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¿Por qué falla la educación en Argentina? Por José Teruel-Analista Internacional

 

Argentina / 25 de marzo de 2018 / Autor: José Teruel / Fuente: Pirámide Informativa

La educación argentina está atravesando una serie de problemas hace ya décadas y las muestras son alarmantes. Un informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA muestra que solo el 48% de los adolescentes argentinos de 15 años, entienden lo que leen. Además, según el Ministerio de Educación, solo el 44% de los chicos terminan el colegio secundario en tiempo y forma, es decir, menos de la mitad. Por otro lado, solo el 25% de quienes cursan enseñanza obligatoria (primaria y secundaria) en el país, alcanza un buen nivel educativo, lo que significa  un cuarto de los estudiantes. También, ha crecido el número de los llamados ni/ni, los chicos que ni estudian ni trabajan, porcentaje que ronda el 15%. Pero, ¿a qué se debe esta problemática?

En primer lugar, al presupuesto que se le destina. Si bien éste aumentó del 3% al 6% del PBI (diferente de los países con mejor educación que no establecen porcentaje mínimo, sino la cantidad que sea necesaria para una educación adecuada), el dinero se destina mayormente a los salarios, que inclusive siguen siendo bajos: 570 dólares al mes por 20 horas de trabajo, lo que, a comparación con las grandes potencias, es extremadamente precario. Luxemburgo, por ejemplo, paga 8325 dólares al mes (actualmente serían más de 160 mil pesos en argentina). Por su parte, Alemania paga a sus profesores casi 5500 dólares mensuales (110 mil pesos argentinos). Incluso situándonos en América Latina, lejos estamos de los casi 900 dólares mensuales que se pagan en Uruguay por las mismas horas de trabajo.

Este análisis nos trae otro causante del problema: el trabajo de maestro está subvalorado. Esto se pude confirmar en aquel discurso de la ex presidente Cristina Fernández, en la apertura de la Asamblea Legislativa 2012, en el que expresaba que los maestros no podían quejarse ya que trabajan sólo 4 horas y tienen un empleo estable. También se evidencia en las palabras de la actual vicepresidente Gabriela Michetti cuando, en una entrevista con Luis Novaresio, dijo que los maestros ganan 9 mil pesos por 4 horas de trabajo por lo que no debían hacer reclamos. Este pensamiento no es el de los países desarrollados, donde ser profesor es un trabajo honorable y respetado, ya que de ellos dependen en gran medida las futuras generaciones. Tampoco es el de un dirigente que conoce a sus ciudadanos, si no entenderían algo tan básico como que el trabajo docente no termina afuera del aula.

Si, como recién dijimos, el pago de sueldos es en lo que mayormente se usó el aumento del gasto del PBI en educación, el presupuesto en infraestructura educativa no recibió grandes cambios y genera nuevos inconvenientes. Algunos maestros declaran que se pierden 20 minutos de clases en el horario de llegada porque los niños pelean por quedarse con los bancos sanos. Aunque este es el menor de los males: aulas sin ventiladores, focos que no andan, ventanas que no abren, cursos sin puertas, estufas que no funcionan, pizarras destruidas, maestros que tienen que comprar sus propias tizas para escribir, techos que se llueven, entre algunos de los tantos problemas que tienen que afrontarse día a día.

Otro dato alarmante es que en las zonas de mayor pobreza es en donde se da la peor educación. El 20% más pobre es quien peor enseñanza recibe, lo que incumple totalmente con la Ley de Educación Nacional, la cual establece que las mejores escuelas deberían estar en las zonas más pobres, según afirma Manuel Álvarez Trongé, presidente de la ONG Proyecto Educar 2050.

También se distingue un problema en la misma organización educativa, que tiene como fin principal velar siempre por la continuidad del alumno, aunque su rendimiento no sea el adecuado. Esto hace que al estudiante se le exija aprender contenidos superiores cuando aún no comprende los básicos, por lo que la educación no tiene como fin la superación, sino que es más bien un proceso que se puede superar incluso sin cumplir con los parámetros necesarios.

Mientras la educación no sea la prioridad, no tenga objetivos claros y no se trabaje realmente para mejorarla, difícilmente el país avanzará, porque la educación es el motor de toda sociedad.

“Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia” Simón Bolivar

Fuente del Artículo:

¿Por qué falla la educación en Argentina? Por José Teruel-Analista Internacional

Fuente de la Imagen:

http://www.libertadyprogresonline.org/2013/12/13/postales-sobre-educacion-en-la-argentina-2013/

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“Se ha querido culpar a los ni-nis de su situación” Entrevista a Isaac Rosa. Escritor y articulista

Europa/España/02 Diciembre 2017/Autor: Daniel Caballero Sánchez/Fuente: El diario la educación

Isaac Rosa vuelve al cómic para hablar, esta vez, de los «ni-nis» y de cómo la situación económica, social y educativa no ha dejado muchas alternativas a buena parte de la juventud.

Escritor y articulista, entre otras cosas, Isaac Rosa (Sevilla, 1974) le está cogiendo el gusto al cómic. “Cada historia pide un lenguaje y el cómic establece una empatía muy especial con la historia y el lector”, explica. Junto al ilustrador Mikko acaba de publicar su segunda historia, Tu futuro empieza aquí (Nube de Tinta). Como hizo en su primera incursión en este formato (Aquí vivió. Historia de un desahucio, con dibujos de Cristina Bueno), Rosa escoge un colectivo maltratado por la crisis, en este caso los mal llamados ninis, para “mirar más allá” y reflexionar sobre sus temas habituales: la sociedad, la crisis educativa, la juventud y su futuro o el mercado laboral.

Siempre escribe sobre temas sociales de actualidad. ¿Concibe escribir cosas no sociales?

Cualquier cosa que escribo me acaba saliendo por un lado social, es inevitable. Todo lo que escribo está atravesado por el momento que vivimos, con sus tensiones y momentos. Ahora mismo estoy escribiendo una novela que podríamos decir que es de amor, pero según la estoy escribiendo me doy cuenta de que el terreno de las relaciones sentimentales está tanto o más atravesado por estas situaciones que el mundo del trabajo o la vivienda.

¿Por qué ha decidido hacer este cómic, qué quería contar?

El cómic no es una segunda parte, pero tiene muchas líneas de continuidad con el anterior. Queríamos seguir en esa línea de mirar desde la novela gráfica lo que está pasando en España. Si en aquel caso escogíamos un colectivo desde el que creo que se veía muy bien lo que está pasando —la crisis desde los desahucios hasta el empobrecimiento, la desigualdad, las políticas públicas, el modelo bancario o la vivienda—, ahora hemos escogido un colectivo en el que también se puede mirar más allá. No son solo los ninis. Son los jóvenes con problemas de empleo, de educación, los jóvenes precarios, parados, emigrados también.

Centrándonos en el arranque del libro en los mal llamados ninis, nos encontramos con un colectivo que comparte con los afectados por los desahucios cierta invisibilidad social, al menos, la que sufrían los desahuciados antes de organizarse y ganar visibilidad. Los ninis comparten la invisibilidad y que se les ha querido hacer culpables de su situación. Si a los hipotecados y afectados por el problema de la vivienda se les consideraba responsables de las decisiones que habían tomado, de haberse hipotecado o vivido por encima de sus posibilidades y se veía como un fracaso personal, en el caso de los jóvenes ocurre más o menos lo mismo. Se les acaba culpando, considerando responsables de haber tomado malas decisiones. Por haber dejado los estudios, por no haberse esforzado lo suficiente o por no haber aceptado cualquier tipo de trabajo. Lo que es un fracaso social se convierte, o así nos lo hacen ver, como un fracaso personal de cada uno de estos jóvenes.

“Hemos culpado a los llamados ‘ninis’ de su situación”. ¿En qué momento se estableció esta narrativa?

Creo que forma parte de una narrativa más general, más global, que no solo se aplica a los ninis. Es esa idea de que cada uno es responsable de su suerte, de sus decisiones, y por tanto es responsable de su éxito o fracaso. Si no triunfas es porque no te has esforzado lo suficiente y si fracasas es porque has dejado pasar las oportunidades. Forma parte de este pensamiento dominante en nuestro tiempo, que nos hace dejar de ver las responsabilidades colectivas y que lleva a la culpabilización y a la frustración, al sentimiento de fracaso del desahuciado, del parado, del joven.

En el caso de los jóvenes, si arrancamos mirando solamente a los que en un momento inicial se les llamó ninis, que es despectivo en un origen, era para hacer una caricatura de un grupo social, los jóvenes que no estudiaban ni trabajaban porque más o menos no querían, habían dejado los estudios y se quedaban en casa de sus padres. A partir de ahí, lo de nini se ha hecho extensivo a todo joven que ni estudia ni trabaja independientemente de sus circunstancias y condiciones, de por qué no lo hace. Creo que ha habido una intención de convertirlo en fracasos personales y en caricaturizar a los ninis, a los que se retrata con los mismos lugares comunes y clichés. Cada vez que sale en prensa o un telediario una noticia sobre ninis en el sentido amplio siempre los ilustran con la misma imagen: jóvenes haciendo botellón, en un banco en el parque, o en su casa jugando a la Play (Station, una videoconsola). Se va alimentando un estereotipo que se aplica a todos los jóvenes.

Da la sensación de que no se habla mucho de este problema, al menos no se profundiza. Se dan los datos, se dice “España tiene un problema”, y ahí acaba la cosa. Hasta la siguiente EPA.

Partimos de que tenemos en España una crisis social enorme, que la están tapando otras crisis. Los últimos dos-tres años la ha tapado la crisis institucional, política, de los partidos. Nos hemos pasado dos-tres años hablando de política, elecciones, primarias, y no hablando de la crisis social sin resolver. Ahora, cuando parecía que hemos pasado el ciclo electoral y podíamos hablar de derechos laborales, veíamos colectivos sociales haciendo huelga y estábamos hablando de derechos sociales otra vez, la crisis territorial catalana, de modelo de país lo vuelve a parar otra vez. Pero lo que tenemos de fondo una crisis social enorme, y eso incluye la crisis laboral, el problema de empleo, no solo de los jóvenes, y por supuesto el problema educativo que seguimos teniendo.

¿El problema educativo se refiere a la falta de formación de muchos jóvenes o a que el sistema educativo no acaba de funcionar?

Son muchos frentes. Aunque parece que es un lugar común en todo debate hablar de las reformas educativas y todo el mundo propone soluciones, seguimos teniendo una serie de problemas, algunos estructurales y otros agravados por los recortes. Ahora te hablo como padre con hijas en centros públicos, que he visto cómo en la Comunidad de Madrid se ha deteriorado mucho la educación pública.

Igual esto se sale un poco de la entrevista, pero usted es muy crítico con el sistema bilingüe de la Comunidad de Madrid.

Mi hija mayor viene de una de las primeras promociones que hizo toda la primaria en un colegio bilingüe y las pequeñas no están en colegios bilingües porque no queríamos. Es un sistema falto de una verdadera evaluación. Se lleva aplicando desde hace años y lo único que hemos evaluado son las competencias en inglés. Oímos que el sistema funciona porque mejora el inglés (estaría bueno que no mejorara el inglés en un sistema bilingüe). Pero a mí, y creo que a muchos padres, nos preocupan otras cosas que no tienen nada que ver con el aprendizaje del inglés: cómo se favorece a colegios bilingues frente a otros que no lo son y tienen sus propios modelos, la presión que hay para que las familias opten al modelo bilingüe. Pero, sobre todo, la ideología de fondo del modelo: es un bilingüismo que ni siquiera es un bilinguismo, es tramposo. Se llama así y dan asignaturas en inglés, pero no es real. Lo que tiene de fondo es que se están tapando otras urgencias del sistema educativo. Se está desplazando una parte importante de recursos, energía y dinero al desarrollo del modelo bilingüe, un modelo de educación que tiene que ver poco con lo educativo y sí con otras cosas. Por ejemplo, esa idea que hemos acabado aceptando las familias de que gracias a que nuestros hijos estudian inglés van a tener mejores salidas laborales. Estamos pensando ya desde el colegio en las salidas laborales y ahí es donde nos han colado el bilingüismo.

Vuelvo al tema de la entrevista…

[Interrumpe] Es que es todo lo mismo. El problema de los ninis, del fracaso escolar, de los jóvenes que se quedan descolgados del sistema, pero también de los que completan su ciclo educativo y luego no tienen trabajo, es la realidad de un sistema educativo que en los últimos tiempos se ha volcado a las salidas laborales, en el futuro de las empresas. Todo se orienta al futuro laboral, a que nuestros hijos tengan más posibilidades de salida al mercado. Todos los itinerarios, los currículos, priman esas asignaturas sacrificando las humanidades, las artísticas, la música y la filosofía, porque todo tiene que ir a la enseñanza con salida laboral. Pero lo que se encuentran los jóvenes es un sistema laboral en el que no caben porque no hay empleo. Si tenemos un sistema educativo que lo vuelca todo a la salida laboral, pero luego no la hay, obviamente algo está fallando. Incluyo aquí el bilingüismo y la idea de que es una oportunidad de futuro.

Le he leído que “ha habido un cambio cultural laboral entre padres e hijos” y que ese cambio abre una brecha entre generaciones. ¿Puede explicarse?

No es solo una cuestión de la llamada crisis de la última década, aunque la crisis lo ha acelerado y profundizado. Es un cambio de fondo, cultural, que viene de más atrás. En nuestro libro lo hemos querido mostrar en términos de brecha generacional entre el padre y el hijo. El padre, que pertenece a un mundo que está en vías de desaparición, y el hijo, que está en un punto nuevo, que es el que tenemos hoy y apunta al futuro. Cada uno está a un lado de la brecha y eso hace que cuando hablan entre ellos no se entiendan. El padre le habla al hijo con el lenguaje del tiempo pasado. El hijo no lo entiende porque no se corresponde ese lenguaje con la realidad que vive. El padre viene de un tiempo del mundo laboral fordista, en el que había una serie de elementos de seguridad y cohesión social que, con todas las carencias que había, permitían un trayecto de vida más o menos previsible. Si uno estudiaba o se esforzaba podía encontrar un trabajo, ascender, aspirar a unas mejoras condiciones de vida, montar un proyecto y tener una familia. Había una linealidad que se iba cumpliendo, que tenía como fondo la cultura del esfuerzo y el mérito, que es lo que el padre trata de transmitir al hijo. Pero lo que se encuentra el hijo, y cada vez más jóvenes hoy, es un mundo en el que eso ya no se cumple, o no necesariamente. Uno puede estudiar, y estudiar mucho, pero no tener trabajo. O aceptar todo tipo de empleos y no por eso tener claro que va a seguir trabajando. Incluso puedes tener un trabajo, un sueldo y unos derechos y no ser capaz de montar una familia y tener un proyecto de vida. Cáritas Europa habla de una nueva categoría, los sinkies (de sink, “hundir” en inglés), siglas de single income no kids. Son parejas jóvenes, hogares de dos personas, con dos ingresos, dos trabajos, pero que entre ambos no consiguen sumar un salario suficiente y no pueden tener hijos.

Es pesimista declarado. ¿Cree que tiene solución esta situación?

Soy pesimista, o pesimista de la razón. Pero desde hace un tiempo pienso, y en esto tiene que ver mi condición personal de padre de hijas pequeñas, que no nos podemos permitir el pesimismo, aunque haya muchos elementos racionales para serlo. Tenemos que practicar el optimismo de la voluntad. Aunque es verdad que buena parte de mis escritos, mis novelas sobre todo, transmiten es una visión pesimista, deseperanzada, intento no extender el pesimismo.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/11/28/se-ha-querido-culpar-los-ni-nis-de-su-situacion/

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300.000 jóvenes en Costa Rica están ociosos

Centro América/Costa rica/28 Octubre 2017/Fuente: La nación

17%  de población de entre 12 y 35 años ni estudian ni trabajan

En Costa Rica, 307.781  jóvenes de 12 a 35 años no forman parte de la fuerza laboral del país ni tampoco están matriculados en el sistema educativo público ni privado.

En Costa Rica, 307.781  jóvenes de 12 a 35 años no forman parte de la fuerza laboral del país ni tampoco están matriculados en el sistema educativo público ni privado.

Esta cifra representa el 17% de la población en  ese rango de edad que existe en el país, la cual suma unos 1,8 millones de personas.

¿Qué hacen? (INFOGRAFÍA LA NACIÓN)

Este fue uno de los hallazgos del estudio llamado Gentico, realizado por la empresa Unimer y Kölbi, con el objetivo de  perfilar las generaciones del país a la realidad costarricense y entender cómo se comportan.

La investigación, que se presentó este martes,  se llevó a cabo entre el 17 y 29 de agosto de este año. Para esta, se realizaron entrevistas, cara a cara,  a 1.200 costarricenses de entre los 12 y los 35 años. El margen de error es de 2.8 puntos porcentuales.

Según el análisis, actualmente, las personas que solo trabajan representan el 33% del total de los  jóvenes, o sea, unos 594.000 personas en ese rango de edad; los que solo estudian son el 38% (684.000) de los menores de 35 años y los que estudian y trabajan representan el 12% (216.000).

El 17% jóvenes que no estudian ni trabajan (ninis), según Unimer y Kölbi,  coincide con el porcentaje dado a conocer, en 2016, por el Informe del Estado de la Región, realizado por el Programa Estado de la Nación (PEN) y adscrito al Consejo Nacional de Rectores (Conare).

Sin embargo, en este caso, la edad de la población de jóvenes utilizada estaba entre los 15 y 24 años. En ese rango de edad, los ninis eran 150.000.

El estudio de Unimer y Kölbi no revela las causas de que esa población no estudie ni esté incorporada al sector productivo. Sin embargo, Andrés Romero, director nacional de Empleo del Ministerio de Trabajo, explicó que esto tiene que ver con la pobreza. Según indicó,  una de las características de los ninis es que aproximadamente el 80% no tienen la secundaria completa.

«Además, no tienen experiencia laboral y tampoco competencias para  el mercado laboral, están en una situación de pobreza y  no existe la posibilidad de invertir en estudios. El cuido también es relevante en estos casos», dijo Romero.

Según el funcionario, justamente, para intentar incorporar a los ninis en el mercado existen en el Ministerio de Trabajo iniciativas como Empléate,  que promueve la inserción laboral de los jóvenes a través de capacitaciones, apoyo económico y el suministro de información. En el 2016, unos 7.944 jóvenes en todo el país iniciaron sus procesos de capacitación técnica con este programa.

Además, existe el programa Mi Primer Empleo el cual paga un incentivo de ¢1.456.000 a las empresas por cada trabajador que contraten y que tenga una de tres características: que sea menor de 35 años, mujeres de cualquier edad y personas con alguna discapacidad.

El Ministerio de Educación (MEP) intenta captar a la población que se encuentra fuera del sistema educativo con el programa Yo me Apunto que busca la reinserción, permanencia y el éxito educativo de los jóvenes que no estudian.

La cobertura del MEP en secundaria es del 78,8% de la población. O sea, que existe un 21,2% de jóvenes de 12 a 17 años que no asiste al colegio.

María Alexandra Ulate, coordinadora de Yo me apunto, indicó que esta iniciativa involucra más de 12 alternativas, en 168 centros, para atender a esta población de acuerdo a sus necesidades, por ejemplo, colegios nocturnos o modalidades para adultos. Actualmente, 120.000 personas forman parte del plan.

«Gracias a esta iniciativa, el año pasado se logró la bajar la deserción en secundaria de 9,2% a 8,4%. Los jóvenes que se atienden están en las zonas más vulnerables. Trabajamos en coordinación con Puente al Desarrollo donde se visitan los hogares pobres y se hace un trabajo para reincorporar a los que no estudian al sistema educativo», añadió Ulate.

Fuente: http://www.nacion.com/nacional/educacion/jovenes-Costa-Rica-ociosos_0_1666233406.html

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