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Los beneficios de la escolarización temprana de 0 a 3 años

 

La escolarización temprana (0-3 años) es el primer ciclo de la Educación Infantil y proporciona a los más pequeños diversos beneficios relacionados con el desarrollo de habilidades cognitivas, emocionales o sociales.

¿Sabías que en España el porcentaje de estudiantes que asisten al primer ciclo de Educación Infantil es del 75%? Un dato que está muy por encima del promedio del resto de los países de la Unión Europea y de la OCDE, según el informe TIMSS 2019 (Trends in International Mathematics and Science Study) de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA).

Educación Primaria con destrezas de lectura, escritura y matemáticas superiores al promedio de la OCDE y también de la Unión Europea, además de influir positivamente en su rendimiento.

Objetivos de la escolarización temprana

La escolarización temprana es el primer ciclo de la Educación Infantil (desde los cero hasta los tres años de edad). Los objetivos de este ciclo están centrados en atender de forma progresiva el desarrollo afectivo, los hábitos de control corporal, las manifestaciones de la comunicación y del lenguaje y las pautas esenciales de convivencia y relaciones sociales de los niños, tal y como señala el Ministerio de Educación y Formación Profesional.

Escolarización temprana

Asimismo, la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WACE), indica que los avances de la neurociencia demuestran que es durante los tres primeros años de la vida de un ser humano cuando se ‘construye’ el cerebro, creando más de un millón de conexiones neuronales cada segundo. De ahí la importancia de esta etapa educativa, que desde AMEI-WACE consideran totalmente segura aún en tiempos de pandemia. Según esta asociación, los contagios en escuelas infantiles durante el primer trimestre de este curso académico han sido bajos, situando el número de aulas en cuarentena en el 1,67% del total del sistema educativo español.

Beneficios de la escolarización temprana: autonomía, seguridad y valores

Un entorno estable, la posibilidad de desarrollar distintas habilidades o aprender diversos valores para la vida son algunos de los beneficios de la escolarización temprana para Ana Herrero, psicóloga y coordinadora del departamento de orientación del grupo Brains International School, que recoge a continuación cinco claves de esta etapa educativa.

  • Ambiente seguro. Las escuelas infantiles suponen un entorno estable y estructurado que se compone de rutinas muy claras, unos horarios y unos ‘rituales’ con los que los niños van creando esquemas internos sobre el mundo que les rodea.
  • Fomenta la autonomía del niño. El alumnado puede desarrollar su necesidad de exploración y curiosidad, además de otras habilidades a través del juego, como la autonomía personal, el cuidado de las cosas, la alimentación, la higiene, el sueño…
Escolarización temprana
  • Educación emocional. En los primeros años de vida, los niños se enfrentan a distintas emociones, como el enfado, el miedo o la frustración, y sin apenas recursos para entenderlas. En esta etapa, los educadores les enseñan a identificar las emociones, a legitimarlas y gestionarlas de una forma adaptativa. Los profesionales saben de la importancia de establecer narrativas de lo que va ocurriendo, para que los estudiantes puedan ir comprendiendo e integrando lo que sienten y sucede a su alrededor.
  • Favorece el desarrollo del lenguaje. Esta etapa educativa se considera esencial para el aprendizaje de una segunda lengua, ya que existe mayor receptividad por parte de los estudiantes, pero también favorece otras capacidades cognitivas y motrices, que se desarrollan mediante el juego y la exploración sensoriomotora y que estimula el desarrollo del pensamiento.
  • Educación en valores. Los niños tienen que compartir espacio y materiales, además de aprender a esperar (como el tiempo de atención por parte del adulto). Eso les permite entender que las demás personas también tienen necesidades, y a ir tomando poco a poco conciencia de las normas que rigen la convivencia: el respeto, la generosidad y el cuidado por uno mismo y por los demás.

Fuente e imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/escolarizacion-temprana/

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El secreto de la felicidad de Matthieu Ricard, «el hombre más feliz del mundo»

Hace años que los científicos de la Universidad de Wisconsin estudian el cerebro del Matthieu Ricard, doctor en biología molecular, monje budista en el monasterio Shechen Tennyi Dargyeling de Nepal y asesor personal del Dalái Lama, así como su traductor. Y están absolutamente fascinados con la mente de este francés de 74 años.

Los investigadores sometieron el cerebro Ricard a constantes resonancias magnéticas nucleares de hasta tres horas de duración.

Le conectaron a la cabeza hasta 256 sensores para detectar su nivel de estrés, irritabilidad, enfado, placer, satisfacción y otras decenas de sensaciones diferentes. Y lo mismo hicieron con cientos de voluntarios.

Los resultados obtenidos medían el nivel de felicidad de cada participante en una escala que iba desde el 0,3 (muy infeliz) hasta el -0,3 (muy feliz).

Matthieu Ricard logró nada menos que un -0,45, superando no sólo a todos los demás participantes sino los propios límites previstos en el estudio.

A partir de ahí, fue declarado «el hombre más feliz del mundo»

Ricard —hijo del conocido filósofo francés Jean-François Revel y de la pintora Yahne Le Toumelin— ha escrito un libro delicioso junto a sus amigos el filósofo Alexandre Jollien y el psiquiatra Christophe André que ha sido superventas en Francia y ahora sale en español bajo el título «¡Viva la Libertad!» (Editorial Arpa).

Un libro en el que los tres autores explican cómo superar los miedos, traumas, prejuicios y adicciones que nos acechan. En definitiva: cómo sortear los obstáculos que nos impiden ser felices.

De todo eso y más hablamos con Ricard.

Fue declarado «el hombre más feliz del mundo». ¿Cómo se siente con ese título?

Piense durante cinco segundos: ¿cómo puede nadie conocer el nivel de felicidad de 7.000 millones de seres humanos? No tiene sentido, desde luego no desde el punto de vista científico.

Todo comenzó con un artículo de un periódico británico que, basándose en una investigación realizada en el laboratorio de neurociencia de Richard Davidson en Wisconsin, demostró que las personas que como yo llevan tiempo haciendo meditación (había 15 entre los que participaron en el estudio) mostraban al meditar una magnitud de activación en ciertas áreas del cerebro sobre la compasión (¡no la felicidad!) más alta de lo que nunca se había detectado antes en neurociencia.

Así que es más bien como la «broma más grande del mundo», pero sigue resurgiendo una y otra vez.

Ricard.
Pie de foto,
«La felicidad no es simplemente una sucesión interminable de sensaciones placenteras (lo que parece más bien una receta para el agotamiento)», dice Ricard.

¿Qué es la felicidad para usted?

La felicidad no es simplemente una sucesión interminable de sensaciones placenteras, lo que parece más bien una receta para el agotamiento.

Es más bien una forma óptima de ser que resulta del cultivo de muchas cualidades fundamentales como el altruismo, la compasión, la libertad interior, la resiliencia, el equilibrio emocional, el equilibrio interior, la paz interior y otros.

A diferencia del placer, todas estas cualidades son habilidades que pueden cultivarse mediante la práctica y el entrenamiento de nuestra mente.

¿Se considera un hombre feliz?

Bueno, incluso si no soy la «persona más feliz del mundo», por las razones que acabo de explicar, tampoco puedo decir que sea infeliz.

He tenido una vida maravillosa, gracias a conocer hombres y mujeres sabios, mis maestros espirituales.

También estoy bien porque me siento satisfecho fácilmente con muy poco. Doné toda la recaudación de mis libros y fotografías a causas humanitarias.

Hace 20 años fundé una organización humanitaria, Karuna-Shechen, que ahora ayuda a más de 300.000 personas cada año en el campo de la salud, la educación y los servicios sociales, principalmente en India, Nepal y el Tíbet, pero pronto también en Francia. Y ese es un gran motivo de satisfacción.

Gracias a mi práctica espiritual, personalmente disfruto cada momento de la vida y trato de estar al servicio de los demás.

¿Y cuál es el secreto de la felicidad?

Altruismo y compasión.

La búsqueda de la felicidad egoísta no funciona, es una situación en la que todos pierden. Uno hace miserable su propia vida mientras hace miserable la vida de todos los demás.

Por el contrario, el altruismo es una situación en la que todos ganan.

El objetivo es traer felicidad a los demás y remediar su sufrimiento y, como beneficio adicional, uno siente una gran felicidad al ser amable y benevolente.

Usted es célibe, no practica sexo desde que tenía 30, y no tiene dinero, todo lo que gana lo dona a obras decaridad. El sexo y el dinero son los dos signos más destacados de la cultura moderna. ¿Qué hay de malo en ellos?

No hay nada malo. No es el deseo como tal y la riqueza lo que causan sufrimiento, sino nuestro apego a ellos.

En el momento en que el aferramiento, el aferramiento y la obsesión se instalan, puedes estar seguro de que vendrá el tormento.

Aferrarse es el problema, nos volvemos adictos a ellos.

Dalai Lama y Ricard.
Pie de foto,
En opinión de Ricard, ser el más feliz del mundo está al alcance de cualquiera que haga lo correcto. En la foto, el monje y biólogo habla con el Dalái Lama.

Ahora una pregunta para el biólogo: ¿la tristeza es algo que creamos en nuestro cerebro o es la sociedad la que nos hace infelices?

Bueno, varios estudios han demostrado que una mente distraída no es una mente feliz, que una mente rumiando no es una mente feliz y que la sensación de autoimportancia exacerbada tampoco conduce a la felicidad.

¿Es posible ser feliz en el mundo actual sin ser un monje budista?

¡Por supuesto! ¡Sería una lástima que la felicidad se limitara a los budistas y más aún a ser monje!

Cualquiera puede ser la mujer o el hombre más feliz del mundo (¡no de una manera competitiva!) simplemente siendo amable, compasivo, abierto a los demás y sintiéndose fácilmente satisfecho con las condiciones externas.

¿Usted siempre ha sido una persona feliz o le llevó un largo camino serlo?

Los amigos que me conocieron cuando era un adolescente (todavía quedan algunos vivos) dicen que era un joven gruñón.

Así que supongo que hice un pequeño progreso, aunque todavía tengo un largo camino por recorrer.

¿La felicidad es un don genético, algo con lo que se nace, o es algo que se puede aprender?

Todos tenemos varias tendencias naturales, relacionadas con nuestra herencia genética. Pero eso se puede cambiar en gran manera.

Sabemos a través de los estudios de epigenética que los genes pueden expresarse o no, dependiendo de las condiciones externas.

También sabemos a través de los estudios del cerebro que podemos cambiar a través del entrenamiento, gracias a la neuroplasticidad cerebral.

Y sabemos a través de las tradiciones contemplativas que si practicamos durante mucho tiempo las cualidades humanas básicas que mencioné, el altruismo sobre todo, definitivamente podemos cambiar para el futuro.

Matthieu Ricard.
Pie de foto,
El hombre más feliz también puede estar triste, «pero esta tristeza debe llevar a una acción compasiva», sugiere.

¿Se pone triste el «hombre más feliz del mundo«?

Por supuesto, es absolutamente normal y deseable estar triste frente a una masacre, una injusticia, una discriminación, un abuso, una injusticia social, la pobreza en medio de la abundancia, la explotación ciega de los animales, etc.

Pero esta tristeza debe llevar a una acción compasiva para hacer algo sobre los diversos sufrimientos relacionados.

La tristeza no es desesperación, es compatible con el florecimiento genuino.

En su último libro, «Viva la libertad», reflexiona sobre cómo alcanzar la libertad interior. ¿Qué es la libertad interior?

La libertad interior es estar libre de rasgos mentales, cavilaciones y proyecciones mentales que eventualmente se traducen en frustración y sufrimiento.

Matthieu Ricard.
Pie de foto,
En su nuevo libro «¡Viva la libertad!» explica cómo superar los miedos, traumas, prejuicios y adicciones que nos acechan.

Si no alcanzamos la libertad interior, ¿significa que somos esclavos? ¿Esclavos de qué?

«Esclavo» es quizás una palabra importante, pero cuando estamos completamente dominados por el odio, el deseo compulsivo, los celos persistentes y el orgullo arrogante, de alguna manera somos esclavos de nuestras propias fabricaciones mentales.

En ese caso, nuestra mente está lejos de ser libre y sigue ciegamente sus atracciones y repulsiones, atribuyéndoles una especie de existencia sólida: creemos que algo es inherentemente deseable o alguien inherentemente detestable, lo que nunca es así.

¿Todo el mundo puede alcanzar la libertad interior?

¿Por qué no? Después de todo, esta es nuestra propia mente.

Nuestro control de las condiciones externas es limitado, efímero y, a menudo, ilusorio, pero podemos trabajar con nuestra propia mente mientras lidiamos con ella desde la mañana hasta la noche.

Nuestra mente puede ser nuestro mejor amigo o nuestro peor enemigo; es la mente la que traduce las circunstancias externas en felicidad o desdicha.

Así que si podemos entrenar un poco a este niño mimado que es la mente y dominarlo un poco, será de gran ayuda para liberarnos de nuestras tendencias habituales y pensamientos automáticos y así ser más felices.

Matthieu Ricard.
Pie de foto,
En las pruebas que le hicieron para medir su felicidad, Matthieu Ricard rompió los propios límites previstos en el estudio.

¿Cuál es el mayor obstáculo para alcanzar la libertad interior?

Hay muchos obstáculos, incluido el ser adicto al sufrimiento, seguir ciegamente todos nuestros estados mentales aflictivos y no reconocer el potencial de transformación que hay dentro de todos nosotros.

Pero el principal obstáculo es la confusión mental, la falta de discernimiento y sabiduría.

Si sólo pudiera dar un consejo para alcanzar la libertad interior, ¿cuál sería?

No existe un solo consejo. Se necesita tiempo y perseverancia, pero es la aventura más inspiradora de la vida.

Una cosa es segura: debemos deshacernos del egoísmo y cultivar la bondad, la benevolencia y la compasión.

¿Nuestro cerebro está diseñado para conseguir la libertad interior? Y si es así, ¿por qué es tan difícil conseguirla?

Nuestro cerebro no está diseñado de una forma u otra.

Gracias a la plasticidad del cerebro, este se convierte en aquello a lo que le acostumbramos: si nos enfadamos todo el tiempo, las redes correspondientes se verán reforzadas en la mente.

Si cultivamos el altruismo y el equilibrio emocional, se reforzará la red cerebral correspondiente.

Todos los estudios neurocientíficos han demostrado que cultivar la atención, la compasión y el liberarnos de pensamientos obsesivos produce cambios tanto funcionales como estructurales en el cerebro.

Monsieur Ricard, usted es biólogo molecular y monje budista. ¿Qué ha aprendido de la biología y del budismo para alcanzar la libertad interna?

Gran tema, de hecho.

La ciencia me enseñó el gusto por un enfoque riguroso de la realidad, lo opuesto a la creencia ciega.

La ciencia me libró de creer en todo tipo de locuras, como sucede cada vez más en estos días.

En cuanto al budismo, me da las claves para una libertad interior que se puede lograr a través de una vida de práctica.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-55274906

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Descripción de la biología subyacente a nuestra experiencia cotidiana

La única condición para ser lector/a de este libro: estar interesado por asuntos cerebrales (aunque piense, como sostiene uno de los autores, que el “cerebro está sobrevalorado”).

Una breve referencia al autor que tomo de la solapa interior del libro: David J. Linden es profesor de neurociencia en la Facultad de Medicina de la John Hopkins University en Baltimore, Mariland, y editor jefe de la revista Journal of Neurophysiology. Entre sus libros: La mente occidental, La brújula del placer Touch.

Componen Think Tank el prólogo, 37 artículos (distribuidos en seis apartados) de divulgación científica y un epílogo (más lista de colaboradores, agradecimientos e índice). Los seis apartados: 1. Preparación. 2. Desarrollar, cambiar. 3. Señalar. 4. Anticipar, sentirse, moverse. 5. Relacionar. 6. Decidir.

No se necesita ninguna preparación especial en neurobiología o en disciplinas afines (de la que yo mismo carezco) para seguir el grueso de las informaciones y argumentos expuestos en el libro.

Uno de los artículos, el segundo, “La ciencia es un proceso en marcha, no un sistema de creencia”, es antes que nada un escrito de filosofía de la ciencia que muestra, sorprendentemente en mi opinión, la extensa y dilatada influencia del falsacionismo de Karl Popper.

El libro es resultado, nos cuenta el autor, de conversaciones informales (y desinhibidas: “tras ofrecerles una copa o un poco de marihuana”) con amigos neurocientíficos de todo el mundo (sus credenciales están en las páginas 361-362), su “dream team de investigadores excepcionalmente reflexivos, eruditos y lúcidos”. Linden les invitó a responder, en un lenguaje libre de tecnicismos, a preguntas como la siguiente: “De los aspectos de la función cerebral, ¿cuál es la idea más que te gustaría explicar?”. Los interpelados han elegido el tema o la historia científica que más desearon compartir. Naturalmente, señala el autor, si se hubiese hecho la misma pregunta a otro grupo de científicos el resultado hubiera dado pie a un libro diferente.

Think tank no es, en cualquier caso, un manual de neurociencia informal y completo. Sí contiene información fiable y concluyente acerca de las bases biológicas de la experiencia humana (provisional y falible, como todos los avances científicos), y sí que se plantean en él temas fundamentales sobre  la función del sistema nervioso.

Una breve selección de las ideas destacada por Linden en el epílogo:

1. Los rasgos conductuales más complejos, como la timidez, la orientación sexual o la búsqueda de novedades, son el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales, y de la interrelación entre ambos. “Los factores medioambientales incluyen factores biológicos, como las hormonas a las que estamos expuestos en el útero y en los primeros años de vida, y nuestra experiencia en el mundo, incluidas las interrelaciones sociales”.

2. El cerebro humano es moldeado por la experiencia de diferentes modos durante el desarrollo a lo largo de su toda la vida, y en respuesta a las lesiones que sufre.

3. Nuestra experiencia del mundo (y de nuestros propios cuerpos) es activamente construida por el cerebro. El sistema nervioso no se construye para darnos la representación más exacta del mundo exterior. Nos da un punto de vista del mundo que, en el pasado, ha sido el más útil para sobrevivir y para pasar nuestros genes a la siguiente generación.

4. No hay sensaciones puras. Nuestros cerebros se construyen para seleccionar y después para mezclar estas sensaciones con las emociones y las expectativas.

5. Buena parte de lo que hace el cerebro tiene lugar por debajo del nivel de la conciencia. Por ejemplo, “los receptores del gusto por la boca no solo contribuyen a nuestra sensación de sabor, sino que también preparan a nuestro sistema digestivo para lo que está a punto de llegar”. Una gran parte del cerebro “se ocupa de predecir qué sucederá en los próximos momentos, y estos cálculos subconscientes no requieren de nuestra atención”.

6. Nuestros ancestros homínidos han vivido en grupos sociales durante mucho tiempo y esto nos ha llevado a ser exquisitamente sensibles a unas pistas interpersonales muy sutiles. Por ejemplo: la expresión facial, el tono de voz, la dirección de la mirada y otras formas de lenguaje corporal.

7. Nos sentimos seres autónomos y completamente racionales pero todos estamos sujetos a fuertes impulsos y motivaciones subconscientes, la mayoría de los cuales están relacionadas con la supervivencia y la reproducción.

Estos impulsos influyen, señala Linden, “no solo en nuestros deseos sexuales y románticos, sino también en fenómenos de alto nivel culturalmente construidos como el arte y la publicidad.”

Una sugerencia: el lector/a puede leer el libro con diferentes caminos (digamos, a la manera de Rayuela): al azar, siguiendo el orden marcado en el índice, por apartados más próximos a sus intereses, por los autores de los escritos… También, desde mi punto de vista, por el debate (y las referencias que en él se nos da a otros artículos del ensayo) que cierra el libro con sendos artículos de Miguel A. L. Nicoletis, que en la línea de Roger Penrose sostiene que “El cerebro humano, el verdadero creador de todo, no puede simularse con una máquina de Turing”, y de Michael D. Mauk quien, por el contrario, afirma que “No hay ningún principio que nos impida construir finalmente máquinas que piensen”.

Una de las consideraciones de Nicoletis: “Otra cosa del cerebro humano que me gustaría que todo el mundo supiera es que ni el sistema nervioso humano, ni sus más exquisitos productos -cosas como la inteligencia, la intuición, la creatividad y la empatía- pueden reducirse a un simple algoritmo matemático”. Este tipo de “protección de derechos de autor”, así le gusta describirlo, “lo garantizan una serie de restricciones evolutivas, neurobiológicas, matemáticas y computacionales que no puede trascender ni el software, como el propuesto por la moderna inteligencia artificial, ni el hardware, como sí creían los clásicos proponentes de la cibernética”. Como señalé, en la línea del Penrose de La nueva mente del emperador.

Una reflexión central de Mauk defendiendo la tesis opuesta: “si pudiésemos sustituir a cada neurona del cerebro por un dispositivo artificial que implemente las mismas reglas a la misma velocidad, no hay motivos para pensar que el comportamiento de la persona con dicho cerebro, o la conciencia de dicha persona, serían diferentes”. Cualquier dispositivo físico de computación que seamos capaces de construir, señala Mauk, puede, además, implementarse en un programa informático. Esto significa que tarde o temprano, conjetura, “podremos llevar a cabo el mayor experimento de todo: traducir lo que sabemos del cerebro en la producción de un programa de ordenador que implementa una mente”. Es fundamental sin embargo “tener en cuenta que necesitaríamos algo más que un cerebro. El ensayo de Asif A. Ghazanfar [“El cerebro está sobrevalorado”] en este volumen es un recordatorio importante de que los cerebros tienen que estar encarnados en un cuerpo para que tenga la enorme colección de imputs que nuestros cuerpos mandan a nuestros cerebros”.

Lean, pues, apto para todos los públicos… interesados o con predisposición para estar interesados.

Fuente: https://rebelion.org/descripcion-de-la-biologia-subyacente-a-nuestra-experiencia-cotidiana/

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Crítica a las Neurociencias

Síntesis
Hoy día vivimos una invasión de neurociencias. Todo el campo de lo psicológico hace un tiempo que está dominado por esta tendencia “neuro”, con lo que ha ido quedando de lado la dimensión social, histórica, “humanística” en sentido amplio. Lo “neuro-científico” se presenta como expresión acabada de “la” ciencia, como saber riguroso y sistemático, con lo que se pretende dejar a un lado ese campo de lo histórico-social, lo que se tiene por “no científico”, dudoso, por tanto, inexacto, casi rayano en la habladuría. De ahí a la chabacanería, un paso. Las neurociencias, en tal sentido, intentan ser la expresión más acabada de la seriedad.

En esa apreciación se transmite un modelo de ciencia que, en términos epistemológicos, ya está totalmente rebatido y superado: el “saber” no es solo el que ofrece la medición, el laboratorio con el control de todas las variables, la fría asepsia. Las modernas teorías físicas o matemáticas, incluso, arquetipo primero del saber científico, hoy día apuntan también a la indeterminación, al caos, a la incertidumbre (véase la física cuántica, o la teoría de los fractales, por ejemplo, donde siempre hay algo misterioso en juego). El criterio (o prejuicio) positivista de la hiper-medición como criterio determinante no aplica para los complejos vericuetos de lo humano. Si el macrocosmos social es tan “raro”, incierto, cambiante, mucho más lo es el microcosmos de lo psicológico, de la subjetividad.

Reducir las complejas, intrincadas, en numerosos casos incomprensibles reacciones
humanas -eso es lo que estudia la Psicología- a procesos neuronales, a instancias físicoquímicas, a asociaciones sinápticas en la corteza cerebral, es cuestionable. Los fenómenos humanos, individuales o sociales, no se agotan en explicaciones biológicas. Pero hoy, con una fuerza creciente, se asiste a un posicionamiento de las llamadas “neurociencias” que se erigen como la llave explicativa de la conducta humana. Tal explosión tiene causas bien determinadas: habría una “normalidad” en juego, y por tanto una desadaptación. Para esto último, para “corregir” esas disfuncionalidades, está esperando una larga batería de psicofármacos listos para su consumo.

Dicho de otro modo: las neurociencias responden al posicionamiento de la industria
farmacológica global que, amparándose en una pretendida cientificidad rigurosa (resabios de un pensamiento decimonónico ya descartado por Freud en los inicios de su producción intelectual) intenta hipermedicalizar el ámbito Psi, llenando de psicofármacos aquello que, en realidad, no se arregla con “pastillas” sino con significaciones humanas. Es decir: ¡buen negocio para los fabricantes de pastillas!

Estas neurociencias pretenden explicar todo lo humano, la tristeza y la felicidad, las
relaciones sociales, el poder, la violencia…. Y para eso están los medicamentos como
“solución”. Con esta exposición se pretende abrir una discusión al respecto, porque
entendemos que nuestro gremio, ganado cada vez por este espejismo de la “ciencia exacta”, debe reflexionar críticamente al respecto.
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ENSAYO
“Si usted quiere, puede”, “Todo depende de usted”, “Ser exitoso es una cuestión de
actitud”, “No se estrese, maneje adecuadamente su ansiedad”, “¡Sea positivo!”, “¡Eleve su autoestima!”. A lo que se podría agregar, necesariamente en lengua inglesa: “Don’t worry! Be happy!”, tan representativo de los tiempos que corren, cuando se habla insistentemente de “resolución pacífica de conflictos” y rechazo a todo tipo de manifestación violenta.
Expresiones como todas estas se han hecho cosa habitual en nuestra vida cotidiana; una psicologización, bastante cuestionable en términos epistemológicos o, mejor dicho: una vulgarización de saberes que atañen a la subjetividad, recorre nuestro sentido común, llenando de “tips” (hay que decirlo en inglés) el vocabulario diario. Según nos dice (nos obliga) esta andanada de directrices, hay que ser resilientes, políticamente correctos y buscar superarse continuamente, tener emociones positivas y sonreírle a la vida con optimismo.

¿Qué significa esta proliferación de “sanos consejos”, o “recetas para ser feliz y triunfar en la vida” que ahora nos inunda? ¿Cómo entender este auge de “técnicas” que parecen servir para todo (para individuos y para empresas, o sea: para estas grandes familias con “colaboradores” y no “trabajadores”), tips que resuelven problemas y marcan el camino hacia una pretendida aurora beatífica llena de éxito? Más allá de toda esta parafernalia psicologista que se ofrece como llave para un mundo libre de conflictos y problemas, conviene preguntarse si esto es posible (el único paraíso es el paraíso perdido, se ha dicho por ahí), si realmente podremos entrar al edén que todos estos dispositivos parecen ponernos a nuestra disposición, o si hay aquí un puro espejismo insostenible (engañoso).

O más aún, debemos intentar averiguar si este auge de “buenas prácticas” que nos promete una homeostasis sostenida se agota en buenos deseos, o si hay allí agenda oculta, si existen otros intereses tras todo esto, no explícitamente formulados. Rápidamente debemos preguntarnos, al hacernos estos planteamientos, si no pecamos de “paranoicos”, para usar una terminología del ámbito de la salud mental ya que estamos hablando de esto; es decir, si no vemos fantasmas donde no los hay. “Conspiranoicos”, como se ha dado en llamar últimamente. El análisis sopesado mostrará que no: hay engaño en juego.

¿Qué significa esta avalancha de “Psicología positiva”?, para usar un término tan a la moda actualmente. Si hay una tal psicología “positiva”, evidentemente debe haber una “negativa”, de ahí la necesidad de marcar la diferencia. Según la definiera Martin
Seligman1 en 1999, la misma consiste en “el estudio científico de las experiencias
positivas, los rasgos individuales positivos, las instituciones que facilitan su desarrollo y los programas que ayudan a mejorar la calidad de vida de los individuos, mientras
previene o reduce la incidencia de la psicopatología”. Existe un enorme campo en esta
siempre mal definida y problemática ciencia llamada Psicología donde, en estos últimos tiempos, pudiera decirse que hay una avanzada para borrar lo que tiene connotaciones negativas, apestosas. Recordemos la frase de Freud -pareciera que en realidad nunca efectivamente pronunciada- al acercarse a la costa neoyorkina para dictar sus famosas Cinco Conferencias en la Clark University en 1909, cuando le habría dicho a su acompañante Carl G. Jung: “no saben que les traemos la peste”.

Todo este esfuerzo de entronizar la felicidad, lo “positivo”, podríamos decir “la buena
onda”, en detrimento de esa “peste” que abriría el Psicoanálisis, huele raro, despierta dudas. No está de más mencionar -porque, sin dudas, hay una articulación en ello- que esa cosmovisión triunfalista y glamorosa reniega radicalmente de la idea de conflicto. No por casualidad en estas pasadas décadas de políticas neoliberales a ultranza se enaltecieron los Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos; o sea, se dejó visceralmente de lado a Marx para pasar a Marc’s (Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos). Del mismo modo se deja ¡visceralmente! de lado la “peste” introducida por la revolución freudiana (el inconsciente) para endiosar esa “ciencia” de la subjetividad (ahora rebautizada con el “muy científico” prefijo neuro), especialmente preocupada por la superación de lo “negativo” (¿léase “conflicto”?). O sea: glorificación del Yo, de la conciencia, de la razón, de la “adaptación” a la “normalidad”, con la base “rigurosa” que otorgan las neuro-ciencias.

Algo llama la atención en todo esto: ¿por qué ese énfasis tan marcado en tapar, negar,
superar lo conflictivo? ¿Por qué esa casi obsesiva necesidad de construir esa Felicidad con mayúscula, esa machona insistencia en el optimismo, en el “Don’t worry, be happy!”? ¿Acaso la dimensión humana se marca solo por esa faceta? Las dos máscaras del teatro, comedia y tragedia, parece que lo expresan mucho mejor. O lo dicho por Antonio Gramsci, que con mucho tino llamaba a “actuar con el pesimismo de la razón y el optimismo de la pasión”.

La tendencia que parece marcar todo lo Psi contemporáneo es esa búsqueda casi desaforada de hacer a un lado lo “molesto”. Ahora bien: ¿molesto para quién? Resuena ahí, tras esa declarada y nunca oculta intención, una idea adaptacionista, normativizante. Habría una “normalidad” determinada, y junto a ella “desviaciones” (enfermedades, incomodidades, rarezas). Siguiendo esa cosmovisión, hay un patrón homeostático, un equilibrio, una media normal. ¿Y el conflicto? Es un molesto cuerpo extraño, hay que eliminarlo. La antigua idea de “instinto” (adaptación en el reino animal) no ha desaparecido. Aunque lo humano supera con creces el instinto.
1 Autor famoso en este campo, creador del método PERMA para alcanzar la felicidad por medio de cinco pasos: Positive Emotions (Emociones Positivas), Engagement (Involucramiento), Relationship (Relaciones), Meaning (Significado) y  Accomplishment (Logro).

Estamos ante un planteo del más rancio corte biológico positivista. En ese sentido las hoy tan “a la moda” neurociencias brindan el soporte directo para ese paradigma de todo el campo Psi. La “peste” del Psicoanálisis fue muy bien combatida en Estados Unidos, y gracias a la inoculación de ese poderoso antídoto de la “normalidad”, los países que son su caja de resonancia natural en lo concerniente a la Academia, como es el caso de Guatemala, repiten similares patrones de Psicología adaptacionista. Las neurociencias -“objetivas” por excelencia-, encumbradas en lo más alto del pináculo de las “ciencias de la mente”, pasaron a ser entre nosotros un elemento fundamental. Para ser “científicos” con todas las de la ley, hay que adentrarse en ellas dejando de lado esas “oscuras cavilaciones” subjetivas, supuestamente indemostrables. ¡El inconsciente no se puede medir en laboratorio!

Los prejuicios epistemológicos decimonónicos no parecen haberse retirado. En absoluto. De acuerdo a esos anacrónicos planteos, solo es un saber riguroso aquél que pasa por el laboratorio. En otros términos, se sigue equiparando lo humano a ratas experimentales, a los perros de Pavlov. Ciencia, en tal sentido, es solo lo que se puede medir fehacientemente. Lo demás no deja de ser charlatanería. Los manuales experimentales de John Watson de principio del siglo XX no han variado en lo sustancial en cuanto a compresión de qué somos (y qué hacer al respecto).
Evidentemente Freud sabía lo que decía cuando llegaba al puerto de Nueva York: en el país modelo del capitalismo, donde todo es mercancía para la compra-venta, donde el american way of life implica necesariamente el final feliz, donde el ícono por antonomasia es el “triunfador” de alguna fantasía hollywoodense, hablar de discordia es sacrílego. Y justamente esa visión de lo humano dada por la Psicología de la felicidad -para el caso, amparada en las neurociencias-, no puede tolerar el disenso, la desarmonía, el conflicto.

El paradigma en cuestión puede parecer trivial (o lo es), pero mueve toda la estructura que esa forma de hacer Psicología puede llamar alegremente “ingeniería humana”. Como paradigmático ejemplo, un reputado estudio en la materia2
lo permite ver con claridad: “La activación prolongada de una región del cerebro llamada estriado ventral está directamente relacionada con mantener emociones y recompensas positivas. La buena noticia es que podemos controlar la activación del estriado ventral, lo que significa que disfrutar las emociones más positivas está en nuestra mano.” De lo que concluye inmediatamente que “las emociones positivas promueven una mejor conexión social.” Por tanto, con “acciones positivas” todo va mejor (suena a campaña publicitaria de alguna marca afamada, ¿verdad?).

La cuestión es definir qué son esas acciones positivas, ese optimismo con el que hay que enfrentar las cosas. ¿Olvidarse que hay conflicto? “El psicoanálisis no promete ni puede  prometer armonía alguna entre y para los hombres. Solo le cabe alertar acerca de la inevitabilidad de una discordia eterna, de un malestar insalvable que, por una parte, es inherente a la cultura y lo atormenta, pero que, por otra, es motor fundamental de ella, de su posibilidad de vivir y sobrevivir, riesgosamente, siempre más o menos próxima al límite de su autodestrucción. De ahí que el calificativo más común para el psicoanálisis sea el de obra pesimista. Pero la reacción es comprensible: la cultura no puede sobrevivir sin ilusiones, los hombres necesitan creer imperiosamente en un futuro venturoso, que los libere de las privaciones del presente”, dice bellamente Daniel Gerber.

El conflicto, la desavenencia, el desencuentro, el choque de contrarios, la contradicción (todos elementos negativos que horrorizan a nuestra Psicología positiva) son la esencia misma de la dinámica humana. A su turno, y de diversas maneras, profundos pensadores de la tradición occidental lo han expresado, desde el griego Heráclito de Éfeso en el siglo Vantes de nuestra era (“La guerra es padre de todas las cosas”) hasta Hegel en el siglo XIX (“La dialéctica no es un método sino la forma de ser de la realidad”, “La historia es un altar sacrificial”), desde Marx (“La violencia es la partera de la historia”) hasta Freud (de ahí su formulación, ya con la teoría bien solidificada, de una pulsión de muerte). Es decir: el manso paraíso libre de diferencias no existe, es un mito, una ilusión.

Si se quiere decir de otra forma: la “normalidad” entre los humanos (considerados en su dinámica individual o colectiva) implica el desorden, algo que se escapa de control, el elemento de la discordia. Hay siempre, forzosamente, un nivel de incertidumbre, de
malestar. Lo racional, el sujeto bienpensante hacedor de su voluntad, el Yo como centro supremo de la vida psíquica, caen. “Nadie es dueño en su propia casa”, dirá Freud. Lo interesante, lo que la Psicología de raigambre biologista no puede procesar -y su filosofía concomitante tampoco-, es que ese supuesto “caos” tiene un orden, una lógica. Lo aparentemente “irracional” no es tal. No es un cuerpo extraño invasivo; tiene un porqué, admite una lectura sistemática. El inconsciente se mueve por procesos claramente identificables: condensación y desplazamiento, dirá Freud en los albores del Psicoanálisis.

“Estructurado como un lenguaje siguiendo los modelos de la metáfora y la metonimia”, agregará posteriormente Lacan amparado en la ciencia lingüística. La dinámica social, del mismo modo, tiene una lógica intrínseca, descubierta y formulada a su manera por Hegel, o por Adam Smith, resituada revolucionariamente luego por Marx: “El trabajo es la esencia probatoria del ser humano, y la lucha de clases es el motor de la historia”.

Esa es la pieza fundamental de estas dos grandes visiones de lo humano dadas por estos dos grandes pensadores, continuamente vilipendiados y tenidos por muertos: Marx y Freud. El presente texto no pretende ser un panegírico de ellos, sino mostrar que son… cadáveres muy raros, eternamente insepultos, pues su obra sigue produciendo mucho escozor. ¿Por qué? Porque ponen el conflicto en el centro de lo humano. Y si hablamos de temas humanos: de la angustia, del deseo, de la explotación, de las miserias varias, del malestar, no hay experimento de laboratorio con control de todas las variables que pueda dar cuenta de ellos. El estudio del cerebro no explica la complejidad de lo humano, que es siempre social, pues no existe el “individuo” aislado. Eso es un artificio didáctico para estudiar el cadáver en la mesa de disección. Y ese es el modelo que siguen las neurociencias. Pero lo humano es más que un cadáver: es un ser social, sexuado, deseante.

Las neurociencias, con su pretendido sello de cientificidad indubitable -las llamadas
“ciencias duras” trasmiten esa ilusión-, más allá del supuesto rigor que exhalan, quedan cortas, tremendamente cortas para entender las complejidades humanas. Los experimentos de laboratorio son manipulaciones tecnológicas: los conceptos fundamentales de las ciencias no salen de observaciones con todas las variables controladas. La ilusión en juego es que una medición rigurosa (la fría asepsia del laboratorio es su ícono fundacional) otorga conocimientos rigurosos. Debe recordarse, sin embargo, que las elaboraciones científicas (la ley de la inercia, o de la gravitación universal, la física cuántica, la teoría del Big Bang, la relatividad o los fractales, así como el inconsciente o la plusvalía, solo para poner algunos connotados ejemplos) surgieron de la construcción conceptual, y no mirando atentamente por un microscopio.

Las neurociencias, en tanto pegadas a la tradición biomédica, no pueden superar la noción de equilibrio, de homeostasis. En definitiva: de adaptación. Esa categoría es válida en lo concerniente a la dimensión físico-química de la materia viva. La dimensión que ahora nos interesa, de la que pretende hablar la Psicología en tanto lectura de la subjetividad, no se explica por mecanismos biológicos. Freud, neurólogo como era, desechó rápidamente un abordaje neurofisiológico para acercarse al dolor psíquico. Su recomendación, dada desde tempranas épocas y mantenida a lo largo de toda su vida, fue siempre que para navegar en las profundidades de lo humano lo más pertinente era tener una formación humanista.

Lacan lo complementará invitando a estudiar Semiótica o Topología. ¿Cómo explicar desde la homeostasis el deseo, siempre errático e insatisfecho, o la guerra, o el racismo, o el patriarcado? El estudio del cerebro no explica la transgresión, que es algo que nos define como especie. ¿Y el chiste, o el poder? ¿Lo explican solo asociaciones neuronales? El prejuicio biologista es funcional, en definitiva, a una visión psiquiátrico-normativista de la conducta humana. Eso es lo que hacen las neurociencias. Su punto de llegada es un manual descriptivo de sintomatología observable, empíricamente constatable, que arroja una cantidad (siempre creciente) de “psicopatologías”. Curioso lo que sucede con esas “enfermedades”. Años atrás la homosexualidad era considerada un trastorno psíquico, una enfermedad, o un delito (en Gran Bretaña, por ejemplo, estuvo prohibida hasta 1967). Hoy día ya no lo es. ¿Y el rigor científico? ¿Qué conexión sináptica la explica?

Del mismo modo podríamos preguntar por las “epidemias” psicopatológicas de moda: años atrás ni siquiera existía en los manuales el hoy día tan difundido “trastorno bipolar”. En la actualidad es uno de los diagnósticos más frecuentes. Y otro tanto se puede decir de lo que se llama Trastorno de Hiperactividad -TDH- en la niñez. Anteriormente esto no existía.

¿Cómo es que ahora resulta una “patología” tan frecuente? Esos cambios en la diagnosis hacen pensar más en ¿modas? o, mejor aún, en estrategias mercadológicas impulsadas por las grandes corporaciones farmacéuticas que, continuamente, van descubriendo “nuevas” patologías. Sumamente curioso, porque eso no mejora sustancialmente la práctica clínica, pero sí sirve para la acumulación de capital en estas grandes empresas. Como dato nada insignificante: los ansiolíticos -producto sumamente consumido en todo el mundo- están entre los medicamentos de mayor venta. ¿Mejora eso la salud mental de las poblaciones?

Curioso también esta proliferación de “enfermedades”, que obviamente necesitan de un enorme arsenal psicofarmacológico para ser atendidas, aumentando ventas en forma exponencial, en tanto el Psicoanálisis usa solo tres categorías para abordar lo humano (neurosis, psicosis y psicopatías; alguna de esas “cosas” somos todos, no hay “normalidad” por fuera de esas estructuras).

En ese orden de ideas, las descripciones de síntomas observables que arrojan esos
estandarizados manuales (en Guatemala el más usual es el legado por la Academia
estadounidense, como no podía ser de otra forma, conocido por sus siglas en inglés: DSM – Manual Diagnóstico y Estadísticos de los Trastornos Mentales-, hoy en su versión número V), sirven como guía de acción (¿libros sagrados?) de la práctica clínica en el ámbito Psi.

Curioso que, a sideral distancia de lo recomendado por el fundador del Psicoanálisis y por su más connotado seguidor, Jacques Lacan, quienes llamaban a estudiar historia, filosofía, arte, semiótica, humanidades en sentido amplio, lo que prima en la formación del personal del campo Psi (psiquiatras y psicólogos, con algunos otros advenedizos que venden “curas milagrosas”) es el sumergirse en las neurociencias. ¿Por qué será que un manual como el DSM es libro de cabecera obligado de los psicólogos? Si, como dirá Freud, la Psicología es siempre social3, ¿por qué no priorizar eso en vez de la visión biológico-individualista que prima actualmente en la formación académica?

Sin dudas, hay mucho que discutir allí. Hoy vemos un aluvión de “prácticas” Psi, siempre amparadas en la idea de conciencia, razón, voluntad, fuerza del Yo. Así tenemos desde coaching hasta counseling, terapias energéticas, aromaterapias, libros de autoayuda y un sinfín de acciones que llaman a pensar qué hay detrás de todo eso. Como mínimo, y para cerrar el presente texto a modo de conclusión: 1) el terror a reconocer que el conflicto hace parte vital de nuestra humana existencia, revelador de los límites infranqueables: muerte y sexualidad, por lo que son infinitamente más tolerables toda esta suerte de “apapachoterapias” que acarician buenamente al ego, y 2) el aluvión de bio-medicalización que intenta copar el campo Psi es un gran negocio para los fabricantes de psicofármacos.

Al mundo de los psicólogos a quienes va dirigida la presente publicación se les invita a
reflexionar críticamente sobre todo lo dicho. El debate está abierto.

1 Autor famoso en este campo, creador del método PERMA para alcanzar la felicidad por medio de cinco pasos: Positive Emotions (Emociones
Positivas), Engagement (Involucramiento), Relationship (Relaciones), Meaning (Significado) y Accomplishment (Logro)

2The Neurodynamics of Affect in the Laboratory Predicts Persistence of Real-World Emotional Responses , de Aaron S. Heller, Andrew S. Fox, Erik
K. Wing, Kaitlyn M. McQuisition, Nathan J. Vack y Richard J. Davidson. En Journal of Neuroscience, 22 July 2015, 35 (29) 10503-10509; DOI:
https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.0569-15.2015

3 “En la vida anímica individual, aparece integrado siempre, efectivamente, «el otro», como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado”, en Psicología de las masas y análisis del yo, 1921

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Mundo: ¿Cuál es el futuro de los chips cerebrales?

Mundo/02-08-2020/Autor: Daniel Casillas/Fuente: www.publimetro.co

Varias empresas están trabajando actualmente en implantes especiales que podrían ser utilizados para la investigación, el entretenimiento y para ayudar a las personas con discapacidad. Metro investigó qué esperar de la nueva tecnología.

Los implantes de chips para cuerpos humanos comenzaron a ganar popularidad en los últimos años. Y ahora se está considerando la posibilidad de insertarlos en el cerebro de las personas.

Mark Zuckerberg, cofundador de Facebook, también ha entrado en la carrera para desarrollar chips cerebrales que serán capaces de traducir los pensamientos en comandos para computadoras y otros dispositivos.

«Las interfases cerebro-chip (BCHI) son entidades híbridas en las que los chips y las células nerviosas establecen una estrecha interacción física que permite la transferencia de información en una o ambas direcciones», explicó en una investigación Stefano Vassanelli, jefe del laboratorio de Neurochips de la Universidad de Padua, Italia.

Una investigación llevada a cabo por científicos del Instituto Francis Crick (Reino Unido), la Universidad de Stanford (EE.UU.) y la UCL (Reino Unido) ha descubierto recientemente un nuevo método para registrar la actividad cerebral a través de un pequeño chip, que también es capaz de inyectar señales eléctricas en áreas precisas del cerebro.

«Esta será una herramienta extremadamente útil para toda la investigación en neurociencia donde los investigadores necesitan registrar desde un gran número de neuronas en los mamíferos. También permite estimular células que serán cruciales para interrogar cómo funcionan los circuitos neuronales», dijo a Metro Andreas Schaefer, líder del grupo en el laboratorio de neurofisiología del comportamiento del Instituto Francis Crick y profesor de neurociencia en la UCL.

Aunque esta tecnología podría tener un enorme potencial, existe la preocupación de que pueda ser demasiado invasiva e incluso peligrosa, ya que requiere cirugía. Los expertos reconocen que el procedimiento podría ser arriesgado, pero creen que los beneficios superan eso.

«Implantar los electrodos, por supuesto, viene con una cirugía riesgosa. Sin embargo, la tecnología quirúrgica para métodos similares está avanzada, y otros implantes se han utilizado en muchos pacientes anteriormente, por ejemplo, en la epilepsia. En muchos casos (parálisis, ceguera, sordera) los beneficios potenciales superan los riesgos», dijo Mihaly Kollo, investigador postdoctoral del laboratorio de neurofisiología del comportamiento de Crick y asociado principal de investigación en la UCL.

Aunque esta tecnología se encuentra todavía en sus primeras etapas y todavía tiene que superar algunos retos en torno a los riesgos asociados con la cirugía, se espera que en un futuro muy próximo sea asequible y se utilice para conectar el cerebro humano con las computadoras.

Kollo concluyó: «Con el tiempo, a medida que las técnicas quirúrgicas y de electrodos se perfeccionen, lo que ocurrirá en las próximas décadas, es probable que se extienda la posibilidad de ver los cerebros de las personas íntimamente conectados a las computadoras. Mientras tanto, podemos ayudar a muchas, muchas personas con discapacidades graves».

Fuente e Imagen: https://www.publimetro.co/co/noticias/2020/07/30/futuro-los-chips-cerebrales.html

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Carla A. Carvalho Gómez: «Es muy difícil reflejar con un simple número el esfuerzo que la mayoría de los niños han realizado este año»

Por: Carlota Fominaya

Entrevista con Carla A. Carvalho Gómez, psicóloga general sanitaria con formación específica en Neuropsicología y fundadora del portal web Hablemos de Neurociencia.

Llega el verano y con éste el final del curso escolar. Un curso que, sin duda, quedará enmarcado en nuestra memoria por el esfuerzo que ha supuesto para los menores y los docentes. Niños que, sin lugar a duda, nos han demostrado una fuerza, valor y entereza realmente admirable.

Muchos padres están expectantes por las calificaciones que sus hijos van a recibir este año. Esperan, realmente ansiosos, las notas que, en la mayoría de los casos, supondrá el paso a un nuevo curso e, incluso, el fin de una etapa escolar. ¿Qué debemos tener en cuenta? Hablamos con Carla A. Carvalho Gómez, psicóloga general sanitaria con formación específica en Neuropsicología y fundadora del portal web Hablemos de Neurociencia.

Las calificaciones numéricas, en nuestro país, son la forma en la que los docentes reflejan el esfuerzo y desempeño en niños y niñas a lo largo del curso escolar, pero ¿son realmente válidas este año, que han perdido tantas clases presenciales?

Es muy difícil reflejar con un simple número el esfuerzo que la mayoría de los alumnos han realizado durante este año. Los docentes evalúan el esfuerzo académico basándose en variables observables, y este año con la crisis del coronavirus, esto ha sido imposible de realizar.

En una videollamada, es decir, a través de las pantallas es muy difícil observar determinadas cosas. Variables que, sin duda, en algunos casos suponen un punto de inflexión para los docentes.

El trabajo colaborativo ha sido uno de los grandes olvidados. ¿cómo vamos a evaluar este aspecto cuando los niños han trabajado solos desde casa? Otra de las cuestiones que no se han podido «medir» son las materias no correspondientes al ámbito curricular, pero que tienen grandes implicaciones posteriormente en el desarrollo de los niños. Por ejemplo, las habilidades sociales que se puedan desarrollar en el entorno escolar (en una clase, en el patio…). Habilidades que, en la mayoría de los casos, no se han trabajo dado el nulo o limitado contacto con sus iguales.

Muchas familias este año se han visto desbordadas y han dicho: «hasta aquí hemos llegado». Lo han intentado pero no lo han conseguido porque o bien no han tenido los medios suficientes, o los niños no han tenido ese acompañamiento de los profesores, tan necesario. ¿A qué puede dar lugar esto?

Por lo que vemos en consulta, hay muchos casos de alumnos que han visto sus expectativas truncadas por no alcanzar el rendimiento esperado. Situación que puede dar lugar a que este año aumente de forma significativa el fracaso escolar en nuestro país. Tendremos que observar los datos de final de año.

Es importante señalar que cuando hablamos de fracaso escolar, la pandemia, sin duda, ha agravado los casos de niños con necesidades educativas especiales quienes, en ocasiones, no han podido hacer frente a las demandas escolares por no disponer de los recursos necesarios.

En el aula, estos menores tienen garantizado el acceso a un trato más personalizado e individualizado algo que, durante el confinamiento, se ha visto limitado. Esto ha supuesto que, en muchos casos, los niños no hayan podido hacer frente a la situación; atravesando, incluso, algunos de ellos por graves situaciones de estrés y ansiedad ante las tareas escolares.

¿Cuál es el papel de la familia en este sentido?

La familia también tiene un rol muy importante en torno a este problema. Aunque si bien es cierto que la mayoría de ellas han respondido lo mejor que han sabido y podido a la situación, no debemos olvidar que no son expertos en la materia. Por lo tanto, no es de extrañar que en alguna que otra ocasión hayan tirado la toalla.

Sin embargo y, tal y como hemos explicado previamente, en esta crisis del coronavirus la familia ha ocupado un papel clave, pues han sido los padres los que han estado acompañando en todo momento a los niños durante este último periodo escolar.

Hecho que, ha desencadenado graves situaciones de estrés familiar. Situaciones que han dado lugar, entre otras cuestiones, a un mayor número de discusiones entre parejas, entre hermanos, etc. Padres y madres desbordados por tener que conciliar el trabajo junto a las labores del hogar… y al final, un menor no tan estimulado como debería. No ha resultado fácil para nadie, pero para familias con niños con ciertas necesidades educativas, menos.

De alguna forma, ¿qué es lo que más ha preocupado a las familias? Muchas se han quejado del modelo educativo que han visto estos meses en sus colegios.

A la situación inédita del coronavirus hemos tenido que añadir la utilización de métodos obsoletos y la falta de conocimiento de los docentes acerca de las Dificultades y/o Trastornos del Neurodesarrollo. Quizás, sea este último factor el que más ha preocupado a las familias que nos han llamado durante el confinamiento.

No obstante, hay que tener en cuenta que durante esta crisis los docentes han tenido que reinventarse. Hay que valorar que hayan utilizado herramientas e instrumentos para hacer frente a esta nueva situación y lo hayan hecho lo mejor que han podido. El sector de la educación se ha dado cuenta de que estas herramientas han llegado para quedarse, y transformar la educación por completo.

¿Qué es lo mejor que podemos hacer si somos una familia que se encuentra con unas malas calificaciones?

Como hemos repetido en más de una ocasión, no se trata de buscar culpables. No sé trata de saber sobre qué o quién recae el peso, más bien todo lo contrario. Ante esta situación, profesionales y familias debemos unir nuestras fuerzas con el fin de prevenir el fracaso escolar de los más pequeños y garantizar de esta forma un acceso a la educación centrado en las características y necesidades de los menores.

Por lo tanto, si estás esperando las notas de tus hijos e hijas, antes de nada, trata de responder a las siguientes preguntas: ¿ha hecho todo lo que estaba en su mano? ¿se ha esforzado lo suficiente? ¿podemos hacer en casa algo para mejorar la situación? ¿y en el colegio? Solo así podremos actuar en consecuencia.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-dificil-reflejar-simple-numero-esfuerzo-mayoria-ninos-realizado-este-202006300214_noticia.html

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La importancia de la neurociencia en el aprendizaje

Por.  EL HUFFPOST STUDIO

Asistimos a un momento en el que tomamos conciencia de la trascendencia que tiene el cerebro en el proceso de aprendizaje.

Durante las últimas décadas hemos asistido a un notable incremento de los estudios sobre la Educación. Tanta actividad investigadora ha contribuido a que en los últimos años estemos asistiendo a un boom científico, que intenta comprender cuál es el grado de importancia que ocupa la Neurociencia en el ámbito del aprendizaje.

Se ha abierto un campo de estudio fascinante acerca de la Neurociencia y cómo aplicarla a las técnicas de enseñanza y aprendizaje. Los actores que intervienen en estos procesos agradecen el material que les puede proporcionar un Curso de Neurociencia Educativa. Lo cierto es que este interés resulta comprensible ya que, según los expertos, nos encontramos ante la revolucionaria pedagogía del futuro.

Los profesionales de la docencia se aplican cada vez más en la “búsqueda de la dopamina en el aprendizaje”, según palabras de un artículo publicado en International Journal of New Education. Los educadores manifiestan su deseo de estar al día para poder proporcionar una solución educativa ajustada a las necesidades de sus estudiantes.

Neurociencia y Educación

Asistimos a un momento en el que tomamos conciencia de la trascendencia que tiene el cerebro en el proceso de aprendizaje. Ha llegado la hora de aprender a utilizar este órgano para mejorar la forma en que ofrecemos una respuesta educativa al alumnado.

QUÉ ES NEUROCIENCIA

Desde 1995 la UNESCO mantiene que “la neurociencia es una disciplina que involucra tanto a la biología del sistema nervioso, como a las ciencias Humanas, Sociales y Exactas, que en conjunto representan la posibilidad de contribuir al Bienestar Humano por medio de mejoras en la calidad de vida durante todo el ciclo vital”.

Con el paso de los años el concepto no ha variado. La neurociencia del aprendizaje se ha constituido en un plano del conocimiento en el que interaccionan sectores tan diversos como la neurobiología, la psicología, la educación o la sociología.

El International Montessori Institute mantiene que el objetivo principal de la educación es modificar o influir en la conducta de los niños y niñas para favorecer su bienestar, desarrollo y adaptación a su entorno. Por ello, “conocer las bases biológicas de los procesos mentales ofrece herramientas prácticas para saber cómo diseñar metodologías pedagógicas que favorezcan los procesos de plasticidad cerebral y respeten el funcionamiento del cerebro”.

La combinación de distintas disciplinas, destinadas a indagar sobre el cerebro, ha permitido ahondar en cuestiones muy diversas. Entre otras muchas parcelas, el estudio puede aportar información tanto a nivel molecular como químico, patológico, cognitivo o conductual.

Cómo incide la neurociencia en el aprendizaje

Los nuevos descubrimientos en Neurociencia y Educación incitan al desafío. Los implicados tienen ante sí la posibilidad de transformar la manera de abordar la enseñanza y el aprendizaje.

Es posible advertir cierta emoción en el sector educativo. La oportunidad de usar la exploración fundamentada en el cerebro para mejorar la praxis en las aulas resulta apasionante.

Los maestros advierten los avances que se producen a la hora de comprender las necesidades individuales de sus alumnos. Estas revelaciones les permiten conectar a cada educando con el método más eficaz. Pero ¿qué está aportando la neurociencia al proceso de aprendizaje?

COMPRENDER EL DESARROLLO INFANTIL

Una incorporación más profunda de los estudios de desarrollo infantil para maestros de preescolar y primaria puede tener un gran impacto en el éxito posterior. Todavía son muchos los educadores que tienen ideas erróneas sobre la educación de la primera infancia.

Comprender qué impulsa a los niños a aprender y cómo superar mejor las desventajas tempranas puede tener un gran impacto en el éxito del aprendizaje a lo largo de los años. Abrazar la información proporcionada por la neurociencia puede cerrar esa brecha en la comprensión.

LA ADAPTACIÓN DE LAS AULAS

Las escuelas no deben estar compuestas por espacios encorsetados. La educación tradicional ha extendido el concepto de un aula destinada a mantener al niño quieto, sentado, en silencio. Lejos de favorecer la concentración y el gusto por la actividad, el alumno se ve más predispuesto a las distracciones y al desinterés.

APRENDIZAJE ESPACIADO

La Neurociencia aboga por permitir a los estudiantes elegir entre una guía de estudios variada. Además, afirma que espaciar las lecciones proporciona una absorción óptima. Aprender las ideas complicadas con el tiempo, en lugar de todo a la vez, mejora la comprensión.

APRENDIZAJES GRATIFICANTES

Los estudiantes necesitan repetición y enfoques variados para aprovechar al máximo el aprendizaje. Esto significa que los juegos, las actividades grupales, las lecciones físicas y el aprendizaje inconsciente pueden tener un lugar en el aula.

LA SOCIALIZACIÓN

Los humanos somos seres sociales. La incorporación y el enfoque de actividades sociales y la asignación de conexiones en el aula fomentan el aprendizaje. Este es un pequeño cambio que los maestros pueden emplear en clase para ayudar a los estudiantes a alcanzar su potencial.

Estas son algunas de las influencias que la Neurociencia puede ejercer en las aulas. La investigación sugiere que esta es una conexión positiva que puede beneficiar al sistema educativo y a la sociedad en general. Los investigadores están convencidos de que estas implementaciones serán las que irán modificando el campo del aprendizaje durante la próxima década.

Fuente: https://www.huffingtonpost.es/entry/la-importancia-de-la-neurociencia-en-el-aprendizaje_es_5eb17a9dc5b6a15b6f46745e

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