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América Latina: La pandemia dispara los índices de pobreza femenina en América Latina

La pandemia dispara los índices de pobreza femenina en América Latina

Unos 118 millones de mujeres en situación de pobreza, retroceso sin precedentes en la tasa de ocupación y aumento de la violencia es el saldo más visible dejado en América Latina y el Caribe por la pandemia que estalló en 2020 y que sigue azotando a esta región, la de mayor desigualdad en el mundo.

Tras un año de pandemia «podemos comprobar que las consecuencias para las mujeres han sido desproporcionadamente negativas», dijo en una entrevista con Efe la directora regional para América Latina y el Caribe de ONU Mujeres, María-Noel Vaeza.

«La crisis provocada por la pandemia ha demostrado los grandes desafíos que tenemos como sociedades, haciendo más evidentes las desigualdades de género: las mujeres son las más afectadas por el aumento del desempleo, la pobreza y la sobrecarga de cuidados no remunerados», sostuvo la alta funcionaria de las Naciones Unidas, en vísperas de la celebración el lunes dell Día de la Mujer.

Menos trabajo decente y más pobreza

Producto del cierre comercial y las restricciones de movilidad para frenar el avance del nuevo coronavirus, la pandemia provocó «una recesión económica que revertirá los avances en la reducción de la pobreza», pues a finales del año pasado unas «23 millones de mujeres se adicionaron a la pobreza, para un total de 118 millones».

El Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina y el Caribe se contrajo un 7,7 % en 2020 y la tasa de desocupación regional llegó al 10,7 % (+2,6 % respecto a 2019), según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

La pandemia de la covid-19 produjo «un retroceso de 10 años en la participación femenina en el mercado laboral», pues en 2020 esta «cayó 6 puntos porcentuales» en comparación con 2019, dijo Vaeza.

Respecto al trabajo doméstico, que supone entre el 10,5 % y el 14,3 % de los empleos de mujeres en la región, «más del 70 % estuvieron afectadas por las medidas de cuarentena, sus ingresos disminuyeron o desaparecieron».

A raíz del cierre de las escuelas en Latinoamérica, el más prolongado del mundo, las mujeres asumieron «gran parte del trabajo no remunerado adicional en el hogar», y esta sobrecarga afectó «principalmente a las mujeres en los hogares más pobres, (con) hasta 39 % más del tiempo».

Pero esto no ha sido una situación nueva: antes de la pandemia las mujeres de la región dedicaban más del triple de tiempo al trabajo no pago que los hombres, recordó la directora de ONU Mujeres.

Violencia de género, la pandemia en la sombra

«También ha aumentado los niveles de violencia de género contra niñas y adolescentes, la pandemia en la sombra como le hemos llamado», dijo Vaeza, que explicó que «se estima que por cada 3 meses de confinamiento habrá 15 millones de casos adicionales de violencia de género».

La representante de ONU Mujeres afirmó que todavía no hay «datos sistematizados a nivel regional», pero las cifras «emergentes demuestran un aumento en los reportes a las líneas telefónicas y en la búsqueda de apoyo» por causa de violencia hacia la mujer.

En Argentina, «durante las primeras semanas de la pandemia, el número de llamadas diarias a la Línea de Ayuda 144 para la Violencia de Género aumentó en un 39 %», y en México sucedió algo similar, con un alza del 53 % de las llamadas de auxilio al 911 «por incidentes de violencia contra las mujeres».

Si bien «no es posible sacar conclusiones sobre los datos en medio de la crisis, es urgente tomar medidas porque, incluso antes de la covid, la violencia contra las mujeres en América Latina tenía dimensiones pandémicas y los indicios indican que está aumentando», alertó Vaeza.

La lucha feminista: conquista de derechos y retrocesos por la Covid

Aunque en los últimos años la lucha feminista en la región logró avances, «la crisis sanitaria provocó grandes retrocesos», sostuvo la alta funcionaria de la ONU.

Por ejemplo, ahora hay «18 países de la región con leyes que tipifican el femicidio/feminicidio con sanciones más severas que las del homicidio» en América Latina y el Caribe, que «es la región que ha experimentado en los últimos años el mayor aumento en la participación laboral de las mujeres de entre 25 y 54 años de edad. En las dos últimas décadas pasó del 57 % al 67 %».

Además, según los últimos datos recopilados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), «la brecha salarial bajó alrededor de 5 puntos porcentuales en los últimos 10 años, pero continúa siendo de 15 % de media en la región».

Avanzar en la recuperación del terreno perdido a causa de la pandemia «requiere reflejar las dinámicas de género» y «poner a las mujeres en el centro de la recuperación».

Para ello, hay que asegurar la disponibilidad de datos desagregados por sexo y el análisis de género, e implicar a las mujeres en todas las fases de la respuesta y en la toma de decisiones nacionales y locales», destacó Vaeza.

(Con información de EFE)

Fuente de la Información: http://www.cubadebate.cu/noticias/2021/03/07/la-pandemia-dispara-los-indices-de-pobreza-femenina-en-america-latina/

 

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Balance 8M2020

Por: Zuleika Matamoros

Marzo del año 2020 mostró en la calle a las mujeres fisurar la polarización impuesta.  Este 8M dejó estampadas nuestras demandas y exigencias y nos dejó la tarea pendiente de construir un 8M2021 con más fuerza, pero también con más lucha y rescate de los espacios democráticos de debate, discusión y acción. Pero en clave de balance cabe preguntarse si esta acción fue juntas y hermanadas o, por el contrario, fue el producto de desencuentros y cortocircuitos de un espacio en el que no se puede obviar la pluralidad y la diversidad.

El 8M en Venezuela comienza a tener un nuevo significado

En los últimos años hemos visto desde lejos las grandes movilizaciones y paros  de mujeres que se han realizado en otros países y que han agitado los cimientos del sistema patriarcal. Aunque en Venezuela aún prevalece con mucha fuerza la desconfiguración de la fecha con aires de celebración, el esfuerzo de algunas organizaciones e individualidades feministas le pusieron voz a las demandas de las mujeres. Si el año pasado el incipiente intento terminó invisibilizado por el mega- apagón, acontecimiento nacional que le impuso a la población aun más miseria y precariedad, este año logramos hilar más fino e introducir de manera subyacente el debate sobre hacer un 8M en diversidad o dejarle la fecha al secuestro del gobierno y de su partido PSUV.

Del año 2019 al 2020 el salto fue cualitativo, y a pesar de los desencuentros y roces que se vivieron en la preparatoria y durante el mismo acto, todo parece indicar que podemos imprimirle más fuerza  al movimiento más heterogéneo que se ha dado en los últimos tiempos por estos lados, aunque aún pequeño e incipiente. Desde Marea Socialista en el impulso de Juntas y a la Izquierda estamos determinadas a forjar las alianzas que surgieron y que a la postre son imprescindibles para luchar contra un sistema que nos oprime y nos impone una vida miserable en el silencio del no encuentro, de la no exigencia  y de la no lucha que impera en Venezuela a causa del ahorcamiento sistemático de las libertades democráticas.

El aprendizaje de los espacios preparatorios

Aunque desde nuestra mirada las asambleas realizadas, aun no cualifican para denominarse de tal forma, los encuentros realizados en distintas sedes de las organizaciones participantes marcaron las coincidencias, y también las tensiones que transversalizaron la concentración del 8M2020.

La primera gran coincidencia es el repudio, el rechazo contra los femicidios, dar a conocer las cifras alarmantes que se han conocido por investigaciones independientes, asimismo en contra de la violencia machista que afecta a miles de mujeres y que en la gran mayoría de los casos se encuentran en la más absoluta impunidad. Además exigir la publicación de cifras oficiales ya que su invisibilización expresa que no existe voluntad para diseñar políticas públicas para terminar con este flagelo.

Esta concomitancia nos permitió expresarnos y pudimos comenzar a tejer un relacionamiento que nos hace reconocernos dentro del marco de la lucha por la defensa de los derechos de las mujeres.  Este intercambio nos dio la oportunidad de intercambiar y comenzar a construir lo que bien pudiese ser la génesis de la ampliación de la participación de acciones tendientes a visibilizar el tema de los femicidios y de pedagogizar sobre todas las formas y expresiones de la violencia machista. Es un avance que va dejando atrás la resistencia que ha prevalecido a unir distintas voces ante este flagelo que da cuenta del asesinato de una mujer cada 23 horas. Si algo quedó claro es que el movimiento de mujeres en Venezuela es diverso y complejo, pero lo que sí sabemos es que juntas lo haremos mejor.

La tensión que surgió desde el inicio es la que tiene que ver con la responsabilidad del Estado en la violación de los derechos de las mujeres y sus consecuencias. En el centro del debate algunas organizaciones se oponían a que se levantaran banderas distintas a estas coincidencias gruesas. Para ellas fue un punto de honor emplazar al Estado pero no hacerlo responsable por ello.  Emplazan al sistema de justicia para que cesen los retardos procesales y las corruptelas que han ocasionado impunidad en la mayoría de los casos, pero no consideran al gobierno de Maduro corresponsable de esta situación y de los otros temas que mantienen a la mujer venezolana en la más absoluta vulnerabilidad.

Las diferencias comenzaron a expresarse en cada exigencia que se sumaba a las anteriores. La denuncia de la profundización de la feminización de la pobreza. La exigencia por un salario que cubra la Canasta Básica, sobre todo en un país en el que el sueldo de un mes no alcanza ni para comprar cinco panes, no tenía cabida este 8M según ellas. Para nosotras es central ya que la mujer venezolana es sometida a la múltiple explotación al tener que buscar alternativas para sobrevivir. Lo decimos con determinación: Nuestra forma de ver la lucha feminista va en la dirección contraria al feminismo alienante que nos piensa por fuera de la clase trabajadora, como si nosotras mismas no lo fuéramos.

Otro de los desencuentros surgió con  la exigencia clara de la distribución gratuita para todas de anticonceptivos, ya que en Venezuela el acceso a los mismos está mercantilizado y, por ende, con los salarios paupérrimos que tenemos es imposible obtenerlos, además de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Consideramos que junto a una educación sexual integral sería la forma de acabar con la terrible condena a la maternidad obligatoria a la que estamos sometidas. También la exigencia de la atención materno-infantil de calidad en el sistema público de salud. Todas estas demandas se enmarcan en la denuncia de la violencia de Estado hacia la mujer venezolana.

Para Marea Socialista en el impulso de Juntas y a la Izquierda era necesario que este 8M transcendiera la visión de la izquierda campista que defiende a ultranza al gobierno de Maduro. Así participamos y promovimos un debate en el que fueron estos los principales conflictos: el que desde la izquierda coloca el centro en una lógica campista y la izquierda que presionaba para intentar construir en la dimensión de la autonomía y la independencia tanto del gobierno como de la derecha tradicional.

Por nuestra posición y la determinación que estuvieran presentes en el 8M tuvimos que confrontar con mucha fuerza las irrespetuosas e inaceptables acusaciones de ser de “derecha”, machistas y patriarcales. Para nosotras claramente es inaceptable que se continuara con la invisibilización de las exigencias de las mujeres en medio de la más brutal crisis perpetrada por el gobierno de Maduro con su política antiobrera y que golpea con más fuerza a las mujeres y por las sanciones impuestas por la política intervencionista de Guaidó y toda la derecha que se escuda detrás del gobierno de Trump con sus títeres del Grupo de Lima (que por cierto hoy enfrentan grandes movilizaciones en su contra en sus propios países).

Necesario es organizarnos

Llegamos a la concentración del 8M, a pesar de haber decidido ir separadas. Desde Juntas y a la Izquierda entendemos que el debate, amén del mal método de algunes, parió una forma de abrir una fisura en la polarización impuesta. Además le arrebató el día internacional de las mujeres del secuestro del PSUV. Mucho nos toca por hacer al respecto y se presenta como mandato histórico porque existe claridad meridiana que nuestra fuerza son las alianzas que hemos tejido y se seguirán tejiendo.

Para ello, Juntas y a la Izquierda seguiremos empeñadas en construir un sujeto feminista que pueda levantar las voces de las trabajadoras precarizadas y empobrecidas, además que se ve en el conjunto de la clase trabajadora. Saber que el 8M es en esencia un espacio de reunión de heterogeneidades y diferencias que debe servirnos de aprendizaje.

Es por ello, que valorar en su justa medida el hecho de que las más jóvenes del espacio del feminismo relacionado con la institucionalidad hayan jugado un papel importante en el hecho de no separar las acciones, es un paso que se pudo dar y que tiene suprema importancia. Que la determinación de quienes decidimos no bajar nuestras banderas de lucha en el día internacional de la mujer fue el motor para que este 8M gritáramos al país y al Mundo que estamos decididas a existir, que no nos callaremos.

Nuestro desafío

El desafío es organizarnos y expresar nuestras exigencias en las calles y en todos los espacios públicos posibles. Que la lucha contra el patriarcado y el Capital se construye día a día. Que el mismo ímpetu que se usa para exigir justicia para todas las mujeres víctimas de femicidios y violencia machista, es el mismo que tenemos para confrontar al gobierno con la política que nos ha llevado a la mujer venezolana a ser de las más pobres a nivel mundial, que es el mismo con el que enfrentamos la mercantilización absoluta de los anticonceptivos y la falta de voluntad para que tengamos derecho a decidir si queremos ser madres o no, con la que enfrentamos el no acceso a una atención materno infantil de calidad. Esa es la forma de romper la polarización, lo otro, lo que se nos había propuesto era una actividad que pretendía invisibilizar a las mujeres que padecen estas situaciones privilegiando el hecho de defender a un gobierno machista, patriarcal pero sobre todas las cosas neoliberal y extractivista.

Nos queda mucho por hacer, nos queda mucho por construir y desde ahora consideramos que estamos en las preparatorias del próximo 25N y 8M. Desde Juntas y a la Izquierda nos organizamos desde la perspectiva feminista, ecosocialista, de la clase trabajadora, antimperialista e internacionalista,  con todo lo que ello implica.

Es por ello que te invitamos a unirte que nos conozcamos, que nos juntemos  y te sumes con tus aportes, tus opiniones a la construcción de Juntas y a la Izquierda en Marea Socialista.

Whatsapp: 04129636155

Fuente e Imagen: https://mareasocialista.org/2020/03/14/balance-8m2020/

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“El feminismo es la punta de diamante de una insurgencia internacional”. Entrevista a Silvia Federici

Por:  Victoria Furtado Y Mariana Menéndez

El aporte del feminismo ha sido también señalar las desigualdades, porque el capitalismo es producción de escasez, no producción de prosperidad, y producción de desigualdades.

 

Mientras alrededor del mundo se prepara la cuarta huelga feminista en cientos de reuniones, actividades y asambleas, escuchar a Silvia Federici resulta inspirador. En un impás de su andar por el mundo compartiendo claves y contagiando fuerza, Silvia nos recibió en su casa de Nueva York para conversar sobre la actualidad de las luchas feministas, las revueltas populares de los últimos meses, las tensiones del feminismo con la izquierda y los puntos más destacados de su último libro.

 

En los últimos años has estado viajando y en permanente contacto con compañeras y organizaciones feministas de América Latina y Europa. ¿Cómo ves la lucha feminista hoy?

Es un momento muy importante, muy particular. No solo en América Latina, aunque allí se ve con más impacto, es un momento en el que se da el encuentro del movimiento feminista, con toda su diversidad, con las luchas populares, con los movimientos sociales que, desde los años ochenta, han crecido en respuesta al ajuste estructural, a la política extractivista, al neoliberalismo. Este encuentro surge de una situación concreta muy fuerte, que es que todas estas políticas han impactado sobre todo en las mujeres y en la reproducción de la vida. Entonces las mujeres están en primer lugar no solo como víctimas del despojo sino también como luchadoras, como protagonistas de la resistencia. Y además de protagonizar la resistencia han necesitado hacer cuentas con los hombres de los movimientos, de las organizaciones mixtas. Y es aquí que se da el encuentro con el feminismo, el aporte del feminismo.

Se ha creado así un feminismo nuevo, un feminismo que yo creo que es muy poderoso porque tiene una mirada anticapitalista que reconoce toda una historia de opresión, tiene una mirada descolonizante. Es un movimiento que, al fin, abarca todos los aspectos de la vida. No es un movimiento que se focaliza en el trabajo como se entiende tradicionalmente, es decir, vinculado a la producción, sino que se preocupa por el campo, por el cuerpo, por lo que pasa en la comunidad. Y no es solamente oposición, es un movimiento que construye. Yo creo que esta es su gran fuerza, es lo que le ha permitido crecer en estos años a pesar de que la ola de fascismo, de la derecha sigue creciendo. Crece porque está creando una infraestructura nueva que nunca se ha visto en los movimientos revolucionarios dominados por los hombres: toda esta creatividad, la capacidad de recuperar saberes tradicionales, de crear ligámenes afectivos.

Yo creo que es un movimiento que tiene bases muy fuertes, por eso sigue sumando a mujeres que llegan de lugares diferentes, como en Argentina y Uruguay: de las organizaciones sindicales, de la economía solidaria, a las compañeras indígenas, a las campesinas. Esto es una fuerza. El movimiento feminista es el que trae las luchas hoy, en América Latina sin duda, pero esto, en forma diferente, está pasando también en otros lugares.

Precisamente, en los últimos meses hubo en América Latina una serie de levantamientos populares en defensa de una vida digna. Quizás los casos más claros son Chile y Ecuador, pero no son los únicos. ¿Cómo podemos leer estos procesos de lucha desde una perspectiva feminista que ponga en el centro la reproducción de la vida?

Yo creo que es importante una perspectiva feminista exactamente por eso, porque se enfoca en lo que es más fundamental, sea como objetivo o como condición de la lucha: el cambio de la reproducción de la vida cotidiana, de la reproducción social -no solamente de la reproducción doméstica- en todos los lugares. Porque reproducción significa trabajo doméstico, sexualidad, afectividad, significa también medioambiente, naturaleza, el campo, la agricultura, la cultura, la educación.

El feminismo toca una gama muy vasta de temáticas vinculadas a la reproducción de la vida que son el fundamento de cualquier cambio social, que son el fundamento de cualquier lucha. No puede haber una lucha exitosa sin cambiar estos que son los aspectos más importantes de la vida. Por eso yo creo que en estos levantamientos que se han dado en Chile, en Ecuador, la participación de las mujeres es muy importante; sobre todo mirando a largo plazo, mirando estos movimientos no como una rebelión momentánea que mañana va a caer, sino como movimientos que expresan una revuelta muy profunda, que expresan un decir “basta ya” muy profundo con este sistema tan injusto, tan violento. Y pensando a largo plazo la perspectiva y las actividades de las mujeres son fundamentales.

Estas luchas feministas de las que estamos hablando, anticapitalistas o de un feminismo popular, se preocupan por una diversidad de asuntos. Se interesan no solo por los problemas de las mujeres sino por el conjunto de las relaciones sociales y con la naturaleza. No obstante, muchas veces se intenta ubicar nuestras voces de mujeres en lucha como sector, como si solo pudiésemos hablar de los temas de las mujeres. En particular este es un conflicto con la izquierda. ¿Cómo valorás la relación entre el feminismo y la izquierda?

Yo creo que esto es muy fundamental, creo que la izquierda no quiere ver. Los intereses masculinos vuelven ciegos a los hombres que proyectan sobre las mujeres lo que es su propia situación: son ellos que representan solamente un sector, un tipo particular de lucha. Lo que me parece importante del movimiento feminista es que ha abierto los ojos y ha descubierto todo el universo de la reproducción de la vida. Es un movimiento que verdaderamente mira no solamente un sector de la vida de los trabajadores, un sector del proletariado en el capitalismo, sino que mira en su totalidad. En los años setenta, al comienzo, se hablaba de reproducción como trabajo doméstico, pero en las últimas tres décadas hemos visto que reproducción es todo. Es el cultivo, las semillas, el campo, la salud, la educación, la crianza,  la calidad del aire, los entramados afectivos, etc.

El aporte del feminismo ha sido también señalar las desigualdades, porque el capitalismo es producción de escasez, no producción de prosperidad, y producción de desigualdades. El capitalismo produce no solamente mercancías sino también divisiones y jerarquías como su condición primaria de existencia. Por eso el feminismo nos da una perspectiva más amplia, que no es sectorial sino que mira la totalidad de la vida. Claro que hablamos de un feminismo anticapitalista, no un feminismo de estado creado por las Naciones Unidas y los gobiernos para reclutar mujeres para las nuevas formas de desarrollo capitalista. Es muy importante clarificar esto porque hoy también hay un feminismo de estado, un feminismo institucional. No hablamos de estos feminismos.

A menos de un mes del 8 de marzo, en muchos países se están preparando, paros, movilizaciones y acciones. ¿Cuáles son los desafíos de cara a la próxima huelga feminista y, más en general, para mantener abierto este tiempo de lucha?

Para mí lo más importante es siempre el proceso, no la fecha, sino el proceso de construcción. El 8 de marzo es la manifestación de lo que se ha hecho, es un momento simbólico muy importante, pero lo más importante es lo que se construye en el proceso de contactar mujeres que, aunque muchas veces tienen intereses comunes, no se encuentran, el proceso de crear nuevos espacios. También es un momento de profundizar en lo que queremos.

Entonces, por un lado, crear en concreto nuevas formas de organización, nuevos espacios, porque el espacio es fundamental, tener lugares donde podemos encontrarnos. Por otro lado, el programa, lo que queremos, porque todavía tenemos muchas cosas por definir. Por ejemplo, todavía se habla muy poco en el feminismo de la situación de la infancia, que para mí es trágica hoy, es una situación de crisis muy fuerte. Necesitamos articular más nuestro programa, sea en forma de oposición a lo que se está haciendo, sea en forma de construcción, de comprender lo que queremos, qué tipo de sociedad y relaciones queremos. Y, como siempre, el tercer objetivo es superar las divisiones de todo tipo que todavía existen entre las mujeres: raciales, de la diversidad sexual, de edad entre jóvenes y mayores, etc. Este es un objetivo muy importante porque la divisiones y las jerarquías son lo que más nos debilita y el arma más potente que tienen para crear nuevos conflictos, para mostrar que tenemos intereses diferentes, para hacer que nuestras energías se dispersen en luchas sectarias entre nosotras.

Ya que lo mencionás, ¿cómo ves las relaciones intergeneracionales en el movimiento feminista?

Soy optimista, porque he viajado mucho y veo que en España, en Argentina o aquí mismo, en Nueva York, a mis charlas llegan mujeres jóvenes. Yo tengo setenta y siete años y en mis presentaciones la mayoría, el ochenta por ciento son mujeres muy jóvenes, de diecinueve, veinte años. Me parece que hay un deseo de conectar. En los años setenta, en los movimientos mixtos se decía “nunca confíes en nadie que tiene más de treinta años”. Y bueno, yo puedo entender por qué, pero afortunadamente eso no pasa ahora con el feminismo.

Hay un deseo de comprender, de conectarse con personas mayores. Aunque todavía la problemática de los mayores se está tocando muy superficialmente. Hoy los mayores, y sobre todo las mujeres mayores, viven una crisis muy fuerte. Muchas de ellas trabajaron toda su vida ayudando a los hombres a vivir y a morir, y cuando ellas necesitan ayuda porque no pueden trabajar más, no tienen recursos porque la mayor parte de su vida la han pasado trabajando sin ninguna ganancia. En Estados Unidos, las mujeres mayores son las que mayormente pueblan los refugios del estado. Son situaciones verdaderamente trágicas, sobre todo las de quienes no son autosuficientes, que muchas veces viven en condiciones terribles. Yo creo que esto, como la situación de la infancia, no se ha problematizado lo suficiente en el movimiento feminista. A pesar de que el movimiento reúne hoy a mujeres de varias edades, todavía es una problemática que debe ser incluida. Porque si hablamos de violencia, la miseria económica y afectiva en la que viven tantas mujeres mayores es una forma de violencia.

La lucha feminista está siendo muy fuerte en muchas partes del mundo, pero al mismo tiempo hay un avance, conservador en el mejor de los casos, directamente fascista en otros. ¿Cómo hacemos una lectura feminista de este proceso?

Si ponemos esta violencia de hoy en el contexto del siglo veinte, sin irnos al siglo dieciséis o diecisiete, podemos ver que el capitalismo, en cualquiera de sus fases de desarrollo reciente, ha sido siempre muy violento: dos guerras mundiales donde murieron casi cincuenta millones de personas, la tortura de masas como sistema de dominio en América Latina a partir de los sesenta, todas las guerras que tanto gobiernos demócratas como republicanos de Estados Unidos han impulsado, etc. Pienso que es importante contextualizar esto para no pensar que es una novedad, para ver que, sobre todo cuando se siente amenazado, hostigado, el capitalismo necesita desplegar esta violencia.

Y hoy el capitalismo se siente amenazado. En primer lugar, porque hace años se quejan de que el nivel de ganancia no es suficiente, entonces es un capitalismo en crisis. En segundo lugar, porque hay un avance, porque el feminismo es la punta de diamante de una insurgencia internacional. Son años y años de insurgencia continua. Desde la primavera árabe hasta hoy, es una insurgencia que siempre necesita de más tortura, guerra, cárcel. Entonces veo toda esta violencia como una respuesta que no es una novedad, sino la respuesta usual del capitalismo que se siente en crisis, que siente que sus fundamentos están en peligro y se enfrenta a movimientos internacionales que, sin estar coordinados tienen las mismas temáticas. Porque de Brasil a Chile, pasando por Ecuador, Líbano, Haití, hay una resistencia al empobrecimiento, a la miseria, a la violencia policial y del estado.

No es casual que cuando las compañeras en Chile dijeron “el violador eres tú”, con un gran coraje, porque hacer esto en Chile no es lo mismo que hacerlo en otros países, esto ha circulado inmediatamente. Esta internacionalización y circulación inmediata de las preguntas, objetivos, consignas, formas de organización, nos dice que hay una insurgencia, un decir “basta” que es muy general. Pienso que los Bolsonaro y todas estas iniciativas de la iglesia y económicas son una respuesta. No se puede imponer una austeridad brutal, un despojo brutal por años y años, expulsar a millones de personas de sus tierras, sin organizar un enorme dispositivo de violencia.

MÁS ALLÁ DE LA PERIFERIA DE LA PIEL

Acaba de publicarse “Beyond the periphery of the skin”, tu último libro [1]. Allí contraponés una noción de cuerpo tal y como ha sido pensada por el capitalismo -es decir, como máquina de trabajar y, en el caso de las mujeres, como máquina de procrear-, con el cuerpo tal y como ha concebido por la imaginación radical colectiva, en particular por el feminismo a partir de los setenta. ¿Qué significa hoy el cuerpo como categoría de acción social y política?

Me gusta la idea de cuerpo-territorio porque inmediatamente nos da una imagen colectiva. No solamente porque es el primer lugar de defensa y conecta el discurso del cuerpo con el discurso de la tierra, de la naturaleza, sino porque pone el discurso del cuerpo como una cuestión colectiva. Entonces, el discurso del cuerpo es sobre quién gobierna a quién, sobre quién tiene el poder de decidir sobre nuestras vidas.

Yo pienso que esta es una de las preguntas fundamentales, de fondo en la lucha. Porque hay un estado que quiere controlar cada minuto, no solamente en el trabajo. En el caso de las mujeres, invade nuestro cuerpo, nuestra realidad cotidiana, de forma cada vez más intensa y más opresiva que en el caso de los hombres. El problema del aborto es muy ejemplar. Entonces yo creo que pensar el cuerpo desde una mirada feminista hoy es particularmente crucial para determinar quién tiene la posibilidad de decidir sobre nuestra vida.

Cuerpo significa vida, significa reproducción, significa afectividad. Todo rodea la temática del cuerpo: la comida, el sexo, la crianza, la procreación. Entonces la lucha por el cuerpo es la lucha por los aspectos más fundamentales de la vida. Por eso creo que asombra a tantas mujeres con una intensidad tan fuerte, porque aquí se decide quién es el patrón de nuestra vida, ¿somos nosotras o es el estado?

Pero vos enfatizás en reclamar el cuerpo de forma colectiva, en recuperar la capacidad de decisión colectiva sobre nuestras vidas…

Sí, capacidad colectiva, absolutamente. Solas somos derrotadas. Por eso hay que salir de la casa por la lucha. No por el trabajo, salir de la casa por la lucha, salir de la casa para juntarse, salir de la casa para enfrentarse a todos los problemas que tenemos solas.

La idea de ir más allá de la periferia de la piel tiene que ver con postular una noción expansiva del cuerpo. Para eso discutís el cuerpo expansivo concebido por Bajtín, que se expande mediante la apropiación e ingesta de lo que está más allá de él, y proponés una idea igualmente expansiva pero de naturaleza radicalmente distinta. Hablás de una “continuidad mágica” con otros organismos vivos y de un cuerpo que reúne lo que el capitalismo ha dividido. En ese sentido, ¿el cuerpo sería el punto de partida para pensar la interdependencia?

No pienso en un cuerpo que quiere apropiarse, sino en un cuerpo que quiere conectarse. No quiere comer el mundo, quiere conectarse con el mundo. La mirada del siglo dieciséis y diecisiete, del renacimiento sobre el cuerpo no lo entendía como algo completamente aislado, no era una isla sino que era abierto. Podía ser afectado por la luna, por los astros, por el viento. Ese cuerpo que es expansivo porque no está separado del aire, del agua. Y también está íntimamente conectado con el cuerpo de los otros. La experiencia del amor y del sexo es ejemplar, pero no es la única que muestra como continuamente somos afectados y nuestro cuerpo cambia. La tradición del mal de ojo, por ejemplo, tiene que ver con que los otros te pueden hacer sufrir, o te pueden hacer feliz, te cambian.

No podemos pensar el cuerpo como los capitalistas lo piensan, como lo piensa la ciencia hoy, es decir, un cuerpo que es completamente máquina, que es un agregado de células, y cada célula tiene su programa, cada gen tiene su programa, no es algo orgánico. Mi mirada y mi intento es promover una visión del cuerpo que va exactamente al contrario de la mirada que domina hoy en la ciencia. Cada vez más, se intenta aislar el cuerpo en pequeños pedazos, cada uno con su característica. Es una fragmentación. Pienso en el fracking, hoy cuando los científicos piensan al cuerpo hacen una especie de fracking epistemológico que disgrega el cuerpo.

Para mí, el cuerpo se debe reconectar con los animales, con la naturaleza, con los otros. Este es el camino para nuestra felicidad y salud corporal. Porque la infelicidad, precisamente, incluye el cercamiento del cuerpo. Hay un cercamiento no solamente de la tierra, como he escrito en El Calibán y la Bruja, sino también de los cuerpos. Cada vez más nos hacen sentir que no podemos depender de los otros, que a los otros hay que tenerles miedo. Este individualismo exasperado, que se ha acentuado con el neoliberalismo, es verdaderamente miserable. Nos hace morir, porque es una vida conceptualizada en el nombre del miedo, del temor, en vez de ver que la relación con los otros es un gran enriquecimiento.

El último texto del libro, “On Joyful Militancy”, es especialmente hermoso. Allí oponés dos ideas de militancia: una militancia alegre, que nos hace sentir bien y conecta con nuestros deseos, versus una política y una militancia tristes.

Para mí la militancia triste es una militancia que no tiene futuro, pero existe. Yo creo que la militancia dominada por los hombres es una militancia triste, es una militancia como trabajo alienado, es una militancia donde se piensa “debo ir a otra reunión” como quien piensa “debo ir a trabajar”. Es ese compañero que siente la sumisión histórica, no le gusta, no tiene entusiasmo, no le da nada, pero lo hace como un deber, como una obligación. Esto no es construir otra sociedad.

Se pueden correr riesgos, pero eso es diferente. A veces se corren riesgos porque hacerlo te da algo, te cambia la vida. Pero te cambia ahora, no en un futuro, no en veinte años quizás, te cambia ahora. Para mí esto es construir un mundo nuevo. No se trata solamente de decir “no”. La vida se cambia en la forma como empezamos a relacionarnos diferente con otras personas y a descubrir cosas de nosotros mismos. Porque cambiamos, haciendo relaciones diferentes cambiamos. Y yo creo que la vida es tan triste para la mayoría de las personas en el mundo que no van a agregar otra tristeza, prefieren morir a la noche mirando la televisión en lugar de ir a una reunión donde todo sea dolor o aburrimiento.

Lo que desde el feminismo estamos nombrando como política del deseo sería un poco la antítesis de esta militancia triste…

Exactamente. Y es la creatividad, la creatividad de la militancia. Yo esto lo he experimentado profundamente porque me acuerdo de la diferencia que vi, en pocos años, cuando las mujeres dejaron los movimientos con hombres, los movimientos mixtos. Las mujeres cambiaron así (da vuelta las palmas de las manos). Empezaron a hablar, a cantar, a crear, a dibujar. ¡Fue como una explosión de creatividad increíble! Antes hacían todo el trabajo doméstico de las organizaciones. ¡Se ha hecho tanto trabajo doméstico en los movimientos con los hombres! Y por fin luego fue muy diferente, se volvió un placer.

[1] Federici, Silvia. 2020. “Beyond the Periphery of the Skin: Rethinking, Remaking and Reclaiming the Body in Contemporary Capitalism”. Oakland, PM Press.

Fuente e imagen:  http://zur.org.uy/content/%E2%80%9Cel-feminismo-es-la-punta-de-diamante-de-una-insurgencia-internacional%E2%80%9D-entrevista-silvia?fbclid=IwAR1SHjCifHzRXhnQTH0oxEMthzCaXf8Z-SCuFaQSe4qXD-beHb2S7UhROpc

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El 8-M no es una fiesta, sigue la lucha

Por: Carmen Domingo

El feminismo no es un alegre festejo del orgullo de ser mujer. Es un movimiento que lucha por el pleno acceso de las mujeres, sí, mujeres, al ejercicio de sus derechos, tantas veces pisoteados

Habrá que recordar todo esto, digo, porque parece que la posmodernidad capitalista quiere sustituir las reivindicaciones de las trabajadoras y luchas feministas por una celebración despolitizada de la identidad de las mujeres. Sus orígenes no pueden por menos que evocarnos a todo lo contrario.

Porque el feminismo no es un alegre festejo del orgullo de ser mujer, ni siquiera lo es del orgullo de pertenecer a alguna de las recién proclamadas diversidades, tan de moda hoy en día. El feminismo es un movimiento que lucha por el pleno acceso de las mujeres, sí mujeres, al ejercicio de sus derechos, tantas veces pisoteados. Por eso sorprenden varias de las reivindicaciones que en estos días, previos al 8M, se han sucedido. La primera es que hayan sido numerosas las convocatorias vinculadas a la celebración del 8M en las que en sus carteles ni siquiera se menciona la palabra mujer. Como si pasáramos a ser un ente invitado de nuestra celebración, como podían ser las gallinas o las tortugas. Nadie se imaginaría el día del Orgullo gay sin los gays. Pues parece que sí que nos imaginamos, o eso quieren, un 8M sin mujeres.

La segunda, que estos días, en aras de la posmodernidad y con intención de engrosar las filas del feminismo (parece ser el 51% de la población es suficiente), hayamos asistido a cómo, desde colectivos supuestamente feministas, se ha llevado a cabo la defensa e inclusión en el movimiento feminista de las participantes de prácticas que oprimen a la mujer: la prostitución, los vientres de alquiler, o lo que han dado en llamar binarismo de género apelando a su libertad para decidir. Argumentos amparados en la “inclusión” y el orgullo afirmativo de la capacidad de decisión que tenemos las mujeres justo en unos temas que para el feminismo han sido percibidos, desde siempre, como una vulneración de los derechos de las mujeres.

Ya me perdonarán, pero hace falta tener muy poca vergüenza para hablar de derecho de la mujer a elegir en libertad poder ejercer la prostitución, mientras millones de mujeres están siendo explotadas sexualmente. Hace falta tener muy poco respeto por las mujeres a las que compran sus hijos para defender el “deseo” de terceros — me da igual por parte hombres que por mujeres— a tener un hijo, por delante del derecho de esa mujer y de ese niño a estar y saber quién es su madre y a vivir y crecer a su lado. Hace falta muy poco conocimiento de la biología para pedir que se reconozca un género cambiante cuando justo el género es el constructo social por el que nos oprimen a las mujeres y que las feministas llevamos tiempo tratando de eliminar, porque es una invención. Las mujeres no queremos acabar desapareciendo en aras de no binarismos, géneros fluidos, agéneros y diversidades varias.

Habrá que empezar en el ayer, digo, para que no nos olvidemos del hoy y terminemos convirtiendo la lucha feminista en una lucha de todos y para todos. Es la lucha de las mujeres y para las mujeres, y en ella queremos: mostrar nuestra agenda política; reivindicar nuestra lucha contra la explotación reproductiva; reafirmarnos en nuestro firme convencimiento a negarnos a aceptar la explotación sexual de mujeres y niñas; mantenernos firmes en nuestra lucha contra la precarización, la discriminación laboral, la explotación económica y el abuso sistemático que seguimos sufriendo las mujeres en estos tiempos. Por eso el 8M es nuestro, de las mujeres, y en él reivindicaremos nuestros derechos.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/ccaa/2020/02/25/catalunya/1582634497_799074.html

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«Hay un nuevo torrente de luchas de las mujeres en defensa de la vida»

«Hay un nuevo torrente de luchas de las mujeres en defensa de la vida»

Entrevista a Raquel Gutiérrez, feminista latinoamericana

Begoña Zabala

Raquel Gutiérrez es de formación matemática, socióloga y filósofa, de origen mexicano y, como ella dice, feminista tardía. En la década de los 80, la que consolidó el neoliberalismo en América Latina, viajó a Bolivia, donde fue parte de la fundación del Ejército Guerillero Tupac Katari (EGTK). En 1992 fue detenida junto a otros miembros del EGTK. Pasó cinco años en la cárcel, acusada de terrorismo. Actualmente Raquel reside en México, donde es profesora de la Universidad Autónoma de Puebla. Participa activamente en las renovadas propuestas feministas que surgen y se nutren al calor de las luchas. Hablamos con ella aprovechando su presencia en Iruñea para la charla “Rebelión feminista, horizontes de transformación y amenazas fascistas en América Latina”.

Begoña Zabala. Me gustaría que nos hablases de las movilizaciones masivas feministas que están recorriendo el territorio latinoamericano, en torno a las huelgas feministas 8 de marzo y de otras luchas, también feministas y de mujeres, contra los actuales procesos de penetración de las multinacionales en vuestros territorios. Me gustaría que nos hablases tanto sobre las luchas que se producen, como en cuanto a las reflexiones que estáis haciendo sobre ello.

Raquel Gutiérrez. La primera cosa que quiero señalar es que nosotras usamos la palabra renovadas con respecto al feminismo. Y no es un prurito del lenguaje. Es tratar de eludir la contraposición excluyente de viejo/nuevo, que es una discusión que se está presentando mucho, sobre todo en América.

Es decir, hay un segmento de feministas históricas que, en algunos momentos, se alejan de los contenidos de las luchas que muchísimas mujeres jóvenes están poniendo en el tapete. Y hay entonces como una ausencia de puente. Una especie de puente que puede nutrir ambas experiencias, que permita a las más mayores renovarse y volverse a sacudir con la energía que se desprende en la calle, pero que también pueda transmitir cosas, contribuir a que la experiencia de esas mayores nutra, que no falte nunca. Entonces usamos el término renovado, experiencia en términos de feminismo renovado.

Yo soy una feminista tardía y eso sí quiero aclararlo. En el lenguaje que manejamos mucho en América Latina he sido, y me puedo reconocer, como una feminista intuitiva, y de muchos años. O sea, peleando en muchos contextos y siempre tratando de buscar el relacionamiento con otras mujeres, en fin, que podría hacer una lectura de cierto feminismo, pero nunca he sido parte de la corriente feminista que buscó inscribir derechos. Me costó mucho trabajo poderme nombrar a mí misma como feminista y sentir que adhiero el feminismo. Por eso me llamo feminista tardía.

¿Y qué me convoca? Me convocan las dos cosas que yo voy narrando, en los textos que voy escribiendo, un poco para promover la discusión, que tienen dos ejes.

Tiene el seguimiento bastante amplio del conjunto de luchas en defensa de los territorios amenazados por el extractivismo en expansión en todo el continente americano, que son uno de los núcleos de los procesos de acumulación del capital que reinstala nuevas lógicas brutales de violencia, de manera situada y que sobre todo desplazan a las tramas comunitarias -sean pueblos indígenas o no-, que habitan esos territorios, para quitarles el agua, para aprovechar los minerales, para quitar los cultivos de sustento y poner agroindustria, etcétera. Para reconfigurar los territorios, en definitiva.

Esas luchas han estado al menos, de forma documentada, desde 2011, protagonizadas básicamente por mujeres. Y reiterando un patrón muy interesante que ya habíamos observado antes, pero que ahora se vuelve a presentar. Y esto ¿es nuevo o viejo? ¡Ah! Esa es la cosa, pues esto es renovar. Así nos zafamos de caer en esta especie de contradicción binaria que no lleva a ningún lado, a mi juicio, para los fines de dotación de sentido a esas luchas o de contribución a que amplifiquen el sentido de impugnación que tienen las propias luchas en el mundo. O sea, clasificarlas no sirve. Sirve entenderlas, sirve contribuir a explicarlas.

Estas luchas, en defensa territorial han seguido un patrón muy interesante, que tiene que ver que este protagonismo femenino, rompe claramente los términos de la negociación, jerarquizada y subordinada, entre propietarios de la tierra que, generalmente son varones, y empresas que quieren desplazar y apropiarse de las tierras, quieren despojar.

B.Z. Cuando hablas de propietarios, ¿hablas de pequeños campesinos o pequeñas extensiones (que siempre visibilizan a hombres en esa titularidad, aunque sea pequeña), de propiedades familiares o de comunidades?

R.G. Claro, pequeños campesinos o en el caso mexicano, especial por su forma de tenencia de la tierra todavía heredera de la revolución mexicana, de propiedad ejidal o propiedad comunitaria. O sea que las grandes empresas capitalistas quieren despojar y eso implica alterar las viejas formas de propiedad, de pequeña propiedad privada en cualquier versión que hayan quedado como herencia de luchas pasadas. En este caso, como herencia de la revolución mexicana.

Y entonces qué pasa, al menos en México. Se establecen negociaciones entre las asambleas, o los comisariados ejidales o las asambleas comunales, donde el monopolio de la decisión política la tienen los varones de ese conjunto de estructuras familiares. Y estos empiezan a pactar, y empiezan a lo que en buen mexicano diríamos irse con la finta, es decir, a caer en la trampa de ellos. El discurso de las empresas es claro: “ustedes están empobrecidos, y ahora va a haber empleos, va a haber modernización, y les ofrecemos esto, y esto…” Ofrecen cosas para los varones. Y quienes con toda claridad ven que hay una amenaza inminente para el sustento de la vida, cuya realización está en sus espaldas, y en esas tramas sobre todo femeninas, son las mujeres. Y entonces esto es lo que empezamos a ver: Que las mujeres son las que impiden esos pactos asimétricos. Son las que lideran.

Y te doy casos. Una empresa canadiense que quiere despojar en un pueblo, en los valles centrales de Oaxaca, Magdalena Teitipac, y son las mujeres cuando están viendo que el comisariado está pactando, que hay una amenaza, que la máquina está haciendo una exploración para abrir una minería a tajo abierto, y ya llega muy cerca del ojo de agua… pues cierran y bloquean la máquina, retienen a los trabajadores, los hacen salir de la comunidad, se plantan. Ellas se plantan, ellas establecen que esto no va a pasar.

B.Z. Si esto es así de claro, se puede sospechar que hay en estos momentos un enfrentamiento con los varones, con los negociadores genuinos, y que estos enfrentamientos producirán cierta quiebra en la comunidad, en las familias… ¿es esto así?

R.G. Sí claro, después hay conflicto, pero de momento toman la iniciativa, porque dicen que esto es imposible y no lo van a permitir pues los hombres están haciéndolo mal. Es lo mismo que lo que pasa en Cherán. Lo que pasa con Cherán es que un pueblo mucho más conocido por su lucha, porque tuvo un enfrentamiento muy duro contra los paramilitares ligados a la agroindustria del aguacate y al trasiego de sustancias ilegales. Pero a las dos cosas: a la agroindustria y al narco. Bueno, pues en Cherán es exactamente el mismo caso. En un momento determinado y centralmente, lo que ya se ve amenazado es el agua. Es decir, cuando en el caso de Cherán estos talamontes paramilitarizados, talamontes ilegales, penetran en una comunidad de bosque de altura, con muchísimos árboles que ha vivido de los recursos forestales históricamente, y llegan a amenazar el manantial, el ojo de agua. Allí son las mujeres las que se lanzan, se enfrentan, cavan zanjas para que no puedan pasar las camionetas de hombres armados y empiezan a prender fogatas. Ellas, y luego vienen los hombres. Y las mujeres se quedan en las fogatas, se quedan en las zanjas, diciendo: aquí esto ya no va a pasar, aquí vamos a poner un límite, aquí basta.

Otro ejemplo es Tariquía, en Bolivia, con un gobierno progresista como es el de Evo Morales, absolutamente ligado al extractivismo de la peor calaña. Está en el Sur de Bolivia, donde campa la industria petrolera, con intereses capitalistas de Petrobras, que es esta empresa para-estatal de Brasil. Entonces su actuación es igual: extracción de petróleo en una reserva natural que es la fuente de recarga de uno de los ríos más importantes del continente americano, que es el río de la Plata y ahí está la reserva natural de Tariquía. Las mujeres que han vivido en esa tierra, que la calificaron como reserva natural, e incluso les empezaron a condicionar el acceso a los recursos de la leña y a los recursos del bosque, por estar así calificada, se ven amenazadas pues es ahí donde viven. Y así de repente se ven afectadas porque va a llegar ahora una exploración petrolera a título de progreso. Otra vez. ¿Y que hacen las mujeres? Se brincan las estructuras, arman un comité, impiden que vengan, empiezan a movilizarse.

Es decir, en muchísimos lugares tenemos este patrón parecido. Luchas en defensa de la vida, protagonizadas por mujeres que intervienen. Rompen, digamos, la dinámica de la acumulación inicialmente a nivel local, y después se genera una discusión enorme al interior de sus propias comunidades porque, como se dice en buen americano, estas viejas desobedientes qué se creen. Y son sus hombres los convocados a disciplinar a estas viejas desobedientes. Y empieza una tensión tremenda al interior de las propias relaciones de poder, al interior de las comunidades.

B.Z. En este caso estaríamos hablando de una pugna por el poder, pero es el poder de la lucha, por el protagonismo, por el papel que tradicionalmente han ocupado los hombres, que es el poder fundante de las comunidades.

R.G. Claro, por eso. Lo que pasa es que las estructuras viejas, aún a nivel de base, por lo general, establecen y permiten y habilitan el patrimonio del asunto político en manos de varones. Y esto empieza a ser cuestionado de forma tajante. Empieza a ser cuestionado, no en términos liberales, no exigiendo derechos, sino planteado y armado en términos de re-equilibrio general, del tipo de relaciones que van a regir en estas dinámicas locales. Pero lo ves en muchas partes, lo estás viendo en todos los lugares en donde las personas y las comunidades habitan los territorios y viven de ellos, y van a ser expropiados. Lo ves en México, lo ves en los territorios andinos, en Guatemala, en el Sur de América. Y esto cruza con el extractivismo que pretende estas tierras o esos denominados bienes.

Entonces, nos preguntamos cómo es que empiezan a enunciarse todas estas luchas. Luchas en defensa de la vida. Y eso es un nuevo torrente de luchas de las mujeres, feministas o no, en términos de etiqueta. Porque muchas de esas luchas y de esas mujeres no se piensan a sí mismas como feministas. Pero están haciendo una práctica feminista porque están erosionando los poderes patriarcales a nivel local y a la vez están confrontando al gran poder transnacional que está, en palabras de mujeres jóvenes, repatriarcalizando los territorios, al tiempo que desataron los procesos de acumulación. O sea, empujan los grandes procesos de acumulación del capital a gran escala. Entonces es volver a tejer el hecho de que los ciclos de acumulación entrañan y significan siempre, un proceso de repatriarcalización. Porque es un dominio de lo abstracto sobre el mundo concreto de la reproducción, del día a día, que por lo general ha estado sostenido por las mujeres. No hay ningún esencialismo ahí. Esta ha sido un poco la historia en la que nos hemos constituido.

B.Z. ¿Y es en este proceso de repatriarcalización donde aparece y se funde con las violencias machistas y lo que se ha denominado feminicidio? ¿Hay un punto de coincidencia de los procesos que has descrito situados en los territorios objeto de expoliación por parte de las industrias extractivistas y otros fenómenos que los situamos más en zonas de reciente y populosa urbanización?

R.G. Por ahí vamos. Esto en América Latina, al menos, ha empezado, o coincidió con otros fenómenos, que son parte del mismo proceso. Así el hecho de estos procesos de relanzamiento brutal de bucles de acumulación, son conexos con la precarización, con la gran migración, con el establecimiento de maquila para proletarizar en condiciones muy malas, sobre todo fuerza de trabajo femenina. Esto ocurre en muchos lugares, no solo de México sino del Sur también. Ha venido con toda esta descomposición de lo que Federici ha llamado patriarcado del salario. Porque se descomponen ese tipo de relaciones.

Y entonces ahí se ha ido detonando esta especie de complejo de violencia. No es un tipo de violencia, pues son varias formas de violencia muy entrelazadas que son muy difíciles de seguir y de distinguir que se vuelcan contra mujeres de ciudades y pueblos. Y sobre todo contra mujeres, pobres, trabajadoras y jóvenes. Esas son las que están muriendo mayoritariamente. Puede que una que otra mujer burguesa, una que otra mujer de la élite, que se la ha robado un chófer de taxi, aparezca asesinada, por supuesto que también. Pero si tú empiezas a documentar quiénes son las asesinadas, son las muertas de Juárez, las trabajadoras de maquilas, son las muertas de la ciudad conurbada de Ecatepec, en México DF.

¿Dónde está pegando más duro esta epidemia de feminicidios que tenemos en América? En esta nueva clase obrera, en este nuevo cúmulo de mujeres proletarizadas en condiciones de gran adversidad donde se trastocan un tipo de relaciones muy opresivas a nivel familiar, porque ellas empiezan a ganar su propio dinero, empiezan a ganar autonomía para sus cuerpos, porque empiezan a aterrizar.

B.Z. ¿Esto quiere decir, por ejemplo, que unas mujeres que viven en las zonas del extractivismo puro y duro, son asesinadas por los paramilitares, por los narcos, por los ejércitos privados de las empresas… y en las conurbaciones pueden ser asesinadas también por sus maridos o novios, por sus hombres cercanos, o no es el caso?

R. G. ¡Claro! Por sus hombres cercanos también. Es una cosa que a nosotras nos interesa conectar, no nos interesa pensarlo, como feministas, como fenómenos aislados, son parte de los efectos del modo en cómo se están recolonizando los territorios de América.

Pero además estamos tratando de releer la historia en la clave que nos alumbran las luchas, porque quiénes están luchando y cuáles son las luchas más importantes que estamos viendo tiene una respuesta: las de las mujeres de los territorios en defensa de la vida y las de las mujeres contra todas las violencias. Estas más urbanas, son mujeres más jóvenes. Muchas veces se presentan protagonizadas por mujeres en su calidad de estudiantes.

Pero, ¿qué tanto son luchas estudiantiles? Esa es una pregunta teórica, o sea, y lo que estoy tratando de ir alumbrando es cómo siento yo este nuevo momento de luchas de mujeres desplegado, feministas o no, que está exigiendo una reactualización de nuestro propio léxico, de nuestro propio vocabulario. Porque hay como muchas palabras que se nos están quedando chicas para realmente entender, si queremos entender, desde la potencia de impugnación de la lucha desplegada, que es lo que a mi me interesa. O sea, entender la calidad filosa de esas impugnaciones masivas, es decir, entenderlas en su radicalidad. Las palabras me hacen falta, los conceptos no me cuadran y ahí vamos también.

Entonces, al mismo tiempo que esto pasa hay una revitalización en las universidades, en los colectivos de mujeres, en los grupos, pero generalmente en grupos de mujeres jóvenes que están tratando de pensar las palabras adecuadas para nombrar esto que yo ahora puedo decir, no porque sea muy lista, sino porque estamos muchas pensando.

Así, en algunos textos del año 2017, que es apenas un esfuerzo de síntesis, yo logro nombrar cómo hay que dar cuenta de estos dos torrentes. Porque no son dos cosas separadas. Hay que buscar las palabras que permitan la conexión de esto, para resignificarlo como una potente lucha feminista, renovada, y para destacar sus contenidos anticapitalistas y anticoloniales. Y esto es lo que empiezas a ver, empezamos a leer y a estudiar. Pero esto lo hacen muchísimas mujeres en América Latina. Entonces ahí si tengo un mapa bastante claro. Y resulta que en Guatemala, en Centro América, en el Sur, en Brasil, en fin, en prácticamente todo el continente, el libro de más éxito es Caliban y la bruja, de Federici.

Yo lo que observo es que a veces, obviamente, estas luchas están desplazando a algunas otras, están desplazando el feminismo de los derechos, para decirlo rápido. Están desplazando el feminismo de inscribir derechos en el Estado, que a mi modo de ver está requeteagotado y que fue, creo yo, una de las maneras como la anterior rebelión feminista, de las mujeres europeas sobre todo, de los 60 y principios de los 70, en muchos países, fue capturada por las instituciones internacionales para limar sus aristas más filosas. Para encapsularlo en asuntos manejables. Y entonces nos pusimos a inscribir derechos, que no está mal. O sea, tener derechos está bien, y no hay que echarle tierra, pero, ¿qué pasó después? Teníamos unos derechos que no podíamos ejercer, teníamos unos derechos que eran falsos. Se nos veló la calidad patriarcal en las relaciones sociales. Pareció como que el paradigma de la igualación aquí era el camino que tenía que seguir el movimiento. Nos metimos en la agenda de la paridad.

Entonces ahora es una cosa nueva la que hay. Pero no es nueva, es renovada. Porque vuelve a recuperar experiencias muy anteriores pero las vuelve a relanzar y sobre todo va tratando de producir su propia explicación, una vez más.

B.Z. Estás planteando temas que aquí también estamos escuchando a muchas feministas de allá. A mí me gustaría ahora que me hablases de vuestras genealogías feministas, de conocimientos y de luchas feministas. Vemos que hay corrientes decoloniales, descoloniales y anticoloniales, que se nos muestran con mucha frecuencia. Parece que hay diferentes planteamientos y a veces no terminamos de ver el auténtico alcance y sobre todo en la relación que se puede mantener desde los diferentes feminismos de aquí, con los de allá.

R.G. Estoy tratando de pensar y está muy difícil porque yo te estoy hablando desde una de las posiciones en competencia en el continente. Te estoy tratando también de contestarte con seriedad a la pregunta que me estás diciendo y no sólo decirte la genealogía de la que yo estoy abrevando, sino presentarte un panorama más estructural. Me está costando.

Por un lado, yo sí creo que hay una cosa muy importante en América Latina y hay que reconocer, que fue la permanencia de bloques de feminismo autónomo. O sea, la distinción más fuerte, más que la de igualdad y diferencia, que yo observo en América Latina y que se dio en términos de los encuentros, fue feminismo institucional/feminismo autónomo. Y el feminismo autónomo luego tuvo muchos problemas y luego los encuentros no se mantuvieron demasiado, pero casi en todos los países hay núcleos de feministas autónomas que cultivaron, digamos, la brasa, de la rebelión feminista de alguna u otra manera.

Ya he citado a Silvia Federici y ahora debo señalar a María Mies. Luego de Calibán, vamos profundizando y vamos estudiando y recuperamos a María Mies y a las alemanas con el tema de patriarcado y acumulación. El libro de María Mies, que era del 86, que lo habíamos leído quienes estábamos un poco en el debate en aquellos años, vuelve a ser un libro altamente significativo, porque te explica el proceso de complejización de estas relaciones violentas en la medida en las que se relanzan los bucles de acumulación renovando formas patriarcales de dominación.

A mí en lo particular, y a muchas de las compañeras con las que yo puedo tener interacción en donde estoy, lo que me nutrió mucho fue el pensamiento de Mujeres Creando. Fue el pensamiento de María Galindo. A ella yo la reconozco plenamente como parte de mi genealogía. Pero no solo de mi genealogía, sino como mi hermana.

Pero hay como un nudo que, digamos, cultivó la tradición del feminismo de lucha en los momentos aciagos de una institucionalización en donde muchísimas compañeras se metieron al Estado, la pura verdad, a nada. Y donde también una gran parte del trabajo académico, a mi juicio, se volvió bastante asignificativo. Porque, bien, es la temporada en la que al feminismo se lo comió el género. Entonces sí tenemos una cantidad loca de información que es útil; sí tenemos una cantidad increíble de artículos y de literatura producida para entender la jerarquización y la desigualdad; pero no tenemos una palabra para orientar la manera de luchar. Eso yo lo sentía. Cuando yo salí de la cárcel a mi me invitaron a dar clases en un diplomado de género que se acababa de inaugurar y yo agarré la chamba porque si no de qué vivía. Y no tenía idea, porque de haber tenido unas ciertas lecturas en años bastantes anteriores, ahora era un lenguaje nuevo. Yo tengo el recuerdo así. Un recuerdo de incomprensión total de qué estaban hablando cuando decían políticas públicas con enfoque de género. ¿Cuándo cambió esto? La cárcel me ha hecho perder un trozo de película, sí. Pero esto es una devaluación de lo anterior, eso sí me quedaba muy claro. O sea, pedir al Estado que nos haga programas focalizados para tal cosita es una devaluación de lo que estábamos diciendo. Eso sí yo me daba cuenta.

Entonces están estos núcleos. Luego están todos los contenidos anticoloniales que han puesto en el tapete de la discusión política en el conjunto de los países los levantamientos indígenas de reciente fecha. Hay una nueva ola de levantamientos, digamos, que se puede marcar a mediados de los años 90, con el primer levantamiento de Ecuador. Frente al de ahora, era bastante menos radical, pero muy importante en términos de acción de masas y de protagonismo indígena, de una reivindicación de la cosmovisión, del saber, de la capacidad política de la trama comunitaria, es decir de los comunitarios étnicamente distinguidos, presentándose a sí mismos como que no les falta nada. Porque es el mismo juego cómo la ideología dominante determina a las mujeres como a aquéllas a las que les falta algo y cómo les definen a los indios, son a los que les falta algo.

Así aparece esta radicalidad de lucha anticolonial de que los otros, los comunarios indígenas, se presentaran en los países por su propia cuenta y riesgo con sus propias palabras exponiendo sus ideas, etcétera, ha sido también una cosa muy importante que pasaron en estos últimos veinte y pico años. Entonces hay un nuevo momento de lucha anticolonial que luego queda capturado en la academia como las posturas decolonial, descoloniales y poscoloniales. Pero a mí lo que me gusta reivindicar es el carácter anticolonial de esas luchas protagonizadas por tramas comunitarias indígenas quechuas, aymaras, quichés… Porque ha sido de veras un parteaguas, el que se presenten los indios con voz, con práctica propia, no solo con cultura propia, con práctica política, con práctica productiva propia defendiendo eso. Y luego con una serie de problemas también. Pero eso es lo que hemos visto, olas de levantamiento en estos años.

Bueno, eso ha vuelto a revitalizar una dinámica anticolonial, y una perspectiva anticolonial que, insisto, queda documentada en esta constelación de posiciones en disputa, en su mayor parte protagonizadas por señores que compiten entre sí. Y sí, estoy hablando del señor Dussel, estoy hablando de los otros señores decoloniales famositos de las escuelas gringas, que además desconocen a otras mujeres que acompañaron esa lucha indígena desde hace muchísimos más años que contribuyeron a la feminización de esas teorías.

Luego otra feminista de la que abrevamos se llama Silvia Ribera Cusicanqui, Oprimidos, pero no vencidos es su libro más famoso, que está escrito hace muchos años. Sus investigaciones sobre las artesanas de La Paz, su fundación de una cátedra de historia…

Después hay –que creo que es importante- al menos en Argentina, toda una lectura muy en profundidad y muy interesante y no académica, del trabajo de Judith Butler. Toda la discusión contra lo binario, como los formatos lógicos del pensamiento patriarcal, lo queer, en fin. Pero ¿quiénes traen a Butler y, digamos, que la tejen en todo este sancochado? Son las feministas de la disidencia heterosexual que están en Argentina, que eran las que la conocían. Porque Butler se volvió en otras ciudades y en otros lugares una autora muy de élite. O sea, las muchachas jóvenes que estudiaban sus post-grados en feminismo, que es parte de la herencia de la lucha feminista capturada, que amplificó el marco, y ahora podemos estudiar esto, y está bien. Pero una cosa es estudiar y otra cosa es pelear. Por ejemplo para mí toda esta discusión de lo queer y tal era muy distante. Y yo tengo la impresión de que las compañeras argentinas han sido como el interface para poder conocer y nutrirnos de ese conjunto de ideas que son muy potentes en términos críticos, pero para ponerlos a circular y jugar en la pelea.

¿Y cuál es la pelea? Allí es la pelea por cómo vamos a articular, como vamos a acuerpar esta heterogeneidad. Y cómo vamos a pensar, ahora sí, desde la pluralidad. Y desde una pluralidad en lucha. Y hay muchas herramientas que vienen de ahí. Entonces sí, esto es sostener la llama del feminismo en lucha: algunas acompañando las luchas anticoloniales, acompañando el pensamiento sobre lo anticolonial en lucha y su significado, el significado de lo comunitario, impugnando el orden político, en fin, en todos estos campos. También estas teóricas de lo queer, de las disidencias, la crítica al patriarcado, otra vez. Se trata de convertirlo en alimento de la propia lucha, a través de la pelea de las argentinas. Eso está nutriendo.

Las españolas tienen un lugar en todo esto, pero cuál es. Bueno, sí se leen mucho, yo veo que hay realmente mucha identificación, sobre todo con las mujeres jóvenes. Lo vemos con el trabajo que hicieron Precarias a la Deriva. Y en particular todo este asunto de economía feminista, de Amaia Pérez Orozco, Cristina Vega, Silvia Gil. Ellas empujan una mirada. No son las fuentes principales, pero es parte de la literatura obligada para tejer, para entender.

Ahora, cada una de esas personas a su vez, jala sus autoras, y entonces pues hay una renovación rica, a mi manera de ver, del debate feminista. Porque estamos leyendo mucho, estamos estudiando mucho. A mí, por alguna serie de razones, desde hace mucho tiempo, tengo una especial predilección por aquellas feministas de la diferencia. Pueden estar acusadas de esencialistas, pueden ser tachadas de burguesas, pero qué listas, señoras. Qué crítica filosófica más de fondo. A mi eso me parece muy importante. Y esa veta, ¿qué nos da? Nos da esa importancia de la filosofía de la diferencia. Ellas plantean dos cosas: hacerse cargo de la diferencia sexual, no de la teoría de género, en la experiencia vital, por lo que cuando dicen diferencia sexual no están diciendo hombre/mujer, están diciendo diferencia sexual, allá donde esté hagámonos cargo. O sea que abre, no cierra. Y la otra cosa es que ponen la clave básica del feminismo siempre en el patriarcado, que cuando hace una diferencia, hace una jerarquía, y de lo que se trata es de desmontarla, romper el mecanismo que replica esa jerarquización. Y vamos a pensar tanto como necesitemos en términos de lucha. A mi me parecen que ellas nutren, pues me siento emparentada con ellas genealógicamente.

Así que con todo esto concluyo señalando que hay un debate potente porque muchas mujeres jóvenes están escribiendo. Y muchas mujeres jóvenes están diciendo cosas verdaderamente interesantes. Es un magnífico momento para vivir en América Latina, por más que estén pasando miles de desastres también, es un momento enérgico, es un momento vitalmente potente.

11/10/2019

Begoña Zabala forma parte de la redacción de viento sur

 

Fuente de la Información: https://vientosur.info/spip.php?article15271

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Los peligros del relato patriarcal

Por: Brenda Lozano

Estar encabronadas es nuestro derecho, como también lo es expresarlo. Esto no había pasado antes, esta es la potencia de lo que pasó y así es como resistimos en comunidad

El problema de los relatos oficiales y mediáticos es que son patriarcales. Este comienza el lunes 12 de agosto cuando un grupo de mujeres se manifiesta frente a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México para exigir el castigo de cuatro policías señalados por violar a una menor. El titular de la Secretaría baja de su oficina para calmar las aguas ante la prensa cuando un puñado de diamantina rosalo interrumpe ante las cámaras. Aquí no hay diálogo, dice enojado y diez policías lo escoltan de vuelta. La Procuradora General de Justicia también habla: «Los policías seguirán en sus cargos, hacen buen trabajo». La primera mujer jefa de Gobierno de la Ciudad de México electa dice: «El Gobierno de la Ciudad de México no caerá en la provocación». El 16 de agosto varios grupos de mujeres convocan para manifestarse en varios puntos del país y en la Glorieta de los Insurgentes en la Ciudad de México. Los medios se enfocan, como pasa en los relatos patriarcales, en el final de todo (el clímax del arco narrativo masculinista, la eyaculación): humo, unos cuantos vidrios rotos y las pintas en El Ángel. Siguen una buena cantidad de comentarios condenando los llamados actos vandálicos que pueden resumirse en este tuit de Elena Poniatowska: «La brutalidad y el destrozo jamás pueden estar ligados a la acción de la mujer.» Otras mujeres comentan en redes bajo el hashtag #EllasNoMeRepresentan. Doce horas después la estación de metrobús opera, El Ángel está cercado y las pintas ocultas. Fin del relato.

A los medios y al Gobierno les urge perspectiva de género. Y también le falta perspectiva de género a este relato que comienza el 3 de agosto cuando cuatro policías en el lapso de 15 minutos, entre la 1.45 y las dos de la mañana, violan a una menor de 17 años en Azcapotzalco. No es un caso aislado: se han documentado 10 casos de violencia sexual por parte de la policía en lo que va de este año. Y es parte de un problema más grande: cada cuatro segundos una mujer es violada en México. Entonces, ¿por qué no centramos la discusión en lo urgente que es hablar en sociedad sobre la violación? Este fue el origen de las dos manifestaciones y la razón de fondo que no debe disiparse con el ruido. Una pregunta, ¿qué procede con las violaciones a menores en el país? De cada 1.000 casos de abuso sexual, 100 se denuncian, 10 van a juicio y uno, acaso, resulta en una condena que puede ir de 8 a 20 años en prisión. Y, además de los términos jurídicos, ¿qué supone una violación? Que un hombre por medio de la violencia física o moral anula el consentimiento de su víctima. En otras palabras, se cree en posesión de su libertad. La violación es, sobre todo, un crimen de poder. Vamos a empujar un poco más con otra pregunta, ¿es consciente un violador de la gravedad de su acto, es consciente del daño, la vergüenza, la depresión, la culpa, la ansiedad, las secuelas en el autoestima, las consecuencias en las relaciones íntimas que puede tener un delito como el suyo? ¿Qué nos lleva como sociedad a que el violador anule estas implicaciones graves de su delito? En un país con números negros en violencia de género, en el que nueve mujeres al día son asesinadas por el único hecho de haber nacido mujeres, es un territorio muy extenso el de la violencia que se ha normalizado y algo que hacen los relatos patriarcales es justamente solaparlos, invisibilizarlos, alimentarlos: continuarlos. Las pintas violetas, verdes, amarillas, rosa fosforescentes en la victoria alada (Antonieta Rivas Mercado, de este lado del relato) es un pequeño mapa representativo de la situación: «México feminicida», «Amigas, se va a caer», «Estado feminicida», «Ni una menos», «Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio», «Violicía», «Por las que no volvieron», «Autodefensa ya», «Pelea como niña».

¿Por qué les resultó tan molesto que cientos de mujeres nos reuniéramos para manifestar que estamos indignadas por un caso impune de violación, la violencia con la que hemos crecido y los altos índices de feminicidios que vivimos día con día? Voy a invocar otra vez a Elena Poniatowska porque en el relato patriarcal (aunque sobre decirlo, en el que los personajes pueden ser hombres o mujeres) se resume bien: la desobediencia de las mujeres es mal vista porque se espera que seamos de tal o cual forma. Eso es precisamente, en todos los grados de la violencia, lo que tanto daño nos hace. Estar encabronadas es nuestro derecho, como también lo es expresarlo. Esto no había pasado antes, esta es la potencia de lo que pasó y así es como resistimos en comunidad. De hecho, esta ha sido una de las grandes aportaciones de los feminismos latinoamericanos, cuestionar esta construcción de género que nos ha impuesto el patriarcado. México y Argentina han tenido importantes pasos en el activismo feminista, la marea verde en Argentina y las actrices pronunciando discursos en el Parlamento con pañuelos verdes a favor de los derechos de las mujeres; en México hace poco el pronunciamiento de las actrices en los Arieles con los pañuelos rojos y el puño en alto en busca de perspectiva de género en el cine. En Latinoamérica y en España, mujeres de diversos gremios nos reunimos, hablamos con la urgencia de articularnos en contra de la violencia de género. «Mexicanas al glitter de guerra» es un grafiti verbal al himno nacional, que además de cambiar al género femenino intercambió la palabra «grito» por esa diamantina rosa que modificó la narrativa del secretario de seguridad. Ese gesto mínimo transformó la narrativa. La diamantina, ese elemento asociado con lo superficial, la fiesta, el maquillaje, lo bajo, se transformó en un símbolo de resistencia. En la segunda marcha con una mayor convocatoria hubo diversos grupos de mujeres con ideas muy distintas, pero todas marcharon en sororidad, respetándose unas a otras. Esto, la razón de unión y manifestación, es lo que debe trascender la coyuntura. Urge cambiar la narrativa de los relatos patriarcales. No, no queremos leer otra columna de alguien hablando de feminismo para limpiar su imagen, queremos que tenga prácticas feministas. No, no queremos leer otra novela ni ver otra película de un hombre seduciendo a una y otra mujer. No, no queremos ver series en las que solo haya puntos de vista masculinos o historias en las que las mujeres sean cosificadas. No queremos leer noticias que den prioridad al ruido, necesitamos que expongan por qué se rompieron vidrios y se hicieron las pintas, no solamente las imágenes de las pintas y los vidrios rotos. No, no necesitamos el mismo relato patriarcal con esta forma y ahora con esta otra forma: nos urge cambiar la narrativa.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/08/24/actualidad/1566662938_247832.html

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Argentina: #VotoFemenina. Un hecho que marcó la historia de lucha de las mujeres en el país.

Se cumplen 72 años de la ley del voto femenino en Argentina. Quiénes fueron las imprescindibles. Pasado y presente de un derecho que se convirtió en un hito de nuestra lucha.

Un día como hoy, pero de 1947, Eva Perón daba la noticia, desde la Plaza de Mayo, de la promulgación de la Ley 13.010, que once días después de su sanción en el recinto habilitaba el sufragio femenino en el país y, con ello, la participación de las mujeres en el Congreso, en las dos Cámaras.

Fue también la antesala del reconocimiento de otros derechos, como la patria potestad (1949) y el divorcio (1954), pero aunque se promulgó en 1947, las mujeres argentinas van a ejercer este derecho recién cuatro años después, en noviembre de 1951, cuando ya habían pasado 35 años de la sanción de la Ley Saenz Peña, que habilitaba a los varones nacidos en el país a ejercer este derecho desde los 18 años.

Según esa ley, de 1912, el voto era hasta ese momento «obligatorio», secreto y “universal”. Sin embargo, el sufragio estaba restringido a los varones y, salvo algunas excepciones, las mujeres tenían prohibido elegir cualquier cargo electoral.

La primera en votar, de hecho, fue Julieta Lanteri, el 26 de noviembre de 1911, cuando aún restaban 28 años de intensa lucha para conquistar que el Estado nos reconociera esta demanda. Julieta pudo votar después de varias presentaciones legales y varios intentos previos, pero eso no se extendió a todas las mujeres.

De hecho, luego de su gesto «arrebatado», se sancionó una ordenanza que prohibía explícitamente el voto de las mujeres, con el argumento que para empadronarse era necesario realizar el registro del servicio militar. Por eso, junto a muchas otras luchadoras, Julieta alzó su voz y ese grito colectivo fue mucho más allá.

La organización del Partido Feminista Nacional, que la llevaría a Julieta como candidata a diputada, es parte de esa historia. “En el parlamento, una banca me espera, llevadme a ella”, invitaba en los carteles que plasmaron su campaña en las calles.

Militantes del Partido Socialista en campaña electoral

Aunque estuvo dirigida a los varones y mujeres del país, y especialmente a la clase trabajadora, ella ya era la candidata de las mujeres y su plataforma ya proponía que “las obreras (pudieran) dejar de concurrir a las fábricas o talleres hasta los 30 días subsiguientes al alumbramiento, debiendo entre tanto guardarles el puesto”. También “un máximo de 6 horas de trabajo para las mujeres, jubilación y pensión para todos los obreros e igualdad salarial para mujeres y varones”, algo por lo que aun hoy seguimos luchando.

La conquista del derecho al voto femenino, durante el gobierno peronista, quedó por eso popularmente asociada a la figura de Eva Perón, quien fue la encargada de anunciar, en 1947, el reconocimiento a esta demanda. Sin embargo, la historia da enormes testimonios de organización y de lucha de las militantes socialistas y feministas, mucho tiempo antes, en Argentina y en el mundo, para arrancar este derecho.

El nombre de Julieta Lantieri solo es uno, porque desde principios del siglo XX, militantes feministas y socialistas participaron en común de la lucha por la conquista de éste y otros derechos civiles y laborales, como las condiciones de trabajo de las mujeres, el derecho al divorcio, o contra la injerencia de la Iglesia en la vida privada.

Junto a ella, estuvo por ejemplo Alicia Moreau de Justo, con quien Julieta fundó el Centro Feminista, una de las primeras organizaciones que lucharon abiertamente por los derechos de las mujeres. Alicia, de hecho, fue autora de uno de los primeros proyectos que exigían este derecho, y por eso también fue crítica de la ley que finalmente, después de muchos años, se sancionó bajo el peronismo.

Fuente de la Información: http://www.laizquierdadiario.com/VotoFemenino-un-hecho-que-marco-la-historia-de-lucha-de-las-mujeres-en-el-pais

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