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Las medidas del Gobierno canadiense contra los estudiantes internacionales ponen en jaque el mercado laboral

Las autoridades migratorias del país norteamericano reducirán a la mitad las horas que pueden trabajar los alumnos extranjeros.

El pasado diciembre, el ministro de Migración de Canadá, Marc Miller, lanzó una serie de medidas con restricciones para los estudiantes internacionales que residen en el país, entre ellas, limitar las horas de trabajo que legalmente pueden ejercer durante su estancia. El número bajaría de 40 horas semanales a 20, iniciando en abril. El plan del Gobierno busca reducir el número de estudiantes extranjeros, que han sido señalados por algunos sectores como un factor para la crisis de vivienda que atraviesa la población canadiense.

 

En los últimos años, Canadá se ha convertido en un destino popular para los estudiantes internacionales debido a las facilidades que proporciona para obtener empleo. Las nuevas restricciones del Gobierno han sido criticadas por asociaciones estudiantiles y empleadores, quienes creen que se fomentará la migración hacia el mercado del trabajo ilegal.

Fuente: https://elpais.com/internacional/2024-01-22/las-medidas-del-gobierno-canadiense-contra-los-estudiantes-internacionales-ponen-en-jaque-el-mercado-laboral.html

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OIM: 2.000 migrantes han muerto cruzando el mar Mediterráneo

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) puntualizó que unas 186.000 personas han arribado en lo que va de año por vía marítima a Italia, Grecia, España, Chipre y Malta.

Entre tanto desde Libia el número de personas intentando hacer la misma ruta asciende a 45.000, mientras que el organismo señala que solo 10.600 han sido rescatadas.

Aproximadamente unos 2.000 migrantes han muerto entre enero y septiembre de 2023 cruzando el Mar Mediterráneo, de acuerdo a los datos ofrecidos por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

En este sentido, el director de la Oficina de la OIM, Pär Liljert “insta a identificar activamente soluciones y vías para la migración regular y se comparte el asombroso número de muertes de migrantes y migrantes desaparecidos”.

“Aunque se dedica una atención significativa a las muertes en el mar, las historias compartidas por los migrantes sugieren que varias tragedias pueden estar pasando desapercibidas, especialmente durante el cruce del desierto del Sahara”, recalcó Liljert.

 

 

 

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) puntualizó que unas 186.000 personas han arribado en lo que va de año por vía marítima a Italia, Grecia, España, Chipre y Malta.

Entre tanto, el organismo identificó que más de 130.000 llegaron a Italia, mientras que en Grecia ha registrado un aumento del 300 por ciento en las llegadas de migrantes en lo que va de año.

Entre tanto desde Libia el número de personas intentando hacer la misma ruta asciende a 45.000, mientras que el organismo señala que solo 10.600 han sido rescatadas.

Otro de los datos más actuales reflejan que hay una cifra récord de personas migrantes que están cruzando la peligrosa selva del Darién desde Colombia este año, de acuerdo al Servicio Nacional de Migración de Panamá.

“Al 23 de septiembre, más de 390.000 personas habían desafiado esta temible ruta; 82.000 personas migrantes lo cruzaron tan sólo en agosto, siendo esa la mayor cifra mensual registrada hasta el momento”, manifestó la OIM.

Fuente: https://www-telesurtv-net.cdn.ampproject.org/v/s/www.telesurtv.net/amp/news/oim-migrantes-han-fallecido-cruzando-mar-mediterraneo-20230929-0026.html?amp_gsa=1&amp_js_v=a9&usqp=mq331AQIUAKwASCAAgM%3D#amp_tf=De%20%251%24s&aoh=16961043002624&referrer=https%3A%2F%2Fwww.google.com&ampshare=https%3A%2F%2Fwww.telesurtv.net%2Fnews%2Foim-migrantes-han-fallecido-cruzando-mar-mediterraneo-20230929-0026.html

 

 

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Movilidad “invisible” y cuerpos que expiran, la realidad de las personas mayores y migrantes en América Latina

Por: Roxana Baspineiro

Se estima que en 2050 una de cada cinco personas tendrá más de 60 años, y que “el 80% de la población mayor va a vivir en países de bajos ingresos. Es una migración que está envejeciendo en pobreza”, bajo sistemas de protección frágiles o con poca presencia del Estado. (AFP/Ronaldo Schemidt)

“Todo el tiempo estoy buscando [trabajo] y he mandado mi hoja de vida, pero cuando ven mi edad –y yo soy activa, una mujer súper activa, no me duele nada, estoy bien no tengo Alzheimer ni nada de eso, pongo de mi parte– pero creo que cuando ven mi edad me echan para atrás”, se lamenta Evelyn (de 68 años), una venezolana que llegó a Ecuador hace cinco años para reunirse con sus dos hijas.

Su relato nos acerca a la situación que viven muchas personas mayores migrantes en América Latina, pero también en otras partes del mundo, inmersas en la exclusión social y el abandono por parte de los Estados receptores. Parte del problema radica en la forma en la que se aborda e integra el envejecimiento en nuestras sociedades actuales. ¿Se está sembrando la idea de que el envejecimiento es una carga?

Según la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores de la Organización de los Estados Americanos (OEA), el umbral para llamar a alguien “persona mayor” o “adulto mayor” es de 60 años para adelante. En América Latina, este grupo poblacional aumentará unas 3,5 veces en los próximos 50 años, pasando de 57 millones de personas en 2020 a unos 200 millones en 2070, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

“Una de las cosas que hay que destacar es el papel de los medios de comunicación para hacer visibles a estas poblaciones migrantes […] ese es el primer mensaje que hay que dar”, dice Marcela Bustamante, representante regional de la ONG HelpAge International con sede en Colombia, sobre la importancia de documentar y difundir información sobre las personas mayores para no caer en un desconocimiento total que agrave las condiciones de vulnerabilidad en las que ya se encuentran. Hasta ahora, la cobertura se ha centrado en la población en edad productiva y en los grupos vulnerables como las mujeres y los menores de edad.

Precisamente, una de las últimas evaluaciones titulada Un reclamo de dignidad: Vejez en la movilidad humana, realizada por HelpAge International y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en América Latina, revela el estado de afectación en el que se encuentran las personas mayores en cuanto al ejercicio de sus derechos, que además se vieron empeorados por la pandemia de covid-19.

El estudio reveló “erosiones o vulnerabilidades de los derechos en el acceso a la documentación, en el acceso a la información, en el acceso al trabajo o en el acceso a regularizar su situación. Y la pandemia, obviamente, terminó de socavar los derechos porque si antes, por ejemplo […] muchos si tenían algún ingreso, pues dejaron de percibirlo. Si tenían un trabajo, este disminuyó”, señala Bustamante.

Según datos recogidos por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas (UNDESA), los flujos migratorios de personas mayores de 65 años en el mundo suponen el 12%, siendo América Latina una de las regiones que más envejece.

En la región Andina, para ACNUR y HelpAge International, en los últimos años las nacionalidades colombiana y venezolana han concentrado la mayor parte de los flujos en este rango de edad, con un mayor movimiento de esta última debido a la crisis social y política del país caribeño.

Casi 5 millones de venezolanos se encuentran desplazados en América Latina y el Caribe, de acuerdo con las cifras de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, gestionada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y ACNUR, que no precisan de un registro específico del número de personas mayores. Por su parte, Colombia, Perú y Ecuador, países que históricamente han sido emisores de flujos migratorios, se han convertido ahora en países receptores para esta nacionalidad.

Discriminación laboral y feminización de la migración de la tercera edad

“Yo salí de Venezuela con la esperanza de tener un empleo formal, pero lo que conspira contra mí es la edad, un hombre ya de 67 años”, dice Domingo Javier González Salas, que actualmente se gana la vida como conductor de Uber en Ecuador, apoyando a su hija con el transporte al trabajo y haciendo otros traslados privados que le permiten ayudar económicamente a su familia.

Conforme al artículo 18 de la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, uno de los derechos vitales de las personas mayores es el de un “trabajo digno”, así como la “igualdad de oportunidades sin importar la edad”, no obstante, la realidad para esta población es la informalidad como medio de supervivencia, siendo precisamente la edad una de las principales causas que los excluye de la sociedad en todos los niveles.

“A lo que les llevó el trabajo informal durante la pandemia es a estar fuera de los subsidios que los gobiernos prestaron a través de los sistemas de protección social […], porque no pudieron acceder a ningún alivio”, afirma Bustamante, que subraya que el 79% está inmerso en este sector, lo que influye en “la precariedad y la explotación laboral, con largas jornadas de trabajo y bajos ingresos”.

En América Latina y el Caribe, la edad media de jubilación se sitúa entre los 60 y los 65 años, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Pero al ser una de las regiones más desiguales y con un alto nivel de informalidad laboral, muchas personas mayores se ven obligadas a seguir trabajando ante la ausencia de una jubilación digna. Y esta situación se agrava cuando se combinan otros factores, como la migración.

“He hecho de todo, he vendido pan, he limpiado casas, he vendido pollo, no sé cuántas cosas he hecho para poder subsistir”, explica Evelyn, que encontró en el activismo como migrante y en su dedicación a un proyecto de huerto comunitario una salida y una forma de mantenerse activa en su cotidianidad.

“En muchos casos ellas [las mujeres mayores] venían siguiendo a sus familias. Mientras sus familias se iban moviendo más al sur, es decir, cruzaban Ecuador, cruzaban Perú hasta llegar a Chile, ellas venían detrás. Muchas venían solas, realmente solas acá […] Eso hizo que también se vieran más vulnerables”, dice la activista y socióloga afrovenezolana María Emilia Durán, quien añade que también hay una tendencia a la feminización en la movilidad de esta población.

“Las mujeres mayores con las que pude trabajar, tuvieron como primera opción las ventas callejeras. Muchas trabajaban vendiendo caramelos o algo en los semáforos o en el transporte público”, por motivos de facilidad, continua.

Esta circunstancia de precariedad laboral para las mujeres mayores, señala Durán, las confina de por sí a espacios inseguros donde, a falta de protecciones sociales, están condenadas a su suerte, expuestas u obligadas, por instinto de supervivencia, a exponerse, muchas veces incluso a la explotación laboral o sexual.

Por otro lado, está el tema de los cuidados, que se traduce en el trabajo no remunerado que realizan las mujeres mayores en sus familias, a falta de otras opciones. Este trabajo invisible e infravalorado las avoca a una vejez empobrecida. Es el caso de María Isabel (de 62 años), que ayuda en las tareas del hogar y el cuidado de sus nietos, si bien mantiene su deseo de encontrar un trabajo que le permita alcanzar su anhelada libertad financiera.

Tras la muerte de su esposo, la crisis económica y la tristeza de no tener a su familia cerca, María Isabel se vio obligada a dejar su casa en Venezuela y emprender el camino hacia la reunificación familiar. “Me vine sola [a Bogotá], no fue fácil, pero acá estamos”, cuenta.

“Estoy realizando estas actividades para colaborar con la familia, pero no es mi responsabilidad, porque esa parte ya la hice con mis hijos […] pero claro, tengo que empatizar y ayudarlos, así como ellos me ayudan a estar acá”, dice esta licenciada en contaduría pública.

“En realidad lo que yo quiero, como mujer venezolana de la tercera edad, es ser independiente económicamente, porque todavía estoy en mis cinco sentidos y me siento capaz, tengo la movilidad, tengo la intención, tengo la energía, pero no se me ha presentado la oportunidad, ¡ni siquiera de encontrar un novio acá!”, continúa mientras sonríe con picardía para sí misma.

Impacto de la pandemia y retos pendientes

“La situación en general de las personas mayores ha estado bastante grave, ya lo era antes de la pandemia y ahora aún más”, dice Durán sobre cómo la pandemia dejó al descubierto vacíos en las políticas públicas que revelaron problemas de acceso a los servicios de salud para la población migrante mayor en Ecuador, una realidad que no es ajena a otros países de la región. Así, se han constatado negligencias médicas en el tratamiento de otras enfermedades y enormes carencias en la atención a la salud mental, señalan HelpAge International y ACNUR en su evaluación.

“Una de las cosas que más pude evidenciar [trabajando con población migrante venezolana] fueron mujeres adultas que tenían enfermedades preexistentes. Eran diabéticas, hipertensas, requerían atención médica constante y no estaban teniendo acceso, sin mencionar que sus derechos sexuales y reproductivos estaban sumamente afectados”, indica Durán, que enfatiza en la soledad que acompaña las trayectorias de las personas mayores.

Trabajar improvisadamente vendiendo en la calle o verse encerrados dependiendo de sus hijos o como cuidadoras de sus nietos, genera “estados emocionales tales como melancolía, ansiedad, depresión, cansancio y dificultades en el proceso de adaptación e integración”, subrayan también HelpAge International y ACNUR.

“Al capitalismo no le importan las personas mayores y a estos gobiernos neoliberales menos. Hay una conciencia del sujeto productivo solo si eres capaz de producir. Por eso hoy se discute el tema del aumento de la edad de jubilación”, que avanza en detrimento de una vejez digna y una muerte digna, asegura Durán.

El envejecimiento de la población mundial avanza mucho más rápido de lo que creemos, advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), y las medidas de adaptación a la futura realidad demográfica renquean.

Se estima que en 2050 una de cada cinco personas tendrá más de 60 años, y que “el 80% de la población mayor va a vivir en países de bajos ingresos. Es una migración que está envejeciendo en pobreza”, bajo sistemas de protección frágiles o con poca presencia del Estado, subraya Bustamante.

“Nos preguntamos qué está pasando con la población que está envejeciendo –que es toda–; que está migrando y no forma parte de los sistemas provisionales, cómo va a ser la vejez, cómo se va a integrar esta población migrante que está en edad de trabajar en los sistemas provisionales. Son reflexiones que los gobiernos tienen que hacerse”, apunta Bustamante. Su organización se une a multitud de voces que piden construir sociedades más inclusivas y libres de todo tipo de mitos y estereotipos en torno a la vejez.

“La persona mayor no quiere ser una carga para nadie, yo tengo mis grupos y toda la gente que está en mis grupos, todos me dicen lo mismo, y yo me siento igual, yo también quiero tener ingresos, porque al tener ingresos no te sientes inútil y tenemos conocimientos para dar muchas cosas”, expresa Evelyn.

Este artículo se publicó por primera vez el 22 de mayo de 2022.

Fuente de la información e imagen:  Equal Times

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Otros horizontes

Por: Ilka Oliva-Corado

Escucha a lo lejos la alarma del reloj despertador, voltea a ver, son las tres y treinta de la madrugada, se levanta adormitado y camina hacia el baño, desde la noche anterior dejó la cubeta llena con agua para no tener que ir a esa hora a sacarla al tonel que está en el patio. En un costal tiene cuatro mudas de ropa, saca una que planchó la noche anterior y se alista para esperar al repartidor de pan que no tarda en llegar.

En una de las dos hornillas de la estufa de mesa pone a calentar los frijoles, en la otra calienta las tortillas, del refrigerador saca una bolsa con crema y queso fresco del que pasó dejando el vendedor que llega desde Taxisco cada semana, se sirve una taza de café y del canasto del pan saca dos zepelines. Se sirve los frijoles, coloca las tortillas en una manta y comienza a desayunar, son las cuatro de la mañana, en una hora tiene que abrir la abarrotería, pero antes a Ovidio le toca limpiar y organizar el mostrador como todos los días antes de abrir.

Después de limpiar el mostrador, barrer el local y sacudir el polvo de las estanterías coloca en bolsas el pan frío del día anterior para venderlo a mitad de precio.  Cuando le dijeron de irse a la capital a atender una abarrotería se ilusionó con estudiar en la escuela nocturna, porque ese fue el trato con el dueño, un hombre originario del mismo pueblo que se fue a Estados Unidos de indocumentado y regresó veinte años después con papeles y con dinero para poner un negocio y regresarse al Norte. Llegó a la aldea diciendo que era un migrante empresario.

En su natal, Nahuatán, Pajapita, San Marcos, Guatemala, Ovidio no tenía más futuro que agarrar para Estados Unidos como han hecho docenas de jóvenes de su aldea, cosa que él también quería hacer, pero su mamá le dijo que si se iba lo más probable sería que no se volvieran a ver, como les ha sucedido a tantos que mueren en el camino, en Estados Unidos o mueren los papás en la larga espera del retorno.  Le suplicó que no se fuera tan lejos, que le había dolido tanto en el parto como para que se fuera y no lo volviera a ver.

Apalabraron con su empleador que le daría dos bonos anuales, diez días de vacaciones al año y las fiestas de fin de año podía ir a visitar a su familia, que podía finalizar sus estudios en la escuela nocturna y podía vivir en el mismo local que tenía una habitación atrás muy cómoda, pero nada de eso fue cierto. Ovidio lleva siete años trabajando en la abarrotería en la capital, duerme a pocos pasos de los tambos de gas propano en un colchón tirado sobre el piso, maloliente, que ya estaba ahí cuando llegó.  Se levanta en la madrugada, cierra la abarrotería a las diez de la noche y se va a dormir a la media noche, no puede hacerlo antes, tiene que hacer las cuentas del día, ordenar producto y organizar las estanterías.

El dueño de la abarrotería abrió tres locales más y contrató jóvenes de la misma aldea para que los atiendan, le han dicho sus amigos de la aldea que el tal migrante empresario los está explotando. Su mamá le dice que no renuncie, que ahí tiene techo y comida y que cambiar de trabajo le implicaría gastos. Que aguante, que está joven, que ya vendrá la oportunidad de algo mejor. Ovidio entre los sustos de los tambos de gas propano que almacena para la venta, también ha sufrido infinidad de asaltos, los barrotes no lo protegen de una bala o de las amenazas de cuando salga al mercado a comprar frutas y verduras para la abarrotería lo venadeen para matarlo sino entrega el dinero.

Se enteró que en la misma situación se encuentran varias jóvenes que trabajan en las tortillerías del sector, ellas mismas le han contado que en las abarroterías de los alrededores también hay jóvenes indígenas atendiéndolas, que los llevaron desde sus pueblos y que apenas hablan el español. Como él que llegó hablando mam y el español lo habla a medias a pesar de los años que lleva viviendo en la capital. Y que de asaltos ni se diga, que hasta notas han ido a dejarles donde los asaltantes les piden una cuota semanal para no matarlas. Los dueños de las tortillerías se hacen los desentendidos, a pesar de que en las noches les han ido a manchar las paredes con sangre como advertencia.

Carmen, una de las muchachas que atiende en la tortillería no quiere arriesgarse más y perder la vida en un asalto, ni estar dejando los pulmones torteando para llenarle las bolsas a otros, lleva meses diciéndole que se vayan a Estados Unidos, que un primo suyo los recibe allá, se van a ir cinco de sus compañeras de trabajo y se van a unir a una de esas caravanas de migrantes hondureños que atraviesan Guatemala.

Finalmente, Ovidio se decide, una madrugada cualquiera se levantó como de costumbre, recibió el pan. No abrió la abarrotería, salió por la puerta de atrás, agarró el dinero de la semana y llamó al dueño para avisarle de su renuncia, también le dijo que la copia de la llave se la dejaba con las muchachas de la tortillería de la esquina, que no se preocupara que no se robó nada.

En el camino hacia México los dos pasaron por San Marcos, pero Ovidio no quiso ir a visitar a sus papás, porque su mamá lo iba a convencer otra vez de no irse, entonces se fue solo así, como se van los más golpeados de las clases sociales: como aves en bandadas buscando otros horizontes.

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com

Blog: Crónicas de una Inquilina

Fuente de la información: https://ilkaeditorial.com

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Necesario, derribar estereotipos contra los migrantes

Por: Eloisa García Landero

 

Hay una gran desinformación, ideas y estereotipos erróneos sobre la migración y la figura del migrante», de ahí la importancia de informar más a la población universitaria y sobre todo, sensibilizarlos; comentó Juan Carlos Gazca Muñoz, estudiante de Relaciones Internacionales de la UPAEP y presidente de Alas sin Fronteras, al participar en el conversatorio ¿Qué se puede hacer en migración?, a propósito de la clausura de la Generación 2022 del curso Formación en Migración para la Transformación Social.

Comentó que los estudiantes se encuentran en el punto exacto entre ser voluntarios con asociaciones civiles e incidir desde la academia, así como vincularse con distintos actores para poder incidir en la realidad de los migrantes. Platicó que toda su vida estudió en colegios jesuitas, por lo que tuvo diferentes experiencias que le permitieron interesarse por el trabajo social.

“Encontrarse con la gente, escuchar sus historias fue lo que me atrapó”, dijo. Ya que las misiones eran poco tiempo para impactar, decidió realizar voluntariado de un año en Tijuana, en el Desayunador Salesiano del Padre Chava. Dicha experiencia cambió su vida y lo movió a crear el grupo estudiantil Alas sin fronteras. “Estar en sincronía con ellos es mi motivo”, concluyó.

En su intervención, Rossana Beltrán Rojas, presidenta de Casa de Atención a Desamparados, A.C., se definió como defensora de derechos humanos. Tras agradecer a la IBERO Puebla la invitación, comentó: «Siempre podemos hacer algo por los demás si volteamos y abrimos los ojos en nuestro entorno, ante la necesidad». Detalló que la migración implica mucho esfuerzo, trabajo, sufrimiento y política.

Derribar estereotipos y ver al otro como igual, grandes retos en el tema de migración

Aseveró que “el conocimiento compromete”, por lo que invitó a los estudiantes a pensar qué compromiso se llevan del taller, pues no se trata sólo de recibir un título. Tal vez el día de mañana les toque ser migrantes al estudiar un posgrado, dijo, por lo que les conminó a penar “como seres humanos, cómo quisieran ser recibidos”.

Posteriormente, el Mtro. Arturo González González, S.J., director del Centro de Formación y Acompañamiento para el Desarrollo Integral (CFADI) y coordinador de la Red Jesuita con Migrantes, comentó que la pastoral con migrantes, “es una pastoral de las encrucijadas”, pues trabajan en medio de las fronteras culturales, existenciales, de miseria, de violencia, humanas. La Red Jesuita con Migrantes, explicó, se dedica a brindar acompañamiento de Canadá a Panamá a los migrantes, de país a paí.

A su vez, se enfocan en la búsqueda de migrantes desaparecidos y tienen servicio de albergue, en la ruta del tren La Bestia. Ahí brindan cobijo, descanso, higiene y alimento a todos quienes llegan buscando ayuda bajando del tren. Destacó que llegan sucios, golpeados cansados: “La ruta les roba la dignidad humana, y cuando la gente llega al albergue, come, duerme, descansa y se siente segura, le vuelve la vida”. Dijo que se necesita gente de todas las carreras que vayan a ayudar a los albergues y den un poco de sí para hacer la diferencia en sus vidas.

Sobre su experiencia en el albergue La Casita de Nazareth, comentó: “A mí me humanizaron los migrantes, porque cuando se bajaban del tren me daba mucho gusto; y cuando se trepaban a La Bestia se me partía el corazón, porque no sabíamos qué les iba a pasar. Aprendí que ese otro y esa otra eran mis hermanos y hermanas carnales. Uno crece y se hace más humano”.

17 jóvenes recibieron constancia de término del curso, que fue diseñado y coordinado desde la Dirección General del Medio Universitario, el Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, S.J., la Coordinación de Desarrollo Comunitarioárea de Servicio Social y el Programa Universitario Ignaciano (PUI); con el objetivo de formar líderes universitarios y universitarias en migración desde una visión integral, partiendo del análisis de la realidad, con un enfoque en derechos humanos y espiritualidad ignaciana que generen y promuevan alternativas para el cambio social.

Derribar estereotipos y ver al otro como igual, grandes retos en el tema de migración

Fuente de la información e imagen:  IBERO Puebla

 

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Panamá: Se duplica el número de menores migrantes que cruzan la selva del Darién

La cantidad de niños, niñas y adolescentes que cruzaron el Tapón del Darién, la frontera natural entre Panamá y Colombia, se duplicó hasta alcanzar más de 5.000 desde el inicio de 2022, alertó este viernes Unicef.

De acuerdo con estos dígitos, 1 de cada 5 de los más de 32.000 migrantes en tránsito que cruzaron la ruta del Darién en los primeros 5 meses de 2022, frente a los 16.000 que lo hicieron durante el mismo periodo de 2021, son niños, niñas y adolescentes.

Fuente: https://www.efe.com/efe/america/sociedad/se-duplica-el-numero-de-menores-migrantes-que-cruzan-la-selva-del-darien/20000013-4833965

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Salud y educación, un sueño lejano para los venezolanos entre Perú y Ecuador

Pedir limosna descuidar su salud, esa es la disyuntiva para miles de migrantes venezolanos en la región peruana de Tumbes, limítrofe con Ecuador, donde el acceso a la salud y a la educación es limitado para quienes viven irregularmente en una frontera desatendida. Así lo publica agencia EFE este viernes 20 de mayo de 2022.

En la localidad tumbesina de Puerto Pizarro, el venezolano Eliot García encontró en el turismo no solo un sustento económico, sino también la solidaridad de quienes lo salvaron hace cuatro años de un infarto.

“Mis compañeros de turismo reunieron una cantidad de dinero y me mandaron al hospital (…) me salió una cuenta de unos USD 1 900”, cuenta a Efe el hombre, desde la embarcación con la que ofrece tours al balneario marítimo mientras lamenta que, de tener esa cantidad, estaría en su país.

Su historia no es una excepción. En este punto fronterizo, donde a diario entran y salen entre 300 y 1 500 migrantes venezolanos, según las agencias internacionales, invocar a la solidaridad es muchas veces la única vía para sortear los obstáculos a la salud.

Así lo lamenta a EFE una de las lideresas de Puerto Pizarro, la venezolana Escarlet Johana, a quien recurren en un grito de auxilio muchos compatriotas suyos establecidos en la zona. Según cuenta, recientemente una vecina sufrió depresión postparto: “Tuvimos que salir a pedir colaboración para pagar la hospitalización y los remedios”.

Deficiencias en salud para migrantes

Sobre el papel, el sistema de salud peruano se jacta de atender de forma gratuita a todos los menores de 5 años, pacientes de VIH y mujeres embarazadas, incluyendo las que han dado luz hasta los primeros 41 días, independientemente de su condición migratoria.

Fuente: https://www.elcomercio.com/actualidad/mundo/salud-educacion-sueno-lejano-venezolanos-entre-peru-ecuador.html

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