Colombia: Entrevista con Alex Beard: «Ser maestro debe ser el trabajo más importante del siglo XXI»

Entrevista con Alex Beard: «Ser maestro debe ser el trabajo más importante del siglo XXI»

Alejandro Millán Valencia

Alex Beard era maestro en una escuela en el sur de Londres hasta que, después de un tiempo de sentirse estancado en su oficio como profesor, decidió partir en búsqueda de nuevas alternativas.

Y ese viaje, que incluyó más de 20 países, le sirvió a Beard para encontrarse con escuelas que incuban los principales métodos para afrontar los retos que presenta el siglo XXI.

Su recorrido terminó en el libro «Otras formas de aprender» (Natural Born Learners), en el que no solo recoge los ejemplos más destacados sino también reflexiona sobre lo que tal vez son los temas más importantes que afrontará la educación en las próximas décadas.

«La creatividad, la capacidad de resolver problemas y la importancia de los maestros son los grandes desafíos de las escuelas. Y todo esto, envuelto bajo la gran incógnita de cómo manejar las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial», señaló.

Esta es la entrevista de Beard con BBC Mundo con motivo del Festival Hay en Cartagena.

¿Cuáles son los peores errores que se están cometiendo en educación estos días?

Es una buena pregunta, que nos tenemos que hacer con urgencia. Mira, yo comencé como maestro en una escuela del sur de Londres, en Kent Road -que, para que te des una idea, en el juego Monopolio es la propiedad más barata- y ahí me golpeó el hecho de que enseñaba con los métodos que utilizaba Sócrates en el ágora hace unos 2.000 años a unos niños que tenían sus celulares y vivían en el futuro.

Creo que ese es el mayor error que estamos cometiendo actualmente: las escuelas se quedaron en el pasado y, bajo estos métodos caducos, nos pasamos 12 años dentro de las aulas, por lo que es muy difícil cambiar nuestras ideas sobre cómo debe ser la escuela.

El segundo reto que afronta la educación de hoy es que no sabe con claridad en qué debe enfocarse, en qué debe centrarse teniendo en cuenta el futuro. Cuando me veo de nuevo en un aula de clases, me veo como un profesor que entrena a los niños para que superen un examen.

Para que saquen una nota aceptable, que es lo que necesitan, si hablamos en términos prácticos, para pasar de grado en el colegio.

«Las escuelas está viviendo en el pasado y bajo estos métodos nos pasamos 12 años dentro del colegio, por lo que es muy difícil cambiar nuestras ideas sobre cómo debe ser la enseñanza».

Y eso no tiene nada que ver con formar profesionales del futuro…

Exactamente, los estamos entrenando para empleos y oficios que en el futuro van a poder hacer los robots. Me queda claro que no los estoy preparando para nada de lo que viene. Y el error que estamos cometiendo es que ponemos mucha de esa culpa en los maestros.

Lo que creo que debemos hacer es convertir al maestro o maestra en una de las personas más importantes de la sociedad. Porque al final son ellos los que van a moldear nuestra creatividad, nuestra cohesión social, los que van a sentar las bases que lleven a crear una economía fuerte y sostenible.

Debemos esforzarnos por darles autonomía y fortalecer su profesionalismo, en vez de culparlos porque las generaciones más jóvenes no dan la talla.

En ese sentido, ¿qué habilidades deben enseñar los maestros en las aulas para afrontar el futuro?

Creo que los niños requieren tres cosas. La primera es aprender a pensar, pero de una manera acorde a los retos del futuro. Deben pensar de forma crítica sobre el mundo, sobre el rol que quieren ejercer a partir de un conocimiento profundo de ellos mismos.

Lo segundo es aprender a actuar, pero especialmente cómo ser unas personas creativas. Ahora estamos afrontando retos inmensos en cuestiones ambientales, el aumento de la desigualdad, un escenario donde los trabajos actuales serán reemplazados por máquinas… Así que allí vamos a necesitar que los niños desarrollen a fondo su creatividad.

Y eso significa que los niños no solo deben aprender a ser creativos, sino también a trabajar, con la ayuda de las nuevas tecnologías, en conjunto con otras personas.

¿Los maestros serán reemplazados por robots? Beard cree que no será así.

Y lo tercero, aplicar esa creatividad en la resolución de problemas que afronta el mundo moderno. Para cuidarse a ellos mismos y a las personas que los rodean.

Mientras la sociedad se polariza cada vez más, los estudiantes necesitan desarrollar su inteligencia emocional para ser capaces de conectar y sentir empatía con otras personas, ya sean de su comunidad o a nivel global.

Pero sobre todo que aprendan a comprender su propio desarrollo emocional, para que sean capaces de manejar su bienestar en un mundo en el que cada día es más difícil vivir.

Hay un tema que está presente en su libro «Nuevas formas de aprender»el papel de la educación en ayudar a buscar «el sentido en las cosas que estamos haciendo».

Una de las cosas que está transformando la forma en que entendemos la educación es la investigación sobre cómo funciona nuestro cerebro, en el campo de la psicología, el desarrollo temprano e incluso la neurociencia.

Y una de las cosas que los científicos cognitivos han encontrado es que hay una jerarquía en nuestras experiencias cuyos resultados nos llevan a aprender. Si insistimos en repetir y memorizar, entonces vas a retener una cierta cantidad de conocimiento y vas a aprender en alguna medida.

Pero, pero si las cosas que estás aprendiendo te causan una reacción emocional – o sea, te hacen sentir entusiasmado, triste, confundido, te estremecen y así- es posible que retengas más conocimiento que a través de la memorización.

Robot educador

«Las escuelas hoy en día no saben con claridad en qué deben enfocarse, en qué deben centrarse teniendo en cuenta el futuro»

Lo más importante de eso es que tanto los investigadores como los psicólogos han llegado a la misma conclusión: que si ese aprendizaje tiene un sentido para los estudiantes, es entonces cuando realmente ocurre.

¿Y qué significa que el aprendizaje tenga sentido?

Puede que una enseñanza tenga sentido porque hay un trabajo en particular que quieres tener y quieres que las cosas que aprendes te ayuden a conseguirlo y a ejecutarlo.

Pero esa es una visión muy estrecha del aprendizaje. Puede tener mucho sentido para ti porque es algo que amas hacer. Es importante para ti como persona. Tal vez ames las matemáticas, aprender nuevos idiomas, la música.

Y, cuando comienzas a hacer estas cosas que amas, tienen sentido para ti porque tienen que ver con tu identidad y tu manera de expresarte.

La gente incluso puede encontrar su propia autoexpresión en crear códigos. Por ejemplo, donde esta idea se convierte en una búsqueda creativa o donde puedes encontrar significado en lo que haces al ver que ayuda a resolver un problema sobre cosas que te importan en el mundo.

Por lo tanto, es posible que te interese el cambio climático, que te importe la creciente desigualdad dentro de la sociedad y si puedes aplicar el aprendizaje que se está llevando a cabo en el aula a intentar resolver problemas relacionados con esos temas que a ti te importan, entonces encontrarás significado en el aprendizaje y en la aplicación de ese aprendizaje.

Uno de los únicos recursos ilimitados que tendremos en el futuro será nuestra creatividad.

El libro habla de la conexión entre el aprendizaje, la tecnología y la inteligencia artificial ¿es posible que el ser profesor pueda ser considerado una profesión obsoleta en el futuro?

Bueno… una de las razones por las que emprendí este viaje es que cuando trabajaba como profesor en Londres sentía que estaba estancado.

Veía cómo las nuevas tecnologías, las redes sociales y el surgimiento del big data estaban tomándolo todo alrededor y, de un momento a otro, mi principal interés fue saber cómo esas nuevas tecnologías, entre las que se cuenta la inteligencia artificial, se aplicaban en el campo de la docencia. Si realmente las nuevas tecnologías podían transformar el modo en que aprendemos.

Por eso, si la premisa era que los robots nos iban a quitar nuestro trabajo, mi primer destino fue Silicon Valley. Yo pensaba que, tras la estrepitosa derrota de Gary Kasparov ante Deep Blue en 1997, la inteligencia artificial iba a arrasar con todo.

Pero mi visita al Silicon Valley me enseñó otra cosa. Y allí vi por primera vez a un robot profesor. Y no era un androide que estaba de frente a un salón de clases: era, en cambio, un software de inteligencia artificial dentro de un ambiente de aprendizaje por internet.

«El problema es que yo enseñaba con los métodos que utilizaba Sócrates en el ágora hace unos dos mil años a unos niños que tenían sus celulares y ya viven en el futuro»

¿Cómo funcionaba eso?

Ellos tenían un laboratorio de enseñanza donde había un profesor y unos diez niños de 5 años, cada uno frente a un computador, con audífonos. Todos los niños estaban callados, concentrados en su computadora, donde había programas diseñados para ayudarles con su aprendizaje de lengua o con la solución de problemas matemáticos.

Lo interesante allí era que mientras el programa ayudaba a los estudiantes, a la vez «aprendía» con los datos que obtenía en cada sesión cuáles eran las debilidades y fortalezas de esos niños y automáticamente adaptaba esa experiencia para la siguiente sesión.

Así que al final se ofrecía un trabajo casi personalizado de aprendizaje, a la vez que estos datos se pasaban a los profesores, que contaban así con más información sobre cada uno de sus estudiantes.

Este es un ejemplo de lo que ha ocurrido: la inteligencia artificial no ha sobrepasado a los maestros, sino que se ha convertido en una herramienta útil, en un complemento muy necesario.

Otro ejemplo: en 2013, un estudio de la Oxford Martin School reveló que había 700 profesiones que podrían ser reemplazadas por robots en el futuro, pero ninguno de los trabajos relacionados con la docencia -o sea, maestro de primaria, preescolar, profesor bachillerato e incluso universitario- iban camino a desaparecer. Y es verdad. Y eso ocurre porque enseñar es el proceso humano definitivo.

«Silicon Valley es sede de grandes avances en el tema de la educación para el futuro.»

¿Y no hay riesgos en esas convivencias con los datos y la inteligencia artificial?

Aunque haya inteligencia artificial o robots, la educación depende de la interacción humana. Aprendemos de manera natural, pero nacemos para aprender en sociedad. Nosotros conocemos las cosas de otras personas. Y en el futuro, vamos ver muchos avances tecnológicos, pero van a ser incorporados y utilizados por los maestros.

El gran riesgo es que esa inteligencia artificial logre ser mejor que los peores maestros en algunas zonas del mundo. Y el riesgo existe porque la inteligencia artificial es barata. Y tal vez no sea la mejor educación que un maestro pueda dar, pero al menos va ser más barata. Y eso es un gran peligro.

Pero esa es mi versión pesimista del futuro. Yo creo que podemos evitarla si invertimos más en los maestros, en su formación, que dé como resultado profesores más expertos y mucho más capaces de manejar adecuadamente las herramientas tecnológicas.

Pero hablando de eso, varias veces has dicho que los profesores son bastante reacios a aceptar esas nuevas maneras de enseñar, ¿por qué ocurre esto y cómo se puede resolver?

Creo que, en primer lugar, la enseñanza va ser el trabajo más importante del siglo XXI.

Estamos viviendo una era en la que los recursos de la Tierra se están agotando, nos estamos quedando sin nada.

Y lo único que es ilimitado, el único recurso ilimitado que tenemos, es la inteligencia humana, el ingenio humano, nuestra capacidad para resolver problemas. Los maestros son los que cultivan ese potencial humano.

Maestro ayudando a un niño

«El único recurso ilimitado que tenemos es la inteligencia humana, nuestra capacidad para resolver problemas y los maestros son los que cultivan ese potencial humano»

Así, sostengo que enseñar es el trabajo más importante de nuestro siglo. No tengo ninguna duda al respecto, pero por el momento no estamos preparando a los maestros para que tengan el mayor índice de éxito posible en ese trabajo.

Podemos tomar el caso de Finlandia: el curso más difícil de acceder es el de maestro de primaria. Y si entras, la carrera en sí es bastante rigurosa. Es difícil de aprobar y graduarse.

En mi mundo ideal, yo formaría a los profesores de la misma manera en que se enseña a los médicos. Es decir, los profesores se graduarían de la universidad y después deberían pasar tres años combinando la enseñanza con el aprendizaje de otros profesores más experimentados.

De ese modo, en su primer día como maestros no solo estarían aplicando lo que recibieron en la universidad, sino que además continuarían con su proceso en compañía de otro profesor que le ayudaría a mejorar sus capacidades.

Para Beard, la educación siempre va a necesitar el elemento humano para ser efectiva.

Hablando de la región, ¿cuál crees que son los principales desafíos que enfrenta la educación en América Latina?

El principal es el tema de la inequidad. Creo que el sistema educativo en América Latina es significativamente desigual en el mayor nivel con relación al de los niveles más bajos.

Hay unos colegios excelentes, pero la gran mayoría de ellos solo son accesibles para el sector pudiente de la sociedad. Y al mirar hacia el otro lado del espectro, tienes unas escuelas que realmente están luchando por sobrevivir.

Esa desigualdad es mucho más evidente entre centros urbanos y zonas rurales. Y ése es un desafío al que debe prestarse atención no solo de manera integral, sino urgente.

El otro gran desafío creo que es el acceso a la educación misma para muchos niños. Ya ni hablar de educación de calidad: hay lugares donde los niños solo tienen acceso a cinco años de colegio, no más.

Y el tercer punto, creo que el más crítico, son los maestros. Que es el mayor desafío también alrededor del mundo. Hay que resolver los problemas de formación, pero no solo eso, sino de capacitación, de fomento de la vocación y de que no dejen el oficio por otros trabajos mejor pagos.

Creo que tenemos que hacernos la preguntas sobre varios aspectos: ¿cómo podemos formar mejores maestros dentro de las escuelas?¿Cómo podemos hacer que la enseñanza sea una profesión atractiva para las personas?

«En América Latina hay unos colegios excelentes, pero la gran mayoría de esas instituciones solo son accesibles para la parte pudiente de la sociedad»

Muchas de las escuelas en América Latina tienen un cariz religioso o confesional, ¿eso no es un obstáculo para un proceso de aprendizaje óptimo?

Bueno, creo que hay dos elementos que son fundamentales en el trabajo que realiza la escuela hoy en día.

Por un lado, ayuda a los estudiantes a entender quiénes son como ciudadanos, como miembros de una comunidad. Y transmite los valores de esa comunidad.

Y por otro lado, está el objetivo de formar personas creativas y comprometidas con la sociedad y que deseen acceder a la mayor cantidad de conocimiento posible.

Los colegios religiosos, en la mayoría de los casos, hacen muy bien lo primero, pero el error en el que no pueden caer estos colegios es el de limitar la ejecución de proyectos educativos excitantes que ayuden a desarrollar las habilidades necesarias para afrontar el siglo XXI.

La capacidad de crear proyectos colaborativos serán fundamentales para los desafíos que trae el siglo XXI.

Yo estoy convencido de que lo pueden hacer. También sé que es difícil porque requiere un cambio cultural, pero si logras separar estos aspectos es posible que puedas llegar a desarrollar proyectos maravillosos.

Por ejemplo, hay un colegio en Barcelona que se llama «Escola Nova 21», que es dirigido por religiosas pero a la vez es una de las escuelas más futuristas e interesantes de todas las que visité para documentar el libro.

Allí están verdaderamente conectados con el tema de la tecnología, con que los estudiantes lleven a cabos proyectos basados en temas de la vida real, donde aprenden a colaborar entre ellos para resolver problemas en un entorno de aprendizaje natural.

Pero, a la vez, todas las maestras son monjas. Y ellas viajan por el mundo hablando sobre la educación en el siglo XXI, sobre cómo preparar a los jóvenes para afrontar desafíos económicos y sociales actuales, como la inequidad y el calentamiento global.

Otro de los proyectos del que hablas en tu libro es la Academia Khan, que en América Latina funciona, por ejemplo, en algunas lugares del Amazonas.

Sí, uno de los retos que constantemente enfrentan los lugares como América Latina es que hay algunos lugares donde el acceso desde los centros urbanos es casi imposible.

Por esa razón se deben crear nuevos modelos, para que los niños y jóvenes puedan tener una buena educación en lugares donde es muy difícil que lleguen los maestros

En mi mundo ideal, yo formaría los profesores de la misma manera en que se le enseña a los médicos»

Y el ejemplo de la Academia Khan es muy bueno porque logra utilizar de forma adecuada las nuevas tecnologías para crear proyectos de educación a distancia, que les funcionan muy bien y que pueden ayudar al buen desempeño de los estudiantes.

Pero lo cierto es que la idea de la Academia Khan necesita de una infraestructura de acceso a internet para funcionar. Y además, aunque tengas la infraestructura, uno de los grandes desafíos que enfrentaba este lugar es la baja retención que tenían los cursos de educación a distancia.

Así que es revolucionario lo que están haciendo allí, porque entendieron el proceso de educación a distancia pero no se olvidaron de la importancia de los maestros para optimizar la educación que se imparte.

«Nos estamos moviendo hacia una sociedad que comparte sus ideas, desde una fuente de conocimiento sin restricciones», esa es una frase tuya, ¿cómo se traduce ese concepto en la educación del futuro?

Uno de los grandes problemas que tiene el sistema educativo actual es que establece una especie de competencia constante entre los estudiantes.

En Corea del Sur -que es uno de los países que visité para escribir el libro- hay un ejemplo extremo de esto: los estudiantes practican un examen a los 18 años para establecer un rango nacional que casi decide cuál es el trabajo que puedes tener y a qué universidad puedes ir.

Básicamente, toda tu salud, riqueza y felicidad, y todo el sistema educativo hasta ese momento es esencialmente una carrera para llegar tan alto como sea posible.

Y esto causa una serie de comportamientos terribles. Los cuatro o cinco años antes del examen, los jóvenes deben pasar estudiando 15 horas diarias los días de semana y el fin de semana, 12 horas. Se vuelven muy competitivos en estos centros de entrenamiento.

El siglo XXI debe ser el inicio de proyectos menos competitivos y mucho más colaborativos.

Allí no comparten el conocimiento. No hay colaboración. Les aterra la idea de hacer un proyecto alterno, porque eso significa que en el tiempo que ellos dedican a eso, los otros están preparando el examen.

Y eso crea un ambiente cerrado, de poca creatividad, nula colaboración. Y ahora sabemos que esos tres valores, apertura, creatividad y colaboración, son fundamentales para el mundo actual.

Estamos enfrentándonos a desafíos que solo podrán ser superados mediante la colaboración y la imaginación humana. Eso nos obliga a contar con personas que estén diseñadas para desarrollar una inteligencia colectiva más allá de una inteligencia individual.

Pero todavía vemos que en nuestros sistemas educativos los estudiantes no comparten el conocimiento ni colaboran porque están compitiendo. Incluso hay maestros que no aceptan que nadie venga a decirles cómo pueden hacer su trabajo mejor.

Una de las cosas que más me impactó cuando era maestro es que ningún colega venía a mi salón de clase y yo tampoco iba al salón de otros colegas. Parece que lo que estamos haciendo es tan vergonzoso que no merece que lo vea nadie. Personalmente, creo que hay que abrir nuestras aulas.

Hay muchos estudios y muy serios que demuestran la efectividad de los sistemas abiertos, donde se fomenta la creatividad, donde se generan más ideas, Y eso nos lo enseña la propia naturaleza: mientras un animal va creciendo, logra ser mucho más efectivo a la hora de concretar y canalizar la energía que necesita para sobrevivir.

Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 30 de enero y el 2 de febrero de 2020

Fuente de la Infformación: https://www.bbc.com/mundo/noticias-51229314?fbclid=IwAR1UwBPTA-kTqyQtcrVO68KE7bOerNl-7o54f4J-mzQzmsaRx-dMverZXjI

 

 

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TPrize, una convocatoria para solucionar problemas sociales

América del Norte/México/ObservatorioITESM

El pasado 20 de diciembre, bajo el marco del CIIE 2019, el Tec de Monterrey, en conjunto con la Universidad de los Andes y con el apoyo del MIT Solve, lanzó la convocatoria del TPrize, un concurso que busca impulsar a emprendedores que generen soluciones dirigidas a problemas sociales y educativos en Latinoamérica y el Caribe.

La convocatoria está basada en un reto que invita a los potenciales emprendedores a proponer ideas sobre cómo crear proyectos con los que las comunidades en desventaja diseñen y participen en oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida que los ayuden a crear modelos de vida productivos y prósperos en el siglo XXI.

TPrize Reto 2020: ¿Cómo las comunidades en desventaja pueden diseñar y participar en oportunidades de aprendizaje de habilidades a lo largo de la vida para crear modos de vida productivos y prósperos en el Siglo XXI?

La iniciativa busca innovadores(as) de todo el mundo que ya estén trabajando en estas soluciones, y que sean aplicables a América Latina y el Caribe. Estas ideas deberán seguir los siguientes criterios para ser tomadas en cuenta.

  • Las propuestas deben consistir de modelos de aprendizaje nuevos y alternativos, que expandan las trayectorias de empleabilidad, enseñen habilidades blandas, de emprendimiento, técnicas y lingüísticas.

  • Estas propuestas han de proveer acceso equitativo a los programas de aprendizaje y capacitación que incluyen estos modelos.

  • Sean propuestas que trabajan alrededor de las particularidades de ubicación, ingresos y conectividad de cualquier rincón de la región escogida.

  • También se trata de que apoyen y construyan capacidad de educadores formales e informales que puedan preparar de mejor manera a estudiantes latinoamericanos de todas las edades para el mercado laboral de hoy y el del mañana; a través de la utilización de datos que ayuden a entender las necesidades de los empleadores para mejorar las políticas de información, destino de recursos y habilidades del futuro.

Para el TPrize, el papel de la comunidad en la que se desarrolla el proyecto es crucial, mencionó Sabrina Seltzer, Directora de Innovación Abierta y Emprendimiento EdTech, durante el lanzamiento de la convocatoria. Seltzer explicó que la iniciativa consiste en utilizar la inteligencia colectiva de las comunidades para obtener soluciones educativas de alto impacto que funcionen en el alcance local, pero que puedan ser traducidas a uno regional.

La primera fase del TPrize consiste en desarrollar retos para Latinoamérica, luego lanzar y promover esos retos, convocar a la comunidad, seleccionar las mejores soluciones, hacer alianzas para habilitarlas y potencializar el impacto de las mismas.

La convocatoria actualmente se encuentra en la fase de lanzamiento y se recibirán propuestas hasta el 31 de mayo del 2020, el 22 de mayo se anunciarán los finalistas y en junio tendrá lugar la gran final.

Si tienes una idea que se ajuste a los criterios mencionados, ya puedes postularte desde hoy. Para más información sobre TPrize, consulta la página de la convocatoria. Para dudas o comentarios, accede a la sección de contacto aquí.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/tprize-convocatoria
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«Las personas nos reconocemos en la cultura». Augusto Paramio explica uno de los elementos principales de cualquier Nación Digital

Redacción: Tendencias 21

En el debate sobre qué es y qué no es una Nación Digital parece que existen determinados elementos de análisis que resultan imprescindibles. Uno de ellos es la cultura. Entrevistamos a Augusto Paramio, experto en gestión cultural, quien ofrece muchas claves…

l experto en gestión cultural Augusto Paramio es una de las personas que han introducido la variable «cultura» en la conversación sobre nuestro futuro tecnológico. Insiste en que la identidad cultural es el sentimiento de pertenencia a un acervo común, algo en lo que nos reconocemos. Y que hacia ahí es donde debemos reflexionar.

Empecemos con una cita célebre. El pacifista indio Mahatma Gandhi pensaba que «la cultura de una nación reside en los corazones y en el alma de su gente«.  ¿Serías capaz de contradecirle?

No, de ninguna manera sería tan osado, pero sí me atrevería a añadir que esos corazones y esas almas son susceptibles de cambios, de evoluciones… Por lo tanto, el concepto de cultura debe de tomarse desde una perspectiva dinámica.

¿Es la cultura un elemento unificador de personas?

Si. El concepto de cultura es polisémico. No es nada nueva esta afirmación, pero si hay algo que la significa, es ese aspecto de unión. Las personas nos reconocemos como pertenecientes a algo común y ese algo es la cultura.

¿Qué es la identidad cultural y cómo podemos potenciarla con las tecnologías?

La identidad cultural es el sentimiento de pertenencia a un acervo común, algo en lo que nos reconocemos. Este reconocimiento, en la mayoría de los casos, produce reconocimiento y  seguridad. Ambos, reconfortantes, en todo caso.

Por eso, cualquier medio que los promueva debería ser más que bienvenido. Y la tecnológica no debería estar ajena y, entiendo, que trabajan en esa dirección.

Vivimos bajo la «economía de la atención«. ¿Cómo afecta a la identidad cultural que los nuevos contenidos culturales bajo nuevas aplicaciones como TikTok, que congregan a casi 1000 millones de personas, procedan de China y con contenidos culturales de 10 segundos?

La misma pregunta, tan elocuente, conlleva la respuesta. Y no hay que ser muy avispado para adivinarla. Los contenidos son auténticas descargas eléctricas con escasa capacidad de sedimentación. Si a esto se añade el dato que desconocía, de la procedencia, de China, el resultado es poco alentador. Por eso algunas iniciativas europeas  inciden en la promoción de la identidad europea. Con la pregunta, entiendo por qué.

Sin embargo no todo es dramático. Esta realidad constatable, de  inmediatez y rapidez provoca en los consumidores de cultura, una actitud  de atención permanente y de agilidad en la asimilación, aspectos más que deseables en cualquier ámbito, también en el de la cultura.

Pero, efectivamente, en las antípodas de la reflexión, crucial para comprender mejor el futuro…

¿Qué nos puede ocurrir como especie si nos olvidamos de reflexionar?

Habría un cambio de paradigma. La cultura, como otros sectores han venido tradicionalmente asociadas a la reflexión a la observación.

Al entrar en este nuevo escenario de lo inmediato, casi vertiginoso. Me remito al dato de la pregunta anterior. El resultado será que la recepción y, más importante aún, la percepción será diferente, más superficial, entendiendo superficialidad en su sentido más neutro.

Es obvio que el consumo cultural ha cambiado y las nuevas tecnologías han tenido mucho que ver en este proceso.

Cómo armonizar ambas es el reto. Ver una exposición virtual, con la posibilidad de apreciar todos esos detalles asombrosos y que estimule para una posterior visita física sería una ecuación prometedora y deseable.

¿Qué sería una utopía para la industria cultural y qué sería una distopía?

Por continuar con argumento de la pregunta precedente, un paisaje utópico seria  aquél en que convivieran tecnología y reflexión. Convivencia en plano de igualdad.

Tradicionalmente para los profanos, entre los que me encuentro, la tecnología se concibe como una herramienta  «al servicio de«. Pero parece que los tiros no van por ahí y esta última debe ser considerada desde el inicio en cualquier proceso creativo. No como algo a posteriori, si no desde el germen del  proceso. Por retomar el ejemplo anterior, un comisario de una exposición debe considerar las posibilidades tecnológicas ya en la fase de diseño. Es fundamental para una buena comprensión del mensaje que quiere transmitir que maneje (sea por su formación o a través de profesionales) los nuevos horizontes.

¿Qué grado de importancia tendría la cultura en una nación digital?

Muy relevante. Espero y confío que sea así. Y tengo la certeza que el deseo es compartido. Imaginar las posibilidades que ofrece el mundo digital en la transmisión de contenidos culturales es un auténtico reto. Naturalmente hay que estar vigilantes para evitar que la calidad de estos contenidos se degraden. Rescato la reflexión sobre las aplicaciones como TikTok. Pero, definitivamente, veo más ventajas que inconvenientes.

Terminemos con un mensaje positivo para el futuro de una sociedad donde habrá presencia masiva de inteligencia artificial. ¿Deberíamos apostar por la inteligencia colectiva?

Hasta donde conozco y fiándome de la intuición, la perspectiva es ilusionante. El mismo término, inteligencia colectiva, es en sí muy persuasivo. Nos habla de compartir, de contribuir, de evitar personalismos.

Curioso de ver en qué para todo esto y, si fuera posible, presenciarlo de cerca. Mi impresión es que este proceso ya no hay quien lo pare.

Fuente: https://www.tendencias21.net/Las-personas-nos-reconocemos-en-la-cultura_a45404.html
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Las matemáticas ayudan a comprender la inteligencia colectiva

Por: Yaiza Martínez

Una nueva herramienta revela el efecto de los sesgos individuales y de la información social en la “sabiduría de los grupos”

La inteligencia colectiva funciona y afecta a nuestra vida y comportamientos a muchos niveles, pero está condicionada por factores como el sesgo individual y la información social, según una nueva herramienta matemática creada por investigadores norteamericanos. El hallazgo puede ayudar a entender mejor los patrones que subyacen a la “sabiduría de las multitudes”.

En el año 1907, el estadista Sir Francis Galton, de 85 años, acudió a una Feria de Ganado en Plymouth, al sudeste de Inglaterra. En ella se celebraba un concurso que consistía en adivinar cuánto pesaba un buey. Unas 800 personas habían participado, y a Galton se le ocurrió ir apuntando las apuestas de todas ellas. Cuando calculó la media, el resultado fue sorprendentemente cercano a la realidad: era de 1.197 libras. El peso real del buey, de 1.198 libras.

Por tanto, aunque las conjeturas individuales variaban enormemente, la media total resultó ser sorprendentemente precisa. Cuando Galton publicó sus resultados, introdujo en la sociedad la teoría de la inteligencia colectiva, también conocida como «sabiduría de los grupos».

Desde entonces, se ha seguido profundizando en este concepto. Por ejemplo, en 2004 lo trató el periodista norteamericano James Surowiecki en un libro (Cien mejor que uno), en el que se presentaban numerosos casos estudiados en distintos campos del saber, principalmente economía y psicología, que demostraban que las decisiones colectivas son a menudo mejores que las que podrían haber sido tomadas por un solo individuo.

El efecto de la información social 

¿Qué condiciona esta inteligencia colectiva? Para tratar de averiguar este punto, recientemente, un investigador de la Universidad de Harvard llamado, Albert Kao y su colaborador del Santa Fe Institute(EEUU), Andrew Berdhal, han examinado los efectos en el resultado final de las estimaciones comunes de factores como el sesgo individual o el intercambio de información con otros. Lo han hecho con una novedosa herramienta matemática.

En la investigación participaron más de 800 voluntarios a los que se les pidió que adivinaran el número de chicles que había en un frasco. Esta cantidad variaba en diversos órdenes de magnitud de 54 a más de 27.000, informa el Santa Fe Institute en un comunicado. Además, a los participantes se les ofrecieron detalles falsos sobre las suposiciones de otras personas, y se les permitió cambiar su estimación a la luz de esa información.

Kao y Berdhal descubrieron así varias cosas interesantes. En primer lugar, que aunque las estimaciones variaban considerablemente, eran muy predecibles: la gente tendía a señalar números más pequeños que el valor real y a asignar una cantidad mayor a tarros más grandes.

En segundo lugar, se constató que la información social juega un papel en la sabiduría colectiva. Sobre todo, influían en las estimaciones de los participantes aquellas que eran más altas que las propias. Conjeturas inferiores en cantidad a las de cada individuo eran desechadas con mayor frecuencia.

Según los investigadores, sus hallazgos ayudan a entender mejor ciertos patrones que subyacen a la sabiduría de las multitudes.

Las mujeres como garantía 

Otro aspecto de la inteligencia colectiva que ha sido analizado estos últimos años es el de su funcionamiento en el trabajo en equipo.En 2010, un estudio del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) de Estados Unidos, demostró que el rendimiento de la inteligencia colectiva en un grupo de trabajo depende de la “sensibilidad social” de los miembros del equipo, entendida como tal la capacidad de ser flexibles en la asignación de ocupaciones y de hacer partícipes a todos los miembros en la resolución de desafíos.

En la investigación se reveló, por otra parte, que la presencia de mujeres en los grupos resulta fundamental para que se dé un rendimiento colectivo óptimo: la tendencia a cooperar eficientemente está relacionada con el número de mujeres presentes en cada equipo de trabajo, porque estas normalmente muestran una mayor sensibilidad social.

En este este estudio, la inteligencia colectiva fue calculada con medidas normalmente aplicadas a la inteligencia individual mensurable.  Asimismo, los científicos equiparon a los participantes con dispositivos electrónicos portátiles que registraron los patrones de conversación de los grupos.

El análisis de todos los datos reveló que el grado de inteligencia colectiva de los equipos de trabajo supuso entre un 30 y un 40% de diferencia en la capacidad de rendimiento de éstos.

Jugadores de fútbol versus moléculas

Otro aspecto sorprendente que se ha analizado de la inteligencia colectiva es su espontaneidad en el caso de los movimientos coordinados de  grupos humanos para un fin común, como ganar un partido de fútbol.  Esta cuestión la han estudiado hace poco en la Universidad de Connecticut (UCONN, EEUU).

Más concretamente, los científicos analizaron en términos de la física la coordinación espontánea e inteligente de movimientos de los jugadores de fútbol de un equipo. Desde esta perspectiva, esta inteligencia colectiva responde a la necesidad de promover una reducción del gasto de energía del sistema (en este caso, el equipo), esto es, para aprovechar al máximo el rendimiento.

Curiosamente, esta propensión a la reducción de energía se da en sistemas no vivos (¿serán inteligentes?) Por ejemplo, cuando pequeñas moléculas de una sustancia llamada benzoquinona flotan en la superficie de un charco de agua tienden a agruparse, incluso si inicialmente se han esparcido de manera aleatoria por su superficie.  Las moléculas funcionan de este modo por la misma razón que los futbolistas en el campo: para reducir el gasto energético.

Tipos y estudio

Este último estudio estaría enmarcado en la inteligencia colectiva de coordinación del comportamiento. En el libro de James Surowiecki antes mencionado, se señalaba que este tipo de sabiduría común puede afectar –más allá del fútbol- a otros aspectos de nuestra vida, como el tráfico o el flujo de asistencia a restaurantes populares.

La investigación sobre el trabajo en equipo, entraría en el tipo de inteligencia colectiva “de cooperación”, también definida por Surowiecki, que consiste en la formación de redes sociales para fines específicos.

Pero en realidad los campos y niveles desde los que se puede analizar y tipificar la inteligencia colectiva son muchos. Desde la sociología hasta las ciencias de la computación, y desde las sociedades humanas hasta las bacterias, las plantas o los insectos (no debemos olvidar que los trabajos del entomólogo William Morton Wheeler, nacido en 1865, estarían entre las bases del concepto, pues en ellos se constató cómo los individuos independientes pueden llegar a funcionar casi como un solo organismo).

En resumidas cuentas, parece que la inteligencia humana individual sí marca una diferencia con respecto a los individuos de otras especies, pero que nuestra inteligencia colectiva responde a patrones compartidos con otros organismos, e incluso con sistemas no vivos, como las moléculas.  De nuevo la ciencia nos da una lección de humildad.

Referencia bibliográfica:

Albert B. Kao, Andrew M. Berdahl, Andrew T. Hartnett, Matthew J. Lutz, Joseph B. Bak-Coleman, Christos C. Ioannou, Xingli Giam, Iain D. Couzin. Counteracting estimation bias and social influence to improve the wisdom of crowdsJournal of the Royal Society Interface (2018). DOI: 10.1098/rsif.2018.0130.
Fuente: https://www.tendencias21.net/Las-matematicas-ayudan-a-comprender-la-inteligencia-colectiva_a44535.html
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Libro: El Arte del Crowdsourcing

El Arte del Crowdsourcing

  • Año: 2011
  • Editor: AIMME
  • Páginas: 73 páginas
  • Idioma: español
  • Desde: 24/06/2011
  • Tamaño: 893 KB

Reseña:

En la actual coyuntura económica, en la que existe una tremenda presión competitiva en las compañías que conforman el tejido productivo de nuestro país, la innovación ha sido adoptada como santo grial y cura a todos los males que sufren las organizaciones… sin embargo, la realidad es bien distinta: el tejido empresarial de España, compuesto en más de un 90% por empresas de tamaño pequeño o medio, no tienen la capacidad de realizar importantes inversiones en I+D, entendiendo que con el enfoque tradicional de la innovación, ésta solo produce resultados en el medio o largo plazo.

Pero… es posible innovar de otra forma, utilizando el poder de las multitudes. Un claro ejemplo de este enfoque, y de su clarísima aplicación práctica y resultados, es el caso de la empresa minera canadiense GoldCorp. Esta empresa, al borde de la quiebra, hizo públicos los datos geológicos de su yacimiento de Red Lake (datos que según las reglas corporativas nunca deben hacerse públicos) y desafió al mundo entero a hacer la prospección ofreciendo una recompensa de 575.000 dolares al que mejor estimaciones realizase. Se identificaron más de 100 depósitos objetivos, más del 80% de los cuales arrojaron cantidades de oro que generaron ingresos por valor de 3000 millones de dolares. En este caso, esta empresa no solo rompió con los moldes preestablecidos (o reglas corporativas), sino que además hizo uso de la inteligencia colectiva de un conjunto de individuos mediante la técnica conocida como crowdsourcing.

 

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Entrevista a Fernando de la Riva: «Las estructuras de poder no creen en la inteligencia colectiva»

02 Julio 2017/Fuente: bloginteligenciacolectiva/Autor: Amalio Rey

Si hay algo que define a Fernando es que, además de ser un tío brillante y que habla claro, es muy buena gente. Un madrileño reconvertido en gaditano  con mucha sabiduría forjada a base de compromiso y generosidad. Se define como educador social, consultor de organizaciones y especialista en dinámicas participativas. Miembro del CRAC (Centro de Recursos para Asociaciones de Cádiz y la Bahía) hoy convertido en el Colectivo de Educación para la Participación, una interesante comunidad abierta a personas de cualquier lugar que compartan la pasión por aprender a construir democracia y ciudadanía.

Su trabajo dentro del Equipo CRAC consiste en incorporar metodologías participativas para mejorar el funcionamiento de las organizaciones, fomentando la gestión de la diversidad y el conflicto, el cuidado de las personas, la apropiación participativa de tecnologías sociales para la dinamización de grupos grandes y los nuevos modelos de liderazgo.

Fernando tiene una larga experiencia cultivando y desarrollando tejido asociativo, y en los últimos tiempos concentra buena parte de su atención en fomentar la educación participativa entre los jóvenes y en apoyar al movimiento asociativo para la plena inclusión de las personas con discapacidad intelectual. Toda esta experiencia lo hace una persona muy conocedora de cómo funciona la inteligencia colectiva a pie de calle. Admiro la trayectoria de Fernando, y me apetecía mucho entrevistarlo. Sus respuestas, como verás, no defraudan:

1.- Para fijar el lenguaje que vamos a utilizar: ¿cómo definirías la “Inteligencia Colectiva”?

Para mí “inteligencia colectiva” es la sabiduría que se acumula como consecuencia de los procesos (reflexivos, deliberativos, cooperativos…) de construcción colectiva (análisis de la realidad, identificación de necesidades, búsqueda de alternativas, resolución de problemas…) de un grupo de personas. Soy consciente de que hay muchos paréntesis en mi definición, porque me parece que es un concepto complejo. En la práctica (simplificando mucho) significa que un grupo de personas que coopera en la resolución de un problema encuentra habitualmente las mejores soluciones.

2.- Me gustaría saber tu opinión sobre cómo influye la inteligencia y otros atributos individuales de los participantes en el resultado grupal. Por ejemplo, si crees que añadiendo gente más inteligente a un grupo eso aumenta las probabilidades de que éste genere resultados colectivamente más inteligentes. Esta es una pregunta que nos hacemos muchos: ¿cómo influye lo individual en el rendimiento y eficacia colectiva?

Creo que es determinante, para bien y para mal. Para bien, los perfiles individuales positivos y propositivos (con disposición positiva, buenas habilidades sociales, capacidad natural de liderazgo) pueden contribuir claramente a que la interacción sea más satisfactoria y productiva. En sentido contrario también funciona: una mala disposición individual o malas habilidades comunicativas o relacionales pueden bloquear o frustrar el proceso de construcción colectiva. No creo que sea, al menos SOLO, una cuestión de personas más “inteligentes”, sino también de motivación y de habilidades (¿podemos hablar de inteligencia emocional?) de quienes participan en los procesos. También es cierto que un buen diseño metodológico puede ayudar mucho a compensar y equilibrar las diferentes capacidades existentes en cualquier grupo. Por lo general, los grupos de “expertos”, por ejemplo en el ámbito académico, tienen –curiosamente- más dificultades para interactuar y construir colectivamente, y esta situación tan común yo la relaciono con el ego sobredimensionado y la competencia mutua.

3.- ¿Qué factores determinan, a tu juicio, que un grupo sea más inteligente colectivamente?

Voy a intentar resumirte los factores que me parecen más determinantes:

  • Motivación: disposición positiva de los miembros del grupo hacia la tarea común, identificación con los objetivos, conocimiento mutuo y cohesión intergrupal.
  • Competencia y experiencia en relación al objeto de la tarea común: el grupo es más inteligente si sus miembros tienen experiencia y conocimientos previos relacionados con el problema o la tarea. Aunque esto, en ocasiones, implica prejuicios y estereotipos que –si no se producen previamente los necesarios “des-aprendizajes”- pueden convertirse en serios obstáculos.
  • Capacidades y habilidades para la interacción y la construcción colectiva: capacidad de escucha, expresión, diálogo, síntesis y resolución de conflictos, entre otras.
  • Metodologías apropiadas de trabajo: un buen diseño previo, objetivos claros, buenos métodos y técnicas, y herramientas adecuadas.
  • Liderazgos distribuidos o compartidos: o sea, el liderazgo como impulso es siempre necesario, pero si se concentra demasiado –o no se pone al servicio del proceso grupal- anula la IC.
  • Diversidad de enfoques o disciplinas: creo que, cuando en un grupo se articulan miradas y aportes diversos, desde perspectivas y enfoques distintos, las soluciones son más inteligentes, más ricas.
  • Condiciones adecuadas de tiempo y espacio: esto tiene que ver también con las Entiendo que unas condiciones favorables ayudan a la IC, aunque a veces pueda ser favorable una cierta “presión” en las condiciones que estimule la construcción de respuestas.

4.- ¿Cómo definirías a la “estupidez colectiva”? ¿Cuándo una decisión colectiva se puede considerar “estúpida”?

Yo la defino como un estado de obcecación en el error (de juicio, de decisión…) de un grupo y de sus miembros. Me vienen a la cabeza distintos ejemplos (relacionados con el fútbol, con la televisión basura, con cualquier “fenómeno fan”…) que hablan de esa “estupidez colectiva”, pero en los que, indudablemente, las personas que participan encuentran satisfacción, aunque sus opciones no parezcan muy inteligentes. Y esto me refuerza en la idea de que la participación, y la IC, tienen mucho que ver con la satisfacción (para bien y para mal).

5.- ¿Entonces se podría decir que la elección presidencial de Donald Trump es un ejemplo de “estupidez colectiva”? porque los millones de personas que lo eligieron no pensarán lo mismo, así que: ¿dónde deberíamos poner el marco de referencia para discernir lo que es “estúpido” o “sabio” colectivamente?

Claro, la percepción de la estupidez es subjetiva, y a veces lo que puede parecer estúpido conduce a buenos resultados finales. Creo que la clave (si es que existe solo una) está en la respuesta a las necesidades y los intereses del grupo, a su bienestar y felicidad. Ahora, define bienestar y felicidad: ¿Se puede destruir el planeta para consumir más? ¿Se puede eliminar a millones de judíos o rechazar a millones de refugiados o inmigrantes para vivir mejor? Creo que la ética también tiene algo que decir… y con ello seguimos metiéndonos en frondosos jardines.  En resumen, están los intereses y necesidades del propio grupo, pero también los intereses y necesidades de los otros, de la comunidad, de la humanidad. Está presente la dimensión ética que tiene que ver con los otros y por eso es necesario preguntarse: ¿una solución puede ser eficaz, correcta, inteligente… aunque sea a costa del bienestar de los otros? Por eso, la elección de Donald Trump tal vez pueda ser una decisión sabia para muchos votantes estadounidenses, pero para el resto de la humanidad es un claro ejemplo de estupidez colectiva.

6.- Los procesos de “acción” colectiva, en los que hay que coordinarse para hacer/producir cosas tangibles y generar un impacto real, parecen ser más complicados de abordar colectivamente que aquellos que se limitan al aprendizaje y la reflexión grupal. Como todo en la vida, no es lo mismo hablar que hacer así que, de acuerdo a tu experiencia: ¿Qué necesidades específicas tienen los procesos de acción colectiva respecto de los de aprendizaje, deliberación y reflexión?

Es que me cuesta ver la diferencia. O sea, creo que un buen proceso de “acción colectiva” debe incluir el aprendizaje, la deliberación y la reflexión. No entiendo que sea posible pasar a la acción de golpe, salvo que se trate de problemas simples. Y entiendo, así mismo, que un proceso de aprendizaje, deliberativo y reflexivo, debe conducir a la acción, a la producción. Al menos, si nos referimos al ámbito de la intervención social.

Esta es la base fundamental de la educación popular. Recuerdo el título del libro de mi hermano, Carlos Núñez Hurtado, el gran educador popular mexicano: “Educar para transformar, transformar para educar”, que expresa bien esta dialéctica entre aprendizaje y acción. Creo que este principio, esta relación estrecha, vale para cualquier proceso, aunque su importancia sea diferente de acuerdo con el carácter de las necesidades o problemas que se abordan. Pero, cualquier proceso de construcción colectiva implica algún tipo de aprendizaje.

7.- ¿Se puede prescindir de los expertos y confiar en la opinión colectiva (el “crowd”) para cualquier tema?

No sé si se debe plantear la cuestión en términos de oposición o de síntesis, en forma de “o” o en forma de “y”. Creo que no se debe prescindir de los expertos y tampoco de la sabiduría colectiva. Pienso que se les debe poner a trabajar juntos. Claro, eso significa que los expertos creen en la IC y trabajan para facilitarla, porque de otra forma no funciona. Para diseñar bien la consulta necesitamos a los expertos. Sigo refiriéndome al ámbito de lo social, donde la construcción colectiva se refiere a lo común, a lo comunitario, que incluye a todos los actores, que son objeto y sujeto al mismo tiempo. Tal vez esto funcione de distinta manera en otros ámbitos (las ciencias, la tecnología, la ingeniería…), pero en lo social me parece muy claro.

En mi experiencia, ha habido ocasiones en que los expertos encontraron “buenas” soluciones que fueron inaplicables porque las personas o colectivos sociales objetos de esas soluciones no las entendieron, ni las hicieron suyas. Y por el contrario, ha habido “malas” soluciones (desde la mirada experta) construidas colectivamente que, si no solucionaron el problema, sirvieron para generar otras dinámicas o poner en marcha otros procesos que fueron útiles al colectivo y permitieron encontrar soluciones alternativas. O sea, quiero decir que la “eficacia” de las respuestas no solo depende, en el ámbito de lo social, de la “calidad técnica” de las mismas, sino de sus posibilidades de apropiación por parte de los sujetos, de las personas y de los grupos sociales. Y entonces es decisivo el carácter colectivo y participativo del proceso que hace posible esa apropiación.

8.- ¿Pero tiene sentido pedirle a la gente que opine/decida sobre algo que le afecta pero que (por la complejidad del asunto) no sabe cómo le afecta?

Creo que algunas de mis respuestas anteriores apuntan en esta misma dirección: la democracia no es solo votar o decidir, es también deliberar y reflexionar, implica información y aprendizaje. Creo que el dilema es efectivamente falso e interesado. O sea, sirve de coartada para justificar la decisión de unos pocos, porque “¿cómo van a opinar o decidir las personas sencillas sobre algo que desconocen?”, y nos ahorramos el esfuerzo de informar, debatir y facilitar los aprendizajes necesarios.

Hace algunos días, un líder ciudadano natural de Cádiz, explicaba a una asamblea de desempleados que nunca deben aceptar la extendida idea de que “los presupuestos municipales son muy complejos, difíciles de comprender, solo para gente entendida”, que con tiempo y preguntando se entiende todo. Creo que el esfuerzo por presentar y explicar con claridad los presupuestos sería una clara expresión de la voluntad de impulsar la participación, la deliberación, el debate… Lo contrario es lo contrario. Si prefiero que la gente no opine, no interfiera, no moleste… lo presentaré y explicaré de una forma oscura y cuanto más compleja mejor. Por eso, hablando de IC, de participación ciudadana y de políticas públicas tiene tanta importancia eso de lo que se habla tanto (y se practica menos) que es la “transparencia”.

9.- ¿Y no es posible, Fernando, que las consultas colectivas, como expresión de IC, tiendan a generar soluciones previsibles y poco innovadoras?

Creo que parte del problema tiene que ver con la identificación de la IC con la mera consulta, pero sin embargo considero que no tiene por qué limitarse a ella, puede incluir el análisis, la búsqueda de alternativas, la deliberación… y debe incorporar métodos y técnicas más complejos que la mera consulta, a través de los cuales pueda ser posible estimular el pensamiento divergente o disruptivo, la innovación, etc. Otro problema es la identificación de lo colectivo con lo masivo. Entiendo que las dimensiones de los procesos, especialmente cuando son masivos, requieren de mecanismos y procedimientos, apropiados, que permitan verdaderos PROCESOS (y lo digo en mayúsculas) de construcción colectiva con distintos grados y niveles de participación que, tal vez, puedan concluir en una consulta masiva (o no).

En el fondo, me sigue sonando al debate sobre los expertos y la masa, y a una cierta justificación para seguir dando prevalencia al conocimiento experto sobre la ignorancia de la masa. Dicho lo cual, los “expertos” de hoy seguramente también son los primeros opositores a los procesos y proyectos realmente innovadores, porque  les sacan de su zona de confort y ponen en cuestión su parcela de poder experto.

10.- ¿Y por qué crees que la participación suele ser tan baja en los procesos de Inteligencia Colectiva?

Todo el debate (las preguntas y las respuestas) es, al fin, ideológico. O sea, formamos parte de un sistema individualista y competitivo que no quiere la participación social, no la estimula, no la educa en las escuelas ni en la familia, la desincentiva en los medios, etc., etc.,… ¿y nos sorprendemos del bajo interés y la baja participación? ¿No es, acaso, lo que buscábamos? ¿Dónde está la sorpresa?

Me pregunto cómo serían las cosas si el paradigma fuera otro, si la escuela y la familia educaran a favor de la inteligencia colectiva y de la cooperación comunitaria. Mi experiencia es que las personas de cualquier edad (los niños, ni te cuento) encontramos placer en la participación cooperativa y descubrimos con satisfacción que es productiva, que consigue alcanzar buenas soluciones (innovadoras, satisfactorias y apropiables). Pero estas experiencias positivas de construcción colectiva son escasas en el proceso de socialización y en la vida cotidiana.

Sigo pensando, como en todas las respuestas, que en el fondo (aunque, en la forma, se diga otra cosa) las estructuras de poder (económico, político, cultural, experto…) no creen en la inteligencia colectiva, porque implica creer en otro reparto del poder y por eso no la incentivan. Lo hacen solo “de boquilla”. Pero existen metodologías apropiadas, incluyendo el diseño y la gestión, que pueden facilitar los necesarios procesos de aprendizaje, individual y colectivo, que hagan posible el desarrollo de la IC y su implementación en todo tipo de procesos.

Fuente de la entrevista: http://bloginteligenciacolectiva.com/las-estructuras-poder-no-creen-la-inteligencia-colectiva-entrevista-fernando-la-riva/

Fuente de la imagen: http://bloginteligenciacolectiva.com/wp-content/uploads/2017/02/Fernando-de-la-Riva.jg

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Entrevista a Ricardo Amasté: «Tenemos que rebajar la ansiedad en los procesos colectivos»

02 Julio 2017/Fuente: bloginteligenciacolectiva /Autor: Amalio Rey

Ricardo AMASTÉ, Richi para los amigos, es un “desartista” y habitante de ColaBoraBora, desde donde exploran colectivamente los territorios del procomún, el feminismo, la permacultura o la “ecoSInuestra” (juego de palabras que refuta la “ecoNOmía”). Aprecio mucho a Richi no sólo por su brillantez, sino también por su honestidad e implicación en lo que hace. Dice moverse habitualmente entre el “preferiría no hacerlo” y el “¡no puedo parar!” pero mi experiencia es que si dice que va a estar, está. De hecho, es de las personas que más me está ayudando en el proyecto de libro de Inteligencia Colectiva que estoy escribiendo.

Va a ser difícil resumir en formato post la extensa conversación que tuvimos vía e-mail (más un encuentro más distendido en Málaga, donde tratamos más temas) pero espero conseguir transmitir lo más interesante que me contó este fenómeno 😊

¿Qué te sugiere la “Inteligencia Colectiva” en términos prácticos, o sea, qué significado le darías si lo escuchas o utilizas en un texto o conversación? Que conste, Richi, que no busco necesariamente una definición académica.

Para mí es la suma multiplicadora resultante del equilibrado cruce de deseos, capitales y coyunturas, de una comunidad y los individuos que la componen. El resultado de la combinación de capacidades y la superación de limitaciones de un grupo para acometer una situación. El producto de la cooperación y el mutualismo, o como decían en La Bola de Cristal: Solo no puedes, con amigos si”.

Dicho eso, la verdad es que últimamente tengo más sospechas que nunca hacia la proliferación de lo “inteligente”. Lo smart está por todas partes y va de la mano de unos intereses cada vez más evidentes y determinados. Parece que lo inteligente está asociado a lo civilizado (civilizatorio), al pensamiento normativo, lógico, heteropatriarcal, capitalista… e incluso a lo creacionista. Es curioso con lo que te encuentras al buscar “diseño inteligente” en la Wikipedia.

Es cierto que las perspectivas de la inteligencia colectiva, o las inteligencias múltiples, tratan de transformar ese paradigma, igual que la idea de smart citizens contrapuesta a la de smart cities. Pero quizás de lo que se trate sea de poner en cuestión la propia idea de “inteligencia”. No tengo una respuesta, pero creo que el tema tiene bastante relación con la bipolaridad inteligente vs. estúpido. También con lo socialmente reconocido y legitimado, y lo que supuestamente son decisiones inteligentes.

También hay que tener claro que la inteligencia colectiva potencia la cooperación, pero no desde el reduccionismo de todas juntas todo el rato. Significa saber distribuir roles y responsabilidades de forma colectiva y consensuada (idealmente de forma cíclica y equilibrando tareas productivas y reproductivas), dejando también espacio para los desbordes. En una contrarreloj por equipos, el tiempo no lo marca quien llega primero, sino el tercero, cuarto o quinto ciclista. No gana alguien suelto que corre más por libre, sino quienes consiguen optimizar el ritmo colectivo. No es la entelequia de la autonomía individual, sino la potencia de la interdependencia colectiva. Eso no significa que no haya que tener en cuenta a las especialistas o atender a las sensaciones individuales. Al contrario, la inteligencia colectiva consiste en saber interpretar de la mejor forma posible todos esos factores.

¿Qué ejemplos de éxito conoces de Inteligencia Colectiva (IC)? Me gustaría que me cuentes algunos ejemplos de proyectos colectivos en los que has participado, que conoces de primera mano, y que han ido bien.

Hay muchos ejemplos de muy diversos tipos. Uno de ellos, por ejemplo aquí en Euskal Herria es la puesta en valor, recuperación y normalización del euskera desde la sociedad civil organizada, ya desde la dictadura y que con el tiempo ha conseguido trasladarse a las instituciones. Este proceso se ha servido de dispositivos como las ikastolas(escuelas en las que la enseñanza se imparte íntegramente en euskera), euskaltegis (academias para el aprendizaje de la lengua) o la Korrika (una marcha reivindicativa bienal con forma de carrera popular de relevos de dos semanas de duración que recorre distintos puntos de Euskal Herria).

Otro es el 15M, una forma de movilización social que ha superado la lógica de los movimientos sociales, con características rizomáticas, abiertas, distribuidas, informales, inclusivas. Un proceso de calado, de cocinado lento, conflictivo desde lo dialógico, contradictorio desde sus propios desbordes; que ha generado y seguirá generando poderosos efectos, algunos ya visibles, pero cuya verdadera potencia probablemente es aún imperceptible.

Uno de mis favoritos, por lo concreto en el qué y lo transformador en el cómo, es la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca). La PAH agrupa, como sabes, a personas con dificultades para pagar la hipoteca o en proceso de desahucio y personas solidarias con esta problemática. Para mí lo más significativo de la PAH es cómo, partiendo del estigma culpabilizador individual del “has vivido por encima de tus posibilidades”, hizo de la vulnerabilidad una virtud, para pasar del drama individual a la potencia política colectiva.

Por último, WikiToki, una comunidad en la que estamos involucradas desde ColaBoraBora, que a primera vista puede parecer un co-working pero es un laboratorio de prácticas colaborativas en Bilbao, en el que distintos agentes desarrollamos nuestra actividad productiva, tratando de articular relaciones mutualistas y poner la vida en el centro. WikiToki es una comunidad de práctica dispuesta a experimentar consigo misma, problematizándose de manera propositiva, abordando los conflictos desde los afectos y los cuidados, poniendo tanta o más atención a los procesos que a los resultados, o escuchando sus sentires para redefinir y ajustar sus ritmos y expectativas.

Ahora te propongo invertir la pregunta: ¿Qué ejemplos de fracaso conoces de Inteligencia Colectiva (IC)? Sugiero entender como “fracaso”, si te parece, que haya tenido un impacto, o unos resultados, significativamente inferiores a las expectativas creadas.

El fracaso es simplemente una parte más del proceso de (des)aprendizaje colectivo, en el camino de deconstruir el paradigma competitivo del capitalismo heteropatriarcal, para hacer posible otro. Vivimos en una época manierista en la que un paradigma está dejando de ser (y se revuelve), y otro no termina de ser (y se revuelve también).

Quienes apostamos por lo colectivo, cooperativo, solidario, feminista, procomunero… tenemos que rebajar la ansiedad, entender que las transformaciones profundas son cíclicas y generacionales (por ejemplo, no estaríamos aquí sin los anarco comunitaristas del XIX), disfrutar de la prueba-error como parte del proceso, ir consolidando y desplegando iniciativas… La prisa, la eficacia y el éxito son tres potentes drogas que nos ha inoculado el sistema y aunque reconozcamos su adicción, no somos tan capaces de pasar de “el mono”. Una forma de hacerlo es pasarlo en colectivo, en plan “Alcohólicos anónimos”. Tenemos que aprender de la historia para leer el presente y dejarnos fluir hacia el futuro. Y en ese camino, los fracasos son hitos de los que aprender tanto como de los aciertos.

¿Qué factores determinan, a tu juicio, que un grupo sea más inteligente colectivamente?

Quizá la clave sea encontrar el equilibrio entre lo individual y lo colectivo (deseos, necesidades, intereses, capacidades…). Dos principios que ayudan a fijar esta posibilidad es: 1) “Dar lo mejor de una misma y conseguir lo que cada cual necesita” (meetcommons) y, 2) “Vivir el comunismo y propagar la anarquía” (Comité Invisible). Como factores críticos podríamos identificar: los egos, las prisas o los miedos no compartidos, entre otros.

En nuestro proceso de investigación-práctica alrededor de lo colaborativo, en ColaBoraBora nos ha resultado de gran utilidad el vídeo “On rules and monsters – An introduction to free cooperation”, de Christoph Spehr y Jörg Windszus, un ensayo audiovisual sobre los monstruos que habitan el camino de ida y vuelta entre la cooperación forzosa y la cooperación libre. Es muy interesante cómo su propuesta para pasar de un paradigma al otro se basa en cambiar tres principios: 1) Del ¡No toques las reglas básicas!, al ¡Hazte con las reglas!, 2) Del ¡Nunca pares la máquina!, al ¡Tú pones los límites!, 3) Del ¡Obedece o paga!, al ¡Nadie es imprescindible y todas somos necesarias! Los tres son igual de importantes, pero si hubiese que quedarse con uno, me quedaría con el primero. Es fundamental que el grupo pueda establecer de forma dialogada sus propios objetivos y sus propias reglas, que no le vengan predeterminadas y siempre puedan ser modificables. ¡¡No dejes de ver este vídeo, Amalio!!

Te dejo también el link a la ”Guía incompleta para colaborar” en la que se tratan algunas cuestiones sobre los procesos colaborativos. Está escrita hace ya bastante, así que con la experiencia acumulada habría muchas cosas que matizar, pero creo que aún puede resultar útil.

¿Cuándo una decisión colectiva se puede considerar “estúpida”? ¿Cómo definirías a la “estupidez colectiva”? ¿Dónde crees tú que deberíamos poner el marco de referencia para discernir lo que es “estúpido” o “sabio” colectivamente?

Se me ocurren varias definiciones: 1) “La estupidez colectiva es como la tragedia de los comunes, una trampa social, un oxímoron muy conveniente para el sistema imperante”, 2) “La estupidez colectiva es el producto del desencuentro de individuos que en vez de escuchar al resto se encierran en su pensamiento de que ellos lo harían mucho mejor”, 3) “La estupidez colectiva es querer tener las respuestas sin haberse hecho las preguntas, pretender el resultado sin atender al proceso”.

Quizá la propia dicotomía binaria entre inteligencia y estupidez sea ya perniciosa e interesada.  Pienso en películas como “Dos tontos muy tontos”, “No me chilles que no te veo”, “Loca academia de policía”, “La cena de los idiotas” o “Accepted”. Esta última es mi favorita, porque bajo la apariencia de una “estúpida” comedia americana se esconde todo un tratado sobre educación e inteligencias propio de Howard Gardner y sus inteligencias múltiples, o de Jacques Rancière y su maestro ignorante. ¡Si no la has visto, vela!!

He pensado mucho en esta pregunta en los últimos meses y sobre todo tras las elecciones del 26J. Lo fácil es pensar que un % muy elevado de la sociedad española es estúpida, que sigue votando a quienes claramente le estafan. Pero quizás la estupidez esté del lado de quienes no estafando y con supuestas intenciones favorecedoras del bien común, siguen sin conectar con la mayoría social. Tan estúpido es el conservadurismo del más vale lo malo conocido, que la soberbia del si no me votas es que no sabes lo que haces. Quizás la clave no esté tanto en los qué’s, sino en los cómo’s, para que sean mucho más dialógicos, procesuales, empáticos, didácticos, experienciales, de ir haciendo posibles las condiciones e ir ajustando los ritmos. Creo que la verdadera inteligencia, la sabiduría colectiva, se encuentra no sólo en descubrir eso, sino en aceptarlo, para poder operar desde una lógica mucho más permacultural que revolucionaria. Una inteligencia basada en el (h)mor, con h, de dejarse habitar por el otro, sin ser colonizada.

Sabes que este tema me interesa mucho y que ha sido materia de conversación (incluso de discrepancia) nuestra en ocasiones: ¿Crees que la “eficienciacolectiva” es un atributo necesario para el éxito de estos proyectos, o piensas que por la propia naturaleza de los procesos colectivos, deberíamos prescindir de ella?

La eficiencia puede ser un buen horizonte, si vaciamos el término de la lógica productivista capitalista que lo liga a la eficacia, para vincularlo a lo “aefectivo” (tan afectivo como efectivo). Creo que tiene que ver con la ecología política y el buen vivir, con disfrutar del tiempo que pasamos juntas (incluyendo ahí el tiempo de los conflictos y lo reproductivo), sin caer en exceso en el regodeo, la autocomplacencia y la autorreferencialidad.

Volviendo al tema nuclear de la participación y su impacto, por ejemplo, en la democratización de la política, te pregunto: ¿Tiene sentido pedirle a la gente que opine/decida sobre algo que le afecta pero que (por la complejidad del asunto) puede no saber cómo le afecta? Está claro que hay que consultar a lo/as afectado/as por un mero sentido de legitimidad, pero… ¿qué pasa cuando consultamos a la multitud sobre algo que no entiende con la profundidad necesaria? ¿Será demagógico, o populista, hacer eso? Pero por otra parte: ¿Cómo sabemos que no lo entienden?

Entonces la clave es que entiendan. Lo importante no es tanto decidir, como comprender y por tanto, hacer deseable y accesible esa comprensión (individual y colectiva). La inteligencia colectiva se fundamenta en ciudadanas inteligentes, implicadas y co-responsables.

La administración burocratizada se ha escudado mucho en este tipo de discurso, igual que las ciencias y las artes, o ahora todo el entorno tecnológico. Esos tipos de ámbitos se han legitimado a si mismos, en parte gracias a la incomprensión técnica de la masa. Movimientos diversos como los del “Open source”, la “Lectura fácil”, la “Accesibilidad universal” o la “Vida independiente”, son muy pertinentes en este sentido, poniendo el centro en las personas como sujeto político y no como meras destinatarias o usuarias de productos y servicios.

Un ejemplo muy interesante son las D.O.T. (Directrices de Ordenación del Territorio), algo complejo y holístico, cuya existencia generalmente desconoce el ciudadano medio, pero cuya determinación puede afectar a las formas de vida de varias generaciones en una región y por tanto, en lo que hay muchos intereses en juego. Ante eso, los procesos de toma de decisiones se hacen habitualmente por la Administración junto a agentes expertos y lobbies. Pero dado el calado de las decisiones es necesario abrir esos procesos a la ciudadanía y para ello, lo primero es entender de qué se trata. Un ejemplo de un intento de avanzar en esta dirección puede ser el reciente proceso participativo de revisión de las DOT de la CAPV. (un proceso institucional que entre otras cosas es fruto del trabajo ciudadano hecho previamente desde Desazkundea).

Los bajos niveles de participación suelen ser un problema en los procesos colectivos: ¿Por qué la participación suele ser tan baja? ¿Crees que la gente está verdaderamente interesada en participar?

Hay un problema de base que afecta a la educación y costumbre de todas las partes. Nos hemos educado en la delegación y la representación y no en la participación directa, co-responsable y auto-organizada. Los propios mecanismos de participación democrática están desarrollados en esas claves de delegación representativa y no están preparados para la conversación, para el intercambio, para el trabajo colaborativo y las decisiones colectivas. En este sentido, también es necesario pensar sobre las condiciones materiales para participar:el asegurar la sostenibilidad de la participación de las diferentes partes afectadas, la disposición de tiempo (tanto la cantidad de dedicación necesaria como las horas a las que suelen convocarse estos procesos), o las barreras tecnológicas, de lenguaje y conocimiento,

Además. son necesarios procesos de empoderamiento de quienes no están habituados a participar y decidir, y de desempoderamiento de quienes dan por hecho que el poder de tomar decisiones le corresponde a ellos. Lo más importante es que a participar como de verdad se aprende es participando.

Ahí te dejo una presentación que hicimos hace dos años para un curso de verano sobre participación y planificación estratégica que aborda un poco estas cuestiones.

¿Por qué tenemos tan pocos casos de éxito (Wikipedia, Linux) de proyectos de Inteligencia Colectiva basados en la colaboración a gran escala? ¿Eso se debe a un déficit estructural, de viabilidad, o es un problema de diseño, de cómo se han concebido y gestionado en la práctica esos proyectos?

Desde luego, hay un (fascinante) problema de diseño, que se está abordando desde lógicas como la del software libre y la ética hacker, el design thinking, la permacultura, etc. Pero diría que ese es sólo el síntoma o la cara más visible y evidente del problema. Probablemente ahí subyacen problemas culturales y/o de percepción.

En cuanto al problema cultural, estamos en un momento de cambio de paradigma, aprendiendo a hacer las cosas de otra manera. Esos ejemplos recurrentes son sólo la punta del iceberg, pero cada día hay más y más ejemplos que van haciéndose visibles y cogiendo escala. Pero quizá también es el momento de repensar esas ideas de escala-crecimiento.

Esto último enlaza con el problema de percepción. Seguimos reconociendo como proyectos exitosos aquellos que juegan con una escala-lógica global, total, unívoca, monoteísta y binaria. No valoramos otras posibilidades para definir el éxito, ni queremos asumir, ni disfrutar, la complejidad.

Y por otra parte, nos hemos acostumbrado a significar hitos puntuales, pero en realidad todo es fruto de una evolución colectiva que tendemos a minusvalorar, desde el hallazgo del fuego a Internet, todo son procesos. No sólo es el momento en que salta la chispa, sino todo el camino hecho hasta ahí (con todas las pruebas y error) y el que hay que hacer para que cada hallazgo cale en la sociedad, se desarrolle y consolide.

Fuente de la entrevista: http://bloginteligenciacolectiva.com/tenemos-rebajar-la-ansiedad-los-procesos-colectivos-entrevista-ricardo-amaste/

Fuente de la imagen: http://bloginteligenciacolectiva.com/wp-content/uploads/2017/05/Ricardo-Amaste.jpg

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