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La fuerza de la compasión y la educación

Por: Julio Leonardo Valeirón Ureña

El acto educativo, como acto de compasión y amor, apela a la ternura y a la empatía que acoge, que atrae, que vincula, que empuja hacia la alegría, el bienestar y la felicidad.

En la entrega anterior, afirmábamos lo siguiente: “La escuela es un espacio privilegiado para desarrollar actitudes compasivas desde la educación prescolar y a lo largo de todo el sistema. Aprender a ser compasivo consigo mismo y con los demás. Ser compasivos con toda manifestación de vida en general: los animales, las plantas, los ríos, el mar, los cielos, y todo lo que en ello habite”.

Nadie niega el rol fundamental que la escuela debe jugar en la formación básica de la ciudadanía. Ella debe desarrollar las competencias y habilidades necesarias para la vida en cada generación. Un aspecto fundamental es el que tiene que ver con el desarrollo de la competencia de “vivir juntos”. 

Sí, ya lo sé, Jacques Delors en su tan manoseado libro por muchos “La educación encierra un tesoro”, (1) dedica el capítulo iv a lo que llama los cuatro pilares de la educación. Estos son: Aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás, y aprender a ser.

En el título “El descubrimiento del otro”, del libro de Delors, se señala lo siguiente: “la educación tiene una doble misión: enseñar la diversidad de la especie humana y contribuir a una toma de conciencia de las semejanzas y la interdependencia entre todos los seres humanos”. Es decir, la educación debe procurarnos desarrollar la conciencia de que vivimos en sociedad con todo lo que ello significa. Que, por demás, como muy bien decía Benito Juárez, presidente de México en el siglo antepasado: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. 

Por supuesto, y esta es una idea que el texto aludido de Delors explicita muy bien, la conciencia del otro, o como dice el texto, el descubrimiento del otro, pasa forzosamente por el conocimiento de uno mismo. Conocerme a mí mismo y conocer al otro, es una dialéctica bellísima, que nos afirma en nuestra humanidad. El cuarto pilar señalado, es precisamente aprender a ser.

Como acto dialógico que es la educación, en los procesos dinámicos que envuelve la escuela y el aula entre los sujetos que allí confluyen, a propósito de enseñar y aprender, todos nos beneficiamos o deberíamos beneficiarnos con los aprendizajes, unos, desarrollando las competencias y habilidades prescrita por el currículo y las que su propio desarrollo demande, y otros, fortaleciendo y ampliando en la práctica, las competencias que lo hacen ser un profesional de la educación, y que se supone, está debidamente certificado por una institución de educación superior.

Una pedagogía de la compasión debe ser asumida al mismo tiempo como una ética de la compasión, y ello así, pues los procesos pedagógicos nos colocan ante situaciones fundamentales de la vida que supone la moral, la responsabilidad, el clima de hospitalidad necesario, la acogida, el cuidado de los demás, entre otras cosas. El maestro, en los procesos de gestión de oportunidades para enseñar matemática, lenguaje o ciencia, desarrolla estrategias que incentivan y promueven, dinámicas entre sujetos que aprenden y que siempre estarán colocados en situaciones distintas respecto a los propósitos de estos aprendizajes. No olvidemos el concepto vigostkyano de la zona de desarrollo próximo, donde cobra mayor sentido el valor de la compasión.

Es imposible obviar que la educación envuelve mucho más que contenidos disciplinares, pues se trata de seres humanos que, en la complejidad de sus múltiples dimensiones cognitivas, emocionales, morales, espirituales, etcétera, se vinculan y relacionan en una dinámica permanente de afirmación y negación. En ese proceso, como seres fundamentalmente sensibles, se despiertan todo tipo de emociones y sentimientos que van moldeando en la dinámica social, elementos centrales en el desarrollo de la personalidad de cada uno de esos sujetos que aprenden.

Nuestros deseos y nuestras angustias, nuestros éxitos y nuestros fracasos, los momentos de aplausos y reconocimientos por la respuesta bien dada, como aquellos en que denota la burla o el sarcasmo, por los yerros y equivocaciones cometidos, las sensaciones de placer y a veces de dolor, incluso, ponen de relieve que la educación es un acto que debe centrarse en la compasión y amor por los demás y consigo mismo. La educación es un acto intersubjetivo que va configurando subjetividades propias y colectivas, que nos hacen ser persona y un vínculo con los demás. Por esa y otras razones hay estudiantes que dicen: “hay maestros que dejan huellas, como otros que dejan heridas”. Ese proceso intersubjetivo de educar no solo toma como vía la palabra, sino también el gesto y la mirada.

El acto educativo, como acto de compasión y amor, apela a la ternura y a la empatía que acoge, que atrae, que vincula, que empuja hacia la alegría, el bienestar y la felicidad. Educar es ensanchar la conciencia del mí y del Otro (la alteridad), educar es colocarte en el camino de ser y de vivir juntos, de aprender sin límites, de gozar el proceso de constituirse en personas que piensan, que aman, que anhelan, que ríen, pero también lloran. 

En un mundo como el que vivimos hoy, centrado en el “yo” y la casi negación del Otro, una educación centrada en la compasión y el amor proporcionaría las herramientas al educando para el mejor conocer y tomar las mejores decisiones en función de todos y de toda forma de vida, construyendo una ciudadanía responsable y comprometida consigo mismo y los demás.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/la-fuerza-de-la-compasion-y-la-educacion-9016933.html

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Está usted en su casa

Por: José Cueli

Es lugar común entre los mexicanos decir: Pase, usted, está en su casa. Pero del dicho al hecho… Terrible destierro de los niños migrantes no acompañados que me lleva nuevamente a recurrir al libro clásico La hospitalidad (Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2010).

Ante la pregunta, Anne Dufourmantelle por la hospitalidad, la hostilidad, el otro y el extranjero, Jacques Derrida no responde, más bien la despliega, insiste en ella, se pregunta y nos pregunta acerca de la hospitalidad, “acerca de la acogida, de aquel, aquella o aquello que acogemos o que nos acogemos en nosotros, en nuestra casa, en nuestro lugar-propio, en el chez soi”.

Dufourmantelle, conocedora del pensamiento derridiano, expresa en el prólogo: La hospitalidad se ofrece, o no se ofrece, al extranjero, a lo ajeno, a lo otro. Y lo otro, en la medida misma en que lo otro, nos cuestiona, nos pregunta. Nos cuestiona en nuestros supuestos saberes, en nuestras certezas, en nuestras legalidades, nos pregunta por ellas y así introduce la posibilidad de cierta separación dentro de nosotros mismos, de nosotros para con nosotros. Introduce cierta cantidad de muerte, de ausencia, de inquietud allí donde tal vez nunca nos habíamos preguntado, o donde hemos dejado ya de preguntarnos, allí donde tenemos la respuesta pronta, entera, satisfecha, la respuesta allí donde afirmamos nuestra seguridad, nuestro amparo.

Acoger, pues, al extranjero, brindarle hospitalidad, nos pregunta y nos confronta sin ambages sobre nuestro propio desamparo, sobre aquello extranjero que a todos nos habita y contra lo cual nos defendemos con la ilusoria fantasía narcisista de completud, de unidad, de invulnerabilidad. Por tanto, negar la pregunta que el extranjero, el otro, plantea y nos plantea, implica reforzar la negación, acudir a la omnipotencia, reforzar el narcisismo y desemboca, por tanto, en la hostilidad hacia aquel o aquello que amenaza nuestra ilusionaría completud. El anfitrión se hace vulnerable cuando acepta la pregunta. Por tanto, resulta preferible elegir muros que aíslen al otro o legislar de manera arbitraria, o bien perseguir o matar a aquel que amenaza con su otredad los frágiles límites que una vez traspasados nos confrontan con la propia otredad que no sólo nos habita, sino que nos constituye.

Es así como Derrida opta por la pregunta, honestamente, ingenuamente, poéticamente. Y en este discurrir aparece, inevitablemente, la poética, lo mítico y lo ancestral. Aparece Edipo, el extranjero desde siempre y para siempre, “muerto fuera de la ley, más allá de la ley, sin tierra ni tumba Sólo la poesía es capaz de decir, y no, aquello que, entre la ley y la transgresión, puede hacer de la transgresión una ley: ¡cómo entender, si no, la trágica figura de Antígona, aquella que es íntegra, fiel a sí misma, ahí donde transgrede?

Para Derrida es la poesía, amparo abierto, aquella que puede ayudarnos en la defensa contra la antipoesía tecnológica que amenaza invadir la intimidad, pervertirla, hacerla pública, introduciéndose en lo más íntimo de esa intimidad. Por tanto, Derrida enuncia que un acto de hospitalidad no puede ser sino poético. Lo que esperan los niños migrantes no acompañados. Por supuesto, más allá de los problemas políticos entre los países centroamericanos México y Estados Unidos.

Fuente: La  jornada

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Frenar la libertad

Por: Tahira Vargas García 

Tanto en el hogar, en la calle como en los centros educativos se educa con represión.

La libertad está intrínsecamente vinculada a la responsabilidad social, al ejercicio ciudadano y al desarrollo humano. Sin libertad no hay desarrollo humano.

El ejercicio ciudadano en nuestra sociedad es muy débil, nuestra población no tiene clara conciencia de sus derechos ni de su responsabilidad social. Esta responsabilidad social no se ha forjado, se ha aniquilado uno de sus principales cimientos, la libertad. Cada individuo se socializa en el miedo y en la represión en la familia, la escuela, el vecindario, los espacios laborales, la relación con el Estado y en la vida social.

La inexistencia de una construcción del sentido de responsabilidad se debe a la ausencia de libertad. Padres/madres, abuelos/as tías/os tienen miedo de ofrecerle a los/as niños/as y jóvenes espacios de libertad donde tomen sus propias decisiones y tengan control sobre lo que hacen.

Tanto en el hogar, en la calle como en los centros educativos se educa con represión, con sanciones permanentes, siempre es “no”, “no hables”, “no te pares”, “cállate”, “siéntate”, los mensajes principales están sustentados en prohibiciones y sanciones. Estas prohibiciones y sanciones generan rebeldía, agresividad, violencia y poca responsabilidad.

Ofrecerle libertad a la juventud no la convierte en una amenaza, por el contrario, la empodera e integra socialmente convirtiéndola en sujeto social.

Las instituciones sociales, escuela, familia, religiones, grupos sociales, instituciones públicas, partidos políticos, tienen miedo. Miedo a que la población adolescente y joven adquiera conciencia de derechos y asuman responsabilidad frente a su cuerpo, sus propios proyectos de vida, su conducta y su vida cotidiana.

Los conflictos intergeneracionales tienen así una matriz de miedo, resistencia al cambio, resistencia a la responsabilidad social. Así se fortalece el conservadurismo expandiéndose con ello las corrientes fundamentalistas religiosas, la intolerancia cultural, social, racial, sexual y a la diversidad en sentido general.

Ofrecerle libertad a la juventud no la convierte en una amenaza, por el contrario, la empodera e integra socialmente convirtiéndola en sujeto social.

El sostenimiento del miedo, las prohibiciones, exclusiones y represión a las libertades incrementan el autoritarismo, la violencia y la desigualdad. Necesitamos que todas las generaciones y personas asumamos sentido de responsabilidad y ejercicio ciudadano, respetemos la diversidad y rompamos con el miedo a la libertad.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY

Fuente: https://acento.com.do/opinion/frenar-la-libertad-8928653.html

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El coronavirus despierta en nosotros lo humano

Por: Lonardo Boff

A partir de la coyuntura actual, creada por la pandemia global y mientras dure la misma y sus efectos, mantendremos esta columna en Acento: Pandemia y aprendizajes, en la que publicaremos textos de escritores, escritoras, dominicanos, latinoamericanos, caribeños o de otras latitudes, que nos ayuden en la reflexión científica, filosófica, sociológica, humanística o económica del momento por el que atravesamos. La iniciamos con un brillante trabajo del teólogo y filósofo brasileño Leonardo Boff.

La pandemia del coronavirus nos obliga a todos a pensar: ¿qué es lo que cuenta verdaderamente, la vida o los bienes materiales? ¿El individualismo de cada uno para sí, de espaldas a los demás, o la solidaridad de los unos con los otros? ¿Podemos seguir explotando, sin ninguna otra consideración, los bienes y servicios naturales para vivir cada vez mejor, o podemos cuidar la naturaleza, la vitalidad de la Madre Tierra, y el «vivir bien», que es la armonía entre todos y con los seres de la naturaleza? ¿Ha servido para algo que los países amantes de la guerra acumulasen cada vez más armas de destrucción masiva, y ahora tengan que ponerse de rodillas ante un virus invisible evidenciando lo ineficaz que es todo ese aparato de muerte? ¿Podemos continuar con nuestro estilo de vida consumista, acumulando riqueza ilimitada en pocas manos, a costa de millones de pobres y miserables? ¿Todavía tiene sentido que cada país afirme su soberanía, oponiéndose a la de los otros, cuando deberíamos tener una gobernanza global para resolver un problema global? ¿Por qué no hemos descubierto todavía la única Casa Común, la Madre Tierra, y nuestro deber de cuidarla, para que todos podamos caber en ella, naturaleza incluida?

Son preguntas que no pueden ser evitadas. Nadie tiene la respuesta. Una cosa sin embargo –atribuida a Einstein– es cierta: “la visión de mundo que creó la crisis no puede ser la misma que nos saque de la crisis”. Tenemos forzosamente que cambiar. Lo peor sería que todo volviese a ser como antes, con la misma lógica consumista y especulativa, tal vez con más furia aún. Ahí sí, por no haber aprendido nada, la Tierra podría enviarnos otro virus que tal vez pudiera poner fin al desastroso proyecto humano actual. 

Pero podemos mirar la guerra que el coronavirus está produciendo en todo el planeta, bajo otro ángulo, éste positivo. El virus nos hace descubrir cuál es nuestra más profunda y auténtica naturaleza humana: es ambigua, buena y mala. Aquí veremos la dimensión buena. 

En primer lugar, somos seres de relación. Somos, como he repetido innumerables veces, un nudo de relaciones totales en todas las direcciones. Por lo tanto, nadie es una isla. Tendemos puentes hacia todos los lados. 

En segundo lugar, como consecuencia, todos dependemos unos de otros. La comprensión africana “Ubuntu” lo expresa bien: “yo soy yo a través de ti”. Por tanto, todo individualismo, alma de la cultura del capital, es falso y antihumano. El coronavirus lo comprueba. La salud de uno depende de la salud del otro. Esta mutua dependencia asumida conscientemente, se llama solidaridad. En otro tiempo la solidaridad hizo que dejásemos el mundo de los antropoides y nos permitió ser humanos, conviviendo y ayudándonos. En estas semanas hemos visto gestos conmovedores de verdadera solidaridad, no dando solo lo que les sobra sino compartiendo lo que tienen. 

En tercer lugar, somos seres esencialmente de cuidado. Sin el cuidado, desde nuestra concepción y a lo largo de la vida, nadie podría subsistir. Tenemos que cuidar de todo: de nosotros mismos, de lo contrario podemos enfermar y morir; de los otros, que pueden salvarme o salvarles yo a ellos; de la naturaleza, si no, se vuelve contra nosotros con virus dañinos, con sequías desastrosas, con inundaciones devastadoras, con eventos climáticos extremos; cuidado con la Madre Tierra para que continúe dándonos todo lo que necesitamos para vivir y para que todavía nos quiera sobre su suelo, siendo que, durante siglos, la hemos agredido sin piedad. Especialmente ahora bajo el ataque del coronavirus, todos debemos cuidarnos, cuidar a los más vulnerables, recluirnos en casa, mantener la distancia social y cuidar la infraestructura sanitaria sin la cual presenciaremos una catástrofe humanitaria de proporciones bíblicas. 

En cuarto lugar, descubrimos que todos debemos ser corresponsables, es decir, ser conscientes de las consecuencias benéficas o maléficas de nuestros actos. La vida y la muerte están en nuestras manos, vidas humanas, vida social, económica y cultural. No basta la responsabilidad del Estado o de algunos, debe ser de todos, porque todos estamos afectados y todos podemos afectar. Todos debemos aceptar el confinamiento. 

Finalmente, somos seres con espiritualidad. Descubrimos la fuerza del mundo espiritual que constituye nuestro Profundo, donde se elaboran los grandes sueños, se hacen las preguntas últimas sobre el significado de nuestra vida y donde sentimos que debe existir una Energía amorosa y poderosa que impregna todo, sostiene el cielo estrellado y nuestra propia vida, sobre la cual no tenemos todo el control. Podemos abrirnos a Ella, acogerla, como en una apuesta, confiar en que Ella nos sostiene en la palma de su mano y que, a pesar de todas las contradicciones, garantiza un buen final para todo el universo, para nuestra historia sapiente y demente. y para cada uno de nosotros. Cultivando este mundo espiritual nos sentimos más fuertes, más cuidadores, más amorosos, en fin, más humanos. 

Sobre estos valores nos es concedido soñar y construir otro tipo de mundo, biocentrado; en el cual, la economía, con otra racionalidad, sustenta una sociedad globalmente integrada, fortalecida más por alianzas afectivas que por pactos jurídicos. Será la sociedad del cuidado, de la gentileza y de la alegría de vivir.  

        

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/2020/opinion/8803309-el-coronavirus-despierta-en-nosotros-lo-humano/

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Opinión: Frente al Coronavirus, educarnos

Por: Andrés García Barrios

Educarnos tanto personalmente como socialmente, y de manera rápida, es el reto que nos toca ahora.

Como toda crisis de salud, la pandemia del coronavirus (COVID-19) nos pone de frente a los temas cruciales de la vida, entre ellos el de la educación. En este caso, se trata de una educación o re-educación personal y colectiva que nos permita enfrentar juntos un evento de la naturaleza para el que estamos escasamente formados e informados. Educarnos tanto personalmente como socialmente, y de manera rápida, es el reto que nos toca ahora.

Para hablar de ello elegiré a dos autores cuyos puntos de vista confluyen en el tema. Primero me permitiré retomar la perspectiva del psicoanalista Erick Fromm de la que hablé hace unas semanas en este mismo espacio. Trata en torno a cuatro elementos que él considera los fundamentos del amor, y que yo me permito adaptar al tema ―sin duda amoroso― de educar. Quiero añadir también la perspectiva del filósofo español Fernando Savater, que también ha reflexionado acerca de la relación entre el amor y la educación, y cuyo pensamiento adquiere su máxima dimensión justamente en momentos de crisis sociales como la actual.

Savater funda su teoría de los valores éticos en lo que él llama amor propio, dejando claro que el cuidado de los demás es la forma más eficaz de quererse a uno mismo. Nos recuerda que todos dependemos de todos, y estamos entreverados en una red de relaciones tan estrecha, que cuidar el bien del prójimo recae en última instancia en nuestro propio beneficio. La educación, ocupada en guiar al otro en la búsqueda de su bienestar, se vuelve siempre en nuestro propio bien. En un momento como el actual, en que esa red de relaciones se estrecha tanto ―al grado de que lavarnos las manos puede evitar que alguien enferme gravemente―, el círculo virtuoso que el español plantea se vuelve evidente.

Hoy más que nunca, debemos ser educados con los demás; para explicar lo que quiero decir, voy a retomar los cuatro componentes del amor que Fromm describe: cuidado, conocimiento, responsabilidad y respeto.

Que el cuidado es necesario, salta a la vista: finalmente, de lo que se trata es de cuidarnos a nosotros y a los demás (lo cual, savaterianamente, resulta lo mismo); es decir, ejecutar los actos necesarios para evitar la enfermedad, y si la adquirimos, o alguien a nuestro alrededor la adquiere, hacer lo necesario para curar y para no contagiar a otros.

Lo anterior se complica cuando pensamos en el segundo componente de la educación: el conocimiento. ¿Cuáles son las mejores prácticas para lograr esos objetivos? Conocerlas no es fácil; lo que llamamos “conocimiento” da una sensación de certidumbre pero en realidad es algo sumamente inexacto. Podemos entrar en filosofías sobre los límites últimos del conocer, pero por el momento no es necesario: basta con echar un ojo a nuestras prácticas e instrumentos cotidianos de adquisición y transmisión de información para darnos cuenta de lo limitados que estamos. Ahora más que nunca surgen “grandes expertos” en todos los campos del “conocimiento”, que recomiendan esto o lo otro, y que nos convencen según sea la tendencia de nuestro pensamiento: confiar en la ciencia nos hará seguir sus recomendaciones; otra postura nos llevará a creer en la voluntad de un poder superior; adherirnos a la teoría del complot nos hará permanecer indiferentes a las medidas de salud, etc. Estos criterios personales se toparán, además, con una inmensa variedad de medios de información llenos de contradicciones entre sí, y con muchas imprecisiones, casi todos pregonando que dicen la verdad. ¿Cuál es la página de internet más confiable, el periodista más objetivo o nuestro amigo o familiar mejor informado?

En la crisis actual, la elección del conocimiento que seguiremos para cuidarnos, implica una gran responsabilidad, no sólo ―como hemos visto― sobre nuestra propia salud sino también sobre la de los demás. Esa responsabilidad se duplica cuando, colocándonos en la posición de quien enseña, exponemos nuestra forma de pensar como conocimiento confiable. En este caso, la responsabilidad se convierte en ―como dice el psicoanalista alemán― “responder por el otro”, lo cual, hablando de coronavirus, es serio, porque puede tratarse de responder por la vida del otro.

Es aquí, creo ―en este dar a conocer nuestra forma de pensar sobre las mejores prácticas de cuidado―, donde cabe el cuarto elemento del que Fromm habla: el respeto. Éste, según él, es el reconocimiento de que la otra persona es distinta a mí y que debo asumir siempre su libertad de ejercer el propio criterio. En momentos en que la acción colectiva es imprescindible, el respeto es la base para que la comunicación fluya entre la gente. Para enseñar algo a alguien ―sean nuestros hijos, alumnos o conciudadanos― no hay mejor punto de partida que el respeto, cuya dimensión esencial es no intentar imponerse sobre el otro.

Aquí, quisiera destacar cierto matiz que se esconde debajo del intento de dominar lo que otro piensa. Quizás a algún lector le parezca frívolo dar importancia al siguiente asunto, y sin embargo me atrevo a sugerir que estemos atentos a él, por si alguna razón me asiste. Me refiero a la gratificación que muchos sentimos cuando conseguimos impresionar a alguien con lo que sabemos. Gratificación trivial, quizás, pero para algunos tan importante que puede llevarnos a propagar la más infundada e incluso escandalosa información sin haberla analizado y confirmado de manera seria. Después de todo, es más fácil impactar a alguien con nuestras ideas por lo que le ofrecen a la imaginación que por lo que aportan al razonamiento lógico. Las redes sociales, transporte ideal para cualquier material en crudo, son el mejor aliado en esto.

Todo lo contrario ocurrirá si atendemos al cuidado, el conocimiento, la responsabilidad y el respeto, entendidos como amarnos y educarnos unos a otros frente a la crisis. Esta actitud hará que nuestras decisiones no se conformen con un primer vistazo al propio criterio o al criterio ajeno, ni con propagar información que no hemos revisado con seriedad.

Yo mismo, ahora, asumiendo mi papel de educador (que en la crisis actual, como digo, todos desempeñaremos inevitablemente), daré mi punto de vista. Primero: ya que hablé de quienes creen en un poder superior, puedo decir ―siguiendo a Fromm, para quien razón y espiritualidad son un continuo― que toda adquisición de conocimiento sobre los cuidados frente al COVID-19, hecha de manera responsable y transmitida respetuosamente, conllevará necesariamente una trascendental esperanza.

Segundo: convengo que en materia de salud me adhiero al conocimiento científico; si no fuera suficiente con la confianza que le tengo a su método por sobre otras formas de conocimiento en este tipo de temas, bastaría con un argumento lógico: dado que es gracias a la ciencia que todos nos hemos enterado del coronavirus, que hablamos de él y estamos atentos a su evolución, y que es sólo por la confianza que le tenemos al conocimiento científico que aceptamos cuidarnos de no adquirir la enfermedad ni propagarla, sólo por eso sugiero que sigamos guiándonos por lo que la ciencia descubra y recomiende, y actuemos de principio a fin sobre sus bases, difundiéndolas entre todos aquellos que quieran escucharnos.

Acorde con esto, y para despejar el punto de cuál sea la información “científica” más confiable que hay en este momento, comento que en entrevista con el Dr. Julio Frenk ―ex Secretario de salud de México y actual Rector de la Universidad de Miami―, me ha explicado que “la fuente más autorizada es la página de Internet de la OMS, donde la información está disponible en español. Otro recurso fundamental es la página de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, que también ofrece información en español.”

Me uno a la recomendación del Dr. Frenk porque conozco sus frommianas y savaterianas cualidades como científico y maestro.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/coronavirus-educacion-opinion
Imagen: Pete Linforth en Pixabay
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¿Por qué hay humanos que esclavizan a otros humanos ayer y hoy?

Por: Leonardo Boff 

La existencia y persistencia de la esclavitud o de condiciones análogas a la esclavitud constituye un desafío humanístico, filosófico, ético y teológico hasta los días actuales. ¿Por qué hay humanos que esclavizan a otros humanos, sus co-iguales?

La más antigua codificación de leyes, el Código de Hammurabi, escrito hacia 1772 a.C. en Irán, se refiere ya a la clase de los esclavos. Y así a lo largo de toda la historia hasta los días actuales. La Walk free Foundation, que se ocupa de la esclavitud a nivel mundial, calcula que hoy día hay cerca de 40,3 millones de personas en régimen de esclavitud, debido a tráfico de personas, deudas, trabajos o casamientos forzados etc. La India lidera la lista, con 7,99 millones de esclavizados. Los datos de Brasil en 2018 apuntaban a 369 mil personas en condiciones análogas a la esclavitud o esclavizados. 

Las mentes más brillantes de Occidente la vieron como natural y hasta poseían esclavos. Así Aristóteles, David Hume, Immanuel Kant, Friedrich Hegel. El propio Thomas Jefferson, formulador de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, en la cual se afirmaba que todos los seres humanos nacen libres y con iguales derechos, tenía esclavos, así como nuestro Tiradentes, que tenía por lo menos seis. El famoso Padre Antônio Vieira predicaba a los esclavos en un ingenio azucarero: “Sois imitadores de Cristo crucificado porque padecéis de un modo muy semejante a lo que el Señor mismo padeció en su cruz y en toda su pasión” , llegando a llamarlos por eso “bienaventurados” . Una piadosa y, al mismo tiempo, cruel justificación. 

Resumiendo: El gran especialista en esclavitud, el jamaicano Orlando Petterson, profesor de Harvard, afirma: “La esclavitud ha existido desde el principio de la historia de la humanidad hasta el siglo XX (XXI), en las sociedades más primitivas y también en las más avanzadas” (cf. L. Gomes, Escravidão, p.65). ¿Qué razones llevaron a la esclavitud? 

Hasta hoy ninguna explicación se ha revelado convincente. Pero podemos tantear algunas razones, si bien todas precarias. 

La primera habría sido el patriarcado. Hace 10-12 mil años el hombre-macho se impuso a todos, a la mujer, a los hijos, a la naturaleza. Se sobrepuso al otro, haciéndolo su siervo y esclavo. La esclavitud sería hija del patriarcado aún vigente en nuestros días. 

La segunda razón, de naturaleza filosófica, sustenta que el ser humano es un ser decadente. No en un sentido ético sino ontológico. Es decir, su naturaleza es tal que nunca consigue ser lo que debería o desearía ser. Hay en él una amarra interna que le impide dar el salto necesario: controlar e integrar sus impulsos, que no son en sí malos, sino naturales: la cólera, el uso de la fuerza, el poder como capacidad de dominación. El ser humano decae en el sentido de dar rienda suelta a estos impulsos y así se torna inhumano. ¿De dónde le viene esa incapacidad? ¿De la contradicción entre el deseo infinito y la realidad finita? Bien podría convivir jovialmente con el infinito, acogiendo su ser finito. Pero no lo hizo y no lo hace. La herida sigue sangrando y haciendo sangrar. 

Tengo para mí que la sabiduría judeocristiana, tan ancestral, nos trae alguna luz. Habla de pecado original. El término no es bíblico, pues ahí se usa “pecado del mundo”, o “el ser humano es inclinado al mal desde su juventud”. Pecado original es un término creado por San Agustín (354-430) en su intenso intercambio de cartas con San Jerónimo y en polémica con el teólogo Pelagio. 

Pecado original, según él, no tiene la connotación temporal de “desde los orígenes”. Original concierne al núcleo originario, primero y esencial del ser humano. En su interior más profundo existe una ruptura: con la naturaleza, no respetando sus ritmos, con el otro, odiándolo, y con el Definitivamente Importante. Él se considera el más importante por estar dotado de razón. Por ella imagina que puede dar cuenta de sí mismo, como si él mismo se hubiese dado la existencia y no Alguien que lo hace venir a este mundo. Pecado original es esa hybris y arrogancia. Significa: magnificar su yo hasta el punto de excluir a los otros y al Gran Otro que lo creó. 

La consecuencia primera es la instauración de la dictadura de la razón. Ella pretende explicar todo y por ella dominar todo. Propósito vano. El ser humano no es sólo razón. Es principalmente corazón, sensibilidad y amor. Bastante antes de la razón, el logos, en términos de la antropogénesis, vino el sentimiento, el pathos. Esta dimensión ha sido reprimida y hasta negada. Con eso dejó de sentir al otro, de ponerse en su lugar, de alegrarse y sufrir con él. Lo objetivó, es decir, lo hizo objeto de uso y abuso. Surgió la dominación del otro. Comenzó la esclavización de un humano sobre otro humano. 

No sentir a los otros como nuestros semejantes y no tener empatía con ellos es “nuestro pecado original”, origen de la esclavitud de ayer y de hoy y del sistema de explotación sistemática de las personas en función de la acumulación privada, del yo sin los otros. Sin abrazar al otro como co-igual y sin oír el grito de la Tierra, se sigue reproduciendo el pecado original. Pero no habrá futuro para nuestro tipo de mundo y de civilización. Otro mundo vendrá de libres y de fraternos conviviendo alegremente en el corto tiempo que nos es concedido.     

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8778440-por-que-hay-humanos-que-esclavizan-a-otros-humanos-ayer-y-hoy/

Imagen: https://www.telesurtv.net/news/esclavitud-moderna-indice-reino-unido-eeuu-cifras-20180723-0028.html

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Chile: Miedos y Prejuicios de la Otredad Latina

MIEDOS Y PREJUICIOS DE LA OTREDAD LATINA

 Luis Enrique Pincheira Muñoz

                                                                                                            Dr. En Educación

Centro de Estudios Latinoamericanos de Educación Inclusiva (CELEI), Chile

pincheira.luis@gmail.com

Tel Of.: +56-2-32298300 / Tel Personal: +569 89500580

RESUMEN

La postmodernidad,se caracteriza entre otras cosas, por el encuentro entre culturas que conviven en el diario vivir en las sociedades industrializadas, Nuestro país, no está exento de esa realidad, la llegada de personas migrantes ha generado múltiples prejuicios, miedos y discriminación con aquellos que buscan oportunidades laborales en los países que presenta una mejor calidad de vida societal.

El “Otro”, el ajeno, diferente culturalmente siempre ha generado conflicto en la historia de nuestra sociedad,sobre todoaquellas personas de la américa latina en contraste con los migrantes que han llegado de Europay otros continentes. La historia de Chile,reconoce a personas llegada desde Europa, como colonizadores con la entrega de territorios, podríamos decir que quedo impregnado un ADN etnocentrista en la sociedad chilena que hace suponer una “Otredad” de mejor valorización, sin embargo, la “Otredad” latina generalmente se ha convertido en un enemigo o rival con su venida.

Palabras Claves: Migración, Representaciones sociales, Otredad, Testimonios de Migrantes.

ABSTRAC
Postmodernism is characterized, among other things, by the encounter between cultures that coexist in daily life in industrialized societies. Our country is not exempt from that reality, the arrival of migrants has generated multiple prejudices, fears and discrimination with those They seek employment opportunities in countries that present a better quality of societal life. The «Other», the alien, culturally different has always generated conflict in the history of our society, especially those people of Latin America in contrast to migrants who have come from Europe and other continents. The history of Chile, recognizes people arriving from Europe, as colonizers with the delivery of territories, we could say that I am impregnated with an ethnocentric DNA in Chilean society that makes us suppose an «Otherness» of better valorization, however, the «Otherness» Latina has generally become an enemy or rival with her coming.

Keywords: Migration, Social representations, Otherness, Testimonies of Migrants.

 

OTREDAD EN LA SOCIEDAD CHILENA.

Chile como país ha dejado de ser un lugar de tránsito,para muchas personas latinoamericanos y del Caribe,en cambios estos últimos 20 años lo han considerado como un lugar definitivo.

Figura N° 1

fuente

Fuente:(Instituto Nacional de Estadística junio 2018.p.9)

 

Es importante señalar que el porcentaje de la población de inmigrantes ha crecido en el tiempo. En el Censo de 2002, 1,27% de la población residente era inmigrante; 15 años después, el 19 abril de 2017, se censaron 746.465 inmigrantes residentes, lo que representa 4,35% del total de la población residente en el país (con información declarada en lugar de nacimiento).

 

Al observar el gráfico, se evidencia que 66,7% de los inmigrantes residentes llegaron a Chile entre 2010 y 2017. La distribución en años de dicho período es desigual, puesto que 61% de los casos se concentraron en los últimos 3 años (2015-2017), a pesar de que 2017 solo contiene información hasta la fecha del censo.

Los acontecimientos migratorios experimentado por nuestra sociedad chilena en estas dos últimas décadas, han puesto un desafío de integrar y aceptar aquel diverso culturalmente, dicho de paso incluye aprender a reconocer a ese “Otro” diferente culturalmente, cuáles son sus motivaciones y proyecto de querer vivir en Chile.

Convivir con el “Otro” que tiene una cosmovisión y otra forma de ser, no es fácil, el proceso de integración no está exento de unas series de conflictos en la cotidianidad, entre personas que conviven entre distintas culturas, Por lo tanto,se hace necesario conocer esas representaciones de “Otredad” que se integran a la sociedad.

Moscovici (1981) afirma: las “Representaciones Sociales poseen la función de hacer conocido lo que es desconocido, como sistema de interpretación entre el mundo y el individuo, para dar sentido a ese mundo, orientando y organizando el entorno social.

Noriega señala que: “hay un sentimiento común de que la migración es positiva pero no hay un reconocimiento, hay temor a reconocer eso, la tarea es cambiar esa percepción y que cada vez sea más reconocida la comunidad migrante, la cultura que acoge tiene una forma prejuiciosa de entender al “Otro” tiene mucho que ver con la mirada que durante 40 años en Chile mantuvo una mirada hacia adentro: “En Chile, el mundo no pasaba de Argentina y Estados Unidos, no había noticias internacionales”.

Continua, diciendo este tipo de discursos “hacen eco”, según él, “la discriminación y segregación no es del ambiente popular, es lo institucional que se practica en las leyes, de la Constitución Chilena”. “Esa través del Departamento de Extranjería y Migración que dicen ‘usted tiene que acatar nuestras leyes’ los funcionarios piden el documento de identidad la cédula chilena, no sirve el pasaporte, eso es una lógica que reproduce la discriminación”.http://www.elciudadano.cl/2016/04/25/279323/el-andar-de-los-migrantes-en-nuestro-pais6325/?t=25.4.20.45

Soriano (2007) afirma: “En la psique humana hay una tendencia a rechazar lo ajeno, extraño “lo Otro”, existe como necesidad de clausura en las significaciones simbólicas en las que un grupo social y cultural busca su reconocimiento” (p. 27).

Aprender a “vivir juntos” implica, en primer lugar, asegurar el principio de la máxima igualdad posible, cuando las aspiraciones fundamentales de quienes comparten un mismo contexto social no son satisfechas las diferencias culturales deviene un eco romántico en que nada favorece una convivencia real y positiva

Soriano,(2007) afirma: “El imaginario de las sociedades que se construye sobre el migrante muchas veces no corresponde con la realidad de la persona que deja atrás su tierra. Ejemplo, a menudo se asocia la decisión de empezar la vida en otro lugar a la falta de oportunidad en el país de origen”. (p.94)

Daniel Alerte, haitiano de Puerto Príncipe, llegó hace cinco años y trabaja como operario en una fábrica de productos de construcción. “Quise hacer una aventura, no fue algo específico. Chile era el país que tenía la posibilidad de venir. Se ve mucho el Festival de Viña del Mar y los famosos Reggaetón Boys y dije: ´Si tres haitianos pudieron hacer historia, yo también puedo hacerlo`”.

Continua, diciendo la televisión en Chile muestra principalmente la parte pobre: “Para muchos chilenos un haitiano es un pobre, un muerto de hambre, y eso no tiene nada que ver, hay haitianos que tienen educación, otros son trabajadores y también hay delincuentes, como en todas las partes del mundo”.http://www.elciudadano.cl/2016/04/25/279323/el-andar-de-los-migrantes-en-nuestro-pais6325/?t=25.4.20.45

 

Pinto (2014) afirma: Aún, falta como sociedad esa acogida de ahondar en ese reconocimiento y caminar hacia una verdadera Alteridad e Inclusión como lo manifiesta, Dussel, la importancia de la intersubjetividad del ser y conocer, alternativos a la dominancia, este reconocimiento que significa aceptar esa “Otredad” que es diferente en su existencia, pero también que esa mismidad, se acepta y es reconocida en la multiplicidad de lo que es la vida comunitaria y social.(p.8)

REFLEXIONES

Una primera reflexión, desde la mirada ética de Levinas, debemos hacernos responsable de ese Otro diferente culturalmente, en primer lugar, hacer hincapié de conocerlo como persona, más allá de una relación cognoscitiva, en el sentido de que el Otro me afecta y me importa, me exige que me encargue de él, incluso antes de que yo lo elija, por lo tanto, no puedo guardar distancia con el Otro.

Una segunda reflexión, más allá de las etiquetas y estereotipos que se puedan emitir sobre la persona migrante, debemos en primer lugar integrar esa Otredad cultural como un aporte profundamente enriquecedor en la convivencia,cotidiana.

Una tercera reflexión, no cabe duda que el aporte de la persona migrante, en los diferentes ámbitos laborales ha sido una contribución al crecimiento económico y cultural,sin duda ha impactado diferentes ambientes,cuyos aprendizajes se reflejan en la comunidad, tales como en gastronomía con la incorporación de nuevos platos de comidas en el menú chileno,en el lenguaje oral, la incorporación y uso de nuevas palabras en lo cotidiano, en el ámbito musical, la danza y otras expresiones artísticas que se practican hoy como algo normal, pero se debe tener presente que estas  manifestaciones socioculturales  aún son  expresiones superficiales estéticas de esa “Otredad” que se viene a quedaren nuestra sociedad chilena.

Una cuarta reflexión, el proceso migratorio de estas dos décadas en chile esta Otredad cultural diferente a la chilena,ha sido un combustible en nuestra sociedad actual con el enriquecimiento la cultural y que debemos rechazar de cualquier forma selectividad discriminación y xenofobia.

Autor:  Luis Enrique Pincheira Muñoz

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.  

Instituto Nacional de Estadística (2018) Síntesis de Resultado Censo 2017

_________ (1981) On social representations. In J.P. Forgas (Ed.) Social Cognition perspectives on everyday knowledge. London: Academic Press, 181-209.

Pinto, R. (2014) Pedagogía Critica para una Educación Pública y Transformadora en América Latina. Perú: Editorial Derrama magisterial.

Soriano, E. (2007)Educación para la Convivencia Intercultural Editorial la Muralla Madrid

Meritxell, F.(24 de abril 2016)www.elciudadano.clrecuperado:http://www.elciudadano.cl/2016/04/25/279323/el-andar-de-los-migrantes-en-nuestro-pais6325/?t=25.4.20.45

 

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