiente cultural siempre es propicio a dejarnos llevar por el sentido común, aunque la mala conciencia y la conciencia plena, cada cual, desde posturas divergentes a veces, viene a compensar el impulso de emulación inmediato de hacer lo que todos hacen.

De ahí que las luchas antirracistas, feministas y a favor de la igualdad no terminen de cuajar de una manera definitiva. Vivimos en sociedades que fomentan, a pesar de sus idearios teóricos de igualdad ante la ley y de garantías en letra de libertades individuales y públicas, las desigualdades jerárquicas que crean en el subconsciente unos sellos distintivos de estatus superior e inferior que más allá del evento concreto pueden operar como proyecciones en otros planos sociales, ideológicos, políticos, culturales y económicos.

Por decirlo de un modo llano y coloquial: mamamos la desigualdad con nuestra primera bocanada de aire. Y no es lo mismo la desigualdad naturalizada que la diferencia celebrada como singularidad creativa.

Tener, saber y ser son momentos cruciales de las jerarquías que habitamos cada día en situaciones muy dispares. Esos tres instantes existenciales nos obligan a doblegarnos ante el prestigio, la jefatura o el prejuicio sin advertir si esa postración social la prescriben argumentos razonados o supercherías ancladas en costumbres inveteradas.

El gran pedagogo brasileño Paulo Freire en una crítica total de los regímenes educativos al uso venía a señalar que la educación normalizada era de espíritu bancario y unidireccional: la sabiduría se convierte en profesor o profesora y la ignorancia en alumnado que necesita aprender lo que otros saben o dicen saber. La jerarquía salta a la vista. Y, además, su apariencia de naturalidad neutral resulta incontrovertible.

Freire aseguraba que la educación debería ser un acto de aprendizaje mutuo, social, multilateral: el acto de enseñar incluye el de aprender y viceversa. La autoridad severa se diluye en un proceso que va más allá de una fórmula matemática, una ley física o química, un erudito relato histórico o un magistral concepto filosófico. A la manera de Freire se destruye por completo la triada tener, saber y ser como elementos fijos e invariables de las relaciones políticas y sociales: nadie tiene más que nadie (tiene algo distinto y complementario), nadie lo sabe todo (todos vivimos en la sabiduría/ignorancia relativa) y nadie es más que nadie (no existen esencias personales ni sangres azules para establecer jerarquías arbitrarias e inamovibles).

Sin duda, Freire luchó por una sociedad igualitaria, de mujeres y hombres libres que pueden aprender unos de otros desde la cooperación y la diferencia individual sin entrar en conflictos de competitividad antisociales o bélicos. Su método, que llevó a la práctica con éxito en comunidades agrarias sudamericanas con personas adultas que no sabían leer ni escribir, es una apuesta radical por un mundo sin jerarquías gratuitas de alcurnia ni opresoras en el orden político, tampoco en el académico y económico. Sería más que interesante activar de nuevo su rico ideario de actuación en la realidad diaria, tanto como inspiración genérica como en el sector educativo.

En este mundo absurdo de jerarquías de las que es casi imposible escapar, una pregunta oportuna y con miga sería conocer el porqué de las superioridades que ejercen algunos y el papel subalterno que les corresponde a otros, la inmensa mayoría. Parece un interrogante baladí o estéril: los mayores saben más que los pequeños, los catedráticos más que los escolares y los empresarios más que los trabajadores. Claro que hay casos en los que las diferencias son directamente vulnerabilidades que precisan el cuidado especial y la atención supervisada de terceras personas: discapacidades severas ya sean físicas, psíquicas o neurológicas; enfermedades; minorías de edad… Esas excepciones son inobjetables. Nos referimos a situaciones normalizadas por las tradiciones, las normas legales y los usos culturales desde hace tiempos ancestrales. ¿Cómo se han transformado los sabios en sabios? ¿Por qué cobra más un futbolista que una médica? ¿Por qué está mejor considerado una modelo publicitaria que un enterrador? Por favor, reflexionen por encima de las respuestas obvias: en ocasiones lo evidente enmascara auténticos tesoros intelectuales.

Buscando razones para la institución transversal de la jerarquia merece un recuerdo entrañable el filósofo austriaco Iván Illich. Su inquisitivo pensamiento le llevó a descubrir que la clase capitalista había expropiado las habilidades propias del común para establecer sabidurías oficiales que suplieran su crasa ignorancia en asuntos de la vida corriente. Ese aserto de Illich viene a completar el clásico de Karl Marx: para echar a andar la revolución industrial necesitaba mano de obra que no encontraba en los suburbios urbanos por lo cual obligó a la gente de campo a marcharse a las sucias ciudades tras expropiar las dehesas y espacios de laboreo comunes y legalizarlos con títulos privados a favor de la aristocracia y la burguesía en ascenso.

Esto es, el capitalismo expropió al proletariado de su sabiduría teórica y práctica (labores agrícolas y ganaderas, construir su propia casa, fabricar su ropa, inventar instrumentos, aprender interactivamente con sus propios convecinos y de otras comunidades limítrofes) y también le robó sus medios de vida (los campos para el sustento). De estas dos expropiaciones surgen las dos jerarquías por excelencia de las sociedades actuales: la división del trabajo entre profesional y no cualificado y la de patrón y asalariado.

Por supuesto, antes de estas expropiaciones iniciáticas del capitalismo había jefes militares, dioses, sacerdotes y líderes políticos que igualmente oprimían la mente y el cuerpo de los súbditos y creyentes. Sin embargo, las dos expropiaciones antes reseñadas, la de Illich y la de Marx, inauguran y validan una nueva época de jerarquías invisibles que mantienen el orden establecido en una quietud inestable hasta nuestros días.

Estas desigualdades de estatus y en la praxis vital no suelen estallar habitualmente. Suelen vivirse en conatos normalizados por el uso cultural. El machismo sigue asesinando: manifestación, declaraciones de condena, nos vemos en la próxima. Un policía asfixia a un ciudadano negro: rabia, algaradas, emociones a flor de piel, nos vemos en la próxima. Varios inmigrantes se ahogan en cualquier océano: indignación, furia, propósito de enmienda, nos vemos en la próxima. Un compañero o compañera es despedido/a injustamente: abrazos de solidaridad, gritos revolucionarios, nos vemos en la próxima. Sumen y sigan. Por supuesto, hay que continuar manifestándose y oponiéndose radicalmente a las irracionalidades hijas del capitalismo excluyente y competitivo. Gritar nunca está de más: es el principio de la toma de conciencia colectiva. Pero sería muy relevante elaborar una crítica más coherente y amplia de las relaciones capitalistas que nos contienen a todos/as en la globalidad. Ese estético liberalismo de izquierdas, urbano e ilustrado que busca la transversalidad a cualquier precio orillando los valores en que descansan las democracias parlamentarias de corte capitalista persigue un imposible metafísico: la reforma moral de un sistema socioeconómico basado en la explotación y la desigualdad real como principios inalienables de su funcionamiento intrínseco. Idealismo puro de buenas gentes que eluden los intereses de clase como antiguallas de filosofías esotéricas. Que bajen al tajo de la precariedad vital y que luego hablen sería un consejo pertinente para sus mentes abiertas y transversales.

De modo artero y alevoso esta sociedad nos ha inoculado en vena que una mujer, un negro y un inmigrante son menos, un poco menos o casi iguales que un hombre, un blanco y un autóctono. Esos prejuicios sibilinos y graduales son juicios de valor adosados a la costumbre y operativos en el prejuicio que sale a flote en situaciones de pánico emocional intenso o crisis muy acusadas. Las jerarquías que aceptamos sin rechistar cada día de nuestra vida nos preparan para tragar con las inmundicias más lacerantes: el racismo, el machismo, la xenofobia, el fascismo de la pulsión violenta o el de esto no va conmigo: ambos son posturas éticas punibles.

La gran mentira de las sociedades de la globalidad es que incluso el últimísimo de la fila en rango de estatus social puede compensar sus inferioridades mediante el complejo de superioridad: tener, saber y ser, a veces, son términos muy relativos; hay que elegir adecuadamente el objeto preciso de comparación. En este baile de jerarquías ficticias y simbólicas siempre podemos hallar alguien por debajo de nosotros. Esa es la esencia del fascismo, transformar el complejo de inferioridad en una superioridad basada en la violencia y el anonimato de la masa. Si tengo un grupo que me acoge como igual no soy tan ignorante como dicen que soy. Cierto es, sigo siendo lo que soy (tal vez nada, un pobre diablo, un parado, un marginal…), pero en masa siento un poder mágico: dentro de la muchedumbre no ejercen las jerarquías, nadie es más que nadie (en apariencia). Los hooligans beben en este abrevadero, por eso el fútbol es una razón de Estado en todo el mundo.

En definitiva, conscientemente o no, la publicidad comercial y la propaganda ideológica nos están pidiendo que nos midamos con el otro, que comparemos nuestra fuerza (tener, saber y ser) de manera visceral: las respuestas neuróticas y los impulsos emocionales hacen el resto, establecer mentalmente jerarquías entre mi yo y el resto de yoes que compiten conmigo. Las jerarquías son compartimentos más o menos móviles y simbólicos para mantener el statu quo. Donde hay jerarquía hay violencia silenciosa y pueden darse cualquier tipo de situaciones irracionales guiadas por el esquema superior/inferior: racismo, machismo, xenofobia, explotación laboral. Querámoslo o no, nos preparan desde muy pequeños para asumir escalas de valor jerarquizadas y binarias: mandar/obedecer, hombre/mujer, blanco/negro, capital/trabajo, to be or not to be… Ese mundo maniqueo es básicamente el nuestro, digan lo que digan las transversalidades utópicas del liberalismo ilustrado.

Fuente: https://rebelion.org/tener-saber-ser-desigualdad-normalizada-y-jerarquias-omnipresentes/

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Libro(PDF): «Medios de comunicación ¿Al servicio de quién?»

Reseña: CLACSO

El sistema neoliberal, incluida hoy su variante más ultraderechista, siempre se ha explicado en función de factores políticos, económicos y sociales diversos. Sin embargo, ¿cuál es el papel de los medios de comunicación masiva? ¿Son simples relatores de la actualidad o juegan un rol determinante y protagonista en ese fortalecimiento del sistema? ¿Existe diversidad ideológica entre los medios de comunicación masiva o es un espejismo interesadamente alimentado? ¿Cuál es la relación entre medios y élites?

Autor (a):  Jesús González Pazos.

Editorial/Editor: CLACSO. Icaria. Mugarik Gabe.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina, España

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-597-6

Descarga: Medios de comunicación ¿Al servicio de quién?

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=1959&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1389

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No creas que en la universidad siempre se alienta al pensamiento crítico

Por: Enrique Fernández García

Antes de pensar, hay que comenzar por purificarse; digamos incluso que todo esfuerzo de purificación es siempre, en esencia, un esfuerzo de pensamiento que exige el mayor de los respetos.

Clément Rosset

En su famosa explicación sobre lo que es la Ilustración, Kant nos retó con un mandato todavía vigente: debemos atrevernos a pensar por nosotros mismos. Pasa que, al recurrir a otros sujetos para reflexionar sobre cómo resolver problemas de diversa naturaleza, evidenciamos inmadurez. Seríamos, pues, como menores de edad a quienes sus padres deben indicar qué hacer, asumiendo estos últimos responsabilidades ajenas. Porque, si nos esforzamos en busca de respuestas propias y, consiguientemente, tomamos las decisiones que mejor nos parezcan, no cabe sino asumir sus consecuencias. Libres de elegir, debemos asimismo soportar las cargas relacionadas con cualquier determinación que se adopte. Es lo que hacen las personas maduras. Por desventura, como se sabe, no es un camino que muchos individuos deseen transitar. Huelga decir que toda sociedad se beneficia cuando la mayoría de sus ciudadanos tienen esa madurez.

Idealmente, los primeros alientos, acaso decisivos, a pensar por cuenta propia se tienen que dar en el hogar. Así, desde los primeros años, se fomentará el apego al razonamiento y, mejor aún, la crítica. Porque no basta con cavilar; es imprescindible que se lo haga para cuestionar. Si existe alguna enseñanza que pudiera ser considerada como un buen legado, tal vez el mayor, sería una merced a la cual tengamos esa capacidad. Aplicada de modo sistemático, se convierte en una herramienta que puede servirnos para vivir y convivir mejor, distanciándonos del error e impulsándonos hacia la verdad. Con todo, para suplir, en la medida de lo posible, o complementar esa formación esencial, se apuesta por las instituciones educativas. Por supuesto, más allá del sistema, se cree en las habilidades, actitudes e intenciones siempre sanas que podrían tener los profesores al respecto.

De acuerdo con tal lógica, el maestro debería promover esa reflexión autónoma y crítica. Es cierto que, en cuantiosos casos, el educador no busca esto, sino la silenciosa sumisión del estudiantado. Por lo visto, esas prácticas del pasado, ya repudiadas hasta el cansancio, se mantienen invariables en más de un escenario. Sin embargo, encontramos también excepciones. Me refiero a quienes hablan en favor del libre pensamiento, aun contestatario, cuando ejercen el profesorado. Émulos de Sócrates, animarían el diálogo, la discusión, evitando que su autoridad se imponga por sí misma. El problema es que, a veces, su invitación al cuestionamiento resulta engañosa. Lo sostengo porque varios partidarios del pensamiento crítico destacan que sus alumnos sean contestatarios, mas sólo si esto implica coincidir con las posturas del docente. Es un adoctrinamiento disfrazado de apertura a la rebeldía intelectual.

Las universidades son espacios en los que dicho fenómeno se reproduce con demasiada frecuencia. Consecuentemente, podemos toparnos con catedráticos que, aunque pregonen el gusto por la diversidad, los distintos pareceres del prójimo, cuando sus críticas son rechazadas, desnudan su dogmatismo. Será entonces la ocasión propicia para explicar al estudiante que ha sido alienado, manipulado, incluso fabricado por un sistema infame. No digo que cualquier oposición del universitario sea digna de alabanzas; subrayo apenas cómo su educador la desprecia, pretextando una perturbación ideológica. Es lo que, por ejemplo, señalaría un docente amante del marxismo a quien lo rebatiera desde una perspectiva liberal. En suma, su lema dice así: hay que animarse a pensar y criticar, pero siempre como yo.

Fuente: https://www.visionliberal.com.ar/nota/6907-no-creas-que-en-la-universidad-siempre-se-alienta-al-pensamiento-critico/

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¿Se adoctrina en el sistema educativo?

Por: Bartolomé Miranda Jurado

Si adoctrinar es inculcar a alguien determinadas ideas o creencias, es ingenuo discutir sobre quién adoctrina o deja de doctrinar mediante el sistema educativo pues, según esto, la educación, por sí misma, conlleva adoctrinamiento. Por tanto, todo sistema educativo, del régimen o sistema político que sea, incluye, además del conocimiento de determinadas disciplinas científicas, la transmisión de ideas, actitudes y valores relacionados con la moral, la política, el civismo, etc. Es más, cada régimen político, cada gobierno, utiliza el sistema educativo como instrumento de reproducción social, política, económica e ideológica, siempre intentando favorecer sus propios intereses, convirtiéndose la educación en un campo de batalla ideológica. La cuestión, es, ¿qué sistema de valores se quiere inculcar?

Los sistemas dictatoriales, sean del signo político que sean, desde posiciones dogmáticas, presentan modelos de pensamiento único en cuanto a ideología y sistema de valores. En España, durante la dictadura de Franco, en una connivencia entre el poder político y la iglesia católica, sufrimos el modelo fundamentalista del nacionalcatolicismo en la educación, donde se imponía como única verdad la ideología y el sistema de valores del catolicismo; a veces, por la fuerza, con castigos y violencia sobre el alumnado. Todos sabemos de los castigos físicos en el entorno escolar por no saber el catecismo o no asistir a algún acto religioso obligatorio.

Los sistemas llamados democráticos, sobre todo desde la proclamación de los derechos humanos, presentan modelos de pensamiento más abiertos, con mayor diversidad en la moral, en los derechos sociales y civiles; pero en cuanto a modelos socioeconómicos, también se utiliza la educación para sacralizar la democracia representativa (formal) unida al capitalismo (economía de mercado) como mejor sistema posible, transmitiéndose la idea de que la economía no tiene ideología y de que no puede haber más democracia que ésta, ignorando las posibilidades de una verdadera democracia: participación efectiva de los ciudadanos en las decisiones políticas (democracia directa o participativa) y democracia económica (mayor igualdad y justicia social).

Todos los sistemas educativos, por la ideología que impregnan sus leyes, conllevan adoctrinamiento, aunque, por supuesto, es preferible una educación en un sistema democrático que en una dictadura pues, al amparo de los derechos humanos, se favorece más el desarrollo integral de la personas, se ofrece mayor diversidad de perspectivas en diversas temáticas, mayor libertad para pensar y opinar, razonamiento crítico, etc. Por su parte, el profesorado, según el régimen político el que lleva a cabo su labor, según la legislación educativa correspondiente, según su propia ideología y sistema de valores, influye de una u otra manera en este adoctrinamiento.

En nuestros país, en las últimas semanas, se ha levantado una polémica mediática sobre el derecho de los padres a decidir acerca de los contenidos que se imparten a sus hijos, el llamado “veto o PIN parental”, en relación a actividades relacionadas con la igualdad de género, la violencia contra la mujer o la diversidad sexual, tratándose de contenidos incluidos en los programas educativos a través de determinadas materias o como contenidos transversales y competenciales, teniendo como objetivo inculcar valores y actitudes de libertad y respeto,

Se trata de una polémica artificial, llena de informaciones falsas sobre la enseñanza y actividades relacionadas con esas temáticas que llevan años impartiéndose en las aulas. No hay una problemática real en los centros educativo al respecto. Lo que ocurre es que un determinado sector de la sociedad, relacionado con la derecha política (PP, VOX) y la Iglesia católica, desde posturas dogmáticas, quiere volver al pasado, ese en el que ellos ejercían un fuerte adoctrinamiento sobre toda la sociedad a través de la educación y que, en parte, sigue realizando a través de la enseñanza concertada que gestiona la Iglesia o Asociaciones relacionadas con ella, aunque subvencionada con dinero público. O sea, que los sectores sociales que denuncian adoctrinamiento moral en la enseñanza pública de nuestro país son los que favorecen o ejercen un adoctrinamiento sectario católico en la enseñanza concertada y privada relacionada con la Iglesia.

En realidad, este sector social, lo que quiere es imponer una censura, impedir que el alumnado se eduque en la diversidad y con libertad para su desarrollo integral como persona. Resulta paradójico que quienes ahora, desde un supuesto liberalismo, enarbolan la libertad de enseñanza para reclamar ese “veto parental”, no aceptan esa libertad para otros temas como el aborto, la eutanasia o muerte digna, matrimonios de personas del mismo sexo, el uso de métodos anticonceptivos, la diversidad sexual, etc., saliendo a relucir el fundamentalismo católico del que apenas han salido y desde donde les gustaría, como en tiempos pasados, adoctrinar a toda la sociedad.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=264996

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Chile: Editores denuncian al Mineduc por censurar un libro de Tercero Medio con textos de Víctor Jara

Redacción: La Tercera

El Ministerio de Educación rechazó el libro de texto de Educación Ciudadana de tercero medio que bajo licitación había obtenido la editorial Cal y Canto. Ante el argumento del Mineduc en cuanto los contenidos del libro no eran satisfactorios, la editorial denuncia que el rechazo está motivado por motivos ideológicos, lo que corresponde a una abierta censura. Los textos impugnados por el ministerio cuya titular es la abogada pinochetista Marcela Cubillos son de Víctor Jara y del filósofo español Fernando Savater.

A la denuncia pública hecha por la editorial se ha sumado la  Corporación del Libro y la Lectura, entidad gremial que agrupa a los editores que hacen circular la mayor parte de los libros en Chile. El ministerio, acusan, ha alterado gravemente los procedimientos de las licitaciones con el solo propósito de impedir la circulación de determinados contenidos de un libro.

La irregularidad no queda solo en el rechazo por motivos de fundamentalismo ideológico al impugnar a dos autores reconocidos universalmente. También por irregularidades administrativas y gastos innecesarios de los fondos públicos. El Mineduc, posteriormente al rechazo del texto de Cal y Canto adjudicó a dedo el mismo libro a otra editorial.

  1. La Corporación de libreros pide un pronunciamiento fundado o rectificación del error de parte de las máximas autoridades del MINEDUC, “ya que somos proveedores de contenido de los escolares chilenos y la certeza jurídica de su proceder es de vital importancia para el ejercicio de nuestras funciones. Pero, sobre todo, por tratarse de una repartición pública mandatada por la ciudadanía para educar a las futuras generaciones de chilenos”.

En tanto, la sociedad de Derechos de las Letras también ha repudiando esta abierta acción de censura que nos remite a los peores momentos del siglo pasado.

Fuente: https://kaosenlared.net/chile-editores-denuncian-al-mineduc-por-censurar-un-libro-de-tercero-medio-con-textos-de-victor-jara/

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