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Entrevista aIsabel Solé: “Ceñir la lectura a un nivel instrumental es limitador”

Por: Tiching/27-10-2017

Catedrática del Dpt. de Cognición, Desarrollo y Psicología de la Educación de la Universidad de Barcelona

De pequeña estaba entusiasmada con las novelas de Enid Blyton y le hubiera gustado protagonizar alguna de la aventuras de las gemelas O’Sullyvan o de Los Cinco. Se convirtió en preceptora de una de sus primas pequeñas a la que le pasaba sus libros favoritos y casi sin darse cuenta, consiguió aficionarla también a la lectura.

“No hay dos personas que lean el mismo libro” ¿Está de acuerdo con esta frase de Edmund Wilson?
Claro que hay muchas personas que leen el mismo libro, lo que quería decir Wilson es que no hay un libro que tenga una sola interpretación. A pesar de que todos leamos el mismo texto, cada uno hace una interpretación peculiar de aquello que ha leído. Esto no es muy diferente a lo que ocurre cuando escuchamos una conferencia, cuando vemos una película o cuando observamos una obra artística. En cada una de nuestra acciones interviene lo que nosotros aportamos a nivel cognitivo y emocional y esto es lo que nos hace llegar a una determinada interpretación.

La forma en la que un niño o niña aprende a leer, ¿de qué manera condiciona su capacidad de aprendizaje?
Para responder esta pregunta deberíamos remitirnos a muchos aspectos que tienen que ver con lo que significa aprender a leer. De forma muy simplificada, podemos decir que la forma en la que un niño aprende a leer determina cómo entiende el papel de la lectura. Lo que puede influir en la capacidad de aprendizaje es que enseñemos que la lectura va más allá de aprender a decodificar la escritura.

¿Qué formas hay de aprender a leer?
Cuando enseñamos a leer de forma que lo importante es entender lo que dice el texto, probablemente la aproximación de estos niños a la lectura estará muy condicionada a esta idea. Cuando la forma de aprender a leer contempla las aportaciones que el niño hace respecto a la lectura, el niño entiende que el texto es algo sobre lo que se puede pensar, reflexionar… Esto le da una visión enriquecida y aprende  que la lectura es un instrumento que le sirve, no solo para saber lo que el texto dice, sino también para revisar sus propias ideas, para aprender…

¿Se tiene esto en cuenta hoy en día en las aulas?
Los estudios indican que se invierte mucho tiempo en que los niños aprendan a leer, es decir, se invierte en los estadios iniciales de la lectura, que son muy importantes, pero se dedica menos esfuerzo a enseñar a utilizar la lectura para aprender contenidos complejos como son los de las áreas curriculares. Es frecuente la creencia cómoda, pero equivocada, de que cuando un niño o niña sabe descifrar textos puede aprender a través de la lectura.

Y, en cambio, ¿cuál es la realidad?
La competencia lectora no es una capacidad que se adquiere, se convierte en estable y se aplica tal cual como si fuera un patrón. Es una capacidad que se moldea, se hace más flexible a medida que vamos leyendo textos de complejidad diversa y que nos sirven para resolver distintas tareas y lograr diferentes objetivos de lectura. Todo esto exige que se enseñe a poder trabajar el texto: relacionar información dispersa, analizar, buscar las ideas principales, etc. A enseñar estos aspectos se presta menos dedicación de la que se debería.

¿Todos los niños aprenden a leer al mismo tiempo?
No. Para que los niños puedan aprender a leer, deben entender lo que la escritura representa, su relación con el lenguaje oral. Esto lo explican muy bien Ana Teberosky y Emilia Ferreiro en sus investigaciones. Los niños deben entender qué es un sonido, qué es una letra, deben saber aislar una letra en el conjunto de una palabra, o lo que es más difícil, aislar un sonido en una emisión fonética continua. Deben saber aislar segmentos y hacer correspondencias. Esto es un proceso lento y apasionante, y que cada niño hace a su ritmo, aunque la curiosidad que suelen tener sobre el tema facilita mucho las cosas.

¿Qué influye en este aprendizaje?
Las experiencias que ellos tienen en el lenguaje escrito son muy importantes. Hay familias en las que el lenguaje escrito está muy presente en su día a día y familias en las que lo está menos. De la misma forma que hay familias en las que la música está muy integrada y otras en las que no lo está. Esto hace que para algunos niños el proceso esté más estimulado y pueda ser más rápido, y que en otros niños el proceso vaya más despacio. Aunque nunca es un problema, al final todos los niños lo acaban haciendo.

Y cuando hablamos de aprender a reflexionar y a interpretar los textos, ¿también hay un ritmo individual?
Por supuesto, cada niño aprende todo a su ritmo. Cada alumno llegará a metas diferentes en tiempos diferentes. Además, este es un proceso de ir y venir. Lo que no podemos esperar es que todos hagan lo mismo con un mismo contenido porque sus experiencias y su motivación varían en cada caso.

¿Piensa que un niño o adolescente puede leer cualquier libro o deben tener cierta calidad literaria?
Lo que sería interesante es que los niños tuvieran a su alcance muchas lecturas y que fueran de mucha calidad. Que tengan mucha libertad para poder escoger: todo lo que tiene que ver con el disfrute de la lectura está directamente relacionado con el respeto que tenemos por sus deseos a la hora de escoger.

¿Es un error habitual?
En nuestra formación literaria tiene cabida el habernos equivocado muchas veces con los libros, así como la capacidad de seguir determinadas corrientes o autores, etc. Lo que hay que primar es que los niños lean.

Una interesante reflexión…
Hay maestros o padres preocupados porque los niños solo quieren leer cómics, pero igual ellos solo leen novela policíaca. Lo importante es que los niños se enganchen con la lectura. Cuando vemos que hay mucha reiteración o que se enfocan solo a un género es el momento de invitarles a leer cosas distintas, pero sin hacer uso de la imposición. Como dice Pennac, “el verbo leer, como otros verbos (amar, por ejemplo), tolera mal el imperativo.”

Con un entorno tan estimulante como el que rodea a los niños y niñas hoy en día, ¿cómo se consigue la concentración necesaria para poder comprender aquello que se lee?
La competencia con lo audiovisual es dura, tiene mucho atractivo y exige menos esfuerzo cognitivo. Si un niño puede escoger, seguramente escogerá lo más fácil y lo que socialmente se valora más. Nuestra sociedad no valora mucho el conocimiento ni las características vinculadas a la lectura: la concentración, la pausa, el detalle, la tranquilidad, el silencio. Creo que la mejor manera es que los adultos que forman parte del entorno del niño le inviten a leer y den ejemplo. No intentando que dejen de estar atraídos por otros entretenimientos, pero sí dando valor a la lectura. Es muy importante el papel de las personas que son importantes para ellos.

¿Qué implica la lectura comprensiva?
En la lectura comprensiva interviene el texto, pero también el formato, el contenido, la densidad informativa… además de lo que aportamos nosotros como lectores: la finalidad con la que leemos, los conocimientos previos, el sentido que le damos a esta lectura, nuestras creencias, etc. Interviene asimismo la capacidad que tenemos para procesar la información del texto y ser estratégicos con ella.

Son muchos factores a tener en cuenta.
La lectura es una actividad cognitiva muy compleja. Esto explica también que dos lectores no entiendan exactamente lo mismo cuando leen el mismo texto o que un mismo lector aborde un texto en diferentes momentos de su vida y extraiga cosas diferentes. La lectura no es solo “decir” lo que dice el texto,  sino elaborar una interpretación propia para dicho texto, poder comprenderlo y desentrañarlo.

¿Cuáles son las claves para una comprensión lectora óptima?
Todas las condiciones anteriores entran en juego. Muchas veces al leer nos damos cuenta que no entendemos nada: puede ser porque no tenemos suficiente conocimiento previo para entender lo que dice ese texto, quizá porque no sabemos por qué lo estamos leyendo, o porque nos aburre.Es necesario tener en cuenta estas variables, sobre todo desde el punto de vista de la educación. La lectura se enfocará de distinta manera si las lecturas tienen sentido y responden a una finalidad visible para el lector, si se adaptan a sus conocimientos previos. Pero deben tenerse en cuenta todas las variables.

Comenta que con frecuencia la enseñanza de la lectura se orienta a saber qué dice el texto y no a la reflexión libre. ¿Qué podemos hacer para cambiar esta perspectiva?
Saber qué dicen los textos está muy bien, el problema es ceñir la lectura a un nivel puramente instrumental porque esto es limitador. Leer nos permite saber qué dicen otros sobre un tema, pero también nos permite reflexionar pensar sobre lo que nosotros mismos pensamos. Es una función de la lectura más epistémica, orientada a mejorar nuestro conocimiento y de lectura crítica. Sabernos situar delante de los textos es importante.

¿Y cómo podemos llegar a conseguirlo?
Lo que les pedimos a los estudiantes no se puede limitar a que reproduzcan qué dicen los textos, sino que deben ser tareas orientadas a que digan qué piensan de ellos y que encuentren argumentos para apoyar su propia interpretación, relacionándolo con otras cosas que han leído. La simplificación está en no ver la diversidad de formas de ser lector, y de formas diferentes de procesar la información. Es importante saber que seguimos aprendiendo a leer a lo largo de nuestra vida, el aprendizaje de la lectura solo empieza en la escuela.

¿Qué quiere decir exactamente?
Hay que dar a conocer la lectura en todas sus dimensiones, no hay ninguna razón por la que la lectura se deba enseñar únicamente de manera reproductiva o instrumental. Esto exige que entendamos qué significa leer y para qué nos sirve la lectura. Cada disciplina científica tiene su manera peculiar de codificar la información, por lo que exige una forma determinada de leer y de escribir. El aprendizaje de la lectura no puede limitarse a aprender a leer textos narrativos en una determinada etapa del sistema educativo: aprender a leer de forma profunda, crítica y epistémica es un proceso que no se desprende de lo anterior, y al que hay que prestarle la atención que se merece a lo largo de toda la escolaridad.

¿Se deben propiciar espacios educativos para la lectura?
Todo lo que favorezca la lectura está muy bien. En los primeros cursos de escolaridad esto se entiende bien: hay espacios cómodos con estanterías con libros en un ambiente agradable y cuidado. También ayuda la idea de que no se puede leer todo en cualquier lugar. Yo,  si voy en el metro,  puedo leer un correo o una novela -¡aunque seguramente no la disfruto igual que en una hamaca!-, pero no un ensayo, o una propuesta de contrato, que requieren mayor concentración.

¿Deben tener una característica especial?
Lo que es más importante de estos espacios es que se utilicen, y que lo utilicemos todos. Que no sea un espacio donde los niños van cuando han acabado una tarea, o cuando el profesor estáhaciendo otra tarea (corrigiendo, por ejemplo), porque entonces tiene una consideración como “de relleno”. Si la lectura importa, entonces debe tener un tiempo para todos, incluidos los profesores. Quizá ellos serán, para algunos estudiantes, los únicos adultos significativos a los que pueden ver leyendo.

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Leer, escribir, hablar y escuchar.

Reconociendo los avances, claramente puede decirse que la eficiencia de la escuela para producir una alfabetización crítica de la población es manifiestamente mejorable.

Por: F. Javier Merchán Iglesias.

Hay un gran consenso entre los docentes a la hora de señalar a la lectura comprensiva, la expresión oral y escrita o el cálculo y razonamiento, como los principales problemas que dificultan la adquisición de conocimiento por parte de los alumnos. A este respecto, por cierto, también hay consenso en considerar que las denominadas pruebas Escala, que desde hace varios años realiza por estas fechas la Consejería de Educación para comprobar el nivel de competencia del alumnado, son perfectamente prescindibles: no nos dicen nada que no sepamos y realmente contribuyen poco a la solución de los problemas que se pretenden detectar. Su persistencia no se justifica por su utilidad.

El caso es que, al margen ahora de la supuesta virtualidad de las pruebas, sin necesidad de ellas, los docentes saben que las deficiencias en estos recursos instrumentales son la pieza clave que explica el fracaso académico de muchos alumnos y la ralentización del logro en la adquisición de conocimientos, y saben que en este asunto estamos lejos de alcanzar las metas deseables y esperables. Reconociendo los avances producidos en los últimos cincuenta años, claramente puede decirse que la eficiencia de la escuela para producir una alfabetización crítica de la población, es manifiestamente mejorable.

Entre otros objetivos, la sociedad encomienda al sistema educativo promover en los alumnos la capacidad de razonamiento, así como la adquisición de conocimientos que ayuden a entender y discernir sobre el mundo social y material. Para ello resulta imprescindible el manejo de los códigos de la comunicación con los que se expresa y transmite la cultura, es decir, entender lo que se lee, explicar lo que se quiere decir, entender lo que se oye y razonar sobre lo que queremos saber; sin ese dominio, es mucho más difícil el ejercicio de la ciudadanía y la adquisición de conocimiento.

Se dice que el actual modo de vida de los jóvenes es un pesado hándicap para formar en habilidades que requieren una disposición muy diferente. Sin embargo, habiendo mucho de cierto en ello, tal cosa no puede ser una excusa o justificación, pues hoy el encargo de la sociedad es el de alfabetizar a esos niños y jóvenes, no a los de hace 50 años.

Ahora bien, no es menos cierto que la actual estructura de la escolarización, con sus horarios rígidos, asignaturas cerradas, gestión muy burocratizada, exámenes convencionales… lejos de aportar la solución, está convirtiéndose en parte del problema. Siendo el conocimiento un asunto complejo, la institución escolar tiende a simplificarlo. Transmitiendo a los alumnos la idea de que saber consiste meramente en reproducir lo que otros saben, el texto no se lee, se copia; las ideas no se escriben, se imprime lo que otro ha escrito. Si miramos los libros de texto y buena parte de las rutinas que se practican en el aula, las llamadas actividades no consisten realmente en pensar sobre una pregunta o problema, sino en buscar la página en la que se encuentra la respuesta. Generalmente los alumnos no estudian, es decir, no trabajan sobre un problema de conocimiento, sino que preparan exámenes. Y los exámenes, ya se sabe, no son exactamente un recurso para dar cuenta del conocimiento que se tiene sobre un asunto, sino para reproducir lo más fielmente posible lo que el profesor les dijo o lo que consta en los apuntes tomados de internet o en las páginas del libro de texto. En realidad, cuando, por ejemplo, se pregunta por las causas de la revolución industrial, la pregunta es dime las cuatro causas de la revolución industrial que te dije ayer. De esta forma, leer, escribir, hablar, escuchar y pensar, son tareas que acaban siendo prácticamente actividades extraescolares.

Se habla mucho del fracaso escolar refiriéndose al rendimiento de los alumnos, pero quizás sea más importante pensar sobre el fracaso de un sistema que en los albores del siglo XXI funciona de la misma forma que en el siglo XIX. Contengamos la irrefrenable tendencia a señalar culpables -generalmente, se dice, los docentes-. Vale más analizar los problemas y tomar nota de las múltiples experiencias que se vienen sucediendo en España y en otros países. A este respecto tanto en los medios de comunicación generales como en los profesionales se viene dando cuenta de tendencias prometedoras que, inequívocamente, pasan por cambios significativos en la estructura actual de la escolarización. Cambios de calado que no pueden producirse de la noche a la mañana pero que son viables si se establecen objetivos y estrategias. Para estos cambios es necesario apelar a la política, a la política educativa y a otras, pues, por sí solas, las escuelas y los profesores carecen de los recursos que requiere su reforma. Esperemos, por cierto, que el pacto educativo no sea el parto de los montes.

Fuente: http://www.diariodesevilla.es/opinion/tribuna/Leer-escribir-hablar-escuchar_0_1147985303.html

Imagen: https://image.slidesharecdn.com/expolineamientoscurriculares-120426145451-phpapp01/95/expo-lineamientos-curriculares-14-728.jpg?cb=1335452219

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