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El maestro que investiga transforma su práctica docente

Por: Julio Leonardo Valeirón Ureña

La disposición a cuestionarnos y buscar respuesta hay que desarrollarla de manera continua. Un verdadero profesional de la enseñanza no tiene por qué esperar instrucciones de los organismos supervisores para mejorar su práctica docente.

El pasado jueves 24 de marzo, por invitación de mi muy estimada amiga Sandra González, tuve un conversatorio con un “excelente grupo de jóvenes” que están estudiando para su licenciatura en educación en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). Pensando en ellos escribo este breve ensayo, con el propósito de fortalecer una idea que deje “colgada” en las mentes y el corazón de ellos: la formación inicial docente debe ser capaz de prefigurar al maestro que tanto aspiramos y requerimos en nuestro país.

Motivado por esa idea, me anima a reflexionar y escribir acerca de la importancia de la investigación en la formación, como en el quehacer profesional, de todo aquel que quiere desarrollarse como un innovador y generador de aprendizajes significativos en el aula.

A ellos de manera especial, pero también a todos aquellos que actualmente están en su proceso de formación y, por supuesto, a los miles de maestros que están en las aulas haciendo de “tripa corazón”, para alcanzar ese sueño de muchos: que todos los niños, niñas y jóvenes adolescentes, como también, los jóvenes adultos, aprendan, desarrollen todas las competencias y habilidades que les demanda el mundo y la sociedad de hoy.

Parto del siguiente principio: un maestro que investiga tiene grandes oportunidades de transformar su práctica docente y, por tanto, para alcanzar los más altos niveles de logros de aprendizajes de sus estudiantes.

La investigación científica procura que encontremos respuestas distintas a las que la experiencia nos llega a creer. No se trata de restarle importancia a la experiencia, sino más bien, de encontrar evidencias que hagan posible ponderar nuevas posibilidades, tanto en el orden de las preguntas que debemos hacemos frente a la realidad, como de sus posibles respuestas alternativas.

La ciencia no es un saber dogmático, más bien probable, plausible, que siempre nos guía por el camino de construir nuevos conocimientos o fortalecer aquellos que son pertinentes. La investigación, desde esa perspectiva, abre puertas hacia la innovación pedagógica y, sobre todo, al convencimiento de que, así como cada estudiante es único, son únicos y característicos, cada grupo de estudiantes con que un maestro se vincula en el sagrado acto de educar. De ahí el binomio inseparable de investigar para innovar o innovar desde la investigación.

En los procesos de aprendizaje son múltiples los factores que inciden en su desarrollo, algunos referidos al propio sujeto-estudiante, como su percepción del clima del aula, su interés, motivación, valoración que tiene por la educación, además de la historia previa de aprendizaje, las capacidades desarrolladas y un largo etcétera que les dejo para su imaginación. Otro factor lo aporta el docente y que incluye, además de su motivación, el interés, las competencias y habilidades desarrolladas para enseñar, el dominio de lo que debe enseñar, las relaciones entre colegas por desarrollar buenas y novedosas prácticas docentes y otras muchas razones. El aula que genera dinámicas de relaciones que involucran a los sujetos fundamentales, maestros-alumnos, permite a su vez la aparición de otros factores importantes, como son las expectativas para aprender, la gestión efectiva del tiempo y de las oportunidades de aprendizajes, el sentimiento de valoración y aprecio, un ambiente positivo para aprender y, como esos, otros tantos aspectos que se derivan de las relaciones que le da sentido a la escuela y al sistema educativo.

Por supuesto, todos esos factores se relacionan y generan distintos ambientes de aprendizajes, algunos más favorables que otros, y que serán claves para el acto de aprender y enseñar.

En los estudios internacionales como nacionales que se han desarrollado en el país una evidencia se ha hecho notable. A pesar de que el factor predictor más potente para explicar los logros de aprendizaje de los estudiantes ha sido el quintil socioecómico en que estos y sus familias se ubican, siendo más bajos en los del quintil uno, es decir, los más pobres, sin embargo, aparecen escuelas en que dicha relación se invierte totalmente, es decir, que estudiantes del quintil más pobre muestra logros importantes. Por ejemplo, en el último estudio PISA, sale a relucir que el 12% de los estudiantes del quintil uno, su promedio en dicha evaluación está igual o por encima del promedio de aquellos que están en el quintil cinco, los más ricos. De la misma manera, en las evaluaciones diagnósticas nacionales en tercero y sexto de primaria, aparecen centros educativos del quintil uno cuyos promedios son tan altos como los del quintil cinco. Aún más, y hasta donde pude disponer de esos datos, que hay centros que muestran estos resultados tanto en las evaluaciones de tercero como la de sexto de primaria.

En mi acercamiento vivencial e investigativo que he desarrollado desde finales de los años ochenta, una evidencia es incontrovertible, el maestro es quien pone la diferencia, pues con sus capacidades, motivación, interés y gestión logran que los factores adversos pierdan el “poder” de sus efectos.

Como podrán imaginar, colocarse ante el aula y los sujetos convidados a ella como maestro e investigador, puede constituirse en una herramienta muy poderosa para lograr los propósitos de enseñar con calidad y propiciar aprendizajes, también de calidad.

Al través de la investigación-acción, el maestro como los directivos de los centros y otros docentes, pueden convertir la escuela en un espacio de innovación y desarrollo de buenas prácticas docentes y, por consecuencia, de altos logros de aprendizaje de sus estudiantes.

Los procesos educativos son muy dinámicos, como lo son los sujetos envueltos en ellos y, más aún, los contextos que actualmente vivimos en un mundo que cambia de manera continua en todos los sentidos.

Los niños, niñas y jóvenes adolescentes de hoy son muy distintos a los de ayer, están inmersos y son parte de un mundo y una realidad distinta, donde se están produciendo contantemente grandes cambios, tanto en la disposición como el contenido del conocimiento mismo. El maestro, en esas nuevas circunstancias, debe constituirse en un sujeto activo y propiciador de nuevas maneras de gestión de oportunidades para aprender. Incluso, la propia formación docente debe ser revisada desde esta perspectiva, so pena de seguir una ruta que solo conduce a la reproducción de viejos esquemas mentales de enseñar, y que hoy no muestran su utilidad en el ámbito de la enseñanza y de los aprendizajes.

Una gestión pedagógica que no sea capaz de estudiarse y valorarse profundamente tiene muy pocas posibilidades de transformación y cambio.

La escuela puede ser un buen laboratorio para responder múltiples preguntas de cotidianidad misma: ¿Qué aprenden y no aprenden mis alumnos y alumnas, y por qué? ¿Dónde están sus mayores dificultades? ¿Cuáles factores explican esos resultados? ¿Cuáles características tienen mis estudiantes que obtienen las mejores calificaciones?

Yo mismo, como maestro, ¿he desarrollado todas las competencias de lo que significa enseñar efectivamente? ¿Qué hacen los maestros de mi escuela o de mi distrito de aquellos estudiantes que tienen los mejores logros? ¿Cuáles estrategias docentes son las que producen mejores aprendizajes en las diferentes áreas disciplinares: lengua española, matemática, ciencias, etc.? ¿Cómo afecta el clima del aula y del centro los aprendizajes? Si las relaciones entre maestros, así como entre maestros y alumnos mejoran, ¿afectan de manera positiva los logros de aprendizaje? ¿Tener más o menos tareas para la casa cambia los aprendizajes de los estudiantes en matemática y otras áreas? ¿Fomenta mi escuela hábitos de lectura en la comunidad educativa? ¿Se producen cambios en los aprendizajes de mis estudiantes si los maestros intercambiamos de manera frecuente nuestras experiencias? ¿Qué características personales y profesionales tienen mis mejores maestros? ¿Experimenté yo mismo, como gerente de la escuela, cambios importantes en mi gestión por haber pasado por los talleres y cursos de formación continua?

Hay que estar dispuesto a estudiar y descubrir las brechas de la gestión institucional y pedagógica que producen cambios. Hay que disponerse a estudiar y analizar los problemas. Recoger, organizar y analizar evidencias, extrayendo conclusiones y recomendaciones que puedan ponerse en práctica.

La gestión docente en cualquiera de sus ámbitos: institucional o pedagógica, es una profesión fundada en teorías y principios científicos que deben ser continuamente revisados y analizados y, sobre todo, evaluados en su efectividad. La disposición a cuestionarnos y buscar respuesta hay que desarrollarla de manera continua. Un verdadero profesional de la enseñanza no tiene por qué esperar instrucciones de los organismos supervisores para mejorar su práctica docente. Eso es parte consustancial de su ser profesional.

El maestro investigador –innovador, es una alternativa para generar procesos de reflexión desde la práctica docente mediante la investigación – acción, que permita el desarrollo y fortalecimiento de una gestión de calidad.

No olviden nunca, si queremos nuevas respuestas, tendremos que hacernos nuevas preguntas

Fuente: https://acento.com.do/opinion/el-maestro-que-investiga-transforma-su-practica-docente-9047226.html

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Incertidumbre en la educación superior

Por: Miguel Ángel Casillas

Las autoridades educativas de todos los niveles son responsables de las acciones o inacciones que en materia de educación nacional se han tomado o dejado de tomar durante la pandemia. Específicamente en el caso de la educación superior, las autoridades federales, las estatales y las de cada institución deberán rendir cuentas sobre lo que han hecho o dejado de hacer para hacer avanzar los objetivos consagrados en la Constitución y en la Ley general de educación superior.

Salvo honrosas excepciones, las autoridades de la educación superior han estado subordinadas a las restrictivas políticas de salud, sin decidirse a volcar las energías del sistema de educación superior a la solución de la propia pandemia, sin iniciativa para favorecer la investigación sobre la enfermedad y sus efectos, sin alentar la difusión del conocimiento científico sobre el virus, sus mutaciones y sus efectos sobre la salud humana, sin promover la ampliación del conocimiento en función de la comparación de experiencias sociales e institucionales. Se han contentado con aplicar las medidas sanitarias, principalmente suspendiendo las actividades presenciales; y para los pocos trabajadores que asisten se toma la temperatura, se reparte gel antibacterial y se recomienda el uso del cubrebocas. Sin embargo, su responsabiidad no es sólo relativa a la cuestión sanitaria, sino principalmente educativa y es a ella a la que han renunciado y donde el déficit por su innacción es incalculable.

En efecto, podríamos justificar la pasividad de las autoridades al momento inicial de la pandemia, pues nadie sabía qué hacer, el desconcierto era generalizado y la incertidumbre sobre la evolución de la pandemia era grande. La confusión fue mayor cuando se establecieron las medidas nacionales de emergencia, suspensión de actividades y sana distancia. En ese momento inicial de la pandemia las autoridades de la educación superior fueron incapaces de formular una estrategia de transformación universitaria, se abandonó a los universitarios a su suerte y se cerraron las instalaciones.

En un segundo momento se comenzó a improvisar el traslado de las clases presenciales a plataformas educativas y se determinó continuar con las actividades académicas a la distancia haciendo uso de videoconferencias, chats, mensajes de voz y de texto. Las lecturas se distribuyeron en formatos pdf y en libros electrónicos para hacerlas accesibles a los estudiantes. Los ejercicios y actividades se reportaron en foros y repositorios; se mantuvieron las exposiciones en clase usando power point pero ahora compartiendo la pantalla en las videoconferencias. Este traslado fue desordenado y dejado a la libre competencia de los profesores: las autoridades renunciaron a diseñar una estrategia pedagógica que promoviera la renovación de la enseñanza y abdicaron de su responsabiidad de incentivar la capacitación continua del profesorado para incrementar su capital tecnológico. Salvo excepciones, las autoridades no apoyaron con equipos de cómputo o conectividad ni a estudiantes ni a profesores.

Peor ha sido el destino de la investigación, de la difusión cultural y la extensión universitaria que no disponen de políticas específicas para su adaptación a los tiempos que corren, a los nuevos formatos de la comunicación y nuevas condiciones del consumo cultural.

Continuando con esa inercia pachorruda, se ha instalado una nueva normalidad y llevamos dos años sin que haya claridad, de parte de los responsables de conducir el sistema de educación superior, para definir una estrategia educativa capaz de asumir la condición de incertidumbre que plantea el hipotético fin de la pandemia. En efecto, Las autoridades educativas han estado atrapadas tanto por la esperanza ilusoria del fin de la pandemia, como orientadas por una ideología conservadora de retorno al pasado. En lugar de pensar los desafíos de la pandemia desde la innovación educativa, siguen atrapados en la respuesta sanitaria.

Las autoridades universitarias y de la educación superior tienen un compromiso con sus comunidades y el deber de promover acciones constantes de mejora. Al renunciar a su liderazgo y abdicar en el diseño de un sistema de educación superior que se adapte a las nuevas condiciones, contravienen la responsabilidad para la cual fueron designados. Han pasado dos años y el retorno a las actividades presenciales se prolonga sujeto al ritmo de la pandemia; mientras, avanza la deserción y las comunidades se agotan en el limitado espacio del zoom, no hay un incremento real de la matrícula ni se están cumpliendo las expectativas definidas por la Ley general de educación superior.

Ante la indolencia de los rectores y los subsecretarios de educación de los estados, ante la falta de iniciativa de las autoridades federales, los ciudadanos y los universitarios en particular no podemos ser espectadores ante el derrumbe y el deterioro de la educación superior. Necesitamos compartir y aprender de las experiencias de estos dos años. A nivel nacional y de los estados estamos necesitados de un plan de capacitación y actualización magisterial, de un programa de habilitación estudiantil sobre las nuevas formas de estudiar, necesitamos que las autoridades negocien un sistema para la adquisión de equipo de cómputo y becas de conectividad para continuar con los estudios, que promuevan un repositorio de recursos educativos. A nivel de las instituciones es imperioso el rediseño curricular hacia la educación híbrida, donde renovemos contenidos, prácticas y relaciones pedagógicas, actividades y ejercicios de enseñanza, formas de evaluación y certificación de los aprendizajes, recursos para el aprendizaje, horarios. Tambiés es necesario el rediseño de los sistemas de tutorías para favorecer el acompañamiento a la distancia. Tiene que haber políticas de apoyo a la investigación y de renovación de la difusión cultural y la extensión uiniversitaria entre otros muchos aspectos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/incertidumbre-en-la-educacion-superior/
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Libro(PDF): Política, gestión y evaluación de la investigación y la vinculación en América Latina y el Caribe

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

Este libro reúne un conjunto de debates y reflexiones actuales en torno a las políticas y la diversidad de formas en las que se produce, circula, gestiona y evalúa el conocimiento en las universidades de América Latina y el Caribe. Sus veintinueve contribuciones escritas por investigadoras/es de Argentina, Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Perú y Uruguay dan cuenta de los desafíos y las reconfiguraciones que atraviesan las funciones de investigación, vinculación y/o extensión en diálogo con la docencia, y las actividades de gestión del conocimiento y evaluación de la investigación. El libro ofrece un aporte colectivo que busca fortalecer la apertura en la producción y circulación del conocimiento entendido como bien público y común, gestionado por las comunidades académicas de manera no comercial, contextualizado en las universidades latinoamericanas y robustecido por una diversidad de enfoques.

Autora:

Liliana Córdoba. Laura Rovelli. Pablo A. Vommaro. [Editores]

Editorial/Edición: CLACSO. Universidad Nacional de Córdoba.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina.

ISBN: 978-987-813-076-7

Idioma: Español

Descarga: Política, gestión y evaluación de la investigación y la vinculación en América Latina y el Caribe

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2432&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1598

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La Universidad: un lugar para la reflexión y el pensamiento crítico

Por: Educación 3.0

El mercado laboral necesita profesionales que se aproximen a la realidad con amplitud de miras y que tengan un recorrido reflexivo profundo. Para ello, la Universidad debe potenciar el pensamiento crítico y el emprendimiento, según Helena López-Casares, doctora en Neurociencia Cognitiva de las Organizaciones.

El mercado laboral necesita profesionales que se aproximen a la realidad con amplitud de miras y que tengan un recorrido reflexivo profundo. Para ello, la Universidad debe potenciar el pensamiento crítico y el emprendimiento, según Helena López-Casares, doctora en Neurociencia Cognitiva de las Organizaciones de la Universidad Nebrija.

La educación es, quizá, el área de desarrollo, preparación, crecimiento y descubrimiento a la que dedicamos más esfuerzo y tiempo durante nuestra vida. Es un proceso de transformación del individuo y una garantía del bienestar de la sociedad. La etapa de Infantil supone un paso muy relevante en la vida de un menor. A través de la mirada de un educador, profesor o maestro, el mundo comienza a ser un espacio más amplio. Mediante el juego, las sensaciones y las expresiones artísticas, el niño conoce la riqueza que hay a su alrededor, compartiendo y experimentando con sus compañeros. Esta etapa contribuye a sentar las bases del desarrollo social, afectivo, físico e intelectual en una franja de edad crucial para la futura salud emocional y mental del adulto.

A partir de aquí, conforme la persona va creciendo y accediendo a los distintos ciclos educativos, el conocimiento va adquiriendo un papel protagonista y central. La adquisición de saber y el dominio de las materias envasadas en distintas asignaturas se convierten en un asunto nuclear. Los educandos en estas etapas están centrados en el estudio, a la vez que van entendiendo la importancia de los valores como el respeto o la tolerancia para entablar relaciones sanas, positivas y constructivas con sus semejantes. Son años, además, en los que se forjan fuertes lazos de amistad y compañerismo, y se asientan los fundamentos de la convivencia para la creación de sociedades cohesionadas.

La Universidad

La Universidad es un lugar para el encuentro consigo mismo en relación con el entorno. Con independencia de los estudios que se hayan elegido como especialidad universitaria, este período de la vida ofrece al universitario una ventana de autoconocimiento y redescubrimiento interior. Es una oportunidad para desarrollar las habilidades que se van a requerir en los distintos trabajos y responsabilidades que una persona va a tener a lo largo de su vida. El paso por la Universidad debe ser un ejercicio de liderazgo consciente y responsable.

Impulsar la empleabilidad 

Por eso, la Universidad es una etapa que ha de abordarse de forma distinta a la de ciclos anteriores. La Universidad no debería convertirse en una extensión del colegio, instituto, liceo o centro donde se cursaron los estudios básicos y de ciclo superior.

Los universitarios tienen que pensar, discurrir, debatir, reflexionar y plantear qué papel desean desempeñar en la sociedad. En este sentido, la educación universitaria debe consolidar la preparación humana de los educandos, en un mundo que requiere de personas capaces de indagar, investigar, llegar a conclusiones y mirar la realidad con sentido crítico-reflexivo.

La velocidad, intensidad y magnitud del cambio en todas sus vertientes reclama el desarrollo de las capacidades cognitivas superiores y de competencias emocionales que ayuden a las personas a relacionarse con el entorno complejo, global y digital. Nuestro mundo ha dejado de funcionar con la precisión y predictibilidad del mecanismo de un reloj, está influido por numerosas variables que no siguen la lógica lineal de la causa y del efecto con la que hemos venido analizando la realidad y demanda una nueva mentalidad.

Pensamiento crítico y emprendedor: habilidades a desarrollar

Es por ello que el pensamiento crítico es una de las habilidades más solicitadas en cualquier puesto laboral. La capacidad de pensar por uno mismo, de analizar situaciones con la mente abierta, de interpretar los datos y considerar un amplio rango de alternativas van ganando terreno como garantes de la autonomía intelectual y como bases del cambio innovador.

En la misma línea, el pensamiento emprendedor es una habilidad asociada a la iniciativa y empeño, y es considerado uno de los motores para asumir retos en el ámbito laboral de forma permanente y resolver situaciones con determinación, arrojo y perseverancia.

En todo este proceso, el profesor universitario es un eslabón fundamental que debe trascender su papel de correa de transmisión del conocimiento y debe asumir un rol de referente humanista para crear las mentes del renacimiento en el siglo XXI. La Universidad debe rescatar su vertiente humanista y ensalzarla al mismo nivel que los conocimientos técnicos. Ambas dimensiones garantizarán la libertad y el espíritu de universalidad y totalidad en el cultivo del saber que debe distinguir a las universidades y a las comunidades académicas de alumnos y profesores.

La educación universitaria tiene un gran papel vertebrador en el avance del pensamiento. El estudiante debe aprovechar esta etapa de su educación para encontrarse a sí mismo, hallar su verdad, saber quién es y qué papel desea representar en su vida. El mercado laboral necesita profesionales que se aproximen a la realidad con amplitud de miras y que tengan un recorrido reflexivo profundo. La cuarta revolución industrial conlleva transformaciones de tal envergadura que no pueden abordarse desde una visión banal y superficial de la realidad.

Los desafíos económicos, políticos, sociales, medioambientales y tecnológicos requieren de líderes capaces de ofrecer respuestas para crear un futuro, cuyo diseño debería ser un asunto central y prioritario en el mundo universitario.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/la-universidad-reflexion/

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El debate académico como herramienta pedagógica en Secundaria

Por:

Fomenta el pensamiento crítico, el trabajo en equipo y el alumnado desarrolla habilidades como la oratoria o la investigación. Te contamos en qué consiste el debate académico y qué beneficios aporta.

Saber hablar en público, transmitir ideas y opiniones, escuchar a los demás, compartir posturas, rebatirlas y estar preparados para defender un cambio de opinión son algunas de las habilidades que se ponen en práctica al participar en un debate académico. Se trata de una actividad formativa que permite a los jóvenes conocer, analizar y reflexionar acerca del mundo que les rodea, lo que resultará muy beneficioso para su futuro académico, profesional y personal.

El debate en las aulas tiene una larga tradición en el mundo educativo anglosajón, pero cada vez más docentes españoles se animan a ponerla en práctica con su alumnado. Es el caso de José Enrique Celador, subdirector del Colegio Inmaculada Concepción (Madrid) y creador del club de debate en su centro. “Es una práctica que funciona muy bien en el 2º ciclo de ESO y Bachillerato, especialmente si ya se ha trabajado previamente con ellos sesiones de oratoria como iniciación a la comunicación pública y argumentativa de sus ideas”, señala.

El debate académico

El debate es en realidad una competición entre al menos dos equipos (normalmente de 4 o 5 personas) que se alternan para intervenir en las distintas fases, que duran entre tres y cinco minutos cada una: discurso, refutación 1ª, refutación 2ª y conclusión. El formato del debate puede variar dependiendo de cómo se desarrollen las fases de refutación. Pueden ser más cortas e intensas, por lo que los ponentes tendrán que ser más ágiles, o pueden tener una duración parecida al resto de las fases.

debate académico

Además, se suelen establecer los siguientes roles: introductor, refutador 1, refutador 2, ponente de la conclusión y, si fuera necesario, un secretario. Generalmente, antes de comenzar el debate se decide por sorteo la postura que cada uno de los equipos debe defender sobre un tema previamente acordado. De este modo, ambos equipos habrán tenido que preparar la defensa de los dos bandos.

Tras participar varios años con su alumnado de 4º ESO y 2º de Bachillerato en el torneo anual de debate escolar en la Comunidad de Madrid, Luis Miguel Carpio, profesor de Lengua en Secundaria y Bachillerato en el IES Las Lagunas (Rivas-Vaciamadrid) explica que, en el torneo, cada integrante del grupo interviene en una de las partes que ha preparado a conciencia con anterioridad. “En las intervenciones del discurso y la conclusión suelen intervenir alumnos que puedan memorizar y desarrollar una kinésica más convincente, mientras que en las refutaciones, el rol del alumno se acerca a una improvisación mayor”, aclara. Asimismo, recuerda: “el objetivo no es ganar o perder, es aprender a escuchar y respetar las opiniones ajenas, y tener la capacidad de contraargumentar con las opiniones propias”.

Por su parte, Celador (Colegio Inmaculada Concepción) añade que antes del día del debate “es fundamental que todos los alumnos participen en la fase de búsqueda y organización de la información para elaborar los razonamientos en equipo, los argumentos y las evidencias que se van a plantear”.

Según los docentes consultados, una vez desarrollada esa fase previa de preparación, que puede durar cuatro o cinco sesiones (en tutorías, recreos, después de clase…), dedican otras dos a la elaboración de los discursos iniciales, a esquematizar las refutaciones y a dejar perfilada la conclusión. Finalmente, se cierran estas sesiones con la puesta en práctica de los debates en el aula.

Habilidades y competencias

El debate es una herramienta pedagógica de carácter transversal que se suele emplear en el ámbito lingüístico, pero también implica que los alumnos pongan en práctica herramientas científico-técnicas, como la investigación y búsqueda de evidencias. Son muchos los beneficios que aporta a los estudiantes: “Les ayuda en diferentes ámbitos como la comunicación oral, valores de respeto, oratoria, dicción, trabajo en equipo y cooperación, investigación y organización discursiva, entre otros. Además, favorece a que el alumno se informe sobre determinado tema que es motivo de controversia moral o ética”, apunta Carpio (IES Las Lagunas).

Estudiantes investigan y preparan información antes del debate académico

De este modo, no solo permite el desarrollo personal y social y promueve la capacidad de aprender a aprender, sino que también es clave para fomentar el pensamiento crítico. Belén Sánchez participó en debates escolares durante varios cursos como alumna del Colegio Nuestra Señora de la Providencia (Pinto, Madrid). En 2013, su equipo participó en el torneo de debates de la Comunidad de Madrid y en la liga de debate preuniversitario Versus, organizado por la Universidad Nebrija. Para ella, supuso el comienzo de una reflexión personal y un despertar de inquietudes: “Cuando empecé tenía 16 años, aún no votaba, la política no me importaba pero, gracias a los debates, conocí diferentes partidos, aprendí a identificar qué valores defendían y cuáles eran los míos, para ver con cuáles estaba de acuerdo”, cuenta. En su caso, la experiencia le permitió aprender a improvisar y a moverse por el espacio siendo más consciente de su comunicación no verbal así como a recibir y hacer críticas constructivas entre sus compañeros, mejorando así su comunicación asertiva.

Otros beneficios

Al tratarse de una actividad que implica mucho trabajo en equipo, las ventajas van más allá del desarrollo académico de los jóvenes. Según Carpio, “con esta actividad los chicos estrechan lazos entre sí, ya sea con los compañeros de equipo, con otros alumnos contra los que compiten de otros centros o con los propios profesores que los forman”.

Además, la intensidad de los debates puede provocar que los participantes terminen en discusiones y enfados, por lo que es es necesario contar con herramientas de autorregulación emocional para recordar que es un ‘juego’ y no una discusión personal: “Aprendimos técnicas de relajación y de gestión emocional, lo cual fue muy útil y más siendo adolescente, que éramos auténticas bombas de emociones”, explica Sánchez.

Para Celador, el debate y la preparación del mismo tanto en el aula como en torneos es una de las mayores experiencias personales y de aprendizaje que ha vivido con los alumnos. “No sólo es una herramienta educativa excepcional para trabajar en el aula el pensamiento crítico, sino también para desarrollar la educación integral de los alumnos pues les pone en contextos y situaciones para defender sus ideas de una forma objetiva y plausible”. Además, recuerda que, con todo lo que aprenden, adquieren habilidades útiles para los trabajos del futuro, como la capacidad de trabajar en equipo o saber transmitir en contextos públicos sus ideas y conocimientos.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/debate-academico/

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Débil consenso global en «los futuros de a educación»: el mundo urge nuevo contrato social sin proponer planes de acción. UNESCO

Dos años de preparación y consultas mundiales de la UNESCO que involucraron a más de un millón de personas han terminado en un débil consenso global sobre los futuros de la educación. Este informe urge un nuevo contrato social para la educación como paso fundamental para reimaginar juntos nuestros futuros «pacíficos, justos y sostenibles», a partir de transformar la educación misma para lograr algo similar con esos futuros, pero reconoce que las propuestas son simplemente un punto de partida, una invitación a pensar e imaginar más que un plan de acción. Su texto íntegro se acaba de publicar en inglés y francés, y no saldrá en español y otros idiomas hasta el 2022.
No obstante, UNESCO ha puesto ambición tanto en el título de su nuevo informe mundial sobre el futuro de la educación, titulado Reimaginar nuestro futuro juntos: un nuevo contrato social para la educación, como en su premisas de que la humanidad y el planeta Tierra se encuentran en peligro y la gobernanza democrática ha retrocedido. También en el método de buscar y adoptar medidas consensuadas de forma urgente para cambiar de rumbo y replantearnos nuestros futuros.

La tradición de informes como este (sus 4 precedentes históricos fueron Aprender a ser: la educación del futuro,  en 1971-1972; La educación encierra un tesoro,  1993-1996; Los Siete saberes necesarios para la educación del futuro, 1999, y Replantear la educación. ¿Hacia un bien común mundial?) es de presentarlos como históricos y únicos en cada generación para repensar cómo el conocimiento y el aprendizaje darán forma al futuro de la humanidad y del planeta. Pero ante la generación que ha de afrontar grandes desafíos de creciente desigualdad ante las previsibles disrupciones de la inteligencia artificial y las pretensiones de dotar de ética y derechos a las máquinas, UNESCO se limita a recordar principios reconocidos como derechos humanos formalmente por la ONU en 1948 como una educación de calidad a lo largo de toda la vida o la educación como bien público y común, según expertos del Consejo Editorial de Ibercampus.

Preparado por una Comisión Internacional sobre el Futuro de la Educación que preside la presidenta del país más pobre del mundo las últimas décadas, la República Democrática Federal de Etiopía, Sahle-Work Zewde, el Informe busca desde antes de la Covid 19 proyectar la educación hasta el año 2050 y más allá, así como según la literatura oficial navegar por las interrupciones clave relacionadas con el clima, la participación democrática, la digitalización y el trabajo. Pero casi su única receta para garantizar esos dos principios institucionalizados a partir de 1948 es urgir un nuevo contrato social para la educación que tiene como objetivo reequilibrar nuestras relaciones entre nosotros, el planeta y la tecnología.

En un momento en que el clima, la salud y los desafíos tecnológicos se cruzan, repensar la educación es más necesario que nunca para orientar el futuro, dijo la Directora General de la UNESCO, Audrey Azoulay. Y debemos hacer esto juntos porque la educación del mañana debe dejar más espacio para la participación y la contribución de toda la comunidad educativa y de la sociedad en general. Este informe propone acciones para forjar este nuevo contrato social para nuestras sociedades.

El Informe pide también pedagogías para enfatizar cambios en la cooperación, la colaboración y la solidaridad. Insta a que los planes de estudio se orienten hacia el aprendizaje ecológico, intercultural e interdisciplinario. Afirma que la enseñanza debe profesionalizarse aún más como un esfuerzo colaborativo y reconocer a los docentes como figuras clave en la transformación educativa y social. Pide también que las escuelas sean protegidas como sitios indispensables para promover la inclusión, la equidad y el bienestar colectivo, pero que se rediseñen para fomentar una mayor colaboración y convertirse en ejemplos de sostenibilidad y neutralidad de carbono.

El Informe hace un llamamiento a un programa de investigación colaborativa sobre el derecho a la educación a lo largo de la vida e insta a renovar la solidaridad global y la cooperación internacional para expandir las oportunidades educativas en los espacios sociales, culturales y profesionales.

Afirma que el derecho a la educación debe ampliarse para que sea de por vida y abarque el derecho a la conectividad. Uno de los mensajes clave que nuestra Comisión escuchó de todas las consultas es que la educación no solo es esencial para que las personas vivan una vida digna y significativa; también es crucial para dar forma a nuestros futuros compartidos , dijo el presidente Sahle-Work Zewde. Pensar en la educación como una forma de bienestar compartido es una idea clave que se encuentra presente en el informe. Nuestros sistemas educativos deben enfatizar mejor nuestra interconexión, fomentar el pensamiento crítico, el compromiso cívico y la conciencia de nuestra humanidad y nuestro planeta compartidos. Forjar un nuevo contrato social para la educación es un paso fundamental hacia la reinvención de nuestro futuro juntos.

El Informe pide que millones de personas, instituciones y organizaciones de todo el mundo impulsen y realicen el nuevo contrato social,  llamando a los educadores, jóvenes, investigadores y tomadores de decisiones a renovar la educación tras discutir lo que debemos mantener, lo que debemos abandonar, lo que necesita ser reinventado y cómo lograrlo en sus instituciones educativas y comunidades.

Nombrada en 2019, la Comisión Internacional está compuesta por líderes de la política, el mundo académico, las artes, la ciencia, los negocios y la educación. De las 17 personas que la integran, tres son latinoamericanas: Cristovan Buarque, político y profesor emérito de la Universidad de Brasíl; Elisa Guerra, profesora, fundadora del Colegio Valle de Filadelfia, en México, además de autora de la serie Filadelfia para la Editorial Pearson y Premio ALAS-BID a la mejor educadora de Latinoamérica 2015, y Tarcila Rivera Cea, una de las más reconocidas activistas indígenas en Perú y el mundo, presidenta de CHIRAPAQ, Centro para Culturas Indígenas de Perú.

Hacia un nuevo contrato social para la educación: resumen de 186 páginas

Nuestro mundo atraviesa un momento crítico. Ya sabemos que el conocimiento y el aprendizaje son fundamentales para la renovación y la transformación. Sin embargo, las disparidades mundiales, así como la necesidad apremiante de replantearnos por qué, cómo, qué, dónde y cuándo aprendemos, suponen que la educación aún no está cumpliendo su promesa de ayudarnos a forjar un futuro pacífico, justo y sostenible.

En nuestra búsqueda de crecimiento y desarrollo, los seres humanos hemos ejercido demasiada presión sobre nuestro medio natural, poniendo en peligro nuestra propia existencia. Hoy en día, los altos niveles de vida coexisten con profundas desigualdades. Aunque cada vez más personas participan en la vida pública, el tejido de la sociedad civil y la democracia está perdiendo firmeza en muchos lugares del mundo. Los rápidos cambios tecnológicos están transformando muchos aspectos de nuestra vida, pero estas innovaciones no están orientadas como deberían a la equidad, la inclusión y la participación democrática.

Todas las personas que viven hoy en día tienen la importante obligación, tanto para con las generaciones actuales como para con las futuras, de garantizar que nuestro mundo sea un mundo de abundancia y no de escasez, y que todos disfruten plenamente de los mismos derechos humanos. A pesar de la urgencia de actuar, y en un contexto de gran incertidumbre, tenemos motivos para estar llenos de esperanza. Como especie, nos encontramos en un momento de nuestra historia colectiva en el que tenemos más acceso que nunca al conocimiento y a herramientas que nos permiten colaborar. Para la humanidad, la posibilidad de participar en la creación conjunta de mejores futuros nunca ha sido mayor.

Este informe mundial de la Comisión Internacional sobre Los futuros de la educación plantea la cuestión de la función que puede cumplir la educación para dar forma a nuestro mundo común y nuestro futuro compartido de cara a 2050 y más allá. Las propuestas que presenta son el resultado de un proceso mundial de participación y creación conjunta de dos años, que mostró que un gran número de personas, ya fueran niños, jóvenes o adultos, son muy conscientes de que estamos conectados en este planeta compartido y de que mejorar esa experiencia para todos exige que trabajemos juntos.

A menudo ya están dedicados a generar esos cambios ellos mismos. Este informe incorpora sus contribuciones a todos los factores, desde la forma de replantearse el espacio de aprendizaje hasta la descolonización de los planes de estudios y la importancia del aprendizaje social y emocional, y explora sus miedos reales y crecientes en relación con el cambio climático, las crisis como la COVID-19, las noticias falsas y la brecha digital.

La educación, es decir, la forma de estructurar la enseñanza y el aprendizaje a lo largo de la vida, ha desempeñado durante mucho tiempo un papel fundamental en la transformación de las sociedades humanas. Nos conecta con el mundo y entre nosotros, nos abre a nuevas posibilidades y refuerza nuestras capacidades de diálogo y acción. Pero para forjar futuros pacíficos, justos y sostenibles, es necesario transformar la educación misma.

La educación puede considerarse un contrato social, esto es, un acuerdo implícito entre los miembros de una sociedad de cooperar para obtener un beneficio común. Un contrato social es más que un convenio, ya que refleja normas, compromisos y principios que tienen un carácter legislativo formal y que están culturalmente arraigados. El punto de partida es una visión común de los fines públicos de la educación. Este contrato consiste en los principios fundacionales y organizativos que estructuran los sistemas educativos, así como en el trabajo distribuido que se realiza para crearlos, mantenerlos y perfeccionarlos.

Durante el siglo XX, la educación pública buscaba esencialmente apoyar a la ciudadanía nacional y los esfuerzos de desarrollo mediante la escolaridad obligatoria de niños y jóvenes. Pero en el momento actual, en el que nos enfrentamos a graves riesgos para el futuro de la humanidad y la propia vida del planeta, debemos reinventar urgentemente la educación para que nos ayude a afrontar los retos comunes. Este acto de reimaginar significa trabajar juntos para crear futuros que sean compartidos e interdependientes. El nuevo contrato social para la educación debe unirnos en torno a los esfuerzos colectivos y aportar el conocimiento y la innovación necesarios para forjar futuros sostenibles y pacíficos para todos, basados en la justicia social, económica y ambiental. Y debe también, al igual que hace el presente informe, defender la función que desempeñan los docentes.

Son tres las preguntas esenciales que deben plantearse en materia de educación de cara a 2050, a saber, ¿qué deberíamos seguir haciendo?,¿qué deberíamos dejar de hacer? y ¿qué debería reinventarse de forma creativa?

Principios fundacionales

Todo nuevo contrato social debe basarse en los amplios principios que sustentan los derechos humanos (inclusión y equidad, cooperación y solidaridad, así como responsabilidad colectiva e interconexión) y deberá regirse por los dos principios fundacionales siguientes:

  • Garantizar el derecho a una educación de calidad a lo largo de toda la vida. El derecho a la educación, establecido en el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, debe seguir siendo el fundamento del nuevo contrato social para la educación y debe ampliarse para incluir el derecho a una educación de calidad durante toda la vida. También debe abarcar el derecho a la información, a la cultura y a la ciencia, así como el derecho a acceder y contribuir al patrimonio común de conocimientos, es decir, los recursos de conocimiento colectivos de la humanidad que se han acumulado durante generaciones y que se transforman continuamente.
  • Reforzar la educación como bien público y común. En su calidad de esfuerzo social compartido, la educación crea propósitos comunes y permite que los individuos y las comunidades florezcan de forma conjunta. Un nuevo contrato social para la educación no solo debe garantizar que esta reciba financiación pública, sino que comprende también un compromiso de la sociedad en general de incluir a todos en los debates públicos sobre la educación. Es este énfasis en la participación lo que refuerza la calidad de patrimonio común de la educación, esto es, una forma de bienestar compartido que se elige y se logra conjuntamente.

Estos principios fundacionales reposan en lo que la educación ha permitido a la humanidad conseguir hasta ahora y contribuyen a garantizar que, a medida que avanzamos hacia 2050 y más allá, la educación empodere a las generaciones futuras para que reimaginen sus futuros y renueven sus mundos.

Entre las promesas del pasado y las incertidumbres del futuro

La agravación de las desigualdades sociales y económicas, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, un uso de los recursos que sobrepasa los límites planetarios, el retroceso democrático y las tecnologías de automatización disruptivas son las características de nuestra coyuntura histórica actual. Estas múltiples crisis y desafíos que se superponen socavan nuestros derechos humanos individuales y colectivos, y han provocado daños para una gran parte de la vida en la Tierra. Aunque la expansión de los sistemas educativos ha creado oportunidades para muchos, un gran número de personas debe conformarse con un aprendizaje de baja calidad.

Mirar hacia el futuro nos pone frente a un cuadro aún más sombrío. Ciertamente, es posible imaginar un planeta agotado, con menos espacios para la habitación humana. Los escenarios futuros extremos también incluyen un mundo en el que la educación de calidad es un privilegio de las élites, y en el que amplios grupos de personas viven en la miseria porque no tienen acceso a los bienes y servicios esenciales. ¿No harán las desigualdades educativas actuales más que agravarse con el tiempo hasta que los planes de estudios lleguen a ser irrelevantes? ¿Cómo afectarán estos posibles cambios a nuestra humanidad esencial?

Ninguna tendencia es inexorable. Son posibles múltiples futuros alternativos, con transformaciones disruptivas en diversas esferas clave, como se indica a continuación:

  • El planeta está en peligro, pero la descarbonización y la ecologización de las economías están en marcha. En este caso, los niños y los jóvenes ya cumplen una función de liderazgo, exigiendo una acción real y haciendo severos reproches a quienes se niegan a afrontar la urgencia de la situación.
  • En el último decenio, el mundo ha sido testigo de un retroceso de la gobernanza democrática y un aumento del sentimiento populista impulsado por la identidad. Al mismo tiempo, han prosperado la participación ciudadana y el activismo cada vez más activos que combaten la discriminación y la injusticia en todo el mundo.
  • Las tecnologías digitales encierran un enorme potencial de transformación, pero aún no hemos descubierto cómo hacer realidad sus numerosas promesas.
  • El reto de crear un trabajo decente centrado en el ser humano está a punto de tornarse mucho más complejo a medida que la inteligencia artificial (IA), la automatización y las transformaciones estructurales cambian la configuración de los panoramas laborales en todo el mundo. Al mismo tiempo, cada vez más personas y comunidades reconocen el valor del trabajo de asistencia y cuidado y las múltiples formas en que debe brindarse seguridad económica.

Cada una de estas nuevas perturbaciones ejerce repercusiones considerables para la educación. A su vez, lo que hagamos juntos en materia educativa determinará la forma en que responderá.

Actualmente, la forma en que organizamos la educación alrededor del mundo no basta para garantizar sociedades justas y pacíficas, un planeta sano y un progreso compartido que beneficie a todos. De hecho, algunas de nuestras dificultades provienen de nuestra manera de impartir educación. Un nuevo contrato social para la educación debe permitirnos pensar diferente sobre el aprendizaje y las relaciones entre los alumnos, los docentes, el conocimiento y el mundo.

Propuestas para renovar la educación

La pedagogía debería organizarse en torno a los principios de cooperación, colaboración y solidaridad. Debería fomentar las capacidades intelectuales, sociales y morales de los alumnos, para que puedan trabajar juntos y transformar el mundo con empatía y compasión. Al mismo tiempo, hay que “desaprender” la tendenciosidad, los prejuicios y las divisiones. La evaluación debería reflejar estos objetivos pedagógicos, de tal modo que se promuevan un crecimiento y un aprendizaje significativos para todos los alumnos.

Los planes de estudios deberían hacer hincapié en un aprendizaje ecológico, intercultural e interdisciplinario que ayude a los alumnos a acceder a conocimientos, y producirlos, y que desarrolle al mismo tiempo su capacidad para criticarlos y aplicarlos. Los planes de estudios deben adoptar una comprensión ecológica de la humanidad que reequilibre la forma en que nos relacionamos con la Tierra, teniendo en cuenta que es un planeta vivo y nuestro único hogar. Es importante frenar la difusión de información errónea mediante una alfabetización científica, digital y humanística que refuerce la capacidad de distinguir la mentira de la verdad. En los contenidos, métodos y políticas de educación deberíamos promover la ciudadanía activa y la participación democrática.

La enseñanza debería seguir profesionalizándose como una labor colaborativa en la que se reconozca la función de los docentes de productores de conocimientos y figuras clave de la transformación educativa y social. La labor de los docentes debería caracterizarse por la colaboración y el trabajo en equipo. La reflexión, la investigación y la creación de conocimientos y nuevas prácticas pedagógicas deberían ser parte integrante de la enseñanza. Esto significa que hay que respaldar la autonomía y la libertad de los docentes, y que estos deben participar plenamente en el debate público y el diálogo sobre los futuros de la educación.

Las escuelas deberían ser lugares educativos protegidos, ya que promueven la inclusión, la equidad y el bienestar individual y colectivo, y también deberían reimaginarse con miras a facilitar aún más la transformación del mundo hacia futuros más justos, equitativos y sostenibles. Las escuelas deben ser sitios que reúnan a grupos diversos de personas, ofreciéndoles desafíos y oportunidades que no existen en ninguna otra parte. Hay que aportar las modificaciones necesarias a las arquitecturas, los espacios, los horarios y las agrupaciones de alumnos de las escuelas, a fin de alentar y permitir a los individuos para que trabajen de consuno. Las tecnologías digitales deberían tener como objetivo apoyar a las escuelas, y no sustituirlas. Las escuelas deberían forjar los futuros a los que aspiramos garantizando los derechos humanos y convirtiéndose en ejemplos de sostenibilidad y neutralidad en carbono.

Deberíamos disfrutar y acrecentar las oportunidades educativas que surgen a lo largo de la vida y en diferentes entornos culturales y sociales. En todo momento de la vida, las personas deberían tener oportunidades educativas significativas y de calidad. Deberíamos conectar los lugares naturales, físicos y virtuales de aprendizaje, aprovechando al máximo las mejores características de cada uno. Los principales responsables son los gobiernos, cuya capacidad de financiación y regulación pública de la educación debería fortalecerse. Es necesario ampliar el derecho a la educación, a fin de que sea permanente y abarque el derecho a la información, la cultura, la ciencia y la conectividad.

Promoción de un nuevo contrato social para la educación

El cambio y la innovación a gran escala son posibles. Estableceremos un nuevo contrato social para la educación mediante millones de actos individuales y colectivos: actos de valor, liderazgo, resistencia, creatividad y cuidado. Un nuevo contrato social debe superar la discriminación, la marginación y la exclusión. Debemos esforzarnos por garantizar la igualdad de género y los derechos de todos, independientemente de la raza, el origen étnico, la religión, la discapacidad, la orientación sexual, la edad o la ciudadanía. Se necesita un enorme compromiso en favor del diálogo social y del pensamiento y la actuación conjuntos.

Un llamamiento a la investigación y la innovación. Un nuevo contrato social requiere un programa de investigación colaborativo de alcance mundial que se centre en el derecho a la educación a lo largo de toda la vida. Este programa debe basarse en el derecho a la educación e incluir diferentes tipos de datos y formas de conocimiento, incluido el aprendizaje horizontal y el intercambio de conocimientos más allá de las fronteras. Deberían aceptarse las contribuciones de todos, de los docentes a los alumnos, y de los académicos y centros de investigación a los gobiernos y organizaciones de la sociedad civil.

Un llamamiento a la solidaridad mundial y la cooperación internacional. Un nuevo contrato social para la educación requiere un compromiso renovado de colaboración mundial que fomente la educación como un patrimonio común, sobre la base de una cooperación más justa y equitativa entre los agentes estatales y no estatales. La comunidad internacional desempeña un papel esencial para ayudar a los agentes estatales y no estatales a ajustarse a los propósitos, normas y reglas compartidos necesarios para hacer realidad un nuevo contrato social para la educación. En este sentido, debería respetarse el principio de subsidiariedad y promoverse los esfuerzos locales, nacionales y regionales. Deben tenerse en cuenta en particular las necesidades educativas de los solicitantes de asilo, los refugiados, los apátridas y los migrantes, mediante la cooperación internacional y el trabajo de las instituciones mundiales.

Las universidades y otras instituciones de educación superior deben participar activamente en todos los aspectos de la creación de un nuevo contrato social para la educación. Ya sea que apoyen la investigación y el avance de la ciencia, o que sean colaboradoras contribuyentes de otras instituciones y programas de educación de sus comunidades y el resto del mundo, las universidades creativas, innovadoras y comprometidas con el afianzamiento de la educación como patrimonio común cumplen una función clave en los futuros de la educación.

Es esencial que todos puedan contribuir a forjar los futuros de la educación: niños, jóvenes, padres, docentes, investigadores, activistas, empleadores, líderes culturales y religiosos, etc. Tenemos tradiciones culturales profundas, ricas y diversas que pueden servir de cimiento, y los seres humanos cuentan con una gran capacidad de acción colectiva, inteligencia y creatividad. Ahora nos enfrentamos a una importante disyuntiva, a saber, seguir por un camino insostenible o cambiar radicalmente de rumbo.

El presente informe sugiere respuestas a las tres preguntas básicas siguientes: ¿qué deberíamos seguir haciendo?, ¿qué deberíamos dejar de hacer? y ¿qué debería reimaginarse de forma creativa? No obstante, las propuestas son simplemente un punto de partida. Este informe es más una invitación a pensar e imaginar que un plan de acción. Estas cuestiones deben abordarse y responderse en las comunidades, los países, las escuelas y los programas y sistemas educativos de todo tipo, en todo el mundo.

Establecer un nuevo contrato social para la educación es un paso fundamental para reimaginar juntos nuestros futuros.

Fuente: https://www.ibercampus.es/debil-consenso-global-en-los-futuros-de-a-educacion-urge-nuevo-contrato-social-sin-proponer-planes-de-accion.htm

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Héctor Ruiz: “Al crear puentes entre la investigación y el aula, surgen oportunistas pseudocientíficos”

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  • Hablamos con el biólogo y experto en psicología cognitiva sobre el boom de la neuroeducación, un término que no le gusta porque, bajo su paraguas, se confunden disciplinas variopintas y se cobija un número creciente de oportunistas e intrusos. Héctor Ruiz Martín admite que la ciencia nunca podrá responder a algunas preguntas educativas fundamentales. Pero sí ha logrado hallazgos sólidos. Por ejemplo, que aprender de verdad implica dar sentido a lo que aprendemos.

Biólogo de carrera, a Héctor Ruiz Martín siempre le picó el gusanillo de la educación. Desde muy joven le asaltaron los grandes interrogantes pedagógicos, con el cómo aprendemos a la cabeza. Buscó respuestas en la docencia, habiendo sido profesor de instituto y universidad. Durante un tiempo intentó diseccionar los misterios del aprendizaje a través de la neurociencia. Y cuando descubrió los encantos de la psicología cognitiva, se produjo algo así como un flechazo intelectual. Autor de varias obras con un enfoque divulgativo, hoy dirige la International Science Teaching Foundation, con sede en Barcelona.

¿Cómo das el salto de la neurociencia a la psicología cognitiva? ¿Fue una transición gradual o una especie de iluminación repentina?

Un poco ambas cosas. Yo descubro, a través de la neurociencia, que se pueda hacer ciencia del aprendizaje. Me meto en este ámbito con mucha fascinación. Pero en el fondo, más allá de mi interés fundamental como biólogo, siempre he buscado poder responder a las preguntas que nos hacemos como docentes y estudiantes, en especial cómo aprender más y mejor. Cuanto más me meto en la neurociencia (su estudio del cerebro a nivel molecular, celular, bioquímico), más me doy cuenta de que esta no puede responder a estas preguntas. Este proceso fue progresivo. Y luego está ese momento en el que descubro, cuando vivía en EEUU, la psicología cognitiva, un ámbito del que en España hay muy poca tradición. Veo que, al dedicarse a estudiar el cerebro como procesador de información pero más desde el comportamiento, resulta mucho más interesante en esa búsqueda de respuestas.

¿Hay desconfianzas, recelos entre ambos ámbitos? Quizá la neurociencia se arroga una especie de legitimidad de pureza empírica. Y la psicología cognitiva, una mayor capacidad de trasladar al aula sus hallazgos.

Nunca he visto neurocientíficos que resten validez a la psicología cognitiva, que en realidad tiene un enfoque más cercano a las ciencias naturales que a las sociales: causa-efecto, herramientas cuantitativas… Lo que sí observo es que, para el público general, todo es neurociencia, todo es neuroeducación, un término que personalmente no me gusta. La neurociencia tiene más sex-appeal, más caché, viene como con un sello de objetividad. Pero, en realidad, la inmensa mayoría de cosas bajo el paraguas de la llamada neuroeducación —digamos, más en rigor, de las ciencias del aprendizaje— vienen de la psicología cognitiva. Al atribuir a lo neuro esa preponderancia, hay psicólogos que se sienten ninguneados. Lo importante, en cualquier caso, es que ambas disciplinas interactúan, se retroalimentan continuamente.

Aprovechando esa fiebre neuro y esa confusión de términos, se cuelan muchos supuestos gurús que lanzan propuestas metodológicas barnizadas de pseudociencia.

Intrusos y oportunistas siempre ha habido. Incluso en ámbitos como la medicina —que tiene algo de arte pero se basa fundamentalmente en el conocimiento científico— sigue habiendo mucha pseudociencia. Con más razón en la práctica educativa, donde no hay una fuerte tradición investigadora. Y ocurre precisamente ahora, cuando se está tratando de crear puentes entre la investigación y el aula. Como en la publicidad, suelen ser propuestas que combinan emoción y razón (supuestamente científica) en un pack listo para vender.

¿Corremos el riesgo de menospreciar, en aras del rigor científico, ese componente artístico de la docencia: la intuición, la experiencia del profesor…?

Los propios científicos somos conscientes de las limitaciones de la ciencia. A destacar, que la ciencia solo puede responder a preguntas científicas. Esto deja fuera, por ejemplo, cuáles deben ser los objetivos de la educación, que siempre será un debate ideológico. Pero sí puede ayudar a informar sobre la manera más probable de alcanzar —en función del contexto, los recursos, etc.— esos objetivos. No hay que olvidar tampoco que la ciencia va avanzando, resolviendo cuestiones, consiguiendo un conocimiento cada vez mejor, pero nunca perfecto, absoluto. Cuando entran en juego variables que la investigación aún no ha tenido en cuenta, poco puede aportar la ciencia. Pero tampoco hemos de olvidar que la experiencia personal también tiene limitaciones. La primera es que está sesgada por nuestras preconcepciones. El famoso sesgo de confirmación, que nos empuja a sacar las conclusiones que ya queríamos sacar. Por ejemplo al llevar a cabo una actividad en el aula, cuyas conclusiones sobre el desarrollo y resultado tratará el docente de encajar en lo que ya pensaba. Ahí la evidencia científica puede complementar la experiencia docente.

La clave para aprender es dar sentido a lo que aprendemos. No hay nada más importante que implicarse cognitivamente en lo que uno está aprendiendo

Si tuvieras que destacar un hallazgo científico sólido sobre el aprendizaje, ¿cuál sería?

Permíteme decir más de uno. El primero es que la clave para aprender es dar sentido a lo que aprendemos. No hay nada más importante que implicarse cognitivamente en lo que uno está aprendiendo, que al final significa interpretar el nuevo conocimiento a la luz de nuestros conocimientos previos. Es uno de los principios básicos de la psicología cognitiva: la memoria se construye conectando lo que sabemos con lo que estamos aprendiendo. Resulta clave para el profesor: si una actividad en el aula no va a hacer que los alumnos piensen sobre lo que están aprendiendo, no lo van a aprender.

El segundo, que aprender es un acto generativo, no meramente receptivo. Que el aprendizaje se consolide depende de lo que hacemos después en nuestra cabeza, de si somos capaces de recuperar, usar, evocar en definitiva —en un proceso de dentro afuera— lo aprendido. El tercero es que, para aprender, necesitamos diversos episodios, mucho mejor si se espacian en el tiempo en lugar de masificarse.

Justo lo contrario de la norma en España: currículos sobrecargados y sesiones de estudio maratonianas con un enfoque evaluativo puramente memorístico.

El aprendizaje no elaborado, sin oportunidades para la generación y la aplicación, resulta siempre efímero. Las estrategias de evaluación que animan al estudio masificado solo consiguen que lo supuestamente aprendido (o así parece en el examen) se olvide en dos días.

Me llama la atención que utilizas con frecuencia, al explicar las dinámicas de la memoria y el aprendizaje, la noción de evocar, que suele tener un matiz poético, en absoluto científico.

Llevar a la consciencia, a tu memoria de trabajo algo que ya sabes (y que permanece en tu memoria a largo plazo, en algún lugar del subconsciente) es técnicamente, según la RAE, evocar. Evocar un recuerdo, un conocimiento. En inglés, la palabra para referirse a este proceso es retrieval, algo así como recuperación, que en educación tiene otras connotaciones. Cuando decidí divulgar la psicología cognitiva en español, tuve que tomar una decisión sobre cómo traducirla. Me llevó tiempo y, tras ver las opciones, me decanté por evocación, que ciertamente se suele utilizar desde una óptica más poética.

Foto cedida

Por una parte, es más fácil aprender sobre un campo concreto cuanto más sabemos. Por otra, a partir de cierta edad, el tiempo juega en nuestra contra. ¿O la idea del niño esponja es un mito?

Son dos procesos independientes. Uno nos lleva a que cada vez seamos, en nuestros ámbitos predilectos, mejores aprendientes (término en desuso que también me gusta utilizar, más correcto que aprendiz, que se refiere al aprendizaje de un oficio). Otro tiene que ver con la mayor capacidad para aprender durante la infancia y la juventud, ya que la neuroplasticidad —que es la base del aprendizaje— es mucho mayor en esas edades. Yo, a mis 40 años, aprenderé más fácilmente cosas nuevas sobre psicología cognitiva que un neófito en la materia de 20 años. No solo a nivel de comprensión. También me será más fácil recordar lo aprendido. Pero en un ámbito completamente nuevo para mí, el joven de 20 años partiría con ventaja. Por otra parte, con la edad solemos ganar en autorregulación: esfuerzo, ser capaces de evitar la tentación de hacer otras cosas, de aplazar las recompensas… Son capacidades muy importantes para el aprendizaje, y aquí la edad suele jugar a nuestro favor.

Esa distracción permanente o saltos de atención continuos entre los jóvenes —la mal llamada multitarea— es campo abonado para la pseudociencia. Se escucha de todo. Que las nuevas generaciones son, cognitivamente, casi como superhombres. O lo contrario: que ese ir de una cosa a la otra les va a descalabrar el cerebro con secuelas irreversibles.

La visión científica es que ni una cosa ni la otra. Los jóvenes de ahora no son diferentes a los de hace 30 años. El cerebro es plástico, sí, pero los mecanismos cognitivos solo pueden cambiar a partir de la evolución biológica, y esto requiere de mucho tiempo. A los jóvenes siempre se les ha dado mejor ese cambio veloz de tarea, tienen una mayor velocidad de procesamiento, aunque está demostrado que, en el cambio continuo, el desempeño de cada tarea se ve afectado. Con la edad, las habilidades cognitivas van, en general, a la baja. De la misma forma, también sabemos que este entorno lleno de tecnología tampoco está cambiando negativamente el cerebro. Los alumnos de hoy en día siguen teniendo la misma capacidad de prestar atención, aunque también tienen más oportunidades para distraerse, más estímulos para elegir y evitar el aburrimiento, que es algo muy humano.

Los alumnos de hoy en día siguen teniendo la misma capacidad de prestar atención, aunque también tienen más oportunidades para distraerse

¿Y ese infinito surtido de estímulos no afecta a la concentración, la paciencia, la tolerancia a la frustración? Quizá a nivel más emocional, pero con efectos cognitivos que influyen en el aprendizaje, aunque estos no sean permanentes.

Más importante resulta la ausencia de momentos para desconectar de nuestra vida social. Antes, cuando volvías a casa, tu vida social se reducía a tu familia, que es mucho más fácil de manejar en cuanto a las preocupaciones por la imagen que proyectamos a los demás, cuál es nuestra posición en el grupo, qué piensan de nosotros. Con las redes sociales, nunca dejas de estar sobre el escenario, y esto es difícil de gestionar. Se genera un estrés que puede afectar no solo a tu capacidad de aprender, sino a tu vida en su conjunto. Podríamos conjeturar que nuestro cerebro no está preparado para, digamos, ponernos continuamente a prueba ante el grupo, y que esto está generando dinámicas negativas.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2021/11/11/hector-ruiz-al-crear-puentes-entre-la-investigacion-y-el-aula-surgen-oportunistas-pseudocientificos/

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