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Libro (PDF): Educación 2050. Construyendo hoy la educación de mañana

Reseña: Juan Carlos Casco

 

Un trabajo para comenzar a construir hoy la educación del 2050 en torno a los grandes desafíos sociales, económicos, tecnológicos y laborales de nuestro tiempo; planteando un conjunto de acciones prácticas para transformar la educación desde la experiencia de más de 20 años en el desarrollo de proyectos de transformación educativa en diferentes países.

Educación 2050 forma parte de cuatro trabajos de prospectiva que comenzamos a elaborar en 2015, el primero de los cuales es Extremadura 2050, publicado en 2019 y los que cerrarán la serie son España 2050 y Global 2050.

La importancia de pensar a largo plazo en la educación tiene sentido siempre que haya una voluntad y decisión inquebrantables para actuar ahora. En la realidad en la que vivimos es más importante la acción que la reflexión. Por ese motivo nos hemos aventurado a escribir Educación 2050, porque con anterioridad hemos dedicado 20 años a hacer, a abordar innovaciones educativas desde la praxis en diferentes países con diversos actores educativos.

Para diseñar el futuro de la educación no podemos preguntar al pasado, aunque este ejercicio era útil cuando el mundo era estable y la realidad sólida, pero se volvió arriesgado cuando se convirtió en líquida, e inútil cuando se ha vuelto volátil.

Tampoco podemos empezar a hacer realidad hoy la educación del 2050 sin un ejercicio de prospectiva, desde el análisis de las grandes tendencias del futuro. No podemos adivinar el futuro, pero sí conocer sus inercias y plantear escenarios para elaborar respuestas inteligentes en el presente.

En la construcción de una realidad tan multipolar como la educación no funcionan los consensos, porque el consenso supone un acuerdo de mínimos que en la práctica se traduce en dejar las cosas como están. Hemos de aceptar que la invalidez del consenso en determinados asuntos ha de ser suplida por un liderazgo apoyado en la autoridad de personas que gozan de prestigio internacional. Cuando no hay consenso posible, solo es posible avanzar desde el liderazgo.

Aunque el futuro es esquivo y va por libre, la única forma de encauzarlo es creando una visión acorde a sus tendencias, capaz de generar un nuevo relato que dé un sentido y significado histórico a la comunidad educativa y se haga cargo del estado de ánimo de la gente.

Los descontentos del presente, si se canalizan bien, a la postre son los logros del futuro; unos logros de los que toda la sociedad termina apropiándose y sintiéndose orgullosa (incluso aquellos que se opusieron abiertamente). Así ocurrió con el Primer Contrato Social de la Educación por el que se logró la educación gratuita y obligatoria, con el Segundo que extendió la formación universitaria, y ahora con el Tercer Contrato Social de la Educación que se está gestando en este momento para hacer frente a los grandes desafíos sociales, económicos, tecnológicos y laborales del siglo XXI.

Educación 2050 aborda desde la praxis un nuevo paradigma educativo,  superador del actual que está completamente agotado en sus planteamientos, estándares y varas de medir. Un modelo empecinado en unos parámetros obsoletos impuestos por organismos como la OCDE o los informes PISA.

Educación 2050 plantea respuestas prácticas a los desafíos de una nueva era, el Virtuceno, que está removiendo los cimientos mismos de la civilización y avanza imparable. Pese a la emergencia del coronavirus, las grandes tendencias del futuro siguen siendo las mismas, únicamente se ha acelerado su progresión en los ámbitos de la economía, la tecnología, el trabajo o la educación.

Educación 2050 no arroja datos ni cifras, no describe el mundo de la educación, sino que pone encima de la mesa las claves y acciones prácticas para transformarla.  El ejercicio de reunir la información, datos y cifras que avalan las tendencias son accesibles y fáciles de obtener a través de numerosas fuentes documentales que avalan el fracaso de un modelo agotado.
Nuestro propósito es construir los caminos, poner en práctica las experiencias y generar nuevas propuestas con las que los organismos internacionales, gobiernos e instituciones educativas puedan diseñar nuevas políticas públicas, programas y proyectos de innovación educativa.

Cuando hablamos de educación desde un enfoque holístico, el análisis se derrama e invade otros campos como el mundo de la tecnología, la economía, la filosofía o el trabajo, pues todos ellos están interrelacionados y forman parte de una misma realidad y unidad de acción. Por ese motivo tratamos el cambio educativo desde la óptica del mundo económico, laboral o tecnológico.

La educación a lo largo de la vida, el aprendizaje de competencias clave, el desarrollo de la creatividad, la innovación, el emprendimiento y el liderazgo como alternativa a un empleo cada vez más escaso, el desempleo estructural, los nuevos roles de los actores educativos… Son aspectos clave que se abordan en 2050 para avanzar un nuevo paradigma educativo, que es inmaduro aún y no tiene respuestas a todos los interrogantes que se plantean, por lo que convoca a la comunidad educativa internacional para construirlo entre todos.

No sabemos cómo va a ser el mundo del futuro pero sí sabemos qué competencias serán esenciales para que las personas construyan sus proyectos vitales, por ese motivo proponemos avanzar rápido y hacer cambios cuanto antes. No sabemos las necesidades que tendremos en 2050, pero sí sabemos las habilidades que necesitaremos para satisfacerlas.

Para comenzar a hacer realidad hoy la educación de 2050 necesitamos líderes de verdad, se precisa coraje y valentía política en los gobernantes. Tomar decisiones que pueden ser valoradas como impopulares por los adalides del cortoplacismo.

La educación necesita líderes que estén por encima de la miserable refriega política del día a día, líderes que piensen en las futuras generaciones antes que en las próximas elecciones, líderes que tengan un proyecto de país a largo plazo y una hoja de ruta educativa para hacerlo realidad.

Si aparecen dirigentes capaces de pensar en el futuro y comprometerse con el cambio, estaremos en la antesala de un nuevo estilo de hacer política y ante una gran oportunidad para la educación que puede ser bien valorada por los votantes.

Si las familias hacemos inversiones en la educación de nuestros hijos y  esperamos 20 años o más para esperar resultados ¿Por qué nuestros gobiernos no pueden actuar de la misma manera?

Para quienes quieran hacer el ejercicio de pensar a largo plazo y actuar de manera inmediata, Educación 2050 les aporta claves fundamentales.

Pensar la educación del 2050, la España del 2050 y el mundo Global de 2050 es un ejercicio que tiene sentido si empezamos a actuar hoy. Nosotros lo estamos haciendo y te invitamos a que te sumes.

 

Autor/a:    Casco Casco Juan Carlos –  Talavera Siles Telémaco

 

Editorial/Editor:          Emprendedorex © 2020

Año de publicación:    2020

País (es):                       España

Idioma:                         Español.

 

Descarga:      Educación 2050. Construyendo hoy la educación de mañana

 

Fuente  de la reseña:    http://juancarloscasco.emprendedorex.com/educacion-2050/

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Opinión: Es hora de enfocar la transformación profunda de la educación

Por: Xavier Aragay

Hace años que empezamos a reaccionar frente a un entorno que se va moviendo cada día más deprisa. Hemos leído libros, asistido a conferencias, realizado innumerables cursos de formación. Hemos dedicado muchas horas en largas reuniones del equipo de dirección o del equipo impulsor de la innovación, lo hemos comentado en muchas reuniones de profesorado. Hemos implementado cantidad de iniciativas de innovación en nuestra escuela o universidad. Incluso, tenemos un responsable de innovación educativa. Hemos invertido en tecnología y también quizás, en mobiliario o en cambiar espacios físicos. Y, sin embargo, tenemos la sensación de no terminar de despegar, de que esto no es lo que deseamos, de que nos falta mucho para llegar a un punto de inflexión y de cambio.

Incluso estamos física y psicológicamente cansados, estresados. Con un punto de saturación. Si esto dura mucho, ¿podremos aguantarlo? Pero sobre todo, ¿es este el camino que nos llevará a donde queremos llegar? ¿Podría ser mucho ajetreo para que nada importante y de fondo cambie?

Nos contaron que vivíamos en un “entorno VUCA” (Volatility, Uncertainty, Complexity and Ambiguity) y que debíamos reaccionar ante él. Pero ¿Y si esto no ha hecho más que empezar? El profesor Yuval Noah Harari, en su último libro, 21 lecciones para el siglo XXI, nos explica que estamos entrando de lleno en un entorno UTRU (Unprecedented Transformation and Radical Uncertainties) que podríamos traducir como que ya nos hemos situado en un mundo que va hacia Transformaciones sin Precedentes y Radicalmente Inciertas (TPRI en español). Tenemos un nuevo entorno, distinto, disruptivo, que nos lleva a un futuro incierto pero muy distinto. Como dice mi amigo y compañero Lluís Tarín: “El futuro no es lo que va a venir, está sucediendo ahora y podemos aprender de él”.

“Estamos ante un nuevo sistema operativo OS. Un nuevo paradigma de la educación”.

Aconsejo leer el libro que cito (especialmente el breve capítulo 19 en el que reflexiona sobre educación), así como las dos anteriores obras del autor (Homo Sapiens y Homo Deus). Sin embargo, no tengo suficiente espacio en este post para explicar las razones y la profundidad del cambio que nos plantea y que, con toda seguridad, vamos a vivir.

Me parecen especialmente relevantes los avances en biotecnología, en infotecnología, en la inteligencia artificial basada en algoritmos que aprenden por sí mismos y que son capaces de analizar cantidades astronómicas de datos en tiempo real, en un mundo globalizado y lleno de oportunidades y desafíos (o peligros, como se quiera ver) con unas fronteras cada vez menos claras entre el mundo físico y el mundo virtual.

“Estos cambios profundos, que en parte ya estamos viendo, se revelarán sobre todo en los próximos cinco o diez años y afectarán de lleno la forma como pensamos, vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Y por supuesto, afectarán de lleno a la educación”.

Si pasamos de ver nuestro mundo con una mirada en modo VUCA a verlo con una mirada en modo UTRU, y si nos convencemos de que la educación va a ser, sin ninguna duda, el sector de nuestra sociedad que más va a cambiar en los próximos años, coincidiremos en que no podremos seguir repitiendo o incrementando lo que hemos hecho hasta ahora en nuestra escuela o universidad para mejorar la educación. Va a ser insostenible y, además probablemente, no nos lleve a donde soñamos llegar. Podemos hacer un símil tecnológico para explicarlo mejor: no estamos frente a un tema de más y mejores aplicaciones (innovaciones pedagógicas), ni siquiera ante la necesidad de nuevas adaptaciones y puestas al día (e-Learning, TIC…). Estamos ante un nuevo sistema operativo OS. Un nuevo paradigma de la educación.

Este mes agosto he sido abuelo por primera vez. Es una muy grata experiencia vital. Dentro de unos años, mi nieta va a ir a la escuela y, si así lo decide, probablemente saldrá de la universidad más allá de 2040 (si es que la universidad continúa existiendo en una forma parecida a la actual) y cumplirá los 30 años cerca de 2050. ¿Cómo será el mundo en el que ella va a vivir y desarrollar su proyecto vital?

“Necesitamos que [los futuros estudiantes] sean personas equilibradas, creativas, con iniciativa, comprometidas, competentes, acostumbradas a enfocar y resolver problemas complejos e interdisciplinares de forma colaborativa”.

Es evidente que nadie lo sabe, pero ya intuimos que la simple transmisión de conocimientos, o incluso la enseñanza experiencial de competencias con una tutoría fundamentalmente grupal, no van a ser suficientes para ayudarla. Vamos a necesitar que ella y sus compañeros de promoción se conozcan profundamente, sepan cómo aprenden y, por tanto, se acostumbren a aprender de forma permanente, sepan e interioricen qué inteligencias tienen y expresan fuertemente, y qué pueden aportar a este mundo.

Necesitamos que sean personas equilibradas, creativas, con iniciativa, comprometidas, competentes, acostumbradas a enfocar y resolver problemas complejos e interdisciplinares de forma colaborativa. Que incorporen y normalicen que el cambio va a ser lo único permanente en su vida, que la reinvención continua va a ser su hábitat. Que se hagan una idea propia de cómo es el mundo y de qué quieren hacer en él. Y que sean libres, por tanto, de conducir su proyecto vital.

Es por esto que debemos cambiar de fase y pasar de la innovación activista y pensada de curso en curso (ojo, que seguramente nos ha venido bien hasta ahora hacerlo de esta manera, y además hemos aprendido mucho) a la transformación profunda de la educación (cambio de paradigma), en un proceso que va a durar algunos años y para el que hay que tener una mirada a medio y largo plazo. Un cambio de fase que debemos empezar cuanto antes. Debemos pararnos, visualizar y establecer un punto de llegada. ¿Dónde queremos que nuestra escuela o facultad esté dentro de cinco años? ¿Con qué cultura interna, con qué organización, con qué roles y espacios? ¿Qué metodologías y mecanismos didácticos disruptivos vamos a poner en marcha? ¿Cómo establecemos un relato del cambio y preparamos una sólida coalición para afrontar este cambio mucho más profundo que lo que hemos hecho hasta ahora? Y, lo más importante y que ocupa el primer lugar, ¿qué tipo de alumnos, de personas, queremos educar y ofrecer, por tanto, a este mundo tan cambiante?

En los últimos meses, muchos centros se han dirigido al equipo de Reimagine Education Lab con la sensación que describía al empezar este post. Andan desorientados, cansados, perdidos en lo inmediato, y nos han pedido ayuda para enfocar esta nueva fase de transformación profunda de la que hablamos.

Y lo estamos haciendo, estamos construyendo juntos, en base a nuestra metodología del proceso de transformación que denominamos RIEDUSIS, caminos distintos y flexibles (según la situación de cada centro o red de centros) para poder empezar otra fase.

Una fase más profunda, más en línea con los ecosistemas educativos que deseamos desarrollar para que los alumnos puedan crecer, madurar y seguir su proyecto vital acorde con los tiempos en que van a vivir. En esto andamos, con fuerza e ilusión. Y no podemos retrasarlo. ¿Cómo lo ves?

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/cambio-paradigma-educativo

Imagen: Gerd Altmann en Pixabay

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El modelo educativo que llega a Madrid: gratuito, sin horarios ni profesores y con trabajo seguro

Redacción El País

Desde septiembre 450 alumnos aprenderán programación con un exitoso modelo que ha importado Telefónica desde París.

Según Eurostat, en el sector de la tecnología trabaja un 2,4% de población ocupada en España, frente a una media europea de 3,5%. Una brecha enorme que es fundamental tapar. El problema es que muchos jóvenes ven la universidad como una pérdida de tiempo, ya que casi todo lo pueden aprender solos. Pensando en ellos —gran parte de los gurús tecnológicos españoles abandonaron las aulas antes de tiempo— la Fundación Telefónica importa a España Escuela 42, una exitosa fórmula gratuita para aprender programación como si fuera un videojuego pero acudiendo a un espacio que se comparte con otros compañeros y donde se celebran charlas y talleres. La metodología, gratuita, dura tres años y medio, no hay profesores ni horarios. La sede —se inaugurará en septiembre en la ciudad de Telefónica en Las Tablas (Madrid)— estará abierta todos los días de la semana y a todas horas. Cada cual irá a su ritmo, sin normas.

Hoy lunes el proyecto, que pretende conectar con el empleo del futuro, se ha presentado en la capital y se abre el plazo para inscribirse en las pruebas de acceso en su web. Quien pase la primera criba trabajará, en la segunda, durante 28 días en 14 proyectos que se llevarán a cabo en la «piscina», un espacio de Telefónica con colchonetas y duchas. La idea es empezar formando a 450 alumnos, pero con capacidad máxima de albergar a 900. Desde hace años muchas tecnológicas no echan un vistazo al currículum, sino que piden a los aspirantes al puesto que demuestren lo que saben hacer sentados delante de un ordenador. Adiós a la titulitis. Las entrevistas ya no las hace recursos humanos, sino técnicos que evalúan la capacidad de resolver problemas reales.

“La empleabilidad del siglo XXI requiere un nuevo modelo de aprendizaje debido a la imparable revolución digital”. Así ha explicado el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, el motivo de importar este modelo de formación. Antes vieron otros proyectos en 81 universidades y escuelas. El presidente reconoce que la tecnología va a acabar con millones de puestos de trabajo,pero recuerda que también va a generar muchos nuevos. Y ha dado una cifra: el 85% de los trabajos de 2030 no se han inventado todavía, según el informe Dell Technologies, dirigido por el Institute for the Future (IFTF). Entre 1970 y 2015, los ordenadores destruyeron en Estados Unidos 3,5 millones de puestos de trabajo a la vez que contribuyeron a crear 19,3 millones nuevos.

“Este sistema rompe el paradigma de la educación, el reglado no engancha a algunos perfiles. Aquí se aprende a aprender”, sostiene Luis Miguel Olivas, director de Innovación Educativa de la fundación. La metodología, basada en la gamificación y el igual a igual, se divide en 21 niveles y se basa en proyectos de diferentes ramas de la programación. Los primeros son comunes a todos los alumnos y luego cada uno encamina sus pasos hacia una especialidad: un lenguaje informático, ciberseguridad o sistemas. “Se trabaja de forma colaborativa, inter pares, necesitas a tus compañeros para resolver problemas y te corrigen las pruebas…Es 100% flexible e individualizado”, prosigue Olivas. Un equipo pedagógico en París ha creado 250 proyectos de aprendizaje que va actualizando constantemente.

De París, donde se presentan a las pruebas 50.000 aspirantes, esta academia saltó a otros lugares. La  academia existe en más de 10 países del mundo. Los primeros centros abrieron en 2013 en París y en Silicon Valley, en Estados Unidos. Después, la iniciativa llegó a Bélgica, Holanda, Marruecos, Sudáfrica, Moldavia, Ucrania, Rusia y Finlandia. Próximamente, además del nuevo centro de España, Fundación Telefónica también inaugurará una escuela en Sao Paulo (Brasil). “No queremos reinventar la rueda, sino traer lo que está siendo un éxito en otros países”, explica Álvarez-Pallete. La sede madrileña contará con espacios diáfanos para los ordenadores, salas de trabajo para reuniones y un auditorio para 150 personas. También tendrá salas de descanso y de ocio, una cafetería e incluso una sala de e-Sports.

La sede en Ámsterdam de Escuela 42.
La sede en Ámsterdam de Escuela 42.

En el acto ha estado presente Cath Madinier, que fue alumna de la escuela de París y ahora dirige la de Ámsterdam. Esta francesa, graduada en Administración de Empresas, no tenía ni idea de programación, ni siquiera había usado un Mac. Pero necesitaba un desafío intelectual y buscó y buscó en Internet hasta que dio con la Escuela 42 de París. Cuenta que su problema ahora es retener a los alumnos, porque en cuanto empiezan a hacer prácticas (a partir de un año) reciben ofertas de trabajo tentadoras. Cada estudiante recibe de media ocho propuestas de empleo mientras está en la escuela. «Si se quedan tendrán trabajos más interesantes y mejor pagados», promete Madinier.

La escuela se formuló para jóvenes de 18 a 35 años pero ahora se ha abierto a todas las edades, “la empleabilidad no entiende de barreras”. No se requieren conocimientos previos —una alumna de Ámsterdam no conocía la tecla de las mayúsculas, por ejemplo— ni titulaciones. Se garantizan prácticas y la fundación pretende que los alumnos hagan voluntariado. Telefónica abrirá paralelamente esta escuela en São Paulo y tiene en mente otras ciudades españolas. «No queremos que se homologuen los estudios porque entonces no se puede responder a la demanda de las empresas», subraya Olivas.

El director de Innovación Educativa, sin embargo, insiste en la importancia del profesorado como palanca de cambio para la incorporación de las tecnologías en la vida de los más jóvenes.

Iniciativas pioneras en la universidad

Hoy la estructura de la universidad pública hace inviable que compita con la oferta privada, y , más aún, si esta no es reglada. Los profesores hacen la memoria de un título, pasa por los órganos de gobierno de la universidad, lo supervisa el Gobierno autónomo, la agencia de evaluación ANECA emite un informe y cuando este resulta positivo, debe aprobarlo el Consejo de Universidades, autorizarlo la comunidad autónoma y al fin publicarse en el BOE. En total de año y medio a dos años para lanzar un título que se demanda desde hace cuatro.

El pasado marzo la Fundación Cotec para la innovación publicó un decálogo para reiniciar la universidad, que corre el riesgo de quedarse arrinconada, e insistía en los plazos. «Necesita un marco regulatorio flexible, que le permita incorporar con agilidad nuevas titulaciones, contenidos y estructuras. Solo así podrá responder a los cambios en igualdad de condiciones que otras instituciones educativas no formales (sociales y empresariales)», se afirma en el primer punto del listado dedicado a la flexibilidad.

Las universidades, conscientes de su alejamiento del mercado, tratan de acercarse con distintas iniciativas al sector. Por ejemplo, los alumnos de la Universidad Carlos III organizan desde hace siete años la feria T3chfest. A la última edición, celebrada en marzo, acudieron 35 empresas y 2.200 estudiantes (parte de ellos de FP).  «Nos dimos cuenta de que faltaba ver el mundo real, lo que reclamaban las empresas. La universidad se ha quedado un poco anticuada, te da la base pero el mundo de la tecnología cambia cada pocos meses y eso lo ves en la feria».

El grado de Ingeniería Multimedia de la Universidad de Alicante sigue la metodología del «aprender haciendo». De forma que los alumnos se enfrentan a proyectos por equipos. El alumno ha pasado allí a ser el centro del proceso de aprendizaje. O el grado de Educación Social de la Universidad de Barcelona es otro ejemplo. La facultad ha desarrollado itinerarios personalizados para cada alumno a través de un libro de contabilidad electrónico (parecido a una base de datos relacional) que puede ser compartido por muchos compañeros.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2019/06/03/actualidad/1559561918_484072.html

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El nuevo diseño del paradigma educativo de México

Redacción:  Heinz Dieterich

  1. La Ciencia ética como demiurgo

Diseñar un nuevo paradigma educativo para el México del Siglo 21 es una tarea para las mejores cabezas del país. Para ser más preciso, para los mejores científicos éticos, democráticos y patrióticos que se puedan encontrar. Se puede complementar ese grupo de diseño con un número de filósofos, pedagogos y artistas de todo tipo. Pero la hegemonía del grupo debe estar inequívocamente en manos de científicos críticos de vanguardia. Porque las innovaciones y aportes a la pedagogía y didáctica vienen hoy día de las neurociencias, la sicología aplicada y las ciencias de la información. Se requiere, en pocas palabras,  científicos interdisciplinarios comprometidos con la ética, la nación y la democracia o, en palabras del Libertador Simón Bolívar, gente de “moral y luces”.

  1. El Estado como decisor

Una vez terminada la propuesta, debe haber diálogo público. Sin embargo, la decisión final tiene que ser del Estado como representación institucional de la volonté générale(Rousseau)  –legitimada en México por un mandato popular del 53 por ciento– no de intereses particulares de sindicatos, padres de familia, denominaciones religiosas, intereses mercantiles de corporaciones transnacionales, del proto Estado global (OCDE, BM), de proyectos de ganancia de la educación privada o de intereses de dominación ideológica.

  1. La Clase académica dominante

Un obstáculo fundamental al diseño del nuevo modelo educativo del Siglo 21 para México, de por sí una tarea compleja, es lo que podríamos llamar la clase académica dominante. A nadie que trabaja en la ciencia se le escapa, que el mercado académico, particularmente en las llamadas ciencias sociales, es un mercado oligopólico opaco, controlado por pequeños grupos de caciques, mercaderes y burócratas, que administran las becas, las revistas que dan los puntitos para el tabulador salarial, los boletos para congresos internacionales y los ascensos dentro de las academias. Un peligro fundamental que hay que evitar, por tanto, consiste en convocar a los líderes oligopólicos (figurones) del mercado académico nacional para configurar el equipo de diseño. En otras palabras, hay que superar el difícil problema planteado por Marx en la Tercera Tesis sobre Feuerbach: “¿Quién educa a los educadores?”

  1. El origen de la clase académica

La clase académica dominante en las áreas sociales no es, por supuesto, resultado de los principios de meritocracia o democracia real. No son los Noam Chomsky, Sigmund Freud o Jean Piaget de la educación. No son los innovadores de paradigmas y hazañas científicas. Su poder se deriva de sus relaciones cercanas con los diferentes bloques y burocracias de poder del status quo. La mediocridad de nuestras facultades de ciencias sociales es el resultado inevitable de tal estructura política-educativa, que, por supuesto, no se resuelve con la imposición del modelo empresarial neoliberal. La economía política de una educación funcional y, al mismo tiempo, liberadora, requiere una complejidad mucho mayor a las simplezas, que sostienen el modelo del neoliberalismo y positivismo vulgar.

  1. Evaluación y bolsa de valores

Si se quisiera importar alguna institución del mercado a la educación, sería el equivalente funcional de la bolsa de valores. Esto en aras de la evaluación en tiempo real, del performance measurement y management.  La bolsa de valores es, sin duda, la innovación cibernética más eficiente que el capitalismo moderno ha aportado a la crematística de mercado, porque permite el diagnóstico y la intervención correspondiente minuto a minuto sobre las instituciones empresariales, en tiempo real y sin mayor burocracia. La incapacidad del Socialismo del Siglo 20 para diseñar un instrumento de performance measurement  y management (medición y mejoramiento de rendimiento) de similar eficacia, constituyó un déficit estructural de la economía centralmente planeada y administrada. Algo semejante sucede en la educación superior hoy día, cuyos instrumentos sirven más para la dominación de los trabajadores mediante un Taylorismo vulgar, que a la evaluación objetiva y formativa.

  1. Ciencias sociales sin Ciencia

Quizás la tragedia mayor en las “ciencias sociales” es, que en muchas facultades no existe una cultura científica real. Con décadas de enseñanza de metodología y epistemología científica en diferentes instituciones de educación superior del país me parece absolutamente legítima la inferencia, de que muchas, si no la mayoría, fallan a su razón de ser. La función analítica de la universidad consiste en producir nuevo conocimiento objetivo y la única manera de hacerlo es mediante el uso del protocolo científico. Es decir, mediante un procedimiento de cinco pasos lógico-dialécticos que permiten la intelección objetiva de la realidad y que, por lo mismo, rigen el quehacer de todas las ciencias empíricas a escala universal. Pero sucede, que la mayoría de los maestros que imparten la materia de metodología en “ciencias sociales” no la dominan. Y, obviamente, no se puede enseñar adecuadamente, lo que no se domina. El resultado de esta deficiencia es que una generación tras otra de estudiantes se gradúa, sin dominar el quehacer básico de su profesión, la investigación. De esta manera, se perpetua la cadena de mediocridad, confusión y eclecticismo vis-a-vis la cultura científica hacia el futuro.

  1. Imperativos formativos del nuevo modelo

La macroestructura del nuevo paradigma de educación mexicana se deriva con claridad de las dos funciones esenciales, que todo sistema educativo nacional debe cumplir: 1. convertir el recién nacido, un ente “perverso polimorfo” en términos de Sigmund Freud, en un sujeto racional y ético capaz de integrarse a los estándares nacionales de comportamiento y, 2.  Generar los cuadros de trabajo que requiere la estructura productiva, distributiva y de servicios del país. No tendría sentido, por ejemplo, que un pequeño país agrícola exportador de plátanos, como Honduras, tuviera grandes instalaciones educativas para la formación de astrofísicos. Al igual, para Alemania sería exótico, mantener una gran planta de investigadores para la producción de plátanos. En este sentido, la planta educativa es una función dependiente del papel del país en la división internacional del trabajo.

  1. La nueva estructura curricular

Tomando en consideración el conjunto de factores subjetivos-objetivos mexicanos, hemisféricos y globales, que forman el eco-sistema en que se reproduce la nación, el punto de partida del nuevo modelo educativo tiene que ser la identidad mexicana. A su comprensión científica, no ensayística o filosófica, seguiría el análisis de las cinco grandes identidades regionales latinoamericanas, con sus subsistemas nacionales y locales. Las condiciones naturales, tecnológicas, sociales e institucionales del país formarían el segundo set de variables que determinarían el nuevo modelo para el Siglo 21. El poder y la situación geo-estratégica de México entrarían en el diseño como tercer conjunto formativo, para determinar los grados de libertad y desarrollo que tiene el país a su disposición. Finalmente, los modelos educativos históricos de la Patria Grande deben estar presentes en la reflexión-construcción y, por supuesto, el debate de los dos grandes paradigmas educativos mundiales: el de Singapur (Japón) o el de Finlandia.

  1. La llave del éxito

Diseñar la nueva estructura educativa es una tarea compleja, pero se puede resolver sin mayores problemas con los conocimientos científicos actuales. La llave del éxito está en la Tercera Tesis sobre Feuerbach. ¿Será el gobierno capaz de escoger las cabezas pensantes que requiere esa tarea trascendental?

Fuente: https://aristeguinoticias.com/1010/mexico/el-nuevo-diseno-del-paradigma-educativo-de-mexico-articulo/

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Paraguay: La nueva escuela: formación sin exámenes, sin tabúes y con debates

Paraguay/05 de Mayo de 2018/Hoy

Mientras la reforma educativa en Paraguay sigue tropezando con cuestiones ideológicas y religiosas, se erige una nueva escuela. Una modalidad busca sacar lo mejor de chicos y jóvenes y priorizar las relaciones personales para darles armas que les sean útiles para el mañana.

“Los padres quieren darle a los chicos lo que no tuvieron ellos pero en realidad lo que tienen que hacer es pensar en el futuro”. Esta reflexión fue una de las tantas que el director del espacio comunitario de aprendizaje del Centro para el Desarrollo de Inteligencia Luis Fernando Ramírez dijo al equipo de HOY Digital que fue a recorrer la sede.

La nueva visión pedagógica del siglo XXI promueve el aprendizaje de los alumnos en tres corrientes pedagógicas que son: las inteligencias múltiples, el desarrollo del pensamiento y el desarrollo de las emociones.

En la nueva escuela no existen aulas, hay espacios de aprendizaje que son ocupados por los alumnos de acuerdo a la necesidad que tienen. En todos ellos se desarrolla el aprendizaje colaborativo. Todo sin dejar de lado las responsabilidades ya que los estudiantes tienen un tiempo determinado para entregar su tareas.

La modalidad educativa rompe con el paradigma de la educación actual y este podría ser un factor de retroceso para padres tradicionalistas. Ramírez dijo al respecto que el trabajo más importante es el que involucra a los padres. Dijo que ellos van hasta el centro educativo a dar clases, a informarse y tienen una participación activa para que sepan de qué se trata y qué están aprendiendo sus hijos.

La directora académica Patricia Talavera, expresó que la nueva escuela tiene espacios de conversaciones donde se discuten, se comparten sobre distintos temas y también cuenta con sectores de relajación.

Allí se reduce a un mínimo el trabajo individual y se deja de lado el aprendizaje de memoria para dar paso a lo grupal y a las lecciones vivenciales. Tampoco hay exámenes, los chicos debaten sobre una teoría -por ejemplo, científica-, sus argumentos son evaluados por docentes y por expertos invitados. Los chicos se preparan como si vayan a dar un examen tradicional solo que la evaluación es distinta.

Con respecto a temas considerados tabú por sectores conservadores de la sociedad como las relaciones sexuales y el uso de drogas, Talavera expresó que se trabaja con el autoestima de los chicos para saber qué quieren. “La educación sexual no se da en una clase teórica, se forma al chico desde temprana edad en los fundamentos de su persona”, expresó. El tema drogas no se aborda en las clases de educación sanitaria sino que se conversa sobre cómo se debe enfrentar situaciones relacionadas en la calle, en una fiesta o simplemente entre compañeros.

Antes de empezar la jornada educativa, los chicos realizan actividades físicas durante 45 minutos. En ese lapso de tiempo el cerebro libera serotonina y consigue un máximo nivel de rendimiento para iniciar el proceso de aprendizaje.

Existe un aula dentro de la nueva escuela que tiene sillas que se hamacan. Luis Fernando Ramírez explicó que gracias al movimiento el alumno se concentra y aprende. “Cuando te estás moviendo tu cerebro se tranquiliza. Tenés más oportunidades de aprender. Es la mesa favorita de todos”, sostuvo.

Estos son solo algunos de los aspectos que la nueva escuela ofrece a los alumnos. Lejos de cualquier influencia negativa de las estructuras educativas convencionales y de debates sobre una reforma educativa que no llegan a consenso, hay alumnos que se explotan su parte humana. La idea es demostrar que un joven con desarrollo físico y mental puede ser más útil que una máquina, la cual va a ser su principal competencia, en un futuro cercano.

 Fuente: http://www.hoy.com.py/nacionales/la-nueva-escuela-sin-examenes-sin-tabues-y-con-debates-forman-a-los-alumnos
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Desafíos en educación

Por: Ricardo Paredes

El efecto de la tecnología en el trabajo es parte de una discusión incipiente, pero no instalada en la política pública. Según Mckinsey, en breve la tecnología reemplazará hasta el 80% de los trabajos como los conocemos y casi todos mutarán. El cambio en las demandas de competencias y la diversa capacidad de adaptación a ellas, en parte por la heterogeneidad del sistema educativo, podría producir una fractura social insospechada.

Para limitar la agudización de la desigualdad y pobreza, es urgente prepararse para el cambio. Debemos replantear el sistema educativo a las necesidades productivas, lo que está en línea con las aspiraciones de mayor inserción social y cultural. La literatura respecto de las “competencias del siglo XXI” destaca la comunicación efectiva, el trabajo en equipo y el pensamiento crítico, lo que implica cambiar la forma de enseñar, pasando de transmitir contenidos a formar en habilidades y competencias. Con ellas las personas podrán “separar la paja del trigo”, descartar información falsa, cuestionar argumentos, generar los propios y comunicarlos. Ello es la esencia de la capacidad de aprender por uno mismo, de reinventarse, de participar activamente en la sociedad.

Sabemos que el mundo cambia tan drásticamente, que la enseñanza de un oficio acotado a lo práctico tiene un plazo corto de validez. Y que la adquisición de competencias a través del autoaprendizaje, de módulos específicos a lo largo de la vida se favorece cuando existen competencias genéricas, particularmente la del pensamiento crítico. Existe también consenso que el modelo actual es ineficaz para desarrollar estas competencias y que la pedagogía casi no se ha adaptado para abordar el desafío.

Pasar de un aprendizaje basado en conocimientos a uno basado en competencias requiere de un cambio en la forma de enseñar y de competencias de los maestros y algunas experiencias del sector técnico profesional tienen mucho que aportar. Éstas muestran que estudiantes poco adaptados para la clase tradicional pero ávidos de aprender, se adaptan fácilmente a la enseñanza por desafíos; que alumnos que muestran falencias en métodos de enseñanza abstractos, tienen enorme capacidad para llegar al mismo aprendizaje a través de experiencias prácticas y que la mayor dificultad de un cambio radica en transformar a los profesores.

Un sistema que integre formalmente dichas competencias requiere de su medición. La literatura que diagnostica pensamiento crítico en educación es escasa, con muestras pequeñas aplicadas al mundo desarrollado y a nivel escolar. Prácticamente no existen mediciones de pensamiento crítico en educación superior, excepto la que dice que la capacidad de comprensión lectora y el lenguaje son claves en su desarrollo.

En Duoc UC estamos abordando el desafío de medir pensamiento crítico, para luego seguir la mayor tarea de mejorarlo. Sabemos que flexibilizar es particularmente difícil desde la universidad, por lo que una buena experiencia en el mundo técnico profesional puede permitir un salto en el paradigma educativo actual, fundamental para el desarrollo futuro.

Fuente: http://www.latercera.com/opinion/noticia/desafios-en-educacion/136701/

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La escuela en el limbo

Por: José María Agüera Lorente

Henos aquí un curso más ante un panorama de incertidumbre con perspectiva de prolongarse por tiempo indefinido a la espera de ese pretendido pacto de estado por la educación. Ya lo padecimos el pasado año académico, cuando de la caja de Pandora de la última ley educativa parida por el ministro Wert sin consenso, la LOMCE (Ley orgánica de mejora de la calidad de la educación… ¿Sarcasmo involuntario?), salieron todos los males concretos derivados de la politización de una institución fundamental en todo Estado democrático y de derecho, por cuanto tiene entre sus funciones la de corregir desigualdades y, por ende, contribuir de modo primordial a la convergencia social. El curso pasado los profesores, alumnado y familias no supimos hasta bien superada la mitad de su duración qué se iba a hacer con la dichosa PEBAU (prueba de evaluación del bachillerato y acceso a la universidad) diseñada, en principio, de acuerdo con el marco de la LOMCE, como instrumento de estandarización de la educación de masas no declarado como tal; se trata de asegurarse el control político del mecanismo de ingeniería social seguramente más potente.

En su libro Escuelas creativas, de hace dos años, el experto en educación Sir Kenneth Robinson denuncia lo que él llama «movimiento de normalización», un proceso de iniciativa política habitualmente centralizado en los ministerios de educación de los diversos países puesto en marcha con el propósito de llevar a la institución de la educación por el buen camino que conduce al éxito, el cual se certifica según criterios pertenecientes a un paradigma ya obsoleto hace varias décadas a juicio del mencionado experto puesto que responde a los valores y fines socio-económicos de una realidad histórica pretérita y sin vigencia alguna en el tiempo de la llamada por el difunto Zygmunt Bauman modernidad líquida. La normalización de los estándares educativos es la respuesta política espasmódica ante las ineludibles incertidumbres que son su esencia. Mediante ella se pretende asegurar unos mínimos de calidad educativa en todos los niveles académicos y en todos los diversos centros de un territorio según directrices rígidas establecidas por una autoridad educativa central y utilizando como instrumento procedimientos de evaluación en los que los exámenes son decisivos; el caso de la antes mencionada PEBAU en nuestro país.

En lo que se refiere a la enseñanza –y cito a Robinson–: «el movimiento de normalización prefiere la instrucción directa de información objetiva y de competencias y la enseñanza frontal a las actividades de grupo. Se muestra escéptica con la creatividad, la expresión personal y las formas de trabajo no verbales y no matemáticas, así como con el aprendizaje a través de la exploración y del juego imaginativo»; por lo que respecta a la evaluación –y vuelvo a citar– «da prioridad a los exámenes académicos escritos y al uso generalizado de preguntas tipo test para que las respuestas de los alumnos puedan codificarse y procesarse con facilidad». Es el taylorismo implantado en la escuela.

Este movimiento de normalización es un elemento principal del paradigma que Robinson viene denunciando desde hace años, no sólo por escrito, sino en conferencias accesibles en internet y en sus trabajos de asesoramiento educativo, y que se caracteriza por pecar de excesivo academicismo y de un cierto clasismo. Aunque nuestra sociedad requiere de mucha gente formada en diversos oficios muy necesarios –ya saben: fontaneros, electricistas, técnicos informáticos…– para nuestra calidad de vida la escuela no atiende suficientemente su promoción y la formación en los mismos. Esto se ve claramente en nuestro país y particularmente en la región de Andalucía, donde cada provincia –cada provincia– tiene su propia universidad, con la alta exigencia de recursos que ello implica, mientras que los estudiantes que quieren formarse profesionalmente en un determinado oficio se ven obligados a desplazarse a veces a gran distancia de sus hogares si quieren cursar un ciclo de formación profesional que, si es muy demandado, siempre estará escaso de oferta. Porque todavía sigue vigente, en gran medida y también en las instancias políticas, la creencia según la cual «los chicos listos van a la universidad» y los «torpes» deben dejar de estudiar para buscar trabajo u optar por el premio de consolación, que es la formación profesional para aprender un oficio. ¿Por qué, si no, se iban a llamar a los estudios universitarios «educación superior»? Ese calificativo de «superior» contiene una muy significativa carga valorativa y de estatus social. Estoy de acuerdo con Ken Robinson cuando sentencia en su libro: «Ese sistema de castas que favorece los estudios académicos sobre los técnico-profesionales es uno de los problemas más corrosivos del mundo de la educación». La razón se la da el economista y profesor en Cambridge Ha-Joon Chang en su libro titulado 23 cosas que no te cuentan del capitalismo cuando habla de inflación de títulos universitarios, y denuncia una «dinámica malsana» en los países de ingresos altos y medios-altos (como el nuestro) que pueden permitirse ampliar sus universidades, justificándolo en que la educación superior tiene un efecto directo positivo en su progreso económico. No es así. Como prueba de falsación de la creencia en el poder de la educación superior para incrementar la productividad y la riqueza de un país el profesor Chang presenta lo que él denomina «la paradoja suiza». Suiza, uno de los países más ricos e industrializados del mundo, presenta desde hace tiempo un índice de universitarios –que se ha elevado últimamente– notablemente inferior a otros países más pobres, como Corea del Sur: un 43% frente a un 67%, respectivamente. Para este heterodoxo economista las universidades no tienen por función principal proporcionar a los individuos conocimiento productivos, sino determinar dónde se sitúa cada persona dentro de la jerarquía laboral; se trata principalmente, pues, de una función de clasificación (sorting). La posesión de un título universitario por parte de una persona es en la práctica un indicador para los posibles contratadores de que es alguien más inteligente, disciplinado y organizado que quienes no lo tienen. O sea, que cuando una empresa da trabajo a alguien que no tiene experiencia previa lo hace por las mencionadas cualidades generales, no por sus conocimientos especializados que –como sabemos bien en nuestro país– a menudo no guardan relación con las tareas a desempeñar. Las destrezas específicas para cada puesto laboral suelen ser adquiridas mediante la práctica en el mismo ámbito concreto de trabajo. La consecuencia es que los grados universitarios en su mayoría pierden valor a efectos de acceder a un empleo de calidad, porque el número de titulados ha superado ese umbral crítico a partir del cual tales titulaciones dejan de marcar la diferencia. Entonces entramos en el mercado de los másteres, que es el siguiente escalón en la jerarquía de estatus en el ámbito de la formación; es decir, que ahora para destacar es necesario un máster o incluso un doctorado, aunque a juicio del profesor Chang el contenido en productividad de esos títulos de posgrado es mínimo en lo que respecta a los posibles trabajos. Su conclusión es contundente: «al menos la mitad de la educación universitaria (…) se “malgasta” en el juego de suma cero del sorting».

Que la educación marca la diferencia desde el punto de vista del estatus lo saben muy bien los ultrarricos –el 1% superior del espectro de la distribución de la riqueza–. Por esto suelen procurar para sus hijos el mejor colegio a la edad más temprana. Antonio Ariño y Juan Romero, coautores del libro La secesión de los ricos, llaman a esto «guerra darwinista» por conseguir la mejor educación para la prole a la edad más temprana. Diversos estudios por ellos aludidos demuestran ese «darwinismo educativo» en el ámbito global; no importa el país de origen de las familias de la élite mundial que buscan llevar su prole a los mejores centros del planeta. Así se tiende a crear progresivamente un sistema educativo global de escuelas secundarias y universidades jerarquizado en función de las demandas de las superélites. Este fenómeno es congruente con la ideología de la meritocracia mediante la que se legitima moralmente un sistema que perpetúa las desigualdades estructurales. Además, el interés de los ultrarricos (los multimillonarios que disponen de más de un millón de dólares para invertir) por esa educación de élite tiene que ver con el capital relacional. Éste es esencial para que los grupos de poder mantengan su reserva endogámica; consiste en el cultivo de las relaciones sociales entre aquellos individuos de semejantes estatus, ideología e intereses, solidarios los unos con los otros en la tarea de mantener su situación de privilegio. Ese capital se empieza a adquirir y acrecentar en esos centros educativos de prestigio internacional. Allí los hijos de los más importantes se codean con los mismos de su clase para cultivar las relaciones necesarias entre ellos para salvaguardar su estatus generación tras generación (a este respecto me viene a la memoria un programa de Salvados dedicado a colegio de El Pilar de Madrid que es un inmejorable botón de muestra de lo que aquí exponemos).

Por su parte, las mayorías sociales que parten con desventaja en la línea de salida de la carrera por lograr la mejor posición en la jerarquía de estatus tienen en la educación pública de calidad su mejor –y prácticamente única– baza. Se puede decir sin miedo a exagerar que se trata de una institución con un significativo valor político por cuanto su situación condiciona el futuro de generaciones. Esa brecha entre el mundo de los centros educativos internacionales de prestigio y la en muchos casos depauperada escuela pública impide la corrección de la creciente divergencia económica y perjudica la dinamización de la fluidez social. Lo resumen muy bien los profesores Ariño y Romero con estas palabras: «La educación debería ser el valor más democrático que existiera, en vez de la principal fuente de desigualdad; es el único ascensor disponible para los que menos tienen, aunque sea el ascensor de servicio. Las grandes desigualdades se fraguan en el desigual nivel de acceso a una educación de calidad».

Pero la educación se encuentra en el limbo por así decir, ese no lugar que no lleva a ninguna parte inventado por los teólogos para las almas de los niños que murieron pendientes de bautismo; sobre todo en nuestro país, pero no sólo pues a todos afecta esa cultura de la modernidad líquida identificada por Zygmunt Bauman. Su crisis institucional perjudica su esencia de arte, que esas dos dimensiones definen lo que la educación es. Es arte, pues tiene un componente creativo, y más precisamente constructivo o formativo. Los alemanes lo llaman «Bildung», que se podría traducir por configuración ya que el término proviene de la palabra «bild», que significa imagen o figura. Y está bien dicho, porque la educación configura, da forma –es decir, convierte en acto, poniéndonos aristotélicos– a las potencialidades de la humana naturaleza. Se trata de alcanzar mediante la educación el perfeccionamiento en el logro de un ideal, el de la humanidad. Ahora bien, para ello –y a juicio del ya referido Ken Robinson– los gobiernos han de abandonar un paradigma educativo ya obsoleto, fundado sobre los pilares de la industrialización y la supremacía de los valores estrictamente intelectuales. Este modelo, tradicionalmente protegido por las instancias políticas, se parchea y se vuelve a parchear, como en nuestro país, mediante leyes que en ningún caso lo cuestionan en lo esencial. Su diseño responde al objetivo de crear personas conforme a determinados conceptos de talento y necesidad económica, y es inevitable que produzca ganadores y perdedores. Una verdadera transformación del paradigma educativo requiere una nueva manera de pensar, como dice Ken Robinson: «Si concebimos la educación como un proceso mecánico que sencillamente no funciona tan bien como antes, es fácil concluir que tendríamos que repararlo, de que si lo retocamos y normalizamos como es debido, funcionará de forma eficaz y a perpetuidad. (…) la educación no es un proceso industrial, sino orgánico, por mucho que algunos políticos se empeñen en lo contrario. La educación trata con personas vivas, no con cosas inanimadas».

¿Suena utópico? Quizá, pero Ken Robinson es muy consciente de que la educación de masas siempre ha tenido fines económicos. Ahora bien, éstos deben estar en consonancia con las exigencias de cada época, y las del siglo XXI no son obviamente las del XIX del paradigma educativo aún vigente en gran medida. La consecución de los fines económicos actualmente exige cultivar la gran diversidad de talentos e intereses de los jóvenes para lo cual hay que otorgar la misma importancia tanto a los estudios académicos como a los técnico-profesionales. Una compañera profesora del ciclo de formación profesional de imagen y sonido, Cristina García Jaramillo, escribía un texto hace un año, tras su visita a Finlandia por ser partícipe en un proyecto educativo europeo, al que puso por título «España y Finlandia: resignación y confianza, dos modelos educativos». Esta colega pudo constatar in situ cómo la actualización del paradigma educativo es un hecho en ese país, lo que también reconoce Ken Robinson en su libro. En efecto, confianza en los diversos talentos de los alumnos y confianza en todo lo bueno que puede derivarse de la libertad creativa de los profesores, de su arte docente, sin vigilancia política de parte de ningún cuerpo de inspectores, dándole importancia no a los exámenes sino a crear las condiciones idóneas para el aprendizaje autónomo de los jóvenes, con flexibilidad en los horarios y espacios acogedores, con una protección política decidida de la conciliación de la vida familiar y laboral que libere a las escuelas de su papel (que también lo tiene aunque no se reconozca oficialmente) de meras guarderías de niños y adolescentes, de modo que las familias puedan ser efectivamente las principales responsables de la educación de sus hijos.

Mientras tanto, en nuestro país, muchos padecen la resignación que contagia una educación que sigue en el limbo. ¿Hasta cuándo?

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232425

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