¿Por qué la academia no es lingüísticamente diversa?

Por: Sofía García-Bullé

La academia ha hecho un esfuerzo por trabajar el déficit de angloparlantes no nativos, pero el estigma continúa.

Las humanidades están en crisis, esto es lo que ha dicho texto tras texto. Se habla de una desaparición gradual de las humanidades en los currículums de educación superior, y la falta de capacidad en la forma en que se desarrollan estos programas para conectar con las necesidades del mundo laboral con la misma facilidad que las carreras de ciencias duras. ¿Pero es ese el único problema? ¿Tendríamos la misma situación si los departamentos de humanidades no hablaran en una sola lengua (el inglés)?

El problema de la diversidad lingüística

Cuando vemos un programa de educación superior en la disciplina de las humanidades, por lo general van incluidas un conjunto de habilidades base, sin importar si es un programa de literatura, sociología, filosofía, u otro. La mayoría de estos programas prometen que al terminar el grado, el alumno tendrá habilidades específicas de análisis, interpretación, comunicación, síntesis e investigación y que podrá expresar eficientemente los resultados de aplicar estas habilidades ya sea a través de la redacción, la representación gráfica o, en algunos casos, hasta numérica.

Estas son las herramientas básicas del profesional de las humanidades. Al aprenderlas, el estudiante estará listo para adentrarse al entendimiento y explicación de los fenómenos sociales, desde eventos históricos como la Gran Migración Atlántica y sus implicaciones, pasando por corrientes filosóficas como el existencialismo y el positivismo, siendo capaz de comprender por qué la primera fue tan popular en tiempos lúgubres como la Primera Guerra Mundial y prácticamente destronó al positivismo como la corriente filosófica más establecida.

En teoría, un estudiante de humanidades debería poder entender el impacto del conductismo sobre la educación infantil, o la influencia de las novelas del amor cortés no solo en la construcción de las costumbres sociales, sino en la del idioma español.  La lengua es un elemento integral para entender la base de los fenómenos sociales ligados a una determinada cultura o momento histórico, entonces, ¿por qué la mayoría de los programas, los contenidos didácticos y los auxiliares están en inglés? ¿Por qué los currículums de humanidades y ciencias sociales no cuentan con una intención educativa que incluya también el aprendizaje de más lenguas?

“A la fecha, la mayoría del volumen de investigación se ha enfocado en un centro versus una dicotomía de periferia [ . . . ] que desafía a los investigadores no angloparlantes cuando tratan de publicar sus trabajos”.

En artículos anteriores hemos hablado del valor de la traducción en la experiencia educativa, esto es especialmente crítico en el aprendizaje de las humanidades y las ciencias sociales. La comprensión de conceptos matemáticos tiene su base en la lógica, en la exactitud, en el cálculo; en el caso de las ciencias sociales parte de la perspectiva, el análisis, y el contexto. Este contexto se ve tremendamente limitado cuando las fuentes académicas y los contenidos didácticos están en un solo idioma (el inglés). Para explicar los efectos de esta carencia académica, es necesario un ejemplo concreto.

“No hablar español”

Ignacio Sánchez Prado, profesor de Español, Estudios Latinoamericanos, Cine y Media de la Universidad de Washington en Saint Louis, EE. UU., escribió para The Chronicle of HIgher Education sobre los efectos de la invisibilización del idioma español en los departamentos de estudios latinoamericanos universitarios.

El académico reconoció un frente común ante una desvalorización de las humanidades; antes básicas y ahora optativas, pero en ese frente académico, el idioma español, y el conocimiento específico que este carga, han sido dejados atrás. “Veo a mis colegas de habla inglesa como camaradas en una pelea común, pero se vuelve difícil convocar su solidaridad en los problemas que describe el español, cuando son los descritos por el inglés los que monopolizan las conversaciones críticas para otros campos”. El Dr. Sánchez sostiene que la integración del español a los departamentos de ciencias sociales y estudios culturales no es un asunto de canonicidad, sino una batalla cuesta arriba por representación, en la que muy frecuentemente tienen que encarar a esos mismos colegas de habla inglesa con los que han de cooperar para mantener a flote a las humanidades como un todo.

La integración del español como uno de los idiomas primarios en la academia no solo es un caso de justicia social y epistémica, sino de fundamentación numérica. Hay 460 millones de personas para la que el español es su lengua nativa, el idioma más hablado en el mundo es el chino, con 1.3 mil millones de hablantes nativos. El inglés es el tercer idioma más hablado del mundo, con 379 millones de personas para quienes el inglés es su idioma nativo.

Otro texto publicado en The Chronicle of Higher Education, ejemplifica a la perfección el punto de Sánchez. Simon During, profesor con grado de doctor y académico experto en Historia literaria, Teoría literaria y cultural, además de Secularismo y otras disciplinas. En el texto, el Dr. During habló de la influencia de la secularización de las humanidades en su proceso de desvalorización en las casas de estudios superiores.

De acuerdo a Sánchez, su análisis es bueno, pero solo hace sentido si se cree que todo el contenido referente de humanidades fue escrito en inglés y que las humanidades comprenden el estudio de la historia y otras tantas sub-disciplinas secundarias. “A la fecha, la mayoría del volumen de investigación se ha enfocado en un centro versus una dicotomía de periferia [ . . . ] que desafía a los investigadores no angloparlantes cuando tratan de publicar sus trabajos”, sostiene la Dra. Anna Kristina Hultgren, catedrática sénior de Inglés y Lingüística aplicada en la Open University del Reino Unido, en su texto “El Inglés como el idioma de la Publicación Académica: Sobre Equidad, Desventaja y carácter no nativo como distracción”.

Las prácticas académicas de publicación, divulgación y eventos académicos no ayudan. Frecuentemente se agrupan investigaciones de acuerdo a su idioma en vez de sus contenidos, fraccionando el conocimiento común de una sola área del conocimiento y dificultando la generación de una voluntad y esfuerzo para su traducción. De la misma forma, en las conferencias y simposios académicos se integran los paneles con académicos que tengan al menos un idioma en común, que es casi siempre el inglés, aquellos que no lo dominen serán agrupados en la periferia, convocados solo en pláticas en las que puedan procurar traductores, o serán restringidos a sus escenas locales.

“Veo a mis colegas de habla inglesa como camaradas en una pelea común, pero se vuelve difícil convocar su solidaridad en los problemas que describe el español, cuando son los descritos por el inglés los que monopolizan las conversaciones críticas para otros campos”.

El inglés como vehículo monopólico de comunicación facilita la diseminación de contenido académico de todas las disciplinas, no solo las humanidades. No se puede negar que contenido valioso ha llegado a más personas en menor tiempo gracias a una estandarización de la divulgación académica, bajo el idioma inglés, pero esta facilidad tiene un precio: ¿cuántas vías al conocimiento y perspectivas se pierden cuando la única plataforma para investigar y publicar es la que proporciona la lengua inglesa?

La Dra. Hultgren reconoce que en tiempos actuales, la academia ha hecho un esfuerzo deliberado por trabajar el déficit de angloparlantes no nativos, pero el estigma continúa; en la academia se siguen refiriendo a ellos como “académicos no angloparlantes” o “escritores de investigación de segunda lengua”. Tanto el idioma como el trabajo de estos académicos sigue en la periferia como algo secundario, esta es la desventaja comunicativa que habilita problemas enraizados en la academia como la injusticia epistémica o el retraso en el avance de diversos campos aún más allá de las humanidades porque no hay contenidos en inglés.

Hultgren puntualiza que no hay una solución unitalla para una problemática tan compleja, pero una manera de avanzar hacia una academia más eficiente y presta a estudiar las perspectivas de las que se nutre, es retomando el papel de los idiomas como parte integral de la disciplina de las humanidades. Es a través de la diversificación lingüística que se pueden abrir otras vías al conocimiento de fenómenos sociales y sentar las bases de una comunidad académica más cohesionada y presta a trabajar en conjunto. El inglés nos ayudó a llegar a un punto en el que los contenidos educativos pueden llegar a más personas.  Dominar más idiomas al momento de aprender, enseñar, investigar y divulgar nos puede llevar al siguiente paso, entendernos unos a otros como productores del conocimiento, además de comprender las fuentes, el contexto y el fondo del conocimiento que producimos.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/academia-lenguaje-ingles

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Opinión: Injusticia epistémica en la academia

Por: Sofía García-Bullé

La justicia epistémica consiste en el balance social que atañe a una producción de conocimiento equitativa.

 

La academia es el lugar donde se produce y distribuye el conocimiento. En teoría, esta producción y distribución debería ser equitativa para todos los que buscan educarse o dedicarse a la enseñanza sin embargo, existen variables que afectan la experiencia de educandos, maestros, personal educativo, investigadores, teoristas y demás miembros de la comunidad académica. Para entender estos factores desequilibrantes es necesaria la introducción del tema justicia epistémica.

¿Qué es la justicia epistémica? Este es el rubro que estudia la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación, en la distribución de recursos, contenido y discurso educativo, así como en la facultad y credibilidad de las personas que pertenecen a la comunidad académica. Cuando alguna de estas variables está desbalanceada, hablamos de injusticia epistémica.

El término fue acuñado en 2007 por la filósofa inglesa Miranda Fricker, quien sostiene que en concepto, se trata de una injusticia cometida específicamente contra la capacidad de conocimiento o testimonio de una persona. De acuerdo a Fricker hay dos tipos de injusticia epistémica: La testimonial y la hermenéutica. ¿Pero qué significa cada una y cómo influye en las dinámicas de la academia?

Injusticia epistémica testimonial: cuestión de no creer

Este tipo de injusticia se relaciona directamente con la credibilidad del discurso de una persona. Sucede cuando a una persona no le creen o no la toman en serio con base en prejuicios. Una manera simple de entender la justicia epistémica testimonial, sería el referirse a cualquier caso de crimen en el que una persona de color haya sido testigo y las autoridades no tomaran en serio la historia del testigo debido a un prejuicio de base racial. ¿Cómo se aplica esta instancia de desequilibrio social a la academia?

Existen muchas instancias en la que puede verse este desbalance que anula el conocimiento y aportaciones de grupos de minoría en la comunidad académica, científica, humanista, educativa, artística, etc. Un ejemplo lo encontramos en el trabajo de Rosalind Franklin, que fue utilizado para descubrir la estructura básica del ADN, pero a su persona no se le dio el peso ni la credibilidad científica como para recibir el mismo reconocimiento que a Francis Crick, James Watson y Maurice Wilkins; Jocelyn Bell Burnell descubrió los pulsares, logro que se le atribuyó a su supervisor, Zelda Fitzgerald solo fue conocida a través de las publicaciones de su esposo, Scott Fitzgerald, quién robó del trabajo de ella para nutrir el suyo.

Hoy en día, los casos de injusticia epistémica son menos trágicos, pero aún siguen ocurriendo. En artículos anteriores hemos mencionado cómo la escritora Rebecca Solnit no tuvo suficiente crédito ante un interlocutor quien no creía que era la autora de su propio libro, esto pasó en 2012. En 2016, un usuario de Twitter quiso aleccionar a una astronauta de la NASA sobre física en el espacio. Un caso aún más severo es el de la escritora y cómica Mindy Kaling, quien fue excluida de la lista de productores al momento que la serie The Office fuera nominada a un Emmy en 2007. Kaling tuvo que escribir un ensayo sobre sus contribuciones al equipo creativo e incluir declaraciones de los demás productores para ser tomada en cuenta.

Todas estas historias sobre la minimización y descrédito del trabajo de las mujeres como grupo minoritario está apoyada en una estructura que refuerza la idea de que no es creíble que personas de este perfil ayuden a descubrir la cadena de ADN, caminen en el espacio o escriban libros o series televisivas dignos de premios. Parte de la incredulidad sobre el conocimiento y habilidad de un grupo de personas, y por ende, en el testimonio que representa su trabajo.

Injusticia epistémica hermenéutica: cuestión de no entender

La injusticia hermenéutica se relaciona directamente con la interpretación de ideas, conceptos y sucesos. Sucede cuando no existen recursos cognitivos y lingüísticos para comprender las experiencias propias o de otros, o cuando estos beneficios le son negados a alguien para comprender sus experiencias.

Un ejemplo para entender cómo funciona la injusticia epistémica hermenéutica es el problema del racismo pasivo en las universidades y los espacios de trabajo. Hasta que no surgió el término “código social”, no había forma de poder encuadrar y entender las experiencias de las personas de color en espacios educativos y laborales.

El código social se compone de elementos de conducta, de lenguaje  verbal, no verbal, tono de voz y otras variables características que reflejan la historia cultural y personal de alguien. Cuando esas historias no pertenecen, ni empatan con las del grupo dominante, el grupo minoría es exhortado a realizar un cambio de código para encajar.

“El cambio de código social involucra alternar entre lenguajes, usar diferentes registros de tono, hacer un cambio dialéctico”, explica la Dra. Kimberly Harden, profesora del departamento de comunicación de la Universidad de Seattle. Esta supresión de la diversidad cultural en la academia y el recinto laboral supone una forma de velada y persistente de discriminación pasiva, que no había sido factorizada hasta que se generaron los términos que la describen, y esas palabras fueron admitidas en el léxico común.

La injusticia epistémica hermenéutica estuvo presente en los tiempos que académicos y profesionales tenían estas experiencias y carecían de los recursos para entenderlas, explicarlas y comunicarlas. Podría decirse también que siguen presentes en los casos de personas que tienen experiencias similares pero no han estado en contacto con contenidos que describan la situación de discriminación pasiva a la que están sujetos.

Este tipo de injusticia epistémica es más compleja y profunda, ya que no afecta solamente a las personas, ese sería el último paso, más bien perjudica la forma en que construimos la percepción, el conocimiento y el lenguaje, por lo que es mucho más persistente y difícil de erradicar.

¿Cómo combatir la injusticia epistémica?

La injusticia epistémica constituye una problemática muy compleja, no hay remedios simples para un mecanismo que va tan profundo que alcanza nuestra percepción y construcción del conocimiento, pero podemos trazar un camino de inicio para comenzar a deshilvanar los elementos que la disparan.

A nivel social, Miranda Fricker expone una de las prácticas a desmantelar para disminuir la injusticia epistémica. La también Profesora Presidencial de Filosofía en el Centro de Graduados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, explicó en una ponencia que el elemento clave a analizar es la libertad de expresión. De acuerdo a Fricker, la libertad de expresión no es solo el derecho inalienable al discurso, también se extiende a la validación de ese discurso en el proceso de producir conocimiento a través del mismo.

“Para que el mensaje de alguien se escuche, necesita ser escuchado sin prejuicios, para que las bases de una instancia de conocimiento pase y se transmita, necesita ser escuchada sin castigo y totalmente entendida en su significancia”, sostiene Fricker, quien agrega que el origen del problema es no tener esa base común. Sin este entendido, los pensamientos de esa persona, así como su voz y sus experiencias pueden ser exteriorizadas, más no pasarán al foro donde el conocimiento es producido. Bajo este contexto, el trabajo a realizar para reducir las instancias de injusticia epistémica no es algo que esté en la facultad de las personas afectadas por esta problemática, sino quienes la ejercen.

Si el prejuicio es aquello de donde parte esta dinámica cognitiva y social, lo necesario es analizar las fuentes del prejuicio y los mecanismos que lo refuerzan, solo de esta forma la comunidad académica y científica será capaz de integrar al repositorio general los conocimientos producidos por los grupos sociales que viven bajo ese prejuicio.

Al tener la capacidad de aportar a la producción de conocimiento y construcción de la percepción general del mundo, los grupos sociales que son sujetos a la injusticia epistémica tendrán las bases para disputar las condiciones que los ponen en desventaja social y epistémica frente a los grupos dominantes. No es una solución final, como sostiene Fricker, la problemática es muy compleja para abordarla con una sola respuesta, pero sí implica un paso necesario para comenzar el proceso que nos lleve a un mejor balance en la forma en que generamos conocimiento y forjamos nuestra visión del mundo a través de lo que sabemos.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/injusticia-epistemica

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