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¿Por qué el cierre de colegios afecta más a las niñas?

El matrimonio infantil y embarazo adolescente son solo algunas de las dificultades adicionales que enfrentan millones de niñas debido al cierre de escuelas por la pandemia.

Cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) indican que desde 1995 se han matriculado 180 millones más de niñas en la enseñanza primaria y secundaria.

Sin embargo, a pesar del aumento en todos los niveles de educación, las menores siguen teniendo más probabilidades de sufrir exclusión que los niños, un fenómeno que podría acentuarse significativamente con la crisis sanitaria.

“Para muchas niñas, la escuela es más que una llave para un futuro mejor. Es un salvavidas”, dice el informe ‘Una nueva generación: 25 años de esfuerzos por la igualdad de género en la educación’, el cual alerta sobre las dificultades adicionales a las que se enfrentan las pequeñas por el cierre de colegios.

De acuerdo con el análisis de la Unesco, 11 millones de niñas en el mundo podrían no volver a la escuela después de la pandemia de covid-19. Esta alarmante cifra amenaza décadas de progreso hacia la igualdad de género, y también pone a las menores en riesgo de embarazos adolescentes, matrimonios precoces y forzados, y violencia.

“Todos sabemos que la educación es la piedra angular de la igualdad, y que la educación de las niñas y las mujeres es el primer paso hacia un mundo más igualitario en lo que refiere al género (…) En este momento crítico, en el que la covid-19 está exacerbando las desigualdades de género, debemos renovar nuestro compromiso con la educación de las niñas y las mujeres”, señaló Audrey Azoulay, directora general de la Unesco.

Según la Unesco y Save the Children, cerca de 500.000 menores corren el riesgo de ser obligadas a contraer matrimonio infantil, y hasta un millón más de quedar embarazadas en 2020 como resultado de los impactos económicos de la pandemia. Estas cifras representan un incremento del 4 por ciento y 3 por ciento, respectivamente, comparado con 2019.

El aumento se suma a las tasas estimadas de matrimonio infantil, que anticipaban que 12 millones de niñas serían obligadas a contraer matrimonio este año. Esta cantidad representa una estimación conservadora, pero marca un aumento significativo y esperado en los embarazos adolescentes, seguido de la deserción escolar.

“El aumento revertirá 25 años de progreso, en los que las tasas de matrimonio infantil disminuyeron”, dice Inger Ashing, directora ejecutiva de Save the Children.

Las niñas del sur de Asia serán las más afectadas por el alza del matrimonio infantil este año (191.000), seguidas de África Occidental y Central (90.000), y América Latina y el Caribe (73.400). También se espera que el fenómeno aumente en Asia Oriental y el Pacífico (61.000), Europa y Asia Central (37.200) y Oriente Medio y África del Norte (14.400).

El riesgo de embarazo adolescente en 2020 es más alto para las niñas de África Oriental y Meridional (282.000), seguidas de África Occidental y Central (260.000), y América Latina y el Caribe (181.000).

“La pandemia significa que más familias estarán en situación de pobreza. Lo que obliga a muchas niñas a trabajar para mantener a sus familias, a quedarse sin comida, a convertirse en las principales cuidadoras de familiares enfermos y a abandonar la escuela, con menores posibilidades de regresar que los niños”, agregó la directora ejecutiva de Save the Children.

Y si bien la covid es una situación inédita para el sector educativo, su impacto se podría asemejar a cuando hubo cierre de escuelas en algunos países africanos por cuenta del ébola.

La experiencia durante el brote de esa enfermedad sugiere que muchas menores nunca regresarán debido a la creciente presión para trabajar, el matrimonio infantil, la prohibición de que las niñas embarazadas asistan a la escuela y la pérdida de contacto con la educación. Los riesgos son especialmente altos para aquellas sin opciones de educación a distancia.

Otra encuesta de Save the Children a más de 17.000 familias en medio de la pandemia evidenció que casi dos tercios de las niñas (el 63 por ciento) dijeron que sus quehaceres domésticos habían aumentado, y más de la mitad (el 52 por ciento) aseguró que pasaba más tiempo cuidando a sus hermanos o a otras personas desde el cierre de colegios. Esto les impidió seguir estudiando en una proporción dos veces mayor que a los niños.

Fuente e imagen: https://www.semana.com/educacion/articulo/por-que-el-cierre-de-colegios-afecta-mas-a-las-ninas/202028/

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¿16 o 18 años?

Por: Elisabeth De Puig

Somos una sociedad con fuertes rasgos de autoritarismo que se doblega frente a las relaciones de poder, que acepta todavía que a los hombres mayores le gusten las adolescentes y que el dueño de la casa se propase con la muchacha de servicio.

Poco a poco nuestra sociedad se ha ido movilizando en contra del matrimonio infantil. Hoy en día, no solamente se oyen las voces de organizaciones o instituciones como Plan Internacional, Save the Children o Unicef, que han estado en la delantera en la lucha contra este flagelo desde hace años.

Con el cambio de gobierno se sienten nuevos aires que van a la par de un mayor empoderamiento de la sociedad frente al hecho que todavía en el siglo XXI haya tantas de nuestras niñas y adolescentes presas de la violencia sexual.

Esta movilización ciudadana se comprobó cuando la comisión de Justicia de la Cámara de Diputados examinó, en su sesión del pasado miércoles, el proyecto que busca prohibir el matrimonio infantil antes de los 18 años.

A raíz de un tuit del legislador Omar Fernández, que anunciaba un empate del voto en la comisión y una contrapropuesta de algunos legisladores, en el sentido de permitir la unión legal de adolescentes a partir de los 16 años, siempre y cuando su pareja no le supere de más de ocho años se sintió una vigorosa ola de protesta por las redes.

Frente a la vigilancia de la sociedad civil, la comisión de Justicia dio marcha atrás y acogió la propuesta del diputado José Horacio Rodríguez de modificar el artículo 144 del Código Civil de la siguiente manera: “El hombre o la mujer no podrán contraer matrimonio en ninguna circunstancia antes de haber cumplido los dieciocho años de edad”, derogando al mismo tiempo el artículo 145 del mismo código.

Antes de la votación del pleno de la Cámara de Diputados, el presidente de la República no solamente se ha manifestado de manera tajante en contra del matrimonio entre adolescentes, sino que también ha motivado y logrado un consenso histórico de todos los partidos sobre lo que él ha llamado un compromiso político de toda la Nación y lanzado la creación de un gabinete de Niñez y Adolescencia.

De todas maneras, cualquier modificación de esta índole que no protegiera los y las adolescentes de menos de 18 años hubiera sido contraria a la Convención sobre los Derechos del Niño y otros convenios internacionales ratificados por la República Dominicana que forman, junto a la Constitución, un bloque que no es divisible según la jurisprudencia.

La atención de adolescentes hasta esta edad debe incluir los mismos factores de protección que a todos los niños, niñas y adolescentes: la educación, la nutrición, la salud, la promoción de actividades familiares y recreativas, la atención del desarrollo emocional, entre otros.

Las reformas legales son importantes, pero para su efectividad se necesita un marco político adecuado. Debemos estar conscientes que ganar la batalla que se está librando ahora contra el matrimonio infantil será una gran victoria a favor de nuestras niñas y adolescentes, pero que esta será una victoria pírrica si no se lucha contra las desigualdades y si no se trabaja para generar y aplicar políticas públicas integrales con presupuestos públicos a la altura de los retos societales que afrentamos.

El matrimonio infantil generalmente ocurre fuera de la ley como «uniones informales»: las niñas se mudan -o más bien son mudadas- a hogares de hombres adultos. Estas uniones informales son más difíciles de denunciar y dejan a las niñas vulnerables sujetas al abuso y con poca protección legal contra sus maridos.

En nuestros sectores más desfavorecidos algunas niñas ven en estas uniones una forma de salir de hogares violentos, cayendo en manos de hombres tanto o más abusadores que aquellos con los que ellas convivían en sus familias de origen.

Muchas veces esta salida es aprobada por la familia que se quita una boca de encima y a menudo recibe beneficios económicos de esta situación.

Debemos estar claros, la pandemia no favorece la superación de la situación de desamparo que prevalece en nuestros barrios vulnerables y ha desmantelado muchas redes de apoyo y de protección.

Somos una sociedad con fuertes rasgos de autoritarismo que se doblega frente a las relaciones de poder, que acepta todavía que a los hombres mayores le gusten las adolescentes y que el dueño de la casa se propase con la muchacha de servicio.

En esta sociedad desigual una gran parte de nuestra gente con limitados recursos y escasos niveles de educación no encuentra más alternativas que desarrollar estrategias de sobrevivencia dentro del marco machista, patriarcal y violento en el cual se desenvuelve.

Violencia intrafamiliar, matrimonio infantil, embarazos precoces y feminicidios, todo tiene un hilo conductor y son productos de una sociedad que ha considerado tabú la educación sexual integral en las escuelas, que no acepta las tres causales para el aborto y que se refugia cada vez más en el conservadurismo religioso.

El marco jurídico favorable por el cual estamos propugnando aumentará la conciencia pública acerca de las consecuencias sociales, físicas y emocionales de los matrimonios precoces y debería contribuir a la movilización de las comunidades opuestas al matrimonio infantil.

Al Estado le corresponde trabajar de manera transversal y de la mano con la sociedad civil para implementar estrategias de prevención múltiples y específicas a fin de empoderar a las niñas para que estas puedan tomar decisiones sobre su vida, luchar contra la deserción escolar, mejorar su accesibilidad a la educación formal, mantenerlas en la escuela y que se casen más tardíamente. Se requiere igualmente educar y movilizar los padres y la comunidad.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/16-o-18-anos-8883964.html

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Kenia: iluminando los barrios marginales para desbloquear los talentos de las niñas

La carretera polvorienta que conduce al corazón del asentamiento de Mathare en la esquina noroeste de Nairobi pasa por casas con techo de metal que parecen derramarse por las laderas, apiñadas muy juntas. Un lunes por la mañana reciente, la carretera está llena de niños ruidosos. Pasan por un campo abierto parcialmente anegado donde un equipo de jóvenes está jugando al fútbol (soccer), mientras más niños los animan desde las líneas laterales.

Un visitante se da cuenta de que los que no están interesados ​​en el fútbol improvisado están reunidos junto a la carretera en pequeños grupos de diferentes edades, ya sea discutiendo sobre algo que sucedió en la cultura popular o jugando al escondite.

Pero Celine Atieno Molo, de 41 años, teme que un estilo de vida tan despreocupado se esté convirtiendo en un ingrediente de la decadencia moral de la sociedad.

«Hay mucha presión de grupo sobre nuestros hijos para que se unan a grupos sociales, porque no están en la escuela. Esto ha provocado un aumento de los embarazos de adolescentes, casos de violación, secuestro de niños e incluso abuso de drogas entre los jóvenes», dice la madre. de cinco hijas.

Después de que Kenia reportara su primer caso de Covid-19 el 13 de marzo, las escuelas fueron cerradas para prevenir la propagación del virus [SarsCoV-2] que causa la enfermedad, y el gobierno emitió una directiva sobre la necesidad de distanciamiento físico y permanecer en casa. .

En los barrios marginales de Kenia, donde las familias viven con menos de un dólar al día y donde la mayoría de la población trabajadora urbana ha perdido sus trabajos, tales directivas del gobierno han sido imposibles de implementar.

Una de las razones de esto es que las familias que viven aquí deben seguir tratando de encontrar formas de generar algunos ingresos o pasarán hambre. Otro es porque los espacios habitables son muy pequeños. Es común encontrar una familia de cinco que viva en una estructura de 10 x 10 pies cuadrados.

«En un entorno así, se vuelve muy difícil persuadir a los niños para que permanezcan en el interior. Prefieren estar afuera, donde hay espacios más grandes y donde sus movimientos no estarán restringidos», dice Molo.

Otra razón es el aumento de casos de violencia doméstica, según Mercy Kasiti Indule, una directora que trabaja en Mathare.

Indule dice que debido al Covid-19, la mayoría de los padres de los barrios marginales perdieron sus trabajos en los centros comerciales y los barrios ricos, donde solían lavar la ropa y limpiar.

Sin medios de vida, los adultos deprimidos se encuentran apretujados en pequeños refugios con niños igualmente ansiosos. Han estallado las tensiones y la hostilidad, junto con el deterioro de la salud mental entre padres e hijos.

«Nadie tenía un plan para Covid-19. Ha sido común oír hablar de casos de corrupción (violación) o agresiones físicas a niños donde los perpetradores podrían ser los padres, debido a frustraciones, o un vecino, debido a conflictos en el vecindario», agregó. dice Indule.

Para mitigar estas presiones crecientes, los padres han permitido que sus hijos jueguen en las calles. A Indule le preocupa que esto esté provocando una falta de concentración y la pérdida de un sentido de propósito, especialmente para aquellos que habían estado matriculados en la escuela.

Shining Hope for Communities (Shofco) está respondiendo a esas preocupaciones. Un grupo de base que trabajaba en ocho asentamientos informales en Kenia, Shofco comenzó en Kibera, el asentamiento informal más grande de Nairobi, cuando el residente Kennedy Odede formó una liga de fútbol juvenil (soccer) con nada más que una pelota y un sueño. El impulso y la determinación de Odede llamaron la atención. Obtuvo una beca para asistir a la universidad en Estados Unidos, forjando una alianza con su compañera de estudios Jessica Posner, quien se convirtió en su esposa y socia.

Mientras Odede estudiaba, su sueño de brindar educación a los niños pobres, especialmente a las niñas, que eran más vulnerables al abuso, tomó forma. Con un grupo creciente de patrocinadores, incluidos trabajadores voluntarios del vecindario y más allá, nació Kibera School for Girls. Ahora, Shofco está sirviendo a cientos de miles de personas en las comunidades urbanas pobres de Kenia.

«Estamos construyendo promesas urbanas a partir de la pobreza urbana» proclama Shofco. Su trabajo durante el pandmic de Covid apoya el desarrollo intelectual y físico de los niños y ayuda a evitar que hagan travesuras, dicen los padres de los escolares.

La organización tiene escuelas en barrios marginales que educan a las niñas hasta el grado superior, dice  Hecky Odera , director de educación de Shofco. También cuenta con centros de salud en las comunidades, con servicios médicos, y un programa de alfabetización de adultos y capacitación en habilidades para emprendedores y quienes buscan empleo. Todos estos servicios se ofrecen de forma gratuita, aunque se espera que los padres y otros destinatarios de los servicios participen para ayudar a los demás.

Kennedy Odede, cofundador y director ejecutivo de Shining Hope for Communities (Shofco).

Sin embargo, la pandemia bloqueó algunos de estos servicios, especialmente en el sector de la educación. Para muchas niñas matriculadas en escuelas Shofco, las intervenciones basadas en el aprendizaje a distancia estaban fuera de su alcance. Sus familias no pueden pagar paquetes de Internet, televisores, teléfonos inteligentes o incluso comidas, ya que sus padres se quedaron sin trabajo, dice Odera.

Pero las mentes creativas de la organización vieron cómo se desarrollaban formas innovadoras para que las niñas siguieran aprendiendo. Uno de ellos fue el aprendizaje basado en la comunidad propuesto por el gobierno. El gobierno ha tratado de continuar la educación a través de clases virtuales, así como transmisiones de radio y televisión, y Shofco se apresuró a encontrar formas de colaborar.

«Inmediatamente al gobierno se le ocurrió la idea y lanzó protocolos que debían observarse durante el aprendizaje comunitario, decidimos implementarlo», dijo Odera, y agregó que las escuelas Shofco adoptaron planes de estudio para incorporar contenido compartido por la Comisión de Servicios de Maestros de Kenia.

Las adaptaciones de Covid se basan en años de trabajo en las comunidades. Fue el compromiso y la creatividad de Shofco lo que llamó la atención y lo ayudó a diversificar sus servicios y expandir sus operaciones más allá de Kibera. Los donantes incluyen la Mastercard Foundation de Toronto, la Safaricom Foundation de Nairobi, la Ford Foundation de Nueva York y la Peter Möhrle Stiftung de Hamburgo. En 2018, Shofco recibió el Premio Humanitario Conrad N. Hilton.

Ahora, la escuela Mathare para niñas de Shofco tiene más de 300 estudiantes desde el jardín de infantes hasta el quinto grado. Los estudiantes de cada grado son invitados a la escuela todos los días y participan en diversas actividades. Las escuelas toman precauciones para proteger a los estudiantes y al personal de infecciones.

Con 10 maestros en cada grado, las niñas se dividen en grupos de 10 y se les asignan tareas, dice Odera. Algunos están haciendo manualidades como tejer o trabajar con cuentas. Otro grupo se dedica a las obras de arte. Otro más se encontrará perfeccionando sus habilidades en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (educación Stem) en el laboratorio de computación de la escuela, mientras que otro grupo se mantiene en forma con la gimnasia.

«Hacemos esto porque las familias de los estudiantes son muy pobres. Cuando las niñas están en casa no pueden conseguir comida. Cuando vienen a la escuela se les ofrece desayuno y almuerzo gratis. Pero también participan en actividades de crecimiento académico». dice Odera.

Para comprender la pobreza que enfrentan las familias en los barrios marginales, solo es necesario caminar por las calles abarrotadas para vislumbrar su realidad. Se verá a los niños vendiendo mercancías en las calles, mientras otros cuidan a sus hermanos menores. En los barrios plagados de alcohol ilícito, se alista a los niños para que vayan a buscar agua de fuentes distantes y peligrosas. Algunos son reclutados o presionados para que se conviertan en mensajeros para traficar drogas, revelan las investigaciones de los trabajadores sociales.

Mercy Kasiti Indule, directora de la escuela Mathare para niñas de Shofco, vincula estos abusos con la pobreza y el fracaso de las personas mayores, incluidos algunos padres, en el respeto de los derechos de los niños. Las pocas horas que los estudiantes pasan en la escuela durante la pandemia reducen su contacto con los peligros en la comunidad.

Esto les ha ayudado a aumentar su autoestima y los ha protegido del entorno hostil en el que viven, dice Indule, quien ha trabajado para Shofco durante los últimos siete años.

«Les hemos proporcionado a las niñas una plataforma en la que pueden expresarse y perseguir sus objetivos personales y profesionales para convertirse en agentes de cambio en la sociedad», dice.

El empoderamiento de las niñas debe ir junto con la participación de sus familias y la comunidad en general, dice Molo, cuya hija es beneficiaria del programa educativo Shofco.

Molo solía trabajar como matrona en un centro de rescate de Shofco para niños vulnerables en Mathare. Pero cuando llegó el Covid-19, perdió su trabajo. Sin embargo, su buen trabajo hizo que la organización volviera a alistar a Molo para distribuir alimentos, equipo para lavarse las manos, toallas sanitarias y desinfectantes a la comunidad durante la pandemia.

Narrativas esperanzadoras como la de Molo son posibles gracias al apoyo que Shofco recibió de la Fundación para el Desarrollo Africano de los Estados Unidos (USADF). Como parte de su programa CARES – Capital para la construcción de resiliencia africana y apoyo empresarial para Covid-19 – USADF ha distribuido aproximadamente US $ 3,5 millones en fondos de ayuda a alrededor de 300 beneficiarios en 21 países africanos.

USADF es una agencia independiente del gobierno de los Estados Unidos establecida por el Congreso para invertir en organizaciones de base africanas, empresarios y pequeñas y medianas empresas. El apoyo de CARES se está utilizando para una amplia diversidad de actividades. La Red de Desarrollo de Mujeres Agricultoras, una cooperativa en Kano, Nigeria, está llevando los alimentos que produce a consumidores hambrientos. Fibers du Mali ha ampliado su fabricación textil y ha puesto a su personal a producir máscaras protectoras.

Kennedy Odede y Jessica Posner Odede rodeados de amigos de Kibera.

Con $ 148,000 en asistencia, Shofco está distribuyendo 1.8 millones de litros de agua a los residentes vulnerables de la comunidad y ha desplegado 30 estaciones adicionales para lavarse las manos en Kibera, Mathare y Kawangware, atendidas por asistentes alistados de la comunidad. Ha habido más de 13 millones de usos de sus quioscos de lavado de manos.

«Las estaciones de lavado de manos son las soluciones más básicas y prácticas para prevenir la propagación del virus», donde ayudan a las personas a lavarse las manos con agua limpia y jabón cuando entran y salen del área, dice la directora general de Shofco, Kenneda Odede. «Han sido posibles gracias a la asociación de Shofco con USADF, como parte de una respuesta integral al Covid-19 en los asentamientos urbanos de Kenia».

Más de 1.836.472 residentes de asentamientos informales han sido examinados para detectar el virus, y se ha llegado a más de un cuarto de millón para combatir la desinformación de Covid-19 a través de una plataforma de seguimiento de rumores impulsada por SMS.

«La distribución de alimentos a través de vales y la lucha contra la violencia de género por parte de Shofco ha ayudado a las comunidades de tugurios a salir adelante durante la pandemia, reduciendo las posibilidades de que el progreso académico de los estudiantes se vea afectado por el desempleo de sus padres», dice el director de educación, Odera.

Para asegurar que los logros académicos que han logrado las niñas se mantengan durante la pandemia, la organización desarrolló tres objetivos para guiar el apoyo disponible para los estudiantes.

El primero fue asegurar que los estudiantes de secundaria pudieran tener clases virtuales a través del laboratorio de ciencias y matemáticas de Stem.

«Contratamos a algunos maestros de la comunidad para apoyar a las niñas en el aprendizaje. Pueden asistir a sus clases virtuales porque el laboratorio tiene computadoras e Internet», dijo Odera.

El segundo objetivo, dice, era buscar aplicaciones que permitieran a los estudiantes acceder a los materiales de aprendizaje del Instituto de Desarrollo Curricular de Kenia (KICD). Shofco se asoció con un desarrollador de software llamado Zeraki, que donó una aplicación programada para descargar materiales KICD.

Para apoyar la interfaz de usuario, la empresa de telecomunicaciones de Kenia Safaricom donó teléfonos inteligentes e Internet gratis a los estudiantes.

Para los de sexto, séptimo y octavo grado, Shofco se asoció con Kuze Kuze, una empresa social que trabaja en innovaciones que promueven el aprendizaje durante el encierro. Kuze Kuze prepara el trabajo sobre materias y temas y lo entrega a las escuelas, donde los padres o tutores pueden recogerlo, dice Odera.

«Les hemos dado a las niñas recursos y libros. Ellos hacen este trabajo y luego lo regresan a las escuelas el martes siguiente. Se escoge más trabajo para las niñas mientras el equipo de Kuze Kuze va a marcar y calificar el trabajo entregado. como un programa de intercambio «, dice Odera.

Una vez que el equipo de Kuze Kuze ha marcado el trabajo, preparan un informe basado en cada estudiante individual y el trabajo que se les dio, las áreas en las que tuvieron dificultades y lo que necesitan para abordar temas difíciles, dice.

El tercer objetivo fue la creación de grupos de Whatsapp para estudiantes y familias con teléfonos inteligentes. Los maestros comparten el trabajo escolar semanal con los estudiantes de los grados inferiores.

Para aquellos que no pueden acceder al trabajo escolar desde plataformas virtuales, la administración de Shofco alienta a los padres a ir a las escuelas para recoger copias impresas de las asignaciones, dice Odera.

El trabajo que están haciendo organizaciones como Shofco para empoderar a las niñas en los barrios pobres de Kenia está haciendo felices a padres como Molo. Pero estaría más feliz si estos programas de crecimiento también se ofrecieran al niño.

Eso es algo en lo que la administración de Odera está trabajando, incluso mientras busca dar a conocer los grados 6 y 7 para acomodar a más estudiantes en 2021. También hay planes para establecer una escuela para niñas en la ciudad costera de Mombasa. Esto puede llevar tiempo para implementarse debido a recursos limitados.

«La comunidad ha comenzado a exigir seriamente las escuelas para niños. Está en proceso. Nuestro programa de desarrollo de la primera infancia se centra tanto en niños como en niñas, pero cuando se gradúan del primer grado, nos enfocamos solo en las niñas. Seguiremos ofreciendo lo que el presupuesto nos permite hacer «, dice Odera.

Fuente: https://allafrica.com/stories/202011110971.html

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La situación de las niñas venezolanas en Colombia es “para ponerse a llorar”, describe Mayerlín Vergara

La defensora de la niñez ganadora de este año del Premio Nansen, el más alto galardón entregado por ACNUR por el trabajo humanitario con refugiados, relató a Noticias ONU la aterradora situación que viven niños y niñas venezolanas víctimas de explotación sexual en el norte de Colombia, e hizo un llamado a su país y a la comunidad internacional para que dejen de ignorar una situación que le está robando la niñez a miles de inocentes.

Mayerlín Vergara, defensora de los derechos de la niñez por más de 20 años, ha sido testigo de desgarradoras historias de niños colombianos maltratados, ha visto pequeños de cinco años consumir pegamento para calmar el hambre, ha conocido a otros que sufren maltrato y abuso diario en sus hogares y a algunos que le piden comida o un refrigerador a Santa Claus como regalo de navidad, pero nunca había visto tanto dolor como el que actualmente viven los refugiados y migrantes venezolanos en el norte de Colombia.

“Lo que vimos aquí en La Guajira con los niños y niñas, principalmente con los refugiados y migrantes, era para ponerse a llorar. Una situación deplorable. No solo físicamente hablando, no solo porque no tenían dónde dormir, o donde vivir, o qué comer, sino era la desesperanza en sus ojitos, esos rostros tan apagados, esa tristeza tan profunda”, describe la coordinadora regional del departamento de La Guajira de la Fundación Renacer, una organización que ha asistido a más de 22.000 niños, niñas y adolescentes sobrevivientes de la trata y de otros tipos de violencia sexual y de género.

“Maye”, como la llaman con cariño los niños que ayuda y sus compañeros, se ofreció voluntariamente para abrir y dirigir un hogar para menores en Riohacha, en la frontera oriental de Colombia con Venezuela, después de ser testigo de la terrible situación a la que se enfrentan miles de migrantes que han cruzado para huir de la situación socioeconómica del país vecino.

Una de las grandes problemáticas, la que más duele, es la explotación sexual que sufren las niñas. La educadora ha tenido que presenciar situaciones extremadamente injustas y fuertes.

Escuchar a las niñas decir que no quieren vivir, que no quieren abrir sus ojitos porque ya no tiene sentido la vida.

“Escuchar a las niñas decir que no quieren vivir, que no quieren abrir sus ojitos en la mañana porque ya no tiene sentido la vida. Verlas intentar suicidarse, tener estrés postraumático, cuadros depresivos tan profundos, es lo más duro que yo he visto en toda mi historia y mi trayectoria en la Fundación Renacer. En esos momentos tan duros y difíciles yo recuerdo que le decía a Dios, ¡Señor, ayúdame porque yo sola no puedo!”.

Colombia, que alberga a unos 1,7 millones de venezolanos desplazados, ha informado de un aumento en los casos de trata de personas que se cree que está relacionado con la afluencia del país fronterizo. Los primeros cuatro meses de 2020 vieron un aumento del 20% en el número de víctimas de explotación no colombianas, en comparación con todo 2019, aseguran datos del gobierno.

Desde que abrió sus puertas hace poco más de un año, el hogar de rehabilitación que dirige Maye ha atendido a más de 75 sobrevivientes de violencia sexual, algunos de tan solo siete años. Se trata de niños y niñas que han sido rescatados de bares, burdeles, de la calle o que han sido sacados de hogares abusivos.

“Hay adolescentes de 12-14 años que uno creería que una muñeca no les va a emocionar, y les llevamos una muñeca a las niñas pequeñas y ellas terminan llorando porque también querían una. Es una cuestión de vulnerabilidad, es haberles negado la posibilidad de ser niños y ser niñas, y en el hogar ellos pueden hacer eso, gritar jugar y saltar, sin miedo a ser juzgados o cuestionados”, asegura la coordinadora.

UNICEF/Arcos
Una madre y su hijo saliendo de Venezuela y en camino hacia Cali, Colombia.

De Venezuela a Colombia

Pero darles a los niños la ayuda que necesitan no es trabajo fácil. Maye y su equipo se enfrentan a las organizaciones criminales y con ayuda de la comunidad logran identificar a las víctimas.

“Si ha habido situaciones de amenaza, claro que sí, porque  de alguna manera estamos enfrentados a delincuentes. Pero cuando entramos a las comunidades no entramos con miedo y creo que la tranquilidad nos la da la convicción de que estamos haciendo algo bueno”, señala.

Maye explica que hay muchas niñas y jóvenes que migran solas desde Venezuela hasta la Guajira y una vez en la calle son alcanzadas por proxenetas y explotadores. Otras, son abducidas por delincuentes en su país y trasladadas a través de la frontera a municipios cercanos.

Son doblemente valientes, porque soportan todo ese doble impacto de la migración y la explotación.

“Hay niñas que han sido encerradas en casas de pueblos más pequeños con una proxeneta cobrando y los explotadores entrando. Yo creo que por eso tienen tanto daño, no solamente emocional, sino todas las afectaciones mentales, porque un cuerpo tan chiquito no puede aguantar tanto. Por eso para mí son doblemente valientes, porque soportan todo ese doble impacto de la migración, de dejar su casa, su familia, su escuela, su colegio , pero también todo el impacto de la violencia sexual y de sentirse tan vulnerables y aquí, en un lugar que ni siquiera es su territorio y su país”, señala Mayerlín.

La educadora narra que también hay niñas que cruzan con sus familias, y que, aunque estas no sean necesariamente las explotadoras, a veces ya venían de situaciones de maltrato o de indigencia.

Hay niñas y niños que han venido solitos. Es decir, se vienen grupitos, se viene la amiga, la prima, la prima un poquito más grandecita, una de diecinueve con otra de diecisiete con otra de quince y con otro de cinco. Incluso nos hemos encontrado niñas que vienen con la vecina porque la mamá las mandó porque era mejor que estuvieran acá, y que no estuvieran pasando hambre allá. Entonces hay como una diversidad de situaciones”, explica.

Agência Brasil/Elza Fiuza
Durante la pandemia del coronavirus han aumentado los casos de violencia contra las mujeres y las niñas.

Un trabajo con la comunidad

Maye tiene un equipo que trabaja en las calles y se va a los asentamientos informales, donde el 80% de la población es refugiada o migrante. También van a barrios de comunidades de acogida y conversan con sus habitantes, hombres, mujeres y líderes y lideresas, a quienes capacitan para detectar a las víctimas más allá de los prejuicios.

“Con ellos hay que hacer un proceso de sensibilización, de formación, que es muy importante porque es muy fácil encontrar a una persona en la sociedad que vea a una adolescente que está siendo explotada sexualmente y crea que ella propicia su explotación sexual o crea que a ella le gusta, o que esto es una vida fácil o que piense que pobrecita porque no tiene qué comer entonces mejor que consiga dinero para su casa. Son imaginarios que son erróneos, hay que desmontarlos, y para desmontarlos hay que formar a los líderes y lideresas”, resalta la directora del hogar de rehabilitación en Riohacha.La educadora afirma que a medida que la comunidad comienza a entender que las niñas no son prostitutas sino víctimas de explotación sexual, van ganando aliados en los asentamientos.

“Se convierten en esas personas que cuando ven una niña o un niño víctima lo remiten”, dice.

Su equipo también hace el trabajo de recorrer las comunidades, y conversar directamente con quienes sospechan que son víctimas en parques, calles o tiendas donde las encuentran.

“Ya por la experiencia más o menos alcanzamos a conocer la actitud de las niñas que son víctimas. Entonces conversamos con las niñas y en ese diálogo, de esa generación de confianza, porque al inicio no nos van a contar todo de una vez, vamos insistiendo. Si no logramos nada, intentamos conseguir por lo menos un teléfono o un Facebook, nos comunicamos con ellas y es una comunicación casi que del día a día, hasta que ellas logran contar lo que les está pasando y luego de ahí les presentamos la oferta del hogar, siempre queremos como respetar sus ritmos, sus tiempos y que sea algo voluntario”, detalla.

ACNUR/Nicolo Filippo Rosso
Mayerlín Vergara Pérez, que trabaja con niños y niñas explotados sexualmente, ha ganado el premio Nansen que otorga ACNUR

Testigo del dolor, pero también de la recuperación

Mayerlín fue testigo de la recuperación de una niña que fue captada por otros niños en Venezuela y luego trasladada y explotada sexualmente en la Guajira.

“Fue explotada y abusada en todas las formas que uno se puede imaginar y luego abandonada en un monte. Esa niña… era tanto lo que le había pasado en la vida que ella misma llegó a la policía a pedir ayuda. Cuando uno habla con ella, ella dice “yo me entregué”. Y yo siempre le digo: ¡tú no! Los que se entregan son los delincuentes, tú no te entregaste, tú pediste ayuda.  La nena estaba sola en la vida y llegó a nuestro hogar y pasaron como cinco o seis meses sin que pronunciara palabra”, relata la educadora.

La víctima de explotación no podía tan siquiera hablar de lo que había pasado, sino que se manifestaba con violencia. En el hogar la acompañaron, “respetando su ritmo”.

“No confiaba al inicio en nosotros y hoy se la pasa pegada. Ahora se la pasa sonriendo y soñando y encontramos a su familia, que es lo más importante también”, cuenta Maye.

La directora del hogar dice que casos como el de esa chica venezolana son una motivación para su equipo, ya que pueden ver el increíble resultado de su esfuerzo y trabajo.

“Al inicio ni los niños tenían esperanza, ni yo. Yo veía a los educadores como con todo el amor del mundo y les pedía que no se cansaran. Ver que esos primeros niños que llegaron hoy día están realizando prácticas pre laborales porque ya se capacitaron en cocina, en manicura y pedicura, en maquillaje, en peinados y verlos ya a todos empoderados y ver que ya tenemos dos líderes dentro de la casa, acompañando a otros a los que llegan nuevos.  Ver por ejemplo a la niña que te contaba sentarse al ladito de la niña nueva y “decirle no te preocupes, esto va a pasar”. Eso no tiene precio”, asegura la ganadora del Premio Hansen de los Refugiados 2020.

Más de 20 años de trabajo

Desde muy joven, Mayerlí Vergara pudo ver el grave sufrimiento de los niños más vulnerables en Colombia. Con apenas 18 años, fue maestra de matemáticas de estudiantes de segundo grado de una de las zonas más pobres de la ciudad de Cali, el distrito de Aguablanca.

“Trabajaba en un en una zona bastante vulnerable y ahí empecé a conocer y acercarme a las historias de los niños con los que trabajaba, que eran niños y niñas de 7, 8 añitos, y empecé a escuchar cosas tan dolorosas de maltrato en la casa, niños que decían que les pegaban todos los días, o que en una carta de navidad pedían comida y una nevera porque en su casa no había”, rememora la ahora defensora de los derechos de la niñez.

Fue en ese entonces cuando intentó ir más allá de enseñarles operaciones matemáticas y comenzó a interesarse por su bienestar, pero se encontró con la pared de que no podía hacer nada por ellos fuera del aula de clase.

“Años más tarde, vi a unos niños en la calle consumiendo pegamento, un niño y una niña, como entre los 4 y los 5 años, y eso me partió el alma, llegó directo a mi corazón y en ese momento yo le dije a Dios que quería trabajar con niños y niñas que necesitaran un poco más que aprender a multiplicar”, recuerda.

Vergara, de regreso a su ciudad natal, Sahagún, en el norte del país, aun sintiendo ese llamado de ayudar a los niños respondió a un clasificado del periódico de una fundación que buscaba un psicopedagogo para trabajar en las noches con menores en Cartagena.

Maye no tenía título de psicopedagoga y ni siquiera sabía que era una ONG, pero quien la entrevistó se dio cuenta de la pasión que tenía por ayudar a los niños y decidió darle la oportunidad.

“A pesar de lo difícil y duro que fue al inicio, porque yo nunca había trabajado con adolescentes con tantas problemáticas, yo venía de trabajar con niños y con niñas de un colegio, sabía que eso era lo que yo quería hacer en la vida. Me conecté inmediatamente con sus historias, con sus vidas, con su dolor, con su alegría y quedé enamorada completamente a partir de ahí”.

Ya han pasado más de 20 años desde que Mayerlín comenzó a trabajar con la Fundación Renacer, sus décadas de esfuerzo y su más reciente trabajo con los niños y niñas refugiados venezolanos la hicieron acreedora este año al Premio Nansen de la Agencia de la ONU para los Refugiados.
“Yo he podido ver a los niños recuperarse y los he podido ver desarrollar un proyecto de vida sano para ellos, para su familia, para la sociedad. Hoy día tengo grandes amigos egresados de la Fundación Renacer, que son grandes empresarios, que son enfermeros, que son médicas, que son psicólogos, que son mamás y papás amorosos y protectores. Y ver eso y saber que estamos en el camino correcto, eso me da la fuerza para levantarme y seguir adelante”, expresa.

Maye dedicó el premio Nansen a quienes sirve y dijo que también pertenece a los niños, niñas y adolescentes, cuya capacidad de soñar inspira para seguir creyendo que sí es posible construir una sociedad libre de la trata de personas con fines de explotación sexual.

“Este premio es un reconocimiento a la fuerza, valentía y resistencia de estas niñas, niños y adolescentes, ha sido un privilegio acompañarlas y acompañarlos en su proceso de recuperación emocional”, dijo durante la entrega del Premio.

UNICEF/Vincent Tremeau
Los menores de edad son susceptibles de sufrir una mayor violencia sexual durante el confinamiento por el coronavirus.

Una tragedia oculta

Mayerlín considera que la explotación sexual es una tragedia oculta y sabe que lo que muestran las cifras es una mínima parte de lo que ocurre.

“Yo diría que tenemos que reaccionar, que esto no puede seguir siendo parte del día a día. Es muy triste ver las estadísticas y ver que cerca del 90% de los delitos sexuales en general son cometidos contra mujeres y contra niños y niñas. No es posible que este delito haya sido creado para atentar contra la vida de los niños y de las niñas”, reflexiona.

El mensaje de Maye es muy claro: hay que actuar, porque según ella, algo está pasando en la sociedad que hace que esto se perpetúe.

Necesitamos vernos como adultos y como adultas responsables, tenemos una deuda histórica con los niños y con las niñas y necesitamos por lo menos abonar. Necesitamos convertirnos en una sociedad más justa que escucha a los niños, que los respeta, que los valora, que los tiene en cuenta, porque hoy en día no se está escuchando a los niños. A veces se prefiere el celular o la televisión que escuchar a los hijos y a las hijas”, lamenta.

La educadora dice que se siente honrada de recibir el Premio Nansen, que es un gran privilegio y una oportunidad para hablar con el mundo y los medios y contarles que los niños víctimas de explotación sexual “sí pueden sobrevivir”.

“La explotación sexual y la trata de personas van más allá de las cifras y de las estadísticas, tienen rostros y duelen en lo más profundo del ser de los niños y de las niñas. Los niños y niñas y las familias refugiadas inmigrantes no salieron de Venezuela porque quisieron salir de turistas, salieron porque estaban en unas condiciones difíciles y necesitan de nosotros como adultos y como colombianos y colombianas y del mundo entero en general”.

Fuente: https://news.un.org/es/story/2020/10/1481932

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La inocencia interrumpida

Las consecuencias de un embarazo temprano repercuten por el resto de la vida.

Los embarazos en niñas y adolescentes –de entre 9 y 18 años- cuyas cifras alarmantes se mantienen al alza en todos nuestros países, constituyen una de las más graves patologías sociales y la segunda causa de muerte en ese grupo etario. Dada la visión estrecha y patriarcal de quienes establecen la pertinencia de las políticas públicas, así como de sociedades cuyos marcos valóricos manifiestan una fuerte influencia de doctrinas religiosas, este sector de la población es uno de los más desatendidos y, por lo tanto, carente de palancas políticas para hacer valer sus derechos. Una de las principales causas de la vulnerabilidad en la cual se desarrolla la infancia es la preeminencia de la absoluta autoridad de los adultos en su entorno y, consecuentemente, la total indefensión de la niñez.

La inmensa mayoría de mujeres adultas –si no la totalidad- aun cuando muchas intenten negarlo, hemos sufrido el impacto de un sistema cuyas normas marginan a niñas y mujeres como si fuera una ley de la naturaleza. Los acosos y agresiones sexuales, tanto dentro del hogar como en el vecindario, en las calles o en la escuela, han sido una constante de abrumadora incidencia al punto de transformarse en una especie de maldición inevitable para esta mitad de la población. De tales agresiones, una de las más graves consecuencias son los embarazos en una etapa precoz del desarrollo.

Las instituciones encargadas de salvaguardar la seguridad de este importante segmento, sin embargo, han sido incapaces de protegerlas; ya sea por falta de políticas públicas o, simplemente, nulo interés por la integridad de un sector caracterizado por su escaso poder de incidencia política. Cautivas en un sistema que las castiga por su condición de niñas, las condena a embarazos, partos y maternidades para los cuales no están preparadas física ni psicológicamente, con riesgo de muerte y el desafío de afrontar una marginación familiar y social cuyo impacto les causará aislamiento, pobreza, pérdida de autoestima, patologías físicas y emocionales irreversibles y un sinnúmero de amenazas contra su normal desarrollo de vida.

A pesar del trabajo de algunas organizaciones preocupadas por hacer de este sensible tema un motivo de acción, resulta evidente la ausencia de mecanismos de protección para evitar los abusos y las consecuencias devastadoras de tales agresiones. Las sociedades aún son incapaces de captar las dimensiones de su responsabilidad en un problema de tal trascendencia y se hacen a un lado cuando se plantea la urgente necesidad de establecer parámetros legales –como el derecho al aborto y a la oportuna educación sexual y reproductiva- frente a esta terrible pandemia de embarazos tempranos, todos ellos resultado de violaciones.

Una niña no es un juguete sexual ni un objeto a disposición de los hombres de su entorno, pero miles de ellas terminan por perder su inocencia de golpe en una de las formas más crueles imaginables y sus victimarios –la mayoría de veces personas “de confianza”, como padres, hermanos, tíos, pastores y sacerdotes, maestros y vecinos- las transforman en sus esclavas sexuales bajo amenaza, sin la mínima posibilidad de defenderse. Es de preguntarse ¿en dónde están las instancias supuestas a protegerlas? ¿En dónde la justicia, los sistemas de educación y salud, en dónde sus familias? El drama persiste y las cifras aumentan a diario; las niñas desaparecen en redes de trata o sus cadáveres son desechados como basura en cualquier barranco, sin que a la sociedad eso le sea motivo suficiente para reaccionar.

Los derechos de la niñez continúan como tema pendiente.

Fuente: https://rebelion.org/la-inocencia-interrumpida/

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Abuso sexual, ¿Quién tiene la culpa?

Por: Tahira Vargas García

En ningún momento los hombres sancionan socialmente la agresión sexual ni demuestran la necesidad del autocontrol y respeto hacia la población femenina independientemente de su edad, condición o vestimenta.

Recientemente nuestra sociedad se ha consternado grandemente por el caso de la niña de 9 años que fue violada y asesinada por un señor que era su vecino.

La violencia sexual es invisible y legitimada. Solo aparece en casos de escándalos públicos o crímenes acompañados de abuso. No se denuncia, no se registra por su normalización histórica y social.

En el estudio de masculinidades y violencia de género que realizamos para Profamilia en el 2019 se muestra la ausencia de responsabilidad y permisividad del abuso sexual en los hombres entrevistados. Estos reconocen que han sido agresores sexuales o que han tenido deseos de violar niñas, mujeres o adolescentes porque “los provocan” o porque están “solas”. En ningún momento los hombres sancionan socialmente la agresión sexual ni demuestran la necesidad del autocontrol y respeto hacia la población femenina independientemente de su edad, condición o vestimenta.

La permanencia del abuso sexual en nuestra sociedad está vinculada a la culpabilización de la mujer, niña, adolescente que es víctima o a la madre de la víctima, como es el caso de la niña que fue abusada. Gran parte de las mujeres, niñas y adolescentes que han sido victimas de abuso sexual lo han vivido al interior de la familia siendo sus agresores padres, hermanos, tíos, abuelos, padrastros o cercanos a la familia, vecinos y compadres. En otros casos aparecen figuras religiosas cercanas a la familia, sacerdotes, diáconos y pastores religiosos que han cometido el abuso o figuras de poder como dirigentes políticos, legisladores, síndicos. Los hombres agresores sexuales no son culpabilizados socialmente. Esos casos pasan por el velo de la invisibilidad y la permisividad y las victimas sufrieron y continúan sufriendo las secuelas de esas historias de abuso e incesto en sus vidas.

EL manejo de la información sobre el caso de la niña abusada y asesinada en las redes sociales y la opinión pública está afectado por los elementos señalados. El imaginario machista en el que los hombres se socializan donde la mujer se convierte en objeto sexual y el hombre tiene permiso de tocar y agredirla si ella lo provoca o está “sola” le da sostén a la impunidad histórica y continua del abuso sexual y su normalización.

Erradicar los abusos sexuales es una tarea de toda la sociedad, tenemos que generar cambios en la población masculina y sus conductas agresoras y de visión de la población femenina como objeto sexual. Ningún hombre o adolescente tiene permiso para agredir sexualmente a ninguna niña, adolescente o mujer independientemente de que esté sola o acompañada, vestida o desnuda. Enseñar el respeto al cuerpo de las mujeres, niñas y adolescentes debe ser el objetivo de toda campaña educativa en términos mediáticos y en todos los espacios.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/opinion/abuso-sexual-quien-tiene-la-culpa-8853179.html

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Guatemala: En busca de justicia para 22 niñas guatemaltecas abusadas por maestros

Marta, una niña indígena guatemalteca, celebró el pasado lunes sus 15 años con una pequeña fiesta en su hogar. Sin embargo, casi no sonríe y la vida no es la misma desde 2018 cuando fue abusada sexualmente por un maestro del sistema público. En idéntica situación se encuentran otras 22 estudiantes con denuncias similares en el departamento de Alta Verapaz, al norte del país.

Casos como el de Marta sobran en Guatemala. El delito de violencia contra la mujer es el más cometido del país. Sin embargo, la abogada feminista Lilian Vásquez se resiste a normalizar la situación y desde 2014 apoya a quien lo necesita por violencia de género. En este caso, se enteró de la situación meses después de lo ocurrido.

Fuente: https://www.efe.com/efe/america/sociedad/en-busca-de-justicia-para-22-ninas-guatemaltecas-abusadas-por

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