Sobre el sujeto histórico de la Revolución Bolivariana de Venezuela

Sobre el sujeto histórico de la Revolución Bolivariana de Venezuela

Limber Salazar

Docente de la UBV

Adscrito al Centro de Estudios Educación Emancipadora y Pedagogía Crítica (CEPEC)

Se inicia la Revolución Bolivariana de Venezuela con el intento fallido del golpe de Estado del 04 de febrero 1992, liderado por Hugo Chávez. Indultado el 26 de marzo de 1994, convierte su Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR – 200) en Movimiento V República (MVR), partido político con el cual gana las elecciones presidenciales de 1998.

A partir de 1999, desde la presidencia de la República impulsa una serie de cambios profundos en la política nacional, comenzando por la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, cuya finalidad fue la de redactar una nueva Constitución Nacional. Sometida ésta a consulta popular, fue aprobada por más del 85% del electorado el 15 de diciembre de ese mismo año.

Se conformó así una nueva mayoría política en el país y prácticamente la desaparición orgánica de los partidos social demócratas tradicionales (AD, COPEI, URD y otros grupos a ellos asociados) Es decir: se constituye un gobierno comandado por Hugo Chávez con el respaldo del Polo Patriótico, cuya columna vertebral fue el MVR (partido cívico-militar), secundado por La Causa R, el PCV, el MAS, el MEP y otros grupos minoritarios de convicciones revolucionarias de varias tendencias (Marxistas, Guevaristas, Maoístas, cristianos y otras)

Toda esta historia es bien conocida en el país tanto, como el reconocimiento del liderazgo carismático e indiscutible del Comandante Chávez. Pero ¿Cuál es la fuerza social que sustenta a la Revolución? ¿Qué ocurrió en Venezuela en cuanto a la conformación de sus clases sociales? ¿Qué cambió en las estructuras económicas y del Estado con el desarrollo de esta Revolución?

Hay que puntualizar algunas cosas, aunque también son de dominio público. Por ejemplo: no hubo cambios esenciales en la estructura económica del país, así como tampoco en la del Estado, aunque desde el Gobierno sí hubo muchos cambios de nombres de las instituciones públicas.     Ahora bien, antes de la Revolución, los ingentes ingresos de divisas al Fisco Nacional por concepto de la venta del petróleo enmascaró la situación de pobreza en la mayoría de la población venezolana, se acallaron los conflictos de clases sociales y se ocultó el racismo y la exclusión de las etnias afro descendientes e indígenas. La política de inclusión social de la Revolución intenta saldar esta “deuda social” como se le calificó en el discurso revolucionario.

Gustavo Pereira (1) citando los datos de FUNDACREDESA (Fundación estatal para el Crecimiento y Desarrollo de la población) afirma que para 1988, más del 70% de la población venezolana se hallaba ubicada en los estratos de pobreza, y a la llegada de Chávez al poder (1999) las cifras eran las siguientes: dos millones novecientas mil familias en situación de pobreza, cuarenta mil niños en situación de prostitución, 16% de desempleo, ochenta de cada cien familias al margen de los servicios básicos, seiscientas mil familias sin acceso al agua potable y 41% de la población viviendo en ranchos.

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Jesús María Herrera Salas en su artículo La economía política del racismo en Venezuela (2) coincide en que para ese año 1999, el 70% de la población nacional estaba en situación de pobreza.

Ahora bien, todo ese contingente humano invisibilizado y excluido se identificó y aglutinó entorno a Chávez constituyendo el Chavismo, como la gran fuerza social de la Revolución. Su debilidad estratégica era la poca presencia organizada de la clase obrera (petrolera, de las Industrias Básicas de Guayana y del resto de las industrias del país) aunque sus trabajadores se incorporaran de manera espontánea, como la mayoría del pueblo, al respaldo del Comandante.

Los partidos y agrupaciones económicas y gremiales de las clases dominantes desplazadas del poder político del Estado por Chávez en 1999 (AD, COPEI y otros partidos, FEDECÁMARAS, CTV, Alta Gerencia de PDVSA, Alto Mando Militar, Conferencia Episcopal Venezolana y otros) bajo la dirección de Washington, organizaron el sabotaje económico, político y militar en gran escala para luego dar el golpe de Estado de 2002 (derrotado) y la huelga petrolera y general de fines de 2002 a 2003 (también derrotada) le permitieron al gobierno reforzar algunas de sus debilidades y mejorar el control de factores claves del poder, como por ejemplo: reestructuración de PDVSA, de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana con la incorporación del Cuerpo de la Milicia y la formulación de una estrategia de defensa cívico-militar, la conformación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) con millones de militantes y la organización del llamado poder popular (Consejos comunales, CLAP, comunas y otros colectivos) en las 1146 parroquias que forman los 335 municipios del país.

Hasta el presente, todos los intentos hechos por diferentes vías por la oposición venezolana para derrocar al gobierno, incluida la peligrosa invasión militar con mercenarios por Macuto y Chuao el 03/05/20, han fracasado. El respaldo masivo y decisivo al gobierno sigue siendo el de la población antes excluida y ya mencionada. ¿Puede ser ésta calificada como una clase social, o alianza de clases, siguiendo la definición de Marx? ¿Dónde quedó el rol protagónico de la clase obrera, o mejor, de su alianza estratégica obrero-campesina (Rusia)  o de los campesinos (China, Vietnam, Cuba y otras) en la revolución socialista?

El caso Venezuela plantea evidentemente una situación muy particular, aunque no totalmente inédita. Por lo tanto, es bien importante definir con mucha aproximación cuál es el sujeto histórico de esta revolución, si se pretende derrotar la estrategia del “rollback” puesta en práctica por  el Pentágono durante el período de La Guerra Fría, y actualizada como la “Obama’s Rollback Strategy” para derrocar a Manuel Zelaya en Honduras y revertir el avance de la Revolución Bolivariana en América Latina y el Caribe.

La rollback strategy según James Petras (3) es sencillamente “hacer retroceder, revertir o volver a una situación previa para recuperar espacios políticos perdidos” haciendo uso de todas las opciones. István Mészáros (4) se lo achaca a la carga del tiempo histórico, lo que equivaldría a decir a la fuerza de la costumbre, o según su propia metáfora “a esa ancla que jala al barco de nuevo a la rada”

Son evidentes las dos estrategias contrapuestas: la de la unión en favor de la autodeterminación de las naciones y la de la desintegración de América Latina y el Caribe en pro de la hegemonía yanqui.

Ahora bien, ¿Cuáles son las fuerzas que propician la unión y cuáles la frenan y obstaculizan? El tema es de cardinal importancia y guarda estrecha relación con el sujeto histórico de la revolución social en cada país, porque de él dependerá en última instancia la reversibilidad o no del proceso, la construcción o no de una sociedad sin retorno al modelo anterior. Es esta fuerza la que deberá tomar en sus manos todo el poder.

En la Rusia de 1917 los revolucionarios plantearon la unión de obreros, campesinos pobres y soldados como el sujeto de la revolución. A esa alianza la llamaron Soviet (Consejo) Pues bien, la consigna clave de su triunfo fue: Todo el Poder al Soviet. Al definirse ese sujeto histórico del cambio, automáticamente se está definiendo quién o quiénes asumirán el poder político del Estado.     Según el Art. 5 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (primera parte) lo ejercerá el pueblo directamente y de manera intransferible. Pero no el pueblo abstracto a cuyo nombre se enseñorean y mandan otros (segunda parte del mismo Artículo) donde se le da la vuelta: “e indirectamente (…) por los órganos que ejercen el Poder Público”

Hasta el presente ha comandado la segunda parte del Artículo citado. ¿Cuándo “estará preparado” el pueblo concreto para ejercer su soberanía popular como lo consagra la primera parte del 5 Constitucional? ¿Cuándo el barrio o la parroquia (en las ciudades), pero también el caserío y el pueblo del interior, con sus nombres propios, su historia, sus costumbres y tradiciones tomará en sus manos las riendas de su caballo?

Ese pueblo que hasta ahora ha defendido con sus vidas al que lo va a defender (¿De quién?) o a proteger, es quien deberá trazar la ruta y establecer las metas de su propio destino dentro de una estrategia nacional de liberación. Es decir: a través de un plan de desarrollo económico, político y social que partiendo de lo local vaya copando todo el territorio nacional.

Aparentemente no hay contradicción con lo planteado por el gobierno al proponerse éste la construcción del poder popular, sólo que esta estructura ha sido hasta ahora un apéndice útil al estatus quo. Ya el “ancla” no necesita tirar al barco de regreso a la rada. La crítica, siguiendo a Marx, deberá destruir las apariencias para poder ver con claridad la esencia de las cosas, si es que de veras se pretende cambiar la realidad de manera irreversible.

En diciembre de 2012 – ante lo avanzado de su enfermedad y probable muerte, como efectivamente ocurrió el 05/03/13 – Chávez llamó al pueblo para que eligieran como su sucesor al obrero Nicolás Maduro. Adicional a las cualidades políticas de este dirigente, probablemente Chávez pretendió dar una señal clara sobre la necesidad de incorporar a la clase obrera como pilar de la Revolución, debilidad que aún era (¿o es?) manifiesta. Después de ocho años de gobierno, se impone hacer un análisis sobre el carácter y el rumbo de la Revolución, cuestión ésta que escapa al alcance de este ensayo. Sin embargo, aquí se toca una de las aristas neurálgicas para dicho análisis y es justamente definir quién establece el rumbo estratégico de los cambios, quién dirige las luchas y en favor de quiénes se hace la revolución, lo que se ha venido denotando como el sujeto histórico de los cambios. Las cifras que a continuación se dan pretenden aportar elementos de juicios al respecto.

Jesús M. Herrera Salas (Ibídem) citando información de más de catorce fuentes concluye que “la política social y étnicamente incluyente de la Revolución Bolivariana del Siglo XXI ha provocado una reacción tan racista y clasista (…) en sectores importantes de las clases altas y media alta de la Venezuela actual, como aquellas que provocaron entre la oligarquía mantuana la Real Cédula de Gracias al Sacar, el levantamiento de José Leonardo Chirinos y la Revolución de Gual y España durante el Siglo XVIII”

¿Y quiénes respaldan hoy a la Revolución? Vale decir: ¿Qué sensibilidades sociales hacen suyas estas banderas? Es evidente que el cuadro social presentado por FUNDACRESA a la llegada de Chávez (ya citados) debe haberse movido en función de las políticas públicas aplicadas por el gobierno. Justamente los beneficiados, más los que aún no hubieran sido favorecidos pero que aún continúan con sus esperanzas, lo cual constituye “más del 70% de la población venezolana”, calificado como pueblo, conforman ese nervio sensitivo de la Revolución.

Y este contingente ¿Quiénes son, desde el punto de vista de la sociología política? ¿Clases sociales? ¿Estratos o Sectores D, E, etc., como los clasifica eufemísticamente el Instituto Nacional de Estadísticas? ¿Esta es la multitud, según Michael Hardt y Antonio Negri criticado por Atilio Boron(5) quien así tipifica al sujeto de la revolución antiimperial en nuestros tiempos? ¿El pueblo en abstracto? como prácticamente se asume en el Art. 5 de la CRBV ya comentado, aunque sean muy concretas las etnias indígenas, afro descendientes, desempleados, niños abandonados, población indigente etc. ¿Es este el sujeto de la Revolución Bolivariana, también identificada como Socialismo del Siglo XXI? ¿Quién es aquí el proletariado, o asume su rol de vanguardia? (La única clase revolucionaria, según Marx) ¿Quién traza el rumbo y mantiene firme el timón? ¿Fue en respuesta a estas inquietudes que Chávez planteó el 20 de octubre de 2012 la necesidad de dar cambio de timón? ¿Sigue vigente ese estratégico y urgente llamado?

Actualmente Venezuela vive el momento más dramático y complejo de su historia: el cerco económico, político y militar por parte de Estados Unidos y sus aliados, cuya última y peligrosa arremetida se consumó en la invasión con mercenarios por Macuto y Chuao (ya comentada); el azote del coronavirus, pandemia que ha requerido de ingentes recursos del Estado, lo cual ha devastado la ya maltrecha economía nacional, producto esto a su vez del férreo cerco económico, del bloqueo de las cuentas bancarias del gobierno y del descarado pillaje de los activos de la nación por parte del gobierno de los Estados Unidos; caída (literal) de los precios del petróleo; escasez casi total de gasolina, gasoil y lubricantes, lo cual a su vez incide negativamente sobre todas las actividades económicas y sociales en todo el país, principalmente en la producción de alimentos, medicinas y otros bienes y servicios de urgente necesidad; y todo esto en medio de una cuarentena radical y necesaria, debido a que en los países vecinos se mantiene una curva exponencial de infectados y muertos causados por el Covid 19. De hecho, más del 75% de los casos reportados en el país provienen de los vecinos más inmediatos (Brasil, Colombia, Perú y Ecuador)

Es en este contexto de severa crisis como cobra vigencia, pertinencia y necesidad preguntarse, no sólo como asunto de interés teórico ¿quién es el sujeto de esta revolución? Porque es precisamente ese sujeto social quien emprenderá las medidas salvadoras, si es que las hubiera. A pesar de lo destartalado de la economía popular (entendida ésta como la de la población rural, periurbana y urbana pobre) que el modelo capitalista venezolano ha implantado, la respuesta que ese sector ha dado ante esta crisis ha sido mucho más alentadora que la observada en los estratos medios de la población.

Tímida respuesta, es cierto, pero por ahí está llegando una clara señal. A pesar de la precariedad en la cual se encuentran las comunidades, de la escasez de gasolina que prácticamente las paraliza, de la especulación dolarizada con los bienes y servicios esenciales, están resistiendo con lo poco que pueden producir en sus predios y pequeños fundos familiares, más el subsidio directo que el gobierno les aporta a través de los bonos y de la caja de alimentos CLAP. ¿Qué faltaría para organizar una resistencia a largo plazo y a prueba del bloqueo externo y aún de la pandemia?

Que en cada comunidad surgiera la verdadera organización social y productiva, con su mercado comunitario y su dinámica particular, pero además, con sus propios líderes naturales, independientemente que sean o no del gobierno, de la oposición o mixtos, pero con una clara conciencia de sí mismos, de sus propias fuerzas creadoras de soluciones y de su razón de ser como pueblo. La necesidad los unirá. Sólo este poder organizado y con una dirección colectiva puede dar una respuesta adecuada a la actual crisis del Siglo. Sólo entonces se puede hablar con objetividad del sujeto social del cambio de este modelo cultural que hasta ahora nos arropa. Es una necesidad perentoria des lastrarse de toda ideología, entendiendo como tal, todo aquello que enmascara la realidad, que oculta lo esencial y propicia la manipulación de la gente.

Referencias:

  1. Pereira, Gustavo (2013): La poesía es un caballo luminoso, Fondo Editorial El Perro y la Rana, p. 46, Caracas, Venezuela.
  2. Herrera Salas, Jesús María: Revista Poliética, 2009, Año 2, N° 9, (pp 14 – 20) Fondo Editorial Mihail Bajtin, Caracas, Venezuela.
  3. Petras, James: La estrategia de recuperación imperial de Obama, Poliética, 2009 – Año 2 – N° 9 (p 40 – 51) Fondo Editorial Mihail Bajtin, Caracas, Venezuela.
  4. Mészáros, István. El desafío y la carga del tiempo histórico, El Socialismo en el Siglo XXI, Vadel Hermanos Editores, Caracas 2009, p.249.

Borón, Atilio (2004) El Perro y la Rana, 7ª edición, Caracas, 2015: Imperio & Imperialismo una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri. También disponible en Internet:  http:/tienda.elviejotopo.com/teoríapolítica/1077-imperio-imperialismo-una lectura-crítica-de-michael-hardt-y-antonio-negri-97884957 (Consultado: 21/06/18)

 

Autor: Limber Salazar

Fuente de la Información: OVE

 

 

 

 

 

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El acento como base de prejuicio en la academia

Por: Sofía García-Bullé

En los 30 milisegundos que toma decir “hola”, nuestro interlocutor ya está formando un juicio sobre nosotros basado en nuestro acento.

En artículos anteriores hemos hablado del sesgo social en la comunidad académica y de la creencia general de que un académico o científico debe tener cierto perfil y características físicas para proyectar credibilidad en su rol.

Lo anterior motiva a muchos miembros de la comunidad académica a vestir de cierta manera y adoptar actitudes bienvenidas por el grupo dominante, para encajar y avanzar en sus carreras. Pero hay aspectos de su persona que no pueden (o es difícil) cambiar y el cuestionamiento más importante es: ¿deberían? Atributos como la raza, cultura, religión, además del rasgo físico, son algunas características que se proyectan, pero hay un aspecto que dice mucho de nosotros: el acento con el que hablamos.

¿Cómo percibimos el acento?

El acento es una de las primeras características que cualquier interlocutor nota en nosotros, y dice mucho. Escuchar el acento de una persona nos puede decir información sobre el país o región a la que pertenece, en algunos casos, hasta puede indicar una comunidad específica dentro de un mismo estado o municipio; nos habla de los aspectos culturales que forman parte de su persona, pero de ninguna forma nos indica su nivel de conocimiento, su inteligencia, ni su habilidad o presteza para hacer su trabajo. El problema es que, con frecuencia, creemos que sí es indicador.

Tomemos el inglés, por ejemplo, aun siendo el mismo idioma, este se representa a través de argots diferentes. Imaginemos que estamos en una conversación con tres personas, una de origen británico, otro americano y un australiano. ¿Cuál de estas tres personas, hipotéticamente, sonaría más “inteligente” o “culta” en una plática? Según un estudio realizado en Bélgica, una muestra selecta de personas asoció el acento británico con la inteligencia y el prestigio, mientras que el americano fue más asociado con sencillez y camaradería.

“Encuentro que la gente se sorprende de mi profesión simplemente por la manera en la que hablo. Si me oyen primero y luego se enteran cuál es mi trabajo, usualmente quedan impactados”.

Lo importante a denotar aquí, es que estas aproximaciones no dicen mucho sobre cómo son realmente nuestros interlocutores, nos revela más bien cómo los percibimos nosotros. Si no estamos conscientes de esta bifurcación cognitiva, tendremos menos herramientas para evitar desarrollar prejuicios. Si el idioma es el mismo (inglés, como en el ejemplo anterior), ¿por qué hacemos diferencias entre las formas de pronunciarlo? La lingüista y autora, Rosina Lippi-Green, se refiere a esta jerarquización como “la ideología de lenguaje estándar”. Bajo este contexto, la gente tiende a creer que el argot con el prestigio social más alto, es la forma más correcta y válida de usar determinado lenguaje.

Esto facilita que al escuchar distintos acentos del mismo idioma, descalifiquemos las que ostentan menos prestigio, y hagamos un juicio de valor con respecto a las habilidades lingüísticas, inteligencia, conocimientos, clase social, carácter y capacidades de quienes hablan en esta forma de lenguaje “menos correcta”. Así es como caemos en una discriminación basada en la lingüística.

¿Cómo afecta la discriminación lingüística a los miembros de la comunidad académica?

De acuerdo con un estudio realizado por James Emil Flege en la Universidad de Alabama, toma solo 30 milisegundos decir “Hola”. En ese breve instante, las personas que nos escuchan ya están procesando información acerca de cómo nuestro acento nos distingue y produciendo impresiones al respecto. Es cierto que nada de lo registrado en esa primera interacción está escrito en piedra. Las personas y sus juicios de valor no son inamovibles ni inflexibles, y las personas pueden estar abiertas a aceptar información que contradiga esas primeras impresiones. Pero lo que es innegable, es que este es un camino cuesta arriba para los académicos con acentos que no pertenecen a la jerga de más prestigio.

“Encuentro que la gente se sorprende de mi profesión simplemente por la manera en la que hablo. Si me oyen primero y luego se enteran cuál es mi trabajo, usualmente quedan impactados”, dice Peter Lacrombe, profesor de matemáticas en la Universidad de Derby, Inglaterra. Lacrombe pertenece a la región centro oeste de Inglaterra, apodada “Black Country”, su historia está cercanamente ligada con la Revolución Industrial.

Black Country se distingue por su cultura de trabajo y su economía de industria pesada, los originarios de la región son, en su mayoría, de clase trabajadora y tienen un acento diferente a sus vecinos de Birmingham. Los “Yam Yam”, como normalmente se les llama a quienes provienen de Black Country, son asociados más con la industria minera y el carbón, que con la academia. Lacrombe describe la sorpresa al revelar su vocación como algo irritante, pero lo que realmente encuentra pesado es la base del pensamiento discriminatorio que culmina en la declaración: “No suenas como profesor”.

No hay respuesta para una declaración como esta, excepto, tal vez, preguntar cómo se supone que debe sonar un profesor. Lacrombe sostiene que el mero cuestionamiento pone en duda un aspecto fundamental de la sociedad actual, atrapada en una percepción ligada a la diferencia de clases socioeconómicas. Cuando alguien le dice que no suena como profesor están asumiendo que su lugar está en una fábrica y no en una universidad. Este es el racismo y clasismo sutil que causa fatiga racial y social en los miembros de la academia que no cuentan con rasgos de los grupos sociales dominantes presentes en la academia.

¿Cómo combatir la discriminación lingüística en la academia?

“Si no sueno como profesor, es tu problema, no el mío”. Lacrombre argumenta que el problema de los acentos no se encuentra en quien los habla, sino en quien usa este rasgo particular para hacerse un juicio sobre la capacidad de un profesor o su pertenencia a la academia. Todos los que trabajan en el oficio de la educación comprenden la necesidad de tener cierto nivel de lenguaje, con respecto a los contenidos, a la elección de palabras. Si las palabras que usamos reflejan nuestro nivel de conocimiento y argumentación, ¿por qué el acento con las que lo pronunciamos sigue siendo un medidor de estos atributos? Porque deja ver aspectos de nosotros que son particulares, diferentes a nuestros interlocutores. El choque cultural no viene del acento, viene de la reacción del interlocutor de escuchar ese acento como algo diferente y ajeno a la comunidad académica.

“No suenas como profesor”

La solución no está solo en promover más diversidad en los espacios de trabajo académicos. Esta práctica ha sido realizada durante décadas, y aunque se ha traducido en algunas instancias de inclusión y oportunidades para las minorías sociales, no se ha visto un cambio estructural real solamente con la intención de aumentar la diversidad. Es necesario un cambio de narrativa y este no puede lograrse sin un esfuerzo conjunto tanto de las minorías como de los grupos dominantes.

La discriminación lingüística es solo un inciso en un enorme aparato de inequidad con aspectos sociales culturales y económicos. Educar a las personas a que sean sensibles a las diferencias culturales en la comunidad académica como algo positivo no va a resolver los problemas sociales que implican el racismo, el sexismo, la homofobia y otras formas de inequidad. Pero favorecer ese cambio de narrativa puede ayudar a que los grupos de minoría social se sientan bienvenidos en la academia, como también a iniciar un diálogo y los mecanismos necesarios que abran camino a cambios más significativos.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/acento-academia

Imagen: erd Altmann en Pixabay

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