La ADP y la reforma de la educación (3 de 3)

República Dominicana / 9 de septiembre de 2018 / Autor: Jesús de la Rosa / Fuente: Hoy Digital

Los dominicanos y las dominicanas vivimos hoy un periodo crucial de nuestra historia. El momento de las grandes transformaciones encuentra al país sumido en una crisis social y económica de grandes proporciones resultado, no sólo de hechos y conflictos internacionales que escapan a nuestro control, sino de la acumulación progresiva de problemas que no hemos podido o sabido resolver. El atraso industrial, el desempleo, los problemas financieros y monetarios, la falta de infraestructura técnica científica básica y otras deficiencias por el estilo responden a razones muy diversas, entre las que pueden contarse la rigidez de nuestro sistema productivo en consonancia con las políticas y acuerdos enmarcados en nuestras relaciones con las grandes potencias industriales.

El contexto más arriba señalado, plantea a nuestra comunidad académica retos de trascendencia en la búsqueda de elementos que nos permitan llegar, como lo expresan personas expertas en la materia, “a una dinámica concertación entre los distintos actores de la sociedad y consensos globales sobre el futuro que guiará el desarrollo de la ciencia y la tecnología” Nos urge el ampliar y consolidar nuestros espacios de formación, innovación y circulación del conocimiento. Y encontrar articulaciones pertinentes entre tales procesos y la vida económica del país, paso indispensable en un ordenamiento mundial en plena gestación.

A decir de muchos, la comprobada situación de deterioro en que hoy se encuentra el sistema dominicano de instrucción pública es, al mismo tiempo, una manifestación de la crisis a la cual nos estamos refiriendo y un factor que contribuye a agravarla, por cuanto una población como la nuestra con muy bajo nivel educativo (quinto curso del nivel básico como promedio) no está en condiciones de afrontar la difícil tarea de sacar al país de la crisis y conducirlo por el camino del progreso.

Durante las primeras décadas del siglo 21 han ocurrido muchos cambios en el panorama mundial como consecuencia del desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, de la reestructuración económica, de la competencia internacional, del movimiento multicultural y de las reformas en el ámbito del Estado. En ese contexto, las escuelas y nosotros los profesores tenemos que enfrentarnos a muchos y nuevos problemas, incertidumbre y desafíos.

La educación dominicana en particular, a pesar de la gran crisis que ha tenido que enfrentar, todavía se considera como la solución a muchos de nuestros problemas y como fuente de bienestar social y económico. Esa certeza de que la educación es una condición fundamental e imprescindible para el desarrollo económico y social, fue lo que dio origen al Pacto Nacional por la Reforma Educativa 2014-2030, una iniciativa del gobierno del presidente Danilo Medina, de rectores de universidades, de asociaciones de profesores, de líderes sindicales, políticos y comunitarios, y de otros, que nos reunimos durante meses en un gran esfuerzo para encontrar soluciones a los problemas medulares que afectan al sistema de instrucción pública. Pero, tal y como bien lo expresara Dalila Oliveira “la idea de que la mejora del desempeño de los alumnos es un factor dependiente casi exclusivamente de la calidad docente ha llevado a que los problemas de aprendizaje se justifiquen en la baja cualificación profesional de los docentes”.

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La ADP y la reforma de la educación

ove/mahv

 

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Pactos, 4 por ciento y reforma de la educación -2 de 3-

República Dominicana / 25 de febrero de 2018 / Autor: Jesús de la Rosa / Fuente: Hoy Digital

En las décadas de los años ochenta del pasado siglo 20, la instrucción pública de la República Dominicana confrontaba grandes calamidades. Sus índices de calidad revelaban un gran desastre: baja tasa de cobertura acompañada de una alta tasa de deserción; bajo porcentaje de estudiantes promovidos de grado y sobrecogedores índices de sobre edad. Más de 700 mil niños y jóvenes debieron permanecer fuera de las aulas por falta de cupo o por problemas económicos que los afectaban tanto a ellos como sus padres. En las comunidades más empobrecidas del país se había ido perdiendo la costumbre de enviar sus hijos a las escuelas. La educación inicial era un producto muy caro por lo que la cobertura en ese nivel apenas cubría el 20% de la demanda potencial. El 20% de los dominicanos mayores de 15 años no sabían ni leer ni escribir. La escolaridad promedia de la República Dominica apenas alcanzaba los 4 años de educación básica; hecho éste, que se manifestaba en una baja capacidad tecnológica en su población económicamente activa. Como bien lo señaló el entonces Secretario de Educación, Bellas Artes y Cultos, Nicolás Almánzar: “existe una severa crisis educativa. Sería necio y absurdo negarlo, cuando la realidad es más fuerte que el pálido reflejo de lo que escriben sobre la crisis educativa, los especialistas y los formadores de opinión”. ¿Qué evitó el colapso definitivo del sistema dominicano de instrucción pública? El diseño y puesta en práctica del Plan Decenal de Educación 1993-2003 a cargo, no de un individuo en particular, sino de cientos de personas capacitadas y deseosas de mejorar las condiciones de vida de los dominicanos. Los candidatos de los principales partidos políticos a ocupar la Presidencia de la República en las elecciones generales celebradas aquí en 1996 acordaron con los comisionados del Plan Decenal de Educación 1993-2003 que quien resultara ganador en esos comicios nombrara como Secretario de Educación, Bellas Artes y Cultos a una persona ligada al sector y muy entendida en materia de educación y de didáctica. El candidato triunfador en esas elecciones, el doctor Leonel Fernández Reina, cumplió con lo acordado.

¿Quién o quiénes fueron los primeros en sugerir un presupuesto para educación equivalente a un 4% del Producto Bruto Interno? El Sistema Dominicano de Instrucción Pública era, y todavía lo sigue siendo, uno de los peores financiados de la América Española y el Caribe. Los gobiernos que se sucedieron en las décadas de los años 90 y en los inicios de la primera del siglo 21, invirtieron en educación un promedio de 2.3% del PBI, en momentos en que el promedio de los gastos en educación de parte de los gobiernos latinoamericanos sobrepasaba con creces el 4.7% del PBI. Ante esa situación, nuestros gobernantes reaccionaban de distintas manera; unos, otorgando al sector de educación montos cada vez más insuficientes; y otros, dejando hacer a los secretarios de Estado del ramo lo que querían y podían para mejorar la grave situación en que se encontraba el sistema dominicano de instrucción pública.

Todo ello, sin analizar los graves problemas a los cuales nos enfrentábamos y sin concertar soluciones de fondo a los mismos. Afortunadamente, al multiplicarse los grupos sociales que demandaban más y mejor educación, aumentaron las expectativas. Lo mismo ocurrió con el financiamiento de las escuelas públicas. Cuando eran pocas y poco también su impacto en las finanzas públicas, sólo a un reducido grupo de personas se le ocurría pensar y sugerir que los gobiernos invirtieran más en el ramo.

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Pactos, 4 por ciento y reforma de la educación

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http://crees.org.do/es/gráfica-del-día-calidad-de-la-educación-en-centroamérica-y-república-dominicana

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La escuela pública, del Estado, tuya.

Por: José Antonio Naz Valverde. 

La educación en los Estados democráticos modernos es una preocupación fundamental, no solo del gobierno sino de la sociedad en su conjunto, y se entiende como un derecho y obligación de toda la ciudadanía y de sus instituciones para garantizar unos valores generales y una formación común que permita el desarrollo de todas las personas y el avance del país.

En Europa desde la Ilustración la «instrucción pública» se considera la base de la Republica, y por tanto una competencia directa del Estado. Y así es considerada hasta hoy en la mayoría de los países de nuestro entorno. Esto supone un único sistema de educación, gestionado por los fondos públicos y en centros públicos. Así tenemos ejemplos como el Finlandés, reconocido como uno de los mejores sistemas educativos, donde solo hay un escaso 10% de centros privados. Otro modelo puede ser el francés, con tres tipos de centros: estatales, concertados y privados, aunque con un único programa obligatorio, supervisado por la Inspección pública y con controles y exámenes únicos realizados desde el Estado; y todos los que reciben subvención estatal, independientemente de su titularidad, están obligados a un concurso público de contratación del profesorado y los idearios particulares solo pueden desarrollarse en horarios complementarios.

El caso español es un poco particular. Nuestra historia siempre ha estado marcada por las contrarreformas, no dejamos florecer como en otros países el renacimiento que acababa con los siglos obscuros del medievo, fuimos la lanza contra los intentos de reformas en la «cristiandad», reforzando la contrarreforma y manteniendo la Inquisición hasta el siglo XIX; y no parece que nos revelaramos contra Napoleón por nuestra soberanía sino más bien contra las modernidades que pretendía implantar, por eso recibimos al poco tiempo al grito de «vivan las cadenas» al ejército francés, esta vez del rey, que nos devolvía a nuestro absolutisimo Fernando VII. Naturalmente la educación estuvo todo el tiempo en manos de la Iglesia Católica, desde los conventos y abadías hasta seminarios y centros de órdenes religiosas.

Solamente en los principios del siglo XX empieza a desarrollarse la enseñanza pública, siendo el breve periodo de la Segunda Republica el momento de máximo esplendor, con un cuerpo de maestros muy implicados y con un alto nivel profesional. El golpe militar bajo el lema de cruzada nacionalcatolica cortó de raíz ese sistema de enseñanza. Los vencedores se cebaron con el profesorado de la República, acabando físicamente con ellos o destituyéndolos. En el nuevo régimen los servicios sociales, como la salud o la educación, son entregados a la Iglesia Católica, y se improvisa un nuevo profesorado entre el propio clero y los combatientes del bando franquista, primando la certificación ideológica sobre otro tipo de formación o competencias. Las propias escuelas de Magisterio son concebidas y funcionan como centros de formación de catequistas para formar en los principios del régimen. La poca definición de Constitución del 78 y los acuerdos con la Santa Sede permiten la continuidad del protagonismo de la Iglesia en la educación. El desarrollo normativo de estos casi 40 años (Lode, Logse, Lomce, Lea) no ha corregido y a veces ha favorecido ese protagonismo.

Hay pues dos sistemas de hecho, uno estatal y otro de la Iglesia Católica (subvencionado casi todo por el Estado), quien mantiene también una gran influencia sobre el primero, y está en plena ofensiva expansionista. Ante esta realidad, y la devaluación del servicio público por las políticas de recortes, la sociedad está empezando a reaccionar, con movimientos y mareas en defensa de la enseñanza pública o con huelgas. Pero no tienen el respaldo masivo del profesorado, familias y alumnado que sería lógico. Sin duda porque no sienten que lo público es suyo, que el profesorado está pagado por la ciudadanía, que las plazas educativas cuestan un dinero que es de todos y todas, que las familias tienen derechos y deberes con el sistema educativo de sus hijos, que la ciudadanía en general es propietaria del sistema y tiene que defenderlo y mejorarlo.

España tendrá un sistema educativo similar al de Francia o Finlandia cuando su pueblo cambie la mentalidad de súbdito a la de ciudadano y realice la Transición hacia el Estado Democrático del siglo XXI, sin tutelas de ningún poder que no sea el de la ciudadanía.

Fuente: http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/escuela-publica-estado-tuya_1171717.html

Imagen: http://zetaestaticos.com/cordoba/img/noticias/1/171/1171717_1.jpg

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La educación en la España liberal.

En la época de las Regencias se inició el proceso para implantar definitivamente el primer sistema educativo español.

Por: Eduardo Montagut.

La Constitución de 1812 reconoció el derecho a la educación y estableció que el Estado debía garantizarlo, planteando las bases de un sistema educativo nacional de signo liberal. En las Cortes se elaboró un exhaustivo informe sobre la educación en España por una comisión que presidió Manuel José Quintana. La vuelta al absolutismo paralizó la creación del sistema educativo nacional, pero el informe de Quintana se retomó en el Trienio Liberal, elevándolo a rango legal con algunas modificaciones. De nuevo, el renovado absolutismo, ahora en la denominada “Década Ominosa”, paralizó el proceso.

El sistema terminó de perfilarse con la primera ley general educativa, conocida como la Ley Moyano, aprobada en 1857

En la época de las Regencias se inició el proceso para implantar definitivamente el primer sistema educativo español. En 1838 se publicó un Reglamento de Escuelas Primarias. Entre mediados de dicha década y la siguiente comenzaron a abrirse los primeros Institutos de segunda enseñanza. En 1845 se aprobó el Plan Pidal, ya en la Década Moderada. El sistema terminó de perfilarse con la primera ley general educativa, conocida como la Ley Moyano, aprobada en 1857, que con algunas variaciones llegó hasta bien entrado el siglo XX.

El sistema educativo liberal era dual. Una parte era estatal y otra privada, con fuerte presencia de la Iglesia que, por otra parte, recuperó el control ideológico y moral sobre la escuela española gracias al Concordato de 1851. Uno de los problemas más graves de la educación decimonónica española fueron las limitaciones presupuestarias. Las escuelas no estaban dotadas adecuadamente, con unos maestros mal pagados, dando como resultado una pésima calidad de la enseñanza. Aunque la enseñanza primaria era obligatoria, muchos niños y niñas, por otro lado, segregados, no podían acudir a las escuelas porque tenían que contribuir al sustento familiar, por lo que la escuela nunca fue un factor de cohesión y promoción social. Se calcula que en 1900 el número de personas escolarizadas en este nivel era del 50%. El analfabetismo siguió siendo muy alto en todo el siglo XIX. En 1800 la mitad de la población era analfabeta, pero el porcentaje solamente disminuyó al 36% en 1900. En todo caso, el porcentaje de analfabetos dependió de las zonas geográficas y por sexos, siendo más alto en el medio rural y entre las mujeres. El número de estudiantes de secundaria se mantuvo estable a lo largo del período. Al terminar el siglo, había un Instituto en cada capital de provincia, con la excepción de Madrid y Barcelona, que contaban con más, dada su población. A los Institutos sólo acudía una minoría de estudiantes, el 1’6% de los que habían ido a las escuelas primarias y, en su gran mayoría, varones. Los institutos dependían de las diputaciones provinciales, aunque en 1887 pasaron a depender del Estado.

A los estudios superiores o universitarios accedía exclusivamente una minoría, y solamente varones. El sistema estaba muy centralizado y era uniforme, sin autonomía universitaria. La principal universidad era la Central de Madrid, única que impartía todas las carreras.

Al poco tiempo de comenzar la Restauración estalló un conflicto educativo de importantes consecuencias para la Historia de la educación en España. En 1875, el gobierno expulsó de sus cátedras a varios profesores por negarse a aceptar el Decreto del ministro Orovio. Entre ellos se encontraban Castelar, Salmerón, Montero Ríos y Azcárate, todos ellos próximos al krausismo.

Estos profesores se habían negado a jurar fidelidad a la monarquía y a respetar los dogmas del catolicismo. Además, eran próximos a las teorías de Darwin y del positivismo. Como resultado de la expulsión, Francisco Giner de los Ríos fundó, con un grupo de catedráticos, la Institución Libre de Enseñanza como centro privado y laico. La Institución buscó la formación integral del individuo en libertad, fomentando una actitud crítica. El método pedagógico incorporaba nuevas materias y actividades, como las excursiones, la educación física, la música y el canto, etc… Aunque no pasó de ser una institución minoritaria, de la que solamente se beneficiaron los hijos de la burguesía progresista, sus planteamientos fueron fundamentales en la renovación pedagógica, intelectual y cultural de la España del momento y del futuro siglo XX, hasta el estallido de la Guerra Civil. Para los seguidores de la Institución Libre de Enseñanza era muy importante la formación pedagógica y profesional del maestro, incluyendo los viajes pensionados al extranjero. Por fin, en 1881 se aprobó la libertad de cátedra y comenzó un período de mayor tolerancia ideológica.

En principio, el sistema político diseñado por Cánovas no prestó una gran atención a la formación de los maestros ni a la educación; de hecho, se puede hablar de abandono de las Escuelas normales. Desde distintos congresos pedagógicos, la prensa y las tribunas progresistas se denunció esta situación. En los años ochenta, por fin, se plantearon algunas reformas, especialmente en la Escuela Normal Central de Maestras, con cambios curriculares, que denotaban alguna influencia de la Institución Libre de Enseñanza. En 1882 se creó, a su instancia, el Museo de Instrucción Primaria, luego Museo Pedagógico Nacional, que ejerció una intensísima influencia en la renovación pedagógica de este país, ya que no se circunscribió al coleccionismo, sino que fomentó la investigación y las publicaciones.

En 1898, la reforma Gamazo supuso un nuevo mazazo para la formación de los maestros, ya que se restringió su formación, aludiendo a los problemas económicos del momento, aunque luego se mitigó en parte esta situación.

En 1900 se creó el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes por decisión del gobierno de Francisco Silvela. Anteriormente, la educación había dependido de la Dirección General de Instrucción Pública del Ministerio de Fomento. El gran impulsor del Ministerio fue Romanones. En estos primeros años del siglo XX se produjeron retrocesos y avances en la cuestión de la formación de los docentes. Romanones decidió incorporar los estudios elementales de Magisterio a los Institutos de Segunda Enseñanza. Pero en 1903 los estudios retornaron a las Escuelas Normales con dos años para el título elemental y otros dos para el superior. Anteriormente, se había suprimido el título de maestro normal. El gran avance fue la creación de la Escuela Superior de Magisterio de la mano del ministro Rodríguez Sampedro, en el año 1909. Se reorganizaron los estudios por secciones, se ingresaba después de pasar unas pruebas de ingreso, se dotaron becas y pensiones para estudiar en el extranjero y, por fin, se comenzó a reforzar la formación pedagógica. Otro de los hitos fundamentales de la época fue el hecho de que Cossío ocupase la cátedra de Pedagogía Superior en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid.

La Escuela Superior consiguió ser un centro pedagógico de cierta altura. Allí surgió toda una generación de normalistas. Como medio de difusión de las nuevas teorías pedagógicas estaba la “Revista de Escuelas Normales”, órgano de la Asociación Nacional del Profesorado Numerario. El movimiento normalista luchó para elevar la Escuela a rango de Facultad.

El ministro Bergamín dio dos Decretos importantes en la Historia de la formación de los maestros, en el año 1914. Se unificó el título de maestro, la carrera se amplió a cuatro años, se dotaron becas, el acceso a la función pública se haría por oposición y se reformó la Escuela Superior de Magisterio. Pero, junto con estos evidentes avances, otros aspectos no se reformaron, ya que se mantuvo que los alumnos que ingresaban en las Normales podían proceder de la escuela primaria, y el plan de estudios volvió a pecar de excesivamente académico o culturalista frente a la formación pedagógica.

Además de los intentos de mejorar la educación en España promovidos por el movimiento normalista y los prohombres de la Institución Libre de Enseñanza, se plantearon críticas al sistema educativo español desde el regeneracionismo. Joaquín Costa abogó por la revalorización del maestro, y Macías Picavea hizo una profunda crítica de la formación que se daba en las Escuelas Normales. El problema del regeneracionismo, como en otros aspectos, fue que no planteó un modelo alternativo educativo.

En el seno del movimiento obrero, el anarquismo dedicó una gran importancia a la educación. Su contribución más importante fue, a principios del siglo XX, la Escuela Moderna en Barcelona, gracias a la labor de Ferrer i Guardia. La Escuela se caracterizó por el rechazo de la pedagogía tradicional basada en el castigo, la memorización y el dogmatismo católico. Se defendía la educación sin coacciones y basada en el racionalismo moral. Pretendía inculcar los valores libertarios de igualdad y solidaridad, basados en el anarquismo. En lo referente a los profesores, Ferrer opinó, en La renovación de la Escuela, que eran instrumentos conscientes o inconscientes de las voluntades de los que dirigían los sistemas educativos, “formados ellos mismos según sus principios”. Educar era “domar, adiestrar, domesticar”, es decir, la educación era un medio de dominación. El nuevo profesor debía estar “en perfectas condiciones para comprender al niño”, porque la misión era la emancipación del ser humano.

Los socialistas tardaron algo más en preocuparse por la educación, pero en las Casas del Pueblo se dedicó mucha atención a esta cuestión y, además, se creó la Escuela Nueva, fundada por Manuel Núñez de Arenas en el año 1910, como un centro educativo y cultural, con dos grandes objetivos: difundir la Historia del socialismo, y proporcionar formación básica y profesional para los trabajadores, intentando cubrir una de las lagunas del sistema educativo español del momento. En esta Escuela trabajaron personas relevantes como Jaime Vera, A. Ovejero, García Morente, J. Besteiro, Fernando de los Ríos, etc.

Hasta el año 1915 la Escuela luchó por definirse como un proyecto cultural específico del socialismo español, pero fue criticada por algunos, acusándola de ser un ejemplo del fabianismo británico, y de permitir tener en su seno a oradores no socialistas, así como de ser más informativa que, realmente, formativa. A pesar de las turbulencias, la institución no se hundió y en el año 1918 contaba con 104 afiliados. Además, en ese año, sus Bases para un programa de Instrucción pública se presentaron como ponencia en el Congreso del PSOE, defendiendo un concepto socialista de educación. Este programa pretendía que la educación fuera un instrumento de liberación del individuo y de socialización de la cultura. Los socialistas defendían la coeducación, la laicidad, la autonomía escolar, una profunda renovación pedagógica y la gratuidad, conseguida a través de la aplicación de una política fiscal progresiva sobre el capital y la renta.

En relación con los docentes, los socialistas plantearon uno modelo profesional y de formación muy novedoso en el programa político de 1918. El personal docente debía pertenecer a un cuerpo único y con preparación análoga, aunque con algunas diferencias en función de la especialidad. La formación se daría en facultades de pedagogía, primando las prácticas. Se tendrían que crear Consejos académicos para tratar del régimen académico, donde estarían representados los sindicatos y gremios profesionales. La importancia de estos Consejos sería tal que lo que allí se acordase debía ser puesto en ejecución por el Ministerio. Los Consejos solamente debían rendir cuentas a las Cortes.

Por su parte, la Escuela sufrió una profunda crisis en el año 1921 cuando su creador,Núñez de Arenas, se mostró partidario de la III Internacional, ingresando en el Partido Comunista. A raíz del golpe de Primo de Rivera, Núñez tuvo que exiliarse, la Escuela decayó y no pudo renacer en la República.

En algunos sectores del mundo católico sí hubo un interés por la renovación pedagógica. Sin lugar a dudas, en la Restauración, destacaron las Escuelas del Ave María, creadas en Granada a partir de 1888 por iniciativa del padre Manjón. Se aplicaron algunos de los principios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza como la educación activa, contacto con la naturaleza, etc., pero se diferenciaba de ésta por su ideario católico y su orientación social, ya que iba destinada a sectores populares, en especial los niños de la comunidad gitana.

Fuente: 

http://www.nuevatribuna.es/articulo/historia/educacion-espanha-liberal/20161026102402133109.html

Imagen:

http://www.nuevatribuna.es/media/nuevatribuna/images/2016/10/26//2016102612233287954.jpg

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Un dictado por día: alarmada por el retraso educativo, Francia vuelve a viejos métodos

Francia/03 de Octubre de 2016/El Mundo

En los programas escolares de 2016 se reintroduce también el cálculo mental y la lectura en voz alta, largo tiempo denostados por las «nuevas pedagogías». Siete virtudes de «la dictée».

El dictado era una tradición en Francia, casi un hobby nacional, al punto que uno de los programas televisivos de mayor audiencia en los años 80-90 consistía en competencias ortográficas a través de dictados…

Pero todo eso fue progresivamente dejado de lado en los últimos 30 años, en nombre de teorías pedagógicas que consideran que la corrección ortográfica es un vejamen a la persona, un freno a la creatividad o incluso un atentado contra la libre expresión. Que el silabeo, la memorización y la lectura en voz alta eran antiguallas que debían ser dejadas de lado, no sólo por tediosas y desmovilizadoras, sino también en nombre del dogma que sostiene que el alumno tiene mucho más que enseñarle al maestro que a la inversa.

Hoy, ante la constatación de los resultados catastróficos producidos por esos cambios y la evidencia de que la pérdida de calidad de la educación parece no tener freno, las autoridades educativas empiezan a apelar a lo que alguna vez colocó a la instrucción pública francesa entre las más eficientes del mundo.

Lo curioso es que, hace pocos meses, la joven ministra socialista de Educación, Najat Vallaud-Belkacem, había presentado una reforma de los programas escolares de primaria y colegio (hasta los 15 años), que había despertado el rechazo de autoridades educativas, docentes y políticos, por estar basada en el mismo credo pedagógico que tanto daño viene causando. Evidentemente los descontentos fueron oídos, y ahora la ministra, dejando de lado sus veleidades modernizantes, anuncia en cambio que, entre otras cosas, habrá un dictado diario en todas las escuelas.

La marcha atrás es radical, respecto de una pedagogía que abominaba de las calificaciones y pruebas –otras tantas fuentes de frustración infantil a evitar, según ciertos expertos-, considerando que un dictado diario equivale en la práctica casi a una evaluación cotidiana del progreso de los alumnos en lengua escrita.

Hace ya décadas que en Francia se vienen escuchando advertencias sobre el pésimo desempeño de los niños en escritura. «El nivel se ha derrumbado en estos últimos treinta años. Pensábamos que la cosa se había estabilizado, pero no ha sido así. Los franceses dominaban el 51% de las reglas gramaticales de base en 2010, hoy ese porcentaje descendió al 45 por ciento. Seis puntos menos en apenas cinco años», dijo el especialista Pascal Hostachy, citado por el diario italiano.

Al hacer el anuncio, la ministra Vallaud-Belkacem dijo que el sistema anunciado «permitirá garantizar una base sólida para todos los estudiantes y esto pasa necesariamente a través de un aprendizaje diario, que incluye un dictado; hoy lo esencial es el dominio de la lengua».

Las reacciones al anuncio van desde el rechazo de algunos sindicatos docentes que adscriben al modernismo pedagógico hasta una cautelosa aprobación por parte de quienes hace tiempo lo cuestionan pero se preguntan si con este anuncio basta para devolverle a la educación francesa su antiguo esplendor.

«Un dictado es sólo una forma de evaluación; hay que enseñar de modo sistemático la gramática y la ortografía», sostiene por ejemplo Jean-Paul Brighelli, maestro y autor de varios ensayos críticos sobre la actual pedagogía.

Convocados por el canal BFM TV para comentar el anuncio, el citado Brighelli y Iannis Roder, profesor de Historia y Geografía en liceos y autor de Pizarrón negro. La derrota de la Escuela, coincidieron en el negro diagnóstico de la situación.

«Si la ministra hoy se siente obligada a decir ‘vamos a hacer un dictado’, ‘vamos a hacer cálculo mental’ es porque ya no se hacía y eso es preocupante –dijo Iannis Roder-. En mis clases, en secundario, algunos alumnos padecen de graves problemas de expresión escrita y, apenas se trata de calcular algo, el reflejo es sacar la maquinita. La ortografía de los estudiantes universitarios es desastrosa. Entonces hay que volver a los fundamentos. La constatación en el terreno es alarmante. Si hacer un dictado por día va a bastar, no lo sé. En todo caso no se puede entender el mundo, leer, si no se tienen esas bases».

Brighelli sostiene que ya está comprobado «científicamente» que para aprender a leer y escribir el método alfa-silábico, el deletreo, es el mejor. «Pero no escuché a la ministra decir que lo va a promover contra el método ideográfico (global) impuesto en nombre de los imperativos ideológicos. Los alumnos ignoran la ortografía porque hace 15 años que no se les enseña», afirma.

«Recuerdo a un inspector que en un curso con alumnos de 13 años, les dijo a los docentes: ‘por la ortografía no se preocupen, aprenderán después’. Es aberrante, es delirante», acota Roder.

En la nueva versión de la reforma, se pone el acento en las muchas ocasiones que tendrán los escolares de escribir, al punto que se volverá una práctica diaria. Y se insiste sobre «la regularidad de los ejercicios». Al mejor estilo de la buena vieja escuela.

Sin embargo, algunos sindicatos docentes critican lo que consideran una concesión a lo reaccionario, algocontrario a la libertad pedagógica de los docentes, según consigna el diario Le Monde, citando la crítica de Sébastien Sihr, secretario general del SNUipp-FSU, primer sindicato de maestros primarios: «Se habla de refundación de la escuela y todo se resume en un dictado por día».

 

Para qué sirve un dictado

Lista –parcial- de algunas de las virtudes de este método.

1-Permite evaluar la ortografía, la fijación y dominio de nuevas reglas

2-Si el dictado no incluye la puntuación, y el alumno debe deducirla, constituye un entrenamiento ideal para conocer la función de la coma, el punto, el punto y coma, etcétera. Entrena el oído en la entonación, de la cual se deduce la puntuación.

3-Mejora la atención, ya que hay que seguir el hilo de de la lectura para poder escribir todo

4-Ayuda a la comprensión de texto, ya que no se puede escribir correctamente lo que no se entiende

5-Ayuda a escribir a un ritmo cada vez más rápido

6-Entrena al futuro estudiante secundario y universitario en la toma de apuntes

7-Es un método de evaluación que le permite al maestro verificar progresos e identificar problemas

Fuente: http://www.tiemposur.com.ar/nota/117462-un-dictado-por-dia-alarmada-por-el-retraso-educativo-francia-vuelve-a-viejos-metodos

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