Page 3 of 8
1 2 3 4 5 8

Entrevista a María Jesús Izquierdo: Apunten contra el patriarcado

Por: Marta Dillon.

 

La catalana María Jesús Izquierdo, doctora en Economía y profesora de Teoría Sociológica por la Universitat de Barcelona, reconoce que las tareas de cuidado que quedan sobre las espaldas de las mujeres sin ser reconocidas y tampoco remuneradas son una forma evidente de explotación. Pero plantea a la vez, estratégicamente, que esta división sexual del trabajo desprotege a todas las personas que necesitan ser cuidadas. “Aun cuando no les importen las vidas de las mujeres, sepan que la cuestión del cuidado no está resuelta y es una ilusión breve pensar en individuos autónomos, todos vamos a necesitar cuidados alguna vez”, dice y señala como responsables las democracias liberales de las que “el patriarcado es constitutivo”.

Hay una idea que María Jesús Izquierdo insiste en subrayar: “El patriarcado no es un residuo, un remanente de otras épocas, el patriarcado es constitutivo de las democracias liberales”, por lo que un replanteo de las condiciones de vida de las mujeres, la eliminación de la violencia de género y de las inequidades económicas, políticas y culturales que padecen (padecemos) no pueden pensarse sin hacer una crítica profunda a estas democracias, sin volver a fraguar un pacto democrático que vea a las personas en su fragilidad e interdependencia y no desde la ilusión de la autonomía y la libertad, paradigma sobre el que se paran los hombres -blancos y heterosexuales, agrega esta redactora- aprovechando de la fuerza de trabajo invisible que aportan las mujeres a través de las tareas de cuidado y domésticas. Pero, dice Izquierdo, para eso es necesario que las mujeres reconozcan el lugar de poder que les otorga el ser cuidadoras. Doctora en Economía y profesora de Teoría Sociológica en el Universitat de Barcelona, Izquierdo tiene un discurso provocador fundamentado en años de investigación sobre la división sexual del trabajo. Las12 la entrevistó en Buenos Aires gracias al Ministerio Público de Defensa de la CABA, que la invitó a participar del lanzamiento de la campaña “Cuidar y ser cuidado ¿Quién se hace cargo?”

-Usted habla de la necesidad de un nuevo pacto constituyente como única posibilidad para terminar con la división sexual del trabajo, ¿Podría explicar a qué se refiere?

– Porque el pacto actual se basa en el entendimiento de un individuo autónomo que pacta con otros individuos autónomos las reglas de juego para la vida en común. La idea es de libertad, no de la necesidad del otro, entonces lo que se pone en juego es interés, conveniencia respecto de la relación con el otro, en masculino, porque el pacto constituyente se hace entre varones, las mujeres en este esquema son un objeto de reparto. Pero la autonomía es un deseo, apenas se realiza, y la duración del estado de autonomía es breve, transitoria, en ocasiones somos autónomos, pero lo definitorio en los seres humanos es la interdependencia. Ahora estamos aquí sentadas cómodamente porque hay alguien que ha venido a limpiar, que hace café, tu llegaste aquí porque hay transporte… cualquier cosa que hacemos ocurre con la concurrencia de muchas personas que lo hacen posible; eso da cuenta de que estamos en permanente estado de necesidad. Sin olvidar formas precisas de necesidad, por la edad, por dificultades físicas, psíquicas. Entonces mi planteo es que requerimos un pacto constituyente basado no en la noción de autonomía si no de que somos dependientes, y esto significaría que se sitúa en el centro del escenario la dependencia y no la libertad necesariamente.

-Es un pacto, que como usted dice, se hace entre varones.

-¡Y es delirante! Yo no sé cómo ha podido funcionar tanto tiempo. Pero es que el truco ha consistido en que los fenómenos atribuidos a la dependencia se han enclaustrado en el hogar, de tal manera que ese ciudadano que pacta con otros ciudadanos es en realidad un cabeza de familia: lo vemos en la constitución española, cuando acudimos a los elementos que definirían a la persona que ocupa la posición de ciudadano, en las constituciones liberales se hace a cuenta de la posición respecto de un trabajo remunerado y la defensa del territorio nacional. Si nos vamos a la constitución española, el artículo que se refiere al trabajo dice lo siguiente: los españoles tienen el deber de trabajar, es un deber de ciudadanía, y derecho al trabajo; pero es secundario el derecho al trabajo en relación al deber de trabajar. Tu no puedes ser ciudadano si no produces, es el objeto de ciudadanía. Pero luego plantea elegir libremente ocupación u oficio, y este elemento es muy relevante, para cubrir ingresos suficientes para las propias necesidades y las de la familia.

-Estamos poniendo sobre la mesa el pacto heterosexual y patriarcal.

-No sé si heterosexual, lo que es seguro es que se pone en primer plano a un patriarca. Diríamos que el ciudadano es un patriarca, alguien que encabeza una familia de la cual se ocupa a través de sostener los recursos financieros que le permiten funcionar pero fíjate cómo cabe el artículo: sin que pueda prevalecer discriminacion por razón de sexo. Por lo tanto el pacto constitucional es un pacto que consagra la figura del patriarca, lo cual quiere decir que las democracias liberales no funcionan sin el patriarcado. El patriarcado no es un residuo, un remanente que queda de épocas anteriores si no que es constitutivo de las democracias liberales, no pueden funcionar sin la existencia de un patriarca porque hay que quitar de la escena pública el problema de la dependencia.

-O sea que la dependencia queda adentro de la casa junto las mujeres para que se arreglen ellas.

-Exacto. Pero además de manera perfecta, porque mientras la constitución es transparente en relación a la existencia del patriarca, cuando habla del cuidado de las personas no lo hace refiriéndose a las mujeres o de las amas de casa, lo define en función de la familia, como si la familia fuera una entidad viva. Lo que es llamativo de la Constitución en este artículo es que resulta que el patriarcado es constitutivo de la democracia liberal pero no el sexismo. Es decir que nos da igual que el patriarca sea una mujer o un hombre pero necesitamos establecer un vínculo patriarcal.

-Lo qué pasa es que cuando hay un hombre cabeza de familia cumple un rol pero cuando hay una mujer difícilmente le toque uno solo.

-Está claro. Tal vez no fui fina al decir “da igual”, pero parece que para la constitución no es incompatible la eliminación del sexismo con el mantenimiento de la democracia liberal por lo que acá hay que tener en cuenta que vale cualquier cosa con tal de conservar el patriarcado.

-Y de sostener la idea de familia nuclear, y el encierro doméstico para que allí se oculte la interdependencia.

Las democracias liberales se caracterizan por una falta de responsabilidad y desatención con respecto a la gente. Con todas las críticas que podemos formular a los regímenes feudales, ahí había un vínculo de responsabilidad con los siervos. En cambio en el capitalismo se prescinde del otro. Entonces la familia es un requisito indispensable porque cumple la función antes entendida como colectiva. Estamos hablando de sociedades modernas, y por eso mi insistencia: el patriarcado no es remanente si no que es base fundamental, mira por ejemplo la política tributaria. Ahí te encuentras que la pérdida de ingreso que supone la declaración conjunta de la renta de la típica familia nuclear es de 2.600.000 euros, monstruoso, y esto significa que de otro lado se está financiando a la familia nuclear y también a la figura del ama de casa. Porque tener en casa un hombre que declara y una mujer que no tiene ingresos propios hace que pagues mucho menos impuestos.

-Es una forma capitalista de preservar la división sexual del trabajo.

-Claramente.

-Sin embargo los temas de cuidado tienen visibilidad intermitente en el feminismo a lo largo de los años y ninguna salida parece ser buena: ¿Salario para amas de casa? ¿Socialización de las tareas de cuidado? ¿Usted qué piensa?

-A mí no me resulta satisfactoria la corriente general que considera que se ha de visibilizar, reconocer y valorizar la aportación de las mujeres. Porque el implícito de esa necesidad de valorización y reconocimiento es que las tareas de cuidado que realizan las mujeres las realizan bien, son deseables y deben ser tomadas como modelo.

-Eso se escucha muy esencialista: las mujeres somos buenas porque sabemos cuidar.

-Bueno, pero es muy dominante, no sé acá, pero en España te aseguro que es muy dominante. Entonces creo que hay que trabajar en el sentido opuesto: evidenciando que en condiciones de división sexual del trabajo no se puede cuidar bien. Voy a hablar no de personas empíricamente hablando si no de tipos mentales que nos ayudan a pensar la realidad. Las mujeres son como sean, pero cuando lo digo en singular me estoy refiriendo a un tipo de persona que hace posible el patriarcado y es suficientemente frecuente e intenso como para que sostenga el patriarcado.

-Un estereotipo normativo.

-Normativo, sí, no universal si no propia del patriarcado. Hecha esta aclaración deberíamos pensar que la posición mujer genera una configuración psíquica consistente en desear ser deseada. Mientras que la configuración hombre ejemplifica el deseo de poseer aquello que se desea. Luego habrá personas más cerca o más lejos pero es la disposición propia del patriarcado. Entonces a mi modo de ver, cuando alguien pone en el centro del escenario la necesidad de ser querida significa que instrumentaliza a los demás para conseguir eso. Y esto significa que cuando provee de cuidados lo hace para ser valorada, no para que la gente esté bien. No es lo mismo que un niño o una niña estén bien cuidados que que una persona sea una buena madre. Si aspiro a ser una buena madre es una posición narcisista que requiere de reconocimiento. Cuando me preocupo por las criaturas mi orientación es hacia el objeto de amor, no a mí misma. Si damos por bueno que la orientación de la mujer patriarcal es a ser querida, creo que podemos dar por válida la afirmación de que el cuidado es una actividad instrumental que no está al servicio de las personas dependientes si no al servicio del reconocimiento de ellas mismas. Y eso pondría en discusión, al margen del respeto que se pueda tener por los derechos de las mujeres, aún cuando no interese que sean explotadas, no se tiene suficiente conciencia de que el problema del cuidado, basado en la división sexual del trabajo, es dañina para ambas partes: porque ahoga la posibilidad de su desarrollo personal a quien está al servicio del cuidado -porque no puede plantear su proyecto de vida-  y para quien recibe los cuidados porque es objeto instrumental. Y esa relación es una relación de poder.

-Pero tenemos también en el universo de cuidados tareas de sostenimiento de la vida totalmente invisibles como las que reclama para sí el patriarca.

-Estoy hablando de las relaciones de dependencia. Hay que diferenciar cuidado de servicio, porque el cuidado es a cuando provees de atenciones a quienes no se las puede librar por sí mismas, si la persona puede atenderse a sí misma hablamos de servicio.

-Pero si cuidado y servidumbre quedan dentro de la casa no parece fácil separar las tareas…

-Es que hay que ver la posición narcisista del cuidado, en el sentido de que parece que tienes unas cualidades especiales que yo asocio a la omnipotencia, que las mujeres no quieren tampoco dejar.

-Es un poco complicado cargar las tintas sobre la posición de las mujeres, como decir que les gusta su propia cárcel…

-Yo creo que la pregunta es otra, es cómo se rompe la posición omnipotente. Y se rompe cuando se sale de la idea de qué hay dos posiciones excluyentes: la de quien cuida y la de quien recibe cuidados, señalando que toda persona cuida y toda persona recibe o recibirá cuidados.

-Es lo que sucede entre padres y madres con respecto a hijos e hijas, aunque siempre las que cuidan a todos son las mujeres.

-Bueno, pero por ejemplo, entre una madre que cuida a su hija cómo se rompe la omnipotencia. Pues ella se va al cine con las amigas, por ejemplo, evidenciando que tiene sus propias necesidades y la madre evidencia su posición no queriendo que vuelva antes si no al contrario, diciendo: “¿ya estás aquí? ¡Pero qué pesada! No me puedes dejar en paz un rato”. La dependencia genera hostilidad y da lugar a muchas microviolencias: por ejemplo, si a la persona cuidada le gusta la sopa caliente y se la llevas siempre fría, pues es un daño grande.

-Micropolíticas de la crueldad.

-Sí, que tienen efecto acumulativo. O inversamente, si en lugar de concentrar todas tus demandas en un lapso de tiempo estás todo el tiempo demandando, eso también mina a la persona que cuida. La relación de cuidado puede ser una verdadera tortura. Y esto me hace pensar que las feministas deberíamos contemplar que una de las formas de la violencia de género es el maltrato a las personas dependientes.

-¿Por qué lo piensa como violencia de género?

-Porque se produce en una matriz de relaciones que se funda en la división sexual del trabajo. Es decir, es esperable que una persona encerrada en el lugar de cuidadora y si eso comporta que se la marginalice de la vida social o de sus planes de vida experimente sentimientos hostiles hacia quién cuida. Lo raro sería que no los experimentara. Por lo tanto es constitutivo de la división sexual del trabajo el maltrato a las personas dependientes. Yo pienso que las feministas deberíamos denunciarlo como violencia de género porque pienso que lo es y porque estratégicamente desde el punto de vista político nos conviene: pondría en cuestión la división sexual del trabajo, porque pueden pasar de las mujeres, pero si les preocupa la cuestión del cuidado, el cuidado no está resuelto.

-El tema que aparece aquí es la violencia de género que podrían ejercer las mismas mujeres. Que de hecho la ejercemos, cada vez que se encierra a las hijas para repartir con ellas las tareas domésticas o el cuidado de hermanos y hermanas más pequeñas, por ejemplo. Eso parece que es difícil de hablar..

-Eso tiene que ver con lo que planteo. Además de no reconocer las características del mundo que queremos cambiar, políticamente creo que es un error porque consolida la división sexual del trabajo, porque si no ponemos en cuestión que las mujeres también podemos cuidar mal, cristalizamos esa división.

-Sucede que se produce un encierro: ¿es necesario revisar si cuidamos bien o mal o evidenciar la explotación que significa dar por hecho que las tareas de cuidado son para las mujeres? ¿De dónde surge que cuidamos porque lo hacemos bien? A mí me parece más un destino impuesto que una habilidad.

-Bueno, ha habido todo un proceso de naturalización, de manera que se hace extensivo que si la mujer es fecunda y engendra criaturas hace extensivo el cuidado de las criaturas. Y además tiene una gratificación libidinal muy fuerte y entonces no hace falta forzar a las mujeres para que lo hagan. Donde se rompe la dinámica es cuando lo predominante no es cuidar criaturas si no de las personas viejas o enfermas. Porque claro, acompañar a estas personas es acompañar la decrepitud y acercarse a la muerte y hay una resistencia a asumir que somos mortales.

-Y por eso interdependientes y vulnerables.

-¡Claro! Tanta resistencia hay a pensar que somos vulnerables que cuando te pones enferma te sientes culpable de estar en la cama, te sientes más culpable que mal. Parece que la vulnerabilidad fuera un defecto moral. El componente culpa habla, justamente, de omnipotencia.

-Corriéndonos un poco de la cuestión subjetiva y volviendo a cómo salir del encierro, de si cuidamos bien o mal para ser relevadas de la tarea, este año en muchos países del mundo se hizo un paro, una huelga, que evidenció las tareas domésticas y de cuidado como trabajo. ¿Cómo lo viste vos?

-Creo que pensar en una huelga de mujeres es pensar en un paro en las tareas de cuidado que implicaría una valentía y un estómago muy fuerte. Dejar los niños en la puerta de la comisaría por ejemplo…

-Eso aquí, y supongo que en la mayor parte del mundo, no es una opción…

-Pero hay que encontrar un modo de denunciar la externalizacion de costes de producción de la vida humana a las mujeres. Porque es como lo que denuncian desde los grupos ecologistas, que las empresas externalizan costes al medio ambiente. Significa que sus actividades productivas son más costosas de lo que son para ellos porque son a costa del medio ambiente. Trasladado a las mujeres sería que el mundo funciona porque se carga sobre la espalda de las mujeres el cuidado de la vida humana y esto es una transferencia sistemática de los recursos. Cuando se produce una transferencia sistemática de recursos de quien los ha producido a quienes los han producido eso es una relación de explotación. O sea que las mujeres están en una posición de explotadas, por los hombres, por el Estado y por el mercado. Entonces, claro, esto significa que las relaciones de poder se dan porque el trabajo de las mujeres empodera a los hombres, al mercado y a las empresas.

-Por lo tanto, siendo explotadas, nos merecemos la huelga.

-¡Claro! Desde el punto de vista lógico es muy claro pero emocionalmente es muy complejo. Aunque en términos teóricos, analíticos es evidente: dejar de transferir recursos a los demás. Trabajar para una misma, no para los demás hasta que quede claro.

-Tal cómo está, si reconocemos la explotación que significa el cuidado, aunque es necesario pactar bienestar con quien se cuida y viceversa no parece suficiente; sería como dejar el problema en ese encierro privado.

-El punto de fuga es la eliminación de la división sexual del trabajo. El implícito de la división sexual del trabajo es la relación de complementariedad. Lo que venimos diciendo es el reconocimiento de relaciones de reciprocidad. La primera sería “tu aportas A, yo aporto B”, la segunda es “yo aporto lo que tú me das”, aunque no sea simultáneo. Dicho de otro modo: yo no te doy atención a la familia y tu me das dinero, yo te doy dinero y atención como tú me lo das a mí; relaciones de reciprocidad.

-¿Y qué posibilidades hay de pensar el cuidado por fuera de la familia? ¿Se puede pensar en salidas más comunitarias?

-Yo lo veo difícil porque no hay el nivel de confianza en lo social para que la gente se arriesgue a sacar la patita de la familia. Creo que hay que buscar alianzas con los trabajadores y trabajadoras asalariadas organizadas. Son cuestiones que tienen que ver con el cuidado, con sostener las jornadas de ocho horas, vacaciones pagadas y por enfermedad tiene que ver con el cuidado, cosas de cuidado propio. Lo que yo sugiero como posibilidad y no me parece delirante es que las personas reciban su paga cuando tienen que cuidar a personas dependientes, bueno, hay que generar fondos de reserva para quienes tienen que cuidar. Tiene que haber una elaboración colectiva, esto significa desprivatizar y socializar el cuidado, meterlo en el debate democrático.

-Entonces usted ve como estratégica la alianza entre las mujeres, los feminismos y los sindicatos.

-Es imprescindible, los dos colectivos sometidos a explotación se tienen que poner de acuerdo y estos dos colectivos son los asalariados y las mujeres. Y las mujeres asalariadas doblemente porque son explotadas por los varones asalariados. Los hombres traicionaron a las mujeres en su alianza con los empresarios para dejar a las mujeres en la casa. Es una alianza difícil.

-Resumiendo, podríamos decir que para eso hay que quitar al patriarcado de la base de la discusión democrática.

-¡Es lo que digo! No es residual si no la base de las democracias actuales y por eso no se piensa el cuidado, porque queda dentro de las familias. Fíjate que en Europa, con la sociedad envejecida, se han puesto a preguntar cuál sería la solución deseada para el problema del cuidado de adultos mayores y la respuesta es perversa: que se de recursos a los viejos y viejas para poder pagar a personas que se hagan cargo ellas. Es decir, buscan sostener la relación de poder a través de la posibilidad de pagar para que te atiendan. Pero no se escapa que es más importante tener poder que estar bien, pues es incompatible con estar bien, vamos.

-Esto que vos planteás no es solo sobre la división sexual del trabajo si no sobre los sujetos…

-¿Te imaginas la diferencia de pactos entre sujetos que se reconocen vulnerables, que reconocen la enfermedad y la muerte? ¡Cambia totalmente la noción de democracia!

-Mientras tanto, vamos a la huelga.

-(Se ríe) Y sí, pero ¿qué tipo de confianza social se tiene que generar para que las mujeres puedan poner en práctica una huelga de cuidados? La confianza de que comemos todos o no come nadie, la confianza de que detienen a todos o nadie. No vas a consentir que detengan a un compañero o compañera, no vas a consentir que mientras tú estás comiendo a alguien se le acabaron los recursos. Y esa confianza no se está dando en este momento. No estoy en delirium tremens pero soy consciente también de que solo a través de la huelga general indefinida se resuelve la relación de poder. Solo que emocional y prácticamente es muy difícil. Habría que prepararse con años de tiempo, con cajas de resistencia, mientras tanto es muy complicado porque no hay tejido social. Porque por ejemplo, lo primero que tendríamos que hacer las mujeres es dejar de tener hijos por lo menos por cinco años así ya no habrá bebes cuando empiece la huelga para dejar en la puerta de las comisarías.

Ella se ríe a carcajadas, y al instante siguiente, como se diría en el español ibérico, se la piensa.

Fuente de la entrevista: https://rebelion.org/apunten-contra-el-patriarcado/

Comparte este contenido:

Gina Rippon: «No hay diferencias entre el cerebro femenino y masculino»

Por: Laura Román. 

En su libro, ‘El género y nuestros cerebros. La nueva neurociencia que rompe el mito del cerebro femenino’, Gina Rippon, catedrática de Neuroimagen en la Universidad de Aston (Reino Unido), trata de desmontar la idea de que el cerebro femenino es diferente al masculino por una mera cuestión de género.

Gina Rippon es catedrática de Neuroimagen en la Universidad de Aston (Reino Unido) y también la autora de ‘El género y nuestros cerebros. La nueva neurociencia que rompe el mito del cerebro femenino’ (Galaxia Gutenberg), un ensayo que se acompaña de datos basados en la neurociencia para mostrar que no existe la supuesta diferencia entre el cerebro de una mujer y el de un hombre por razones de género. La experta analiza cómo los mitos y las ideas preconcebidas en torno al funcionamiento del cerebro según el género han afectado al rol de la mujer en la sociedad o, incluso, cómo sigue influyendo en el ámbito educativo.

Pregunta: ¿Cuál ha sido la razón para que, durante tanto tiempo, se sostuviera el mito de que el cerebro del hombre es diferente al de la mujer?

Respuesta: El origen de esta cuestión se inició cuando los científicos (hombres) aceptaron el ‘statu quo’ en la sociedad, en la que los hombres y las mujeres no sólo eran diferentes anatómicamente sino que sus funciones sociales, las expectativas que la sociedad tendría o podría tener de ellos también eran diferentes. Y estos científicos se propusieron demostrar que estos dos diferenciadores estaban vinculados causalmente: lo que hacía a los hombres y mujeres anatómicamente diferentes también provocaba que sus cerebros fueran diferentes, y esto significaba que sus habilidades, sus temperamentos y personalidades también eran distintos. ¡La biología era el destino!

Esto de ‘cazar la diferencia’ impulsó poderosamente la investigación científica desde sus comienzos, y es posible que a día de hoy todavía la impulse aunque de una forma posiblemente más matizada.

«Creo que cada cerebro es diferente de todos los demás cerebros, pero estas diferencias no están determinadas por el sexo de sus dueños»

P: ¿Ha influido esa creencia ‘cerebral’ al papel que ha desempeñado la mujer en la sociedad? ¿En algún ámbito más que otro?

Absolutamente. Está bastante generalizado si te fijas en los datos globales relacionados con la brecha de género. Creo que el ‘lugar’ de la mujer en la ciencia, tanto históricamente como en la actualidad, es un gran caso de estudio de los estereotipos de género y que impregnan todos los niveles de una profesión, disciplina o institución.

P: Ahora bien, ¿existe alguna diferencia neurológica que diferencie el cerebro de una mujer y de un hombre? Entonces, ¿se les puede considerar como iguales?

cerebro

No existe ninguna estructura cerebral actualmente identificada ni patrón de conectividad, áreas de descanso o actividad relacionada con las tareas que identifique de manera consistente y fiable un cerebro como masculino (de un hombre) o femenino (de una mujer).

Hay algoritmos de aprendizaje automático que han alcanzado una tasa de éxito del 85%, pero se sigue hablando de datos a nivel de grupo, es decir, promedios. La cuestión es la enorme cantidad de variabilidad en los datos de los cerebros femeninos o masculinos y que hay una enorme cantidad de superposición en esos conjuntos de datos, lo que hace que las diferencias sean cada vez más pequeñas.

‘¿De qué sexo es este cerebro?’ ¡No es una pregunta útil!

Aunque no podemos encontrar diferencias entre los cerebros masculino y femenino no significa que sean lo mismo. Creo que cada cerebro es diferente de todos los demás cerebros, pero estas diferencias no están totalmente determinadas por el sexo de sus dueños.

P: En su libro menciona conceptos como el neurosexismo. ¿Cuál es su significado?

Es un término acuñado por la filósofa, psicóloga y escritora Cordelia Fine con el que pretende llamar la atención sobre las prácticas en neuroimagen y en la propia comunidad investigadora y que sirven para crear ‘una literatura sesgada sobre la presentación de las diferencias de sexo en el cerebro como extensas, funcionalmente significativas y fijas, y que por lo tanto y de manera explícita apoyan una perspectiva esencialista de género». Además Fine añade: «El neurosexismo promueve estereotipos perjudiciales, limitantes y potencialmente autocumplidos».

P: También analiza el cerebro social, en el que tienen cabida informaciones como los estereotipos, ¿cuáles son los asociados al cerebro de la mujer y cuáles a los del hombre? ¿Cree que en la escuela se enseña de manera diferente a las niñas que a los niños por la idea preconcebida del cerebro ‘distinto’?

El cerebro social procesa las reglas externas de la sociedad en un individuo, el contexto social en el que vive su vida. Esto puede incluir las distintas reglas asociadas a los diferentes sexos, las expectativas de la sociedad, las actitudes… y que un individuo interiorizará. Estas pueden y, de hecho influyen, en las prácticas educativas (¡así que sí, se enseña de manera diferente a los niños que a las niñas!).
Para entender esto último hay una frase de Reshma Saujani, fundadora de ‘Girls Who Code’, que creo que lo dice todo: «Enseñamos a nuestros chicos a ser valientes y a nuestras chicas a ser perfectas».

Fuente de la entrevista: https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/no-hay-diferencias-cerebro-femenino-masculino/

Comparte este contenido:

Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, un recordatorio de que aún queda mucho por hacer

Por: Paulette Delgado

Con el objetivo de visibilizar la desigualdad y empoderar a las mujeres, la ONU proclamó el 11 de febrero como el “Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia”.

 

Aunque cada vez más mujeres tienen acceso a una educación superior, esto no significa que se ha eliminado la brecha de género. Según el informe de la UNESCO, Descifrar el código: la educación de las niñas y las mujeres en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), sólo el 35 % de los estudiantes de carreras de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) son mujeres. Y de esas, el 3 % está en carreras en el ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación, otro 5 % en matemáticas y estadísticas y un 8% en manufactura y construcción.

El informe de la UNESCO también encontró que las mujeres abandonan su profesión a tasas mucho más altas que los hombres, aún después de graduarse y encontrar trabajo. Esto representa un desperdicio de inversión social, del esfuerzo en sus estudios y es un reflejo de los problemas estructurales al involucrar y retener a las mujeres en los campos STEM. Además, esto significa una pérdida de distintas perspectivas en diseño, código, innovación y desarrollo en las distintas áreas.

Parte del problema tiene que ver con perspectiva, según explica la UNESCO: El mundo está diseñado por y para los hombres. Cosas esenciales de uso diario como cinturones de seguridad, no toman en cuenta el tamaño de las mujeres. O en fuentes tan utilizadas hoy en día, como la Wikipedia, sólo el 17 % de los perfiles de editores son de mujeres. Estos son solo algunos ejemplos de la falta de perspectiva en el área.

¿Por qué es necesario que las niñas y mujeres se interesen en las áreas STEM?

Por muchos años, se ha estereotipado a las carreras STEM como profesiones para hombres y que el género masculino es mejor en ciencias y matemáticas. Este tipo de prejuicios afecta las aspiraciones de niñas y mujeres, quienes creen que son malas para estas materias, lo cual puede impactar su sentido de autosuficiencia y pertenencia, afectando su interés y aspiraciones.

Con el objetivo de visibilizar la desigualdad y empoderar a las mujeres, la ONU proclamó el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Parte de la importancia de esta fecha es su misión de acabar con estereotipos y visibilizar que las mujeres son igual de capaces que los hombres en todas las áreas del conocimiento. Entre más mujeres haya en campos de la ciencia y la tecnología, más niñas sentirán que pueden tener éxito en estas áreas y sentirse más motivadas por estudiar carreras STEM. Si desde temprana edad las niñas se involucran en actividades y temas de estas áreas, al igual que los niños, más probabilidad tendrán de romper con los estereotipos y confiar en que pueden destacar en las áreas STEM.

“Para estar a la altura de los desafíos del siglo XXI, necesitamos aprovechar todo nuestro potencial. Ese esfuerzo exige desmontar los estereotipos de género. En este Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, hemos de asumir el compromiso de poner fin al desequilibrio de género en esta disciplina”.

– António Guterres, Secretario General de la ONU

Otra razón por la cual es necesario romper con estos estereotipos, es que las mujeres puedan sentirse cómodas en profesiones que comúnmente han sido dominadas por hombres, como por ejemplo en el área de ingeniería en sistemas. En compañías como Google, sólo el 31.6 % de sus empleados son mujeres. Con el constante cambio e innovación que hay en el mundo, es necesario reafirmarle a las niñas que pueden convertirse en expertas en el área y llegar a trabajar en este tipo de empresas. A su vez, tener más mujeres en la fuerza laboral ayudará a que más niñas tengan mujeres que sirvan como modelos a seguir que las inspiren a ser como ellas.

Debido a que las áreas STEM implican desarrollar el pensamiento crítico, lógico, creativo y analítico para resolver problemas, enseñar a las niñas desarrollarse en esas áreas las ayudarán a mejorar sus habilidades en la resolución de conflictos. Además, de ser habilidades clave para recopilar información, así como abordar problemas desde distintas perspectivas y comunicar mejor sus ideas y conceptos.

Al tener más mujeres en los campos STEM, hay más perspectivas distintas, lo que puede resultar en más y mejores soluciones y un mejor futuro para todos. Aunado a eso, debido a que cada vez el mundo está innovando y buscando cómo satisfacer necesidades del mercado, se necesitan mujeres que desarrollen productos nuevos para ellas.

Necesitamos una nueva narrativa donde se cuenten historias positivas de mujeres en los campos STEM para brindarle a las niñas modelos a seguir. Es por eso que el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia es tan importante, porque visibiliza la brecha de género en el área y busca que cada vez más mujeres se interesen por las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas.

Como demostró el estudio de la UNESCO, sólo 35 % de los estudiantes en campos STEM son mujeres. Y según el Proyecto Colaborativo Nacional de Niñas, las mujeres ocupan sólo un 28 % del mundo laboral en STEM. Hacer que se involucren desde pequeñas en estas áreas y promoviendo su interés en las ciencias no sólo les enseñarán habilidades esenciales para el mundo laboral, sino que también las preparará para la vida.

Comparte este contenido:

La identidad y narrativa de la mujer contemporánea

Por:  Lorena García Caballero

Pongamos atención a los discursos e ideas que expresamos. Muchas veces, nosotras mismas perpetuamos prácticas que violentan, invalidan o minimizan al otro.

La representación de la mujer en el cine, en la literatura y en su papel como lectora, es una cuestión que atañe directamente a la vida de todas y cada una de nosotras. Dependiendo de las historias que nos contamos, cómo lo hacemos y hacia quién las dirigimos, es como creamos, reafirmamos y reinventamos nuestras identidades.

En la misma universidad he notado algunas veces que a mujeres estudiantes se les dificulta hablar en primera persona femenino cuando se refieren a la actividad “del arquitecto”, “del ingeniero”, “del mercadólogo”, etc., cuando en realidad, deberían de presentarse al mundo seguras y –sin dudarlo– hablando desde el “yo” y desde lo que estudian en una acepción femenina. El lenguaje configura la realidad, la moldea y nos hace partícipes de la misma.

En la medida en que nos apropiamos de la palabra hablada, escrita y narrada en distintos medios, también nos hacemos visibles con todo y nuestras problemáticas, la manera en la que enfrentamos el día a día y los retos internos y externos que nos imponemos de manera real, imaginada y proyectada por nosotras mismas y por el colectivo sociocultural.

“El empoderamiento de las mujeres y nuestro papel en la narrativa escrita, hablada y visual, están íntimamente relacionados”.

Una actividad aparentemente sencilla, pero con gran impacto, es la narrativa personal autodirigida. Llevar una bitácora que registre lo que siento, lo que pienso y narrarlo desde la primera persona en femenino, me hace ver mi vida y mi situación en perspectiva. Por ejemplo: “Soy narradora”, “soy creadora”, “soy protagonista”, “soy productora”, “soy lectora”, etc. Todas estas posibilidades me incentivan a sentirme más cómoda en mi piel, en mi realidad. Ayudan a que me reconcilie conmigo misma y que las luchas que han librado otras mujeres para que se escuche mi voz, hagan eco y encuentren cobijo en la reconciliación y la coherencia que le doy a mi narrativa personal.

En el ámbito académico, así como también en la industria literaria, cinematográfica y publicitaria, las mujeres y los hombres hemos alzado la voz para generar un cambio. Hemos propuesto campañas, slogans, historias y el uso del lenguaje inclusivo con el fin de minimizar el impacto negativo de los estereotipos creados y perpetuados en las industrias creativas. Tanto el uso del lenguaje inclusivo y lo que llamaría “gramática del empoderamiento” son dos herramientas que, en conjunto, hacen referencia a una narrativa personal que devuelve el poder y la confianza en sí mismo(a), al tiempo que abre la puerta a nuevas posibilidades de repensar la identidad propia.

Como casos de éxito en el campo de la narrativa, me gustaría mencionar las aportaciones de David Epston y Michael White (1992), quienes se basaron en la teoría constructivista, adaptándola al uso de medios narrativos para emplear terapéuticamente la palabra hablada y escrita. Estos autores han sido críticos en cuanto a cómo algunas personas nos sentimos con cierta desventaja respecto de otras en nuestro entorno, por ejemplo, padres, profesoras, jefes(as), personas que parecen estar por encima de nosotras y a cuyas palabras y narrativa sobre nuestra persona les damos mucho peso. Lo que hace que estas historias se vuelvan en dominantes –que no quiere decir verdaderas– pero a las que damos por hecho cuando no tomamos en cuenta historias alternativas, incluidas las de nuestra propia voz, las de nuestra sensación, memoria y narración, durante el suceso a narrar y después visto en retrospectiva.

El trabajo de Epston y White se ha centrado en otorgar un nuevo modelo de pensamiento y verbal para contrarrestar lo que ellos denominan el “problema–etiqueta”. Básicamente consiste en tomar distancia de lo que pensamos sobre nosotras mismas o de nuestra vida como un problema o estereotipo. En otras palabras, cuando los miembros de una familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo o los profesionales piensan que una persona ‘tiene’ una cierta característica o un problema determinado, están ejerciendo un poder sobre ella al “representar” este conocimiento sobre la persona (Castillo, Ledo & Pino, 2012).

El uso de la metáfora y otras figuras literarias en cómo nos hablamos y describimos a nosotras mismas y nuestra situación existencial, también ayuda a empoderarnos y repensarnos desde espectros identitarios más amplios. Cómo comunicamos esto a los demás puede reforzar esta postura o hacerla tambalear.

Algo que adapté de las aportaciones de los autores mencionados arriba al caso concreto del empoderamiento femenino, fue trasladar el recurso teórico del “problema-etiqueta” que proponen a estereotipo o “narrativa tóxica” –como les llamo–. Lo que estos autores vieron en el plano de la terapia, lo he llevado al aula con el empleo de bitácoras personales, en donde indico que es importante escribir una historia personal y poner las versiones de “cómo lo dirían mis padres o tutores”, “cómo la narraría un amigo o amiga cercano(a)”, y “cómo lo narro yo”. Después de esto, realizo un trabajo de análisis, igual que los terapeutas que cito –y en cuyo trabajo me inspiro– para adaptarlos al ámbito educativo. Una de las cosas que he notado es que mis estudiantes –tanto hombres como mujeres– tienden a sentirse más aliviados(as) al releer lo que escribieron al cabo de dos días que es cuando tenemos la siguiente sesión.

A partir de este ejercicio de narrativas, incentivo a mis estudiantes varones y mujeres– que cuenten cómo han sido partícipes en la desigualdad de género, describiendo lo que han hecho o dicho que pudiera desplazarlas (en el caso de ellas) a un papel secundario en su propia historia. En el caso de ellos: qué partes de sus narrativas han omitido, minimizado o violentado el rol de alguna mujer en su vida y cómo podrían relatarlo de manera diferente.

Otro aspecto que me parece importante trabajar para mejorar es lo concerniente al lenguaje inclusivo. Tanto expertos como mis propios alumnos en clase opinan que no basta con decir “l@s”, o “todes”. Creen que debemos de trabajar en la base, es decir, lo que subyace a nuestra manera de hablar de las cosas. Esta base tiene tanto que ver con cuestiones culturales como sociohistóricas. Partiendo de esta observación, mi propuesta de trabajo se orienta más a indagar en el nivel discursivo. Esto quiere decir que me parece más importante poner la atención en el contenido de lo que se dice que en el cómo se dice. Si bien es cierto que el “todes” o “todas/ todos” pretenden hacer un trabajo de inclusión, si no lo logran, al menos ponen de relieve que algo en la palabra que se escribe con un cierto énfasis apunta a una cosa más, en este caso podría ser el señalamiento a la sensación de malestar o injusticia porque históricamente se ha hablado de todos en plural masculino, o en “él” también tomando como parámetro al hombre. No quiero decir que dejemos de hacer estas prácticas en el lenguaje, pero propongo que vayamos más allá y empecemos a observar, reflexionar y cuidar el contenido de lo que decimos. ¿Qué hay de trasfondo en nuestras palabras? ¿Las ideas que expresamos o proponemos tienen cierta carga de exclusión, sexismo o machismo? De ser así, parte de nuestra narrativa personal también tendría como labor importante la de responsabilizarnos de lo que decimos.

Para ahondar más en este tema, les sugiero la revisión de los elementos teóricos propuestos por la filósofa Julia Kristeva en su obra Extranjeros para nosotros mismos (1991), en donde lleva al plano de lo simbólico lo que nos identifica de algunos elementos heterogéneos que pueden irrumpir en esa identidad o, por el contrario, complementar. Como ejemplo, algunas cuestiones que podemos considerar como parte o abono a la identidad serían: el lenguaje expresado desde el “yo”, la aceptación del propio cuerpo y la importancia y respeto al mismo en tanto que nuestra apertura al mundo y a los otros, el amor propio y la empatía pensada desde una comprensión integral de mí misma y, desde allí, al acercamiento respetuoso con el otro. Algunos ejemplos de elementos heterogéneos: el autorechazo, la autocrítica, la sensación y/o sentimiento de que nuestro cuerpo es ajeno o tiene menos valor que el “yo” en su totalidad, prácticas de discriminación que parten de ver en el otro cosas que nos desagradan de nosotras mismas, darle más poder a lo que otros opinan o dicen de nosotras mismas, más que nuestra propia opinión.

También las invito a compartir sus experiencias educativas en este tema con el fin de aprender juntos cómo empoderarnos a nosotros/as mismos/as y ayudar a nuestras y nuestros estudiantes también a que lo lleven a cabo en su vida. Los invito a prestar más atención a las creencias, discursos e ideas que expresan, comparten o piensan para que seamos cada vez más conscientes de cómo nosotras mismas perpetuamos, muchas veces, prácticas verbales que violentan, invalidan, humillan o minimizan al otro. Les invito a ser observadores/as meticulosos/as y que incentivemos a nuestros y nuestras estudiantes a que lo sean también.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-bits-blog/identidad-y-narrativa-de-la-mujer-contemporanea

Comparte este contenido:

ONU Noticias: Violencia contra las mujeres, niños migrantes, emisiones

ONUNOTICIAS

Una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida.  En América Latina y el Caribe, al menos 3.529 mujeres fueron asesinadas en 25 países en 2018 por razones de género. Las nuevas políticas migratorias en Centroamérica, México y Estados Unidos están poniendo a miles de niños en un gran riesgo y dificultando que puedan obtener asilo en un país seguro, según denuncia UNICEF.

Audio:
Beatriz Barral y Carla García
Duración:
3’47»
https://news.un.org/es/audio/2019/11/1465821?jwsource=cl
Comparte este contenido:

Tierra y Mujer, los oprimidos del posmarxismo populista

Por: Fernando Serra

Aunque en vía de extinción, hay todavía marxistas clásicos, es decir, ortodoxos de Marx. Sin embargo, la mayoría de la izquierda radical es ahora posmarxista aunque muchos de sus seguidores ni siquiera lo saben. Esta ideología es heredera del 68 francés que viajó a los Estados Unidos de la mano de Michel Foucault, Jacques Lacan o Simone de Beauvoir, entre otros, y que, tras ser “repensada” por la izquierda norteamericana que protagonizó en los 90 el movimiento antiglobalización, regresó a Europa con el mismo objetivo final, la destrucción del capitalismo y de la democracia liberal, pero con otros protagonistas encargados de realizar tan gigantesca tarea.

Publicidad

Esta revisión del marxismo clásico  mantiene, sin embargo, el mismo enfoque filosófico sobre la historia. Marx y Engels  lo describieron con claridad en el Manifiesto Comunista: “La historia de toda sociedad se resume en el desarrollo de los antagonismos de las clases (…) pero cualquiera que haya sido la forma revestida por esos antagonismos, la explotación de una parte de la sociedad por la otra es un hecho común a todos los siglos anteriores”.

Cuando en 1848 se publica este mítico panfleto, Europa vive la ola revolucionaria más radical del siglo y sus autores señalan al sujeto transformador. Se trata de una clase con intereses universales porque “de todas las clases que actualmente se encuentran enfrentadas con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria”. También el Manifiesto Comunista anuncia la teoría de la explotación cuando asegura que el obrero, “lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende siempre más; por debajo mismo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza”.

Marx falla en la teoría de la explotación

Es simplemente un esbozo y además plagiado de Ricardo, quien en 1817 formula la ley de hierro de los salarios diciendo que lo percibido por el trabajador manual tiende “de forma natural” hacia el nivel mínimo de subsistencia. Tras la revoluciones europeas de 1848, Marx se centra en completar la teoría de la explotación. Casi veinte años después, en 1867, el filósofo alemán publica el primer tomo de El Capital y parece que ya tiene las respuestas pero duda en publicarlas. Los trabajadores ingleses industriales, lejos de recibir un salario que solamente les permite subsistir, ya han comenzado a mejorar en nivel de renta.

En su rigurosa biografía, el historiador británico Gareth Stedman Jones asegura que en ese momento Marx ya tenía básicamente escritos los otros dos tomos pero retrasó su publicación y murió sin hacerlo. Stedman Jones afirma que en realidad Marx había dejado de creer en su propia teoría. Fue Engels el encargado de concluir la redacción definitiva de esa magna obra, mostrándose incapaz de resolver las dudas que frenaron a su amigo y mentor. Resultaba ya evidente que el desarrollo económico durante la segunda mitad del XIX hacia imposible mantener al mismo tiempo la ley de hierro de los salarios y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia del capital.

Este último postulado lo formula Marx en la sección 3 del tercer tomo de El Capital y viene a decir que cuanto más capital se acumule, su rendimiento va reduciéndose, lo que supone que llegará a desaparecer todo incentivo para invertir y lógicamente vendría el colapso final. “Es una necesidad lógica de la naturaleza del modo capitalista de producción que, conforme vaya desarrollándose, la tasa de plusvalía media del conjunto de la economía se traduce en una tasa de ganancia decreciente”, asegura Marx en este capítulo de El Capital publicado póstumamente, en 1894, pero concebido medio siglo antes.

Marx puede ser acusado de muchas imposturas, en su vida personal sobre todo, pero no de falta de rigor intelectual a la hora de cimentar sus afirmaciones teóricas. Su negativa a publicar unas conclusiones insuficientemente confirmadas le honra. De hecho, Engels pide ayuda a los marxistas más prestigiosos de entonces para solventar las lagunas que ya a finales del XIX resultaban evidentes. Tal vez fue Eugen von Böhm-Bawerk, economista de la Escuela Austriaca, el que con más rigor desmontó  la teoría de la explotación marxista, primero demostrando la falacia de la igualdad de valor intrínseco y luego de la plusvalía.

Lo curioso es que haya sido un economista socialista, Thomas Piketty, el último es demoler las predicciones de Marx aportando una valiosa serie de datos estadísticos recogidos durante los últimos 250 años. En su libro “El capital en el siglo XXI”, Piketty demuestra que la tasa de retorno del capital no ha bajado sino que ha permanecido constante con ligeras fluctuaciones. Doctrinalmente sostiene que ello refuta la tesis del trágico e irremediable final del modo capitalista de producción diseñado por Marx porque de cumplirse esta ley, hubiera llevado al conflicto violento entre capitalistas o a que los trabajadores se rebelasen sumidos en la miseria en caso de que los salarios se hubieran mantenido en el mínimo de subsistencia.

Lo que se pretende demostrar con este relato es que desde el mismo momento en que se completa la obra cumbre del marxismo con la publicación en 1889 y 1894 de los tomos dos y tres de El Capital, el sujeto colectivo de la revolución ya ha sido teóricamente descartado. Ello no ha impedido, sin embargo, que numerosas revoluciones hayan triunfado en su nombre pero impulsadas en realidad por cúpulas usurpadoras que, como tales, solamente se han podido mantener en el poder mediante la violencia.

El posmarxismo pretende zurcir a Marx

Para arreglar el desaguisado de una teoría que contradice la realidad, muchos políticos, activistas y pensadores marxistas buscaron desesperadamente en los años 80 y 90 del siglo pasado, sobre todo tras la caída del Muro de Berlín, nuevos y finales eslabones de la cadena de explotación que sirvan para recomponer el ruinoso edificio teórico diseñado por Marx. El riesgo era evidente, los partidos comunistas se estaban quedando sin fieles y los  intelectuales marxista sin explotados que liberar. Si ya no se podía encontrar a una única clase social con pleno contenido sociológico y económico, que sean al menos varios colectivos, multiclasistas si es el caso, o incluso un ente no humano, los que se puedan colocar en los más bajos escalones del depredador sistema.

Se trata de “deconstruir”, si no el conjunto del marxismo, sí al menos lo esencial. Se llega así al posmarxismo que partiendo del estructuralismo francés de los sesenta pasa al  posestructuralismo para terminar en el populismo de inspiración marxista, en donde el cuerpo teórico del marxismo, equivocado en las conclusiones esenciales, se transforma, se deconstruye, en una  mera ideología cultural que poco o nada tiene que ver con la realidad. Durante este proceso no se abandona la pedante jerga de los estructuralistas del mayo francés, así que nada mejor que acudir a Jacques Derrida cuando explica qué queda del marxismo original. “Lo que permanece irreductible a toda reconstrucción –dice-, lo que permanece indeconstruible como posibilidad misma de la deconstrucción es quizá una cierta promesa de emancipación; quizá es la formalidad de un mesianismo estructural, un mesianismo sin religión…”

Después de salvar de la ruina una parte de la teoría de la historia, falta ahora encontrar un sujeto, o incluso un objeto, que deba ser emancipado. Como ya no existe un protagonista claramente dibujado en lo social y económico como fue el obrero inglés de la revolución industrial, se le busca en cualquier espacio ideológico, cultural o incluso lingüístico. No importa en realidad que este colectivo supuestamente oprimido sea o no real, basta que alimente “una cierta promesa de emancipación”, como dice Derrida.

Así pues, se trata de conseguir que los conflictos que lógicamente se producen en toda sociedad sean prueba suficiente de que existe “explotación de una parte de la sociedad por la otra” y si además se encuentran a los sujetos colectivos que puedan jugar el papel de explotados, será posible entonces construir un nuevo proyecto revolucionario.

El posmarxismo surgido a finales del siglo pasado se pone manos a la obra y el populismo marxista posterior viene a colaborar en esta tarea. Se buscan antagonismos sociales donde encontrar signos de explotación en cualquier parcela –minorías raciales y marginales, homosexualidad, identidades nacionales, inmigración, vivienda, educación, sanidad, muerte digna, animalismo y por supuesto en cualquier conflicto que va surgiendo- y se encuentran dos campos en que esta táctica ha cosechando indudables éxitos. Es el ecologismo y el feminismo que, deconstruidos como ecologismo radical e ideología de género, han sido asumidos por casi todos los estamentos sociales y, lo que es más sorprendente, por todos los partidos, al menos hasta ahora, sin importar en qué franja del abanico ideológico se sitúen.

Ecologismo ecocéntrico

El ecologismo es tema de preocupación desde hace mucho tiempo pero no se constituye como un movimiento político hasta bien entrado el siglo pasado y lo hace desde muy diferentes posiciones. Sin embargo, todos ellas se pueden agrupar en dos principales. Una es la antropocéntrica, en el que el hombre es el centro y sólo él sujeto de derecho, con lo que surge un ecologismo democrático y no dogmático. El otro enfoque es ecocéntrico, bajo el cual la naturaleza es el valor esencial a proteger, animales, plantas y la Tierra en su conjunto, llegando  algunas corrientes a considerar como un ser semivivo nuestro planeta (Gaia).

Dentro de la visión ecocéntrica hay que incluir la política ecológica desarrollada en la  Alemania del Tercer Reich que desarrolló la legislación más avanzada en protección de la naturaleza, como analiza Luc Ferry en su libro El Nuevo Orden EcológicoEl ecologista profundo del nazismo Walther Schoenichen es un adelantado del actual movimiento animalista cuando escribe que “durante siglos nos han ido hinchando la cabeza con la idea de que el progreso era defender el derecho de las tierras cultivadas, pero hoy en día hay que reivindicar los derechos de la naturaleza salvaje”.

Otro ecologista ecocéntrico fue también Barry Commoner, candidato a las elecciones presidencia de los Estados Unidos de 1980 con el Partido de la Ciudadanía y fundador del movimiento ecologista de inspiración marxista. Este biólogo reconoce con toda claridad el error de Marx a la hora de demostrar la teoría de la explotación y de señalar al obrero industrial como el sujeto emancipador. “Marx creía –asegura Commoner- que conforme progresaba la acumulación de capital, el volumen de sus elementos físicos -que está relacionado con lo que él llamó la “composición orgánica del capital”- se incrementaría (…) y la tasa de beneficio descendería”. Para contrarrestar esta tendencia, los capitalistas tendrían que incrementar sus invasiones en la cuota de producción que corresponde a los trabajadores. La clase trabajadora se empobrecería progresivamente, y el creciente conflicto entre capitalistas y trabajadores pondría las bases para un cambio revolucionario”.

Commoner intenta sin embargo salvar el marxismo asegurando que “una explicación de por qué las predicciones de Marx no se han materializado surge de una mejor comprensión de los procesos económicos desde el reciente interés por el medio ambiente”, procesos que trasladan “el conflicto entre el empresario y el asalariado” a “la degradación del medio ambiente que ocasiona, la cual, al estar alcanzando hoy sus límites, puede hacer aflorar el conflicto con toda su fuerza (…) En este sentido, la aparición de un colapso en el ecosistema puede considerarse, también, como la señal de una crisis emergente en el sistema económico”.

Viene a decir en suma el ecologista norteamericano que si el asalariado no ha llegado a la miseria más absoluta es porque el deterioro se ha trasladado al medio ambiente, a la Tierra, con lo que al final el colapso del sistema capitalista se producirá. Marx, en consecuencia, no se equivocó en lo esencial, solo en un matiz, no se dio cuenta de que existe un escalón de la explotación más bajo, la naturaleza.

Commoner veía en el agotamiento de los recursos naturales y en el constante deterioro ambiental según avanza el capitalismo las pruebas irrefutables del colapso. La primera prueba está ya de sobra impugnada por la inequívoca y empírica tendencia decreciente de los precios de estos recursos y la segunda va camino de ser igualmente desmentida porque resulta cada vez más evidente que a mayor desarrollo más reducidas son las emisiones contaminantes si, claro está, no se hacen trampas estadísticas. Es decir, si se compara volumen de emisiones por unidad de PIB.

La última pretensión  demostrativa del deterioro medioambiental de raíz antropogénica, es decir, causado por el hombre, es el cambio climático que en su versión más catastrofista destruiría la Tierra. Aún admitiendo que el cambio climático tiene este origen, algo que no está ni mucho menos demostrado, es posible que la solución no sea acuerdos globales para aplicar políticas restrictivas que suponen costes de oportunidad inasumibles.

Un sistema de esclavitud sin precedentes

Aunque de aparición mucho más reciente, es indudable que el feminismo radical devenido en ideología de género ha avanzado mucho más a la hora de definir un nuevo modelo social estratificado en dos grupos antagónicos. Se trata del sistema social denominado patriarcado o mejor dicho heteropatriarcado.

“El patriarcado puede definirse -asegura Marta Fontenla, fundadora de la Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer- como un sistema de relaciones sociales sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia”.

En esta definición quedan plenamente identificados y antagónicamente separados el grupo social oprimido, las mujeres, del formado por los hombres, los opresores, así como los mecanismos de explotación: opresión individual y colectiva ejercida mediante la apropiación de su fuerza productiva (del fruto de su trabajo, se supone) y reproductiva (de los hijos de ambos, se supone), de su cuerpo y productos (propiedades, se supone), y además por medios pacíficos o violentos.

Con esta pavorosa descripción, resulta evidente que el obrero industrial inglés de mediados del XIX, apenas incapaz de subsistir con su salario, era un privilegiado en comparación con la mujer casada con hijos del siglo XXI. El empresario de entonces despojaba al trabajador del fruto de su trabajo pero después de cumplir con su larga jornada se liberaba del yugo y se convertía en un ciudadano con los mismos derechos que cualquier otro. Habría que remontarse a la esclavitud más primitiva y salvaje para encontrar un sistema de poder y  sumisión como el que describen las feministas de género. El panorama del sujeto dominado es tan desolador, que supera por mucho a la naturaleza maltratada que describen los ecologistas más catastrofistas.

Sorprende además que Marx tardara más de 50 años en explicar, aunque de forma fallida, los mecanismos de explotación del sistema capitalista y en describir con cierta coherencia la aparición de este modo de producción, cómo se hizo luego dominante y hasta su irremediable final, aunque errando también aquí. Sin embargo, las feministas de género dan por hecho la existencia de un sistema de opresión mucho más extremo y apenas explican cómo ha surgido y logrado permanecer inalterable hasta hoy. La estadounidense Kate Millet, adalid del feminismo de los años setenta, casi nada se aleja en su libro Política sexual (publicado en España en 1995) de la definición que hace Marta Fontenla sobre el patriarcado (seguramente ésta se inspira en la norteamericana) y nada dice de cómo un sistema tan brutalmente esclavizador perdura en los países más avanzados hasta la actualidad.

Solamente asegura que el patriarcado, como “política sexual”, es un “conjunto de estratagemas destinadas a mantener un sistema” y que, regido por dos principios -el dominio del macho sobre la hembra y del macho adulto sobre el joven-, se ha adaptado a diferentes sistemas económico-políticos (feudalismo, democracia occidental, socialismo real…) recurriendo a la fuerza mediante violaciones, prohibición del aborto, prostitución, reclusión o velo, explica Alicia Puleo, directora de la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de Valladolid, al comentar la obra de Millet.

Si las propagandistas de la ideología de género son capaces de mantener -y convencer a muchos- que existe un sistema de explotación tan brutal “instaurado por los varones”, no resulta entonces extraño que se justifique, incluso por el Tribunal Constitucional, aprobar leyes penales de protección de la mujer contra la violencia aplicando el derecho penal del autor, aquel que vincula la pena con el colectivo al que pertenece el acusado, los hombres, como hizo el régimen nazi para con los judíos. Hay afortunadamente excepciones. Un hombre acusado no debería “ser sancionado con arreglo al plus de culpa derivado de la situación discriminatoria creada por las generaciones de varones que le precedieron, como si portara consigo un «pecado original» del que no pudiera desprenderse”, afirma un magistrado del Constitucional en un voto particular contrario a la aplicación de este criterio. Ante tal vulneración del Estado de derecho, poca importancia tiene ya que se oculten o manipules las estadísticas sobre los casos de violencia familiar o de denuncias por malos tratos. El objetivo es aplicar otra discriminación identitaria frente al principio individualista e igualitario que debería tener el Derecho.

El populismo, una imagen cordial del posmarxismo

Habiendo dejado de ser el feminismo un movimiento racional y democrático por la igualdad de derechos para convertirse una mera ideología, todo es posible. Una ideología en el sentido más althusseriano, es decir, como la representación de una imaginaria realidad. Así, el mundo simbólico, el predominio de los sentimientos y la propaganda, el marketing,  cobran especial importancia en la actividad política del posmarxismo populista y es posible que ello haya contribuido al sorprendente éxito que parece haber cosechado.

El populismo de Ernesto Laclau se separa tácticamente del radicalismo marxista y aparenta no querer romper definitivamente con las instituciones y reglas de la democracia representativa, las usa manteniendo una posición ambigua frente a ellas. Es la construcción de lo que Laclau llama “equivalencia democrática”. A pesar de esta aparente imagen de moderación, se diseña un nuevo proyecto revolucionario, no violento hasta que al menos se llegue a una situación de hegemonía favorable, lento, silencioso y sutil, incluso cordial pero radicalmente anticapitalista y antidemocrático, encaminado a instaurar un nuevo totalitarismo en donde la política invadiría todos los ámbitos y rincones, hasta los más privados e íntimos.

En Hegemonía y estrategia socialista este teórico argentino aboga por no reducir la actividad revolucionaria a las contradicciones “objetivas” del capitalismo como hacia el marxismo tradicional y defiende unificar políticamente infinidad de demandas que sirvan de bandera a otros tantos colectivos. Utilizando un lenguaje tan pedante e insufrible como el de los posestructuralistas franceses, Laclau asegura que “este cambio tiene lugar mediante la articulación variable de la equivalencia y la diferencia, y el momento equivalencial presupone la constitución de un sujeto político global que reúne una pluralidad de demandas sociales.”

La Naturaleza, la Tierra, y las mujeres, el género Mujer, constituyen en suma dos fundamentales patas de este nuevo sujeto político global. No deja de sorprender sin embargo que el esfuerzo y andamiaje teórico para poner en pie a estos dos nuevos sujetos de una promesa de emancipación sean tan endebles si los comparamos con el consistente, aunque erróneo y ya fracasado, edificio levantado por Marx. Tal vez sea esta la razón por la que, tanto en Latinoamérica con en España, empieza a hacer agua por todas partes.

Fuente: https://disidentia.com/tierra-y-mujer-los-oprimidos-del-posmarxismo-populista/

Comparte este contenido:

Argentona: 28M, todes a Congreso POR EL ABORTO LEGAL

América del SUr/Argentina/mst.org.ar/

El 28 de mayo se vuelve a presentar en el Congreso de la Nación el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) elaborado y actualizado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto.
En el bloque legislativo del macrismo, la mayoría se opone. Lo mismo sucede en el massismo y el PJ. A su vez, en nombre de la “unidad anti-Macri”, Cristina propuso unir los pañuelos verdes a los pañuelos celestes anti-derechos. Y encima, en la Feria del Libro, elogió nada menos que a los Estados Unidos, omitió toda referencia al FMI y como salida a la crisis del país propuso un pacto social con los empresarios y la Iglesia…
Esta presión retrógrada incide negativamente en los espacios feministas, incluida la Campaña, y deja en claro que el derecho al aborto no forma parte del proyecto político K. Un freno parecido pone el PCR, que como ahora se alió electoralmente al PJ es todavía más conciliador con los celestes y la Iglesia. Al mismo tiempo, muchas compañeras que simpatizaban con esos espacios sienten una legítima decepción y bronca, pero quieren seguir adelante con la pelea por el aborto legal.
En resumen, de la dirigencia política de este sistema capitalista y patriarcal o de sus socios no podemos esperar nada. La única garantía para lograr que más temprano que tarde nuestro derecho a decidir sea ley es reactivar toda la fuerza de la marea verde, poner nuestros cuerpos en las calles todas las veces que sea necesario. Y también unir nuestros pañuelos verdes a los pañuelos naranjas para ir por la total separación de la Iglesia Católica y el Estado, con anulación de todos los subsidios a la educación religiosa.
Por todas estas razones, y como somos consecuentes con esta batalla por el aborto legal, te invitamos a que el martes 28 a las 15 horas te movilices a Plaza Congreso con nosotres!

Fuente: https://mst.org.ar/2019/05/16/28m-todes-congreso-aborto-legal/

Comparte este contenido:
Page 3 of 8
1 2 3 4 5 8