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“No concibo mi relación con el mundo sin los libros”: Ricardo Foster

Argentina / 6 de mayo de 2018 / Autor: Silvina Friera / Fuente: Página 12

Ricardo Forster habla de Huellas que regresan
“La lectura crea mundos y te proyecta hacia el futuro”, señala el filósofo sobre el que podría considerarse como el más autobiográfico de sus trabajos. La lectura y la escritura actúan aquí como el flujo de un mismo tejido creativo.

“Jamás he podido recuperarme de mi maravillosa infancia”, podría afirmar Ricardo Forster, repitiendo una frase que le dijo Maurice Merleau-Ponty a Jean-Paul Sartre. Si la infancia es una colonia de “palabras asombradas”, la escritura autobiográfica, atravesada por el ímpetu de la pasión, comunica el pasado con el presente, vuelve sobre el asombro del ayer para internarse en nuevos  horizontes. Forster presentará Huellas que regresan. Sobre la naturaleza, la infancia, los viajes y los libros (Akal), con Víctor Hugo  Morales y Darío Sztajnszrajber, hoy a las 20.30 en la sala Alfonsina Storni de la Feria del Libro. Hay un azaroso itinerario por los pasadizos de la memoria del filósofo benjaminiano en esta excepcional biografía intelectual hilvanada por el flujo de un mismo tejido: la escritura que ensaya, que interpreta, que traiciona y una escritura narrativa que “trabaja” aquello que convoca y actualiza lo recordado. Las 478 páginas son una celebración de la lectura –de los autores iniciáticos como Emilio Salgari a Jorge Luis Borges y Claudio Magris– y la amistad con Nicolás Casullo (1944-2008). “Llegué tarde a la obra poética de Juan L.Ortiz, pero desde que me topé con ella se ha ido incorporando de modo definitivo a mi sensibilidad, ha ido dejando un profundo surco que influyó en mi percepción de las cosas y, por qué no, en mi escritura”, confiesa el autor de La muerte del héroe, La anomalía kirchnerista y La travesía del abismo, entre otros títulos.

–¿Huellas que regresan es su libro más autobiográfico?

–Sí, es un libro que empecé tímidamente a borronear hace ya unos cuantos años, una mañana invernal en Córdoba, en San Miguel de los Ríos. Había dos cosas que estaban muy fuertes, mi recurrente relación con la infancia, bajo la forma de una nostalgia festiva. El vínculo con la infancia es el vínculo con lo lúdico, con la fantasía, las amistades, pero también con los libros, una influencia que es imposible escindir. La lectura crea mundos y te proyecta hacia el futuro. Yo siempre he pensado la infancia como una forma de romper con la monotonía de la época, de la actualidad, del instante, de lo fugaz. Odio a aquellos que maltratan a la nostalgia. Para mí hay una diferencia estructural entre la melancolía y la nostalgia.

–¿Cómo sería esa diferencia?

–Salvando la estirpe melancólica que es extraordinaria, que va del romanticismo a los renacentistas y a los griegos, la melancolía es lo más parecido a la depresión, aquel que ha quedado prisionero de algo que no puede ser y que le impide vivir el presente, salir al mundo y adquirir nuevas experiencias. En la nostalgia el recuerdo se introduce y modifica el presente y a su vez el presente vuelve a hacer algo con ese recuerdo. Soy muy benjaminiano en eso: la rememoración, el juego de lo involuntario, la posibilidad de que la nostalgia permita una sensibilidad crítica sobre todo en una época tan dominada por el festejo de lo fugaz, de lo instantáneo, de la última novedad tecnológica. La nostalgia sobre la infancia, sobre un libro leído o sobre una larga caminata conversando con amigos, es una manera de ir a contracorriente.

–Hace un recorrido por sus primeras lecturas, las de formación con Mark Twain, Julio Verne, Arthur Conald Doyle y Horacio Quiroga. ¿Qué importancia tuvieron?

–Yo no concibo mi relación con el mundo sin los libros. Y menos sin los libros de la infancia, que me recuerdan a mi padre o a amigos entrañables con los que jugábamos al fútbol y conversábamos sobre El sabueso de los Baskerville o Las aventuras de Huckleberry Finn como una manera de jugar a ser parte de la literatura. A los once años terminé de leer un libro maravilloso de Julio Verne, Norte contra Sur, la historia de un chico blanco con un esclavo negro en medio de la Guerra de Secesión. Cuando terminé de leer el libro escribí cuadernos y cuadernos, como si fuese una especie de Pierre Menard que escribe lo mismo que ha leído. La literatura es conversar con los espectros. Por eso el primer capítulo del libro es sobre la transmisión.

–Después de interrogar la palabra transmisión, continúa con  un texto sobre “La Biblioteca”, donde pone a la biblioteca como prolongación del campo de batalla de las ideas. ¿Quiso devolverle a estas palabras un origen incómodo?

–Sí, es como romper con la pedagogía. Cuando empecé a escribir el texto sobre la biblioteca, me pregunté qué le pasó a mi biblioteca a lo largo de una vida, una biblioteca que se fue armando en las turbulencias del país y de otros mundos, donde autores amadísimos quedaron despojados de toda sacralidad y fueron colocados en los últimos anaqueles, donde un libro podía reaparecer treinta años después y plantearme otro tipo de interrogación. Algunos libros que me fascinaron ya no los podía literalmente leer. O libros que uno dice: qué lástima que no llegaron cuando tenían que llegar. En los viejos tiempos, uno trabajaba con las fichas, entonces iba escribiendo citas bibliográficas y las ordenaba temáticamente, pero terminaba siendo un caos. Si escribía algo sobre Benjamin, tenía 500 fichas, pero yo no sabía dónde estaban las que necesitaba y empezaba a recorrerlas. Muchas veces una ficha que no pensaba encontrar me hizo ir por otro lado en la escritura. Con la lectura pasa eso; hay una suerte de traición. Uno no sigue a un autor en función de las pistas que le puso para seguirlo de tal modo. Uno va siguiéndolo en función de sus vicisitudes, de sus preguntas, sus incapacidades y muchas veces de la incomprensión, el no entender lo que me está diciendo. Pero de repente en ese no entender uno va viendo otras cosas. Un autor que me causa eso y lo respeto enormemente es (Jacques) Derrida: ¿Qué está queriendo decir? Y de pronto aparece una frase de una luminosidad terrible que te abre un mundo.

–¿Por qué atraviesa el libro la tensión entre fidelidad y traición?

–Cuando pasé de las lecturas de infancia a las de adolescencia, tuve la sensación de abandono y traición a Verne, Twain y Salgari y su reemplazo por Thomas Mann. En el campo de la filosofía me formé en la tradición de Hegel y Marx y la escuela crítica… No sé si la palabra es abandono, pero me fui distanciando y eso se me asemejó a una traición. Después, con los años, uno descubre que aquello que lo tocó en la vida sigue teniendo algo importante para decirnos, para cuestionarnos, para interpelarnos, y volver a leer a Hegel me vuelve a producir un placer que quizá ya no tiene la completud que sentía un joven de 20 años, cuando pensaba que la revolución estaba a la orden del día y leía a Hegel, a Lenin, a Trotski. El mundo académico es muy triturante porque requiere siempre de la clasificación, la taxonomía, el orden, la conceptualización, las hermenéuticas, pero en este libro trato de mostrar que si no está lo gozoso no hay lectura posible. Hay un capítulo que me gusta mucho que es el viaje en tren a José León Suárez, pensando que iba camino a la revolución, pero leyendo al mismo tiempo con una especie de sentimiento de pasión y de culpa La montaña mágica de Mann. Yo le tengo que agradecer la vida a ese libro porque me produjo la añoranza por un mundo decimonónico, y esa literatura es política, es de ideas, es amorosa, es una novela existencial. Todo eso generó la sensación de que la literatura armaba mi vida. Yo soy parte de un tiempo donde todavía un libro podía perturbar la vida interior y también el mundo.

–¿El libro ya no cambia ni el mundo interior ni el exterior? ¿Ha perdido la intensidad de poder transformarlo todo?

–No quiero ser tan pesimista. El libro de papel resiste y eso es impresionante. Una vez le preguntaron a Kant cuáles eran los grandes acontecimientos de su época y puso al mismo nivel la Revolución Francesa y el Emilio de Jean-Jacques Rousseau. Hoy eso es inimaginable, que un libro esté a la altura de un acontecimiento descomunal como la Revolución Francesa. Sin embargo, hay algo de lo moderno genuino que siempre me interesó, lo moderno crítico, disruptivo y utópico que sigue habitando entre las páginas de un libro. Todavía me sigo conmoviendo con ciertas lecturas que hago y hay escrituras que me siguen fascinando. Si tengo que decir dónde estoy, yo estoy en el campo de la escritura, de la literatura.

–¿Qué relación establece entre caminar, leer, escribir?

–Mi compañero de banco en la primera fue Eduardo Blaustein. Una de las cosas que hacíamos a los 10, 11, 12 años, cuando vivíamos en La Lucila y salíamos de la escuela, era caminar hasta el río. Eran caminatas larguísimas de dos chiquitos y en esas caminatas hablábamos de libros, porque a los dos nos gustaba mucho leer. Después eso lo volví a hacer con Nicolás Casullo, cuando hicimos un viaje inolvidable en tren por Europa y caminamos por muchas ciudades. Un gran caminante, un gran conversador, es Oscar del Barco. Cuando uno camina, algo libera también. Soy más lector de novelas que de cuentos. Me he dedicado a enseñar y a escribir sobre filosofía y sus aledaños y amo perderme en la escritura. En ese sentido soy terriblemente borgeano también. Leer es el acto más extraordinario que existe. Después –y muy lejanamente y de vez en cuando– escribir. Nunca me voy a olvidar del día que dejé mi lapicera y entré a usar la computadora. Para mí fue una pérdida importante y me acuerdo que generó enormes discusiones con mis amigos. Yo rechazaba las nuevas tecnologías, hasta que un día me compré una laptop. Pero me di cuenta de que tiene una trampa: la mala abundancia.

–La sensación es que se escribe más que a mano, ¿no?

–Sí. Yo escribía a mano, con una letra ininteligible, que solo entendía yo, y después lo pasaba a máquina. La computadora es como una cinta de Moebius, donde siempre te estás moviendo y sacás material de todos lados.

–Sería el equivalente al fordismo en la escritura, la producción en serie de textos, ¿no?

–Sí, tiene algo de eso, da la sensación de estado de productividad, que todo supuestamente se guarda, pero después te das cuenta de que no. ¿Quién no ha perdido algún texto y se queda con la sensación de que no lo puede volver a escribir? La escritura es sanadora, te permite ir por otros caminos que a veces la vida no te ofrece, como poder escribir sobre algo que nunca vas a vivir. Aunque uno se dedique a una escritura más teórica, filosófica o política. La escritura se disfruta y se sufre también en los tiempos en que no sale nada. Yo siempre tengo la sensación de que lo que escribo no es muy interesante, hasta que lo lee alguien y me dice que está “bueno”.

–¿Cómo lucha con ese fantasma de lo no interesante?

–Una día le iba a dar a (Héctor) “Toto” Schmucler un largo trabajo sobre Borges que había escrito y “Toto” me preguntó: “¿sentiste que en ese trabajo dijiste algo nuevo? ¿tenés algo nuevo para decir sobre Borges?”. Y me mató (risas). Yo nunca pude escribir ficción, a pesar de que hay muchas cosas narrativas en Huellas que regresan. Siempre que empecé a escribir ficción me dije: “la novela no es lo mío”… Quizá uno sabe que hay un continente y que tiene que trabajar en el interior de ese continente, donde hay un tipo de sensibilidad y de escritura que me permite decir. Hay escritores que para escribir una novela, un libro de cuentos, o un ensayo trazan un plan: “capítulo uno”, “capítulo dos”… yo no puedo hacer eso. Yo voy escribiendo y después veo lo que va saliendo. No sé cómo se construye una escritura…

El camino hacia los libros podía tener muchas avenidas principales, pero también algunos pasajes más o menos secretos. “Nosotros fuimos grandes ladrones de libros –subraya Forster–. Una vez la viuda de Pancho Aricó donó su biblioteca, la parte latinoamericana, a la Universidad Nacional de Córdoba. El día que se hizo la donación se hizo un acto muy bonito y el que dio el discurso fue Toto Schmucler: ‘Pancho fue un extraordinario ladrón de libros; todos los libreros que están acá fueron víctimas de Pancho’. El arte de robar libros ha desaparecido; antes había incluso una complicidad entre el librero y el jovencito que se llevaba un libro guardadito y que sabía que lo iba a leer”.

–Parte del “bautismo” como lector era robar un libro, ¿no?

–Sí. Yo tengo dos hazañas fundamentales en la aventura de mi vida. Una fue que durante dos semanas, en la vieja librería Fausto que estaba en Corrientes, entre Talcahuano y Uruguay, me robé los cuatro tomos de la Estética de Lukács de Grijalbo. Yo tenía 16 años y había seguido la pista de Lukács a través de Thomas Mann. En otra librería que no existe más, que se llamaba Cenit, me robé la Historia del partido bolchevique de Pierre Broué de 800 páginas. Eso fue en mi época de hazañas juveniles. Después nunca más me animé a robar un libro.

Fuente de la Entrevista:

https://www.pagina12.com.ar/111653-no-concibo-mi-relacion-con-el-mundo-sin-los-libros

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Los libros, contra la intolerancia

Por: Isidoro Moreno Navarro

La celebración del Día del Libro es una buena ocasión para reivindicar el placer de leer. No es verdad que todo el conocimiento esté hoy en “las redes”, ni que los click en el teclado del ordenador puedan sustituir a la experiencia táctil de pasar las hojas de un libro. Yerran quienes así lo creen y ell@s se lo pierden. Por supuesto, no hay incompatibilidad entre ambos formatos pero uno no sustituye al otro.

Quienes han tratado de secuestrar el conocimiento, sobre todo crítico con las realidades sociopolíticas, quienes han tratado de imponer su pensamiento único, han estado contra los libros desde que estos aparecieron, con la escritura. Esta, al principio, como todos los grandes inventos humanos, estuvo al servicio exclusivo de los poderosos: sirvió para convertir la voluntad de estos en leyes con aspiración de eternidad e inmutabilidad, sirvió para llevar bien las cuentas de los impuestos que tenían que pagar los cultivadores antes autónomos convertidos en campesinos (una clase social oprimida) y para que los conocimientos importantes fueran monopolio de unos pocos (los escribas y la minoría que sabía leer). Pero, como ocurre siempre, pronto también la escritura sirvió para difundir “otra mirada” sobre la realidad, sirvió para reflejar el pensamiento crítico respecto a las verdades de los poderosos. Y los libros se convirtieron en armas para emancipar el pensamiento. Por eso han sido perseguidos, prohibidos o destruidos físicamente como parte de etnocidios o de “limpiezas ideológicas” planificadas. ¿Recordáis Fahrenheit 451?

En Andalucía es preciso recordar, como ha hecho la plataforma Granada Abierta, la quema en 1499 de los libros de la Madraza, la primera universidad de la ciudad, por orden del cardenal-inquisidor Cisneros para “desarraigarles [a los granadinos] del todo de su perversa y mala secta”, violando las cláusulas de la capitulaciones.

Como se ha recordado este domingo en la plaza de Bib-Rambla, “a la quema de libros en Granada, siguió la de códices aztecas y mayas durante la conquista de América. Y no hay que olvidar la hoguera de los nazis en la Plaza de la Ópera de Berlín, que redujo a cenizas los libros comunistas y judíos. Ni la quema de libros que el régimen franquista organizó en 1939 para celebrar la victoria sobre la II República. El diario Arriba justificaba así aquel atentado contra la cultura: «Condenamos al fuego a los libros separatistas, liberales, marxistas, a los de la leyenda negra, anticatólicos, a los del romanticismo enfermizo, a los pesimistas, a los del modernismo extravagante, a los cursis, a los cobardes pseudocientíficos, a los textos malos, a los periódicos chabacanos«. Y, lamentablemente, la quema o expolio de libros continúa en nuestros días y sigue siendo una práctica habitual de los vencedores en todas las guerras. En la guerra de Bosnia en 1992, los serbios bombardearon la Biblioteca de Sarajevo con más de 2 millones de volúmenes, y durante la invasión de Irak en 2003, los estadounidenses hicieron lo mismo con la Biblioteca de Bagdad. Tampoco se libró de la barbarie la Biblioteca de Tombuctú, durante la guerra de Malí, en África occidental, saqueada por al Qaeda, que destruyó centenares de legajos y manuscritos de la cultura andalusí.”

Los intolerantes, los fundamentalistas de diversos colores, los totalitarios, siempre han sido y son enemigos de los libros. La mejor forma de oponernos a ellos es teniendo siempre un libro en nuestra mesa o en cualquier sitio a mano, para regalarnos el placer de leer. Y transmitiendo este placer a nuestros hijos y nietos desde sus primeros años, regalándoles libros, para que no crean que con lo digital basta. Está bien que sepan utilizar las nuevas tecnologías pero está mucho mejor que, a la vez que estas, tengan también la pasión y la afición por los libros. Disfrutarán mucho más y será más difícil engañarlos.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=240755

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Libros que presagian homenajes

Cuba/14 de Abril de 2018/lademajagua

Reseña

Tres títulos acerca de Carlos Manuel de Céspedes, serán presentados en Bayamo durante la edición 27 de la Feria Internacional del Libro, como presagio del homenaje que  de su tierra natal tendrá el Padre de todos los cubanos en el bicentenario de su natalicio, acontecimiento que celebrará Cuba en abril de 2019.

Carlos Manuel de Céspedes. El Diario Perdido, es un ensayo sobre el Diario del Hombre de Mármol, como llamara José Martí al bayamés nacido en 1819 y que levantara en armas a Cuba el 10 de octubre de 1868 en Demajagua; en el que se unen la tenacidad investigativa y la vocación cespediana de Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, personalidad a la que se dedica la Feria del Libro en esta oportunidad.

Después de 20 años sin reeditarse, (1998 fue la última edición cubana) El Diario Perdidosale a la luz por la Editorial Boloña, enriquecido con documentos poco conocidos o inéditos, como dos cartas de Ana de Quesada, viuda de Céspedes, a Manuel Sanguily, la contestación de Sanguily a la primera de esa misivas, el Himno Republicano escrito por Céspedes en 1868, y el expediente docente que contiene, además de información de su vida intelectual, una síntesis de la genealogía familiar. Para la actual publicación dichos documentos fueron cotejados según los manuscritos originales.

Cuenta la  nueva edición con valor agregado: el prólogo de la doctora Hortensia Pichardo y valoración de Abel Prieto, Ministro de Cultura.

El camino de la desobedienciaEditorial Boloña 2017, es una novela, al decir de Leal, imprescindible para comprender la dimensión humana de Céspedes, cuya personalidad fue a menudo incomprendida por numerosos de sus contemporáneos,entre los que se encontraron también héroes de las gestas independentistas.

Escrita por el bayamés  Evelio Antonio Traba Fonseca (1985), El camino de la desobediencia,será presentada para orgullo de los cubanos en la Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes, donde hace siete años se concibió la obra literaria y se escribieron las primeras centenas de las más de 500 páginas.

El volumen,  cuyo personaje central es  el patriota bayamés, se lanza al relleno de las  grietas que ha dejado la historia con respecto a la vida del hombre de Demajagua. En las páginas Evelio no santifica ni sacraliza al héroe, lo humaniza, lo acerca, deja ver la luz inmensa que irradia a la historia de Cuba.

El tercer y último texto que será presentado en la Feria del Libro de Bayamo, no menos conmovedor e interesante, lleva por título Carlos Manuel de Céspedes en las horas de gloria, dolor y enfermedad, del Doctor Wilkie Delgado Correa.

El volumen es fruto del profundo estudio de las vivencias del Mártir de San Lorenzo, escudriñando  en los acontecimientos históricos en que estuvo inmerso y en el caudal de ideas y sentimientos extraordinarios que sondaron al Padre de la Patria.

Wilkie Delgado Correa, es baracoense de nacimiento, Doctor en Medicina,  profesor titular del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba; escritor y periodista con una numerosa obra literaria de cuentos, ensayos, relatos y novelas, así como es autor de literatura científica.

Son estos tres libros que engrosarán los conocimientos y reforzarán el sentimiento patrio, que abrirán sus páginas en la Cuna del prócer que ayudó a dar luz al crisol de la nacionalidad cubana.

Fuente: http://lademajagua.cu/libros-presagian-homenajes/

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El bloqueo también deja huellas en la Educación cubana

Cuba/06 de febrero de 2018/Por Indira López Karell/ Radio Cadena Agramonte.

Hoy el pequeño Dorian Pérez Acosta es un niño alegre, lleno de sueños, que disfruta cantar, se interrelaciona con los demás y ha mejorado sustancialmente su lenguaje oral, a pesar de ser diagnosticado en sus primeros años de vida con trastornos del espectro autista.

Como él, cada día son atendidos gratuitamente cientos de infantes con necesidades educativas especiales en varios centros de ese tipo de Educación, existentes a lo largo y ancho de nuestro territorio nacional, aun en medio del férreo bloqueo económico, comercial y financiero del Gobierno de EE.UU. hacia Cuba por más de medio siglo.

Si bien es conocido que el Estado revolucionario, de esencia humanista y solidaria, no deja a nadie desamparado, y destina un presupuesto millonario a la formación de esos infantes. Cabría preguntarnos cuánto más podría hacer el país de no sufrir los rigores que nos impone esa genocida política.

Sin dudas, uno de los subsistemas más dañados como consecuencia de esa flagrante violación a los derechos humanos es el de la Educación Especial, que ha afrontado múltiples limitaciones.

Por citar algunos ejemplos, Cuba ha tenido que importar las máquinas Braille y otros recursos necesarios para el aprendizaje de niños ciegos y débiles visuales desde otros mercados, situación que también enfrenta en la adquisición del papel Braillón, imprescindible en ese tipo de enseñanza.

Asimismo, el programa nacional de construcción de escuelas especiales ha sido afectado por la  criminal política unilateral de EE.UU., lo cual obstaculiza la plena inserción social  de niños, adolescentes y jóvenes que sufren algún tipo de discapacidad.

De igual forma, el recrudecimiento de ese cerco incide en el abastecimiento de materiales básicos como lápices, libretas y papel para uso general del proceso docente.

Además, esa guerra económica obstruye el acceso a tecnologías y herramientas informáticas indispensables para la formación y la creación de programas educativos, especialmente en las universidades; limita el intercambio científico entre investigadores e instituciones pedagógicas de ambos países, así como el acceso a bibliografía.

Al no permitirse el intercambio postal con casas de altos estudios estadounidenses, la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz, institución que exhibe un sólido prestigio nacional e internacional, padece  afectaciones a la hora de recibir materiales bibliográficos destinados a la superación profesional, en carreras de las Ciencias Agropecuarias, Ingeniería Química, Arquitectura e Ingeniería Civil, entre otras.

Las pérdidas derivadas del bloqueo en el sector educacional resultan reveladoras de los desafíos que enfrenta el Estado cubano.

No obstante, la Revolución no escatima esfuerzos para devolverles la esperanza a niños como Dorian Pérez Acosta, realidad que contrasta con la de otras naciones y convierte a nuestro sistema educacional en referente para el mundo por su carácter gratuito, masivo e inclusivo.

Fuente de la Noticia:

http://www.cadenagramonte.cu/articulos/ver/76841:el-bloqueo-tambien-deja-huellas-en-la-educacion-cubana

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La Biblioteca Nacional de Noruega digitalizó casi todos los libros noruegos de antes de 2000 y los pone gratis en línea

04 de febrero 2018/Fuente:xataka /Autor:RAÚL ÁLVAREZ

Los trabajos de digitalización de museos y bibliotecas son tareas titánicas que buscan garantizar la preservación de la historia de la humanidad y todos los conocimientos que hemos adquirido a lo largo de los años. Aquí mismo en Xataka hemos recopilado 54 de estas iniciativas, donde la clave está en poner todo este material al alcance del público, y si es gratis, mucho mejor.

Hoy se está dando a conocer que la Biblioteca Nacional de Noruega ha terminado con su primera etapa de digitalización que consistió en el escaneo de aproximadamente 250.000 libros noruegos, es decir, casi todos los libros publicados antes del año 2000 en aquel país. Donde lo mejor de todo es que están disponibles en línea de forma gratuita casi para cualquier persona, ya que hay algunas restricciones.

Aproximadamente 250.000 libros disponibles

El nuevo portal digital de la Biblioteca Nacional de Noruega pone a nuestra disposición los ya mencionados 250.000 libros, casi medio millón de periódicos, más de 270.000 imágenes, sonidos, programas de televisión, radio y hasta música, así como manuscritos, revistas e incluso informes y documentos del Parlamento Noruego.

Todo esto está disponible de forma gratuita para aquellos usuarios con IP en Noruega, ya que el resto del mundo sólo podrá acceder a una parte del acervo, que contempla sobre todo, aquellos que no tienen derechos de distribución internacional.

La buena noticia es que la biblioteca ha puesto a disposición de aquellos que no estamos en Noruega, un formulario para solicitar acceso sobre todo a los libros, el cual está disponible principalmente para propósitos de investigación, educación y traducción profesional, pero cualquier persona puede enviar dicho formulario. Una vez que se nos dé la autorización, tendremos acceso al contenido durante un periodo de seis meses con posibilidad de solicitar una extensión.

 Un proceso titánico

Este proyecto, que arrancó en 2006, consiste en varias líneas de producción que se encargan de digitalizar diferentes tipos de materiales. Aquí se usan desde escáneres de hojas, de documentos y automáticos, los cuales se encargan de capturar desde los libros hasta periódicos, revistas y fotografías. De igual forma se cuenta con equipo para digitalizar películas, vídeos y clips de audio.

Una vez que se tienen los archivos digitales, estos pasan por un proceso de reconocimiento óptico de caracteres (OCR) donde se «traducen» las imágenes para convertirlas en texto, y que también sirve para reconocer qué partes son encabezados o las diferentes secciones que integran un documento.

Finalmente cuando todo está listo, lo último es clasificar el material para añadirlo a la base de datos y esté disponible para los usuarios, incluso hay algunos que se podrán descargar. Los libros están disponibles en PDF, mientras que las fotografías y documentos históricos se encuentran en JPEG2000 o TIFF. Por otro lado, los archivos de audio están en WAV y los vídeos en MPEG4 H264.

Fuente de la noticia: https://www.xataka.com/literatura-comics-y-juegos/la-biblioteca-nacional-de-noruega-digitalizo-casi-todos-los-libros-noruegos-de-antes-de-2000-y-los-pone-gratis-en-linea

Fuente de la imagen: https://i.blogs.es/889e01/national_library_of_norway/1366_20

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Los 10 mejores libros de economía marxista de 2017

Por: Michael Roberts

El año pasado se publicaron algunos libros fundamentales e importantes de economía marxista, incluyendo: la obra maestra de Anwar Shaikh, Capitalismo: competencia, conflictos y crisis (que voy leyendo poco a poco de forma regular); Fred Moseley, Dinero y Totalidad, una imponente defensa de la teoría del valor de Marx; Francois Chesnais, El Capital Financiero en la actualidad, que describe las tendencias  de las finanzas modernas; así como las importantes contribuciones de Tony Norfield y John Smith (El Imperialismo en el siglo XXI).

Es difícil competir con ellos en 2017. Sin embargo, este año se conmemoró el 150 aniversario de la publicación del Volumen I de El Capital de Karl Marx, por lo que se publicaron algunos libros importantes sobre él que todo el mundo debería leer.

En mi opinión, Guía de lectura de El Capital de Joseph Choonara es la más clara y concisa de todas las “guias” y conferencias en vídeo disponibles o que fueron publicadas este año. Choonara lleva de la mano al lector a través de cada capítulo del Volumen I con análisis explicativos y comentarios relevantes. Choonara afirma que “está diseñada para ser leída en paralelo con El Capital, pudiéndose consultar cada capítulo del libro antes o después de digerir las secciones pertinentes de la obra de Marx”. El objetivo, a diferencia del enfoque más amplio de Harvey en sus conferencias en vídeo, es  “detenerse en aquellas áreas que son las más importantes para la comprensión general de la obra de Marx y las que más a menudo confunden, a partir de mi propia experiencia en la enseñanza de El Capital a estudiantes y trabajadores de izquierdas en la última década”. Porque, en opinión de Choonara, Marx intentó en El Capital analizar el capitalismo desde el punto de vista de los trabajadores y está dirigido a un público de clase trabajadora. El Capital hace evidentemente lo primero, pero es más dudoso que lograse su objetivo de llegar a los lectores de clase obrera. La Guía de Choonara puede ayudar a ello.

Desde luego, saqué más partido a la Guía de Choonara que al libro de William Clare Roberts, el Infierno de Marx, ganador del premio Memorial Isaac Deutscher de este año. Partiendo del tema del infierno de Dante de Marx para describir las iniquidades del capitalismo, Roberts nos presenta una ‘teoría política del capital’. No estoy seguro de la utilidad de este enfoque. Como dice David Harvey en su reseña del libro, “Mi objeción más grave es que Roberts trata el Volumen 1 de El Capital como un texto independiente y trata de interpretarlo ignorando su relación con otras obras de Marx”.  Y el tema del infierno tiene poco que decir acerca de la teoría económica de Marx, excepto para aceptar la interpretación de la teoría del valor de Marx de Michael Heinrich (incorrecta desde mi punto de vista).

Si lo que quiere leer es teoría económica marxista, tengo que recomendar la edición de Rick Kuhn de los ensayos de Henryk Grossman sobre la dinámica económica, la teoría de las crisis de Sismondi y sobre las diversas tendencias de la teoría económica burguesa. Nos ayuda a comprender el alcance del penetrante análisis del capitalismo de Marx en comparación con las principales corrientes burguesas y los socialistas utópicos. El análisis de Marx destruye la idea de que todo puede ser explicado por el intercambio y los mercados. Hay que ahondar debajo de la superficie para llegar al proceso de producción, en particular a la producción de valor (valor de uso y valor de cambio). Como Grossman dice: “Marx hace hincapié en la importancia decisiva del proceso de producción, considerado no sólo como un proceso de valorización, sino al mismo tiempo como un proceso de trabajo … cuando el proceso de producción es considerado como un mero proceso de valorización -como en la teoría clásica- tiene todas las características del acaparamiento, se pierde en la abstracción y ya no es capaz de captar el proceso económico real” (pág. 156).

A pesar del poder del análisis de Marx, son todavía las ideas de Keynes las que dominan el pensamiento de los economistas heterodoxos en su oposición a la corriente ortodoxa. Y esto no es casual. En un excelente libro, Geoff Mann, de la Universidad Simon Fraser, presenta una explicación sofisticada del predominio de Keynes en el movimiento obrero y la izquierda. En su A largo plazo todos muertos, Geoff Keynes sostiene que la hegemonía de Keynes se debe porque ofrece una tercera vía entre la revolución socialista y la barbarie, es decir, el fin de la civilización como ‘nosotros (en realidad la burguesía como Keynes) la conocemos’. Ello ha atraído (y todavía atrae) a los líderes del movimiento obrero y a los “pregresistas” que desean un cambio. La revolución es arriesgado y podemos acabar hundiéndonos con ella. Mann afirma: “La izquierda quiere democracia sin populismo, quiere política de cambio sin los riesgos de cambiar; quiere revolución sin revolucionarios”. (pág. 21).

Mann sostiene que la teoría economica keynesiana es predominante en la izquierda a pesar de sus falacias y fracasos porque expresa el temor de muchos dirigentes del movimiento obrero a las masas y a la revolución. A modo de ejemplo, basta leer el último libro del economista keynesiano James Kwak. Kwak cita a Keynes: “En general, creo que el capitalismo, gestionado con prudencia, probablemente puede ser más eficiente para la consecución de los fines económicos que cualquier sistema alternativo conocido, pero eso mismo es en muchos aspectos muy objetable. Nuestra tarea es diseñar una organización social que sea lo más eficiente posible sin ofender nuestras nociones de una vida satisfactoria”.  Y comenta Kwak:  ‘Ese sigue siendo nuestro desafío hoy’.

Para ser justos, no es fácil optar por una política económica que amenaza al orden establecido. los medios de comunicación y las instituciones burguesas lo convierten en un infierno. En el libro autobiográfico del año, del economista Yanis Varoufakis, ex-ministro de Finanzas griego durante la crisis del euro de 2015, describe los tortuosos y laberínticos debates y reuniones que tuvo en el Eurogrupo en su intento de luchar contra el infierno que la troika del FMI, el BCE y la UE querían imponer a Grecia. Comportarse como adultos: mi batalla contra el establishment europeo, es un relato personalizado, por decirlo suavemente. El análisis de la crisis de Varoufakis y su justificación de lo sucedido (la capitulación del gobierno de Syriza y su dimisión del gobierno griego) tienen todas las características de su ‘marxismo errático’ (como se describe). Perdió su batalla, pero la guerra continúa.

2017 fue también el primer año del reinado de Donald Trump sobre el capital estadounidense. Uno de sus objetivos principales era desregular el sector de las finanzas y de las empresas de las limitaciones impuestas por el Congreso (hasta cierto punto) después de la crisis financiera global. Desregulación en casa, pero proteccionismo cara al extranjero. El libro de Brett Christophers, El Gran Nivelador, analiza esta tensión dinámica entre la liberación del capital de la regulación y, sin embargo asegurar que no hunde la casa. Christopher argumenta que en esta dinámica, se menosprecia el papel del derecho y las normativas legales en el intento de preservar un  “delicado equilibrio entre la competencia y el monopolio”,  que es necesario para  “regular los ritmos de acumulación capitalista”. El tema que subraya Christophers es el papel de la ley a la hora de limitar las anárquicas oscilaciones entre el monopolio y una competencia mortífera en diferentes períodos del capitalismo. Se trata de una nueva visión.

Pero el 150° aniversario de El Capital no podía pasar sin un nuevo libro de David Harvey, el marxista más influyente en la actualidad. En su La locura de la razón económica, Harvey expone su última interpretación del esquema de Marx en El Capital. Es un libro bien escrito y fácil de leer y no demasiado largo. Y hay muchas clases en video de Harvey sobre los principales argumentos del libro. Harvey presentó su última tesis en el seminario Capital.150 que ayudé a organizar junto al Kings College en noviembre (y del que SP publico mi reseña).

Harvey argumenta que el Volumen I de El Capital sólo se ocupa de la parte de la producción del circuito (la producción de valor y plusvalía). El Volumen II aborda la realización y la circulación de capitales entre los sectores en su reproducción, mientras que el Volumen III se refiere a la distribución de ese valor. Y mientras que Marx hace un gran análisis de la parte de la producción, sus volúmenes posteriores no están completos y fueron editados en su conjunto por Engels. Y por lo tanto, de acuerdo con Harvey, el análisis de Marx no llega a explicar la evolución del capitalismo moderno. En el siglo XXI, las crisis en el capitalismo son probablemente causadas también, si no más, por un colapso en la circulación o la realización de la plusvalía que por problemas en su producción. Y así, las crisis son más propensas ahora en las finanzas y por la deuda, debido a la ‘financiarización’.

Quienes siguen mis artículos, incluyendo la nota que redacté sobre dicho seminario y debates anteriores con Harvey sobre estos temas, saben que no estoy de acuerdo con su visión de El Capital. Defiendo que la producción de plusvalía y la acumulación de capital sigue siendo fundamentales en la explicación de Marx del capitalismo y sus contradicciones, que conducen a crisis recurrentes. Como escribió Marx: “El beneficio de la clase capitalista tiene que existir antes de poder ser distribuído”.  La producción de valor no es, como sostiene Harvey, “una pequeña parte del valor en movimiento”, sino la principal, tanto conceptual como cuantitativamente, en Marx, ya que en cualquier economía capitalista, el 80% de la producción bruta se compone de medios de producción y productos intermedios en comparación con el consumo. En mi opinión, la lucha de clases en el lugar de trabajo sigue siendo el centro del capitalismo porque se trata de la lucha por la división del valor entre la plusvalía y la parte del trabajo, tal como Marx demostró en el Volumen I.

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/los-10-mejores-libros-de-economia-marxista-de-2017

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Bogotá 39: voces para contar Latinoamérica

21 Enero 2018/Fuente: El pais /Autor: FRANCESCO MANETTO

La lista de autores del continente menores de 40 años que promueve el Hay Festival de Cartagena de Indias propone una ventana a lo que une y distancia a esta generación

Gabriel García Márquez terminó de escribir Cien años de soledad a los 39. Esa es la edad de corte establecida para la selección de talentos literarios latinoamericanos promovida por el Hay Festival y que la semana que viene se presentará en Cartagena de Indias. Hablar de esta lista, Bogotá 39, implica una suerte de ejercicio de numerología. Se trata de 39 escritores de ficción que aún no han cumplido los 40. Provienen de 15 países. Sus nombres se dieron a conocer en mayo, 10 años después de la primera edición de esta iniciativa. Representan, de alguna manera, una generación. Algunas de las mejores mentes de su generación. 39 propuestas para seguir leyendo.

Entre ellos figuran el cubano Carlos Manuel Álvarez; los colombianos Felipe Restrepo Pombo (director de la revista Gatopardo), Giuseppe Caputo y Juan Cárdenas; los mexicanos Valeria Luiselli y Emiliano Monge; los argentinos Samanta Schweblin y Mauro Libertella; los peruanos María José Caro, Claudia Ulloa Donoso y Juan Manuel Robles; el dominicano Frank Báez; el ecuatoriano Mauro Javier Cárdenas; el chileno Gonzalo Eltesch. Los eligió un jurado formado por los escritores Leila Guerriero, Carmen Boullosa y Darío Jaramillo e integran una antología editada por Galaxia Gutenberg (a la venta el 31 de enero), que se propone “celebrar la buena literatura” y reflejar la diversidad de las letras latinoamericanas.

Cualquier selección de este tipo plantea preguntas e invita a formular hipótesis sobre sus hilos conductores y la naturaleza de los escogidos. Bogotá 39 no pretende ser un canon, algo que por definición solo puede existir a posteriori. Sugiere más bien una conversación generacional en la que destacan los lazos, los vínculos personales, el registro de la primera persona, la narración autobiográfica y la literatura de las pequeñas cosas, pero también la violencia, los entornos urbanos, la idea de frontera o la búsqueda de la representación política a través de códigos no convencionales.

El empeño no es nuevo. Hay una cierta historia de la literatura latino­americana contada a golpe de listas y generaciones. Del casi omnipresente boom de los sesenta a su reacción de McOndo, materializada en una antología publicada en Santiago de Chile en 1996. Lengua de Trapo lanzó en 1997 otra recopilación, Líneas aéreas, y Páginas de Espuma compila cuentos desde 2002 en su serie Pequeñas resistencias. Y si la revista Granta eligió en 2010 a los 22 narradores jóvenes en español, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) promovió el año siguiente el programa Los 25 secretos mejor guardados de América Latina, y en 2016, Ochenteros, una aproximación estética delimitada por la década del nacimiento de los elegidos. En ese hilo crítico, Bogotá 39 pretende ser una hipótesis de futuro, como lo fue la primera selección, que acertó en bastantes de los nombres que osó aventurar.

“La lista es un poco una apuesta. Pero no creo que sea cerrada, definitiva. Si hubiera pensado que aspiraba a lista canónica, no hubiera podido poner un solo voto. De haber cambiado una sola persona del jurado hubiera sido distinta”, explica Guerriero. Jaramillo considera, con todo, que hay algunos nombres indiscutibles. Uno de ellos es Valeria Luiselli, mexicana, nacida en 1983 y radicada en Nueva York. “A pesar de que hace unos años habría dicho que no hay tal cosa como una nueva generación, a medida que van pasando los años, sí es verdad que hay una conversación muy viva de autores que escriben en una misma lengua. La tengo en modo constante y profundo con gente de mi edad”, continúa. “Algunas de esas personas [de la lista] nunca las he visto, pero sí las he leído”. Y esta forma de comunicar genera un diálogo, aunque no sea literal en algunos casos, sobre la diversidad poética, de las formas, el interés por cómo abordar la actualidad, incluso las reflexiones sobre la circulación de los libros en español entre las dos orillas del Atlántico.

Bogotá 39 se publicará en colaboración con 14 editoriales independientes. Y es precisamente el papel que han desempeñado algunos pequeños sellos lo que está empezando a agitar el sector. Esta lista coincide, señala José Hamad, “con algo muy importante que revela un cambio de paradigma”. El trabajo de editoriales como la mexicana Sexto Piso —a la que Hamad se acaba de incorporar como editor tras años de trabajo como cazatalentos literario—, la argentina Eterna Cadencia o la chilena Laurel está contribuyendo a una suerte de emancipación de los narradores latinoamericanos. “Tradicionalmente, había que pasar por Barcelona o Madrid para obtener una legitimación”, continúa Hamad. Ahora “solo hay cinco autores que se publican originalmente en España en esa lista”. Solo la mitad, además, se podían encontrar hasta ahora en las librerías españolas. Las editoriales independientes han dado el primer paso para competir en sus territorios con los grandes grupos. Un fenómeno que abre la puerta a la descentralización y que supone un giro con respecto al pasado reciente.

“Un número significativo salió de escuelas universitarias de creación literaria”, continúa Jaramillo. Se dedican al oficio de escribir en distintos terrenos, del periodismo a la edición, pasando por la producción audiovisual o el teatro. Varios de ellos ya han publicado sus trabajos auspiciados por grandes grupos. Random House tiene ocho autores en la lista, aunque solo dos publicaron su primer libro con esa editorial. Y hay 13 mujeres. El jurado rechazó las cuotas preestablecidas. “Nunca pensamos cuántos hombres y cuántas mujeres teníamos que meter”, asegura Jaramillo, aunque la proporción femenina en el elenco final es más alta que la inicial. En definitiva, incide Guerriero, prevaleció la “libertad de los criterios de cada uno”.

“Creo que nuestra generación recuperó dos cosas que habían perdido prestigio y se veían con desconfianza en las anteriores: el interés por las vanguardias históricas o por las zonas poco exploradas de la tradición y la toma de posición política”, razona Juan Cárdenas. “Lo llamativo es que eso no ha significado que se nos pueda encasillar en un espacio ideológico cerrado ni en una estética precisa. Basta comparar a Emiliano Monge con Eduardo Rabasa y a estos dos con Giuseppe Caputo para ver que estamos en el mismo territorio, pero haciendo cosas muy distintas”. Este último habla de violencia en un país como Colombia, azotado por más de medio siglo de conflicto armado, desvinculándola del imaginario colectivo y planteando un dilema ético y estético: “¿Cómo podemos estar cerca de la representación de la violencia sin crear más violencia?”, se pregunta.

“Los 39 que quedamos podrían ser perfectamente otros 39, y eso habla de una calidad muy grande de lo que se escribe en el continente”, apunta Felipe Restrepo Pombo. “Los del boomtenían vínculos, fueron unidos por Carmen Balcells, fue un proyecto editorial y literario. Aquí vivimos en diferentes países, vivimos muy lejos y creo que tenemos preocupaciones diferentes. Juan Gabriel Vásquez, que formó parte de la primera selección de Bogotá 39 junto a Daniel Alarcón, Guadalupe Nettel o Junot Díaz, describe de forma gráfica esta brecha generacional, aunque lo hace con la advertencia de que se trata de una aproximación. “Una de las maneras de explicar la distancia del boom con nosotros es el cambio del gran angular al microscopio. La presa mayor del boom eran esas novelas que eran un gran fresco de una situación”. Con el paso del tiempo, muchos empezaron a echar mano de la primera persona, del punto de vista. Para Vásquez, entrar en la lista supuso comenzar una conversación con otros autores. “Lo fantástico en el descubrimiento es cuánto nos unen las diferencias, cuánto nos une la atomización de los gustos, la diferencia de intereses”.

Otro de los narradores incluidos en 2007, Ricardo Silva, considera que algo ha cambiado en la década que media entre una y otra lista: la revolución de las redes sociales, que supone un cambio de paradigma para la comunicación y, al mismo tiempo, curte a quien escribe ante el juicio, a menudo gregario, del público. “Vivimos y escribimos en una época de la inmediatez”, agrega Restrepo Pombo sobre ese feedback instantáneo que ofrecen las redes.

Gabo, en cambio, tuvo que esperar casi un año para que la editorial Sudamericana publicara en Buenos Aires las historias de los Buendía. Fue en junio de 1967. Pero entonces el premio Nobel ya había cumplido 40 años.

Hay Festival Cartagena de Indias (Colombia). Del 25 al 28 de enero.

BOGOTÁ 39 / 2017

Carlos Manuel Álvarez (Cuba)

Frank Báez (República Dominicana)

Natalia Borges Polesso (Brasil)

Giuseppe Caputo (Colombia)

Juan Cárdenas (Colombia)

Mauro Javier Cárdenas (Ecuador)

María José Caro (Perú)

Martín Felipe Castagnet (Argentina)

Liliana Colanzi (Bolivia)

Juan Esteban Constaín (Colombia)

Lola Copacabana (Argentina)

Gonzalo Eltesch (Chile)

Diego Erlan (Argentina)

Daniel Ferreira (Colombia)

Carlos Fonseca (Costa Rica)

Damián González Bertolino (Uruguay)

Sergio Gutiérrez Negrón (Puerto Rico)

Gabriela Jauregui (México)

Laia Jufresa (México)

Mauro Libertella (Argentina)

Brenda Lozano (México)

Valeria Luiselli (México)

Alan Mills (Guatemala)

Emiliano Monge (México)

Mónica Ojeda (Ecuador)

Eduardo Plaza (Chile)

Eduardo Rabasa (México)

Felipe Restrepo Pombo (Colombia)

Juan Manuel Robles (Perú)

Cristian Romero (Colombia)

Juan Pablo Ronconce (Chile)

Daniel Saldaña París (México)

Samanta Schweblin (Argentina)

Jesús Miguel Soto (Venezuela)

Luciana Sousa (Argentina)

Mariana Torres (Brasil)

Valentín Trujillo (Uruguay)

Claudia Ulloa Donoso (Perú)

Diego Zúñiga (Chile)

 

Fuente de la noticia: https://elpais.com/cultura/2018/01/19/babelia/1516376790_462513.html

Fuente de la imagen:https://ep01.epimg.net/cultura/imagenes/2018/01/19/babelia/1516376790_462513_1516379729_noticia_normal_reco

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