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Impacto del Covid-19 y el regreso a clases

Por:  Eduardo Backhoff

 

A raíz del arribo de la pandemia, desde marzo de 2020 el Sistema Educativo Nacional tuvo la necesidad de cerrar temporalmente las escuelas e implementar un modelo de educación a distancia, que ha permanecido hasta el fin del ciclo escolar 2020-2021. Cumpliendo con sus funciones, el INEGI realizó la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED), cuyo propósito fue conocer las condiciones en que la población estudiantil concluyó los dos ciclos escolares pasados y cómo se apoyó en los hogares a los estudiantes para ayudarlos con los aprendizajes escolares. La encuesta tuvo una representatividad nacional de la población de 3 a 29 años de edad, que suman 54.3 millones de personas. Para ello, se encuestó telefónicamente (en 5 mil 500 viviendas) a más de 11 mil personas de 18 años o más, durante los meses de noviembre y diciembre del año pasado. En el ciclo 2019-2020 estaban inscritos en algún nivel educativo 33.6 millones, lo que equivale a 62% de la población de 3 a 29 años. En números redondos, 89% de los estudiantes en México son atendidos en escuelas públicas y el resto en instituciones privadas.

La encuesta muestra que los dispositivos electrónicos más utilizados en los hogares para atender la educación a distancia fueron, en orden de importancia, el celular y la computadora (portátil y de escritorio). La frecuencia de uso de estos dispositivos cambia de acuerdo con el nivel educativo: mientras que en educación básica 7 de 10 alumnos utilizaron principalmente el celular, en educación superior 2 de 3 utilizaron la computadora. La disponibilidad de estas herramientas fue una condición muy importante para el aprendizaje ya que, mientras que en primaria 75% de los estudiantes tuvieron que compartirlas con otras personas, en educación superior lo hicieron 3 de cada 10 estudiantes. Las desventajas que se mencionan con mayor frecuencia sobre las clases a distancia son las siguientes: no se aprende o se aprende menos que de manera presencial (58%), falta de seguimiento al aprendizaje de los alumnos (27%), falta de capacidad técnica o habilidad pedagógica de padres o tutores (24%), exceso de carga académica y actividades escolares (19%), condiciones poco adecuadas para el estudio en casa (18%) y falta de convivencia con amigos (16%).

En términos relativos, 2% de los estudiantes de escuelas públicas no concluyeron el ciclo escolar 2019-2020 y 4% de escuelas privadas. En ambos casos, los hombres tuvieron mayores tasas de no conclusión que las mujeres. Entre las causas de abandono escolar se mencionan las siguientes: por causa del COVID-19 (60%), por falta de recursos económicos o la necesidad de trabajar (16%) y el resto por razones diversas. Entre las razones para no concluir el ciclo escolar debido a la pandemia, en orden de importancia, se mencionan las siguientes: se perdió el contacto con el maestro o no se pudo hacer las tareas (29%), alguien en la vivienda perdió su trabajo o se redujeron los ingresos, la escuela cerró definitivamente, por carecer de dispositivo electrónico o Internet, por la poca funcionalidad de las clases a distancia y la falta de supervisión a los estudiantes (15%).

La matrícula escolar sufrió una reducción en el ciclo 2020-2021. Del total de la población en edad escolar (54.3 millones) no se inscribieron 21.4 millones, de los cuales 2.3 millones fue por motivos del COVID-19 y 2.9 millones por falta de recursos económicos (relacionados con la pandemia). Esto significa que el COVID-19 (directa o indirectamente) ha tenido un impacto negativo fuerte en la reducción de la matrícula del país (5.2 millones de estudiantes). Las razones del abandono escolar varían de acuerdo con los rangos de edad de los estudiantes. Así, por causa del COVID-19, quedaron fuera de del sistema educativo: 334 mil niños de 3 años, 261 mil niños de 4 a 5 años, 217 mil de 6 a 12 años, 306 mil adolescentes de 13 a 14 años, 421 mil de 16 a 18 años, 587 mil adultos de 19 a 24 años y 184 mil de 25 a 29 años. Entre las demás causas destacan la falta de dinero en los hogares y la necesidad de trabajar (la que aparece a partir de los 13 años de edad).

Aunque los datos que proporciona la encuesta del INEGI apoyan fuertemente la idea del presidente de regresar a clases presenciales, lo antes posible, para que el sistema educativo no se siga deteriorando (esto sin considerar las grandes pérdidas de aprendizaje que hasta el momento no se han documentado), es importante tomar en cuenta que la misma encuesta señala que la disponibilidad de las familias y estudiantes mayores para regresar a clases es la siguiente: entre 54 y 64% están muy dispuestos,  entre 15 y 18% están algo dispuestos y entre 21 y 30% están poco o nada dispuestos. Faltaría conocer la disposición de docentes y sindicatos de maestros para regresar a clases presenciales e iniciar el ciclo escolar 2021-2022, y saber qué tan preparadas estarán los centros escolares para atender a los estudiantes y docentes en condiciones salubres.

Atendiendo las recomendaciones del doctor Marco Sánchez Guerra (El Universal, 30 de julio 2021 http://eluni.mx/cq2de) sobre el grave peligro que representa el regreso a clases en estos momentos, debido a la tercera ola del COVID en México, parece que estamos muy lejos de que las condiciones sanitarias de las escuelas sean las necesarias para no poner en riesgo la salud de los estudiantes, de las comunidades escolares y de los padres de familia. La decisión de cuándo volver a la normalidad educativa debiera ser tomada por un grupo interdisciplinario de especialistas del más alto nivel académico. De lo contrario, se corre el riesgo de repetir el fracaso del “regreso a clases” del mes de julio pasado.

Fuente de la información:  educacionfutura.org
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A 3 de cada 10 estudiantes que no regresaron a las aulas, no les gustaba la escuela

Por: Sonia del Valle


De los 421 mil estudiantes de bachillerato que ya no se inscribieron este ciclo escolar, de acuerdo con el INEGI, 112 mil, es decir el 26.6 por ciento se fue de la escuela porque las clases a distancia son “poco funcionales para el aprendizaje”, es decir, no les gustan.

Hace 11 años salí de prisión. ¿Ustedes se imaginan lo que significa pasar 11 años en la cárcel? ¿Cuál fue mi crimen? Querer estudiar”, así comienza su plática en Tedx Talk Angie Mishell Moreno, colombiana quien creó a los 15 años la Fundación Juventudes Literarias porque para ella la escuela era “una cárcel de cerebros” que debe cambiar.

A millones de estudiantes que concluyen la secundaria y/o están en el bachillerato no les gusta la escuela.

En el 2010 la Encuesta Nacional de Juventud reveló que a 4 de cada 10 jóvenes de entre 15 y 18 años que abandonaron sus estudios, la escuela no les gustaba: de ellos al 15 por ciento de plano se aburría, al 13.1 por ciento no les gustó estudiar y el 9.6 por ciento se fue de la escuela porque reprobó materias.

Un año después, en el 2011, la SEP publicó la Encuesta Nacional de Deserción de la Educación y reveló que 3 de cada 10 jóvenes que abandonaron la escuela lo hicieron porque reprobaron materias o tenían dificultades para entenderle a los maestros o los expulsaron por indisciplina o porque los molestaban en la escuela o porque las instalaciones no les gustaban, entre otros motivos.

En el 2018, el entonces INEE alertó también que 4 de cada 10 jóvenes se van del bachillerato porque “reprueban materias, desmotivación o porque no les gusta, le dan poca relevancia a la enseñanza.

En este año de pandemia, de los 421 mil estudiantes de bachillerato que ya no se inscribieron al ciclo escolar que corre, de acuerdo con el INEGI, 112 mil, es decir el 26.6 por ciento, se fue de la escuela porque las clases a distancia son “poco funcionales para el aprendizaje”, es decir, no les gustan.

¿Por qué no les gusta la escuela? ¿Qué es lo que les parece aburrido? ¿Son las y los docentes? ¿Es la forma cómo les enseñan? ¿Es la disciplina escolar? ¿Es la falta de creatividad? ¿Es como dice Angie Mishell que la escuela es una cárcel de cerebros que no les permite ser felices? ¿Por qué tantos jóvenes se van de la escuela porque no les gusta? ¿Qué si les gusta?

Estas son preguntas para las y los jóvenes. Porque si bien la escuela a una gran mayoría de estudiantes no les gusta, eso no significa que no les importe la educación, al contrario, la mayoría (6 de cada 10) pensaba, antes de abandonar la escuela, que querían seguir estudiando hasta la universidad para “llegar a hacer lo que querían en la vida”.

Las y los adultos han escrito múltiples libros, artículos, reportes no solo con las razones por las cuales a las adolescentes y jóvenes no les gusta la escuela ni el sistema educativo, una de las tres causas principales por las que deciden abandonar la escuela, las otras dos son por razones económicas y en el caso de las mujeres por embarazo y labores de cuidado. También se han escrito múltiples propuestas, algunas se han convertido en políticas públicas. La literatura es abundante, cierto, pero he encontrado pocas voces y acciones que impulsen adolescentes y jóvenes para cambiar lo que no les gusta de la escuela.

“Yo me di a la tarea de recolectar mil firmas para quitar las tareas en épocas de (exámenes) bimestrales”, relata Angie Mishell, al tiempo que cuenta que a los 15 años su mamá estaba preocupada porque en lugar de recibir medallas y menciones de su hija, recibía citaciones de la escuela por parte de los maestros. “Me sentía como una criminal, pero me di cuenta, que mi sueño por querer mejorar el sistema educativo no era un crimen.

“Sentirme inexperta y no contar con todas las herramientas para lograr mi sueño, no era un crimen”, expresa.

Angie Mishell, quien ahora tiene 23 años, creó primero el grupo juvenil para mejorar el aprendizaje, y una vez que tuvo la mayoría de edad, el grupo se transformó en la Fundación Juventudes Literarias con el mismo objetivo, “liberar” a los colombianos del sistema educativo y crea experiencias de aprendizajes “emocionantes”, a través del entretenimiento literario y educativo. “Promovemos el pensamiento CCS, pensamiento creativo, crítico y social”, señala.

Está convencida que su método educativo hace felices a las y los estudiantes; y ella sabe que las y los jóvenes pueden cambiar el sistema educativo de sus países y por eso puso manos a la obra.

Sé de cierto que hay muchos adolescentes y jóvenes como Angie Mishell en México y Latinoamérica y es esta la conversación que lanzamos en septiembre del año pasado desde la Red de Mujeres Unidas por la Educación (MUxED) a través de la Campaña #YoTambiénMeQuedo en la Escuela. En estos meses han aflorado las dificultades que enfrentan para seguir estudiando y el enorme poder y potencial que tienen para tomar sus aprendizajes en sus manos. Hoy conocen los límites de los sistemas educativos, de sus propias escuelas y maestros.

Las y los adultos casi siempre hablamos de las deficiencias de los sistemas educativos. Estoy clara que la pandemia puso en blanco y negro esas deficiencias y dificultades. ¿Pero cuántas veces provocamos o promovemos que sean las y los jóvenes quienes se atrevan a innovar, modificar o crear la escuela en la que puedan sentirse felices, puedan aprender y reconocer sus talentos y capacidades?

Por eso estamos convencidas que esta segunda fase de la campaña que ahora se extiende por Iberoamérica, debe no solo transmitir a las jóvenes cuáles son sus derechos y qué beneficios aporta la educación a sus vidas, sino promover una conversación entre ellas porque estoy segura, que hay muchas jóvenes como Angie Mishell que tienen ideas y propuestas para transformar la educación que ahora reciben y que a millones no les gusta.

Hoy, Angie Mishell forma parte también de la Campaña #YoTambienMeQuedo en la Escuela Iberoamérica, estudia sicología, porque quiere ser una neuro-psicopedagoga y aunque estuvo a punto de abandonar la escuela a los 15 años porque no le gustaba, siempre supo que “estudiar nunca fue una obligación” y por eso quiere cambiar el sistema educativo de Colombia su país natal.

Por MUxED.

A ella la “salvaron” las ganas de cambiar lo que no le gustaba. Hubo una maestra que la impulsó (https://youtu.be/oOHVb9jhIl8 vean su video) ¿Cuántos más pueden aprender de su experiencia y comenzar a transformar la escuela? ¿Cuántas más pueden ser apoyadas también? Este es un esfuerzo colectivo que requiere de todos los apoyos posibles, no solo para convencer a las jóvenes que tiene sentido seguir estudiando, que el derecho a la educación no se quita y pone un día sí y otro no, sino también para convencerlas que el conocimiento abre puertas para transformar lo que no les gusta y que es posible si se lo proponen y lo eligen.

Por ello te invitamos a que te unas a la Campaña #YoTambiénMeQuedo en la Escuela para que contribuyas con tu donativo de 300 pesos, deducible de impuestos, a convencer a las adolescentes y jóvenes. Lo haremos a través del Concurso Actívate por la Educación ¿Qué le pides a la escuela hoy? Tu donativo ayudará a premiar los mejores videos en TikTok. Si crees que vale la pena apoyar este esfuerzo, dale click a esta liga www.bit.ly/33ahm4m queremos encontrar a las adolescentes y jóvenes que estén dispuestas no solo a defender su derecho a la educación, sino a transformar su realidad.

La autora es integrante de la Red MUxED, periodista especializada en política educativa, maestra en periodismo político y comunicación educativa. Es una de las coordinadoras de la campaña #YoTambiénMeQuedo en la Escuela.Tw: @lamalaeducacion

Fuente e imagen: piedepagina

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Los que se fueron de la escuela (Parte I)

Por: María Eugenia De la Chaussée Acuña / Itzel López Nájera

Universidad Iberoamericana Puebla

El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el Campo Estratégico en Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticias del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.

El propósito del siguiente artículo es presentar cómo se ha comportado el abandono escolar durante la contingencia por Covid-19; conocer los motivos del estudiantado según la manera en que los registra el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), y articular ambas dimensiones con la situación de pobreza estructural por la que atraviesa nuestro país.

De acuerdo con la SEP (2020), en el ciclo escolar 2019-2020 estuvieron inscritas 36.519 millones de personas en el sistema educativo nacional y para el ciclo escolar vigente, 2020-2021, únicamente 30.000 millones (Redacción. El Economista, 2021), es decir, dejaron de ir a la escuela de un ciclo escolar al otro, 6.519 millones (17.9%). Tan sólo en un año se perdieron 20 años de avance en la matrícula escolar, pues en el ciclo escolar 2000-2001, México tenía cerca de 30 millones de inscritos. En este escrito se entiende por abandono escolar lo que plantea la SEP, es decir, es la cantidad de alumnos que abandonan la escuela de un ciclo escolar a otro.

Según la encuesta ECOVID-ED para la medición del impacto de la Covid 19 en la Educación, realizada por el INEGI (2021), los estudiantes no se inscribieron por razones asociadas a la Covid-19 como el hecho de que alguno de los padres o tutores quedaron sin trabajo, o por falta de dinero o recursos para comprar un dispositivo electrónico (como una tv, computadora, celular, tableta o pagar la internet o la luz).

El abandono escolar y, como consecuencia, la falta de escolarización tiene implicaciones tanto personales como sociales, y afecta de distinta manera a las diferentes edades poblacionales. Desde el punto de vista social, reduce el nivel educativo general, empobrece la cultura, evita procesos necesarios de socialización, de educación en valores cívicos, democráticos y morales, trunca las posibilidades de contar con mejores empleos, obligando a la población a contratarse en empleos poco rentables como el informal, o ilegales como el narcotráfico o la delincuencia organizada. Para una persona puede implicar la incapacidad de leer, escribir, o realizar las operaciones matemáticas básicas.

Encuesta para la Medición del Impacto Covid-19
en la Educación (ECOVID-ED) 2020

A continuación, se presentan algunos datos significativos para el fenómeno del abandono, recogidos de la Encuesta para la Medición del Impacto Covid-19 en la Educación, relativos a los ciclos escolares 2019-2020 y 2020-2021. El dato global nacional es que 2.2% de la población de 3 a 29 años (es decir, 738.4 mil personas) declararon no concluir el grado escolar en el que se encontraba inscrito. Desagregado por nivel educativo, el nivel medio superior se identificó con el porcentaje más alto de no conclusión del ciclo escolar 2019-2020, con 3.6%, seguido de la secundaria, con 3.2%.

De esas 738.4 mil personas que no concluyeron, más de la mitad (58.9%) señaló que fue por un motivo relacionado a la Covid-19; 8.9% por falta de dinero o recursos; 6.7% porque tenía que trabajar y, finalmente, el 25.5% restante mencionó otros motivos distintos. El hecho de que desde ECOVID se desagregaran de esta manera los motivos, nos impide leer hasta qué punto la deserción fue causada exclusivamente por la pandemia, hasta dónde por razones meramente económicas, y qué tanto las segundas fueron en realidad consecuencia de la primera. Nos queda exclusivamente el dato de que 58.9% atribuyó a la Covid la causa de su no-conclusión, por lo que podemos interpretar a la contingencia como un factor relevante de abandono (hasta el momento no puede asegurarse si temporal o definitivo). Esto nos lleva a cuestionarnos, ¿qué tan significativo es, en términos históricos?

Los motivos específicos asociados a la Covid-19 por los que no se concluyó el ciclo fueron: perdió el contacto con maestras/maestros o no pudo hacer tareas (28.8%), alguien de la vivienda se quedó sin trabajo o redujeron sus ingresos (22.4%), la escuela cerró definitivamente (20.2%) y carecía de computadora, otro dispositivo o conexión a internet (17.7%). Aquí podría inferirse que los motivos “pérdida de trabajo” y “carencia de dispositivo o red”, nos llevan nuevamente a la variable “falta de recursos”, contabilizada arriba en 8.9%.

El porcentaje de población que No concluyó el ciclo escolar por motivo de la pandemia por Covid-19, según el nivel de escolaridad, se observa de la siguiente manera: preescolar (94.7%), primaria (73.2%), media superior (35.9%), educación superior (44.6 %); por lo cual, las infancias resultaron el sector poblacional más afectado.

¿Con qué insumos tecnológicos contaba la población en edad escolar durante estos periodos, como para continuar, o no, su preparación escolarizada? La herramienta digital más utilizada por las y los estudiantes fue el teléfono inteligente, con 65.7%; le siguió la computadora portátil, con 18.2%; la computadora de escritorio, con 7.2%, la televisión digital, con 5.3%, y la tablet con 3.6 %. En el nivel básico (primaria y secundaria), 70% utilizó el celular inteligente para continuar con su educación. La cifra nos muestra un escenario de precariedad digital, a lo cual se suma el siguiente dato: del total de estudiantes de primaria, 74.6 % comparte el dispositivo para tener sus clases y realizar sus tareas. Para el caso del alumnado de nivel medio superior, 61.1% y de nivel superior, 67.7% dispusieron del dispositivo con exclusividad. Esta disparidad nos hace notar que el dispositivo, su propiedad o su carencia, estaría configurando un posible escenario de dificultad en la continuidad de los estudios, o incluso de posible abandono. Para el ciclo escolar 2020-2021 esto queda evidenciado en la gráfica 1, donde 21.9% de los no inscritos, reporta carecer de computadora, dispositivo o conexión.

Gráfica 1

Nota: Suma más de 100% porque fue mencionado más de un motivo.

Fuente: Elaboración propia con datos del INEGI (Encuesta para la Medición del Impacto Covid-19 en la Educación

De la población No inscrita en el ciclo escolar 2020-2021, se tiene que 5.2 millones 3 a 29 años (9.6% en relación con la población total de 3 a 29 años), no están inscritos por Covid-19 o por motivos económicos para el ciclo escolar 2020-2021. De éstos, 3 millones corresponden al nivel de educación básica (preescolar, primaria y secundaria).

Respecto al dato de población que refiere no haberse inscrito por motivo relacionado a la pandemia se tiene que, para el rango de 6 a 12 años, lo indica 1.4%; para las edades de 13 a 15 años se tiene 4.8%, se incrementa la razón de no inscripción por Covid-19 para el grupo de 16 a 18 años con 6.8% y para el rango de 19 a 24, lo indica 5.2%.

Cabe remarcar que no es posible asegurar que hay abandono en un sentido tajante, pues según las razones esgrimidas ‒“las clases a distancia son poco funcionales”, “alguno de los padres se quedaron sin empleo”; “carece de computadora, dispositivo o conexión a internet”; “la escuela cerró definitivamente”; “el padre, madre o tutor no puede estar al pendiente”; “un familiar enfermó o falleció por Covid”; “el/la alumna enfermó de Covid”‒, todas ellas se encuentran dentro del ámbito de las consecuencias de la pandemia, y de ninguna de ellas se deriva que NO SE PIENSE VOLVER A LA ESCUELA, si es que las condiciones por pandemia y/o económicas se modificaran. La ECOVID-ED 2020 pudo haber indagado si pensaban volver en algún momento, cuando las condiciones fueran otras; sin embargo, al no preguntarlo, sólo contamos con datos para afirmar lo siguiente: sí hubo un importante número de no-conclusión del grado por razones de pandemia; igualmente fue importante el número de los que no se inscribieron al siguiente ciclo por esta razón. La interrupción en la escolarización sólo podrá establecerse como abandono o deserción, cuando haya concluido el ciclo escolar, y cuando sea posible registrar en datos cuantificables los efectos de la contingencia; mientras tanto, lo que sí podemos afirmar es que, al margen de que vuelvan o no los que se fueron, esas cifras de no conclusión van a representar un rezago para cada estudiante que retorne, y para el sistema educativo en su conjunto.

Abandono y pobreza

Según los datos históricos siguientes (ver Gráfica 2), en promedio, entre 2012 y 2019, 14.6% de los estudiantes de educación media superior, 7.5% de los de educación superior, 4.8% de los de secundaria y 0.7% de los de primaria abandonaron la escuela. Estos datos nos muestran que históricamente han abandonado más la escuela los alumnos de educación media superior, después los de educación superior y menos los de secundaria y primaria.

Gráfica 2

Fuente: Elaboración propia con datos de la SEP (www.planeación.sep.gob.mx/principalescifras/)

Los efectos de la pandemia por la Covid-19 representan nuevos retos para la educación en México. Sin embargo, buena parte del abandono escolar se debe al desempleo de los padres o a la falta de dinero o de recursos de las familias, lo cual nos debe llevar a preguntarnos qué ha pasado con el desempleo y, en el fondo, con la pobreza en México. Si no se atienden ambos aspectos, difícilmente se podrá mejorar la educación.

La pobreza está arraigada históricamente en la sociedad mexicana, y diversos autores como Moreno-Brid y Ros, (2009) Puyana y Romero, (2009), Boltvinik y Damián (2016), entre otros, la han abordado en su complejidad. Además de bajo ingreso y consumo, trae consigo analfabetismo, desnutrición y mala salud.

Para el Banco Mundial, los pobres son las personas que viven con menos de dos dólares al día, mientras que los que viven en pobreza extrema se mantienen con menos de 1.25 dólares.

A nivel mundial, en los años 80 comenzó a desarrollarse el concepto de pobreza multidimensional, tomando en cuenta no sólo la falta de recursos monetarios y materiales, sino también las carencias en educación, seguridad y libertad (Ortiz y Ríos, 2013).

Para el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval, 2010), la pobreza multidimensional implica que una persona se encuentra en dicha condición cuando no tiene garantizado el ejercicio de al menos uno de sus derechos para el desarrollo social, y si sus ingresos son insuficientes para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades.

Desde 2008, en México, con base en la información proporcionada por el INEGI, el Coneval publica cada dos años información sobre la medición multidimensional de la pobreza. Según Forbes (2021), los datos de Coneval correspondientes a 2020 estarán disponibles en agosto de 2021, aunque han hecho públicas algunas estimaciones. Para la medición, Coneval utiliza nueve indicadores: Ingreso, Rezago educativo, Acceso a los servicios de salud, Acceso a la seguridad social, Acceso a la alimentación, Calidad y espacios de la vivienda, Acceso a los servicios básicos en la vivienda, Grado de cohesión social y Grado de accesibilidad a carretera pavimentada.

Como puede observarse en la gráfica 3, en México, el número de personas en situación de pobreza pasó de 49.4 millones en 2008 a 70.9 en 2020, es decir, en 12 años se incrementó en 21.5 millones de personas.

Gráfica 3

Fuente: Elaboración propia con base en indicadores del Banco Mundial, de Coneval (de 2008 a 2018) y Forbes (2021).

Los datos anteriores implican que el porcentaje de la población en situación de pobreza pasó de 44.6% a 56.3% entre 2008 y 2020 (Gráfica 4).

Gráfica 4

  Fuente: Elaboración propia con base en los datos de la Gráfica 3.

El reto mayor sigue siendo el sureste del país, donde se encuentran las entidades federativas con mayor porcentaje de población en situación de pobreza en la década 2008-2018: Chiapas (77.0% a 76.4%), Guerrero (68.4% a 66.5%), Oaxaca (61.8% a 66.4%), Veracruz (51.2% a 61.8%) y Puebla (64.6% a 58.9%) (Coneval, 2018).

Si bien es cierto que el gasto en programas sociales y combate a la pobreza se ha venido incrementando en las últimas décadas, esto no ha logrado revertir en gran medida la pobreza que afecta a México, pues en algunos periodos disminuyó, pero en los últimos años ha vuelto a aumentar. El modelo económico vigente no ha logrado corregir el problema de la pobreza, la desigualdad económica y, por lo tanto, la educación.

Articulando

De acuerdo con el comportamiento histórico expuesto, el estudiantado de nivel medio superior fue el que más abandonó sus estudios en el ciclo escolar 2019-2020, agravándose en este ciclo la situación de abandono por motivos de pandemia, lo que significa, para este nivel, 35.9%. Aunado a este abandono, se encuentran las cifras para el resto de niveles, donde los de preescolar representan un alto porcentaje, con 94.7% y la primaria con un también alto número de 73.2%.

Como se mencionó, entre los motivos más reportados en covid, tanto los directamente relacionados con la pandemia como otros indicados, muestran variables de carácter económico. Esta dimensión es significativa si tomamos en cuenta que las cifras de pobreza aumentaron también para este periodo, pasando de 41.6% de la población en situación de pobreza en 2018, a 56.3% en 2020. Pobreza y abandono son dos variables que parecen presentar una relación importante a primera vista en este contexto, y esta mirada panorámica que presentamos parece arrojar que las cifras por venir no resultarán del todo satisfactorias en términos de lo que significará para el rezago en el sistema educativo nacional.

Referencias

Boltvinik, J., y Damián A. (2016). Pobreza creciente y estructuras sociales cada

 vez más desiguales en México. Una visión integrada y crítica. Acta

Sociológica, 70(mayo-agosto), 271-296.

Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (2019). Diez 

años de medición de pobreza en México, avances y retos en política social,

Cd. de México: Coneval.

 Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2021). Encuesta para la Medición

del Impacto Covid-19 en la Educación (ECOVID-ED) 2020, Cd. de

México: INEGI.

Forbes (2021). 9.8 millones de nuevos pobres en México por pandemia. México: Coneval. https://www.forbes.com.mx/noticias-mexico-9-millones-pobreza-pandemia-coneval/#:~:text=El%20Coneval%2C%20organismo%20p%C3%BAblico%20que,el%2056.7%25%20de%20la%20poblaci%C3%B3n

Moreno-Brid, Juan C. y Ros, Jaime (2009), Development and Growth in the 

Mexican Economy: A Historical Perspective, New York: Oxford

Press.

Ortiz Galindo, J., y Ríos Bolívar, H. (2013). La Pobreza en México, un

análisis con enfoque multidimensional, Análisis Económico, XXVIII(69, septiembre-diciembre), 189-218.

Puyana, A., y Romero J. (2009). De la crisis de la deuda al estancamiento

 económico, México:  El Colegio de México.

Redacción (2021). La SEP inaugura el ciclo escolar 2021, 30 millones de estudiantes inician clases en casa, El Economista, 24 de agosto. https://www.eleconomista.com.mx/politica/SEP-inaugura-ciclo-escolar-2020-2021-arrancan-clases-a-distancia-20200824-0018.html

Fuente e imagen: http://www.educacionfutura.org/los-que-se-fueron-de-la-escuela/

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¿Urge regresar a clases presenciales?

Por: Abelardo Carro Nava

¿Por qué urge regresar a clases presenciales? Fue la interrogante que formuló mi mente después de que el Presidente, López Obrador, lanzara tal afirmación en su ya acostumbrada mañanera. Y es que, pareciera ser, que con estas palabras se enviaba un claro mensaje a la sociedad mexicana: la prioridad para este gobierno es la educación de los individuos. No obstante, tal afirmación propició otra serie de cuestionamientos porque, si la educación fuera una prioridad para este gobierno: ¿por qué hubo una reducción presupuestal importante para educación básica y para las escuelas normales en el presupuesto de egresos de la federación 2021 aprobado en 2020?, ¿por qué desaparecieron o dejaron de operar más de 10 programas educativos sin previo diagnóstico, análisis y revisión de los mismos?, ¿por qué se destinó 450 millones de pesos a cuatro televisoras para que emitieran los programas educativos de Aprende en Casa en lugar de apoyar a las escuelas, trabajadores de la educación, alumnos y padres de familia con herramientas o recursos que les permitieran dar continuidad a su proceso formativo? Y lo que me parece más grave, si dicha educación fuera una prioridad para este gobierno: ¿por qué la Secretaría de Educación Pública (SEP) no ha informado o proporcionado datos sobre el abandono escolar a partir de que inicio la contingencia sanitaria por Covid-19, así como también, información relacionada con la estrategia mediante la cual se recuperarían a los miles de estudiantes que decidieron abandonar sus estudios durante este tiempo? Pero aún hay más: ¿por qué la SEP no ha dado a conocer un plan integral para el diagnóstico, recuperación y nivelación de los aprendizajes de los estudiantes a nivel nacional y que, por ejemplo, este día se incorporan a sus actividades escolares de manera presencial en Campeche?  Urge regresar a clases, sí, pero para qué, por qué, cuándo, cómo, dónde, de qué manera, con qué recursos, etcétera.

Ciertamente, en las últimas semanas he leído, observado y escuchado, una creciente preocupación por el impacto de los aprendizajes adquiridos durante la pandemia en los millones de alumnos inscritos en alguno de los niveles educativos del Sistema Educativo Nacional (SEN). Desde luego, es preocupante porque, como bien señala el informe que hace unos días dio a conocer el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2021), el 58.3% de la población encuestada opinó que no se aprende o se aprende menos que de manera presencial a través de las clases a distancia. Este, sin duda, es un tema que tiene en sí mismo una serie interpretaciones importantes porque, seguramente, la retroalimentación, explicación, ejemplificación, argumentación o contrastación de las ideas con relación a cierto contenido que se logra en aula dadas las interacciones que en ésta suceden, puede no lograrse a través de estas clases a distancia o con los cuadernillos que los profesores entregan a sus alumnos; habría que indagar a profundidad sobre este tema, sin embargo: ¿qué ha hecho la SEP sobre este asunto? La respuesta es visible: implementar una estrategia televisiva que pocos, muy pocos ven, puesto que en la misma encuesta levantada por el INEGI (2021) se señala que solo el 5.3 de los encuestados emplearon la televisión digital en sus actividades escolares o clases a distancia. ¿450 millones de pesos en el bote de basura o en el bolsillo de los empresarios?

Ahora bien, ¿es suficiente con esa legítima preocupación por los aprendizajes de los alumnos? No, pues como lo he señalado en artículos anteriores, la salud es otro de los diversos temas que deben ocuparnos y preocuparnos.

¿Por qué regresar a clases presenciales cuando el grueso de la población no ha sido vacunada puesto que la estrategia de vacunación planteada por el mismo gobierno federal no ha cumplido los plazos establecidos?, ¿es suficiente inocular a los trabajadores de educación para que asistan a las escuelas a trabajar con sus alumnos?, ¿cuál es la razón por la que se pretende regresas a clases presenciales precipitadamente?: ¿los aprendizajes?, ¿la economía?, ¿las elecciones?

Recuerdo muy bien las charlas que los médicos, paramédicos o integrantes de los cuerpos de protección civil brindan a las escuelas con el propósito de atender algunos accidentes propios de las actividades escolares; como se sabe, ellos recomiendan contar con un botiquín de primeros auxilios para estos propósitos, sin embargo, han sido, y son, muy enfáticos en señalar que dicho botiquín deberá contener elementos mínimos para su uso tales como un termómetro, guantes de un solo uso, jabón líquido, gasas, entre otros,  puesto que, a decir de estos conocedores en la materia, no es recomendable administrar medicamentos ni aplicar ciertos antisépticos que podrían generar una reacción desfavorable en la persona. Al respecto, ¿cuál ha sido y en qué ha consistido la capacitación que se ha brindado a los trabajadores de la educación para que puedan detectar alumnos o compañeros con síntomas de Covid-19 cuando sabemos que algunos de éstos son manifiestos pero en otros casos no se presentan?, ¿cuántas pruebas rápidas de Covid-19 se destinarán a cada centro escolar para la detección de casos y quién las aplicará?, ¿el padre o madre de familia tendrá el conocimiento especializado para detectar que su hijo es portador del virus, alergia o enfermedad crónica que suele presentar síntomas similares a los que produce el Covid-19?, ¿es suficiente con tapetes y arcos sanitizantes, gel antibacterial, cubrebocas, guantes de un solo uso y demás elementos sanitarios para evitar la propagación del virus?

Hace unos días el Presidente de Argentina, a través de su cuenta de twitter, emitió una declaración que no debe soslayarse: “todos quisiéramos que se vuelva a la presencialidad educativa lo antes posible, pero desde que las clases han vuelto, la curva de contagios ascendió precipitadamente. El mayor incremento de casos se da entre personas de 9 a 19 años”. Ciertamente habrá quién me diga que los estudios científicos demuestran que los centros escolares no son focos de contagio; los datos ahí están y gozan de credibilidad, pero ¿qué sucede fuera de la escuela?, ¿con quiénes conviven los alumnos?, ¿qué medios de transporte emplean?, ¿con quién pasan sus ratos libres?, ¿cuáles son las condiciones de su vivienda? etcétera.

En fin, estamos en la víspera de que los trabajadores de la educación reciban una vacuna. La organización, como ha ocurrido en buena parte de las sedes en las que se ha aplicado a adultos mayores, anticipo, no será la mejor, sobre todo porque, por ejemplo, en Veracruz se han contemplado 5 sedes en las que se vacunarán a más de 200 mil maestros en 4 días. ¿Se imagina el lío que representará vacunar a tal cantidad de profesores en unos cuantos días?

Y bueno, desde mi perspectiva, no se trata de caer en el debate innecesario que se genera en las redes sociales en cuanto a que si un maestro no está de acuerdo con esta propuesta que no se ponga la vacuna y listo. Se trata pues, de exigir un regreso seguro a las escuelas y aulas, donde el estado a través del gobierno cumpla a cabalidad su encargo porque irrisoriamente, estamos ante un régimen que no vacuna a médicos que prestan sus servicios en instituciones privadas, pero que sí vacunará a los trabajadores de educación que laboran en escuelas privadas. Educación y salud, es un derecho de todos, y todos queremos regresar a clases presenciales, de eso no hay duda, pero aludiendo a aquella frase acuñada por Gil Antón: regreso sí, pero no así.

Con negritas:

  • Por cierto, cuál fue la postura del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) sobre la afirmación que realizó López Obrador en esa mañanera para el regreso a clases: ¡A sus órdenes Sr. Presidente!
  • Por cierto, ¿tiene titular la Secretaría de Educación Pública? Hay varios, pero varios temas y problemas pendientes de resolver o atender y nadie encuentra a su titular.

Fuente: https://profelandia.com/urge-regresar-a-clases-presenciales/

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INEGI: desenmascarando la fantasía educativa.

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz

El 23 de marzo de 2021 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presentó los resultados de la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED), cuyo objetivo general se centra en el conocimiento del impacto por la cancelación provisional de clases presenciales, en la experiencia educativa de niños y jóvenes de 3 a 29 años de edad. Aunque ofrece una mirada general sobre el acontecer educativo durante la pandemia, centrándose en temas como la dinámica de la matrícula o el uso de tecnología, la información que arroja la consulta contrasta con la postura oficial, caracterizada por el optimismo y los resultados favorables.

De acuerdo con la encuesta, sólo 5.3% de la población objetivo manifestó emplear la televisión digital en sus actividades escolares o clases a distancia. Llama poderosamente la atención este dato al ser los programas televisivos uno de los componentes principales de la oferta oficial: se esperaría, después de que fueron destinados varios cientos de millones de pesos a televisoras privadas para ampliar la cobertura de las clases remotas, un mayor uso de este medio de comunicación. El dato podría motivar sospechas en cuanto a la calidad de las clases por televisión, su desestimación por alumnos y padres de familia e incluso un posible descarte, por parte de los docentes, de los procesos de enseñanza.

La pandemia ha golpeado la matrícula: se estima que 1.8 millones de estudiantes, de entre quienes cursaron el ciclo 2019-2020, ya no se inscribieron al 2020-2021 tan solo por razones relacionadas con la pandemia o la falta de recursos. Tal cifra supera a los 1.1 millones que, para el ciclo escolar 2017-2018, abandonaron la escuela de primaria a media superior (MEJOREDU, 2020, p. 136). Es importante tener en cuenta que la encuesta fue realizada en diciembre de 2020, previo a la fase más aguda de la pandemia en México (enero), por lo que la cantidad de niños y jóvenes fuera de la escuela podría ser considerablemente mayor actualmente. Se ha insistido a los docentes que busquen por todos los medios posibles continuar la comunicación con sus alumnos, pero ¿qué estrategia ha realizado la autoridad para contener la avalancha de estudiantes expulsados? ¿A cuántos de esos alumnos se podrá recuperar?

Hace algunas semanas la SEP emitió un comunicado en el que señaló que, de acuerdo a un estudio, nueve de cada 10 estudiantes habían aprendido con la estrategia educativa a distancia. En su momento, Esteban Moctezuma, compareciendo ante el Senado, refirió que la pandemia no había afectado la calidad de los aprendizajes. La consulta del INEGI hace dudar de tales aseveraciones: entre quienes no concluyeron el ciclo escolar 2019-2020 por causas asociadas al COVID- 19 (435 mil estudiantes), 26.6% señaló a la poca funcionalidad para el aprendizaje de las clases a distancia como el motivo principal que los llevó a dejar la escuela.

Los elogios del discurso oficial a la labor del profesor, si bien merecidos en muchísimos casos, son peligrosos cuando pretenden transmitir una imagen de perfección y así soslayar oportunidades de mejora. En ese sentido, la consulta del INEGI complementa las expresiones favorables de las autoridades, haciendo alusión a desventajas que podrían estar relacionados directamente con la acción docente: 27.1% de los informantes de la encuesta ha señalado la falta de seguimiento al aprendizaje de los alumnos como una de las principales desventajas de las clases a distancia, mientras que 18.8% al exceso de carga académica y actividades escolares. Si bien la estrategia educativa a distancia se ha mantenido en pie, de manera general, gracias al ímpetu del profesorado, vale la pena también reconocer y trabajar sobre los yerros cometidos en esta empresa.

Como se observa, el resultado de la encuesta realizada por el INEGI dibuja un panorama mucho más complejo del que se reconoce en los discursos oficiales. Pone de manifiesto problemas para los que se esperarían acciones específicas por parte de toda la comunidad educativa, empezando por el abandono escolar. El golpe que la pandemia ha dado a las escuelas merece pues una bien pensada estrategia de recuperación. El regreso a clases, en el momento que se tenga que dar, debería estar precedido por una reflexión profunda en torno a los fines y medios de la reactivación escolar presencial.  Es de celebrarse que una consulta como ésta ponga sobre la mesa de debate la voz, muchas veces ignorada, de las familias mexicanas. Al igual que otros ejercicios realizados en sectores académicos, la encuesta efectuada por el INEGI brinda elementos para desenmascarar una postura que pretende minimizar los efectos de la pandemia y, mediante una escasa autocrítica, asumir que todo lo realizado va por buen camino.

*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía. 

Twitter: @proferoger85

Fuente e Imagen: http://proferogelio.blogspot.com/2021/03/inegi-desenmascarando-la-fantasia.html

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INEGI: desenmascarando la fantasía educativa

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz

El 23 de marzo de 2021 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presentó los resultados de la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED), cuyo objetivo general se centra en el conocimiento del impacto por la cancelación provisional de clases presenciales, en la experiencia educativa de niños y jóvenes de 3 a 29 años de edad. Aunque ofrece una mirada general sobre el acontecer educativo durante la pandemia, centrándose en temas como la dinámica de la matrícula o el uso de tecnología, la información que arroja la consulta contrasta con la postura oficial, caracterizada por el optimismo y los resultados favorables.

De acuerdo con la encuesta, sólo 5.3% de la población objetivo manifestó emplear la televisión digital en sus actividades escolares o clases a distancia. Llama poderosamente la atención este dato al ser los programas televisivos uno de los componentes principales de la oferta oficial: se esperaría, después de que fueron destinados varios cientos de millones de pesos a televisoras privadas para ampliar la cobertura de las clases remotas, un mayor uso de este medio de comunicación. El dato podría motivar sospechas en cuanto a la calidad de las clases por televisión, su desestimación por alumnos y padres de familia e incluso un posible descarte, por parte de los docentes, de los procesos de enseñanza.

La pandemia ha golpeado la matrícula: se estima que 1.8 millones de estudiantes, de entre quienes cursaron el ciclo 2019-2020, ya no se inscribieron al 2020-2021 tan solo por razones relacionadas con la pandemia o la falta de recursos. Tal cifra supera a los 1.1 millones que, para el ciclo escolar 2017-2018, abandonaron la escuela de primaria a media superior (MEJOREDU, 2020, p. 136). Es importante tener en cuenta que la encuesta fue realizada en diciembre de 2020, previo a la fase más aguda de la pandemia en México (enero), por lo que la cantidad de niños y jóvenes fuera de la escuela podría ser considerablemente mayor actualmente. Se ha insistido a los docentes que busquen por todos los medios posibles continuar la comunicación con sus alumnos, pero ¿qué estrategia ha realizado la autoridad para contener la avalancha de estudiantes expulsados? ¿A cuántos de esos alumnos se podrá recuperar?

Hace algunas semanas la SEP emitió un comunicado en el que señaló que, de acuerdo a un estudio, nueve de cada 10 estudiantes habían aprendido con la estrategia educativa a distancia. En su momento, Esteban Moctezuma, compareciendo ante el Senado, refirió que la pandemia no había afectado la calidad de los aprendizajes. La consulta del INEGI hace dudar de tales aseveraciones: entre quienes no concluyeron el ciclo escolar 2019-2020 por causas asociadas al COVID- 19 (435 mil estudiantes), 26.6% señaló a la poca funcionalidad para el aprendizaje de las clases a distancia como el motivo principal que los llevó a dejar la escuela.

Los elogios del discurso oficial a la labor del profesor, si bien merecidos en muchísimos casos, son peligrosos cuando pretenden transmitir una imagen de perfección y así soslayar oportunidades de mejora. En ese sentido, la consulta del INEGI complementa las expresiones favorables de las autoridades, haciendo alusión a desventajas que podrían estar relacionados directamente con la acción docente: 27.1% de los informantes de la encuesta ha señalado la falta de seguimiento al aprendizaje de los alumnos como una de las principales desventajas de las clases a distancia, mientras que 18.8% al exceso de carga académica y actividades escolares. Si bien la estrategia educativa a distancia se ha mantenido en pie, de manera general, gracias al ímpetu del profesorado, vale la pena también reconocer y trabajar sobre los yerros cometidos en esta empresa.

Como se observa, el resultado de la encuesta realizada por el INEGI dibuja un panorama mucho más complejo del que se reconoce en los discursos oficiales. Pone de manifiesto problemas para los que se esperarían acciones específicas por parte de toda la comunidad educativa, empezando por el abandono escolar. El golpe que la pandemia ha dado a las escuelas merece pues una bien pensada estrategia de recuperación. El regreso a clases, en el momento que se tenga que dar, debería estar precedido por una reflexión profunda en torno a los fines y medios de la reactivación escolar presencial.  Es de celebrarse que una consulta como ésta ponga sobre la mesa de debate la voz, muchas veces ignorada, de las familias mexicanas. Al igual que otros ejercicios realizados en sectores académicos, la encuesta efectuada por el INEGI brinda elementos para desenmascarar una postura que pretende minimizar los efectos de la pandemia y, mediante una escasa autocrítica, asumir que todo lo realizado va por buen camino.

*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.  

Twitter: @proferoger85 

REFERENCIAS

INEGI (2021). Encuesta para la medición del impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID_ED). Presentación de resultados. Disponible en: https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2021/OtrTemEcon/ECOVID-ED_2021_03.pdf

MEJOREDU (2020). Indicadores nacionales de la mejora continua de la educación en México 2020. Cifras del ciclo escolar 2018-2019. México: autor.

Fotografía: Mexico Real – Travel By México

Fuente e imagen: https://insurgenciamagisterial.com/inegi-desenmascarando-la-fantasia-educativa/

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La nueva Crisis Educativa en México

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

México en una nueva “crisis educativa”

La declaratoria, tácita, de que hoy México se encuentra empantanado en una nueva “crisis educativa”, junto con las crisis sanitaria y económica, tiene su primera referencia oficial en la encuesta recientemente publicada por el INEGI (2021), sobre los efectos o el impacto de la pandemia en la educación (1).

Llama la atención que esta declaratoria no provenga, lamentablemente, de las instituciones nacionales responsables de la conducción de las políticas nacionales en la materia: la SEP y la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MejorEdu), esta última creada en el marco de la reforma constitucional de 2019. Todo lo contrario, pues la SEP de Esteban Moctezuma se condujo siempre con cuentas alegres.

Aunque ya había advertido en algunos de mis textos, a finales de 2020 y durante lo que va de 2021, sobre la configuración de una crisis educativa en nuestro país, considero oportuno entrar a la caracterización de esa “crisis educativa” ¿Cómo surge? ¿Quiénes son responsables de su estallamiento? ¿Cuánto durará? ¿Cómo se podrían evaluar sus etapas de inicio, desarrollo o auge y decadencia? ¿De qué manera superarla?

Ciertamente, en toda crisis hay contradicciones, situaciones de emergencia, cambios radicales en contra, confrontaciones de ideas, ambigüedad y carencias de diferentes calibres, trátese del ámbito de la salud, de la política, la economía o la educación, entre otros sectores claves de la vida pública y social de una nación.

Pero cuando hablamos o nos referimos a una crisis, preferentemente nos encontramos ante el umbral de un proceso de agotamiento de un modelo, un paradigma o un núcleo discursivo para generar alternativas o nuevos derroteros.

Como dirían los clásicos (Bertolt Brecht entre ellos) una crisis es como una transición entre lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer.

Según los resultados de la Encuesta para la Medición del Impacto Covid 19 en la Educación, (Ecovid-Ed 2020), de la población y porcentaje de población de 3 a 29 años de edad inscrita en el ciclo escolar 2019–2020 (antes de la pandemia), para grupos de edad, destaca el 3.6 por ciento que representan las y los estudiantes de 3 años de edad matriculados en el sistema educativo mexicano. Ese porcentaje se registra sobre el total de estudiantes inscritos durante el ciclo 2019-2020, de 3 a 29 años de edad, es decir, de 33.6 millones de personas inscritas.

Sobre ese mismo universo, el bloque de estudiantes entre los 4 y los 5 años de edad, representa el 64.4%, que se encontraban inscritos en el sistema. En pocas palabras, estos datos revelan el incumplimiento, establecido en la ley, de la universalidad de la educación preescolar en México.

Situación similar, de incumplimiento, se registra en la población de estudiantes inscritos, antes de la pandemia, entre los 16 a 18 años (75.5% matriculados o afiliados en educación media superior) y en el grupo de edad de 19 a 24 años (38.4% matriculados en educación superior, aunque ésta no es obligatoria), del universo de estudiantes entre los 3 a los 29 años de edad. En estos grupos, sin embargo, hay un ligero avance en cobertura, si lo comparamos con los datos registrados durante el ciclo escolar 2009-2010.

Estadísticas de estudiantes que tienen dispositivos electrónicos

Acerca del porcentaje de la población de 3 a 29 años inscritos en el ciclo escolar 2019–2020, según los principales aparatos o dispositivos electrónicos usados para sus actividades escolares o clases a distancia, INEGI encontró que 67.5% de los estudiantes usa teléfono inteligente; 18.2% computadora portátil (laptop); 7.2% computadora de escritorio o PC; 5.3% TV digital y 3.6% tablet. Datos que, en gran medida, dan cuenta de la inequidad y la precariedad en el acceso al equipamiento y la conectividad utilizados cotidianamente por la población estudiantil en México.

Con respecto al uso de dichos equipos por nivel de escolaridad, cabe destacar que el 72% de estudiantes de Primaria y el 71% de estudiantes de Secundaria, utilizan el teléfono inteligente para conectarse a clases o a asesorías mediadas por las nuevas tecnologías.

Del total de los 2.3 millones de no inscritos por COVID-19 en el actual ciclo escolar 2020-2021: 615 mil personas mencionaron que eso se debió porque las clases son poco funcionales; 584 mil porque alguno de los padres se quedaron sin empleo, y 581 mil por carecer de computadora u otros dispositivos.

Tanto en los análisis cualitativos como cuantitativos, una cosa son los datos y otra, diferente, es la interpretación que se hace de los mismos. De hecho, y no es cosa menor, en el reporte de los resultados de la encuesta, el INEGI no menciona la palabra “crisis”.

Al respecto, tiene razón Pedro Flores Crespo cuando afirma que la crisis educativa tiene rasgos específicos y se torna en un reto social: “…más allá del número o de las proporciones está el razonamiento humano… Si ya había evidencia —gracias a la investigación educativa— de que la vida escolar podía aburrir por ser poco pertinente para los sujetos, imagínense estar todo el tiempo en casa y sentados frente a una pantalla. La mala pedagogía también genera exclusión y para esto no sirve ni el dinero repartido en becas ni el otorgado a las empresas de medios.” (2)

738 mil estudiantes no concluyeron el ciclo escolar pasado

“Tristemente, un poco más de 738 mil estudiantes no concluyeron el ciclo escolar pasado y de éstos, 435 mil (59%) declararon un motivo relacionado con Covid. Según INEGI, 29 por ciento de éstos perdió contacto con sus maestros o no pudo hacer las tareas. ¿Quién asumirá la responsabilidad de esto? ¿Debe el Estado asumir la acreditación de todos los excluidos del Sistema Educativo Nacional?”, señaló Flores Crespo en una columna publicada esta semana.

Acerca de lo anterior, INEGI reportó que: “Adicional a los 435 mil alumnas y alumnos que no concluyeron el ciclo escolar pasado por COVID-19: 66 mil no concluyó por falta de recursos y 49 mil no concluyó porque tenía que trabajar.”

Esos datos, proporcionados por un organismo público, autónomo, (el INEGI), ofrecen un panorama general sobre las dificultades que ha enfrentado el sistema educativo mexicano ante la crisis de salubridad (generada por la pandemia de la Covid durante el año 2020-2021), misma que se relaciona, a su vez, con las dificultades económicas (sobre todo la pérdida de empleos y el cierre de miles de negocios medianos y pequeños).

Es necesario señalar, así mismo, que el sistema educativo no es un concepto abstracto, sino que está compuesto de personas que se organizan en instituciones, en las cuales y sobre las cuales se construyen y establecen marcos legislativos, reglas, procedimientos, infraestructuras, financiamientos y programas, etc. En ese contexto, las autoridades federales y estatales (Poderes Ejecutivos) son las responsables de la adecuada conducción del sistema educativo del país.

Por ello, la crisis educativa que vivimos en este 2021 y años próximos, al analizar sus causas y efectos, tiene que ver, con las decisiones que toman las y los funcionarios públicos del más alto nivel de este sector.

Y aunque es de tal modo complejo el “sistema” educativo (como lo son otros sectores de la vida pública nacional), los gobernantes habrán de trabajar para producir los equilibrios, las concertaciones y los consensos necesarios o suficientes con los diferentes actores involucrados, esto con el propósito de cumplir con lo establecido en el programa rector nacional (en este caso, el Programa Sectorial de Educación 2018-2024).

Como se puede observar, tales equilibrios, concertaciones y consensos, en la práctica y en la marcha adecuada de las instituciones educativas en México, cuelga de un alfiler. Por el momento, los datos oficiales así lo demuestran. La crisis educativa en México es un hecho, no un pronóstico.

Las preguntas están sobre la mesa: ¿Cuánto durará esta nueva crisis? ¿Cómo y quién evaluará sus etapas de inicio, auge y decadencia? ¿Cuáles serán sus efectos a mediano y largo plazos en las nuevas generaciones de niñas, niños, jóvenes y adultos? ¿De qué manera, como nación, podremos confrontarla? ¿Con qué capacidades humanas, técnicas y financieras contamos para contrarrestarla? ¿Hay voluntad política para hacerle frente o, una vez más, se transitará por el camino de la simulación?

Fuentes consultadas:

(1) https://www.inegi.org.mx/contenidos/investigacion/ecovided/2020/doc/ecovid_ed_2020_presentacion_resultados.pdf

(2) Pedro Flores Crespo. Crisis educativa: Un reto social. El Universal Querétaro, 29 de marzo, 2021.


Publicado en SDPnoticias

Fuente: https://profelandia.com/la-nueva-crisis-educativa-en-mexico/

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