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Libro: Feminismo Urgente. A Despatriarcar. (PDF)

Por: María Galindo

‘Nos pueden robar los términos y las categorías, pero no nos pueden robar las prácticas políticas” me dijo una amiga feminista.

Escribo este libro para reclamar la autoría de la propuesta de despatriarcalización que nació de mi mano y en el contexto del proceso constituyente boliviano, pero aclaro, al mismo tiempo, que no es una cita al pie de la cual figure mi nombre lo que reclamo.

Escribo este libro por el desperdicio, la confusión y la desfiguración que se está haciendo desde los y las burócratas del gobierno de Evo Morales, desde los organismos internacionales y desde las oenegés, del término y de la propuesta. Se han agarrado a la despatriarcalización como bandera, banalizándola y usándola, en realidad, como camuflaje de una política simplemente liberal, continuista y repetitiva

de otorgación retórica de derechos para las mujeres. No me siento orgullosa de que eso se esté haciendo con una propuesta mía, tampoco me siento víctima del abuso de poder y del abuso de propaganda donde la despatriarcalización se ha convertido en un apellido que se le pone a cualquier cosa para sonar novedoso. Entiendo esta rapiña como una prueba de la pobreza de pensamiento dentro del Estado y dentro de las oenegés y de la necesidad, por lo tanto, de apropiarse a como dé lugar de lo que se produce por fuera de sus tramas institucionales.

Sin embargo, no es simplemente “la rapiña” lo preocupante porque no responde únicamente a la necesidad de decorar sus monótonos discursos, no sólo estamos frente a la desesperación fruto de la pobreza de ideas para enfrentar la realidad, sino a la necesidad, al fin de cuentas, de neutralizar la fuerza contestataria de las luchas feministas.

La teoría es un instrumento fundamental de la lucha. El horizonte hacia dónde queremos ir y la capacidad de nombrar ese horizonte es algo precioso e impres- cindible; apropiarse del término es, de alguna mane- ra, apropiarse del horizonte para supuestamente ser los protagonistas de esta lucha. Apropiarse de la teo- ría es apropiarse de la fuerza conceptual y argumen- tativa de un movimiento.

Lo que en esta rapiña juega a nuestro favor es la ta- radez de “la institución” en sí misma. La incapacidad institucional, ya sea que hablemos del Estado o de las oenegés de poner realmente en circulación ideas y discusiones ideológicas. Ni el Estado, ni las oene- gés han sido, en ninguna etapa histórica, lugares de pensamiento; en todo caso podríamos decir que han tenido la virtud de ser una especie de lápidas del pen- samiento. Ninguna idea ha crecido dentro del Estado ni de las oenegés; las ideas, los debates y las meto- dologías han nacido siempre por fuera de las tramas institucionales. Para quienes nos leen desde fuera de Bolivia y creen que Evo Morales es un redentor por- que es indígena, cabe decir que a este gobierno le pasa en cuestión de propuestas, discusión ideológica y teoría, exactamente lo mismo que a cualquier otro, porque la estructura estatal ya se ha devorado, en poco tiempo, todo el afán transformador con el que sedujeron al mundo.

Muchos y muchas, ingenuamente, consideran que el momento en el que un Estado, un gobierno, un orga- nismo internacional o una institucionalidad empiezan a utilizar esas ideas y ese léxico, es cuando el proceso de florecimiento e influencia se ha activado. Yo consi- dero que más bien se trata, y específicamente de cara a la propuesta de despatriarcalización, de un intento por neutralizar y secuestrar su fuerza subversiva. So- mos protagonistas de una transformación social en la que no necesitamos del Estado, ni como legitimador, ni como intermediario de nuestras propuestas. Es eso lo que nos hace más peligrosas, más libres y menos controlables.

Pongo en este ensayo, a consideración de ustedes, la tesis de la despatriarcalización en el contexto de la descolonización, para ello la ubico en el contexto de los feminismos a nivel internacional y en el contexto de sus posibilidades y alcances transformadores. Advierto que el texto es contradictorio, he decidido dejarlo así porque es la contradicción lo que estamos habitando. Aunque es la despatriarcalización el objeto de este texto, el lugar que ocupamos hoy es el de la contradicción entre la asimilación al patriarcado o la despatriarcalización.

Descargar el libro completo aquí: http://mujerescreando.org/wp-content/uploads/2021/04/000-208-Despatriarcalizacion-Lavaca-INTERIOR.pdf

*http://mujerescreando.org

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Otros mapas de conflictos sindicales: luchas feministas en los márgenes del trabajo

Los conflictos y las luchas que en los últimos años han protagonizado mujeres sometidas a formas extremas de discriminación y explotación laboral sitúan en las condiciones materiales para la vida un eje clave de su acción política. Los procesos que han puesto en pie para confrontar esa explotación forman parte del entramado de luchas que los feminismos han desplegado en este ciclo. Las aportaciones de estas mujeres en lucha desafían los enfoques feministas que no incorporan la interseccionalidad en sus análisis y muestran la existencia de otros sindicalismos posibles: aquellos que organizan a sectores laborales y productivos tradicionalmente excluidos, incorporando sus necesidades y demandas al análisis del mercado de trabajo y del modelo económico.

Lo que desde diferentes sectores del feminismo estamos denominando sindicalismo feminista-feminismo sindicalista (con este doble recorrido) no es una práctica puntual. Es la forma en la que muchas mujeres, en torno a la precariedad de sus vidas, se autoorganizan para garantizar sus condiciones materiales de existencia y las de sus familias. Muchas experiencias y conflictos colectivos protagonizados por mujeres organizadas amplían lo que entendemos por sindicalismo y cómo se practica. Ejemplos de ello son las trabajadoras agrupadas en la Asociación de Jornaleras de Huelva en Lucha, las kellys, las trabajadoras sexuales, las riders, las trabajadoras domésticas o las trabajadoras a domicilio. Como señalan desde la asociación Territorio Doméstico: “Tal y como lo vamos construyendo entre nosotras (…) [este nuevo sindicalismo] aúna formas de organización colectiva del llamado sindicalismo social y del origen político del sindicalismo obrero”.

Por un trabajo con derechos, por vidas dignas más allá del trabajo
Todas las experiencias que podemos englobar bajo el paraguas del feminismo sindicalista tienen claro que la exigencia del reconocimiento pleno de derechos laborales, frente a la explotación a las que nos somete el capital, debe ir claramente ligada a la batalla por disociar la condición de ciudadanía (y las condiciones materiales que la posibilitan) de la tenencia o no de un empleo. A partir de este enfoque, se organizan e impulsan alianzas por la defensa de los servicios públicos, los sistemas de rentas garantizadas, el derecho a una vivienda, el fortalecimiento del tejido comunitario, las luchas contra las violencias o por el derecho al aborto. Si, como defienden los feminismos, hablamos de construir vidas dignas y sin precariedad, estas reivindicaciones están ligadas y son inseparables de la lucha por sus derechos laborales.

Esta forma de plantear los conflictos sindicales más allá de lo laboral y desde una perspectiva interseccional se enmarca en un amplio y sólido enfoque teórico y crítico, generado desde las propias luchas y prácticas. Además, la economía feminista ha profundizado mucho sobre estas cuestiones a través de experiencias de investigación-acción militante como Precarias a la Deriva, La Laboratoria y el trabajo de otras muchas compañeras como Cristina CarrascoAmaia Pérez OrozcoSilvia FedericiSigrid Bazán o Luci Cavalleropor nombrar solo algunas.

Los análisis críticos desde el feminismo incorporan la dimensión de la reproducción social a los análisis sobre el neoliberalismo, llaman la atención sobre la necesidad de articular todo lo relativo a las condiciones para una vida digna, no solo el empleo. Conectan la precariedad laboral con cuestiones como la flexibilización de los tiempos y espacios del trabajo; el recorte de los salarios o la ausencia del mismo; la pérdida de derechos y la ausencia de regulación en algunos sectores (de la que se desprende, por ejemplo, la ambigüedad del vínculo entre quienes emplean y quienes son empleadas) o la racialización del trabajo, entendida como la relación de las condiciones laborales con la situación administrativa de la persona trabajadora, como sucede en el caso de las trabajadoras de hogar y de las jornaleras contratadas en Marruecos que trabajan en los campos de Huelva.

El desarrollo del neoliberalismo y el proceso de acumulación de riqueza necesario para ello han convertido en un elemento estructural la precarización del empleo, particularmente de las mujeres, jóvenes y personas migrantes, reduciendo muchos trabajos esenciales para la reproducción de la vida a nichos de trabajos sin derechos. Cuando un trabajo se feminiza y se racializa, se normaliza la degradación de sus condiciones laborales, su reconocimiento social y la devaluación de sus salarios. Este proceso se origina en la división sexual del trabajo y en las lógicas coloniales y extractivistas, tan imbricadas en los mecanismos de explotación capitalista. Se asienta sobre los roles y estereotipos de género que históricamente se asocian a las mujeres, como cuidar, sanar, alimentar, limpiar o ejercer tareas de sostén emocional y relacional. De esta manera, la economía se construye sobre la explotación y, a la vez, sobre la negación de la relevancia económica y social del trabajo de las mujeres y de todas las tareas asociadas a lo femenino, utilizando como patrón de normalidad económica lo masculino, blanco y eurocéntrico. A estos elementos podemos sumar los procesos de privatización de los servicios públicos y la pérdida de derechos sociales.

Cuando el trabajo no se considera trabajo
En general, el trabajo que no parece trabajo es aquel que llevan a cabo las mujeres, mujeres racializadas y disidencias. Las formas de explotación en tiempos de neoliberalismo nos muestran un nuevo mapa de los conflictos abiertos y nos plantean algunas preguntas para las que aún no tenemos respuestas completas. ¿Qué pasa cuando el jefe no es visible o es una aplicación, como en el caso de las riders? ¿Cómo organizarse cuando no hay centro de trabajo? ¿O cuando tu puesto de trabajo es un domicilio particular, como les sucede a las trabajadoras del hogar? ¿Cómo defender derechos cuando ni siquiera se nos reconoce como trabajadoras, como reclaman las trabajadoras sexuales y las trabajadoras migrantes en situación administrativa irregular?

Las trabajadoras del hogar ponen voz a un aspecto común: la falta de reconocimiento social de su trabajo y la ausencia de derechos que eso implica. Las cadenas globales de cuidados, apuntaladas por la ley de extranjería, que lleva a que la mayoría de las trabajadoras del hogar sean mujeres migrantes sin derechos, son un elemento estructural para entender el engranaje del trabajo de hogar y de cuidados. Amaia Pérez Orozco las define como “cadenas de dimensiones transnacionales que se conforman con el objetivo de sostener cotidianamente la vida y en las que en los hogares se transfieren trabajos de cuidados de unos a otros en base a ejes de poder” 1/. Este sector de trabajadoras está sujeto a un régimen especial dentro del régimen general de la Seguridad Social y vienen protagonizando una lucha tenaz para lograr los mismos derechos que el resto de trabajadores y trabajadoras. Junto con las kellys, las trabajadoras de residencias o el Servicio de Ayuda a Domicilio pelean por el reconocimiento de la dignidad de su trabajo.

Las y los riders extienden su lucha más allá de lo sectorial planteando la necesidad de un cambio de modelo económico 

Otro grupo de trabajadoras sin plenos derechos y la correspondiente ausencia de reconocimiento son las trabajadoras sexuales. De hecho, a las mujeres que ejercen la prostitución se les ha privado, en plena pandemia, de la posibilidad de acogerse al Ingreso Mínimo Vital. Más allá de lo que esto supone en la lucha por la supervivencia, es un ejemplo más de la imposibilidad de acceder a derechos de ciudadanía si no hay un reconocimiento de su condición de trabajadoras.

La Asociación de Jornaleras de Huelva en Lucha (2022), ejemplo de lucha y de puesta en práctica de otras formas de sindicalismo feminista, antirracista y ecologista, plantea lo siguiente: 

Los tiempos han cambiado y en los sectores más empobrecidos, cada día más precarizados, en los que tenemos compañerxs que ni siquiera son reconocidxs como ciudadanxs, resulta imposible organizarse a través de afiliaciones (cuotas de las propias personas trabajadoras), por lo que reinventar el sindicalismo se hace prioritario. Reinventarlo de arriba abajo o, mejor dicho, desde abajo hacia arriba.

Podemos extraer muchos aprendizajes y claves de estas luchas. Una muy relevante surge de la denuncia que las riders hacen del proceso de uberización de la fuerza de trabajo en el marco de la economía de plataforma, maquillado a través de un lenguaje neoliberal que encubre la verdadera relación laboral con discursos de libertad, flexibilidad y sé tu propio jefe. La inexistencia de centros de trabajo (llamados centroides en esta neolengua), que al despido se le llame desconexión o la organización de los tiempos de trabajo a través de algoritmos que, al mismo tiempo, no se registran e impiden garantizar el cumplimiento del convenio, son elementos que complejizan la organización de las trabajadoras. Las y los riders extienden su lucha más allá de lo sectorial planteando la necesidad de un cambio de modelo económico que garantice derechos a todas las personas.

Juntas y diversas: el enfoque y la práctica feminista para cambiarlo todo
Sabemos que nuestras vidas y problemáticas son diversas. Las violencias se superponen y, por lo tanto, es absolutamente imprescindible una mirada interseccional para generar transformaciones reales y hacer propuestas útiles para la vida de las mujeres y del conjunto de la población. La interseccionalidad de opresiones, como herramienta de análisis que desarrolla el feminismo, permite ampliar y complejizar la realidad concreta de las mujeres, generar transformaciones reales y hacer propuestas útiles para el conjunto de la población. El género, pero también el color de nuestra piel, nuestra situación administrativa, el número de ceros en nuestra nómina (si es que tenemos), nuestra orientación sexual o identidad, si tenemos una vivienda o no, determinan las condiciones del acceso al empleo y a derechos y, por lo tanto, jerarquizan unas vidas sobre otras. Por eso, estamos fuertemente convencidas de que las prácticas feministas y sindicalistas deben adaptarse al contexto, apostar por la construcción de alianzas y entender que los sujetos que protagonizan las luchas no se delimitan en un congreso o un paper académico. Se construyen en los procesos que ponemos en pie a través de la práctica, con diálogo y debate. Estando juntas y siendo cada vez más.

Sin las violencias que genera la ley de extranjería, no se puede entender hoy una gran parte de las dinámicas de exclusión y explotación provocadas por sectores económicos que asientan sus beneficios en las condiciones de semiesclavitud que, fruto de las políticas de fronteras, deben aceptar las personas que migran. Entender cómo el racismo institucional atraviesa la vida y las condiciones de empleo de muchas trabajadoras y cómo distribuye el mercado laboral es fundamental para construir feminismos y sindicalismos que pretendan ser verdaderamente transformadores y emancipadores. Como señala Pastora Filigrana: “Mientras haya bolsa de personas en pobreza sin papeles ninguna lucha sindical va a llegar a buen puerto porque siempre tendrán una mano de obra barata y con miedo y explotable con la que intercambiarnos si protestamos”.

Las denuncias de abusos sexuales en Huelva en 2018, interpuestas por un grupo de jornaleras del campo, marroquíes en su gran mayoría, son otro ejemplo de lucha interseccional. Interpelaron directamente a la Administración y a los sindicatos ante el abandono e invisibilización de su proceso, así como al movimiento feminista que había clamado en las calles contra la justicia patriarcal frente a la sentencia del juicio de la manada. Nuevamente recurrimos a la Asociación de Jornaleras de Huelva en Lucha para entender cómo actúa la dimensión de clase, de género y de raza en la violencia que se ejerce contra ellas. Ana Pinto, trabajadora del campo y activista de esta asociación, señala: “En Huelva se da toda la explotación posible: racismo (con la explotación de personas migrantes), machismo y destrucción del medio ambiente”. “Todas las vertientes del sistema neoliberal en una comarca”, dice la abogada Pastora Filigrana.

La condición de trabajos esenciales (aquellos sin los cuales es imposible el funcionamiento de la sociedad y la vida de las personas) ha sido un tema recurrente al calor de la crisis generada por la covid-19. Aunque las trabajadoras del sector del hogar y los cuidados llevan años “politizando las ollas, las calles y los delantales”, como señalan nuestras compañeras de Territorio Doméstico (Pimentel et al., 2021), y poniendo encima de la mesa la necesidad de reconocimiento y de derechos laborales, la escasa cobertura social durante la crisis de la pandemia en muchos sectores laborales feminizados demostró los límites de muchas de las llamadas políticas públicas de igualdad. Muchas mujeres, como las trabajadoras domésticas o las trabajadoras sexuales, quedaron fuera de los sistemas de protección que se desplegaron.

Como apuntó Kathi Weeks (2022), así como el marxismo concibió al proletariado industrial como clase revolucionaria capaz de crear un mundo nuevo, los feminismos entienden que, en las formas feminizadas de trabajo (y racializadas, añadimos nosotras), marginadas a la vez que fundamentales para los procesos de valorización capitalista, hay muchas claves para generar experiencias de organización que construyan una colectividad política feminista y anticapitalista, cuyo fin último sea la transformación radical, entre otras, de las instituciones del trabajo y de la familia, como elementos que estructuran el actual orden económico y social.

Si nosotras paramos, se para el mundo. Lo que las huelgas feministas nos enseñaron
Las huelgas feministas internacionales de 2018 y 2019, articuladas en torno a cuatro dimensiones de la actividad y la vida de las mujeres –laboral, estudiantil, cuidados y consumo– son un hito importantísimo para entender el desarrollo de estas formas de hacer y de luchar por los derechos a las que nos venimos refiriendo. En el proceso se elaboró un potente argumentario que ha construido la base de todo el histórico ciclo de movilizaciones feministas de los últimos años. Se asentaron marcos políticos y discursivos que venían de lejos y que impulsaron, en el plano estratégico y organizativo, los movimientos feministas.

Los procesos colectivos de las huelgas fueron un catalizador del hartazgo de muchas mujeres y una propuesta renovadora sobre dos conceptos claves del sindicalismo: trabajo y huelga. El feminismo siempre ha denunciado las limitaciones de la idea tradicional de trabajo porque deja fuera muchas actividades centrales para la economía y la vida que realizan mayoritariamente las mujeres. Las huelgas visibilizaron la necesidad de dinamitar la distinción, en cuanto a reconocimiento y derechos, entre lo que se ha considerado la esfera pública, la de la producción, y la privada, de la reproducción. Si se diferencia trabajo de empleo, el trabajo deja de ser algo específico del ámbito de la producción y se amplía al ámbito de la reproducción social (que incluye los trabajos de cuidados). Estos procesos de movilizaciones feministas pusieron sobre el tapete la realidad de las condiciones laborales y vitales de muchas mujeres, construyendo un mapa propio de conflictos y luchas. La ampliación del concepto de huelga contribuyó a visibilizar algunas de las cuestiones que se venían señalando desde hacía tiempo, recalcando la centralidad de los cuidados y la dimensión económica y social de los mismos.

La ampliación del concepto de huelga contribuyó a visibilizar la centralidad de los cuidados y la dimensión económica y social de los mismos

Las huelgas feministas, que tuvieron un rico recorrido, un contenido trabajado y que dibujaron el horizonte transformador más potente de los últimos años, también nos señalaron algunas paradojas que han abierto importantes y fructíferos debates. Un ejemplo muy evidente fue la dificultad de muchas mujeres que, sintiéndose interpeladas y habiendo participado del proceso, no pudieron secundar la huelga. Cuando cada vez necesitamos hacer más cosas para cobrar lo mismo, cuando de tu puesto de trabajo depende que una persona mayor o una menor sea atendida, cuando no tienes papeles y trabajas sin contrato, el derecho a la huelga, una histórica conquista que le debemos al movimiento obrero, se convierte en un imposible.

Las huelgas fueron sin embargo una experiencia de todas, de las que pararon todo el día o de las que se sumaron desde sus puestos a la manifestación, de las que estaban internas y de las que salían a aplaudir el paso de las compañeras desde sus puestos precarios. Fueron muchas luchas que se articularon bajo una idea potente: si las mujeres paramos, se para el mundo. Con esta idea, las feministas visibilizamos que hay trabajos que no se pueden detener incluso cuando todo lo demás para. Así se ha evidenciado durante la pandemia. La mayoría de estos trabajos y los más precarios los realizan mujeres, especialmente aquellas con menos derechos reconocidos, como son las migrantes y racializadas. Son las últimas de una cadena en la que todas las demás estamos insertas.

El feminismo sindicalista como lugar de resistencia y transformación
Las experiencias del sindicalismo feminista de los últimos años han tenido y tienen un papel inspirador y central en las luchas que los feminismos autónomos y populares han desplegado en este ciclo histórico de movilizaciones feministas. Componen nuevas formas de organización sindical y feminista, cuyas expresiones van mucho más allá de las que hemos podido referenciar en este artículo. No son solo prácticas puntuales, sino también propuestas de autoorganización, de un sindicalismo de base con tramas de apoyo mutuo.

Estas experiencias de feminismo sindicalista están impregnadas de los lenguajes y los modos de hacer de los feminismos de base y de otros movimientos populares (el asamblearismo, la construcción de consensos, el apoyo mutuo). Se nutren también de herramientas tradicionalmente asociadas al sindicalismo, como las huelgas o las cajas de resistencia. Haciendo honor a la mejor tradición disidente de la que forma parte el feminismo autónomo, las hacen suyas, las modifican, las amplían, las reinventan. Articulan un espacio de lucha y de pensamiento que pone el foco en las costuras del sistema económico y productivo, encarnadas en los cuerpos y las vidas de las mujeres, especialmente de las migrantes y racializadas.

Las resistencias primero, y las reticencias después, de los sindicatos mayoritarios frente a la propuesta de huelga feminista evidenciaron en gran medida su incomprensión del alcance de la propuesta feminista y las dificultades que arrastran para incorporar a diversos sectores laborales feminizados y precarios. Esto se debe, por una parte, al concepto de trabajo en el contexto histórico actual: las relaciones productivas, quién o quiénes componen el sujeto de la clase obrera, cómo se construye este y qué validez se da a ciertos conflictos. Pero, por otra parte, se debe a su incapacidad o falta de voluntad para atender las exigencias que expresan algunos colectivos de trabajadoras y para abrir la participación en estructuras que están fuertemente jerarquizadas. Esto ha hecho que tanto las jornaleras como las trabajadoras de hogar hayan expuesto la urgencia por establecer nuevas formas de participación y diálogo en los procesos de negociación de convenios, ya que por ley son los sindicatos los que se sientan en las mesas de negociación. En ocasiones, la confrontación con algunos sindicatos ha sido manifiesta, como lo ha sido también el apoyo de organizaciones sindicales de base con protagonismo femenino y feminista que llevan esto a la práctica. Como dice Ana Pinto, de la Asociación de Jornaleras de Huelva en Lucha:

Hemos tenido que aprender sindicalismo sobre la marcha y crear muchas redes para lograr condiciones de vida y trabajo dignas para la clase jornalera (…). Luchamos por cambiar las condiciones de trabajo y de vida de todas las temporeras, para conseguir derechos para todas porque es de justicia y para enfrentar la estrategia patronal del divide y vencerás.

Como se señala desde el colectivo La Laboratoria, que organizó las jornadas “El feminismo sindicalista que viene” (2022): 

Las mujeres, las lesbianas, las trans y todas las que desacatan los ordenamientos patriarcales del género sabemos bien que violencia, extractivismo y explotación no pueden leerse por separado, se anudan siempre de modos complejos, colocándonos una y otra vez al límite, usurpando nuestras energías vitales. Un sindicalismo de nuevo tipo, con claro protagonismo femenino, está emergiendo en estos anudamientos, mezclándolo todo e inventando nuevos modos de plantear el conflicto, pero también nuevas estrategias de autoprotección entre nosotras.

Los feminismos sindicalistas son lugares de resistencia y contestación. Espacios desde los que se van construyendo alternativas a través de sujetos políticos que no siempre han sido reconocidos y nuevas formas de organización sindical. Abren también nuevas preguntas y provocan una rica deliberación sobre las posibilidades y límites de la actual organización y ética del trabajo. 

Vivimos un momento de fragmentación y creciente desánimo, pero creemos que el feminismo, en alianza con otras luchas y movimientos, sigue siendo nuestra mejor herramienta para cambiarlo todo. Como señala Ángela Davis 2/: “El feminismo no es solo una estrategia para superar la opresión basada en el género, sino también contra el racismo, el fascismo, el materialismo o la opresión económica”.

Julia Tabernero Sierra es socióloga y forma parte, entre otros espacios, del movimiento de vivienda y del colectivo Feministas en Acción.
Justa Montero Corominas pertenece a la Asamblea Feminista, Feministas en Acción y La Laboratoria, forma parte del Consejo Asesor de viento surEva Muñoz Moreno es activista feminista y participa en varios colectivos como Feministas en Acción, la Asamblea feminista por un Empleo de Hogar con Derechos y la Comisión 8 de Marzo de Madrid

Notas:

1/https://trainingcenter.unwomen.org/instraw-library/2009-R-MIG-GLO-GLO-SP.pdf

2/ Davis, Angela (2018). Intervención en las jornadas “Mujeres contra la impunidad”, Asociación de Mujeres de Guatemala, 10/2018 (accesible en https://www.publico.es/sociedad/angela-davis-feminismo-arma-potente-luchar-racismo-fascismo.html )

Referencias

Asociación de Jornaleras de Huelva en Lucha (2022) “Informe Jurídico Brigada de Observación” (accesible en -https://jornalerasenlucha.org/wp-content/uploads/2021/02/InformeJuridicoBrigadaDeObservacion-JornalerasDeHuelvaEnLucha.pdf).

La Laboratoria (2022) “El feminismo sindicalista que viene” (accesible en https://m.facebook.com/La-Laboratoria-103301798092312/videos/nuria-soto-el-feminismosindicalista-que-viene/411876339918767/?__so__=permalink&__rv__=related_videos&locale=ne_NP ).

Pimentel Lara, Rafaela; Cisneros Sánchez, Constanza; Caballero Richard, Amelia; Rojo Delgado, Ana (2021) Biosindicalismo desde los territorios domésticos. Nuestros reclamos y nuestra manera de hacer (accesible en Laboratoria.red/publicación/biosindicalismo-desde-los-territorios-domésticos ).

Weeks, Kathi (2020) El problema del trabajo. Madrid: Traficantes de Sueños.

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Mujeres palestinas: organización y lucha frente las violencias

Por: Enric Llopis

Sheikh Jarrah. En este barrio de Jerusalén Oriental, familias palestinas resisten al desalojo forzoso de sus hogares y la expansión de los asentamientos por parte de los colonos israelíes.

En mayo y ante las protestas por el riesgo inminente de expulsión (tras la resolución de un tribunal israelí), las fuerzas de seguridad de Israel perpetraron “arrestos arbitrarios de manifestantes pacíficos, uso de fuerza excesiva y uso arbitrario de granadas sonoras y paralizantes así como de cañones de agua fétida contra manifestantes y viviendas en Sheikh Jarrah”, informó Amnistía Internacional.

La UNRWA alertó en esas fechas de que cerca de mil palestinos –la mitad de ellos menores- estaban en riesgo de desalojo por la fuerza en todo Jerusalén Este (en Seikh Jarrah eran 75 las personas amenazadas por los desplazamientos forzosos).

Los hechos se destacaron en el acto sobre Resistencias de las mujeres palestinas frente a las violencias múltiples, organizado por la ONG Alianza por la Solidaridad y el movimiento BDS-País Valencià en la Facultad de Geografía e Historia de la Universitat de València (en 2015 la Facultad de Historia se adhirió a la Campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones contra la ocupación israelí).

Alianza por la Solidaridad forma parte de la plataforma AIDA, que agrupa a 80 ONG internacionales. En octubre la Red denunció que el Ministerio de Defensa de Israel calificara de “terroristas” a seis organizaciones palestinas que trabajan en los territorios ocupados.

Las “acusaciones falsas”, critica AIDA, han sido vertidas contra Addameer; Al-Haq; Defense For Children International-Palestina; Unión de Comités de Trabajo Agrícola; Centro Bisan por la Investigación y el Desarrollo; y la Unión de los Comités de Mujeres Palestinas (por ejemplo Addameer señaló en 2017 que –en los últimos 45 años- 10.000 mujeres palestinas habían sido arrestadas y/o detenidas bajo órdenes militares de Israel).

En septiembre Alianza por la Solidaridad, como parte de la federación ActionAid, se sumó a Al-Haq en la convocatoria de una Audiencia pública virtual para denunciar la violación de las leyes humanitarias internacionales por parte de Israel: “Ha incumplido más de 40 resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y más de 100 resoluciones de la Asamblea General”.

Los debates de la Audiencia estuvieron moderados por la periodista, activista y exportavoz de la Autoridad Palestina, Nour Odeh. Hablaron testigos y se aportaron testimonios sobre la detención indefinida de menores,  así como de la brutalidad policial; los desplazamientos étnicos forzosos (por activista en el barrio de Sheikh Jarrah); ataques a la libertad de prensa; violaciones del derecho a la sanidad; y confiscación de las tierras y los recursos naturales, entre otros puntos

Por otra parte, Alianza por la Solidaridad trabaja junto a la ONG palestina Union of Health Work Committees (UHWC) con una clínica móvil en la Franja de Gaza. La página Web destaca que 467 mujeres en un mes han recibido servicios de exámenes clínicos, análisis de sangre, medicamentos o suplementos nutricionales (por ejemplo para aumentar la hemoglobina de mujeres con anemia).

En un contexto de pandemia, confinamientos, penuria, cortes de electricidad y 14 años de bloqueo israelí, Alianza por la Solidaridad alertó en octubre de 2020 de un incremento de la violencia de género en Gaza; la clínica móvil proporcionaba atención jurídica y psicológica a mujeres víctimas, que se añadían a los servicios en materia de salud sexual y reproductiva.

Documentales como Condenadas en Gaza, de las periodistas Beatriz Lecumberri y Ana Alba, dan cuenta de las barreras que afrontan las gazatíes con cáncer. Estrenada en mayo, la película tiene como protagonistas a cinco mujeres enfermas -Nivín, Hajar, Imán, Nisrín y Aisha-; aborda sus dificultades para lograr un permiso de salida y un tratamiento adecuado por el bloqueo de Israel. Estas mujeres son víctimas, asimismo, de la discriminación en Gaza: “Cuando una gazatí tiene cáncer de pecho, corre el riesgo de ser vista como una mujer incompleta y deforme”, explican las autoras del documental.

En el acto de la Facultad de Historia de Valencia participó Tere, activista del BDS-País Valencià. Explicó la iniciativa de solidaridad internacionalista Brigada Feminista per Palestina, que en agosto de 2016 –durante tres semanas- se materializó en los territorios ocupados.

El objetivo de la Brigada autogestionada era “tejer resistencias” con las luchas de las mujeres palestinas, hacer visible el apartheid y romper el “bloqueo informativo”. Participaron 15 activistas feministas de base del País Valencià-Països catalans, organizadas en asamblea desde una triple perspectiva: anticolonialista, antiimperialista y despatriarcalizadora.

En un blog detallaron las experiencias compartidas con cerca de 30 organizaciones palestinas como Assiwar, que apoya a mujeres víctimas de la violencia sexual; Aswat, entre cuyos fines está el empoderamiento LBTQI; la Union of Palestinian Women’s Committees (UPWC); Health Work Committee (HWC), centrada en los trabajos de salud y desarrollo; o Addameer, de respaldo a personas palestinas presas. Además, la estancia en la ciudad vieja de Nablus les ayudó a romper tópicos sobre la sociedad árabe; y en Hebrón, constataron el incremento de los asentamientos de los colonos y la presencia los checkpoints israelíes.

Fruto de su experiencia, la Brigada Feminista per Palestina presentó en 2018 el documental Aquesta lluita és per la vida, de 74 minutos y en el que participaron 25 mujeres. Incluye testimonios como el de la activista Manal Tamimi, sobre los años de resistencia pacífica en el poblado de Nabi Saleh, de 600 habitantes: “En 2009 los colonos confiscaron una fuente de agua debajo del valle; construyen el asentamiento siempre en la cima y se apropian de la vertiente entera, también de los campos de olivar”.

En la represión, las fuerzas de seguridad israelíes “utilizaron armas de diferentes características y cinco tipos de gases lacrimógenos, incluyendo fósforo blanco o gas nervioso”, explica Tamimi. Asimismo la brigada feminista diseñó la exposición fotográfica Palestina on existir és resistir.

El 29 de noviembre se celebra –desde 1977- el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, fecha designada por Naciones Unidas. Por este motivo, el BDS-País Valencià ha organizado el 27 de noviembre una jornada solidaria en Valencia, en colaboración con la iniciativa artística Pinta’m la llengua; el sindicat de barri del Cabanyal; el proyecto Cabanyal Horta y el espacio cultural La Salà.

Además de la pintada colectiva de un mural, con el artista Elías Taño, y un coloquio-debate (“¿Qué puedes hacer para dar apoyo a Palestina?”), está prevista la plantación de un olivo con lectura de poesías; y un concierto con el cantaor  Pep Gimeno “Botifarra” y el músico magrebí Ahmed Touzani.

En la jornada del BDS-País Valencià se proyectará el documental de 37 minutos Hijas de la Nakba, dirigido por Estela Falastín, estrenado en 2019 y protagonizado por ocho mujeres (la Nakba – “desastre” en árabe- designa la limpieza étnica y expulsión de sus territorios de más de 750.000 palestinos, en coincidencia con la fundación –en 1948- del Estado de Israel).

En el cartel de la convocatoria, el BDS-País Valencià reivindica la libertad de la cooperante Juana Ruiz Sánchez, de 63 años, detenida el pasado 13 de abril por soldados israelíes en su casa familiar, en la localidad de Beith Sahur (cerca de Belén). Fue interrogada y encarcelada. Juana Ruiz reside en los territorios ocupados desde hace más de tres décadas y trabajaba como coordinadora de proyectos en la ONG palestina Health Work Committees (HWC). El 10 de noviembre la trabajadora humanitaria fue condenada por un tribunal militar israelí.

Mientras, el movimiento BDS continúa logrando adhesiones. El 31 de octubre informó en las redes sociales de que se sumaban a la Campaña Artistes Lliures d’Apartheid Israelià (ALAI) Elías Taño; Anaïs Florin, GMMGNRA y el grupo musical Los Chikos del Maíz, entre otros.

Fuente: https://rebelion.org/mujeres-palestinas-organizacion-y-lucha-frente-las-violencias/

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Argentina: Absolución de Luz Aimé Díaz, presa por transgénero y migrante

Luz Aimé Díaz, una chica migrante federal, que escapaba de tanta violencia y tanta saña de su provincia natal, termina siendo acusada de un delito que no cometió en Capital Federal, esta frase me hacía acordar como en esas series de televisión de mi niñez y adolescencia, las series de los sábados a la siesta, en donde la heroína al final se liberaba de esa acusación infame.
Pero la diferencia de la novela policial era que Luz Aimé es una identidad transgénero, entonces de heroína pasa a ser criminal. No olvidemos como la historia argentina a la identidad transgénero la concibe y la sostiene desde un marco delincuencial, esto sucedió hace más de siete décadas en la Argentina, aun habiendo Ley identidad de género, decreto reglamentario del cupo laboral travesti, transgénero y transexual. Sigue sucediendo.
Y ni hablar a como desde la estructura cultural de la sociedad hay un permiso para violentarnos, burlándose de nuestra existencia, hasta con el permiso social de poder ser asesinadas sin que nadie reclame por nuestras vidas.
Luego de dos años, ella termina en esta realidad que supera la ficción, luego de haber sido brutalmente maltratada por todo el sistema de justicia y los aparatos de control del estado, a Luz se le dio la absolución.
A inicios del año 2019 se empezó a gestar el acompañamiento en La Campaña de Absolución para Luz, la abogada defensora de luz Luciana Sánchez me invita a participar de la misma. Durante todo el proceso penal, desde la comisión, sus abogadas fuimos trabajando y aportando, de mi parte, acompañando desde lo que hace poco estoy trabajando desde la teoría crítica travesti sobre la teoría crítica del derecho, comenzamos a prepararnos para este día crítico.
Luego de haber recusado a los primeros jueces y fiscales de la causa, por la manifiesta de violación a la de identidad de género y luego de haber logrado su recusación en marzo del 2020, esperamos la nueva conformación del tribunal y por parte de la fiscalía para poder proseguir.
Tras meses de angustias de pensar tácticas tanto jurídicas como públicas, desde los medios de comunicación, campañas de recolección de fondos y sumada la pandemia global que atraviesa la humanidad, hoy el tribunal resuelve absolver a luz Aimé Díaz ordenando su inmediata liberación, y proceder al retiro el dispositivo electrónico.
Esta frase que retumbó en nuestras almas por parte del juez Alejandro Saduño del tribunal oral criminal número ocho, transcripta por la periodista y escritora Adriana Carrasco compañera y ladera de todas las luchas.
Una confabulación temporal, social y feminista, emergió en esta realidad social desde la Campaña de Absolución para Luz, como el gran trabajo hecho por la fiscal María Luz Castany, además de la intervención de la antropóloga Josefina Fernández, quien acompaña a la comunidad travesti transgénero hace más de tres décadas, sus hermanas del hotel Gondolín mítico acorazado travesti transgénero encallado la Ciudad de Buenos Aires, El Bachillerato Popular Mocha Celis y todes les compañeras y compañeres de estudio de Luz, la Dirección de Género del Ministerio Público Fiscal de la Nación bajo la coordinación la coordinación de Romina Pellinsky y todes les activistas y militantes que se sumaron a esta gran lucha.
Y sobre todo a nuestra compañera de lucha, hermana lesbiana y abogada penalista Luciana Sánchez.
Solo pedimos no nos metan más presas ni nos persigan más, suficiente es la unidad carcelaria a cielo abierto que es la Argentina hace más de 70 años para muches travestis transgéneros y transexuales, porque sin identidad soberana identitaria no existe debido proceso judicial.
Cuando una lesbiana le discute a la justicia cambia la forma de accionar de la justicia, cuando una travesti acompaña a esa lesbiana en la lucha jurídica, cuando maricas, transgéneros, no binaries y devenires identitarios hacen un frente de lucha empieza a quebrarse la justicia Patriarcal. Cuando no nos damos por vencides argumentando o justificando que al ser la justicia machista no vale la pena pelear…acá estamos.
Fuente: Lara Maria Bertolini
Femineidad travesti, activista territorial, teórica crítica.
TraVajadora Judicial
Integrante de Sitraju RA
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Libro: Heteronomías en las Ciencias Sociales

Heteronomías en las Ciencias Sociales

Procesos investigativos y violencia simbólica

Autor: José Manuel Valenzuela Arce

TEMAS CLACSO

Valenzuela Arce, José Manuel

Heteronomías en las Ciencias Sociales : Procesos Investigativos y Violencias Simbólicas / José Manuel Valenzuela Arce. – 1a ed . – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO ; Tijuana : El colegio de la Frontera Norte, 2020. Libro digital, PDF – (Temas) Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-722-633-1 1. Análisis Sociológico. 2. Metodología de la Investigación. I. Título. CDD 301. 072

 

«Heteronomía refiere a la condición de las personas a quienes otros les imponen reglas, normas, doxas y visiones de mundo. Heteronomía y autonomía son condiciones opuestas. La heteronomía refiere a los actos que se realizan debido a la imposición o la presión que otros ejercen sobre el individuo, el grupo o la comunidad. La heteronomía implica vivir según reglas impuestas, condición que puede implicar apatía, indolencia o clara discordancia con la coacción que reciben. Heteronomías de las Ciencias Sociales refiere a métodos y procesos investigativos en los cuales los otros, los salvajes, los investigados, los objetos de estudio, los nativos, los informantes, la población muestra, los grupos piloto, los grupos focales o las poblaciones objetivo, participan desde reglas, normas, doxas, visiones de mundo y conocimientos impuestos desde la academia y donde poco o nada importan sus propios intereses, conocimientos y visiones de mundo.» (Introducción, p.13)

Descargue el libro completo aquí: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20200717061107/Heteronomias.pdf

Fuente de la Información: Novedad Editorial CLACSO

 

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Entrevista: “El movimiento feminista no es que nos haya incluido, es que nosotras también somos el movimiento feminista.”

“El movimiento feminista no es que nos haya incluido, es que nosotras también somos el movimiento feminista.”

Entrevista a Constanza Cisneros

Ángeles Ramírez

Constanza Cisneros es trabajadora de hogar; es miembro de Territorio Doméstico y del Observatorio Jeanneth Beltrán. Forma parte de la Comisión 8M de Madrid.

Al inicio de la entrevista, vemos un documento audiovisual que el Observatorio editó hace un par de años, de modo que comenzamos hablando también de eso. https://www.youtube.com/watch?v=cixFafz6n-g

Constanza: Territorio doméstico es un colectivo transfronterizo de trabajadoras de hogar y cuidados, que se crea en 2006 y que reivindica los derechos de las trabajadoras de hogar y cuidados. Yo empiezo en Territorio en el año 2014. Entonces trabajaba de interna y solo podía ir los domingos; veía que todas las reivindicaciones que hacían las compañeras eran muy importantes, pero yo desconocía tanto el grupo de mujeres como las reivindicaciones que teníamos, porque precisamente cuando llegué aquí, venía con el prejuicio de ser inmigrante. Llegué en 2008 para trabajar de interna: a las 12 de la mañana bajé del avión y a las tres de la tarde ya estaba en Majadahonda trabajando. Vine con un contrato de trabajo. Vi entonces que estas compañeras tenían estas luchas, estas reivindicaciones y me pareció que eran muy creativas en las formas de reivindicar sus derechos, siempre festivas y tomando en cuenta que nosotras ya teníamos muchas cosas que nos atraviesan: el ser inmigrantes, mujeres o el estar indocumentadas y muchas veces discriminadas; esto me hizo darme cuenta de que cuando íbamos a pedir reivindicaciones y salíamos a las calles, la gente, el Estado y las organizaciones nos pedían datos; algunos decían que no teníamos razón nosotras, de modo que estas historias que planteamos en el video son unas pocas de las cientos de historias que tenemos, porque cada una de las mujeres que estamos aquí, somos una historia. Entonces dijimos que hay que crear una instancia, una propuesta, en la que podamos sistematizar todas estas denuncias y recoger datos que nos ayuden a visibilizar mejor lo que nos está pasando a las trabajadoras de hogar y cuidados. Y el Observatorio Jeanneth Beltrán nace desde allí, desde esa necesidad de entender más concretamente los datos, sistematizar todo esto y además tener la posibilidad de que darles un sustento a nuestras reivindicaciones. Jeanneth Beltrán es una compañera nicaragüense, trabajadora de hogar y cuidados, que falleció en 2014 en Toledo por la restricción del servicio médico para los inmigrantes indocumentados.

Esta compañera fue muy malita a un centro de salud, ya se sentía mal desde hace algún tiempo; allí le dijeron que no la podían atender, que esperase. Esperó, fue con una amiga, le dolía la cabeza, estuvo mucho tiempo así y justo cuando la atendieron, falleció. Se quejaba y no la creían. Y no tenía con qué pagar. Le cogieron los datos a la amiga, a la que le llevó, y a los dos meses le llegó la factura, para que pague la asistencia que le dieron a Jeanneth, que fueron apenas unos minutos, justo antes de fallecer. Entonces nosotras justamente creemos que esta es una historia que no se puede quedar así, que tienen que conocer.

El Observatorio existe desde 2018 y está conectado con Territorio Doméstico y Senda de Cuidados también, que es una cooperativa de intermediación laboral, de economía feminista, en la que las trabajadoras de hogar tenemos todos los derechos: que trabajamos ocho horas, en el caso de las que somos externas; en el de las internas, lo que han hecho es indagar, es buscar en todas las leyes posibles para poder extraer desde todos los puntos de vista los derechos que nos pueden proteger. Y en esta asociación estamos las trabajadoras que tenemos documentación legal, porque no pueden estar que que no tengan la documentación en regla.

¿Qué recorrido haces desde el momento en el que tú llegas en ese avión a Madrid a las 12 de la mañana, para incorporarte a tu trabajo a las 3 de la tarde, hasta llegar a ser activista feminista en Territorio y en la Comisión 8M? ¿qué lectura haces de estos años?

Constanza: Hay una cuestión muy importante y que nosotras intentamos rescatar siempre. Cuando llegamos, ya somos historia. Yo, en el Ecuador, trabajé como profesora durante 18 años y me titulé como comunicadora social. Entonces siempre estuve en organizaciones sociales de reivindicación de derechos, como por ejemplo en la coordinadora de Derechos Humanos y desde que estuve en la secundaria, siempre en militancia de todas estas organizaciones; milité también en el Partido Comunista y en las Juventudes, y yo ya tenía todo eso cuando llegué aquí. Al trabajar de interna, perdí mucho. Aprendí muchas cosas, pero desaprendí otras. El hecho mismo de trabajar de interna me quitó mucho y yo no sabía qué hacer ni dónde acudir, porque el sábado por la tarde, que era cuando yo podía salir, todas las instituciones estaban cerradas, de modo que no sabía cómo organizarme. Fui a un centro en el que podía cursar la ESO, que quería hacer para aprender historia y geografía de España, para saber dónde había llegado. Claro que conocía muchas cosas que llegan a América, algo de historia franquista, etc, pero es mejor tenerlas desde aquí. Yo además tenía toda mi visión desde la izquierda, por mi militancia. Comencé a tener clases los domingos de 7 a 10 de la noche, pero después de unas clasecitas, ya me pidieron que diera clases yo y que ayudara a algunas compañeras y compañeros que no avanzaban, que no sabían leer y escribir y les era difícil hacer la ESO. Empecé a estar de voluntaria allí, unos dos años, hasta que cerraron ese espacio, del que yo ya había decidido salirme porque era de la iglesia y ésta tenía una fuerte influencia. Hubo especialmente una conferencia que me marcó mucho, sobre el maltrato de las mujeres, en las que se decía que era el esposo quien tenía que mandar. Finalmente terminé la ESO y la mayoría éramos trabajadoras del hogar y de cuidados. Además, tenía la suerte de que en el lugar que trabajaba, empezaron a tramitarme la documentación. Estuve de interna dos años y medio y luego fui, de interna también, a otra casa a trabajar. Después, para ayudar a mi hermana con mi sobrina pequeña, me organizaba con mi cuñado, era una locura porque teníamos que turnarnos en su cuidado.

Más adelante, con el gobierno de Correa en 2011, hubo la posibilidad de que las que habíamos sido profesoras allá, retornáramos al Ecuador con un trabajo. Entonces nos organizamos con la Casa de Ecuador, que abrían los fines de semana. Al darme cuenta de que muchas eran profesoras, pensé ¿por qué no hacemos una asociación? Y así hicimos, nos organizamos para hacer unas pruebas que había que hacer para volver al Ecuador: nos capacitamos, hacíamos reuniones hasta en las esquinas, hacíamos formularios y dimos las pruebas. Fue a nivel estatal, con una fuerte inversión, una parafernalia de programas y ordenadores; nos presentamos unas 1500 personas en España y se supone que aprobamos cincuenta. De las que aprobamos, tuvimos aún que sacar todos los certificados y acreditaciones, pasando por la oficina de la embajada y luego nos irían llamando por si había plazas. Pero realmente, aquello no era tan real, sino más bien una especie de publicidad. Había entonces en el Ecuador jóvenes con 24 y 25 años que tenían hasta doctorados, porque se dio formación gratuita. Había tanta demanda de empleo allá y tanta gente capacitada que los de aquí estábamos hasta desfasados, y esto a pesar de que nos actualizamos, pero allá se había cambiado ya la estructura educativa. Yo había salido ya con 35 o 36 años y no tenía cabida allí.

Aquellas pruebas no fueron el pasaporte para regresar.

Regresaron unas pocas personas, quizás unas 30 o 40, porque encontraron vacantes o se fueron a lugares alejados y fueron cogiendo lo que salió. Pero quería volver a Pichincha, a Quito, y no hubo vacantes para mi provincia. A los dos años fui al Ecuador y cuando yo iba con mi certificado de que había aprobado aquí, la gente no sabía de lo que le estaba hablando. Me desilusioné.

Es a partir de eso, que yo me conozco con una chica también profe ecuatoriana, también luchona, y es ella la que me dice: “te voy a llevar donde unas chicas que luchan. No sé si te gustará, ellas son trabajadoras de hogar». Y me gustó mucho la propuesta y la forma de reivindicar, que era algo nuevo para mí. Yo no sabía que podía haber esto. Primero, no sabía que teníamos un montón de derechos, que parecía que no. Y después, lo que más me motivó es que eran nuevas estrategias de reivindicación y eso me gustó mucho. El mismo hecho de salir a las calles y decir en la plaza de Sol, cantar las canciones que reivindican nuestros derechos y contarle a la gente e ir buscando a mujeres trabajadoras de hogar en las paradas, para que vengan a un curso de derechos y cuidados, para que se auto-cuiden ¡para auto-cuidarnos! Eso me pareció genial y eso es lo que hice. Me dije: “aquí me meto de cabeza” y ahí empezó todo. Tuve la suerte de compaginar con las compañeras, de conectarnos con propuestas nuevas y de ir buscando cositas; me invitaron a algunos encuentros, así que me lancé al ruedo y me fui quedando. Después, ya lo vi como una necesidad para sobrevivir en este espacio tan diverso que es la ciudad; y eso porque para mí, a pesar de que hablábamos español, castellano, muchas veces no nos entendíamos y yo decía, «con ellas me entiendo, con ellas puedo conversar más allá del tiempo”, más allá de lo que conversaba con la señora con la que trabajaba o de cosas básicas. Con ellas había una propuesta diferente y eso es lo que me pasó y lo que hice. El grupo era Territorio Doméstico.

Y desde ese momento en el que tú entras en Territorio hasta que empezáis a ser parte del movimiento feminista ¿qué pasa ahí? ¿Habías militado antes en el feminismo?

Constanza: No, efectivamente. Antes no teníamos nada que ver. En mi caso, además, teniendo en cuenta que mi país tiene una raíz machista arraigadísima, para mi fue un poco difícil. Yo tenía, hasta ahora, tengo aún mis resabios machistas. Y ello a pesar de que mi madre y mi padre son personas muy avanzadas, pero también lo eran. Es a partir de cuando me integro a Terri, que veo esta lucha: empiezo con la lucha de trabajadoras de hogar, enterándome, alimentándome de toda esta riqueza, además de toda la diversidad de compañeras, porque allí hay compañeras no solo latinoamericanas, también africanas, de Europa del Este. Y lo que me lleva al feminismo es ver que en esta diversidad hay algo que nos une, que es la reivindicación de nuestros derechos. Pocos años después, seguíamos con estas luchas, con las reivindicaciones, pero yo sentía que en este espacio tan grande, y esto es una percepción personal mía, todas las personas sí se daban cuenta que estaba funcionando, pero yo sentía que no. En 2012, hay compañeras que van a ir a Alemania y a Italia, a contar lo que estamos haciendo, ya empiezan a salir, y ahí yo me doy cuenta de que está funcionando. Y a partir de eso, empezamos y empiezo yo también a conocer lo del movimiento feminista. En esos tiempo, yo me acuerdo que salíamos a las marchas del primero de mayo, como por cumplir, por sentirme que estoy militando en algo. Pero después, ya con las reivindicaciones feministas, Rafaela [Pimentel] y las compañeras Pepa, Maite y muchas otras, empiezan a proponer. Ellas siempre estuvieron vinculadas con el movimiento feminista; en el caso de Rafaela, desde siempre. Entonces me dice, ¿qué tal si vamos? En el espacio que estamos, hasta ahora nos cuesta mucho. Por eso nosotras hablamos de feminismos. Teniendo en cuenta que la mayoría de las compañeras son latinoamericanas y vienen de una formación de tradición católica, la costumbre está muy, muy arraigada. En Centroamérica también, con estas iglesias evangélicas. Y nos damos cuenta de que esa es una lucha, porque muchas compañeras se niegan a aceptar siquiera la palabra feminismo. Entonces el trabajo de todo eso, de las compañeras, es intentar que lo podamos ver de una forma más amplia, desde la perspectiva de reclamación de equidad, igualdad y derechos. Nosotras como inmigrantes nos damos cuenta de que cuando contratan en una casa a un chófer y a una trabajadora de hogar, a él le pagan todas las bonificaciones y todo lo demás y a nosotras no. El hecho de que él sea hombre, ya le hace estar en otro estatus y a nosotras, en lugar de avanzar, de tener algún escalón, por nuestra formación o por tener documentos, no nos servía de nada. Entonces lo que hacemos es trabajar en esto y también, ya desde antes, empezamos a hacer cursos de formación en los que no solo se propone formación de lo jurídico, sino dentro de todo esto, la cuestión feminista. Y también los autocuidados, porque nosotras siempre reivindicamos el papel de la mujer y de los cuidados y todo lo que implican en la estructura social, no solo como empleo en sí mismo, sino todo lo que son las cadenas globales de cuidados; hay que tener en cuenta lo que son los cuidados para nuestras vidas y cuánto nos cuestan, cuánto nos cargan y cuánto nos pesan, porque las que trabajamos aquí cuidando, también cuidamos allá; porque aunque estemos aquí, estamos cuidando allá, y eso es una parte fundamental en la que nosotras trabajamos para que las compañeras se abran un poco a los feminismos; siempre hemos estado en eso.

Entonces en el feminismo al que vosotras os adscribís, la cuestión de los cuidados y del autocuidado, es central.

Constanza: Siempre vamos avanzando y ahora estamos en el punto que en la medida en que algo nos una, nos hace ser feministas. El mismo hecho de buscar la igualdad en muchas situaciones, esa es la que nos hace feministas, porque cada una de nosotras tiene una historia y si nosotras pertenecemos al movimiento feminista, hay otras compañeras que tienen sus luchas ahora en la iglesia o que tienen problemas con las viviendas; en cada una de estas cuestiones que les atraviesan, lo que tenemos que buscar es el punto en el que nos hace confluir, porque somos mujeres luchadoras; que queremos la igualdad, que queremos justicia y que queremos reivindicar esos derechos que nos han sido quitados, no solo en la Europa global, sino desde siempre, también en nuestros territorios.

¿Y tú piensas que el hecho de que seáis parte del movimiento feminista os ha ayudado con vuestros derechos?

Constanza: Definitivamente. Y nos damos cuenta. Cuando empezamos a salir, a compartir con otros grupos, a hacer estas pequeñas redes, cuando nos conocemos con otros grupos, nos damos cuenta de que las alianzas son importantes. Nosotras nos decíamos que teníamos que hacer redes. Entonces nos conocemos con compañeras de otra ciudad o de un pueblo de fuera, pero cuando nos damos cuenta de que con el movimiento feminista están mujeres que confluyen de un montón de lugares y espacios, que también están reivindicando sus derechos, nosotras nos vemos fortalecidas. Ya previamente estamos en algunos otros grupos, intentando conocer lo que es la economía feminista, y el grupo de precariedad que ya conocíamos; yo estoy absolutamente convencida de que el movimiento feminista nos ha ayudado un montón: nos ha ayudado y nos ha dado visibilidad. La percepción de que no avanzábamos era personal. Mis compañeras se dieron cuenta de que esto iba. Y porque yo seguía trabajando interna. Cuando una trabaja interna, y esto es una historia que comparten muchas compañeras, dentro de nosotras mismas y dentro de esas cuatro paredes en las que estamos encerradas, no podemos visibilizar muchas cosas. Es una cárcel. No podemos conocer de primera mano lo que está pasando. Cuando yo no podía salir a una marcha, cuando yo no podía salir a una reivindicación del día de la mujer porque estaba trabajando, no podía visibilizar cuál era la fuerza que teníamos; pero las compañeras que estaban fuera, me hacían saber que sí. Y yo estoy convencida que el movimiento feminista es una fuerza y que ha sido arrolladora esta forma de crecer, esta forma de implantarse en la sociedad en toda esta estructura, esta forma de arrasar con todo. En el 16 ya nos dábamos cuenta de que estaba creciendo, y en el 17 un poco más, pero cuando pasó lo del 18, era algo que yo no había dimensionado. Cuando nosotras quedamos en vernos en Caracola, corríamos, que era tarde y teníamos que estar a las 6 en la marcha. Iba con Rafaela. E íbamos y veíamos que por todas las calles iban mujeres, pero no como las primeras veces, unas dos o tres, ¡iban cientos! y ríos de mujeres; entonces dije: “esto no puede ser” y caminábamos y nos mirábamos ¡era una emoción! Ni sentimos cuando llegamos para empezar la marcha. Era algo inaudito, indescriptible.

Nosotras en el 17 ya pertenecíamos, ya íbamos a las reuniones, ya estábamos en el mismo 8M, en la Comisión 8M. Entonces ya dijimos: «tenemos que estar ahí». Ya era parte de nosotras y ya el movimiento feminista era inseparable; yo ya no puedo, no podemos entender una reivindicación, una propuesta de lucha, sin ser movimiento feminista.

Antes has hablado de tus dificultades para salir a las marchas, cuando trabajabas de internas, ¿qué piensas entonces de aquellas mujeres de diferentes colectivos, racializadas, que no se apuntaron a la huelga en solidaridad con las mujeres que no podían ir? ¿cómo ves esto?

Constanza: El movimiento feminista es un espacio horizontal. Todas son bienvenidas y tienen derecho a proponer sus reivindicaciones y propuestas de lucha. En este espacio, hay muchas compañeras que todavía no se sienten incluidas hasta hoy, muchas mujeres que se sienten fuera. Y es legítimo. En el 17 y en el 18, muchas, las internas, nos quedábamos en las casas. Nos quedábamos cuidando mientras había mujeres, las mismas mujeres que salían a la marcha, que son las que nos dejaban cuidando a sus hijos, a sus madres o a sus padres, o limpiando o lavando o planchando. Por eso sí veo que es legítimo. Y porque hay muchas mujeres que no están, que no se sienten incluidas, que sienten que el espacio del movimiento feminista no es lo que ellas esperan o lo que ellas quieren. Y esto es real. Pero cuando pasó esto, a nosotras sí nos sorprendió porque dentro de eso sí estábamos nosotras, estábamos las trabajadoras de hogar y hasta hoy hay grupos, asociaciones, colectivos de trabajadoras de hogar y cuidados, mujeres que limpian, que no quieren participar, porque ellas, pienso que desde su punto de vista, no quieren formar parte de todo esto. O todavía no están dispuestas a esto. O no ven claramente que incluirse en esta lucha les genere algún beneficio, de reivindicación, de conseguir un derecho por el que ellas están luchando, pero yo creo que es legítimo y todo el mundo tiene derecho. Así como hay mujeres, como Patricia Botín, que dice que es feminista, como hay mujeres de la televisión, periodistas, que dicen que son feministas y que también van a la marcha.

Pero el otro día, por ejemplo, en el Encuentro antirracista de la Comisión 8M, vosotras teníais una postura diferente a las mujeres jóvenes racializadas que no están en el colectivo de trabajadoras de hogar ¿estáis un poco en el medio?

Constanza: Nosotras no nos sentimos en medio. Justamente estos grupos son las que nos quieren poner en el medio. Nosotras no nos sentimos en medio. Estas jóvenes son hijas, son nuestras hijas y son españolas, pero tienen nuestra identidad y la raíz nuestra; para nosotras es muy importante que no se olvide lo que somos, de dónde venimos. Yo creo que es bueno que ellas mismas se vayan creando sus luchas porque es cierto que se puede llegar al otro extremo. Hay compañeras de movimientos antirracistas que no quieren saber nada de los blancos y les dicen las «blanquitas». Corremos el riesgo de estar en el otro lado del racismo y podríamos plantearlo desde ahí. Nosotras no somos ni el enlace de las unas y las otras, porque nosotras hemos visto que el movimiento feminista no es que nos haya incluido, es que nosotras también somos el movimiento feminista. No es que somos una parte. Nosotras somos. Y es muy legítimo que otras no quieran ser. Y es muy legítimo que cada una tenga sus luchas y lo que hace el movimiento feminista – y yo pongo mucho eso en valor- es que crea, que propone la discusión; en algún momento tendremos que encontrar exactamente esta discrepancia. A ver si estamos de acuerdo en las discrepancias, a ver si es que podemos llegar a una acuerdo que nos haga luchar juntas. Porque yo creo que tendremos que llegar a eso, y no es que estemos totalmente separadas, es que hay muchas cosas que nos unen y en muchas reivindicaciones, en muchas marchas y muchos encuentros, hemos estado los grupos y el movimiento feminista y hemos confluido y estamos de acuerdo en muchas cosas y eso yo creo que es importante.

A muchas nos horroriza que nos llamen blancas, que nos reduzcan a ser blancas.

Constanza: También hay que estar consciente. A ti no te afecta porque no estás de este lado. Hay racismo institucional, los CIES y todo lo demás, pero está el racismo de la cotidianidad, el racismo de una farmacia, de un restaurante al que yo he ido y me han dicho que no podía entrar. Uno de los reclamos de los movimientos antirracistas es que desde la cotidianidad superemos todo eso y no solo los migrantes, sino también los blancos, las blancas. Porque si voy a urgencias, quiero que me traten como a cualquier otra persona; hay que ir rompiendo todos esos estereotipos, porque se dan en la cotidianidad, pasa en el autobús. Hay que llegar a que estas cosas, a que el color de piel o la estatura, no sean importantes. Lo más importante de todo, es que nosotras no nos definimos por no blancas y hay que superar las definiciones. Es decir, el instante en que nosotras superamos el definirnos como negras, blancas, indias, y definir a las otras por el color de la piel o por los rizos o por los rasgos de los ojos; cuando superamos eso, es porque estamos conscientes de las luchas que tenemos: las luchas, las reivindicaciones por la igualdad, esas borran los tonos de piel.

Nosotras no nos definimos, ya te lo he dicho, porque superamos ya esto de las definiciones. Yo negaría y estaría mintiendo si te dijera que cuando llegué, no me identificaba como racializada y a la otra, como la blanca, como el enemigo. Me pasaba al principio, pero hay que hacer un trabajo de reconocimiento del feminismo como movimiento y como el trabajo de empoderamiento, que en definitiva es la conciencia social, la conciencia feminista; hay que hacer un trabajo de concienciación del feminismo para superar eso; y si es que alguien no lo hace, pues no lo hace. Pero la idea es tomar conciencia de que si superamos todo eso, tampoco estamos negando la realidad, tampoco estamos diciendo que no haya discriminación, pero eso no es lo que nos separa, porque cuando vemos en el 18 que todas gritamos por los feminicidios, cuando vemos en el 18 que todas gritamos por la igualdad de derechos, por los cuidados, es que hemos asumido que hay conciencia en cada una de nosotras y que estas trabas, que son el color de piel, que son la forma de determinar a la otra, para separarnos, a nosotras nos ha unido. Porque es la diversidad y eso hay que entenderlo clarísimo. Nosotras como andinas, como indias, somos una unidad en la diversidad, pero esa diversidad puede ser más grande. No podemos ser una unidad cuando estamos en América Latina, con la diversidad de que somos indias, mestizas, etc. Y venir aquí y buscar y negar esta ideología y estas teorías, que tenemos planteadas desde la cosmovisión que vemos allí. La idea es ampliar todo eso acá y ver que no es el enemigo y si es que podemos tener una alianza y qué podemos lograr con eso. Yo no les puedo ver así. Hay compañeras y hay gente que sí, que hace de los prejuicios y de esta forma de determinar lo que nos separa; para nosotras, eso nos une. Y ya está.

¿Cómo es la relación con las Kellys?

Constanza: Tenemos relación desde hace rato. Con las Kellys somos hermanas, no primas. Mira, cuando somos trabajadoras de hogar, el siguiente paso es ser limpiadora de hotel, porque nosotras, como trabajadoras de hogar, no tenemos paro y un paso que servía para nosotras es ese. Pero cuando nos quedamos sin empleo de camarera de piso, siempre hay la posibilidad de volver a ser empleada de hogar. Y eso es una condición que se da. Entonces, cuando vimos a las Kellys, ellas ya estaban organizadas hace rato y cuando vimos que sus luchas son muy parecidas a las nuestras y que las enfermedades que a ellas les dejan postradas y que no les dejan vivir y por las que reivindican todas esas luchas, son nuestras también, nosotras nos sentimos identificadas al instante y nos dijimos que teníamos que conocer a estas compañeras y teníamos que unirnos. Y muchas, muchas Kellys son españolas, pero en las luchas, cuando nosotras vimos que salieron y que tenían que luchar, nosotras nos sentimos identificadas. Lo que ellas dicen, es lo que nos pasa a nosotras; lo que ellas reivindican, también reivindicamos nosotras. Ellas, en otro espacio, pero es el de cuidados, el de limpieza, es exactamente lo mismo y nosotras somos hermanas de las Kellys, porque nosotras también somos Kellys, somos las que limpiamos, las que lavamos, las que cocinamos, las que todo. Entonces, siempre nos hemos sentido hermanas de ellas, siempre, siempre y en todo. En los espacios en los que hemos estado juntas, hemos compartido reivindicaciones y ellas también siempre están dispuestas a apoyarnos, así como nosotras a ellas.

Y ya para terminar, háblanos de la revuelta feminista de 2020.

Constanza: La revuelta en sí empezó ya el 8 de febrero, pero nosotras ya estábamos reuniéndonos todo el año en la preparación de esta revuelta. Este año ha tenido una influencia muy grande los barrios y pueblos de Madrid para la comisión 8M. El otro día conversamos y decíamos, al principio, teníamos que coordinar entre 20: cuatro hacen esto, cinco hacen lo otro, para la marcha del movimiento feminista; pero cuando en una asamblea tenemos cuatrocientas mujeres que representan a organizaciones y a colectivos de Madrid, ya vemos que es un poder de convocatoria grandísimo y que la revuelta está, ya empezó y que la revuelta va. Nosotras no hemos convocado este año a huelga. Valoramos mucho esta herramienta y nos parece que es muy buena estrategia, pero cuando en el 18 le llamamos huelga feminista, también nos decían, no, la huelga tiene que ser laboral. Pero nosotras siempre estamos innovando y siempre creemos que las propuestas que nosotras hacemos tienen que ser diferentes. No es que no valoremos la huelga como una estrategia y como una herramienta muy, muy útil en otros territorios del Estado, que harán huelga el 8 y el 9, pero a nosotras no nos basta el 8. Nosotras creemos que es un mes de reivindicaciones y esto tiene que seguir, porque cuando terminamos con la manifestación del 8, yo me quedo tan cargada de fuerza, de energía, que no sé qué voy a hacer con todo eso. Entonces, para nosotras es importante y la revuelta es esto. Es reivindicar por nuestros derechos, es que somos todas. Para una cadena, es convocar a 7000 mujeres para que se unan, para que digan sus reivindicaciones, para que canten, para que griten y para que se sientan que estamos unidas todas, también como colectivo, como Territorio, como Observatorio. Nosotras hemos sido revoltosas siempre y esta revuelta nos hace ser lo que hemos sido siempre y nos hace sacar todo eso que tenemos de revoltosas y de reivindicativas, pero con toda la libertad y con toda la fuerza que hemos venido guardando y que la regeneramos y la sacamos en cada momento.

Fuente de la Información: https://vientosur.info/spip.php?article15679

 

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Martha Márquez Garmendia: una pionera del derecho con perspectiva de género

Falleció a los 82 años; sus investigaciones fueron un aporte clave en materia de acoso sexual laboral.

America del Sur/Uruguay/feminismos.ladiaria.com.uy

Martha Márquez Garmendia fue una destacada abogada laboralista, pionera en posicionar la temática de género en el derecho y de incorporar este enfoque en la cátedra de derecho laboral.

Fue fundadora del Grupo Derecho y Género de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República y de la Red Temática de Género. Como investigadora, participó en el Instituto de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, y fue consultora externa de Organización Internacional del Trabajo.

Algunas de sus investigaciones más destacadas son sobre acoso sexual en el ámbito del trabajo. También sobre acoso moral laboral. Márquez Garmendia falleció el sábado, a los 82 años.

En una de sus investigaciones, que data de 2005, definía el acoso sexual en el trabajo como una figura cuyo tratamiento jurídico comenzó en la década de los 70 a raíz de las denuncias de los movimientos feministas y de trabajadoras sindicalizadas.

Decía que “si bien el acoso sexual constituye un tema de actualidad, su consideración es todavía muy incipiente en los países latinoamericanos: son numerosos los que carecen aún de legislación específica; los fallos de la jurisprudencia son escasos, y la negociación colectiva generalmente no lo incluye entre sus contenidos”. Ya en 2005, Márquez destacaba que “la actualidad que ha adquirido el tema no indica, sin embargo, que se trate de un fenómeno nuevo; por el contrario, sólo es moderna la denominación de “acoso sexual” para una realidad antigua y generalizada, que aparece desde la incorporación de la mujer al mercado de trabajo”.

La Facultad de Derecho emitió un comunicado para despedirla: “Nombrarla es decir humildad, humanidad, inteligencia puesta al servicio de quienes más lo necesitan, de los más olvidados entre ellas las mujeres trabajadoras. Testimonio de ello dan las diversas publicaciones que realizó en todos estos años de marcar un camino para quienes nos quedamos con el legado de su fuerza, de su compromiso, de su terquedad por afirmar que otro mundo es posible, un Uruguay donde se viva la igualdad y donde sea la humanidad de cada persona lo primero a reivindicar”.

Fuente: https://feminismos.ladiaria.com.uy/articulo/2019/9/martha-marquez-garmendia-una-pionera-del-derecho-con-perspectiva-de-genero/

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