Entrevista al periodista británico Andy Robinson: Las nuevas venas abiertas de América Latina: Un periodista inglés revisita la obra de Eduardo Galeano

Por: Irene Hernández Velasco

El año próximo se cumple medio siglo de la publicación de Las venas abiertas de América Latina, el famoso ensayo obra del escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Un libro que se convirtió en la biblia de la generación de izquierdas que alcanzó el poder en la zona a principios del siglo XXI (Lula, Evo Morales, Rafael Correa o Hugo Chávez) y en el que se narraba el salvaje saqueo de los recursos naturales de la región por parte de los imperios coloniales primero y de los estados imperialistas después.

«Los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos», sentenciaba Galeano.

Para escribir Las venas abiertas de América Latina, Galeano recorrió buena parte del continente.

Ahora un periodista británico, Andy Robinson (Liverpool, 1970), ha realizado muchos de los mismos viajes que efectuó hace medio siglo Galeano (Potosí, Minas Gerais, Zacatecas, etc.) para analizar cuál es la situación actual de las materias primas en América Latina y ver si han cambiado las cosas.

El resultado es un libro estremecedor titulado Oro, petróleo y aguacates. Las nuevas venas abiertas de América Latina (Editorial Arpa).

Un ensayo en el que Robinson detalla cuáles son las nuevas riquezas de América Latina (coltán, petróleo, litio, soja, niobio, aguacates…) y en el que revela cómo una docena de materias primas explican los últimos golpes de Estado, las rebeliones ciudadanas y la crisis medioambiental en ese continente.

Y advierte que la pandemia de coronovirus puede representar otra década perdida para las economías de la región, que ya se encontraba en un estado terriblemente débil, y que está agudizando terriblemente las desigualdades sociales.

Galeano en 1988. Foto: Getty.

—Eduardo Galeano sostenía: «Los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos». Usted que ha recorrido muchas de las rutas que él hizo, ¿considera que sigue siendo verdad esa máxima?

—En alguna medida sí. No creo que sea casualidad que los países en desarrollo que más han logrado estrechar la brecha con los países ricos sean los asiáticos, que tienen pocos recursos naturales.

Eduardo se refería a lo que se suele llamar la maldición de las materias primas en el sentido de que despertaban la avaricia colonialista y un saqueo implacable a lo largo de siglos de los recursos naturales, primero por las potencias coloniales y luego las multinacionales.

Creo que los gobiernos de la izquierda en América Latina entendieron que era necesario «nacionalizar» esos recursos y utilizar los ingresos para redistribuir la renta, y su enorme mérito es haber sacado a millones de la pobreza.

Pero no lograron salir de la trampa de la dependencia de la exportación de materias primas y por tanto permitieron sobrevaloraciones de sus divisas. Y cuando terminó el súper ciclo de precios altos de las materias primas, les pasó factura.

Al margen de esa explicación económica −mi libro no pretende ser una tesis sino que es una serie de crónicas periodísticas− lo maravilloso de esa frase de Galeano es la paradoja que describe.

Y las paradojas son útiles para entender la realidad esperpéntica de América Latina. He intentado destacar unas cuantas paradojas en el libro.

El fenómeno de Alicia en el País de las Maravillas de correr para quedarte en el mismo sitio se puede aplicar a muchas actividades de la economía de materias primas.

Andy Robinson (Liverpool, 1970), ha realizado muchos de los mismos viajes que efectuó hace medio siglo Galeano. Foto: Cortesía de Andy Robinson.

—¿Cuáles son las nuevas materias primas que hacen de América Latina un continente riquísimo?

—No son nuevas, pero Brasil se ha convertido en el productor de soja, carne y pollo más grande del mundo.

La exportación de estos alimentos básicos genera muchos ingresos pero como se explica en el libro, las consecuencias medioambientales y sociales son muy preocupantes.

En cuanto a minerales tenemos metales como el niobio y coltán en Brasil y Venezuela que, en el contexto de una suerte de Guerra Fría versión siglo XXI entre EE.UU. y China, se han convertido en recursos que tienen un valor geopolítico.

Y se explica también que el litio en el salar de Uyuni en Bolivia −que Evo Morales quiso industrializar para fabricar baterías y hasta coches eléctricos− acabó desempeñando un papel en el golpe de noviembre del año pasado. Aunque un papel contradictorio y paradójico.

—¿Y por qué todas esas riquezas naturales siguen sin transformarse en prosperidad económica para ese continente?

—Por el motivo comentado antes. Hay que crear valor en una economía moderna y a veces la presencia de recursos naturales te ofrece un «camino bajo» de desarrollo en lugar del «camino alto» elegido por China.

Pero esas son cuestiones complejas y el libro no pretende ser una tesis sobre la gestión económica ni dar recetas simplistas.

Es una serie de crónicas de viaje, cada una inspirada por un recurso o una materia prima como punto de partida, pero luego se va un poco por las ramas.

En el capítulo del oro hasta se llega a Salt Lake City para hablar del fetichismo por el oro de la derecha cristiana en EEUU. Y en el capítulo de la plata de San Luis Potosí en México se acaba hablando más del peyote.

En el de la papa, viajo a Los Andes donde los indígenas crearon 4 000 clases distintas de papa, en busca de una salida de mi propia adicción a las papas fritas.

Hay un homenaje a las venas abiertas en cada capítulo, pero confieso que las crónicas ofrecen pinceladas descriptivas y testimonio de los pueblos más que un análisis económico profundo.

—Galeano denunció en su libro el saqueo de los recursos naturales de América Latina por parte de los imperios coloniales y postcoloniales. ¿Quién se beneficia ahora de las materias primas de América Latina?

—Pues durante el periodo de la pink tide (la marea rosada, como se conoce a la mayor influencia en el siglo XXI de la izquierda en América Latina) se logró que el estado se beneficiara más de estas actividades y por lo tanto ayudaron a transferir rentas a los más necesitados.

Ahora tras los golpes en Brasil, Bolivia y en cierta medida en Ecuador, vuelven a ser las multinacionales extranjeras…

—Muchas de esas materias primas se extraen en lugares extremos. ¿Cómo son las condiciones de trabajo en general de los trabajadores que se dedican a sacarlas de la tierra?

—Yo hablo en varios capítulos de las condiciones de los mineros artesanales, de los barqueros colombianos y de los garimpeiros brasileños.

Sus condiciones de trabajo son duras, pero no tanto como las condiciones que dejan a las comunidades indígenas tras la deforestación, el envenenamiento con mercurio y cianuro y el asesinato de campesinos.

A diferencia de las economías extractoras de azúcar, café o banana del siglo XVII y XVIII que Galeano describe, la nueva agroindustria de soja y carne no emplea a mucha gente.

Pero desplaza a comunidades campesinas y destruye la selva, tal y como se describe en el libro.

Las materias primas siguen siendo esenciales para las economías de la región. Foto: Reuters.

—Los gobiernos de izquierdas en Latinoamérica −Lula en Brasil, Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia…− apostaron por acelerar el crecimiento de sus países y tratar así de eliminar la pobreza a través de la exportación de materias primas. ¿Lo lograron? ¿Qué falló?

En Brasil el modelo no dependía exclusivamente de las exportaciones de materias primas pero el Partido de los Trabajadores (PT) acabó sufriendo las consecuencias de la apuesta por exportar soja, hierro y carne.

Yo trato de explicar el caso del hierro y de la compañía Vale, que provocó una catástrofe medioambiental en el río Doce, el más grande de Brasil después del Amazonas.

En Venezuela, la dependencia del petróleo fue desastrosa para el chavismo, sobre todo si se tiene en cuenta que su primer comprador era EE.UU., país que ha apoyado una serie de golpes de estado en Venezuela…

En Bolivia, los resultados económicos fueron excelentes, pero la dependencia del gas empezó a pasar factura después de la caída del precio.

—¿La causa de ese fracaso es el precio tan volátil de las materias primas? ¿Por qué sus precios están sujetos a cambios tan fuertes?

—Porque están establecidos en mercados internacionales y se someten a una dinámica «boom to bust» (ciclo de prosperidad y luego caída) de sobreproducción y luego exceso.

Al mismo tiempo, hay mucha especulación ya que los inversores venden y compran las materias primas como si fueran activos financieros.

—Explíqueme qué relación hay entre el Superbowl, el partido final de la Liga Nacional de Fútbol Americano en Estados Unidos, durante el cual se ha puesto de moda comer guacamole, y la sobreexplotación del cultivo de aguacate en Latinoamérica…

—En el libro, en el capítulo sobre el aguacate, explico que es algo que tiene que ver con las modas y los caprichos, un fenómeno muy extendido en nuestra era de capitalismo de consumo y marketing.

Y trato de explicar como es muy fácil implantar esas modas mediante campañas de publicidad, etc., en un país como EE.UU., con una cultura culinaria débil.

Es relativamente fácil convertir un producto como el aguacate en un elemento imprescindible del menú, y eso es lo que ocurrió con las comidas que se consumen durante el Superbowl con el guacamole.

Y esa explosión de la demanda genera la oferta, y es lo que ha ocurrido en Michoacán, donde se han destruido bosques de pinos autóctonos para plantar arbustos de aguacate, al mismo tiempo que se van secando los acuíferos.

Y ahora pasa lo mismo en Chile y en Colombia, en lo que empieza a ser una sobreproducción típica de este tipo de fiebre extractora de las materias primas.

—En 2000 cada estadounidense consumía un kilo de aguacate al año, hoy consume 2,5 kilos, un 150% más. ¿Por qué eso no se traduce eso en una mayor riqueza para México, Chile y Colombia, sus principales productores?

—En algún sentido sí que contribuye a un crecimiento de esos países, pero es un crecimiento desigual y en el caso de Michoacán la producción de aguacates está dominada por grupos criminales.

Los aguacates son el nuevo oro para algunas economías latinoamericanas. Foto: Ronaldo Schemidt/AFP.

—¿Quién está detrás de la sobreexplotación del aguacate en el estado mexicano de Michoacán?

—Grupos de la delincuencia organizada han entrado en el negocio del aguacate. Son mafias muy violentas y hay unas historias espeluznantes que cuento en ese capítulo, con cadáveres colgados de puentes y ese tipo de cosas.

—¿Qué efectos tiene esa sobreexplotación para el medio ambiente, dado que ese cultivo del aguacate requiere muchísima agua? ¿Puede darnos algún ejemplo?

—En el caso de Michoacán ha sido un problema muy gordo y aquí se están secando los acuíferos subterráneos, mientras que los maravillosos lagos de Michoacán como el lago Pátzcuaro, se están contaminando y pierden agua.

Es aún más triste porque la civilización indígena de la zona de los lagos de Michoacán fue una de las más sofisticadas, y eso se explica en una visita a una de las ruinas en la orilla del lago Pátzcuaro.

—Venezuela es riquísima en petróleo. ¿Ha sido esa la causa precisamente de su desastre? ¿Por qué?

—Creo que el fracaso de Chávez de cumplir con su proyecto de diversificación de la economía venezolana sí que ha pasado factura los últimos años, porque esa dependencia del petróleo en el 98% de sus exportaciones se tradujo en una crisis gravísima después de la caída del precio del crudo en 2013 y 2014.

Y fue rematador el embargo petrolero estadounidense adoptado por Donald Trump en los últimos dos años, parte de un intento de golpe de Estado en el cual Juan Guaidó es un títere.

—Usted sostiene que una docena de materias primas están detrás de los últimos golpes de Estado, rebeliones ciudadanas y crisis medioambientales que ha sufrido América Latina. ¿Cómo se explica eso?

Eduardo Galeano escribió el ensayo «Las venas abiertas de América Latina» en 1971. Esta foto es de 2008. Foto: Leonardo Cendamo/Getty.

Es simplista pensar que todos los golpes de Estado responden a un deseo de Estados Unidos y otras potencias ex coloniales por hacerse con los recursos naturales de América Latina como el petróleo en Brasil o el litio en el caso de Bolivia.

Pero yo trato de analizar esto de alguna manera. Y creo que según las entrevistas que hice hay algún motivo para pensar que los golpes de estado que ocurrieron en Brasil y Bolivia tenían algo que ver con esas dos materias primas, concretamente con el petróleo y el litio.

Y en Venezuela los intentos de golpe también contra Maduro tenían que ver evidentemente con la batalla entre Washington, Moscú y Pekín por el control del petróleo.

Pero también se trata de explicar que a veces es precisamente el miedo latinoamericano a que alguien le robe sus materias primas lo que desestabiliza los gobiernos.

Es el caso del Potosí en Bolivia, donde se organizó una rebelión popular contra Evo Morales justificada por una percepción de que Morales estaba vendiendo el litio a empresas extranjeras. Otra paradoja.

—¿Qué deberían hacer los gobiernos de América Latina para cerrar de una vez por todas las venas abiertas en ese continente?

—Lo primero que hay que hacer es volver a derrotar a la derecha neoliberal que ha llegado al poder en Bolivia, Brasil y Ecuador.

Y una vez recuperado el poder hay que diseñar otro proyecto de redistribución y desarrollo, basado menos en la extracción de materias primas y más en empresas a pequeña escala y en energías alternativas.

—¿Qué efecto está teniendo el coronavirus en Latinoamérica?

—Creo que la pandemia ha acentuado los problemas que atraviesa América Latina desde desde el fin de la bonanza de materias primas hace seis o siete años y las posteriores recesiones.

Ya se habla de otra década perdida en la región debido al impacto de la pandemia sobre una economía que ya se encontraba en un estado terriblemente débil.

Y el impacto social, económico y sanitario será mucho peor debido a la caída del poder de los gobiernos de la izquierda debido a sus propios errores y a las presiones golpistas desde EE.UU.

La ausencia de gobiernos comprometidos con la protección de las capas sociales más necesitadas ya se nota. Hablé hace dos semanas con Rafael Correa, expresidente de Ecuador, y me comentó que el gobierno de Lenin Moreno ya ha pactado con el Fondo Monetario Internacional un duro ajuste.

—En Ecuador, y en concreto en Guayaquil, el coronavirus ha causado estragos…

Lenin Moreno criticó el gasto de los gobiernos de Correa en nuevos hospitales, y al llegar al poder echó a miles de trabajadores de la sanidad pública con la excusa de que Correa había gastado en esos servicios por populismo, para ganar votos.

Pero obviamente la catástrofe de Guayaquil, donde no solo los hospitales no han dado abasto si no tampoco las funerarias, demuestra que ese tipo de argumento contra el programa de la izquierda es falso y además ha puesto en peligro las vidas de los ecuatorianos.

—¿Qué países de Latinoamérica se están enfrentando bien al coronavirus?

—Me ha llamado la atención la capacidad de Cuba y Venezuela para hacer frente a la pandemia pese a las dificultades que tienen (sobre todo Venezuela) para financiar sus sistemas de sanidad.

Cuba es uno de los países que ya se considera que ha ganado la batalla contra el virus y, pese a las constantes advertencias, no ha habido un desastre en Venezuela pese a las sanciones, el embargo y los errores de gestión del gobierno de Maduro.

Por supuesto aún es pronto para descartar una grave crisis en Venezuela dado el impacto terrible del embargo estadounidense, que me imagino que se endurecerá conforme Trump busca votos en Florida, y eso será un problema también para Cuba dada la crisis del turismo.

Por su parte, Argentina ha gestionado la pandemia mucho mejor que Brasil, Bolivia, Ecuador o Chile, de modo que se ha demostrado que la izquierda y la sanidad publica responden mejor cuando se trata de proteger a los más vulnerables a una pandemia, que son los mas pobres.

—¿Y qué efectos está teniendo la pandemia a nivel social?

-La pandemia esta agudizando las desigualdades sociales de forma alarmante en América Latina, y creo que es muy probable que haya una nueva ola de protestas.

Ya se han producido dos manifestaciones en barrios pobres de Santiago de Chile donde el confinamiento, por necesario que sea, está provocando problemas de hambre para trabajadores cuya única fuente de ingresos es salir a trabajar a la calle o donde sea. No están recibiendo apoyo del Estado chileno.

Asimismo hay huelgas en la región minera de Antofagasta. Y en Bolivia, donde el gobierno interino aprovecha la pandemia para aplazar la fecha electoral, habrá más protestas también.

Existe un peligro para la democracia boliviana: puesto que el partido de Evo Morales parece que tiene más posibilidades ahora de ganar en la primera vuelta, no me extrañaría nada que no se respetara el resultado de las elecciones (si es que se celebran) y eso evidentemente está vinculado con cuestiones de Washington.

Habrá que garantizar que otras instituciones vigilen del proceso electoral.

—¿Y en Brasil?

—En Brasil también existe un grave peligro de que Bolsonaro aproveche el caos y el sufrimiento por la pandemia para justificar un decreto que establezca un estado de sitio con el fin de evitar protestas. Incluso hay peligro de un autogolpe de Estado.

 

La fuente e imagen: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-53009680

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