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Mentir sobre Bolivia

Por: Atilio Borón

Es triste y lamentable comprobar que las artes del buen historiador que Loris Zanatta supo cultivar en el pasado se deterioraron hasta convertirlo en un propagandista. ¿De qué otro modo podría calificarse la más reciente intervención del historiador italiano a propósito de los trágicos acontecimientos en curso en Bolivia? [1] Su nota publicada en uno de los principales matutinos de Buenos Aires es un compendio de falsedades y de ocurrencias que pretenden pasar por una interpretación rigurosa y en las cuales se quiere demostrar la irredimible malignidad de Evo Morales y, según Zanatta, su mentor: el Papa Francisco. En esta breve nota me limitaré a señalar los yerros más groseros de su intervención. Dejo para mis lectores la poco agradable tarea de examinar los demás, que son muchos.

Zanatta, como buen conservador, siente una particular aversión para con el Papa Francisco y, en consecuencia, por quien sería, según él, el líder más amado por el pontífice: Evo Morales. A partir de esa supuesta constatación el historiador italiano se hunde en el submundo de sus obsesiones y sus odios más arraigados. Se pregunta, ya instalado en ese caos de sus prejuicios “¿qué democracia puede haber donde la política es una cruzada contra el infiel, el camino hacia la redención del “pueblo elegido?” Pero, ¿habla de Estados Unidos, cuyos dirigentes y gran parte de su población creen realmente ser el pueblo elegido por el Señor para sembrar la justicia y la democracia en el mundo? ¡No, habla de Bolivia!, de la humilde Bolivia de las señoras de polleras, de un pueblo que fue explotado, oprimido y escarnecido por siglos primero por el colonialismo español y más tarde por Estados Unidos y que ni bien decidió hacerse dueño de su destino atrajo sobre sí todas las iras del averno con sede en Washington, DC. No hubo en la Bolivia de Evo ninguna cruzada contra los infieles; simplemente se gobernó para empoderar al pueblo, respaldar sus derechos, sacarlo de la pobreza y para evitar que los supremacistas blancos, los sanguinarios racistas de la Media Luna Oriental, concreten de una vez y para siempre el genocidio que borre de la faz de Bolivia a esos oscuros personajes originarios que los avergüenzan ante el mundo. Que es lo que, con la complacencia de Zanatta, o su cómplice silencio, que es igual, están haciendo hoy.

Enardecido por los vahos embriagantes de su discurso Zanatta se interna resueltamente en el terreno del delirio político. Por ejemplo, cuando habla de “la obsesión (de Evo) por perpetuarse en el poder como un Rey Católico.” Esto por cometer la imperdonable transgresión de querer buscar una nueva re-elección si el pueblo así lo decidiera. Pero es asombroso que siendo tan sensible a este tipo de iniciativas de autoperpetuación en el poder no se hubiera también referido a lo que al parecer es una idéntica obsesión en Ángela Merkel o Benjamín Netanyhau, para no hablar de Helmut Kohl o Felipe González, o de la propia Democracia Cristiana italiana que estuvo más de cuarenta años en el gobierno sin que manifestase la menor preocupación sobre ese desaforado afán por “perpetuarse en el poder” de aquellos dirigentes europeos o del neofascista israelí. O cuando, con absoluta irresponsabilidad habla de “la estafa electoral para evitar el triunfo de las ‘clases coloniales’ no es (solo) el fruto de un ego enloquecido; son el lógico resultado de una ideología en la que el ‘pueblo de Dios’ no piensa doblegarse ante el ‘pueblo de la Constitución’.” Este último debe, sin duda, ser el representado por Luis Fernando “Macho” Camacho que irrumpió acompañado por unos fascinerosos al Palacio Quemado blandiendo una Biblia para exorcizar la herética presencia de la Pachamama; o el que personifica la ignota senadora autoproclamada presidenta del Estado Plurinacional por una Asamblea Legislativa que ni siquiera reunía el quórum necesario para sesionar, y cuyos tuits ahora convenientemente borrados revelaban un intenso odio racial contra las poblaciones originarias de Bolivia; o tal vez ese ‘pueblo de la Constitución’ tan exaltado por Zanatta sea el de aquellos probos republicanos que prendieron fuego y orinaron sobre la Wiphala, la bandera de los pueblos originarios de todo el mundo andino; o el que profirió las amenazas pre-electorales del tan alabado Carlos Mesa cuando, exhibiendo el talante democrático que tanto seduce a Zanatta, amenazó que desconocer cualquier resultado electoral que no sea su victoria.

Cuesta creer que quien fuera un historiador profesional pueda ignorar tantos reportes de investigación que refutan su errónea (y malintencionada) tesis sobre la supuesta “estafa electoral” de Evo. Primero, ni siquiera el informe de la OEA usa la expresión “fraude” y mucho menos habla de estafa, tal como lo ha fehacientemente demostrado un estudio del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG). Según dicho trabajo el informe de la OEA “no aporta prueba alguna que pudiera demostrar el supuesto fraude.”[2] Segundo, Zanatta también ignora los resultados del informe del Center for Economic and Policy Research (CEPR) de Washington y cuyos autores ratifican la rectitud de los resultados anunciados por el Tribunal Superior Electoral pues “no encuentran evidencia de que hubo irregularidades o fraude que afecten el resultado oficial que le dio al presidente Evo Morales una victoria en primera vuelta.” [3] Tercero, el informe de 36 páginas emitido por el más competente departamento de ciencia política de Estados Unidos en materia de estudios electorales, la Universidad de Michigan, que coincide en afirmar que no hubo fraude alguno en las elecciones bolivianas y que Evo ganó en buena ley. [4] Dice textualmente el profesor Walter R. Mebane Jr., experto mundialmente reconocido en el estudio de fraudes electorales, que en las elecciones bolivianas se comprobó la existencia de “irregularidades estadísticas que podrían indicar fraude sólo en 274 de las 34.551 mesas de votación y que (esto) no se diferencia mucho de patrones vistos en otros comicios en Honduras, Turquía, Rusia, Austria y Wisconsin. Incluso removiendo los votos fraudulentos, el MAS tiene una ventaja superior al diez por ciento”, sentenció al final de su extenso trabajo.

De haber tenido en cuenta alguno de los aportes ya referidos el historiador italiano no hubiera podido escribir una afirmación tan descabellada como la siguiente: si se “hubieran celebrado elecciones regulares, es probable que el vencedor habría sido Carlos Mesa, hombre que garantizaba un gobierno respetuoso del pluralismo y de la democracia. En cambio, al manipular las urnas, Morales desató la guerra religiosa y se eligió ‘el enemigo’: al causar la radicalización del conflicto, hizo emerger un ‘enemigo’ que como él invoca a Dios sobre la Constitución, al ‘pueblo’ sobre la democracia.” El problema para el profesor de Bologna es que sí hubo elecciones regulares, que no se manipularon las urnas y que si alguien desató una guerra religiosa, un estallido de racismo y fanatismo religioso no fueron ni Evo ni el MAS sino su tan admirado Carlos Mesa, un politiquero irresponsable al que los prejuicios –o la conveniencia- del italiano lo llevan a percibirlo como un hombre “respetuoso del pluralismo y la democracia” pese a que antes de llevarse a cabo las elecciones denunciaba el “fraude” que seguramente se cometería y que azuzó los peores sentimientos y prejuicios de las capas medias bolivianas para cometer toda clase de desmanes antes, durante y después de las elecciones, incluyendo, ¡oh sorpresa!, el incendio de las oficinas de las sedes departamentales del Tribunal Superior Electoral en Sucre, Potosí, Santa Cruz y Tarija y la destrucción de la documentación electoral que podría haber comprobado el “fraude” cometido por Morales.

Podríamos extendernos en otras consideraciones sobre el artículo de Zanatta que marcan un hito irreversible en la conversión de quien fuera un serio historiador del catolicismo en un vulgar propagandista que ofrece su pluma al servicio de la derecha y el imperialismo. Habla, en su nota, de que “el país estaba en llamas” y que eso tornaba inevitable el golpe militar pero bien se guarda de decir quiénes fueron los incendiarios. Insinúa que Brasil podría haber sido uno de ellos, pero omite toda mención de Estados Unidos, barriendo bajo la alfombra toda la evidencia que habla de la activa participación de Washington en el derrocamiento de Morales. ¿Ignora acaso que el infame Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Bolivia, Williams Kalimán, renunció a su cargo ni bien se consumó el derrocamiento de Morales y se radicó en Estados Unidos? ¿No escuchó lo que es vox populi en La Paz de que por su valentía republicana al “sugerirle” a Evo que debía renunciar fue remunerado por Estados Unidos con un millón de dólares gracias a una gestión realizada personalmente por Bruce Williamson, encargado de negocios de la embajada estadounidense? [5] ¿Y que se sospecha que otros generales recibieron una cantidad similar y varios jefes de policía unos quinientos mil dólares cada uno para alentar su oportuno amotinamiento? ¿Qué tiene que decir del viaje que en Septiembre de este año realizara Ivanka Trump a Jujuy, la provincia argentina lindera con Bolivia, y en donde fuera recibida por su gobernador y algunos personajes de la política boliviana que adquirieron notoriedad durante la ofensiva destituyente?

Nimiedades: lo importante para Zanatta es repetir la cantinela que le dictan desde Washington: Evo quería eternizarse en el poder, hizo fraude y la tragedia que desató es todo por su culpa. Y la democracia podría renacer de este golpe. El plan fue muy concienzudamente elaborado por los numerosos especialistas que Estados Unidos tiene para promover “cambios de régimen”, “primaveras de colores” o simples y llanos linchamientos de líderes molestos, como hicieron con Gadaffi en Libia. Bolivia era un objetivo largamente acariciado por la Casa Blanca. Todos conocemos su adicción por ciertos recursos naturales como el petróleo o, en el caso que nos ocupa, el litio, que para el Financial Times de Londres es el equivalente de lo que fue el petróleo en el siglo veinte y que es un insumo esencial para la maquinaria militar estadounidense. Y Evo y el gobierno de los movimientos sociales eran obstáculos inexpugnables, que no podían removerse apelando a la vía electoral, intentando fabricar líderes de la “sociedad civil” o penetrando en la cultura popular con los tentáculos de su ONG. Por lo tanto había que arrojar por la borda cualquier prurito legalista, olvidarse de la perversa sofistificación de los “golpes blandos” y el “lawfare” y apelar sin tapujos ni culpas al golpe militar del viejo estilo, precedido por los disturbios de un lumpenaje contratado que pudo sembrar el caos en las principales ciudades de Bolivia gracias a que las fuerzas policiales, compradas por del imperio, les dejaron la calle liberada para crear una situación socialmente insostenible y justificatoria del golpe de estado.

Zanatta no puede desconocer todo esto. Por eso lo suyo, en verdad, es un escándalo. La treintena de muertos, cientos de heridos y detenidos, los desaparecidos, la policía gaseando a los deudos que llevaban los ataúdes de sus seres queridos al cementerio, los incendios de oficinas gubernamentales, las intimidaciones y las cobardes amenazas a los familiares de funcionarios y legisladores del MAS para que traicionaran a Evo, todo este espanto, todo este derrumbe del orden democrático y de la paz social, le resbalan al historiador italiano por su piel de foca, para retribuirle una metáfora que insolentemente le dedica a Evo en su libelo. Hay que mentir, le dijeron, por el bien del imperio y de la civilización del capital. Acabar con Evo y el Mas y, de paso, socavar la autoridad de Francisco. Y el ex historiador arroja su antiguo prestigio a los perros y obedece la orden, con ganas. Lástima y vergüenza.
Notas:
[1] Cf. “De cruzadas redentoras, golpes y fraudes”, en Clarín, 23 Noviembre 2019.
[4] “Evidence Against Fraudulent Votes Being Decisive in the Bolivia 2019 Election”, disponible en http://www-personal.umich.edu/~wmebane/Bolivia2019.pdf
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=262853
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Transgénicos: Carta abierta de La Via Campesina al Presidente de Ecuador

«Los cultivos transgénicos no son respuesta alguna a los problemas de pobreza que enfrentan millones de familias y comunidades campesinas en Ecuador y el resto del mundo. Todo lo contrario: aumentan la dependencia, nos expulsan de la tierra, nos dejan sin trabajo, deprecian el valor de la producción y destruyen las economías locales».

Estimado compañero presidente,

Con fraternos saludos, nos dirigimos a usted, como representantes de organizaciones campesinas del mundo entero, conociendo las dificultades que nuestros compañeros y compañeras enfrentan cada día y habiendo experimentando en carne propia las agresiones del agronegocio y los trangénicos, estamos hondamente preocupados por sus recientes declaraciones públicas en torno a la necesidad de abrir en el Ecuador el cultivo y semillas transgénicas.

La Via Campesina Internacional ha permanentemente mencionado en nuestros espacios, la conquista del pueblo Ecuatoriano y su gobierno de incluir como manifiesta su nueva Constitución de la República del Ecuador establecer que “La soberanía alimentaria constituye un objetivo estratégico y una obligación del Estado para garantizar que las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades, alcancen la autosuficiencia de alimentos sanos y culturalmente apropiados de forma permanente.” Además, el Artículo 401, donde se indica que “Se declara al Ecuador libre de cultivos y semillas transgénicas”. Por todas las razones recién expuestas y por antecedentes que se van sumando de forma permanente, los cultivos transgénicos son incompatibles con este mandato constitucional y finalmente del derecho que se otorga a la naturaleza.

Via Campesina Internacional ha venido denunciando los efectos negativos del uso de trangénicos y el atentado a la soberanía alimentaria que esto implica, nos preocupa entonces que califique de error y llame a eliminar un acuerdo refrendado por el pueblo ecuatoriano de manera democrática y por casi dos tercios de la población. Las organizaciones campesinas no evadimos el debate, mas bien manifestamos nuestra voluntad de dialogo con usted Presidente, pero creemos importante para asegurar la convivencia digna, pacífica y democrática respetar los acuerdos tomados por la voluntad del pueblo Ecuatoriano.

Apelamos a los compromisos por Ud. asumidos al momento de inaugurar el V Congreso de la CLOC, en la ciudad de Quito, Ecuador, el 12 de octubre de 2010, cuando aseveró que en Ecuador no se necesita una reforma agraria sino una revolución agraria, con una radicalización en función de los más pobres.

Por esto quisiéramos hacer presente lo siguiente:

  • Nuestras organizaciones han debatido en base a la experiencia en diversos lugares del mundo y hemos concluido de manera fehaciente que los cultivos transgénicos sólo provocan destrucción y despojo, llevan a la concentración de la tierra y la riqueza, envenenan nuestras familias, nuestros animales, nuestros cultivos y la vida en torno nuestro, destruyen las fuentes de trabajo y nos expulsan de la tierra;
  • Los cultivos transgénicos no alimentan a los pueblos. Gran parte de ellos está destinado a la producción de combustibles, piensos animales para la producción industrial, y otras materias primas industriales. Y son estos cultivos uno de los factores que la FAO identificó como importantes en la anterior crisis alimentaria y en la actual elevación del precio de los alimentos;
  • Nos sorprende que Ud. asevere que los cultivos transgénicos pueden cuadruplicar la produccción. Los antecedentes por nosotros conocidos, incluidos estudios científicos universitarios, indican que las variedades transgénicas son de hecho menos productivas que las mismas variedades sin la transgenie, y que ello se explica por mecanismos fisiológicos bien conocidos. Sería de gran utilidad, para informar mejor el debate, si Ud. pudiera informarnos de las fuentes que aseveran que los cultivos transgénicos podrían cuadruplicar la producción;
  • Más del 80% de los cultivos transgénicos son resistentes a herbicidas. No hay un solo caso de un cultivo transgénico desarrollado resistente al frío, a la sequía o a otras condiciones muchas veces enfrentadas por las agriculturas campesinas. La realidad de los cultivos transgénicos es que han provocado el incremento del uso masivo e intensivo de herbicidas y de otros pesticidas. Por ejemplo, Argentina consume hoy más de 200 millones de litros de glifosato, la mayor parte de las veces mediante aplicaciones aéreas que afectan indiscriminadamente a cultivos, animales, personas y plantas silvestres. Brasil, por su parte, se ha convertido en el país con el mayor uso de Agrotóxicos por persona a nivel mundial. El resultado, como bien se ha documentado en Argentina, Chile, Brasil y Paraguay, ha sido el aumento alarmante de los casos de cáncer, de enfermedades graves a la piel, malformaciones al nacer, aumento de la tasa de abortos, y casos de intoxicación aguda que han llevado a la muerte, especialmente de niños pequeños.
  • Si alguna duda podía quedar acerca de los efectos de los cultivos transgénicos, un estudio científico de investigadores franceses y recién publicado en Estados Unidos demuestra sin lugar a dudas que la exposición al glifosato -obligatoriamente asociado a la mayoría de los cultivos transgénicos- y el consumo de transgénicos, provoca cancer, alteraciones hormonales y glandulares, lesiones graves al hígado y los riñones y finalmente tasas de mortalidad 2 a 3 veces mayores que las normales, especialmente en mujeres.
  • A pesar de la agresividad de las empresas que producen semillas transgénicas y los agroquímicos asociados al cultivo -quienes incluso han hecho uso del contrabando masivo para introducir sus productos- los cultivos transgénicos son muy pocos (fundamentalmente soja, maíz, canola, algodón), poseen sólo dos modificaciones (resistencia a glifosato y producción de la toxina B.t.) y se cultivan masivamente en unos pocos países (Canadá, Estados Unidos, Argentina, Brasil e India). Más aún, producto del estudio recién mencionado, Rusia acaba de prohibir la importación de maíz transgénico y hay diversas iniciativas legales en Europa para prohibir de plano tales cultivos.
  • Los cultivos transgénicos no son respuesta alguna a los problemas de pobreza que enfrentan millones de familias y comunidades campesinas en Ecuador y el resto del mundo. Todo lo contrario: aumentan la dependencia, nos expulsan de la tierra, nos dejan sin trabajo, deprecian el valor de la producción y destruyen las economías locales. Un estudio de la Universidad de Sao Paulo sobre la expansión del agronegocio en el Estado de Sao Paulo, indica que esta expansión llevó a una prosperidad concentrada en manos de unos pocos, generando un número cada vez mayor de excluidos y el aumento de la violencia y la marginalización económica.
  • Si Ecuador desea solucionar el problema de la alimentación, la solución está en proteger, fortalecer y expandir la agricultura campesina y hacer efectivo el mandato constitucional de la Soberanía Alimentaria. Un estudio de la FAO publicado hace sólo unos días indica que el 60% de los alimentos en América Latina es producido por familias campesinas. Por otro lado, cifras oficiales y de la investigación de las más diversas regiones del mundo confirman una y otra vez que la agricultura campesina es más eficiente y productiva que la industrial.

Con estas consideraciones, tenemos la seguridad de que su gobierno soberano será más sensible al pedido de millones de campesinos y campesinas del mundo y no sederá a las intenciones de transnacionales como Monsanto de convertir la alimentación en una mercancia más, esperamos que este pedido y recomendación sean positivamente atendidos por su gobierno que tiene el mandato del pueblo Ecuatoriano de gobernar en defensa de los intereses soberanos del pueblo.

En nombre de la Comisión Coordinadora Internacional de La Vía Campesinal.

Saluda fraternalmente,

Henry Saragih-

Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Portada_Principal/Documentos/Transgenicos_Carta_abierta_de_La_Via_Campesina_a_Rafael_Correa_Presidente_de_Ecuador

Imagen tomada de archivo OVE

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En las puertas del nazismo

Por: Marcelo Colussi

I

El sistema capitalista ha impulsado prodigiosos avances en la historia de la Humanidad. El portentoso desarrollo científico-técnico que se viene experimentando desde hace dos o tres siglos, que ha cambiado la fisonomía del mundo, va de la mano de la industria moderna surgida a la luz del capitalismo. Problemas ancestrales de los seres humanos comenzaron a resolverse con estos nuevos aires, que desde el Renacimiento europeo en adelante se expandieron por todo el planeta.

Pero ese monumental crecimiento tiene un alto precio: el modo de producción capitalista sigue siendo tan pernicioso para las grandes mayorías como lo fue el esclavismo en la antigüedad. Para que hoy un 15% de la población mundial goce las mieles del “progreso” y la “prosperidad” (oligarquías de todos los países y masa trabajadora del Norte), la inmensa mayoría planetaria pasa penurias. Con el agravante –cosa que toda la anterior historia humana no presentó– de la catástrofe medioambiental que su insaciable afán de lucro ha producido. No olvidar que para constituirse como sistema con mayoría de edad debió masacrar millones de nativos americanos y africanos, produciendo así la acumulación originaria que posibilitó la industria moderna en Europa. En síntesis: el capitalismo es sinónimo no tanto de desarrollo y prosperidad, sino de muerte y destrucción.

Ahora bien: ese desarrollo material fabuloso no logra repartir equitativamente, con auténtica solidaridad, los productos de su colosal producción: se llega al planeta Marte o se desarrolla inteligencia artificial más inteligente que la misma inteligencia humana, pero no se puede acabar con el hambre. Sin dudas, algo anda mal en el sistema capitalista. Y no se trata de algún error coyuntural, alguna tuerca suelta que se pueda ajustar: el problema es estructural, de base.

Dicho de otro modo: el sistema capitalista no puede ofrecer soluciones reales a los problemas de toda la Humanidad. No puede, aunque quiera, pues en su esencia misma están los límites: como se produce en función de la ganancia, del lucro personal del dueño del capital, el bien común queda relegado. Por más que lo intente –capitalismo de rostro humano, medidas caritativas para los más necesitados, válvulas de escape para permitir algunas mejoras paliativas– el sistema en su conjunto se erige 1) en contra del colectivo, al que convierte en esclavo asalariado explotándolo en forma inmisericorde, y 2) en contra de la naturaleza, a la que convierte en una mercadería más para consumir, obviando así que si la destruimos nos quedamos sin casa donde vivir.

Como sistema, el capitalismo tiene momentos de expansión y de repliegue, pues la producción no está planificada. Se supone que “la mano invisible del mercado” la regula; pero esa “mano” no resuelve a favor de las grandes mayorías, sino siempre en función de los capitales. Por tanto, periódicamente se asiste a crisis sistémicas generales, que siempre terminan pagando los más desposeídos (es decir: las mayorías populares).

Ahora, desde 2008, se cursa una de las más grandes de esas crisis, comparable a la de 1930 en el pasado siglo. La especulación financiera sin par llevó a un quiebre de las economías, produciendo una recesión fenomenal que empobreció más aún a los más pobres, haciendo desaparecer enormes cantidades de sectores medios y acabando con numerosos puestos de trabajo. El sistema no termina de salir de su marasmo, aunque los grandes capitales en aprietos (bancos de primer nivel, grandes empresas industriales como la General Motors) sí reciben asistencia de sus Estados, en tanto las grandes masas de empobrecidos tienen que ajustarse más el cinturón y resignarse. En otros términos: las ganancias quedan siempre para el capital, las pérdidas se socializan y las paga la clase trabajadora, el pobrerío en su conjunto.

II

En las potencias capitalistas (Estados Unidos, Europa Occidental, Japón), la crisis se siente de una manera distinta a como afecta en los países históricamente empobrecidos (el Sur, el antes llamado Tercer Mundo). El fantasma en juego en el Norte no es, exactamente, el hambre; pero sí la precarización de la vida, la falta de trabajo, el estancamiento económico. La pobreza, de todos modos, siempre es pobreza. Los planes de capitalismo salvaje de estas últimas décadas (eufemísticamente llamado neoliberalismo), además de acumular más riquezas en los ya históricamente más ricos, pauperizaron de una forma alarmante al conjunto de trabajadores en todas partes del mundo.

Por una combinación de causas (planes neoliberales de ajuste hacia las masas trabajadoras, robotización creciente que prescinde de mano de obra humana, traslado de plantas industriales desde la metrópoli hacia la periferia buscando condiciones de mayor explotación), los trabajadores del llamado Primer Mundo vienen sufriendo un descenso en su nivel de vida. En Estados Unidos, la primera potencia capitalista mundial, ello es más que evidente en estas últimas décadas.

Si bien el país no dejó de ser un gigante, la calidad de vida de sus ciudadanos no está en franca mejoría, en expansión, como pasó por varias décadas después de terminada la Segunda Guerra Mundial. De ser la “locomotora de la Humanidad”, como se la consideró por largos años, la economía estadounidense no está en sana expansión. El hiperconsumismo sin freno en que entró llevó a un hiperendeudamiento (a nivel personal-familiar y a nivel nacional) técnicamente impagable. El poder de Estados Unidos viene asentándose, cada vez más, en ser “el grandote del barrio”: la discrecionalidad con que fijó su moneda, el dólar, como patrón económico dominante a escala planetaria, y unas faraónicas fuerzas armadas que representan, ellas solas, la mitad de todos los gastos militares globales, son los soportes en que se apoya su actual grandiosidad. Pero la misma no es sostenible en forma sana, genuina. En otros términos: la principal potencia capitalista del mundo tiene, de alguna forma, pies de barro. La interdependencia de todos los capitales que fue tomando el sistema a nivel global permite a la clase dominante estadounidense seguir teniendo supremacía, y su Estado funciona como gendarme del orden mundial, ahora sin fantasma del comunismo a la vista. Pero su dependencia de capitales de otros puntos (China, Japón) es vital.

Por otro lado, su monumentalidad se basa, en muy buena medida, en los recursos naturales que roba en distintas latitudes (petróleo, minerales estratégicos, agua dulce, biodiversidad), por lo que sin ese militarismo desbocado –causa de muertes por millones, de destrucción, de avasallamiento de grupos más vulnerables– su supremacía económica no sería tal. James Paul, en un informe del Global Policy Forum, lo dice sin ambages: “Así como los gobiernos de los Estados Unidos. (…) necesitan las empresas petroleras para garantizar el combustible necesario para su capacidad de guerra global, las compañías petroleras necesitan de sus gobiernos y su poder militar para asegurar el control de yacimientos de petróleo en todo el mundo y las rutas de transporte”.

Pero esa economía próspera de las décadas del 50 y del 60 del siglo pasado se terminó. Estados Unidos, que de ningún modo ahora es un país pobre, está en decadencia. Los homeless (gente sin hogar) son cada vez más. Los trabajadores que han perdido sus puestos, y con ello todos los beneficios sociales, se cuentan por millones. Industrias florecientes de hace algunas décadas, ahora languidecen, pues para el capital es más rentable invertir en la periferia, con salarios de hambre, que en el propio territorio estadounidense.

Para ejemplo icónico de todo esto: la ciudad de Detroit. La que algunas décadas atrás fuera el centro mundial de la producción de automóviles, que nucleaba todas las grandes empresas de capital netamente norteamericano con casi tres millones de habitantes, ahora es una ciudad fantasma, con apenas trescientos mil pobladores, con fábricas cerradas, entre pandillas y calles sin luz. ¿Por qué? Porque lisa y llanamente el capital no tiene patria, no tiene nacionalismos sentimentales. Si los accionistas de la General Motors, la Ford Company o la Chrysler encuentran que les es más lucrativo montar sus plantas industriales en cualquier enclave del Tercer Mundo dejando en la calle a sus propios trabajadores estadounidenses, no tienen ningún reparo en hacerlo. Y de hecho, eso es lo que han hecho.

Esa es la situación que viene dándose en Estados Unidos, y también en otros países de Europa Occidental: los trabajadores van empobreciéndose. Es por ello que votaron a favor de la salida de la Unión Europea por parte de los británicos (así como quieren hacerlo también en Francia y en Holanda), o a favor de un ultraderechista como Donald Trump en Estados Unidos. El motivo para esa creciente derechización es el deterioro de la economía que, por supuesto, afecta a la clase desposeída y no a las oligarquías.

III

Aquí es donde entra a jugar un agravante extremadamente pernicioso: la ideología dominante, por supuesto de derecha y conservadora. De acuerdo a esta tendenciosa visión de las cosas, se omite la verdadera causa de esta creciente pauperización, buscándose un “chivo expiatorio”. El mismo está dado por los “extranjeros”, aquellos que, según esa deleznable ideología, “van al Primer Mundo a robar puestos de trabajo y a aprovecharse de la seguridad social”.

En otros términos: un otro distinto, proveniente de fuera del colectivo dominante, es puesto como causa de los males. Se está ahí ante el inicio del nazismo.

En la Alemania de la post guerra del 1918, ante su derrota y humillación a manos de las otras potencias europeas que le ganaron en la carrera por el reparto de las colonias africanas, fue apareciendo un espíritu revanchista. Adolf Hitler, independientemente de su posible psicopatología, encarnó ese ideal. El Führer decía lo que buena parte de la población alemana quería escuchar; él, como ninguno, supo levantar el ultrajado nacionalismo pangermánico, llevando el ideal teutón de “raza superior” como estandarte privilegiado. Para el caso, los judíos ocuparon el lugar de chivo expiatorio.

No puede decirse que los movimientos nazi en Alemania, o fascista en Italia, con Mussolini a la cabeza, sean atribuibles solo a la personalidad desequilibrada de líderes carismáticos; eso puede ser un elemento, pero definitivamente ellos representaban el ideal de buena parte de la población. Los alemanes querían recuperar el tiempo perdido, la moral pisoteada en la derrota de la Primera Guerra Mundial: ahí apareció entonces esa loca idea de la eugenesia, y de un blanco al que atacar, supuesto fundamento de todos los males y desgracias. Los campos de concentración atestados de judíos fueron el resultado de ello.

En los Estados Unidos actuales (y en buena parte de Europa Occidental que no termina de salir de la crisis financiera iniciada en el 2008) está sucediendo algo similar: una clase trabajadora golpeada, en camino de empobrecimiento paulatino, necesita encontrar una razón de sus males. El sistema, a través de los fabulosos medios de manipulación que dispone (medios masivos de comunicación, aparatos ideológicos del Estado, iglesias varias) impide ver las causas reales de la situación, poniendo a esos extranjeros en el lugar de los demonios que atacan. De esa forma, los inmigrantes indocumentados de Latinoamérica y el Caribe en Estados Unidos, o los africanos llegados en las infernales pateras a través del Mediterráneo, así como musulmanes y gente del Medio Oriente, se van transformando en el elemento satanizado que representa la supuesta fuente de todas las desventuras.

Hoy día no hay campos de concentración, ni en Europa ni en Estados Unidos; pero poco falta para ello. De alguna manera, esa exclusión de corte nazi ya comenzó. Donald Trump, así como lo hizo Hitler en su momento, encarna esa misión redentora, purificadora: su lenguaje xenofóbico, racista, ultranacionalista, quasi paranoico en algún sentido, rescata lo que una clase trabajadora golpeada quiere oír. “¡Fuera inmigrantes!” es la consigna.

El mundo de la opulencia del Norte va tornándose cada vez más hostil y refractario a los inmigrantes del Sur. No solo no quiere “hispanos”, “negros” o “musulmanes”; procede a deshacerse de ellos. El presidente Trump está empezando a poner en práctica esos valores, institucionalizándolos. Sus primeras medidas como mandatario de la Casa Blanca lo evidencian. La promesa del muro fronterizo con México, más allá de una bravuconada pirotécnica de campaña, pareciera querer concretarse en la realidad. La negativa de permitir ingresar “indeseables” musulmanes a suelo estadounidense se inscribe en esa línea.

En esa misma línea, también comienzan a darse, cada vez con mayor frecuencia y virulencia, actos de corte nazi en Europa. Como expresión sintetizada de esto, lo recientemente ocurrido en los canales de Venecia, donde un joven negro de origen africano se ahogó ante la mirada impávida de europeos que, incluso en algún caso, le proferían insultos racistas.

Todo esto bien pudiera ser el preámbulo a nuevos Auschwitz o Buchenwald. Los chivos expiatorios –la Psicología Social nos lo enseña con claridad meridiana– sirven justamente como elemento unificador para el grupo excluyente, que reafirma así su identidad supremacista excluyendo a los “inferiores” no deseables, satanizados como plaga bíblica.

El Brexit en Gran Bretaña, o Donald Trump en Estados Unidos, expresan ese encono visceral (fascista) contra el otro distinto, “malo de la película” que funciona como causa de todas las penurias, escamoteando las verdaderas causas del problema: el sistema capitalista.

Más allá que Trump pueda ser un megalomaníaco con profundas desequilibrios psicológicos, él representa lo que muchos ciudadanos estadounidenses comunes piensan, sienten, anhelan: volver a los tiempos dorados de su economía de 50 o 60 años atrás, presuntamente arruinada por los inmigrantes ilegales. Se olvida así que Estados Unidos es, ante todo, un país hecho por inmigrantes. Y, fundamentalmente, se omite el verdadero problema en cuestión: el empobrecimiento de los trabajadores no es por culpa de esos “indeseables” extranjeros, sino producto de un sistema que no ofrece salidas.

El nazismo inició así en los años 30 en Alemania, cuando un cabo del ejército, probablemente desequilibrado en términos psicológicos (eyaculaba solo dando sus discursos, emocionado como estaba), pudo ser el representante de lo que una mayoría empobrecida quería hacer: renacer como “raza superior”. Donald Trump sigue ese camino: representa el ideal supremacista de los wasp (white, anglosaxon and protestant –blanco, anglosajón y protestante–). El Ku Kux Klan supremacista (equivalente a los campos de concentración nazi y las cámaras de gas para judíos) se siente ahora dueño de la situación.

La llegada de Trump puede marcar un punto de inflexión en Estados Unidos. No está claro todavía cómo y para dónde seguirán las cosas. Como mínimo, queda más que evidente que para el campo popular no vienen los mejores tiempos. Es por eso que tenemos que estar extremadamente alertas a lo que siga, y prepararnos para enfrentar la locura en ciernes.

El capitalismo no tiene salida, y el nazismo, expresión afiebrada de un capitalismo enloquecido, es más pernicioso aún, porque hace del racismo su motor primordial. ¡Preparemos para enfrentar la tormenta que se viene!

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=222492&titular=en-las-puertas-del-nazismo-

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La permanente colonización de Sudáfrica

Por: Ricardo Orozco

La nula relevancia que las protestas estudiantiles sudafricanas han encontrado en los medios de comunicación latinoamericanos, más que revelar la evidente subordinación en la que se encuentran los asuntos africanos dentro de la propia periferia global, es un claro indicador de la manera en que se (re)producen los procesos de estructuración racial alrededor del orbe. Y en ese sentido, reflejo de las matrices simbólicas y materiales de sujeción, exclusión y explotación social que la colonialidad mantiene vigentes en el país de Madiba —a pesar de la formal descolonización de las estructuras políticas y económicas del Estado conseguida en la última década del siglo XX.

Las demandas sociales en el plano de la escolarización en la República de Sudáfrica, en particular, y en toda África, en general; no son una suerte de movimiento mainstream motivado por una inercial propensión a seguir a las expresiones de su tipo que en Reino Unido, Corea del Sur, Taiwán, etc., saturaron las agendas mediáticas y el espacio público de las clases medias. Por lo contrario, la protesta social en este terreno es tan añeja como lo es la historia misma de la colonización del continente por parte de los imperialismos occidentales. Y en esta ocasión, tanto como en las anteriores, son —contrario a lo afirmado categóricamente por la BBC, el Financial Times o el New York Times— algo más que la pura reivindicación de su derecho a la libre expresión, que la consecución de colegiaturas justas y asequibles o que la pretensión de construir una democracia basada en el derecho a votar cada cinco años.

Las instituciones de instrucción escolar en Sudáfrica son, como en cualquier otra sociedad producto de la modernidad/colonialidad capitalista, un microcosmos, un espacio-tiempo relativamente reducido en el cual se (re)producen, a menor escala pero con mayor intensidad, sistematización y profundidad todos y cada uno de los rasgos estructurales de la sociedad dentro de la cual se desenvuelven. Así, en las sociedades a las que la modernidad y el capitalismo han fundido en una posición geopolítica periférica, esos rasgos no son otros que los remanentes aún vigentes de las relaciones sociales que habilitaron el sostenimiento de su propia colonización. Es decir, son los atributos sobre los cuales Occidente inventó y forjó un modelo de civilización totalizante, con pretensiones de universalidad ontológica, en la que el progreso de la humanidad se observa en el Norte capitalista, secular y blanco; y el atraso, la barbarie en el Sur negro e indígena. De ahí que #FeesMustFall, la demanda en torno a la cual se aglutina el descontento de la sociedad sudafricana, no sea sólo la exigencia de dar marcha atrás con los incrementos a las colegiaturas. Aun observando el desenvolvimiento de los sudafricanos desde la propia periferia, esta sociedad ha sido contemplada, a lo largo de los años, desde 1994, como el caso paradigmático de éxito en el curso de la descolonización de un cuerpo social: la victoria de Mandela sobre De Klerk, se discurre de manera permanente, es la victoria de una raza y una Nación explotada sobre el colonialismo británico, en particular, y europeo, en general. Sin embargo, lejos de ser el espejo en el cual la periferia global debería de observarse para conocer el camino hacia su propia emancipación, Sudáfrica es un caso más —de tantos— en el que la ilusión de conseguir el progreso occidental a través del reformismo y la mimesis se ha encargado de afirmar que a la modernidad/capitalista se la deconstruye o se muere en el intento.

En efecto, #FeesMustFall es sólo la síntesis que da concreción a demandas más amplias y añejas de una sociedad que, muy a pesar de Mandela y de De Klerk, sigue sumergida en la densidad de una estructura de explotación en la que las Naciones africanas ocupan el último eslabón racial. Así, hoy es el universitario el que a través de la violencia que despliega en sus protestas le recuerda a sus Naciones la historia de hambruna, de guerras, de enfermedades, de asesinatos en masa, de esclavitud y explotación que olvidaron cuando decidieron que replicar la vía occidental hacia la civilización era la mejor forma de reivindicar toda la sangre derramada.

Pero no sólo eso. También es la síntesis por medio de la cual los universitarios sudafricanos le recuerdan a sus Naciones que la finalización del apartheid fue sólo la sustitución formal de unos colonizadores por otros; el remplazo, en los mecanismos de sujeción, exclusión y explotación del blanco europeo por el negro sudafricano. Es el recuerdo vivo de que la promesa de una sociedad más justa, libre de los grilletes del imperialismo británico era posible de alcanzar a través de la sindicalización de los trabajadores, de la estructuración de partidos políticos, y, sobre todo, de la posibilidad de acceder a instrucción escolarizada especializada en las necesidades del mercado.

Y es que en la Sudáfrica postapartheid la sindicalización no fue más que el sometimiento de las masas trabajadoras a las condiciones laborales impuestas por parte de una clase privilegiada, la politización de la población por medio de los esquemas partidistas de Duverger no transitó más allá de la sustitución de una retórica por otra; esta última ajena a cualquier noción de praxis revolucionaria, y la instrucción escolar no fue sino la pura promesa de eliminar, en términos instrumentales, los esquemas de segregación racial imperantes con anterioridad.

De ahí la importancia que tiene para los recientes movimientos estudiantiles en el país romper con los modelos modernistas que miden el éxito, tanto en lo individual como en lo colectivo, por la posesión de un iPhone 7 Plus, una casa en los suburbios, un BMW y un posgrado en administración de negocios. La importancia, asimismo, de exigir cuentas a toda una generación que se dejó cooptar por el reformismo, por la promesa de realizar algunos ajustes formales a la estructura sólo para hacer la explotación de las masas empobrecidas un asunto con mayor esteticidad y corrección política, de cobrar a su propia sociedad la factura que la impasividad ante la devastación causada por el neoliberalismo les ofreció el romántico anhelo de pertenecer al BRICS a costa de mantener los esquemas de desposesión, concentración y acumulación de riqueza.

No es, por ello, fortuito ni voluntarioso el que sean las juventudes universitarias las que pongan en jaque a las promesas que la modernidad capitalista construye sobre la escolarización especialidad. Son ellos los que han experimentado en su cotidianidad la contradicción de responder a cánones, a directrices éticas y civilizatorias pensadas desde la realidad del blanco y clasemediero europeo cuando sus Naciones, dentro de los límites políticos de la estructura estatal de la república, se encuentran devastadas por la marcha insaciable de la acumulación de capital. No es, pues, sólo cuestión del trance cotidiano que la estética que la ética de las universidades impone en el proceso de negar las particularidades de las múltiples expresiones culturales corporizadas; sino de la negación misma de la realidad sudafricana por medio de la (re)producción, en la subjetividad de los educandos, de un estándar de vida extraído de las necesidades productivistas de Occidente y de su privativa posición espacio-temporal en la historia de la humanidad.

En este sentido, más allá de lo redituable que las protestas estudiantiles pidieren redituar en términos pedagógicos, al ser el sistema educativo sudafricano un microcosmos de la sociedad en su conjunto —el espacio-tiempo desde el cual se construye y (re)produce en los sujetos sociales (individuales y colectivos) un comportamiento específico de identificación y militancia con el hecho capitalista—, el solo acto de pugnar porque ese sistema responda a las necesidades materiales y ontológicas de la realidad sudafricana es, en sí mismo, un acto de continuación, radicalización y profundización de la suma de todas las exigencias, presentes y pasadas, de las Naciones racializadas por la colonización europea. Esto es, la renovación de la vigencia de la interminable tarea de descolonizar la existencia del individuo.

Porque aun y cuando las estructuras políticas de su sociedad pueden desenvolverse formalmente en la descolonización administrativa, nulo es el resultado si, como argumentó Sartre en su prólogo a Los Condenados de la Tierra, de Fanon; no se extirpan las mordazas sonoras ni se arranca la marca que la cultura occidental marcó, con hierro candente, en la frente de las élites negras, en general, y del sujeto negro, en particular.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=221799

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Transgénicos 2.0: hora de parar

Por: Silvia Ribeiro

Cuando el Convenio sobre Diversidad Biológica de Naciones Unidas (CDB) instale su conferencia global (COP 13) del 4 al 17 de diciembre en Cancún, con delegados de 194 países, tendrá en su mesa una serie de temas de enorme relevancia, algunos muy polémicos y muchos que reclaman atención urgente. Un punto que reúne todas esas condiciones es la biología sintética y, dentro de ella, los llamados impulsores genéticos: nuevas formas de ingeniería genética para manipular especies silvestres, que podrían eliminar o afectar seriamente poblaciones enteras, con impactos transfronterizos e impredecibles en los ecosistemas.

Monsanto, DuPont y muchas otras trasnacionales agrícolas, farmacéuticas y de energía tienen gran interés e inversiones en esto. En el caso de Monsanto, los dueños de la patente de la tecnología base (CRISPR-Cas9) le hicieron firmar que no la usará para desarrollar impulsores genéticos, por los altos riesgo que implican.

La biología sintética abarca una serie de nuevas biotecnologías para la construcción artificial de secuencias genéticas, la alteración del metabolismo de microorganismos para hacerlos producir sustancias como principios activos farmacéuticos o cosméticos y hasta la construcción de organismos vivos completamente sintéticos, que el CBD llama organismos sintéticamente modificados (OSM). Conlleva nuevos impactos ambientales, a la salud y socio-económicos, ya que la mayoría de las sustancias que se busca sustituir con biología sintética –como vainilla, azafrán, vetiver, patchouli, aceite de coco, stevia, artemisina– son producidas por comunidades campesinas e indígenas en países del Sur. La industria de la biología sintética amenaza sus pequeñas fuentes de ingreso que les permiten sobrevivir y seguir cuidando la biodiversidad de campos y bosques. La industria presenta sus sustancias, que son excretadas por microbios manipulados, alimentados en tanques con azúcares transgénicas y de trabajo semi-esclavo, como naturales. Los consumidores no tienen idea de qué se trata, pero al etiquetar naturales las industrias obtienen mejor precio y de paso compiten, no con las versiones sintéticas baratas de fragancias y saborizantes, sino con las verdaderamente naturales producidas por campesinos.

El CBD alberga el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad (que regula movimientos transfronterizos de transgénicos) y el Protocolo de Nagoya sobre acceso a recursos genéticos y participación en los beneficios derivados de su uso. Ambos protocolos deben revisar sus normas, porque la biología sintética plantea impactos y temas no previstos. Por ejemplo, que con biología sintética se reproduzcan secuencias de plantas u otros organismos, cuya información genética se bajó de Internet, sin pasar por ninguna autorización de acceso. Además, el Convenio en totalidad debe pronunciarse sobre los impactos socio-económicos y sobre cómo seguir considerando el tema de la biología sintética, incluyendo la papa caliente de los impulsores genéticos, con altos riesgos e intencionalmente diseñados para tener alcances transfronterizos y globales.

Los impulsores construidos con ingeniería genética (gene drives por su nombre en inglés) son tan nuevos, que no existían cuando el CDB sostuvo su conferencia anterior en 2012. Se trata de una forma de engañar a las leyes de la herencia de las especies de cruzamiento sexual, sean plantas, insectos, animales o humanos. Normalmente, cada progenitor trasmite 50 por ciento de la información genética a su descendencia. Con impulsores genéticos, la meta es que el gen transgénico pase a 100 por ciento de la progenie, y que se distribuya mucho más rápido a toda la población.

La idea de asegurar que toda la herencia de un organismo mantenga una alteración genética existía desde antes, pero sólo con CRISPR-Cas9 se pudo hacer realidad. Se conocen pocos experimentos en laboratorio, con mosquitos, moscas y ratones, de dos equipos de investigadores de Estados Unidos. Kevin Esvelt, uno de los científicos que crearon los impulsores genéticos, ha advertido repetidamente que no se deben liberar al medio ambiente, porque su impacto intencional o accidental pueden ser catastrófico. Incluso para investigación, no existen instalaciones ni protocolos adecuados, ya que cualquier liberación accidental podría comportarse, en palabras de otro de sus inventores, como una reacción mutagénica en cadena.

La tecnología CRISPR-Cas9 es como un GPS con un par de tijeras. El GPS está diseñado para encontrar una secuencia genética y las tijeras (Cas9) para cortarla. Pero esas tijeras siguen activas en el organismo, por eso cuando se cruzan, cortan la información del otro progenitor y la sustituyen con la manipulada. Si se diseña para eliminar los genes que determinan el sexo femenino (es la intención en la mayoría de experimentos conocidos), quedarían sólo machos y la especie podría extinguirse. Esto no tiene en cuenta la complejidad dinámica de la naturaleza y las especies y puede ser que no funcionen como prevén las empresas. Pero sin duda causarán, como mínimo, graves problemas de desarreglos genéticos en poblaciones. ¿Se puede dejar una tecnología tan poderosa en manos de Monsanto y afines? ¿Quién puede tomar la decisión de eliminar –o intentar hacerlo– una especie entera? Por ejemplo, para Monsanto, el amaranto es una plaga. El tema es tan grave que está incluso en la agenda de la Convención sobre Armas Biológicas. Ahora está en manos del CBD asumir el principio de precaución que está en su constitución y evitar que esta tecnología se pueda liberar. Más información sobre este y otros temas durante la COP.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/11/26/opinion/023a1eco

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Estados Unidos: El gabinete de Trump. Los supermillonarios sin experiencia política que lucharán por los pobres

Estados Unidos/Diciembre de 2016/Fuente: Miami Diario

Donald Trump nunca ha ocultado su fortuna, y en su campaña a la presidencia en la que se vendió como el justiciero que venía a salvar al empobrecido ciudadano común haciendo a «Estados Unidos grande de nuevo», usó su éxito en los negocios como una de la razones para elegirlo.

Pues bien para «salvar a los pobres» Trump ha armado un gabinete de supermillonarios. Según cálculos de diferentes publicaciones especializadas (Forbes, Politico) y del Centro para Políticas Sensatas (CRP), un centro de estudios de Washington que hace seguimiento a las finanzas en la política, entre los postulados a miembros de su gabinte y el presidente electo acumulan una fortuna de unos 11.000 millones de dólares.

Según Univisión hasta ahora Trump ha seleccionado la mitad de su gabinete y ya acumulan cuatro veces más que la riqueza colectiva de los actuales ministros del presidente Barak Obama y cerca de 30 veces más que el equipo de George W. Bush al final de su presidencia.

Ninguno de los que propone el republicano para su gabinete, con excepción de Elaine Chao o Jeff Sessions, pertenecen a los círculos políticos de Washington.

Los nombres que ha anunciado desde su elección son tan extremistas como sus propuestas electorales: negacionistas del cambio climático, detractores de la educación pública o enemigos declarados del Islam, por ejemplo. Pero veamos quien es quien en lo que será el gabinete del presidente Trump.

Secretaría de Defensa: James Mattis «Perro Rabioso» o el «Monje Guerrero»


James Mattis de 66 años, tiene una doble cara que reflejan sus apodos. Le llaman perro furioso por su estrategia agresiva en el campo de batalla, y también el monje guerrero por su actitud reflexiva y bagaje intelectual. Su nombramiento, supone su retorno al mundo castrense, del que se retiró en 2013 tras 41 años en el Cuerpo de Marines. Y el broche a una carrera especializada en el Medio Oriente. El nominado a secretario de Defensa aportará realismo a la doctrina militar de Trump, sin experiencia política.

Mattis se distancia del presidente electo en su afinidad con Rusia, apoyo a la tortura o rechazo a un intervencionismo activo de Washington. Les une la simpatía por Israel, la confrontación con Irán y la política de mano dura contra el Estado Islámico.

Secretario del Tesoro: Steven Mnuchin, peso pesado de Wall Street


Mnuchin de 53 años, dirigió y creó sus propios fondos de inversión de riesgo (Dune y OnweWest) tras 17 años en Goldman Sachs. Mnuchin fue uno de los grandes beneficiados del derrumbe del mercado hipotecario en EE UU, epicentro de la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión

Mnuchin ha avanzado que no habrá bajadas de impuestos para los ricos, sino una bajada importante para la clase media, y que cambiará la reforma financiera de Obama. El secretario del Tesoro también será el encargado de cambiar la regulación financiera que Obama alumbró tras la debacle financiera sobre la que ha dicho que la normativa resulta «demasiado complicada» y ello «restringe el crédito».

Secretario de Comercio: Wilbur Ross, inversionista multimillonario


Ross, de 78 años, tiene una fortuna estimada en 2.900 millones de dólares. Es un inversor especializado en hacerse con activos de compañías moribundas para reestructurarlas, como en la industria del acero. Y como el futuro presidente, este gestor de activos bajo estrés no tiene miedo a endeudarse para poder así financiar la adquisición de empresas bajo estrés. Ross que representaría los intereses de los negocios estadounidenses en el país y en extranjero ha sido uno de los defensores del fin de los tratados de libre comercio.

Secretaría De transporte: Elaine Chaos, experiencia del tiempo de Bush


Chaos de 63 años desde el primer momento apoyó al empresario porque consideró que era necesario proceder a un cambio radical en Washington. Donald Trump formalizó la nominación de Elaine Chao para el Departamento de Transporte. A diferencia de Steven Mnuchin y de Wilbur Ross, sí cuenta con experiencia en la gestión pública como Subsecretaria de Transporte y Secretaria de Empleo con George Bush. La mujer del senador Mitch McConnell será clave para el desarrollo del plan de infraestructuras.

Secretario de Empleo: Andrew Puzder, empresario del ‘fastfood’ 


Puzder, de 66 años, es un gran defensor de la desregulación laboral y crítico a la reforma del seguro médico. La compañía que dirige hace de paraguas a las cadenas de restaurantes de comida rápida Carl´s Junior, Green Burrito y Hardee´s. En total el grupo opera más de 3.300 restaurantes en 28 países. El empresario fue un ferviente opositor al alza del salario mínimo hasta los 15 dólares y a ampliar la paga de las horas extras a nivel federal como están haciendo algunos estados y ciudades del país. Puzder considera que este tipo de medidas frenan el crecimiento y el empleo por que en su opinión, va a obligar a la industria a recurrir cada vez más a sistemas automatizados.

Secretario de Sanidad: Tom Price, adiós al Obamacare


Médico retirado de 62 años y opositor al aborto, Price ha sido representante de Georgia en seis legislaturas y ha propuesto alternativas concretas al llamado Obamacare por que a su juicio este sistema interfiere con la habilidad de tomar decisiones médicas y propone mantener un sistema de ayudas fiscales para la compra de seguros. Price calificó al Obamacare como un ejemplo de un «gobierno federal opresivo y sofocante», en línea con los reproches republicanos habituales. Price ofrece a Trump conocimiento en gestión médica y presupuestaria. Es el presidente del Comité Presupuestario de la Cámara de Representantes yse considera cercano a las asociaciones médicas.

Secretaria de Educación: Betsy DeVos, defensora de la escuela privada 


Betsy DeVos de 58 años, es una desconocida fuera de Michigan, y es una de las principales activistas para la implantación de un modelo que da total libertad a los padres para decidir dónde estudian sus niños. Está casada con Dick DeVos, hijo del cofundador de Amway Corporation, de las 30 mayores compañías no cotizadas en EE UU. Su hermano es el fundador de la contratista Blackwater. La fortuna familiar de los DeVos se estima en 5.100 millones de dólares, según Forbes.

El movimiento que lidera DeVos desde la American Federation of Children, de hecho, defiende los colegios privados subvencionados porque parte del principio que todos los estudiantes deben tener la oportunidad de recibir una educación de calidad.

Secretario de Vivienda: Ben Carson, opuesto a programas sociales


Carson, de 65 años, seduce a las bases conservadoras. Fue criado solo por su madre, casi iletrada, en un barrio deprimido de Detroit, y llegó a la prestigiosa universidad de Yale y a ser el primer jefe negro y el más joven del servicio de neurocirugía pediátrica del hospital John Hopkins de Baltimore. Es más conservador ideológicamente que Trump, lo que le acerca a las bases religiosas y a la facción del Tea Party.

Se ocupará de la gestión de una parte relevante de la agenda social de la Administración federal. El departamento se encarga, por ejemplo, de ayudar a personas de bajos recursos a tener una vivienda o garantizar que no haya discriminaciones raciales.Carson se ha erigido en los últimos años en una celebridad del universo conservador con sus recetas en libros y eventos sobre la responsabilidad individual, con críticas a los subsidios a minorías raciales.

Los otros nombramientos

Además de designar a quienes ocuparán las carteras claves Trump también ha realizado otros nombramientos de importancia.

Vice Presidente: Mike Pence

Pence, de 57 años, es un político experimentado. Luego de trabajar como abogado y conducir un programa de radio de corte conservador, trabajó doce años en la Cámara de Representantes antes de convertirse en gobernador de Indiana, en 2013. Se opone al aborto y al matrimonio homosexual. Se describe como «cristiano, conservador y republicano», en ese orden.

Jefe de Gabinete: Reince Priebus

Reince Priebus, de 44 años, actualmente jefe de los republicanos y leal a Trump, dirigirá el nuevo gabinete designado por Trump.

Estratega político de la Casa Blanca: Steve Bannon

El personero de la «derecha alternativa» que será el estratega político en jefe en la Casa Blanca, tiene su propia firma Bannon & Co. Como inversionista de la productora Castle Rock Entertainment, Bannon ha recibido una parte de las regalías por la sindicalización de uno de los programas cómicos más exitosos en la historia de la televisión de Estados Unidos «Seinfield». También fue director ejecutivo de Breitbart News antes de que Trump lo contratara para dirigir su campaña Es señalado de promover el nacionalismo blanco, es decir, que busca que Estados Unidos sea unanación superior para la raza blanca.

Subsecretario de Comercio: Todd Ricketts

Designado como subsecretario de Comercio, es miembro de la familia número 66 en la lista de Forbes, de las más ricas de Estados Unidos y dueña de los campeones mundiales de beisbol, los Cachorros de Chicago. Rickets es hijo del billonario Joe Rickets, fundador de la firma de inversiones en línea Ameritrade, con una fortuna familiar superior a los mil millones de dólares.

Director de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente: Scott Pruitt

Es el fiscal general del Estado que usa de manera más intensiva el petróleo y gas. Pruitt es uno de los miembros del movimiento que niega en EE UU la existencia de un calentamiento global y sus vínculos con el consumo de energías fósiles, y rechaza las regulaciones ambientales por considerar que perjudican al sector empresarial.

Pruitt ha liderado desde hace unos años los esfuerzos legales para bloquear las distintas regulaciones federales impulsadas por el presidente Obama, primero con la reforma sanitaria y después con su plan de reducción de emisiones. Como fiscal general de Oklahoma, Pruitt demandó además a la EPA, la agencia que puede liderar a partir del año que viene. Los vínculos de Pruitt con los lobbies de la industria del petróleo y el carbón también están ampliamente documentados.

Directora de la Administración de Pequeñas Empresas (SBA, siglas en inglés): Linda McMahon 

McMahon y su marido son los fundadores de la empresa World Wrestling Entertainment (WWE), un exitoso negocio centrado en la organización y divulgación de programas de lucha libre a escala global. McMahon dejó su puesto como directora ejecutiva en 2009 y desde entonces ha aspirado a entrar en el mundo político. En 2010 y 2012 la ejecutiva presentó su candidatura para ser senadora pero no lo consiguió.

McMahon, respetada por muchos dentro del ámbito empresarial, se une a la lista de outsiders, personas sin experiencia en política, que ocuparán cargos fundamentales en el gabinete de Trump, algo que comienza a ser tendencia y que comienza con el propio presidente electo.

La SBA, una agencia que bajo la presidencia de Barack Obama se ha convertido en una herramienta fundamental para la agenda económica del presidente, tiene un presupuesto de 710 millones de dólares anuales y más de 3.000 empleados a través de todo el país.

Fiscal General: Jeff Sessions

El senador de Alabama fue uno de los primeros miembros del Congreso en manifestar su apoyo a Trump. Se le conoce por su línea dura contra la inmigración y por su férrea oposición a la legalización de la marihuana. Acusaciones de racismo, así como un presunto apoyo al Ku Klux Klan, le costaron la nominación como juez federal en 1986.

CIA: Mike Pompeo

Mike Pompeo (52 años), diputado de Kansas, miembro de la comisión de servicios secretos ,es el designado nuevo director de la CIA. Un ultraconservador que entraría a arrasar. No en vano, el aún director de la CIA, John Brennan, advirtió a Trump de que sería «desastroso» y una «locura» abandonar el acuerdo nuclear con Irán, como amenazó con hacer durante la campaña electoral.

Consejero de Seguridad Nacional: Mike Flynn

Flynn, de 57 años y general retirado de tres estrellas, será la mano derecha en seguridad del nuevo presidente estadounidense, según anunció este viernes el equipo de Trump. Socio leal durante la campaña electoral, como asesor de Seguridad Nacional será el encargado de hacer de enlace entre el mandatario y los departamentos relacionados con la política exterior, militar y antiterrorista de la primera potencia mundial. Entre las muchas coincidencias entre Michael Flynn y Donald Trump destacan tres: retórica islamófoba, afinidad con Rusia y rechazo visceral a Hillary Clinton.

ViceConsejera de Seguridad Nacional: Katlheen Troia McFarland

McFarland tiene décadas de experiencia por tres presidencias republicanas: Richard Nixon (1969-1974), Gerald Ford (1974-1977) y Ronald Reagan (1981-1989). Además, fue asistente del peso pesado de política exterior estadounidense Henry Kissinger. Como consejera adjunta de seguridad nacional, la comentarista de la cadena Fox News, Kathleen Troia «KT» McFarland, de 65 años, retornará al ejecutivo como número dos del general (r) Mike Flynn.

Embajadora ante la ONU: Nikki Halley

Nikki Haley, de 44 años, una gobernadora más bien moderada de Carolina del Sur, es hija de inmigrantes indios. Aunque Haley no hizo activamente campaña con Trump, fue escogida por él para presentar una cara amable ante el mundo.

Embajador en China: Terry Branstand

Terry Branstad, de 70 años,fue uno de los primeros republicanos en apoyar a Trump y  es considerado un viejo amigo de China, conoce al presidente Xi Jinping desde hace 30 años, cuando ambos se conocieron en Iowa durante un viaje de investigación agrícola.

Fuente: http://www.miamidiario.com/politica/gobierno/estados-unidos/donald-trump/ben-carson/mike-pence/james-mattis/wilbur-ross/tom-price/gabinete-de-donald-trump/cual-es-el-gabinete-de-trump/nombramientos-de-trump/james-mattis-perro-rabioso/steven-mnuchin/elaine-chaos/andrew-puzder/betsy-devos/369194

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«Embajador de EU, sí, pero que no conspire» Entrevista a Evo Morales

América del Sur/Bolivia/19 noviembre 2016/Autor: Luis Hernández Navarro/La Jornada 

Aunque Bolivia está mejor sin embajador de Estados Unidos, quisiera que nombren uno, dijo a La Jornada el presidente Evo Morales. Pero no a cualquiera, sino a un diplomático, no a un político que se dedique a conspirar en contra de la soberanía de su país.

Estados Unidos no tiene embajador en Bolivia desde que, en septiembre de 2008, el gobierno de Evo Morales expulsó a Philip Goldberg, acusándolo de dividir el país y apoyar a la oposición. Como diplomático, Goldberg había desempañado un relevante papel durante la guerra civil yugoslava.

Entrevistado a bordo del avión presidencial, un Falcon 900 EX de manufactura francesa, en el recorrido entre Tarija y Cochabamba, el mandatario boliviano asegura que el voto en favor de Donald Trump en los comicios estadunidenses fue producto del descontento contra la globalización fallida conducido por la derecha.

Con tres años más al frente del Ejecutivo, explica que el descalabro sufrido en el referendo para decidir la posibilidad de presentarse a un nuevo periodo en el cargo fue resultado de una campaña de mentiras, que él no está listo para irse, y que siempre ha respetado la decisión de su pueblo.

A continuación la entrevista completa con el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia.

–¿Cómo explica el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos? ¿Ve posibilidad de un nuevo tipo de relación entre su país y Washington?

–La victoria de Trump fue producto del descontento contra la globalización fallida, del enojo contra el libre mercado desquiciado, de la barbarie de la guerra. Un descontento conducido por la derecha.

“Estados Unidos no ha nombrado un nuevo embajador. Todavía no. Quisiera que lo hiciera. Quisiera que nombrara a un diplomático, no a un político. A uno que respete. No que se dedique a conspirar, que se dedique a quitarnos nuestra soberanía. Con cualquier presidente que sea, si quiere respetarnos, estamos dispuestos a intercambiar embajadores.

“Esperamos trabajar contra el racismo, contra el machismo, contra la antinmigración, por la soberanía de nuestros pueblos. Deben evaluar eso. Pero mire, en mi experiencia vivida, es mejor estar sin embajador de Estados Unidos. Aunque siempre tiene a sus brazos operativos para que le hagan el trabajo. Por ejemplo, algunas organizaciones no gubernamentales que usan el medio ambiente para atacarnos.

“Siempre tengo un recuerdo presente. Cuando llegué a la presidencia, algunos mineros, que en tiempos de la dictadura militar habían sido expulsados del país o se habían tenido que asilar, me fueron a ver y me dijeron: ‘Presidente, cuídese de la embajada de Estados Unidos.’ ¿Sabe la razón por la que no hay golpes de Estado en Estados Unidos? Porque allí no hay embajada de Estados Unidos”.

–¿Qué piensa usted que ha sucedido en América Latina con la derrota del kirchnerismo en Argentina, el golpe de Estado en Brasil, el triunfo de la derecha en la elecciones parlamentarias en Venezuela? ¿Afecta a Bolivia ese avance de la derecha?

–Nos afecta políticamente, pero también económicamente. Afecta la estabilidad política.

“¿Qué tan importante es la estabilidad política? Es muy importante poder pensar a largo plazo. Cuando sólo están pensando en cuándo se van a ir del gobierno no se puede planificar. Los programas de desarrollo se detienen.

Lo que pasó en Argentina y Brasil nos lleva a un debate importante. Los movimientos sociales vieron lo que está pasando allá y dicen: hay que estar unidos, no hay que dejar que la derecha llegue. No hay que permitir que llegue la privatización. Esa experiencia nos ha llevado a ver los errores que se cometieron.

–Cuando usted asumió la Presidencia de Bolivia se encontró con un país devastado. ¿Qué ha hecho para reconstruir el país 11 años después?

–Cuando llegamos al gobierno, Bolivia estaba prácticamente dividida entre el campo y la ciudad, y el occidente y el oriente. Económicamente se encontraba descuartizada. Algunos megacampos eran de los españoles (Repsol), otros eran de Brasil (Petrobras) y otros de franceses (Total). Los ductos eran de los estadunidenses. Teníamos, política y económicamente, un Estado mendigo, un Estado limosnero.

“¿Por qué nos dejaron así? Porque los bolivianos no decidíamos ni políticas ni programas y, menos, proyectos sociales. En la parte económica todo era impuesto por el Fondo Monetario Internacional. El Fondo tenía su oficina en el Banco Central de Bolivia. La CIA era un parásito que tenía sus oficinas en Palacio Nacional. El Grupo Militar de Estados Unidos tenía las suyas en la sede de las fuerzas armadas en el Gran Cuartel General de Miraflores.

“Cuando había conflicto político y los partidos de la derecha se peleaban, el embajador de Estados Unidos era el padrino. Se pueden encontrar imágenes, fotografías de sus reuniones. El embajador juntaba a partidos como el MIR y el MNR. Ningún partido ganaba con más de 30 por ciento. Teníamos una democracia pactada. Todo era pacto. Era legal, pero no había legitimidad.

“Eso cambió gracias a nuestra lucha. Para nosotros fue muy importante pasar de la lucha sindical, de la lucha social, de la lucha comunal a la lucha electoral. Lo hicimos conservando los valores que nos dejaron nuestros antepasados. Conservamos viva la lucha en tiempos de la Colonia, la lucha en tiempo de la dictadura militar, la lucha por la democracia. La lucha contra el gobierno pactado, contra el modelo neoliberal.

“También conservamos viva la lucha campesina, especialmente en mi región (Chapare), que nos hizo despertar a la presencia estadunidense, uniformada y armada, con bases militares, so pretexto de la lucha contra el narcotráfico. Pero, en el fondo, no había lucha contra el narcotráfico. Se trataba de un pretexto para ejercer un control geopolítico. En ese tiempo, a los dirigentes ya no nos acusaban de comunistas, de rojos, sino de narcotraficantes, de terroristas.

Fue un hecho histórico este paso de la lucha social a la lucha electoral con un programa hecho por el pueblo, que nos permitió ganar el gobierno.

–¿En qué consistía ese programa?

–En tres cosas. Primero, en lo político, la refundación del país. En lo económico, la nacionalización de los recursos y de las empresas estratégicas. Y, en lo social, la redistribución de la riqueza.

“Con ese programa ganamos el gobierno. En 2005 obtuvimos la Presidencia con 54 por ciento de los votos. Todo el mundo quedó sorprendido.

“Lo más difícil fue la refundación: la Asamblea Constituyente y el proceso de la nueva Constitución. Tardamos casi cuatro años. Y en ese proceso, la derecha se replegó hacia sus departamentos y, avivando el separatismo, trató de dividir el país. Fracasaron. La derecha intentó revocar el Constituyente. Fracasaron. Intentaron un golpe de Estado e igual fracasaron. Nuevamente el pueblo regresó a la calle. Se realizaron grandes concentraciones, para otra convocatoria. En septiembre de 2008 tuve que expulsar al embajador de Estados Unidos para garantizar la estabilidad política.

Es que, cuando los gobiernos democráticos no están al servicio del imperio, sufren golpes de Estado militares. Y cuando tuve información fidedigna de que el embajador de Estados Unidos estaba financiando a mis opositores, estaba conspirando, dije: fuera embajador. Ahora, sin embajador de Estados Unidos, tenemos más estabilidad política.

–¿Qué impacto ha tenido en el país la nacionalización económica?

–Ha cambiado la matriz económica de Bolivia. La renta petrolera en 2005 eran 300 millones de dólares. Hemos llegado a 5 mil millones de dólares. La inversión pública en 2005 eran 600 millones de dólares. Hemos llegado ahora a más de 8 mil millones de dólares de inversión pública. El PIB en 2005 era de 9 mil millones de dólares, el año pasado llegó a 34 mil millones dólares.

–¿Y la caída del precio del petróleo les afecta?

–Sí, este año vamos a crecer menos. Pero hay un momento en el que nos hemos disparado. Las reservas internacionales en 2005 eran mil 700 millones de dólares, en 2014 más de 15 mil millones de dólares. Eso, sin tomar en cuenta los depósitos, ADP. Considerándolos pasamos de los 40 mil millones de dólares. Esa es la estabilidad económica que tiene Bolivia.

Eso fue posible por la nacionalización de los recursos naturales, pero también de empresas estratégicas. Ese fue el caso de Etel, la empresa de telecomunicaciones en manos italianas. Antes tenía utilidades de 70 millones de dólares, que no se quedaban aquí. Además, apenas estaba en 90 municipios de los 339 que tenemos. Nacionalizamos y ahora tenemos 140 millones de dólares de utilidad, que se quedan aquí, y tenemos Internet y telecomunicaciones en casi toda Bolivia.

–¿Cómo ha caminado el tema de la redistribución?

–Tenemos el compromiso de redistribuir las ganancias de las empresas públicas no sólo a alcaldías sino a los que más lo necesitan . Lo hacemos ejecutando programas destinados al impulso de la producción, como el Programa de Apoyo a la Seguridad Alimentaria o el Programa de Alianzas Rurales. Pero, también, con políticas sociales, como el pago de los bonos, que permiten que la gente cuente con más recursos económicos y de esta manera puedan solventar sus necesidades y requerimientos. Tenemos para los niños el Bono Juancito Pinto, y los apoyos a la vejez que no está jubilada.

Esto nos ha permito reducir, rápida y drásticamente, la pobreza. Ahora tenemos una nueva Bolivia. Sus políticas son conocidas y reconocidas en otros países.

–¿Qué ha cambiado para los pueblos indios en estos 11 años?

–La única forma de garantizar la paz social es con la participación ciudadana. No hay paz sin justicia social. Pero esto vale no sólo para el movimiento indígena, sino para todos los sectores sociales. Todos son actores. No somos una democracia representativa, ni siquiera participativa, sino decisiva. Los que más han ganado con los cambios en Bolivia son las mujeres y los indígenas.

“Hay pequeños grupos indígenas. Creamos circunscripciones especiales. Los hermanos tienen sus asambleístas nacionales y departamentales. Los grupos indígenas menos numerosos pueden tener un asambleísta, con los mismos derechos y los mismos deberes que los demás, pero para escogerlo necesitan mucho menos votos que los otros.

Y luego está el envalentonamiento. Antes, una hermana con pollera era mal mirada y tratada. Ahora se la pone con mucho orgullo. Antes, la música originaria era mal vista. Ahora en las ciudades ya marchan con ella. Antes, la comida del indio, que es la quinoa, era despreciada; ahora es la comida más rica del mundo. Nosotros ya no la comemos porque ha subido mucho de precio. Antes se prohibía vender la carne de llama; ahora es la carne que tiene menos colesterol. Todo lo indígena se valoriza.

–Esos movimientos sociales que antes eran tan vitales ¿lo siguen siendo después de 11 años de gobierno y de que algunos de sus dirigentes se han incorporado como funcionarios públicos?

–Entre 85 y 90 por ciento de quienes son elegidos por nuestro instrumento político (el MAS) para ser alcaldes, concejales o asambleístas departamentales son dirigentes sociales. Nos descabeza los movimientos sociales.

–¿No es eso un problema para el movimiento?

–Sí, pero es una linda experiencia. Cada cinco años hay que preparar una nueva cantidad de dirigentes. Llegan las elecciones y la mayoría de los candidatos viene de los movimientos sociales. Toda elección nos descabeza a nuestro movimiento social. Antes de nuestro instrumento político, los dirigentes nos descartábamos. Pero ahora hay ese problema. El dirigente está pensando: ¿qué cargo después me toca? Es una realidad. Es una linda experiencia.

–Ustedes han sacado a muchos bolivianos de la pobreza. En lugares como Brasil, donde también se hizo, este logro no se acompañó de un trabajo ideológico y cultural. Quienes dejaron de ser pobres se asumieron como clase media y olvidaron su vieja identidad y sus vínculos asociativos. Hicieron del aumento a su capacidad de consumo el centro de su nueva vida. ¿Ha pasado algo así en Bolivia?

–Aquí hay un problema. Una parte de quienes han salido de la pobreza se ha integrado a la clase media. Esos 2 millones de personas ya tienen otras expectativas. Son nuevos clasemedieros. Se olvidan de que clase media es clase a medias… Lamentablemente algunos dejan de valorar su pasado campesino e indígena o de otros sectores sociales. Llegan incluso a despreciarlos. Es el pueblo quien defiende al país. Y a los nuevos clasemedieros ya no les importa defender al país. Sus demandas son para tener más consumo. Tienen aspiraciones muy exageradas. Es muy importante esta experiencia.”

–Su periodo como presidente llega hasta finales de 2019. El referendo para permitirle presentarse a una nueva elección fue ganado por escaso margen por sus opositores. ¿Qué sigue?

–Yo no estoy preparado para irme a casa. Lo que hemos hecho en el tema desarrollo y en el tema político es un récord.

“El movimiento social planteó este tema del referendo. Y la derecha lo enfrentó en base de mentira, de codicia. Inventó una mujer y un niño, y dijo que era hijo de Evo. Es más, dijo que el niño había muerto. Todo era mentira. Y ahora que se investigó resulta que ni siquiera había habido niño. Pero ya quedó la calumnia. La prensa se comportó como un cártel de mentiras. El tema estaba bien organizado. Lo planificaron con anticipación.

“Cuando no pueden tumbar ideológicamente ni democráticamente usan a la familia y hasta un niño inexistente. A mí realmente me ha sorprendido. Sin embargo, ahora la gente se da cuenta.

“Yo estoy muy satisfecho. Aunque hayamos perdido la gente dice: Evo, tú debes seguir hasta 2025. Y yo dije: no voy a ir. Y me dicen: la vida de Evo no depende de Evo. Evo es del pueblo. Evo debe someterse al pueblo.

“Mi sueño es que acaba mi periodo, me voy a mi chacra, a mi cabañita, a compartir con los dirigentes los buenos y los malos momentos. Ese es mi deseo. Pero siempre he respetado la decisión del pueblo. Una parte de la misma derecha dice: sin Evo, ¿qué va a ser de Bolivia?

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/11/14/politica/002n1pol

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