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Estados Unidos: Ángela Davis tan relevante como siempre desde hace treinta años

Por: Kaos en la Red/12-06-2019

Activa e influyente en las luchas internacionales por la libertad durante casi seis decenios, sus discursos y escritos contienen valiosas enseñanzas sobre las principales injusticias a que nos enfrentamos en esta época de aumento del racismo, la xenofobia y la violencia reaccionaria.

Angela Davis merece un gran reconocimiento en este Mes de la historia de la mujer, y todos los meses. Activa e influyente en las luchas internacionales por la libertad durante casi seis decenios, sus discursos y escritos contienen valiosas enseñanzas sobre las principales injusticias a que nos enfrentamos en esta época de aumento del racismo, la xenofobia y la violencia reaccionaria.

El libro Women, Culture, and Politics 1/, una recopilación de discursos que explican las luchas que han de afrontar las mujeres negras en un mundo supremacista blanco, capitalista e imperialista, se publicó (NY: Random House) en 1989. Sin embargo, las palabras de Davis tienen hoy la misma relevancia que en aquel entonces. Deberían ser leídas por todas aquellas personas que están interesadas en participar en las luchas globales por la justicia e informarse más sobre ellas. En este Mes de la historia de la mujer recomiendo prestar atención a tres mensajes principales de este libro, tan necesarios hoy en día como hace treinta años.

1. El movimiento feminista todavía necesita tomarse en serio los intereses de las mujeres pobres y obreras de color.

Vivimos en una época de #MeToo, #TimesUp, #MuteRKelly y otros movimientos para sacar a la luz los abusos que sufren mujeres todos los días. Las pussy hats 2/ y las manifestaciones de mujeres se producen sobre el telón de fondo de la violencia continua y el desprecio a que se enfrentan las mujeres. Pero incluso en el seno de estos movimientos, los sesgos de raza y de clase acallan las voces de las mujeres de color, especialmente las negras.

Angela Davis advirtió en 1989 de que el movimiento feminista no era tan efectivo como podría serlo porque las mujeres blancas de clase media no prestaban atención a las necesidades de las mujeres negras y latinas pobres. Y este sigue siendo el caso en gran medida. Cuestiones que afectan de forma desproporcionadamente negativa a las mujeres pobres de color, a menudo son marginadas en el discurso sobre la igualdad. El llamamiento a la acción de Davis en Women, Culture, and Politicsdebe ocupar un lugar central en el movimiento feminista actual:

Hemos de empezar a crear un movimiento revolucionario y multirracial de mujeres que aborde efectivamente las principales cuestiones que afectan a las mujeres pobres y de clase obrera. Para aprovechar el potencial de este movimiento, hemos de seguir desarrollando aquellos sectores del movimiento que abordan seriamente las cuestiones que afectan a las mujeres pobres y de clase obrera, como el empleo, la igualdad salarial, la baja de maternidad pagada, el cuidado de los hijos e hijas subvencionado por el Estado federal… Las mujeres de todos los entornos raciales y de clase se beneficiarán mucho de este planteamiento.

No basta, señala Davis, con que las organizaciones en que predominan las mujeres blancas de clase media se dediquen a reclutar a más mujeres de color, sino que más bien “hay que incluir en el programa los intereses particulares de las mujeres de color”. (p. 7) Las voces y las luchas de las mujeres de color han de ocupar un lugar central, no periférico. Un salario mínimo más alto, viviendas asequibles, sanidad gratuita y poner fin al encarcelamiento masivo, el racismo ambiental y la violencia policial son todas cuestiones que las mujeres del movimiento tienen que tomar en serio.

2. EE UU sigue recortando los presupuestos de programas sociales mientras aumenta los destinados a la violencia organizada.

Women, Culture, and Politics se publicó al comienzo de lo que actualmente llamamos la era neoliberal, que supuso el recorte drástico de los programas de bienestar social, la privatización de entidades públicas, la subcontratación de puestos de trabajo y la destrucción acelerada y desregulada del medioambiente en un esfuerzo concertado por consolidar y maximizar la riqueza de los individuos más ricos del planeta. Ya en 1989, Davis se dio cuenta de los efectos nocivos de la reducción de los programas sociales y de los puestos de trabajo que ocupaban tradicionalmente personas afroamericanas en sus comunidades: aumento de la pobreza y del paro, inseguridad alimentaria, falta de atención sanitaria y extrema desigualdad en materia de salud. El aumento del presupuesto militar a expensas de los programas sociales supuso un golpe para las comunidades pobres y obreras de todo el país, especialmente para la gente afroamericana. Sobre esta cuestión, Davis advierte:

La creciente militarización de la economía es probablemente la característica más destacada de la crisis estructural del capitalismo. (p. 86) En ciudades como Chicago, la juventud negra sufre enfermedades de malnutrición que afectan a los niños y niñas de las zonas de hambre de África, pero aun así se han suprimido los desayunos en las escuelas y los servicios de comida para facilitar a los diseñadores y fabricantes de armas una fuente de dinero inagotable. (p. 71) En vez de distribuir bonos de alimentos entre la gente pobre, las empresas que constituyen el complejo militar-industrial reciben enormes contratos de defensa. (p. 62)

Davis expone además las maneras en que las continuas intervenciones militares estadounidenses oprimen a las gentes de color de todo el mundo, mientras que en el país la gente pobre y de clase obrera se enrola en el ejército como vía para ganarse la vida o poder estudiar en la universidad sin pagar las tasas, puesto que muchos de los empleos que tradicionalmente ocupaban estas personas han desaparecido. La violencia bélica se ejerce sobre gente de color, desde Oriente Medio hasta el Sur global, con el fin de reforzar la dominación económica de EE UU. Las armas que no usa el ejército van a parar a los guetos de EE UU, donde la policía redobla la violencia contra las comunidades de color pobres. Como señala Davis, “deberíamos… denunciar las conexiones entre la amenaza para la paz mundial que plantea el Pentágono y los crecientes ataques dentro del país contra la vida de nuestra gente”. (p. 70) ¡Un mensaje que sigue siendo actual!

3. La violencia contra las mujeres sigue siendo un problema que debe examinarse como subproducto de las estructuras sociales violentas.

La confirmación de Brett Kavanaugh y el recuerdo de los interrogatorios de Clarence Thomas, las imputaciones de Harvey Weinstein y Bill Cosby, la exoneración de #SurvivingR.Kelly y de otros hombres famosos de las acusaciones de agresión sexual se han producido paralelamente a debates cada vez más amplios sobre el consentimiento en los campus universitarios y las manifestaciones de #MeToo. Puesto que las mujeres trabajadoras y las mujeres de color siguen sin recibir tanta atención en esta cuestión como las mujeres blancas de mayor nivel de renta, el movimiento contra la violencia sexual podría beneficiarse con el análisis que hace Davis de este problema como subproducto de un sistema violento que es preciso transformar radicalmente. Señala la relación entre racismo, capitalismo, imperialismo y la perpetuación de la violencia sexual contra la mujeres.

Davis nos urge a contemplar la violación no como resultado de una personalidad anómala de un individuo o de una característica natural de la masculinidad, sino como la consecuencia de un sistema basado en la dominación violenta. En este sentido, Davis pregunta: “¿Violan los hombres porque son hombres o bien están socializados por su propia opresión económica, social y política, así como por el nivel general de violencia social en el país en que viven, para ejercer la violencia sexual contra las mujeres?” (p. 46)

Asimismo, destaca el hecho a menudo olvidado de que el imperialismo y la guerra están interrelacionadas con la violación y la violencia contra las mujeres, y las mismas estructuras sociales violentas que fomentan la agresión sexual en EE UU conducen a la agresión sexual endémica tanto en el ejército como contra mujeres civiles en las zonas ocupadas del extranjero. En situaciones de guerra y ocupación, los cuerpos de las mujeres se utilizan como objetivos o daños colaterales. Para ilustrar la conexión entre violación, fascismo, racismo e imperialismo, Davis dice que “en efecto, la violación es muchas veces un componente de la tortura infligida a prisioneras políticas por gobiernos fascistas y fuerzas contrarrevolucionarias. En la historia de nuestro propio país, el Ku Klux Klan y otros grupos racistas han utilizado la violación como arma de terror político”. (p. 46)

Vivimos en un periodo consecutivo a una sociedad genocida y esclavista que comportó la violación endémica de las mujeres negras esclavizadas y su continuación postesclavista cuando la mayoría de mujeres negras solo podían ser empleadas como trabajadoras domésticas. La estructura de una sociedad abiertamente racista y esclavista lo hizo posible, y las estructuras actuales de un sistema desigual y violento sigue permitiendo niveles inimaginables de violencia sexual contra las mujeres. Davis advierte de que el recurso a un Estado carcelario no resolverá los problemas subyacentes que conducen a la violación, alegando que “la violencia sexual no podrá ser erradicada jamás completamente hasta que hayamos llevado a cabo con éxito toda una serie de transformaciones sociales radicales en nuestro país”. (p. 49)

Fuente de la Información: https://kaosenlared.net/angela-davis-tan-relevante-como-siempre-desde-hace-treinta-anos/

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#Documental: Ella es hermosa cuando está enojada

Reseña: Onda Feminsita

Esta película narra la historia de la segunda ola del movimiento feminista especificamente en Estados Unidos, pero los temas que tocan, los grupos que crearon, y el trabajo que hicieron, es ciertamente universal.

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Nos muestran desde la mirada de decenas de activistas y grabaciones reales de la época la gran diversidad de los movimientos feministas, y como las diferentes visiones y estrategias para acabar con el sexismo suman y se complementan. Además, comenta sobre los obstáculos, dilemas internos, errores, todo con una visión humana y realista.

Deja claro que es posible construir grandes cambios, y hasta nos da mil ejemplos de cómo lo lograron ellas. Y nos recuerda que la lucha sigue y que está en las manos de cada nueva generación lograr los cambios que aún hacen falta, alzar la voz,  y asegurarnos que los derechos alcanzados no sean revocados.

 

Fuente: https://ondafeminista.com/2016/06/04/documental-ella-es-hermosa-cuando-esta-enojada/

 

 

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Las estudiantes chilenas esperan desde hace un año nuevos protocolos contra el acoso en la universidad

Por: Meritxell Freixas Martorell

La movilización estudiantil feminista de hace un año reclamó cambios en estos documentos, pero son pocos los centros que han concretado los cambios

“Ni el protocolo [de la universidad] ni el sistema judicial es suficiente para las denunciantes. Nos relegan a un rol secundario, donde todo es secreto y ni siquiera podemos decir qué pasó ni defendernos de las decisiones que toma la universidad”. Es la crítica que la estudiante de Derecho de la Universidad de Chile, Sofía Brito, expresaba en contra de la desprotección que vivió por acusar dentro de la universidad a uno de sus profesores. Fue en mayo de 2018, cuando la joven y exayudante de Carlos Carmona, quien además de académico fue presidente del Tribunal Constitucional, dio a conocer públicamente una denuncia por acoso sexual y laboral contra el docente que terminó provocando su dimisión. El caso motivó una protesta feminista que paralizó las clases de la facultad durante 74 días, en un contexto de movilizaciones estudiantiles que se replicaron en todo el país para exigir una educación no sexista y el fin de la violencia machista en las aulas.

Entre abril y agosto de 2018, la ola de protestas estudiantiles feministas provocó la ocupación y paralización de 24 universidades de Chile y convocó masivas manifestaciones en las principales ciudades del país.

Las primeras en organizarse fueron las jóvenes de la Universidad Austral de Chile, ubicada en la ciudad sureña de Valdivia. El 17 de abril de 2018 estudiantes de Antropología se tomaron el edificio de su facultad para denunciar varios casos de acoso y abuso entre estudiantes. A ellas se sumaron las jóvenes de Ciencias de la misma casa de estudios, que rechazaron la decisión de la institución de mantener en plantilla a un docente que, tras una investigación interna, fue hallado culpable de acosar sexualmente a una funcionaria. En un par de semanas, las ocupaciones llegaron a la capital, a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, por las acusaciones de Sofía Brito en contra de Carmona.

Poco a poco, otras instituciones de educación superior, tanto públicas como privadas, fueron sumándose a la movilización estudiantil feminista. Entre ellas, la Universidad de Playa Ancha, en Valparaíso, que fue la que estuvo más tiempo en paro, casi cuatro meses, y que incluso implicó una huelga de hambre para conseguir que su rector aceptara el petitorio; o también la Pontificia Universidad Católica, que fue ocupada por última vez en 1986, en plena dictadura.

Universidades sin protocolos

Los petitorios que presentaron las estudiantes a los rectores de las universidades paralizadas recogían distintas demandas. Pero prácticamente todos tenían en común la creación o mejora de los protocolos internos para abordar situaciones de acoso y/o abuso; la suspensión y expulsión de los académicos involucrados en estos casos, y la eliminación de la educación sexista, una cuestión muy amplia que abarcaba desde el lenguaje que los docentes utilizan en clase, hasta cursos obligatorios con perspectiva de género incluidos en el currículum académico o cuotas de género en cargos académicos y administrativos, entre otros.

El informe Protocolos de acoso sexual en las universidades chilenas: una deuda pendiente, publicado hace un año por el Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (CEPPE) de la Universidad Católica, revelaba que sólo siete universidades de las 60 que existen en Chile habían diseñado y publicado protocolos contra el acoso sexual universitario a noviembre de 2017. A partir de enero de 2018, otras cuatro se sumaron a este proceso.

La investigación también señalaba tres limitaciones comunes de las instituciones universitarias para abordar esta cuestión: una definición restringida del acoso; el uso de protocolos como estrategia reactiva y no preventiva; y el desconocimiento de las lógicas de poder “entretejidas” en la problemática. “Los protocolos no son, en su diseño, ni equitativamente seguros ni cómodos para todas las partes”, concluyeron las autoras. Precisamente por eso, las protestas hicieron de su creación o mejora una necesidad de las estudiantes para actuar ante situaciones de acoso, abuso y violencia sexual en las universidades. En esa demanda, las jóvenes se encontraron con la complicidad de académicas y funcionarias que apoyaron sus reivindicaciones y presionaron para conseguirlas.

En Universidad de Chile y en la de Concepción, por ejemplo, en el último tiempo se han puesto en marcha “fiscalías” para mejorar las garantías de las investigaciones y evitar, así, que sean los académicos –muchas veces sin formación en género– los que tengan que esclarecer un caso de acoso o abuso dentro de la institución.

Falta de voluntad para avanzar

Consuelo Sarmiento fue una de las portavoces de la movilización de la Universidad Austral y hoy es parte del Observatorio de Género y Medios para el Sur. Explica que la protesta logró “fortalecer” algunos puntos del reglamento de la universidad en materia de acoso sexual y destaca la creación de la primera Secretaría de Género y Sexualidad de la universidad.

Sin embargo, la exestudiante lamenta que no se haya logrado “sacar a los académicos acosadores de las aulas”, hecho que, según ella, no pasa con los estudiantes, que son expulsados con mucha más facilidad: “Con los profesores la relación de poder es bastante distinta”, afirma. Según la prensa chilena, después de las protestas, un total de 16 universidades abrieron 132 procesos internos por denuncias de acoso y/o abuso sexual o laboral.

Desde la Universidad Católica, Daniela Pinto, estudiante de Bioquímica y una de las portavoces de la ocupación, cuenta que las estudiantes siguen “a la espera” de que se concreten los cambios que solicitaron en el protocolo: “Hoy todavía tenemos el mismo que el año pasado”, se queja. Piden que se incluya el acoso hacia las estudiantes –no sólo hacia las trabajadoras de la universidad–, que se acorten los tiempos de las investigaciones o que contemple también los casos ocurridos fuera del recinto universitario.

La joven explica que durante las negociaciones se acordó modificar el documento durante el primer semestre de este año, entendiendo que se pudieran prolongar los plazos porque se trata de un proceso lento. Sin embargo, en su opinión, “las autoridades no muestran voluntad para avanzar”.

Más allá de los pendientes en materia de protocolo, Pinto menciona que sí ha habido tímidos avances, por ejemplo, en la incorporación de dos psicólogas al equipo de abogadas que aborda los casos de violencia sexual. “El gran problema es que la Universidad no muestra nada de lo que está haciendo, se sabe sólo a nivel de autoridades y eso dificulta hablar de avances porque un estudiante de base no tiene ni idea de nada”, critica ella.

Esperar con cierta “frustración”

La movilización estudiantil feminista llevó al Ministerio de Educación a proponer un compromiso entre los rectores para avanzar en equidad de género. Por ahora, nueve universidades han firmado el acuerdo. Entre las medidas que deberán cumplir está que al menos un 40% de los integrantes de los órganos superiores sean mujeres y que en las elecciones de rectores compita al menos una mujer.

Este mes se cumple un año de aquel “mayo feminista” que tiñó las calles de Santiago de verde, color de la lucha por el aborto, y de lemas y consignas a favor de una educación no machista y libre de violencias. Pero con la distancia y perspectiva, las protagonistas de las marchas observan con cierto regusto amargo que no han avanzado tanto como esperaban. “Más allá del hito que representó la movilización y de un avance en la toma de consciencia, creo que hay un poco de frustración porque al final no hemos visto nada concreto ni tangible. Estamos en un punto muerto”, dice Pinto. “Y mientras no llegan los cambios, nuestras compañeras siguen en clase con sus abusadores, las siguen violentando”, añade.

Las tomas que lideraron las estudiantes en el otoño e invierno austral de 2018 contribuyeron a alimentar y consolidar el movimiento feminista en Chile, que tuvo su máxima expresión el pasado 8 de marzo, con masivas manifestaciones en todo el país. Las chilenas hicieron historia, pero no podría explicarse el éxito del 8M sin el pulso que abrieron las jóvenes hace justo un año. Los frutos de ese esfuerzo, pero, los siguen esperando impacientes hasta hoy.

Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2019/04/IMG_9656-768×512.jpg

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/04/29/las-estudiantes-chilenas-esperan-desde-hace-un-ano-nuevos-protocolos-contra-el-acoso-en-la-universidad/

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Celia Amorós: “El feminismo es una revolución y está absorbiendo las demás”

Por: Carmen Morán Breña.

La filósofa observa, a sus 74 años, la fuerza del movimiento de las mujeres como una apoteosis

El cuarto propio de Celia Amorós está al acabar el pasillo y después de una gran cocina diáfana en un piso céntrico de Valencia. En las estanterías, bien acompañados, saludan a las visitas Simone de Beauvoir, Sartre, Virginia Woolf, pero su mesa de trabajo parece congelada, sin papeles ni lápices, y aventura la mala salud de la que se duele esta mujer sabia. El tablero del pensamiento y la creación lo ocupan ahora las fotos risueñas de sus colegas feministas años atrás.

El pasado está muy presente. Un buen puñado de libros publicados y cientos de artículos académicos, charlas y viajes a lo largo de su vida sitúan a Amorós entre las grandes responsables de la solidez que exhibe hoy en día el movimiento feminista. El 8 de marzo, para alegría de muchos, se la vio en su silla de ruedas al lado de la pancarta que agrupaba a los universitarios en Valencia, donde nació, en 1944, y donde ahora tiene su retiro de clima templado.

Habla de esa manifestación, recurriendo a Sartre, como del “apocalipsis” en el que ha desembocado un movimiento fraguado con los años con muchas levaduras, desde la toma de las calles hasta la conquista de los hogares, con coloquios, literatura, grupos de trabajo, concienciación social, educación. Esto es imparable, dice todo el mundo,pero ella recela: “Todo movimiento tiene marcha atrás. Hay que ser cuidadosos, tenaces, tener capacidad de acción y de convicción». Simone de Beauvoir asiste sus pensamientos: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”, decía la francesa.

La filósofa valenciana, hija de notarios y nieta de una abuela que le enseñaba piano, pide que le acerquen el busto de Clara Campoamor, que la observa desde la mesa, para hacerse la foto con él. “Una persona que dijo ‘soy ciudadano antes que mujer”… Amorós dirigió algunos años el Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense. Allí se creó el seminario Feminismo e Ilustración, por donde han pasado algunos de los nombres que ahora dan lustre con sus ensayos al pensamiento feminista: Alicia Puleo, Rosa Cobo, Ana de Miguel, todas ellas en las fotos del despacho rodeando a la maestra. En la Ilustración basa Amorós los principios del feminismo como un movimiento emancipatorio que exige para la mujer no la igualdad con el hombre (“que aunque ellos pudieran y nosotras quisiéramos, no tendríamos nunca”, ha dicho alguna vez), sino la igualdad bajo el genérico humano, es decir, ni más ni menos que los derechos de ciudadanía de los que ellos disfrutan (o deben disfrutar). La revolución francesa propició ese lenguaje emancipatorio: si los amos eran déspotas, si los aristócratas tenían siervos, en las mismas condiciones estaban las mujeres respecto a sus compañeros. Y así lo hicieron ver. Amorós cita varias veces a Mary Wollstonecraft, la abuela de Frankenstein. Si la condición de ciudadanía, por primera vez, se adjudicaba a nobles y plebeyos sin distingos, ¿por qué se le negaba a la mujer? Dichoso orden natural en el que la mujer, por serlo, estaba condenada a un segundo lugar. “Qué vamos a decir del misógino de Rousseau”, se ríe Amorós.

El feminismo ha rodado mucho desde entonces. Ahora tiene muchos apellidos. La filósofa es tajante: “Feminismo solo hay uno, el emancipatorio”. Pero los partidos políticos diseñan un traje a su medida… “El feminismo es de izquierdas”, zanja. Pero los de derechas dicen que ellos también lo son, a su manera… “À sa façon… Para quien se lo crea”, responde Amorós.

En 2006, la escritora, por primera vez una mujer, recibió el premio nacional de Ensayo por su libro La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para la lucha de las mujeres. Su nombre ya figuraba entre las grandes feministas de Europa y la influencia de sus publicaciones académicas se hacía sentir con fuerza en Latinoamérica. Frente al sillón desde el que responde ahora a los periodistas y sobre una máquina de coser Singer que fue de su suegra cuelga un cuadro con una frase bordada que le reconoce haber “introducido el feminismo filosófico en la filosofía hispánica”. Y en los estantes, decenas de libros muestran un penacho de papeles amarillos que sobresalen sobre sus páginas, signo de un estudio concienzudo. Casi se puede decir que les ha dado a cada uno una buena paliza.

Maestra entre maestras, sigue prudente y ejerce una sororidad sin fisuras cuando se le recuerda su mucha influencia en el actual movimiento de las mujeres: “Y muchas otras”, dice. “Nada surge de repente cuando se trata de movimientos sociales. Es un trabajo que se va forjando, que tiene fases, que evoluciona, se agita, se amalgama, aparentemente no pasa nada, pero la gente va haciendo suyo el movimiento Y entonces ocurre algo especial, por ejemplo el caso de La Manada y todo lo asumido deviene en apocalipsis. Como ocurrió en el París de la Bastilla”, explica.

La revolución francesa siempre está presente en sus pensamientos, aunque alguno se resista a bajar a su boca cuando ella lo reclama. “Sí, el feminismo es una revolución y está absorbiendo las demás. Si no hay feminismo, no hay lucha revolucionaria, porque ¿qué se puede hacer si solo se cuenta con la mitad de la población? Nada”, asegura. Amorós tiene una hija, que la llamó por teléfono el 8-M “exultante”, y un nieto, Guillermo, de 10 años que estaba “como el primero, levantando el brazo” en la manifestación que reunió en las ciudades españolas a más de un millón de personas aquel viernes de “apocalipsis”. Ríe, ahora solo Celia, con el recuerdo del niño, también empoderado. Y su risa se ensancha cuando se le recuerda cómo cerraron aquel día la manifestación en Valencia, al modo fallero: “Señora pirotécnica, puede comenzar la Revolución”.

Fuente de la reseña: https://elpais.com/sociedad/2019/03/15/actualidad/1552663877_409540.html

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Prostitución: ¿Legalización o abolición?

Por: Marisa del Campo/Rebelión

Sobre las posiciones, dilemas y debates de la prostitución

 

Los lugares comunes permean nuestra vida y condicionan tanto nuestros pensamientos como nuestras acciones. Un tópico actual dentro del progresismo es el de “feminizar la política” en la idea de que las mujeres serían, en general, menos competitivas y ambiciosas y, en particular, más suaves y mesuradas en los debates que los hombres, bastante “machos” y “alfas” casi todos ellos.
Esta media verdad nos revelaría su parte errónea en lo que a la suavidad en la discusión se refiere si asistiésemos a una reunión de feministas que estuviesen hablando sobre la prostitución. Porque si hay un tema que divide y encona al feminismo es el del mal llamado oficio más viejo del mundo. Sin entrar a valorar, por razones de espacio, la posición que proclama la prostitución como un arma liberadora para la mujer y un factor de desestabilización de la cultura heterosexual y patriarcal, dos son las principales corrientes que se enfrentan dentro del movimiento feminista: la que defiende la legalización y la partidaria de la abolición. Veámoslas brevemente.
La postura por la legalización.
Para las partidarias de la legalización, la prostitución sería un trabajo como otro cualquiera. Simplemente consistirá en el intercambio de un servicio por dinero, no muy diferente – o nada distinto – del que pueda realizar cualquier otro trabajador. Se cambia una mercancía por otra entre personas adultas. Por supuesto, se está hablando de la prostitución consentida, siendo este punto, el consentimiento y la decisión autónoma y personal de la prostituta en ejercer esta actividad, el segundo concepto básico de las partidarias de la legalización. Nadie tendría derecho a estigmatizar, prohibir o castigar a una persona que decida libremente “utilizar” su cuerpo para sacar un beneficio.
 En consecuencia, al ser esta prostitución libre y consentida una actividad laboral, debería ser regulada como todas las demás: seguridad social, pensiones, impuestos, cotizaciones, etcétera. De esta manera el Estado sacaría beneficios por vía impositiva, se protegería el bienestar de las prostitutas y se combatirían los abusos de los empresarios y las enormes ganancias de las mafias de trata de mujeres y niñas, favorecidos por la actual situación de “imprecisión” legal.
 Por último, las partidarias de la legalización critican a las abolicionistas por inmiscuirse en el derecho al propio cuerpo, las recriminan que en el fondo estigmatizan la prostitución por principios puritanos inconfesables, las tildan de paternalistas al considerar a todas la prostitutas como víctimas sin capacidad de agencia y las advierten de que llevar a la práctica la abolición solo conduciría a aumentar la explotación y debilidad de las prostitutas frente a empresarios y mafias al ser desterradas al mundo de la ilegalidad. Un ejemplo de esta postura sería Holanda.
La postura abolicionista.
La posición abolicionista – la de mayor tradición dentro del movimiento feminista – defiende que cualquier medida legislativa que se plantee debe tener como objetivo acabar con la prostitución. Afirma que la prostitución es la esclavitud moderna – de ahí su nombre de abolicionista – y que, por ende, solo cabe luchar por su erradicación. Niega el carácter de “trabajo como otro cualquiera” de la prostitución, alegando no solo su “especificidad” y sus posibles peligros, sino conceptualizándolo como símbolo extremo y revelador de la situación de dominación de fondo del hombre sobre la mujer.
También rechaza el argumento de la “libre decisión” al considerar que, en la aplastante mayoría de los casos, el ejercicio de la prostitución viene motivado más por la necesidad que por una hipotética libertad personal sobre el propio cuerpo. Acusando a las pro-legalización de caer en las concepciones liberales del individualismo contractualista, las abolicionistas utilizarían un doble enfoque al aproximarse al fenómeno de la prostitución: de clase y de género. Por el enfoque de clase arguyen que la casi totalidad de las prostitutas pertenecen a la clase baja y que, por añadidura, se da una especie de neocolonialismo pues la presencia de mujeres del tercer mundo es cada vez más importante.
Por el enfoque de género, definen a la prostitución no como un contrato de intercambio de servicios entre individuos, sino como una institución que asegura a los hombres el acceso a ciertas mujeres previo pago de una determinada cantidad de dinero, esto es, una especie de harén “democrático” permanente o un supermercado del orgasmo masculino abierto las veinticuatro horas.
En este sentido, las abolicionistas creen que es posible influir legislativa y culturalmente sobre la demanda, ya sea multando a los puteros, ya sea deslegitimando la práctica del sexo comprado – o ambas cosas a la vez – Por último las abolicionistas consideran que la legalización de la prostitución solo beneficia a las mafias y empresarios al expandir el mercado del sexo y al dividir, en la práctica, a las putas en legales e ilegales. Un ejemplo de esta política sería Suecia.
 ¿Es posible un terreno común?
Como ya dijimos al principio estas dos posturas están muy encastilladas en sus posiciones y han generado un encono muy profundo en el movimiento feminista.
El resultado inmediato de esta situación ha sido la incapacidad del feminismo de dar una respuesta práctica y unitaria, aquí y ahora, al problema de la prostitución y a la enorme expansión del mercado del sexo pagado, y más particularmente al inhumano tráfico de mujeres y niñas, al crecimiento del turismo colonialista sexual y a la sangrante situación de muchas putas emigrantes en burdeles y calles.
 Esta parálisis debe concluir para bien del feminismo, las afectadas y la sociedad en general. Para salir de este bloqueo propositivo es necesario dejar a un lado por el momento las diferencias “ontológicas” – trabajo/no trabajo, libre decisión/necesidad… – que solo conducen al atrincheramiento, y buscar aquello que une a las dos corrientes mayoritarias. Veamos. Ambas posturas tienen en común tres cosas.
La primera es que tanto una como otra pretenden defender el bienestar de las prostitutas y liberarlas del estigma social que suele conllevar su actividad, evitando cualquier tipo de condena moral o criminalización legal.
La segunda es que legalizadoras y abolicionistas tienen como uno de sus principales objetivos la lucha contra las mafias, el tráfico de mujeres y niñas, y la conversión del tercer mundo en fuente de mano de obra prostituta y en burdeles neocoloniales.
La tercera es que comparten un mismo desiderátum: preferirían un mundo donde no existiese la prostitución. Dentro de este tercer aspecto, se podría considerar que, coincidentes en el largo plazo – una sociedad de iguales –, difieren en el corto y medio plazo y en el método para alcanzar esa humanidad donde reinaría una sexualidad realmente libre: unas creerían que el mejor medio sería la abolición, las otras pensarían que la legalización es un camino más adecuado.
 Una modesta proposición. 
En nuestra opinión, y en base a los tres puntos reseñados, creemos que existe un terreno común sobre el que es posible edificar una propuesta unitaria. Esta tercera vía la podríamos calificar de alegalidad con un horizonte ético abolicionista. Tendría como mayores fundamentos, por un lado, la convicción de que ni la abolición, ni la legalización pueden resolver el problema de la prostitución a medio y corto plazo; y por otro, la imperiosa necesidad de dar una respuesta unitaria, aquí y ahora, a la cuestión que nos ocupa y preocupa. A grandes rasgos este mínimo común consistiría en lo siguiente:
1o.- La prostitución ni se legalizaría, ni se ilegalizaría, dejándola así en una situación de alegalidad.
2o.- Se perseguirían de una forma eficaz y contundente las mafias y el tráfico de mujeres y niñas.
3o.- Las prostitutas no sería penadas, al contrario se velaría por sus derechos humanos y se combatiría cualquier forma de explotación.
4o.- Se implementarían fondos para ofrecer a las prostitutas que lo quisieran salidas profesionales de otro tipo.
5o.- Se deslegitimaría al putero y a la banalización de la sexualidad que suele conllevar la práctica del consumidor de sexo pagado.
La responsabilidad de los hombres.
Por último, añadir algo de transcendental importancia: hay que dar un giro copernicano al análisis de la prostitución. Es necesario dejar de verla desde el lado de la puta y empezar a mirarla desde el lado del putero. La responsabilidad de los hombres en este sentido es grande. La prostitución degrada al sexo masculino al considerar que los varones son sacos de testosterona, gorilas incapaces de reprimir sus ansias de orgasmos simiescos, violadores en potencia cuya única forma de reprimir su insaciable sed de sexo es ofrecerles el desaguadero de las putas. Los hombres tienen que dar un paso adelante, levantar la voz y oponerse a esta idea depredadora de su sexualidad, y reivindicar como suya una sexualidad libre entre iguales. Sin puteros no habría putas.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=252288&titular=prostituci%F3n:-%BFlegalizaci%F3n-o-abolici%F3n?-

 

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Desde España se entrevista a Mercedes Serrato: «El movimiento feminista no se ha preocupado de las mujeres con discapacidad»

Redacción: El Diario

Mercedes Serrato es trabajadora social, «feminista irremediable», doctoranda en Ciencias Sociales, y la autora principal del artículo ‘Violencias contra mujeres con discapacidad en España: la incansable lucha por ser visibles’

Tenemos unas «normas sobre violencia contra mujeres que no tienen en cuenta a las mujeres con discapacidad y a unas normas sobre discapacidad que no tiene en cuenta las violencias contra las mujeres», denuncia

Fuente: https://www.eldiario.es/andalucia/diversidad_funcional-mujer-genero-violencia_machista-discapacidad_0_776572619.html

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Una guía feminista negra para la solidaridad interracial

Por: Claire Heuchan. Traducción para Afroféminas de un texto de Sister Outrider

Cada vez que hablo del racismo en el movimiento feminista, invariablemente se formula esta pregunta como resultado: las mujeres blancas se preguntan “¿qué puedo hacer específicamente con el tema del racismo? ¿Cómo puedo crear solidaridad con las mujeres racializadas?” Es una pregunta complicada, que he estado considerando de cerca durante más de un año, y no hay una respuesta simple. En cambio, hay muchas respuestas, de las cuales ninguna es defintiva y todas ellas pueden cambiar en relación con el contexto. La realidad de la situación es que no hay una solución rápida para los cientos de años de racismo – racismo sobre el que se construyó nuestra sociedad, sus jerarquías de riqueza y poder establecidas – que dan forma a la dinámica entre mujeres de color y mujeres blancas. Ese desequilibrio de poder y privilegio colorea las interacciones personales.

Alterar esa dinámica en la que la raza existe solo como una jerarquía, construir formas sostenibles de solidaridad entre las mujeres, va a requerir una autoreflexión persistente, esfuerzo y una voluntad por parte de las mujeres blancas para cambiar su enfoque. Aquí está mi perspectiva sobre los pasos prácticos que las mujeres blancas pueden tomar para desafiar su propio racismo, mantenido consciente e inconscientemente, con la esperanza de que creará el potencial para que puedan ofrecer hermandad real a las mujeres de color.

“Lo primero que debes hacer es olvidar que soy negra. En segundo lugar, nunca debes olvidar que soy negra.” Pat Parker, Para la persona blanca que quiere saber cómo ser mi amiga

Reconoce las diferencias provocadas por la raza. No definas a las mujeres racializadas según nuestras etnias respectivas. Igualmente, no pretendas que nuestras vidas son las mismas que las tuyas. No ver la raza significa no ver el racismo. No ver el racismo significa permitir que crezca, sin control. Comienza reconociendo nuestra humanidad, viendo a las mujeres negras como personas autorrealizadas con discernimiento, poderes de pensamiento crítico y, lo que con mayor frecuencia se descuida en esta conversación, los sentimientos. Comienza examinando cómo piensas sobre las mujeres negras y construye desde allí.

Propiedad y autoridad

Muchos problemas se perpetúan cuando las mujeres blancas se posicionan a sí mismas como portadoras del discurso feminista, autoridades excepcionalmente calificadas para determinar lo que es y no es el Feminismo correcto. No es coincidencia que las contribuciones de las mujeresracializadas, en particular los comentarios que abordan el racismo o el privilegio blanco, con frecuencia se descarten como una distracción de la principal preocupación feminista, es decir, cuestiones que tienen un impacto directamente negativo sobre las mujeres blancas.

La suposición tácita de que la perspectiva de una mujer blanca es más legítima que la nuestra, más informada, que si las mujeres racializadas simplemente aprendieran más sobre un tema en particular, entonces nuestra perspectiva también se matizaría, es persistente. Detrás de esa suposición está la creencia de que las mujeres blancas son las expertas guías del movimiento feminista, y que las mujeres racializadas están en una posición de subordinación. La misma situación se desarrolla en el contexto de la política de clases, con mujeres de la clase trabajadora clasificadas como desinformadas cuando sus perspectivas feministas no se alinean con las de las mujeres de clase media. Reforzar estas jerarquías es el mayor obstáculo para la solidaridad entre las mujeres.

Las mujeres blancas tienen la costumbre de arbitrar lo que es y no es feminista de una manera que centra la feminidad blanca, la posiciona como el estándar normativo contra el que se mide la experiencia femenina. Si la feminidad blanca es estándar, la feminidad negra y racializada se convierten en formas desviadas por definición, un paradigma que contribuye a que las mujeres racializadas se formen en esa creencia.

El feminismo es un movimiento político dedicado a la liberación de la mujer de la opresión. Parte de esa opresión tiene género. Algunos de ellos están racializados. Parte de esto está basado en clases. Algo de eso se relaciona con la sexualidad. Algo de eso se refiere a la discapacidad. Y dentro de estas categorías, siempre existe la posibilidad de superposición. La falta de reconocimiento de la intersección de las identidades asegura que las mujeres más marginadas continuarán siendo oprimidas, no un objetivo feminista por ningún conjunto de estándares. Responder con “este no es el momento, chicas” cuando las mujeres negras abordan el racismo es una contradicción directa de los principios feministas. Esperar que las mujeres de negras permanezcan en silencio por el bien común, es decir, en beneficio de las mujeres blancas, no es un acto feminista. La idea de que hay un momento y un lugar para reconocer una forma de opresión experimentada por las mujeres socava los principios sobre los que se basa el movimiento feminista. Las mujeres blancas deben dejar de descalificar las críticas al racismo y, en cambio, escuchar lo que las mujeres racializadas tienen para decir sobre el tema.

Hay un patrón desafortunado de mujeres blancas que se enmarcan como las salvadoras iluminadas, los hombres  negros y racializados como opresores salvajes y las mujeres racializadas como víctimas pasivas de una opresión derivada exclusivamente de los hombres que caen dentro de nuestro propio grupo étnico. Este modelo reconoce que las mujeres negras y racializadas experimentan violencia de género al mismo tiempo que borran la opresión racializada a la que estamos sujetas. Además, niega la realidad de las mujeres blancas que pertenecen a una clase opresora, una hábil y poco sincera maniobra que absuelve a las mujeres blancas de su papel en el mantenimiento del racismo sistemático. Si el problema del racismo no existe, no es necesario discutirlo. Si no se discute el racismo, las mujeres blancas pueden continuar beneficiándose de él sin impedimentos.

Para que la solidaridad interracial exista dentro del movimiento feminista, debe abordarse la cuestión de la propiedad. Una y otra vez, las mujeres blancas se comportan como si el movimiento feminista fuera su propiedad exclusiva, algo con lo que las mujeres negras y racializadas puedan unirse, pero nunca liderar el establecimiento del discurso o la acción. Este enfoque no solo borra el papel crucial que las mujeres negras y racializadas han desempeñado históricamente en el movimiento feminista, sino que niega la posibilidad de que los futuros esfuerzos de colaboración tengan lugar en pie de igualdad.

Las mujeres blancas que desean confianza y solidaridad con las mujeres negras primero deben considerar cómo posicionan a estas mujeres en sus mentes, cómo nos conceptualizan: ¿nos ven como hermanas, o como alguien a quien fetichizan o sin haber escuchado adecuadamente? ¿Somos una parte central de la lucha feminista, o un ejercicio de taquilla? La honesta reflexión interna es esencial. Analiza cómo piensas de nosotras, explora críticamente por qué podría ser eso y trabaja desde allí.

Organizacion feminista

¿Estás planeando un grupo para mujeres? ¿Creando un evento o espacio feminista? ¿Construyendo una red feminista? Cada reunión de mujeres crea nuevas posibilidades para el movimiento feminista, una de las cuales es una oportunidad para mejorar la dinámica de la raza en un contexto feminista. Con la organización colectiva, hay una pregunta que las mujeres blancas deben hacerse: ¿hay mujeres negras o racializadas en este grupo? Si no, hay una razón. Está muy bien hablar de cómo las mujeres se juntan como amigas o un grupo de activistas que comparten un objetivo en particular, pero la forma en que se formó ese grupo no tuvo lugar dentro de un vacío social. Sucedió en una sociedad en la que las mujeres negras son racializadas y alimentadas hasta el punto de que nuestra feminidad es percibida como fundamentalmente inferior.

Por ejemplo, cuanto más fuerte sea mi compromiso con la política negra, más mis credenciales feministas estarán controladas por mujeres blancas atrapadas en dos falacias: primero, que es imposible preocuparse por múltiples cuestiones al mismo tiempo; en segundo lugar, que la política de liberación puede definirse claramente dividida porque nunca se debe tener en cuenta ninguna superposición de identidades. La percepción de que mi apoyo a la liberación negra debe ser a expensas de mi apoyo a la liberación femenina, diluyendo mi política feminista, malinterpreta la esencia de cómo se establecieron ambos tipos de política y el hecho de que están intrínsecamente conectados a través de las vidas de las mujeres negras.

Si no hay mujeres de color involucradas en su conjunto feminista, considera cómo surgió eso y, posteriormente, cómo se puede abordar. ¿Quizás su forma de organizar, su contenido, su praxis feminista, podría ser alienante? La autorreflexión crítica no es un proceso cómodo, pero es necesario para que la solidaridad sea posible. Un elemento clave de este tema es la forma en que las mujeres blancas se comportan hacia las mujeres negras.

Tratar a las mujeres negras como un ejercicio en la diversidad frente a los miembros auténticos del equipo revela una forma de racismo en la forma en que se nos conceptualiza. Nuestras habilidades, conocimiento y compromiso con las mujeres no se consideran el estado natural de las cosas en un entorno feminista, de la misma manera que las contribuciones de las mujeres blancas al grupo. La suposición de que solo podemos estar presentes como un medio para llenar las cuotas transmite un olvido de nuestra humanidad. Deja de lado esa línea de pensamiento. Busca nuestro valor como individuos de la misma manera que te inclinas automáticamente a buscarlo en una mujer blanca, y te acostumbrarás a verlo. Deshazte de tu racismo con el mismo vigor para deshacerte de la misoginia internalizada.

Es importante que haya mujeres racializadas involucradas a nivel organizacional, como parte del equipo que diseña sus eventos y campañas. Suelta el paternalismo que te asegura que, como mujeres blancas, estás en posición de hablar por todas las mujeres.

Comportamiento

El punto más obvio: no seas racista, ni en palabra ni en hecho. De una forma u otra, saldrá a la luz. Si dices algo sobre las mujeres negras o racializadas en un contexto privado que no hablas en un contexto público, considera por qué es que diferencias entre los dos contextos: la respuesta generalmente se refiere a las mujeres blancas que no desean parecer racistas. Aparentemente racista se ha vuelto, paradójicamente, más tabú que racismo en sí mismo.

Y si se aborda su racismo, no lo tomes como un ataque personal. No seas la mujer blanca que lo hace por su propio dolor, la mujer blanca que llora por no rendir cuentas por sus acciones. Reflexiona en cambio sobre la magnitud del daño infligido a las mujeres negras sujetas a ese racismo. Te aseguro que es tan doloroso que tu propia incomodidad es pequeña en comparación. Dele a las mujeres negras que experimentan el racismo la empatía que le otorgaría a una mujer blanca que experimenta misoginia.

“Al final, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos”. Dr. Martin Luther King Jr.

No permanezcas en silencio cuando tus amigos son racistas. No mires para otro lado. No pretendas que nada ha sucedido. Tu silencio te hace cómplice de ese racismo. Tu silencio normaliza que el racismo es parte de lo que legitima ese racismo en un contexto general. No es fácil enfrentar a alguien del que estás cerca, o alguien con mayor poder o influencia que el tuyo. Pero lo correcto no siempre es fácil de hacer.

Por último, no te vuelvas complaciente. En una entrevista reciente con Feminist CurrentSheila Jeffreys lamentó el surgimiento de la política de la identidad, que combinó con la praxis interseccional, afirmando que ya que a los hombres nunca se les exigió que hicieran todo, las mujeres tampoco deberían hacerlo. Esta actitud no es atípica entre las mujeres feministas blancas. Sin embargo, la perspectiva de Jeffreys plantea la pregunta: ¿desde cuándo se construye el feminismo radical  según el comportamiento de los hombres? El feminismo no es una carrera de fondo, es un movimiento político radical. Y eso implica un pensamiento crítico intensivo: un desafío constante de opresión estructural que no es selectivo, sino exhaustivo.

No será cómodo. No será fácil. Pero abre nuevas avenidas de apoyo y hermandad entre las mujeres. Solidaridad que sostendrá y nutrirá a todas las mujeres mientras trabajamos hacia la liberación.

Esta es la conclusión de mi serie de ensayos sobre la raza y el movimiento feminista. En estos enlaces se puede acceder a las partes 1 , 2 y 3. El siguiente conocimiento fue adquirido a un gran costo personal. Úsalo como quieras. Dedicado a cada mujer, negra, marrón y blanca, que me ha sostenido a través de la hermandad.

*Fuente: https://www.pressenza.com/es/2018/07/una-guia-feminista-negra-para-la-solidaridad-interracial/

Fotografía: Afroféminas

 

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