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Entrevista a Carlos Angarita «Las ciencias sociales y la teología deben seguir nutriéndose del pensamiento de Marx»

Presenta: La Tiza

La Tizza presenta una entrevista realizada a Carlos Angarita, especialista reconocido en temas de crítica a la religión, teología de la liberación y un exponente del pensamiento crítico y el marxismo en América Latina por nuestra compañera Yohanka León del Río, investigadora del Instituto de Filosofía de Cuba. La entrevista, publicada originalmente en las páginas de la Revista Cubana de Filosofía, fue cedida con gentileza para nuestra comunidad de lectores.

En la conversación se abordan temas de indudable interés para La Tizza como son: la situación actual en el hermano país de Colombia; el ascenso de la derecha en la región nuestramericana; el papel de las religiones, en especial las de origen cristiano, en la conformación del sentido común en nuestros países y sus implicaciones en el terreno político; la vigencia de los postulados esenciales de la Teología de la Liberación y el rescate del pensamiento marxista en la comprensión y transformación revolucionaria del continente.

En el contexto actual que vive Cuba, con la presencia cada vez mayor de ideas reaccionarias y agrupaciones que desafían el carácter laico del Estado cubano, una visión revolucionaria sobre la teología deviene un aporte invaluable. El llamado a ejercitar el ejercicio de pensar — sin rendundancia — con que cierra la entrevista rinde un explícito homenaje a nuestro Fernando Martínez Heredia.

Agradecemos a la Revista Cubana de Filosofía su iniciativa de compartir este valioso testimonio.

En el mes de abril de 2018, recibimos en el Instituto de Filosofía al Dr. Carlos Angarita profesor de la Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia. No es la primera vez que el profesor Carlos Angarita visita Cuba. Ha participado activamente en dos ediciones del Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios. En el 12º Taller celebrado en enero de 2017, tuvo una significativa participación. En aquel momento expuso cómo fue boicoteado el referéndum por la paz en Colombia por el maridaje conservador y reaccionario de la oligarquía apátrida, los poderes económicos proimperiales colombianos, las fuerzas paramilitaristas y el fundamentalismo pentecostal de la teología de la prosperidad.

En esta ocasión, la Cátedra de Pensamiento Crítico «Franz Hinkelammert» del Instituto de Filosofía y la Revista Cubana de Ciencias Sociales aprovechan su presencia en Cuba para invitarlo a conversar sobre el proceso de paz en Colombia y los desafíos de la teología de la liberación para la integración emancipadora de Nuestra América. Ha sido una oportunidad invaluable conversar con un especialista reconocido en temas de crítica a la religión, teología de liberación y un exponente del pensamiento crítico y el marxismo en América Latina.

Conocedor profundo y continuador creativo del pensador alemán, acreedor del Primer Premio Libertador al Pensamiento Crítico que otorga el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, el profesor Carlos Angarita nos expone en esta larga y profunda conversación, los retos de pensar de manera radical la problemática de la religiosidad en el contexto actual de ofensiva de la derecha conservadora y fundamentalista. Además, hace un recorrido desde sus proyectos actuales de investigación sobre el cristianismo de liberación en el contexto del proceso de paz en Colombia, aborda la trascendencia de Camilo Torres Restrepo, como figura política, eclesial y de cientista social. Evalúa su continuidad histórica en el campo de la institucionalidad eclesiástica, en organizaciones como ORAL (Organización de Religiosas para América Latina) y Cristianos por el Socialismo (CPS), entre otras creadoras del movimiento de la iglesia de los pobres, y quienes siguen siendo sedimento de tradiciones de rebeldías populares que permanecen.

Su valoración del proceso de paz en Colombia parte de una crítica a las formas fetichizadas en las que se ha instaurado por los poderes oligárquicos un mesianismo reaccionario, un fanatismo irreflexivo e idolátrico, simplificador de los reales conflictos sociales y de clase que atraviesan el conflicto de violencia social colombiano. En ese contexto pone de relieve la significación de la experiencia de fe emergida con la conferencia de Medellín en su aniversario 50. Afirma Angarita que el gran desafío está en volver la mirada a las posibilidades reales y aportes de las iglesias de los pobres para enfrentar la avanzada de una lógica teológica del vaciamiento del pensar y poder construir una espiritualidad que acompañe y dinamice los procesos de los movimientos populares, que enfrenten el sentimiento de almas derrotadas.

En el año del 200 aniversario de Carlos Marx, Angarita pondera el aporte para la comprensión del marxismo latinoamericano, del análisis marxista de la crítica a la religión como lo plantea de manera original y fecunda Franz Hinkelammert. Para Angarita esta perspectiva es crucial, precisamente por el vínculo de la crítica de la religión con la crítica del fetichismo. Esta visión permite comprender el fenómeno del fundamentalismo religioso pentecostal y explicar por qué este viene jugando un papel protagónico como fuerza política de derecha en la desmovilización de la voluntad de lucha.

El trabajo intelectual del profesor de la Universidad Javerina de Colombia es un aporte a los estudios sobre religión, pensamiento crítico y marxismo, así como expresión de la necesaria articulación del ejercicio académico con el activismo social y político con, para y desde las luchas y resistencias del movimiento social popular y los proyectos alternativos, anticapitalistas, y anti neoliberales de la región nuestramericana. Así mismo muestra como la filosof ía, ciencias sociales y teología deben continuar articulándose en el ejercicio de un pensar critico de análisis de la realidad, y en una solidaria construcción colaborativa de saberes para la superación del capital.

Agradecida se siente la Revista Cubana de Ciencias Sociales por compartir con sus lectores estas reflexiones de un luchador social de la batalla de ideas, de estos tiempos críticos para la región nuestraamericana. El tema de la religión, su crítica y no su negación simple, es parte esencial del legado marxista a recuperar en esta guerra de pensamiento a que se nos convoca.

Yohanka León (YL): Bienvenido Carlos una vez más a Cuba y al Instituto de Filosofía. ¿En cuáles proyectos de investigación te encuentras trabajando en la actualidad?

Carlos Angarita (CA): En estos momentos estoy adelantando una investigación desde la Universidad Javeriana de Bogotá, en la Facultad de Teología, que está auspiciada por la iglesia sueca. Dicha investigación la llamamos Cristianismo liberador y construcción de paz y reconciliación en Colombia. La idea es hacer una memoria — y cuando digo memoria me estoy refiriendo a una perspectiva fundamentalmente testimonial — que nos sirva para ir haciendo una sistematización e interpretación de ese proceso, bajo conceptos provenientes tanto de la Teología de la liberación como de las Ciencias Sociales. Queremos actualizar una vez más este diálogo, con el fin de dar cuenta de lo que fue la construcción del proceso del cristianismo de liberación en nuestro país. Y cuando hablamos de cristianismo de liberación estamos tratando de recoger experiencias alternativas a las formas tradicionales de vivir el cristianismo dentro de lo que en Occidente llamamos régimen de cristiandad, el cual tuvo una expresión muy fuerte y muy clara en el caso colombiano. Te lo comento brevemente.

En Colombia, el régimen de cristiandad se configuró en 1886 con la constitución de entonces que estuvo vigente hasta 1991, luego estoy hablando de algo más de un siglo. Se trató de la formación de la República después de múltiples guerras civiles posteriores a la independencia de España. El régimen de cristiandad lo que hizo fue constituir una cultura, configurar sensibilidades en la sociedad colombiana correspondientes a una moral tradicional, proveniente fundamentalmente del catolicismo, y también lo que hizo fue configurar un régimen político. Era una actualización del modelo hegemónico de la colonización española. Así que, mediante una alianza entre la Iglesia Católica y el Estado colombiano, las élites del país encontraban ahora una forma de legitimación de su proyecto de dominación, correspondiente también a un sistema, sobre todo de carácter feudal, que se fue modernizando muy lentamente y que pudieron sostener, bajo esa modalidad, hasta 1991.

Ahora bien; en el caso colombiano encontramos a la figura de Camilo Torres Restrepo quien va a propiciar y a significar una ruptura profunda con ese régimen. Camilo Torres fue un sacerdote que se había formado en Europa, que tuvo contacto en el viejo continente con corrientes progresistas de los finales de los años 50 y comienzos de los años 60, las mismas corrientes de la Iglesia Católica que auspiciaron y alimentaron la reflexión del Concilio Vaticano II. Camilo Torres se va a alimentar de ese pensamiento, de esa sensibilidad, y cuando vuelve a Colombia a finales de los años 50 va a empezar un trabajo, junto con otras personas y grupos sociales, y desempeñará un papel de liderazgo muy importante dentro de una dinámica que procuró la unidad de lo que él llamó la clase popular.

Camilo se vincula a la academia, fundamentalmente a la Universidad Nacional, donde fundó la Facultad de Sociología, junto con otro sociólogo muy reconocido como fue el presbiteriano Orlando Fals Borda. Sus preocupaciones lo llevan a articularse, al lado de sus estudiantes, a trabajos sociales, principalmente en Bogotá, en sectores marginados, periféricos, en barrios populares. Todavía hoy muchos pobladores recuerdan sus actividades educativas y de organización en el barrio Tunjuelito, en el sur de la capital. Además, él también, desde la academia, desempeñó un papel bastante decisivo en lo que tuvo que ver con la investigación de lo que históricamente se conoce en Colombia como el periodo de La Violencia, que fue la guerra civil ocurrida entre 1948 y 1958.

Aparentemente se trató de una lucha entre liberales y conservadores por banderas políticas e ideológicas, pero lo que estaba allí detrás era una disputa entre las élites más modernizantes y unas más conservadoras por el control del aparato del Estado y, de ese modo, imponer su modelo económico, bien de un mercado capitalista más abierto o bien hacia el sostenimiento de relaciones mercantiles tradicionales. Tratándose de una guerra entre grupos de poder, sin embargo, tuvieron la capacidad de convocar a grandes masas de la población alrededor de sus principios ideológicos, llevándolas a la confrontación y produciendo en esa sola década alrededor de 300 000 muertos. Camilo participó en estudios que fueron esclareciendo ese problema. Como resultado de ello conocemos un texto que es un verdadero clásico sobre el tema: La violencia en Colombia, cuyos autores son Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna y Monseñor Germán Guzmán Campos (2005). Aunque el nombre de Camilo Torres Restrepo no aparece explícitamente, sin embargo, sabemos que él colaboró como investigador dentro de ese proyecto.

Los asuntos que acabo de describir rápidamente fueron generando una dinámica muy distinta, una presencia muy diferente del cristianismo en Colombia. Adicionalmente debo mencionar el carisma de Camilo como activista político que, para no entrar en detalles, se sintetiza en su liderazgo específico dentro del movimiento del Frente Unido, donde convergieron sectores disgregados de izquierda y del campo popular. Se calcula que alrededor de su figura se alcanzaron a movilizar en ese entonces 3 000 000 de colombianos en el marco de una tasa demográfica de poco más de 16 000 000 de personas. De manera que Camilo simboliza hasta hoy la posibilidad de contradecir abiertamente el modelo de dominación en su conjunto, el régimen de cristiandad, en tanto régimen político y eclesiástico. En tal sentido, hablo de un impacto de larga duración en la cultura sociopolítica de la sociedad colombiana.

Muere Camilo en febrero de 1966 y, dos años después, un grupo de sacerdotes congregados bajo el nombre de Golconda mantendrá sus ideales y les dará desarrollo, en el contexto de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Medellín, Colombia. Ese grupo va a seguir esa lucha de una manera más colectiva al interior de la Iglesia Católica y va a madurar mucho más las relaciones sociales y políticas tanto con movimientos como con organizaciones populares y también va a afinar lo que significa el compromiso político de los cristianos. Igualmente aparecerá la Organización de Religiosas para América Latina, ORAL, que, aunque es menos reconocida, en mi criterio desempeñó silenciosamente un papel, probablemente mucho más decisivo que el del propio Golconda. Lo digo porque hoy día encontramos, precisamente en este trabajo de memoria que estamos adelantando, muchas religiosas que, aún con una edad bastante avanzada, han sido capaces de tomar posiciones mucho más radicales frente a la institucionalidad eclesiástica y han logrado también mantenerse muy presentes en las comunidades eclesiales, en sectores muy marginales, haciendo un trabajo cotidiano, permanente, de acompañamiento, que es lo que hace que ese espíritu que nace con Camilo se mantenga vivo en la base popular de la sociedad.

Hubo otra organización que también le va a dar continuidad a la perspectiva liberadora de la fe de muchos laicos en los años 70, que se llamó Cristianos por el socialismo, cuyos orígenes están en Chile, pero que logró tener su expresión en Colombia. Finalmente, cuando terminan los años 70, estas diversas expresiones, al lado de instituciones como el CINEP — Centro de Investigación y Educación Popular — , regentado por los jesuitas, y Dimensión Educativa, y otras de comunicación popular de inspiración cristiana, van a hacer un acuerdo de convergencia con el propósito de conjuntar todos sus esfuerzos. Como resultado de ello surgirá la Coordinación de Comunidades Eclesiales de Base que alcanzará un desarrollo muy significativo en Colombia en los años 80 y hasta comienzo de los años 90. De tal modo, vamos a encontrar realmente para entonces una expresión de lo que en esta perspectiva del cristianismo de la liberación latinoamericano se conoce como Iglesia de los pobres.

Lo que a primera vista se encuentra de ese proceso en la actualidad, es que, en general, todas esas expresiones que alcanzaron un desarrollo importante durante aquellos años y un cierto grado de impacto en la praxis de transformación en Colombia, sin embargo, hoy en día son muy débiles. En la investigación, el interrogante general de partida que nos planteamos fue este: ¿qué es lo que existe de aquellas comunidades y proyectos que se consolidaron a fines de la década del 80? Seguidamente nos preguntamos por los contenidos teológicos y políticos de su incidencia, es decir, por los motivos de fondo que llevaron a cristianas y cristianos a asumir un compromiso por la liberación de los oprimidos. Nuestro propósito finalmente es reflexionar acerca de todo ello para valorar si lo que aún existe tiene alguna posibilidad y alguna perspectiva de influir en el actual contexto de construcción de paz y reconciliación en Colombia, distinto en este sentido al contexto en el que nació, un entorno de carácter revolucionario. La respuesta que apostemos debe, de algún modo, ofrecerle luces y abrirle espacios a los proyectos populares, especialmente a los de carácter cristiano, que todavía defienden la vida de las mayorías amenazadas por la globalización neoliberal.

Nos hemos encontrado con la sorpresa de que muchas de esas expresiones, aunque fragmentadas y atomizadas, sin embargo, todavía se mantienen. De tal manera el éxito del régimen de cristiandad — formalmente desaparecido en la Constitución de 1991 pero con muchos vestigios aún presentes — no fue absoluto. La pretensión de arrasar, mediante la estrategia de seguridad nacional, al conjunto del movimiento popular, dentro del cual estaba la Iglesia de los pobres, no alcanzó el objetivo trazado. La organización de los pobres fue golpeada, incluso derrotada, pero no fue aniquilada. Hubo una capacidad de repliegue, de resguardarse dentro de los trabajos concretos de comunidades de base en distintas partes del país, y nos encontramos con que esas prácticas inauguradas con Camilo Torres Restrepo y progresivamente fortalecidas durante la década de los 80, existen y muestran su vigencia y sentido, según lo testimonian en la actualidad personas absolutamente convencidas y que mantienen ciertas prácticas en concordancia con eso que ya es una tradición sociohistórica.

YL: ¿En relación a esta historia de la teología de la liberación y la iglesia de los pobres en Colombia y el continente en general, qué esperas encontrar en Cuba?

CA: Yo vengo aquí a Cuba porque hemos encontrado en la investigación tres referentes importantes para las personas que han estado vinculadas a las comunidades eclesiales de base:

1) para ellas es muy importante Camilo Torres Restrepo como fuente primordial del inicio de todo esto que han vivido; 2) también les ha sido muy importante la Revolución Cubana en cuanto posibilidad de intentar la construcción de una sociedad distinta y, 3) asumen que la praxis desarrollada fue inspirada en la II Conferencia del episcopado latinoamericano, celebrada en Medellín en 1968.

Son tres referentes cuyo peso varía según el grado de conciencia, tanto teológica como política, de las personas, pero están muy presentes, son ineludibles e insoslayables, hacen parte de su sensibilidad y alcanzan para ellas una significación histórica. Entonces, yo vengo aquí a Cuba buscando testimonios que me permitan hacer estas conexiones. De los tres componentes me interesa principalmente, aunque no únicamente, la relación entre Camilo Torres y la Revolución Cubana.

Ayer precisamente tuve un diálogo muy rico con Raúl Suárez, una figura emblemática del movimiento ecuménico en este país y en América Latina. Él me dio cuenta de la significación de Camilo Torres para este movimiento ecuménico y para él particularmente, en el sentido de que la experiencia de Camilo y los escritos de Camilo fueron objeto de reflexión permanente dentro del movimiento ecuménico y les dio muchas luces, no para hacer exactamente lo mismo que hizo Camilo en Colombia, sino para vivir la fe y vivir su compromiso cristiano en medio de una revolución como la cubana. Datos de esta clase son también importantes en la memoria que hacemos allá en Colombia, porque pueden ofrecerle mucho más contenido y mucho más asidero a los referentes que he mencionado. Si ayudamos a establecer relaciones entre los significados construidos en Colombia y en Cuba acerca de la experiencia de fe vivida dentro de procesos revolucionarios, podremos ponderar con mayor hondura su significación para hoy, lo cual implica, por ejemplo, revisar la idealización de la Revolución Cubana hecha por cristianos liberacionistas en Colombia. Conocer el testimonio de Raúl Suárez es muy importante, pues la manera como el movimiento ecuménico se vinculó a la revolución supuso superar muchos obstáculos y muchas dificultades, de dentro y de fuera, entonces no fue un camino fácil ni expedito. Y saber que Camilo Torres fue una inspiración para ir abriendo caminos e ir recreando las maneras de articularse al proceso revolucionario tanto en la dinámica de base social como a nivel institucional, incluso, con el mismo Estado Revolucionario, pues yo creo que es bien importante para que ahora, en el contexto colombiano, sigamos repensando, desde el ejercicio de memoria, qué fue lo que se hizo y qué cosas también hay que corregir de nuestra propia experiencia.

YL: En el 200 aniversario del nacimiento de Carlos Marx. ¿Qué puedes decirnos sobre la llamada crítica de la religión, de Marx, en el contexto sobre este debate, de interés y de preocupación sobre la problemática del compromiso social de la Iglesia de los pobres, o sea, en todo este debate del que tú estás recuperando esta memoria?

CA: Todo lo que te voy a decir al respecto tiene que ver con la manera como personalmente he asumido y tratado de recrear el pensamiento de Franz Hinkelammert. Estoy muy convencido de aquello en lo cual Hinkelammert ha centrado su trabajo y la elaboración de su pensamiento. No es el único autor contemporáneo que lo ha hecho de este modo, pero sí considero único su modo de hacerlo. Franz Hinkelammert lo que hace es recuperar del pensamiento de Marx, como centro, como eje fundamental, la crítica de la religión. Él va a mostrar que esa crítica de la religión está permanentemente presente a lo largo de todo su trabajo, desde su tesis doctoral hasta El Capital, y nunca renunció a este empeño. Descubrir esto nos lleva a descubrir el método del pensamiento de Marx, lo cual es absolutamente clave.

Si se mira la crítica de la religión de Marx como un asunto exclusivamente temático, ahí se va a encontrar un corte en el desarrollo de su pensamiento, es decir, se tiene que llegar a la conclusión a la que ha llegado la mayoría de comentaristas en el sentido de que, después de que declaró la religión como el opio del pueblo, Marx renunció a seguir pensando el tema por su carácter idealista. Pero si se entiende que cuando él fue construyendo esa crítica también fue elaborando un método de análisis de la realidad, que siguió perfeccionando en la crítica política y en la crítica de la economía, la perspectiva cambia. Se trata de un método de análisis antropológico, es decir, de comprensión de las condiciones en las cuales el ser humano se aliena en medio de las relaciones de producción del mercado capitalista. Se trata de un método de análisis sociopolítico para determinar las posibilidades de lucha y emancipación dentro del sistema capitalista, y de construcción de una sociedad socialista, apenas esta última imaginada y nunca descrita por Marx. Y se trata asimismo de un método de análisis histórico en donde el horizonte utópico es decisivo, según lo examina Hinkelammert en su Crítica de la razón utópica (2000). Entonces, el punto no es discutir la existencia o no de Dios, ese no es el tema. El punto es discutir lo que va a encontrar Marx a través del método que es el fenómeno del fetichismo y que se va a condensar con la generalización de las relaciones de mercado que hace el capitalismo y donde la mercancía, el dinero y el capital se erigen como los nuevos fetiches del mundo. Si uno logra entender eso, logra entender la transformación — y no la desaparición — de la religión en el mundo capitalista y en la construcción del socialismo.

En el análisis de la esfera política y económica que hace Marx, la pregunta por la religión no desaparece. Marx, siguiendo con rigor su propio método, descubre que las formas tradicionales de la religión adquieren ahora expresiones terrenas fetichizadas que se reproducen en el modo de producción del capitalismo. Se trata de falsos dioses que siguen despojando al ser humano de su voluntad autónoma, de su potencia y de su capacidad propia para construir el mundo, la sociedad y la historia.

Si se es coherente con el método de análisis de Marx, también hay que preguntarse si la construcción socialista ha sido realmente capaz de derribar esos fetiches de la mercancía, del dinero y del capital, y si además aparecen unos nuevos que impiden a las personas mantener su voluntad de seguir construyendo tanto la nueva sociedad como el hombre y la mujer nuevos.

Si Marx hubiera vivido la construcción socialista después de un triunfo revolucionario, seguramente se hubiera preocupado por examinar qué pasa con los fetichismos en ese contexto.

Por lo dicho, creo que la crítica de la religión, presente en el método de análisis de Marx y recuperada por Hinkelammert, es absolutamente vigente y necesaria. Y yo pienso que en estos momentos dicha crítica es mucho más clave cuando después de la derrota del socialismo histórico en Europa oriental, de la imposición y de la generalización del neoliberalismo en el mundo, el fenómeno de la fetichización se ha extendido, eso es lo que se ha venido globalizando. A mí me encanta una expresión de Franz Hinkelammert cuando se refiere a este periodo y señala como preocupación central que el problema no es tanto la derrota de unos proyectos históricos porque, al fin y al cabo, en la historia eso se ha repetido continuamente, sino que el problema fundamental es lo que él denomina la instauración de un «alma derrotada» (1995). Con esta expresión lo que está metafóricamente señalando es que mucha gente, muchos movimientos y muchas organizaciones que hicieron parte de proyectos de emancipación, terminaron renunciando a su proyecto de transformación porque se sienten incapaces, porque interiorizaron la derrota: su alma, su ánima, es la derrota.

El «alma derrotada» es la manifestación actual, en el mundo moderno, de lo que ha logrado hacer el mercado. Las relaciones de mercado vienen despojando no solo materialmente a unas masas a las que siempre ha marginado y subyugado, sino que ahora las despoja de forma radical de su propia voluntad de autoconstrucción humana. Dentro de esas masas también hay que incluir a sectores sociales que tuvieron una participación muy específica en dinámicas de emancipación, pues ellos igualmente renuncian a esa voluntad. Entonces, en estos momentos el desafío, precisamente, es cómo reinventamos esa voluntad de lucha, esa voluntad que muestre la condición de posibilidad de la emancipación, que hoy, más que nunca, desde el punto de vista objetivo, es necesaria, es mucho más necesaria que en cualquier otro momento histórico. No obstante, el drama que vivimos es el de creer que todo ello perdió vigencia, que ya nada de eso es posible, y en eso la religión, en todas sus formas, viene desempeñando un papel cada vez más protagónico.

Personalmente soy de los que piensa que hablar de secularización a secas es una ficción, que es muy importante revisar en la historia del mundo moderno cómo han sido sus tentativas. Mencionar de manera plana la secularización no alcanza a explicar lo que ha sucedido realmente con la religión. Esta forma de nombrar, usada de modo simplista, pareciera estar mostrando la disolución de la religión y no su transformación, que es lo que realmente viene ocurriendo. Hoy nos encontramos, por ejemplo, con lo que Hinkelammert llama teologías profanas y religiones seculares, como la religión del mercado que él ha estudiado a (Fernandez y Silnik, 2012). Pero también, hoy en día, ya vemos como religión secular, el ejercicio de la política, el cual es un conjunto de prácticas de implantación de sistemas religiosos. En la actualidad la acción política lo que hace es convocar a que la gente, a que los pueblos se unan en torno a creencias. El tema no es si creer o no creer, el tema es en torno a qué creencias nos convocan y nos convocamos y cuáles son las creencias que pueden posibilitar la afirmación de la emancipación humana y cuáles creencias no.

En torno a estos propósitos vienen desempeñando un papel decisivo las corrientes religiosas pentecostalistas, neopentecostalistas y evangelistas, pero en ellas no se agota el fenómeno. A mí me llama poderosamente la atención que la matriz de origen religioso se está implantando ya de forma muy explícita en el discurso político, en las prácticas políticas y en los proyectos políticos. Es la transformación de la religión que sigue aconteciendo. Por eso nos encontramos con proyectos políticos que procuran programáticamente formular, en términos de creencias, la posibilidad de mesianismos seculares, para que la gente de la masa crea que solo una figura determinada sea la que finalmente la salve de las situaciones de caos que el propio proyecto político les describe. Esas ofertas no presentan las situaciones de caos reales de destrucción del ser humano, sino situaciones hipotéticas de caos que ocurrirán si prosperan las iniciativas de oposición al sistema de mercado abierto actualmente hegemónico.

Entonces, yo creo que a 200 años del nacimiento de Marx su pensamiento y su método siguen siendo vigentes. Filosofía, ciencias sociales y también la teología deben seguirse nutriendo de su forma de análisis de la realidad. Particularmente la teología, como teología de la liberación, tiene que profundizar el diálogo con Marx, más allá del diálogo con algunos pensadores marxistas, como ha ocurrido hasta el momento. Aquí tenemos todavía una deuda muy grande que saldar con una visión que representa la crítica más decisiva de la modernidad.

YL: Participaste en el XII Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios en enero del 2017 con un valioso análisis sobre el referéndum del proceso de paz y el papel del neopentecostalismo. ¿Cómo interpretas el proceso de paz en Colombia?

CA: El proceso de paz en Colombia es un proceso muy complejo y creo que lo seguirá siendo, tan complejo como ha sido la violencia en Colombia: es correspondiente lo uno con lo otro.

Mi comprensión de la guerra en Colombia se inspira bastante en el pensador de origen francés René Girard. Se trata de un autor muy universal, intérprete de la violencia en las culturas occidentales y orientales. Él construyó la que finalmente se conoce como la teoría mimética. El elemento fundamental que él va a estudiar como reproductor de la violencia es el deseo. Si bien la violencia, cuando adquiere la modalidad de la guerra (Girard, 2010), tiene un componente racional — lo cual él no niega ni mucho menos — sin embargo, le interesa mucho examinar cuál es el papel del deseo en la reproducción de la violencia. El autor termina entendiendo y explicando que la violencia va a aparecer como resultado de una mímesis de apropiación, una imitación de deseos entre rivales que se disponen a disputar un mismo objeto y, en función de lo cual, intentan construir mayorías sociales a su favor, movilizando masas que aprenden a desear la derrota y el aniquilamiento del rival.

Desde el enfoque girardiano, en una guerra tan larga como la de Colombia es indispensable hacerse por lo menos dos preguntas que ayuden a entender las condiciones culturales que han permitido su extensa reproducción. Una primera pregunta fundamental es la siguiente: ¿cuál es el objeto de deseo que históricamente se ha disputado en el país? Yo encuentro que el objeto fundamental de disputa en el país ha estado siempre en torno a la tierra. Si esta hipótesis es cierta, tendríamos que rastrear el significado cultural de la tierra en las distintas regiones de Colombia y para los diferentes grupos poblacionales. Entonces, serán importantes algunos temas como el tipo de relación con la tierra, los usos de la tierra, el arraigo y desarraigo y el papel del mercado y de la globalización en el trastocamiento de estos asuntos.

Algunos datos estructurales del presente nos pueden ayudar a empezar a entender cómo la tierra se convirtió en el principal objeto de deseo de disputa en Colombia. En nuestra historia uno no encuentra un momento donde haya habido una reforma agraria, ni siquiera o por lo menos, de carácter liberal burguesa. No ocurrió en el conflicto entre liberales y conservadores desatado por la disputa en torno al control y uso de la tierra durante los años 50 del siglo pasado. La tierra era el factor principal para poder implantar su modelo económico.[1]

En la actual etapa por la que transitamos, antes de empezar estrictamente el proceso de negociaciones que derivó en lo que conocemos como el proceso de paz entre la guerrilla de las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos, el gobierno nacional expidió una ley que llamó Ley de víctimas y de restitución de tierras.[2] Dicha ley la expidió con un presupuesto, declarado públicamente por el mismo Juan Manuel Santos: se reconoció que, en Colombia, como resultado del conflicto armado más reciente, hubo un despojo de 6 millones de hectáreas. La ley, de carácter transicional, se propone para un periodo de 10 años y busca devolverle durante esta década dos millones de hectáreas a la población que ha sido usurpada. Me llama poderosamente la atención cómo los analistas sociales pasan por alto este dato. Lo que parecía un gesto de buena voluntad por parte del gobierno no obstante despierta sus dudas: lo que se está diciendo con esta ley es que hay cuatro millones de hectáreas más que fueron arrebatadas y que no se van a devolver; de hecho, a seis años de su expedición, no se ha dicho qué va a pasar con esos otros cuatro millones de hectáreas. Realmente no se necesita ser demasiado sagaz para hacerse la pregunta: ¿Y qué va a pasar con los otros cuatro millones de hectáreas que el mismo gobierno reconoce que han sido despojados? Sin embargo, nadie dice públicamente nada al respecto. Hay un silencio que oculta el verdadero objeto de deseo.

Así las cosas, no se trata de analizar el grado de desarrollo y aplicación de la Ley de víctimas y de restitución de tierras que, de suyo, es precario. Si se examina este punto nos encontramos con enormes insuficiencias y contradicciones que han llevado a que apenas se haya devuelto un 15% de lo que propone la ley. Pero si se aplicara juiciosamente, el problema estructural tampoco se resolvería aún.

¿Qué quiere decir toda esta situación? Desde la perspectiva de la teoría mimética podríamos afirmar que el proceso de paz no resolverá el problema de esta disputa histórica en torno a este objeto de deseo principal, pues queda prácticamente intocado o solo tocado parcialmente. Se podría argumentar que es necesario esperar un tiempo para crear condiciones que hagan posible en un futuro, ojalá no muy lejano, un pacto mucho más decisivo de paz, donde el tema de la tierra efectivamente se aborde a profundidad y de manera estructural. Sobre este aspecto, el conjunto de la sociedad colombiana tendrá que tomar las iniciativas que los rivales no adoptaron en la mesa de negociaciones a fin de aprender a desear de otro modo en torno a este objeto, otro modo que reconozca las necesidades de las mayorías del país. Otra pregunta necesaria desde la teoría mimética tiene que ver con la manera como se ha disputado el objeto de deseo. Al respecto parecería que, en general, en la actualidad nos empezamos a adentrar en un nuevo contexto —llamado con incertidumbre posconflicto o posacuerdos—, en el que las diferencias se tramitan a través de instituciones que los propios acuerdos han tratado de crear.

En consecuencia, los mecanismos victimarios de la guerra se deslegitiman mientras que las instituciones nuevas buscan legitimarse. Pero el tránsito entre lo uno y lo otro es muy confuso. Persisten muchas dudas sobre su grado de eficacia y la credibilidad institucional ni se asoma. Sobre el punto, Girard ha dicho que las instituciones son paradójicas puesto que contienen la violencia en un doble sentido: en cuanto que, al mismo tiempo, la evitan y en cuanto que la vuelven a reproducir. Para el caso colombiano, se encuentra muy entrabada la institucionalidad que tramita la devolución de las tierras pero, adicionalmente, no es claro en qué va a quedar finalmente la Justicia Especial de Paz, la JEP como se la conoce en Colombia, que ha sido la institución de la justicia transicional creada para este propósito. Lo concreto es que la oposición política al proceso de paz la está desnaturalizando en el Congreso de la República.

Todo lo anterior nos debe llevar a preguntarnos: ¿las instituciones derivadas del pacto de paz, después de la guerra entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC, garantizarán evitar la violencia o la seguirán reproduciendo para imponer legalmente los intereses de las élites tradicionales? Desde mi punto de vista, desgraciadamente todo apunta a lo segundo. Y si así continúa se refrendará la conciencia y la sensibilidad por medio de las cuales se cree que, para conseguir cualquier cosa en el país, de manera absolutamente ineludible, hay que estar recurriendo al uso de la violencia. Este fue el argumento que dio origen a las guerrillas en la década del 60 y que ha alcanzado un cierto grado de aceptación acerca de la legitimidad de la violencia contra el Estado: si no se puede convivir, por lo menos hay que sobrevivir con el uso de la violencia y en medio de la violencia.

Más allá de los factores que acabo de mencionar —y para no parecer pesimista— veo que es posible y factible trabajar sobre lo que en sí mismo nos ha dejado el proceso de negociación de cerca de 6 años. De cualquier modo fue muy importante que los dos actores principales de violencia, los dos rivales simétricos según Girard, se hayan sentado a establecer acuerdos. Son principales no por un criterio objetivo y medible del que se permita concluir que tenían la misma capacidad bélica. El criterio es más bien subjetivo y de interpretación: son principales porque, de cualquier modo, lograron constituirse en referentes políticos de varios sectores influyentes en la vida colombiana. En los años 80 o en los 90, o en este siglo, esto no era percibido así. Por eso se explica el escándalo desatado cuando Juan Manuel Santos decidió emprender ese proceso. Los 6 años sirvieron para que buena parte de la sociedad colombiana empezara a aceptar la legitimidad y validez de esta iniciativa: esa parte está representada en el casi 50% de la población que votó «sí» al plebiscito.

Antes de que empezara este proceso de paz vivimos el periodo que ya podemos denominar como el periodo uribista en Colombia. Si a mí me preguntan quién es Uribe Vélez en el país, qué representa, qué logró en un periodo de 8 años de gobierno, yo respondo: él logró legitimar la guerra, la violencia de las élites, y logró legitimar esa guerra como válida y absolutamente necesaria dentro de una amplia franja de la sociedad colombiana. Esa franja llevó a Santos a la presidencia en 2010. Esa misma franja se hizo mayoría, escasa, pero, al cabo, mayoría, en el plebiscito de refrendación del proceso de paz, diciendo «no» al mismo. Álvaro Uribe logró un fenómeno que es muy importante en el ejercicio de la guerra: pudo construir la figura del demonio, la figura satánica encarnada en la guerrilla. Y las FARC no han entendido cuál fue el logro de Álvaro Uribe: por eso ahora, como partido político, conservan la misma sigla (así tenga significado distinto), se presentan a elecciones de la manera como lo han hecho y obtienen resultados realmente pírricos, 50 mil votos, en medio de una votación de más de 10 millones de personas. Las FARC no comprenden que las élites colombianas, por encima de sus triunfos militares, consiguieron sobre todo que una masa importante de la población siga pensando que ellos son el demonio. Cuando lo entiendan, seguramente replantearán su estrategia política e ideológica.

En cierto sentido el proceso de paz permitió reducir un tanto la cantidad de adherentes a esa creencia de que las FARC son el mal del país y con ello también bajó la intensidad del fanatismo que la acompaña. Pero esa sensibilidad persiste. Se trata de una cultura consolidada en tiempos de Uribe y agenciada por el uribismo. Lo consiguió probablemente por saber interpretar el talante bélico de la cultura colombiana. De manera que su desmonte y su transformación requieren un buen tiempo y mucho ingenio, pues se trata de un proyecto cultural de largo aliento. Es la tarea que tiene por delante, en mi criterio, las FARC, es la tarea que tiene o que tenemos también organizaciones sociales y la academia, la de ir trabajando por una cultura de construcción de paz. El asunto central, en términos de construcción de paz, no es simplemente decirnos de manera abstracta y genérica: «no nos hagamos daño», «no nos tiremos balas». El tema es entender que socialmente no nos podemos construir contra la figura del mal, contra la figura satánica, contra el supuesto enemigo total como lo formuló en su teoría política Carl Schmitt para el avance y legitimación del proyecto nazista.

Lastimosamente esa manera de entender la política sigue funcionando en la actualidad y, en el caso colombiano, en mi opinión, eso ha funcionado bastante bien, de forma exitosa para esas élites que lograron construir semejante imaginario colectivo. Por eso la confrontación militar ahora se ha trasladado a la polarización política, cuyo antecedente inmediato fue el trabajo de gobierno de Uribe Vélez. De ahí se explica que la oposición a la negociación, al proceso de paz y a la implementación de los acuerdos cuente con una base social significativa. Y precisamente esto es lo que hay que desmontar, es el desafío prioritario que tienen las iniciativas de base, las nuevas iniciativas de acción política.

Correlativo a la construcción social del enemigo y del diablo es la construcción de la imagen del bien. Es lo que aún representa Álvaro Uribe y se corresponde con la idea del mesianismo político. Sin embargo, si miramos los resultados electorales, encontramos que cada vez son menos contundentes los triunfos del uribismo. Lo que sucede es que las élites a su interior ya tienen contradicciones significativas y se resquebraja la imagen omnímoda de Álvaro Uribe. Hay uribistas «pura sangre» pero también hay un uribismo por conveniencia que se suma de acuerdo con la oportunidad. La figura de Uribe empieza a levantar sospechas públicamente y esto puede ser positivo para la construcción de paz en el país.[3]

Si te fijas, estoy dibujando un escenario social marcado por una lógica religiosa. Luchas del bien contra el mal, de dios contra el diablo. Y el supuesto dios corre el peligro de dejar de serlo, al tiempo que los demonios dejan de ser tan diablos. Es un momento de tránsito en el que no se sabe con certeza el rumbo que tomará la sociedad colombiana, abocada aún al asunto de fondo que plantea Girard en su teoría de la violencia: la configuración del chivo expiatorio.

Girard explica que en la escalada de la violencia se puede llegar a un punto máximo que él denomina paroxismo de la violencia. En ese extremo último lo que se va a intentar definir entre los rivales es un chivo expiatorio. Se trata de la necesaria muerte de alguien que es escogido en la dinámica social para ser sacrificado y para que la sociedad pueda expiar sus culpas en él y así se pueda encontrar nuevamente la paz y la reconciliación. En mi criterio, Álvaro Uribe estaba buscando que la guerrilla de las FARC fuera ese chivo expiatorio. Pero su propósito quedó truncado con el proceso de paz que ha permitido desmontar la idea de que las FARC lo sean. No obstante, bajo la creencia religiosa fundamentalista de que el mal debe ser exterminado, en la dinámica social y política se sigue revitalizando la idea de escoger algún chivo expiatorio […] Si no son las FARC, deberá ser otro […]

Esta lógica sacrificialista — radicalmente religiosa — parece estarse trasladando a la figura del líder social. Es dramático el fenómeno, pero es real. Los uribistas, buscadores de chivos expiatorios, parecen estar enviando señales de que todo aquel que intente ser líder social debe morir, debe ser sacrificado. Tratan de construir el imaginario de que líderes y lideresas sociales son una nueva cara de las FARC, son la nueva cara del demonio, porque se oponen al establecimiento, al régimen de mercado.

YL: A partir de la victoria de Petro, según tu criterio ¿cómo se ha manifestado esta situación?

C.A.: Desde la victoria de Petro lo que sienten las élites es que hay un proyecto que tiene ya un cuerpo mucho más definido, mucho más identificable social y políticamente. Ese proyecto no es de ellos. Desde el avance electoral de Petro los líderes sociales probablemente se van a estar asociando a este proyecto que supuestamente es la representación o la encarnación de un mal transversal a toda América Latina: el «Castro-Chavismo». El «Castro-Chavismo», si no me equivoco, es una denominación que apareció en Colombia en boca de Álvaro Uribe Vélez y ya está presente en toda América Latina. Es el fantasma, el demonio que recorre el continente y el Caribe. En Colombia, pues, la idea del liderazgo social, con probabilidad se tratará de vincular a ese imaginario «maligno», en procura de quebrar la voluntad popular, la voluntad autónoma y, si es preciso, hacer de los cientos de líderes y lideresas sociales el chivo expiatorio que supuestamente hay que desaparecer.[4]

Todo esto de lo que he hablado no es otra cosa que la lógica de la religión presente en el mundo político de Colombia, y creo que la crítica de la religión en este país debe pasar, precisamente, por el desmonte de estas lógicas que vienen haciendo política sobre matrices religiosas y constituyendo verdaderos sistemas religiosos. Es la reedición de los fundamentalismos que, como vemos, no solo defienden ideas a ultranza sino que generan verdaderas estructuras de violencia. En mi opinión, hoy día ese sistema político-religioso colombiano, a propósito del declive de Álvaro Uribe Vélez, ha tenido que recurrir al fundamentalismo religioso explícito, representado principalmente en corrientes pentecostalistas, neopentecostalistas y evangelistas establecidas en el país. Actuaron decididamente apoyando el «no» en el plebiscito sobre el proceso de paz. Y han seguido activos. Fue curioso, por ejemplo, que en las últimas elecciones presidenciales, se diera una disputa entre dos proyectos políticos de élites, como fueron el Centro Democrático de Álvaro Uribe y Cambio Radical de Vargas Lleras, que buscaron el apoyo de las llamadas mega-iglesias evangélicas. La mayoría terció por el uribismo.

YL: En 2018 se cumplen 50 años de la conferencia episcopal de Medellín. ¿Cuál es, en tu opinión, la trascendencia de este acontecimiento en el contexto actual de la región y de la Teología de la liberación?

CA: A propósito de la conmemoración de la II Conferencia Episcopal celebrada en Medellín, creo que es importante colocar en nuestro contexto actual la vigencia de las conclusiones de ese documento y pasarlas por una revisión. No se trata de repetir ni simplemente recordar las conclusiones para hacer una apología, per se, de las mismas; sino, sobre todo, hay que atreverse a mirar cuál es su vigencia y cuáles las posibilidades de revitalizarlas.

Uno de los eventos, entre los varios que habrá, se convoca bajo el lema «El grito de los pobres, grito por la Vida». Este evento cuenta con un proceso de preparación de un año y con la participación mayoritaria de personas de las comunidades eclesiales de base. Con este lema se está poniendo en evidencia que el grito de los pobres está opacado, está escondido, no se escucha. Entonces, no se puede hacer una rememoración de Medellín abstrayéndose de la realidad concreta, donde el grito de los pobres no tiene la fuerza que efectivamente tuvo después de Medellín 68, estoy hablando de los años 70 y 80. Si eso se toma en serio hay que examinar por qué el grito de los pobres se ha callado.

Parte de la respuesta ya se ha dado en medio de este proceso histórico, sobre todo entre finales del siglo pasado y lo que llevamos del presente: ya sabemos que el ocultamiento del grito de los pobres sucedió por la estrategia de seguridad nacional aplicada en América Latina y por la represión dirigida desde algunos episcopados, las cuales fueron auspiciadas por el propio Vaticano contra las comunidades eclesiales de base y contra el proyecto de Iglesia de los pobres.[5] Pienso yo que este tipo de respuesta es verdadera, es real, pero, efectivamente, también hay que entrar a mirar cuáles fueron los errores que se cometieron en los procesos de las iglesias de los pobres, que permitieron que la estrategia de sofocamiento y de control de las comunidades eclesiales de base tuviese éxito.

Efectivamente con esas estrategias represivas se logró, si no el aniquilamiento, por lo menos la neutralización de este dinamismo que venía creciendo muy fuertemente, y que se creía iba a mantenerse en crecimiento por la propia fuerza de sí mismo. Al Vaticano le preocupaba seriamente la conformación de una manera de ser iglesia que se salía de su control; su respuesta exitosa fue una estrategia de recuperación del control de esos dinamismos mediante el castigo eclesiástico o mediante la cooptación. Ahí, creo, nos debemos un examen, un análisis de qué fue lo que ocurrió. Rememorar Medellín 68 pasa por esta revisión.

Creo que el pobre que logra posicionar la Conferencia de Medellín y que, luego, va a ser mucho más potenciado por la Teología de la liberación es, precisamente, ese pobre que se hace sujeto, que siente que las adversidades y dificultades que está padeciendo son posibles desafiarlas y siente posible afirmarse como ser humano en el mundo. Esta postura existencial se concretó en opciones humanas, sociales y políticas radicales y se alimentó por una visión de fe cuyo corpus central lo configuró la Teología de la liberación. En el núcleo de esta visión se entendió que el Dios de Jesús es un Dios humano, y no solamente humano, sino que se hizo humano desde un lugar histórico-social concreto que es el lugar del pobre. Por tanto, a partir de 1968 se va a asumir que todas las posibilidades de humanización tienen como lugar de potenciación el mundo del pobre, del pobre que se hace sujeto, y los creyentes de América Latina que lo comprendieron de esta forma encontraban inspiración para ello en las conclusiones de la II Conferencia episcopal de Medellín.

Medellín también logra explicar que el pobre no es un resultado fortuito, sino que el pobre es resultado de unas relaciones de injusticia social, y esto nos lleva al desafío de entender cuál es la dinámica de las relaciones de injusticia en el actual contexto de globalización neoliberal. En Medellín los obispos pensaron para un contexto de sociedades relativamente cerradas sobre sí mismas, que se autorreferenciaban y que quizás se unían al sentirse sometidas a una estrategia de dominación proveniente del centro de poder de Norteamérica. Hoy en día el asunto es mucho más complejo. El poder se ha disgregado, es un monstruo con muchas cabezas, y esto obliga también a entender que las dinámicas de liberación y de que el pobre se constituya como sujeto pasan, necesariamente, por la capacidad que tengan los pobres de distintas sociedades y países del mundo de acercarse, de reconocerse en sus limitaciones y en sus potencialidades. Lo planteo aquí de esta manera muy general: el asunto tiene que ver con el tema de análisis de la realidad, que es un referente metodológico engendrado en esa II Conferencia y que ha hecho su carrera en la educación popular y en el cristianismo de liberación: el ver-juzgar-actuar. Para los creyentes significa que la experiencia de fe exige una comprensión del mundo social y de todas sus complejidades, de lo contrario, no se puede conocer la voluntad de Dios.

Creo que otro gran desafío a 50 años de la Conferencia de Medellín es repensar el modelo de Comunidad Eclesial de Base. Por el proceso de cooptación del que hablaba anteriormente, su sentido y forma originales han sido vaciados. Hoy muchas Comunidades Eclesiales de Base se las adscribe al modelo tradicional de parroquia, es decir, son otra cosa. Soy de los que piensa que la pregunta sobre si se trata de construir Comunidad Eclesial de Base hay que hacérsela, o probablemente se trate de construir otras expresiones que no necesariamente excluirían a las comunidades eclesiales de base, pero sí otras expresiones que apunten a algo más que una estructura eclesial.

A propósito de lo que acabo de decir, un cristianismo de liberación actual tiene enormes tareas en el campo de la espiritualidad. Hay que acompañar con reflexiones y procesos que coadyuven a superar el sentimiento de almas derrotadas en los movimientos sociales populares. Esto lo pueden hacer cristianos y cristianas de la liberación en diálogo y en relación con otras cosmovisiones, tanto religiosas como no religiosas. La memoria de Medellín implica auscultar a profundidad cuáles fueron los motivos de emancipación que llevaron a muchos creyentes a dar su vida durante este medio siglo y si ello tiene un lugar significativo en el contexto de dominación de hoy.

La espiritualidad de la liberación debe enfrentar la ofensiva del poder de hoy que busca recuperar la función de las religiones en su práctica política de dominación, reasignando a la religión un papel para ser pregonera del éxito. Los poderes del neoliberalismo están convencidos de que la religión puede acompañar la promesa del éxito hecha por el mercado. Los evangelismos de hoy se le han apuntado a esa empresa. De hecho, cualquier feligrés, cualquier creyente que se vincula a estas expresiones religiosas lo hace porque cree que allí habita una divinidad que le dará la posibilidad de participar de los éxitos del mercado en este mundo. Esta espiritualidad funciona, atrae.

¿Cómo una espiritualidad de la liberación es capaz de contrarrestar la lógica del progreso y de rehacer el sentido en torno al reconocimiento de las necesidades corporales de las personas? Este es otro desafío a 50 años de Medellín, responsable en buena medida de sembrar el espíritu liberador entre los creyentes de América Latina.

En esa lucha de espiritualidades lo que está en juego es la factibilidad de abrirle nuevamente el espacio al pensar en la construcción de sentido. Aquí recuerdo mucho lo que decía Fernando Martínez Heredia: la cultura de hoy está funcionando como una cultura que propone el no pensar.[6] No nos enfrentamos al pensamiento único con el cual se fundó el neoliberalismo, sino al no pensamiento. Lo que parece tener éxito y garantizar éxito es el mundo de los afectos y las emociones per se, en lo cual se especializan los fundamentalismo religiosos.

Retomar Medellín significa entender que a partir de su realización se construyó espiritualidad liberadora, que tuvo una capacidad de convocatoria fundamentalmente social y política muy importante, y la cual en algún momento se extravió y de alguna manera se extravió. Hay una tesis que tiene Helio Gallardo (2006) y que, particularmente, yo comparto. Es una tesis muy general, pero que, en principio, a mi modo de ver vale la pena considerarla y examinarla detenidamente. Él dice que el cristianismo liberador en América Latina cometió un error estratégico, y fue haber hecho una alianza que los mismos cristianos llamamos «alianza estratégica» con los movimientos revolucionarios con la cual se renunció a la potenciación de la identidad cristiana dentro de la alianza misma. En otras palabras, si aceptamos esa tesis, estamos diciendo que los cristianos renunciamos a ser cristianos y simplemente terminamos usando la identidad cristiana como un carné de presentación de cara a los movimientos revolucionarios. Pero perdimos la capacidad de búsqueda y de comprensión espiritual de lo que somos, del significado de fe del compromiso social y político liberador.

A mí me gustaría que la celebración de Medellín permitiera retomar este tipo de asuntos pues la crisis global así lo reclama. Me gustaría reinventar Medellín y reinventarnos con Medellín a 50 años de haber acontecido.

YL: Muchas gracias Carlos por estas ideas raigales que has expuesto. La guerra de pensamiento viene aliada a las fuerzas más siniestras de la reacción oligárquica, quienes intentarán dar remate a todos los intentos de los pueblos de la región por su emancipación. Sin embargo, como afirmas la capacidad de reinventarnos, en nuestro pensamiento y acción crítico práctico será el desafío clave para que triunfemos en la justicia, el bien y la verdad.

Notas:

[1] Tres leyes intentaron una reforma agraria en Colombia: ley 200 de 1936, la ley 100 de 1944 y la ley 135 de 1961. No solo no fueron aplicadas, sino que la oposición violenta a las mismas, por parte de los terratenientes, dio lugar a la llamada Violencia, es decir, a la guerra de más de medio siglo.

[2] A propósito de la ley 1448 de 2011 véase Prada y Poveda, 2011.

[3] A fines de julio la Corte Suprema de Justicia ha llamado a indagatoria a Álvaro Uribe Vélez a partir de las investigaciones preliminares que lo comprometen en la compra de testigos clave que lo delatan con el montaje de grupos paramilitares y con delitos de lesa humanidad. Aunque su partido Centro Democrático ha cerrado filas en su defensa pública, su imagen viene en franco deterioro.

[4] Desde la firma del Acuerdo de Paz, en noviembre de 2016, hasta comienzos de julio de 2018, se ha perpetrado el asesinato de 330 líderes y lideresas sociales. El ministro de defensa del anterior gobierno de Santos los explicaba como «líos de faldas y de linderos entre vecinos». El nuevo ministro de defensa de Iván Duque ha dicho que la protesta social hay que regularla y aseguró que «con los dineros ilícitos corrompen y financian la protesta social». Esto revela el ambiente que hay dentro del Estado colombiano en relación con la persecución sistemática contra movimientos sociales.

[5] Hay que recordar por lo menos dos hitos en este sentido: el Informe Rockefeller en 1969 en el que se advertía que la Iglesia ya no era un aliado seguro para los EE.UU. porque se había convertido en un foco peligroso del comunismo internacional; y los documentos de Santa Fe que acompañaron las campañas republicanas de Ronald Reagan y proponían combatir por todos los medios a la Teología de la Liberación.

[6] Dijo Fermando Martínez Heredia en el XII Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios: “Les he aclarado a compañeros que aprecio mucho que el capitalismo no intenta imponer un pensamiento único, como ellos afirman, sino inducir que no haya ningún pensamiento. Está en marcha un colosal proceso de desarmar los instrumentos de pensar y la costumbre humana de hacerlo, de ir erradicando las inferencias mediatas, hasta alcanzar una especie de idiotización de masas” (2017).

Libros a los que hace referencia el entrevistado:

Fernández, Estela y Gustavo Silnik (2012): Teología profana y pensamiento crítico. Conversaciones con Franz Hinkelammert [en línea]. Buenos Aires: CICCUS/CLACSO. Disponible en: ‹https://www.lahaine.org/libro- teologia-profana-y-pensamiento›

Gallardo, Helio (2006): Siglo XXI. Producir un mundo. San José de Costa Rica: Arlequín.

Girard, René (2010): Clausewitz en los extremos, política, guerra y apocalipsis: conversaciones con Benoît Chantre. Madrid: Kats Editores.

Guzmán, Germán; Eduardo Umaña y Orlando Fals (2005): La violencia en Colombia, 2 tomos. Bogotá: Taurus.

Hinkelammert, Franz (1995): «América Latina y el fin de siglo. Cuestionario de la revista Nueva Sociedad». En Germán Gutiérrez y José Duque (eds.): Itinerarios de la razón crítica. Homenaje a Franz Hinkelammert en sus 70 años. San

José de Costa Rica: DEI, 139–50.

Hinkelammert, Franz (2000): Crítica de la razón utópica. Costa Rica: DEI.

Martínez, Fernando (2017): «Claves del anticapitalismo y el antimperialismo hoy: las visiones de Fidel en los nuevos escenarios de lucha» [en línea]. Disponible en: ‹https://culturayresistenciablog.wordpress.com/2017/01/13/3418/› [consulta: septiembre 2018].

Prada, Nancy y Natalia Poveda (2011): «32 preguntas y respuestas sobre la Ley de víctimas» [en línea]. Disponible en: ‹http://www.humanas.org.co/archivos/cartlldisreducido.pdf› [consulta: septiembre 2018].

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=258250

 

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Brandão: «América Latina atraviesa un proyecto de mercantilización que ataca la educación pública»

Redacción: MDZ

El educador popular brasilero Carlos Rodrigues Brandão, compañero y colega de Paulo Freire, se encuentra en Mendoza dictando un curso y maestría de postgrado. Criticó fuertemente la situación de la educación en Argentina al igual que muchos países de Latino América, atraviesa “un momento negro, oscuro, por una neocolonización del capitalismo neoliberal”. Sin embargo, señala que es esperanzador el crecimiento de movimientos que defienden la educación social y popular.

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Las virtudes de la desobediencia

Por: Rita Segato

Elizabeth Costello me salva siempre cuando me veo en una situación como ésta. Ya lo ha hecho otras veces eso de venir en mi auxilio, desde el cielo de la literatura donde seguramente se encuentra. La profesora Costello, de mi misma edad, es el Ángel de la Guarda femenino que protege a quienes, como yo, no se sienten felices con las formalidades y circunstancias a que debe curvarse quien sobrevive a costas de una profesión letrada. Lo que a mi me gusta y donde me amparo en el célebre personaje que circula por las novelas de Coetzee no es el tema del cual habla, sino el hecho de que habla de algo a lo cual no ha sido convidada a hablar, es decir, su indisciplina, su fineza indómita, su distracción con relación al protocolo académico que, al parecer, la habría llevado hasta el podio que hoy ocupa. Puede haber sido invitada a hablar, por ejemplo, de la literatura inglesa del siglo XVII, y discurre, ante el desconcierto y decepción del público y la reprobación de su hijo varón, sobre la Vida de los Animales. Lo de Costello conmigo es prácticamente un estado alternativo de consciencia, una posesión: me baja un santo, como se dice en el lenguaje del Candomblé, y ese santo es Costello, a la hora de tener que hablar en circunstancias como ésta. Su política, a mi ver, no es precisamente lo que dice, sino su permanente acto de desobedecer, su distracción de la norma. Esa es mi lectura del divino personaje. Y esa es mi lectura de lo más humano de lo humano: examinar los chips que nos programan, y elegir cuál apagamos, a cuál le damos baja, qué mandato extirpamos de nuestra matrix. A mis estudiantes de Antropología les he preguntado muchas y muchas veces, a lo largo de muchos años, ¿por qué estudiamos cómo la cultura nos hace ser de determinada manera, nos formatea, en lugar de estudiar cómo, a pesar de la cultura a la cual supuestamente “pertenecemos”, cada uno de nosotros puede ser único, irrepetible, diferente. La estrella guía de la humanidad es, precisamente, su capacidad de desvío, capacidad a la cual le debemos nada menos que la historia.

Primera desobediencia:

Es por eso que ando diciendo, entre otras cosas, que una politicidad femenina, por una serie de razones, no puede ser principista, sino pragmática y capaz de improvisar, dirigida a la vida aquí y ahora, a su continuidad y a su esplendor, a pesar de todo o, como decimos, contra viento y marea. Por lo tanto, y para esto,  siempre alimentada por lo que he llamado una “ética de la insatisfacción”, bastidor de toda buena política, pulsión opuesta a la de una ética de la conformidad. Una ética para la cual es más importante ser bueno que actuar bien. Se torna necesario, en ese camino, ser pluralista antes de ser feminista; tener un mundo radicalmente plural como meta histórica. Meta que no puede ser alcanzada ni por el patriarcado ni por el proyecto histórico de las cosas, que es el de la acumulación capitalista, siempre en tensión con el proyecto histórico de los vínculos, el del arraigo comunal. Tampoco podrán validarse ahí, en la meta de un mundo en plural, los monoteísmos dogmáticos, ninguno de ellos. Porque para el patriarcado, el capital y los monoteísmos fundamentalistas hay una única verdad, una única forma del bien, una único dios, una única forma de futuro, una única justicia. Son, de esta forma, monopólicos, regidos por una lógica exclusiva y excluyente. Nuestra lógica, la lógica que permitió sobrevivir a tantos siglos de masacre en nuestro continente, no es una lógica monológica, monopólica, regida por la neurosis de coherencia  y del control, la neurosis monoteísta y blanca de los europeos. Nuestra lógica es trágica, en el sentido de que puede convivir con la inconsistencia, con verdades incompatibles, con la ecuación a y no-a, opuestos y verdaderos ambos, y al mismo tiempo.  Y por lo tanto, siempre, siempre, dotada de la intensidad vital de la desobediencia. Una lógica para-consistente para conservar la vida y garantizarle continuidad y mayor bienestar para más gentes, para mantener el horizonte abierto de la historia sin destino pre-fijado, para mantener el tiempo en movimiento.

Segunda desobediencia:

Me remite a Europa, el continente de la neurosis monoteísta, como le llamo en mi libro Santos e Dáimones (sin traducción al castellano).  El continente de la neurosis de control y del juicio moral sobre el mundo. Y así llego a la otra evocación inevitable al preparar esta incómoda conferencia es el malestar que me causó, 36 años atrás, el discurso de García Marquez, al recibir el premio nobel  en 1982, llamado La soledad de América Latina. El recuerdo de ese vago e incomprensible malestar me acompaña desde entonces,  y solo ahora encuentro el espacio para hablar del mismo ante una audiencia. En aquel tiempo, la palabra eurocentrismo ni rondaba mi cabeza, inclusive porque en esos años yo vivía en Europa. Veamos: García Márquez me parecía decir que América Latina estaba sola porque Europa no la miraba, no la veía, no registraba su existencia y no la comprendía.  Definitivamente me desagradaba, como me sigue desagradando hasta hoy, que el subtexto de su discurso indicaba claramente la convicción del autor de que solo en el ojo de Europa era posible que nuestro continente alcanzara su existencia plena. ¿Será que un ser para otro es nuestro destino? Sería problemático, porque para ser para el otro eficazmente /con eficiencia es necesario que de ese otro aprendiéramos a ser. Con los años, y con los vocabularios a que fui teniendo acceso, ese malestar se fue transformando en consciencia. Una consciencia que me permite hoy hablarles, como gente del libro que son, de nuestro tema: la circulación de la palabra y la forma de la palabra.

Como afirmé hace unos veinte días en el Museo Pompidou de Paris, en una reunión con directores de museos de Europa en la que se me propuso responder una pregunta importante, inteligente, muy poco habitual: ¿Cómo incide en Europa el eurocentrismo?, es Europa la que esta sola. Se mira en el espejo narcísico de sus museos, pero carece del verdadero espejo, el que puede ejercer resistencia y mostrarle los defectos, pues esos objetos no pueden devolverle la mirada. Europa carece de ese potente utensilio femenino que es el “espejito, espejito” de la Reina Mala de los cuentos: no ve su defecto en el reflejo que podrían brindarle los ojos de los otros, porque al otro lo tiene solamente atesorado en la vitrina de su poder colonial. La visita al Museo Chirac en el Quai  de Branly me confirmó esa impresión, pues no vi otra cosa allí que “belleza encarcelada”, objetos retirados de su destino propio, de su lecho histórico, del paisaje en el que vivían arraigados. Desde allí hubieran podido seguir su camino e irradiar su influencia. Lo mismo pasa con los libros.

Nosotros, según García Márquez, necesitamos vernos en el ojo de Europa, en los libros de Europa, para no estar solos. Sin embargo, no registra que Europa siquiera percibe su soledad, soledad que la ha ido llevando lentamente hacia una decadencia de su imaginación creadora, la que en otro tiempo nos deslumbró, y a un tedio insoportable.

Tercera desobediencia:

Desesperaba a mis maestras, maestras de elite, en el Lenguas Vivas Juán Ramón Fernández de mi infancia, cuando nunca jamás, desde los seis años, en hipótesis alguna, acepté escribir mis redacciones en el modo del tú, y del háces en lugar del  hacés.  Así como continúo hasta hoy con la ardua tarea de modificar el corrector de lengua, todo el tiempo, a cada línea, para poner un acento en la i de decíme,  en la i de veníte,  en la e y en la a de si querés pasá por mi casa. A contracorriente de la conformidad, en desobediencia. Más tarde aparecería mi amado Arguedas, con su lengua quechua en español, con sus inflexiones del quechua en la lengua sobre-impuesta, su verdadero secuestro del castellano para decir lo que deseaba y era necesario decir:  que era el indio quien llevaba la bandera de la historia y de la soberanía en nuestro continente.

Así como Polanyi ha hablado de  la economía arraigada destruida por el capitalismo, necesitamos hablar de un arraigo de la palabra de su camino re-existente a pesar de la instituciones y en los gestos verbales de la gente.

Cuarta desobediencia:

El 7/08/2018, a las 19:12, Juan Pérez (nombre ficticio) de la muy prestigiosa editorial  española La Eterna (nombre ficticio) escribió:

Estimada Sra. Segato, 

Mi nombre es Juan Pérez y soy el editor de Ediciones La Eterna. Solo quería ponerme en contacto con usted para invitarla cordialmente a incorporarse de alguna forma a nuestro fondo editorial.

Su trabajo crítico me parece una joya intelectual que debería ser conocido y leído en todo el mundo. En España, por ejemplo, no llega con facilidad.

Por supuesto, sé que espacios editoriales para publicar no le faltan, muy concretamente Prometeo, con quien trabaja de forma continuada. 

Aun conociendo esta situación, me permito invitarla desde la admiración de su trabajo.

Un cordial saludo,  

Juan Pérez

Editor Senior

Madrid (España)

De: Rita Segato [mailto:ritalsegato@gmail.com] 

Enviado el: viernes, 10 de agosto de 2018 3:13

Para: Juan Pérez

Asunto: Re: Ediciones La Eterna

Estimado Juan, le agradezco mucho los términos de su mensaje. Es estimulante saber que el esfuerzo de uno es apreciado, y sobre todo por un editor de una editorial tan prestigiosa. Pero creo que me va a entender si le digo que, como sabe, escribo desde la perspectiva de la Colonialidad del Poder y también del Saber. Mi perspectiva es crítica con relación al eurocentrismo, que no es otra cosa que un racismo aplicado a los saberes y productos de quienes habitamos y trabajamos en estas costas, en este lado de acá del mar, en un paisaje marcado y demarcado por el proceso colonial, que perdura hasta el presente. Entonces, yo tengo un editor, que es el primero que me tendió la mano en 2003, cuando deseaba retornar a mi país y nadie me conocía en Argentina. Lo estimo y me ha ayudado en una serie de situaciones de vida que fueron difíciles. Publico con él en español, de la misma manera que publicaría con uds. Sin embargo, por el hecho de que La Eterna queda del lado de allá del mar, la distribución es más fácil en todo el universo de los lectores en lengua española, y aunque mucho me alegró su mensaje, no me es posible concordar con eso, curvarme a eso, reconciliarme con eso. Se puede entender, verdad? Soy terca como una mula, lo sé. Pero es que me duele saber que un editor de América Latina no tiene las mismas facilidades para circular que una editorial española. Lo único que se me ocurre, entonces, es sugerirle que establezca una colaboración de algún tipo con mi editorial, Prometeo, para que entre las dos en asociación editen próximamente algo mío…. Qué le parece esa idea? 

Sea cual sea su respuesta, le mando un abrazo y mi sincero agradecimiento por el aprecio hacia mi obra. 

Rita

De: Juan Pérez  

Asunto: RE: Ediciones La Eterna

Enviado el: viernes, 13 de agosto de 2018 12:22:11 GMT-3

Para: Rita Segato

Estimada amiga,

Lo entiendo perfectamente, por supuesto. Debo decir que me reconforta encontrar una intelectual que es consecuente con su discurso (eso no siempre pasa)…..

Juan Pérez

Editor Senior

Madrid (España)

Cito este intercambio con el editor Senior de una muy apreciada y por demás respetable editorial peninsular por su gran elegancia y el respeto mutuo, personal, que se revela entre el corresponsal que representa el interés de la empresa y yo, como su interlocutora. Se trata de una entre diversas invitaciones a publicar en editoriales globales que he recibido, todas declinadas por la razones que le expongo a Juan Pérez. Básicamente, como me decía en estos días mi querida Claudia Schwartz, que se crió entre los anaqueles de Fausto y ahora edita poesía con gran dificultad en Leviatán: ¿Por qué no puedo conseguir un libro de Chile, por qué no puedo conseguir un libro de Uruguay? ¿ Por qué no puedo acceder a autores de esos países desde Argentina, si no a través de España?

La verdad es que la dictadura persiguió a grandes libreros argentinos y destruyó el gran parque editorial que teníamos por medio de la persecución política, y Menem terminó el trabajo por la total desprotección en que dejó a la industria editorial argentina, que gozaba de gran prestigio en el mundo de habla castellana por su incontestable calidad. Honorables empresarios libreros persistieron y o surgieron para intentar resucitar lo perdido…  Otros murieron de tristeza, como el padre de Claudia, con el cierre final de sus librerías Fausto y de su editorial, Siglo XX, en una supuesta “democracia” que, apenas recuperada, sucumbió a la colonialidad del poder y del saber. Las editoriales españolas compraron las editoriales de textos y manuales escolares, beneficiándose con el know-how ya existente en el país, y amenazaron así la belleza y el valor del pluralismo de la lengua y los modos de decir del arraigo argentino. Lloro por eso: era hermosa la Argentina de Fausto. Como es insubstituible la Argentina del Centro Editor de América Latina. El valor y meta histórica de un mundo en plural quedó así en situación muy frágil, en un proceso no muy diferente a lo que se dio con los sellos globales de grabadoras musicales, que compraron la música del mundo y la “ecualizaron” en un “world music” pasteurizado y rápidamente obsolescente. Quiero rendir homenaje aquí a los editores que sobrevivieron aquel tiempo destrucción y a las que comenzaron después de la ruina: Corregidor, Coligue, de la Flor, Biblos, Manantial, Lugar editorial, Espacio Editorial, Homo Sapiens,  Pequeño Editor, Prometeo, Godot, Leviatán. Y discúlpenme si no he conseguido nombrar todas, o si alguna de las que nombré ya ha perecido.

Quiero que se entienda que no se trata del valor del patriotismo; se trata, sí, del valor del pluralismo.

Quinta desobediencia:

Nombremos nosotros. Demos los nombres. No le pasemos el mensaje a los jóvenes, como hacemos generalmente, de que vienen a la escuela, a la universidad, meramente para aprender. Porque ese aprender se refiere automáticamente a un aprender lo ya pensado, y por debajo de ese ya pensado contrabandeamos inevitablemente la idea de lo ya pensado en otro lugar. La faena del intelectual es la producción y donación de nombres. Lo aprendí de mi amado maestro Aníbal Quijano. Autoría viene de autorizar. Son dos términos profundamente emparentados. Pensemos desde acá, no deleguemos a que nos piensen el mundo en que vivimos desde afuera.

Nos pasa a nosotros, y le pasa a España también. Al igual que nuestro continente, se encuentra del lado del consumo y la aplicación de categorías teóricas, no a su formulación. No nos engañemos… Le pasa a ese país tan tristemente colonial y  criollo como nosotros que es España, una nación que se conquistó a sí misma y siguió por el lado de acá, sin solución de continuidad, en el mismo año, 1492. La lengua española es numerosa, pero no es hegemónica. No produce un pensamiento teórico destinado a atravesar la Gran Frontera Global desde el Sur hacia el Norte. Libros editados acá por grandes conglomerados de editoriales destinadas al lucro global no son catapultados a las lenguas en las que las ideas alcanzan circulación e influencia planetaria. La reserva de mercado del Norte sobre lo que bien podríamos llamar “patentes” en el campo de las Humanidades es cerrado, inexpugnable.  Porque, no nos equivoquemos: es el campo de las Humanidades, con su usina de palabras, su poiesis de conceptos, lo que da forma al futuro de la historia.  Es por eso que se encuentra en manos de pocos, pocos que no están por aquí, la llave del camino de las Humanidades que cierra la puerta de esa circulación planetaria a los conceptos teóricos acuñados en nuestra lengua, con soberanía y autonomía, desde acá mismo, desde el suelo en que nuestros pies se asientan.

Sexta desobediencia:

Junto a la valla que se erige para que nuestras palabras no atraviesen, también se levanta un cerco inexpugnable para impedir el atravesamiento del estilo de escribir. La tecnología del libro de la academia del Norte se nos impone en las universidades. No nos curvemos a esa tecnología del texto originaria de una época en que la información, por su escasez, era un problema, y era un problema que las universidades del Norte imperial no tenían. Un texto o un libro eran la forma de exhibir el acceso a la información, el poder que significaba acceder a esa información. Hoy la información es un problema también, pero de signo opuesto. Estamos asfixiados en información, por eso lo que importa es la capacidad de elegir una ruta autoral en el fardo informativo que nos aplasta. Lo importante es desarrollar la habilidad de identificar lo que existe a nuestro alrededor sin ser nombrado y no abdicar del ensayo, que es nuestra forma de argumentar. No abandonemos el ensayo: el “yo digo”. La voz del ensayista es inexorablemente una voz autoral, que no se esconde por detrás de la coartada del fichaje. Tengamos en cuenta que la verdad es un acuerdo entre interlocutores. Los nombres bien encontrados son como pergaminos en botellas arrojadas al mar que llegan a destino. Puedo afirmar que sencillamente me consta.

Séptima desobediencia:

Construyamos nuestra propia desobediencia. No confundamos el Ni una Menos con el Me Too, y no nos enredemos en su tensión con el Manifiesto de las intelectuales francesas. Cada movimiento y cada feminismo solo puede ser construido con los elementos de su propia historia. En la disputa entre el feminismo anglo y el francés, yo leo claves de dos historias de la conyugalidad, dos formas de la sexualidad y el amor instaladas por civilizaciones y líricas diferentes, como lo ha hecho notar hace tiempo ya Peter Gay y también Josefina Pimenta Lobato. Están en juego allí dos modelos del amor, el anglosajón y el francés.

En lo que al Ni una Menos respecta, recordemos que existe sí una colonialidad al interior de los movimientos sociales. Esa colonialidad suele traicionarnos y desorientarnos. El Me Too, con su raíz en el  feminismo pilgrim norteamericano, se dirige y le hace señas a la paternidad del Estado, a un tercero como árbitro indispensable de las relaciones, a un abogado en la almohada, posiblemente como única herramienta en un mundo de individualismo a ultranza. Mientras el Me Too le habla al Estado, el Ni una Menos le habla a un nosotras y nosotros, le habla a una sociedad.

Nuestro feminismo pertenece a un mundo en el que aun en las metrópolis blanqueadas la vincularidad es vital y puede y debe ser conservada por el amparo que nos brinda y la felicidad que nos trae. Un mundo en el que se han preservado jirones de comunidad. Estoy convencida de que no debemos delegar el arbitraje de nuestra vida erótica a un tercero.

Todavía creo que la gestión del deseo debe ser posible en nuestro mundo cuerpo a cuerpo, cara a cara, y que debemos luchar por eso, creando las condiciones para que sea posible. Para eso habrá que trabajar arduamente sobre las relaciones de poder en el campo del trabajo y del estudio, en los cuales la jerarquía es decisiva y el patriarcado se manifiesta con más saña, y regenerar las estructuras comunales capaces de vigilar y cuidar la forma en que llevan la vida las personas. El resto corre por cuenta de desmontar el orden político patriarcal, e inaugurar una nueva era de la historia. Vamos claramente hacia allá.

Epílogo. La Octava

¡Abajo el mandato de masculinidad!

¡Por el derecho de los pueblos a sus territorios y a su estilo de vida en el arraigo comunal!

¡Sí al aborto legal, seguro y gratuito!

¡Ni una menos!

¡Justicia para Sabina Garnica, niña de 11 años habitante del barrio Virgen Desatanudos de La Rioja y entusiasmada militante de La Garganta Poderosa, violada y asesinada el 14 de abril!

¡Ni una trabajadora de prensa menos!

¡Reconocimiento para los bachilleratos populares!

¡Por un mundo radicalmente plural!

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‘Lo más preocupante hoy es la muerte del pensamiento crítico’

Por: Dani Gigena. 

Franco Berardi plantea unas ‘condiciones para producción de futuro’. Ve posible salvar el humanismo.

Además de activista, escritor y filósofo, el italiano Franco ‘Bifo’ Berardi es uno de los pensadores más comprometidos en examinar los modos como la revolución informática acelera las transformaciones de la vida social bajo el capitalismo actual, un reino de signos y bienes inmateriales (‘semiocapitalismo’) gobernado por fuerzas disolventes y mortíferas (‘necrocapitalismo’).

Si bien es pesimista respecto del presente, Berardi confía en que la interconexión solidaria de trabajadores del conocimiento en una escala global, como sucedió hace más de un siglo con el proletariado industrial, podría dar lugar a un nuevo sujeto de la historia. Esa es una de las hipótesis que plantea en ‘Futurabilidad. La era de la impotencia y el horizonte de la posibilidad’ (Caja Negra).

Para Berardi, en el presente se desarrolla la era de la impotencia, caracterizada según su óptica por el retorno del fascismo, la apoteosis de las políticas neoliberales, el imperio de las leyes financieras y la “guerra civil global fragmentaria”, expresión con la que alude a la proliferación de conflictos bélicos de diversa intensidad, como el terrorismo islámico, el supremacismo blanco y las matanzas ‘espontáneas’ que ocurren en varias ciudades de Occidente.

“La actual depresión (tanto psicológica como económica) silencia la conciencia de que ninguna proyección determinista del futuro es cierta –escribe en ‘Futurabilidad’–. Nos sentimos atrapados en una maraña de automatismos tecnolingüísticos: las finanzas, la competencia global, la escalada militarista…”. Sin embargo, el filósofo advierte que en la realidad aún hay “condiciones de producción de futuro”.

Berardi, gestor de varios proyectos colectivos desde el Mayo francés en adelante, apuesta ahora por una plataforma tecnológica cooperativa que agrupe a ingenieros, artistas, ‘hackers’, científicos, activistas e intelectuales. “Los pocos individuos lo suficientemente fuertes como para explotar y saquear lo que estaba a su disposición emergieron como los ganadores del juego de la Modernidad tardía. El problema es que prácticamente han destruido el mundo. Han empobrecido la clase trabajadora, han devastado el medio ambiente y han empujado a la mayor parte de las nuevas generaciones hacia el infierno de la precariedad, la soledad y la depresión epidémica”, escribe.

Y agrega: “La única esperanza a la que podemos aferrarnos en esta época oscurantista es la de crear solidaridad entre los cuerpos de los trabajadores cognitivos del mundo y construir una plataforma de colaboración tecnopoética entre ellos que nos permita liberar el conocimiento del dogma religioso y también del dogma económico”. A esa nueva clase revolucionaria le da el nombre de “cognitariado”.

A Berardi, que lee cinco o seis diarios por jornada, le preocupa menos la difusión de noticias falsas que la pérdida de decisiones políticas y la ausencia de pensamiento crítico. “La irracionalidad de la mente social no es un efecto de malas intenciones, que seguramente existen, sino de la muerte del pensamiento crítico”, señala.

A distancia, y en una pausa entre sus lecturas y la reescritura de ‘Fenomenología del fin’, que Caja Negra volverá a publicar en una edición ampliada, respondió algunas preguntas por correo electrónico.

¿Podría explicar el concepto de ‘futurabilidad’ y su relación con las expectativas sociales acerca del porvenir?

La palabra ‘futurabilidad’ es un neologismo que se refiere a una posibilidad inscrita en el tiempo presente, una futuridad posible, pero no necesaria ni probable. Mi nuevo libro está dedicado a afirmar que la posibilidad de salvar la herencia progresista y humanista de la modernidad realmente existe en el presente, no es borrada por el proceso neorreaccionario que se está desencadenando como consecuencia de treinta años de violencia neoliberal y financiera. Esta posibilidad, que consiste en la inteligencia colectiva, con un uso igualitario y social de la tecnología, sigue existiendo, pero necesita una potencia cultural, psíquica y política que parece faltar en el tiempo presente. Una posibilidad se actualiza solo cuando hay una potencia capaz de actualizarla. En este momento histórico esa potencia falta, pero la posibilidad no desaparece. La posibilidad de la que hablo es la de una (posible) desimbricación del conocimiento y de la tecnología de la forma capitalista que conocemos.

¿Por qué afirma que vivimos en ‘la era de la impotencia’?

Lo digo por dos razones. La primera: el capitalismo financiero, en su matrimonio con la tecnología digital, ha producido una máquina automática de imposición. Mucho más que una dictadura política, el capitalismo financiero se manifiesta como inscripción de automatismos tecnolingüísticos en el conjunto de la comunicación. Lo que ha pasado en Grecia en 2015 es la prueba de eso: el 62 % de los griegos votaron contra el memorándum financiero, pero Alexis Tsipras fue obligado a aceptarlo por la fuerza automática de la imposición. Cada día experimentamos nuestra impotencia al afirmar el interés social contra el interés del capital financiero. Y cada día experimentamos la impotencia de la democracia frente a las imposiciones tecnofinancieras. De manera similar, no podemos parar la catástrofe ambiental porque todo el sistema de la vida económica se funda sobre automatismos técnicos que destrozan sistemáticamente los recursos naturales. Hemos trasladado la potencia del cerebro humano a la máquina, pero la máquina ha sido programada según un criterio antihumano: el criterio de la economía financiera. Hay un segundo nivel de la impotencia que me parece significativo a nivel global, pero sobre todo en el mundo blanco. Es el efecto del envejecimiento del género humano, de la prolongación de la edad media contemporánea y el desplome de las tasas de nacimiento. La impotencia senil masculina acompaña la pérdida de potencia política y produce una mezcla psicocultural que, por sí sola, puede explicar la ola de demencia nacionalista, supremacista, racista, y, al final, nihilista, que ha tomado el poder desde las Filipinas hasta la India, de Turquía a Polonia, a Italia, a Brasil, a Gran Bretaña, a Estados Unidos.

Ante ese panorama, ¿sigue siendo deseable un pensamiento humanista? ¿En qué términos debería expresarse?

No soy capaz de dar una sola respuesta a esta pregunta fundamental. Por un lado respondo que el humanismo está muerto, porque el futuro pertenece al automatismo cognitivo global y al caos inhumano del etnonacionalismo. Pero, por otro lado, pienso que solo desde el punto de vista del pensamiento humanista podemos entender por completo el proceso poshumano y antihumano que el capitalismo ha engendrado, y que solo desde ese punto de vista se puede fundar una ética autónoma, una ética que nos permita salvar el patrimonio del humanismo socialista. Solo el pensamiento humanista podría permitir la actualización de la posibilidad humana que sigue existiendo a pesar de la agresión inhumana.

¿Cómo se preserva lo táctil y lo sensorial en la era digital? ¿Cuál es su mirada sobre los usos de internet?

Cuando imaginábamos la red en los años 80 y 90, nos parecía una tecnología de liberación. Solo al final de los años 90, los efectos psicóticos vinculados a la mutación digital empezaron a emerger. Al final, internet ha predispuesto las condiciones técnicas para la construcción del automatismo cognitivo global, para la transformación de la mente social en un enjambre automático. La facultad conjuntiva, que se manifiesta en lo táctil, en el erotismo, en la sensibilidad, no desaparece, pero sufre de una contracción, de una aceleración patógena. Lo conjuntivo, subordinado a lo conectivo, se manifiesta esencialmente como sufrimiento psíquico.

Solo desde el punto de vista del pensamiento humanista podemos entender por completo el proceso poshumano y antihumano que el capitalismo ha engendrado

¿Qué piensa de los resultados de los partidos de izquierda en Europa y a qué se debe que ya no interpelen a los trabajadores? ¿Y qué piensa de la izquierda en general?

La izquierda está muerta, y lo merece. Los partidos de izquierda, en Europa, como el Partido Laborista de Tony Blair, el Partido Democrático Italiano, el Partido Socialista Francés de François Hollande y la socialdemocracia de Gerhard Schroeder han actuado como punta de lanza de la agresión neoliberal. La decisión de los trabajadores europeos de votar partidos fascistas, nacionalistas y racistas se puede entender solo como una venganza contra la izquierda culturalmente subalterna y políticamente traidora. ¿Habrá una nueva izquierda en el futuro? No creo que el problema se plantee aún en términos de izquierda y de derecha, porque no creo que la democracia política sea un territorio eficaz. El futuro no se decide en la esfera de la voluntad política. Se decide en la esfera psíquica, lingüística y tecnológica. El único espacio en el cual se podrá determinar una transformación es el espacio de la creación y de la invención. No es la voluntad política, sino la inteligencia social, la que podrá actualizar esa posibilidad si es capaz de desarrollar la potencia necesaria, lo que no es tan seguro.

¿Cuál es el sentido de practicar la filosofía en el siglo XXI? ¿Para qué sirve esa disciplina?

Qué es la filosofía lo han dicho muy bien Gilles Deleuze y Félix Guattari en su último libro: es la creación de conceptos que permiten capturar mentalmente el mundo, transformar el caos en algo comprensible y fundar la conciencia ética. Filosofía es la creación de puentes sobre el abismo del no ser, del sinsentido, el abismo del no existir de la verdad. La filosofía es la amistad del cerebro con el caos.

¿En qué trabaja actualmente?

Estoy escribiendo la nueva versión del libro ‘Fenomenología del fin’, que ha sido traducido al español por Alejandra López y fue publicado por Caja Negra. Es un libro que he terminado de escribir en 2014, pero los últimos cinco años han expandido tanto el campo de la mutación que me veo obligado a reescribirlo completamente. ‘Fenomenología del fin’ era y es un libro interminable; entonces, lo desarrollo sin esperanza de terminarlo en vida. Este trabajo de escritura es mi actividad principal y me consume muchísima energía.

Usted participó en importantes luchas estudiantiles y obreras en la segunda mitad del siglo XX. ¿Cómo es su vida cotidiana hoy?

Vivo en Bolonia casi seis meses cada año, pero en los últimos tiempos he viajado continuamente. Ahora me doy cuenta de que puedo viajar cada vez menos porque estoy un poco cansado. Soy jubilado, no enseño de manera regular, ya no doy clases. ¿Qué leo? Cinco o seis periódicos cada día; es como una forma de toxicomanía, un deseo maníaco de captar señales del devenir del mundo. Pero también leo gran cantidad de novelas. He leído mucho a Jonathan Franzen, Michel Houellebecq, Amos Oz. Y veo muchísimo cine, también. Las películas de Jia Zhang-ke, de Nadine Labaki, de Matteo Garrone me ayudan a entender el presente, tanto como el cine de Aki Kaurismaki, Emir Kusturica y Gus van Sant me ayudó a entender la mutación tardomoderna.

Fuente de la entrevista: https://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/entrevista-con-el-filosofo-italiano-franco-berardi-sobre-la-futurabilidad-394028

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Ya está disponible el vídeo del debate con Henry Giroux, uno de los fundadores de la pedagogía crítica

Redacción: Temporada Alta

Con todo el aforo completo, el escritor y crítico cultural canadiense Henry Giroux ha ofrecido la conferencia participativa Resistència, transformació social i esperança, el jueves 2 de mayo en el Centre Cultural La Mercè de Girona. Un acto del proyecto A Tempo de la Fundació La Ciutat Invisible, que cuenta con el apoyo de Temporada Alta.

Autor de más de 65 libros, Giroux ha puesto de manifiesto la necesidad que la educación tenga un papel central en la política, así como de poner de relieve las relaciones entre las instituciones educativas, la cultura y la vida pública. Un debate abierto y participativo, dirigido principalmente a educadores y agentes del mundo cultural y social, que ha contado con la conducción de la investigadora Aida Sánchez de Serdio.

Esta propuesta ha formado parte de un programa doble gracias a la colaboración entre A Tempo y el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB).

A Tempo – Arts i Formació es un proyecto de la Fundació La Ciutat Invisible con el apoyo de la Fundació Banc Sabadell, en el marco de Temporada Alta y con la colaboración de ConArte Internacional.

Fuente: https://temporada-alta.com/es/noticia/ya-esta-disponible-el-video-del-debate-abierto-con-el-reconocido-academico-henry-giroux-uno-de-los-fundadores-de-la-pedagogia-critica/

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Mitos y realidades de la Educación Online (Infografía)

Venezuela / 21 de julio de 2019 / Autor: Marit Acuña / Fuente: evirtualplus

 

 

La educación online ha alcanzado una gran popularidad en estos últimos años, ya que facilita y promueve el aprendizaje desde una perspectiva distinta a las modalidades tradicionales. Además, nos ofrece la adquisición de competencias y habilidades en línea acordes a los cambios que nos exige la sociedad actual.

Es innegable el hecho de que estamos sumergidos en una era digital, al punto de que,  quien no posea ciertas habilidades mínimas en esa área (de acuerdo a la UNESCO), sufre un grado de analfabetismo 😓.

Sin embargo,  aún es común escuchar, tanto en estudiantes como profesores, incluso en eruditos educativos (afortunadamente ya no en la mayoría ) la resistencia asociada a la credibilidad de esta modalidad de aprendizaje.

En mis años de experiencia en el área, he escuchado los más increíbles miedos y rechazos a la incorporación de la tecnología en  la educación y aunque esto ha ido cambiando poco a poco, aún existen muchos mitos al respecto. Por ello en este artículo les mencionaré algunos de los más persistentes 😁.

Mito 1. Es más fácil hacer trampa en la educación online

Una de las principales preocupaciones sobre la educación online, especialmente desde el punto de vista del educador, es la integridad de la experiencia educativa; debido a que los estudiantes trabajan detrás de un computador y por lo tanto existe la preocupación de que puedan tratar de engañar, o “ganarle al sistema” 😏.

Para ello es importante que el docente se involucre con los estudiantes y aprenda a conocerlos para saber cómo piensan, cómo redactan, hacia donde va dirigida su visión con respecto a los temas.

Asimismo, debe diseñar inteligentemente las estrategias de aprendizaje y evaluaciones, por lo que necesita desfasarse de las típicas preguntas de verdadero y falso, los exámenes de opciones simples o múltiples. Para ello, es necesario reorientar la evaluación hacia la ejecución de proyectos donde el estudiante muestre su visión argumentativa y pragmática.

Asimismo, existen detectores de plagio, sistemas de monitorización de pruebas, webcams y los sistemas de discusión síncronos, que también garantizan la integridad académica y la enseñanza de calidad.

Mito 2. Debo ser un experto en tecnología

Ni los docentes ni los estudiantes virtuales deben ser especialistas tecnológicos, ya que  las herramientas de comunicación y de educación online disponibles son cada vez más sencillas e intuitivas de usar.

Para hacer uso de un curso virtual, sólo se necesita requerimientos mínimos en el uso de computación e Internet, tales como: uso de herramientas ofimática básicas, manejar un correo electrónico y adjuntar un archivo.

Además, generalmente se ofrece asesoría en línea y espacios de ayuda con preguntas frecuentes.

Mito 3. Los estudios online son para flojos

Se tiene la falsa creencia de que, por el hecho de no estar en un salón de clases presencialmente, los alumnos de cursos online son personas flojas y hasta he escuchado que, pueden llegar a comprar la certificación 🙄. Muy por el contrario, el estudiante en la educación online,  para concluir este tipo de cursos, debe esforzarse al máximo, ya que no tiene la obligación de cumplir un horario de clases, por lo tanto debe planificarse muy bien para no descuidar sus estudios.

Además, no recibe la ayuda directa de profesores y compañeros de clases que lo motiven y obliguen a cumplir con sus responsabilidades, lo cual hace que sea fundamental la automotivación y esfuerzo propio para alcanzar la meta.

Mito 4. Estudiar online consiste en pasar todo el día leyendo

Debido a que los estudiantes en línea pueden acceder en cualquier momento a los contenidos y realizar las actividades asignadas. Se cree que los cursos online son sólo transcripciones de conferencias, o segmentos de libros colgados en la web.

Aunque el aprendizaje online involucra lectura, también incluye muchas otras actividades como debates, vídeos, audios, aplicaciones en línea, Webinar e incluso  proyectos. Es decir, actualmente es posible diseñar un conjunto de actividades multimediales, con el fin producir conocimiento.

Mito 5. Los cursos en línea son antisociales

Hay una percepción, de que tomar clases en línea impide la construcción de relaciones sociales y profesionales, por el simple hecho de no estar compartiendo el mismo espacio presencialmente. Esto no es cierto ✋, ya que al inscribirnos en un curso online bien estructurado, podremos darnos cuenta que los mismos están diseñados en busca de establecer ese mismo ambiente acogedor y de compañerismo que se tiene en un aula presencial.

Además,  los modelos de aprendizaje están diseñados para crear comunidades virtuales que inviten a la colaboración para la construcción del conocimiento. Asimismo, existen espacios no sólo para el conocimiento, sino también para la socialización.

Mito 6. Mi asignatura o curso no se puede dictar en línea

Reconociendo que ciertos aprendizajes requieren ambientes “reales” para adquirir aptitudes como por ejemplo: aprender a nadar o jugar fútbol, la educación online actualmente está fundamentada en modelos de aprendizajes flexibles, los cuales buscan que el estudiante aplique el conocimiento adquirido en ambientes cercanos a su realidad, potenciando el aprendizaje significativo.

Además, actualmente existen variedades de aplicaciones diseñadas para un sinfín de usos, por lo tanto, si se quiere se puede. Para crear un curso online sólo es cuestión de investigar para aprender a diseñar con ingenio y creatividad; basado por supuesto en un diseño instruccional.

Fuente de la Infografía:

https://www.evirtualplus.com/mitos-realidades-educacion-online/?utm_source=ReviveOldPost&utm_medium=social&utm_campaign=ReviveOldPost

ove/mahv

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Programación del Portal Otras Voces en Educación del Domingo 21 de julio de 2019: hora tras hora (24×24)

21 de julio de 2019 / Autor: Editores OVE

Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 21 de julio de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.

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Chile: Séptima semana de paro: negociaciones entre profesores y gobierno están suspendidas

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Ventajas y desventajas de las redes sociales en educación #infografia #socialmedia #education

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Brasileños marcharán en rechazo al plan de privatización de la educación superior

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Las otras reformas para las otras educaciones

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Perú: Plantean que proceso de titulación en universidades públicas sea gratuito

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Educación virtual vs. Educación presencial: Infografía

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Informe: ¿Qué tendencias afectarán a las bibliotecas universitarias de todo el mundo en los próximos 5 años? (PDF)

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Una educación significativa y alternativa es posible

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Libro: Desarrollo psicológico y educación 1. Psicología evolutiva (PDF)

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Wilson Netto: nunca hubo tantos jóvenes pobres como hoy en el sistema educativo y educación media

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Mitos y realidades de la Educación Online (Infografía)

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¿Cualquiera puede enseñar?

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Argentina: Macri le bajó el presupuesto a Educación a la vez que aumentó el que va a Defensa y Seguridad

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Idel Vexler: “No precaricen carrera pública magisterial”

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En periodo neoliberal hubo embestida contra educación pública en México: AMLO

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El Ecuador y el Aprendizaje a lo Largo de la Vida

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Brasil busca aumentar la inversión privada en universidades

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Sistema educativo de italia #infografia #infographic #education

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España: El fracaso del plan andaluz contra el fracaso escolar

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Desconcierto para la Educación Superior Pública

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Universidades de Colombia inician campaña de prevención contra el acoso sexual

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Aprendizaje Basado en Proyectos – Un Proceso de 7 Etapas | Infografía

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España: Estudiar en la universidad pública ha subido 15 veces más que los salarios

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¿Cuáles son los beneficios de la Educación Basada en Competencias? (Infografía)

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En nuestro portal Otras Voces en Educación (OVE) encontrará noticias, artículos, libros, videos, entrevistas y más sobre el acontecer educativo mundial cada hora.

ove/mahv

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