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La OCDE analiza las tendencias globales que el sistema educativo debería tener en cuenta los próximos años

Por: La Diaria

Globalización, democracia, seguridad, envejecimiento y cambio de patrones culturales son abordados en un informe.

Cada dos o tres años, técnicos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) elaboran un informe en el que analizan las principales tendencias de cambio a nivel social, político y económico que impactan en la educación. Pocos días atrás, el organismo publicó el informe de 2019, bajo la premisa de que “examinar el futuro de la educación a la luz de las tendencias globales es clave” para el “desarrollo pleno de los individuos como personas, ciudadanos y profesionales competentes”. El informe sostiene que en el mundo actual, “complejo y en rápida transformación”, estar atento a las tendencias globales “podría implicar actualizar” contenidos educativos y volver a “imaginar las formas de prestación del servicio, incluyendo la reorganización de los entornos de aprendizaje formal e informal”.

De todas formas, el texto señala que a la hora de pensar la educación en el largo plazo se debe tener en cuenta las tendencias actuales, “pero también pensar en las distintas formas en que estas pueden evolucionar en el futuro”. El informe de la OCDE se centra en tendencias a nivel “panorámico” del sistema educativo y no se concentra “en el nivel ‘micro’ de los individuos y las familias”. Al contrario de ediciones anteriores, en las que se dedicaba un capítulo exclusivo para hablar de las tendencias vinculadas al desarrollo tecnológico, esta vez aparecen transversalmente en todos los capítulos.

Según se sintetiza en el resumen ejecutivo de la publicación, en el primer capítulo se habla de un “desplazamiento” del “centro de gravedad global” hacia Asia, gracias a “economías gigantes emergentes” como China e India. En este sentido, se analiza que “la globalización facilita la aparición de redes y comercio transnacionales”, sumado a que “la movilidad transfronteriza ha aumentado” gracias a los avances en materia de transporte y comunicaciones. Por su parte, se señala que “el crecimiento económico ha permitido a muchas personas salir de la pobreza”, lo que resulta en “la expansión de la clase media global”. No obstante, se señala que “la globalización también presenta nuevos desafíos: niveles de consumo crecientes, uso insostenible de los recursos y, para algunos, un sentimiento de haberse quedado atrás”.

El informe afirma que “la educación tiene un papel importante que desempeñar en equipar a los estudiantes con las competencias necesarias para progresar en el futuro global”. En relación con los nuevos desafíos señalados, se sostiene que el sistema educativo “puede desempeñar un papel en la lucha contra el cambio climático y la desigualdad”, aunque se admite que “la educación sola no es suficiente”.

Otras áreas

En materia de ciudadanía y democracia, el informe advierte que indicadores como la participación electoral han caído en muchos países y que “la creciente desigualdad y la brecha entre áreas rurales y urbanas crean desequilibrios en términos de oportunidades de vida y acceso a los servicios básicos”. Más allá de que se afirma que la digitalización facilitó el acceso a la información, lo ha hecho “sin garantías sobre la calidad del contenido disponible online”. “De hecho, la ubicuidad de las redes sociales ha facilitado la difusión de inexactitudes y mentiras, y existe una creciente preocupación por los algoritmos y ‘burbujas’ digitales que sólo confirman nuestras creencias existentes”, cuestiona el documento. Según continúa, la combinación de estos elementos se conecta “con preocupaciones sobre la disminución de la confianza y el creciente malestar político y social”. Por lo tanto, afirma que la educación “es importante para fomentar la ciudadanía democrática y mejorar la participación cívica y social”.

El análisis también recuerda que “la seguridad” es un derecho humano y establece que, para garantizarlo, los países se enfrentan a desafíos cada vez más complejos. El cambio climático y las “redes terroristas” son señalados especialmente, al tiempo que se advierte sobre la ciberseguridad: “Una gran cantidad de datos confidenciales se almacenan en servidores de todo el mundo, y el robo de datos y las filtraciones tienen importantes consecuencias económicas, sociales y políticas. Quién controla qué datos (individuos, empresas o gobiernos) también es un tema de debate”. Pese a que se señala que hubo una disminución en las tasas de criminalidad, el informe indica que las personas perciben un mayor nivel de riesgos. En ese sentido, considera que la educación puede “ayudar a comprender, prevenir y mitigar los riesgos que amenazan la seguridad” y “a distinguir entre riesgos percibidos y riesgos reales”, además de “preparar mejor a los ciudadanos para resistir frente a la adversidad”.

En suma, en una sociedad cada vez más envejecida el informe de la OCDE señala que “las personas mayores y más sanas viven y trabajan durante más tiempo”, mientras que “tienden a ser relativamente más ricas, en promedio, creando nuevos mercados de productos y servicios dirigidos a sus necesidades específicas”. Entre los “riesgos” que trae el envejecimiento, se nombra el aumento de enfermedades crónicas como la diabetes y la demencia. Si bien se señala que “la digitalización puede ayudar a abordar muchos de los riesgos relacionados con una mayor fragilidad y dependencia”, se advierte que, al mismo tiempo, “facilita amenazas dirigidas específicamente a las personas mayores, como el fraude digital”. Por lo tanto, el texto sostiene que la educación, “a menudo considerada algo para los jóvenes, puede beneficiar a los adultos mayores” si se plantea preguntas como de qué forma “promover una cultura de aprendizaje a lo largo de toda la vida”.

Con respecto a los aspectos culturales del mundo actual, el informe niega que se esté viviendo en un mundo más individualista y establece que, por el contrario, el sentido de pertenencia a distintos grupos y organizaciones está cambiando, pero no desapareciendo. “Los patrones de trabajo y vida evolucionan a medida que disminuyen las tasas de matrimonio, más mujeres ingresan en el mercado laboral y más hombres desempeñan un papel activo en la crianza de los hijos. Los mercados digitales diluyen fronteras de espacio y tiempo, conectando más fácilmente a compradores y vendedores, pero transformando también nuestro modelo de consumo, donde cada vez más pagamos por el acceso a los bienes (por ejemplo, libros, música) en vez de obtenerlos en propiedad. También la sostenibilidad y las elecciones éticas tienen un peso progresivo en nuestros hábitos de consumo, por ejemplo, en el uso de vehículos eléctricos u otros intentos de reducir nuestro impacto sobre el planeta”, se analiza. En este contexto, se afirma que “la educación juega un papel crucial en equipar a las personas con las habilidades, los conocimientos y las actitudes necesarias para prosperar en sus vidas personal y profesional”. En suma, afirma que el sistema educativo debe “adaptarse” a la creciente digitalización y “evolucionar para aprovechar las herramientas y las fortalezas de las nuevas tecnologías”, además de abordar “posibles abusos como el fraude, el robo de identidad o el ciberacoso”.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/2/la-ocde-analiza-las-tendencias-globales-que-el-sistema-educativo-deberia-tener-en-cuenta-los-proximos-anos/
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La educación como problema

Por Adela Cortina

El problema número uno de cualquier país es la educación. Y en el nuestro el asunto anda revuelto desde instancias diversas que afectan a todos los niveles educativos, incluida la Universidad. Es tiempo de pensar la educación y pensarla a fondo.

La LOE deja la puerta abierta para que las comunidades autónomas recorten horas de materias como la Filosofía, apertura que aprovechan algunas comunidades como la valenciana para reducir su horario; los enfrentamientos por la Educación para la Ciudadanía recuerdan el Motín de Esquilache; Bolonia va a traer una Universidad adocenada, en la que, por mucho que se diga, la calidad acaba midiéndose por la cantidad.

El número de alumnos se ha convertido en decisivo para determinar la calidad de una materia o un postgrado, con lo cual no hay lugar para la especialización. Una cosa es saber mucho de poco, saber cada vez más de menos y acabar sabiéndolo todo de nada; otra cosa muy distinta, saber sólo generalidades, porque eso -se dice- es lo que prepara para adaptarse a cualquier necesidad del mercado.

Acabamos limitando escuela y Universidad a desempeñar tareas, no a asumir la vida

Éste es el mensaje de Bolonia, asumido con inusitado fervor por carcas y progres, y después nos quejaremos del neoliberalismo salvaje.

Los nuevos aires insisten en preparar a los alumnos para desarrollar competencias tanto en los estudios técnicos como en las ciencias y las humanidades. El viejo debate sobre si educar consiste en formar o en informar ha pasado de moda, porque ya sabe cualquier maestro o profesor que lo suyo es preparar chicos y chicas competentes. ¿Competentes, para qué? Para desempeñar ocupaciones asignadas por el mercado laboral, claro está.

Por eso, si usted tiene que diseñar un plan de estudios de cualquier nivel educativo o un postgrado, el apartado más largo y complicado será, no el que se refiere a los contenidos de las materias, sino el que se relaciona con las «competencias». ¿Para qué ha de ser competente el egresado?

Competencia es, al parecer, un conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes, necesarios para desempeñar una ocupación dada y producir un resultado definido. Consulté a un compañero de Pedagogía, excelente profesional, y, con una buena dosis de ironía, me puso un ejemplo muy ilustrativo: alguien es competente para hacer una cama cuando sabe lo que es un somier, un colchón, lo que son las sábanas, se da cuenta de cómo es mejor colocarlas y además le parece algo lo suficientemente importante como para intentar dejarlas bien, sin arrugas y sin que el embozo quede desigual. Era sólo un ejemplo, por supuesto, pero extensible a actividades más complejas, como construir puentes y carreteras, elaborar productos transgénicos, hacer frente a una denuncia, plantear un pleito, curar una enfermedad y tantas otras actividades que corresponden a quien tiene un puesto de trabajo. Preparar gentes para que ocupen puestos de trabajo parece urgente.

Sin embargo, sigue pendiente aquella pregunta de Ortega sobre si la preocupación por lo urgente no nos está haciendo perder la pasión por lo importante. Si en la escuela hay que enseñar a hacer tareas como manejar el ordenador o conocer las señales de tráfico, cosa que los estudiantes van a aprender de todos modos por su cuenta y riesgo, o si hay que incluir en el currículum materias de Humanidades, que preparan para tener sentido de la historia, dominio de la lengua, capacidad de criticar, reflexionar y argumentar. Que no son competencias para desempeñar una ocupación, sino capacidades del carácter para dirigir la propia vida. Nada más y nada menos.

Por otra parte, se insiste, con razón, en que el conjunto de la educación se dirige a formar buenos ciudadanos, y hete aquí que eso no es ninguna ocupación, sino una dimensión de la persona, aquella que le permite convivir con justicia en una comunidad política. No tanto vivir en paz, que puede ser la de los cementerios o la de los amordazados, sino convivir desde la justicia como valor irrenunciable. Y para eso hace falta aprender a enfrentar la vida común desde el conocimiento de la historia compartida, la degustación de la lengua, el ejercicio de la crítica, la reflexión, el arte de apropiarse de sí mismo para llevar adelante la vida, la capacidad de apreciar los mejores valores. Cosas, sobre todo estas últimas, que no pertenecen al dominio de las competencias, sino a la formación del carácter.

No es una buena noticia entonces que se quiera reducir la Filosofía en el Bachillerato, ni lo es tampoco que se pretenda eludir la ética cívica o esa Educación para la Ciudadanía que debería ayudar a educar en la justicia, no sólo a memorizar listas de derechos, constituciones y estatutos de autonomía, que son por definición variables, sino a protagonizar con otros la vida común.

Por fas o por nefas, acabamos limitando la escuela y la Universidad a preparar presuntamente para lo urgente, no para lo importante, para desempeñar tareas y no para asumir con agallas la vida personal y compartida.

Fuente del artículo:  https://elpais.com/diario/2008/05/28/opinion/1211925605_850215.html

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Seguir pensando y repensando el sentido de la educación

Por: Juana M. Sancho

Todo sistema educativo se basa en la ideología, en la visión del mundo de quienes tienen el poder para imponerla. De ahí que la salida más democrática sería poner en diálogo las diferentes visiones.

Llevo años dedicándome con entusiasmo a la educación y lo hago porque continúan y crecen las propuestas educativas cuya finalidad es conseguir clientes o creyentes, defender el statu quo, las tradicionales relaciones de poder y el persistente orden del mundo.

Lo que hoy me mueve a escribir esta columna, es una sensación repetidamente experimentada. Un discurso que siempre está ahí, a modo de bajo continuo, que fija el funcionamiento de los sistemas escolares y que cuando surgen otras voces que consideran y evidencian que “otra educación es posible”, vuelven a tocar “a rebato” con todo el instrumental de la orquesta.

La mayoría de los sistemas escolares del mundo siguen cimentados en las ideas expresadas por Platón sobre la selección de los gobernantes de la República, a los que ya desde la infancia se les tenía que inculcar una serie de principios, en función de las tres categorías posibles de niños: de oro, de plata o de bronce.

Así como los principios del sistema de examen imperial chino, que se practicó en la China imperial entre 606 y 1905. Estas pruebas representaban el camino más corto para ascender en la escala social, lo que se convirtió en un objetivo fundamental para los miembros de las clases cultas, que acabarían marcando, con rasgos meritocráticos, las características peculiares de lo que puede considerarse el ejemplo más centralizado y absolutista de despotismo oriental.

De ahí que cada vez que se intenta cuestionar o desafiar esas ideas en el campo de la educación, lo que se está haciendo es cuestionar o desafiar este tipo de organización social, política, económica e incluso tecnológica (entendiendo la tecnología no solo como el uso de aparatos creados en otros lugares y para otros propósitos –lo que llevó a David Nobel (1991) a denominar “The Classroom Arsenal”, sino las “formas de hacer” la educación).

De ahí que cada vez que se intenta proponer un sistema escolar en el que todos y cada uno encuentre su lugar para aprender, aparezcan voces rasgándose las vestiduras alegando “que son experimentos y que no se puede experimentar con la educación”, “que se baja el nivel”, “que no se permite desarrollar el talento”, pero, sobre todo, “que no discrimina” y si no discrimina ¿cómo vamos a “inculcar” que existen niños de oro, de plata o de bronce?

Me he planteado una vez más estas reflexiones, a raíz de las muy publicitadas declaraciones de la profesora e hispanista Inger Enkvist, defendiendo la separación de los escolares por “capacidades”, incluso por sexo y el competitivo y meritocrático sistema escolar de la China actual, al considerar que “recompensa el esfuerzo” y ofrece un aprendizaje “óptimo para cada uno de los alumnos”.

Sí, volvemos a estar ahí, cada cuál ha de estar en su sitio para que siga imperando “el orden”. Inger Enkvist también argumenta que los exámenes y reválidas son “necesarios y la mejor preparación” porque el cerebro solo almacena “la repetición, la huella y para eso hay que oír, leer, escribir y repasar”. Para ella, “sin repaso y sin concentración, que requiere esfuerzo, no queda nada”.

Los que nos dedicamos a la práctica de la educación sabemos de la importancia del esfuerzo, de tener en cuenta las características de cada estudiante. Pero, para los que además de memorizar y repetir hemos aprendido a pensar, a pesar del sistema educativo que sufrimos, aquí comienzan las preguntas. ¿Cuál es el sentido del esfuerzo o el de ofrecer un aprendizaje óptimo para cada uno de los alumnos, “justificar” el lugar social en el que se les pone o fomentar el desarrollo de sus capacidades? Claro que es necesario leer, escribir, repasar, concentrarse, memorizar…. Pero me falta el qué (quién decide “el contenido” y su sentido, ya que el mismo tema puede abordarse descontextualizado y desde una sola perspectiva o desde su contexto de producción y las distintas miradas y controversias que puede llevar asociadas); el cómo (cómo se aborda con el alumnado, desde la repetición memorística que acaba una vez realizado el examen, o desde el sentido y la capacidad de establecer conexiones significativas que aumenten la comprensión y el pensamiento de orden superior); el por qué (por qué elegir un tema determinado y no los otros muchos que quedan fuera); el para qué (cuál es su finalidad formativa, qué tipo de ciudadano se pretende contribuir a formar).

Porque todo proceso educativo, incluyendo “el tradicional” -que además ya sabemos los resultados que da-, es “un experimento” para el alumnado, sin posibilidad de repetición. Porque todo sistema educativo se basa en la ideología, en la visión del mundo de quienes tienen el poder para imponerla. De ahí que la salida más democrática sería poner en diálogo las diferentes visiones e intereses, en busca del bien común.

En este diálogo de múltiples intereses, según The World Economic Forum, las tres habilidades clave para encontrar trabajo en 2020 serán la capacidad para resolver problemas complejos, el pensamiento crítico y la creatividad. Lo curioso es que se proponga fomentar estas complejas capacidades “adiestrando” al alumnado para que sepa manejar distintas herramientas para poder enfrentarse a dificultades de muy diversa índole y salir airosos de todas ellas. ¿Nos venden vinos nuevos en odres viejos?

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/03/02/seguir-pensando-repensando-sentido-la-educacion/

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Chile: Presentación del libro “Pensar la educación”

Chile / 29 de octubre de 2017 / Autor: Redacción / Fuente: Editorial Universitaria

La obra de los profesores Jorge Vergara y Alan Martin fue presentada ayer en la Universidad de Chile

Santiago, Chile.- Con la presencia de autoridades de la Universidad de Chile, Editorial Universitaria y algunos estudiantes, se presentó el libro “Pensar la educación. Desde Friedman a Dewey”, texto ganador del Fondo Juvenal Hernández que premia la excelencia en investigación académica.

” El texto que, si bien es parte de un proyecto nacional, constituye un aporte fundamental para el análisis de los sistemas educativos nacionales e internacionales”, señaló Rodrigo Meza, gerente general de la Editorial.

La obra fue presentada por la psicóloga Sonia Pérez y Rodrigo Sánchez

Fuente de la Noticia:

Presentación del libro “Pensar la educación”

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