Reseña de Película: Educación y transformación social en África.

La llegada del cine a África se produce de manera simultánea al instante de consumación de la colonización europea del continente: el reparto de África entre las mayores potencias coloniales occidentales en la Conferencia de Berlín de 1884-1885. El lenguaje universal del nuevo medio resulta idóneo para educar y civilizar a unas poblaciones en su mayor parte analfabetas y con una multitud de lenguas maternas. Desde fechas tempranas, el cine será empleado por las instituciones coloniales y por misioneros de credos diversos en su «misión civilizadora» y de progreso. De manera paralela, las películas producidas en territorios africanos para el público extranjero muestran la realidad del continente y de sus gentes siguiendo un planteamiento etnográfico, exótico y paternalista.
Cuando, en la década de los sesenta del siglo XX, nacen los cines africanos per se (películas realizadas por africanos en África sobre temas y realidades africanas) su idoneidad como instrumento de educación de la población local y medio de representación de las historias silenciadas por el discurso oficial de los colonizadores es incuestionable. Este doble proceso de educación para nativos y extranjeros caracteriza a buena parte de las películas de África hasta la actualidad, convirtiéndose en una peculiaridad que las diferencia de otras cinematografías centradas en mayor medida en el entretenimiento (Hollywood, Bollywood y el cine asiático, entre otros).
Los cines africanos, íntimamente ligados a los procesos de liberación e independencias nacionales, surgen en el clima internacional de las «Nuevas Olas» cinematográficas, del «Tercer cine» latinoamericano y de la Guerra Fría, aspectos que influyen notablemente en los temas tratados, en los géneros elegidos y en su forma y narración fílmicas.
Hasta los años 80, dentro del ambiente revolucionario de mediados del siglo pasado, una facción importante del cine en África clamaba por convertirse en esa «escuela de noche» por la que apostaba el senegalés Sèmbene Ousman (el «padre del cine africano») y que se encargaría de tomar el relevo a la literatura y a los intelectuales en la labor de educar a sus conciudadanos. Hasta los años 90, un gran número de películas africanas se centraron en la creación de un discurso alternativo al occidental con una fuerte carga político-ideológica de izquierdas. Hoy en día, si bien el documental sigue realizando esta labor educativa e informativa y existe un grupo de cineastas que confían en el cine como medio idóneo de cambio y transformación social (con Abderrahmane Sissako, Med Hondo, Haile Gerima, Raoul Peck y Jean-Marie Teno a la cabeza, a los que se unen jóvenes directores del Magreb y el Máshreq), estamos asistiendo a un cambio desde la ficción, con películas donde prima el disfrute del público y la experimentación formal, en las que la ideología progresista es inexistente o apenas visible, y cuyo blanco es el público internacional. Frente a esta tendencia se posiciona la industria del video de Nigeria (Nollywood) la cual, bajo su apariencia de mero entretenimiento, esconde un claro interés moralizador y educativo para su creciente y dilatada audiencia.
Estos y otros aspectos son los abordados, a través del cine, en la conferencia titulada «Cine, educación y transformación social en África», impartida por Beatriz Leal Riesco, del African Film Festival NY Inc. (New York, USA), de la Universidad de Vic (Barcelona, España), desarrollada el día 26 de febrero de 2014 en el Salón de Actos de la Facultad de Educación de Palencia (Universidad de Valladolid), enmarcada en el III Seminario de Pedagogía de Ágora de Educación (octubre de 2013 — mayo de 2014), que lleva por lema Democracia, desarrollo y educación.

Fuente: https://youtu.be/9O8A0oPUPRY

Imagen: http://seda21.files.wordpress.com/2014/03/leal-riesco-beatriz.jpg?w=500

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Educación superior gratuita, el fin de un mito.

Los derechos sociales universales no sólo abren las puertas para un gasto insostenible que termina perjudicando a todos los ciudadanos, sino que son  contrarios al gasto focalizado en los más desaventajados.

Por: Axel Kaiser.

El año 2013 escribí una columna sosteniendo que la educación era un bien económico y no un derecho. La tormenta que desató fue considerable pero todo lo que la columna afirmaba era que la educación costaba dinero esa es la definición de un bien económico y que nadie tiene un derecho al dinero ajeno.

Sostener lo contrario significa decir que la educación no tiene costo alguno y negar la propiedad privada, pues obviamente usted tiene derecho sobre los frutos de su trabajo sólo si puede excluir de ellos al resto aunque los demande para educarse. Cuando sus promotores dicen que los derechos “sociales” son el camino para construir el socialismo están precisamente reflejando la idea de que estos son incompatibles con la propiedad privada y el mercado.

Ahora bien, ¿qué ha pasado desde 2013? Pues, los que advertimos que prometer educación gratuita para todos era demagógico, porque nada es gratis, nos hemos visto reivindicados por la dura realidad, a saber, que los recursos son escasos. A los liberales, esta verdad insoslayable nos lleva a concluir que los recursos deben destinarse a aquellos que más los necesitan vaya inmoralidad-. Esa es una de las razones por las que rechazamos la idea de derechos “sociales” universales, pues estos no sólo abren las puertas para un gasto insostenible que termina perjudicando a todos los ciudadanos, sino que son esencialmente contrarios al gasto focalizado en los más desaventajados.La educación superior gratuita, por lo mismo, lejos de ser un derecho “social”, es, si se quiere, un derecho “antisocial” porque en lugar de beneficiar a los más desvalidos da privilegios a un grupo ya aventajado de la población, que invierte en su capital humano a costa de impuestos que pagan todos los demás y que otros necesitan de modo más urgente.

Esto no significa que no debiera haber becas para alumnos talentosos de escasos recursos, por supuesto, sino que la idea de derecho “social” universal como condición de ciudadano en realidad lo que consigue es crear una clase privilegiada que camufla sus privilegios bajo el concepto “social”. Porque, ¿qué se reclama en realidad con educación superior gratuita si no es lucro unilateral, es decir, un bien que beneficia al estudiante sin que éste dé nada a cambio? Así, vaya paradoja, los grandes críticos del lucro se convierten en sus principales receptores exigiendo que el Estado se los garantice a expensas de otros. Precisamente por eso la literatura económica señala que la educación superior gratuita es regresiva y genera desigualdad.

La figura del derecho “social” sin duda suena bien y es emocionalmente atractiva como tantas ideas socialistas. ¿Quién podría oponerse a un derecho llamado “social” salvo un desalmado “neoliberal”?

Lo cierto es que analizada fríamente se trata de una ficción conceptual que logra todo lo contrario a lo que se propone: desigualdad en lugar de igualdad, exclusión en lugar de inclusión, privilegio en lugar de cancha pareja. Pero lo peor, además de crear una corrosiva mentalidad paternalista donde el Estado se encarga de nuestras vidas, es que, en la lógica de los derechos “sociales” sólo el Estado puede proveer cuestiones como la educación, ya que de lo contrario emerge desigualdad y eso, según la teoría comentada, es incompatible con la condición de ciudadano, la que por definición debe ser igualitaria. Así desaparece la libertad de elegir dejándonos a merced del control estatal en las áreas más sensibles de nuestras vidas, todo en nombre de la igualdad.

En suma, tanto la realidad económica, que ha destrozado la fantasía de la educación superior gratuita universal, como el resguardo de la libertad de elegir, exigen que abandonemos el mito de los derechos “sociales”, universales y garantizados.

Fuente: http://tiempo.hn/educacion-superior-gratuita-fin-mito/

Imagen: http://i2.wp.com/otrasvoceseneducacion.org/wp-content/uploads/2016/05/Foto-educacion-gratuita.jpg?resize=526%2C384

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