De la opresión a la esperanza: el legado de Grandes Maestros Latinoamericanos a la NEM

Por: Adriana Yolanda Domínguez Cornejo

 

«Cada uno de los maestros latinoamericanos de los que este sencillo artículo habla, merecen con total justicia, artículos independientes y libros completos que describan a detalle sus excelentes aportes en la forja del pensamiento pedagógico decolonial…»

Opresión y esperanza representan dos conceptos que sintetizan de manera integral las ideas pedagógicas de grandes maestros latinoamericanos como Simón Rodríguez, Domingo Faustino Sarmiento, José Martí, José Carlos Mariátegui, Ignacio Ramírez “El Nigromante”, Ignacio Manuel Altamirano, Justo Sierra hasta llegar a Paulo Freire quienes, como buenos hijos de su tiempo y de su época, levantaron su voz por la educación de las infancias, juventudes así como de las mujeres y de los hombres adultos de esta región del mundo que intentaba (intenta) superar un colonialismo arraigado en su historia, en su piel y en su espíritu; ellos desenvainaron su pluma, esgrimieron un ideario educativo revolucionario que defendieron en la práctica, portando muchas veces el sencillo traje del profesor de aula; algunas más, el del guerrero en el campo de batalla o el del literato y poeta en la soledad de sus aposentos; otras tantas, el del militante, el del reo político, el del exiliado o el del repatriado o inclusive, el del funcionario público que edificó los cimientos del sistema educativo de su nación.

Todos y cada uno de ellos han heredado a las maestras y a los maestros de este cambiante siglo XXI, a partir de sus inspiradoras y paradigmáticas biografías, una aleccionadora congruencia entre la vida y la obra y especialmente, una vigencia de sus ideas pedagógicas que traspasan las fronteras geográficas y temporales hasta lograr alcanzar a una naciente Nueva Escuela Mexicana (NEM) que busca un genuino cambio educativo con mayor identidad en lo latinoamericano, en la educación popular, en los saberes comunitarios, a partir de un pensamiento crítico y decolonial, fundamentado en las epistemologías del sur y, especialmente, buscando, la reivindicación social y humanista que absolutamente todas las mexicanas y todos los mexicanos necesitamos y merecemos en este justo momento de nuestra evolución como país y sociedad a partir de los escenarios que toca el manto incluyente de la educación pública.

¿Y de dónde retomo las conceptualizaciones de “opresión” y “esperanza”? Ciertamente, de todos los maestros latinoamericanos antes mencionados porque de una u otra forma aluden en sus escritos a estas dos caras de la praxis educativa en la región latinoamericana, aunque particularmente quien los explica y los abraza a profundidad, es el último de la lista, el más reciente en su ser y acontecer y, posiblemente, el más reconocido y cercano para el profesorado: Paulo Freire. Por lo que, a continuación, detallo el sentido que el educador brasileño otorga a estos términos.

Veintidós años son el tiempo que separa la publicación de dos libros pilares para comprender la pedagogía decolonial nacida en Latinoamérica: Pedagogía del oprimido publicado en 1970 y Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la Pedagogía del oprimido, en 1992; ambos textos, legado del maestro Paulo Reglus Neves Freire, mejor conocido como Paulo Freire (1921-1997). El primer libro detona el origen de una reflexión avasallante para cualquier lector: desde un enfoque dialéctico, o eres opresor o eres oprimido en cualquier contexto en el que te posiciones: económico, político, social y, enfáticamente, en el educativo. Una perspectiva ontológica y epistemológica verdaderamente telúrica, cimbreante para las conciencias de las y los docentes de cualquier época, más aún si niegan o justifican dicha opresión.

Ergo, Freire a lo largo de las memorables páginas escritas desde el exilio, en su Pedagogía del oprimido nos invita a romper esas relaciones antagónicas de poder, siempre verticales y violentas a través de una “praxis que es reflexión y acción de los hombres sobre el mundo para transformarlo” (Freire, 1987, p. 43). En efecto, una praxis basada en el encuentro dialógico y horizontal de iguales, que configura una educación que es problematizadora y liberadora a la vez, dejando atrás y para siempre, la de tipo bancaria, ésa que se caracteriza por ser un mero “acto de depositar en el cual los educandos son los depositarios y el educador quien deposita” (Freire, 1987, p.72); en otras palabras, abandonar las transferencias de “conocimientos” (que realmente son datos, información acumulada) en la mente del otro, al que se le resta autonomía en la construcción de su saber.

Respecto al segundo libro referido, con un Freire ya en la madurez de su pensamiento pedagógico y nuevamente radicado en Brasil tras el exilio, brinda testimonio de sus años de lucha por la educación popular y la alfabetización crítica con trabajadores desarrolladas en diversas latitudes del orbe, recapitula experiencias que lo llevan a la orilla en un mar de reflexiones y que le permiten replantear la Pedagogía del oprimido al agregar un espléndido complemento semántico con honda carga emotiva: de la esperanza, que de ninguna manera se contrapone a su posicionamiento respecto a la opresión, sino más bien lo fortalece, para animar la misión de todo educador progresista, diciendo que la “esperanza es necesaria pero no es suficiente. Ella sola no gana la lucha, pero sin ella la lucha flaquea y titubea. Necesitamos de la esperanza crítica como el pez necesita el agua incontaminada” (Freire, 1993, p.8).

De esta manera, llama a asumir esta esperanza crítica como educadores, una esperanza que indudablemente no es pasiva, sino activa; no es ingenua, sino perspicaz y precavida; no lucha por utopías sino por realidades concretas y asequibles; en fin, se trata de una esperanza como motor de acción para combatir y resistir las múltiples manifestaciones de la opresión que se camufla con rostros multiformes (de amabilidad, manipulación y engaño que esconden explotación y abuso colonial, capitalista o patriarcal) en todas las épocas y lugares y que la educación, potencialmente, puede hacer consciente y con base a esta toma de conciencia construir un mundo mejor, entendido como “un mundo donde mujeres y hombres se hallen en un proceso de liberación permanente” (Freire, 1993, p.62).

De manera análoga a Freire, Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez, identificado mejor como Simón Rodríguez (1769-1854) analizó la opresión bajo la lente de la esperanza desde Venezuela, en una época que transitaba del colonialismo virreinal a la república independiente, primeramente como maestro y guía del libertador Simón Bolívar y brillantemente, como pensador vanguardista e independiente, que abrazó la educación popular como el espacio para conquistar una autonomía pedagógica latinoamericana sin imitar modelos europeos y lograr la inclusión de los pueblos indígenas, de pobladores de todas las razas y credos, particularmente los más pobres, dentro de las aulas (Puiggrós, 2005) y asimismo, rescatando la enseñanza de los oficios y saberes populares dentro del currículum escolar.

Igualmente, Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) cimentó las bases de la educación en Argentina con ideas civilizatorias genuinas, encontrándose en la encrucijada de trascender su pensamiento reformista a partir de la función pública como presidente de su nación, esto es, trascender la esperanza, que no siempre es posible ni viable ni pertinente; José Julián Martí Pérez, el gran José Martí (1853-1895), prócer de la Guerra de Independencia de Cuba, quien, entre sus polifacéticas cualidades, así como su abundante literatura educativa, empoderó a las infancias con la edición de la espléndida revista La Edad de Oro (1889) generó auténtica esperanza para las niñas y los niños de su pueblo.

No omito mencionar a El Amuta (el maestro, en quéchua), José Carlos Mariátegui La Chira (1894-1930) quien desde el exilio bosquejó la educación peruana con los matices marxistas buscando la toma de conciencia de la clase trabajadora para conquistar su emancipación ideológica y cultural. Finalmente, delineo acaso, el pensar educativo de tres maestros que creyeron que, gran parte de la evolución de nuestro México tenía que emerger de los salones y las escuelas: Ignacio Ramírez Calzada “El Nigromante” (1818-1879) ferviente ideólogo liberal y acérrimo defensor de la educación indígena; posteriormente su discípulo, Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) encarnación de la formación intelectual autónoma como senda de emancipación de los pueblos originarios y, además, entre sus muchos aportes, fundador de la Escuela Normal de Profesores de México, la cual, por cierto, tuvo mayor auge e impulso durante el porfiriato, tiempo en el que Justo Sierra Méndez (1848-1912), El Maestro de América, discípulo a su vez de Altamirano, así como creador del proyecto de Universidad Nacional de México, buscó, comprometidamente, elevar los niveles educativos y culturales de los nacidos en tierra azteca durante los albores del siglo XX, a partir de su inserción en la función pública.

Cada uno de los maestros latinoamericanos de los que este sencillo artículo habla, merecen con total justicia, artículos independientes y libros completos que describan a detalle sus excelentes aportes en la forja del pensamiento pedagógico decolonial nacido en Latinoamérica, ya que estas líneas sólo aspiran a incitar la curiosidad de los lectores, para que exploren estas magistrales joyas en las vetas de una historia emergente de la educación, que otorga sólidas bases a una NEM que florecerá paulatinamente con la sensibilidad, creatividad y entusiasmo del magisterio nacional.

A manera de colofón: En estos días que circundan la conmemoración del Día del Maestro en nuestro país, solamente quiero decir que dedico estos renglones a mis estudiantes normalistas y pares docentes de todos los niveles educativos, exhortándoles a colorear su enseñanza con esperanza y determinación; a trastocar el matiz del monólogo por la luminosidad del diálogo en la clase; a trazar relaciones más simétricas en los ámbitos escolares evitando ser opresor (a) y tampoco permitir ser oprimido (a); a combatir de forma inteligente, con estudio, investigación, saberes y praxis educativa decolonial cualquier forma de injusticia o exclusión que lastime o inhiba la mente, el alma y la conciencia de sí mismos, de sus educandos o de sus comunidades; a ser innovadores y no tan conservadores; a problematizar para liberar; a sonreír más…

Referencias:

Freire, P. (1987). Pedagogía del oprimido. Siglo Veintiuno Editores.

Freire, P. (1993). Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la Pedagogía del oprimido. Siglo Veintinuno Editores.

Puiggrós, A. (2005). De Simón Rodríguez a Paulo Freire. Educación para la integración iberoamericana. Convenio Andrés Bello. Colección Confluencias. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20190930040039/puiggros_de_simon_rodriguez_a_paulo_freire.pdf

TEMÁTICAS: NUEVA ESCUELA MEXICANA | PLAN DE ESTUDIOS 2022 | SEP
Adriana Yolanda Domínguez Cornejo
Adriana Yolanda Domínguez Cornejo
Maestra en Formación Docente y Especialista en Formación de Formadores. Docente de la Escuela Normal de Educación Física de Toluca, me apasiona el estudio, interpretación e investigación del amplio universo educativo desde nuevos enfoques.
Fuente de la información:  https://profelandia.com

 

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Cuando una deficiente gestión escolar se convierte en exclusión educativa: un caso en la Ciudad de México

México / 21 de octubre de 2018 / Autor: Observatorio Pedagógico del Valle de México / Fuente: Revista El Arcón de Clío

La exclusión educativa de hoy es la exclusión social de mañana.”

Carmen Maestro Martín,

Presidenta del Consejo Escolar del Estado de 2006 a 2011 en España

El crimen más grande que puede cometerse contra cualquier ciudadano

es negarle una educación que lo emancipe de la miseria y la excomunión.”

Ignacio Ramírez, “El Nigromante”

En México existen 2.12 millones de niñas, niños y adolescentes entre 5 y 17 años de edad que no asisten a la escuela por falta de recursos económicos, por trabajar para subsistir, por ayudar en su casa en los quehaceres cotidianos, por padecer alguna enfermedad y/o discapacidad, por problemas de inseguridad en su localidad, por la distancia grande entre su hogar y la escuela, por embarazos tempranos o por los requisitos para ingresar a la escuela (discriminación).

Este sector de la niñez y juventud mexicana corresponde a la educación básica obligatoria que el Estado ofrece a la población: primaria (obligatoria a partir de 1934), secundaria (obligatoria a partir de 1993), preescolar (obligatoria a partir de 2002) y media superior (obligatoria desde 2012). El derecho a la educación está protegido por el Artículo 3o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, sus leyes secundarias y por la ratificación vinculante de los tratados internacionales en la materia. Sin embargo, es evidente que la condición social es una limitación determinante para tener una cobertura universal de la educación básica en México.

En nuestra experiencia de más de 15 años como docentes de educación media superior en el Sistema de Bachillerato del Gobierno del Distrito Federal (ahora Ciudad de México), hemos constatado que estos factores (carencias económicas, necesidad de trabajar y estudiar al mismo tiempo, apoyo en las labores del hogar, enfermedades, embarazos tempranos, etc.) se traducen en rezago y abandono escolar. Pero, de todas estas problemáticas, destacamos una que es de índole interno y que contribuye también a generar progresivamente deserción: la gestión escolar de los procesos administrativos previos al inicio del curso escolar (inscripción de los estudiantes a las materias semestre a semestre).

Exceptuando el primer semestre, cuyo ingreso es por sorteo aleatorio ante Notario Público buscando una política de equidad, del segundo al sexto semestre los estudiantes planean junto con su Tutor Académico (un profesor designado para acompañar la trayectoria educativa de un promedio de 15 estudiantes) los cursos a inscribir conforme al Plan de Estudios, los resultados de los semestres previos (número de materias aún no aprobadas) y lo que los horarios permitan realmente considerar (muchas veces los diferentes cursos se empalman entre sí, sobre todo si son de semestres diferentes en los casos de los estudiantes con mayor rezago educativo). Este plan de reinscripción se concluye en las ventanillas de Servicios Escolares donde se entregan formatos que contienen los cursos que finalmente el estudiante reinscribirá. Este proceso, aparentemente sencillo, está lleno de complicaciones administrativas que, en no pocos casos, progresivamente producen exclusión educativa ya que dejan fuera de los cursos a estudiantes con mayores necesidades académicas:

Sobre esta deficente gestión escolar hemos elaborado una investigación (Principios de exclusión educativa en los procesos de reinscripción de los estudiantes del Plantel “Carmen Serdán” del Instituto de Educación Media Superior de la Ciudad de México) que consta de cuatro secciones:

      1. ¿Qué es la exclusión educativa? (Página 1)

      2. La exclusión educativa en el IEMS-CDMX y la violación que ello produce a la normatividad aplicable (Página 3)

      3. El proceso de reinscripción en el Plantel “Carmen Serdán” (Miguel Hidalgo) del IEMS-CDMX (Página 9)

      4. Principios de exclusión educativa en los procesos de reinscripción del PCS y propuestas de solución (Página 14)

La cual puede consultarse en la siguiente dirección electrónica:

https://observatoriopedagogicodelvalledemexico.files.wordpress.com/2018/08/principiosdeexclusioneducativapixel.pdf

Sostenemos que en los procesos de reinscripción del Plantel existen momentos en los que se generan principios de exclusión educativa, mismos que, sumados con el tiempo, pueden convertirse en una definitiva exclusión de los estudios de educación media superior de muchos de nuestros estudiantes; lamentablemente la mayoría de las veces por cuestiones meramente administrativas internas que no deberían influir tan gravemente como lo hacen desde hace muchos años, siendo ya afectaciones naturales, invisibles y cotidianas. Mediante fundamentos normativos y pruebas documentales (el documento consta de seis apartados de anexos posteriores al desarrollo de sus cuatro secciones) se hace un esfuerzo por sintetizar las reflexiones y experiencias que hemos acumulado durante años de trabajo en este aspecto, esperando que sirvan para mejorar los procesos administrativos y académicos en el Plantel eliminando cualquier discriminación y exclusión educativa posible.

Fuentes:

  • Proyecto Educativo, Sistema de Bachillerato del Gobierno del Distrito Federal, Septiembre de 2006.

 

 

Marcela Villalobos Sosa, Academia de Artes Plásticas

María Concepción del Consuelo Hernández Ramírez, Academia de Historia

Miguel Ángel Hernández Vázquez, Academia de Música

Fuente del Artículo:

http://revista.elarcondeclio.com.ar/cuando-una-deficiente-gestion-escolar-se-convierte-en-exclusion-educativa-un-caso-en-la-ciudad-de-mexico-mexico/

ove/mahv

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Ignacio Ramírez y la educación, de Liliana Weinberg

México / 9 de septiembre de 2018 / Autor: Roberto Ponce / Fuente: Proceso

Con motivo de los 200 años del natalicio Ignacio Ramírez “El Nigromante”, la catedrática universitaria e historiadora Liliana Weinberg ofreció en el Centro Cultural de San Miguel Allende, Guanajuato, que lleva el nombre del insigne liberal mexicano de la Reforma, una charla en torno a tan insigne personaje.

Juan Ignacio Paulino Ramírez Calzada​, conocido como Ignacio Ramírez “El Nigromante”, nació 22 de junio de 1818, en San Miguel de Allende, y falleció el 15 de junio de 1879 en la Ciudad de México.

La profesora Liliana Weinberg es académica del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autónoma de México y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras y de los programas de posgrado en Letras y Estudios Latinoamericanos de la misma cada de estudios.

Asimismo, es autora de obras como “Situación del ensayo” (2006), “Pensar el ensayo” (2007), “El ensayo en busca del sentido” (2014), y ha sido coordinadora del libro “Ignacio Ramírez: la palabra de la Reforma en la República de las letras” (2009).

Ensayo de Weinberg

Para muchos de sus contemporáneos, fue Ramírez un genio volteriano, fáustico, satírico, de talante corrosivo y decidido a echar abajo el viejo edificio del orden colonial. Lo vieron también como autor de una prosa arrebatada y urgente, de discursos polémicos e impetuosos, como luchador empecinado en el combate de los prejuicios, en el ejercicio de la crítica y en la defensa a ultranza de la razón, la ciencia y la educación.

Esto último nos conduce a proponer enfáticamente que no fue menor su afán constructivo, en cuanto sembrador de leyes e instituciones capaces de garantizar la educación y el ejercicio de la ciudadanía. Cuando me refiero al carácter instituyente y fundacional de la acción política y los discursos de Ramírez, pienso particularmente en su descubrimiento de la educación como gran motor de cambio.

Ignacio Manuel Altamirano lo consideró un “apóstol de la libertad de pensamiento”, en una expresión que es indicativa de que con él se estaba abriendo paso una nueva visión, una nueva mirada ciudadana sobre la  sociedad, y que se apelaba a una amplia serie de propuestas de transformación de un viejo orden en otro nuevo, con la ayuda de operaciones tanto discursivas como políticas.

En la primorosa biografía que le dedica Altamirano, se muestra a Ramírez no sólo como político y pensador, ejemplo de virtudes públicas y privadas, ejemplo de civismo, sino también como maestro.

Ignacio Ramírez dio al país algunos de sus primeros libros de texto; dotó a la nación mexicana de algunas de sus primeras páginas de historia, geografía, arqueología y lingüística. Contribuyó a la fundación de bibliotecas, pinacotecas, observatorios, laboratorios y asociaciones científicas ―los nuevos “templos” de una sociedad laica y civilizada― para que México contara con una base sólida a partir de la cual edificar una nueva forma de memoria y una nueva imagen de sí mismo. Pensó en todas estas instituciones, y desde luego en las escuelas y espacios para la enseñanza formal, como centros de formación intelectual y centros irradiadores de conocimiento.

A través de la oratoria y el periodismo, a través de las investigaciones sobre las lenguas indígenas y la propia lengua española en México, quiso también contribuir a la fundación de un nuevo lenguaje ciudadano destinado a los miembros de una sociedad en construcción: habló para los lectores y leyó para una nueva escucha social.

Vivió de acuerdo a un modelo ciudadano y republicano que defendió de manera vehemente: la austeridad y el compromiso con la cosa pública; la fundación de una familia que fuera escuela de civismo; la consolidación de nuevos espacios laicos de sociabilidad y redes de compromiso intelectual y político que pusieran en práctica sus propios principios sobre la importancia de la asociación como base de la vida social; trabajó mucho y con poca renta; en sus últimos años siguió sumergido en plena actividad y murió como vivió: honradamente pobre, sin haber comprometido nunca su buen nombre con el mal uso de los recursos públicos. Murió pobre, aunque rico en ideas, generoso en prácticas, derrochador en energías, excesivo en la entrega a los compromisos, superlativo en sus tomas de posición, intemperado en proyectos, descomunal en sueños: este hombre de genio lo dio todo a la construcción de un México de libertad, igualdad y fraternidad. El Nigromante fue así un luchador invencible en favor de nuestro derecho a la educación, a la lectura, al conocimiento, a la ciudadanía.

Considero que la dimensión educativa de la obra de Ramírez constituye una parte medular de su pensamiento y su proyecto social y político. Su vida y su obra pueden ser releídas en esta clave. Nos admira comprobar que “militó” en favor de la educación prácticamente en todos los frentes, ámbitos y niveles: desde su propio desempeño como maestro, en el ejercicio concreto y cotidiano de la impartición de clases, hasta su participación en los debates legislativos en torno a la educación; desde la redacción de  libros de texto hasta la reflexión en torno a las ideas pedagógicas y la planeación de una política educativa.

En efecto, se preocupó por el tema educativo como uno de los pensadores políticos más radicales del liberalismo puro, que tuvo un papel fundamental en los debates que llevaron a las reformas constitucionales en favor de la libertad de enseñanza y al dictado de leyes en esa materia. Se interesó también por la lectura y la reflexión sobre temas educativos y pensó el papel de la educación en la sociedad, tal como lo tradujo en sus propios artículos periodísticos y en el diseño de planes de estudio.

Extraordinario escritor, orador, periodista, dedicó muchos textos a divulgar y discutir los grandes temas de la agenda educativa de su momento. Y también se ocupó de los mismos cuando, en distintos momentos de su vida, se desempeñó como secretario de Estado en el ramo de la Instrucción Pública, como legislador y como representante ante el congreso. Su impulso a la educación y al conocimiento se dio tanto en lo que  respecta a las instituciones educativas formales como a las distintas esferas de la educación informal. Y lo hizo además como hombre de ideas y como pensador político,  siempre preocupado por los conceptos filosóficos y científicos que animaban su proyecto educativo. Fue desde esta perspectiva objetiva que comprendió la importancia de que dos amplios sectores de la población por mucho tiempo postergados, los indígenas y las mujeres, accedieran a la educación y a la ciudadanía.

Incluso su propia biografía confirma que, paralelamente a sus estudios en el Colegio de San Gregorio y su titulación con honores en la carrera de jurisprudencia, se dedicó de manera afiebrada a formarse como autodidacta en todas las materias en las bibliotecas a que tuvo acceso, y a las que, como recuerda Altamirano, entró joven y esbelto aunque salió “ligeramente encorvado y enfermo, pero erudito y sabio”. Formó parte de distintas academias, liceos, sociedades literarias y científicas, y a los veinte años se lo admitió en la Academia de San Juan de Letrán con una disertación abiertamente materialista: “No hay Dios, los seres de la naturaleza se sostienen por sí mismos”. Cuando, décadas después, se convierta en Secretario del ramo, pondrá en práctica el primer programa educativo de avanzada liberal. Nos ha dejado cartas y notas que traducen su interés como observador de la naturaleza y como descubridor de los recursos naturales en distintas regiones de México.

Contribuyó a la fundación y dotación de bibliotecas, colecciones, pinacotecas, observatorios, gabinetes y laboratorios científicos, y formó parte de distintas academias, liceos y sociedades científicas.  En los comienzos de su carrera participó en el Instituto Científico y Literario de Toluca, donde impartió clases memorables y logró crear el primer sistema de becas para alumnos indígenas: el propio Altamirano fue uno de los primeros beneficiarios de dicho programa. Hizo observaciones astronómicas, consignó datos sobre flora, fauna y mineralogía, y atendió también a la historia, a las antigüedades mexicanas  y a la lingüística. Dotó de gabinetes a la Escuela de Minería a la vez que no dejó de preocuparse por la historia, las antigüedades mexicanas, la lengua, la literatura y las bellas artes, y hacia mediados de siglo lo encontramos dictando clases y escribiendo lecciones sobre distintas materias. Autor de un “Ensayo sobre las sensaciones”, fue también él mismo autor de “lecciones” en distintas materias y libros de texto para la enseñanza primaria que pensó y organizó de acuerdo a una muy meditada concepción sobre los contenidos y métodos que demandaba la educación.

Y será sobre todo a partir de los debates que llevaron a la Constitución de 1857 cuando de manera perentoria y febril, a la vez que con una perspectiva amplia y meditada, comience a pensar en todas las medidas de política educativa que requiere la restauración del orden republicano y la formación de la ciudadanía. En efecto, si se atiende a su notable participación en los debates del Congreso Constituyente se evidencia cómo se hizo cada vez más franco su interés por pensar la educación desde la perspectiva de un estadista. Participará entonces en distintas propuestas de reformas constitucionales y legales que instituirán el derecho a la educación y la libertad de enseñanza, y que se convertirán en uno de los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución de 1857. Ramírez se manifestó enfáticamente en defensa de la educación y afirmó que, en la medida en que estaba ya reconocida de manera general  la libertad de pensamiento y expresión, el derecho a la enseñanza resultaba una consecuencia necesaria de la misma.

En 1861 Ramírez es designado ministro de Justicia e Instrucción Pública y contribuye a la expedición de leyes y decretos sobre instrucción primaria y secundaria, formación de escuelas especiales, enseñanza de las niñas y dotación de fondos destinados a la instrucción pública. Siempre desde un enfoque liberal y racionalista insistirá en uniformar la enseñanza de las primeras letras, para contribuir a la consolidación de una serie de instituciones que permitieran apoyar la formación de la ciudadanía, y paralelamente, como pensador y publicista, propondrá y defenderá muchas de estas medidas en favor de la educación.

Fuente de la Reseña:

Ignacio Ramírez y la educación, de Liliana Weinberg

ove/mahv

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Los 150 años de la Nacional Preparatoria, una verdadera reforma educativa

México / 3 de septiembre de 2017 / Autor: Judith Amador Tello / Fuente: Proceso

Además de ser ahora un consolidado espacio cultural para exposiciones y otras manifestaciones artísticas, el Antiguo Colegio de San Ildefonso resguarda la memoria del inicio del movimiento pictórico más importante del país: el muralismo mexicano.

Pero sus paredes albergaron también uno de los proyectos culturales esenciales del liberalismo del siglo XIX: La Escuela Nacional Preparatoria (ENP), por cuyas aulas desfilaron varias generaciones de jóvenes ya en los albores del siglo XX.

Destacan, por ejemplo, los nombres del poeta Octavio Paz, a la postre Nobel de Literatura; la pintora Frida Kahlo y su novio Alejandro Gómez Arias, quien fue un reconocido intelectual y periodista décadas más tarde; Alfonso García Robles, también Premio Nobel, aunque de la Paz; e impartieron clases el ingeniero Javier Barros Sierra, quien llegaría a ser rector de la UNAM, o el escritor Carlos Monsiváis.

Fundada el 2 de diciembre de 1867 en el marco de la Ley Orgánica de Instrucción Pública del Distrito Federal, promulgada por el presidente Benito Juárez, la ENP celebra 150 años de existencia. Con ese motivo se presenta la exposición Orígenes. 150 años de la Escuela Nacional Preparatoria, que estará abierta hasta el próximo 1 de septiembre, en su antigua sede.

Según información del propio Colegio de San Ildefonso, se trató del “proyecto educativo más ambicioso del siglo XIX” y desde su creación fue albergada por dicho recinto ubicado en la actual calle de Justo Sierra 16, Centro Histórico, que durante un tiempo fue conocido como el barrio universitario, pues alojó también otras escuelas de la Universidad Nacional, como la de Jurisprudencia y la de Medicina (http://www.sanildefonso.org.mx/expos/preparatoria/).

El edificio, se cuenta, ha sido protagonista y testigo de diversos acontecimientos en el devenir del tiempo. En 1968, durante el movimiento estudiantil, su puerta original de estilo barroco fue derribada de un bazucazo, durante la madrugada del 30 de julio de ese año por el Ejército.

Construido por la Compañía de Jesús, una de las instituciones religiosas más importantes de la Nueva España, fue testigo también en 1767 de la expulsión de los miembros de esa orden, ordenada por el rey Carlos III en todos los territorios del reino, incluidos los del continente americano.

Un siglo después el colegio abrió sus puertas como sede de la Escuela Nacional Preparatoria. Las clases comenzaron el 3 de febrero de 1868:

“Los espacios, que antes fueran para el alojamiento de los jesuitas, se adaptaron gradualmente en aulas, laboratorios y gabinetes. Se instalaron también un jardín botánico y un invernadero, así como un pequeño zoológico. La biblioteca se ubicó en la capilla y se construyó un observatorio. En la década siguiente, Gabino Barreda autorizó la realización de la obra El triunfo de la ciencia y el trabajo sobre la envidia y la ignorancia del pintor Juan Cordero, en el descanso de las escaleras, que años más tarde se demolió para instalar el vitral La Bienvenida. A principios del siglo XX, el último elemento arquitectónico construido para la preparatoria fue el Anfiteatro Simón Bolívar, a cargo del arquitecto Samuel Chávez.”

Proyecto positivista

Gabino Barreda fue el primer director de la ENP, nombrado por Juárez. Se cuenta en la historia de dicha instancia, compilada por la Universidad Nacional Autónoma de México, que hacia 1857 las principales escuelas de educación media y media superior estaban en manos del clero. Era el caso de los colegios mayores de San Pedro y San Pablo, y mismo San Ildefonso, donde prevalecía una preparación dogmática.

Al restaurarse la República, tras el fusilamiento del emperador invasor Maximiliano de Habsburgo, (acontecimiento que también cumple 150 años), Juárez encomendó al ministro de Justicia e Instrucción, Antonio Martínez de Castro, reestructurar la enseñanza.

La básica se declara entonces laica, gratuita y obligatoria, y se asienta, con base en lo establecido en 1861 por Ignacio Ramírez El Nigromante, entonces ministro de Juárez, que la educación depende en primer término de los maestros, a quienes se deben todas las consideraciones, pues desempeñan “la noble misión de sacar al pueblo del sepulcro de la ignorancia, para traerlo a la vida de la inteligencia”. (http://aridiuxhistorydelaeducaciondemexico.blogspot.mx).

La investigadora Guadalupe Muriel expone en un ensayo titulado “Reformas educativas de Gabino Barreda”, que Maximiliano intentó organizar la educación en México con una ideología liberal “que desconcertó a sus partidarios”. El caos político impidió que los proyectos tanto de un bando como del otro pasaran del papel a los hechos:

“Le tocó al ilustre médico positivista Gabino Barreda la elaboración del siguiente plan educativo. Barreda, estudiante de leyes, graduado en medicina y discípulo de Augusto Comte en París, ocupó el puesto de reformador de la educación mexicana bajo el gobierno juarista.”

Destaca además la historiadora, en su texto publicado en El Colegio de México:

“Al inaugurarse la Segunda República, México poseía una Constitución, la de 1857, integrada con las leyes de Reforma; un grupo de dirigentes, tal vez el mejor que ha producido la nación, formado por: Benito Juárez, Jesús González Ortega, Manuel Negrete, Guillermo Prieto, Lerdo de Tejada, José María Iglesias, Vicente y Mariano Riva Palacio, Justo Sierra, Porfirio Díaz, Antonio Martínez de Castro, Ignacio Vallarta, Ezequiel Montes, Francisco Gómez de Palacio y otros; una vida democrática y una libertad reales.” (http://codex.colmex.mx:8991/exlibris/aleph/a18_1/apache_media/M54K4NDH6SPU6EUM33SCJQE36V31PB.pdf)

Luego añade que como resultado de las guerras la República estaba devastada económicamente y con muchos problemas, de comunicaciones, desigualdad social, insalubridad, abandono de niños y ancianos, entre otros:

“La instrucción y la enseñanza preocupaban particularmente al gobierno, porque de ellas se esperaba todo: la asimilación del indio, la redención del peón, rematar la victoria sobre la Iglesia, el éxito de la colonización, la sabiduría general del país y su vida internacional en un plan de igualdad con las demás naciones.”

Se nombró a Martínez de Castro como ministro de Justicia e Instrucción Pública, y se conformó un equipo plural, con positivistas, liberales y científicos, encabezado por Barreda, quien “se encontraba en plena madurez intelectual” y tuvo frente a sí la oportunidad de implantar las ideas positivas en la educación. Se elaboró así la ley del 2 de diciembre de 1867 para reglamentar la educación en el entonces Distrito Federal y los territorios mexicanos.

Educación enciclopédica

En ese contexto Barreda se encarga del proyecto de creación de la ENP. La ley contempló en su capítulo II la enseñanza secundaria y profesional. Se establecieron así las escuelas de Jurisprudencia, Medicina, Agricultura y Veterinaria, de Ingenieros, de Artes y Oficios, entre otras. Y se consideró la formación de la mujer “hasta donde era posible en la época”, refiere Muriel.

Enfatiza luego de citar las cátedras que se incluyeron en el plan de estudios, entre ellas los idiomas, latín, griego, francés, inglés, alemán e italiano; en la rama de matemáticas, aritmética, álgebra, trigonometría, cálculo infinitesimal; historia natural, general y nacional; literatura, poética, y elocuencia, entre otras:

“Esta escuela es la obra de Gabino Barreda, en ella concentró todo su saber, esfuerzo y por ella luchó con tenacidad hasta su muerte.”

El positivista resumía en un lema sus propósitos en la integración de ese plan, sigue la especialista:

“Saber para prever, prever para obrar”, pues para él todo era ciencia. Y el fin era una educación enciclopédica, concibió hasta el orden en cual debería impartirse cada materia y dio prioridad al método que le parecía más importante incluso que el conocimiento.”

En el sitio web de la ENP se relata que en la primera generación se matricularon 900 alumnos, 200 de los cuales eran internos del Antiguo Colegio de San Ildefonso. Y que su plan de estudios fue el resultado de fuertes controversias entre positivistas, católicos y metafísicos.

Muriel resume:

“Toda la reforma de Barreda representó una reacción violenta contra la educación tradicional, lo cual lo llevó al extremismo; al exceso de especulación metafísica en los estudios, reaccionó con el desecho total de ella; al cultivo exhaustivo de las humanidades clásicas, con su olvido absoluto; a los insignificantes estudios científicos, con el enfoque total hacia esas actividades; al método silogístico que imperaba en la investigación, con los métodos inductivos, la observación y la experimentación.”

La nueva institución educativa dio cabida a la clase obrera para la cual abrió cursos dominicales libres de física, química e historia natural y tuvieron tal éxito que la prensa lo destacó en su momento. Ya con Porfirio Díaz en la Presidencia, Ignacio Ramírez es nombrado secretario de Justicia e Instrucción Pública, se dice en el web de la ENP.

El 10 de marzo de 1881 murió Gabino Barreda “sin ningún reconocimiento de las autoridades gubernamentales del país”. No obstante, “en la biblioteca de la escuela, académicos, alumnos e intelectuales le rinden un impresionante homenaje póstumo”. Justo Sierra fue uno de los oradores del acto y destacó en su discurso:

“Tu espíritu aquí queda, mientras la Escuela Nacional Preparatoria viva, –y vivirá–, lo juramos en esta hora solemne, no llegará a apagarse la lámpara que hoy encendemos en tu tumba.”

Fuente del Artículo:

http://www.proceso.com.mx/501046/los-150-anos-la-nacional-preparatoria-una-verdadera-reforma-educativa

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